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CRITICÓN, 96, 2 0 0 6 , pp. 69-85. Terminar - Abjurar El último capítulo del Don Quijote M a r t i n v. Koppenfels Peter Szondi-Institut, Berlin TERMINAR 1 ¿Qué es lo inaudito en el final del Don Quijote} M e refiero al final de la segunda parte, la de 1 6 1 5 , final que se tiene que imponer a o t r o s dos: p r i m e r o , al final que Cervantes había esbozado al concluir la primera parte de 1 6 0 5 ( H a n n o Ehrlicher lo llama un «fin sin f i n a l » ) y, segundo, al llamado «Quijote apócrifo» que a p a r e c i ó un año antes ( 1 6 1 4 ) bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda. M e refiero, pues, al final definitivo de la historia del ingenioso hidalgo . El hecho de que compitan entre sí v a r i o s finales es ya una p a r t e del p r o b l e m a . P a r a a b o r d a r l o hay que preguntarse, en primer lugar, para qué sirven los finales y, en segundo lugar, qué tipo de finales son posibles históricamente, es decir, c ó m o podía terminar en realidad una novela (o lo que, después, se ha dado en llamar así) en la España de 1 6 0 0 . Para verlo con más claridad, a continuación aportaré una serie de formas alternativas al final del Quijote. El hecho de que se tenga que finalizar t a m p o c o es algo que se sobrentienda: «Je crois que les r o m a n s ne doivent finir jamais tout à f a i t . . . » escribe, por ejemplo, George Sand, defendiendo así una posición genuinamente r o m á n t i c a . Y de una forma aún más elemental, la novelista inglesa A. S. Byatt declara: «There is no reason why any story should c o m e to an end, unless it is a tragedy and the end is death, or a fairytale 2 3 4 1 Las reflexiones que siguen cuentan con una primera versión: Koppenfels, 2 0 0 2 . Véase su artículo en este mismo número de Criticón. «[the] two parts are very different regarding their closure. While the first one rejects it, the second seeks it» (Rodriguez-Luis, 1 9 9 1 , p. 2 2 8 ) . 2 3 4 George Sand, Correspondance, vol. 7, p. 145. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. 70 MARTIN V. KOPPE NFELS Criticón, 96, 2 0 0 6 s c o m e d y , where the end is m a r r i a g e » . Sin e m b a r g o , W a l t e r Benjamín, al que remitiré principalmente en lo sucesivo, situándose desde una perspectiva del valor de uso de la literatura, define en su ensayo «El n a r r a d o r » la diferencia entre la figura m o d e r n a del novelista y la arcaica del narrador de historias, y la ubica en el diferente rendimiento de los finales que uno y o t r o pueden ofrecer a su público: Por un lado "sentido de la vida", por otro la "moraleja de la historia": estas divisas indican la oposición entre novela y cuento, y en ellas puede hacerse la lectura de las posiciones históricas radicalmente diferentes de ambas formas artísticas . 6 C o m o forma épica desprovista de un m a r c o de sentido trascendente — a s í se podría complementar a Benjamín— la novela tiene que crear por sí misma todo el sentido que, no obstante, promete. La novela moderna no tiene un sentido dado sino e n c o m e n d a d o , c o m o dice L u k á c s , al que Benjamín se refiere . P e r o ese sentido e n c o m e n d a d o e inmanente sólo se deja descubrir desde el final, pues es únicamente desde la totalidad de la vida vivida desde donde se puede construir. Y a que la novela tiende estructuralmente a la infinidad (y en eso, precisamente, es en lo que se basan su placer y su p r o m e s a ) , ella tiene, a diferencia del cuento, que t o m a r prestado un final para poder concluir. Tiene que t o m a r l o prestado de lo que le es ajeno: la mayoría de las veces, de la vida. P o r no poder a c a b a r tiene que t e r m i n a r casi siempre con la m u e r t e del héroe. « ¿ C ó m o t e r m i n a r á ? » , « ¿ c ó m o morirá éste?»: tales son las preguntas, según Benjamín, que van hostigando al lector página tras página. L a novela necesita la muerte m u c h o m á s que cualquier o t r a forma n a r r a t i v a , precisamente por e x p o n e r historias de vida que n o dejan vislumbrar un sentido que trasciende: « L o que atrae al lector a la novela es la esperanza de calentar su vida helada al fuego de una muerte, de la que lee» . 7 8 La diferencia entre una forma épica en la que hay que buscar la «moraleja de la historia» y o t r a en la que hay que buscar el «sentido de la vida» adquiere irrefutable fuerza de evidencia con el caso de la rivalidad literaria entre Cervantes y su continuador a n ó n i m o : no hay nada que m u e s t r e m á s c l a r a m e n t e la ilegitimidad de la falsa continuación (ilegitimidad no jurídica, sino estética y, por eso, también histórica, ya que cualquier forma lograda existe por mediación h i s t ó r i c a ) , no hay, pues, n a d a que muestre m á s c l a r a m e n t e esta ilegitimidad que el hecho de que la c o n t i n u a c i ó n de Avellaneda le imponga al primer proyecto de novela moderna una divisa que sólo le está p e r m i t i d o p r o n u n c i a r al n a r r a d o r de c u e n t o s : la m o r a l e j a de la h i s t o r i a , p r e c i s a m e n t e . En Avellaneda, ésta dice sin rodeos: « T o d o el que lee novelas de caballerías termina en el m a n i c o m i o » (en este c a s o , en la Casa del Nuncio de T o l e d o , el lugar de internamiento más c o n o c i d o en la España del Siglo de O r o , sobre el que volveré dentro de un instante). Por el c o n t r a r i o , la segunda parte del Don Quijote del propio Cervantes cumple ejemplarmente con el principio del final que se t o m a prestado de la vida. Cervantes escribe la primera gran escena fúnebre (grande por ser antiheroica 9 5 6 7 8 9 Byatt y Sodré, 1997, p. 2 5 5 . Benjamín, 1991, p. 126. (Traducción modificada por mí, M. v. K.) L u k á c s , 1 9 8 9 , p. 114. Benjamín, 1 9 9 1 , p. 127. Alonso Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 10. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO CAPÍTULO DEL D O N QUIJOTE 71 y antitrágica) de c a r á c t e r plenamente novelesco. Pero, y esto es lo especial, al mismo tiempo que instituye el paradigma, lo supera: lo triste de este primer final novelesco no es que don Quijote m u e r a , sino que abjure de la orden de caballería antes de m o r i r . Cervantes duplica el final y deja morir a su héroe de dos muertes bien distintas, una simbólica y otra real. Trataré de mostrar en las páginas que siguen, 1) que la primera de esas dos m u e r t e s , la simbólica, es decisiva; 2 ) que dicha m u e r t e se basa en un determinado a c t o de habla ritual (una abjuración); 3 ) que ese a c t o de habla, además de su función ritual, tiene una función poética en la medida en que invalida lo que llamo las m e t á f o r a s de la infinidad. Y , en un último p a s o , sugeriré que ese a c t o de don Quijote m a r c a el camino para el desarrollo del género de la novela. Y a la historia de la recepción del capítulo final sugiere que la primera de las dos muertes es la decisiva: se discrepa sobre la conversión de don Quijote en el lecho m o r t u o r i o y no sobre su muerte física. En la historia de la literatura hay p o c a s conclusiones que hayan despertado t a n t o resentimiento en el lector (tanta resistencia contra la sanación, por expresarlo de acuerdo con Sigmund Freud) c o m o la del Quijote. Unamuno, por ejemplo, ve o b r a r en el capítulo final a un autor mediocre que no está a la altura de la grandeza de su figura; T h o m a s M a n n a n o t a que él se inclina «a considerar más bien flojo el final del Don Quijote»; y Borges suspira por la crueldad infundada que Cervantes demuestra frente a su héroe: tres voces características, éstas, en el murmullo general del reproche que se lanza en la literatura posromántica c o n t r a ese final de novela . 