LA RECUPERACIÓN DEL REALISMO DE SENTIDO COMÚN.
Lisardo San Bruno de la Cruz.
La línea argumental de Putnam que escrutaremos versa sobre dos pretensiones: por
una parte, confutar los realismos vertebrados en la imagen interfaz de la percepción y de la
concepción re-interpretados de diversas formas desde la modernidad hasta nuestros días; y,
por otro lado, mostrar la viabilidad de un posicionamiento realista no lastrado por los supuestos
implícitos en tal imagen interfaz.
Iniciemos las consideraciones de Putnam en su regreso a “la ingenuidad”
de
sentido común asumiendo que un sujeto imagina algo, lo que fuere. Este evento mental
implica, según los teóricos tradicionales de la percepción, construir una especie de imagen
mental similar a la que nos formaríamos en presencia real de ese algo imaginado. La pintura
y/o imagen confeccionada
como suceso imaginado asumiría una función análoga a las
impresiones-interfaces tradicionales.
Los cuadros imaginados se concebían como “localizados” dentro de la mente y/o
cerebro, cuadros de algo no-existente, que representarían causalmente algo existente del
entorno y/o habitad socio-ambiental.
Putnam realiza una exégesis de la argumentación wittgensteniana sobre la figura
“pato-conejo” encauzada a mostrarnos las deficiencias de una teoría perceptual vertebrada en
intermediarios epistémicos, en alguna concepción interfaz.
La
figura pato-conejo se
experimenta como una imagen mental de la figura de un pato o (como disyunción excluyente)
como una imagen mental de la figura de un conejo. No obstante, el sujeto perceptor estaría en
condiciones de generar una imagen mental pato-conejo de forma intencionada, pero tal retrato
no se experimentaría como la imagen de un organismo.
Por tanto, experiencias visuales y
cuadros físicos no exhibirían propiedades similares, lo que arruinaría los relatos clásicos sobre
la esencia de un quale. Lo que Putnam enfoca sobre estas digresiones wittgenstenianas es su
convicción de que imaginar algo en algún lugar, observar la figura pato-conejo, no ha de
1.
traducirse como imágenes subjetuales formadas de un ámbito objetual que precisan una
interpretación, confeccionando un aspecto dicotómico entre la figura pato-conejo y el cuadro
que visualizo en mi mente.
En el uso de nuestro vocabulario se entreteje nuestro pensar de forma natural, no
creemos que los signos tipográficos necesiten cargarse semánticamente. Proferencias como
“el gato se comió el pastel”
para castellano-parlantes ordinarios no son una ristra de
garabatos, meras sintacticidades, intrínseco-esencialmente denotativas,
oracionales que se refieren naturalmente a lo que se refieren.
tan solo son usos
En Putnam, la noción de
“seguir una regla” de Wittgenstein se entiende como encaminada a refutar acciones aislables
del pensar no entrelazados con otras operaciones, léxicas o no, como una analítica válida de
los usos del lenguaje.
No sería muy difícil imaginar un evento histórico pasado en el que las
posibilidades de verificación con que contamos ahora de tal suceso no agoten los sentidos con
tal verificacionismo validatorio. Las habilidades y/o capacidades integradas en la posibilidad
de recrear un hecho histórico son tanto reflexivas práxicas, como, por supuesto, plurales.
Otro relato famoso de Wittgenstein redescrito por Putnam nos habla de lo que
significa pensar en un pariente que vive en la otra punta del globo.
Cuando un sujeto
piensa en un familiar de las antípodas no cree que piensa que está pensando, piensa y/o se
acuerda de su familiar, sus pensamientos lo son de su familiar y no se entendería que un enlace
causal pensamiento-familiar explicitase lo que sucede. Lo que, en términos de Wittgenstein
sería una descripción aproximada de tal pensamiento sería asertar que de forma implícita,
opera una “técnica de uso”.
Putnam arguye que la noción “técnica de uso” no ha de
interpretarse con las condiciones de asertabilidad de tal técnica inscritas en un sistema de
verificación especificable. Las técnicas de uso presupuestas en los juegos lingüísticos son
capacidades histórico-naturales heredadas en la misma medida que actividades como comer o
andar.
Putnam, no acepta una imagen de factura anti-realista en Wittgenstein modulada
en la convicción de que el pensamiento es un objeto al que se yuxtapone una exégesis
2.
caracterizada por una batería de restricciones de aserción. Si se establece un hiato históricoevolutivo insalvable entre capacidades cognitivas del ser humano y otros organismo,
la
postura realista natural del sentido común resulta enigmática. Putnam defiende la existencia
de una continuidad evolutiva entre capacidades de discernimiento animal, y las capacidades
de reflexión del ser humano.
Los organismos humanos conjugarían perceptos con conceptos
de tal forma que la noción de `experiencia de un organismo no-humana´ sería totalmente
desemejante a la del ser humano.
Aplicar un kantismo desmesurado como pauta
criteriológica distintiva no sirve para nada,
obviamente la capacidad trascendental de
apercepción como genuinamente humana solo subraya especificidades, no cismas evolutivos.
Las expectativas de un depredador de encontrar una pieza cazable, podrían perfectamente ser
concebidas, como una capacidad de expectación de la expectativa humana primitiva.
