CALZADA DE VALDUNCIEL:
PALABRAS, COSAS Y MEMORIAS DE UN PUEBLO DE SALAMANCA
Pascual RIESCO CHUECA
Éste es un libro que trata de palabras y de un pueblo. El recopilador agradece con efusión
todo lo aprendido en corrillos y tertulias, donde la materia prima del texto ha venido
rodando de boca en boca desde un pasado que hace de su infancia casi un presente. Allí
perduran, con el suave son de su voz antigua, los ausentes. Evocar a mi padre, Luis Riesco,
que vivió tanto tiempo lejos de Calzada, cerca de su recuerdo, es para mí tan necesario
como citar al propio pueblo. En la cadena de fonemas de las palabras que le traían regusto
calzudo encontraba un talismán de inagotable magia. Otras voces difuntas lo acompañan:
Francisco Riesco, Saturnina Bravo, Soledad Escribano, Lucía Riesco, Carmen Riesco, Pepe
Fraile, Delfina, Empera –mezcladas con comezones que recriminan al distraído aprendiz
que les fui–. Pero más recientes entrevistas y consultas han puesto un barniz de rigor sobre
la asimilación pasiva de aquellos años.
Me es de particular importancia subrayar la ayuda prestada por mi tío Ángel Riesco,
catedrático de Paleografía y Diplomática en la Complutense. Con mirada atenta, ha
enriquecido y depurado escrupulosamente el texto, añadiendo numerosas entradas y
matices nuevos.
Debo mucho a mis tíos Teodoro Riesco y Tomasa de San Dámaso; a la señora Martina
Gallego, riquísima en memorias; a Garcilaso, fino y sabio; a Jerónimo Luengo, de tan
valiente ingenio; a Pepe el albañil, que contaba una aleluya del gavilán y Pocopuede; a
Tomás Villanueva y Ángela Lorenzo, egregios documentadores de la cultura labradora; a
Antonio Gordillo, que ha revisado y enriquecido a conciencia el documento, a la vez que
aportaba sus ilustraciones y notas; a Germán Gordillo y Julia González; a Isabel Bravo
Luengo; a Cipriano Pedraz, y a Upe, Marce y Mari; a María Terrero; a Fermín Ledesma; a
Juan Rodríguez; a Toñi Bravo; a mis primos todos; a mis amigos de pandilla, Juan Luis,
Miguel Ángel, Santi, Carlos, Antonio Luis ―los chicos―, y las niñas a las que, con
agradecidos ojos, veíamos a veces sumarse a nuestras tardes: Ceci, Encarna, Marimar, Mili,
Piedad, Manoli, y no puedo olvidar a las otras.
Por parte del ayuntamiento de Calzada, el actual alcalde, Román Hernández Calvo, en
contacto con los servicios de la Diputación de Salamanca ―a quienes agradezco su buen
hacer―, ha puesto los medios para dar vida a este libro. La aportación de Román no se ha
limitado a lo administrativo: sus conocimientos de cartografía automática han convertido
mis balbucientes planos del término en unos pliegos nítidos que ilustran la toponimia del
lugar. Carmen Pedraz, por otra parte, y otros vecinos de Calzada han acopiado fotos
provenientes de los archivos familiares del pueblo, generosa colecta de imágenes que ahora
pone animación a estas páginas.
Con honda gratitud a todos ellos y a tantos otros, estén presentes o ausentes, y al
aprendizaje, siempre insuficiente, que con ellos cosechamos y llevamos a la era, queden
estas líneas en germen como humilde monumento a nuestras vidas y a las de todos
nuestros antepasados.
Índice
0. INTRODUCCIÓN: LA CULTURA LÉXICA Y ONOMÁSTICA DE UN PUEBLO
SALMANTINO COMO ACCESO A SU DESCRIPCIÓN ETNOGRÁFICA
0.1. El mundo verbal de Calzada: léxico, refranes, canciones, topónimos y
antropónimos
0.2. Boceto descriptivo de Calzada de Valdunciel
0.3. Contenido y propósito del libro
1. LÉXICO
1.1. Lista de palabras seleccionadas
2. REFRANES, EXPRESIONES Y COMPARACIONES RECOGIDAS EN
CALZADA. VESTIGIOS DE UN CANCIONERO CALZUDO
2.1. Refranes y expresiones populares
2.2. Vestigios del cancionero calzudo
2.3. Calendario agrícola popular recogido en Calzada, de una señora mayor que lo
recordaba de memoria (Carmen Riesco Riesco)
2.4. Canción de arrieros y viandantes (retahílas o aleluyas geográficas)
2.5. Licencia de bodas
2.6. La naranja y el limón
2.7. Cánticos al Cristo de la Piedad
2.8. Consejos del hijo del Tío Clamores a los labradores
3. ONOMÁSTICA: TOPÓNIMOS Y NOMBRES DE PERSONAS Y ANIMALES
3.1. Toponimia
3.1.1. Toponimia popular
3.1.2. Términos apelativos frecuentes en la toponimia local
3.2. Nombres de personas
3.2.1. Apellidos
3.2.2. Distribución actual en la provincia de Salamanca de algunos apellidos antiguos de
Calzada
3.2.3. Antroponimia popular
3.2.4. Antropónimos como nombres de lugar en Calzada y su entorno
3.2.5. Microtopónimos familiares
3.3. Nombres de animales
3.4. Nota final
4. BIBLIOGRAFÍA
4.1. Libros, artículos, diccionarios y cartografía
4.2. Páginas web con glosarios dialectales, datos etnográficos o toponímicos
consultadas
4.3. Siglas de fuentes documentales
0. INTRODUCCIÓN: LA CULTURA LÉXICA Y ONOMÁSTICA DE UN
PUEBLO SALMANTINO COMO ACCESO A UNA DESCRIPCIÓN
ETNOGRÁFICA
0.1. El mundo verbal de Calzada: léxico, refranes, canciones, topónimos y
antropónimos
La pareja palabras y cosas es de ilustre resonancia, ya anclada en la escuela etnográfica y
filológica de Hamburgo, ya ligada al nombre de Foucault, o sobrepuesta a algunos
hermosos trabajos descriptivos de pueblos y aldeas europeas. Apelar a este lema de las
palabras y las cosas, sea como método o como coartada, equivale a incurrir en varios
riesgos, entre ellos, sin duda, el de ser tildado de imprudente; o, si no, de rezagado, epígono
o anticuado. En efecto, a nadie podrá ya deslumbrar como novedad metodológica el juego
de describir un trozo de realidad pasando revista a las palabras que la acompañan; y nadie
podrá acceder a un cenáculo selecto, al que pertenecen nombres queridos de la erudición y
del pensamiento, con sólo colocar la etiqueta palabras y cosas al frente de su incierta obra. Y
más cuando las cosas de las que se habla apenas gozan ya del estatuto de lo viviente, o
cuando su evocación está irremediablemente transida de nieblas y vicios sentimentales.
La cultura material de un pueblo solía componer una signatura vieja que cifraba, con
combinatoria irrepetible, la estrategia detallada del vivir cotidiano. Las palabras usadas en el
lugar tenían también estatuto de vecindad y allí habían evolucionado desde las magmas del
romance en compañía de los objetos y las prácticas a los que designaban. Los pertrechos de
trabajo y los materiales de las casas eran el ajuar que casaba a la comunidad con el tiempo, y
en este matrimonio de palabras y de cosas, los años pasaban con suave declinación,
trayendo sólo las inflexiones de la gramática histórica o la mudanza de las guerras e
invenciones.
Calzada tuvo sin duda un mundo verbal propio, no en el plano absoluto de las diferencias
nacionalistas, pero sí en el nivel, más noble quizá, de los matices. Las fórmulas lingüísticas
de los pobladores medievales, en mosaico rural de etnias (francos, castellanos, vascones
entre otros), se habrán amagado al abrigo del ramalazo leonés que por aquí prosperó,
amparando el occidente de estas provincias bajo su fronda de tan dulce son. Ahora que las
prendas del vivir antiguo, los utillajes y los utensilios van reculando hacia los sobrados o
hacia el camión de los anticuarios, el dipolo palabras y cosas se enturbia con un tercer
vértice fantasmal, la memoria. Hay el mundo sensible, hecho de contemporaneidad, de
globalización imperfecta y resabios localistas, de pantallas y redes; este mundo tiene sus
palabras que nos arrullan y nos arrollan; y hay el mundo invisible de las memorias, donde se
refugia el murmullo de los antepasados y los escalofríos de la adolescencia. La cultura
material que se registra con esta lista de palabras es ya, más que material, fantasmal. Y sin
embargo, el léxico y la toponimia y hasta la antroponimia que aquí quedan guardados –con
tantas ayudas- son fieles a este pasado o a este espectro de pasado.
Así pues, lo que sigue es un borroso y abreviado intento de Lexicon-Onomasticon Calceatae, si
Corominas y el pudor admiten el irreverente empeño; o, dicho de otro modo: una
descripción de Calzada hecha desde sus nombres comunes y propios. El compilador es
consciente de que su saber no le autoriza a dar la última palabra sobre estas palabras
reunidas; y de que la provisionalidad y la ilusión son signos que flotan sobre el texto. Y más
si se piensa en la densa cosecha de monografías lingüísticas sobre las hablas leonesas y el
occidente castellano; o en la riqueza de descripción del léxico salmantino, ya ilustrado
tempranamente por Lamano, o incluso por Unamuno, cuyas cartillas recogidas durante
felices excursiones han salido a las prensas no hace mucho.
Pero algo tiene el tiempo que aspira a ser contado; y aunque el mirador sea humilde y la
ventana vital nos deje ver tan poco como la tronera de mazmorra del que cantaba “que por
mayo era, por mayo”, ¿quién nos libra, si nos dejan, de escribir lo que podemos? Por eso
sale a la luz este texto, con las inevitables humildades de lo incompleto y con clara
conciencia de llegar tarde, cuando gran parte de encanto que habitaba sobre este rincón de
la Armuña se ha ido con el soplo de los vendavales mediáticos. Entre el barro, bajo el
tamo, sobre los siglos, ¿quién nos dice la gracia perdida que habrá andado por estas tierras?:
mujeres valientes y sabias, labradores sentenciosos, arrieros que sabían contar, mozas que
ocultaban ilusiones en el refajo, rapaces sensibles que vieron girar el mundo como un barco
de inmensidades... tanta finura enterrada, y sólo quedan algunas palabras para reconstruirla.
Sabios serían, en su arqueología popular, los que pusieron la lápida de la mujer yacente
como brocal de Fuentebuena; o los que alinearon trozos de miliarios o restos de la ermita
de San Sebastián como pasaderas del regato; o los que subieron a la torre animales
grotescos de la vieja iglesia, a velar como campaneros; o los que aprovecharon los capiteles
románicos para soportar la tribuna, o pusieron al rey a dormir escuchando en su modorra
cien mil misas por venir, en un lateral de la iglesia. Y artistas eran los que dieron legado de
palabras, dichos y gracejos a sus sucesores, herederos de corroblas y meriendas en las
tierras, de tardes lluviosas en la fragua o en la taberna, de asientos y pintas de vino en las
gradas del concejo, de Incarnatus en la tribuna, de corrillos de verano, honrados por sillas
bajas y mujeres gobernadoras del amor y los hilos del tiempo.
En honor de todos ellos, agrupados en su dulce silencio de ausentes, y en honor sobre todo
de los que no recordamos, y que un día fueron juventud y ojos abiertos a las tardes y al
vuelo de las aves y las nubes, este texto se pone en pie como tribunal de tesis, con emoción
sin duda insuficiente, con lucidez hipotecada, con torpe residencia en lo contemporáneo,
pero con reverencia total a la sagrada tierra que, rodante hacia el azar, los guarda en sus
barros desconocidos.
0.2. Boceto descriptivo de Calzada de Valdunciel
El pueblo de Calzada de Valdunciel se sitúa a 14 km de Salamanca, a una altitud de 801
metros sobre el nivel del mar, con una superficie de 20 km2. El municipio cuenta con una
población de unos 600 habitantes. Miñano (1828) dice del pueblo: “situado en una llanura
que baña por el norte un arroyo que por una espaciosa pradera baja a Forfoleda y entra en
el Cañedo. Está en la carretera que conduce desde Salamanca a Zamora. Abunda de buenas
aguas. Produce granos, legumbres, ganados y leña”. Calzada pertenece al antiguo cuarto de
Armuña, comarca salmantina renombrada por sus extensos campos de cereal, sabrosos
garbanzos y horizontes anchurosos.
Su situación geográfica convierte a Calzada de Valdunciel en un lugar de pasaje y transición.
Desde Salamanca, la carretera hacia Zamora y León se adentra por las extensiones
armuñesas cruzando un paisaje rico en resonancias de Unamuno (“Oh clara carretera de
Zamora, soñadero feliz de mi costumbre”). Calzada es el último pueblo antes de salir de la
provincia y de la Armuña. Poco más adelante, en la alquería de Huelmos, se pasa la rivera
de Cañedo, detrás de la cual se alza la gran masa boscosa de encina, alcornoque y quejigo
que reviste el macizo de Valdelosa-Santiz. Hacia el oeste de Calzada, una carretera local va
al encuentro de Forfoleda, Torresmenudas y otros pueblos ribereños del citado Cañedo,
que ahonda su curso entre dehesas hacia la no lejana Ledesma. Hacia el este, en cambio,
otra carretera se adentra en el corazón, dorado de espigas, de la “calva Armuña”
(Unamuno).
La denominación tradicional de las vías romanas ha sido calzada y nuestro municipio no es
excepción: por Calzada de Valdunciel discurría el Iter ab Emerita Asturicam, más conocido
como Vía de la Plata. Este importante eje estructurador ponía en conexión a Mérida con
Astorga y su entorno minero. Cerca de la actual Zamora, un ramal se dirigía a Zaragoza.
Calzada conserva un monumento funerario romano, el pretil de la llamada Fuente Buena, en
la salida hacia Valdunciel. Se trata de una estela de granito con un interesante motivo
tallado: una figura femenina yacente de medio cuerpo, con la mano derecha descansando
bajo el pecho y la otra asida a un recipiente para libaciones, tal vez de hidromiel. Los
extremos del epígrafe y del remate superior están cortados, probablemente para adaptar la
estela a su función de brocal. Parece tratarse de una estela bajo-imperial, fechable entre el s.
II y el IV, y que tal vez sea indicio de la presencia en las proximidades de la vía de algún
caserío romano o villa, o incluso de un pequeño núcleo rural ligado al camino. En cuanto a
la fuente, pertenece a un tipo constructivo que debió de ser común desde la Edad Media,
de sillares y bóveda, como las que perduran en las vecinas localidades de Naharros y
Valdelosa.
La antigua calzada cruza el pueblo por la mitad, coincidiendo en gran parte su recorrido
con el de la Calle de Santa Elena, en cuyo extremo del sur pervive el topónimo la Cruz de
Santiago, que hace referencia a una ermita antigua y tal vez alude al uso medieval de este
trazado para la famosa peregrinación compostelana. Atravesada la plaza cerca del frontón,
la vía discurre por la antes llamada Calle o Calzada de Zamora (actualmente rebautizada Ruta
de la Plata), dejando atrás las casas del pueblo al pie del arroyo de la Vega. Allí pueden
apreciarse vestigios posiblemente vinculados a la vía romana.
En efecto, cerca del camino, una hilera de grandes piedras (pontones) servía de pasadera
peatonal para el citado arroyo. Algunas de ellas, de robusta forma cilíndrica, han sido
identificadas como fragmentos sin epigrafía de miliarios, es decir, marcadores de distancia
del antiguo trazado romano. Roldán Hervás, que estudió detenidamente los pontones, apunta
otras posibilidades, aunque la hipótesis romana parece verosímil dado el parecido entre
estos restos y los miliarios completos que se han encontrado en la provincia de Salamanca
acompañando a la misma vía. Otras de las piedras pueden provenir de edificaciones
medievales, tal vez de ermitas próximas ya derruidas. Una de éstas conserva un nicho
rectangular sin inscripción. Desde aquí, el camino avanza decididamente hacia el norte,
franqueando una loma a través de un tajo artificial que, aunque profundizado
posteriormente, debió de ser excavado en su inicio por los autores de la obra romana.
La iglesia parroquial, bajo la advocación de Santa Elena, corresponde en su conjunto al s.
XVI. Es de nave única, con armadura simple de madera a dos aguas sobre grandes arcos
transversales, retablo del XVIII en la tradición de Churriguera, y tribuna a los pies sobre
arcos rebajados y columnas itálicas. La portada principal, en el flanco sur, y la ventana de la
capilla mayor fueron rehechas hacia 1720.
Se conservan interesantes restos de lo que debió de ser la anterior iglesia, que como las
vecinas parroquiales de Forfoleda y Torresmenudas, sería románica del siglo XII o XIII.
En el exterior se observa un resto de muro en el flanco norte y acceso a la sacristía, así
como unos grandes canes con figura humana que se asoman, como pétreos campaneros, al
cuerpo alto de la torre. En el interior persisten dos columnas bajo la tribuna, con capiteles
románicos de hojas, de simple y hermosa labra.
Empotrada en uno de los arcos de la nave, se conserva asimismo una escultura de estilo
gótico, probablemente del s. XIII, que representa a un rey, con cruz y globo en las manos.
La figura aparece enmarcada en un doselete compuesto por un arco ojival sobre columnas
coronado por torrecillas. Probablemente, la escultura fue trasladada de la iglesia antigua al
realizarse la nueva obra en el s. XVI.
Es de destacar asimismo la imagen del Cristo de la Piedad, de gran devoción en Calzada,
crucifijo quizás del s. XVI o XVII, de tamaño natural.
Un recorrido por el pueblo ofrece otros atractivos. El urbanismo es espacioso y
equilibrado, con dos grandes plazas, el Corrillo y la Plaza de la Constitución. Diseminados
por el pueblo, perduran notables ejemplares de arquitectura popular, en los que se puede
admirar la diversidad de soluciones tipológicas y constructivas en las casas de labranza:
sillar, mampostería, tapia, adobe y ladrillo componen los exteriores, animados por
portalillos y poyetes para las veladas y tertulias que aún ajetrean los anocheceres de verano.
Sobre las huellas del camino, sobre las huellas del tiempo, Calzada dibuja su presente con
tembloroso lápiz de inspiraciones. Si Salamanca, que se acerca, y el campo, que se aleja, dan
tiempo a la tregua, quizás las líneas que siguen puedan servir para sujetar el estribo inquieto
de la historia que galopa -¿hacia dónde?- en Calzada de Valdunciel.
0.3 Contenido y propósito del libro
El texto a que estas líneas dan entrada nace de un recorrido por los nombres comunes
(Léxico), los nombres propios (Onomástica) y los dichos y canciones del pueblo. A través
de la evocación y de los intentos de documentar o de poner en perspectiva el mundo verbal
de Calzada, se perfila un retrato implícito del pueblo, entendido como rastro histórico,
como sedimento de memorias o como ventana geográfica que mira hacia vidas y obras del
pasado.
La recopilación lexicográfica aquí intentada puede entenderse como un mero suplemento
sentimental a la densa aportación de los estudiosos del léxico salmantino, aportación
dispersa, de más de un siglo de antigüedad, heterogénea y copiosa. Proporcionan un
pedestal privilegiado a nuestra tarea los estudios de Gatta, Lamano, Unamuno, Llorente,
Lorenzo, Cortés Vázquez, Iglesias Ovejero, Sánchez León (cuya obra dialectal demanda ser
revisitada), los Marcos Casquero; por no citar al gran lexicógrafo Martín Alonso, natural de
Valdunciel, donde nació en 1903.
Son de agradecer los mullidos pliegos del Atlas Lingüístico de Castilla y León (ALCL), que
incluyó en su red de muestreo los pueblos, relativamente próximos, de El Cubo y Palacios
del Arzobispo, revelando materiales en gran medida similares a los de Calzada. Cabe
también manifestar un caluroso agradecimiento a la Real Academia Española, que facilita el
acceso a su base de datos CORDE (Corpus Diacrónico del Español), herramienta informática,
aún en fase de elaboración, cuyo valor para los estudios filológicos, históricos y
etnográficos es incalculable.
Se ha optado por renunciar a algunos campos léxicos especializados (piezas del carro, del
arado, de la casa) salvo en términos aislados, en los que alguna anécdota haya venido a
iluminar la mera descripción. Esta deficiencia se ve suplida por la aportación monográfica
que Antonio Gordillo ha preparado al respecto, y que es consultable en la página web del
pueblo.
La parte toponímica aspira a ofrecer un inventario por lo menudo de las denominaciones
de parajes en el término municipal. Aunque no haya sido posible completar el escrutinio de
las fuentes disponibles (ya el mero volumen de los tomos de ventas ante notario en
Salamanca ofrece tarea para una longeva carrera de archivero), se ha podido recorrer con
cierta atención las principales referencias catastrales desde el s. XVIII en adelante, lo que ha
permitido acceder a identificaciones inspiradoras.
La parte etnográfica, menos que esbozada, tiene el mismo sesgo verbal que las restantes
secciones. Se ha reunido una muestra escueta de cancionero, refranero y otros elementos
de la cultura oral del pueblo. El estado anémico con el que llega a nosotros este legado no
ha de servir de atenuante para la menguada extensión de estos materiales. Otros podrán sin
duda añadir más a la cosecha de este libro; y ya pueden saludarse las valiosas aportaciones
de Antonio Gordillo en la página web del pueblo.
La página web de Calzada acumula muchos otros documentos y materiales que
complementan este trabajo. Su consulta puede entenderse como el complemento necesario
de la lectura del libro. La bibliografía recogida en el último capítulo no agota los temas aquí
tratados, pero puede ser de utilidad a quien desee saltar de estas evocaciones a otros
ámbitos más robustos en ciencia o en sistemática.
1. LÉXICO
Esta lista intenta evocar la atmósfera verbal que, inseparable de la vida, envolvía los
trabajos y los días de un pueblo de Salamanca. No es ambición ni potestad del recopilador
auparse al cotarro de la ciencia filológica. Muchos de los vocablos reunidos son
compartidos con otros lugares; no pocos pertenecen al acervo común del castellano. Si se
traen a colación es porque su uso en el pueblo les ha dado un sabor peculiar o porque su
mención sirve de excusa para divagaciones sobre la vida antigua o presente de Calzada. Del
otro lado de cada palabra cuelga un hilo de prácticas y memorias: la realidad, si tiene
materia de palabras, puede sin duda ordenarse alfabéticamente. Esta relación queda abierta
a críticas y mejoras, que los más versados en cosas calzudas están invitados a ir acopiando.
Se ha optado por renunciar, salvo excepciones, al cotejo de las voces recogidas en Calzada
con variantes o formas idénticas que, abundantemente, salen al paso en la literatura
lexicográfica leonesa y castellano-occidental. La bibliografía intenta suplir esta ausencia. En
los últimos años, por otra parte, la emergencia de una cultura popular en internet está
produciendo un fenómeno inesperado: numerosos municipios, algunos de humilde
estatura, están convirtiéndose en estudiosos de sí mismos, y sirven en la red sus corpus
descriptivos de léxico, toponimia y etnografía. También a ellos se ha acudido en la medida
de lo posible. El propio libro vive, en forma paralela y reducida, en la página web del
pueblo de Calzada, donde tienen cabida también otros textos más indigestos salvo para el
fetichista de lo calzudo (apeos y deslindes detallados del Catastro de Ensenada –CME-, por
ejemplo, cuyas citas pueden comprobarse en la red).
En el pueblo de Calzada, el vocabulario venía marcado por la proximidad a la capital y a
una vía principal de tránsito por la que ambulaban gallegos, trajinantes, quinquilleros y
otros habitantes del camino. De tal proximidad resulta una tendencia a la difuminación del
corpus léxico, pues al interrogar a los vecinos se apreciaba que muchos términos, sin ser
usados con asiduidad, les eran familiares. Las idas y venidas al mercado de Salamanca,
donde se entraba en contacto con campesinos de otras comarcas, el trato asiduo con
segadores procedentes de áreas más cercanas al corazón del viejo leonés, el servicio militar
con sus efectos niveladores: todo ello confluía en un cierto sincretismo léxico, que hace
difícil aclarar cuáles eran las voces pertenecientes de nómina al habla local.
1.1. Lista de palabras seleccionadas
Abangado: flexionado por la carga. Dícese de un objeto ―rama, viga― que se curva vencido
por el peso propio o por el que soporta. De forma derivada, se aplicaba a los que se
encorvaban por vejez o por cansancio, rendidos tras las faenas del campo: “está abangado
de viejo”; “viene abangado de escardar”.
Abotargado: persona de aspecto hinchado y tumefacto; persona gruesa y voluminosa en
exceso. La forma estándar, que no se usa en Calzada, es abotagado, es decir, ‘inflado como
una bota u odre de vino’.
Abrebocas: utensilio ficticio para embutir la matanza con que se embroma a los novatos. La
tarea de mantener abierta el extremo de una tripa mientras se rellena con mondongo no es
fácil, siendo precisa cierta habilidad con los dedos para asegurarla. Ello ha dado pie a la
siguiente broma popular: a un niño o a un forastero se le pide que vaya a buscar el abrebocas,
encareciendo la importancia de contar con él para completar la faena; allí donde el
embromado vaya a recogerlo o a requerirlo, lo reciben con burlas o le dan cualquier objeto
pesado (piedras, adobes, tierra) metido en un saco. La matanza se prestaba a toda suerte de
chanzas: otra que parece haber sido común en Calzada es la de colgar una tripa vacía de la
espalda de alguien, con ayuda de un alfiler. Se cuenta que las que iban al baile tenían que
andar con cuidado de que no les prendieran a la falda un pedazo de tripa. Figuradamente,
también se llama abrebocas al indeciso, al irresoluto, que no sabe qué hacer y espera a que le
resuelvan sus problemas.
Abrojos: como en otras partes de España, por abrojos se entiende una planta, con cabeza
pinchuda, relativamente grande y de flor amarilla (Tribulus terrestris). A veces, en Calzada
parece designar a un tipo de cardo diminuto y de flor azul, del mismo género que el cardo
corredor y el cardo marino, el Eryngium tenue (Sánchez-Barbudo, 1991). Es voz bien
conocida y antigua: “Kien malos kaminos anda, malos abroxos halla” (Correas, 1627).
Acachinar: dar un golpe fuerte y certero a animales de corral (conejos, liebres, pollos) con el
fin de sacrificarlos; se puede usar un palo y atinar en el cogote para que la muerte sea
instantánea. De forma translaticia, acachinar equivale a matar cruentamente, aunque en su
origen se aplicara preferentemente a los animales sacrificados en casa. Así, se usaba
figuradamente para referirse a los soldados muertos en guerra, por ejemplo en las campañas
de África: “los soldados van a que los acachinen”. También se ha usado como amenaza
jocosa, en un contexto familiar: “¡que te acachino!”.
Acedera: planta que se usaba para hacer ensaladas. También se llamaban acederones.
Probablemente es Rumex acetosa. Eran comida de refuerzo, propia de las economías
humildes. En Figueruela de Arriba (Zamora), se dice: “ya viene mayo con las acedas, que se
amuelen los ricos con las paneras”. Circula por Calzada el refrán: “Acederas en marzo,
calenturas pa tol año; acederas en abril, calenturas pa morir”. Las acederas salían en las
tierras cuando los pesticidas no se habían hecho aún los dueños del campo. Su peligro
estriba en la tendencia de la acedera a acumular oxalatos al crecer, lo que puede producir
envenenamientos leves si se consume inmoderadamente o en fases tardías de crecimiento.
De hecho las acederas se usaban como purgante. En Palacios del Arzobispo se oye, según
Pal. (2001) otra variante, invertida: “acederas de mayo, calenturas para todo el año”, junto a
“acederas de abril, calenturas para morir”. Dado que las acederas son tanto más dañinas
cuanto más avanza el año, la versión correcta debe ser la calzuda.
Acerolo: árbol frutal, que se plantaba en algunos huertos. Su fruta es la acerola. Se trata del
Crataegus azarolus. Las había de color rojo y amarillo. Era árbol sufrido, que se podía
conseguir injertando sobre espino albar (el arbusto de los baulines).
Aciburri, aciburrio: espasmo, dolor intenso, malestar generalizado y repentino. Es posible
algún parentesco de este término popular, con la voz, de registro culto, que reiteradamente
figura en los Libros de Difuntos para aludir a crisis súbitas, mortales, que no daban tiempo a
la extremaunción (en cuanto a la etimología, podría proponerse que se trata de una
adaptación jocosa de la voz culta con que se describía este mismo tipo de crisis: accidente).
Aciguar: sosegarse y centrarse antes de una acción que requiere tino, tener destreza para
algo; atinar, dar en el clavo. “Con las prisas, no aciguo a enhebrar la aguja”.
Achiperres: trastos, cachivaches, objetos desperdigados.
Adobera: molde de madera, que contenía la forma y capacidad para hacer adobes. Solían
disponer de dos o tres celdas correspondientes a tantos adobes. La tierra de adobes se cogía
de sitios seleccionados y se mezclaba con paja picada, dejándola secar a sol una vez
aplastada en la adobera.
Aguacil: alguacil. La mujer del alguacil sería la guacila.
Aguederas: las mujeres que celebran el día de Santágueda (5 de febrero).
Ahivado: está ahivado el que se queda embebecido, con la mirada fija en un punto y la
mente ausente.
Ahollar: sinónimo de encalcar, compactar la paja en el pajar o en los carros a pisotones.
Aijada: aguijada, palo con punta para estimular a los bueyes cuando tiraban del carro, del
trillo o del arado.
Aire: en Calzada no se empleaba apenas la palabra viento. Era muy esperado que levantara
aire para limpiar. Del día de San Lorenzo (10 de agosto), en plena época de parvas en la era,
se decía que era muy favorable para aventarlas. “San Lorenzo el airoso” es expresión oída
en Calzada. Se distinguían varias orientaciones de viento: aire de arriba (el que viene de la
parte de arriba de la vega, es decir, de Valdunciel, del este), aire de abajo (de Forfoleda, es
decir, del oeste), aire del camino Topas (del norte-nordeste), aire burgalés (del nordeste; apenas
distinguido del anterior), aire de Santa Marina (del oeste-noroeste), aire serrano o solano (del
sur). El aire de Santa Marina era también conocido como “aire del camino Madrigal” o
“aire gallego”. El “aire del camino Topas” era sostenido y suave; se consideraba muy
favorable para la limpia de las parvas.
Ajo de cigüeña: se trata de especies silvestres del género Allium. Probablemente es el Allium
sphaerocephalon (Sánchez-Barbudo, 1991). Crece en los prados (de ahí probablemente la
referencia a la cigüeña, ave que frecuenta los prados en su búsqueda de alimento) y tiene la
cabeza más pequeña que el ajo cultivado. Es posible relacionar el término con la tradición
según la cual las cigüeñas “machan el ajo” cuando crotoran en el nido; se trata de un saludo
no vocal con el que se interpelan entre sí, entrechocando las dos palas del pico. A mediodía
el ruido de las cigüeñas machando era señal de que llegaba la hora del almuerzo.
Ajunjera: planta de tallos carnosos que crece en las tierras y barbechos y se usaba para hacer
escobajos. Con los escobajos o escobones (que también se hacían de baleo cabezudo o
Centaurea spp.) se barría el ruedo de la trilla, después de recogerla, y se formaba un
montoncito de grano y tierra. La ajunjera es probablemente Chondrilla juncea, cuyo núcleo
tierno es conocido como ternillo en otros puntos de la provincia. Esta planta, de flores
amarillas, se usaba también (no se sabe si en Calzada) para hacer ensaladas. Lo que sí se
constata es el uso, por los niños, de la parte subterránea de la planta, que se cocía para
extraer liga, con la que se capturaban pájaros. Ya Sarmiento, en el s. XVIII, establece la
identificación entre ajonjera y la Chondrilla viminea o Ch. juncea de Bauhino (Sarmiento, 1986).
Bauhino, cuya Historia Plantarum Universalis es de 1651, recoge algunos nombres de plantas
de Salamanca, entre ellos el de junquerina, otro nombre de la misma planta, que Sarmiento
pone ―con dudas― en relación etimológica con ajunjera. La voz parece estar presente en un
topn. medieval, “valle Algongero”, de la zona de Alaejos, mencionado en un testamento de
1180 (Martín et al., 1977).
Ajustarse [un criado]: contratarse con el dueño.
Alabancioso: jactancioso, alardeador; presumido en alto grado.
Alboroque: pequeño agasajo que hacían en las tabernas el comprador y el vendedor cuando
cerraban un trato. Solía invitar el vendedor. Habitualmente se trataba de una jarra de vino y
algunos garbanzos torrados o cacahuetes. Cerca de los feriales y mercados había tabernas
donde se multiplicaban los alboroques en días mercantiles. Se empleaba la locución “echar
el alboroque”. Es palabra de antigua tradición leonesa. En un documento de 1236, se
incluye el alboroque en el montante total de una venta: “por precio nombrado, CCC
morauedis entre precio e albaroch” (Castán y Castán, 1992).
Alcabuz, arcabuz: cangilón de noria. Es voz salmantina y de áreas próximas. En 1916 indica
la prensa que un obrero que trabajaba en un pozo se hirió en la frente al caérsele encima
“unos alcabuces” (El Adelanto, 4 de noviembre de 1916, p. 2). Eran abundantes las norias
de Forfoleda hacia abajo, en las vegas de Torresmenudas, Aldearrodrigo y El Arco. En
Torresmenudas había, detrás de la iglesia, una fuente de alcabuces, de la que se sacaba el agua
haciendo girar una manivela. En 1902 murió un muchacho en Valverdón al romperse
súbitamente la palanqueta que sujetaba el peso de los cangilones llenos y producirse el
brusco retroceso de la pértiga, que lo golpeó en el pecho (El Porvenir Segoviano, 25 de abril
de 1902). En Calzada, en cambio, las norias eran raras. Se recuerda una noria en una huerta
cercada, propiedad del entonces alguacil, ―aún subsiste como huerta― situada frente a las
eras de arriba al final de la c/ la Cilla. Otra noria estaba en un trozo reservado para huerto
en la alameda del cura, situada al sur y a oriente de la casa rectoral.
Alcaería (ant.): alquería. Figura esta forma ya antigua (que aún se oye en otros puntos de la
provincia, pero no en Calzada) en declaraciones de propiedad del Catastro de Ensenada.
Alcaparrero: exagerado, melindroso. También se decía alcaparras.
Aleluyas: relatos o recitaciones. Figuradamente, significa también ‘cuentos, excusas’.
Alibierno (ant.): parece ser el nombre antiguo, ya olvidado, del labiérnago (Phyllirea
angustifolia), cuyo nombre popular en muchas partes es lentisco. Este arbusto silvestre, hoy
ausente del término de Calzada, pero que pervive en Huelmos de Arriba, debía de ser
común en el s. XVIII. El Padre Sarmiento, en su viaje botánico a Galicia, editado por J. L.
Pensado, pasó por Calzada a mediados de dicho siglo. En unas fichas cuya escritura realizó
probablemente entre 1757 y 1758, pero correspondientes a notas de viaje de 1755, se
registra lo siguiente: “1760. Lentisco. Hoy 19 de noviembre de 1755, después de haber
pasado el monasterio de Valparaíso, de bernardos, a poco de haber entrado en el monte del
Cubo, encontré mucho lentisco y con granitos negros, y dentro un huesecito duro. Cogí
semilla y hojas. Alivierno llaman en Calzada. 1761. Alivierno o alibierno. Así llamaron al
lentisco que da frutilla en Calzada de Valdunciel, y a los granitos ubas de perro. La voz
alivierno es símbola de la voz laderno, y acaso todo de alaternus” (Sarmiento, 1986). Más
adelante añade: “su frutilla es oval, que remata en pico”. Por la fecha del viaje de
Sarmiento, la drupa del labiérnago estaría negra y casi consumida. Causa cierta duda la
referencia a un solo huesecillo. Phyllirea angustifolia tiene generalmente dos en cada fruto.
¿Podría pensarse entonces en alguna especie del género Rhamnus (por ejemplo, R. Alaternus
‘aladierno’ ―como propone Font Quer (1962) ―, de tres o cuatro semillas por fruto? No
parece justificado, como se argumenta seguidamente.
En efecto, cabe citar las fichas 2494 y 2495 del propio Sarmiento, referidas a los montes de
Toledo: “ladierno. Nombre del lentisco en Toledo, en Galicia laderno. Ladierna y laderna, y
en el monte del Cubo alivierno”. En ellas identifica claramente esta especie con el alibierno de
El Cubo, que es el mismo de Calzada. Y sucede que en Toledo laderna es el nombre de
Phyllirea angustifolia, es decir, del labiérnago. Ciertamente, el arbusto aquí aludido no es el
generalmente llamado lentisco ‘Pistacia lentiscus’, del todo ausente en esta zona
biogeográfica. La referencia a “lentisco” debe entenderse como fruto de la diversidad de
nombres locales en las especies vegetales. En efecto, el labiérnago se denomina lentisca en
algunas zonas (por ejemplo, en Huelva), y también lentisco; en Algarve (Portugal), lantrisco.
Otro elemento de juicio que apoya la identificación del alibierno con el labiérnago es la
pervivencia de este arbusto cerca de los lugares donde lo vio Sarmiento: en el término
municipal de Peleas de Arriba, al sur de Valparaíso, sobreviven labiérnagos cerca del
llamado Camino de los lobos, en una zona de denso monte de quejigo (Quercus faginea) con
algún pie de alcornoque (Q. suber). También, ya más cerca de Calzada, en Huelmos de
Arriba, entre el arroyo del Moro y el Conejal, se observan numerosos labiérnagos en zonas
abrigadas, como arbusto de sotobosque. El que el nombre fuera conocido en Calzada en
1755 indica una mayor expansión antigua de la especie. Probablemente persistían setos
verdes o lindes arbóreas entre los campos, donde el alibierno sería abundante. También es
probable que la labra de Santibáñez por los de Calzada favoreciera un mayor conocimiento
colectivo de las plantas montesinas. Cuando el municipio se desligó de Santibáñez, Calzada
se volvería hacia el secano y perdería su conexión cultural con el monte y sus especies.
En La Alberca, se usa alabierno para referirse a una planta con cuyas ramas se hacían recias
escobas para barrer la era tras la trilla (Puerto y Serrano, 1988). Seguramente se trata de
Phyllirea angustifolia, pues también en Portugal (área del Algarve oriental) constatamos el
mismo uso para la planta.
Almuerzo: antes, el almuerzo no era comida principal, de mediodía, sino algo muy parecido
a un desayuno. Se hacía por la mañana, hacia las ocho. Si tocaba trabajar en las tierras, el
almuerzo se tomaba allí. Solía ser de sopas de ajo, acompañadas de un torrezno, y, si se
podía, algo de huevo, chorizo o farinato. Como la salida a las tierras solía ser ―en verano―
más temprana, la comida era llevada recién hecha a la hora de su consumo. Llevarla era
tarea de mocitas, de rapaces y de viejos. Se iba normalmente en burro, y no era infrecuente
que el animal tomara la iniciativa del camino y parara espontáneamente al llegar al grupo de
los trabajadores.
Altiricón: largilucho. Es voz de uso escaso pero difundida por gran parte del ámbito del
castellano.
Alumbrar: aclarar el tiempo después de una tormenta. También se aplica a una labor en las
viñas, consistente en separar y mullir la tierra que rodea a las cepas, una vez realizada la
poda, para facilitar que la planta se airee y “coja más tempero”. En la locución “llevar las
velas alumbrando” significa ir con los mocos colgando.
Alverja: semilla leguminosa que se sembraba en febrero para pienso. Más grande que los
yeros y las arritas, pero menor que los guisantes. Parece coincidir con la veza del castellano
estándar, es decir, Vicia sativa L. ssp. Obovata.
Alverjón: planta espontánea que crece en los cultivos. Es del género Vicia. En el monte de
Casablanca hay una nava de Valdealverjaca.
Alzar: dar una primera labor de arado a las tierras que han quedado de barbecho, es decir,
en descanso productivo durante un año (Gómez Hernández et al, 1992; Álvarez Tejedor,
1989). Es una práctica que pertenece al pasado, pues implica la rotación y los descansos
anuales del terreno. En Tierra del Vino se denomina a esta operación relvar. El arado
levantaba los rastrojos, sobre todo en los cerros; que eran arrasados por el grueso dental del
arado romano, llevándose con ellos la paja y raíz de los cultivos anteriores. Las pasadas de
arado, que no respetaban las alineaciones anteriores (a veces se alzaba en perpendicular a
los surcos antiguos) se hacían muy apretadas. La labor de alzar requería tiro fuerte, y hacían
falta bueyes; no así el aricar, que se podía hacer con vacas o mulas. El refranero local
recomienda alzar en enero; aunque también se sugiere la conveniencia de hacerlo antes, en
noviembre: “en noviembre alza el rastrojo / para los granos menudos, / que la tierra que
está alzada / criará mejor los frutos”. El Comendador (Núñez, 2001) también recomienda
anticipar la labor del alzado: “vina cuando otro alça, si quieres hinchir tu casa”; y explica:
“alçar es la primera arada, vinar, la segunda”.
Andancio: enfermedad epidémica que anda, es decir, que se propaga y demora por una zona.
Se aplicaba también al ganado, con alguna imprecisión, como sus aproximados sinónimos
muermo, modorra, lunas…
Andróminos: palabra de sentido vago, preferentemente ‘cachivaches’; no es seguro si se
utilizaba en la acepción de ‘tejemanejes, embelecos’. En vez de ‘cajón de sastre’, se
empleaba la locución “cajón de los andróminos”.
Añusgarse: atragantarse.
Aparente: parecido, semejante: “es aparente a su abuelo”.
Apeayeguas: lucero de Venus. Sale al atardecer, a la hora en que las bestias (caballos sobre
todo) eran trabadas por los pies mediante arrapeas, para asegurar su permanencia en la zona.
Era frecuente en las antiguas ordenanzas que los pastores y vaqueros tuvieran la obligación
de regirse por el primer lucero para recoger los bueyes o apear (atar por los pies) las bestias.
Así, por ejemplo, en las Ordenanzas Antiguas de Badajoz, “los boyeros tengan cargo de
recoger sus boyadas [...] hasta que salga el luzero primero de la noche como es costumbre”
(Martín Martín, 2001). En Calzada se recuerda el refrán: “yegua apeada, prado halla”,
indicando que, a pesar de las arrapeas, las caballerías saben arreglarse para buscar pasto; de
forma traslaticia, el refrán es aplicable a las adolescentes, que aún ligadas por normas y
vigilancias paternas, sabían buscarse amores.
Registra también la voz la Marquesa Viuda de Castellanos y de Monroy (1919, La Basílica
Teresiana, 60: 170), en una evocación de su infancia (ca. 1856) en Yecla de Yeltes: “en el
horizonte el lucero vespertino, llamado apeayeguas, recordaba a aquellos labradores que era
la hora de recoger sus ganados”.
Aperos: tiene un sentido más amplio que el de ‘utillajes para una labor’. Puede aplicarse, con
sentido humorístico o derisorio, a trastos, adornos, perifollos, complicaciones. “Mia qué
aperos tiene en el cuarto, maja”.
Aranzada (ant.): en apeos antiguos de Calzada aparece esta unidad de superficie, equivalente
a la fanega o huebra, que sólo se usaba en referencia a los viñedos. El Catastro de
Ensenada de Castellanos explica: “en punto de viñas se trata por aranzada, quiere decir lo
mismo que fanegada”. Calzada ya no tenía viñas en 1752; más tarde se replantaron algunas,
y todavía en la segunda mitad del s. XX eran comunes las viñas de consumo familiar; y en
otoño, con gran regocijo de mozos y mozas, se iba a las tierras con cuévanos de vara de
sauce a coger la uva, y se regresaba entre cantos y jolgorio; en las casas, las uvas eran
pisadas y se preparaba el modesto y burbujeante vino. En Castellanos una aranzada de viña
de primera producía 6 cargas de uva (4 y 2 cargas, respectivamente, las de segunda y
tercera). Una carga de uva producía unos dos cántaros (2 x 16 litros) de mosto. Todavía se
usaba entonces en Castellanos la distinción entre tierra ‘parcela de cereales’ y pago (ant. bago)
‘parcela de viñas’. Bago es el nombre que reciben las tierras destinadas a viñedo, como se
infiere de esta cita del Fuero de Salamanca: “vinas qui en bago non ioguieren, vindimien las
sin caloña” (Alvar, 1982), es decir, “las viñas que no estuvieran en viñedo, que se
vendimien libremente”.
