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L l n i v e n s i ò a d de N a V a n к a Agradecemos a la Fundación Universitaria de Navarra su ayuda en los proyectos de investigación del GRISO, a los cuales pertenece esta publicación. Agradecemos al Banco Santander Central Hispano su colaboración en los proyectos del GRISO y en La Perinola. © 2001. De los artículos: los autores. De las ilustraciones en color: Amabel Míguez de la Sierra. ISSN: 1138-3636 Depósito Legal: NA 2717-1997 Diseño de Cruz Larrañeta. San Sebastián (España). Tino.: 943 454820 Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, S.A. Impreso en Eurograf Navarra, S. L. Polígono Industrial Tajonar, Calle O, nave 31. Mutilva Baja (Navarra). LA PERINOLA ReviSTíí be Invesngación Qyevediana DIRECTOR: Ignacio Arellano SECRETARIO: Santiago Fernández Mosquera E D I T O R E S Y LECTORES PERMANENTES: Celsa Carmen García Valdés y Victoriano R o n c e r o SECRETARIA TÉCNICA: J. Enrique Duarte C O N S E J O ASESOR: Alberto Blecua Fernando Piata José Manuel Blecua Felipe B. Pedraza Antonio Carreira Isabel Perez Cuenca Máxime Chevalier José Maria Pozuelo Yvancos Edmond Cros Maria Grazia Profeti James O. Crosby Augustin Redondo Cristóbal Cuevas Alfonso Rey Henry Ettinghausen Josette Riandière La Roche Ángel R. Fernández Francisco Rico Víctor García de la Concha Elias L. Rivers Fernando González Ollé Marie Roig Miranda Luis Iglesias Feijoo Gonzalo Sobejano Fernando Lázaro Carreter Carlos Valilo Sagrario López Poza Dario Villanueva Alessandro Martinengo Domingo Ynduràin LA PERINOLA REVISTA de Invesjigación Quevediana Númno 5 2001 (Númeno Coondinado pon Vicwmano Ronceno) Bsmdws Alberto ACEREDA, « D e Q u e v e d o líricas y actitud vital» Ignacio ARELLANO «Entremés y Celsa de la ropavejera, a Darío. Carmen Resonancias 11 GARCÍA VALDÉS, de Quevedo» 25 Ignacio ARELLAN O y Victoriano R O N C E R O , «El p o e m a "Jura d e el Serenísimo Príncipe d o n Baltasar Carlos", de Q u e v e d o » 39 Federica CAPPELLI, «Ivicio ave de Marco Brvto hizieron los Autores en sus Obras: un estudio d e las t r a d u c c i o n e s quevedianas d e los pasajes clásicos» 69 William H. C L A M U R R O , « Q u e v e d o y la lectura política» 95 James O. CROSBY, «"Más he querido atreverme q u e engañarme": Q u e v e d o frente al dilema d e hablar o callarse en Los sueños» 109 Miguel G O M E S , «La v o z alterna: Q u e v e d o c o m o signo e n la obra d e Borges y Paz» 125 Luciano L Ó P E Z GUTIÉRREZ, «Los "gustos d e amores" en la poesía d e Q u e v e d o » „ 147 Enrique M O R E N O CASTILLO, «Anotaciones a la silva " A l inventor d e la pieza d e artillería" d e Francisco d e Quevedo» 165 Carmen PERAITA, «La oreja, lengua, v o z , el grito y las alegorías d e l acceso al rey: elocuencia sacra y afectos políticos en Política de Dios d e Q u e v e d o » 185 8 ÍNDICE Fernando PLATA PARCA, « E d i c i ó n d e las Controversias Séneca, texto inédito d e Francisco d e Q u e v e d o » de 2 0 7 Elias L . RIVERS, «Preceptismo dogmátic o d e Q u e v e d o : su c o n d e n a del encabalgamiento léxico y del hipérbaton» 2 7 7 Jesús SEPÚLVEDA, « C o n un soneto d e Q u e v e d o : erótico y niveles d e interpretación» 2 8 5 léxico Varna José Julio T A T O PUIGCERVER, «Más sobre médicos en Q u e vedo» 3 2 3 Reseñas Q u e v e d o , F. d e , Historia de la vida del Buscón, ed. V. R o n c e r o , Madrid, Biblioteca Nueva, 1 9 9 9 ( I g n a c i o ARELLANO) 3 3 9 Fernández Mosquera, S., La poesía amorosa de Quevedo. Disposición y estilo desde «Canta sola a Lisi», Madrid, G r e d o s , 1 9 9 9 (Elena G O N Z Á L E Z Q U I N T A S ) 341 Normas p V jornadas sobre Q u e v e d o y su época p X X I certamen p o é t i c o vedo internacional 3 4 9 Francisco de Que3 4 9 p Q u e v e d o en la red 3 5 0 p Q u e v e d o en Nueva Y o r k 351 p M o n o g r á f i c o sobre Q u e v e d o d e ínsula 351 p M o n o g r á f i c o sobre Q u e v e d o d e Anthropos 3 5 2 Sucvamo analmco / AhsTnacTS 3 5 5 Noncnas ednomales 3 6 3 El poema «Jura de el Serenísimo Príncipe don Baltasar Carlos», de Quevedo Ignacio Arellano y Victoriano R o n c e r o G R I S O , Universidad d e Navarra y SUNY-Stony B r o o k 1. Dentro del corpus p o é t i c o de Q u e v e d o las c o m p o s i c i o n e s heroicas y laudatorias de Clío han r e c i b i d o generalmente p o c a atención. Sin embargo p u e d e advertirse en ellas algunos de los rasgos más nucleares del arte quevediano, que merecen, sin d u d a , una observación detenida. La densidad d e los detalles alusivos a circunstancias y personajes históricos exigen igualmente una a n o tación meticulosa, que hemos intentado en nuestro v o l u m e n en prensa La musa «Clío» del «Parnaso Español» de Quevedo ( A n e j o s d e La Perinola). Entre los poemas incluidos p o r González d e Salas en Clío se halla el d e d i c a d o a la jura del príncipe Baltasar Carlos, al p a r e c e r inacabado, interesantísimo p o r m u c h o s c o n c e p t o s . Un reciente trabajo de Vega M a d r o ñ e r o ' ha apuntado algunos detalles, a p o r tando muy útil d o c u m e n t a c i ó n de las relaciones coetáneas del suceso, especialmente la de Hurtado de M e n d o z a , considerada p o r Antonio de L e ó n Pinelo, en sus Anales de Madrid, c o m o m o d e l o del género, pero el poema quevediano requiere un comentario y anotación sistemáticos. N o tratamos en esta ocasión d e agotar este objetivo; nos ha parecido, sin embar go , útil, ofrecer un avance d e nuestro libro m e n c i o n a d o , editando aquí el texto del p o e m a c o n algunas consideraciones sobre sus circunstancias y técnica y c o n un aparato de notas que aclare las principales referencias. 2 . Según afirma González de Salas, el proyecto de edición q u e vediano pretendía una disposición d e los poemas en «clases diversas, a quien las nueve Musas diesen sus n o m b r e s ; apr o pr i án do s e a los argumentos la profesión que se hubiese destinado a cada u n o » . El editor respetó el d e s e o del poeta, pero varió algunos detalles ' Vega Madroñero, 1999. La Perinola, 5, 2001. 40 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO sobre t o d o en lo relativo a la profesión d e las Musas y distribución de los poemas, sin contar las revisiones, correcciones y terminaciones d e algunos d e ellos. L o que tenemos, pues, es más o m e n o s lo q u e había planeado Q u e v e d o , aunque con la intervención en ciertos aspectos d e González de Salas. N o sabemos exactamente el grado d e intervencionismo del erudito en los poemas del Parnaso español; declara en determinados m o m e n t o s que corrigió algunos poemas, que terminó alguno que otro y que les c o l o c ó los epígrafes c o n q u e van encabezados. D e j a n d o a un lado estas incertidumbres, y, p o r lo que se refiere a la musa que nos ocupa, creemos que todos los poemas que aparecen bajo el n o m b r e d e Clío encajan perfectamente en los límites d e esta musa d e la Historia, a la que la tradición representaba c o n un pergamino. De acuerdo c o n estos d o s c o n c e p t o s , se reúnen ( p o r Q u e v e d o o González de Salas) en esta primera sección las «poesías heroicas, esto es, elogios, y memorias d e príncipes y varones ilustres», c o n lo que se adapta al origen de la musa que era «la que da la fama». En la musa Clío Q u e v e d o continúa con esa tradición de p o e s í a encomiástica a los grandes héroes d e su época: reyes y nobles. En nuestro poeta al sentido de tradición, de continuum literario en el que se hallaba inmerso, se unía su propia ideología que le hacía añorar un pasado imperial más brillante con el que se sentía más identificado. El importante p o e m a núm. 2 5 d e Clío describe la jura del príncipe Baltasar Carlos que se celebró en Madrid el 7 de marzo de 1632. El p o e m a c o m b i n a las referencias religiosas con las políticas, a Dios Padre y Jesús, p o r un lado, y a Felipe IV y al p r í n c i p e Baltasar Carlos, p o r el otro. El p o e m a se estructura en tres partes diferenciadas: una introd u c c i ó n (estrofas I-III), la descripción de la ceremonia (estrofas I V - X X ) , y la relación de la guerra de Júpiter contra los gigantes y alusión a los enemigos de Felipe IV-Dios (suecos y alemanes) q u e serán derrotados (estrofas XXI-XXIII). Aquí termina el p o e m a tal c o m o lo c o n o c e m o s , ya que da la impresión, y así lo afirma G o n z á lez d e Salas, d e que ha llegado a nosotros i n c o n c l u s o , lo que d e nuncia su abrupto final. La i n t r o d u c c i ó n c o l o c a el p o e m a en ese ámbito religioso q u e en la España del siglo XVII se halla tan relacionado c o n la política, c o m o lo demuestran entre otras obras la Política de Dios. Q u e v e d o d e b e describir la jura del príncipe Baltasar Carlos, h e r e d e r o y esperanza d e la monarquía española, y d e b e dotar a esta descripción d e una solemnidad y grandeza que la acerquen a la c o n dición divina d e que gozaban los reyes. C o n este objetivo se vuelve hacia la Sagrada Escritura, que le p r o p o r c i o n a el e p i s o d i o de la Transfiguración. N o d e b e ir más «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE...» 41 lejos: ¿qué m e j o r manera d e establecer la c o n e x i ó n Dios-España que recurrir a este episodio de la vida de Jesús? En el m o n t e T a b o r Dios Padre, ante los apóstoles presentes, confirma a Jesús c o m o su hijo amado; en la jura Felipe IV presenta a sus subditos a su heredero. El escritor hace coincidir ambos m o m e n t o s ; el primer verso de las tres primeras estrofas, en una perfecta anáfora, c o mienza con la c o n j u n c i ó n cuando que tiene su c o n c l u s i ó n en la cuarta c o n el adverbio entonces. Según esto, ambos actos transcurren en una secuencia próxima, si n o en el tiempo, sí en la intencionalidad y en la trascendencia de ambos. Las tres primeras estrofas siguen muy de cerca el texto del Nuevo Testamento en el que se narra el e p i s o d i o de la Transfiguración, c o m o ilustramos en las notas. Q u e v e d o n o se aparta d e la narración evangélica, llegando incluso a traducir literalmente algunos pasajes, c o m o las palabras pronunciadas p o r el Padre, q u e sirven de c o n e x i ó n entre uno y otro plano. C o m o n o podí a ser menos en estas primeras estrofas abundan los vocablos del c a m p o semántico de la luz {ardiente, resplandeciente, sol, encendido) y d e los metales preciosos (tesoro, oro, perlas) con los que el poeta p r e t e n d e describir la magnificencia d e la escena bíblica c o n el p r e d o m i n i o del blanco y d e la luz o resplandor. T o d o expresa divinidad, aunque a esta divinidad le acompañan rasgos humanos, c o l o c a d o s quizás para establecer una perfecta correlación entre la corte divina y la corte humana del cuarto de los Felipes. Así tenemos palabras c o m o corles, testigos, trono, rey de armas que se aplican al episodio bíblico, c o n lo cual queda más clara la c o n c e p c i ó n teocrática d e la monarquía española que defendía el poeta, y en la que continuaba la c o n c e p c i ó n medieval que pretendía e q u i p a r a r cielo y tierra. Y esta identificación, este c o n c e p t o teocrático q u e d a perfectamente claro c u an do en las estrofas IV y V se centra en Felipe IV y el acto de la jura. La correlación se basa en el uso d e las c o n j u n ciones y adverbios que unen ambas acciones. El entonces anafóric o , c o m o ya hemos apuntado, marca la simultaneidad mítica de las acciones que culminan en la estrofa V con la recuperación del cuando para cerrar el ciclo iniciado con el primer verso del poema: tú entonces, pues (¡anuncio venturoso, colmado y rico de promesas santas!), a imitación de el rey siempre glorioso de quien indigno calza el sol las plantas, próvido juntamente y religioso, y humilde emulador de glorias tantas, siempre en el Cielo tu discurso fijo, cuando el Hijo nombró, nombras tu hijo. (vv. 33-40) 42 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO C o m o se p u e d e apreciar, el último verso asimila ambas escenas: la presentación de ambos hijos a sus subditos. Así, con estas d o s estrofas termina la c o r r e s p o n d e n c i a entre la Transfiguración y la jura del príncipe, estrofas que introducen la acción terrenal: la descripción d e la ceremonia real. Esta segunda parte, en su principio (estrofas V - X I ) continúa la analogía Dios Padre-Felipe IV y Jesús-Baltasar Carlos. La estrofa VI refleja el espíritu cristiano de la dinastía de los Austrias e s p a ñ o les, que, al igual que Cristo dio su vida por salvar a los h o m b r e s , dan su vida p o r defender a los cristianos d e los enemigos de la fe, representados aquí p o r los faraones. La estrofa VII supone un cambio en el sujeto de la acción; si hasta ahora han sido Dios Padre, Jesús y Felipe IV, los protagonistas del p o e m a , ahora es el príncipe Baltasar Carlos el que se c o n vierte en el o b j e t o principal de la c o m p o s i c i ó n poética. Pero c o n tinúa la analogía entre el plano evangélico y el evento de la corte austríaca. Q u e v e d o aplica ahora el recurso de la semejanza del n o m b r e del príncipe c o n el del rey Baltasar: ambos siguieron una estrella, q u e en el caso del príncipe es su padre. Y la analogía va más allá c u a n d o en la estrofa VIII utiliza el tópico del puer senex-. «niño p u d o venir, mas n o fue niño» (v. 6 4 ) . C o m o Jesús, Baltasar Carlos ha nacido c o n la sabiduría de quien va a suceder o a acompañar en el trono al rey del cielo y de la tierra. Pero la analogía, que p o d r í a m o s denominar casi hipérbole religiosa, todavía tiene un n u e v o elemento. En la estrofa IX prosigue: De trinidad humana vi semblantes como pueden mostrarse en nuestra esfera, pues a ti tus hermanos semejantes son segunda persona y son tercera, ( w . 65-68) Q u e v e d o ha creado la trinidad humana, formada p o r el rey Felipe IV y sus hermanos los infantes Carlos y Fernando. C o n ello el poeta quiere reflejar la estrecha unión que existe entre el m o n a r c a y sus hermanos, que forman una sola persona, una sola mente. La monarquía española tiene, pues, tres cabezas, que forman una trinidad humana, la cual se asocia también con la figura mítica de Gerión, rey legendario de España, que para unos historiadores era un gigante c o n tres cabezas, y para otros tres hermanos muy u n i d o s . De esta forma ha vuelto a c o l o c a r en un mismo p o e m a , estableciendo analogías c o n el rey español, a un personaje religioso y a otro m i t o l ó g i c o , mecanismos t o d o s de mitificación de la 2 Para Mariana, Historia de España, ed. Pi y Margall, 1950, vol. I, p. 9, eran tres hermanos hijos del rey Gerión, que pretendieron eliminar del trono al rey Osiris, que había derrotado a Gerión en una batalla «en los campos de Tarifa junto al estrecho de Gibraltar». 2 «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE. 43 monarquía española a la que conecta c o n la tradición religiosa, teocrática, pero a la que dota de las características d e los h é r o e s mitológicos a los que los escritores atribuían grandes hazañas. Felipe IV p u e d e recibir su p o d e r d e Dios e imitar su ejemplo, p e r o por su grandeza, por sus hazañas p u e d e colocarse en el m o n t e Olimpo en c o n d i c i o n e s d e igualdad c o n el dios Júpiter. A partir d e este m o m e n t o se inicia la presentación de los principales personajes que participaron en la ceremonia. C o m o es natural, y después d e la mención del rey, sus hermanos y el príncipe, le c or r es pon de el turno a la reina Isabel, que viene i n t r o d u c i d a por la referencia a la flor de lis (el lirio) símbolo d e la casa real francesa. Para describirla el poeta utiliza v o c a b l o s del c a m p o semántico de la luz: luz, resplandor, soles. También la i n t r o d u c c i ó n del Infante Cardenal contiene referencias a la luz, en este caso c o n símbolos d e su c o n d i c i ó n de eclesiástico y su cercanía al sol, p u e s así hemos d e entender la alusión a los arreboles. Para terminar esta descripción de los distintos miembros de la casa real en la estrofa XIV presenta al infante Carlos, del que destaca su vertiente militar: Carlos en luz y en el lugar lucero resplandeciente precursor camina; viene Adonis galán, Marte guerrero, y a Venus dos congojas encamina; va con susto la gala de el acero y menos resplandece que fulmina, porque tu providencia, que le inflama, le destina a los riesgos de la Fama. ( w . 105-112) De n u e v o irrumpe la mitología para presentar al infante Carlos, c o m o un h é r o e o dios m o d é l i c o , destacando su belleza física ( A d o n i s ) y su calidad d e guerrero (Marte), p r o v o c a n d o las c o n g o jas de Venus, que había sido amante de los dos. Pero los últimos cuatro versos inciden intensamente en su aspecto militar, e j e r c i c i o al que lo había dirigido su hermano. Las estrofas X V a XVII describen la fastuosidad y grandeza c o n que se llevó a c a b o el desfile al regreso de la ceremonia de la jura, destacando el amor del p u e b l o por su monarca, que se lleva detrás los ojos de t o d o s los que habían acudido a presenciar la c e r e m o nia. Es particularmente interesante la estrofa X V I en la que Q u e v e d o en estilo e imágenes bastante gongorinas describe el caballo en el que iba m o n t a d o el monarca. El caballo adquiere aquí p r o p o r ciones mitológicas: desafía al viento, herrado de alas (reemplazadas metonímicamente p o r los Mercurios) c o n las que apenas llega a pisar el suelo. L o que construye la estrofa en realidad es v e r d a d e ro emblema, paralelo a las representaciones pictóricas ecuestres d e 44 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO los reyes. D o c u m e n t a m o s en las notas al p o e m a las dimensiones emblemáticas y el sentido político y moral de esta estrofa; añadiremos el preciso texto de Dante en / / Convivio (tratado IV, 26) d o n d e usa la imagen del caballo bien regido por su jinete para la virtud de la templanza: Este deseo debe ser dirigido por la razón. Así como un caballo sin brida y freno por noble que sea por naturaleza no se guía sin un buen jinete, así también este deseo, que se llama irascible o concupiscente, por noble que sea debe obedecer a la razón. La razón como un buen jinete dirige el deseo con brida y espuela. Saavedra Fajardo utiliza el freno y las riendas en su empresa 21 (Idea de un príncipe político cristianó) c o m o símbolo de la ley, la razón y la política que d e b e n regir las acciones del príncipe. L o que describe Q u e v e d o aquí, p o r tanto, es un verdadero emblema alusivo al b u e n g o b i e r n o y al p o d e r del rey, expresados mediante el d o m i n i o del caballo. La estrofa XVIII introduce al príncipe Baltasar Carlos, que va en una litera en brazos de la condesa de Salvatierra. La imagen que aplica al príncipe es la de sol recién amanecido con la que se describe al h e r e d e r o del rey, representado a su vez por la imagen del Sol. Pero n o es un ambiente del t o d o festivo, pues el p o e t a avisa al rey d e que t o d o lo que es ahora «alegre gala y fiesta», le aguarda «en más edad cárcel molesta» ( w . 