Tal
asunción de continuidad, como expone Putnam, no significa concebir el léxico humano como
una batería de reglas que traducen lo que el ser humano piensa, como si los pensamientos
mostrasen una hechura óntica diferencial al léxico usado. Los ámbitos lingüísticos mutan las
baterías experienciables posibles, pensar en el pasado, imaginar un futuro, generar expectativas
sobre lo que no es el estado de cosas aquí-ahora, tan solo son capacidades naturales de lo
humano.
Ciertos organismos podrían reconocer una configuración de objetos debidamente
adiestrados en tal percepción, pero no la experimentarían como nosotros; Putnam se vale de
una señal de tráfico que su perro es capaz de discriminar, pero no la experimenta como
diciendo ...
La imagen del sentido común no es, ni pretende ser, enemiga de los relatos tecnocientíficos, ni ha de ser triturada-eliminada como una pseudo-concepción anti-científica. En
Putnam,
los intentos de suprimir nuestro realismo ordinario solo muestran un repertorio
credencial, amparado por la era computacional,
carente de contenido al caracterizar la
reflexión como una estructura simbólica de mera sintacticidad. Dummett ha sido uno de los
pensadores que, de acuerdo con Putnam, obstaculizan la plausibilidad de un realismo directonatural. La noción de “verdad” plantea asuntos espinosos para el realismo, como Dummett
afirma o la verdad se clausura en su proceso de verificación o escapa a las humanas
posibilidades de verificación. En tal caso,
3.
una “verdad huidiza” no es validable mediante
lo que significa que “la verdad trasciende el
capacidades verificatorias disponibles,
reconocimiento de la verdad”, exhibiendo un rasgo misterioso, una propiedad que escapa
a nuestra intelección.
Más allá de las capacidades verificatorias,
no es inteligible lo
que significa la noción de “verdad” conduciendo la reflexión de Dummett a una revisión
de la semántica bivalente de la lógica clásica.
Puede ilustrarse la cuestión incardinándola en
una analítica lógico-formal en términos tarskianos.
Putnam examina uan oración que
posiblemente no puede ser verificada como “mi vecino asesinó a su esposa”. La verdad de tal
aserción, quizá, nunca puede ser comprobada pero entenderíamos lo que significa afirmar que
nuestra enunciación es verdadera.
“Mi vecino asesinó a su esposa”
es un aserto que
entendemos, y la analítica lógico formal del uso conferido a la noción de “verdad” podría ser
representada a través de “La convención T de Tarsky”: suponiendo que O es el nombre de
una oración, y suponiendo que escribimos la oración O a continuación la expresión O es
verdadera si y solo sí, la oración resultante será verdadera. Sustituyendo el color de la nieve
por las presuntas acciones cometidas por mi vecino tendríamos que: “La oración “Mi vecino
asesinó a su esposa” es verdadera si y solo si Mi vecino asesinó a su esposa.
Afirmar que mi
vecino cometió un crimen si lo cometió, implica que sabemos el significado de la oración O y
que la verdad de O equivale a O misma.
La convención T de Tarsky
generó una
interpretación deflacionista de la verdad, no compartida por Tarsky mismo, según Putnam, en
la que el uso de la expresión “es verdadero” se agotaba en la logicidad convenida por Tarsky,
la verdad carece de definición sustantiva, su esencia se clausura en el artilugio formal “afirmar
que O es verdadera, siendo O cualquier aseveración , es afirma O”.
Para Dummett,
la mera comprensión de una aseveración, carezca o no de
condiciones probables de verificación no construye una teoría de lo que significa entender una
oración.
Para comprender la oración O siendo O reemplazable por cualquier oración
declarativa, precisamos estar en condiciones de reconocer si O esta verificada. En Dummett,
comprender significa capacidad de construir un programa de verificación de O, lo que Putnam
interpreta como la asunción de Dummett de la noción de “prueba” en meta-matemática
extendida y/o trasladada al campo de la teoría del significado.
En Dummett, entender una
afirmación como verdadera significa que entendemos lo que sería una prueba verificatoria de
4.
tal afirmación; y constituir una verificación entraña que las aserciones no se vertebran en la
propiedad trascendente de la lógica clásica, en la que la “verdad” de los enunciados funciona
de forma autónoma a las posibilidades verificacionistas.
Existiría el hecho realn “fuera” de
nuestras capacidades de verificación, que donaría verdad o falsedad al enunciadon.
Según
Putnam, defender tal verificacionismo supone triturar la noción de “verdad” del realismo
tradicional o liquidar la semántica imbricada en el principio de bivalencia de la lógica clásica
como concepción carente de plausibilidad. Argumentar que la comprensión se modula en el
conocimiento de las condiciones mediante las que verificamos nuestras afirmaciones no ha de
interpretarse asociado a la defensa de la noción de “verificación conclusiva” de Dummett.
Putnam alude a otros pensadores deflacionistas aliados a una noción gradual de verificación.
El uso de ciertos términos en un contexto socio-lingüístico no determina la disposición de sus
integrantes a considerar a tal o cual afirmación como verdadera o falsa de forma conclusiva.