Arenaza: piedra arenisca, como la de las canteras de Villamayor. También se conoce como
“piedra de manteca”: si se mete en agua se deja cortar fácilmente; seca, es muy dura.
Llamaban piedra fregadera a la que, procedente de Villamayor y elegida del grano más fino, se
usaba para fregar pucheros y sartenes. Con agua, a modo de estropajo, se refregaban
vigorosamente las costras negras que iba dejando en los recipientes el fuego. Fue
desplazada por la emergencia en el mercado de un producto en polvo, llamado pedramol.
Argaña: argaya o arista de las espigas.
Aricallo, arrecallo, arricángel: con estos tres nombres se designaba el vencejo (Apus apus).
Lamano (1915) recoge las formas arrejáquele, arrecájel y arrecájele (en Las Guareñas), arricángel,
arricángele (en tierra de Ciudad Rodrigo) para la misma ave. En algún caso se les confundía
en Calzada con los aviones (Delichon urbica), puesto que se les recuerda como pájaro a modo
de golondrina “con corbata”.
Aricar: dar a la tierra ya sembrada una labor ligera, pasando la reja por el valle de cada surco
para quitar las malas hierbas y arrimar tierra a las plantas (Sánchez León, 1995). La labor es
la aricada (aricá). Se solía hacer en dos momentos del año: una primera, en adviento (antes
de navidad), cuando estaba apuntando el tallo (“el que arica en Adviento, arica y escarda a
un tiempo”, Morán, 1954); otra hacia febrero o marzo (Cabo Alonso, 1955). En Calzada se
solía hacer en marzo. Esta labor era complementada por la escarda, hecha a mano hacia
abril o mayo. Correas usa la voz aricar a propósito de esta advertencia: “Kubre en polvo i
vina en lodo. Kubrir en polvo i vinar en lodo”. Vinar es binar o bimar, pasar la segunda
reja; la explicación que añade Correas es la siguiente: “Avisos de la agrikultura de trigo i
viñas. Es bueno kubrir el pie de la zepa después ke á rrezibido tenpero por primavera, para
ke los kalores no konsuman la umedad; i ansí se á de kubrir el trigo después ke á llovido,
kon arikar”.
Arrapeas: apea de caballería, maniota o traba en las manos y patas de las bestias. Sirve para
apear las bestias, esto es, dificultar el movimiento de los animales cuando se les deja
descansando. Podían ser de soga de esparto o también de hierro, al modo de trabas o
grilletes. La forma castellana estándar es arropea.
Arregalzar, regalzar: remangarse.
Arrimado: anejo, dependencia. Se puede decir: “Narros es un arrimado de Valdunciel”.
Arringarse: desriñonarse, deslomarse.
Arritas: planta leguminosa cultivada. ¿Coincide con los llamados en otras partes titarros, es
decir, Lathyrus cicera? Eran usadas sólo para cebo de animales. Las semillas eran redondas,
pequeñas, de color verde oscuro. No se confundían con la muela ‘almorta’, ni con la
alverja.
Arroba: unidad antigua de peso, equivalente a 11.5 kg, o sea, un cuarto de quintal, o
veinticinco libras.
Arromanar: pesar mucho. Lamano (1915) cita el refrán salmantino “unos pesan y otros
arromanan” con la siguiente explicación: “[en] todo hay quien gane a otro, por muy
entendido que sea en su arte u oficio”.
Asfixie: habitáculo herméticamente cerrado en el que se introducían las lentejas, en costales,
para crear condiciones anaerobias y con ello matar el gorgojo. Se echaba un líquido, al que
llamaban bobolina, para favorecer el proceso. Esta operación debía realizarse
inmediatamente después de trillada la parva de lentejas y acarreado el muelo; de lo
contrario, se multiplicaba irreversiblemente el gorgojo (Cabo Alonso, 1955). Un frasco
servía para diez metros cúbicos de habitación; la operación duraba dos o tres días, tras lo
cual se podía sacar fuera la lenteja. Este procedimiento se generalizó en las primeras
décadas del s. XX. Los pedidos se hacían, en los años veinte, al autor del invento, Emilio
Bobo, en Nava del Rey. Antes, las lentejas eran inaprovechables para consumo humano,
salvo en cantidades muy limitadas, por culpa del gorgojo. En Calzada, según Cabo Alonso,
antes de que se usaran los asfixies, se recurrió durante algunos años a tostar las lentejas. El
señor Gonzalo Sánchez Ramiro, que vivía cerca de la Plaza, era herrero y había inventado
una máquina para tostarlas, que no dejaba ver a nadie. Empleaba a mujeres para la faena de
seleccionar las lentejas y las vendía en Salamanca.
Antes aún, se consumía lentejas sólo en pequeña porción, guardadas en tinajas de aceite,
que preservaban el producto a salvo de los gorgojos. Esto era inabordable para las
economías más débiles, puesto que el aceite, vendido por trajinantes que venían de la Sierra
de Gata, era producto caro en la comarca.
Las lentejas, por lo tanto, se generalizaron gracias a los asfixies. Sus labores eran parecidas a
las de las garrobas, aunque algo más tolerantes a la labor de aricada. La paja de lentejas es de
gran calidad como cebo y como combustible y se podía almacenar separadamente para
hacer borrajo.
A mediados del XVIII el cultivo absolutamente dominante en Calzada era el trigal. No
había viñas, y el centeno ocupaba tan sólo 80 fanegas, que se destinaban a cebar ganado. La
cebada, que se sembraba en las cortinas, era de consumo exclusivamente animal. Como
leguminosas, se citan los garbanzos, y las garrobas. En las Ordenanzas de Salamanca, de
1719 aunque adaptadas de documentos anteriores, constan tres tipos de leguminosas:
garbanzos, garrobas y yerbos (Rupérez y Lorenzo, 1994). Larruga, en sus Memorias de 1795,
referidas a la provincia de Salamanca, muestra con más detalle el panorama productivo en
materia de leguminosas: de algarrobas se producían 150 arrobas; de lentejas, 1.5; de
garbanzos, 30; de galbanas, habas y guisantes, 2.7; de alubias, 1.8. Obsérvese la escasísima
producción de lentejas, debido al problema de los gorgojos.
Las muelas llegaron a la Armuña más tarde. Por esto la base alimentaria antigua en Calzada
era el pan en sopa o en masa, como ha sobrevivido en el relleno o masa de pan de trigo, ajo,
perejil y huevo, con algún trozo de tocino y chacina. En el antiguo régimen, era altísimo el
consumo de pan; así se expresa en el Fuero de Manganeses de Lampreana: “et darlos el
Obispo [a los trilladores] a comer: al almorzo pan, vinno et carne, et a la zena pan et vinno”
(Sánchez Rodríguez, 1987). En el fuero de Villafrontín (León) la dieta que debe sufragar el
amo a sus criados es explicada en toda su monotonía: “minister domus providebit eis in illa
die, in hiyeme, in pane triticeo et vino bono in mane, in sero, in pane et vino et legumine.
In estate, in pane triticeo bono vino et legumine, in mane; in meridie, in pane et vino; in
sero, in pane et vino et legumine” (Ed. Raimundo Rodríguez, Archivos Leoneses, 1949, p.
115-116).
En Calzada debía de haber en el pasado un consumo relativamente alto de cebollas, nabos,
calabazas y otras hortalizas. Las patatas no se empiezan a comer hasta principios del s. XIX
y sólo en pequeñas cantidades. Los garbanzos y, para los más pobres, las muelas, pasaron a
ser de consumo diario más tardíamente. A mediados del s. XVIII se menciona el cultivo de
garbanzos como cosa rara y costosa, que se practicaba esporádicamente en los años de
descanso de las tierras.
Asqueroso: remilgado, que hace muchos ascos a las cosas, en particular a la comida. Es voz
registrada por Hernán Núñez (2001) en su refranero, parcialmente compilado en
Salamanca: “¿asqueroso os habéis tornado?: pues ya comistes de este guisado”. En la vecina
comarca de Miranda se dice “nun hai porca que nun seia ascarosa” (Mourinho, 2007: 79),
con idéntica acepción.
Aterrar: cegar un pozo llenándolo de tierra.
Atijos: ataduras precarias para cerrar o ceñir una bolsa, saco o prenda. Los sacos y costales
de arpillera o los fardeles de tela usados antes, cuando se cerraban con atijos, estaban en
peligro de abrirse y regar por el suelo el contenido.
Atillo, -a: hombre o mujer que en la siega de las mieses iba detrás de la cuadrilla atando los
haces que habían quedado en el suelo. Dado que en El Cubo se le llama atiño, es posible
una influencia gallega en el vocablo (Álvarez Tejedor, 1989). En las cuadrillas de segadores,
solía haber una atilla o atarila por cada dos segadores. Solía tratarse de rapazuelos de corta
edad, tanto niños como niñas. A cada golpe de hoz se cortaba una manada o maná; las
manadas eran dejadas en el suelo formando un montoncito; el atillo iba detrás y reunía las
manadas (unas seis u ocho) para formar un haz, que era atado con un vencejo (cañas de trigo
o centeno; también, a veces, de junco) o una lía (de esparto). Los haces eran a veces
agrupadas en unos montones, que se llamaban hacinas. En estos montones, todas las
cabezas de las espigas apuntaban al interior, para proteger los haces en caso de tormenta.
Las herbales (leguminosas), que se solían cosechar a mano, se agrupaban en unos ramos
más pequeños, llamados gavillas.
Atollar: estancarse un carro, animal o persona en sitio pantanoso. “Con el nublado que
viene, cuidado si no se atuellan pahí pal Camino Hondo”.
Atronarse: frustrarse la pollada por culpa de una tormenta. Se decía que los truenos
malograban los embriones de pollo antes de que pudieran salir del cascarón. Para evitar
este peligro, cuando venía tormenta se colocaban insignias de santos bajo el nidal (ATS, El
tiempo, p. 80). Otras mujeres ponían tijeras abiertas bajo éste.
Aurel: laurel. Forma arcaizante, por falso análisis del artículo. Llega a penetrar en
documentos impresos; así en un artículo de 1927, en Ciudad Rodrigo: “no hay que
dormirse sobre los aureles” (Miróbriga: semanario católico, 1927 Julio 17, p. 1).
Averiguado: listillo, enterado; cotilla; entrometido, chismoso.
Azumbre: medida antigua de capacidad, equivalente a la octava parte de un cántaro, es decir,
unos 2 litros. Se usaba el género femenino, “una azumbre”. En Parada de Arriba,
popularmente conocida como “Parada de los lecheros”, se decía que los vaqueros antiguos
recibían diariamente para su gasto un azumbre de leche. Se medía aproximadamente como
la cabida de un cuerno de vaca. Una media era una jarra de medio azumbre
(aproximadamente un litro); también había jarras de cuartillo (medio litro). Las jarras de
vino, de las que se bebía colectivamente (a boca de jarra) en las tabernas y en las comidas
caseras, solían ser de metal o de barro. Correas (1627): “por no perder la kostunbre, aunke
no tengo sed, echad un azunbre”.
Babanzos: veáse gavanzos.
Babas de buey: hilos finos, de arañas, que se cruzan por el aire. En Calzada se cree que
anuncian la proximidad de lluvias.
Bacillar: viña de reciente plantación, que aún no produce uva por ser nueva.
Bacillos: sarmientos procedentes de la poda de las vides. Se hacían pequeñas parvas junto a
las viñas, que luego eran trasladadas a las tenás. Con el nombre de bacillos se designaba
preferentemente a los vástagos de vid que se usan para plantación de viña nueva
(barbados). Un anuncio de 1909: “se venden 2000 bacillos de tinto y blanco, de postura de
dos a tres años”; la venta era en Garcihernández (El Adelante, 5 de abril de 1909, p. 3). Los
bacillos se plantaban con raíz (de barbado) o se implantaban como injerto sobre cepas
viejas. Es voz antigua, que ya figura en las Ordenanzas de Zamora: “que ninguno sea osado
de ir ni enviar a las viñas ajenas a cortar ni llevar los dichos vaçillos y provañas” (Del Canto
et al., 1991).
Baile: en Calzada se hacía baile todos los domingos, las fiestas grandes y los días de cuarenta.
Había en Calzada un tamborilero (Bernardo el Cojo, viejo, también conocido como “el tío
Cojito”; más tarde fue Domingo, llamado “El Piño”). Cuando el baile era de día, se hacía
en El Corrillo, salvo si nevaba o llovía.
En caso contrario, o si el baile se hacía de noche, se celebraba en la cárcel vieja o casa de
concejo, situada en el solar del actual ayuntamiento, edificio del s. XVI tristemente
demolido en la posguerra, hacia 1947. Tenía grandes arcos parecidos a los de la iglesia. Una
habitación interior servía de calabozo: era el llamado “cagarrón”, donde durmió alguna vez
un mozo juerguista o un ladrón de mieses o ganado. Hacia el lado sur, en un anejo, estaban
las escuelas de las niñas (las escuelas de los niños se localizaban detrás de la iglesia, junto
con el juzgado, en una manzana que luego fue destinada a casa del médico y ahora a centro
de la tercera edad). Adyacente a la escuela de las niñas, en una habitación separada, se
encontraba la oficina del ayuntamiento. El espacio principal de la casa de concejo, bajo los
arcos, estaba rodeado de un graderío de piedra, para que los vecinos, reunidos en concejo,
pudieran tomar asiento. Estas mismas gradas servían durante los bailes para los que
miraban, esperaban o vigilaban. En el centro había una mesa de piedra; cuando se
organizaba una fiesta, los mayordomos o mayordomas de la fiesta ponían sobre la mesa la
merienda; el alguacil traía unas medias de vino; en las fiestas de las mozas colocaban un
ruedo o manta alredededor y se sentaban. La mesa de piedra pudo, en su origen, tener la
función de facilitar a los hombres que iban a concejo la bebida de un trago de vino, como
solía ser costumbre en las reuniones desde tiempo inmemorial.
Los graderíos de la casa de concejo fueron también escenario de otras celebraciones. Allí se
representaban funciones de títeres y se echaban comedias. Venían, en particular, unos títeres
de Venialbo. En época de elecciones, se daban mítines y charlas. Un discurso nombrado lo
dio durante la república Marciano Muñoz, comunista, hijo de Ángel Muñoz, que fue
boticario de Calzada. Marciano fue más tarde fusilado. También se hacían allí los bailes de
bodas, hasta después de la guerra.
Las aguederas convidaban a meriendas en el baile antiguo de la cárcel. Las comidas,
pagadas por las que organizaban la fiesta, podían consistir en un cabrito asado o un gallo.
Luego, al son del tamboril, se bailaba, incluso con castañuelas; las mujeres lanzaban su
relincho o jirijeo. Recaudaban fondos y compraban un cabrito o unas gallinas, y ajustaban
un tamborilero. Los hombres iban como invitados. Esta situación era justamente la opuesta
de lo que se hacía en el baile: los mozos pagaban al tamborilero, mientras que ellas entraban
de balde.
Hacía 1915 empezó a abrir el salón de baile de la calle de la Laguna. Tenía un pianillo de
manubrio. El baile era fiado, es decir, cualquier moza sin novio formal debía aceptar la
invitación a bailar de cualquier mozo. El proponente se acercaba a cualquier pareja que
estuviese bailando y solicitaba reemplazar al varón.
Baileles: especie de marioneta de tablillas y trapo, que se hacía en el pueblo para los
Carnavales. Una señora, a la que apodaban “la tía Bailela”, se encargaba de confeccionarlos.
Véanse más datos en A. Gordillo (Vivencias). Al igual que en otros nombres de juegos
(barájulas, trúquele, pídola, túmbalo o tráitele, se conserva sin duda en esta voz el pronombre
enclítico).
Bálago: la parte de la cosecha de cereal sin considerar el grano; montón de mieses en la era
dispuestas para la trilla. También se denomina así la espuma crasa de jabón que se forma en
la pila de lavar. Esta misma acepción se constata, por ejemplo, en Fuentelapeña (Zamora).
En un artículo de prensa de 1848 se registra su uso, en referencia a un hombre en el
barbero: “con el rostro nevado por el bálago del jabón” (El Correo salmantino: periódico
de asuntos útiles, curiosidades y anuncios Epoca primera. Número 8 - 1848 enero 19, p. 2).
En Calzada, el alto contenido en cal de las aguas impide la formación de bálago. Se dice que
es agua “muy cruda”. Por eso, para lavarse antiguamente se prefería coger agua de los
regatos (y para cocinar, la que caía de las tejas). Las mujeres iban a lavar ropa a los
lavaderos o al regato de la Vega, al pie de los pontones. Los segadores, para su higiene
personal, se lavaban directamente en las charcas, especialmente en víspera de fiesta o
cuando se preparaban para el largo viaje de regreso a su tierra.
La techumbre de casas y chozas, cuando se hacía de paja larga, se denominaba asimismo
“de bálago”. Es un elemento ya desaparecido desde hace mucho de la arquitectura popular
de Salamanca, pero parece quedar constancia en alguna crónica del s. XIX. “Entre la ciudad
de Salamanca y la aldea de Cabrerizos, se ve al borde del camino un pequeño huerto
rodeado de unas tapias de tierra, y en uno de cuyos ángulos se eleva una pequeña casa
cubierta de bálago” (Album salmantino: semanario de ciencias, literatura, bellas artes é intereses
materiales, tomo 1º Número 10 - 1854 abril 9, p. 2).
Baleo cabezudo: planta que se usa para hacer escobajos de era y corral. Parece tratarse de la
Mantisalca salmantica o Centaurea salmantica. Las flores, de color azul morado, dan lugar a
unos cogollos de los que se deriva el nombre. Se encontraba en tierras malas o en lindes; se
arrancaba con una azuela. Eran frecuentes en El Sierro. Manuel Fernández de Gatta y
Galache lo identifica con el aciano.
Baleo fino: planta que se usa para hacer escobas de quitar el polvo, las llamadas en Sayago
barreplatos. Salía en tierras que durante el invierno se encharcaban. No se trata, parece, de la
misma especie que la escobilla. En 1845, un ropavejero de Salamanca, en la Rúa, disponía
unas 200 escobas de baleo fino para su venta (Semanario de avisos Número 12 - 1845
enero 26, p. 1).
Baluarte: armazón del carro para la carga de mieses, forraje, heno o paja. Se hacía con unos
palos largos sin punta colocados verticalmente en contacto con los tablones laterales,
trabándolos con otros palos horizontales. Sujetada por esta armazón, se tendía una red de
esparto holgada, que cuando se llenaba formaba grandes bolsones laterales. El baluarte es
posterior al sistema antiguo, de estacones. Antes de que se generalizaran las redes, en
efecto, la carga era contenida por estacones puntiagudos sobre los que iban pinchados unos
cuantos haces reteniendo a todos los demás. En cambio, el baluarte permitía la carga con
haces mal hechos o incluso sueltos. Las puertas carreteras eran altas, para permitir el paso
de los carros cargados.
Baluga: holgura entre la camisa y el torso que permite guardar cosas escondidas: géneros de
contrabando o piezas de caza. Era común disimular mercancías en la baluga para
escamotearlas ante los guardas del campo o al llegar al fielato.
Bambolla: ostentación, boato, bullanga, aparatosidad. Es término común del castellano.
Bandal; Bandujo: tripa o paquete intestinal de una res sacrificada para carne. También se
aplicaba a las personas. En la novela regionalista Valdejimena, Berrueta hace decir a un
serrano: “me sobran a mí corajes pa metelte una cuarta de jierro en la barriga y echalte el
bandal fuera” (Berrueta, 1908).
Bandera, luchar la: tradición antigua asociada a los ritos de la cosecha. Véase la explicación
ofrecida por Agustín Riesco Hernández en el Boletín de fiestas, 1994. Cuando llegaban los
carros cargados de mieses a la era, el último carro era tirado por bueyes engalanados, con
collarines de cuero y remaches de cobre figurando letras: las iniciales de los propietarios o
antepasados. “Los mozos más valientes colocaban en lo alto de la mies una cruz que ellos
mismos fabricaban con una manada de trigo, garbanzos o del último panijo que se
transportaba a la era.” “A la entrada del pueblo, el mozo que conducía el carro, cuando
otro salía al encuentro, éste ponía precio a su cruz, que solía ser una cuartilla o un cántaro
de vino”. El reto entre los mozos que llevaban los últimos carros de mieses era
propiamente “luchar la bandera”. Consistía en un cuerpo a cuerpo, en que ambos se
agarraban intentando derribarse: esto se llamaba “echar una vuelta”. Ganaba quien tiraba al
otro tres veces. A veces, ya en la era, la lucha continuaba en son más jocoso, con mujeres.
En Narros y Mozodiel, lo que se hacía era “mojar las maromas” (en referencia quizás a las
cuerdas del baluarte), es decir, beber vino abundante pagado por el amo. Luego se rondaba
a las mozas.
Banzo: cada uno de los largueros sobre los que carga una imagen procesional. Son cuatro:
en la romería de Los Remedios, en Villanueva de Cañedo, se subastaban, siendo más
cotizado el banzo de delante derecha. Lo recaudado iba para pagar arreglos en la capilla.
Desde Calzada iban a caballo a la romería; se atravesaba la rivera. El día de los Remedios
sacaban a la Virgen en procesión. Venían confiteros, entre ellos Federico. Traían
almendras. Se tiraba a la escopeta, tarea en la que descollaban algunos. Tras la procesión,
había meriendas con lo que cada uno trajese, a la sombra del carro o bajo algún árbol.
Hasta desde El Arco llegaba gente. De toda la Armuña y la tierra del Vino. Iban los
mejores mozos de la Armuña: de Tardáguila llegaban unos imponentes. Podía haber
quimeras entre mozos de distintos pueblos. Los de Topas y los de Valdelosa se enfrentaron
una vez. No había entonces baluartes, sino estacones en los carros. Iban a sacarlos del
sojado del carro, para pegarse. Ganaron los de Valdelosa.
Ricardo Muriel, que era cura de Tardáguila, describe una procesión en Villanueva: “los
deseos de aquellos devotos peregrinos, que a porfía se disputaban los banzos de las andas
donde era llevada la imagen” (El Lábaro, 1 de octubre de 1904]
Barájulas: juego de mozos. Se lanzaban chapas o monedas contra un muro, intentando
acortar la distancia con respecto a la pieza arrojada antes; esta distancia se medía con un
palmo o una cuarta. Barajulear significaba ‘pelear’. Como trúquele o pídola o túmbalo (juego
pastoril, Lamano, 1915) o tráitele (Pajares de la Lampreana, González Calvo, 2000), el
término se deriva de alguna expresión repetida durante el juego, con el pronombre en
posición enclítica: “las barajo”, “las truco”, “la pido”, “lo tumbo”... Compárese con la voz
baileles. En Muga de Alba (Zamora), barájulas era la expresión usada en el juego de las
chapas para anular la tirada. Así lo recoge también Unamuno (Llorente, 1998): “cuando se
tira taba y [se] cree el que la tira que el otro ha podido hacer trampa, dice ‘barájolas, para
mí’ = ‘anuladas para mí’”.
Baratillero: vendedor ambulante, sobre todo en los mercadillos de las ferias.
Barda: roble joven, de tronco fino y erguido. Por la descripción verbal recogida (árbol
esbelto, de vara vertical), parece tratarse del rebollo (Quercus pyrenaica), que forma
extensiones espesas en las zonas más húmedas del monte de Valencia de la Encomienda.
En Palacios (Pal., 2001) se registra la adivinanza “fui al monte, corté un bardón, cortarlo
pude, rajarlo no”, donde bardón parece usarse en la acepción ‘vara de roble’. De léxico más
arcaizante y leonés es el prototipo de esta adivinanza recogida por Morán (1954): “fui al
monte, corté un bardión, racharlo pude, cortarlo no”. Barda es palabra bien conocida en
casi toda la provincia. Las ramas de barda eran usadas por los pastores y carboneros, junto
a otras plantas, para hacer chozas. También se ha visto hojarasca de barda formando cama
de tejas, es decir, en una capa situada sobre los cabrios (cuartones) y bajo las tejas;
especialmente en cabañales y sobrados. En referencia a un baldío en Fuenteliante, se
menciona en 1861 un trozo “cubierto de barda de mala clase, escoba, brezo, torvisco y
algún carrasco” (Adelante: revista salmantina de ciencias, artes, literatura é intereses materiales Año II
Número 139 - 1861 agosto 22, p. 4). En otra referenci parece diferenciarse el árbol maduro
(“rebollo”), del matorral (“barda”); en alusión a un terreno en Morasverdes, se indica. “está
cubierto de brezo, jara, carquesa, chaguarzo, parte de barda y algún rebollo” (Adelante,
1861 julio 21, p. 4). La hoja de barda era un recurso valioso para alimentar al ganado
vacuno, como se indica en un anuncio de arriendo de pastos para vacas en Izcalina, tº de
Valdelosa, de 1921, que encarece los “abundantes pastos, agua y hoja de barda” (El
Adelanto, 1921 junio 28, p. 2).
Bardal: monte bajo de roble, formado por matas espesas con densa hoja verde que es
aprovechada por el ganado vacuno o caprino. También se emplea en sentido colectivo el
término raíz: “es terreno de barda”. Bardal es a roble lo que carrascal es a encina. Los
troncos esbeltos de las matas se usaban como varas de apoyo y como cuartones en las
tenadas. En los apeos de Huelmos (Catastro de Ensenada) aparece repetidamente el
término bardal. “De Olleros y San Muñoz /son los espesos bardales” (Morán, 1940);
“gordo i rroto komo páxaro de bardal” (Correas, 1627). En 1907 se avisa del “100 a 125
huebras de descepe de bardal en la dehesa de la Maza de San Pedro” (El Lábaro, 1907
noviembre 22, p. 3).
Barranco: punto de extracción de barro para obras o alfarería. Es topónimo en Calzada. En
1890 se da la noticia de que “estando tres mujeres de Martiago […] extrayendo barro
blanco […] se desplomó sobre ellas el barranco de donde lo sacaban”. Murió una de ellas
(El Fomento : revista de intereses sociales Año X Número 1760 - 1890 febrero 24, p. 2).
Barril: recipiente de barro, con cuello y dos asas, que se usaba para llevar el vino a los
trabajadores del campo. Era parecido a la barrila, pero más barrigudo y pequeño.
Barrila: recipiente de barro, con un solo orificio central que admite tapón de corcho y dos
asas dispuestas simétricamente enmarcando el orificio. Se usaba para llevar agua desde las
fuentes a los que trabajaban en las tierras o en las eras.
Barro blanco: tipo de tierra que se usaba para enlucir los muros a modo de cal. Con la misma
locución se designa un lugar del término municipal. De los de La Nava de Francia se decía:
“tierrablanqueros, que jabielgan hasta las lanchas” (Blanco García, 1997). Sanz (1953)
recogió en La Mata una retahíla geográfica, alusiva a una ermita de Gomecello: “La
Esperanza en Gomecello, / donde sale el barro blanco / y a San Andrés en Pedrosillo / lo
encajaron de un porrazo”. Sobre el famoso barro de Peñausende, del tipo de caolín se oye
aún: “el barro blanco de Peñausende, un burro lo saca y ciento lo venden”. También se
usaba otro tipo de tierra, el barro moreno, para repellar las paredes, a menudo mezclado
con paja picada. De una charrada: “en Valdelacalzá anduve / sacando barro moreno / para
enjabelgar la casa / que es de aquel reyno del Cielo” (Morán, 1990). Valdelacalzada es
alquería de Retortillo. Eran famosos otros barros de alfarero: “buen barro hay en Muelas,
bueno lo hay en Periruela” (Muelas del Pan, Pereruela o Perigüela de Sayago). Pero el barro
bueno para los alfares y la construcción no daba lugar a suelos productivos: “la tierra negra
lleva el pan; que la blanca por las paredes anda” (Núñez, 2001). A propósito del término de
Boadilla, el Libro del Bastón informa de que hay en él “una mina de tierra o barro para su
blanqueo en lugar de cal” (LB 139).
Barruntar: intuir o presagiar; estar inminente. “Se conoce que barrunta lluvia: van las
golondrinas bajas”.
Bastardo: culebra bastarda (Malpolon monspesulanus). Solían abundar en las proximidades de
las fuentes. De una fuente que había ya acabado el término del pueblo, camino de
Santibáñez adelante, se decía que criaba muchos bastardos; desde lejos se les oía silbar. Una
moza calzuda, que solía ir allá a coger una carga de agua para los segadores que trabajaban a
la raya de Valencia, les tenía mucho miedo, y se acercaba siempre a la fuente cantando en
voz alta para espantarlos. Los bastardos se comían, a veces incluso en las tabernas. Su carne
era blanca y fina, como pescado. Se mataban a garrotazos. Alguna vez ―se cuenta― entre
las cargas de leña que se traían del monte en carros, al bajar los haces se encontraron con
un bastardo enroscado.
Otras comidas pintorescas del Calzada antiguo eran los erizos (vid. erecines) y los lagartos.
Estos lagartos eran los grandes Lacerta lepida (lagarto ocelado) que aún se ven por el monte
de Huelmos. La caza de lagartos se hacía agrandando la hura y sacándolos directamente. De
Eusebio Luengo, que era cazador famoso, se contaba que los sacaba metiendo un dedo en
la hura como cebo, dejándose morder y dando luego un tirón. Se cazaban cuando
comenzaba el buen tiempo. Los lagartos se cocinaban (“se arreglaban”) y no era
infrecuente que se sirvieran como tapa en las tabernas; una vez quitada la piel y la cabeza, la
carne era delicada y blanca. Las ranas también se pescaban, en las charcas. De las diversas
procedencias de las cuadrillas que venían a la siega, eran los portugueses los más
aficionados a pescarlas. Para ello iban de noche, con un farol y unas cestas, a la charca de
Valdoñegas.
Batán, traer un buen: agitarse mucho, tener una actividad desmedida. “Un día de batán” es un
día de un gran ajetreo.
Baulines: fruta pequeña y roja del espino albar (Crataegus monogyna). Había uno en la Alameda
Grande (tercera alameda), cerca de la Fuente de Miguel Vida. A veces se confundían con los
babanzos, fruto del rosal silvestre. Los niños comían o roían estas frutillas. El nombre es una
probable deformación de *bayolines o mayolines (así se denominan en Ferreras de Abajo,
Aliste), a su vez procedente de *mayuelo ‘espino albar’. En otras partes de Salamanca, se les
llama bayolinos (Ribera) y baulinos. Circulaba también la forma variante violines,
probablemente deformación infantil del término más correcto baulines. Compárese con
babanzos ‘gavanzos’.
Bausán: persona aprovechada que intenta hacerse pasar por bobo para sacar tajada.
Unamuno recogió la locución: “es un tío bausán”. Correas también conocía esta voz, ya en
1627. Como glosa a la entrada “Alma de kántaro” explica: “dízese al tocho, bausán,
floxazo”. Más adelante describe la expresión “es un bausán”, con la siguiente nota: “del ke
se keda pasmado, mirando la boka abierta”.
Bebedero: abrevadero, en su doble acepción, como charca, arroyo o manadero donde acuden
los ganados a beber, o como pilón alimentado por un caño de agua.
Beleguín: voz de significación imprecisa, con que se calificaba a alguien de poca sustancia,
muy activo, un chisgarabís.
Berraza: lenteja acuática o manta de ranas (Lemna spp.). Se trata de una planta que formaba
una especie de nata verde sobre las charcas, sobre todo las más cercanas al pueblo (más
ricas en nutrientes). El viento a veces, si sopla muy recio, la arrolla a un lado y deja la
charca despejada. Se recogía para echar a las gallinas como comida verde. Se cogía con una
escoba o con un palo largo, al que se la añadía un cerco trenzado de juncos. Cuando
comían berraza, las gallinas ponían huevos con la yema más dorada. Se decía “están los
huevos dorados; se conoce que las gallinas han comido hierba”.
Antiguamente debió de designar también (y de ello quedaba memoria en los más viejos)
una planta de zonas húmedas, que Sarmiento encontró con el mismo nombre en Toro:
“una planta como berro de hojas muy grandes y tallo de verdolaga”; esta misma parece ser la
berraza que Correas (1627) describe así: “se kría en arroios, i se kome kon vinagre, i en
algunas partes la llaman «friera», en otras, «rrabaza».”. Probablemente es el Apium nodiflorum
(Sánchez-Barbudo, 1991).
Berros: planta silvestre acuática que se comía en ensalada. Es voz común en español. En
Calzada era complemento de las economías humildes, como las setas y los cardillos. Se
cogían berros en la Fuente del Valle; también en los Caños de Valduercos, donde bajan las
aguas a reunirse con la Vega. El apodo berrero, berrera aludía a los que cogían para su
consumo o venta berros. En Castellanos había una Fuente de los Agriones, que hará referencia
a esta misma planta.
Berza: se usa también con el sentido de ‘verdura en general’. Esta acepción es antigua (verza
< lat. VIRIDIA): “a ellos, padre, vos a las verças, yo a la carne” (Núñez, 2001).
Besana: tierra de secano grande. Es voz que se usa con prodigalidad en la literatura
regionalista de principios del siglo XX, con evocaciones de la arada, las alondras, los
bueyes, el sembrador y los surcos. Da lugar a topónimos: La Besana Grande (Villamayor).
“Abrir la besana” equivale a iniciar la arada. “Hacer besana” es dar la vuelta al arado y a los
bueyes al llegar a la cabezada de la tierra, donde concluye el surco. Etimológicamente es del
mismo origen que la voz usada en Zamora viesa, en León y Galicia vesada.
Bezos: morros de vacas, bueyes, caballos y otros animales. Aplicado a las personas significa,
como es general en español, ‘labios gruesos o salientes’.
Bobolina: líquido con el que se mataba el gorgojo de las lentejas en el asfixie (ver).
Boceras: vocinglero, alborotador, persona parlanchina que grita sin necesidad. Análogo
sentido se registra en Fuentelapeña (Zamora). También en plural (“tener boceras”), designa
las berreteras o restos de comida y bebida que se adhieren a los labios.
Bodorrio: boda pobre y destemplada. La señora Martina recordaba una clasificación jocosa,
de los tiempos antiguos: “hay cuatro casamientos: bodas, bodines, bodorrios y bodas de los
demonios”. Los primeros, hechos a lo grande, eran “cara con cara”; los bodines eran “codo
con codo”; los bodorrios eran de “¿qué trajiste[s], qué te dieron?”; las bodas de los demonios
eran de “a repartir los muchachos”. Con estas formulillas se expresa la gradual penuria del
convite. En la boda rumbona los invitados están holgados, cara con cara. En la boda de
menos posibles, ya se aprietan, codo con codo; en la categoría inferior, los invitados van
como de rebatiña, a ver si sacan algo; en la categoría ínfima, ya los únicos que pueden sacar
algo en limpio son los niños, más ágiles y entrometidos. Los viejos y los viudos estaban
expuestos a mortificantes cencerradas: “¿de qué le sirve a Martín / haber comprado los
pregones, / si a la entrada Monterrubio / le tocan los esquilones? / La pobre Florencia
cómo había de dar / que en un burro viejo la iban a montar” (Ledesma, 1907). Las
cencerradas se hacían a la salida del juzgado (detrás de la iglesia).
Antes, solía haber tres días de celebración en las bodas. Para las comidas, se solía hacer
matanza, normalmente una ternera, o una ternera y un cabrito. La víspera, los novios iban
casa por casa invitando personalmente a los convidados del día siguiente. En cada casa
recibían algún pequeño agasajo (vino y pastas, generalmente). Luego se cenaba con rumbo,
normalmente en casa de algún familiar de los novios. Al día siguiente, los novios,
separadamente, eran despertados con su desayuno de bodas, a base de chanfaina. Después
venía la misa y la comida. Ésta podía celebrarse en casa de la familia o en la cárcel vieja,
situada donde ahora está el ayuntamiento. Se ponían ollas de garbanzos y fideos, seguidas
por jamón, carne y chorizo. El postre podía ser de arroz dulce y bollo [maimón]. Por la
tarde había baile, con tamborilero y con rosca. El día siguiente (la tornaboda), se comían las
sobras al mediodía, se hacían las fotos en Salamanca y, a veces, se repetía el baile.
En la noche de bodas y el día siguiente, los novios estaban expuestos a bromas y chanzas
de diverso gusto. De una pareja se cuenta que, cuando volvían en auto de Salamanca,
donde habían ido a retratarse, el chófer pretextó una avería a la altura del prado de las
Carrerinas; y los amigos de los novios, que estaban conchabados con él, aparecieron con un
burro, que llevaba dos grandes cestos de las vendimias. A la fuerza metieron a los novios,
uno en cada cesto; no podían salir, de tan hondos como eran. Con el burro cargado así, un
novio a cada lado en su cesto (y protestando airadamente), los amigos fueron en tropel
hasta Calzada y pasearon en desfile por todo el pueblo. Otras bromas más habituales eran
las de uncir a los novios con un yugo para que tiraran de un arado ligero.
La locución “hacerle la boda a alguien” equivale a ‘estar de casamentero, propiciar un
emparejamiento’.
Bogalla: agalla o cecidia de roble o alcornoque. Las más habituales en el contorno son las
producidas en el quejigo (Quercus faginea). Las bogallas viejas, ya crecidas, han encontrado en
el pasado otros usos: por ejemplo, para hacer collares grotescos o pendientes de carnaval.
Se recoge en Calzada el cantarcillo de juego de niñas: “Juan Cardoso / comió pan soso, /
leche de cabra, / juego de bogalla. / Tente, Cardosito, / que no te me caigas”. Hay que
interpretar juego como deformación de jugo: la dieta de Juan Cardoso es la de un cabrero que
anda por el monte y no conoce otras frutas que la bogalla. Esta canción se simultaneaba
con el lance de una taba; a veces también se recitaba mientras se jugaba a las canicas con las
bogallas y los bogallos.
Bogallo, bogallín: bogalla pequeña, poco crecida, de color amarillento o rojizo. Se usaban
como canicas para el guá. En portugués se registra una voz muy similar, como muestra este
refrán del Comendador (Núñez, 2001): “falaon le en allos, responde en bugallos” (es decir,
le estaban hablando de ajos y él sale con los bogallos; como hacen los que quieren escurrir
el bulto).
Bollo maimón: bizcocho suave, como en el resto de la provincia. En Calzada, sólo se hacía
para la fiesta. Se acostumbraba a comer acompañado de anís (las mujeres) o de coñac (los
hombres).
Bomba: cohete o petardo de fiestas. Se decía antes.
Boñica: boñiga. Las vecinas soltaban las gallinas a la calle para que picaran los granos de
cereal intactos en las boñigas de buey y vaca. Algunos vecinos humildes recogían, con un
escobajo y una herrada, las boñigas de las calles y caminos.
Borrecete: abultamiento que produce en los animales la picadura de garrapata. En Villavieja
se indica: “clavándose en la piel del perro, oveja, etc. y chupando su sangre hasta llenarse
forma lo que aquí llaman borrecete” (García Alonso, 1907: 13).
Botica: farmacia. Era la denominación única y general.
Boyá: rebaño compuesto por todo el ganado vacuno del pueblo (vacas y bueyes) cuando los
animales estaban ociosos (holgones); era confiado para su guarda a un boyero, que dirigía los
movimientos del ganado por los pastos del concejo (la Vega, la Laguna, la Portilla,
Valdoñegas). Al atardecer, los animales regresaban espontáneamente hacia sus casas,
mugiendo sonoramente a la puerta si no se les abría y dormían en las tenás. Durante el final
del invierno, los bueyes permanecían en casa y era preciso procurarles alimento de los
bueyes: “si el buei kieres engordar, demediado hebrero hasta maio le as de apazentar”
(Correas, 1627). La temporada en que la boyá salía a los prados se iniciaba en mayo, hacia el
día de Santa Cruz (3 de mayo). Esta fecha era conocida como el día de “echar los bués a la
hierba”. Para celebrar la ocasión, se organizaban peleas de bueyes en las eras de la vega,
cuidadosamente vigiladas por los respectivos amos para evitar lesiones. Cuando terminaban
las faenas de verano y quedaban libres las eras, los bueyes pastaban en las eras de abajo; las
caballerías (la burricá) en las eras de arriba. En el s. XVIII (CME), Calzada contaba con 230
bueyes y vacas de labor, 40 erales y 12 becerros. En 1919 había 235 reses vacunas, casi la
misma cifra de 1752; en 1950, 299 reses (Cabo Alonso, 1955). El boyero en Calzada solía
ser un vecino contratado para ello. En otros lugares podía ser un forastero: “Dende allí me
fui a Las Navas, / me cogí para boyero. / Me dan tres medias de trigo / y otras tantas de
centeno, / un cuarterón de tabaco / y la bula y el sombrero” (Ledesma, 1907).
Bragazas: hombre que se deja dominar por la mujer o por otras personas. También se aplica
a la persona poco trabajadora.
Burdel: multitud bullanguera y ruidosa.
Burricá: rebaño compuesto por todo el ganado equino del pueblo (asnos, mulos y caballos)
cuando los animales estaban ociosos (holgones); era confiado para su guarda a un pastor, el
burriquero, que dirigía los movimientos del ganado por los pastos del concejo (la Vega, la
Laguna, la Portilla, Valdoñegas). También aprovechaban el rastrojo una vez pasada la siega.
Al atardecer, cada dueño recogía sus bestias, tarea habitualmente encomendada a los rapaces,
que partían con sus cabezás hacia el ejido, al final de las eras de Abajo, cerca de la Charca
Redonda.
La recría de caballerías no se realizaba en el pueblo. Según el CME, a mediados del s.
XVIII había paradas de sementales en La Vellés y Palencia de Negrilla (ligadas a la arriería),
y también en Cardeñosa (Cabo Alonso, 1955). Por ello no sorprende ver que en las
respuestas del Catastro de Calzada figuran sólo burras (200 jumentas), sus crías (50), yeguas
(22 yeguas de vientre) y potros (8), pero no hay caballos padres. Mulas había cuatro. La
situación en la primera mitad del s. XX era similar, aunque aumentaron mucho las mulas:
33 yeguas y caballos, 28 mulas y 187 asnos en 1919; en 1950, 26 de caballar, 52 de mular y
140 de asnal (Cabo Alonso, 1955).
Bravío: terreno que no se labra por estar en barbecho o por su mala calidad.
Bravucón: este término, aunque es de uso general descriptivo de las personas valentonas, que
aparentan más bravura de la que tienen, se aplicaba particularmente a las reses vacunas.
Brienda: apero con mango, dientes largos y travesaño. Se usaba para cargar paja limpia (de
menor densidad que la mies sin limpiar) de la parva al carro o del carro al pajar. Es más
grande que el briendo. La forma estándar en castellano es bieldo, -a. Briendear paja era meterla
por el bucarón del pajar.
Briendo: apero de madera con una cabeza formada por un travesaño y cinco o seis dientes
cortos, que se usaba para limpiar (aventar) el grano de las parvas. En un documento salm.
de 1281 se mencionan algunos pertrechos de labor, entre ellos “dos trillos buenos et una
vendra, et quatro vendros” (Martín et al., 1977).
Brincar: pegar un salto. Brincar la cuerda era saltar a la comba. Los rapaces “brincaban la tapia”
para coger fruta de las higueras que se plantaban pegadas a las paredes de algunos corrales.
También, después de las lluvias, se podían retar unos a otros a “brincar el charco”.
Bruja: remolino de polvo y arena causado por un pequeño tornado. En Valdelosa,
conjuraban su peligro diciendo: “detente, detente, no vengas a la gente”; en Tardáguila
hacían una cruz con pulgar e índice (PCS, p. 68). En Calzada también se hacía esa cruz,
confiando en que el remolino se desviaría.
Bruños: endrinas. Fruto del Prunus spinosa o endrino. Eran frecuentes los bruños en el
sotobosque del encinar o del quejigar. Cerca de Calzada se encontraban con facilidad por la
zona de Huelmos, en las proximidades de la rivera de Cañedo, o en los arroyos del Mono y
del Moro, al pie de Huelmos de San Joaquín. Cuando las lindes entre tierras eran pobladas
de vegetación, subsistían algunos bruños en ellas. Se recuerda en particular la abundancia de
endrinos en la llamada Linde de las Corderas, por el camino de la Aceña (hacia Zorita). No ha
de sorprender, pues aún subsisten algunos, muy maltrechos por el arado, en los ribazos de
la carretera entre Torresmenudas y Valverdón. En Villavieja García Alonso (1907: 14)
registra bruñera ‘endrino’.
