Academia.eduAcademia.edu
Revista CIDOB d’Afers Internacionals n.100, p. 131-150 ISSN:1133-6595 E-ISSN:2013-035X www.cidob.org América Latina en un nuevo mundo South America in a new world Alberto van Klaveren Catedrático de Relaciones Internacionales, Universidad de Chile. Exsubsecretario y Embajador, Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile avankla@hotmail.com Resumen: Los países latinoamericanos participan en la nueva escena mundial de manera muy diversa, reflejando sus diferentes modelos y preferencias políticas. Los grandes cambios que ha experimentado el sistema internacional se reflejan con fuerza en la región. Estados Unidos ya no es la potencia hegemónica en el mundo y tampoco lo es en lo que fue su patio trasero. Europa mantiene un cierto papel en el área, pero la crisis que la afecta disminuye sus posibilidades de proyectarse en la región. Los vínculos entre los propios países latinoamericanos aumentan, pero no el marco de un proceso único y coherente de integración regional. China, India, Corea y otros países asiáticos se agregan a la presencia tradicional y siempre discreta de Japón en el área, pero hasta ahora limitan sus vínculos al área económica. América Latina se consolida como la segunda región emergente del planeta, después de Asia y está proyectando esa realidad en sus relaciones internacionales. Abstract: South American countries participate on the new international stage in very diverse ways, reflecting their different political models and preferences. The big changes that have seriously affected the international system have had a profound impact on South America. The United States are no longer the dominant power in the world, nor in their old backyard, South America. Europe retains a certain role in the area, but the crisis it is undergoing is limiting its influence in the region. Relations between South American counties are increasing, but not within the framework of a single, coherent integration process. China, India, Korea, and other Asian countries are joining Japan’s traditional and always discreet presence in the area, but up to now Asia has confined itself to economic exchanges with South America. In general, South America is consolidating itself as the second-largest emerging region on the planet, after Asia, and is projecting that reality in its international relations. Palabras clave: América Latina, relaciones internacionales, política exterior, Estados Unidos, Europa, Asia Keywords: South America, international relations, foreign policy, United States, Europe, Asia 131 América Latina en un nuevo mundo Las relaciones internacionales de América Latina estuvieron dominadas tradicionalmente por dos grandes desafíos: la autonomía y la diversificación de sus vínculos con el mundo. Por una parte, muchos autores y no pocos protagonistas de la política exterior se planteaban, casi como imperativo, la búsqueda de una mayor autonomía para sus países. No en vano, una de las primeras compilaciones sobre las políticas exteriores de la región llevaba como título Entre la autonomía y la subordinación: olítica exterior de los países latinoamericanos (Muñoz y Tulchin, 1984). Sin embargo, el consenso no era unánime. Una minoría bastante reducida de autores concluía, a la luz de un principio de «realismo periférico», que quizás era preferible buscar alianzas con la potencia dominante de la época, Estados Unidos (Escudé, 1992)1. Y aunque había pocos defensores intelectuales de esa tesis, en la práctica muchos países de la región cultivaban políticas de alianzas especiales con Estados Unidos y, en unos pocos casos, con sus rivales durante el período de la Guerra Fría. No es una mera coincidencia que el principal y casi único aporte reconocido de América Latina a la teoría de las relaciones internacionales sea el enfoque de la dependencia. Para algunos, se trataba del enfoque por excelencia de «los de abajo», debido a sus énfasis en las estructuras de dominación centro-periferia, fundamentalmente económicas pero también militares, políticas y culturales, así como a los impedimentos, limitaciones y distorsiones que estas estructuras producían en los procesos de desarrollo de los países de la periferia (Blaney e Inayatullah, 2008: 664-667). Aunque no siempre hubo un debate claro entre los cultores de ambos enfoques, en parte debido a sus intereses divergentes y a un cierto desconocimiento mutuo, el enfoque de la dependencia tuvo puntos de contacto con enfoques más cercanos al mainstream de la teoría de las relaciones internacionales como la interdependencia y la transnacionalización (Maxfield, 2002: 465-468). A su vez, la diversificación de las relaciones internacionales de América Latina era vista en el pasado casi como una quimera. El peso político y económico de la gran potencia del Norte parecía dejar pocas opciones para la región. El interés tradicional de Estados Unidos en su patio trasero, los flujos de comercio e inversiones, los recurrentes problemas financieros de América Latina, las intervenciones abiertas y encubiertas en la región y la atracción que ejercía su sociedad y su cultura no parecían dejar mucho espacio para buscar socios alternativos. Es cierto que Europa se ofreció con insistencia a partir de los años ochenta para ayudar a mitigar la influencia estadounidense en la región, pero nunca hasta el punto de pretender seriamente remplazarla 1. Significativamente, en un libro más reciente este mismo autor reitera su tesis del realismo periférico, pero reemplaza a Estados Unidos por China como el socio especial deseable para Argentina. Véase Escudé, 2012. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 132 Alberto van Klaveren o incluso desafiarla, algo por lo demás imposible tratándose de aliados tan cercanos a Washington. La propia Unión Soviética restringió su política de alianzas en la región a un solo caso, Cuba, mostrándose más contenida frente a otros socios potenciales que a veces buscaban ansiosamente su apoyo, a diferencia de los compromisos mucho mayores que asumió Moscú en otras regiones del mundo, como África. Por su parte, las potencias emergentes de Asia, sobre todo Japón, si bien aumentaron su presencia en América Latina a partir de la década de los setenta, tendieron a observar un cuidado especial en limitarse a la proyección de sus intereses económicos y el desarrollo de proyectos de cooperación técnica y respetar escrupulosamente lo que ellos consideraban una hegemonía natural de Estados Unidos en la región. Las viejas y a menudo simplistas nociones sobre la dominación imperialista de Estados Unidos en América Latina nunca lograron captar la complejidad y diversidad de la evolución histórica de unas relaciones que siguieron cursos muy distintos en, por ejemplo, Centroamérica o el Cono Sur. Sin embargo, durante gran parte de la Guerra Fría, es claro que uno de los rasgos definitorios, a menudo el principal, de las políticas exteriores de la región consistía en sus relaciones con la gran potencia. Categorías como el imperialismo y el antimperialismo no se enunciaban aludiendo a un sistema capitalista mundial genérico y multiforme que disponía de varios centros, sino que se referían directamente a una sola potencia: Estados Unidos. Según ese enfoque, la política exterior autónoma o dependiente lo era en función de su mayor o menor distancia con Washington. Una América Latina diferente El contexto internacional de América Latina se ha modificado radicalmente. Del mundo bipolar y no sin antes pasar por un fugaz momento unipolar después