10 Los que piensan lo c o n t r a r i o y defienden el final tienen que leer el Don Quijote c o m o una historia de restitución en cuyo transcurso el sano estado originario o natural e x p e r i m e n t a una larga fase de o s c u r e c i m i e n t o o una prueba (la l o c u r a ) que, n o obstante, al final se esfuma y deja lugar al restablecimiento c o m p l e t o del antiguo estado : un esquema cíclico, " r o m a n e s c o " o fabuloso; p e r o sobre t o d o (y esto es sospechoso) un esquema quijotesco: el hidalgo dilucidaría para sí mismo gran parte de su historia según el modelo fabuloso del encantamiento provisional y la salvación final. Spero lucem post tenebras: así, la divisa del editor de Cervantes, J u a n de la Cuesta, se cumpliría (lo que apenas sorprende) en el capítulo final de la novela. M á s representativo para los lectores modernos del Quijote son, sin duda, las otras voces que consideran el final, no bajo el signo de la redención, sino bajo el de la tristeza, porque, al igual que el género de la novela, también tienen ellos dificultades para terminar. Sienten la tristeza por tener que interrumpir un juego que podría haber c o n t i n u a d o interminablemente: un modelo t o m a d o de la infancia. T a m b i é n en el terreno de los juegos infantiles es válida la diferenciación antropológica entre juegos sociales, los que se definen por su final, estableciendo a un perdedor o un vencedor, y los juegos solitarios, reflexivos y estructuralmente interminables. Aquellos lectores que se rebelan c o n t r a la c u r a de la locura caballeresca de don Quijote ven la novela c o m o algo que no tendría que acabar: o sea, c o m o una reflexión 11 1 0 Miguel de Unamuno, Vida de don Quijote y Sancho, cap. LXXIV; Thomas Mann, «Meerfahrt mit Don Quijote», 1 9 8 2 , p. 1063; Borges, 1 9 5 6 , p. 36. Un representante prominente de la lectura del Don Quijote según el esquema de la prueba es Neuscháfer, 1 9 6 3 , p. 105 y ss. La lectura de Neuscháfer está estructuralmente más cercana a la interpretación católica del final como un «desengaño» barroco (Casalduero, 1949, p. 3 9 1 ) que a la romántica. 1 1 CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. 72 MARTIN V . Criticón, 96, 2 0 0 6 K O P P F N F F l. S estructuralmente infinita que, aquí, termina por la fuerza al eliminarse uno de sus dos polos, esto es, el del m u n d o c a b a l l e r e s c o s o ñ a d o por don Quijote. C o n lo c u a l , consciente o inconscientemente, estos lectores hacen suya la teoría novelística del r o m a n t i c i s m o alemán, al que el Don Quijote inspiró de forma tan decisiva. Friedrich Schlegel explica con el Quijote su teoría de la novela c o m o forma de reflexión infinita sobre dos «centros» o focos. «El protagonista del Don Quijote U», apunta Schlegel, «es la primera parte. Es una p e r m a n e n t e reflexión de la o b r a s o b r e sí m i s m a » . Y continúa: «El hecho de que la novela requiera dos centros indica que toda novela quiere 1 2 ser un libro absoluto, indica su c a r á c t e r místico. Esto es lo que le da un c a r á c t e r \ Sobre la o t r a novela-modelo del mitológico, por lo que se convierte en persona» romanticismo, el Wilbelm Meister de Goethe, escribe Schlegel: «la obra se ha hecho dos veces, en dos m o m e n t o s creativos, a partir de dos ideas [...]. Una duplicidad tan destacada se puede ver en las dos obras de arte más artificiosas e ingeniosas dentro de . todo el ámbito del arte r o m á n t i c o , en el Hamlet y en el Don Quijote» ] l4 La hora en que nace el género de la novela sería, entonces, el m o m e n t o en el que el t e x t o de Cervantes va más allá de su esbozo inicial (la mera parodia de la novela de caballerías) y se propone una segunda meta, digamos: la de la novela universal irónica que, junto con la o t r a , constituye un dualismo inseparable. En ciertas o c a s i o n e s , Schlegel llama «hipérbaton» a tal superación de sí m i s m o . Desde esa perspectiva, el final del Dow Quijote puede aparecer c o m o una traición porque ha suprimido uno de los polos del dualismo, la parodia de la novela de caballerías, interrumpiendo con ello, arbitrariamente, el juego de la infinidad reflexiva. Esta crítica se puede descubrir en una críptica anotación de Friedrich Schlegel que constituye, quizás, el germen de todas las reservas románticas contra ese final de la novela: 15 En los últimos años de su vida [Cervantes] fue condescendiente con el gusto imperante, especialmente con los dramas, en los que deja ver un cierto descuido. Incluso en la segunda parte del Quijote tuvo muy en cuenta las críticas; le quedaba, no obstante, la libertad de satisfacer sus propias exigencias y de seguir trabajando con su insondable inteligencia, hasta la profundidad más profunda, este conjunto único, dividido y formado en dos partes que a su vez constituyen una sola obra . 16 Hay que entender aquí que, según Schlegel, eso, precisamente, Cervantes no lo hizo, por c o n s i d e r a c i ó n a convenciones religiosas, y dejó de a l c a n z a r lo «insondable» y la « p r o f u n d i d a d m á s p r o f u n d a » que p o d r í a h a b e r l o g r a d o . I m p u g n a n d o e s t a interpretación, intentaré d e m o s t r a r que el capítulo final del Quijote, a pesar de la i m p o p u l a r i d a d de que g o z ó e n t r e los lectores r o m á n t i c o s , presenta una escena originaria del r o m a n t i c i s m o y que, efectivamente, crea una forma reflexiva de la infinidad, precisamente por ponerle fin a otra infinidad: a la de la m u c h o más antigua infinidad serial de las novelas de caballerías. 1 2 Schlegel, Uterary Notebooks 1797-1801, p. 1727. Mlbid., p. 1728. Kritische Friedrich-Schlegcl-Ausgabe, vol. 2, p. 346. 14 1 5 Kritische Friedrich-Schlegel-Ausgabe, vol. 16, p. 3 0 4 . Sobre la teoría de los «dos centros» en Schlegel, ver Menninghaus, 1987, pp. 155-172. Schlegel 1983, vol. 1, p. 73. (Traducción modificada por mí, M. v. K.). 