Bucarón: ventanuco alto, cuadrangular, sin reja, por el que se alimentaba desde la calle el
pajar. Los carros, con su baluarte y redes para la carga de paja, eran dispuestos (arreculando el
carro) adyacentes a la pared exterior del pajar. El bucarón, próximo en cota al techo del
pajar, tenía la altura adecuada para facilitar la descarga del carro desde arriba, mediante
briendas. Los rapaces se encargaban de igualar y compactar la paja, es decir, de encalcar. En
algunas casas, el bucarón estaba situado sobre una puerta grande, de tipo carretero. El carro
se iba vaciando al principio directamente sobre el suelo, con las puertas abiertas. A medida
que subía el nivel, el vano de la puerta iba cerrándose por abajo con tablones; al final, la
puerta era cerrada del todo y se continuaba la descarga de paja por el bucarón. Se oye la
expresión “tener la boca como un bucarón”, es decir, la boca grande.
Buebo¸ güebo: formas populares y compartidas con muchos pueblos de ámbito leonés para
huevo. Cuando los calzudos iban a Salamanca en burro, con carro o a caballo, surgía la
cuestión de dónde dejar las bestias durante el tiempo, generalmente breve, de sus recados:
pagar a los amos la renta, comprar aperos, hacer escrituras... A la entrada había una posada
a la que llamaban “La Posada del Huevo”, porque, a cambio de dejar custodiadas las
caballerías durante las dos o tres horas de demora, era preciso abonar a los propietarios un
huevo. Otra posada de caballerías, también cerca de la Glorieta, era la de Bernabé. Por la
salida hacia Ledesma había una posada de una tal señora Basilisa. En la posada no se daba
pienso a los animales, que quedaban simplemente custodiados, y descansaban de sus
aparejos.
Buerta, buerto: formas populares de huerto, -a. También se oye Buelmos en vez de Huelmos.
Existían pocas huertas en el término. Pueden nombrarse casi todas en breve espacio: en el
Prao Carrerinas, a oriente de la carretera de Salamanca había una (de José Escudero,
plantada hacia 1940); otra en el prao Martibáñez (del señor Frutos; se hizo en la postguerra,
como huerto familiar); otra adyacente al Alcornocal (de Manuel Merino, con un trozo de viña
adjunto); otra en la cuesta, sobre las eras de arriba, del señor Quico Santos, que se plantó
hacia la guerra (tenía una era separada, con un pozo, del otro lado del camino que iba por la
Vega; colindante a esta era había otro cacho de era del señor Juan Agustín Gallego); otra en
los Rompidos de Aldeanueva, al pie del teso de San Pedro (del señor Juan Bravo; había una
alameda adyacente, de Manuel Sánchez, separada por el regato); otra en el Juncal, rayana al
monte de Huelmos.
Bués: bueyes. La pieza principal del orgullo de los labradores fuertes. A mediados del s. XVIII
la cría de bueyes se hacía en el mismo pueblo, sin necesidad de compra en los mercados de
Ledesma o Salamanca. Son abundantes las vacas de vientre citadas en las respuestas del
CME, de acuerdo con la recomendación antigua: “hijos, de tus bragas, y bueyes, de tus
vacas” (Núñez, 2001). Más tarde, sin embargo, los bueyes se empezaron a comprar fuera:
muchas veces en el mercado de Ledesma. Los criadores, en las dehesas, ya los vendían con
su nombre puesto. Los bueyes sayagueses, de enorme tamaño, eran muy pachorros y
blandos; en Calzada apenas se compraban. Para arar con arado de palo, los mejores bueyes
eran los de Vitigudino: ligeros, de porte alto. Para tirar del carro o de la máquina (brabán), se
prefería otro tipo de buey, de cabeza recia y cuernos gruesos. Se usaban también los de raza
morucha.
Eran conocidos los contenciosos ocasionados por la afición de los bueyes a rascar sus
cuernos contra las paredes, lo que producía a veces desperfectos graves en los muros de
barro (tapia o adobe). No sólo los bueyes se rascaban en las paredes: también los
labradores se rascaban la espalda en las esquinas de las casas.
De cuando la invasión de los franceses se cuenta que una labradora rica, huyendo de los
desmanes de la tropa, se fue a refugiar al monte de Santibáñez o de Valencia. Al pasar la
Rivera de Cañedo, como era invierno, las aguas venían altas y ella no sabía nadar. Asi y
todo, pasó, agarrada al lomo y los cuernos de un buey.
En la década de los 50 apareció el primer tractor en Calzada, pero durante toda la década
siguiente eran todavía vacas, mulos y bueyes los músculos del campo. Los antiguos
tractores, de marca Lanz, con tubo de escape vertical y ruido de cafetera (motor de un
tiempo), fueron entrando poco a poco en la vida del pueblo y, a la par, iban saliendo hacia
los campos de la memoria los últimos bueyes.
Bufar (la lumbre): crepitar el fuego en la chimenea cuando arrecia el viento en la calle. Era
indicio de que se iba a levantar aire.
Burra: (1) viga gruesa y horizontal, inferior a los forjados del techo, que soporta el lienzo
opuesto al muro de la campana de la chimenea antigua o “de campana”. (2) También se
aplica a los soportes, cruzados en aspa, a modo de caballete para las labores del carpintero
o carretero. Estas burras suelen tener tres patas para mayor estabilidad.
Burro: juego de niños: se ponían varios en hilera, con el tronco horizontal formando una
especie de pasarela; los restantes niños iban saltando procurando llegar lo más adelante. En
Palencia de Negrilla se llamaba “burro arrengao”. Cuando uno saltaba con mucho impulso
y se desmoronaba la cadena de niños, se decía que los de abajo se habían arringado.
Caballos trillones: caballos pesados que servían para arar. Eran lentos y poderosos. Su
pachorra causó en una ocasión apuros a dos mozos que, a caballo sobre sendos trillones,
habían ido a Santibáñez a traer vacas bravas para la fiesta. Una de las vacas se desmandó y
salió a embestir a los caballos, que intentaron torpemente huir prado abajo, por la Rivera.
Felizmente un vaquero se dio cuenta y atajó a la vaca antes de que hiciera destrozos.
Algunos labradores calzudos tenían una pareja para ir a arar a Villanueva y otras dehesas de
la zona. La ventaja con respecto a los bueyes es que se podía hacer la arada y regresar en el
mismo día, porque los caballos, más rápidos, completaban fácilmente el camino de ida y
vuelta. En cambio, con bueyes, la labor de rentero en Villanueva no cubría los gastos, pues
se hacía necesario buscar comida y lugar de reposo para los animales. La forma trillón es un
ejemplo más de la vitalidad en las hablas leonesas del sufijo agente en –ón (como en estrella
guiona, es decir, cometa). Una crónica sobre la feria de Salamanca, sin embargo, aplica al
término un valor distinto, especificando que en el mercado hubo muchos “caballos
trillones, de desecho” (El Adelanto, 22 de septiembre de 1905, p. 1).
Cabañal: cobertizo. Normalmente servía para guarecer el carro. Se accedía por una puerta
carretera. A la puerta del corral se ponía a veces una cencerra para delatar la entrada de
desconocidos.
Cabezada o cabezá: jáquima, armazón de correas y cuerdas con el que se sujeta la cabeza de
las caballerías.
Cabezazo, dar el: costumbre de pasar los vecinos en fila, al término de un funeral, ante el
féretro y despedirse, uno a uno, del muerto. Para ello, se inclina la cabeza, o se hace un
santiguado, o se musitan algunas palabras de oración o de despedida. Los familiares, que
flanquean, de pie, el féretro, no reciben muestras particulares de condolencia. El desfile de
vecinos es rápido. Esta ceremonia se hace al pie del altar, pasando los vecinos en hilera por
el pasillo central de la iglesia.
Cabras: varices. Se producían por abusar del brasero o de la lumbre.
Cabresto: cabestro, toro capado de raza grande, que sirve para guiar a las vacas bravas. Había
cabestros en la dehesa de Torrejón, junto a Palencia de Negrilla.
Cabro: macho cabrío.
Cachapa: costra seca o semiseca de herida, postilla.
Cachar: cascar, romper por percusión un fruto o similar: “cachar avellanas”.
Cachotero: puñal corto y agudo con el que se sacrificaba a las reses vacunas en el matadero.
Es como el cachetero que usan en los ruedos para dar la puntilla a los toros.
Cagarse el carro: cuando llegaba el carro de las tierras cargado de haces, o cuando venía con
paja hasta arriba de los baluartes, si se hacía mal podía ocurrir que parte de la carga se
viniera abajo. A esto, que era motivo de deshonor, se le aludía con esta locución. Trastornar
el carro era volcarlo. Venancio Bejarano recoge en 1951 en Berrocal de Huebra un canto de
trilla: “transtornastes el carro / en la ladera, /por mirar pa la reja / de tu morena” (Carril
Ramos, 1995).
Cagarrón: nombre que se daba al calabozo para presos en la casa de concejo antigua. Era
voz marginalmente usada en distintos puntos del castellano; su difusión pudo hacerse al
socarie del servicio militar. Este término ya fue usado por Villarroel en 1794 con una
acepción que parece ser ‘andurrial, lugar escabroso, perdedero’ (citado en la edición de
1936 del Diccionario de la Academia). En el calabozo de Calzada durmieron alguna noche
presos diversos. Se ponía cepos de madera a los presos más peligrosos; éstos duraron al
menos hasta después de la guerra civil. Por escándalo público, antes de la guerra, fue a
parar al cagarrón una pandilla de mozos que habían paseado en un carro, tirado por un
burro, disfrazados de oso blanco y pantera; uno de ellos mostraba, a la primera ocasión, el
culo al aire. También pasó algún tiempo en la cárcel un vecino al que se había
encomendado la traída de vacas bravas para la fiesta y que no cumplió con su compromiso
(“puso vacas, y no hubo vacas”).
Se dice que fue encarcelado también, en tiempos más remotos, un calzudo que había
robado un vaso sagrado (¿un cáliz?) de la iglesia. Durante las noches se oía en su casa
machacar el oro; esto hizo sospechar a los vecinos, que lo delataron. Parece recordarse, si
no es absoluta leyenda, que, en vísperas de ser conducido a la prisión en Salamanca, cuando
fueron a visitarlo su mujer e hijos para cenar en la cárcel, buscó alguna excusa para
quedarse a solas con sus hijos, y, avergonzado de su prisión y su ignominia, los mató
volteándolos contra una columna del calabozo, para que no tuviesen que vivir como hijos
de tal padre: “yo he sido un ladrón, pero a vosotros nadie os llamará ladrones”.
Cahorzo (ant.): charca, laguna. Con mayor antigüedad, existía la forma cadozo, que figura en
testamentos y donaciones antes del s. XVIII. Algunos cadozos son naturales y otros
proceden de la extracción de barro para hacer adobes o tapia.
Calabaso: especie de embudo metálico, que se acopla a la máquina de embutir el mondongo
en tripa para hacer chorizos o farinatos.
Calagraño: suciedad o mugre acumulada en la cara, ojos, pestañas, cuello y manos. Las
madres podían decir a sus hijos: “ven aquí, majito, que te quite esos calagraños”.
Calbochero: pote o puchero de barro con perforaciones que se usa para asar las castañas y
bellotas en el borrajo de la lumbre.
Calderillo: acetre, vasija pequeña en metal para el agua bendita.
Caleños: piedras blanquecinas y de poca densidad que aparecen en el subsuelo, a poca
profundidad; por ejemplo, al abrir una zanja para cimentar un muro. Se usaban para
rellenar agujeros o mechinales en las tapias. El término probablemente tiene su origen en la
existencia de hornos de cal en Calzada (topónimos Horno de San Sebastián, Prado de los
Hornos), en los que la materia prima eran trozos de piedra caliza extraídos del subsuelo.
Llamaban caleños a los terrones blancuzcos que quedaban en los hornos después del cocido
de la cal. La antigua calzada romana conservaba hasta poco antes de la concentración
parcelaria restos de empedrado con caleños.
Calostros: primera leche de las hembras recién paridas, especialmente de vacas y cabras. Se
cocía, se tiraba el suero amarillento que sobraba, y se preparaba una especie de requesón,
que se completaba con azúcar y canela.
Calzudo: gentilicio principal de los de Calzada. La forma parece tener su origen en un floreo
verbal con la palabra calzas ‘medias, pantalones’. Así, calzudo es alguien que lleva grandes
calzas, como haldudo era alguien que llevaba grandes faldas. De hecho, el cura de Fruime
recoge en 1778 una lista de dictados tópicos muy generales: “el gallego segador, / el
maragato calzudo, / el montañés linajuto, / y el asturiano aguador” (Cernadas de Castro,
1778). La denominación no respondería a una peculiaridad en el vestir de los de Calzada,
sino probablemente sería un simple juego verbal. Evidentemente no es gentilicio obtenido
por sufijación rutinaria (mediante –eño, -ano, -ero, -ense...) del nombre de Calzada. En
cualquier caso, parece que un sufijo –udo es muy raro en España como formante de
gentilicios; en cambio, es común para aludir a rasgos físicos: cabezudo, barbudo, barrigudo,
melenudo. Los dos casos citados por Rohlfs (1968) aprovechan este sufijo, casi siempre
corporal, para producir una alcuña jocosa: cabezudos, de Cabezas del Villar; jamilenudos, de
Jamilena (evocando melenudos). También cabe citar sallenuto, de Sallent de Gállego en Aragón
(Garcés Gómez).
Es frecuente que el procedimiento de derivación a partir de un nombre de pueblo no se
haga sufijando sino flexionando o buscando parónimos de intención jocosa. Así, a los de
Alberguería de Argañán les llaman albergallos, a los de Atalaya talayos, a los de Zamarra
zamarros, a los de Torre de Don Miguel torresneros (Iglesias Ovejero, 1992), a los de Collado
Mediano collarejos (Cela, El coleccionista de apodos), a los de Facinas facinerosos (Garcés Gómez).
Otras veces se busca una sufijación maliciosa: los de Majadas (Cáceres) son majaeros (Cela,
1975). Similarmente, los de Calzada son calzudos, buscando con ello el chascarrillo de las
calzas grandes.
Callantar (ant.): calmar o silenciar. Sobrevive en el refrán calzudo “el cuco que en marzo
canta, viene abril y lo callanta” (ATS, El tiempo). También se escuchan las variantes
“acallanta” o, ya más alterada, “quebranta”. Este dicho parece avisar a los prematuros,
advirtiéndoles que a las alegrías tempraneras les sigue una segunda parte menos sonriente.
Es decir, cuando llega abril, época del año en que tocaría al cuco cantar, éste ya está mudo
porque ha gastado antes de tiempo su caudal musical. El cuco, con su canto primaveral,
avisaba del comienzo de la temporada de fatigas ligada al trabajo de las tierras, una vez
pasado el descanso de invierno. Cuando empezaba a oírse el cuco, hacia marzo, era señal
de que se avecinaban las faenas de la escarda. Una variante del refrán citado se recoge en
Monleras (Solano, 1989): “el rano que en febrero canta ya vendrá marzo que lo acallanta”.
Rano es el sapo. En Sayago y Aliste, se recoge un refrán similar, y también “quien canta, su
mal acallanta” (Panero, 2000; Rodríguez Fernández, 1992). Callantar es voz arcaica, que ya
usaba Berceo: “El nuestro sacerdot quando la missa canta, / e faze sacrificio sobre la mesa
sancta, / todo esto remiembra la ostia que quebranta, / todo allí se cumpre e allí se
callanta”.
Camándulas o camandulero: persona inquieta e intrigante, con hábitos de mentira o disimulo.
Camandulero es voz de uso relativamente extendido en todo el ámbito del castellano.
Camas: cobertizo para descanso nocturno de los bueyes.
Cambiza: aparvadero; apero de labranza en forma de tabla que, arrastrada por la yunta,
servía para recoger la parva trillada (redonda y poco espesa) y formar la parva de limpia
(alargada y de sección triangular). Las cambizas antiguas eran en forma de T.
Campanas: sobre los toques de campana en Calzada hay ya abundante documentación
disponible. Véase en particular la obra de Llop y Álvaro (1986). Eran múltiples y
diferenciados los toques. Las reuniones de concejo se hacían previo toque de campana,
como era común en los concejos leoneses: “en el lugar de Stª. María del Monte [...] estando
en noble concejo juntos a son de campana tañida” (Behar y Boixo, 2001). Cuando se
procede en Calzada a la instrucción del Catastro de Ensenada, la reunión concejil es
convocada, “para cuyo fin fueron citados por toque de campana según este concejo lo tiene
de costumbre”. Correas (1627) recoge estas locuciones: “Xuntarse a boz de konzexo.
Xuntarse a kanpana tañida”, explicando que es “xuntarse para konsultar, o en alboro[t]os i
vandos”. También figura el refrán: “a konzexo malo, kanpana de palo”. En Calzada se
distinguía entre el toque a concejo (tres campanadas de remate) y el toque a hermandad
(cuatro campanadas).
Para avisar a misa mayor, en Calzada se dan tres toques. El primero, aproximadamente
media hora antes de ésta; tras una pausa, se señala con dos campanadas; el segundo toque
es un cuarto de hora antes, y viene marcado con tres campanadas. El último toque es
inmediatamente anterior a la salida del cura al altar, y se acompaña de una campanada. Éste
se da desde abajo de la tribuna, con cuerda larga que llega hasta la torre (veinte campanadas
seguidas más la una). Las mujeres entran antes que los hombres. La locución “ya han
tocado la una” es común entre los que llegan tarde.
En el pasado se regulaba la vida laboral con las campanadas. Las campanas sonaban al alba
(el ave maría), a la hora del ángelus (el mediodía) y al anochecer (la oración). En cada uno
de estos momentos, se daban tres campanadas simples desde abajo de la tribuna, tirando de
la cuerda. Durante los meses de verano, a partir de la cruz de mayo, eran las campanas las
que avisaban para salir a los campos –a acarrear o a segar-. Algunos labradores, se dice,
sobornaban a veces al campanero a fin de que adelantase el toque del alba y atrasase el del
anochecer, para así alargar la faena de los jornaleros. Mediante los toques se coordinaban
las pautas de trabajo y se facilitaba la vigilancia. En las Ordenanzas de Zamora se indica:
“los vecinos puedan pazer de canpana a canpana” (Del Canto et al., 1991). Los guardas del
campo, encargados de prevenir robos en las cosechas, sabían a qué atenerse, puesto que no
estaba permitido salir a las tierras antes de oírse las campanas. Los guardas, antes de la
guerra, se hacían respetar con tan sólo una cayada. Eran dos. Solían ir a pie (para pasar más
inadvertidos) o a caballo. Después de la guerra empezaron a usar escopeta.
La costumbre de señalar en el toque a muerto la condición del finado debe de ser muy
antigua, pues ya figura en un documento de Fuentesaúco del s. XIII: “otrossi pusu que non
tangan las campanas mas de tres veces por el baron et duas por la muyer quando finaren”
(Sánchez Rodríguez, 1987). Igual en el Fuero de Salamanca (art. 299). Así lo recoge Correas
en este refrán: “Tañen a misa, rrepikan a dos, murióse una viexa, perdónela Dios”,
explicando luego: “porke en muerte de muxer dan dos posas o badaxa[da]s solas”. Esta
costumbre ha pervivido: en Calzada, el código avisador se basa en el número de
campanadas que suceden, separadas, al toque a muerto. Estas campanadas se llaman esposas.
El Libro de Difuntos cuenta un suceso impresionante, ocurrido en 1762: por la mañana
había muerto un mozo, Joseph Andrés; al empezar a oírse por la tarde las lentas
campanadas del funeral, su padre, Francisco Andrés, no pudo resistir y cayó muerto de la
impresión: “al oír el toque por su hijo, se sobrecogió de alguna congoja, o accidente, y no
hubo lugar a la extremaunción”.
En otras emergencias se tocaba a rebato: así ocurría en los incendios (se daban campanadas
muy rápidas, en sucesión atropellada); y seguidamente todo el pueblo iba al lugar del fuego
con azadones y palos a cortar las llamas apaleándolas y echándoles tierra. Correas alude a
este toque de emergencias (1627): “A boz de kanpana. Konvokarse i xuntarse el pueblo a
konzexo o a rrentas, o en alboroto”. La campana podía en efecto llamar a la revolución: en
el cartulario de Carracedo se cuenta cómo en 1359 los moradores de Villaverde se
rebelaron contra los criados del monasterio que venían a coger leña en su bosque de
Lancinos: “salieron a ellos omes e mugeres a campana repicada e [...] les dieron feridas”
(Martínez Martínez, 1999).
También se hacían pagos al campanero por tocar a nublado, como se expresa en el Catastro
de Ensenada de Calzada. En Berrocal de Huebra solía ser el sacristán a principios de siglo
quien subía a tocar, a la vez que cantaba “detente nublao, / que vienes enojao, / detente,
detente, / no mates a la gente” (Carril Ramos, 1995; recogido por Venancio Bejarano).
Otras veces, por ejemplo, en alguna iglesia de barrio de Salamanca, eran los niños los que
subían a tocar las campanas, al son de “detente, nublao, / si vienes cargao…” (J. Sánchez
Gómez en El Adelanto, 8 de diciembre de 1906, p. 1).
Posteriormente, se empezó a usar cohetes para espantar los nublados. Se “tiraban bombas”
para “rajar la nube”. Solían ser los guardas del campo quienes hacían este trabajo y, a veces,
el alguacil del Ayuntamiento. En su conjunto, las campanas cumplían fielmente los tres
fines que les asigna el adagio latino: “vivos voco, mortuos plango, fulgura frango”.
Se decía antes, como informa Cristóbal Riesco Hernández, que “de las dos campanas que
hay en la torre, una era propiedad del Ayuntamiento; con ella se hacían los toques
propiamente municipales (concejo, fuego, salida al campo en la posguerra, ángelus = toque
de mediodía para comer)”.
Cáncana: Francisco García Vicente, que fue farmacéutico en La Vellás, lo define así: “pájaro
que sólo es patas y plumas y anda a pasos rápidos y menudos y da pequeños vuelos en
busca de mosquitos”. Sin duda es forma del mismo origen que cáncana ‘araña gruesa, de
patas cortas y color oscuro” de la RAE. Parece uso figurado, aludiendo al parecido del
citado pajarillo con una araña.
Cáncanos: piojos. Es expresión estándar pero inhabitual en el español contemporáneo.
Candado: decíase de las mieses o plantíos tan espesos que no dejaban ver los surcos. En la
ciudad de Salamanca se decía que el Tormes se había candado cuando los hielos lo
recubrían por entero, uniéndose de una orilla a la otra. Una coplilla periodística de 1904:
“dicen que se candó el río; / ninguna duda me cabe: / porque este frío es un frío / de
padre y muy señor mío, / y que hasta echará la llave” (El Castellano: diario de la mañana
Año IV Número 1052 - 1906 enero 26, p. 1).
Candar: cerrar una puerta con llave; en cambio, trancar era echar la tranca, en las puertas
antiguas.
Cangallas, no poder con las: estar exhausto, desfallecido o flaco una persona o animal hasta el
punto de no poder andar, mover los pies o prestar algún servicio. Equivale a ‘no poder con
los zapatos’.
Cangrejos: Cangrejos de los antiguos (es decir, Austropotamobius pallipes, especie anterior a la
afanomicosis epidémica provocada por la difusión del cangrejo americano) se iban a pescar
al arroyo de San Cristóbal, en una zona espesa de monte de encina, quejigo y fresneras
(soto de fresnos, Fraxinus angustifolia), al suroeste de El Cubo del Vino. Para la pesca se
usaban los grandes cuévanos de coger paja (o cestos pajeros, menores que los de las
vendimias), y como éstos, hechos con vara de sauce o mimbrera. “En Poveda, los
cangrejos, / que los cría la Guareña” (Ledesma, 1907). Baldomero G. Galán evoca una
visita a Zamora en 1906: “ha saboreado las anguilas del Duero en el cañal de Guerra, y
comido exquisitos cangrejos y lechugas, guisados por la Gregoria, en los Tres Árboles” (El
Lábaro, febrero de 1906, p. 7). En Salamanca había cangrejeros de oficio. En la plazuela del
Corrillo, en los meses de verano, había mujeres, las cangrejeras, que vendían a principios de
siglo XX tal crustáceo (El Lábaro, 4 de julio de 1903).
Canguinga: debilucho, enclenque; o, tal vez, cuentista, que inventa excusas para no trabajar.
Se cita la frasecilla burlona: “canguinga, que con cuatro no puedes y con cinco respingas”.
También se decía “Juan Chinga” o “Juandinga”. Parece que en origen aludiría a un burro o
caballo protestón. Respingar aquí no tiene la acepción habitual de ‘sacudirse, pegar un
respingo’, sino la de ‘brincar, correr, pegar saltos’. Es decir, el burro perezoso es acusado de
fingir abrumarse con cuatro a cuestas, cuando incluso con cinco puede ir pegando brincos.
No está clara la relación con canguingos, que se usa en muchas partes como respuesta
sarcástica a la pregunta “¿Qué vamos a comer hoy?: ―Canguingos y patas de peces”.
Cántaro: medida antigua de capacidad, equivalente a unos 16 litros. Un cántaro tiene ocho
azumbres, o sea 32 cuartillos. Esta medida se usa todavía habitualmente en toda la Tierra
del Vino.
Cantón: trozo de jabón casero. Como se hace con grasa animal, se contaba en Santiz que en
algún invierno crudo aparecieron las barras de jabón roídas por lobos.
Caño: zanja o curso estrecho entre dos tierras, por donde desaguan las lluvias. Antes de la
concentración parcelaria subsistían algunos caños relativamente anchos y acompañados por
vegetación arbustiva.
Capón: dulce de navidad formado por higos secos abiertos rellenos de nueces. También se
aplica este término, como en castellano estándar, al pollo o gallo que es capado para que
engorde, o al toro o al eral recién castrado.
Carámbano: capa de hielo en los charcos y en las pilas. No se usa en el sentido habitual
castellano ‘pinganillo colgante de hielo’. Las charcas de las eras de abajo, en las traseras de
las casas, se candaban de hielo, con un carámbano tan espeso que 20 o 30 muchachos podían
jugar y deslizarse a la vez; “entonces caían unos hielos temerosos”. Aunque hubiese hielo
en los lavaderos y charcas, no por ello se dejaba de lavar. Y las mujeres rompían el
carámbano a golpes de tajuela o con piedras.
Carbizo: roble joven, que forma matorral. Calzada perdió en gran medida su contacto con el
mundo arbóreo al dejar de labrar Santibáñez, que era en origen monte ligado al pueblo.
Sólo quedaban como vínculo con el macizo boscoso de Valdelosa las incursiones en
Casablanca, a la cantera, así como las idas de algunas familias a por hornija, sobre todo de
jara, al monte de Valencia de la Encomienda, o al de Huelmos y Cañedino. El resultado es
un marcado debilitamiento de la cultura montesina. Ello explica la falta de precisión con
que se conocen los árboles de monte. Se recuerdan por su nombre los siguientes árboles de
monte: fresnos, encinas, chaparros, carbizos, robles, bardas y alcornoques. Pero no se
establece una clara distinción entre ellos, sobre todo entre carbizos, robles y bardas.
Ha de tenerse en cuenta la singular riqueza en especies del género Quercus del enclave
abrazado por la rivera de Cañedo en su rinconada (zona de Huelmos de Arriba y
Valdelosa). En un mismo golpe de vista pueden abarcarse grupos de encinas (Q.
Rotundifolia), alcornoques (Q. Suber), quejigos (Q. Faginea) y rebollos (Q. Pyrenaica).
Probablemente los antiguos tenían nombres diferenciados y claros para todos ellos. Esta
convivencia de especies, explicable como “la superposición tan compleja entre el carácter
bioclimáticamente ecotónico del territorio y la historia interventiva humana” (García
Rodríguez, 1992) se ve enriquecida por otras presencias singulares, como la del alibierno
(Phyllirea angustifolia), los bruños (Prunus spinosa), los espinos (Crataegus monogyna), los galaperos
(Pyrus bourgeana), los gavanzos (Rosa spp.) y los diversos sauces de ribera (Salix salvifolius sobre
todo).
En Forfoleda, también se conoce el término carbizo, y parece aplicarse al quejigo (Quercus
faginea), muy abundante en las navas del monte. Es el árbol más rico en bogallas de todas las
quercíneas de la zona. Sin embargo, en El Maderal (Zamora), cuyo monte comunal es rico
en diversidad arbórea, identificaba con claridad el Sr. Martín (telefonista) la carba como
‘rebollo (Quercus pyrenaica)’, árbol de grandes hojas lobuladas y aterciopeladas, que forma
grupos compactos, con altos varales. En cambio, barda era la mata de quejigo (Quercus
faginea) y roble el ejemplar adulto de quejigo. En Palacios del Arzobispo, el ALCL recoge
carbizo ‘roble’.
Cardo de tierra cochera: llamaban a un tipo de cardo comestible, que podría ser Xanthium
spinosum ‘cachurrera’. Apenas se recuerda. Por el contrario, es viva la memoria de los
cardillos, que se cogían en las tierras y se comían con los garbanzos. Para pelar los cardillos
se restregaban contra un vástago de parra o cepa, doblado; también se usaba una vara de
mimbre puesta en arco.
Carnúcales: se dice de un pájaro volantón, que no ha echado aún plumas y no puede volar,
que “está en carnúcales”. Figuradamente, se aplica también a alguien desnudo, por ejemplo
un niño pequeño. Parece haberse usado la locución pájaro carnúcales en referencia a cierta
especie de pájaro pequeño, pero apenas puede confirmarse.
Carocas, hacer: hacer carantoñas, contar embelecos, embustes o gracejos. Unamuno anota
esta voz, recogida en la provincia, como “carocas = mentiras (hacer carantoñas)” (Llorente,
1998). Parece que en el uso antiguo, su sentido era parecido al actual ‘trola, embuste’.
Carretera (puerta): puerta grande, de dos hojas y un postigo, por la que entraba y salía el carro
del cabañal.
Cascarrias: la forma castiza cascarria (y no cazcarria) se atribuye preferentemente a los
excrementos resecos o restos de sangre y placenta, tras el parto, que las ovejas y cabras
llevan adheridos como costra en la zona anal.
Castillejo: aparejo de trapo o paño relleno, a modo de albarda, que se colocaba en los lomos
de burros y caballos para montar en él las personas y las cargas, evitándole al animal el roce.
Cebo: molido de garrobas, yeros, alverjas, arritas, cebada y otras plantas que, molido, se daba
como alimento a bueyes, vacas y ovejas. En un Concierto del Obispo de Zamora y el
Concejo de Fuentesaúco sobre nuevos diezmos, fechado en 1251 (Sánchez Rodríguez,
1987), se indica: “que nos dien diezmo de toda la lavrancia et de pan [= cereales] et de
serondaya [= herbales, literalmente ‘zarandaja’]. Et nos dexamosles diezmo de yervos [=
yeros] et de negriella [probablemente es la alverja negra] et de carrauvas [= garrobas] ata
VIII fanegas cada iugo pora cevo de sus boes”
Cebón: cerdo cebado o en ceba para su engorde.
Cédula: la ‘cédula de cumplimiento pascual’ era un pequeño papel impreso que se daba a los
feligreses en testimonio de haber confesado y comulgado en la parroquia por Pascua. Un
poema de Azabeño lo describe así: “estaba la sacristía / entonces llena de gente / que iban
buscar la cédula, / y entre tantos filigreses / que en la doctrina cristiana / estaban bastante
peces, / sin andarse con miserias / el cura copiosamente / repartía calabazas, / lo mismo
secas que verdes.” (La Iberia: semanario independiente, 1922 febrero 25, p. 1).
Cegatoso: persona que ve poco, por tener los ojos cargados y llorosos.
Celemín: unidad antigua de capacidad para áridos y grano (4.625 litros). También se usaba
para medir extensión. En extensión, es la doceava parte de la huebra o fanega; en
capacidad, es también la doceava parte. Cada celemín de extensión equivale a 33 y 1/3
estadales cuadrados.
Cencío: dícese del prado cuya hierba aún no ha sido pastada. Es voz más propia de la zona
oriental de la provincia. Un artículo firmado “El ciego de Robliza” (= Luis Maldonado)
alude a los cotos, “esas zonas esentas y acotás como un cencío” (El Adelanto, 27 de enero
de 1915, p. 2). En la dehesa del Arroyo (de la Encina) se arrendaba en 1910 para el verano
y hasta el 11 de noviembre “un prado cencido” con abundantes aguas, para cincuenta reses
vacunas (El Adelanto, 12 de julio de 1910, p. 3).
Cerros: lomos de los surcos. No se usa con la acepción ‘colina, loma’. En su lugar, es
habitual teso.
Céspede (ant.): hierba de las eras. En las huertas de Valverdón se usaban céspedes (trozos
arrancados a ras de suelo, con hierba y raíz) para formar presas de riego, establecidas en los
arroyos de Valgrande y de las Viñas. Correas (1627) recoge este refrán: “al azadón i a la
laguna, zéspede i kuña”. Su explicación es: “al azadón porke no se desenaste [=salirse del
mango], i a la laguna porke no se vaia el agua”: idéntico en el Comendador (Núñez, 2001).
Cabo Alonso (1955) indica que una mujer, la veedora, era encargada en Valverdón de regular
el uso de las aguas asignadas por turno a los vecinos regantes.
Cesta de costilla: cesta fuerte con un asa, de tiras de castaño, y con una vara curvada
formando el borde. Se hacían estas cestas en la sierra y se usaban para llevar la merienda.
Ciéganos: lodos o limos acumulados en el fondo de los arroyos, regatos y charcas; eran
usados por los labradores como fertilizante de las tierras, aprovechando las periódicas
labores de mondar las charcas. Se oye también la forma diéganos o diégamos.
Cavijal: timón del arado. Llamado así porque en su extremo más alejado de la reja llevaba
clavijas para prender el yugo.
Cocoso: dícese de la fruta (preferentemente) o cualquier producto que se estropea, enmohece
o agusana. Los gusanos que salían en las heridas de las vacas o bueyes se llamaban cocos. Un
refrán salmantino es “al perro cocoso, cocos en él”.
Cochera, cochero: se aplica al garbanzo que cuece bien y que no requiere dosis de bicarbonato
para ablandarse. También se dice de la tierra cuya calidad produce este tipo de garbanzos.
El suelo, muy calizo, de Calzada, da lugar a un agua que dificulta la cocción. Por ello se
solía recoger agua de lluvia de los canalones para cocer los garbanzos y lentejas. En una
retahíla geográfica recogida en La Mata se dice: “Villanueva, Villanueva, / seis cosas tienes
de buena: / buen majadal pa las vacas, / el palacio y la alameda, / buena tierra pa conejos, /
y la Virgen de los Remedios, / la tierra de la alameda / para garbanzos cocheros” (Sanz,
1953). En 1904 se anunciaba en Peñaranda la venta de garbanzo cochero desde 82 a 160
reales por fanega (La Voz de Peñaranda, 15 de mayo de 1904, p. 3). Los garbanzos ya se
sembraban en Calzada, esporádicamente, a mediados del s. XVIII, aunque con grandes
precauciones porque esquilman mucho el terreno. Su siembra no se hacía a voleo, sino “a
chorrillo” o “a tito”. Una fanega de garbanzos se vendía a más del doble que la de trigo.
Más tarde, con la arriería y con llegada de los abonos minerales, la producción creció.
Coger: caber, encontrar acomodo. Es vulgar en gran parte del español. Se constata en la
siguiente forma, recogida en Calzada, del conocido refrán: “en abril, aguas mil, y todas
cogen en un barril” (ATS, El tiempo, p. 127). También se aplica coger a aparearse los
animales; y al contratarse de los criados. Una charrada recogida por Ledesma (1907)
atestigua este uso: “dende allí me fui a Carreros, / me cogí con el tío Pedro / para guardar
unos ganaos / que me daban buen dinero”.
Cogüelmo: colmo de una medida; forma de llenado que produce un rebose, colmo o
convexidad de material sobre el rasero del recipiente. Una media fanega de trigo puede
cargarse rasa, cuando se pasa una raedera “corriendo el rasero”, es decir, dejando la medida
justa, o puede cargarse “a cogüelmo”, cuando se llena por encima del filo. Echar a cogüelmo o
acogolmado es opuesto a echar raso o correr el rasero, como se expresa en el Catastro del
Marqués de la Ensenada (hacia 1750). Correas (1627): “El kogolmo no os dé pena, ke el
rrasero se lo lleva”; “sienbra en polvo, i avrás kogolmo” (“esto es: montón kolmado de
trigo”).
Cojijo: urticaria generalizada, acompañada de vómitos, mareos, angustia y malestar, que
provoca en las personas la picadura de garrapata (García Alonso, 1907: 13).
Colaciones: dulces de navidad, que solían traer para su venta los serranos. Se cambiaban por
cebada o trigo; también se pagaban con dinero. Consistían en nueces, higos, castañas y
turrón. A veces se comían en semana santa, para compensar las privaciones del “cohibirse
de carne”. Luis Maldonado de Ocampo recuerda de su infancia cómo eran las colaciones
de un niño rico en Salamanca: “pepitones de azúcar, bellotas de chocolate, jamoncillos de
mazapán, alfeñiques, ciruelas pasas”; en cambio, los rapaces de Villamayor recibían cascajo:
“nueces, avallanas, castañas, higos y hasta buenos trozos de morcilla, farinato y aun de
reciente longaniza” (El Adelanto, 1 de enero de 1918, p. 4).
Colambre: pellejo para transportar vino o aceite. Los traían de la vecina comarca de Tierra
del Vino. En 1887, a un vecino de Topas (que luego se vio implicado en el famoso crimen
de la Carbonera, en Salamanca) se le atribuye el hurto de una colambre de vino (El Fomento,
9 de noviembre de 1887). Cuando estaban a medio llenar, eran de difícil transporte, porque
desestabilizaban al portador. Una vez vacías, se solían poner a secar colgadas. Las
colambres solían ser de tres a seis cántaros de capacidad. Las más pequeñas se usaban para
el transporte directo a lomo de caballerías; esto era común en toda la Sierra de Francia y
conllevaba grandes riesgos de rotura y derrame. Figuradamente se llamaba colambre a la
barriga.
Cólico miserere: gastroenteritis aguda, con perforación del aparato digestivo y hemorragias
intestinales. Conducía casi irremisiblemente a la muerte.
Colorao: pelirrojo.
Compañones: testículos. En la recopilación de Hernán Núñez (2001): “a braga rota,
compañón sano”.
Comparanza: comparación o referencia. “Aunque sea mala comparanza”.
Con bastante: con mucho, sobradamente.
Conejinas: planta herbácea espontánea de los sembrados, linderos y prados. Echaban un
tronco o raíz como la zanahoria. Su flor era blanca. Era preciso arrancarlas con cuidado,
profundizando; de lo contrario volvían a salir. Fernandez de Gatta recoge en su
recopilación, centrada en torno a Villavieja de Yeltes, conejinas ‘trébol rastrero’.
Corraliza: cercado desmontable de cañizo o de palo y tablas que se instala en las tierras para
encerrar las ovejas de noche. En La Vellés y posiblemente también en Calzada se llamó
también rede a la corraliza, como indicaba en los años 50 del pasado siglo su secretario
Antonio Sánchez de Vega (Carril Ramos, 1995).
Corrobla: merienda y festejo; fiesta con merienda; juerga. Por ejemplo, la que se hacía en las
matanzas, o la de las mujeres el día de Santa Águeda, o la que celebraba un trato. Se aplica
también a un grupo o corrillo en charla animada.
Cornata: trozo de cuerno de toro, de forma tubular con dos bocas (una más ancha y otra
más estrecha), que se usaba para embutir las morcillas durante la matanza.
Cornicabra: raza de pimientos retorcida y puntiaguda, de muy buen sabor para freir.
También se les llama pimientos cuernocabros.
Correlindes: persona inquieta que no para en parte alguna. En tierra de Medina del Campo
llaman así a la cogujada.
Cortina: tierra cercada con vallado de piedra u otro material. En Calzada las cortinas están
aledañas a las casas. Se empleaban para sembrar cebada a manta, todos los años. Esta
cebada, que se segaba en verde, era el denominado herrén, y servía para el engorde de
animales. “Cortinas de San Pelayo, / de El Arco, la fuente buena” (Ledesma, 1907). En
Castellanos y en Almenara, las cortinas se sembraban de centeno.
Coscurro: currusco de pan.
Cotenas: mugre acumulada en el cuerpo humano por sudor y falta de higiene. Unamuno
hace uso del término en su Vida de Don Quijote y Sancho: “para limpiar con tus cantos toda
esa asquerosa cotena del espíritu”. Probablemente había incorporado esta voz de sus
pesquisas lexicológicas en la provincia de Salamanca, pues en un cuaderno suyo, hasta hace
poco inédito (Llorente, 1998), figura la siguiente entrada: “Cotena. Costra de porquería”
Coterina o cotorina: alto o cumbre de un monte. Parte superior de la cabeza, sincipucio o
coronilla. Con esta última acepción se registra en un suelto de 1930 en la prensa de Ciudad
Rodrigo: a un lector le asiste “la razón por encima de la cotorina” (Miróbriga: semanario
católico Año VIII Número 438 - 1930 Agosto 24).
Coto: mojón o hincón de tierra o piedra para delimitar las fincas. En los apeos y deslindes
antiguos se emplea como sinónimo los términos mojón y marco. Durante las operaciones de
deslinde se renovaban, sobre todo los que estaban hechos de tierra, o se les echaba unos
cantos encima. En la provincia de Zamora, Álvarez Tejedor (1989) documenta además el
uso de las voces hitos, piedras, marradas, marras o manjanos con el mismo valor semántico. En
Jambrina (Zamora), se ponían los cantos debajo de la piedra mojonera para servir de
testigos de la verdadera ubicación del marco. “Se pasea Don Torcuato con su hijo Rafael, /
a poner los cotos blancos a la raya San Miguel” (Pasacalles de La Quilama).
Cotral: buey (o vaca) viejo del que hay que deshacerse por inservible para la labor y venderlo
para carne. Los bueyes alcanzaban los 10 o 12 años en la labor. A esa edad, a pesar de que
“buey viejo, surco derecho”, era habitual venderlos o sacrificarlos. Los labradores ricos a
veces acortaban la vida útil de los bueyes, con sus criados que los castigaban mucho arando
a la máquina; a los 8 años, el buey estaba acabado; se les aporrillaban las manos de artritis. Su
carne era usada para el mondongo. Los chorizos eran particularmente sabrosos cuando
tenían carne de buey. La matanza del buey se hacía coincidir con la de los cerdos. De
alguna casa grande en las dehesas próximas a Calzada se cuenta que hacían anualmente
matanza de un buey y ocho o diez marranos. Es voz que recoge Correas (1627), “Si kieres
hazer buen kotral, dale de komer i déxale holgar”, explicando luego: “kotral llaman al buei
viexo ke ia mengua en fuerzas, i le venden para la karnizería”. Un sentido similar tenía el
refrán “a la res vieja, alíviale la reja”.
Coyundas: correas largas de cuero en forma de tiras que se usaban para uncir los bueyes y
vacas al yugo. Se cantaba en la provincia: “La despedida te doy, / la que dan los labradores
/ con las coyundas al hombro / adiós, ramito de flores”. Correas (1627) registra esta voz,
en singular, en el refrán siguiente: “Por San Lukas, suelta el buei de la koiunda, mata el
puerko i tapa la kuba” (San Lucas es el 18 de octubre).
Criado: temporero, que pasaba el verano en la casa de los labradores para ayudar en las
faenas de la recolección. Solían proceder de pueblos de la Rivera de Cañedo, de Sayago o
tierra de Ledesma. Antes, los criados de labor se contrataban para un año completo, hacia
el día de San Juan o de San Pedro. Llegada esta fecha, el criado que lo deseaba quedaba
liberado y podía decirle al amo lo que recoge en 1627 Correas: “A Dios, ke pinta la uva”; y
explica: “dicho por mozos ke se despiden en buen tienpo de los amos”. En época más
reciente, el contrato podía tener diversa duración: (1) cubriendo los meses de recolección,
julio y agosto; (2) extendiéndose hasta completar la sementera, desde primeros de octubre a
finales de noviembre; (3) ocupando el año completo. El jornalero, en cambio, se contrataba
por días sueltos. Véase A. Gordillo (Vivencias) para una descripción más detallada. Según
ATS, El Tiempo, en Calzada se adelantaba la contrata de los criados a San Juan (24 de
junio), mientras que la de los pastores era por San Pedro (29 de junio). Además del salario,
el criado solía recibir algunas antenciones de su amo: “el carro de paja para la lumbre, las
colaciones de Navidad, el prestarle las caballerías para labrar alguna tierrita o huerto, amén
de otras varias dádivas en casos de necesidad o enfermedad” (Libertad: periódico semanal,
21 de agosto de 1913, p.1).