Los jugadores de un juego depositan múltiples grados de confianza en la calibración de las
condiciones veritativas de un enunciado, en tal sanción de niveles de confianza los contextos
socio-ambientales observables son relevantes, pero la bivalencia clásica nos permite afirmar
que un enunciado es verdadero o falso, aún si carecemos de restricciones conclusivas que lo
verifiquen. Putnam ilustra un enfoque deflacionista en el que verdad sustantiva metafísica no
es inteligible, pero tal convicción no nos comprometería con un rechazo del tercero excluido A
o no-A.
En tal deflacionismo, “Mi vecino asesinó a su mejer o mi vecino no asesinó a su
mujer” como declaración carente de determinación veritativa,
como enunciados verdaderos o falsos,
la lógica clásica las interpreta
pero tal práctica léxica no significa que estemos
hablando de la sustantividad del predicado verdadero. En tales enfoques deflacionistas la ley
del tercero excluido se entiende como una práctica léxica estipulada. Afirmar un enunciado
significa estar dispuestos a operar según una batería común de reglas socio-lingüísticas, en las
que la gradación credencial de confianza se alía de forma relevante con una serie de
circunstancias observables. Según Putnam, simplemente esperamos que un conjunto fáctico,
el hecho se haya o no se haya producido; en nuestro caso y en el de Putnam el asesinato. La
idea de sentido común, en la que es una cuestión de hecho que las proferencias declarativas no
determinadas son correctas, quedaría desdibujada y los paladines del realismo tradicional no
5.
quedarían conformes ni con anti-realismo a la Dummett, ni con otros derivados deflacionistas,
fundamentalmente por sus profundas consecuencias anti-intuitivas.
De acuerdo con Putnam, la lógica de la disyunción excluyente de la ley del tercero
excluido, en tanto meros niveles de asertabilidad inscritos en una práctica socio-lingüística,
carece de relevancia para la postura realista sustantiva, en la que las propiedades fácticas
certifican las condiciones veritativas de toda afirmación. En el anti-realismo, proferencias del
tipo “Mi vecino asesinó a su mujer o mi vecino no asesinó a su mujer” diluyen la noción
ordinaria de `significado´, según los realistas,
en un mero juego de palabras.
En la
disyunción excluyente, uno de los disyuntos contiene la relevancia sustancial de la corrección,
los enunciados proferidos exhiben gradaciones evaluativas engarzadas a la sustancialidad de
la corrección, propiedad distinta de las condiciones de verificación anti-realista. Aunque en
el enfoque deflacionista, según Putnam, también se defienden tipologías de corrección en los
gradientes de asertabilidad justificada,
dependientes de estipulaciones comunitarias que
posibilitan operar de acuerdo con pautas de creencia esperada –en el sentido, de la conducta
vertida en la participación en una apuesta-. El grado de afirmabilidad justificada y no la
noción de `verdad´ es lo sustantivo en las cuestiones concernientes a la corrección.
El realista subraya un problema en el enfoque deflacionista. La noción ordinariacomún en la que se predica corrección en la enunciación de estados de cosas pretéritos, no
puede ser explicitada, el sentido de la validez de oraciones pasadas es una creencia vernácula
ininteligible para el ámbito anti-realista. Sin embargo, Putnam no entiende los usos realistas
asociados a la noción de “sustantividad”. El hecho sustantivo fundamenta el trato sujetoobjeto en términos de un relato trans-físico que carece de relevancia epistémica. Los usos
lingüísticos se vertebran en, algo así, como un conjunto de propiedades sustantivas que,
legitiman, desde su espesura extrañamente subyacente, la corrección de nuestros juegos
lingüísticos ordinarios.
El enfoque realista tradicional percibe que la noción de “comprensión”
acotada
en términos verificacionistas diluye la noción de “mundo”. Tal concepción ligada a las
6.
argumentaciones de corte deflacionista-anti-realista debe ser anulada,
y el antídoto onto-
semántico del realismo relata, según Putnam, la sustantividad imbricada en la noción de
`verdad´ como panacea metafísica que “recupera”
la concepción realista ordinaria sobre
proferencias enunciadas sobre el pasado. La batería de proposiciones verdaderas exhiben su
corrección en tanto se fundan en su propiedad de ser verdaderas,
ser verdadera una
proposición, su potencia asertiva radica en un enlace con una propiedad substante.
Al
afirmar “La nieve es blanca” es verdadera si y solo si la nieve es blanca, no se afirma el mero
afirmar de la afirmación, hay y/o existe una propiedad objetiva, en tanto externa a la propia
dicción de lo afirmado, que valida la verdad y/o corrección del enunciado.
Putnam mismo
participó de este desideratum realista en sus antiguos yo-es encogido ante el avance de un antirealismo tan potente como el de Dummett. Desde las posiciones realistas “se rogaba” que la
noción de “verdad” pudiera anudarse a una propiedad no-imbricada en el repertorio asertivo
que fuera la clave de bóveda desde la que se certificara la viabilidad de un enunciado
independientemente de los “condimentos específicos” espacio - temporales en los que se
hubiera ejecutado su aserción. El no-aceptar el relato extraño sobre realidades trascendentes
y trascendentales que certifican la corrección de nuestra batería aseverativa, ha dado a luz
posturas en las que las condiciones veritativas de un enunciado han de relacionarse con un haz
de restricciones verificativas estipuladas de forma inter-subjetiva, o han de relacionarse con
pautas conductuales típicas de apuestas funcionalmente ligadas a circunstancias perceptibles.