1 4 3 - 4 4 ) . La estrofa, pues, se divide en d o s partes simétricas: la primera compuesta p o r los primeros cuatro versos en que se celebra el resplandor de este sol naciente; la segunda, c o n los últimos cuatro versos, en los q u e se previene, avisando c o n tonalidad moral y política el futuro q u e le espera al príncipe, con términos c o m o cuidado, prevenido, cárcel molesta que reflejan la verdadera servidumbre de la tarea de g o bierno, pues la del rey es una misión d e servicio continuo. Las d o s estrofas que c o n c l u y e n esta segunda parte (XIX y XX) describen la actitud d e los subditos que rinden homenaje a la familia real, en especial al rey y su heredero. De nuevo se activa el c o n t e x t o cristiano entre todas las abundantes referencias mitológicas q u e estamos c o m e n t a n d o en esta parte. Se presenta así al m o narca c o m o el defensor d e la auténtica fe, al que los enemigos tienen tanto m i e d o que se asustan de oír su nombre. La tercera, y última parte en la que hemos dividido el p o e m a , c o m b i n a los elementos mitológicos con los religiosos, a u n q u e predominan los primeros. Se inicia en la estrofa XXI c o n la descripción d e la guerra d e Júpiter contra los gigantes, motivo al q u e ya había e c h a d o m a n o el poeta en otras ocasiones ( p o e m a s 9 y 24), aplicado en esta ocasión a los conflictos con los suecos del «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE 45 rey Gustavo A d o l f o II vistos c o m o gigantes / titanes que se r e be l an contra el dios supremo: Tal osa contra ti, tal le contemplo al monstro de Stocolmia, que tirano padecerá castigo cuando templo se prometió sacrilego y profano; tú a Flegra añadirás ardiente ejemplo; allí triunfante colgará tu mano su piel de alguna planta, que cargada a fuerza de soberbia esté humillada, ( w . 185-192) Se aprecia c ó m o el rey Felipe IV se ha c on ver tido en Júpiter que derrotará en una nueva Flegra a los temidos gigantes / s u e c o s , a los que se presenta individualizados p o r su rey, al igual que los gigantes lo fueron por Encelado, el más terrible d e t o d o s ellos. Las implicaciones ideológicas n o p u e d e n ser más claras: los herejes son los gigantes que pretenden usurpar el puesto del auténtico rey y de la verdadera religión. El poema termina con una estrofa en la que abundan los v o c a blos del c a m p o semántico d e la muerte: cuerpos muertos, sangre, temor, gemirán, venganzas. Se personifica a los ríos (Rin y D a n u b i o ) que serán los testigos de la venganza del rey, que es, al fin y al c a b o , c o m o lo expresa c o n toda claridad en el último verso la venganza de Dios (vv. 1 9 9 - 2 0 ) . JURA DE EL SERENÍSIMO P R Í N C I P E D O N BALTASAR C A R L O S EN D O M I N G O DE LA T R A N S F I G U R A C I Ó N 3 I C u a n d o glorioso entre Moisés y Elias, tiñó de resplandor el velo humano el que, p o r desquitar las Jerarquías, en mejor árbol restauró el manzano, c u an do a cortes llamó las profecías, y por testigos sube d e s d e el llano al monte d o n d e eterno reina el cedro, con sus primos J a c o b y Juan, a P e d r o ; 5 El número atribuido es el de orden de colocación en Clío, en El Parnaso Español, de donde tomamos el texto, proponiendo nuestra acentuación y modernizando las grafías sin relevancia fonética. 3 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO II c u an do el tesoro de la luz ardiente, que se disimulaba detenido, se explayó p o r la faz resplandeciente y en incendios d e el sol bañó el vestido, y c u a n d o p o r gozar siempre presente trono en eternas glorias e n c e n d i d o , quiso hacer tabernáculos quien era de el que vino a fundar Piedra Primera; 10 15 III c u a n d o abrasado c o n hervores de o r o (rey de armas una n u b e soberana), ostentando elocuente su tesoro p o r más perlas q u e llora la mañana, c o n la lira en que templa el santo c o r o , orbes p o r cuerdas, c u an do canta Hosana, «Oídle, que me agrado en El —les dijo—, y es mi querido y siempre amado Hijo», 20 IV entonces tú, monarca que coronas con d o s m u n d o s apenas las d o s sienes, tú, que haces gemir las cinco zonas para ceñir los reinos que mantienes, tú, que c o n golfos tuyos aprisionas las invidias de el mar y los desdenes, tú, Cuarto a los Filipes, con honrarlos, que el Quinto quitas que pasó a los Carlos, 25 30 V tú entonces, pues (¡anuncio venturoso, c o l m a d o y rico d e promesas santas!), a imitación de el rey siempre glorioso de quien indigno calza el sol las plantas, p r ó v i d o juntamente y religioso, y humilde emulador d e glorias tantas, siempre en el Cielo tu discurso fijo, c u an do el Hijo n o m b r ó , nombras tu hijo. VI Porque fuese la acción más parecida, si de partida con los dos trataba, tú tratabas también de la partida, 35 40 «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE. por rescatar la religión esclava; El c o n su muerte parte a dar la vida; tú c o n la vida, que tu celo alaba, vas a que, rojo en sangre, tus leones te muestren mar d e tantos Faraones. 47 45 VII Al n o m b r e de tu hijo se debía la corona que hereda d e la estrella 50 de quien t o m ó los rayos y la guía el que halló al H o m b r e y Dios, madre y doncella; pagúele a Baltasar tan claro día lo que peregrinó sólo p o r vella, y aunque H e r o d e s le aguarde, peregrino, 55 Baltasar volverá p o r b u e n camino. VII I El n o m b r e de el que estuvo de rodillas vertiendo en el pesebre gran tesoro, informó d e grandeza las mantillas de el que vimos venir c o n real d e c o r o : por besarle la mano, ilustres sillas d e j ó d e el m u n d o el más sublime c o r o ; él, en la majestad, seso y cariño, niño p u d o venir, mas n o fue niño. 60 IX De trinidad humana vi semblantes c o m o p u e d e n mostrarse en nuestra esfera, pues a ti tus hermanos semejantes son segunda persona y son tercera: los Geriones, que n o m b r ó gigantes en España la historia verdadera, mejor los unen en los tres las lides, pues de el uno en la cuna tiembla Alcides. 65 70 X Viéronse allí z o d í a c o s mentidos, con presunción de estrellas los diamantes; ásperos y pesados los vestidos en las pálidas minas centellantes: de granizo de perlas van llovidos y en tempestad preciosa relumbrantes 75 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO otros que p o r q u e nadie los compita de aljófar los n e vó la Margarita. 80 XI L u e g o que la lealtad esclarecida fabricó eternidad artificiosa haciendo pasadizo de tu vida a la d e el primogénito gloriosa, la nobleza de el o r b e más temida, que de tal heredero deseosa estuvo, hoy al Señor, que le c o n c e d e , le pide p o r merced que nunca herede. 85 XII Precedió la Justicia a los Poderes, reinos en quien influye amor y vida tu augusto corazón, y a d o n d e quieres siguen tus rayos c o n lealtad rendida; en luz mirando el sol que le prefieres, c o n la suya turbada o convencida, si n o e m p e z ó a llorar, con el rocío, tu exceso c o n f e só pálido y frío. 90 95 XIII En cuatro ruedas lirio azul venía, reina que Francia dio a los españoles, de quien estudia luz m e n d i g o el día, en quien aprenden resplandor los soles; para saber amanecer pedía Aurora a sus mejillas arreboles y a la tarde Fernando fue mañana que en púrpura precede soberana. 