Crica: escogido, protestón, melindroso. Vocablos sinónimos son criquerilla, alecrique; se
aplican sobre todo a los niños mimados. Vendrá de crica, que en algunas hablas dialectales
leonesas designa la hendidura vaginal. Así, en Fuentelapeña (Zamora), crica es las ‘partes
pudendas de la mujer’. Ya se usaba esta voz en época medieval. Alfonso Álvarez de
Villasandino, que vivió entre el s. XIV y el XV, la incluye en un poema erótico: “como el
asno a la borrica / vos querría enamorar; / non vos ver, mas apalpar / yo desseo vuestra
crica”.
Cuadril: parte superior de la cadera. Las mujeres llevaban el cántaro de agua, el baño de
ropa o la tajuela al cuadril para soportar mejor el peso. De ahí venía el calificativo
descuadrillado ‘descoyuntado, derrengado’: en unos versos de José Martín Borrego, de Rollán,
“no tiene sano ni un hueso / porque está descuadrillado” (Benito, 1985).
Cuarta (ant.): cuartilla, medida de extensión equivalente a un cuarto de huebra o fanega.
Cuarterón (ant.): medida antigua de capacidad, equivalente a cuatro onzas o un cuarto de
libra. Se usaba para el tabaco. “Pesa presto María, quarterón por media libra” (Núñez,
2001). También se aplicaba a las ventanas pequeñas, sin cristal, de carpintería ciega: “¿cómo
quieres, Pepita, / que yo te ronde, / si no tienes ventanas / con cuarterones” (Morán,
1990).
Cuartilla: medida antigua de capacidad, equivalente a un cuarto de cántaro, o sea, dos
azumbres (unos cuatro litros). Como medida de superficie, equivalía a tres celemines o la
cuarta parte de una fanega.
Cuartillo: medida antigua de capacidad, equivalente a medio litro (otras indicaciones lo
estiman en 0.504 l). Era la cuarta parte (de ahí el nombre) de un azumbre. 32 cuartillos
equivalían a un cántaro. Las jarras de vino, que solían ser compartidas entre los mozos en
las tabernas, eran de cuartillo. Correas (1627): “Un kuartillo presto es ido, una azunbre
tanbién se zume, el arrova es la ke abonda”; “Vengo por agua i vino vendéis; echáme un
kuartillo, i veré ké tal es”. En la medida de granos equivalía a 1/48 de fanega, es decir, la
cuarta parte de un celemín.
Cuartón: cabrio o viga. Se reserva habitualmente el término para los palos de madera
apoyados en la cumbrera y alineados según la corriente en el tejado; sobre los cuartones
descansa, a modo de colcha, la ripia de hojarasca y ramillas, que a su vez sustenta las tejas.
También se llaman cuartones las vigas del forjado. En el Libro del Bastón (1770), se explica:
“tiene varios álamos negrillos para vigetas, quartones, de casas”.
Cuatropea, catropea: galope. A la catropea: al galope. Era expresión usada por los chicos
cuando regresaban de la burricá a lomos del burro propio, y se entablaban competiciones
improvisadas entre los diversos jinetes. “Nadie como él ha lucido / yeguas en las
cuatropeas / y mantas en las capeas / y marros en el ejido” (Gabriel y Galán). Otras luchas
rituales de los niños eran las batallas de piedras, que se saldaban con cantazos, produciendo
numerosas piteras. La cuatropea era también la parte del ferial de ganado, en Salamanca,
donde se estacionaban para su compraventa las caballerías.
Cucos: apodo colectivo de los de Castellanos de Villiquera. Es extremadamente frecuente el
apodo cucos como gentilicio burlesco. Son cucos los de Valdecarros (Salamanca) y Mercadillo
(Ávila) (Blanco García, 1997), Gallegos del Pan (Zamora) (Álvarez Tejedor, 1989), San
Pedro de Mérida (Badajoz) y Valdastillas, Valdehúncar (cucones), Santibáñez el Alto
(Cáceres); en Valdefuentes (Cáceres) son cucones (Zamora Vicente, 1943; Ramón y
Fernández Oxea, 1949). A los de Hoyos y Valdastillas (Cáceres) les llaman también cucos.
Gutiérrez Macias (1970) lo atribuye a su supuesta tacañería: salieron corriendo por capturar
a un cuco que volaba con una cereza. Cela recogió el apodo de los de Pelahustán, cuquillos y
pelacucos, y el de los de Robledo de Sobrecastro, cuquelos. También son cucos los de
Almodóvar del Río (Córdoba), Villanueva (Palencia), Vilacova (Arganil, Portugal) y
Villamor de la Ladre (Zamora). Llaman cucos a los naturales de Villarino Manzanas y a los
de Entrepeñas (Sanabria, Zamora) (Baz, 1967). En Aragón es apodo muy frecuente. Los de
Sinués y Jasa son cuculdos, los de Urdués son cuqueros, los de Abiego coculos, los de
Alforque, Vera de Moncayo, La Corbilla, Pozuel, Santed, Villaruelo de los Olmos son
cucos, los de Vicién son Cucosos, los de Huerrios son Cucullos y los de Ibor, cuculos.
La explicación que da Blanco García (1997) sobre el apodo de los de Castellanos de V. es
sin duda incompleta: “por ser madrugadores como los cucos, debido a que existían
bastantes amigos de lo ajeno, especialmente en la temporada de verano”. Otra explicación,
también insatisfactoria, que corre por Calzada, se basa en la supuesta existencia de un reloj
de cuco en la iglesia. Unamuno recogió en la Armuña el dicho siguiente: “Castellanos de
Villiquera / dan la palabra y luego la niegan” (Llorente, 1998), que parecería redundar en
esta noción desfavorable de los del pueblo.
Contribuye a aclarar el sentido del mote Morán (1953), quien recogió en Machacón una
retahíla geográfica alusiva a este mal nombre: “cucos los de Castellanos, / que cantan por
Villiquera, / con cuatro vacas cagonas / que les cagan la mancera”. En muchos otros
lugares, se aprecia alguna conexión entre el apodo cucos y la vida de pastor de vacas. Es
probable que el término cucos aplicado a los de Castellanos haga alusión a su condición de
vaqueros (en los prados de Villiquera), dado que la relación entre el pastor y su ganado
incluye silbos y voces. Lamano recoge los verbos acucar ‘burlar y hacer chifla de alguien con
silbos y jijeos’, cuquear y cucar ‘burlar, hacer burla, molestar, injuriar’. “Cucar el ojo” equivale
a guiñar. Correas incluye este refrán en su repertorio (1627): “al kuko no kukes, i al ladrón
no hurtes”. En La Alberca, cuquear es ‘cacarear, producir de noche ruidos extraños’ (Cortés
Vázquez, 1957). Sánchez León recoge en la provincia de Salamanca cuquear ‘azuzar’,
acepción que convendría aquí. El dictado tópico “en Valdastillas los cucos, porque cuquean
las vacas” (Rodríguez Moñino, 1960-1964) parece aludir a esta intimidad vocal entre
pastores y ganado.
Dos posibilidades adicionales se apuntan aquí: (1) aunque esta acepción no parece haber
conservado vigencia local, cucar era antiguamente ‘beber, sorber’, especialmente cuando se
hacía de modo clandestino, como los niños que sorben en el gallinero un huevo haciéndole
un agujerito. De hecho, circulaba cuco, cucarro ‘borrachín, bebedor’ en refranes y frases
hechas como las recogidas por Correas (1627): “Fraile kukarro, dexa la misa i vase al xarro.
Fraile kuko, azeite de saúko. Fraile kuko, lánpara de saúko”. Ésta es su explicación: “el
azeite de saúko dizen ke arde mucho, i kreze en llama; i ansí el fraile bevedor, ke en ese
sentido se toma kuko i kukarro, sienpre beve más, i si es malo kreze en el mal”. Cabe por lo
tanto postular, como hipótesis menor, que algunos de los apodos colectivos del tipo cuco se
basen en la acusación de mamar leche, tanto de ganado propio como ajeno (“quien tiene la
cabra, ésse la mama”, Núñez, 2001): es decir, los de un pueblo acusan a los del pueblo
vecino de venir a hurtadillas a ordeñar o a mamar de las cabras o de las vacas, como a los
de Puebla de Yeltes, que reciben ocasionalmente el apodo colectivo de mamadores de cabras
(Iglesias Ovejero, 1992). (2) No es tampoco descartable una insinuación o segundo sentido
de carácter sexual. Cucar es ‘copular’ en la comarca del Rebollar y cuca es la vulva en otros
puntos de la provincia: “para la cuca más ancha, / las mocitas de Miranda” (Puerto, 1992).
También en asturiano tiene vigencia cucar, tanto en sentido erótico, como en el de ‘fisgar,
atisbar’ (García Arias, 2000). Es bien conocido, en cualquier caso, el recurso a la voz del
cuco para zaherir a alguien acusándolo de cornudo. A ello hace relación este refrancillo del
Comendador (hacia 1550), en que alguien se mofa de otro cantándole: “¡cu, cu!”; y el otro
responde: “guarda no lo seas tú” (Núñez, 2001).
Cuerdas: nimbos de lluvia que se ven en el horizonte. Congestión ocre o amoratada entre las
nubes y la línea del suelo, en la que a veces se adivina el sesgo de caída de la lluvia.
Cuévano: cesto mediano de mimbre y otras varas de sauce, con dos pequeñas asas en la
boca, que se usaba para transportar la paja a los pesebres o tirarla en el corral o en la
cuadra. Se aprovechaban también para pescar cangrejos en los arroyos. Los cestos donde se
acarreaba la vendimia eran aún mayores (les llamaban asnales en los pueblos vecinos de la
parte de Zamora). La recogida de racimos, parra por parra, se iba haciendo en unas cestas
más pequeñas, con asa, que iban siendo descargadas luego en los cestos grandes.
Cuezo: hocico. “Meter el cuezo” es entrar donde a uno no se le llama.
Chacho¸chacha: vocativo enfático, especialmente usado entre mujeres, expresando sorpresa.
Se alargan mucho las dos sílabas. Es abreviación de muchacho, aunque se usa como
interjección. También es frecuente, con función parecida, la interjección Halá o Huy, ambas
con la vocal final muy prolongada. Cuentan de un calzudo que, haciendo el servicio, y
destinado en Sevilla, vio por vez primera el interior de la catedral. Su exclamación fue: “halá
qué postes”.
Chalán: negociante experto y astuto en la compraventa de ganado, que actuaba en los
mercados y feriales. Todos los jueves había mercado en Salamanca. También iban los
labradores a Ledesma y a Vitigudino a comprar bueyes. Se solía ir en grupo, para dar más
solemnidad y seguridad a la compra. Se cuenta de un labrador lo siguiente: había comprado
dos bueyes en el mercado de Ledesma, y regresaba con ellos toda la Rivera arriba (por
Cuadrilleros, Cañedo de las Dueñas, San Pelayo y El Arco), montados en dos caballos él y
su hijo mayor. Al llegar al pie del corral de concejo, coincidió que estaban matando una res
en el matadero. Uno de los bueyes “conoció la sangre” y, espantado, salió corriendo vega
abajo, seguido por el compañero. Aunque dieron vuelta con los caballos, no los pudieron
coger. Tuvieron que viajar de noche, a caballo, hasta Ledesma, y anduvieron preguntando
por dehesas y encinares, hasta que, por las señas que daban, les ayudaron a encontrarlos.
Estaban ambos bueyes pastando juntos y contentos, cerca de la dehesa donde los habían
criado. “De Berrocal y Sanchón /salen los buenos chalanes” (Morán, 1940). “En Salmoral,
los chalanes / chalanillos de la mierda, / para comprar un cebón / se juntan docena y
media” (recogido por Unamuno a principios de siglo XX). “En La Mata, los chalanes, / los
del ganado cerdal” (Bejarano, 1953), en referencia a La Mata de Ledesma. Había
abundantes chalanes en tierra de Peñaranda, especialmente en Macotera; en la parte
occidental de la provincia se dejaban ver también chalanaes portugueses.
Chalina: especie de foulard que llevaban los hombres cubriendo el cuello bajo la chaqueta.
Era una prenda de adorno y protección, a modo de corbata o bufanda de hilo y de seda; se
colocaba sobre el cuello de la camisa o del chaleco y bajo la chaqueta.
Chambo: es voz ya desconocida y no restringida a Salamanca, pero se usó en la comarca.
Significa ‘trato, trueque, canje, arreglo comercial improvisado’. Lo recoge, por ejemplo, en
los años 50 del pasado siglo el secretario municipal de La Vellés Antonio Sánchez de Vega
(Carril Ramos, 1995): los pastores y los labradores se intercambiaban aguardiente por
lentejas y garbanzos; a este trueque se le llamaba “hacer el chambo”. En la prensa
decimonónica: “cual Judas vendió a su Mestro, tan luego como le propusieron el chambo’
(La Provincia, 17 de febrero de 1891).
Chanfaina: guisado típico de arroz y menudos (bofes, callos, patas y trocitos de sangre
cocida) que se tomaba como almuerzo (es decir, de desayuno) en las bodas del pueblo.
Chaperón: arreglo casero, improvisado o chapucero.
Chimenea de campana: chimenea antigua, cuyo caño era marcadamente tronco-piramidal y
servía a la vez de entrada de luz y de salida de humo. La parte baja de la chimenea abarcaba
casi toda el área de la cocina. Se cocinaba en el centro, y alrededor se disponían escaños o
tajuelas. El lienzo más inclinado de los cuatro que componían el caño estaba orientado
contra el hostigo, es decir, hacia poniente. Así se mitigaba la entrada masiva de agua durante
el envernizo (temporales de invierno). A pesar de ello era inevitable la caída de gotas y copos
de nieve en las cocinas, con el consiguiente trasiego de tajuelas en fuga. Se decía que en
alguna chimenea grande de las antiguas hacía su nido (dentro del caño) la golondrina. Este
tipo de chimenea fue progresivamente reemplazada, a partir de 1920, por las llamadas
chimeneas francesas, donde se separaba la entrada de luz de la salida de humo. La entrada de
luz en éstas se realizaba por un lucernario o tragaluz, con la estructura de una falsa
chimenea cuyo cañón está compuesto por un armazón de tablas que frecuentemente va
recubierto por yeso, como se observa aún en no pocas casas calzudas (ver Feducchi,
Segovia). En algunos casos más rudimentarios, la luz ingresaba por un simple lucero, es
decir, por una pequeño agujero en el forjado cubierto por teja traslúcida. La salida de humo
se efectuaba por un caño mucho más estrecho, adosado al muro, y de forma casi
ortoédrica. Flanqueando la chimenea, es frecuente disponer sendos armarios para platos y
fuentes: vasales o vasalicos.
Chirumba: palo de unos 15 cm usado en un juego infantil, que también recibía este mismo
nombre. El palo tenía los dos extremos en punta. Se trazaba en el suelo un corro de unos
100 cm de diámetro, y se establecían dos equipos. Los atacantes debían conseguir que la
chirumba terminase dentro del corro, y los defensores debían evitarlo. Para ello, alguien del
equipo atacante lanzaba a mano el palo desde lejos intentando aproximarse al corro. Los
defensores, a cada vez, disponían de tres lances para despejar. Con este fin, golpeaban con
una paleta un extremo de la chirumba impulsándola hacia fuera. Es el juego conocido como
toña, tala o lito en otras partes del español. Con el mismo nombre, chirumba, es usado en
Fuentelapeña (Zamora). Ya Unamuno (Llorente, 1998) identificó este juego con la toña.
Cholas, cholos: bota fuerte, de cuero, con piso de madera gruesa, a modo de borceguí, que
usaban los labradores en invierno. Particularmente eran útiles para entrar en corrales
húmedos o en estercoleros. En la parte occidental de la provincia de Salamanca se les daba
el nombre de chancas. Las suelas de palo eran comunes en el cuadrante noroccidental de la
península. En Portugal se dice: “homens do Minho / vestidos de linho / calçados de pau /
comem pão de passarinho [= pan de millo]”. Del que fue durante décadas párroco de
Trabanca, gran cazador, se contaba que en invierno iba a decir misa con cholas, dado el
estado de los caminos en el pueblo (El Salmantino, 16 de junio de 1915); de hecho, los de
Trabanca son motejados con el versillo “Trabanca, chancas de palo” (Morán, 1990).
Choricero: ternero, vaca o buey que se engordaba desde final de verano hasta las matanzas
(es decir, de septiembre a diciembre), destinado a hacer con él embutido (sobre todo
chorizo) mixto de cerdo y de res vacuna.
Choto: ternerillo.
Chucha: ganga, oportunidad singular en un negocio o una compra. En La Vellés se decía
“labrador chuchero, nunca buen apero”, donde chuchero parece significar ‘cazador de alforja’
(CES, p.171, recogido por Antonio Sánchez de Vega). En un artículo de 1886 sobre los
beneficios de las aves insectívoras se denuncian “las agudezas y artificios de los chucheros
o cazadores de alforja” (La Liga de los contribuyentes de Salamanca, 17 de enero de 1886, p. 2),
aludiendo a los que cazan con redes y trampas.
Chupamiel: carámbano, aguja de hielo colgante de los aleros y canalones. Esta voz es
explicable porque para los niños, antes, estos colgantes de hielo eran una golosina: se
cogían y se chupaban de camino a las Escuelas. Como término expresivo, es un comodín, y
de hecho se habrá aplicado a diversos objetos, entre ellos a flores de sabor dulzón y
refrescante. En Calzada se llamaba chupamiel a cierta planta, no identificada. Por ejemplo, en
El Arco designa a la flor de la malva, que se usaba para remediar los resfriados (MVP, p.
32). En cambio, en Cespedosa de Tormes era la flor del trébol (Sánchez Sevilla, 1928).
Chupitel: ver chupamiel.
Churrasco: vino dulzón que no está del todo fermentado.
Churriburri: con la expresión “to churriburri” se alude a un conjunto de personas de toda
índole; a veces, pero no siempre, es peyorativo. La forma estándar castellana es zurriburri,
aunque la forma usada en Calzada es también de uso común.
Churro: ternero de cierta edad, entre uno y dos años; equivale a eral, palabra no usada
actualmente en Calzada, aunque sí constan profusamente las voces eral y erala en la
documentación del XVIII.
Churrulí o churulí: pájaro [de plumaje oscuro (y moteado), del tamaño de un tordo] (datos
inseguros) que aparecía de vez en cuando sobre los tejados de las casas, cantando unas
notas que sonaban como “chu-rru-lí”. Los niños creían oír la voz “a dormir, a dormir”. La
identificación es confusa, pero podría pensarse con cierto fundamento en el alcaraván
(Burhinus oedicnoemus). En efecto, el reclamo del alcaraván es un silbido potente, vespertino,
reproducible como “Churr-lí”. Morán recoge en su Lenguaje de la fauna (Centro de Estudios
Salmantinos, 42), que incluye interpretaciones infantiles y populares de las voces animales, la
clara identificación del canto del alcaraván con “a dormir, a dormir”. También comprueba
otras traslaciones populares del canto: “a uñir, a uñir, a uñir, / el que no tenga carro, / que
se eche a dormir, / que ya viene abril. // Alcaraván comí; –a otro bobo, que no a mí”.
Lamano (1915) anota la denominación popular salmantina arrumí ‘alcaraván’, que sin duda
es onomatopéyica; también gurrumío ‘ídem’. Bernís (1995) anota el nombre salmantino
arrumir para la misma ave. Obsérvese que el nombre del ave llamada chorlito es también
imitativo del canto (DCECH), y que la estructura del nombre es parecida a la del churulí.
Dediles: especie de guantes para los dedos, hechos de cuero, que se utilizaban en la siega
manual para proteger los dedos de cortes con la hoz. En la recogida del garbanzo servían
para proteger del sarro de esta planta (en Palencia de Negrilla). Se complementaban con
unas piezas de cuero o lona protectoras del pecho y piernas del segador, a modo de
mandiles (Álvarez Tejedor, 1989).
Demás de: suficientemente, por encima de lo exigido.
Derrotón: despilfarrador; descuidado de sus posesiones o hacienda. El término antónimo es
ratiña.
Desa: forma común, sin hiato, de dehesa. No está clara, en el habla local, la diferencia entre
alquería y dehesa. En gran medida depende de una convención toponímica. Por ejemplo, no
se oye hablar de una dehesa de Huelmos, pero sí de la de Valencia. Casi todas las dehesas
próximas a Calzada están al norte de la rivera de Cañedo. El pueblo ha mantenido una
relación estrecha con las más próximas.
Pueden mencionarse algunas de éstas, con sus propietarios del antiguo régimen, tal como lo
declara el Catastro de Ensenada: Cañedino, San Cristóbal del Monte y Casablanca (esta
última, llamada también Cañedo del Yermo) eran del cabildo de la catedral de Salamanca;
Santibáñez era en gran parte del Conde de Canillas; Huelmos era del Conde de Grajal y
otros propietarios; Izcala, de las Úrsulas; Villanueva, del Conde de Grajal; Cardeñosa,
también del Conde, salvo una quinta parte (Cardeñosita) que pertenecía al Cabildo.
En 1933, durante la República (García Martín, 1992), la propiedad estaba en manos
seculares: Huelmos (de María de las Nieves López y Sánchez Tabernero y Fernando
Rodríguez Fornos), Cardeñosa y Cardeñosita (de los hermanos Maldonado de Guevara,
María del Carmen, y Julia y Mario respectivamente), Cañedino (de Vicente Oliva Rodríguez
y hermanos), Villanueva y San Cristóbal del Monte (de Ricardo Soriano Scholtz, de
Madrid), Izcala (de Teresa Blanco Cobaleda), Valencia (del Conde Malladas), Santibáñez y
Casablanca. Villiquera era de Antonio Vázquez de Parga. Bastantes de ellas se vieron
sometidas durante los años 30 a expedientes de expropiación con motivo de la reforma
agraria (García Martín, 1992), aunque esta iniciativa no prosperó. En los años 1959-60, la
propiedad había cambiado: Villanueva era de Esperanza Hernández Riego, Izcala estaba
partida en tres cuartos, uno de Alonso Marcos, otro de los hermanos de Santiago Íñigo
Martín y Benito Martín, y otro de Teresa Lamamié de Clairac. Cañedino seguía en manos
de Vicente Oliva. Huelmos de Arriba era de la familia de Pío Cabanillas, el político.
Huelmos estaba dividido en una parte de Mª Nieves López Sánchez Tabernero y otra de
Agustín Benito Sánchez. El segundo era el llamado “tío carbonero”, de Matilla de los
Caños, que compró su trozo de finca por 300.000 pesetas de 1948. Inmediatamente inició
un gran desmonte de encinas, que se prolongó dos o tres años. Iban los vecinos de Calzada
a arrancar encinas y a sacar carbón. Se dice que con la leña y carbón que vendió pudo pagar
la finca. Solía distinguirse, en los aclareos de monte, entre “encinas de muerte” (las que se
talaban íntegramente), oliveos (podas ligeras para airear la copa) y desmoches (podas
drásticas, que sólo dejaban las ramas principales).
Unamuno fue algunas veces a descansar a la casa de Cardeñosa, que pertenecía a su amigo
y también catedrático Luis Maldonado de Ocampo. Cardeñosita tenía pocas encinas y
carecía de casa grande; en ella había bastantes tierras labradas por calzudos. Lindaba por
oriente con la alquería de Torrejón, donde había vacas bravas. A las fiestas de Calzada se
traían a veces vacas bravas de Santibáñez para capearlas; los cabrestos, en cambio, estaban en
Torrejón. Iban los mozos a buscar a vacas y cabestros, a caballo, y bajaban por el camino
de la cuesta, muy orgullosos y cubiertos de polvo. Los vecinos salían a las eras a verlos
venir. Cardeñosa tenía monte cerrado. La raya de Cardeñosa con Huelmos venía marcada
por una pared de piedra suelta, que todavía subsiste muy desportillada. Por allí andaban los
pastores llevando la porcá en cuanto que la bellota empezaba a pingar.
Descabezar: lindar por una parte pequeña del borde de una finca. Por ejemplo, se dice que tal
tierra descabeza en el camino. En el DRAE se registra “cabecera: (10) Cada uno de los dos
extremos de una tierra, adonde no puede llegar el surco del arado”.
Descomarcado: descomunal, muy grande. Hablando de los carnavales de Vitigudino, un
cronista informa en 1887 de que hubo “un barullo tan descomarcado como el del día
anterior en el baile de tamboril” (El Progreso, 27 de febrero de 1887, p. 2).
Desojao: hueco del carro; plataforma sobre la que asienta la carga.
Desotro (día): el día después de pasado mañana.
Destajo: algunas obras y faenas del campo se contrataban, no a jornal, sino a tanto alzado,
mediante una previsión de costes que el trabajador hacía. Para ello se basaba en su
experiencia, en función del tamaño de la tierra o la dificultad prevista. El riesgo asumido
cuando se trabaja a destajo se suple con empeño, rapidez y habilidad del operario.
Desurdir: separar, lavando con agua caliente, las vísceras, las entretelas y la grasa del bandal o
bandujo (cavidad abdominal) de un cerdo en la matanza. A veces, la operación de desurdir se
hacía en las charcas; se llevaban en un cesto grande las tripas.
Devental: delantal o mandil que las mujeres colocaban sobre la delantera de la falda y la
pechera para protegerla de manchas y salpicaduras.
Días de cuarenta: fiestas de segundo rango, que se celebraban pero no eran de precepto. Por
ejemplo, los santos de capa, San Sebastián, San Fabián, San Blas, San Antón; también Santa
Águeda. A principios del s. XX, se hacía baile todos los domingos y los días de cuarenta. Se
consideraba que el frío de invierno no había llegado del todo a su fin hasta que no habían
pasado los santos de capa. Tal denominación aludirá al hecho de que sus procesiones se
hacían con mayordomos y público bien tapados por capa, dada la inclemencia del tiempo.
Los informantes Manuel Moro Mateos y Ricardo Mateos Orive, maestros en Olmedo de
Camaces y Villavieja, indican constumbres rurales (recogidas hacia 1952; cf. Carril Ramos,
1995) sobre los llamados santiños de gorra: San Antón, San Sebastián, San Blas (celebradas el
17, el 20 y el 3 de enero) y San Crispín (25 de octubre). En una columna periodística de
1920 se explica: “se avecinan las fiestas de los santos de gorra, San Sebastián y San Blas, así
como también las de las Candelas y el Carnaval” (El Adelanto, 20 de enero de 1920).
Diéganos (véase también ciéganos): limos o légamos procedentes del fondo de las charcas. Se
aprovechaba como abono para las tierras de labor. Se iba extrayendo con pala y se
descargaba en un carro. Normalmente se distribuían por las tierras mezclados con tierra
liviana. Parece forma deturpada de liéganos o yéganos. Compárese el topónimo menor Los
Yéganos de Valdemoro en el Monte de la Torre (Salamanca).
Diez, echar las: tomar un pequeño refrigerio de pan y queso, o de pan y cebolla, o similar. Se
daba a los segadores hacia las diez de la mañana, mientras descansaban un rato inferior a
media hora y reponían fuerzas.
Domingo gordo: domingo de carnaval; es el inmediatamente anterior al miércoles de ceniza.
Era día de estreno de trajes y vestidos, que se lucían en el baile. Antes de la guerra, el
carnaval era muy sonado en Calzada. Se hacía mucha fiesta de máscara, y los disfrazados
invadían las casas y gastaban bromas a los vecinos. Se usaban pendientes de bogallas, y se
hacían unos muñecos de trapo (monacos) y unas marionetas (baileles) que se llevaban en
procesión. El entierro de la sardina también se celebraba (parece ser que el domingo
primero de cuaresma), llevando una caja a modo de ataúd en andas, y paseando por el
pueblo con velas.
Embaer: andar perdiendo el tiempo o trabajando sin intensidad; embelesarse, ofuscarse. La
forma estándar castellana, embaír, tiene una acepción próxima a ‘embaucar, engañar’.
Embelga: amelga, franja estrecha de terreno labrado, compuesta por varios surcos en los que
va esparciendo grano el sembrador para asegurarse del reparto homogéneo de la simiente.
Es voz arraigada, que ya aparece en documentos medievales: “et lo prado de susu cum duas
emelgas de la terra” (donación de heredad en Negrilla de Palencia, Martín et al., 1977).
Embocar: colar involuntariamente una pelota, una chirumba u otro juguete en el tejado.
Ocurría a menudo en los alrededores del frontón o en las traseras de la iglesia (Las Capillas).
Embruciarse: caer de bruces. En el monte de Casablanca, hay una fuente y charca del
Abruzadero, que probablemente alude en su nombre a la necesidad de coger el agua
poniéndose de bruces. En la charca grande del Bardal, cerca de la casa de Huelmos de
Arriba, se embrució el caballo de un señor de Calzada, José Hernández, padre de Bárbara y
Paca, y no pudo salir: terminó ahogándose. Por allí quedaba la Fuente del Moro, muy famosa
por sus buenas aguas; cerca se cogían bruños y moras de zarza. También por allí pasaba,
subterráneo, ―decían― el túnel que unía el castillo de Villanueva con el castillo de
Santibáñez. Esta creencia de túneles comunicantes es muy común. Asimismo se decía de
un pozo profundo y ancho situado en la alquería de Lagunas Rubias, que estaba
comunicado con las cavas de Villanueva de Cañedo (Noticiero Salmantino, 23 de noviembre
de 1904, p. 2); o el que enlaza la cueva de la Mora (Villanueva del Conde) con el castillo
viejo de Valero.
Embuelza: medida aproximada de capacidad correspondiente al hueco que definen las dos
manos puestas, adyacentes y cóncavas; en castellano estándar se denomina almorzada.
Unamuno recoge la locución a embuelzas “a manos llenas”.
Emperaile (ant.): peraile, cardador de lana. Aparece en la documentación antigua de la iglesia
de Calzada. Por un lado, como apellido (Domingo Emperayle, muerto en 1626), por otro
lado ―parece― como nombre de oficio, quizás en trance de petrificarse como apellido
(Ana Texedora y Emperayla, muerta en 1630). Esta forma es conocida en la
documentación medieval: en 1477 se cita como testigo en una transacción de Valparaíso a
un “Ferrnando Fidalgo, enperayle, vesino de Pereruela” (Llera et al., 1998). Es voz que llegó
al castellano desde Cataluña, en tiempos ya remotos, originada en un étimo latino PARATOR
‘preparador, adobador’ (DECat). A principios de siglo XX ya no quedaban tejedores en
Calzada, pero en Torresmenudas sí: hacían alforjas y costales. Había en Calzada una señora,
la tía Morita, que limpiaba la lana y la cardaba (ésta es la labor de peraile), y la dejaba puesta
en rollos. Luego, llevaban los de Calzada la lana a Torresmenudas para encargar las alforjas
o los costales. A Peñausende se iba a por mantas sayaguesas.
Empuntar: dirigir o poner en camino a alguien, alejándolo, despidiéndolo o expulsándolo.
Encalcar: apretar la paja que iba echándose en el pajar por el bucarón, a base de ir pisando.
Era tarea de niños. El aire lleno de tamo irritaba los ojos. También se encalcaba la paja al
cargarla en el carro. En Tamames cantaban la tonada “Estando yo en la taberna”, en la que
el marido al que anuncian la muerte de su esposa, dice así al enterrador: “haga usted el hoyo
profundo y / encalque usted bien la tierra, / que otra vez que la enterraron / se escapó la
barullera” (Ledesma, 1907).
Encañar: tarea consistente en disponer ordenadamente, en formación vertical, los sacos
cuando se cargaban en el carro. El que encañaba estaba situado sobre el desojao del carro e
iba situando los sacos en formación compacta hasta llenar por completo el carro.
Encinal: encinar.
Enconarse: infectarse una herida.
Enfoscarse: enfurruñarse, enfadarse.
Enfurruscarse: ponerse enfadado, enfurecerse, regañar.
Enfusar, enfusir: embutir, al hacer la matanza.
Engarañao: dícese del que está entumecido o encogido por el frío. Las manos se les
engarañaban de frío a las mujeres cuando en invierno iban a lavar al regato, y tenían que
golpear con una piedra la capa de hielo para quebrarla.
Engarrio: se dice del que es un inútil, un estorbo; también del objeto inservible.
Engorronao: amancebado. “La montaraza de Grandes, / que Rosalía se llama, / mandó
matar al marido, / por vivir engorronada”, cantaban en El Campo de Ledesma (Ledesma,
1907).
Enguarina, anguarina: especie de capa o gabán sin cuello ni talle, con mangas largas y anchas,
sin capucha, de burel (paño grueso de lana cruda, sin teñir, que cogía con el tiempo color
arratonado o parduzco). La usaban mucho los gañanes para defenderse del frío y la lluvia
durante los trabajos del campo. Es prenda antigua, que combinada con las albarcas,
completaba la estampa del labriego. Ya la menciona Larruga en sus Memorias (1795) como
pieza destacada de la indumentaria rústica de la provincia de Salamanca. “Cuando sopla del
Montalvo, / se echa la anguarina el charro” (Vergara). “En Garcihernández, los mozos, /
que se van a la taberna: / unos echan a cuartilla / y otros a cuartilla y media: / el que no
tiene enguarina, / le fió la tabernera” (Ledesma, 1907). Una variante de Rodríguez (1956):
“los que no tienen dinero, / dejan la anguarina en prenda”. Así describe un periodista de
1890 a un charro de Macotera: “con su enguarina al hombro, sus calzones ajustados, su
chaleco flanqueado por anchos botones de plata y su chaquetilla corta y ceñida” (El
Fomento, 15 de diciembre de 1890, p. 1). La anguarina se solía llevar al hombro, con mayor
o menor garbo.
Con las lluvias y el barro de las aradas y los caminos, las anguarinas iban criando una costra
de tierra, que terminaba por hacerlas muy pesadas y casi impermeables. En el camino de
vuelta a casa, cuando hacía calor o cuando se habían cargado de agua con la lluvia, los
labradores se las quitaban y las colgaban ―como en un perchero ambulante― del yugo de
los bueyes en marcha, entre los cuernos. Si se podía, de noche se dejaban secando delante
de la lumbre; esto cuando la piedra de la lumbre no era acaparada para dormir por los
criados. Otras veces, se tendían de noche en las cuadras. A veces, se hacía un nudo en la
extremidad de las mangas y se usaban éstas como bolsones para guardar la merienda u
otras cosas. De un hombre hallado muerto en el campo en 1865, probablemente un
segador de camino, en Garrovillas, Cáceres, una noticia ofrece un inventario de las ropas y
efectos encontrados, entre los cuales se incluye “una enguarina de paño pardo, vieja, que
contiene en sus mangas, en la una unos pedazos de pan secos y duros, y en la otra un dedal
de vaqueta para el uso de la siega” (Boletín Oficial de la provincia de Cáceres, 88, 22 de
julio de 1865).
En Calzada hacía anguarinas una señora que vivía en el Corrillo, la tía Chures. Su casa tenía
un portalillo y un reloj de madera; allí cosían, a la puerta, ella y su marido. Hacían también
ropa de bodas y bailes.
Enjaquimar: hacer el proyecto de una cosa, organizar.
Enjarretarse: se decía de un buey, vaca o caballo que estaba enjarretado cuando alguna de sus
patas traseras había recibido cortes de la reja del arado. Para evitar el cojeo o la infección,
era preciso curar estas heridas en el potro.
Enrojar: calentar el horno.
Entenado (ant.): hijastro. Para el nuevo cónyuge que reemplazaba al difunto, el hijo de un
matrimonio anterior era su entenado. Correas (1627): “Dios te guarde de antenado: es malo
de kriar, i peor kriado”. En el Comendador (Núñez, 2001): “la madrastra y antenada,
siempre son en baraja [=siempre andan de pelea]”.
Entizne: en la expresión calzuda más negro que un entizne remite a un antiguo valor ‘tizón’. Da
lugar a un apellido que ya se perdió en el pueblo.
Entoñar: sepultar o hundir un objeto en tierra. Las gallinas que morían de alguna
enfermedad eran entoñadas al pie de las parras o las cepas de las viñas para fertilizar el
suelo. Probable ejemplo de la equivalencia palatal *entollar > entoñar (tollo ‘lugar barroso
que cede al pisar’).
Entradiza, tierra: terreno o heredad que, perteneciendo a propietarios de un pueblo, está
ubicada dentro del término municipal de otro pueblo vecino. Calzada tenía en el s. XVIII
tierras entradizas en Santibáñez o en Valdunciel; incluso, era considerable la propiedad de
los quiñones de concejo (comunales de Calzada) fuera del término de Calzada. También se
aplicaba a las tierras que, perteneciendo a una heredad, estaban desperdigadas, sin conexión
con el núcleo compacto de ésta; o que tenían un entrante que penetraba en otra. En una
carta de venta medieval (1430) referente a tierras de Torresmenudas, se expresa con la
fórmula: “qualesquier tierras o prados entradizos que yo poseo con la dicha heredat”
(Sánchez-Prieto, 1999).
Entrehermano: hermano por parte de un solo progenitor, hermanastro. No tenía buena fama
esta relación: “hermano de por mitad, remiendo en costal” (Núñez, 2001).
Envernizo: de uso sobre todo adverbial, se aplica para calificar a un estado de tiempo
lóbrego, de lluvia lenta y prolongada, cuando el día se encapota y se mete en agua (“está
envernizo”). Suele tratarse de lloviznas de invierno, asociadas al cruce de frentes fríos. En
Venialbo (Zamora), “llueve a emberniza” es equivalente a ‘cae llovizna’ (ALCL).
Erecines: crías del erizo. Los erizos eran frecuentes, y solían atraparse durante la siega.
También los pastores los cogían. Los que iban al monte a cortar jara los encontraban a
veces entre las matas. Se dice que su carne era sabrosa. Para cocinarlos, una vez muertos
(de un golpe), se metían directamente en el horno de piedra (y adobes) antiguo. Una vez
asados, era fácil retirar las púas, que saltaban sin esfuerzo. En Valdelosa, donde eran
abundantes, existía la práctica supersticiosa siguiente: para que a un bebé le salieran bien los
dientes, se capturaba un erizo, se le quitaba la carrillera y se le colgaba como amuleto al niño
(PCS, p. 24). Con respecto a la forma popular, erecín, la disimilación aquí registrada es
común en las hablas leonesas (véanse topns. como Veguellina, Fresnellino; Velilla).
Esalación, salación: rayo. Estando refugiados bajo una encina del monte de Huelmos un
labrador y su criado, de Calzada, con una jornalera, les cayó encima un rayo. Esto ocurrió
en 1918, un día de mayo. El labrador (Quico Merino) y el criado (Ángel García) murieron.
La jornalera, Fernanda, que estaba un poco apartada, se salvó y más tarde se casó con el
señor Federico, que ponía un puesto de almendras y golosinas en la fiesta.
Escabel: escaño ligero, banco largo de madera para las cocinas y las entradas de las casas
formado por dos tablas de madera, una horizontal y la otra inclinada haciendo de respaldo.
El escabel no tiene apoyabrazos y da asiento a tres o cuatro personas. Entre las dos tablas
referidas hay bastante distancia libre.
Escaldarse las tierras: perder productividad las tierras en barbecho cuando les da el sol en
exceso. Era importante para evitarlo elegir bien la fecha de quintar, en agosto.
Escaño: banco de las cocinas, con asiento muy ancho y respaldo alto. Se usaba para las
comidas y, como sobraba asiento de fondo, era frecuente que hubiera objetos apilados
detrás de los comensales. El escaño era el mueble por excelencia de las cocinas antiguas,
con chimenea de campana. La comida se ponía sobre una mesilla de quita y pon, en la que
apenas cabía una fuente grande de la que todos se servían. De noche, el escaño, una vez
despejado de los enseres que había ido almacenando, era a veces utilizado para que
durmiera el criado. También se echaba la siesta en el escaño. Compartir el escaño era
prueba de confianza: “Haz lo ke te manda tu amo, i sentarte as kon él en el eskaño”
(Correas, 1627). La altura del respaldo revela una función arcaica, cuyo sentido se ha
perdido en las casas modernas. Cuando el fuego se hacía en la zona central de la cocina, los
escaños rodeaban el hogar, sin estar necesariamente adosados por atrás a la pared;
adosamiento, por otra parte, más improbable en las casas antiguas, de paredes curvadas y
anfractuosas. De ahí que el alto respaldo tenía la misión de hacer de biombo, protegiendo
de corrientes tanto a las personas como a la lumbre (Balbás, Feduchi, Soria –mentirón-).
Los escaños se han usado en tiempo más antiguo para parir, a fin de no ensuciar sábanas.
En otros casos, se paría de cuclillas, en la cocina o en la cuadra (así Los Panaderos). A
hhhhque parece ser provocaba dilatación.
Escarbar el borrajo: remover la ceniza y las brasas en la lumbre o brasero, y en el horno; se
usaba la badila en el primer caso, y largas varas en el segundo.
Escarchar: cascar un huevo. Es probablemente voz corrompida a partir de escachar.
Escardar: limpiar de malas hierbas los surcos en las tierras sembradas. Es labor que se hacía
hacia abril o mayo, después de la aricada de marzo. “El que en mayo escarda, hace parva”
(Morán, 1954). El canto del cuco avisaba de la temporada de escarda. La tarea recaía
principalmente sobre las mujeres: “cuando la escardadera / viene de escardar, / se
entristecen los campos, / se alegra el lugar” (Ledesma, 1907); ocasionalmente se cogía una
jornalera, y parece ser que por poco dinero: “jornal de escardadera, si de él come, no cena”
(Núñez, 2001). Si se adelantaba mucho la escarda, a veces era necesario repetirla a final de
mayo; por eso, algunos labradores preferían retrasar la escarda en lo posible para sólo
hacerla una vez. En tiempos pasados se hacía a mano desnuda. Más recientemente se
empezó a usar guantes. No era recomendable usar una zacha o zolacha ‘azada pequeña’,
porque las cañas de trigo podían sufrir. En la etapa final antes de la mecanización, las
mujeres salían a la siega y a la escarda con sombrero de paja de ala ancha, y con la cara
totalmente cubierta –salvo los ojos- de pañuelos. Con ello se intentaba preservar el
preciado blanco de tez. La costumbre de taparse las mujeres la cara no es muy antigua.
Todavía se recuerdan tiempos anteriores, cuando las escardadoras iban con la cara
descubierta. La hierba retirada de las tierras (por ejemplo, mielgas, gatuñas y gramas) a
veces se aprovechaba para cebar ganado casero, especialmente el ganado más menudo.
Escardencha: cardencha (Dipsacus fullonum). Este cardo, también llamado peine de lobo en otras
localidades (por ejemplo, en Negrilla de Palencia), es abundante en los prados de Cardeñosa,
que tal vez derive de un nombre antiguo de esta misma planta (*cardeña). En Santiz consta
el topn. Navas Escardenchas. Antiguamente se usaba para cardar lana. Era incluso objeto
de comercio; en la ficha de Morales de Toro, Madoz reseña la venta “de cardón o
cardencha de que hacen los naturales gran comercio con Béjar [para la industria de los
paños]”. Existe en la zona la superstición de que una cardencha colocada en el sombrero
evita las escoceduras, muy habituales en los trabajos arduos de los antiguos segadores (se
escocían las axilas). Esta tradición se atestigua en El Arco y en Tardáguila (MVP, p. 46).
Puede sin embargo dudarse si, esporádicamente, el nombre escardencha no designa por
confusión al cardo Eryngium tenue, planta mucho más pequeña, con una florecita azul con
cinco púas, al que también llaman abrojos.
Escobilla: parece tratarse de la planta silvestre Agrostis castellana, o su pariente Agrostis
salmantica, también llamadas en otras partes de la provincia ceacilla. Con ella se hacen
escobas finas, de uso doméstico para limpiar el polvo.
Escriña: cesta redonda, tejida de paja larga (bálago) o espadaña (bayón). En algunos sitios se
reforzaba con corteza de zarzamoras. Con la escriña se medía la cantidad de cebo (ración de
cereal y leguminosas) que se administraba como pienso al ganado. Solían tener una cabida
pequeña, de unos 2 kg. Se forraban con telas para que no se perdiera nada del pienso.