Putnam cree que son reacciones no-válidas ante la posición realista tradicional, no cuesta
tanto decir que nuestros asertos empíricos son aserciones relativas a lo real, y que pueden ser
verdaderas sobre un ámbito objetual que no han de ser comprendidas únicamente desde sus
condiciones de verificación compartida.
No obstante,
aseverar que una aseveración es
verdadera es aseverar la aseveración es una intuición que Putnam acepta de la concepción
deflacionista de la verdad.
Si en una conversación sobre las manías o pautas rutinarias de un
personaje histórico, afirmamos “César, antes de atravesar el Rubicón, se afeitó” o “César,
antes de atravesar el Rubicón, usó las letrinas” o “César, antes de cruzar el Rubicón, solicitó
la compañía de su hombre de confianza”,
no proferimos tales enunciados creyendo en
propiedades sustantivas que verificasen nuestros asertos;
nuestros enunciados sobre
situaciones pretéritas son o no son correctos dependiendo de lo que César hiciera en ese
6.
momento, tal trivialidad es la que caracteriza un uso no contagiado de la pugna históricaconceptual realismo-anti-realismo, un uso del término “verdadero” que proporciona las pistas
a un Putnam que trata de activar las potencialidades onto-semánticas de un realismo de sentido
común.
Re-orientemos, con Putnam, las argumentaciones en torno al distanciamiento de
perspectiva, que un realista de sentido común ha de mantener sobre el ámbito operativo de un
realista metafísico y/o tradicional.
En tal re-orientación usaremos la expresión “aquello que
no podemos percibir sin la ayuda de tecnología” para comparar enfoques. “Lo que el ojo no
ve”, microbios, por ejemplo, no muta su significado con la invención de instrumentos
sofisticados de observación.
Lo que observamos por el microscopio son tales y cuales
organismos, de lo contrario el uso de tal tecnología sería semánticamente vacía.
Para un
verificacionista, el significado de “elementos micro-bióticos no observables sin la ayuda de la
instrumentación tecnológica apropiada”
se agota, se clausura en nuestra capacidad
verificatoria para detectar tales micro-organismos. Sucedería también que los refinamientos
tecno-científicos mutarían el significado de tales expresiones al mismo ritmo temporal en que
la micro-organización viral sea conquistada por tales refinamientos instrumentales. Dicho lo
cual, Putnam advierte que buena parte del léxico científico se hace explícito apoyándose en el
uso de alta tecnología.
No ha de olvidarse que el discurso tecno científico es un modo
conjugado de ampliar-extender nuestra práctica, una de nuestras prácticas, de percepción y
concepción-conceptualización.
La confección de relatos científicos patentiza una de las
formas en que estamos capacitados para plegarnos sobre tales y cuales ámbitos objetuales, las
partículas lógicas ,
generalizador y negador, sería otro ejemplo, aducido por Putnam, de
nuestras capacidades léxicas.
Supongamos un sujeto experimental que no ha aprendido el uso de tales términos
lógicos. Putnam habla de un niño que ha visto como un objeto desaparecía ante su atónita
mirada,
el clásico conejo de la chistera de un mago, aparece y desaparece de la nada.
Podríamos afirmar que nuestro sujeto no creía que los conejos surgiesen de las chisteras, y
usar el generalizador lógico “todos los conejos observados no emergen de las chisteras de los
magos”.
Explicar la perplejidad de un niño ante la aparición
7.
de una paloma o la
desaparición de un tigre de este modo resulta ser una mala descripción de la conducta de
nuestro sujeto. Los niños no ejecutan enunciados generalizados sobre objetos aparecidos y
desaparecidos, los niños no generalizan de la forma que generalizamos nosotros, y tales usos
se inscriben en conductas con corolarios relevantes para nosotros.
Como Putnam arguye ,
interpretamos conductas no-verbales primitivas como actitudes proyectadas a un fin, no solo
como actitudes hacia esferas objetuales que han de ser verificables de acuerdo a nuestro
arsenal de verificación....El léxico tecno-científico sobre los observables para nosotros está
enraizado con nuestra actitud pre-verbal primitiva sobre lo real, con nuestras disposiciones
conductuales sub-verbalizadas sobre un contexto ambiental determinado.
La extensión de
nuestra potencialidad conceptual en proferencias del tipo “No existe vida extra-terráquea
inteligente” muestra un uso de términos generalizadores que el enfoque verificacionistadeflacionista no estaría en condiciones de entender, tal dicción excede nuestro repertorio
verificatorio,
lo cual no habría de ser interpretado como a-significativo, en tanto no
corresponda a un ámbito real que trasciende nuestras capacidades de verificación.
“No hay
seres inteligentes no-humanos diseminados por el resto del cosmos” es verdadera si y solo si
... pero ante un ser de este tipo sabríamos que tal generalización era falsa, y no pasa nada.