1 6 CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO CAPÍTULO ABJ DEL DON QUIJOTE 73 URAR Don Quijote es un héroe activo hasta el final. N o obstante, debilitado su brazo de caballero, sus últimas acciones son puros actos de habla: abjurar, confesarse y hacer testamento. De estos tres a c t o s , el decisivo es el primero. «Caballero andante he de morir, y baje o suba el T u r c o c u a n d o él quisiere y cuan poderosamente pudiere; que otra vez digo que Dios me entiende», había jurado solemnemente el hidalgo antes de emprender su tercera salida (p. 6 2 9 ) . Al final, no sólo será infiel a ese juramento; irá hasta concluir su vida c o n una c o n t r a - c e r e m o n i a igual de solemne, lanzando una maldición ritual contra las novelas de caballerías, o sea, abjurando: v Ya soy odiosas en que propia, enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son todas las historias profanas del andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios escarmentando en cabeza las abomino (p. 1217). N o hay muchos héroes novelescos que se hayan vuelto tan infieles a sí mismos. N o hay nada que pueda distinguir de forma más radical a don Quijote de los modelos que ha tenido durante tanto tiempo, los caballeros andantes: mantenerse fiel a sí mismos era su principio literario; no sólo estaban acorazados c o n t r a lo exterior, sino también c o n t r a lo interior, contra su propia evolución. La recuperación de don Quijote ante la muerte (la recuperación para morir) sucede tan repentinamente que él mismo llega a la conclusión de que se trata de un a c t o de gracia divina. Bien mirado, no se trata de una cura, ya que no se utiliza el lenguaje de la medicina. La breve aparición del médico (p. 1 2 1 6 ) no es decisiva de ningún m o d o . El que testifica que el hidalgo está cuerdo y que, en efecto, está muriendo, no es el médico sino el cura (p. 1 2 1 8 ) . L o que sucede aquí es la reintegración al rebaño de una oveja e x t r a v i a d a , una reconciliación; la de don Quijote sigue piadosamente las c u a t r o estaciones rituales: reconocimiento público de culpa, retractación pública, confesión y absolución. C o m o sucede con frecuencia en los ritos de paso, el cambio de nombre es el signo de la reintegración. Don Quijote reclama el nombre cristiano que él mismo había sustituido por su nombre de guerra: Dadme albricias, buenos señores, de que ya no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de «bueno» (p. 1217). Con lo cual comienzan los problemas, pues la identidad a la que quiere regresar no existe, y t a m p o c o el nombre que reivindica, nombre que, hasta este m o m e n t o , no había aparecido en la novela. Y c o m o un auténtico converso pasa rápidamente a prohibir a los demás lo que él mismo había venerado antes: amenaza a la sobrina con deshederarla si se llega a casar con un lector de novelas de caballerías. Pero el paso más importante en ese rito es la retractación pública, que tiene la forma de una maldición contra la falsa doctrina. Don Quijote condena las novelas de caballerías. Para ello utiliza (varias veces) ^Citamos la siguiente edición: Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, 1998. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. 74 MARTIN V. Criticón, 96, 2 0 0 6 KOPPENFELS el solemne verbo abominar que, en este c a s o , se podría intercambiar por el más usado y p o p u l a r renegar. En a m b o s verbos, los significados de maldecir y abjurar son inseparables. Una maldición es un juramento pervertido, una ab-juración. Esta implica un a c t o de reprobación, un m o m e n t o de apostasía de la fe. Don Quijote se convierte en renegado de la caballería andante. Su locura, a estas alturas, cobra una indudable dimensión religiosa. En medio de las conversaciones serenas de esa pacífica escena mortuoria se deja entender el discurso de la Inquisición con sus ritos de inclusión y exclusión y su c a r a c t e r í s t i c o e n t r a m a d o conceptual. Pero esto no aparece tan de improvisto c o m o patece: la sospecha de herejía ya se había hecho notar desde que el cura quemara los libros de don Quijote, en una escena p a r e c i d a a un a u t o de fe c o n t r a la orden de los c a b a l l e r o s a n d a n t e s y su fundador literario, Amadís de Gaula, «dogmatizador de una secta tan mala» (p. 7 7 ) . De ahí que no sorprenda el hecho de que Cervantes haga concluir su novela precisamente c o n un a c t o de a b j u r a c i ó n , el punto culminante de un p r o c e s o c o n t r a herejes o renegados. A lo largo de la novela habían ido apareciendo clérigos para los que el estado mental de don Quijote no era motivo de burla sino objeto de investigación y crítica. Al final, el propio don Quijote adopta la perspectiva de dichos personajes: en los días anteriores a su muerte se c o m p o r t a c o m o si hubiera concluido una larga fase de exclusión. Sin e m b a r g o , esa exclusión, que él mismo denomina a h o r a « l o c u r a » , se diferencia claramente de la manera con la que se trató la locura en la España de la época. C o m o en el resto de E u r o p a , el siglo x v i fue en E s p a ñ a una é p o c a de c a m b i o en lo que respecta al trato de los locos. Para ellos se perfilan, esencialmente, tres destinos sociales, tres formas de exclusión. P r i m e r o , el vagabundear «libre»; segundo el internamiento privado (la práctica tradicional y más corriente). Una tercera variante, relativamente nueva, es el internamiento público: en las grandes ciudades, reunían y encerraban a los enajenados mentales en casas de locos mantenidas por la Iglesia. La primera de estas formas, el vagabundear, se puede ver reflejada en los recorridos de don Quijote, con la diferencia determinante de que no es a b a n d o n a d o o echado a la calle, sino que es él mismo quien decide ir a recorrer mundo. En la novela se da también la segunda forma, el arresto familiar, de nuevo con la modificación decisiva de que nadie puede retener al hidalgo si éste se quiere m a r c h a r . Pero la tercera forma falta. N o es que las casas de locos que hicieron furor en la literatura c o n t e m p o r á n e a no aparezcan en el mundo del Don Quijote ?, pero para el destino del hidalgo no tienen ninguna i m p o r t a n c i a . E x c e p t o anéctotas, no hay en la novela ninguna escena de casas de l o c o s . Este silencio se hace elocuente c u a n d o se considera al Don Quijote pseudónimo (calificado injustamente de apócrifo o también de p l a g i o ) . Y es que en la versión de 18 1 20 21 18 Bigeard, 1973, pp. 29-33. Véase la anécdota de la casa de locos de Sevilla que relata el barbero (pp. 6 2 9 - 6 3 2 ) . Por eso, Foucault puede servirse del Don Quijote como emblema de la libertad de la locura en el Renacimiento, de la época de la locura «en plein jour» (Foucault, 1972, p. 91). No me puedo ocupar aquí de la investigación extensa sobre la identidad del pseudo-Avellaneda. Sólo mencionaré que, en la investigación biográfica, domina actualmente la identificación del autor pseudónimo con el camarada de regimiento de Cervantes, Gerónimo de Passamonte (y éste con el personaje cervantino de Ginés de Pasamonte). Ver Riquer, 1988, y Martín Jiménez., 2 0 0 1 . 