100 XIV Carlos en luz y en el lugar lucero resplandeciente precursor camina; viene Adonis galán, Marte guerrero, y a Venus dos congojas encamina; va c o n susto la gala de el acero y menos resplandece que fulmina, p o r q u e tu providencia, que le inflama, le destina a los riesgos de la Fama. 105 110 «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE. XV Inundación de majestad vertiste, tú, hermosamente presunción d e el fuej de los ojos de todos te vestiste, pues los de t o d o s te llevaste luego: con tantos ojos, pues, tu p u e b l o viste dulce deidad de Amor, pero n o c i e g o ; tu caballo, c o n músico a l b o r o t o , holló s o n o r o y grave terremoto. XVI De anhelantes espumas argentaba la razón de metal que le regía; al viento, que p o r padre blasonaba, en vez de o b e d e c e r l e desafía; herrado d e Mercurios se mostraba; si amenazaba el suelo, n o le hería, porque de tanta majestad cargado aun indigno le vio de ser pisado. XVII A las damas el Fénix dio colores; el Iris la mañana y primavera; en paz vimos p o r marzo nieve y flores y el suelo sostituir la octava esfera; sus blasones de luz fueran mayores si la reina d e España n o saliera; tratólas c o m o el sol a las estrellas: anególas en luz c o n solo vellas. XVIII En Oriente portátil d e b r o c a d o sigue tu sol recién amanecido en generosos brazos recostado. Ya tu corte por ellos repartido mira en todos tus reinos el cuidado que le tienen los cielos prevenido, pues la que atiende alegre gala y fiesta le aguarda en más edad cárcel molesta. XIX Juraron vasallaje y obediencia, y besaron la mano al que n o sabe cuánto en su soberana descendencia 50 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO d e augusta majestad gloriosa cabe, mas c o n anticipada providencia, monarca sin edad, se muestra grave, que al tiempo le dispensa Dios las leyes para la suficiencia d e los reyes. 150 XX «Vive, y ten heredero y no le dejes», la v o z c o m ú n y agradecida aclama, que aun tiene p o r fatiga que te alejes a dar q u e hacer al grito d e la Fama; p o r ejército vale en los herejes tu n o m b r e solo, que temor derrama; las señas de tu e n o j o por heridas, que n o aguardan el golpe tales vidas. 155 160 XXI Ya sus rayos a Jove provocaron d e n u e d o s de los hijos de la Tierra, y d e montes escala fabricaron, que tumbas arden h o y de injusta guerra; los d o s p o l o s gimieron y tronaron (¡tanta discordia la soberbia encierra!); Sicilia estos escándalos admira, y Encelado en el Etna los suspira. 165 XXII En su falda, Catania amedrentada cultiva sus jardines ingeniosa; yace la primavera amenazada; c o n susto desanuda cualquier rosa; insolente la llama despeñada lamer las flores de sus galas osa: parece que la nieve arde el invierno o que nievan las llamas de el infierno. 170 175 XXIII S o b e r b i o , aunque vencido, d e s d e el suelo al cielo arroja rayos y centellas; con desmayado paso y tardo vuelo, titubeando el sol se atreve a vellas; en arma tiene puesto siempre al cielo medrosa vecindad d e las estrellas, 18C «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE...» 51 c u a n d o d e combatir al cielo airado los humos solamente le han q u e d a d o . XXIV Tal osa contra ti, tal le c o n t e m p l o al monstro d e Stocolmia, que tirano padecerá castigo c u a n d o templo se prometió sacrilego y profano; tú a Flegra añadirás ardiente ejemplo; allí triunfante colgará tu mano su piel de alguna planta, que cargada a fuerza d e soberbia esté humillada. 185 190 XXV Padrones han de ser Rhin y Danubio de tu venganza en tanto delicuente; rebeldes venas les será diluvio, cuerpos muertos y arneses, v a d o y puente; rojo en su sangre se verá, d e rubio, el alemán terror d e el Occidente: tal gemirán las locas esperanzas de quien n o teme al Dios de las venganzas. 195 200 Parnaso, p. 2 0 ; PO, núm. 2 3 5 . Para este p o e m a y algunas de sus circunstancias ver Vega M a droñera, 1999. La jura tuvo lugar el d o m i n g o 7 de marzo d e 1632, aunque debía haberse celebrado el 2 2 d e febrero de ese mismo año pero h u b o de ser retrasada p o r la enfermedad del príncipe. La ceremonia se celebró, c o m o era habitual, en la iglesia de San J e r ó n i m o en Madrid. Se conservan varias relaciones d e esta jura y una narración aparece también en la c o m e d i a d e Calderón de la Barca La banda y la flor. Mira de Amescua alegorizó el suceso en el auto de La jura del príncipe. Transfiguración: Mateo ( 1 7 , 1-13), Marcos ( 9 , 1-13) y Lucas ( 9 , 2 8 - 3 6 ) cuentan c o m o un día Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan a la cima d e un monte, el monte T a b o r , y allí se transfiguró. Se les aparecieron Moisés, representante de la Ley, y Elias, representante de los profetas. Después «ecce nubes lucida obumbravit eos. Et ecce v o x d e n u b e dicens: Hic est Filius meus dilectus, in q u o mihi bene complacui: ipsum audite» {Mateo, 17, 5 ) . Q u e v e d o utiliza aquí la comparación entre este h e c h o d e la vida de Jesús, el h i j o de Dios, y la monarquía española: Felipe IV presenta a su h i j o c o m o el futuro monarca del Imperio. Se aprecia claramente el nexo que se establece entre el monarca español y Dios, idea en la 52 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO q u e ya había a h o n d a d o en su gran tratado político, la Política de Dios. G o n z á l e z d e Salas anota en El Parnaso Español: « C o n presagio fatal, parece que d e j ó el auctor esta relación imperfecta. Pero aquí sale ya bien digna d e leerse, si la lástima y la ternura n o embarazan los o j o s » . Presagio fatal p o r q u e el príncipe n o cumple las esperanzas puestas en la sucesión al morir en 1646: L e ó n Pinelo r e c o g e en sus Anales de Madrid p o r ejemplo (pp. 3 3 2 - 3 3 ) : « D o m i n g o 7 d e octubre llegó a Madrid la triste nueva de la indisposición y riesgo c o n q u e q u e d a b a en Zaragoza el Serenísimo príncipe d o n Baltasar; sintióse c o m o se debía, e m p e z a n d o las rogativas por su salud tan deseada c o m o temida; continuaron los correos sin esperanza de mejoría hasta que el jueves, estando dispuesto sacar el c u e r p o del g l o r i o so san Isidro, llegó aviso d e c ó m o su Alteza había fallec i d o , p r e v i n i é n d o l e Dios en la gloria la corona que le quitaba en la tierra. Su enfermedad se dice fue d e viruelas, aunque n o es constante q u e muriese dellas». Tenía diecisiete años, menos o c h o días d e edad. v. 1 entre Moisés y Elias: se refiere a Jesús, que en su gloriosa transfiguración tiñó d e resplandor el cuerpo mortal que había t o m a d o en la Encarnación; t o d o el pasaje hace referencia a q u e Jesús, p o r desquitar o restaurar lo p e r d i d o p o r la actuación de ciertas jerarquías angélicas (alusión a la rebelión d e Luzbel y a la tentación d e q u e hace o b j e t o al h o m b r e causando la caída del p e c a d o original) sufrió Pasión y Muerte, es decir, restauró el mal h e c h o en el manzano del Paraíso (el p e c a d o original) c o n un árb o l mejor, el de la Cruz, d o n d e se p r o d u c e la Redención. v. 2 velo humano: el c u e r p o h u mano d e Cristo, que se viste d e luz en la Transfiguración: «se transfiguró ante ellos, de m o d o q u e su rostro se p u s o resplandeciente c o m o el sol y sus vestidos blancos c o m o la luz». La metáfora del velo ( o cárcel) para el cuerpo o la c o n d i c i ó n mortal del mismo, frente a la cualidad espiritual del alma, es tópica. En el caso de Cristo, además, el c u e r p o h u m a n o (naturaleza humana) p u e d e comprenderse c o m o velo que a c o g e su naturaleza divina (en tanto es segunda persona de la Trinidad). v. 3 desquitar las jerarquías: 'reparar, compensar a las jerarquías u ó r d e n e s d e los distintos coros d e ángeles': unas jerarquías (ángeles) se rebelaron e n c a b e z a d o s p o r L u z b e l contra Dios y tentaron al h o m b r e , causando la caída del género humano; otros ángeles fueron fieles. Cristo restaura la acción perniciosa de las jerarquías rebeldes mediante la R e d e n c i ó n . v. 4 mejor árbol: el d e la Cruz; c o m p . «Crux fidelis, inter o m n e s / A r b o r una nobilis», h i m n o de laudes de la fiesta d e la Exaltación d e la Cruz. Del himno d e vísperas d e la misma fiesta: « D e parentis protoplasti / Fraude Factor c o n d o l e n s , / q u a n d o p o m a noxialis / ..JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE. 53 In necem morsu ruit: / Ipse lignum tune notavit, / Damna ligni solverei». v. 5 a cortes llamó las profecías: « Q u e v e d o evoca la c o n v o c a c i ó n de las cortes d e Castilla p o r Felipe IV y el mismo acto d e la jura que las relaciones en prosa detallan» (Vega M a d r o ñ e r o , 1999 , p. 3 5 3 ) , que cita el pasaje de Calderón aludido, con imágenes semejantes: « D e aquel venturoso día / en que la romana Iglesia / d e la Transfiguración, / la jura de Dios celebra / llamando a cortes al cielo, / fue rasgo y sombra pequeña / la jura de Baltasar». R e c u é r dese que en la Transfiguración suena la v o z de Dios Padre q u e identifica a su Hijo amado, hace r e c o n o c i m i e n t o d e su divinidad, c o m o sucede, mutatis mutandis, en la jura del príncipe. vv. 7-8 al monte...cedro: el monte es el T a b o r , m o n t e d e la Baja Calilea, d o n d e una tradición cristiana del siglo III d. C. localiza la transfiguración, aunque los evangelios n o mencionan el n o m b r e de la montaña, pues se limitan a afirmar: «et ducit illos in m o n t e m excelsum seorsum» {Mateo, 17, 1). El c e d r o es árbol de rica s i m b o logia que se cita innumerablemente en la Biblia. Para el simbolism o del c e d r o baste remitir al extenso comentario de C. a L a p i d e (IX, 6 3 3 - 3 4 ) correspondiente a este lugar del Eclesiástico, d o n d e se glosa la altura, imputrescencia, aroma y belleza d e los c e d r o s del Líbano, justificando su e m p l e o simbólico: «Ante omnia Sapientia comparai se c e d r o , quia cedrus inter arbores eminet, primo altitudine [...] A d d e cedrus amat montes; pari m o d o altissima est Sapientia, qui ad coelos et deum pertingit; docet enim coelestem et divinam doctrinam [...] s e c u n d o , rectitudine, cedrus enim enodis et rectissima est. Rectissima pariter est Sapientia, quia nihil dat favori, gratiae, timori, respectui humano [...] tertio, soliditate [...] qu ar to incorruptione; cedrus enim cariem, tinem et vetustatem n o n sentit [...] quinto, duratione; cedrus enim diutissime durat; u n d e aeterna indigitatur [...] sexto, fructu: "Fructum ferunt (cedri, ait Plinius, lib. XIII, cap. V ) myrti magnitudine, dulci sapore. Et majoris cedri d u o genera: quae floret, fructum non fert; fructifera n o n floret" [...] Fructus pariter sapientiae et disciplinae, licet initio amarus et asper videatur, m o x tamen dulcescit [...] séptimo, o d o r e ; odorata enim est cedrus, i d e o q u e incorrupta et aeterna. H i n c cedrus suo o d o r e fugat et occidit serpentes...». Ver Arellano, 2 0 0 0 . Jacob y Juan: recuérdese que Santiago y Juan Evangelista eran hermanos. v. 9 Luz ardiente: el de la n u b e luminosa que inunda de luz la escena de la Transfiguración. w . 