En síntesis, de acuerdo con Putnam comprensión igual a capacidad de verificación es una
reducción deflacionista desaconsejable.
microscopio”,
“César usó
La comprensión de “ veo un microbio a través de mi
las letrinas antes de aventurarse a cruzar el Rubicón”,
“Los
marcianos no existen” .... no se desintegra en sub-capacidades autónomas de otro conjunto de
capacidades o sub-capacidades no imbricadas en un contexto socio-ambiental determinado.
Capacidades de seguir reglas no identificables con respuestas condicionadas cuasi-fisiológicas
al estilo conductista radical (lectura no-conductista de la obra de Wittgenstein defendida por
Putnam).
Los usos léxicos descritos en la obra de Wittgenstein forman parte de nuestra
“historia natural”,
pero en las descripciones normativas no hay pretensión reductivo-
conductista según la interpretación de Putnam de las “Investigaciones filosóficas”
relación sintacticidad sígnica-entrada perceptual como
La
explicitación cognitiva de la
comprensión humana, deja fuera de juego las múltiples inter-relaciones que ejecutamos con el
mundo, y con nuestras propias prácticas, prácticas entretejidas, a su vez, por otras.
La
malla holista heredada por Putnam implica no aceptar la construcción de un algoritmo
8.
decisorio que posibilite determinar las condiciones veritativas de los enunciados mediante el
uso iterado de tal prueba formal como método de verificación.
Según la percepción de
Putnam sobre un enfoque como el de Dummett, el holismo de significado resulta ininteligible,
y debería ser posible construir los métodos verificatorios oración por oración.
Lo que sucede
en un anti-realismo tal es que se presupone un ámbito mental en tanto batería sígnico-objetual
reglada mediante reglas sintácticas.
La postura de Putnam trata de desfigurar la obsesiva
imagen de una representación puente entre sujetos representacionales y objetos representados,
que no se traduzca en un olvido de las conductas representacionales.
Hasta un niño de tres años, como supuso Putnam en la década de los 60, habla de
no-observables, capacidad integrada en nuestra capacidad para hablar de observables. Si los
no-observables como “entes no visibles a la percepción ordinaria”
lo son de
tertulias
infantiles o de contextos sobre partículas en el XIX no ha de interpretarse como una mutación
del significado. Dummett defendería que el significado del físico y el significado del niño
han de ser necesariamente diferentes, usos infantiles y usos científicos sobre no observables
no podrían ser ni aproximadamente semejantes. Los “Términos de observación” de los 60
eran nociones vertidas en los léxicos expertos, y podrían describir no-observables sin el coste
de suponer una variación operada en el significado. No obstante,
Putnam sobreseyó el
distingo real entre el ámbito léxico tecno-científico y la esfera cotidiana del discurso. Hablar
de lo que no puedo ver a simple vista es perfectamente significativo sin atender al vocabulario
de la física, la mecánica cuántica no ha variado nuestra comprensión ordinaria del significado
sobre lo que el ojo no ve. Sin embargo, Dummett se aferró al hiato léxico como una forma
de variación significativa en términos comparativos como “X es más pequeño que Y”, cuando
sería espinoso deslindar el sentido de “partícula más pequeña jamás detectada” del sentido “el
ser más diminuto del que tuviéramos noticia” contextuado en una narración infantil. Desde la
esfera físico-cuántica la noción de “partícula” no puede desligarse de nuestras tecnologías de
medición, en la interacción de medida instrumentos de medición - partículas. Interrogarnos
sobre tales partículas cuando no interactuamos midiéndolas,
solo es una pregunta para
potenciar la imaginación. La descripción de un microbio en la biología moderna, no entraña
un cambio en el significado vernáculo de un término como “pequeño”.
9.
720
Dummett no acepta la defensa de Putnam de lo que califica como un realismo
ingenuo sin espesor en los léxicos filosóficos o meta-científicos. Putnam enfatiza la gravedad
de un enfoque como el de Dummett en el caso de que nuestros métodos de verificación
sufriesen variaciones, un cambio de ejemplar en la metodología de verificación supondría un
cambio de significado de los términos que usamos. En tal tesitura, la mutación de un conjunto
conviccional determinado y la mutación del significado de los términos usados,
convertirían en variaciones no distintivas;
se
ya que cualquier elemento conviccional puede
llevar aparejado la inclusión de una forma verificatoria nueva lo que llevaría a Dummett a
aventurar pautas criteriales desde las que fuera posible la elección de la metodología
verificatoria intrínseco-constitutiva del significado de un enunciado.