1 9 2 0 2 1 CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO CAPÍTULO D E L DON QUIJOTE Avellaneda la c a s a de locos tiene un papel decisivo: el falso Don Quijote se escribió p a r a p o n e r e n t r e rejas ( « e n p r i s i o n e s » ) al hidalgo. E n t r e los t o n o s a g r e s i v o s empleados por el rival literario de Cervantes se mezcla o t r o de acento penetrante: el de la i n d i g n a c i ó n . Se indigna un p e n s a m i e n t o inquisidor e s c a n d a l i z a d o p o r la escenificación de la locura en la primera parte del Quijote c e r v a n t i n o . Avellaneda, entonces, continúa escribiendo la novela de Cervantes para hacer inequívoca la figura de don Quijote, p a r a arruinarla literariamente y, en definitiva, encerrarla. Le parece importante que el loco quede e x a c t a m e n t e clasificado en su internamiento forzado («su especie de l o c u r a , y las calidades de su persona, y de dónde y quién e r a » ) con lo que, respecto al t r a t o de la locura, se muestra a la altura de su tiempo y, en cualquier c a s o , m á s " a v a n z a d o " que Cervantes. L a c a s a en la que Avellaneda hace desaparecer a su Q u i j o t e es la C a s a del N u n c i o de T o l e d o , un lugar de m a l a f a m a entre los contemporáneos, una jaula más que un s a n a t o r i o : 22 23 esta casa es la de los locos, que llaman del Nuncio, y todos los que están en ella están tan faltos de juicio como vuesa merced; y si no, aguárdese un poco, y verá como bien presto le meten con ellos . 24 Del mismo m o d o que Cervantes cambia la ruta planeada de su héroe para desmentir la falsa continuación, también escenifica la escena final para hacer que don Quijote no termine en la c a s a de l o c o s . L o m á s llamativo del final de Avellaneda es que el caballero se separe de su escudero sin ton ni son («sin reparar don Quijote m á s en S a n c h o que si n u n c a le hubiera v i s t o . . . » ) . E s a ausencia de despedida revela el aislamiento fundamental del falso Quijote sin el que no sería posible su r á p i d a eliminación. El verdadero don Quijote, por el c o n t r a r i o , está en intercambio dialógico hasta el último m o m e n t o . Incluso c u a n d o se encuentra transitoriamente entre rejas, c o m o en el viaje de regreso en una jaula al final de la primera parte, no se interrumpe ese intercambio; bien al c o n t r a r i o , aumenta su intensidad. Aún en el lecho m o r t u o r i o , se le certifica al hidalgo que, para el «agradable trato» (p. 1 2 1 9 ) que tuvo toda su vida, no importaba estar loco o cuerdo. 25 26 « D o n Quijote en la jaula de los locos» o el final c o m o exclusión: éste no sería el final de una novela sino de un exemplum. Y esto lo niega la novela de Cervantes c o n cada una de sus frases. Es precisamente esto lo que hace su final tan triste: don Quijote, al abjurar, lleva a c a b o una autoexpulsión retroactiva, con lo que sanciona algo que, en realidad, no había tenido lugar en la novela. Pero también es precisamente esto lo que hace su final tan alegre: al poner fin a su locura literaria c o n un a c t o religioso, le concede posteriormente una maravillosa seriedad y la convierte en rival, con igualdad estructural de condiciones, del poder discursivo m á s importante de su tiempo, el del dogma católico. El a c t o de la abjuración le concede posteriormente realidad a lo que rechaza. P o r lo que, a h o r a , la diferencia entre las dos realidades, la locura y la razón, a 2 2 Alonso Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 4 5 0 . ^Bigeard, 1973, p. 30. Alonso Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 4 5 5 . Sobre la indeseada continuación como provocación constructiva para Cervantes, véase Sicroff, 1 9 7 5 . ^Alonso Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 4 5 3 . 2 4 2 5 CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. MARTIN V . K O P P F N F F I. S Criticón, 96, 2 0 0 6 la que sólo se puede llegar mediante un a c t o simbólico, ya no a p a r e c e c o m o frontera sustancial sino tan sólo convencional. Se c o m p o n e únicamente de letras y a c t o s de habla. F o r m a l m e n t e , la conversión de don Quijote al final apenas se puede diferenciar de su entrada en la locura al principio; ambas conversiones son p r o g r a m a s de lectura: Ya conozco sus disparates y sus embelecos [de los libros de caballerías], y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma (p. 1 2 1 7 ) . 27 En este sentido, los amigos de don Quijote sólo pueden entender su retractación c o m o entrada en un nuevo juego textual: « c r e y e r o n , sin duda, que alguna nueva locura le había t o m a d o . . . » (p. 1 2 1 8 ) , según el modelo, por ejemplo, de otra famosa conversión, la del hidalgo vasco Ignacio de Loyola: éste, en 1 5 2 1 , sustituyó los libros de caballerías por libros edificantes y entró así en una nueva ficción con todas sus implicaciones, por él mismo estilizada en su autobiografía c o m o si se tratara de un r o m a n c e de caballerías espiritual . La analogía muestra el c a r á c t e r literario de la conversión de don Quijote — o de su traición, según c o m o se mire. N o pocas veces una traición es también un a c t o de fundación. La conversión de don Quijote c o r r e s p o n d e a este tipo de traición fundacional. Funda un nuevo orden de novelas, y lo hace en su relación dilemática con aquellas formas de una ficcionalidad pura e ilusionista, que el inglés, al c o n t r a r i o que el español o el alemán, diferencia de la novela, c o n t r a p o n i e n d o el término romance al término novel . Don Quijote, en esta petspectiva, abjura de un género literario: del romance . De esta forma, el hidalgo concluye simbólicamente una forma narrativa cuya c a r a c t e r í s t i c a más destacable es la infinidad — n o la reflexiva, sino una m á s antigua: la serie infinita de aventuras. 28 19 30 LAS METÁFORAS DE I. A INFINIDAD Antes de a b o r d a r la infinidad de aventuras hay que echar un vistazo a o t r a forma c o n t e m p o r á n e a de narración infinita: las confesiones en primera persona del singular que fueron tan importantes en el origen de la novela moderna. Entre los nuevos géneros españoles, los aparentemente más c o n t r a r i o s , la picaresca y las vidas de santos, son variantes del mismo paradigma: el del yo moderno que se explora e inventa a sí mismo, e n c a d e n a n d o recuerdos hasta formar un Libro de la vida. Un m i e m b r o del gremio de los picaros, Ginés de Pasamonte, hace su aparición, c o m o es sabido, en el Don Quijote. N a t u r a l m e n t e , está escribiendo la historia de su vida. A la pregunta de si su libro ya está t e r m i n a d o , contesta: « ¿ C ó m o puede estar a c a b a d o , si aún no está a c a b a d a mi vida?» (p. 2 4 3 ) . La novela picaresca, en c u a n t o narración en primera persona, le da la 2 7 Posiblemente una alusión a Fray Felipe de Meneses, Luz del alma christiana contra la ceguedad y ignorancia (Valladolid 1554), un tratado edificante que gozó de éxito en su época. Véase, por ejemplo, la guardia de Montserrat, en Ignacio de Loyola, Obras completas, p. 97. Ver El Saffar, 1978, p. x m . Sobre la unidad histórica del término Romance véase Romance: Cenertc Transformation from Chrétien de Troves to Cervantes, 1985. A continuación nos vamos a servir del termino inglés romance (en cursiva) y del adjectivo "romanesco" para marcar la diferencia con los conceptos de "novela" y de lo "novelesco" (nota de la traductora). 