15-16 quiso... Piedra Primera: sigue aquí Q u e v e d o la narración de los evangelistas: « R e s p o n d e n s autem Petrus, dixit ad Iesum: Domine, b o n u m est nos hic esse: si vis, faciamus hic tria tabernacula, tibi unum, Moysi unum, et Eliae unum» {Mateo, 17, 4 ) . Tabernáculos eran tiendas. Primera Piedra naturalmente referencia 54 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO al apóstol P e d r o y al pasaje d e los Evangelios en el que Jesús l o n o m b r a cimiento d e la Iglesia que viene a fundar: «Et e g o d i c o tibi, quia tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam» {Mateo, 16, 18). v. 18 rey de armas una nube soberana: sigue aquí Q u e v e d o el texto d e los Evangelios, pues Dios habló d e s d e una n u b e : « e c c e nubes lucida obumbravit eos. Et ecce vox d e nubes, dicens» {Mateo, 17, 5 ) . Rey de armas: los reyes de armas eran los caballeros elegid o s p o r los reyes que asisten « c o n sus cotas de armas, con los privilegios y órdenes que h o y tienen en ejercer su oficio, asistiend o c o n sus cotas d e armas en ciertos autos públicos y solemnes. Publican algunos mandatos y ó r d e n e s d e Su Majestad; está a su cuenta el conservar los blasones y armas d e los linajes» ( C o v . ) . L a n u b e fue, pues, el rey d e armas de Dios para comunicar a los a p ó s toles su voluntad. Las n u b e s son acostumbrado escenario teofánico: en las n u b e s se sitúa el trono de Dios; Eclesiástico, 24, 7: «En los altísimos cielos puse y o mi morada, y el trono mío sobre una columna de n u b e s » . La imagen d e la columna de nubes pertenece a la tradición bíblica y es signo d e Dios o d e la divinidad d e Cristo, de los p r e d i c a d o r e s q u e extienden la palabra d e Dios, d e la rectitud de la fe, de las virtudes, etc., según los contextos: Rábano Mauro comenta a l g u n o d e estos significados en sus Allegoriae in sacram scripturam {Patrología latina, 112, cois. 8 9 9 - 9 0 0 ) . Para el texto del Eclesiástico, c o m p . C. a Lapide, IX, 8 2 2 , 2; 8 2 3 , 1, 2..., quien recuerda también que en la Escritura se dice a m e n u d o que Dios habita en las nubes, p o r que las nubes están en lo alto y la sede de Dios ha de estar alta, p o r q u e la n u b e oculta la majestad divina que n o p u e d e ostentarse ante los h o m b r e s , etc: «Psalmo XCVIII, 7: In columna nubis l o quebatur ad eos, tanquam ex tribunali regio et cathedra jus dicens, piis favens, noxios damnas, d o c e n s , instruens, dirigens, viam m o n s tram in terram promissam. Anagogice Christus, qui est sapientia Patris, tronum habebit in n u b e gloriosa, cuín venerit judicare o r b e m in die judicii [Mateo, 2 4 , 3 0 ] » , y Rábano Mauro (ver C. a Lapide, IX, 6 2 3 , 1 ) : «Thronus, inquit, Filli Dei fuit in c o l u m n a nubis, id est, in humanitate excelsa, o m n i b u s q u e virtutibus dotata, quae quasi n u b e s gloriosa velavit et decoravit eius deitatem». En relación a la Santísima Trinidad, la n u b e es la sede de las Tres divinas personas: « S y m b o l i c e nubes in qua quasi in throno residet Deus, est divina caligo, de qua d o c t e disserit S. Dionysus [...] Deus enim " l u c e m inhabitat inaccessibilem" [...] In hac caligine residet SS. Trinitas, puta, tres divinae Personae, ac primo in ea thronum suum habet Pater, deinde Filius, m o x Spiritus Sanctus» (C. a Lapide, IX, 6 2 3 , 2 ) . Ver Arellano, 2 0 0 0 . «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE...» 55 v. 2 0 perlas que llora la mañana: alusión al r o c í o matutino: las luces, resplandores y hervores de o r o y luz de la escena superan a los reflejos y brillos del rocío mañanero. w 2 1 - 2 2 lira... por cuerdas: parece haber aquí un r e c u e r d o d e la teoría pitagórica del universo g o b e r n a d o por la música que tan bien había r e c o g i d o fray Luis de L e ó n ; aquí los m u n d o s s o n cuerdas d e la lira que templa el santo coro. Es decir, según Q u e v e d o , la escena además de inundada de luz está dominada p o r la música d e los ángeles, que cantan «Hosanna», y esa música c ó s m i ca utiliza p o r cuerdas d e lira los mismos orbes, el c o s m o s , c u y a construcción r e s p o n d e a un principio musical ( d e armonía) trazad o p o r el gran músico, que es Dios. Ver imágenes semejantes o relacionadas en Atenágoras, Legado, 16, 3: «Pero si el m u n d o es un instrumento m o v i d o armónicamente, n o venero el instrumento sino aquel que lo afína, toca las cuerdas y entona los c o m p a s e s m e l ó d i c o s para su acompañamiento». E u s e b i o d e Cesárea, De laudibus Constanlini, Patrología griega, 2 0 , cois. 1384-85: «el V e r b o [...] hizo para sí un instrumento de armonía perfecta, cuyas hermosamente equilibradas cuerdas y notas Él toca con una suprema h a b i lidad y sin fallos»; más adelante, 2 0 , cois. 1 3 9 2 - 9 3 : «Así c o m o una lira está formada de diferentes cuerdas [...], así también este m u n d o material, formado por m u c h o s elementos, c o n t e n i e n d o principios antagónicos y opuestos, [...] m e z c l a d o en un t o d o a r m ó n i c o , p u e d e ser considerado un p o d e r o s o instrumento realizado p o r las manos d e Dios: un instrumento en el que el V e r b o divino [...] t o c a con perfecta habilidad y p r o d u c e una melodía acorde c o n la v o luntad d e su Padre, Señor supremo, y gloriosa para El mismo». San Atanasio, Tratado contra los paganos: « C o m o un músico que templa su lira y conjunta hábilmente los sonidos graves c o n las notas agudas y medias [...] así la sabiduría de Dios, manteniendo el universo c o m o una lira, armoniza los seres [...] y g o b e r n á n d o l o t o d o por sus mandatos y su voluntad, p r o d u c e , en la belleza y armonía, un m u n d o único y un solo o r d e n del m u n d o » (Peinado, 1 9 9 2 , núm. 9 7 ) . C o m p . también Fray Luis d e L e ó n , «A Francisco Salinas», w . 2 1 - 2 5 : « V e c ó m o el gran Maestro / aquesta inmensa cítara aplicado, / c o n movimiento diestro / p r o d u c e el son sagrado, / c o n que este eterno templo es sustentado». En el pasaje q u e v e d i a n o son los coros angélicos los que cantan la gloria d e Dios en este universo musical. Hosana: 'sálvanos ahora'. Aclamación mesiánica que los h a b i tantes de Jerusalén, agitando palmas de victoria, dirigieron a Jesús cuando entró para sufrir su Pasión. Esta aclamación del D o m i n g o de Ramos fue integrada al canon de la Misa. w . 2 3 - 2 4 Oídle... Hijo: traducción del texto bíblico: « H i c est Filius meus dilectus, in q u o mihi b e n e complacui: ipsum audite» {Mateo, 17, 5 ) . 56 ICNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO w . 2 5 - 3 0 'Entonces tú, rey que dominas en d o s m u n d o s (el V i e j o y el N u e v o , las Indias) y apenas son suficientes para c o r o n a r tus sienes; tú cuyo p o d e r hace gemir las cinco zonas que apenas p u e d e n ceñir t o d o s tus dominios; tú, que aprisionas las envidias y desdenes del mar c o n tus golfos...'. v. 2 7 cinco zonas: (dos astrónomos y geógrafos cuentan c i n c o celebérrimas, en que dividen la esfera, d o s formadas por los círculos polares, hacia u n o y otro p o l o , que llaman frías, p o r estar sumamente apartadas d e la eclíptica, o camino del Sol; una formada d e la distancia, que hay de un círculo solsticial al otro, dividida p o r la eclíptica en d o s partes, una septentrional y otra austral, q u e llaman tórrida o muy ardiente p o r estar tan inmediata al Sol y a su eclíptica, y las otras d o s que llaman templadas, p o r n o estar tan distantes del Sol c o m o la primera, ni tan inmediatas c o m o la segunda, formándose de la distancia que hay d e s d e el círculo solsticial al polar en una y otra parte de la esfera. Todas ellas se c o n s ideran en la esfera terrestre» (Aut). Ver Q u e v e d o , PO, núm. 703, vv. 3 7 - 4 0 : «Hay calvas de mapamundi, / que con mil líneas se cruzan, / c o n zonas y paralelos / de carreras que las surcan». v. 2 9 golfos: en el Siglo de O r o la acepción dominante es una que etimológicamente es secundaria 'alta mar'; aquí parece apelar Q u e v e d o a la primaria d e 'ensenada grande': el rey encierra y aprisiona al mar en ensenadas que están bajo su dominio. N o deja de exaltar al rey semejante capacidad, que caracteriza al mismo Dios, que es quien, según otro motivo habitual, ha impuesto al o c é a n o las prisiones de las tierras: es imagen reiterada en Q u e v e d o : ver Un Heráclito, núm. 5 0 , 1-2, al mar: «La voluntad de Dios p o r grillos tienes, / y ley de arena tu coraje humilla»; y en el mismo v o l u m e n (núm. 2 9 0 ) el Orlando, I, w . 