Escristianado: harto, exhausto, al límite de las fuerzas.
Esgancha (a): en abundancia, copiosamente. En Villacorta (León), se registra la locución “a
esgaya” con el mismo sentido.
Esganchar el cerro: dar una vuelta de arado profundizando el surco de una vuelta anterior. La
tercia y la quintada (vid. vueltas) solían estar destinadas a ello. El resultado era quitar la
hierba de los surcos.
Espadaña: con las hojas de la espadaña (Typha spp., anea o rabo de gato: planta juncácea de
los bordes de laguna o arroyo), también llamada en la provincia de Salamanca bayón, se
rellenaban los jergones, una vez secadas.
Esparaván: aspaviento. Parece aplicación figurada de la dolencia de caballerías llamada con
idéntico nombre, pues ésta dificultaba el movimiento y hacía que el andar de burros y
caballos se volviese lleno de respingos.
Espernacarse: sentarse abierto de piernas, por ejemplo junto a la lumbre o a lomos de una
caballería.
Espiga: recolección de regalos y dineros durante un convite, particularmente una boda.
Véase espigar.
Espigadero: arriendo de las tierras del término municipal, cuando ya se ha segado, para el
aprovechamiento de la rastrojera por rebaños de ganado ovino. Estas piaras de oveja vienen
del sur de la provincia y pagan al concejo por el arriendo de las tierras; cada término
municipal estimaba el número de cabezas lanares que se podían acoger anualmente . A
veces no sólo se arrendaba el espigadero, sino también la pámpana u hoja de la viña. Antes
se apuraba mucho las tierras, espigando directamente, por lo que las ovejas pastaban sobre
todo las malas hierbas de las lindes; con las primeras lluvias de la otoñada, que solían caer
por San Bartolomé (24 de agosto), empezaba a salir en los surcos hierba fina. El Catastro
de Ensenada (hacia 1750) atestigua la práctica del espigadero, uno de los ingresos
principales del concejo: “cabezas de ganado lanar que se acogieron en los agostaderos”. Se
recaudaban cantidades variables, en función del número de cabezas de ganado
transterminante que cada año se acogían. En 1747 vinieron 700 cabezas y se recaudó 650
reales para el concejo. En 1748, 325 reales; en 1749, 700 reales; en 1750, 350 reales; en
1751, 700 reales.
Espigar: recoger a mano restos de trigo u otra cosecha, semanas después de la siega. Esta
operación apuraba la recolección, evitando desperdiciar las espigas accidentalente caídas en
los surcos durante la siega a hoz. Antes se apuraba mucho en la siega y era poco lo que
podía cogerse espigando. Correas (1627): “kien baxo siega, nunka espiga dexa; si siegas alto,
no medrarás en el trato”. Dado que la cantidad recolectada solía ser pequeña, las espigas se
machaban y no se trillaban. También se llama espigar a recoger el regalo, dinero o aportación
en especie que los novios y recién casados recibían con motivo de la boda. Antes los
distintos hombres invitados a la boda ofrecían su regalo, una moneda sujeta entre los
dientes, que la novia debía recoger durante unas vueltas de baile, apoderándose de la
moneda acercando su boca a la de su bailador. Tal costumbre armuñesa debió de estar
arraigada, porque la registran numerosas crónicas (por ejemplo, El Lábaro, 8 de noviembre
de 1909).
Esposas: campanadas sueltas que siguen al toque a muerto, y que avisan, en virtud de su
número, sobre la condición del difunto. Son dos si muere mujer, tres si hombre, cuatro si
sacerdote, cinco si obispo y seis si papa. Para los niños se tocaba a repiquete con las
esquilas (Llop y Álvaro, 1986). Se trata sin duda de una forma evolucionada por etimología
popular a partir de la voz antigua posas ‘campanadas a muerto’.
Esquiliche: esquilador de ovejas. Consta como apodo o denominación de oficio: Antonio
Valverde, el Esquiliche, era un posadero en Santiago de la Puebla (El Adelanto, 18 de
noviembre de 1920). A un esquiliche le echaron la culpa por la muerte aciaga de un
tendero. El tendero Florencio Valle volvía en 1909 de Forfoleda hacia Castellanos por el
Camino Travieso. Era vendedor de alfileres y puntillas y venía con un burro. Quedó
muerto en el camino, y la gente de Calzada se subía a la torre para otear hacia allí. El lugar
de la muerte se sigue llamando La cruz del tenderín. Culparon a un esquilador de Castellanos,
uno del que dicen que también mató a la novia en la víspera de la fiesta. Se decía: “el
esquiliche mató al tenderiche”. Poco más tarde, el sobrino del muerto, estando en el salón
de baile de La Mata, de noche, durante la fiesta de San Pelayo, identificó al verdadero
criminal, que llegaba al baile. Lo reconoció por el tapabocas con el que se embozaba.
Apagaron el candil de lucilina para sorprenderlo. Era un mozo de Valdunciel, llamado
Esteban. Apresado, murió en la cárcel. Dejó carta exculpando al esquiliche.
Estacones: palos verticales del carro, que servían para sujetar la carga de mieses. Para la paja
se usaban redes y tablones. En los carros antiguos, se podían quitar con facilidad y, en caso
de necesidad, se usaban para diversos fines improvisados, como sacar una rueda atollada.
De un burro que se cayó se cuenta que lo levantaron entre dos, metiéndole un estacón
entre las patas y alzando de los dos lados. En 1911, en una tormenta veraniega en
Monterrubio de Armuña, un rayo cayó, canalizado por un estacón de carro, pasó al cuerno
de un buey y lo chamuscó. No produjo lesiones a nadie, pero sí aturdimiento general (El
Salmantino, 26 de julio de 1911, p. 3).
Estadal (ant.): medida de extensión. Cuatrocientos estadales equivalen a una huebra o
fanega. La medida, que se usaba en el s. XVIII en toda la Armuña (CME), se obtenía
poniendo cuatro varas castellanas en cuadro, es decir, equivalía a 16 varas cuadradas
(11.1823 m2). También se llamaba estadal a la medida de longitud de 4 varas (3.344 m).
Estitar: sacar los dientes a las cabezas de ajos o el grano a una vaina de legumbre.
Estomagarse: tener el estómago vacío y reclamando comida.
Estragarse: como estomagarse, tiene una acepción inhabitual, la de ‘pasar hambre, estar
apremiado por el apetito’.
Estrumpir: explotar, romperse algo ruidosamente (definición de Jesús Carmena). En una
controversia política de 1919, un tal licenciado Pérez es ridiculizado con su contrincante
político porque aquél había dicho de éste que había de estrumpir de una hinchazón de
pedantería, arguyendo lo siguiente: “yo podré, acaso, reventar, pero estrumpir, nunca”
(Renovación, 7 de agosto de 1919, p. 2).
Fajina: se emplea exclusivamente en expresiones. “Traer una fajina”, “traer mucha fajina”,
equivale a llevar un excesivo ajetreo. Probablemente emparentado con el sayagués fagina
‘prestación de trabajo colectivo exigido a los vecinos’. Parece término difundido al
generalizarse el servicio militar; en las acampadas se tocaba fajina antes de la pausa de
descanso o de comida.
Faldiquera; fratiquera; faltriquera: bolso grande de paño que se ataba a la cintura o al cuello por
dentro de la ropa para llevar a buen recaudo el dinero. “De Ledesma son los gatos, / que
rebuscan las faltriqueras” (Sanz, 1953). Las mujeres las llevaban bajo el mandil y
acumulaban en ellas objetos menudos de varia procedencia: botones, agujas, trapos, hilos.
En Peñaparda, en la comarca del Rebollar, recoge Luis Alejo Garrido en 1952 un refrán
que decían las mozas: “el que meta la mano en mi faltriquera, se ha de casar conmigo
aunque no quiera” (Carril Ramos, 1995); en efecto, el galanteo buscaba tales vías de
aproximación.
Fanega: medida de capacidad, de unos 55.5 litros o aproximadamente 43.5 kg de peso, si es
de trigo, y 31 kg si es de cebada (Gómez Hernández et al., 1992). Se usaba normalmente la
media fanega, recipiente de madera en forma de artesa estrecha. En correspondencia con la
fanega de capacidad, estaba la fanega de tierra, más propiamente denominada huebra o
güebra, medida de extensión (4472 m2 aproximadamente). La fanega de sembradura o
huebra equivalía a 400 estadales cuadrados o 12 celemines. Cada estadal es de 3.344 m x
3.344 m, es decir, 11.18 m2 (algo más de 11 centiáreas).
La bondad de una tierra o una cosecha venía expresada por la relación simple entre fanegas
sembradas y fanegas cosechadas; también por la relación entre fanegas de extensión y
fanegas recolectadas. En origen, se venía a sembrar una fanega de trigo por fanega de
extensión: de ahí la correspondencia del vocablo. Esta proporción se ajustaba al alza o a la
baja según la bondad del terreno y según el tipo de grano. A igualdad de superficie se
echaba más volumen de grano de trigo que de centeno, y más de cebada que de trigo.
Como recoge Cabo Alonso (1955) de las Relaciones del CME, “en la buena tierra, al sembrar
se alarga el puño y se acorta el paso; en la mala se acorta el puño y se alarga el paso”. En la
práctica reciente, a comienzos de la mecanización, la cantidad que se sembraba era mayor
que en el pasado. Se echaban unos 65 kg/ fanega. Incluso en las tierras malas se echaba
bastante grano, por encima de lo estrictamente recomendable, para asegurarse de que la
mies saliera apretada, y con ello ahorrar faena de escarda y retirada de malas hierbas.
El centeno era ya muy escaso en Calzada a principios del s. XX. Sólo se sembraba en tierras
ligeras (antiguas viñas) del Cº Forfoleda y del cº Valdunciel.
Fanfarria: bravuconería, jactanciosidad; a veces, se usa como sinónimo de fruslería, cosa
insignificante o de poca monta. “En Monforte, mortereros, / en Mogarraz, la fanfarria”
(Puerto, 1992).
Fardel: esta voz, del español común ‘talega de lienzo o tela’, era muy usada en Calzada. En
los fardeles se llevaban garbanzos y alubias, entre otras cosas.
Farraguas: desaliñado. Inicialmente debió de significar algo así como ‘paleto, rústico’. De
ello da fe la siguiente cita en una crónica de Salamanca del siglo XIX: “se dejó engatusar
como un farraguas por su predilecta esposa” (El Eco de Salamanca, 17 de abril de 1881, p. 3).
Fato: mal olor. Intinto o intuición: “tiene buen fato pa las setas”.
Fideos: un matrimonio procedente de la zona de La Vellés iba casa por casa haciendo fideos.
El dueño de la casa proporcionaba la harina, y ellos cobraban según la cantidad de fideos
producida. La pasta salía blanda; para secarla al salir de la máquina que la moldeaba se le
daba aire con un soplillo y se colgaban las hebras de un varal para orearse.
Flautas: con las cañas del trigo y la cebada, a los niños les hacían en verano unos flautines
de juguete. También se hacían unos juguetitos de cañas deslizantes: para ello se cortaban
incisiones longitudinales en la funda exterior de la caña; y al deslizar la caña de fuera sobre
la de dentro, los segmentos entre incisiones se abombaban y se formaba una especie de
flor.
Folgo: bolsa de piel de oveja o de cabra curtida, en forma de borceguí o de bota para abrigar
los pies en invierno cuando no se tiene brasero o lumbre. Es voz del castellano estándar,
aunque infrecuente.
Fosco: dícese del pelo ahuecado y rizoso.
Fréjoles: (1) Judías verdes. (2) Judías secas de color o pinta; a las judías secas blancas se les
llama alubias. Solían proceder de los pueblos de la Ribera de Cañedo (Torresmenudas,
Aldearrodrigo, El Arco). De Topas eran famosas las alubias. Era conocido un señor que
venía de fuera y hacía estancia en una casa de Calzada para la venta de alubias. La compra
de alubias y fréjoles se hacía para todo el año y en grande, dado lo numeroso de las familias
antiguas. De Zorita venía un hortelano con un carro de varas tirado por una mula o un
burro. Vendía repollos, pimientos cuernocabros y cebollas. De Almenara venía, en un carro
tirado por una mula, el señor Remigio (gritaba: “el hortelano”) y traía cebollas (para las
matanzas), pimientos, tomates y membrillos. El señor Eliezer, de Castellanos, vendía
cebollas coloradas, de cascos lucientes como perlas. También traían ajos de Castellanos. Las
patatas solían proceder de Torresmenudas y de El Arco. Ya en el s. XVIII, según el CME,
eran conocidos los trajinantes de cebollas de Valverdón, que iban con su producto a la
capital (en total, nueve vecinos de este pueblo se dedicaban a ello); posteriormente este
cultivo fue siendo sustituido por el de las patatas (Cabo Alonso, 1955).
Los aceiteros venían de la sierra de Gata. Antes, el aceite tenía, entre otras funciones, la de
conservante: en ollas y potes de barro se guardaban en aceite chorizos o lentejas. En
tiempos, los aceiteros traían el aceite en pellejos, y paseaban por el pueblo con el odre al
hombro. Por eso, cuando a un niño lo subían sus padres por juego a un hombro –
asentándolo con la barriga abajo y con los pies colgando por delante, de los que el niño era
agarrado- le decían: “al aceitero”. Una relación de efectos recogidos de la pertenencia de un
aceitero que fue hallado muerto en junio de 1867 junto a Gejuelo del Barro ofrece una
visión sinóptica de su equipaje: “una manta rozada, vieja; una enguarina o capa de paño
vieja; un saco blanco de estopa; un pellejo de cabra con unas fiambreras de madera y un
bolsillo de estopa con 860 milésimas de escudo en calderilla; una chaqueta de paño de
mediano uso; unos calzones de paño viejos; un chaleco muy remendado y viejo; una faja
negra hecha trozos; unos calzoncillos ya desbaratados; unas polainas de paño destrozadas;
una navaja atada con ua correa pequeña; un hocín de segar yerba; la camisa, que no se le
pudo quitar al cadáver; unos zapatos en buen uso; y unos zajones de pellejo de cabra”
(Boletín Oficial de la provincia de Cáceres, 149, 18 de junio de 1867).
Fresnera: soto de fresnos (Fraxinus angustifolia). En los prados de la Rivera de Cañedo hay
fresnos, dispersos en su mayoría. Forman alineaciones en algunos puntos: en las cortinas de
San Pelayo, en el regato de Torresmenudas, al pie del puente de Huelmos. Más arriba ya
hay formaciones más densas, especialmente en Izcala. Cerca de la casa de la Izcalina hay o
había una densa fresnera, comparable a las de San Cristóbal del Monte, Mayalde y El Cubo.
En puntos particularmente húmedos de las fresneras hay a veces sauces. En El Maderal
distinguían tres tipos de sauce: la bimbrera, el saúz y la palera. Parece tratarse respectivamente
de Salix fragilis, Salix alba y Salix salvifolia. Algunos añosos ejemplares de saúz, de gran porte,
pueden verse todavía cerca del molino de San Pelayo y en las cortinas de Torresmenudas.
Salix salvifolia es abundante formando un cordón fluvial en el arroyo que baja a la charca de
Huelmos de Arriba.
Fuerte, labrador: propietario rural acomodado. Se indica en un artículo de 1867 que “los
labradores fuertes de todas partes” deberían socorrer al jornalero útil con el salario mejor
que con la limosna (Adelante, 3 de enero de 1867, p. 1).
Gaja: rama grande de árbol, de la que uno puede colgarse.
Gajo: colgante del pendiente. Las charras y armuñesas ricas lucían pendientes de tres gajos.
Las menos ricas, pendientes de herradura. También se llama gajo al racimo de uvas. Esta
acepción ya era conocida por Correas (1627): “Alaben a Dios, i no korten gaxo” (refrán de
los que tienen las palabras bonitas pero el puño cerrado). El grano de uvas, en gran parte de
la Tierra del Vino, se llama babo.
Galán: vocativo de afecto. En otras zonas de ámbito leonés se usa el mismo término,
especialmente para dirigirse a los niños. Así en Priaranza de la Valduerna (León); también
en San Cristóbal de Entreviñas (Zamora), como vocativo cariñoso de uso general. Galán se
generaliza a partir del s. XV con dos acepciones estrechamente emparentadas: ‘galanteador,
seductor, aspirante a novio’ y ‘cautivador, bonito’. Juan del Encina, salmantino, emplea
abundantemente ambas acepciones en su Cancionero. Probablemente, el uso generalizado de
galán como comodín interpelativo tiene su raíz en la segunda acepción, de modo similar a
como en otros lugares se usa el vocativo bonito, guapo. Es frecuente el uso popular de
vocativos de afecto. Cela, en El Coleccionista de Apodos (1947), recoge el apodo de los de El
Tiemblo (Ávila), a quienes llaman queridos por usar abundantemente esta coletilla cuando se
dirigen el uno al otro. Los de Sepulcro Hilario (vulgo Sepelculario) se llaman unos a otros
amantes, mientras que los de Cabrillas usan mucho el compadre (Iglesias Ovejero, 1992).
Galguero, galgo: goloso; meloso. “En Pinedas matan chivos, /en el Molinillo, cabras, / y en
Los Llanos, las gallinas, / pa los galgos de Miranda” (Cid, 1986). Llaman galgos a los de Alba
de Yeltes (Iglesias Ovejero, 1992). Galguería es ‘golosina, dulce’. Puede haberse hecho
familiar este uso por antinomia irónica: el galgo es flaco pero el goloso es gordo.
Gallego, aire: se dice del aire que viene del noroeste. Se le suponía asociado con el tiempo
templado. Ya Correas explica este término en 1627: “En tierra de Salamanka, ke kae
Ledesma al gallego, entre Ozidente i Setentrión; porke kon los aires de akel lado son ziertas
las aguas”.
Gallina ciega: polla de agua (Gallinula chloropus). Se veían en las charcas; criaban en los
cañizales del borde.
Gallo: gajo de fruta o similar. También se llamaba gallo a un mechón o flequillo que lucían
los muchachos en su pelado generalmente corto (al dos o al uno).
Gamarza: parece tratarse de la misma planta, herbácea y medicinal, que Sarmiento encontró
en Toro (Zamora): “en Toro es la gamarza y magarza de flor grande como de manzanilla con
disco amarillo, y corona blanca. Huele mal y es amarga, y acaso de ahí el nombre”. Se
corresponde con Anthemis cotula. Crecía en las lindes del secano y en los barbechos, pero a
menudo se extendía por los sembrados, creando graves problemas al labrador. Se
arrancaban y se amontonaban en los corrales; una vez seca se usaba para chamuscar al
cerdo en la matanza.
Gañán: como en castellano estándar, gañán es el que guía el arado. Los labradores
acomodados tenían criados, que se encargaban de hacer las aradas. Había dos estilos de
arar: el gañán fino sacaba pocos terrones y dejaba los cerros rectos y apurados, con perfecta
geometría. Garcilaso era conocido por la buena mano para el arado en fino. Para esta labor
podía valer el buey viejo: “Buei viexo, surko derecho” (Correas). El gañán fuerte, en cambio,
metía la reja profunda, sacaba muchos terrones y dejaba la tierra revuelta y bien preparada.
El señor Zarza tenía reputación de gañán fuerte. Al glosar el dicho “arada kon terrones no
la hazen todos onbres”, Correas indica: “sino los forzudos”; para esta labor, era aplicable el
refrán: “buei garrudo, i gañán barvudo”; es decir, buey de patas fuertes y gañán fornido
(barbudo) (“ke el gañán sea forzudo, grande, i no rrapaz, para ke pueda hinkar i ahondar la
rrexa”). En La Mata se recogió este cantarcillo: “Gañanes los de Negrilla, / que por
Palencia campean, / que rompen los arados / y traen mal labradas las tierras” (Sanz, 1953).
Era muy importante el pundonor y orgullo del arador: los cantarcillos populares perpetúan
como ignominia los desaliños de la arada: “labradores los de Encinas, / que por no saber
labrar, / la vega tuvon perdida” (Ledesma, 1907). Los méritos del buen labrador lo revestían
de prestigio erótico: “si echas el surco derecho a mi ventana, labrador de mi padre serás
mañana”. El apodo gañanes referido colectivamente a los de Forfoleda probablemente alude
a su condición de renteros, no propietarios: todavía a mediados del s. XVIII, el término
completo de Forfoleda era propiedad de forasteros, especialmente el Cabildo de Salamanca.
Garrapo: (1) cría de cerdo, de edad inferior a un año. De una canción de aguinaldo, recogida
en Palacios del Arzobispo: “no queremos la morcilla, / ni tampoco el farinato, / que
queremos lomo fresco, / que es lo mejor del garrapo” (Carril Ramos, 1992). De una vieja
en un pueblo registra Fr. M. Almeida una frase oída localmente: “fue a coger unas
achicorias pa un garrapo que le habían dao de limosna, le dio un accidente y se la llevó
Dios” (1919: 165). (2) Moratón en la punta de los dedos causado por un golpe contuso.
Garrieles: apodo colectivo de los de Valdunciel. Tal vez su origen sea la rima Valdunciel
/Garriel, combinada con la alusión a “echar la garra”, es decir, apropiarse de cosas con
excesivo ahínco o por procedimientos abusivos. Análogamente, a los de La Zarza de
Granadilla (Cáceres) se les llama garradores (“en La Zarza, garradores; / de cualquier cosa se
agarran” (Ledesma, 1972)). Una rima similar justifica la referencia a la viga atravesada en
conexión con los calzudos. El remoquete “los de la viga atravesada” rima con Calzada. En
todos estos apodos interviene la rivalidad, aguzada durante las fiestas por las disputas
(quimeras) entre cuadrillas de mozos. Se decía por ejemplo que con ocasión de la fiesta de
Valdunciel, en San Vicente de enero, solían los mozos de Calzada encaramarse a los tejados
del pueblo vecino (habitualmente cubiertos de nieve o helados por estas fechas) y causaban
un gran estropicio de tejas haciendo carreras sobre ellos.
Garrobas: algarrobas, legumbre cultivada que se usaba como pienso de ganado (Vicia
articulata Hornem.; sinónimos: Cracca monanthos Gren. & Godron; Vicia monanthos (L.) Desf.;
Vicia multifida Wallr.; Vicia smyrnaea Boiss.). Se cultivaba ya en Calzada, en pequeña escala,
en el s. XVIII. Como los guisantes, esquilman poco el terreno, y se pueden plantar en
tierras arenosas y pobres. Su siembra se hacía a voleo; se solía dar una sola aricada, de
adviento. Se recogían entre San Antonio y San Juan, un poco antes de las lentejas, con
cuadrillas de segadores o con mujeres; la recolección se hacía a mano, usando hoces viejas a
modo de gancho (Cabo Alonso, 1955). Su paja (llamada paja garrobaza) se mezclaba con
otras de herbales para la lumbre y para alimento de ovejas y vacas. “Cada cosa para lo que
es: las algarrobas para los bués” (Morán, 1954).
Garullo: persona alta, grandona; a veces se aplica al adulto que hace cosas de niño; o al
desgarbado. En principio, parece haber designado a los niños cuando pegan el estirón. Es
aplicación figurada de la misma voz, que se usa para los pavos crecidos.
Gata: agujetas; calambres y engarrotamientos musculares. Cuando se ha trabajado mucho o
caminado una larga distancia y al día siguiente se resiente el cuerpo se dice: “tengo una
gata...”.
Gatuña: hierba con muchos pinchos que crecía en las lindes y entre los surcos. Era un
suplicio para los segadores y escardadores. Tenía una flor roja y blanca. Se trata
probablemente de Ononis spinosa. Correas cita el refrán: “el buei viexo, arranka la gatuña del
barvecho”. Y explica: “«gatuña» es ierva kon espinas a manera de uñas de gato”. En Sayago
se dice: “en abril, quita la gatuña con la azada o con la uña” (Panero, 2000): es decir, como
sea. Antes se sacaban en invierno a golpe de azada las raíces y gatuñas de las tierras. Con
ello se formaban montones o gavillas que eran luego quemadas. Al vagabundo Molina
(principios del s. XX) le pagaban 5 reales por día dedicado a quitar raíces de las tierras.
Cuentan que, aburrido un día de su labor, regresó al pueblo y alertó a los vecinos diciendo
que se había topado con una serpiente grande “al camino Castellanos”. Concurrieron los
vecinos; Molina iba delante. Al llegar, señaló: “ésa, ésa es la serpiente”. Lo que señalaba era
su propio azadón, caído de través sobre el camino, que, en su holgazanería, contemplaba
con tanta repulsión como a una serpiente.
Gavancera: zarza que da los gavanzos.
Gavanzos, -as: frutos del escaramujo o rosal silvestre (Rosa sp.). Existía uno en la loma al
norte de Calzada, en un ribazo en La Castaña, entre el camino Huelmos y la carretera.
También eran abundantes las gavanzas en el camino de Forfoleda (actual carretera) y cerca
del Pinar (alameda primera). Otro había en la Calle Carrascal yendo a los lavaderos. Se
preparaba un cocimiento, “agua de gavanzos”, con fines medicinales poco definidos. En
Retortillo, los gavanzos cocidos se usaban como remedio contra la tos (MVP, p. 77).
Gavia: voz más común en pueblos del interior de la Armuña, equivale a ‘zanja de
avenamiento’. Se hacían para evitar el encharcamiento de las tierras. En un juicio de 1891,
un declarante de Topas asegura haber estado toda la tarde hasta el anochecer, a finales de
septiembre, “limpiando una gavia de una tierra de su propiedad” (El Criterio, 20 julio 1891,
p. 2).
Gavilucho: cernícalo común o primilla (Falco tinnunculus o Falco naumanni). Criaban antes en la
torre del campanario y en el tejado del herrero.
Gozarse: ponerse maduro, sazonarse.
Graja, grajo: ave córvida de plumaje negro, que grazna mientras vuela. Habitualmente se
llama así en Calzada, impropiamente, a la corneja (Corvus Corona). Antes parecen haber sido
más frecuentes los bandos invernales de la graja (C. frugilegus), que bajaban a las tierras.
Grancias: granzas; residuos de paja gruesa, nudos de caña, piedrecitas, espigas, granos sin
descascarillar o todavía agarrados a la espiga (corzuelo) que quedan al término de la trilla,
limpia y acribado del trigo y la cebada. “las grancias están formadas por espigas de trigo, en
este caso algunas con argañas, otras, medias, que no ha deshecho la trilla, granos de trigo
con cascabullo, pajones y trozos de yerbas silvestres, que vienen en los haces de la mies”
(Antonio Gordillo Asunción). También se iban sacando grancias mediante el barrido con
escobajos de la haz de los muelos. Se solía echar a los animales, especialmente a bueyes y
caballos. El Comendador recoge el refrán: “más valen granças de mi hera que trigo de troxe
agena” (Núñez, 2001).
Grande: mayor en edad. “Es más grande” equivale a “es más viejo”.
Granzón o granción: granza grande; conjunto de grancias. Se descartaban en la criba, pero una
vez recogidos tenían diversos usos. Un famoso curandero de Alconada, en tierra de
Peñaranda, era a finales del siglo XIX un tal Florentino apodado Granciones (El Fomento,
2 de abril de 1897, p. 2). Un aguinaldo antiguo de Villavieja de Yeltes, publicado en 1953
por Manuel Moro Mateos: “no habrá, Señora, quien prieste / siquiera un par de colchones, /
por no dormir en granciones / ni entre pajas” (Carril Ramos, 1995).
Guá: palabra común en castellano, que designaba en Calzada el juego de las canicas y el
hoyo; las canicas debían dirigirse al hoyo o guá. También se le daba el nombre de Cuá.
Güera: (gallina) que está empollando los huevos.
Guinaldo: aguinaldo. Lo piden los quintos en la víspera de Reyes; con lo conseguido
postulando puerta por puerta, hacían una merienda copiosa, que valía de cena.
Guindas: eran conocidas en Calzada las guindas de Tierra del Vino, cultivadas en las josas o
guindaleras de secano de El Maderal, Villamor de los Escuderos y otros pueblos cercanos.
También traían de allí los peros o peruchos de Toro (peras dulces, pequeñas y jugosas).
Con las guindas se hacía un licor, que era considerado útil para curar los cólicos veraniegos.
Una señora solía venir de Villamor trayendo aguardiente y tenía que regresar ya de
anochecida por las soledades del camino de Topas, monte de Huelmos, prados de
Cardeñosa, Topas y Valdehermoso hasta su pueblo. Era mujer recia, grande y fuerte, con
maneras hombrunas. Le preguntaban: “¿y no le da miedo volverse sola por esos montes?”;
ella respondía: “no, porque si me sale un lobo, le pongo el burro; y si me sale un hombre,
me pongo yo”.
Guiñapa: dícese del vino que inesperadamente pica (porque se haya avinagrado ligeramente),
que burbujea o hace guiñar los ojos. También se aplica a otras bebidas. Era un tópico
difundido el de que el vino hacía guiñar los ojos: “dos panes y medio con su molledo; y
entrepetao con toó, cuatro azumbres de Villarino pa guiñar el ojo y dar suavidaz” (carta de
un supuesto corresponsal rústico, firmada “Patricio Rigüelta”, El Salmantino, 16 de febrero
de 1918, p. 1).
Guiñarle [a una mujer] los santos: tener aviso o presentimiento de embarazo. Un
desvanecimiento durante la misa, un malestar u otro síntoma eran tomados como
expresión pública del comienzo de embarazo.
Guisandera: mujer que se encargaba de preparar las comidas para una fiesta u ocasión
especial. Es voz extendida. Era una forma para algunas familias de asegurarse el sustento.
En Calzada las hubo renombradas, y descollaba su labor en las bodas; se recoge un
cantarcillo de una boda riberana, en Mieza: “que viva la guisandera / y el señor tamborilero
/ y que vivan los que están / en esta mesa comiendo” (La Victoria. Béjar, 17 de febrero de
1923, p. 4). Morán (1990), por su parte, registra otros versos de tema similar: “del portal a
la cocina / hay un ramo de azucenas, / con un letrero que dice: / que viva la guisandera”.
Gusarones: seta de prado (Marasmius oreades), que forma hileras. También llamadas “setas de
la carrilina”; en la parte de Zamora se les llama senderinas. El término gusarón se recuerda
en Santiz.
Herbales: cultivos de leguminosas (garbanzos, lentejas, yeros, algarrobas, muelas). Hasta
principios del s. XIX era muy escasa la siembra de estas plantas, y muy limitada su
diversidad. El cultivo de cereales era el dominante, y se hacía por año y vez, dejando
descansar la tierra en años alternos. Sólo se sembraban de vez en cuando cebada, garrobas y
garbanzos, en “muy corta porzion”, aprovechando el año de descanso de las tierras de pan
llevar. En otros pueblos, como La Mata, consta en los libros de Tazmías (Cabo Alonso,
1955) la producción escasa e intermitente de arvejas (desde 1760), lentejas (desde 1767) y
yeros (desde 1782). La intercalación de cultivos de leguminosas es práctica que los
redactores del CME (hacia 1752) parecen desaprobar, pues agota la tierra; se dice por lo
tanto que tales cultivos se hacen “con deteriorazion de las especies de trigo”. En efecto, las
lentejas o las garrobas se sembraban antes de navidad e impedían dar a las tierras un reposo
suficientemente prolongado.
Cabo Alonso (1955) describe el proceso de intensificación agraria que se inicia con el s.
XIX basado en el intento de rentabilizar las tierras durante el año de descanso y, más tarde,
introducir una rotación compleja de cultivos. Para paliar la antes citada deterioración se
buscaron especies de ciclo muy corto, que dejaran la tierra en descanso gran parte del año
(medio barbecho). Los arrieros, abundantes en Negrilla, La Mata, Pedrosillo y La Vellés (entre
otros pueblos), introdujeron nuevas semillas, de siembra tardía pre-primaveral (alrededor
de Santa Águeda): muelas, guisantes, yeros, arvejas tardías y garbanzos: “Los guisantes en
enero / suelen ser perecederos: / la siembra de los guisantes, / de febrero en el
menguante”. En Valdunciel se sembraron guisantes por primera vez en 1832-33; muelas en
la siguiente campaña.
Por tamaño, y ordenadas de menor a mayor, las semillas redondas eran: yeros, arritas,
alverjas, guisantes. Las tres primeras se usaban sólo para pienso de ganado. Las muelas eran
más grandes, de color blancuzco o verdoso, de forma irregular (Franco y Ramos, 1996).
Herbaliza, paja: paja de herbales, de alto poder combustible: se usaba para producir un fuego
lento, muy apropiado para la cocción del puchero; también era buen alimento de vacas y
ovejas. La paja de lentejas era la que mejor borrajo hacía y también la más apetecida por el
ganado; por ello a veces se almacenaba aparte (Cabo Alonso, 1955). En cambio, la paja
procedente de cereales era denominada paja blanca.
Hermandad: junta de vecinos para decidir sobre la administración de las propiedades de
concejo, los prados, el arriendo de los rastrojos (espigadero). La reunión de concejo, en
cambio, tenía funciones más políticas, ligadas a la vida regular del municipio: elecciones,
obras, arreglos de caminos.
Herrada: cubo de zinc para sacar agua del pozo. Antes sería de duelas de madera sujetas con
dos o más cinchos de hierro, y de ahí se derivará el nombre: “la más ruyn cabra se caga en
la herrada” (Núñez, 2001).
Herrén (ant.): cebada en verde que se sembraba en las cortinas, todos los años, para cebar
(en consonancia con la etimología de cebada) al ganado. Esta voz, anticuada, fue
reemplazada por verde. Según el Catastro de la Ensenada había tres calidades de herrén en
Calzada (según la bondad del terreno). La siembra en las cortinas requería
comparativamente muchas fanegas por huebra, porque la semilla de cebada es muy
voluminosa, de baja densidad: si la cortina era de primera, se sembraban 2 fanegas (24
celemines) por huebra; si era mediana, 20 celemines; si era inferior, 18 celemines. La
cosecha se medía en quintales: 12 quintales por huebra si la cortina era superior, 8 y 4
respectivamente si era mediana o inferior. En otros pueblos, las cortinas de herrén eran
sembradas con centeno (en Almenara, por ejemplo).
Hijuela: ajuar de la novia. También es la parte de herencia o partija (en arras, vestidos,
caudales, alhajas, tierras o animales) que recibe de sus padres el novio o la novia como
ayuda para empezar su vida de casado. De un modo más general, la hijuela es el “conjunto
de los bienes de que los padres se desprenden a favor de sus hijos; y dan también el mismo
nombre a la hoja de papel simple en que suele darse fe de la entrega” (Maldonado de
Ocampo, en el Noticiero salmantino, 9 de junio de 1898, p. 3).
Hiscal: montón de mieses de trigo o cebada sueltas en la era que se iba extendiendo para
formar a su alrededor, concéntricamente, la parva de trillar. Hasta mediados del s. XX, el
montón de bálago no era tendido uniformemente al descargar del carro los haces para la
trilla, sino que se dejaba en el centro una prominencia o hiscal, a cuyo alrededor giraba el
trillo recorriendo una pista limitada hacia el centro por el hiscal. A medida que las espigas
iban siendo desgranadas por el trillo, se iba descargando del montón central (“regando los
haces”) para seguir alimentando la banda de trillado. Este procedimiento subsistía en
Sayago aún al principio de los 1980s y también en la aledaña tierra de Miranda. En 1899
ardió “un iscal de haces de trigo candeal” en la era de un vecino de Topas; el vecindario
acudió a toque de campana, extinguiéndose el fuego a la media hora de ser notado; había
indicios de ser intencionado el fuego (Noticiero salmantino, 29 de julio de 1899, p. 3).
Las tareas del campo aparecen sintetizadas en los documentos legales del medioevo. Así en
el fuero de Valle (Zamora): “Barones de Valle faciant illa serna de palacio II dies ad relvare,
et bimalla, et seminala, et secala, et carreala ad illa era, et trillala, et lexalla” (Sánchez
Rodríguez, 1987). También, en Almaraz de Duero: “una die in rebrar, alia in bimar, alia in
seminare et postea segar et ducere ad aream et terere et ducere panem ad Zamoram”. Con
otra formulación, se indica en el caso de Bamba (1224; en Sánchez Rodríguez, 1987): “Et
illud quod relvaverint, biment, seminent, metant, ducant ad aream, terant et congregent”.
Después de la labor de terere ‘trillar’ venía la de congregare ‘cambizar o juntar la parva’.
También se especifican las comidas que recibirían los trabajadores: “quando fuerit
alimpiata, ducant eam Zamoram et minant ubi voluerit Episcopus. Et Episcopus det
portatoribus panem, vinum et caseum. Quando sernam relvaverint, bimaverint et
seminaverint, det eis Episcopus: in mane, panem, vinum et caseum; et in sero, panem,
vinum et carnem. Quando segaverint et tribulaverint, det eis Episcopus: in iantare et in
merenda, panem et aquam et caseum; in cena, panem, vinum et carnem, vel in die
piscaminis, piscamen”.
En cuanto a los trillos, en Calzada existían dos tipos: el más común, de tablones con
pedernales (“la cuenta del trillo, en cada agujero su guijo” en Núñez, 2001); y la trilladora
para caballería, una especie de cajón sobre una base de ruedecillas de metal cortante.
Hiscalar: hacer montones de mies en las eras formando hiscales, para proceder
seguidamente a la trilla.
Hocicar: cotillear, curiosear. También se dice de cerdos, jabalíes o perros cuando hozan.
Hoja (ant.): parte del término del pueblo que por acuerdo común de los renteros y
propietarios se cultivaba a la vez. El término dividía sus tierras de cereal en dos hojas. Dado
que todas las tierras de cereal eran de año y vez, es decir, se sembraban sólo una vez cada
dos años, era deseable ponerse de acuerdo para que todas las tierras en descanso fueran
contiguas. Ello permitía a los ganados pastar libremente sobre la hoja en descanso anual,
también llamada en otras localidades contrahoja (ver Barroso, Rui Dias, p. 314). De este
modo, una mitad del término en cada año estaba en producción y la otra mitad en
descanso.
En Calzada no había en 1750 división en dos hojas. Este rasgo, muy singular en la región,
indica probablemente la incapacidad de los propietarios (muchos de ellos absentistas) para
ponerse de acuerdo; y acarrearía sin duda un esfuerzo mucho mayor de pastoreo y
vigilancia; y un enorme sacrificio para la convivencia, debido a la continua fricción entre
agricultores y ganaderos. Tampoco había hojas en Palencia de Negrilla ni en Villares de la
Reina (Cabo Alonso, 1955). En cambio, Valdunciel tenía sus dos hojas, separadas por el
prado de la Vega: la hoja del Monte, al norte, y la hoja del camino de Salamanca, al sur.
También Valverdón tenía la hoja de Valgrande y la de la Ermita. Forfoleda tenía la hoja de
Arriba (al este de la población) y la de Abajo (al oeste); aquí se constata nuevamente, como
en los aires, el uso de arriba como ‘valle arriba; remontando la corriente’. En Castellanos de
Villiquera, las dos hojas eran la del cº de Mozodiel de Sanchiñigo, hacia el oeste, y la del cº
de La Mata, hacia el este.
Holgón: dícese de las reses, principalmente vacunas, que no realizan labor. En 1920 se
arrendaba en Santibáñez de Cañedo un trozo de ribera que usaba “el ganado holgón de los
renteros”, donde había cabida para sesenta o setenta reses (El Adelanto, 27 de marzo de
1920, p. 3).
Horca: pequeña trampa de resorte, hecha con alambre de metal, que se disimulaba en los
montones de trigo o a ras de suelo para atrapar pájaros. Las víctimas habituales eran
pardales y tordos. Era entretenimiento común de los niños. Luego las víctimas eran
comidas en casa. Se compraban en las ferreterías en Salamanca. También recibían el
nombre de horcas las tornaderas de dos o más puntas, de metal o de madera.
Hornillo: molde de metal, generalmente de cobre, que usaban las mujeres para dar forma y
cocer el bollo maimón o pan de bizcocho, a base de huevos batidos y almidón.
Hostigo: orientación o flanco de las construcciones que se encuentra más combatido por las
inclemencias (lluvia inclinada y viento). En Calzada, corresponde al poniente (hacia
Forfoleda). Las casas antiguas protegían los muros del hostigo con chapados de tejas,
verticalmente alineadas y puestas en canal (sin tejas cobijas). Subsisten algunas paredes
medianeras y soles de gato con este revestimiento de tejas. Estas tejas de resguardo eran
especiales, porque se cocían con un agujero central, que servía luego para asegurar su
fijación a la pared. En general, las tejas en Calzada se compraban en Los Tejares, anejo de
Villanueva de Cañedo, situado a la izquierda de la carretera de Zamora. Es un paraje
distinguido por sus suelos intensamente arcillosos.
Huebra: medida de extensión, igual a la fanega. Esta última se usa indistintamente para
capacidad o para extensión, pero huebra sólo se aplicaba (s. XVIII) a la extensión. En las
respuestas al Catastro de Ensenada se expresan las productividades de la huebra o fanega
de tierra. Una pareja de bueyes podía encargarse anualmente de la labor de unas 40 huebras.
Hurgar: remover el brasero o la lumbre. Figuradamente, se aplica, como es también común
en español estándar, a indagar y pesquisar en acontecimientos oscuros o pretéritos.
Igualas: pagos prorrateados de los vecinos al médico y veterinario. Era una cantidad en
especie o en dinero que se pagaba al médico y sobre todo al veterinario por sus servicios
anuales. La cantidad pagada era proporcional al número de personas o de animales
cubiertos por la iguala. A mediados del s. XVIII, según el Catastro de Ensenada, el
cirujano, Ysidro Valle, estaba “ygualado” entre los vecinos del lugar. Cada uno le pagaba
una fanega de trigo al año; las viudas pagaban sólo media fanega. El total estimado anual
que cobraba era de 1680 reales. Aparte se contabilizaban pagos no reglados que le hacían al
cirujano los “mozos albarranes”, es decir, los solteros, cuando iban a consulta. Duraron,
como tradición ya semi-extinta, hasta 1987. Las suprimió del todo el médico D. Enrique
Sánchez, según el Boletín Los Miliarios, marzo 1987, nº 22.
Implarse: timpanizarse el ganado vacuno por comer en exceso hierba verde. Se les hinchaba
la barriga y podían morir. Para purgar a los bueyes, se les daban malvas.
Jabetá: herida con arma blanca en la cara o en otra parte del cuerpo; corte de una loncha de
jamón con cuchillo.
Jardo: dícese del ganado vacuno cuya capa es de dos colores, negro y blanco. Equivale al
término estándar berrendo en negro. A los bueyes jardos a veces se les ponía por nombre
Golondrino. También se aplicaba a otros animales. En 1884 se extraviaba en Tejares un
“perro pachón de caza, jardo de ceniza y canelo” (La Liga de Contribuyentes, 20 de mayo de
1884, p. 1).
Jera: faena, tarea. Habitualmente se usa en sentido irónico: “ha hecho una buena jera”, es
decir, ha cometido una fechoría o causado un desperfecto considerable. Antes se usaría en
sentido recto, como ‘labor de un día’: “la gera de mayo vale los bueyes y el carro; y la de
junio, los bueyes y el yugo” (Núñez, 2001).
Jergón: colchón relleno de paja o espadaña cuya funda era de tela gruesa y rústica o jerga.
Jijas: endeble.
Jirijear: echar relinchos los mozos y las mozas en medio y al final de las canciones o cuando
iban de camino a alguna romería. Por Santa Águeda, las mujeres jirijeaban. Es voz que ya
recoge Unamuno a principios de s. XX (Llorente, 1998), añadiendo “se dice en La
Armuña”.
Jollos: cizaña de los sembrados (Lolium temulentum y similares). Se parece al trigo; tiene una
espiga alargada y sale en manojos. Juan del Encina ya usa este término: “En lugar de trigo
davan / magarça, jollo y avena / yervas que flores llevavan / cardos y espinas mostravan /
fruto de dolor y pena” (Cancionero, siglo XV).
Juego de pelota: era la gran distracción de los calzudos en los domingos, a la salida de misa. El
frontón de Calzada no es mencionado en el CME. Todavía en 1794 se establece una multa
de dos ducados a los jugadores de pelota que usen las paredes de la iglesia; el Arcipreste
debe dar parte de los infractores al Caballero Corregidor de Salamanca. La construcción
hacia 1900 del frontón intentaría evitar tales conflictos. [Copiar inscripción]. Es de
tradición antigua en la zona. Larruga, en sus Memorias (1795) dice que había dos juegos de
pelota en la ciudad de Salamanca (Rupérez y Lorenzo, 1994).