2 8 2 9 3 0 CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO CAPÍTULO DEL DON QUIJOTE 77 espalda a la muerte y al final. Ginés pone el dedo en la llaga: sólo un picaro vivo puede terminar su t e x t o , pero, mientras viva, no se terminará el t e x t o . El yo picaro c o m o tal es inmortal. C o s a buena para el picaro, aunque, tal vez, mala para la novela. En c u a n t o formas narrativas, la picaresca y las vidas de santos no se determinan por el final sino por el principio. L o decisivo no es su meta sino su punto de partida: el instante de la conversión (y es que también la vida del picaro se estructura mediante una conversión profana). De ahí que n o se deba indagar entre las nuevas n a r r a c i o n e s en primera persona si se buscan analogías con el final del Don Quijote. Pero, ¿qué pasa en el caso de la tradición narrativa de las novelas de caballerías que forman el canon del hidalgo manchego? Al final del Amadís de Gaula, nada menos que tras 1 3 3 capítulos, quedan abiertas todavía tres aventuras. Este libro no quiere finalizar, al contrario. Su final está bajo el signo de la sucesión; cuenta c ó m o es a r m a d o caballero el hijo de Amadís, Esplandián. Este, según la profecía de la m a g a Urganda, vencerá a su padre; lo m a t a r á simbólicamente . El mundo de la novela de caballerías, con sus largas extensiones genealógicas, estaba diseñado para generar una escritura indefinidamente prolongada . L o s grandes caballeros no mueren, se sustraen a las m i r a d a s de los hombres y esperan en un estado de encantamiento posmortal una futura apoteosis , c o m o D u r a n d a r t e y Montesinos en la cueva que don Quijote visita. Y es este mismo Durandarte quien expresa de manera adecuada la temporalidad de ese limbo literario: «ˇpaciencia y barajar!» (p. 8 2 2 ) . 31 32 33 Las novelas de caballerías esbozan el intrincado juego de azar de un yo ideal e invariable. A c o r a z a d o , a d o r n a d o de talismanes, protegido por madres mágicas y, en el fondo, invulnerable, el caballero va por el mundo que, para él, no es más que un acopio de contingencias, que le encaminan siempre hacia el bien, esto es, a la confirmación de sí mismo. En vez de transformarse, muda de vez en c u a n d o de nombre. Se guía por el seguro hilo c o n d u c t o r de un tiempo lineal, exterior a él, que no es más que la medida potencialmente infinita de su esplendor y su poder. Sus encuentros aventureros no afectan su sustancia, sino que la c o n f i r m a n . P e r o los c a b a l l e r o s n o sólo son inmortales, también son infinitamente fecundos, c o m o lo atestigua la «infinita caterva de su linaje». Sucesión aquí es la palabra clave: tanto en el sentido genealógico c o m o en el de la fecundidad literaria. El uno no se puede diferenciar de la otra; juntos forman la promesa arcaica del romance: la incontable descendencia es la sucesión infinita de las aventuras, de los episodios y de las continuaciones. Sin esa promesa genealógico-textual la narración r o m a n e s c a sería impensable —incluso en algunas obras de Cervantes. Su última o b r a , Los trabajos de Persiles y Sigismunda, t e r m i n a c o n la p a l a b r a 34 3 1 Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula, vol. 2, p. 1763. 3 2 Hasta ahora no hay ningún indicio de que, de hecho, no sea interminable, ya que ha creado una forma que cuenta entre las recetas literarias más divulgadas de todos los tiempos. Pasando por el género del fantasy esta receta ha triunfado en la literatura trivial, el cine y los juegos de ordenador. 3 3 Ver Las sergas de Esplandián, caps. 98, 99. 3 4 «So bedingen sich die Starrheit der Psychologie und der in isolierten Abenteuern atomisierte Charakter der Handlung wechselseitig und lassen die Gefahr dieses Romantypus, schlechte Unendlichkeit und Abstraktheit, ganz klar hervortreten» (Lukács, 1 9 8 9 , p. 87) ['De esta forma, la rigidez de la psicología y el carácter de la acción atomizado en aventuras aisladas se condicionan mutuamente y ponen de relieve con mucha claridad el peligro de ese tipo de novela, la mala infinidad y la abstracción']. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. 78 MARTIN V. Criticón, 96, 2006 KOPPEN r EIS 35 «posteridad», indicando, así, su pertenencia al mundo del romance . Casi lo primero que se menciona en el primer capítulo del Quijote sobre el loco hidalgo es la fascinación estrictamente literaria que ejerce sobre él la infinidad serial de los libros de caballerías: alababa en su autor [el del Belianís] aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete (p. 38). Por lo que resulta más abrupta aún la ruptura al final del Quijote: « Y a soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje...» (p. 1 2 1 7 ) . C o n estas palabras don Quijote rechaza la fecundidad imaginaria del mundo caballeresco y, con ello, la fecundidad de la escritura serial, la continuidad infinita de todas las verdaderas historias de aventuras. Tal vez sea el primer héroe épico que se t o m a la licencia de interrumpir su propia historia y que se retira a su esterilidad, lo que se subraya en el epílogo de la novela, dicho (ˇy no escrito!) por la pluma del cronista árabe: «Para mí sola nació don Quijote y yo para él...» (p. 1 2 2 3 ) . La relación no podría ser m á s exclusiva: el haber nacido el uno para la otra se corresponde con el morir el uno por la otra. La pluma dicta su derecho de poner un fin. Queda excluido que un sinnúmero de plumas extrañas pueda continuar la historia. Y a antes, el cura había hecho certificar la muerte de don Quijote para poner freno a la aparición de «inacabables historias» (p. 1221). En la novela de Cervantes, a diferencia de la de Amadís y sus semejantes, está inscrita la intención de llegar al final. Constituye la premisa para el descubrimiento del carácter literario que es capaz de desarrollarse. La vida física del hidalgo es estéril y, cuando concluye, su proyecto vital se manifiesta c o m o nulo. Desde el principio el Don Quijote había negado la metáfora de la fecundidad: ya en el prólogo de 1 6 0 5 Cervantes había refutado la paternidad de su c r e a c i ó n más famosa y se presentaba c o m o padrastro de don Quijote. A h o r a , en el último capítulo, el hijastro vuelve a rechazar rotundamente la metáfora. Habiendo prescindido desde un principio de la fecundidad sexual a favor de su fantasma (Dulcinea), lo único que le queda a don Quijote es la sucesión indirecta. Su heredera será su sobrina, lo que, en una sociedad p a t r i a r c a l , apenas si es mejor que nada*. Hasta su propio origen queda oscuro para que «todas la villas y lugares de la M a n c h a contendiesen entre sí por ahijársele» (p. 1 2 2 1 ) . Finalmente don Quijote es t o d o menos inmortal. Peor aún: el caballero muere antes de m o r i r . H a s t a su muerte física solo es o t r o el que sobrevive: Alonso Q u i j a n o , llamado «el B u e n o » , lo que es un m e n g u a d o consuelo. Al r e c h a z a r la estitpe de A m a d í s , don Quijote anula su propia posible genealogía. Se deshereda a sí mismo. Quiso ser un miembro de la «infinita c a d e n a » , el mejot, el verdadero nieto de Amadís; a h o r a ya no tiene ningún antecesor ni, menos aún, sucesores. 