de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, la región transitó hacia un sistema internacional descrito adecuadamente por un autor como «el mundo de nadie», es decir, un mundo multipolar en que el poder se hace más difuso y la política se diversifica y en que, por primera vez en la historia, no habrá un centro de gravedad ni un guardián global (Kupchan, 2012: 3). Se trata de un mundo con una mayor interdependencia económica, política y cultural, en que hay poco espacio para la autarquía, pero en que también hay visiones múltiples sobre la modernización y el desarrollo, muy lejos del fin de la historia que previeron otros, al calor del entusiasmo que despertó el momento unipolar (Fukujama, 1992). América Latina se insertó con naturalidad en este nuevo período que vive el sistema internacional. Ya no forma parte del patio trasero de otras potencias. Nobody’s backyard. The rise of Latin America fue el título que usó una de las publicaciones más Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 133 América Latina en un nuevo mundo influyentes del mundo para un reportaje especial sobre la región (The Economist, 2010). Esta nueva visión de América Latina se debe, en parte, a una cierta bonanza económica, derivada de los altos precios que está obteniendo la región para sus materias primas, que desmiente el antiguo énfasis latinoamericano en el deterioro inevitable de sus términos de intercambio, y de la relativa disciplina fiscal que le ha permitido sortear los peores efectos de la crisis financiera internacional que todavía amenaza a varias de las economías centrales del mundo. Pero también influye en esta nueva visión de la región la mayor autonomía con que sus países enfrentan sus relaciones internacionales, tanto con sus principales socios, tradicionales y nuevos, como en la misma región. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la nueva organización regional, asumió un papel protagónico en las crisis internas de Bolivia (2008) y Ecuador (2010). Lo sorprendente es que, pese a las reticencias iniciales de varios de sus miembros, estos esfuerzos de mediación o de apoyo simbólico, solicitados y altamente valorados por los gobiernos afectados, terminaron uniendo a países ideológicamente muy diversos y hasta contrapuestos, como Colombia y Venezuela, o como el Gobierno de centro-derecha de Chile y los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). A su vez, el Grupo de Río se transformó en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), asumiendo la representación de todos los países de la región. El surgimiento de América Latina también se observa en el ámbito no estatal. Diversas empresas de la región se han transformado en corporaciones transnacionales, que invierten en otros países de la región y en el resto del mundo. Empresas brasileñas participan hoy en la licitación de los grandes proyectos de infraestructura en África u otras regiones del mundo. Importantes empresas mexicanas invierten en todo el mundo, incluyendo a Europa. Empresas chilenas especializadas en el retail se disputan importantes mercados latinoamericanos. Líneas aéreas de Brasil y de Chile se fusionan para transformarse en una de las mayores empresas aéreas del mundo. Chile se ha convertido en una de las principales fuentes de las inversiones extranjeras de Argentina o de Perú. Empresas brasileñas se han transformado en líderes globales en sectores de alta tecnología como la aeronáutica o los hidrocarburos. Argentina, el único país de la región que desarrolló de forma autónoma su industria nuclear, mantiene una industria pujante en ese sector, que cumple rigurosamente todas las salvaguardas fijadas en el marco del régimen internacional vigente en materia de no proliferación. La ausencia de un centro dominante, unida a la fuerte interdependencia que caracteriza al sistema internacional contemporáneo, requiere de la adopción de nuevas normas e instituciones que regulen la globalización. Esta tendencia se ha traducido en un crecimiento sostenido de regímenes internacionales, globales y regionales, que inciden en áreas tan diversas como los derechos humanos, el medio ambiente, el comercio, las inversiones, el desarme, el tratamiento de los pueblos originarios, la gestión de recursos naturales, etc. América Latina tiene una larga tradición de parti- Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 134 Alberto van Klaveren cipación en la gestación de estos regímenes internacionales e incluso algunos autores la describen como una región singularizada por la existencia de un orden normativo e institucional propio que explica la relativa ausencia de conflictos armados interestatales y la prevalencia de mecanismos de solución pacífica de las controversias que se producen en la región (Kacowicz, 2005: 70). En un pasado no muy distante, América Latina se caracterizaba por su extrema vulnerabilidad frente al entorno económico internacional. Varias crisis globales se originaron en la región y las crisis de origen exógeno no tardaron en hacerse presentes en ella, a veces con mayor virulencia que en las economías en que se originaban. Hoy, la situación es muy distinta. América Latina está liderando, junto a Asia, el crecimiento de la economía mundial. Impulsada por políticas económicas razonables así como por el nuevo boom de los commodities, la región tiene por delante unas perspectivas de crecimiento favorables. Brasil ya es la sexta economía del mundo, México ocupa el lugar 14 pero es candidato a situarse entre las 10 mayores economías hacia el 2020. Las proyecciones de crecimiento de la región giran alrededor del 3,7% para el año 2012. En general, las cuentas fiscales están en orden, los niveles de endeudamiento son razonables y los porcentajes de inflación tienen muy poco que ver con las traumáticas experiencias vividas durante el siglo pasado. La mayoría de los países se sitúan entre los rangos de países de ingresos medios altos y medios bajos, pero con tendencia al alza. La región dispone de un conjunto muy favorable de recursos naturales, que incluye a un sector agrícola dotado de fuertes ventajas comparativas y que se ha modernizado significativamente en diversos países, un sector minero diversificado y dinámico y considerables reservas de hidrocarburos. Esta dotación se complementa con un sector industrial potente, concentrado especialmente en lugares como São Paulo o la frontera de México con Estados Unidos, que puede seguir insertándose en una economía global cada vez más interdependiente, basada en la especialización geográfica y en la existencia de procesos productivos transnacionales. La región posee igualmente cuadros técnicos y gerenciales de buen nivel, si bien concentrados en los países de mayor desarrollo relativo, acostumbrados a operar con flexibilidad en medios cambiantes y, en no pocas ocasiones, adversos. Ciertamente, la región sigue evidenciando problemas históricos, que distan mucho de haberse resuelto. El principal de ellos consiste en las enormes desigualdades que persisten y que siguen haciendo de América Latina la región más desigual del mundo, con el agravante de que la desigualdad está muy relacionada con las razas y las etnias (Antón et al., 2009: 160) y que las brechas sociales tienden a reproducirse. Asimismo, la pobreza se mantiene como un problema grave, que afecta a cerca de 177 millones de habitantes de la región, de los cuales cerca de 70 millones son indigentes. Sin embargo, la región afronta un escenario ambivalente en relación con las brechas sociales, ya que en él se combinan tendencias estructurales que las refuerzan