Ladero: de verticalidad imperfecta. “Esa torre está ladera”.
Lamberón: goloso.
Lameda: alameda.
Larga, familia: familia numerosa.
Laso: se aplica a tejidos que por su desgaste, tras mucho uso y lavados repetidos, están casi
traslúcidos y de tacto suave. Particularmente se dice de una sábana.
Lavadero: tabla restregadera de madera que se llevaba para lavar al río o a los lavaderos. La
operación, con lavadero (para lavar y para escurrir), baño y tajuela, se hacía sobre todo en
los lavaderos tras del cementerio, alimentados por el arroyo que mana en la fuente del
Valle. También, y de modo más excepcional, se recurría a los lavaderos de la fuente de
Miguel Vida, próximos a la llamada tercera alameda o Alameda Grande. De éstos, que son
más pequeños, se decía que eran usados por las mujeres que habían tenido enfermos o
muertos en casa, para evitar la propagacíón del mal. Finalmente, se recurría en días aislados
a lavar en la chopera de Zorita, sobre el Tormes, sobre todo al término del verano. Unas
lavanderas en el Tormes, junto a Salamanca, fueron el instrumento de salvación de un
joven que se ahogaba en un sitio hondo; sus compañeros pidieron a las mujeres una sábana
y luego una colcha para alcanzárselo al joven, que braceaba intentando salir del piélago. El
final fue feliz, salvo por la pérdida de la sábana, que fue llevada río abajo por la corriente
(La Información, 16 de julio de 1895, p. 3).
Antes se iba por el Camino la aceña o por el camino Valcuevo a moler al Tormes, cerca de la
aceña de Zorita. Se llevaba una caballería, y cuando se aprovechaba para excursión, se uncía
a veces el carro con los bueyes. Los hombres iban a su negocio y las mujeres se quedaban
lavando sobre la corriente. Las idas a la aceña de Zorita tuvieron continuidad incluso
después de que en Calzada se pusiera el molino eléctrico de la carretera (construido por
Bernardo Olivera en 1911). Se cuenta de una moza que, yendo sola con un burro cargado
de trigo, se le cayó –por ir mal sujeto- el costal al suelo lejos del pueblo, en el camino la
Aceña. Como el peso de los costales era muy grande (a veces de 80 kg), ella sola no podía
volverlo a cargar a lomos del burro. Para salir del paso tuvo la siguiente ocurrencia: ató las
cuatro patas al burro, dejándoselas muy juntas entre sí; luego empujó al animal, hasta que
éste cayó tumbado al suelo. Entonces fue empujando y moviendo el costal a tirones, hasta
que logró pasárselo por encima del espinazo al burro. Ató firmemente el costal, y desligó
las patas del burro, que se levantó con la carga a cuestas.
Lecheriegas: Plantas verdosas, de flor amarillenta, ricas en látex, del género Euphorbia.
Probablemente, en Calzada se trata de Euphorbia serrata (Sánchez-Barbudo, 1991). Sin
embargo, Fernández de Gatta recoge en el área de Villavieja de Yeltes la voz achicoria
lecheriega, que identifica como ‘lechuga silvestre’.
Legua (ant.): medida itineraria que usaban los viejos. En Valdelosa perduró su uso hasta la
posguerra. Equivalía a 5.57 km .
Lenguas de buey: planta espontánea de los sembrados. Es una boraginácea de flor azul, y tiene
néctar dulce en el cáliz.
Libra: unidad de peso antigua, equivalente a la centésima parte de un quintal o a 1/25 de
arroba; es decir, 460 gramos. Cada libra se dividía en 4 cuarterones o en 16 onzas (“tienes el
moño de a libra, / los rizos de a cuarterón, / con ese pañuelo blanco / me robas el
corazón” en Morán, 1990). La lana, el pan, la carne y el queso se vendían por libras. Las
ofrendas antiguas en las misas por un difunto solían ser de una o más libras de pan; y
también se daba cerillas y vino para los responsos. Las medidas antiguas se usaban todavía
antes de la guerra: el parte de un robo del que fue víctima en 1912 el rentero de Valcuevo
indica que los ladrones se llevaron “seis hojas de tocino, dos jamones, unas veinte libras de
longaniza, una arroba de salchichón, cautro pares de pies y orejas próximamente y media
arroba de chorizo gordo” (El Salmantino, 28 de diciembre de 1912). Tales robos prenavideños no eran raros. En 1890 robaron en Valdunciel a un vecino todo el mondongo,
que hacía dos días que se había hecho (La República. Madrid, 19 de diciembre de 1890).
Limpiar: aventar las mieses, una vez trilladas y juntadas, volteando el grano y la paja
revueltos mediante bieldos de madera, primero, y luego con palas de madera, cuando ya se
ha ido eliminando la paja. Para ello hacía falta viento suave y sostenido. El resultado era
una especie de separación aerodinámica, que creaba dos montones alargados en la
perpendicular del viento y paralelos entre sí: uno de grano (el muelo) y otro de paja (la
parva o pez). Como dicen en Miranda, “la parba, l aire la junta l aire la spalha” ((Mourinho,
2007: 67). Luego se cribaba el grano, mientras el muelo iba siendo abaleado por las mujeres
con escobajos y se recogía para darle forma cónica. Las grancias y piedrecillas producto del
abaleo, y las que salían al barrer la era, se reunían en un montoncillo adicional y se usaban
para cebo de gallinas y cerdos. A este montoncillo se le llamaba barreduras en Calzada y
terraguero en El Cubo (Álvarez Tejedor, 1989). La limpia era hecha por cuadrillas de
hombres, normalmente el labrador, sus hijos y algún vecino o criado. Era trabajo jovial, que
se acompañaba de relatos y chascarrillos.
Lisca; lizca: caspa del pelo de la cabeza. Para limpiarla se empleaba una peina o peine
“espeso”, es decir, de dientes apretados y finos.
Lucera, -o: hueco de luz en el tejado. En las casas antiguas más pobres, carentes de chimenea
(cuando no hay leña o paja abundante, una chimenea da más frío que calor), el humo salía
por pequeños huecos practicados en el tejado mediante una teja levantada. Más tarde se
usaron las tejas traslúcidas para alumbrar interiores. En las casas más acomodadas, los
tragaluces se generalizaron acompañando a la aparición de la chimenea francesa (separación
de hueco de luz y hueco de humo). En 1911 unos ladrones entraron a robar en la casa del
médico de Aldeaseca de la Frontera; para ello, “agrandaron y rompieron una lucera” en el
tejado (El Adelanto, 14 de junio de 1911, p. 2).
Lucilina: petróleo que se quemaba en los candiles antiguos, y en el alumbrado público de las
calles de las ciudades. También se utilizaba para matar piojos.
Lumbre: fuego del hogar. Estar a la lumbre es estar al arrimo de la chimenea.
Lumia: mujer descarada o aprovechada. No tiene localmente el sentido fuerte que le
atribuye la Academia: lumia ‘ramera’.
Llovediza, agua: se recogía agua de lluvia de los canalones o tejas por considerarla muy buena
para cocer garbanzos, lentejas y otras leguminosas. Las casas antiguas más pobres eran tan
bajas (el barro para las tapias se sacaba del propio solar, con lo que se tenía que bajar un
peldaño para entrar en la casa) que los aleros estaban al alcance de la mano. De un vecino
se cuenta que, siendo mozo, tenía una novia vaquera o carbonera que vivía en el monte en
un chozo, y cuando regresaba de noche de cortejarla, si venía con sed y providencialmente
estaba lloviendo, se ponía de puntillas al llegar a casa para beber a bocateja agua de lluvia de
su tejado.
Machao (a): modo de arrancar las plantas a golpe de hacha o azuela. El machao era también
un instrumento cortante compuesto de pieza cortante de acero y astil de madera.
Machar: machacar. En la fragua, se machaba el hierro caliente encima de la bigornia.
Cuando, pasada la siega, iba la gente a espigar los restos, el desgranado se hacía en casa, en
los corrales: sobre una piedra o madero se machaban las espigas, golpeándolas
cuidadosamente con un mazo de madera, para separar el grano. Un machao de ajo se hace
moliendo en un mortero ajo y sal. Machar la uva: se hacía tras la vendimia con pies, manos o
mazo, en una pila. Machar el ajo: crotorar de las cigüeñas en el nido.
Machimbre: ensamblaje entre piezas de madera a caja y espiga o a ranura y lengüeta; unión
machihembrada.
Macoca: coscorrón. Véase el recuerdo anotado por A. Gordillo (Vivencias). En las
evocaciones estudiantiles de Luis Maldonado de Ocampo (El Adelanto, 1 de enero de 1901,
p. 1), se menciona a un maestro apodado el Dómine Lupus, que, aparte del capón,
propinaba la “macoca sencilla (hinchamiento del nudillo [del dedo corazón] en la mollera),
y la macoca real, o gran macoca, que agregaba, al hinchamiento de la sencilla, una rápida
vuelta sobre la mismísima coronilla, como si se pretendiese sacar de ella un tapón con
sacacorchos”.
Madre [de las cubas]: heces del vino o vinagre que se asientan al fondo de las cubas.
Malingrarse: gangrenarse.
Mamola: mentón.
Manada o maná: manojo de hierba o de cualquier cereal (trigo, cebada). A cada golpe de hoz
se cogía una manada. Se dejaban en el suelo en grupos de dos o tres manadas (en El Cubo,
a esto le llaman un barcao ―ALCL―; en Calzada, un brazao). Por detrás de los segadores
venían los atillos atando y formando haces. Una canción de arada, del Campo de Peñaranda:
“segaba, segaba la niña y ataba, y a cada manadita descansaba” (Ledesma, 1907).
Mancornao, malcornao: persona o animal que, al caerse, se ha lastimado seriamente en alguna
extremidad. En rigor, mancornar era inmovilizar a una res, como hacían los afamados
vaqueros de la Charrería: “los hombres recios de la vida brava, / domadores de potros, que
mancuernan / a cuerpo limpio las paridas vacas” (Alejo Hernández, en Avante: semanario
mirobrigense, 3 de noviembre de 1917, p. 4).
Mandas: dádivas y ofertas periódicas de dinero o en especie que las familias hacían para
sostenimiento de fiestas y gastos de imágenes veneradas: el Cristo de la Piedad, la Virgen de
la Misericordia, las diversas cofradías. Es voz que ya figura en el Fuero de Salamanca
(Alvar, 1982). En Calzada, la mayor parte de las donaciones piadosas registradas en el Libro
de Difuntos eran a advocaciones próximas: la Virgen de la Encina (santuario demolido
hacia 1860), el Cristo del Arco (actual de la Piedad), Valdejimena, Santo Cristo de Morales,
Nª Sra de Francia, Nª Sra de los Remedios (s. XVIII). En época anterior, las cuatro ermitas
del tº municipal eran también objeto de devoción, así como San Miguel en Valdunciel.
En los testamentos antiguos, mandar es fijar una donación particular a cambio de que el
beneficiario (generalmente un pariente próximo, mujer casi siempre) se encargue de asistir a
la ofrenda en las misas por el difunto. Estas ofrendas solían ser muy numerosas el primer
año tras la muerte: a menudo, se hacían en todas las fiestas del año. Al cumplirse
exactamente un año de la muerte, se celebraba con más solemnidad la misa llamada cabo de
año (locución que ya aparece en el Fuero de Salamanca, Alvar, 1982). La ofrenda consistía
en una o más libras de pan; por el responso se pagaba vino y cerillas. De testamentos del s.
XVIII se entresacan a título de ejemplo las siguientes dádivas a familiares: vara y medio de
lienzo; media fanega de trigo; una faja, mandil y manteo; un veintidoseno; un manto de
paño garrovillano (o de Garrovillas); una vaca; una caballería menor; “los paños de la cama
y sobre-cielo, una delantera de red y dos almohadas”; “una sabana de lienzo de tres piernas”
(parece aludir al número de tiras que, unidas por costuras longitudinales, formaban la
sábana). En 1759, Ines, la hija del difunto, es objeto de la siguiente donación: “le mando
una faxa de paño de Cuenca y un manteo que trahia los domingos”. Las mandas a
familiares varones son más raras: Feliz Ramiro manda en 1762 a su hijo Miguel “un jubon
verde y otro negro y una enguarina”.
Manga parroquial: cruz parroquial que preside y abre los entierros y las procesiones. En su
recto uso, el término designaba al adorno de tela o al paño de color que recubre parte de la
vara de la cruz parroquial.
Maquilón (ant.): molinero. Perduró como apellido salmantino. En el Catastro de Ensenada,
al describir el oficio de un vecino de Calzada, Joseph Garcia Aguadero, en una relación se
indica “maquilon” (tachado) y “molinero”. Era el apodo colectivo de los de Zorita: “de
Almenara, las viñas, / de Valverdón, las aceñas, / maquilones, de Zorita, / de Valcuevo, la
alameda, / de Muelas son las cebollas / y de El Pino las ciruelas” (Ledesma, 1907). Las
Ordenanzas de Salamanca (1719) muestran que la maquila (parte de lo molido que se
entregaba al molinero a título de pago por su trabajo) era variable; salía más caro moler en
verano y otoño: “desde el día de Todos Santos al de San Juan maquilen de catorce uno, y
desde San Juan al de Todos los Santos, de doce uno” (Rupérez y Lorenzo, 1994). Correas
recoge este refrán de fuerte carga erótica: “A la ahixada, molérselo, i makilalla; i a la
madrina, sin makila”; y añade: “en lugar de «hazérselo» se puso «molérselo», porke sonava
desonesto”.
Había molinos de aprovechamiento ocasional (cuando la represa del arroyo se llenaba) en
Topas, en Espino de la Orbada y en San Pelayo de Guareña. La voz aceña se reservaba a los
molinos accionados por una corriente permanente, como los muy numerosos del Tormes.
Hasta el s. XIX se conservaron algunos molinos de viento no lejos de Calzada. Madoz
reseña la existencia de un “molino harinero de viento” en El Piñero (Zamora).
Máquina: “arar a la máquina” era utilizar el arado brabán o brabant, de dos ruedas y
vertedera, fabricado en Álava por la familia Ajuria. Se tiraba con dos o más parejas de
bueyes. “A la raya del monte de Palomares / hay un gañán arando con cuatro pares”
(Ledesma, 1907). Si un labrador no tenía tantos bueyes, se pedían en préstamo para la
arada. Para asegurar una labor más profunda, a veces se montaba uno o dos ayudantes del
gañán sobre la máquina, mientras ésta avanzaba: uno sobre el eje de la rueda, otro sobre la
vertedera. Sólo se usaba el brabán en tierras buenas, con suelos profundos. El esfuerzo
exigido a los bueyes era enorme. Por eso a menudo el buey de los labradores ricos vivía
menos que el buey de los labradores pobres.
Antes de que las ferrerías vascas (los Ajuria) empezaran a producir brabanes, existía un tipo
de arado de madera con ruedas que constituye el antepasado directo de las máquinas. En
portugués se le denominaba vessadouro. De un labrador se cuenta que, arando con máquina
en una tierra (¿del camino de las Monjas?), un buey se le cayó muerto de golpe. Vino el
veterinario y exigió que el buey fuese enterrado allí mismo, en prevención de posibles
riesgos de enfermedad contagiosa. Así se hizo. Pero de noche, algunos vecinos regresaron
furtivamente, desenterraron el animal y lo hicieron cuartos allí mismo para llevárselo a casa
como comida.
Marea: rocío al atardecer o al amanecer. “Los garbanzos de la linde se habían quemado algo
con las mareas de los amaneceres de Junio” (Berrueta, 1908).
Maruja: pamplina (Stellaria media); planta acuática comestible en ensalada que se cría en los
arroyos. Es más fina que el berro.
Marrano: cerdo. Se usa muy poco esta última palabra y menos o nada la voz guarro.
Marrano porrero: cerdo pequeño que se mataba, en algunas familias, por los Santos. Era
consumido en fresco, aunque algunos hacían con él longanizas. Servía para cubrir la
temporada final antes de la matanza de diciembre. Desde los Santos a Navidad, hasta llegar
la matanza, era época de escasez, y apenas se comía carne.
Marrón: morueco. Se usa en documentos de 1650 de la vecina granja de Valcuevo (Frayle
Delgado, 2009).
Masar: amasar el pan; hacer pan. “Vete a por pan hoy, no siendo que mañana no masen”.
Matar: sin otra especificación, suele usarse en forma intransitiva refiriéndose a la matanza
del cerdo, que se hace en diciembre; o a la matanza semanal de vacuno en la carnicería.
Correas (1627) registra este uso al comentar el refrán “tres años á ke no maté: este año i el
pasado, i el año ke me kasé. I no avía más de tres ke era kasado”, explicando: “«Matar» es:
matar puerko”. Antes ocurría a veces que, por falta de recursos, la matanza se aplazaba
hasta después de navidad; podía ser combinada: un cuarto de vaca y dos marranos, por
ejemplo. Algunos vecinos, ahogados por las deudas, esperaban a pedir un préstamo en
enero para terminar de cebar un marrano. Los prestamistas (en el molino, por ejemplo, se
prestaba) concedían subvenciones en verano y en enero. En verano, los prestamistas a
menudo iban a las eras a cobrarse en especie las deudas. Hacían la medida del grano “a
cogüelmo” y los labradores tenían que callar. Algunas tierras y solares se malvendían para
afrontar la presión de los prestamistas.
Tras la guerra civil, la escasez produjo situaciones de agobio. Para evitar las requisiciones,
se cebaban marranos a escondidas. Y a escondidas eran matados, poniéndoles trapos en la
boca. Los costales de trigo de la cosecha se disimulaban ocultos entre la paja del pajar. Un
vecino enterró bajo la cocina unos sacos de lentejas y trigo. Cuando los fue a recuperar, las
lentejas estaban entallecidas, con brotes. En algunas casas, forzaban a alojar a falangistas de
paso.
Matraca: carraca grande de madera que se usaba en el triduo sacro de la Semana Santa para
convocar al pueblo a los cultos, en sustitución del repique de campanas, que debían
permanecer mudas en señal de luto. Es palabra común en castellano, pero progresivamente
empujada al olvido.
Matusino: dícese del natural de La Mata, pueblo vecino.
Maya: juego parecido al escondite. También se le llamaba esconderiche.
Mayo: árbol esbelto y adornado que plantaban los mozos el 30 de abril en la plaza; solía ser
un álamo negro. A su alrededor se formaban jolgorios varios. Es voz antigua, que ya
registra Correas en el refrán: “el maio de Portugal, ke le kargaron de xoias i se alzó kon
todas” (le colgaron joyas y alguien se quedó con todas ellas). La costumbre era general en
los pueblos del entorno. Así consta de Palencia de Negrilla, en las fiestas del Cristo de la
Piedad de 1911 (El Salmantino, 10 de mayo de 1911).
Mayoral: el que guiaba un carruaje, una diligencia. Del vuelco de un coche (de mulas o
caballos) de la línea regular de Ledesma, a la altura de Valverdón, se indica en 1910 (“el
mayoral que guiaba el carruaje era Rafael Bastida”) (Noticiero salmantino, 20 de junio de
1903). También tenían mayoral las cuadrillas de segadores, y como es general en Castilla,
los pastores de ganado.
Mayores, a: además
Medija: en los libros antiguos de la iglesia, figura la locución medija y apaleo, en referencia a la
operación de medir el grano y apalearlo.
Melapios: manzanas alargadas, de pequeño tamaño; su sabor era parecido a la verde doncella
pero más dulce. Algunos de los manzanos inmediatos al alcornocal “del tío Manuel
Merino” eran de esta variedad. En Béjar se ponía a la venta en 1913 400 arrobas de
manzanas, de las clases melapio, Juan del Guijo, rosa, cachiza, agridulce y otras (La Victoria,
18 de octubre de 1913, p. 3).
Mellón: carga de leña menuda atada en haz, que se lleva a lomo de caballería; cada bestia
llevaba dos mellones. Probablemente desde los orígenes del pueblo ha existido en Calzada
la tradición de ir al monte para coger hornija. Unas cuantas familias se mantenían yendo
muy de mañana (se salía a las tres de la madrugada) hacia Huelmos y siguiendo luego a
Valencia de la Encomienda. El camino era a oscuras y con grandes fríos, sobre todo en los
amaneceres invernales. Para calentarse, los que iban en carro ponían a veces un calderete de
brasas en el desojado. También se llevaban buenas mantas. Antes de Huelmos, se pasaba por
el Ventorro, que quedaba a la derecha en la subida desde Valdenegrillos. Posiblemente,
parte de la clientela de esta venta estuviera compuesta por calzudos en paso hacia el monte.
Con una azuela se cortaba la jara, haciendo haces que se ligaban con un vencejo de junco. La
jara preferida era la pringosa (Cistus ladanifer); aunque en Valencia y Huelmos de Arriba
abunda otro tipo de jara, de mejor madera pero más recia: la jara-cepa, con hojas más anchas
y verdes y tronco grueso que desprende cortezas retorcidas (Cistus salvifolius). Los haces se
podían cargar en un carro, normalmente tirado por uno o dos burros. Como la capacidad
del carro es limitada, la faena sólo duraba la mañana completa. Seguidamente, se emprendía
el regreso a Calzada y al día siguiente se volvía a madrugar para ir a vender la carga a
Salamanca, a los hornos de las panaderías. Es voz conocida de antiguo: ya en unas cuentas
de la Universidad de 1613 se especifica: “siete mellones de leña a dos reales y medio cada
uno” (García Boiza, 1914, La Universidad y Santa Teresa, El Adelanto, 9157, 17 de abril, p.
1). El benemérito maestro de Topas Demetrio Martín (abuelo del novelista Luis Martín
Santos) dice de sus convecinos, explicándose la ausencia de mendigos: “tienen leñas sin
costarle un céntimo en los montes de las alquerías próximas, donde les permiten recoger
troncos secos, y además, e tiempo muerto, cuando no hay dónde ganarlo, todos tienen una
caballería, y por muy poco compran un mellón de bardas, que venden en Fuentesaúco y
sacan para el pan” (El Salmantino, 2 de diciembre de 1913, p. 1).
Otra modalidad de viaje era con caballo o burro, sin carro. En este caso, la carga se
distribuía en dos haces equilibrados en la grupa del animal. Esto se denominaba un mellón
de leña. La conexión de Calzada con el monte de Valencia probablemente se originó antes,
cuando Santibáñez estaba vinculado al pueblo. Al desprenderse Calzada de posesiones en el
monte, la gente que antes iría a recoger leña por el Camino Ancho y Camino Santibáñez,
alargaría su desplazamiento para ir hasta la siguiente dehesa, Valencia. De hecho, alguna
vez se iba por la tarde, a pie, desde Calzada hasta el monte de Valencia, para dejar
preparados los haces que a la mañana siguiente habrían de ser acarreados.
El aprovechamiento de la leña menuda para hornos de pan y tejares era oficio de antigua
tradición. En el dicho “valentones, de Calzada, / y en Valdunciel, la leñera” se alude a ello.
Una sentencia de 1492 prohíbe a las aldeas próximas al monasterio de Valparaíso que
saquen leña: “de aquí adelante non entren nin puedan entrar adentro de los dichos
términos del dicho monesterio e de Cubo e de Cubeto a coger ni arrincar, ni tomar, ni sacar
los tomillos ni escobas, ni fornija ni roços susodichos” (Lera et al., 1998). En el Catastro de
Ensenada de Calzada se registra esta profesión de trajinante de leña. De Juan Andres
Martin, jornalero, se especificaba: “su trato, de llevar leña a Salamanca”. Para ello contaba
con cinco burras. El mismo oficio ejercía Juan Sánchez, con cuatro burras.
En Cañedino hay un topónimo (consta en los apeos de 1752 de las propiedades del
Cabildo, Archivo catedralicio) presuntamente derivado de la voz mellón: se trata de la
Calzada Mellonera. Estaba al este del Cerrito de los Robles y al oeste de Las Zorreras y El
Majal de la Fuente. Por este camino irían las caballerías cargadas de mellones hacia
Salamanca.
Se cuentan historias de picaresca en el rellenado de los carros de leña (a veces, iban
acogolmados pero huecos por debajo), ardides para ahorrar trabajo. Los que contrataban la
leña, mediadores con las panaderías de Salamanca, vigilaban con ahínco estos fraudes. Una
vez, se le encargó a uno del pueblo (JL) la traída de diez cargas (carros) de leña; por el
cansancio y la dificultad, a cada carro la cantidad de leña iba menguando. El encargado
decidió pesar el último carro y multiplicar por diez. Fue preciso acudir a la persuasiva
oratoria de JL para producir signos de flaqueza en el encargado, que al final hizo la vista
gorda tras su soborno con un fardelillo de garbanzos.
Mieja: pequeña cantidad de algo. “Trae pacá unas miejas, que tengo hambre”.
Mielgos: apodo colectivo, poco usado, de los de Forfoleda. Actualmente, el apodo más en
vigor de los de Forfoleda es pardo. Se deriva de la anécdota del burro y la torre. Los mozos
del pueblo deciden subir a un burro al campanario, donde había crecido una mielga (alfalfa
silvestre, muy apreciada por los herbívoros, sobre todo los conejos; las mielgas se segaban
también para alimentar a los burros) en lo más alto; y para más seguridad, pasan una cuerda
por el cuello del burro y lo izan hasta arriba. El animal casi perece en la operación, y al
llegar su cuerpo arriba va con la boca abierta por estrangulamiento. Los mozos dicen: “mira
cómo se ríe: es que ya ha visto la mielga”. La anécdota, aunque estereotipada y
probablemente basada en un juego verbal, no desentona con otros jolgorios de mozos. Se
cuenta que en Calzada, y con intención de embromar al propietario o de hacer algo
enorme, lograron sacar entre cuatro a un burro que estaba encerrado en el Corral de
Concejo sin pasarlo por la puerta. Para ello, lo izaron con cuerdas y lo empujaron desde
abajo hasta hacerle coronar la tapia y poder soltarlo del otro lado.
En cualquier caso, esta historieta de la mielga no es privativa de Forfoleda. Se cuenta de
muchas localidades españolas, como Robleda (Salamanca) (Iglesias Ovejero, 1989), Naval
(Huesca), o La Granada (Alt Penedés, Cataluña). A los de Villanueva del Río Ubierna
(Burgos), les llaman asnos por una historia similar: “en Villanueva los Asnos / suben un
burro a la torre / y el burro se desespera / porque la soga no corre” (Vergara Martín). Los
de Colmenar Viejo (Madrid) son los de la mielga por la misma razón; también los del Casar
de Cáceres (Ramón y Fernández Oxea, 1949 y 1955). A los de Grisaleña (Burgos) les
llaman melgos.
Es posible, dada la arbitrariedad de la anécdota del burro, que en el apodo de mielgos se
esconda una alusión secundaria a la producción de miel. A mediados del s. XVIII se
censaban en Casablanca 58 pies de colmenas. Hasta tiempos recientes se iba a Forfoleda
por miel. La señora Teodora vendía la miel en tarro.
Mísere: pobre, humilde. Se decía de los pueblos de Valdelosa para allá que eran míseres.
Parece haber sido general el llamar a los piojos con el nombre de miseria. De Villavieja se
indica: “los piojos […] a quienes estas gentes, por el asco que les inspira el nombre,
designan casi siempre con el muy expresivo de miseria” (García Alonso, 1907: 13).
Mollas: partes blandas del cuerpo, michelines, pantorrillas y barrigas; es palabra generalizada
en el actual castellano.
Molledo: la miga del pan. Es lo opuesto a rescaño.
Monacos: monigotes con pantalones, que se pinchaban en un palo durante la fiesta de Santa
Águeda.
Mondaja: peladura, por ejemplo, de patata o de naranja. De las patatas pequeñas se quejaba
un articulista de 1920: “mitad tierra y mitad mondaja” (El Adelanto, 6 de abril de 1920, p. 1).
Mondar el pozo: operación consistente en sacar el agua, bajar con escalera y retirar
manualmente todos los escombros del fondo, verdines, pájaros muertos... Algo similar se
hacía con las charcas.
Mondongo: masa de carne, panza, intestinos y otras partes de res vacuna y porcina, que se
usa, debidamente aderezada, para hacer morcillas y embutidos. También se aplicaba, por
extensión, a la faena entera de preparar la matanza del cerdo; dar muerte al animal era tarea
del matachín o matanchín. “De Calvarrasa de Abajo, / la fama de mondongueras”, dice un
cantarcillo recogido por Morán (1940). Luis Maldonado evoca las matanzas, refiriendo
cómo los niños encrespaban con sus travesuras “a matachines y mondongueras” (El
Adelanto, 25 de abril de 1920, p. 2).
Moñica o boñica: boñiga de buey, vaca, caballo o burro.
Moso: mohoso; es pronunciado sin hiato.
Morceña: pavesa o pequeño copo de paja, papel o leña chamuscada que se levanta del fuego.
La leña verde o la paja, cuando hacía viento, soltaba muchas morceñas. A veces, al caer, se
metían en el puchero. Es voz que recoge Correas (1627): “Más pesa morzeña ke karga de
leña”. En el Comendador (hacia 1550): “de tal leña, tal morceña” (Núñez, 2001).
Morchuelo: mochuelo (¿o quizás otra ave?). La describen como más pequeña que la lechuza,
de quien se cree, con arreglo a la superstición común, que bebía el aceite de la iglesia. En
Palacios del Arzobispo, el ALCL recoge la misma voz; también en Lamano (1915). La
forma femenina se repite en la provincia de Salamanca. Así en El Arco, “cuando canta la
mochuela, / buena noche espera, / pa los de dentro, / no pa los de fuera”; en efecto, en
invierno, el canto del mochuelo era considerado aviso de empeoramiento del tiempo: “En
febrero, la morchuela, cuando canta, lluvia o nieve”. Ya Unamuno recoge esta voz en su
cuaderno: morchuela ‘mochuela’.
Moritos: dulce de bollería; parecidos a las madalenas, pero con leche en vez de aceite y con
menos huevo. Tienen tendencia a ponerse muy duros.
Mormera: congestión nasal por catarro. Es voz conocida de los tratados medicinales
antiguos: “quando esta misma fluxión acude a las naryzes tan solamente, se dize coryza en
griego, y en Castilla la Vieja mormera, tomando la semejança del muermo que suele dar a
los caballos” (Méndez Nieto, Discursos medicinales, 1606-1611).
Morriña: enfermedad infantil que mermaba el crecimiento. Figuradamente, alguien es un
morriña si es vulnerable y dependiente en exceso de sus padres, es decir, si está enclenque y
enmadrado. Se aplica también a las personas tacañas. Los animales, se decía, enfermaban de
morriña: especialmente los carneros, que adquirían una especie de viruela así llamada.
Moscas: permanente zumbido en el verano, plaga de los ojos pacientes de bueyes y burros.
En las cuadras y cuartos se colocaba dedalera (Digitalis thapsi L.), prendida en manojo y
colgada boca abajo de las vigas del techo para que las moscas, atraídas, se quedaran
pegadas.
Motajo: apodo jocoso o peyorativo basado en defectos físicos o morales, anécdotas y
actividades, tanto de la persona como de sus familiares o antepasados. El mote pasa en
ocasiones a una condición similar a la de apellido, puesto que se yuxtapone al nombre de
pila. En ocasiones llega a oscurecer al apellido legal, que casi nadie conoce. Algunas familias
acumulan motes: uno más extenso, atribuido a todo el linaje, y otro más nuclear, que se
restringe a una sola rama. Otros apodos son estrictamente individuales y no se heredan o
transmiten. Determinados motes, heredados de antiguo, se han vuelto incomprensibles y
tienen gran interés filológico. El vocablo motajo ya fue usado por Unamuno, para referirse a
la denominación ‘maqueto’ con que se alude a los forasteros en tierra vascongada.
Motilar: se usan indistintamente esta voz y esquilar para referirse a la tarea de cortar el pelo,
crín o lana de los animales; traslaticiamente se aplica también a las personas. En Boada, una
tonada decía: “La Martina, la Martina, / la hija del tío Nosberto, / por motilar las ovejas / ha
perdido casamiento” (Ledesma, 1907).
Muradal, mudadal: muladar, eras de apilamiento de estiércol procedente de mondar los
corrales, cuadras y pocilgas. En Calzada es topónimo, Los Muradales. Consta la forma
mudadal en Fuentelapeña (Zamora). La materia prima fundamental para los muladares era la
paja de cereal que, puesta como cama en las cuadras y pocilgas, iba mezclándose con
desechos animales. Luego pasaba al corral y de ahí a los muladares, donde se oreaba al sol y
recibía las lluvias. El estiércol se medía por carros. En septiembre, se llevaba desde los
muladares a las tierras y se tendía en montones equidistantes. Cada hectárea de cereal
producía paja bastante como para dar lugar a carro y medio de estiércol (Cabo Alonso,
1955). Pero el abono requerido por una hectárea de tierra era muy superior (unos diez
carros). La diferencia se suplió a partir de 1900 con abonos minerales. Antes de esto se
recurría al barbecho, uno de cada dos años.
Muelas: nombre habitual en la zona de la almorta [Lathyrus sativus L; sinónimo: Lathyrus
asiaticus (Zalk.) Kudrj.], leguminosa que se plantaba bastante en Calzada. Se comían en
algunos hogares pobres como sustituto del garbanzo, cocidas en olla. Según Cabo Alonso
(1955) su introducción en la zona es relativamente reciente. De hecho, no figuran en el
Catastro de Ensenada. Los arrieros, que viajaban por toda España, son los introductores
del cultivo en La Mata en 1807. Más tarde se propaga a otros pueblos vecinos.
Negrillo: olmo (Ulmus minor). Antes había varias tramos de negrillos (y algún fresno, Fraxinus
angustifolia) al borde de la carretera de Zamora. Una hilera a la altura del pueblo, sobre el
arroyo de la Vega; otra al paso de Valdoñegas. Más adelante, quedaban algunos antes de
Huelmos, en Valdenegrillos. Tenían una banda de cal blanca en el tronco para asegurar su
visibilidad nocturna. Las obras de la carretera, junto con la noción (probablemente
infundada) de que causaban accidentes graves a los conductores descuidados, fueron
acabando con la mayor parte. La grafiosis, epidemia mundial, terminó con el resto. Tampoco
los fresnos, que eran inmunes a la enfermedad, fueron indultados. Ahora vuelven a salir
negrillos, rebrotados de raíz, en la misma zona de Valdenegrillos. Había también algún que
otro negrillo en el Pinar, y uno aislado, podado a melón, cerca del Pozo Vellés, de camino
al cementerio. La alameda antigua del beneficiado (junto a la casa del cura) era de negrillos
y desapareció entera antes de la guerra. Con madera de negrillos se tallaban en el pueblo
aperos de labranza, como los yugos, manceras y cavijales: “negrillos, cuia madera es útil
para ejes, pértigas de carros, tirantes o lanzas de coche” (Libro del Bastón, 1770, descripción
de Morasverdes, LB 152). Con encina se hacían los arados.
Niazo: almiar, montón de hierba, heno o paja larga que se almacena en seco apilada
alrededor de un palo vertical. Esta voz es diptongación de henazo. Se hacían niazos
principalmente en las dehesas con mucho prado. En la dehesa de las Aldehuelas, junto a
Ledesma, unos jornaleros prendieron fuego a un niazo (o henazo), por resentimiento
contra el rentero (El Castellano, 29 de julio de 1904). Otro incendio similar, probablemente
intencionado, se produjo el año antes en el prado de la Gerrilla, en Villavieja de Yeltes (El
Lábaro, 14 de octubre de 1903, p. 1). Tales fuegos, testimonio de conflictos solapados, se
repiten en las crónicas. “De Carnero, los niazos, / que el fuego los hizo polvo” (Bejarano,
1953). En Calzada, no parece haber habido prados de guadaña; todos los prados eran de
diente, por lo que no se hacía necesario acumular hierba en niazos. En Villanueva de
Cañedo se usaba la técnica del ensilamiento, abriendo una zanja ancha y profunda, con
acceso por rampa, por la que bajaba el carro de bueyes. Éstos descargaban el heno; a cada
capa se le echaba sal y agua, y se seguía rellenando, capa a capa, hasta llenar la zanja, que se
tapaba con tierra. El silo se abría en invierno y se daba como alimento a los toros (Cabo
Alonso, 1955).
Nones, años de (ant.): en Calzada se practicó hasta finales del s. XIX el sistema de año y vez
en los cultivos de cereal. Un año de siembra y cultivo alternaba con un año de descanso o
barbecho. Los años en que se procedía a la siembra y cosecha de las tierras podían coincidir
con los años impares o años de nones. Existía tal vez superstición favorable a los años
impares: “años de nones, son los mexores” (Correas, 1627). En un documento de la
cofradía de las Ánimas se dice de una tierra en Malasemana: “se siembra los años de
nones”.
Novios, sacarse los: locución que describe el acto de hacer crujir, dedo a dedo, las coyunturas
de una mano. Las mocitas creían que al ir estirando los dedos iban haciendo contabilidad
de supuestos novios ocultos. Morán (1990) señala la superstición: “uno tiene tantas novias
como veces le estallen los dedos”.
Nublado: tormenta. Se ha recogido en Calzada el refrán, de tono escéptico, “cuando la
perdiz canta, nublao viene, y no hay mejor señal de agua que cuando llueve” (ATS, El
tiempo, p. 132). Especialmente si tronaba, se tiraban cohetes para evitar que la tormenta
rompiera sobre el pueblo. También se tocaban las campanas. El Catastro de Ensenada
registra los pagos que hacía el concejo de Calzada al campanero por tocar a nublado: 130
reales en 1747 y en 1750, 145 reales en 1748, 142 reales en 1749 y 150 en 1751. El carácter
variable de esta partida indica que se pagaba en función del número de tormentas
conjuradas. En Valdelosa se decía para conjurar el peligro: “detente, detente, detente,
nublado, / no mates a la gente / ni tampoco al ganado” (PCS, p. 43).
Obanillos: lobanillos, bultos de sebo subcutáneos que se forman en determinadas zonas del
cuerpo humano: cintura, cabeza, brazos... El término médico es lipoma.
Obispos: postre de pan frito. Se cocía vino con azúcar, y se añadía pan frito. Se tomaban en
caliente, como postre o para entrar en calor.
Obrigá: lugar resguardado (=abrigada); es lo contrario de hostigo. También se emplea abrigá.
En Sayago corre el refrán: “sombra de peña y brigada de leña” (Panero, 2000),
recomendando como buena abrigada la que forman los árboles o matorrales. “Allí ha
pasado la noche / a la brigada de un huerto / sin mantas y sin capote: / no pudo hacer
testamento” (cantar de Villavieja de Yeltes).
Oler: además de su acepción corriente, se emplea figuradamente para ‘fisgar, curiosear,
sonsacar’. En una comunidad pequeña, la protección de los espacios simbólicos privados es
muy importante: de ahí el desarrollo de signos y locuciones que aluden a la invasión de
estos espacios: hocicar o “meter el cuezo”, por ejemplo, tienen un valor semántico
equivalente.
Onzas: medida antigua de peso, equivalente a 28.75 gramos, es decir, 1/16 de libra.
Orejeros: dos palos situados a ambos lados del dental del arado, orientados transversalmente
a la dirección del surco, cuya función es apartar la tierra que ha sido removida por la reja
del arado.
Pachota[d]a: salida de tono, con intención de provocar risa o enfado. Lamano (1915) recoge
el mismo término, que interpreta como metátesis de patochada. “Temiendo estoy
incomodarte y que me saltes con alguna pachotada” (carta al director, en Vitigudino, El
Avanzado, 17 de octubre de 1889, p. 3).
Palancana: palangana.
Paleta: tablilla plana de madera del juego de la chirumba.
Palmo: juego de mozos, en el que se arrojaba una tablilla de un palmo de longitud. Se tiraba
una moneda cerca de la tablilla.
Pan de farinato: durante las matanzas, la producción familiar de farinatos se contabiliza por
panes. Un pan viene a pesar 1 kg, y un “pan de farinatos” es la cantidad de éstos que puede
embutirse con dicha cantidad de pan. Normalmente salen de 8 a 12 farinatos por cada pan.
El farinato solía ser consumido por la familia y criado; para los jornaleros, era más
frecuente el consumo de chorizos delgados y de mucho sebo o tripas; de ahí las protestas
antiguas, que recoge el refranero: “bofes en casa, bofes en la arada, ¡cuerpo de tal, con tanta
bofada” (Núñez, 2001). Alguna labradora, sin embargo, era generosa, y preparaba uno o
dos panes de farinato para la escarda y la siega. Esto se cuenta, por ejemplo, de la señora
Ángela Andrés Villanueva.
Una receta antigua de farinato explica sus secretos: “tómase una porción de panes cocidos
según permitan las facultades de cada uno, desazónanse aquellos a pedazos en un barreño
morcillero, y se cubren de agua la precisa, para poderse empapar bien, hasta que no se
encuentre en ellos dureza alguna; en este estado se pasa a deshacerles entre las manos, de
modo que vengan a quedar como harina, aunque húmeda, por el agua que ha embebido la
dicha porción: échasele enseguida sal, pimiento colorado, cominos molidos, azafrán, astilla
de clavo, cebolla picada, y demás especias que se acostumbran para las morcillas, lo que ha
de ser en aquella cantidad que pueda dexarlo bien sazonado, según el gusto de las
mondongueras, las que están tan diestras que en nada se les nota exceso, sino en la sal y
pimiento, de que cargan un poquito más la mano para su conservación. // Executado lo
dicho, y puesta así en sazón la masa, se le echa porción de gorduras picadas…” (Semanario
erudito y curioso de Salamanca, 11 de septiembre de 1798, p. 6). En otras recetas se ha
recordado echarle a la masa canela, miel y anises.
Panostro: margarita blanca; se trataba de un a modo de gamarzones, que se extendían por las
tierras. Era buena comida para los conejos. Parece tratarse de Anacyclus clavatus, muy
frecuente en los cultivos armuñeses, aunque no está claro si el término se refería
simplemente a la gamarza cuando estaba recién salida y por lo tanto tierna y blanca.
Parchá: “dar una parchá” es regalar algo insignificante o sin valor; o engañar a alguien en un
trato.
Pardal: gorrión (Passer domesticus). Los rapaces armaban trampas con horcas en las eras,
disimuladas a ras de los granos de los muelos. Se comían. La cultura calzuda era bastante
enemiga de los pardales y de los tordos, a los que acusaba de comer el grano y mermar las
cosechas, especialmente en las eras y los sembrados. Como resultado indirecto, tampoco
los árboles eran queridos, pues se decía que daban abrigo y alojamiento a los pájaros. Esta
noción era probablemente general en las zonas cerealísticas de la meseta. Madoz,
describiendo la zona oriental de la provincia de León, expone una situación similar: “tienen
alguna aversion al arbolado, bien provenida de las dificultades que ofrece su procreación en
aquel pais, bien por ser abrigo de gorriones y otras aves que talan los sembrados, segun
ellos, bien dimanadas de rancias preocupaciones [=supersticiones] incompatibles con los
adelantos de la época y los beneficios que ofrece en sí la vegetación”. De la afición de los
niños a coger pájaros nace la maldición “pájaro seas y en manos de niños te veas”. Por el
lado lírico, sin embargo, una canción de arada recogida en Izcala decía: “arboleda en tu
pecho quisiera plantar / porque a las arboledas los pájaros van” (Ledesma, 1907).
Calzada no era pueblo de avifauna rica, y de ello se resiente el vocabulario heredado. Más
detallada era la cultura popular ornítica en pueblos de río, como Valverdón, o cercanos a
prados y montes, como Valdelosa. No consta si en Calzada se usaban algunos nombres
locales, que sí parecen haber pervivido en poblaciones cercanas. Así en Valverdón se
recuerdan pimienta y mosquera (Frayle Delgado, 2009), probablemente asignables al petirrojo
y el mosquitero, respectivamente. Unos versos de circunstancia, firmados “El Lazarillo de
Tormes” evocan una más frondosa diversidad de denominaciones: “¡pobres mosqueras y
cucos, / mochuelos y abejarucos, / cagarropes y aguanieves!” (Béjar Nuevo. Periódico
republicano. 26 de diciembre de 1910, p. 1). En esta pequeña relación, condicionada por la
rima, cagarrope parece aludir a un colirrojo, o tal vez a la tarabilla común. Era bien conocida
en Salamanca la denominación colorín para el jilguero y gorriato para el pardal o gorrión.