7 8 5 - 9 2 : « C o n atrevida espalda, un monte suena, / herido de las ondas y, fiado / en la ley que está escrita c o n arena, / canas iras desprecia al mar turbado; / al nacimiento d e alta y fértil vena / dura cuna le da por el un lado, / tan vecino del mar que un p r o p i o acento / llora su muerte y ríe su nacimiento». w . 3 1 - 3 2 tú, Cuarto... Carlos: Q u e v e d o compara aquí la grandeza d e Felipe IV con la Carlos V, a quien el escritor consideró en otras ocasiones c o m o el m o d e l o de monarca ideal. T o d o el pasaje juega c o n alusiones ingeniosas y lo interpretamos así: 'tú honras a los Felipes d e tu casa, d e manera que rescatas el tributo y grandeza (quitas el quinto, la parte que en cualquier botín y conquista c o rrespondía al rey: el quinto real) de los Carlos, que lo tenían s o b r e t o d o d e b i d o a la grandeza de Carlos V, y lo recuperas para los Felipes' ( t o d o se queda en la misma casa de Austria). Quinto « S e llama asimismo cierta especie de derecho que se paga al rey de las presas, tesoros y otras cosas semejantes que siempre es la quinta parte de lo hallado, descubierto o aprehendido» {Aut). «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE 57 v. 35 a imitación de el rey siempre glorioso: el mismo Dios, q u e tiene al sol por trono. El rey Felipe es humilde emulador de Dios, y teniendo siempre en el cielo puesto su discurso o p e n s a m i e n t o , sigue el m o d e l o divino. v. 4 0 cuando el Hijo nombró, nombras tu hijo: Q u e v e d o establece aquí una comparación cercana a la hipérbole sagrada d e la p o e s í a cancioneril: Dios=Felipe IV; Jesús=Baltasar Carlos. w . 42-43 partida... partida: Felipe IV estaba preparando la partida ( q u e efectuó un mes escaso después de la jura) hacia Cataluña para celebrar las Cortes de aquel principado. Aquí parece f u n c i o nar alegóricamente esta partida c o m o incitación o imagen d e otra partida hacia algún sitio en que hubiera que rescatar a la religión católica: bien podría ser alusión al estado de las cosas en Alemania d o n d e los suecos de Gustavo A d o l f o habían asolado Baviera y únicamente se les oponía Wallenstein. En los Países Bajos la situación era igualmente conflictiva. w . 4 7 - 4 8 tus leojies... Faraones: los leones son el s í m b o l o d e España; ver p o e m a 17, v. 14. El simbolismo utilizado también para defender la fe cristiana aparece en la canción que Fernando d e Herrera d e d i c ó a la victoria de d o n Juan de Austria en L e p a n t o , Poesías, ed. R o n c e r o , 1992, p. 3 5 5 : « d e tu león temiendo las hazañas, / que, saliendo de España, dio vn rugido, / que con espanto lo d e x ó atordido». Faraones se toma aquí por los reyes e n e m i g o s de la fe cristiana. También Herrera en la misma c o m p o s i c i ó n , Poesías, ed. R o n c e r o , 1992, p. 3 5 1 , habla del sultán turco c o m o faraón: «Tú rompiste las fuerzas y la dura / frente de Faraón, f e r o z guerrero». w . 4 9 - 5 2 Al nombre... doncella: referencia a Baltasar, u n o de los tres reyes que guiados por la estrella de Belén fueron a a d o r a r a Cristo, y hallaron a Jesús, H o m b r e y Dios, y a la Virgen, madre y doncella. 'Al n o m b r e de Baltasar se d e b e la corona, que hereda d e la misma estrella (metonímicamente, del mismo Dios: Baltasar será monarca p o r nombramiento d i v i n o ) que p r o p o r c i o n ó rayos y guía a aquel (el rey mago Baltasar) que encontró al h o m b r e y Dios (Jesús) y a la madre y doncella (la Virgen)'. w . 5 5 - 5 6 y aunque... buen camino: aquí referencia a q u e los reyes volvieron a sus tierras por distinto camino para n o encontrarse otra vez c o n H e r e d e s , que les había p e d i d o noticias del niño: «Et responso accepto in somnis ne redirent ad H e r o d e m , per aliam viam reversi sunt in regionem suam» (Mateo, 2, 12). vv. 5 7 - 7 0 C S : «Porque le llevó en brazos d o n Gaspar de G u z mán, c o n d e de Olivares». Informó: dio forma a la materia. El q u e estuvo de rodillas vertiendo en el pesebre el o r o es el rey m a g o Gaspar, n o m b r e de Olivares, cuya grandeza se transmite a las mantillas del príncipe, el cual viene con gran d e c o r o real, es decir, c o n 58 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO una seriedad extraordinaria para un niño ( c o m o reitera en el v. 6 4 ) . Ver n. al v. 64. v. 6 0 decoro: «Vale también circunspección, seriedad, gravedad, entereza» (Aut). Ver n. v. 64. w . 6 1 - 6 2 'El más sublime c o r o del m u n d o d e j ó sus sillas para ir a besar la m a n o del príncipe': según el ceremonial d e la jura, los primeros q u e se acercan a besar la mano de Baltasar son el infante d o n Carlos, el infante Cardenal, y luego los prelados de más alta jerarquía... V e r A. d e L e ó n Pinelo, Anales de Madrid ed. Fernández, 1 9 7 1 , p. 2 8 8 . v. 64 niño pudo venir, mas no fue niño: alusión al tópico del puer senex, que ya aparece en autores c o m o Cicerón (Cato maior), Virgilio (Eneida, IX, 3 1 1 ) u O v i d i o (Ars, I, 1 8 5 - 1 8 6 ) , entre otros. Para el t ó p i c o ver Curtius, 1976 vol. 1, pp. 149-53, d o n d e se cita un verso d e G ó n g o r a d e d i c a d o al Virrey d e Ñapóles, en el que lo d e s c r i b e c o m o : « F l o r i d o en años, en prudencia cano» (p. 152). En este caso Q u e v e d o alaba la madurez del joven príncipe que se c o m p o r ta c o m o si fuera ya una persona de edad madura. Hurtado de M e n d o z a lo subraya (citado p o r Vega M a d r o ñ e r o , 1999, p. 3 5 5 ) : «Y sobre t o d o se d e b e ponderar y admirar aquí el hermoso y grave sosiego del príncipe, que en edad tan tierna y en natural tan vivo, que es t o d o una continuada y agradable inquietud, estuvo todas las horas q u e d u r ó el juramento con tanta serenidad y c o m p u e s t a mesura q u e en los mayores años n o se podía esperar más sosegada y atenta». v. 65 trinidad humana: el rey y sus hermanos, los infantes Carlos y Fernando (infante Cardenal). La imagen, además de h i p e r b o l i z a r la c o n d i c i ó n divina de la monarquía, subraya la unidad de la familia real, pues la Trinidad es manifestación de Dios uno y trino, tres personas en un solo Dios verdadero. N o hay disensiones, se sugiere, entre los miembros d e la familia real. vv. 6 9 - 7 0 los Geriones, que nombró gigantes / en España la historia verdadera: Gerión es un gigante de tres cabezas, hijo d e Crisaor y Calírroe, que habitaba en la isla de Eriteya. Algunos autores antiguos (Estrabón, P o m p e y o T r o g o ) citan a este personaje c o m o habitante de España. C o n posterioridad fue convertido p o r la historiografía española medieval en u n o de los veinticuatro reyes primitivos d e España. Esta es la tradición que aquí Q u e v e d o califica d e verdadera, aunque en su España defendida rechaza la existencia d e este personaje. V e r R o n c e r o , 2 0 0 0 , pp. 108-12. L o s tres hermanos reales están más unidos y son más fuertes que Gerión o los Geriones, q u e teme el mismo Hércules. v. 72 Alcides: o Hércules, que según la tradición historiográfica española l u c h ó c o n el gigante Gerión cerca de La Coruña, d o n d e le v e n c i ó y le cortó la cabeza, siendo enterrado d e b a j o de los cimientos d e una torre, la famosa Torre de Hércules. «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE 59 v. 73 zodíacos mentidos: 'zodíacos imitados, imitación d e c i e l o s ' ; el relumbrar d e las joyas y vestidos imitaban al mismo cielo o círculo celeste ( z o d í a c o ) lleno d e estrellas. v. 75 ásperos y pesados los vestidos: por el o r o que los recama y adorna. En la poesía moral quevediana tiene c o n n o t a c i o n e s negativas, p e r o aquí pondera el esplendor de la ceremonia. C o m p . Un Heráclito, ed. Arellano y Schwartz, 1998, núm. 47, vv. 1-4, d i r i g i d o contra la injusta prosperidad: «¿Ves, con el o r o , áspero y p e s a d o / de el p o d e r o s o Licas el vestido? / ¿Ves el sol p o r sus d e d o s repartido, / y en círculos su fuego encarcelado?». Son epítetos usuales desde la literatura clásica. C o m p . Persio, Saturae, ed. Cartault, 1929, III, vv. 6 9 - 7 0 : «Quis m o d u s argento, quid fas optare, q u i d asper / Vtile nummus habet». Otras recreaciones del sintagma en Q u e v e d o , Providencia de Dios, Prosa, ed. Buendía, 1974, p. 1 6 0 3 : «Para ser m o n e d a , en que consiste toda su soberbia, se aumentan sus mortificaciones: hácenle p e d a z o s p o r el albedrío del p e s o , pónele el c u ñ o marca c o m o a esclavo, hácele áspero c o n armas y letras»; PO, núm. 117, vv. 9-11: «Este, en dineros ásperos c o r t a d o , / o r b e p e q u e ñ o , al h o m b r e le compite / los blasones de ser m u n d o abreviado». v. 80 de aljófar los nevó la Margarita: aljófar es la «perla m e n u dica que se halla dentro d e las conchas q u e las crían, y se llaman madre de perlas» ( C o v . ) . También margarita es un tipo de perla, según (Aut) «aplícase regularmente a las más preciosas», y p u d i e r a jugar con la referencia primordial a la isla perlífera de la Margarita, en la costa de Venezuela. Los cronistas del acto reparan en el lujo de los vestidos y joyas: «La gala y lo costoso d e los trajes, aunque su Majestad intentó moderarlo o r d e n a n d o que aunque se derogaban las pragmáticas p o r la solemnidad del día n o se e x c e diese p o r lo demasiado del gasto, y respetando t o d o s la o r d e n , la o b e d e c i e r o n p o c o s , pues sin salir de los términos d e aquella ley sacaron tan costosos y bizarros vestidos, que hasta en esto mostraron la fineza y el amor con que deseaban señalarse en el servicio y n o m b r e del rey» (Hurtado de M e n d o z a , citado p o r V e g a M a d r o ñ e ra, 1999, p. 3 5 5 ) . w . 