No hay posibilidad de
construir tal pauta criterial selectiva de un método de verificación capaz de deslindar los datos
no-relevantes en la conformación del significado de una oración. Putnam ensaya un contra
ejemplo referido a las pruebas verificatorias en uso en el caso de oraciones histórico-pretéritas,
resulta trivial afirmar que consultamos muestras escritas. No obstante, en eras pretéritas sin
documentos escritos no funcionaría la misma pauta verificatoria, con lo que el significado de
los enunciados antes y después del registro escrito habría de ser diferente. El Wittgenstein de
Dummett aduciría que teoremas matemáticos nuevos muestran criterios nuevos en la detección
de errores lo que entrañaría un cambio en el significado de los registros lógico-formales de la
matemática. El siguiente parágrafo patentiza las afirmaciones de Putnam: “La concepción de
Wittgenstein es bastante difícil de digerir, aun cuando no sea claro lo que uno querría oponerle. Se
supone que la prueba tiene el efecto de persuadirnos, inducirnos, a tomar a tales y cuales formas de
palabras como verdaderas sin más preguntas, o a excluir tal y cual forma de palabras de nuestro
lenguaje ... Naturalmente pensamos que, cara a cara, con una prueba, no tenemos más alternativa que
aceptar la prueba si hemos de seguir fieles a la interpretación dada a las expresiones que contiene. Para
Wittgenstein, aceptar el teorema es adoptar una nueva regla de lenguaje,
y por tanto,
nuestros
conceptos no puede permanecer sin cambios al final de la prueba” (1).
El Wittgenstein de Putnam, en cambio,
no sigue la imagen esgrimida por
Dummett. Supongamos que no sabemos determinar la diferencia en el juego de contar un
conjunto de objetos con resultados desemejantes en el recuento. Para el aprendizaje de
10.
721
enumerar objetos se adiestra a alguien en un juego, que a su vez, podría estar integrado en las
operaciones ligado a otros juegos. En una mesa se muestran objetos ordenados en hileras, y
el adiestrador dicta las reglas del juego como no contar dos o más veces el mismo objeto,
seguir el orden dictado en el recuento de los objetos, comenzar a contar por tal o cual lado de
la hilera de objetos, asignar un número a cada objeto en el instante en tocarlo ... está batería
de instrucciones acota el sentido de ejecutar de forma exitosa o no el resultado de su recuento.
En el caso de que los resultados en el recuento de objetos de la misma hilera sea distinto,
hemos de intentar mostrar que las instrucciones dadas para ejecutar el juego han sido violadas,
aunque nuestro aprendiz tienda a no reconocer su error de recuento.
El adiestrador con el
conjunto de reglas dadas en la mano, y con el joven aprendiz en la otra comenzaría el juego
propuesto. Los resultados serían idénticos, y nuestro adiestrado podría aceptar en un instante
del proceso de aprendizaje “Ahora, la veo”, y sus acciones en el juego desde este momento
permiten afirmar que “recuentos erróneos”
adiestrador y para el adiestrado.
aprendiz, antes
es una noción con un sentido idéntico para el
Putnam propone denominar el juego que ejecuta nuestra
de golpearse las mientes o proferir la expresión “Ahora, la veo”, como
operación1 y operación2 sería el juego en el que el adiestrado está en condiciones de asertar
“me equivoqué al contar”
o algo semejante, en idénticas circunstancias en las que la
operación1 no usaría términos como “error”. En el juego operación1 y en el juego operación2
las reglas no mutan de un modo relevante, si las reglas en ambas actividades son distintas,
nos las habemos con desemejanzas de sentido.
En el juego-operación1 la afirmación de
nuestro aprendiz “He cometido un error” y la misma aserción en el juego-operación2
no
cuentan con idéntico sentido. Los co-partícipes de un mismo juego pueden percibir la misma
actividad con un “sentido” distinto.
En el ámbito meta-discursivo sobre la noción de “necesidad”
en matemática,
Putnam subraya que parece que nos encontramos sometidos a tomar una vía, entre platónicos
y anti-realistas, que excluye por definición la opción por la otra vía. Se trata de creer en la
meta-práctica realista fundamental y fundamentante de nuestras prácticas ordinarias de
computación y deducción o de creer que la creencia platónica no cuenta con condiciones de
11.
722
asertabilidad vertebradas en nuestros propios constructos, los únicos dignos de relevancia
onto-semántica.
La dicotomía trascendente-fundamentante versus inmanente-constructivista nos
empuja,
según Putnam,
a atrincherarnos como paladines de una u otra imagen o meta-
necesidad realista o pseudo-necesidades anti-realistas. Tal percepción en el ámbito de la
reflexión solo ha cosechado distorsiones en la comunicación, adquiriendo las disensiones, en
los enfoques defendidos, de tonos políticos o cuasi-políticos. Putnam asegura que la noción
de “necesidad lógico-formal” ordinaria subsiste sin tener que decidir a qué grey
filosófica pertenezco.
mutan
meta-
En la imagen de Dummett, variaciones en las reglas de juego
el significado de los términos,
es relevante distinguir el conjunto de reglas
constituyentes de una actividad de elementos suyos que no son reglas. Putnam rechaza la
distinción de reglas de la actividad de uso de las palabras-elementos componentes que no
pertenecen a esa batería de reglas.
En el caso de que alguien no fuera capaz de percibir
las profundas interrelaciones entre el juego-operación1 y el juego operación2, habríamos de
admitir sentidos disímiles entre tales juegos.
La cuestión que alegaría Putnam contra
Dummett podría adoptar la forma de un interrogante claramente irónico ¿Quién o quienes no
percibirían la conexión entre tales actividades?
Los alumbramientos tecno-científicos
acuñan nuevos significados de los términos imbricados en sus contextos específicos de
uso.