Pardos: apodo colectivo de los de Forfoleda. Inicialmente debía de significar algo así como
‘rústicos, aldeanos’. Era nombre que los de ciudad daban a los pueblerinos, por su
indumentaria parduzca. Análogamente, a los de la región portuguesa de Beira les llaman
ratinhos probablemente porque iban vestidos de capa o anguarina de burel (lana basta sin
teñir, de color de ratón) (Piel, 1958). La oposición entre rústicos y urbanos se simboliza
mediante oposiciones cromáticas: mientras que el campesino es pardo, el de la capital es
blanco -“Salamanca la blanca, / ¿quién te mantiene?”-. En el contraste entre la anguarina,
parda, propia de los labriegos, y la capa, negra, de caballeros, se cifra una tajante divisoria
social –“labrador de capa negra, poco medra” frente a “labrador de capa parda, ése me
agrada”-.
Habitualmente se da la explicación jocosa de que el burro de la mielga, que subieron al
campanario, era pardo. A los de Zalamea la Real (Huelva) les llaman también pardos. A los
de Badamalos (Sabugal, Portugal), se les conoce por pardinhos, mientras que en Castanedo
(Ribamontán, Cantabria) son parducos.
Pareja: yunta de bueyes, vacas, mulas, burros o caballos de labor.
Parlar: hablar de forma abusiva o charlatana.
Partija: aplicado a las tierras de labor, tierra partija designa un terreno procedente de la
división en dos o más partes de una heredad dividida por razón de herencia o venta.
Parro: ánade (Anas spp.); es el nombre de los patos silvestres. Es voz imitativa: “la voz del
ganso llaman graznido, y la de los patos, parpar, y por eso en muchas partes llaman a estas
aves parros” (Alonso Martínez de Espinar, Arte de Ballestería y Montería, 1644).
Antigüamente debió de ser común también la invernada de ánsares (Anser fabalis y A. anser),
aprovechando sembrados y rastrojos. En Zamora, eran denominados patas. Joseíto de
Rollán lo versifica así a finales del siglo XIX: “porque el primero de marzo / viene el Angel
de la Guarda / con la bandera en la mano / por orden de nuestro Dios / a los patos
conjurando / y haciéndolos ir al Norte / sacándolos del sembrado / que mientras duró el
invierno / le habían servido de pasto. // Apenas llega este día / los vemos ir ya marchando
/ siempre haciendo uno la guía / formando el ala de pato / que de aquesto nos previene /
este tan notorio adagio / que vulgarmente decimos / al ala de patos” (Benito, 1985).
Pata: pierna humana, en locuciones como “pata quebrada”. Es común al castellano vulgar.
Peal: se llamaba medias o calcetines de peal a un tipo antiguo de prenda que dejaba libre el
talón y los dedos; estaban hechos en lana gruesa.
Peca(d)os, echar: blasfemar. “Se les atolló el carro ahí a los Aguanales y se puson a echar
pecaos hasta que lo sacaron”.
Peine de lobo: ver escardencha.
Pega: urraca (Pica pica). Sin relación etimológica con esta voz circuló la que da nombre a la
antigua costumbre de las pegas, que practicaban en Salamanca los rapaces antes de
carnaval: consistía en pegar solapadamente un papelito, a veces con contenidos
malintencionados, a la espalda de los caminantes (véase, entre otros artículos de prensa al
respecto, El Adelanto, 18 de febrero de 1908, pp. 1-2).
Pellejo: odre de piel curtida y tratada con pez, en forma de saco o costal, que servía para el
transporte de vino o aceite; también se usaba la voz colambre. El consumo era elevado en las
familias labradoras, dada la necesidad de cubrir el verano, con las cuadrillas de segadores y
los criados. A Calzada llegaba vino de la vecina comarca zamorana de la Tierra del Vino; en
particular, se recuerda el que venía, en colambres, de La Aldea (San Miguel de la Ribera).
Algunos vecinos pudientes, sin embargo, tenían más de una viña, e incluso bodega en casa,
y no solían necesitar la compra de vino ajeno. Para la producción casera se machaba la uva,
tarea a la que eran invitados niños. El vino calzudo a veces tenía un gusto afrutado, incluso
dulce; la cocción se cortaba prematuramente.
Pendejo: (mujer) de mala reputación por sus costumbres livianas.
Peara, Piara: rebaño de ovejas. Es común esta acepción desde la Edad Media: “La kordera
mansa, mama a su madre i a toda la piara” (Correas, 1627). No se llama piara al rebaño de
cerdos: éste recibe el nombre de porcá. Los pastores para las piaras de ovejas se solían
ajustar por San Pedro. En Calzada había 1192 reses de ganado lanar y 277 de cabrío a
mediados del s. XVIII. En 1919, esta cifra había disminuido mucho, al perderse el arriendo
de Huelmos y Santibáñez: sólo 74 ovejas y ninguna cabra. Ya en 1950, se registra un nuevo
incremento: 140 ovejas y 70 cabras (Cabo Alonso, 1955). Éstas se recogían al atardecer en
el corral de concejo, y las mujeres mayores iban con una cacerolilla a ordeñar las cabras y a
traerlas, a veces arrastradas de los cuernos, hasta las casas. Las ovejas del pueblo, en
cambio, pernoctaban en el corral de concejo. En cambio, las ovejas forasteras, del
espigadero, dormían en rediles dispersos por el término.
Pericacho: término de valor impreciso (en el castellano del área vasca se usa con el valor de
‘cuévano, canasto’). En Salamanca, pericacha ‘mujer liviana, de conducta escandalosa’ parece
usarse localmente (Brincones, Macotera).
Perro de presa: raza de gran tamaño y anchas fauces que solía haber en las dehesas. Eran
capaces de intimidar a los toros agarrándolos por el hocico o por las piernas. En Villanueva
eran conocidos. No se sabe si tales perros eran alanos o de una raza similar. Una noticia
cuenta cómo un perro de este tipo salvó a su amo en Villanueva, que estaba guarecido
entre carrascas y espinos aguantando los derrotes de un toro bravo; el perro, que por cierto
se llamaba Sagasta, no consiguió agarrar al toro por el hocico, pero lo espantó (La Voz de
Ledesma, 8 de abril de 1899; El Adelanto, 3 de abril de 1899).
Pesca: como en Salamanca, se llama pesca al género marino vendido en la pescadería: “¿Deánde vienes, maja? –De comprar un cacho pesca”. Sólo a partir de la construcción del
ferrocarril se empieza a consumir pescado fresco de mar. Antes, los arrieros traían bacalao
y quizás pulpo. En Calzada se comía a veces pescado para cenar, acompañando el plato
principal, que solía ser de lentejas. Un señor de Salamanca, el tío Pío, que era manco, venía
vendiendo sardinas. En las familias numerosas de entonces tocaban a una sardina cada dos.
Se cortaban a la mitad, y para evitar ventajas, se turnaban cabeza y cola de vez en vez. A
Calzada venía un señor de Topas, en un carro de mulas, dos veces por semana. Le
apodaban “El Escopeta”. Conseguía el pescado, sobre todo sardinas, en el apeadero de
Huelmos-Cardeñosa, donde hacía parada el tren que venía del Norte. También vendía
pescado, en pequeña cantidad, una señora de Calzada (Avelina, de la c/ Santa Elena): solía
llevarlos en una cesta de 4 o 5 kg, y normalmente se trataba de chicharros. Más tarde, un
señor que venía de Salamanca en bicicleta, llamado Pedro, llegaba dos veces por semana
con pescado. Se le podían hacer encargos.
Petacón: patacón, moneda de plata o cobre antigua, bastante grande. A veces se aplicaba el
vocablo a una moneda de apariencia falsa o que estuviera fuera de circulación.
Petardo: en sentido figurado, se aplica a la persona o animal vago e inservible. Es un matiz
semántico no registrado en los diccionarios académicos.
Petrera: en la expresión “formarse buena petrera” aludía a una riña acalorada, con ruido,
voces y hasta palos, piedras o navajas. Es vocablo anticuado en español estándar.
Pez de paja: montón alargado de paja que se forma tras la limpia o aventado de las mieses.
En El Cubo, se recoge la forma peje referida al muelo de grano y medero es, en cambio, el
montón de paja (Álvarez Tejedor, 1989).
Picatostes: dulce de respostería a modo de torrijas.
Picón: extremidad de una tierra o de una loma que sobresale con ángulo agudo. Es frecuente
en la toponimia del s. XVIII en Calzada: El Picón del Valle, El Picón de la Pizarra, El Picón del
Monte. Con un valor similar aparece en pueblos vecinos el término toponímico Rostro ‘pico’
o Cuento ‘pico; punta de un valle’. Cortés Vázquez recoge en Berrocal de Huebra la
locución pesebre del cuento referida al pesebre situado en el extremo de un comedero.
Pienso: véase cebo.
Pigorro: se emplea con la acepción de ‘gorrón, parásito’. Antes parece que también
significaba ‘pinche, recadero, el que lleva el agua a los segadores o a los que trabajan en la
era, el que trae los bueyes para revezar al lugar de la arada’, labor comúnmente
encomendada a los niños. Pigorro ‘pinche’ se registra en El Cubo del Vino (ALCL).
Pijaque: persona insignificante, pequeña, poco representativa.
Pinchurris: alguien de poco cuerpo y enjundia, que se da sin embargo importancia.
Pingar: caer frutas de un árbol o granos de las espigas. Se dice asimismo de un borde de
vestido que cuelga o sobresale por un lado. También se aplica a la ropa tendida cuando no
está escurrida. Un acertijo de Palacios del Arzobispo (Pal., 2001) dice: “estaba ronquín que
roncaba, encima pinguín que pingaba, fue ronquín que roncaba y comió a pinguín que
pingaba” (el cerdo y la bellota). También, en el calendario popular recogido en Calzada: “Si
cuando se dan los haces / pinga el trigo en los sombreros, / vive con la confianza / de que
son grandes los muelos”.
Pingo: “ir de pingo” es ir de juerga o de jolgorio. De una persona se dice que es un pingo
cuando es afeminada, o poco de fiar, o va mal vestida.
Pinta: trago de vino, bebido de una jarra de barro (más tarde, de latón). Dámaso Ledesma
(1907) recoge el cantarcillo: “lo que se usa en Valcuevo, se usa en Zorita, y en llegando a la
puerta, venga una pinta”. Parece una canción pedigüeña, de temporeros que al llegar a casa
de amos reclamaran, después de la dura jornada, un pequeño refrigerio; pero en realidad es
canción de arada, recogida en la dehesa de Santa Marina, junto a Ledesma. ‘Beber una
pinta’ es echar un trago. A veces se entonaba una canción mientras se iba bebiendo. El
mismo recopilador anota en Izcala la siguiente, titulada “La Galuchona”: “la verde
retamilla, / la verde retamá, / bebe, Gonzalito, / que de balde te lo dan”.
Pintear: caer las primeras gotas de lluvia sueltas que dan inicio a un chubasco o una
precipitación más prolongada. Se aplica a las primeras gotas, pesadas y dispersas, que
preceden a las tormentas de verano.
Pirriaque: vino de poca calidad. Es voz muy extendida en toda España. Aplicado a una
persona, equivale a ‘raquítico, enclenque’.
Pispajo: persona ligera, diminuta o ágil, que va correteando. Es voz de uso difundido por
todo el castellano, aunque muy poco frecuente.
Piorno: se trata de un matorral espinoso, que crece en el monte de Valdelosa. Podría tratarse
de Erinacea anthyllis o de otras especies del género Genista, preferiblemente G. hystrix.
Pobrito: frecuentemente usado por pobrecito.
Poíno: diminutivo de poyo, asiento de piedra a la puerta de las casas donde se forma de noche
un corrillo de tertulia. Es más conocida la forma poyo y poyete.
Polvonera; polvorera: remolino o pequeño tornado, que arrastra polvo, hierbas y tamo. Suele
producirse en verano. Se decía en Calzada que eran presagio de tormenta. Como fórmula
de protección y rogativa de alejamiento, la gente hacía cruces con los dedos de las dos
manos (ATS, El tiempo, p. 95).
Pompa: copa de un árbol.
Pontones: piedras pasaderas de arroyo. Es topónimo bien conocido de Calzada. Es acepción
ya usada por Correas (1627), quien, comentando la locución “a pie enxuto” explica: “pasar
arroio por seko o por pontones, por hazer algo de gananzia en salvo i sin salir de su kasa”.
También cita el refrán: “Puse el kabrón en el pontón; kaióse el pontón i mató al kabrón”.
Porcá: piara de cerdos de los vecinos, reunida y pastoreada comunalmente. Correas (1627)
utiliza esta voz como respuesta a un refrán-adivinanza: “¿Ké espexo hará la fuente do la
bezera [=rebaño comunal] se mete? Es la porkada”. Se llevaban a las tierras previamente a
su siembra en octubre. Al encargado de guiar y guardar los cerdos se le llamaba porquero. En
las dehesas y encinares próximos al pueblo había “varas de cerdos” de montanera. Cuando
acababa la montanera, hacia el día de Santa Lucía (13 de diciembre), iban algunos calzudos
a comprar un marrano a sitios como Aldearrodrigo, y lo cebaban con vistas a la matanza.
En 1920 se arrendaba la bellotera del cuarto bajo de Izcala, suficiente para doscientos
camperos (cerdos de montanera) de un año. La duración de la temporada era de cuatro a
cinco semanas (El Adelanto, 17 de noviembre de 1920, p. 3). A mediados del s. XVIII
(CME) había en Calzada 277 cerdos; esta cifra se redujo mucho posteriormente: en 1919,
102 animales y, en 1950, 140. Después vino la intensificación, y el pueblo soportó la
degradación de sus aires y sus regatos con los ceboneros. No sólo el de la carretera:
también en el casco del pueblo se hacinaba ganado porcino en pequeñas naves
improvisadas.
Porretudo: de tallo grueso, rechoncho, sin espigar. Véase la cancioncilla, recogida en Calzada:
“el trigo le dijo al centeno...”. Correas (1627) recoge la locución “estar en porreta”, aplicada
a los panes, es decir, las mieses, cuando aún no han echado la espiga. En otro punto anota:
“estar las mieses en porreta antes de espigar”. Aporrillarse era ‘ponerse gruesa una
articulación por artritis’.
Portera: portillón de una finca cercada. Actualmente las porteras son una armazón de palos y
alambres.
Potajero: metomentodo, desobediente, fisgón.
Potra: aparte de su sentido estándar, ‘yegua joven que no ha mudado los dientes mamones’,
se aplica al tocino adobado de cerdo próximo a la panza o al escroto.
Potro: artilugio de madera e hierro, compuesto de cuatro o seis maderos gruesos unidos
entre sí, destinado a inmovilizar los bueyes de labor y permitir herrarlos o administrarles
una cura (por ejemplo, quitarles los cocos) sin correr peligro de patadas o cornadas. En
Calzada había un potro en el interior del Corral de Concejo.
Pregones: los tres domingos o festivos previos a la celebración de una boda, el cura párroco
hace sendas amonestaciones o anuncios públicos para que los feligreses puedan denunciar
los impedimentos de los futuros contrayentes.
Preso: se decía del arado cuando el ángulo formado por cama y dental era cerrado o agudo.
En caso contrario (ángulo abierto), se decía que el arado estaba llano. El ángulo entre cama
y dental influía en la penetración de la reja en el suelo y por lo tanto en la profundidad de la
labor. Para regular el ángulo se utilizaban cuñas, en la zona de las vilortas, en el cavijal. Para
medir a ojo el ángulo, los labradores colocaban el arado erguido sobre el suelo y ponían la
rodilla en contacto con el extremo de la cama del arado. Si quedaba la punta de la cama
muy por encima de la rodilla, el arado estaba llano; si no, estaba preso. Véase la descripción
de Antonio Gordillo en la página web. El tipo de arado que se usaba en Calzada es el
denominado por Caro Baroja (1969) arado-cama.
Puchero: (1) Olla relativamente grande, de barro vidriado, que se usaba para el cocido de
mediodía. (2) El propio cocido, hecho con garbanzos, con o sin verdura, con tocino,
chorizo y caldo, y, a veces, con tortilla o relleno de pan y huevo.
Puestizo: postizo, falso. La señora Martina contaba que dos labradoras ricas de Calzada
fueron a la ermita del Viso en Monterrubio, a finales del s. XIX o principios del XX. Iban
engalanadas y vistosas, pero aun así, los señoritos y misinguinas de la ciudad que concurrían
a la ermita se rieron de ellas disimuladamente, tildándolas de paletas. Sin embargo, cuando
hicieron en voz alta la oración y ofrenda a la Virgen sorprendieron a los presentes con su
aplomo y buen decir. Al recibir entonces lisonjas, una de ellas respondió altiva: “Los del
don puestizo / ¿los demás no valen nada?: / todos somos hijos de Adán, / con la sangre
colorada”. El uso del título “Don” estaba reservado a las autoridades eclesiásticas y a los
señores de la ciudad. Un labrador, aunque fuera rico, no llevaba este título. La romería de
Nª Sra del Viso se hace el 15 de agosto.
Pujos: restallidos como de pedorreta que da la zambomba. Es voz onomatopéyica. Una
canción de Reyes en la zona de Peñaranda de Bracamonte: “pujo, pujo, pujo, / Señora
María, / deme usted el guinaldo / que es usted mi tía” (Andújar Espino, 1966). En
Peñaparda se recoge el refrán: “Cuandu no tieni pujus, tieni currencias”, aplicado a alguien
que, cuando no tiene un achaque o una queja, tiene otra. Dado que currencia es ‘cagalera’
(Unamuno recogía correncia en la provincia, y lo definía –con dudas- como ‘diarrea’), aquí
pujos significará literalmente ‘eructos o ventosidades’. Correas (1627) incluye esta frase
hecha, a modo de maldición jocosa: “Dios os dé solluzo, i kámaras [=intestinos] kon puxo,
i gana de kagar, muchas aguxetas i lexos el korral”.
Pupo: abubilla (Upupa epops). Así como el cuco es de campo abierto, y se oye cuando se anda
“a las tierras”, el pupo es de afueras de pueblo, y merodea cerca de las eras. Esta dualidad
está presente en el cancionero popular: “canta el cuco en Malpartida, en Mancera la
abubilla” (Blanco García, 1998). El nombre es claramente imitativo en ambos casos de su
canto. En algunos casos, y al ir olvidándose el nombre vernáculo, se ha producido
confusión entre pupos y cucos. Ambos términos son ofensivos: “de Tabera los bufones, /
los pupos, tontos y locos” (Bejarano, 1953). En la Huebra se decía: “de padres pupos, hijos
abubillos” (Cortés Vázquez, 1957).
Quebrantahuesos: alimoche (Neophron percnopterus). Sobrevuela a veces la zona y se le ha visto
bajar, con otros buitres, a comer alguna oveja muerta. Es nombre vernáculo, que no debe
llamar a equívocos por confusión con Gypaetus barbatus, totalmente ausente de la zona.
Quebrarse: herniarse. Era frecuente oír: “Fulano ha quebrado”. Quebradura: hernia. En un
anuncio fechado en 1908, todavía El Lábaro especifica un remedio para “herniados
(quebrados)” (El Lábaro, 24 de enero de 1908, p. 2).
Quintada: promoción de quintos.
Quintal: se usaba como medida de cantidad (peso) para la cebada en verde (herrén), el
corcho, los minerales, la miel y otros productos. Equivalía a 46 kg, es decir, cuatro arrobas,
o cien libras. Correas (1627): “¿A kómo vale el kintal del hierro? Dadme una aguxa”;
“Arrovas no son kintales, ni las kosas son iguales”.
Quiñones: tierras de labor pertenecientes al concejo de Calzada, que son cedidas por turnos a
los agricultores avecindados en el pueblo, cuando llevan ya muchos años de labranza; el
derecho de uso de estas tierras se prolongaba hasta su muerte, en usufructo vitalicio no
hereditario. El término quiñones también se conocía y usaba en referencia a tierras comunes
en Palencia de Negrilla y otros pueblos armuñeses. Casi sinónima a quiñones es la voz suertes
‘trozos de tierra repartidos entre algunos o todos los vecinos, procedentes de una heredad
mayor comprada en común’ que ha perdurado en la toponimia de Calzada (Las Tierras
Suertes).
Ya existían quiñones a mediados del s. XVIII. En el Catastro de Ensenada se identifican
unas “Posesiones del común de los vecinos o quiñones”, explicando lo siguiente:
“Propiedades llamadas de quiñones, rezividas por el conzexo de este lugar de Calzada y sus
vezinos a ley de foro perpetuo, el que perteneze al Exmo Sr Duque de Montellano, Colegio
de S. Pelayo de Salamanca, D. Francisco Valenzia y el Conbento de Santa Ysabel de ella”.
El Concejo y sus vecinos pagaban a los “expresados en caveza” un foro perpetuo que
anualmente ascendía a 427 fanegas de trigo y 200 de cebada. Estimando a 14 reales la
fanega de trigo y a 8 la de cebada, salen 7,578 reales de vellón anuales. Había en total unas
1100 huebras o fanegas de quiñones. A mediados del s. XX quedaban sólo unas 190
hectáreas de quiñón, que disfrutaban los 250 vecinos más antiguos, sin contar entre ellos a
los funcionarios del Estado. Al morir un vecino disfrutaba su parte de quiñón la viuda,
pero no los húerfanos (Cabo Alonso, 1955). Los adjudicatarios pagaban en 1952 todavía un
censo perpetuo, como en el s. XVIII. Para redimirlo, se solicitaba la cantidad global de
200.000 pta, que fue juzgada excesiva por los vecinos, de modo que no se cerró el trato.
Han de diferenciarse estos quiñones de los prados del concejo y de las tierras de labor de
propios (muy escasas), cuyos frutos eran percibidos íntegramente por el concejo. Calzada
tenía quiñones en Valdunciel. Sin embargo, Calzada ha sido el pueblo de la comarca con
mayor extensión de tierras de labor comunales (incluyendo las de propios). Cabo Alonso
(1955) recoge en una tabla comparativa el número de hectáreas de labrantío comunal en los
pueblos armuñeses a mediados del XVIII, basándose en el CME. Calzada encabeza la lista,
con 580 ha . Le siguen Parada de Rubiales (341 ha ), Tardáguila (240 ha ), Pitiegua (196 ha),
El Pedroso (159 ha ) y Topas (134 ha ), amén de otros pueblos ya con menores
extensiones. A finales del s. XIX todos los quiñones de estos pueblos habían ido pasando a
ser propiedad hereditaria con dos excepciones: Calzada y Tardáguila (Cabo Alonso, 1955).
Este proceso se había acompañado en general de un fraccionamiento de las tierras
comunes para asegurar que todos los vecinos tuvieran su trozo separado cuando, pasado el
tiempo, el vecindario de los pueblos fue creciendo. Cabo Alonso cuenta cómo en 1882 los
47 quiñones de Palencia de Negrilla fueron divididos en 141 porciones. No así en Calzada,
donde el fraccionamiento se limitó, de manera que sólo algunos de los vecinos, los más
viejos, iban accediendo al usufructo de los quiñones.
Quitameriendas: flor de color lila (Merendera pyrenaica o M. montana), emparentada con el
cólchico, que crece en las eras y los prados al final del tiempo de las faenas de verano,
anunciando la llegada del otoño. El acortamiento de los días que coincidía con el declinar
de las faenas en la era, daba lugar a un gradual adelanto de la hora de la cena (ya en casa),
con lo que la merienda, que pagaba el amo, quedaba suprimida por innecesaria. La
merienda era siempre una comida en el campo, no en casa. Bauhino (1651) ya menciona el
nombre de quitameriendas, al que identifica con el cólchico vulgar. Señala como término
sinónimo en Salamanca villorita. Correas (1627) comenta así el nombre gallego de esta
planta, tolemerendas: “el gallego llama ansí las flores ke nazen en las eras, i kon las aguas
nuevas, por setienbre, porke entonzes se kitan las meriendas ke se davan antes a los
gañanes en los días grandes [=largos]; i haze frase de: ser tienpo de mudar kostunbres i
kosas”. En cambio, en mayo todos meriendan: “quem en mayo no merenda, cós mortos se
encomenda” (Núñez, 2001).
Rabadán: (ant.) ayudante del pastor de ovejas. Esta acepción de ‘aprendiz’ parece
manifestarse en el refrán recogido por Correas (1627): “Hasta San Xuan, todo vino es
rrabadán”. En el Catastro de Ensenada, aparece el término aún en uso. Juan Riesco mayor
declara tener a su servicio a “Miguel Entizne, mi pastor; Ambrosio Romero, su rabadán”,
para la guarda de su rebaño de ovejas Manuel Villanueva también tenía a Alonso
Dominguez (23 años) y Juan Sahez (17): “se ocupan en guardar mis ganados”; uno es
pastor y el otro rabadán. Un refrán recogido en la provincia por Morán (1954) documenta
este uso: “tras del pastor, el rabadán, y tras del cura, el sacristán”. Es voz de origen arábigo
y muy antigua tradición en León: en un documento foral de 1064, referido a la comarca de
Valdesaz de los Oteros, se menciona a “iugueros et molineros, ortolanos et rabadanos”
(Rodríguez, 1981).
Rabo: trozo de tierra que queda sin segar o sin arar en una jornada. No era deseable que los
segadores dejasen rabo, porque eso suponía la necesidad de regresar al día siguiente. Por
ello, las jornadas se estiraban hasta terminar con cada tierra. Las campanas se tocaban al
anochecer (a la oración) para avisar del fin de la jornada, de acuerdo con el refrán antiguo
“sol puesto, obrero suelto” (Núñez, 2001); durante la república, los temporeros
interrumpían la labor inmediatamente, lo que producía resentimiento en los labradores, que
tenían que quedarse solos a acabar.
Rachada: dícese de una viga hendida o rajada longitudinalmente. De un fandango en El
Payo: “toca las castañuelas, / que se hagan rachas, / que ahora viene la feria / y valen
baratas” (Cid Cebrián, 1985).
Rachizar: hacer rachizos. Se abría un tronco con destral o mocheta, y a veces se hacía uso de
cuñas de hierro.
Rachizo: trozo de leño grueso, cortado según la hebra, tal que una o dos secciones
longitudinales quedan expuestas. Unos vecinos de Campocerrado son en 1901 denunciados
por haber talado una encina del monte; el árbol apareció en sus respectivas casas
“convertido en rachizos” (El Lábaro, 18 de junio de 1901, p. 1). El corte de la leña en
rachizos se hacía en casa, en previsión del invierno. La ventaja sobre el corte transversal que
hacía la sierra en el monte, es que en las superficies astilladas y abiertas de las secciones
longitudinales agarra mejor el fuego.
Rancallo: toro recién capado para su transformación en buey cuya castración no ha sido
completa. En otros puntos de la provincia se oía también rencallo, voz aplicable a otros
ganados. La curandera de Robliza de Cojos notificaba en 1895 el extravío de “un burro
pardo con raya negra en los brazuelos, rencallo, cola larga, de cinco cuartas y cerrado” (La
Información, 29 de julio de 1895, p. 3).
Ratonera, nieve: la nieve fina que en los temporales, con el fuerte aire, se cuela por las rendijas
de las tejas, las luceras, las chimeneas, las gateras de la puerta y demás huecos. La nieve a
veces cuajaba y permanecía en los campos durante días e incluso semanas, formando a
modo de lienzos tendidos bajo árboles o en zonas umbrías. Se decía que era “nieve que
espera a nieve”, pues se consideraba que el clima reservaba nuevas nevadas.
Raya: límite de un término municipal o de una dehesa. “A la raya del monte / de Palomares
/ hay un gañán arando / con cuatro pares” (Ledesma, 1907). “Por la raya los Montalvos /
ya no se puede pasar, / porque hay perros que muerden / y hombres que saben matar”
(Ledesma, 1907). Es voz ya usada por Correas (1627): “de la rraia de Portugal en tierra de
Ziudad Rrodrigo, en el Abadengo”.
Rebojo: trozo de pan duro que, ablandado en agua, se echaba a las gallinas, los perros o los
cerdos. Los hurdanos regresaban a sus alquerías con un saco de mendrugos al dorso,
producto de su actividad mendicante anual. Joseíto de Rollán, el poeta popular, lo
versificaba así: “cuando regresan a casa, / de rebojos lleno el saco, / la voz se corre en el
pueblo, / de ‘panaderos han llegado’” (El Lábaro, 10 de enero de 1900, p. 2).
Rechisol: sol de plano.
Regato: arroyo.
Redundir, Rehundir: dar de sí, cundir, redundar. Unamuno, en su Recopilación (Llorente, 1998),
aduce este ejemplo: “redunde mucho esta chica haciendo media”. Es voz que penetra en la
literatura periodística: de una medida se dice que ha de “redundir en beneficio de nuestros
labradores” (La Liga de Contribuyentes de Salamanca, 4 de julio de 1886, p. 3).
Relleno: masa de pan, perejil, ajo y huevo que se comía frecuentemente antes. Se deja que
asiente el pan dos o tres días, se separa el molledo y se hace con él una masa. Se machaca en
mortero el ajo y el perejil, se baten los huevos (antes, dada la escasez, a menudo era un solo
huevo para toda la familia), y se hace una pasta no muy dura con la masa de pan. La masa
resultante, ligeramente rebozada con harina y huevo, se va friendo en una sartén con aceite
gradualmente, echándola a cucharadas soperas. Una vez frita toda la masa se añade al
cocido o la sopa para que cueza conjuntamente, quede blando y se impregne de sabor. El
relleno se come con la carne, chorizo o tocino del cocido, separadamente del plato de
garbanzos. Como era común que el cocido sólo llevara tocino de acompañamiento, se
apartaba el relleno y se comía con tocino. Era plato habitual de las comidas. Cabo Alonso
(1955) señala que “la alimentación armuñesa hasta el siglo XIX era a base de sopa de pan,
impuesta por la exclusiva producción cerealística de la comarca, acompañada de tocino,
farinato, y, en el mejor de los casos, del bacalao aportado por los arrieros”. Esta sopa de
pan, evolucionada, debió de dar lugar a recetas como la del relleno.
En Calzada se hace también un relleno a base de patata, cuya receta es la siguiente: se pela
una patata, se hierve conjuntamente con el cocido para que coja sabor; una vez cocida, se
saca la patata y se esmiaja con un tenedor; se echan tacos pequeños de jamón y se añade ajo
picado y perejil. Si queda seca, se le echa algo de caldo del cocido. Luego, se escarcha un
huevo, se añade y mezcla con la masa, se reboza con harina, y se fríe en una sartén. Se
consume directamente después de freír.
Remanar: estar un terreno húmedo, con surgencias de agua.
Rengao, -a: derrengado, hundido, agotado.
Rescaño: corteza del pan. Coger un rescaño equivale a empezar la hogaza, separando de ella
un cantero o cantón. Idéntico sentido en Fuentelapeña (Zamora). De una tonada de acribar
el muelo recogida en Tardáguila: “señor cura, señor cura, / cómo huele a pan reciente, / si
me diera usted un rescaño, / yo lo echaba en aguardiente” (Carril Ramos, 1992).
Respectivo, al: en comparación.
Respingar: saltar o correr un cuadrúpedo. Es lo que hacían los burros cuando les picaba la
mosca o cuando barruntaban lluvia o nublado.
Respingo (dar un): ir de fiesta un rato. Volver en un respingo equivale a tardar muy poco. Respingo
es el movimiento brusco, con sacudidas y saltos, de caballos, mulas y asnos.
Retrateros: fotógrafos ambulantes, que llegaban al pueblo en días de fiesta, con una gran
cámara sobre armazón, y hacían fotos de cuerpo entero sobre un fondo, de la vía pública,
que amueblaban con un pequeño decorado improvisado. En una boda, ya contemporánea,
se dice que un vecino, que seguía instalado en aquellas memorias, se levantó para beber a la
salud del fotógrafo, al que llamaba «el tío retratero».
Revenirse: quedar mermado el fruto o el grano durante la maduración. Cuando un fruto no
se gozaba, no alcanzaba su pleno desarrollo, o se encogía, perdiendo tamaño y peso, se decía
que se había revenido.
Revezar: sustituir dos bueyes ya fatigados de trabajar por una pareja que venía descansada.
Se hacía con frecuencia en las aradas. En una retahíla geográfica (Llorente, 1998),
Unamuno recogió el siguiente pasaje: “los largos de Matamala, / que siete pares rebezan”,
referido sin duda a unas tierras de desmesurada extensión o longitud. Echar la reveza es
proceder al cambio de una pareja cansada, o de modo más impreciso, dar de mano en una
labor.
Revolver: experimentar el tiempo mudanza hacia lluvia o tormenta.
Ribalba: sólo se emplea esta voz en forma estereotipada dentro de la locución “acechar la
ribalba”. Se dice del gato cuando, a cierta distancia de su presa (ratón o pajarillo), la observa
y vigila para sorprenderla. Con las inseguridades habituales de la ornitonimía, se registra en
Salamanca el uso de ribalba para designar a cierto pájaro del género Oenanthe. Bernís (1995)
anota rebalba, arribalba y rabiblanca para la collalba gris (O. oenanthe), y rebalba aceitunera para la
collalba rubia (O. hipanica) en Salamanca. En cambio, Lamano (1915) registra rebalba
‘aguzanieves’, es decir, Motacilla sp.. Es poco verosímil que una frasecilla en la que
interviene un animal doméstico como el gato incluya a un ave campera y difícil de ver
como es la collalba rubia. La expresión deriva sin duda de un pájaro que es preciso
identificar. Manuel Fernández de Gatta y Galache recoge rivalva con el valor de Fringilla
montifringilla, es decir, pinzón real; ésta es ave que forma bandadas y tiene predilección por
bosques de montaña, por lo que no parece convincente la identificación (Noticiero
salmantino, 18 de abril de 1900). Otras fuentes identifican rebalba con la tarabilla. Cortés
Vázquez (1957) constata en la Huebra el uso de arribalba, que define como ‘pájaro pequeño,
blanco por la parte inferior y pardo por cima, que hace su nido en los agujeros de las
paredes’ –¿tal vez la collalba gris, que a veces anida en los muretes de piedra de las
cortinas?-. Esta definición sí es congruente con la locución “acechar la ribalba”. De hecho,
en la Huebra el mismo autor recoge también la voz arribalbo ‘persona tímida u hosca que
durante la conversación tiene la cabeza baja y mira para arriba’, definición que se ajusta
perfectamente a la actitud del pajarillo acosado por el gato.
El origen de ribalba debe de estar en *rabi alba ‘de cola blanca’. Una reducción similar se
observa en la zona de Medina del Campo, donde riblanco designa al ganado ovino con el
cuerpo negro y el rabo blanco (Sánchez López, 1966).
Rija: fístula ubicada debajo del lagrimal. Impropiamente, catarata.
Ripia: hojarasca y ramillas (solían ser de roble o de jara; en otros sitios, de escoba) que
forman asiento para las tejas sobre la armazón del techo.
Riqueros: vendedores ambulantes que traían golosinas el día de la fiesta.
Risión: hilaridad, risa general, befa y regocijo. Pertenece al castellano general, pero es voz
infrecuente.
Rodillo (ant.): prado pequeño entre tierras de labor; entrepanado. Es topónimo en Calzada.
En el Catastro de Ensenada de Aldeanuevita, una anotación que acompaña al Rodillo Postrero
aclara: “es un pradillo”.
Rogativas: la parroquia organizaba actos procesionales, de carácter religioso y penitencial, en
días críticos o en solemnidades; en las rogativas se impetraba de Dios y de los santos la
seguridad en las cosechas, la lluvia, la liberación de la peste u otras calamidades. También se
hacían celebraciones en acción de gracias o para bendecir los campos. A mediados del s.
XVIII, según el Catastro de Ensenada, el concejo de Calzada gastaba en limosna de las
“misas de buenos temporales, rogativas y otras misas votivas” unos 115 reales al año.
Rompido: terreno nuevo destinado al cultivo que se gana mediante roturación de prado o
monte. Solían ubicarse cerca de los pueblos o en el ejido a la salida de las eras. En Palacios
del Arzobispo, romper ‘roturar’ (ALCL). En Calzada pervive como topónimo: los Rompidos
de Aldeanueva. En contra de arar los prados, se decía en Sayago: “no ares nava, sayagués, que
lo que era nava, nava es”. Este consejo fue del todo desatendido durante la concentración
parcelaria de Calzada, que tristemente acabó con gran parte de los prados y rodillos del
pueblo. Éstos ocupaban en 1950 todavía el 4.6% de toda la superficie de Calzada (Cabo
Alonso, 1955).
Rugir: zumbar o resonar un instrumento; emitir un animal un ruido similar. Se usaba mucho
antes, con acepciones distintas a las prevalentes hoy, que se limitan al rugir de fieras, viento
y tormentas. Morán (1990) registra en la provincia el siguiente cantar: “pandereta, toca,
toca, / que te tengo de romper, / que a la puerta de mi novia / no has querido rugir bien”.
En Béjar, según Morán, se dice: “cuando la garza ruja, / algún vecino rebuja”, en referencia
a cierto córvido cuyo canto suele augurar defunciones.
Rumbón: lujoso, a lo grande. Se aplica frecuentemente a las bodas y convites: “padrino de
tanto rumbo, madrina de tanta honra, / ahora lo vamos a ver al respigo de la novia” (Cid
Cebrián, 1984). En La Vellés y cercanías circulaba una canción de arada (Ledesma, 1907):
“esquilones de plata, / bueyes rumbones, / éstas sí que son / señas de labradores”.
Saca: en tiempos de racionamiento, después de la guerra civil, se denominaba saca al
conjunto de tabaco asignado al pueblo. El estanquero transportaba esta remesa colectiva en
largos costales. “Se conoce que ayer vinon con la saca pa las callejas de Zamora”.
Saludador (ant): curandero ambulante, al que el concejo pagaba de forma colectiva, según el
Catastro de Ensenada. La cantidad anual era de 60 reales en 1747 y ascendió a 80 en los
años 1748 hasta 1751. Todavía en época reciente se recuerda a la tía Cazambra, que
ayudaba a las mujeres en los partos y que curaba algunas enfermedades.
San Antón: día de la bendición de animales en la iglesia. Cae el 17 de enero. Era uno de los
“días de cuarenta”. Marcaba el comienzo del declinar del invierno, como dice Correas
(1627): “la xente, deseosa de verse ia en [primavera] i de salir del penoso tienpo del
invierno, puso por señal a San Antón i a San Sebastián, fiestas mui señaladas después de la
mitad de enero, kuando ia krezen los días i el tienpo aklara”.
Santa Marina, aire de: viento procedente del oeste. Los labradores que aventaban en las eras
lo llamaban así por provenir del lugar llamado de Santa Marina (teso frente a la Alameda
Grande o tercera). Era muy favorable para la limpia del grano.
Santigallo: saltamontes.
Sarda: pececillo, probablemente Rutilus arcasii, que abundaba en las charcas de Calzada. Se
distinguían claramente de las tencas y de las carpas. En castellano antiguo, sardo significa
‘pecoso’ y de ahí habrá pasado el nombre a alguno de estos pececillos, cuya etimología no
parece converger con la de sardina. Correas (1627) recoge el refrán “Muxer sarda, puta o
ladra”. No es clara la especie a la que pertenecen las sardas, porque con el mismo nombre
se llama en Salamanca tanto el Rutilus lemmingii ‘pardilla’, el Rutilus arcasii ‘bermejuela’, o el
Rutilus alburnoides ‘calandino’; son más frecuentes los dos primeros. Velasco et al. (1997)
constatan la presencia de R. Arcasii en la Rivera de Cañedo a su paso por Huelmos y por La
Izcalina. Una técnica que se usó en Calzada para pescar sardas y otros peces de charca es la
de meter una pareja de bueyes en el agua. Al ir dando vueltas y remover el fondo, los
bueyes espantaban a los peces, que se salían a la superficie o a los bordes de la charca,
facilitando su captura. Una nota periodística de 1884 da idea de los peces que se pescaban
en el Tormes: sardas, bogas, gallegos y rascones; se pescaban ilegalmente con red (furtivos
denominados paraderos y cebaderos), especialmente en el tiempo de la freza, cuando los peces
depositaban la hueva (La Liga de Contribuyentes de Salamanca, 10 de junio de 1884, p. 3).
Saúco de lobo: planta de flores blancas en umbelas, que florecía entre julio y septiembre. Se
trata de Ammi majus L.
Segadores: las cuadrillas que venían a la siega eran de procedencia variada. La tradición más
antigua, pero bien recordada aún por los labradores viejos, es la de los segadores gallegos y
portugueses. Éstos venían a pie desde su tierra. También venían de las Arribes, de la Sierra,
de Sayago. Los serranos venían en mulos grandes, que dejaban sueltos por las tierras y eran
causa de preocupación entre los labradores. Los extremeños venían en tren hasta
Salamanca. De Mayalde venían grupos de mujeres a coger lenteja. Se hacía a mano, lo que
dañaba mucho la piel; algunos se ponían dediles. Más tarde se empezó a usar guantes. La
entrada de los segadores gallegos al comienzo de la cosecha es descrita así en 1909: “uno a
uno, en fila, con sus chaquetas de pana rayada, amplio sombrero de morena paja, calzando
el resonante zueco, ciñendo su cuerpo la faja colorada que sujeta por la espalda las hoces de
reluciente acero” (El Lábaro, 22 de junio de 1909, p. 2).
La salida al campo se hacía al dar los toques al alba, el ave maría; si era día de precepto, se
hacía una misa antes, todavía en horas nocturnas, la llamada “misa de alba”, a la que no
pocos de los segadores y labradores iban. De un labrador se cuenta que daba una moneda a
cada miembro de la cuadrilla que hiciera el esfuerzo añadido de ir a la misa. Algunos se
dormían en los bancos. Los portugueses eran muy devotos. Una mocita, que iba con el
burro a llevar la comida a las tierras, se llevó una vez un susto al ver de golpe –por la zona
de Valdoñegas- a una cuadrilla completa de rodillas entre los rastrojos. Y es que acababan
de dar las campanadas del ángelus y los segadores estaban rezando.
La vida de las cuadrillas era dura. Eran presididas por un mayoral, y a veces incluían niñas y
rapaces que venían para atar los haces, en calidad de atiñas. En 1891 informa la prensa
salmantina de que dos niños de León, de nueve y diez años, acompañantes de unos
segadores gallegos en las faneas de la siega, habían sido abandonados por éstos (El Fomento,
13 de julio de 1891, p. 1). Solían dormir en los pajares. Se quitaban el hambre con mucho
pan, y las comidas que les daban los amos eran pobres. Durante las matanzas, los
labradores hacían mucho chorizo para los obreros (jornaleros, criados y segadores); éste
chorizo era particularmente malo, delgado, con mucho sebo y telas. La sopa, que era
llevada a las tierras por el pigorro, era particularmente apreciada: solía llegar escasa de caldo
(que escurría por el camino), pero con mucho tropezón. Decían los gallegos: “venimos a
Castilla a comer sopas”. Para complementar la dieta, iban de noche a por ranas a las
charcas. Se trabajaba incluidas las fiestas y domingos, con dos excepciones, San Pedro y
Santiago. Para lavarse, las cuadrillas iban a veces a los lavaderos o a la Charca de
Valdoñegas. Algunos se pasaban toda la temporada sin afeitarse ni lavarse, y sólo el último
día, ya con la paga en el bolsillo, se arreglaban y, de repente, “parecían señoritos”.
Los riesgos de los segadores eran grandes. De los segadores castellanos que bajaron en
1911 a la siega en Extremadura, se informa que por ser el tiempo muy lluvioso no
encontraron trabajo, por lo que algunos hiubieron de regresar mendigando (El Salmantino,
10 de junio de 1911, p. 2). A veces, el pago no se les hacía hasta que el labrador hubiese
vendido la cosecha, hacia septiembre. De una cuadrilla de Vilvestre se recuerda que,
concluida la siega, regresaban a su pueblo, confiados en el pago. Y ya avanzado septiembre
y vendida la cosecha, el labrador viajaba a Vilvestre, abonaba las cantidades debidas, era
agasajado allí y regresaba. En cambio, a los segadores de tierras más lejanas, sobre todo
gallegos y portugueses, se les pagaba el día de su marcha, en monedas gruesas, de plata. En
el interior de las chaquetas o de los pantalones, las monedas quedaban sepultadas dentro de
remiendos que se cosían ex-profeso para guardarlas. Como en el camino de vuelta de los
portugueses tenían que cruzar algún río ―algunos pasaban el Duero o el Tormes a nado―
llevaban los efectos de valor liados con un pañuelo a la cabeza.