3 5 Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, p. 475. 3 6 El narrador insiste: «Y las buenas hijas (que lo eran sin duda ama y sobrina) le llevaron a la cama...» (p. 1215; la cursiva es mía). CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO EL C A P Í T U L O D E L DON ÚLTIMO QUIJOTE 79 HIPÉRBATON ¿ C ó m o se llega a romper la infinita cadena del m u n d o heroico romanesco? El final triste y sereno de don Quijote está condicionado por la nueva economía de la novela: una economía que impone poner un cierre porque la novela ya no puede contentarse con certificar un sentido d a d o sino que tiene que crearlo p o r sí misma. El Quijote implica una revolución literaria: en 1 6 0 0 , lo serial de las novelas de caballerías se considera insuficiente, y se extiende el sentimiento de que las antiguas narraciones en prosa están enfermas de infinidad. Las novelas de caballerías sufren, entre otras cosas, por poner en prosa las estructuras de acción tomadas de la lírica épica: sin el verso, que concede una homogeneidad estética a las unidades menores, la apertura narrativa de la totalidad se hace aún más patente. El Quijote, significativamente, comienza y termina con octosílabos de romances; y en general le gusta a Cervantes servirse del arsenal del R o m a n c e r o para las situaciones de apertura y cierre. Pero el final del Quijote no le c a e , a la postre, llovido del cielo; la intención de terminar está inscrita en su forma casi desde el principio, bajo forma de rupturas internas que sacan a la narración de su órbita y la proyectan hacia otra excéntrica: un superarse a sí mismo, del tipo de lo que Friedrich Schlegel llamó « h i p é r b a t o n » . L a novela de Cervantes no sólo ofrece la posibilidad de tales autorrevisiones radicales sino que depende de ellas. Pero el Don Quijote muestra también lo que hay que sacrificar por ello: la satisfación elemental del permanecer fiel a sí mismo. N o eran sólo los caballeros los que estaban determinados a ser fieles a sí mismos. También el género literario c a b a l l e r e s c o logró p e r m a n e c e r i n t a c t o en su forma d u r a n t e siglos, c o n sorprendente é x i t o . El Don Quijote, por el c o n t r a r i o , se constituye casi desde el principio de manera análoga a lo que le sucede a su héroe al final; está predeterminado para acabar siendo infiel a sí mismo. 37 L a n a r r a c i ó n de Cervantes atraviesa varias veces crisis que echan p o r tierra su concepción y, más aún, cuestionan sus fundamentos: así la introducción de Sancho, que rompe la soledad del héroe loco y le obliga a pasar de ser un títere paródico a adquirir un c a r á c t e r ; así la destrucción del fantasma de Dulcinea, que le roba al hidalgo su último y más importante motivo de acción; así el cumplimiento de la promesa que le hizo a Sancho (promesa imposible de cumplirse), y por la que la relación entre a m o y criado pierde su fundamento, etc. El último hipérbaton, y el más arriesgado de todos, es la reconciliación por extorsión que se lleva a c a b o antes de la muerte de don Quijote. C o n ella, la más arriesgada fase de la novela encuentra su final. Desde hacía algún tiempo, al menos desde el «fatigado fin y r e m a t e que tuvo el gobierno de Sancho Panza» (cap. 5 3 , p. 1 0 6 1 ) , la narración venía m o s t r a n d o signos de cansancio. Hasta entonces, en la segunda parte, don Quijote no había sido la mayoría de las veces sino la pelota con la que se jugaba en escenificaciones ajenas ; pero en el último tercio de la misma (desde el gobierno de Sancho en la ínsula Barataría, por el que la relación entre a m o y criado se agota y se queda sin potencial sorpresivo) se multiplican las muestras de agotamiento narrativo. De este m o d o , la novela recae en niveles ya superados, c o m o 38 ^Roubaud • , 1 9 9 8 , p. c x v . 3 8 Neuschafer, 1963, p. 83. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. 80 MARTIN V. KOPPENFELS Criticón, 96, 2 0 0 6 39 la burda comicidad o digresiones novelísticas . En c a m b i o , mediante su conversión en el lecho de muerte, don Quijote toma de nuevo la iniciativa. Demuestra que les lleva la ventaja a las demás figuras de la novela y también al lector. Cualquiera que sea el origen del c a m b i o , con él el hidalgo se integra en el grupo de los caracteres literarios provistos de la posibilidad de una autorrevisión radical. El precio que se paga por ello es una traición a la ficción romanesca y también a la propia historia determinada por ficciones. La novela se toma la libertad de hacer que su protagonista se convierta en un renegado de la ficción, rompiendo, así, un p a c t o esencial con el lector. D o n Q u i j o t e , al a b a n d o n a r su romance, p o n e fin, al m i s m o t i e m p o , a la ambivalencia que sostenía su historia: el constante balanceo entre la aspiración infinita del y o y la limitación de sus respectivas situaciones, la m a y o r í a de las veces desagradables. Un balanceo sumamente atractivo, que ya desde hacía tiempo y bajo m a n o se había hecho más a t r a c t i v o que el narcisismo inquebrantable del m u n d o c a b a l l e r e s c o del A m a d í s . Un b a l a n c e o también muy p r o d u c t i v o — p r o d u c t i v o de metáforas. Desde la primera vez que se p r o p o n e no escribir ficción caballeresca, sino vivirla, hasta c u a n d o p r o n u n c i a la fórmula con la que abjura del m u n d o de la caballería, don Quijote se manifiesta c o m o un inagotable p r o d u c t o r de m e t á f o r a s . Esa productividad p r o d u c e un nuevo placer en casi todas las figuras secundarias de la novela y, n a t u t a l m e n t e , en los lectores que, en ese sentido, son típicas figuras secundarias. Las metáforas del hidalgo inauguran un juego que hace escuela en el curso de esta novela y, también, en la historia del género novelesco. L o placentero que es se deduce de que su c o m p a r s a — S a n s ó n — no puede retirarse de él: «Calle por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos» (p. 1 2 1 8 ) . El juego no debe terminar, en eso están de acuerdo la mayoría de los lectores junto con Sansón C a r r a s c o o Sancho Panza. Estaba previsto para ser interminable, c o m o lo muestra claramente el «fin» que se vislumbraba al final de la primera parte: tras un número indeterminado de aventuras, don Quijote muere en la flor de su locura. Un final de gusto romántico: la interminable reflexión por encima de una cesura. 