pero también avances recientes, que resultan auspiciosos y abren nuevas posibilidades Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 135 América Latina en un nuevo mundo para encaminarse hacia sociedades menos desiguales y con un acceso más difundido al bienestar (CEPAL, 2012a: 14). Ello explica la disminución de la proporción de la pobreza en varios países y la relativa y más leve disminución de la desigualdad en otros, debido principalmente al incremento en los ingresos laborales y al aumento de las transferencias públicas hacia los sectores más vulnerables, dentro del marco de programas ambiciosos adoptados en varios países. En comparación de su –a menudo– turbulenta historia política, América Latina parece hoy una región relativamente estable. Las elecciones se suceden regularmente, los militares tienden a subordinarse al poder civil y son reticentes a entrar en aventuras golpistas, los derechos humanos más básicos son observados en casi todos los países de la región y en varios de ellos incluso se han perseguido y se siguen persiguiendo casos de violaciones masivas registradas en el pasado. Puede haber debate respecto del grado de libertad de prensa existente en algunos países, pero las desapariciones forzadas y las violaciones masivas de los derechos humanos más básicos pertenecen al pasado. Por otra parte, las bases sociales de la democracia se han expandido, incluidas nuevas capas medias, que a menudo presionan, dentro y fuera de la política tradicional, para alcanzar dentro del menor plazo posible sus aspiraciones en materia de educación, salud o vivienda. Sin embargo, la consolidación de la democracia representativa y la gobernabilidad democrática en la región parecen precarias. Para muchos, los problemas de desigualdad y de exclusión social revelan que no se han logrado ajustar las cuentas entre democracia y desarrollo. En algunos países esta realidad explica la persistencia de caudillismos que operan dentro de los sistemas democráticos en la región, caracterizados por la falta de contrapesos reales en sus sistemas políticos, ausencia de rendición de cuentas y desprecio hacia los controles formales sobre las propias actuaciones del ejecutivo. Varios sistemas políticos han derivado hacia experiencias que podrían llamarse «neopopulistas», donde, a partir de una legitimidad electoral, se desarrollan proyectos que buscan hegemonizar la sociedad y la política, practicando juegos de suma cero en sus relaciones con el resto de la sociedad política, lo que produce como resultado una polarización que tensiona al máximo las respectivas institucionalidades democráticas. En otros casos, se observa una creciente lejanía entre los ciudadanos y los partidos políticos y los parlamentos, que se traduce en un cierto descrédito de la política y en el recurso a formas alternativas de movilización social. El resultado de estas tendencias, no siempre coincidentes, es una América Latina más diversa y plural, en que coexisten modelos muy diferentes de desarrollo político, económico y social. Si durante los años noventa fue posible plantear una cierta convergencia regional hacia democracias más o menos representativas, modelos de economía de mercado y políticas comerciales aperturistas, el panorama actual es mucho más complejo y variado. Esa diversidad no solo ha sido difícil de asumir dentro de la región, sino que ha complicado las relaciones tradicionales que América Latina ha mantenido con sus Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 136 Alberto van Klaveren socios más afines en el pasado: Estados Unidos y Europa, orientados normalmente hacia la búsqueda, no siempre realista en todo caso, de una cierta homogeneidad regional en torno a sus propios valores e intereses políticos y económicos. Esta creciente diversidad política y económica, sin embargo, no ha aumentado la conflictividad regional. América Latina sigue proyectándose como una región de paz, que resuelve de manera pacífica sus diferencias, que mantiene su compromiso con la no proliferación de armas de destrucción masiva, que registra pocos episodios de terrorismo internacional y bajos niveles de conflicto interestatal. Por cierto, la violencia sigue presente en la región, pero ella se deriva principalmente de la delincuencia común y del narcotráfico y, cuando procede de conflictos políticos, estos tienen un carácter endógeno y acotado. Con la excepción del narcotráfico, que no es un problema que se reduzca a la región, es difícil identificar amenazas para la seguridad internacional que procedan de América Latina. No hay focos de tensión como los que observan en Oriente Medio u otras regiones de Asia o África, el gasto militar es contenido, no hay evidencia de los fundamentalismos que afectan a gran parte del mundo, incluyendo a Europa, ni hay presiones migratorias descontroladas. Irónicamente, es esa ausencia de amenazas a la seguridad internacional desde América Latina la que entrega una de las claves de la menor prioridad que le asignan algunos de sus socios. El nuevo escenario externo e interno de América Latina está alimentando un regionalismo heterodoxo, caracterizado por un mayor pragmatismo en comparación con las experiencias anteriores de integración y por la superposición de múltiples vías de acción, que incluyen mecanismos formales e informales, procesos multilaterales o bilaterales, esquemas regionales o subregionales, acciones amplias y restringidas. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, no todas las iniciativas tienen un componente comercial o apuntan al establecimiento de zonas de libre comercio. Varios proyectos se abocan al desarrollo de la infraestructura física, la utilización de recursos compartidos, la conexión energética, el desarrollo tecnológico, la concertación de intereses y posiciones económicas frente a actores terceros y el desarrollo de esquemas de complementación económica. Algunos países transitan desde un esquema a otro, como sucedió en el caso venezolano, que abandonó la Comunidad Andina para sumarse al Mercado Común del Sur (Mercosur). Otros buscan mecanismos complementarios, como los integrantes de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú). Algunos tienen un componente de solidaridad política y económica, como ALBA. Y todos se adhieren a mecanismos de cooperación política y de representación regional como Unasur, para los países suramericanos, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), para toda la región. Este cuadro complejo y multiforme revela una considerable affectio societatis en la región, pero al mismo tiempo incluye incertidumbres y encarna más expectativas y buenos deseos que realidades. Pero lo que parece claro es que América Latina se está alejando del modelo europeo de integración. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 137 América Latina en un nuevo mundo La relación con Estados Unidos: el leviatán liberal en declive Resulta natural que el debate sobre el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica en el mundo se proyecte especialmente hacia América Latina, una de las regiones del mundo donde su hegemonía fue más marcada. Los cambios en el orden internacional liberal (algunos dirían neoliberal), impuesto en el pasado por Estados Unidos (Ikenberry, 2011), se han hecho sentir con fuerza en América Latina. La potencia del Norte retiene una presencia prioritaria en la región, como socio principal en materia comercial y financiera, como fuente de inversiones y, para el área de Centroamérica y del Caribe, como fuente vital de cooperación y ayuda militar y actor político de importancia innegable. Si bien hay una obvia asimetría en las relaciones interamericanas, América Latina asume una importancia mayor para Estados Unidos que para sus restantes socios externos, como mercado de destino para sus exportaciones e inversiones, como fuente de abastecimiento de materias primas, como socio industrial en procesos productivos cada vez más transnacionales y como creciente fuente alternativa de recursos energéticos, en condiciones de mayor seguridad que el convulsionado Oriente Medio. América Latina también representa un interés estratégico para Washington, en mucha mayor medida que para los otros socios externos de la región. México y la Cuenca del Caribe son parte del perímetro esencial de seguridad de la gran potencia. Sin embargo, aun cuando la potencia norteamericana sigue siendo el actor externo de mayor peso en la región, su presencia es bastante menos omnímoda que en el pasado. El declive económico parece acelerado. En el año 2000 casi el 58% de las exportaciones de la región se dirigían a Estados Unidos. Diez años después, la cifra era del 38,9% (CEPAL, 2012b: 116). Países importantes de América Latina como Brasil, Argentina, Chile o Perú exportan más a la República Popular China que a Estados Unidos. La banca europea y asiática ha remplazado en los últimos años a la norteamericana como principal proveedora de fondos para los países latinoamericanos. Asimismo, el papel declinante de Estados Unidos como exportador de capitales ha hecho que Europa y Japón hayan desplazado en los últimos años a la gran potencia como fuente de inversiones nuevas en la región. Ciertamente, el cambio no es total. La influencia económica de Estados Unidos sigue siendo muy gravitante en el caso de México, América Central y el Caribe, contribuyendo a la división de América Latina entre un Norte que todavía sigue muy vinculado a Estados Unidos y un Sur cada vez más autónomo desde el punto de vista económico (Smith, 2008: 409). Los países de América Latina mantienen posiciones muy diversas frente a sus relaciones económicas con Estados Unidos. Mientras que México, Chile, Colombia, Perú, Panamá y los estados centroamericanos han buscado acuerdos de libre comercio con Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 138 Alberto van Klaveren la gran potencia, otros se han enfrentado abiertamente a esa posibilidad. La falta de consenso fue simbolizada en el desahucio del proyecto para el establecimiento de la ambiciosa Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que surgió con gran entusiasmo durante los años noventa pero que fue enterrada y relegada al olvido por los socios mayores de Mercosur y Venezuela en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata del 2005. La situación no es muy distinta en el campo político. La mayoría de los países de la región mantienen relaciones normales con Cuba y condenan cada año en los principales foros internacionales la ley Helms-Burton y el bloqueo económico estadounidense a la isla. Con algunas excepciones, América Latina tampoco apoyó la invasión norteamericana de Irak en 2003. Chile y México, que ese año eran miembros del Consejo de Seguridad, resistieron las presiones de Washington en su frustrado intento de legitimar su ataque a Bagdad mediante un mandato del órgano de Naciones Unidas; ello, a pesar de los estrechos lazos que ambos países mantenían con Estados Unidos en otros ámbitos. Si la Organización de Estados Americanos (OEA) fue en el pasado un símbolo de la hegemonía norteamericana, hoy Estados Unidos tiene que mostrar mucha flexibilidad para evitar quedar en franca minoría en el tratamiento de temas como las condiciones para el reingreso de Cuba a la entidad, el reconocimiento al Gobierno hondureño que depuso al presidente Zelaya o el apoyo a Ecuador en su disputa diplomática con el Reino Unido en torno al asilo del hacker Julien Assange. Paradójicamente, el declive de la influencia de Estados Unidos en América Latina coincide con un período en que la región asume una importancia especial para la gran potencia. Cerca del 20% de las exportaciones de Estados Unidos se dirigen a la región, casi cuatro veces más de lo que exporta a China. Se trata del flujo comercial que más crece para Estados Unidos (Hornbeck, 2011: 1). A largo plazo, las perspectivas de la región como fuente de energía y como mercado de destino para bienes, servicios e inversiones de Estados Unidos parecen especialmente relevantes. Las grandes migraciones desde México, América Central y el Caribe hacia Estados Unidos han convertido a los latinos, mal llamados «hispánicos», en la minoría más grande de Estados Unidos. El trato a estos migrantes se ha transformado en un típico problema «interméstico», que está presente con creciente fuerza en la política interna de Estados Unidos. La lucha contra el narcotráfico representa otro tema «interméstico» en la relación entre Estados Unidos y América Latina. La guerra contra las drogas proclamada por Estados Unidos ha tenido un carácter unilateral y se ha centrado en la oferta mucho más que en la demanda, con costos crecientes y resultados declinantes (Shifter, 2009: 60). Finalmente, la violencia, a menudo asociada al narcotráfico, también amenaza en convertirse en un tema hemisférico, tanto por la fuerte concentración de este problema en la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, como por el tráfico de armas cortas alentado por la gran liberalidad que Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 139 América Latina en un nuevo mundo mantiene la gran potencia en ese ámbito y las periódicas políticas de deportación masiva de delincuentes hacia sus países de origen. La existencia de problemas compartidos con América Latina y de considerable impacto en Estados Unidos no ha producido un gran impulso en las relaciones mutuas. Tampoco lo han provocado los intereses económicos ni la nueva realidad democrática de la región que, con todas sus limitaciones, se comparan favorablemente con períodos anteriores. Y lo mismo se puede afirmar respecto de los intereses globales que podrían llegar a compartir los socios tradicionales. Paradójicamente, la ausencia de amenazas serias para la seguridad de Estados Unidos desde América Latina, sea en el marco de la guerra contra el terrorismo o en el interés de Washington de evitar la proliferación de armas de destrucción masiva, unidas a la menor conflictividad internacional de la región, hacen que objetivamente no sea muy prioritaria para Washington. Más bien, la imagen que queda es la de una relación rutinaria y que todavía no da cuenta del reequilibrio que se está produciendo en las relaciones hemisféricas, en que el dinamismo económico y las nuevas realidades políticas de América Latina contrastan con el relativo estancamiento de la gran potencia del Norte. Europa: un aggiornamento esquivo Al igual que en el caso de Estados Unidos, el contexto de las relaciones entre Europa y América Latina se ha modificado significativamente. En el pasado, muchos sectores de América Latina vieron en Europa una suerte de gran benefactora, una socia virtuosa que practica el soft power y que podía actuar como contrapeso frente a la potencia hegemónica. Esa visión nunca fue muy realista y hoy en día está desfasada. Resulta hasta cierto punto revelador que cuando se habla en América Latina de las relaciones europeo-latinoamericanas, normalmente se lamenta la bajísima prioridad que en efecto ocupa América Latina en las prioridades europeas. Por su parte, Europa ha tendido a mirar a América Latina como