Sin embargo,
las nociones ordinarias no reniegan de sus sentidos ordinarios cuando
contamos con nuevos instrumentales que
ejemplo.
amplían nuestra capacidad de observación, por
Decir el mismo sentido no implica suponer idéntica red de reglas,
definiciones del modo de uso de nuestro léxico en tales casos.
ni de re-
Existen usos del término
“verdadero” en proferencias del tipo “Mi vecino se comió a sus animales domésticos” que
exceden nuestras posibilidades de verificación, pero no llegar a comprobar nunca si sucedió o
no tal hecho no ha de interpretarse como que no seamos capaces de entender, de percibir el
sentido de la oración,
el colorido fregeano serviría, quizá, como noción aproximada.
Putnam arguye que entendemos tales emisiones asertivas y entenderíamos, consecuentemente,
la expresión “Mi vecino devoró sus gatos” es verdadera si y solo si mi vecino devoró sus
gatos, la incapacidad verificatoria del hablante no convierte su dicción en a-significativa,
en sin-sentido. Ahora mi otro vecino podría emitir un enunciado como “Lisardo cree que su
vecino es un come-gatos”, pero nuestra
12.
723
expresión subordinada sería mal entendida si establecemos una relación entre una creencia y
una proposición, y postulamos diferendos conexionables entre el posible hecho-evento y el
valor de verdad de la emisión.
Lo que Putnam pretende ilustrar a autores enraizados con las
propuestas semánticas de Tarsky es la existencia de emisiones aseverativas no-encajables en
la definición adecuada del predicado “verdadero” tarskiano; esto es, carecen de condiciones
veritativas.
Las definiciones de verdadero en L1 acotan el uso del predicado en L1, pero en
situaciones contrafácticas la semántica tarskiana no ejecuta una analítica correcta de la verdad;
más aún, no entendemos lo que significa el término sígnico “verdadero”.
El Wittgenstein de Putnam sintió como las semánticas tarskianas no percibían las
inconsecuencias de sus tratamientos en la teoría del significado.
La forma general de la
proposición sería estos son los hechos o una proposición es verdadera o falsa. Procediendo
al desentrecomillado deflacionista, “p”
es verdadera = p
“p”
es falsa =
no-p.
La
proposición se reduce al cálculo de sus funciones veritativas. La noción de “verdad” decide
que es o no es una proposición en la noción de “verdadero”, Wittgenstein usa la imagen de los
engranajes mecánicos. Sin embargo, hay cierta extrañeza en tal configuración, afirmar que
una proposición puede ser verdadera o falsa significa que usamos los predicados “verdadero”
y “falso” para hablar de proposiciones en este contexto, en este juego léxico.
Las reglas
generativas de formación oracional y el uso de los términos sígnicos en un juego léxico
configuran la proposición; sin embargo, jugando el juego “verdadero como definición de una
proposición”
no se está hablando de engranajes-conexiones o de ajustes entre usos de
verdadero y la noción de `proposición´. Según Putnam, en Wittgenstein no se defiende un
enfoque deflacionista de la noción de “verdad”.
Las proposiciones
representan -
corresponden a realidades, aseverar “La nieve es blanca” mientras sucede tal hecho, nieva, es
una verdad tan trivial como irrelevante.
Ajustarse al hecho, encajar la proposición con un
estado de cosas, no es suficiente para entender lo que es una proposición, más aún si la verdad
se reifica como propiedad aislada. La famosa convención T de Tarski “S” es verdadera en L
si y solo si S no es una explicación de la noción semántica de `verdad´, como tampoco puede
ser una explicación de lo que es una proposición aducir que una proposición aducir que una
proposición es aquello que puede ser verdadero.. Wittgenstein no concibe la noción de
13.
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“ajuste” o “ajuste en el sentido de verdadero” como una noción definicional y/o reductiva de
la noción de “proposición”, como tampoco sirve de criterio reductivo estipular conjuntos de
posibles usos entrañados por la forma en la que los significados encajan o se ajustan; no
existe,
según Putnam,
Wittgenstein.
pretensión sustantiva alguna sobre el significado de verdadero en
Emisiones aseverativas como “Esta mañana llueve”
ejecutadas desde la
ventana del sujeto que las profiere, son tan tautológicas, en la práctica léxica ordinaria, que
proyectar relatos de estofa metafísica para su explicitación convierte en perplejidad lógicosemántica lo que no es sino una trivialidad de sentido común.
En Wittgenstein se aprecia
una anticipación de la tesis quineana del holismo de significado, para comprender la verdad,
comprendemos la proposición; a su vez, esta intelección se imbrica en la maraña léxica de un
juego que ejecutamos como una globalidad de sentido. De la misma forma, entenderíamos la
verdad de una proposición como “X ha hecho doble falta”, emitida por un locutor de radio o
televisión, mientras vemos un encuentro de tenis, juego deportivo que nos ha sido familiar
desde la juventud, y que, quizá, aún practicamos.