40 La novela de Cervantes les ha privado a sus lectores de la simple infinidad de la ficción c a b a l l e r e s c a que c u m p l e , d e m a s i a d o fácilmente, d e m a s i a d o s deseos. E n sustitución, les ha regalado otra infinidad, una infinidad reflexiva: el interminable balanceo entre las diferentes perspectivas sobre el mundo, entre la conciencia demencia! y la normal, entre el discurso loco y el racional, entre la manía y la melancolía, etc. Pero don Quijote termina también ese juego con una melancólica soberanía. Sin e m b a r g o , esa traición a la ficción es la única posibilidad de salvarla. De ello son testigos los amigos del hidalgo, decididos a seguir jugando hasta el final el juego de la reflexión entre el sueño del caballero y el m u n d o c o t i d i a n o . De ello es testigo también el n a r r a d o r , que pasa por alto el c a m b i o de nombre de don Quijote y no quiere hasta el último m o m e n t o conocer a su héroe más que bajo el n o m b r e de guerra que se rechaza a h o r a (es decir, c o m o caballero andante). Y de ello es testigo, en definitiva, el propio hidalgo, que, en su testamento, certifica ciertas decisiones de su locura (Sancho se puede 3 9 Williamson, 1984, p. 188 y ss. Este especial talento metafórico es la razón por la que resulta tan sugestiva la descripción que hace Foucault (históricamente más bien improbable) de Don Quijote como un "caballero andante de la similitud" (Foucault, 1 9 6 6 , p. 60 y ss). 4 0 CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL Ú L T I M O CAPÍTULO DEL DON 81 QUIJOTE quedar c o n el dinero de su fondo de g u e r r a ) , concediéndole así, a posteriori, una consagración judicial. Mientras que el reíranillo con el que les señala a sus amigos el final del viaje aventurero expresa, sobre todo, la tristeza por este final: «ya en los nidos de a n t a ñ o no hay pájaros h o g a ñ o » (p. 1 2 2 0 ) . Una cláusula de lo más profano que se podría pensar, pero ambigua, pues contiene un mensaje entre líneas que contradice a su sentido manifiesto: el ayer (la locura) fue fructífero, un nido lleno de pájaros jóvenes; el hoy (la r a z ó n ) , queda vacío y muerto. Si, hasta a h o r a , la idea de la esterilidad iba unida a la de la locura (piénsese en el «celebro» seco del hidalgo en el primer capítulo), a h o r a , con ese dicho, afecta a la razón. L a imaginación se ha secado, los ambiguos pajarillos del ingenio han volado. E s t o no es ninguna imagen de sanación sino de l u t o . Al mismo tiempo, es el último de los juegos de reflexión quijotescos entre diferentes niveles de sentido: el sentido ambiguo sobre el fin del sentido ambiguo. 41 NOVELA Y ROMANCE El Don Quijote puede concluir, pero sólo a costa de repudiar algo de sí mismo: lo r o m a n e s c o que, por eso, aparece c o m o ficción. El ingenioso hidalgo consigue retirarse de su historia. Pero la solución de Cervantes ha abierto un dilema que ya no se puede volver a c e r r a r en el género de la novela. Al c o n t r a r i o , se c o n v e r t i r á en su rasgo constitutivo. Por una parte, la novela es el instrumento por el que se comprueba que la ficción romanesca es insostenible y que hay que salir de ella. E s t o sucede en el Quijote con una brutalidad que va a u m e n t a n d o precisamente en la última parte. L a agresión contra las diferentes variantes del romance, desde Cervantes hasta Flaubert (Madame Bovary, L'Éducation sentimentale), se inscribe en el mismo género novelesco. Por otra parte, en el final del Quijote se termina reconociendo que la novela no puede llegar a alcanzar un más allá de la ficción, una ínsula firme del principio de la realidad. N a d a se o p o n e a que el a c t u a l lector del Quijote c o n s t a t e que la realidad supuestamente desencantada en la que se reintegra el hidalgo mediante un a c t o formal de reconciliación no es más que otra ficción agotada: la historia de la salvación según el dogma católico. N a d a se opone a que se constate que la conversión del final apenas se diferencia de la forma en la que don Quijote entró en la locura. A ñ a d a m o s que los lectores modernos no son los únicos en no poder encontrar la salida de la ficción: los propios amigos de don Quijote no pueden sino imaginar que el héroe va pasando de una ficción a la siguiente: « C r e y e r o n , sin duda, que alguna nueva locura le había t o m a d o . . . » (p. 1 2 1 8 ) . Pero, en realidad, don Quijote se retira de una historia que se ha vuelto insípida, sin haber conseguido al final alcanzar el más allá de lo ficticio que él mismo había anhelado. L a novela de Cervantes rompe el encanto del romance sin poder salir por c o m p l e t o de su círculo mágico. Es de suponer que el tan e v o c a d o realismo inmanente del género de la novela es un efecto de ese dilema. En cualquier c a s o , en el Don Quijote, la impresión realista (el «effet de réel» de Roland Barthes) no es fruto de una repentina clarividencia que habría que agradecer, por ejemplo, a un repentino "frotarse de ojos" de la literatura occidental. Surge, más 4 1 En el prólogo de sus Ocho comedias y ocho entremeses, aparecido en el mismo año 1 6 1 5 , Cervantes cita el mismo dicho como emblema de su perdido prestigio de dramaturgo (El rufián dichoso. Pedro de Urdemalas, p. 103). CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. MARTIN V. KOPPENFEI.S Criticón, 96, 2 0 0 6 bien, de una diferencia: de la constante negación de una ficción por otra en la que se e n m a r c a . Una ficción produce una ficción interior sólo para, después, descomponerla violentamente. C u a n t o más irreales son los fantasmas caballerescos en el cerebro, tanto más real a p a r e c e en su enfermedad ese c e r e b r o que los produce. En esta novela, la impresión de toparse con un mundo real no podría existir sin la introducción de la triste figura de la literatura anticuada que el t e x t o de Cervantes repulsa constantemente; la misma figura que repulsa una última vez en el capítulo final al obligar al lector a observar el fallecimiento sosegado y provinciano de su héroe ante el trasfondo de una muerte caballeresca: Hallóse el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote (p. 1221). En la escena m o r t u o r i a el efecto de realidad surge de la relación irónica entre dos ficciones en competencia que duplican hasta la última frase el lenguaje de la novela: «Entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió» (p. 1 2 2 1 ) . El Quijote nos conecta con un género ya c a d u c o y que, a primera vista, ha perdido toda su fascinación: es decir, la novela de caballerías del Renacimiento. Esa unión queda sellada, sobre t o d o , por la muerte de don Quijote. A partir de esa m u e r t e tenemos que jugar a los caballeros y, al final, abjurar de ese juego -—al menos, mientras seamos lectores de novelas. Y mientras el género de la novela mantenga una relación con don Quijote, quedará sin poder liberarse de lo que le obsesiona a don Quijote: la infinidad serial del romance. La novela de Cervantes representa la ruptura histórica que hace que el romance se convierta en cifra del puro principio del placer