su espejo, como la región del mundo en desarrollo en la que se proyecta y que de alguna manera debe reproducir sus valores, políticas y prácticas, a veces con exigencias mayores que las que se formulan respecto de sus vecinos más inmediatos. Ello no solo ha sido evidente en el ámbito de la integración regional, donde las expectativas europeas se han frustrado reiteradamente, sino que también en los ámbitos más variados de la política y de la economía. Es cierto que esa visión se alimenta de valores comunes entre Europa y América Latina que objetivamente existen, pero no es menos cierto que ello ha significado una cierta unilateralidad en el diálogo, que algunos califican incluso como paternalismo, que contrasta, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 140 Alberto van Klaveren por ejemplo, con la actitud europea frente a Asia, donde parece haber más espacio para la diversidad y la diferencia. Así, el diálogo político europeo-latinoamericano, bastante intenso por lo demás, suele ser algo asimétrico en su temática, por mucho que se guarden las formas. La parte europea tiende a inquirir sobre el estado de la democracia en la región, sobre los procesos de integración, sobre el respeto a las normas medioambientales y laborales, sobre el tratamiento a los pueblos autóctonos, etc., y se limita a informar sobre el avance, siempre complejo, de la construcción europea. Rara vez forma parte de este diálogo la situación interna de los países europeos, el avance de los extremismos, las tendencias xenófobas en algunos países, los recortes sociales o el trato a las minorías o los inmigrantes. El comercio europeo-latinoamericano ha tendido a disminuir en términos relativos y muestra signos de estancamiento. Es probable que los acuerdos de asociación suscritos por la Unión Europea con México, Chile, Colombia y Perú y los países centroamericanos hayan morigerado o morigeren esa tendencia, pero no parece probable que la puedan revertir. La crisis europea también abre interrogantes respecto de las relaciones económicas birregionales, que podrían declinar a corto plazo y sobre la negociación comercial más relevante existente en ese contexto, es decir, aquella que fue relanzada en mayo de 2010 en Madrid con el Mercosur, ahora también complicada por la adhesión de Venezuela a esa entidad. En el ámbito financiero, no es descartable que la banca europea, que en las últimas décadas desplazó, sobre todo en América del Sur, a la banca norteamericana, sea remplazada ahora por sus pares asiáticos. La profunda crisis económica que vive Europa en la actualidad contrasta con la mayor resiliencia y dinamismo de las economías latinoamericanas. Una visión optimista podría concluir que la relativamente inesperada convergencia que se ha producido entre las experiencias de crisis económicas de América Latina, en un pasado algo más distante, y de Europa, en el presente, abre perspectivas para una acción conjunta para modificar la arquitectura financiera internacional y buscar una cierta gobernabilidad global en este importante ámbito. Sin embargo, no parece vislumbrarse una agenda común para buscar conjuntamente soluciones a la crisis (Gratius, 2010: 131-141). En este sentido, ni en las periódicas cumbres birregionales UE-América Latina y Caribe ni en las reuniones del G-20 se ha hecho evidente una convergencia significativa en las posiciones de los países europeos y latinoamericanos. Otra área de diálogo y hasta convergencia potencial podría referirse a la regulación de los flujos migratorios. Por cierto, los latinoamericanos lo han planteado y los europeos han manifestado disposición a escuchar, pero normalmente el diálogo se ha reducido a las quejas latinoamericanas frente a los rechazos o deportaciones de visitantes o inmigrantes latinoamericanos, sin que haya podido tratarse de manera más profunda y constructiva el papel que puede desempeñar la región como fuente de trabajadores cada vez más necesarios en una Europa que Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 141 América Latina en un nuevo mundo envejece y que posee un sector pasivo cada vez mayor. La inmigración se ha convertido en uno de los problemas más graves de Europa, en parte importante por la dificultad, cuando no abierto fracaso, de construir sociedades verdaderamente multiculturales y lograr la adaptación de los nuevos ciudadanos. Qué duda cabe que una migración regulada y gradual desde una América Latina más próxima en valores, idioma, creencias y con raíces comunes es parte de la solución y no del problema. Dentro de este contexto de intereses comunes, afinidades pero atención declinante ¿cómo fortalecer y asegurar la continuidad de las relaciones entre ambas regiones? No hay un mecanismo único para lograrlo. Las cumbres periódicas siguen siendo necesarias, pero no bastan. Hacen falta programas de trabajo más concretos, abiertos a todos los países que quieran participar, pero inspirados en las prácticas de geometría variable o distintas velocidades que han sido tan útiles e importantes en la construcción europea. Los temas posibles deberían ir desde la innovación y desarrollo hasta la inmigración, desde los derechos humanos hasta la lucha contra el terrorismo, desde el combate al narcotráfico hasta la educación superior, desde la cohesión social hasta la participación conjunta en fuerzas de paz de Naciones Unidas. Todos ellos sobre la base de una relación madura, una relación entre iguales y no entre donantes y receptores, oferentes y solicitantes, profesores y alumnos, y sobre la base de una participación voluntaria, evitando que los países reticentes condicionen el avance de la cooperación en estos ámbitos. También se debería potenciar el desarrollo de los diálogos y otros intercambios sobre políticas públicas –los policy dialogues– en que ya hay algunas experiencias interesantes en el ámbito birregional. Asimismo, se debería hacer un esfuerzo mayor en el tratamiento de temas relativamente nuevos como el cambio climático o las energías renovables. Las relaciones europeo-latinoamericanas no están en una crisis terminal. La affectio societatis todavía existe, pero se ha debilitado y se inserta ahora en un contexto global, cada vez más importante para ambas regiones. Ese nuevo contexto requiere de la renovación del marco general en que se desenvuelven esas relaciones. También necesita miradas mucho más simétricas, diferenciadas y específicas, que apunten a áreas concretas de cooperación y de acción conjunta, diseñadas para los países que quieran avanzar más y sin la amenaza de vetos derivados de la exigencia de la regla del consenso entre todos. En lugar de una asociación estratégica birregional, habrá que buscar asociaciones estratégicas en torno a temas, que incluyan un número menor, más operativo y más convencido de actores de ambas regiones. Y se debe hacer un esfuerzo para aumentar la densidad de los vínculos birregionales, complementando los encuentros formales periódicos con la generación o fortalecimiento de redes flexibles birregionales en los ámbitos que resulten de mayor interés para los países participantes. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 142 Alberto van Klaveren Asia: los socios emergentes Los vínculos de América Latina con Asia son más bien recientes, pero en los últimos años las economías emergentes de Asia se han convertido en una pieza fundamental en la nueva inserción económica de América Latina; han complementado e incluso superado en algunos casos las relaciones económicas tradicionales con América del Norte y Europa y han permitido sortear los efectos del estancamiento y crisis que las afectan. El crecimiento de las relaciones entre América Latina y Asia se debe más al desplazamiento del centro de gravedad de la economía global que a un esfuerzo deliberado de ambas partes. Si China e India explican más de un tercio del crecimiento del producto mundial durante la década del 2000 y más de dos tercios durante y después de la crisis del 2008, esa tendencia se replica igualmente en la inserción internacional de América Latina, una región que tradicionalmente ha sido extremadamente vulnerable a los cambios que se producen en la economía global. Asia ya supera a la Unión Europea como mercado de destino para las exportaciones latinoamericanas, y el vertiginoso crecimiento de las exportaciones hacia China, India y otras economías contrasta con el descenso que se observa en el intercambio con Estados Unidos, que sigue siendo por ahora el primer destino de las exportaciones regionales, en gran medida debido a la integración fronteriza entre México y Estados Unidos. China, por sí sola, ya se ha convertido en el primer destino para las exportaciones de Brasil, Chile y Perú. Las mismas tendencias se observan en el caso de las importaciones latinoamericanas, donde Asia ha desplazado a la UE como segunda abastecedora de la región y donde China, individualmente, se ha convertido en el segundo mercado de las importaciones de Brasil, Chile, Colombia y Perú. La importancia comercial de Asia se deriva de su alto ritmo de crecimiento económico, de sus necesidades de abastecimiento de materias primas y alimentos, de su peso demográfico, así como de su cada vez mayor ingreso per cápita. Sin embargo, el comercio entre América Latina y Asia se concentra en pocos productos, normalmente materias primas, y poco intensivos en tecnologías y conocimientos. Los países latinoamericanos exportan por lo general minerales y alimentos e importan productos manufacturados, sin dejar mucho espacio para la diversificación exportadora o para alianzas productivas innovadoras. Se ha producido así un «efecto China» que ha contribuido a una reprimarización de las exportaciones latinoamericanas, aumentando nuevamente la cuota de las materias primeras en la canasta exportadora regional (Rosales, 2012: 24). Las inversiones asiáticas en América Latina, por su parte, también han mostrado dinamismo, aunque no en la misma escala que el comercio. Japón mantiene una presencia significativa en el sector manufacturero, como lo demuestra la industria automotriz, y también en sectores de materias primas como la minería. China ha tenido una presencia más tardía y se ha concentrado mayoritariamente en la minería y los hidrocarburos. En los últimos años también se Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 143 América Latina en un nuevo mundo ha interesado en grandes proyectos de infraestructuras y en adquisiciones de tierras para la explotación agrícola, tendencia que ha despertado algunas reticencias en varios países receptores, gatillando incluso restricciones para las adquisiciones masivas de tierras por parte de extranjeros. El crecimiento de las relaciones económicas ha llevado también a la negociación de una red de acuerdos comerciales, normalmente bilaterales, concentrada especialmente en los países ribereños del Pacífico. En América Latina esta tendencia se observa en los casos de Chile, México, Perú y los países centroamericanos, y en Asia los protagonistas han sido Japón, China, la República de Corea, algunos países del Sudeste Asiático, Hong Kong, Taiwán y, en Oceanía, Australia y Nueva Zelanda. India ha optado por acuerdos de alcance parcial, que se han ido extendiendo gradualmente, siguiendo las tendencias de la política comercial de ese país. También existe un acuerdo multilateral, que vincula a Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, que ha servido como base para la negociación de un acuerdo más amplio y ambicioso como el Acuerdo Transpacífico (TPP), al que se han agregado Estados Unidos, Australia, Perú, Vietnam, Malasia, México y Canadá. Tres países latinoamericanos participan en la actualidad en el mecanismo para la Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC), la principal instancia de encuentro y cooperación que reúne a 21 economías de ambas riberas del Pacífico. APEC no ha logrado cumplir las metas más ambiciosas que se ha fijado, sobre todo el establecimiento de un área de libre comercio y apertura total para las inversiones entre las economías industrializadas del grupo en 2010 y para las economías en desarrollo en 2020. Sin embargo, ha representado la instancia más relevante de diálogo político y cooperación económica en el área y ha mantenido su capacidad de convocatoria para los jefes de Estado o de Gobierno de países tan relevantes como Estados Unidos, China, Japón, Rusia, Australia, Canadá o las naciones del Sudeste Asiático. También ha proporcionado el marco para la negociación de una serie creciente de acuerdos de libre comercio entre pares de países y también entre grupos como es el caso del TPP. Y en los últimos años, APEC también ha empezado a tratar temas más políticos, como la lucha contra el terrorismo. Para los países latinoamericanos participantes, APEC ha representado una plataforma muy valiosa para aproximarse al área, lo que explica el interés de otros países de la región en participar, como Colombia o varias naciones centroamericanas. Esta expansión no se ha podido materializar debido a la existencia de una moratoria para la admisión de nuevos socios. Otro referente regional de interés para América Latina está representado por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) que, a diferencia de APEC, es exclusivamente asiático, pero que incluye a un conjunto de países que presentan algunas características comunes con América Latina y que, por otra parte, adquiere creciente relevancia en el medio asiático. El estilo extremadamente pragmático con que esta entidad ha enfrentado tanto los desafíos de la integración regional como las diferencias resultantes de Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 144 Alberto van Klaveren su diversidad política –mucho mayor por cierto que la experiencia europea– podría llegar a encerrar algunas enseñanzas importantes para la América Latina actual. Por otra parte, los países asiáticos representan también una rica y experimentada fuente de aprendizaje para la adopción de políticas públicas en áreas tan relevantes como la educación, la innovación o la vinculación entre investigación y desarrollo. Hace poco más de medio siglo, los países latinoamericanos superaban con creces a muchos países asiáticos en estas áreas. Argentina era mucho más desarrollada que Corea, Chile que Singapur o Venezuela que Malasia. En muchos casos estas relaciones se han invertido de manera dramática. Varias economías asiáticas han transitado desde el tercer al primer mundo en solo dos generaciones. Sus experiencias en materia de crecimiento, distribución del ingreso o lucha contra la pobreza son sin duda relevantes para América Latina. Una comparación entre las relaciones de América Latina con sus socios tradicionales –Estados Unidos y Europa– y sus socios asiáticos emergentes muestra de inmediato un mucho mayor dinamismo económico en el caso asiático, explicado sobre todo por el ascenso de China e India. Sin embargo, la comparación también evidencia el contraste entre una relación más integral en los casos tradicionales y más unilateral y limitada en el caso asiático. Hasta ahora, América Latina no ha cultivado una relación