Wittgenstein considera que en nuestra léxico podemos estipular un cálculo de las
funciones de verdad de nuestras oraciones, y declararlas oraciones en sentido genuino. Hablar
de una hilera sígnica, meramente sintáctica, carente de valores de verdad no es una oraciónproposición, según Wittgenstein. Lo que puede ser verdadero o falso define una proposición,
pero yuxtaponer
de forma iterativa el predicado “verdadero” en sentido lógico-formal a las
proferencias aseverativas,
no clausura las fisuras de las que intentan aliviarse tanto
p, donde p es una secuencia sintáctica cuya
semanticistas formales - “p” es verdadera
verdad equivale a la secuencia sintáctica p- como realista semánticos –donde una proposición
representa un sentido desligable de la signicidad de la proposición.
En el Wittgenstein de
Putnam no se recusa la tesis “predicar que una proposición es verdadera equivale a aseverar la
proposición misma, pero no se aceptan las sendas onto-semánticas deflacionistas, ni los
relatos transfísicos realistas. Tarski no convino en participar en el ideario de afirmaciones
sustantivas adorado por los paladines del realismo tradicional –existe uno y solo un conjunto
definido de proposiciones epistémicas;
existe una,
y solo una, forma de representar el
conjunto objetual, la forma representacional de representar lo representado; en vez de un
14.
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léxico potencialmente explicativo,
gramatical”
para Wittgenstein tan solo sería una “observación
de la que él mismo participó como “Hipnotizado por su imagen” .
Las
totalidades proposicionales, objetuales y la noción de “verdad” carecen de un significado
prefijado a priori, también Tarski lo supo. Putnam enfatiza lo anterior recordándonos que
para estipular “verdadero”
como un predicado correctamente definido Tarski acota
nítidamente el léxico donde se aplica y su totalidad oracional; y subraya, en doble rayado,
que asertos operados sobre la verdad o falsedad de la totalidad léxica acotada no pueden
ejecutarse desde el intradós del léxico en que se ha definido “verdadero en L”; pretender lo
contrario genera corolarios formales no-deseados en el sistema.
consistencia de un L,
Si la decisión sobre la
siendo L la variable de cualquier lenguaje,
entraña formalmente
sobrevolar el conjunto proposicional restringido, entonces no es posible creer en una totalidad
de totalidades semánticamente definible como desean los realistas tradicionales.
El
Wittgenstein de Putnam no quiere ni oír hablar de propiedades sustantivas y legitimantes, tan
solo percibe en curso los matices de los diversos léxicos en sus contextos, usos no-cristalinos
de términos que podemos comprender en su restricción situacional, aunque tal contextuación
no muta la imprecisión de uso en la correcta exactitud térmica, y qué sentido podríamos
donarle, siguiendo a Wittgenstein,
a la noción de “exactitud”.
Las nociones semánticas
cuentan con una pluralidad no-determinada de usos lingüísticos en tanto tales usos no están
exentos de la temporalidad y de mutaciones léxicas en la historia.
sintácticas constituyen una práctica significativa de un vocabulario,
sintáctico precisa nuestra percepción del “rostro del significado”.
No todas las secuencias
lo generado de modo
En otro lugar leemos el
siguiente texto: “La oración “El gato está sobre la estera” se compone exactamente de las mismas
palabras que la mera lista “el” “gato” “esta” “sobre” “la” “estera”. Sin embargo, en una situación
apropiada tiene un valor de verdad,
mientras que la lista no. -¿En qué radica la diferencia entre una
oración y una lista? La frase “el primer niño nacido después del año 3000” tiene un referente,
mientras que la lista completa de estas palabras en este orden no se refiere a nada-a menos que digamos
que se refiere a las palabras enumerados.” (2).
En Putnam, la percepción del significado “el rostro del significado” también se
alía con nuestras inter-relaciones epistémicas socio-ambientales, sin olvidar que la fuerza
léxica puede hacer variar tales relaciones en tanto amplía su dominio sobre lo real. No hay
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nada enigmático en el hecho de que seamos capaces de comprender los casos en que la
verdad trasciende, nos trasciende. Putnam expresa la concepción de recuperación de
nuestra cotidianeidad realista de muchas maneras, nosotros elegimos esta: “Decir que
algo es verdadero en un juego de lenguaje supone estar fuera de ese juego de lenguaje y hacer
un comentario. Sea lo que fuere lo que nos hace sustituir tácticas como decir “es verdadero” o
“es razonable” o “es justificable” por “es verdadero en mi juego de lenguaje” o “es razonable
en mi juego de lenguaje” o “es justificable en mi juego de lenguaje” o nos hace querer hacer
esto cuando vemos que el juego del lenguaje no está fundado en la Razón, se trata de algo
que nos hace querer distanciarnos de nuestro propio juego de lenguaje. Es como si el
reconocimiento de que nuestro juego de lenguaje no tiene una justificación trascendental nos
hiciese querer manejarlo con guantes de seda o manejarlo desde un meta-lenguaje. Pero ,por qué
va a ser el meta-lenguaje más seguro . (3).
Localización de las citas vertidas :
(1). Dummett, M. : `De la verdad y otros enigmas. ´ Trad. A. Herrera Patiño.
F.D.E. México , 1978, pág. 250.
(2). Putnam, H. : `Cómo renovar la filosofía ´. Trad, C. Laguna .
Cátedra , Madrid, 1994, pág. 229.
(3). Putnam, H. : `Cómo renovar la filosofía ´.
Ob. Cit. , pág. 242.
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