81-88 T o d a la octava es algo artificiosa: 'después d e q u e que la lealtad jurada asegura la continuidad de la monarquía, es decir, después d e la nobilísima lealtad d e los que juran fabrica eternidad para los monarcas, h a c i e n d o pasadizo o c o n t i n u a n d o la vida del rey c o n la gloriosa vida del primogénito, a quien juran lealtad, piden a Dios estos nobles ( q u e habían ya p e d i d o un h e r e d e r o ) que la vida del rey sea tan larga que nunca tenga que heredar el príncipe la corona'. v. 89 GS: « Al u de al o r d e n de el acompañamiento». C o m i e n z a aquí una parte descriptiva del p o e m a dedicada al desfile p o s t e r i o r al acto de la jura, que tiene coincidencias c o n las relaciones d e 60 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO sucesos. La comitiva iba encabezada p o r los alcaldes de corte y p r o c u r a d o r e s : «en t o d o el campo de San Jerónimo esperaba el R e i n o y cuantos caballeros y criados del rey se admiten en los acompañamientos p ú b l i c o s , e m p e z a n d o este en los alcaldes de Corte, siguiéndose los acroyes y costilleres, procuradores del rein o , gentileshombres d e la boca, m a y o r d o m o s d e la reina y del rey, y a l o último los grandes, el c o c h e de la reina...» (Hurtado d e M e n d o z a , citado por Vega M a d r o ñ e r o , 1999, p. 3 5 7 ) . w . 9 0 - 9 1 'El c o r a z ó n del rey, c o m o fuente de vida d e t o d o el reino, influye en sus reinos amor y vida, p o r q u e t o d o s d e p e n d e n del rey'. Influye: terminología astronómica, según la creencia d e que los astros influían en la vida y destino de las personas. El rey se asimila al sol, astro vivificante e imagen tópica, c o m o c o n t i n ú a en la estrofa (imagen especialmente apta para Felipe IV, cuarto planeta, c o m o el sol en el sistema de esferas cósmicas de T o l o m e o ) . Los subditos son c o m o heliotropos o girasoles que siguen los rayos del rey. T o d o esto es muy tópico, pero nótese la densidad conceptista a que llega Q u e v e d o j u g a n d o con estos motivos. v. 93 prefieres: preferir en el sentido usual en la lengua clásica d e 'colocarse delante, superar'. v. 94 con la suya turbada: la luz del sol palidece ante la del rey. R e c o g e un detalle circunstancial aplicándolo a la exaltación del rey. El h e c h o es q u e el día de la jura fue n u b o s o y gris: «Este, pues, día felice / d e pardas sombras cubierta / el alba salió y la aurora / e m b o z a d a en nubes densas. / N o le dio ventana al sol / ni los luceros apenas / indicios d e su hermosura, / y aunque otras veces pudiera / atribuirse a accidente / del tiempo esta parda ausencia, / n o fue accidente este día / sino precisa o b e d i e n c i a » ( C a l d e r ó n , La banda y la flor, en Obras completas, ed. V a l b u e n a Briones, 1973, vol. II, p. 4 2 7 ) . w . 9 7 - 9 8 lirio azul... reina que Francia dio a los españoles: en estos versos retrata a Isabel d e B o r b ó n , hija d e Enrique IV de Francia, q u e se casó en 1620 c o n Felipe IV. La alusión al lirio recuerda el origen francés d e la reina, pues esta flor era el símbolo d e la casa real francesa. Venía en cuatro ruedas, en una carroza q u e describe Calderón poéticamente: «Salió en lugar de la aurora / m e j o r aurora en belleza, / Isabel en plaustro d e o r o / que mil cupidillos cercan. / Y si es de aurora el oficio / dar flores, flores engendra / su hermosura; flores son / pompas de la lis francesa» ( C a l d e r ó n , La banda y la flor, en Obras completas, ed. V a l b u e n a Briones, 1 9 7 3 , vol. II, p. 4 2 8 ) . w . 1 0 1 - 1 0 2 para saber amanecer pedía / Aurora a sus mejillas arreboles: arrebol es « c o l o r r o j o q u e toman las nubes heridas c o n los rayos del sol; lo que regularmente sucede al salir o al p o n e r s e » (Aui). C o m p . Q u e v e d o , PO, núm. 2 0 7 , vv. 9-11: «Hace llorar y reír / vivo y muerto tu arrebol / en un día o en un sol». La Aurora, ..JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE 61 que es la productora por excelencia de arreboles, ha de pedirlos a las mejillas de la reina. N o hay que descartar un j u e g o d i l ó g i c o con el sentido cosmético d e arrebol «el c o l o r q u e se p o n e la mujer en el rostro» (Aut). v. 103 y a la tarde Fernando fue mañana: « P o r q u e el infante Cardenal, revestido de púrpura p o r la mañana, p o r la tarde cabalgó con botas y espuelas, según cierta Relación, citada p o r Janer en su edic. de la BAE, LXIX, pág. 10» (Blecua, PO, p. 2 8 0 ) . N o n o s c o n v e n c e esta interpretación, y optamos p o r la siguiente: ' p o r la tarde el infante cardenal, vestido de púrpura, fue él mismo mañana o aurora, pues c o m o la aurora también él iba de púrpura y c o m o la aurora precedía al mismo sol, ya que Fernando ( c o m o el infante Carlos) iba un p o c o más adelante del c o c h e de la reina a c u y o estribo iba el rey'; luego califica también d e precursor al infante Carlos, aludiendo a este orden d e la comitiva. Ver la relación d e Hurtado de M e n d o z a (Vega Madroñera, 1999, p. 3 5 7 ) : «el c o c h e de la reina nuestra señora, y al estribo d e r e c h o el rey nuestro señor y un p o c o más adelante los serenísimos infantes sus hermanos». Queda claro, nos parece, el sentido del pasaje quevediano. v. 104 púrpura: simboliza aquí la diginidad cardenalicia d e Fernando. w . 105-112 Dedica esta estrofa Q u e v e d o a la figura del infante don Carlos, que marcha en primer lugar, precursor, al que Felipe IV había destinado al ejercicio militar; así se explican las alusiones a Marte, al acero y a los riesgos de la Fama. N o estaría de más apuntar que el calificativo de precursor se aplica p o r antonomasia a San Juan Bautista, precursor de Cristo, c o n lo que se abunda en las connotaciones divinizadoras de la familia real. w . 107 Adonis, Marte: p o r su belleza p u e d e compararse c o n Adonis, p o r su apostura militar al mismo Marte, son c o m p a r a c i o nes tópicas que n o merecen mayores comentarios. Venus se enam o r ó de Adonis, que fue muerto p o r el celoso Marte transformado en jabalí. El infante es capaz d e p r o v o c a r en la misma Venus d o s congojas o sufrimientos amorosos, p o r su d o b l e faz de Ado n i s y Marte. v. 110 menos resplandece que fulmina: ahora evoca a Júpiter c o n la alusión a los rayos fulminantes; es evocación característica de la poesía de esta musa. v. 118 Amor, pero no ciego: recuérdese que u n o d e los atributos de C u p i d o era la ceguera, que n o aparece en la Antigüedad clásica, sino que fue añadido al amor p o r los medievales para simbolizar la cupiditas. Los o j o s del p u e b l o , que siguen admirados al rey, lo visten de ojos ( c o m o un nuevo Argos o, m e j o r d i c h o , c o m o un nuevo dios de amor, pero n o ciego, pues tiene tantos o j o s ) . w . 