más política con el mundo asiático e incluso se mantiene una importante brecha cultural en ese ámbito. Es cierto que Brasil ha desarrollado una relación más intensa con China e India, tanto en el plano económico como en el político, pero se trata de una excepción, explicable además por el perfil global de Brasil. Los nuevos socios Los países latinoamericanos no han restringido su acción externa a los casos anteriores. Al menos dos estados de la región, Cuba y Brasil, han mantenido una presencia relevante en África. En el caso de Cuba, esta se remonta a la época de la Guerra Fría, cuando La Habana buscaba aliados en ese continente, aportando cooperación e incluso efectivos para participar en guerras civiles o regionales. Hasta el día de hoy, La Habana dispone de una extensa red de representaciones en la región. La presencia de Brasil es algo más reciente y tiene además un componente económico importante, que se expresa tanto en el comercio como en las inversiones. Las grandes empresas brasileñas están aumentando sus ventas en ese continente y también invierten en sectores como la infraestructura o la explotación de materias primas. El despliegue de Brasil no se limita solo a la promoción de sus intereses económicos. Brasilia también ha desarrollado una relación preferente con una potencia regional como Sudáfrica y cultiva relaciones especiales con los países de lengua portuguesa. IBSA, el grupo de Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 145 América Latina en un nuevo mundo cooperación que une a India (otro actor relevante en África), Brasil y Sudáfrica ha desarrollado una sugerente agenda común entre los tres países (Heine, 2009: 130). Mercosur negoció un Acuerdo Marco con la Unión Aduanera de África del Sur. Otros países latinoamericanos mantienen todavía un perfil muy bajo en África, pero ya están abriendo nuevas representaciones diplomáticas en la región, comienzan a interesarse por los mercados emergentes del área y, como en el caso de Venezuela, buscan aliados políticos. En la década del 2000 los países suramericanos celebraron sus dos primeras cumbres birregionales con sus pares africanos. La I Cumbre América del Sur-África se celebró en Abuja (Nigeria) en 2006 y estableció un foro de concertación y coordinación regional, conformado por 54 países de África y por los 12 países de Suramérica miembros de la Unasur2. Si bien se celebró una segunda cumbre en la isla Margarita, Venezuela, en el año 2009, las relaciones birregionales todavía se mantienen a un nivel más bien discreto, sin perjuicio de los casos nacionales de Brasil, Cuba y, en menor medida, Venezuela. Las relaciones latinoamericanas con Oriente Medio tienen un componente económico significativo, que gira especialmente en torno a los hidrocarburos, tanto para el abastecimiento de los países latinoamericanos deficitarios como para la cooperación entre los países productores, en el caso de los estados que, como Venezuela, disponen de estos recursos. Los venezolanos fueron grandes impulsores históricos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y han mantenido, bajo gobiernos de muy distinto signo, su activismo en esa organización. La prosperidad de las economías exportadoras de petróleo y los nuevos hubs de servicios en el área han aumentado el interés latinoamericano en los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), tanto en Arabia Saudita como en los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Kuwait. Algunos países latinoamericanos han buscado negociar acuerdos de libre comercio con el área, pero hasta ahora solo existe un acuerdo marco entre Mercosur y el Consejo, sin que se haya avanzado hacia el establecimiento de zonas de libre comercio. Además de los intereses comerciales, existen desde comienzos del siglo xx importantes e influyentes comunidades de origen palestino, sirio y libanés en distintos países latinoamericanos, al igual que comunidades judías en países como Argentina, Brasil, México y otros. Aunque estas comunidades se asimilaron rápidamente a sus países de acogida, en los últimos años han tendido a interesarse más en el conflicto de Oriente Medio, aunque hasta ahora no con los grados de identificación y en ocasiones polarización que se observan, por ejemplo, en las comunidades árabes en Europa. Los países latinoamericanos 2. Resulta interesante destacar que este foro se limita a los países suramericanos, dejando fuera a México, Centroamérica y el Caribe. Fue el diseño preferido especialmente por Brasil, articulador original de los mecanismos de cooperación suramericanos en el ámbito de la política exterior. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 146 Alberto van Klaveren han tendido a apoyar la causa palestina, pero por lo general desde una posición más bien moderada y la gran mayoría de ellos conserva relaciones normales con Israel, con excepciones como Venezuela. En el ámbito institucional, los países suramericanos han empezado a celebrar cumbres birregionales con sus pares árabes, a partir de una iniciativa brasileña, que fue recogida igualmente por la Liga Árabe. La primera cumbre tuvo lugar en Brasilia en 2005, la segunda en Qatar en 2009 y la tercera fue convocada para Lima en octubre de 2012. Por su parte, la Primavera Árabe ha despertado el interés de algunos sectores árabes y, sobre todo, de terceros países como Estados Unidos o Europa y organizaciones internacionales, que intentan hacer una comparación entre los relativamente exitosos procesos de transición latinoamericanos y los más precarios casos en el mundo árabe, pese a las grandes diferencias culturales y de contexto existentes. Mención aparte merecen las relaciones con Irán. Teherán ha buscado estrechar sus vínculos con la región y ha encontrado una acogida entusiasta en algunos países del ALBA. Los intercambios de visitas entre Irán y Venezuela son muy frecuentes y por general culminan con la firma de múltiples acuerdos de cooperación, cuyo impacto no siempre es visible. Irán también ha cultivado relaciones especiales con Bolivia, Ecuador y Nicaragua, pero resulta excesivo hablar de un eje con dichos países, ya que muchas veces los intercambios tienen un carácter más bien retórico. En cambio, Irán mantiene vínculos bastante más pragmáticos, sobre todo en el ámbito económico, con los países mayores de la región. Brasil representa un caso especial en este contexto, toda vez que ha complementado sus relaciones comerciales con un intento de mediación, junto a Turquía, en un tema de tanta relevancia como la cuestión nuclear de Irán. El punto no es si esta gestión fue exitosa, lo que claramente no fue, sino que el hecho de que un país latinoamericano interviene en una cuestión de fuerte interés global en un área distante. Venezuela, por su parte, estableció una relación preferente con la Rusia post-soviética, que incluye compras muy sustanciales de armamento y la construcción de centrales nucleares, y busca relaciones especiales con un socio tan improbable como Bielarus. Moscú también ha buscado fortalecer sus relaciones tradicionales con los países mayores de la región y con Cuba, aunque sin el componente ideológico y los grandes subsidios de la época de la Guerra Fría. También hay posiciones un tanto sorprendentes, como el hecho de que la pequeña Nicaragua se haya transformado en uno de los pocos estados del mundo en reconocer a las repúblicas secesionistas de Abjasia y Osetia del Sur, manteniendo por otra parte sus relaciones diplomáticas con Taiwán y no con la República Popular China. Los cambios geopolíticos que se han operado en el mundo y la abundancia de hidrocarburos en algunos países del Asia Central han despertado igualmente un cierto interés diplomático en el área. En el caso de Brasil, su presencia en la región es en realidad parte de un despliegue global. Otros países, como Argentina, han buscado entablar relaciones más estrechas con Azerbaidzhán, pero ello les ha significado problemas con su influyente comunidad armenia local. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 147 América Latina en un nuevo mundo En un plano menos exótico, algunos países de América Latina también han desarrollado vínculos nuevos con otros socios no tradicionales. Chile considera a Australia y Nueva Zelanda como países like-minded, esto es, países con los cuales hay afinidades importantes en materia de políticas públicas y una considerable sintonía internacional, sea para negociar una organización regional de pesca que permita preservar recursos pesqueros en franco peligro de depredación en el Pacífico sur o para promover intereses comerciales como productores de vinos del «nuevo mundo». El concepto de like-minded se aplica también a países como Canadá, con los cuales Chile, México y otros estados han emprendido diversas iniciativas multilaterales. Este concepto se extiende asimismo a países de la Unión Europea, considerados de forma individual, como Austria, Finlandia, los Países Bajos, Suecia o, por cierto, España y Portugal, y también a países que no pertenecen a la UE como Noruega o Suiza. Conclusión La diversidad de América Latina se expresa también en sus relaciones internacionales. Los grandes cambios que ha experimentado el sistema internacional se reflejan con fuerza en la región. Estados Unidos no es el mismo en el mundo y tampoco lo es en lo que fue su patio trasero. La crisis europea acentúa la disminución de la presencia europea en el área. Los vínculos entre los propios países latinoamericanos aumentan, pero no el marco de un proceso único y coherente de integración regional. China, India, Corea y otros países asiáticos se agregan a la presencia tradicional pero siempre discreta de Japón en el área, sin embargo hasta ahora limitan sus vínculos al área económica. Y América Latina busca también nuevos socios en un mundo que se caracteriza por el «ascenso del resto» del que habla Fareed Zakaria (2009). No obstante, el impacto de estos cambios ha sido más bien gradual. Las relaciones tradicionales conservan una cierta inercia y tienden a mantener hábitos y prácticas que responden a épocas anteriores. Hay países latinoamericanos que siguen mirando a Estados Unidos con ojos tradicionales, sea como aliado o como enemigo histórico; y en Washington los cercanos a América Latina siguen lamentándose de la falta de atención de sus dirigentes hacia la región, como si Estados Unidos estuviera llamado a seguir siendo un protagonista central de la realidad latinoamericana. Por su parte, los europeos, que conservan un papel en la región, no parecen siempre conscientes de la necesidad de buscar un cierto reequilibrio en las relaciones mutuas y tienden a mantener su aspiración a ver en la región su propio espejo político, económico y social. Y los vínculos con Asia conservan un perfil marcadamente económico, que tiene más que ver con las leyes del mercado que con una acción diplomática expresa de las partes. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 148 Alberto van Klaveren La inserción de América Latina en el nuevo escenario global sugiere así la imagen de un adulto joven, que ya alcanzó su madurez, pero que no siempre logra convencer a sus cercanos de su nuevo estado y que, por otra parte, tampoco parece muy convencido de ello. Más allá de esta imagen, es claro que la inserción internacional de la región ha cambiado sustancialmente, y seguirá cambiando en la misma medida como consecuencia de las grandes mutaciones que está experimentando el sistema internacional y de la consolidación de su estatus como segunda región emergente del mundo. Referencias bibliográficas Antón Pérez, José Ignacio et al. «Pobreza y desigualdad en América Latina». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 85-86 (2009). Barcelona: Fundació CIDOB, p. 157-183. Blaney, David L. e Inayatullah, Naeem. «International Relations from Below», en: Reus-Smith, Christian y Snidal, Duncan (eds.). The Oxford handbook of International Relations. Oxford: Oxford University Press, 2008, p. 663-674. CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Panorama social de América Latina 2011. Santiago de Chile: CEPAL, 2012a. – Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe 2011-2012. Santiago de Chile: CEPAL, 2012b. Escudé, Carlos. Realismo Periférico: Bases Teóricas para una Nueva Política Exterior Argentina. Buenos Aires: Planeta 1992. – Principios de realismo periférico: vigencia de una teoría argentina ante el ascenso de China. Buenos Aires: Lumière, 2012. Fukuyama, Francis. The End of History and the Last Man. New York: Free Press, 1992. Gratius, Susanne. «La UE y América Latina ante la crisis económica y la nueva arquitectura financiera global: ¿podemos construir una agenda común?».Nuevas bases para las relaciones entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe. Madrid: FIIAP, 2010, p. 131-141. Heine, Jorge. «Playing the India Card», en: Cooper, Andrew F. y Heine, Jorge (eds.). Which Way Latin America? Tokyo: United Nations University Press, 2009, p. 122-139. Hornbeck, «U.S.-Latin America Trade: Recent Trends and Policy Issues». Congressional Research Service, 8 de febrero de 2011 (en línea) [Fecha de consulta 3.9.2012]. http://www.fas.org/sgp/crs/row/98-840.pdf.. Ikenberry, G. John. Liberal Leviathan. The Origins, Crisis, and Transformation of the American World Order. Princeton: Princeton University Press, 2011. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 149 América Latina en un nuevo mundo Kacowicz, Arie M. The Impact of Norms in International Society. The Latin American Experience 1881-2001. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 2005. Kupchan, Charles A. No One’s World. The West, the rising rest, and the coming global turn. Oxford: Oxford University Press, 2012. Maxfield, Sylvia. «International Development», en: Carlsnaes, Walter; Risse, Thomas y Simmons, Beth A. (eds). Handbook of International Relations. London: Sage, 2002, p. 462-479. Muñoz, Heraldo y Tulchin, Joseph S. (eds.). Entre la autonomía y la subordinación. Política exterior de los países latinoamericanos. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1984, 2 vol. Rosales, Osvaldo. «Relaciones económicas de América Latina con China y Asia Pacífico». Ponencia presentada en la Conferencia Internacional Las relaciones económicas entre Chile y Asia. CIEPLAN, 29 de marzo de 2012 (en línea) [Fecha de consulta 7.9. 2012] http://www.cieplan.org/media/actividades/archivos/16/Relaciones_Economicas_ de_America_Latina_con_China_y_Asia_Pacifico.pdf.. Shifter, Michael. «Managing disarray: The search for a new consensus», en: Cooper, Andrew F. y Heine, Jorge (eds.). Which Way Latin America? Tokyo: United Nations University Press, 2009, p. 50-63. Smith, Peter. Talons of the Eagle. Latin America, the United States, and the World [3rd ed.]. Oxford: Oxford University Press, 2008. The Economist. «So near and yet so far. A special report on Latin America». 11 September 2010. Zakaria, Fareed. The Post-American World. New York: W.W. Norton, 2009. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.100, p. 131-150 . Diciembre 2012 ISSN:1133-6595 – E-ISSN:2013-035X – www.cidob.org 150