narrativo. Este estatus lo ha mantenido: hasta hoy día muchos productos de la industria recreativa (la novela de folletín, de fantasía, los juegos de o r d e n a d o r ) , sin c o n t a r con lo que se podría llamar la "industria recreativa del a l m a " (el delirio de grandezas, el soñar despierto, la neurótica novela de f a m i l i a ) , están estructuralmente más c e r c a al Amadís que al Quijote. Esa e s t t u c t u r a , por ser serialmente interminable, se presta a la producción industrial. El principio de placer, sin e m b a r g o , es, por definición, un principio de vigencia limitada, que no se puede sostener durante m u c h o tiempo. Si la novela de Cervantes es "realista", es sobre t o d o porque muestra el placer de su héroe c o m o insostenible. El placer textual de don Quijote n o fracasa p r e c i s a m e n t e "por la realidad", sino por sí mismo. Por haber puesto esto en evidencia, el último capítulo de la novela no podía sino disgustar a tantos lectores posrománticos. Pero que la locura del hidalgo haya sido traicionada al final no es más que una verdad a medias. La otra mitad de la verdad es que esa locura no se podía salvar de otra manera. 42 Desde el Don Quijote de Cervantes hay una forma épica —la novela—, en la que se establece y a un tiempo se destruye un principio de placer n a r r a t i v o , con lo que surge un concepto de ficción moderno, subjetivista: una locura vivida cuyo sentido consiste en r o m p e r s e y t e r m i n a r s e . El Amadís de Caula y su estirpe e r a n p o r e s t r u c t u r a 4 2 Ver Freud, 1999. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO CAPITULO DEL D O N QUIJOTE 83 43 potencialmente interminables ; a partir de la muerte de don Quijote, la forma de la serie inconclusa se considerará c a d a vez más c o m o una m a l a infinidad, haciéndose blanco de la crítica estética. Ni al Amadís de M o n t a l v o ni a ninguna de su especie se las puede llamar «ficciones» sin caer en a n a c r o n i s m o . La primera ficción en el sentido moderno es el Amadís que don Quijote tiene en la cabeza. En este sentido, Cervantes ha dado nueva vida a lo que pretendía acabar. T o d a r e t r a c t a c i ó n es ambivalente. L a r e t r a c t a c i ó n de don Quijote manifiesta claramente la tristeza por lo que se ha t e r m i n a d o , esto es, el placer r o m a n e s c o . El género de la novela está m a r c a d o por esa ambigüedad. Se podría describir c o m o un p e r m a n e n t e a b j u r a r de la ficción, abjuración que, si bien constituye un a c t o de conclusión, no obstante no llega nunca a finalizar. De lo c o n t r a r i o , el género perdería el c o n t a c t o con aquel principio de placer que lo une a unas formas épicas más antiguas. (Traducción de Elvira Gómez) Referencias bibliográficas BENJAMIN, Walter, Iluminaciones IV: Para una crítica de la violencia y otros ensayos, ed. Eduardo Subirats, Madrid, Taurus, 1 9 9 1 . BIGEARD, Martine, La folie et les fous littéraires en Espagne. 1500-1650, Paris, Centre de Recherches Hispaniques, 1973. BORGES, Jorge Luis, «Análisis del ůltimo capítulo del Quijote», Revista de la Universidad de Buenos Aires, I, 1. 1, 1956, pp. 29-36. BYATT, A. S. e Ignés S O D R É , Imagining Cbaracters. Conversations about Women Writers, New York, Vintage, 1997. CASALDUERO, Joaquín, Sentido y forma del «Quijote», Madrid, ínsula, 1949. CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Barcelona, Crítica, 1998. , El rufián dichoso. Pedro de Urdemalas, eds. Jenaro Talens y Nicholas Spadaccini, Madrid, Cátedra, 1986. , Los trabajos de Persiles y Sigismundo, ed. Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1987. E L SAFFAR, Ruth, Novel to Romance. 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El presente estudio enfoca este final en contraposición a dos alternativas negadas implícitamente por él: el final moralizante adoptado por el anónimo «Quijote de Avellaneda» y la construcción en serie típica de los libros de caballerías. A diferencia de estas alternativas el final cervantino representa una autorrevisión radical. Esta se basa en un acto ritual, la abjuración, que tiene aquí, aparte de su función religiosa, una función poética, ya que rompe con las «metáforas de la infinidad» presentes en el discurso caballeresco. Esta ruptura forma parte del legado que dejó el ingenioso hidalgo a la novela moderna. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. EL ÚLTIMO CAPITULO D E L DON QUIJOTE 85 Résumé. Le dernier chapitre de Don Quijote, objet de tant de discussions depuis le romantisme, est le lieu de deux morts: la mort physique du héros et celle, symbolique, que constitue l'abomination solennelle lancée contre les romans de chevalerie. C'est cette fin qui, dans cette étude, est mise en regard de deux autres possibilités dont elle est, implicitement, la négation: la fin morale choisie par l'anonyme Quichotte d'Avellaneda; la fin ouverte propre aux séries des romans de chevalerie. Le dénouement cervantin, lui, se constitue comme une remise en question radicale, fondée sur un acte rituel: l'abjuration, qui, par-delŕ sa fonction religieuse, remplit une fonction poétique, en ce qu'elle rompt avec les «métaphores de l'infinité» présentes dans le discours chevaleresque. Une rupture qui est l'un des legs laissés par Don Quichotte au roman moderne. Summary. In the final chapter of Don Quixote, which has been highly controversial since romantic critics first took issue with it, two deaths take place: the physical death of the hero and a second, symbolical death, the solemn abomination of the romances of chivalry. In my reading, the ending of Cervantes's novel is contrasted with two alternatives implicitly negated by it: the moralizing type of closure presented by the «Quixote de Avellaneda» and the non-closure of the romances of chivalry. In contrast to these alternative modes of ending the final chapter of Cervantes's novel is based on the capacity of self-revision. This capacity is made evident by Don Quixote's ritual recantation, an act of poetical rather than religious consequences: it does away with the «metaphors of infinity* that structured the romance of chivalry. The breaking of this structure is part of Don Quixote's legacy to the modern novel. Palabras clave. Abjurar. CERVANTES, Miguel de. Don Quijote. FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA, Alonso. Final. Infinidad. Muerte. Novela de caballerías. Novela moderna. Romance. CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote. Hanno Ehrlicher, Gerhard Poppenberg (Hg.) Cervantes' Novelas ejemplares im Streitfeld der Interpretationen Exemplarische Einführungen in die spanische Literatur der Frühen Neuzeit Copyright: edition tranvia - Verlag Walter Frey Druck: Rosch-Buch, Scheßlitz ISBN 3 - 9 2 5 8 6 7 - 9 9 - 6 1. Auflage, Berlin 2 0 0 6 edition tranvia • Postfach 150455 • 10666 Berlin E­mail: Tranvia@t­online.de • Internet: www.tranvia.de CRITICÓN. Núm. 96 (2006). Martin v. KOPPENFELS. Terminar - Abjurar. El último capítulo del Don Quijote.