1 1 9 - 2 0 tu caballo, con músico alboroto, / holló sonoro y grave terremoto: la fogosidad del caballo al pisar hace un estruendo mu- 62 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO sical y es c o m o si pisara terremotos sonoros. Calderón se detiene precisamente en describir el caballo del real jinete: «Era un alazán tostado / d e feroz naturaleza / el monarca irracional / en c u y o c o l o r se muestra / —la cólera disculpando / del sol que la tez le tuesta— / que hay estudio en lo feroz / y en lo bárbaro hay belleza [...] ¿ C ó m o te sabré decir / c o n el desprecio y la fuerza / que, sin hacer dellas caso, / iba q u e b r a n d o las piedras?» (Calderón, La banda y la flor, en Obras completas, ed. Valbuena Briones, 1973, vol. II, p. 4 2 9 ) . v. 122 razón de metal: el freno que sujeta los impulsos del c aballo se asimila a la razón. Esta es efectivamente la significación emblemática del freno, generalmente a c o m p a ñ a d o de las riendas, en manos d e la diosa Némesis, c o m o en el emblema 27 de Alciato en el que invita a refrenar la lengua de los maldicientes. En el 46 de Alciato aparece otra vez Némesis con las riendas y el freno, atributos que recuerda igualmente H o r o z c o (Emblemas morales, L i b r o I, 37r.) y Gilles Corrozet (ver Henkel y Schöne, 1976, col. 1 8 1 2 ) . Saavedra Fajardo utiliza el freno y las riendas en su empresa 2 1 (Empresas políticas, ed. L ó p e z Poza, 1 9 7 3 ) c o m o ejemplo de la ley, la razón y la política que d e b e n regir las acciones del príncipe. L o que describe Q u e v e d o aquí es un verdadero emblema alusivo al b u e n g o b i e r n o y al p o d e r del rey, expresados mediante el d o m i n i o del caballo. v. 123 viento, que por padre blasonaba: es imagen tópica esta d e hacer a los f o g o s o s caballos hijos del viento. Se decía sobre t o d o que en las riberas del Betis el viento engendraba en las yeguas veloces caballos. v. 125 herrado de Mercurios: Mercurios es una metonimia p o r alas. R e c u é r d e s e que el dios Mercurio se representaba con unas alas en los pies. C o m p . Q u e v e d o , PO, núm. 680, vv. 1 0 5 - 1 0 8 : «Mercurio se m e v o l ó , / diosecito de plumajes, / él, que lleva p o r el viento / pajaritos carcañales». v. 129 el Fénix dio colores: el plumaje del ave fénix se decía era multicolor. v. 130 'La mañana d i o a las damas Iris y primavera, es decir, las surtió d e c o l o r i d o ' . Iris y primavera son metonimias p o r los c o l o res que muestran en sus vestidos las damas. v. 131 'La nieve y las flores hicieron paces en este marzo q u e presencia la jura del príncipe'. Son motivos c o n o c i d o s en la poesía petrarquista para la descriplio de las damas, comparadas con la nieve o las flores, además de aludir, c o m o queda anotado, al l u j o de los trajes. v. 132 octava esfera: el firmamento, d o n d e se hallan las estrellas fijas. Según el m o d e l o de T o l o m e o las siete primeras esferas c o rresponden a la Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno, y la octava a las estrellas fijas. La imagen de las flores que se «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE...» 63 confuden c o n estrellas es frecuente en la poesía áurea. C o m p . Q u e v e d o , PO, núm. 192, w . 6 8 9 - 6 9 0 : «El firmamento d u p l i c a d o en flores / se ve en constelaciones olorosas». w . 133-36 'Las damas hubieran brillado más si n o hubiese salido la reina, que a su lado era c o m o el sol al lado d e las estrellas'. v. 137 Oriente portátil de brocado: litera cubierta c o n telas tejidas con seda, o r o o plata. En esta litera iba el príncipe (sol r e c i é n amanecido) en brazos de la condesa de Salvatierra. v. 138 tu sol recién amanecido: el príncipe Baltasar Carlos q u e por su juventud n o p u e d e ser todavía el imperante sol, que es su padre. w . 140-42 Interpretamos: 'Tu corte (sujeto d e la o r a c i ó n ) o b serva anticipadamente en la persona del príncipe el c u i d a d o o p r e o c u p a c i ó n que sentirá p o r t o d o s sus reinos ( p o r eso es u n c u i d a d o repartido por todos ellos, por t o d o s sus r e i n o s ) ; es un c u i d a d o p r o p i o del rey y que los cielos tienen destinado para su futuro reinado'. w . 141-44 ' L o que ahora es fiesta celebrativa se convertirá en la molesta cárcel del d e b e r del g o b i e r n o en la mayoría d e edad del príncipe'; es el motivo del oficio de reinar c o m o una servidumbre o prisión, pues el monarca n o es libre, sino que se d e b e a su p u e b l o y está o b l i g a d o a cumplir su deber. w . 145-48 'Besaron la mano al príncipe, demasiado p e q u e ñ o aún para saber cuánta augusta majestad gloriosa c a b e en su estirpe'. w . 149-52 ' A u n q u e de p o c a edad, el príncipe se muestra tan grave c o m o su supiera su dignidad; y es que los reyes tienen ciencia infusa p o r la gracia d e Dios, que dispensa al tiempo las leyes que exigen estudiar y formarse durante cierto tiempo antes d e c o n o c e r las cosas'. Sobre este comportamiento grave del p r í n c i p e queda ya anotado antes. w . 155-60 El p u e b l o aclama al rey y le p i d e q u e n o se vaya d e Madrid a las guerras, que n o parta. Ver para esto nota a vv. 4 2 - 4 3 . El solo n o m b r e del rey es suficiente; las señas d e su e n o j o bastan para matar a sus enemigos que n o requieren el g o l p e d e su espada. vv. 161-68 GS: « C o n la comparación de la guerra d e los G i g a n tes contra el Cielo, se promete victorias contra los herejes». Se compara a Felipe IV c o n Júpiter y a los enemigos c o n los Gigantes que se rebelaron contra los dioses. Los d e n u e d o s o impíos esfuerzos d e los Gigantes (hijos de Gea, la Tierra) p r o v o c a r o n los rayos de Júpiter; c u a n d o los Gigantes intentaban escalar el Cielo p o n i e n d o montes sobre montes fueron fulminados y sepultados b a j o volcanes. Sus tumbas volcánicas arden, sobre t o d o en Sicilia, en d o n d e el m o n t e Etna cubre al Gigante Encelado cuyo aliento es la erupción del volcán. 64 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO v. 167 admira: 'mira c o n espanto'. C o m p . los versos de Ar gu ijo en el soneto que comienza «Vuelta en cenizas Troya, y su t e s o r o » d o n d e se lee: « C o n justa indignación admira el suelo / la culpa avara del cruel tirano». v. 169 Calania: ciudad situada en las faldas del Etna. T o d a la estrofa contrapone la nieve d e la cima del volcán y su fuego intern o , y alude a los jardines y huertos cultivados cerca del volcán. C o m p . el desarrollo de ideas parecidas en otro contexto en el soneto 73 de Un Heráclito, en que compara al Etna con las p r o p i e dades d e su amor, y también el soneto núm. 82 {Un Heráclito) d e d i c a d o al V e s u b i o , d o n d e se describe al volcán c o m o un jardín piramidal cuyas flores a veces son pasto d e las llamas. v. 177 G S : « E n c e l a d o » . Ver nota a w . 161-68. Las estrofas XXII y XXIII describen el m i e d o que infunde en la isla el v o l c á n p o r sus constantes erupciones. v. 181 en arma tiene puesto al cielo: es decir el cielo está preparado para luchar contra el Gigante. Aut define ponerse en armas. «frase que vale lo mismo que prevenirse para la guerra, pero más c o m ú n m e n t e se contrae este m o d o de hablar mirando a la defensa que a la ofensa». Por el contexto interpretamos que la m e d r o s a vecindad d e las estrellas exige al cielo que esté siempre puesto en armas para protegerlas en caso de ataque el s o b e r b i o gigante, c o s a p o c o p r o b a b l e p o r q u e ya derrotado solo le han q u e d a d o los hum o s d e su propia quemazón y los humos 'vanidades, p r e s u n c i o n e s ' de su propia soberbia. v. 186 Stocolmia: E s t o c o l m o ; G S : «Es la metrópoli y corte de el reino d e Suecia. L o s latinos la nombran Holmia, y está fundada en agua, c o m o Venecia». El monstro de Stocolmia es Gustavo A d o l f o II de Suecia ( 1 5 9 4 - 1 6 3 2 ) que se convirtió en uno de los grandes defensores d e la causa protestante en la Guerra d e los Treinta Años hasta su muerte en 1632. Q u e v e d o le dedica el soneto « R a y o ardiente del mar helado y frío» (PO, núm. 2 6 2 ) . El ejército s u e c o fue destruido en la batalla de Nordlingen d o s años más tarde. v. 189 Flegra: lugar de la península tracia de Palene en el q u e se p r o d u j o la lucha d e los dioses contra los gigantes, que fueron muertos p o r Hércules y los dioses. El rey Felipe IV añadirá o t r o castigo ejemplar al suceso d e Flegra, d o m i n a n d o a estos n u e v o s rebeldes giganteos contra Dios y sus servidores (la m o n a r q u í a austríaca). w . 1 9 3 - 9 7 Padrones: «metafóricamente se llama la nota p ú b l i c a d e infamia u d e s d o r o que queda en la memoria p o r alguna a c c i ó n mal hecha» (Aut). El padrón era una columna en la que se c o l g a ban noticias q u e debían ser públicas y perpetuas. L o s ríos n o m brados serán testigos y padrones de la venganza d e Felipe IV en los rebeldes. El r u b i o alemán p o r la sangre se volverá rojo. «JURA DE EL SERENÍSIMO PRÍNCIPE. » 65 v. 2 0 0 Dios de las venganzas: la imagen del Dios cristiano q u e venga a sus fieles contra los enemigos d e la religión aparece e n Fernando de Herrera en la canción p o r la victoria d e Lepanto en el que se lee, Poesías, ed. R o n c e r o , 1992, p. 3 5 6 : « p o r esso Dios se vengará en tu muerte, / que llega a tu ceruiz su diestra fuerte / la aguda espada; ¿quién será q u e p u e d a / tener su m a n o p o d e r o s a queda?». 66 IGNACIO ARELLANO Y VICTORIANO RONCERO BIBLIOGRAFÍA Alciato, A., Emblemas, ed. A. Egido, et a/, Madrid, Akal, 1993. Arellano, L, Diccionario de los autos sacramentales de Calderón, PamplonaKassel, Universidad de Navarra-Reichenberger, 2000. Atenágoras, Legatio. De resurrectione, Oxford, Clarendon Press, 1972. Aut, Diccionario de Autoridades, ed. facs., Madrid, Gredos, 1963, 3 vols. Calderón de la Barca, P., Obras completas. Comedias, vol. II, ed. A. 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