Los Libros de Difuntos incluyen numerosos nombres de gallegos muertos durante la siega;
otros, más afortunados, se convertían en padres de niños calzudos, legítimos o a espaldas
de la Iglesia: “bien podía Dios del cielo / echarle una nube al sol; / que está mi amante
segando / y le ahoga la calor”. El 13 de agosto de 1729 muere en Calzada “un segador que
dijo llamarse Domingo Arias [...], de Montefurado, obispado de Astorga”. El 3 de agosto
del mismo año había muerto Andrés López, de Somoza, de igual obispado. El 21 de agosto
de 1735 murió en Calzada “un hombre que dijo llamarse Juan Gonzalez, natural del reyno
de Galicia, de la feligresia de San Pedro de Palmeyra”. El 5 de agosto de 1750 muere
Domingo Fernández de Losada, de Bendollo, obispado de Astorga, feligresía de Santa
Olaya, jurisdicción de Quiroga. El 7 de junio de 1769 muere Francisco Pedreira, de San
Lorenzo de Salcidos, obispado de Tuy. Son algunos nombres de aquella áspera diáspora
que, año tras año, lanzaba a los gallegos fuera de su laberinto montuno hacia las plomizas
llanadas de Castilla.
Senara: porción pequeña y selecta de tierras de labor que se reservaban para su subsistencia
los padres de familia cuando dividían sus posesiones entre sus hijos. También se usaba el
término en la Armuña, según Cabo Alonso (1955), para describir un modo de
arrendamiento adoptado por pequeños propietarios de tierras que, poseyendo tierras, no
tenían bueyes para su labranza. La carencia de animales podía deberse a su condición de
viudas o la dedicación a otro oficio (sastre, barbero). En estos casos, se arrendaba el
conjunto de tierras a un vecino labrador, designando una porción selecta ―la senara―
cuyos frutos íntegros eran transmitidos anualmente por el rentero al propietario. Es decir,
no se abonaba a tanto alzado una renta fija anual, sino sólo la producción de una parte de
las tierras puestas en renta. Este procedimiento era viable cuando “el dueño [el senarero]
estaba próximo y podía vigilar la entrega total de su parte correspondiente”. Más frecuente,
como se desprende del CME, era que las viudas y los artesanos encomendaran
directamente la labra de sus tierras a un sirviente o a un hijo o pariente próximo. El CME
de Calzada muestra que más abundante que el senarero era el rentero puro, es decir, el
vecino que tenía una o más parejas de bueyes pero ninguna tierra: esto implica que su
dedicación era por entero a tierras arrendadas.
Señor, -a: tratamiento de respeto que los yernos o nueras daban a sus suegros, con
anteposición del posesivo mi. Es frecuente en el Catastro de Ensenada (c. 1750) y en
documentos notariales de la época: “la cortina que heredé de mi señor Juan García”. De
una canción de ronda de Anaya de Alba: “esta puerta está enrollada / con rollos que traje
yo / con la yunta de mi padre / y el carro de mi señor” (CES, p. 48)
Serrano: viento del sur: cuando la Virgen de Francia “se pone la toca”. Se decía en Calzada:
“aire serrano, agua en la mano; en invierno, pero no en verano”.
Sobarbo: cuña que se coloca en la unión entre la cama del arado y el timón. Esta unión va
abrazada por unos cinchos llamados vilortas.
Sobeo: correa de cuero y, a veces, de cuero y soga, que une el yugo a la viga o pértiga del
carro. A la misma correa en la unión entre el yugo y el barzón del arado se le llamaba
sobeyuelo.
Sobrado: parte superior de las casas, situada sobre los forjados del piso bajo. Se usaba como
desván para almacenar toda la cosecha o parte de ella; principalmente se guardaba en el
sobrao los granos y piensos destinados a alimento diario de los ganados. También se ponían
en el sobrado a veces algunos catres para los hijos.
Soca (hacerse el o la): no darse por enterado
Sol de gato: medianera de una casa que sobresale por encima del tejado contiguo. Se trata de
un encuentro entre cubiertas, en el que se produce un escalón resguardado y a menudo de
orientación a naciente.
Solano: viento de donde sale el sol; como en invierno, la trayectoria solar es por el sur, a
veces el término alude a un viento cálido del sur.
Solombrío: umbría, zona a la que no llega el sol.
Sorbetón: aspiración nasal para retener los mocos cuando se tiene mormera. Los niños jugaban
a responder a un supuesto adulto preguntón, que les hiciera la consabida averiguación: “Y
tú, ¿de quién eres?”. La respuesta se ritualizaba con este refrancillo, en el que cada verso iba
acompañado de un sorbetón: “¿De dónde eres, niño? / Del sorbetón. / De allí es mi padre, /
de allí mi madre, / y de allí soy yo”. O como se registra en el Comendador: “sórvete esse
moco, que Dios te dará otro” (Núñez, 2001).
Sornavirón: bofetada.
Surrastrón; sonrastrón, sonrostrón: abrasión en la piel, escocedura por roce.
Tabardo: casacón holgado de paño tosco y hechura burda que usaban antes los labradores.
Es voz del castellano estándar.
Tabernas: Calzada, lugar de encrucijada, ha tenido no pocas tabernas y posadas en su
historia. En el CME (hacia 1752) se menciona la única taberna entonces existente, sin
especificar su ubicación. Había un tabernero, que se hacía cargo previa concesión de la
taberna municipal. Su “utilidad” anual rondaba los 500 reales al año, después de descontar
el elevado impuesto pagado al Concejo en concepto de “sisa”. La sisa de la taberna era la
fuente principal de ingresos del concejo. Se basaba en una cantidad que el concesionario de
la taberna debía entregar al Concejo en función de sus ingresos brutos por venta de vinos.
En Ledesma, la villa sisaba un azumbre por cada cántaro de vino expedido en la taberna
(Bejarano y Torijano, 1994). La cantidad total recaudada en Calzada fue de 4000, 3000,
4500, 4500 y 4200 reales respectivamente en 1747, 1748, 1749, 1750 y 1751. En una
declaración expresa se indica que “el común de este lugar solo tiene y disfruta por arvitrio
la sisa de la taberna que por obligazion corre a cargo de una persona en quien remata todos
los años”. A cambio, el concejo debía ofrecer unas cantidades (“prometidas” según el
texto) a los postores de los abastos de vino (taberna) (también a la carnicería), para
satisfacer los gastos fijos de estos establecimientos. Esta misma partida es denominada en
1750 como “prometidos de taberna y obligación en el tiempo de las posturas”. El monto
total varía: 350 reales en 1747, 300 en 1748, 311 en 1749, 280 en 1750 y 300 en 1751. Este
procedimiento de concesión al mejor postor es común en los concejos leoneses:
“mandamos que se saque a pregón la taberna la primera vez el día de S. Andrés, la segunda
ocho días después, y luego se rematará en el mayor postor el día de Santo Tomás Apóstol,
para que en los ocho días que restan del año haga prevención de vino el nuevo tabernero”
(Ordenanzas de Santa María del Monte, León, 1776; Behar y Boixo, 2001).
También había un mesón, en la calzada de Zamora, vecino a la casa de concejo (actual
ayuntamiento) por el norte. Su ubicación debía de coincidir con la antigua fragua de la c/
Zamora. Juan Escribano y su mujer Antonia Corral eran los mesoneros. Se describe en el
CME como “casa para mesón al sitio de la Calzada de Zamora, quarto vaxo, corral, paxar y
caballeriza, frente 32 varas, fondo 36 varas”. Teniendo en cuenta sus gastos en cebada para
caballerías y hospedaje, se estimaba la utilidad (ingresos netos) del mesón en 900 reales al
año. En 1850, según el archivo de la parroquia, la dirección postal del mesón era C/ de
Zamora, nº 1. Su propietario era Melitón Blanco.
Otras tabernas. En la calle de los Hidalgos, ya en la salida hacia Forfoleda, había dos: hasta
no hace mucho subsistió en la acera de la derecha, justamente antes de la calle de San
Marcos, la de la señora Tomasa Blanco. Esta familia (otros hermanos: Julia, Ceferino, José,
Emilia) también poseía el llamado ventorro, del cº Huelmos, que estaba poco después de
pasar Valdenegrillos, a la derecha de la carretera de Zamora. En el ventorro se podía comer
y dormir. Allí hacían escala los viajeros de vadaje y los pobres a los que el concejo
acompañaba al siguiente pueblo. También paraban los taberneros que iban a buscar vino a
Peleas, Villamor o Cabañas de Sayago y otros pueblos de allá. El vino se traía en pellejos,
de cabida cinco o seis cántaros (unos 80 o más litros).
En la misma acera de la c/ de los Hidalgos, más hacia Forfoleda, en la acera derecha tras
pasar la calleja que va al Corral de S. Marcos, se encontraba la taberna del tío Tobalo (señor
Cristóbal; un hermano suyo, Benjamín, era contratista de carretas). La taberna era una
antigua casa de labranza adaptada, en la que el portal se había convertido en sala con barra,
y las dos salas de alcobas adyacentes en cada lado eran ahora salas para comer y sentarse.
En el actual emplazamiento del bar de Lorenzo, en el Corrillo, había una taberna, de
Esteban Escribano. Doblando la esquina, enfrente de la puerta de la iglesia, estaba un
comercio, “la tienda del tío Peines”. El señor Pepe Macotera puso otra taberna en la
carretera de Salamanca a Zamora, que después pasó a la señora Esmeralda, hija del mismo
Esteban Escribano. A la puerta había una parra. A esta taberna venía gente influyente de
Salamanca, como el industrial salmantino Recesvinto Pérez. De mayor, el señor Macotera
se especializó en hacer tapiales, y era muy valorado en este oficio.
La taberna de la Plaza, que luego fue del señor Gonzalo Bravo, era muy antigua. Antes era
llamada “del tío Zurdo”, padre de la señora Teresa Castañeda. En el Corrillo hubo también
un establecimiento, llamado “el casino”, de la familia de la señora Quica Castañeda.
La posada grande, que estaba enfrente del actual cuartel, en la c/ de La Laguna, a la
izquierda yendo a Valdunciel, pertenecía a la tía Cándida: también era conocida como “la
posada de la tía Cabra”; esta señora tenía familiares en Mozodiel de Sanchíñigo.
Posteriormente pasó a los padres de Fermín Ledesma. En esta posada dormían distintos
vendedores itinerantes. Por ejemplo, de Casaseca de Campeán venían trayendo vino, en
carros de mulas con colambres de piel de cabra. Las colambres las hacían unos boteros de
El Perdigón. En la posada, los vinateros dormían sobre sacos de paja. Más tarde iban
bajando y llegaban más allá de Beleña.
También había una fonda, llamada “el parador de arriba”, al pie de la carretera de
Salamanca, en el cruce con el cº de Valdunciel, cerca del actual mesón de Sevillano.
Tajo: taburete alto de tres, y a veces cuatro, patas. También se usaba como sinónimo de
tajuela.
Tajón: tajo estrecho, largo y robusto de madera (suele ser de encina), de tres o cuatro patas,
para la matanza del cerdo. Allí se sangraba al cerdo.
Tajuela: asiento bajo de tres, y a veces cuatro, patas, habitualmente usado para sentarse a la
lumbre. También se llamaba así a una especie de cajón para arrodillarse las lavanderas; se
ponía un pequeño cojín; en un rincón de la base tenía un compartimento para guardar el
jabón.
Tanganina, en: como explica Cristóbal Riesco Hernández, estar en tanganina[s] es ‘estar
haciendo una cosa en el aire o en difícil equilibrio. Por ejemplo: estar comiendo con el
plato en el aire, sin apoyar en la mesa’.
Tapabocas: manta larga como un chal, sin flecos, que usaban los mozos para montar a
caballo o salir de ronda en invierno. Era prenda de lucimiento.
Tarugo: en el arado antiguo, era un trozo de madera, a modo de cuña, que se situaba en el
extremo posterior del dental, por debajo de la unión con la mancera.
Tejón: fragmento de teja. Mezclado con barro, se usaba para rellenar agujeros en los muros
de tapia o mampostería. También se utilizaba como tejuelo en el juego de las vistas.
Temeroso: muy grande, enorme, desmedido. “Tiene un muelo temeroso”.
Templón: atracón de comida.
Tenca: en la expresión figurada “coger una tenca”, se aplicaba a quienes, por merodear cerca
de charcas o de arroyos, terminaban con un pie hundido en barro o en agua. También a los
que se emborrachaban. “¿Habrá bobo?: ya ha cogido una tenca”. En cuanto a los peces del
mismo nombre (Tinca tinca), antes se pescaban con abundancia en la charca grande del
Camino Valdunciel; era conocido un pescador llamado el tío Romo, que vendía tencas a
Don Cristóbal Riesco. Las tencas se hacían fritas y también en escabeche. “En Amatos,
buenas charcas, / donde se crían las tencas” (Ledesma, 1907). Carpas y sardas se pescaban
en las demás charcas.
Terne: calificativo, registrado como voz de uso familiar por la RAE, que se aplica a las
personas que, teniendo mucha edad, se mantienen recias y juveniles.
Terrillas: juego infantil. Se trazaban en el suelo unos recuadros y se saltaba con un tejón
(normalmente un trozo de teja limado por los bordes). Equivale a la rayuela.
Tesar: recular o andar hacia atrás tanto las parejas de bueyes, vacas o caballerías uncidas
como los carros de los que tiran.
Timba, meterse en buena: verse involucrado o participar en un embrollo o juego peligroso.
Tenada o tená: acumulación de leña menuda y sarmientos de viña que se dispone coronando
un muro de corral para asegurar su preservación lejos de humedades. Por la parte interior,
las tenás apoyaban sobre postes de piedra próximos a la pared. Antiguamente, esta misma
disposición debía de servir para definir un cobertizo. En Sayago sobreviven aún tenadas
permanentes, cuya función no es de depósito de leña sino de cabañal. En este caso, el
material vegetal es de escobas o ramajos de roble.
Terihuela: telera del arado antiguo, pieza alargada que unía el dental con la cama y permitía
regular la profundidad de la labor. En su parte superior tenía el trovejo, pasador que formaba
cruz con la terihuela.
Terreguero: montoncillo de grancias y chinos que se formaba con los desechos de la criba,
durante la labor de la limpia.
Terrillas: juego parecido a la rayuela o el tejo.
Tierras: campos labrados.
Tirinene: muñeco. En particular, se llamaban tirinenes los muñecos de nieve que hacían los
niños en los inviernos con grandes nevadas. Figuradamente se aplica a quien no tiene
voluntad, al hombre calzonazos que se deja manipular. Asimismo, al hombre pequeño,
enclenque y feo. En Fuentelapeña, tirinene significa ‘títere’. En Hinojosa de Duero es
‘hombre de poca estabilidad, de poco peso’ (Frutos, 2001). Unamuno recoge la voz titirinene
sin definirla (Llorente, 1998). Parece que una acepción antigua, como se deduce de las
hemerotecas de Salamanca, es la de figurilla tentetieso, que tiene mucho plomo en la base
de sustentación, por lo que siempre se mantiene en pie.
Tito, sembrar a: sembrar a chorillo.
Tolleros: lodazales; zonas embarradas en los caminos. En invierno se atascaban los carros en
los tolleros. En Sayago se dice: “en enero, busca la liebre en el tollero” (Panero, 2000).
Tomillo: nombre generalizado de las especies del género Lavandula (cantuesos: plantas
aromáticas cuya flor es de color morado y forma de espiga), que se usaban para cubrir
chozos en el monte y para tender en las calles el día del Corpus. De ahí la denominación en
algunos pueblos cercanos: tomillo del Corpus. Es abundante Lavandula stoechas en el monte de
Huelmos, especialmente en las laderas cercanas al apeadero. Esta extraña denominación,
divergente con respecto a la forma más común en España (cantueso o espliego), conduce a
error. También otra especie, ésta perteneciente al género Thymus, es acogida bajo el mismo
nombre (el Thymus mastichina ‘almoraduj, mejorana, tomillo blanco’). En cambio, las
especies más pequeñas del género Thymus, como el T. Zygis y probablemente también el T.
mastichina se diferencian como tomillos sanseros. En Mayalde (Zamora) llaman tomillo sarnoso a
la Santolina rosmarinifolia ‘botonera, meaperros’.
Tomillo salsero o sansero: se trata de la especie Thymus zygis. Crece en el talud del camino de la
Cuesta, y se usa para condimentar las aceitunas; también la carne, los guisos y las sopas. No
está del todo claro si el nombre alude más bien al tomillo blanco (T. mastichina), que
también se usaba para sazonar comida. Ya Lucas Fernández (1514) menciona el tomillo
salsero en su Comedia: “Yo les mando vn tomillar / de buen tomillo salsero, / y vn cortijo y
chiuitero, / y vna casa y vn pajar”. Unas coplas de principios del s. XX, ambientadas en
Valdejimena: “tomillito sansero, / tente en la rama, / que hay otro tomillito / que a oler te
gana” (elogiando el aroma de una moza); “a tomillo sansero / huele mi niña; / como viene
del campo / no es maravilla” (Berrueta, 1908).
Toral: plaza o recinto cuadrangular y sin salida, usado para encerrar cabras, ovejas o ganado.
En otras partes de la provincia se emplea como sinónimo de ‘plaza’. “En este toralito / me
pongo a cantar / porque sé que me oye / la flor del lugar” (Puerto Seguro, De aceituna
venimos). Unamuno recogió esta voz en Ledesma, donde ya se registra en las Ordenanzas,
del s. XVI: “donde oviere plaza o toral que barran hasta doze pies” (Bejarano Rubio, 1998).
Tordo: estornino negro (Sturnus unicolor). Eran frecuentes en las huertas de arbolado espeso,
sobre el tejado de la panera junto a la carretera, y en los olmos (negrillos) de la carretera,
donde se dejaban oír sus gorjeos, silbos y flautines. En las viñas eran temidos porque se
comían las uvas. Los tordos se cazaban a veces con las horcas en las eras; se comían
guisados, y su carne era tenida por deliciosa, parecida a la de la codorniz. “La familia del
Guarnizo /cena toda con un tordo / y le sobra pa almorzar: / esos sí que son ahorros”
(Morán Bardón, 1924). Se trata de una especie sociable, que frecuenta lugares habitados, y
que llega a acostumbrarse a los sobresaltos, como indica el refrán “tañe el esquilón y
duermen los tordos al sol”. Son muy ruidosos en sus dormideros; un poema de tema rural
lo describe así: “y entre silbos agudos se acomodan / los tordos allá abajo en la alameda”
(El Charro: bisemanario ilustrado, 26 de febrero de 1914, p. 2).
Tornadera: apero de mango largo y cabeza de metal, con cuatro o cinco ganchos, que se
usaba para levantar las haces recién formadas durante la siega e irlas lanzando al carro.
Bastaban dos personas: una abajo, iba levantando los haces; otra, desde el carro, las iba
colocando hasta llenarlo por completo. También se usaban las tornaderas para igualar la
parva de trilla cuando iba quedando deformada por el paso del trillo.
Tornar: dar vueltas a la mies de la parva mientras pasa el trillo. La operación se llevaba a
cabo mediante una tornadera o bieldo de dos o tres puntas, al principio. A medida que iba
quedando triturada la paja con el trillo, se empezaba a usar la pala de madera. Tornar era
tanto más necesario cuanto más espesa fuera la parva.
Torraos, garbanzos: garbanzos asados y duros que se vendían como golosina. Pasaba un
hombre a venderlos en un carro tirado por un burro (venía de Pedrosillo el Ralo). En un
seno de alforja llevaba los garbanzos torrados; en el otro, garbanzos sin tostar. Canjeaba
una medida (de lata) de garbanzos crudos, proporcionados por el comprador, por una
medida de garbanzos torrados. Además recibía a cambio unas perrillas. El trueque era
ventajoso porque los garbanzos torrados abultan más y por lo tanto la misma medida
cunde menos. También se torraban garbanzos a domicilio, en la ceniza de la lumbre; un día
antes se habían puesto a ablandar en agua y sal: pero eran más ricos los que preparaba el
vendedor. En las tabernas de Calzada, los mozos compartían una jarra de vino, de la que
iban bebiendo por turnos, y una embuelza de garbanzos.
Tortabillaco o tortabillacos: dulce casero que se componía de miga de pan (o pan rallado),
huevo y algo de azúcar. Se batían los huevos, se añadía el azúcar y el pan, se freía en una
sartén dándole forma de tortilla con espesor de 1.5 cm. Al sacarlo, se partía en trocitos
normalmente cuadrados y se ponía a cocer con leche, azúcar y un poco de canela. También
se hacían con la misma forma del relleno, pero más pequeños.
Tostón: cochinillo lechal tostado al horno o cochifrito en la sartén.
Tráteles: juego de niñas. Es voz que se usaba en La Vellés. Luis Maldonado la incluye en una
evocación de los recreos infantiles salmantinos (El Adelanto, 24 de mayo de 1920, p. 2).
Trovejo: en el arado antiguo, se llamaba así a una pieza a modo de pasador que prendía la
terihuela (telera) a la cama. Estaba situado en la extremidad superior de la terihuela.
Tufiñas: protestón; también se aplica al enteradillo, alcahuete o cotilla.
Tumba: caída violenta y dolorosa, por tropiezo o desde lomo de caballería. Se aplicaba
también al catafalco de la iglesia donde se asienta el ataúd en los funerales, y ante el cual es
tradición que todo el pueblo desfile, de uno en uno, a modo de despedida. Era común, al
pasar ante el ataúd, santiguarse o musitar una jaculatoria, o incluso una frase directa de
despedida, dirigiéndose al difunto con su propio nombre.
Tundia: paliza, tunda
Uñir: uncir la pareja de vacas, o de bueyes o de caballerías.
Uvas de perro (ant.): frutilla del alibierno (ver). Desaparecido este arbusto del término de
Calzada, se aplicaba el término a las uvas que crecían en cepas bravías.
Vaca, tierra (ant.): la que no produce, la que está en erial. Aparece en el informe del Catastro
del Marqués de la Ensenada (1753) de Calzada (Vol. 1, fol 28r). Es voz conocida desde la
Edad Media: en 1476 se describe así una tierra cercana a Gema: “estubo vaca por tiempo y
annos que no rentara nada al dicho monasterio, que solia rentar en cada un anno çient
fanegas de pan” (Lera et al., 1998).
Vadaje: llamaban “pobres de vadaje” a los que iban de camino, habitualmente siguiendo la
calzada de Salamanca a Zamora. La pobreza echaba año tras año a la gente a los caminos:
sobre todo bajaban de los montes de León y de Zamora pordioseros; los gallegos eran
también abundantes. A título individual no se socorría mucho (“a gallego pedidor,
castellano tenedor [= agarrado]”, Núñez, 2001), dada la pobreza de los propios calzudos,
pero el concejo se encargaba de atender a estos pobres transeúntes. Para ello destinaba una
partida anual, que se entregaba a un vecino, oficialmente encargado de dar comida o
alojamiento a los pobres viandantes, y a acompañarles hasta su siguiente estación. Todavía
a finales del s. XIX, el concejo pagaba un real al abuelo del señor Garcilaso (Pedraz), que
tenía esta función de forma permanente, por cada pobre al que acompañaba de camino, en
burro, hacia el siguiente pueblo (El Cubo). Para la comida de los pobres, en esta casa solían
poner una olla de muelas, alimento más rústico que los garbanzos. En el Catastro de
Ensenada, los gastos anuales asignados a esta partida (“Limosna a pobres viandantes y
cautivos cristianos”), en reales, son variables: 150 en 1747, 130 en 1748, 145 en 1749, 150
en 1750 y 140 en 1751. El concejo y ciertos vecinos dejaban abierta la puerta de algún
corral o pajar para que los pobres se guarecieran de noche. Muy usado por los viandantes
era un pajar en la calleja llamada de los Pobres (actual calle de la Caridad), al pie de la
entonces calzada de Zamora. También usaban para dormir el corral de concejo. En un
pajar que había en el Corral de San Marcos, que era del señor José Blanco, murió el famoso
vagabundo Molina, informante de Don Dámaso Ledesma, recopilador del cancionero
salmantino (1907). Se dice que, cuando lo encontraron, ya los ratones le habían roído las
orejas. Molina era de familia hacendada (relacionada con los Pachecos de Salamanca), pero
terminó de tamborilero en Aldeaseca.
El camino del Cubo era el eje de los viajeros, en su ir y venir entre Salamanca y el norte; así
lo expresa esta pintoresca nana en macarrónico latín, registrada por Luis Maldonado: “por
el camino del Cubo, / quin quirinolis cun Pío nonum, / van cuatro frailes; / unos llevan
alforjas, / quin quirinolis cun Pío nonum, / y otros, costales. / Tú eres el duende / que
andan buscando, / quin quirinolis cun Pío nonum, / dale la teta al niño, / que está
llorando” (El Adelanto, 2 de mayo de 1910, p. 2).
Algunos pobres itinerantes caían muertos de penuria por los caminos. El 20 de abril de
1731, llegó a Calzada un hombre llamado Juan de San Román, del arrabal de Zamora: “dijo
traia al Hospital de Salamanca a un pobre enfermo que se llamaba Domingo Gonzalez, el
qual se le murio media legua de este lugar”. El 20 de enero de 1719, en lo más crudo del
invierno, murió “Lucia Gorrionero, mujer que dijo ser de Lorenzo, pobre que andaba a
pedir por las puertas”: fue enterrada de limosna. También en invierno, el 17 de febrero de
1726, murió un pobre, llamado Andrés González, de Villalpando. El 28 de abril de 1753 se
enterró una pobre gallega, que “andaba pidiendo limosna por esta tierra”; “la trajeron de
Forfoleda ya quasi muerta”; “dicen se llamaba Ana”.
También algunos calzudos se veían empujados a salir a los caminos: el 28 de enero de 1740
murió una mujer viuda del pueblo, Josepha Bazo: “no hizo testamento por haverse elado y
fallecido en el camino de Salamanca el dia 25 con la nieve; pero era pobre de solemnidad”.
María Luengo, también viuda, murió ahogada en el Arroyo el 25 de marzo de 1741.
Vado, plato: plato llano. Es lo contrario de plato hondo. También se constata en Palacios del
Arzobispo (ALCL). Como formador de topónimos, vado tiene el valor estándar (zona
somera por la que puede cruzarse un río): Juzbado (IUXTA VADU ‘junto al vado’); el vado de
Valverdón en el Tormes era lugar de paso para caballerías y carros. Allí hubo hasta entrado
el siglo XX un barquero.
Valentones: apodo secundario de los de Calzada. Equivale a ‘bravucones, fanfarrones’.
Decían que en Calzada se fueron asentando como vecinos jornaleros algunos de los
bandidos de los montes de Izcala y el Cubo, citados en el viaje de Townsend. El
bandolerismo ocasional de finales del siglo XVIII probablemente constituía una actividad
de los años malos, propia de marginados sin oficio regular, que en años favorables andarían
por el monte haciendo carbón, o llevando cargas de leña, o cuidando vacas. La famosa
ejecución masiva de la Plaza Mayor de Salamanca, en 1802, a varios miembros de cuadrillas
de salteadores, supuso un sobresalto intenso en la conciencia colectiva. La justicia feroz de
la época ofrece hechos como el descuartizamiento de algunos bandidos, cuyos cuartos eran
colocados en la escena de sus fechorías. Algunos fueron a parar a pueblos armuñeses. De la
cuadrilla de El Cubero (Roque Huidobro), un cuarto de Antonio López, estanquero de
Madrigal, se expuso en La Vellés; de Joaquín del Moral, otro en Palencia de Negrilla y
Pedrosillo el Ralo (“pueblos en que ejercitaron más extremadamente sus violencias a
mujeres y crueldades a párrocos y otras personas”) (Bernardo Dorado, Historia de la ciudad
de Salamanca, 1861, p. 512 ss).
En cualquier caso, el apodo puede aludir, de forma convencional, al carácter “echao
palante” de los pueblos de carretera. Los de Arcos (Cádiz) reciben el mismo apodo (En
Villamartín los tontos / y en Espera están los flojos; / en Arcos los valentones, / y en
Bornos los buenos mozos”. Es habitualmente término de intención irónica. Así, a los de
Alberguería de Herguijuela y a los de La Sierpe se les llama valientes “porque para coger
una vaca se tenían que juntar veinte” (Blanco García, 1998). Similar apodo reciben los de
La Puebla de Yeltes (“de La Puebla, los valientes; / son tiradores de barra”) (Rodríguez,
1956).
Valiente: eficiente. De Jacinto Herrero se decía que era un “gañán valiente”.
Vara: medida antigua de longitud, equivalente a 0.836 m. También se usaban los pasos.
Ventorro: venta pequeña situada en lugar de paso para alojamiento y refrigerio de
caminantes y carreteros. Ventorrillas es un lugar al sur de El Pedroso (cf. Madoz).
Verija: ingle. Las madres con hijas casadas decían: “la hija, de la verija; la nuera, de la
cadera”.
Vélahi: respuesta estereotipada a la pregunta ¿Cómo está(s)? También se usaba veaquí como
fórmula de exposición, equivalente a he aquí: “veaquí una perronilla”.
Venado, venao: loco, chiflado.
Vencejo: atadura para los haces, tanto de cereales como de jara para leña. Los vencejos de
cereal se ataban con ligaduras hechas con paja larga de trigo o de cebada. No era operación
fácil. Para conseguir la paja de centeno, no era infrecuente que –durante la sementera- se
añadieran unos puñados sueltos de centeno al montón de semillas de trigo de la siembra.
Así, cuando espigaban las mieses, destacaban los tallos de centeno, más esbeltos y altos,
que eran reservados para hacer vencejos durante la siega. Los haces de leña se ataban con
vencejos hechos de junco. Probablemente, el topn. El Juncal al pie del monte de Huelmos
recuerda el uso de los juncos de este prado para atar haces de leña. Cuando faltaban juncos,
en época más reciente, se sustituían por las lías de cáñamo.
Verde: avena y cebada segada en verde (en abril o mayo), y que se daba de alimento al
ganado, mezclada a veces con otras semillas. Es voz que reemplaza al antiguo herrén.
Verrondio: en referencia a alimentos, dícese de lo que está verde, correoso, rancio, manido.
Se aplica sobre todo a las patatas cuando siguen duras y correosas después de cocidas.
También equivale a estar verde y poco madura la fruta; tratándose de carne, tocino o
legumbres, significa ‘a medio cocer’. Antes se aplicaba al tocino cuando estaba crudo o mal
cocido. El tocino añejo cocido parecía de goma y se decía que estaba verrondio. De ahí
probablemente el nombre, que sugiere que el tocino sabía, en esas circunstancias, a cerdo
macho.
Vicio: abundancia de hoja o follaje. “Tiene mucho vicio y poco fundamento”: referido a un
huerto que ha criado mucha hoja y poca fruta.
Viga atravesada, los de la: Se aplica a los de Calzada aludiendo a su obstinación: cuando se iba
a techar la iglesia, los hombres del pueblo se habían empeñado en meter por la puerta la
viga del través. Motivación parcial de esta atribución será la rima Calzada/atravesada,
frecuente en los apodos colectivos: Valdunciel/garriel, Saúgo/verdugo, Horcajo/carajo,
Trabanca/chanca. Puede adivinarse un humorismo de posible referencia erótica. En
cualquier caso, una historieta idéntica sobre la viga se cuenta de muchos pueblos. Por
ejemplo, Cantalapiedra (Salamanca) (Blanco García, 1998), Torrecampo (Córdoba),
Loranca de Tajuña y Horche (Guadalajara); Nava del Rey (Valladolid); Mahíde y Sogo
(Zamora; Cortés Vázquez, 1995). En Salmoral llaman a los de Macotera “los de la viga
atravesá”. Rodríguez Moñino (1960-1964) cita los ejemplos de Casar de Cáceres y La
Cumbre (Cáceres), así como Bargas (Toledo). Ramón y Fernández Oxea (1955) añade a
estas localidades las de Hoyo de Manzanares (Madrid) y Arroyo de la Luz (Cáceres). Refiere
Rodríguez Marín los dichos: “la viga de Torrecampo, que querían meterla atravesada”, “los
tontos del Casar, que metieron la viga atravesada” y “Los de Nava metieron la viga
atravesada”. En los dos últimos casos hay asonancia. De dos pueblos de la Lampreana
(Zamora) se dice: “los de Manganeses meten la viga atravesada; / los de Villalba le dan
unto pa suavizarla” (Cortés Vázquez, 1995; González Calvo, 2000).
Vilortas: cinchos metálicos que unen la cama del arado con el timón. También se oye
velortas.
Violero: cínife, cierto tipo de mosquito, cuyo zumbido se deja oir con fuerza en las noches.
Su picadura es molesta.
Violines: ver baulines.
Visgo: vizco.
Vistas: juego de niños, en el que se lanzaban cartones contra la pared. Los cartones,
procedentes de las caras posterior y anterior de las cajas de cerillas, eran también
denominados vistas. El contrincante lanzaba a su vez otro cartón contra la pared, que, al
rebotar, debía caer (montar) sobre la que su rival hubiera lanzado. También se jugaba de otra
forma: se marcaba en el suelo un corro de unos cuarenta cm de diámetro; en el centro se
ponían las vistas, a razón de 6 cartones por jugador (solían participar tres o cuatro niños).
Desde el corro se tiraba con un tejón hacia una raya previamente marcada a unos 6 m del
redondel. El que más se acercara a la raya debía tirar primero hacia el montón de vistas;
aquellos cartones que fueran montados pasaban a ser de él; después seguían tirando los
demás por orden descendiente de acercamiento a la raya hasta que no quedaran vistas en el
corro.
Vuelta: anulación de jugada en el juego de pelota.
Vueltas: pasadas de arado que se sucedían durante el año de barbecho, en preparación
progresiva de la tierra para la campaña siguiente, en la que se sembraba. La primera vuelta
era la alzaba, hacia febrero, para levantar la hierba (aunque el refranero recomienda
adelantar más la alzada). Posteriormente se binaba. Esta labor se hacía en marzo, y era
común que se hiciera pasando el arado perpendicularmente a los surcos de la alzada. Por
eso, en El Cubo, se decía atravesar en vez de binar. Después se terciaba, con reja más ancha,
para profundizar en la labor de la binada, manteniendo la misma orientación de surcos. Era
en abril cuando se solía terciar. En junio se “ponía el cerro”, es decir, se daba una cuarta
vuelta o reja, para dejar los surcos limpios de hierba y alineados ya según la dirección
definitiva, que coincidía con la original de la alzada. Posteriormente se quintaba,
profundizando el surco (a esto se denominaba “esganchar el cerro”) y limpiándolo de
hierba. La quintada se hacía a principios de agosto. No convenía equivocarse con la fecha de
esta última reja, porque, de lo contrario, los calores podían “escaldar la tierra”. Véase
asimismo la descripción de Cabo Alonso (1955). Todo esto ocurría durante el año de
descanso o barbecho. En Tierra del Vino se llegaba a dar seis y hasta ocho vueltas de arado
durante el año de barbechera (Álvarez Tejedor, 1989). Ya en octubre se realizaba la
siembra. Las labores sobre el barbecho son enunciadas así en el Fuero de Zamora: “faga
con elos bonos barvechos, relvados e bimados e terciados e quartados” (Ed. E. Fernández
Duro, Memorias Históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado, Madrid 1883, III, 518572). Más recientemente, con la llegada de las máquinas (arado brabán, tirado por dos o tres
pares de bueyes), se conseguía en una sola vuelta profundizar lo suficiente como para
prescindir de las labores siguientes. Con esto, las vueltas quedaban reducidas a una (alzada
de máquina, que a veces se hacía antes de navidad) o a dos (una alzada, y una quintada en
agosto).
Vueltas (echar): pelear cuerpo a cuerpo y por juego los niños en los prados o las eras.
Yeros, hieros, yerbos: semilla de leguminosa, parecida a las algarrobas, que se molía para dar de
alimento al ganado. Parece tratarse de Vicia ervilia (L.)Willd. (sinónimos antiguos: Ervilia
sativa Link o Ervum ervilia L.).
Zacho: sacho, tipo de azadón pequeño. Se usaba para la escarda.
Zaguero: en el juego de pelota a mano, era el que ocupaba el lugar trasero. En la siega, el
último de la cuadrilla.
Zajones: zahones. Se usaban en las fincas ganaderas del entorno. Antes se llamaban perneras,
como se desprende de la definición recogida por Unamuno, “pernera. Defensa de vaqueta
para las piernas que utiliza el jinete”.
Zaleo: trasto, objeto sucio o inútil o fuera de lugar. Se emplea más en plural.
Zambomba: instrumento musical que se hace con la vejiga del cerdo en las matanzas.
“Implar la zambomba” es hincharla. Un cantarcillo de niños, propio de las rondas de
pedida de aguinaldo, que se recoge en Calzada: “la zambomba tiene pujos / y el que la toca
zurreta, / sin no nos dan aguinaldo /le cagamos a la puerta”. Unamuno anotó una forma
similar (Llorente, 1998): “la zambomba tiene pujos / y el que la toca correncia, / si no nos
dais aguinaldo / nos cagamos a la puerta”. Una incorrecta transmisión conduce a versiones
como la que anota hacia 1953 Manuel Moro Mateos en Villavieja de Yeltes: “la zambomba
pide pujo / y el que la toca ocurrencia, / si nos dan el guinaldo, / le cagamos a la puerta”
(Carril Ramos, 1995).
Zancajos: roto o descosido en el calcetín.
Zaramagos: malas hierbas: tal vez es Sisybrium officinale. Es la forma correspondiente al
castellano jaramago. Según el DCECH, zaramago es más fiel al origen etimológico (árabe
sarmaq) que jaramago, “alterado en la lengua común por contaminación con jara”.
Zarcera: orificio de ventilación o ventana de una bodega. En alguna casa labradora de
Calzada había bodega semi-subterránea incorporada al conjunto doméstico. En Forfoleda
las bodegas están excavadas en la roca arenisca que da asiento al lugar; son exentas
(independientes de las casas) y de distribución dispersa por el pueblo. En El Cubo existe
una zona al oeste del pueblo donde se acumulan las bodegas horadando un pequeño teso.
Zaucilio: planta espontánea de los sembrados. Probablemente es forma variante de la ceacilla
o ceacina (Agrostis truncatula).
Zocaño: trozo grande de pan, zoquete.
Zumbas o zumbos: cencerros grandes que se cuelgan del pescuezo de cabestros, vacas y
carneros.
Zurreta: diarrea.
Generalidades fonéticas
Sepoltura.
Algunas locuciones habituales y otros rasgos sintácticos
Mia qué es la forma, muy común, de “mira qué”. Es fórmula común para expresar asombro
o llamar la atención sobre algo. Po que, por su parte, equivale a ‘puede ser que’. “Po que
llueva: anda un nublao temeroso”. Como en gran parte de la provincia, to (procedente de
“toma”) es exclamación de sentido impreciso con matices que van desde la impaciencia
hasta la constatación de algo evidente. No siendo es locución equivalente a ‘salvo, con la
excepción de’. “No siendo la nuera, con todos me llevo bien”. También se emplea con el
valor de “no vaya a ser que”: “no cojas el cuchillo, galán, no siendo que te cortes”. Desotro
día es locución usada con el valor de ‘el otro día’. Puja pallá ‘empuja para allá’. Han
pervivido hasta fecha reciente los posesivos con anteposición de artículo: “la mi era; la mi
casa”.
Los saludos entre dos personas, cuando se encuentran por la calle o en los caminos del
campo, suelen tener expresión ritualizada: uno puede proferir un — ¡Eh!, siendo
respondido por un — ¡Hala! Antes era frecuente oír lo siguiente: uno decía “Buenos
días…”; el otro seguía “…nos dé Dios”. En ocasiones, el saludo era un mero comentario
sobre el tiempo, refrendado por la otra parte: — ¡Parece que viene nublado!; — ¡sí que
viene! Cuando se saluda a un grupo, por ejemplo al pasar ante un corrillo, se expresa la
presencia plural: “Halá, señores”. Esta forma circunlocutoria de introducción es común en
los pueblos. Víctor H. Peña, recoge en 1953 variadas fórmulas de salutación en Cespedosa:
¿De aonde se viene?; ¿Aoende se va?; ¿Qué se hace?; ¿Qué hacemos?; ¿Qué andamos
haciendo?; ¡Hola!; ¡Bueno!; ¡Ala!; ¿Se toma el sol?; ¡Que vaya bueno!; ¿Se toma el fresco?;
¿Qué hay?; ¡Andando!; ¿Qué pasa?; ¡Vamos allá!; ¿Ya se viene”; ¡A la tarea! (Carril Ramos,
1995).
En la comunicación directa, es frecuente asegurar la recepción, reiterando una pregunta:
“¿no me entiendes, galán?”, con una curva de entonación que carga sobre las dos primeras
sílabas. Al exponer un hecho o mostrar, u ofrecer, un objeto, se usaban mucho las formas
deícticas: Velay, Veaquí: “Veaquí un cacho torrezno”. Ante un estornudo, la exhortación
benevolente del prójimo es “Dios te ayude”. “Le faltaba un veranito”: era bisoño,
inexperto.
Algunas veces, el pretérito indefinido en su tercera persona de plural sigue un desarrollo
analógico de la forma singular: vinon; estuvon. Similar desarrollo se constata en la primera
persona del plural: yo canté, pero nosotros cantemos. Es frecuente la forma hais por habéis: ¿qué
hais comido? El adjetivo antepuesto, cuando le sucede un nombre femenino, a veces se
deja sin marca de género: “la primer casa”.
Un rasgo curioso es la pervivencia con función articular de los demostrativos. Su uso se
restringe a los apellidos o motes. “Andaba por ahí uno de esos Tagarros cogiendo berros”
(mote familiar inexistente); “estaba en la panadería esta Basilisa”.
Las locuciones más precisadas de explicación o más cargadas de significación etnográfica se
han incluido en una sección posterior.
2. REFRANES, EXPRESIONES Y COMPARACIONES RECOGIDAS EN
CALZADA. VESTIGIOS DE UN CANCIONERO CALZUDO
Esta sección pasa revista a algunos de los dichos y canciones que alumbraban el habla de
Calzada y que aún siguen dando sabor a las tertulias y corrillos del pueblo. Es fácil imaginar
cuánto se habrá perdido, y cómo de tardío es el esfuerzo –pequeño– de que dan testimonio
estos restos. Pero tarde sigue siendo mejor que nunca, y por esto se acopia aquí, humildemente,
este perfil ruinoso de la gracia antigua del pueblo.
2.1. Refranes y expresiones populares
Muchos de estos refranes son de amplia difusión; otros, que aluden a prácticas agrícolas o a
rasgos geo-climáticos específicos, son más locales. Es siempre importante situar geográfica e
históricamente los refranes (cuestión poco tenida en cuenta por la mayor parte de los
coleccionistas, que los acopian a granel); sin una localización precisa, la doctrina contenida en
ellos pierde su sentido. Casi ninguno de los refranes aquí reunidos (todos los cuales, sin
excepción, han sido recogidos en el pueblo) será exclusivo de Calzada. Pero es de interés
anotarlos en su contexto, mostrando las formas particulares que adopta el léxico, las segundas
intenciones, las coletillas con las que se matiza o se ridiculiza el refrán, las interpretaciones
populares.
Se perdonará la frecuencia con que es citado Gonzalo Correas (siempre a través de la edición
de Combet), catedrático de griego en la Universidad de Salamanca en el siglo XVII, de quien se
cuenta que, sentado con una mesita en el puente sobre el Tormes, pagaba una moneda a
cualquier arriero o labrador que supiera decirle un refrán que él no conociera todavía. Nada
prohíbe imaginar que alguno de los consultados por Correas fuera calzudo. De hecho es
llamativa la correlación entre muchos refranes actuales de Calzada y los recogidos por Correas
en 1627. A su vez, Correas adeuda mucho a un ilustre antecesor suyo, heredero de la cátedra
de Nebrija en Salamanca, Hernán Núñez de Toledo y Guzmán (1475-1553), que elaboró el
voluminoso compendio llamado Refranes o Proverbios en romance, recientemente editado por
Combet y colaboradores. Tanto más ilustre esta tradición recopiladora cuanto que se remonta
a los Adagia de Erasmo. En cualquier caso, es digno de admiración que dos de las más
precoces y abultadas colecciones de refranes en el ámbito de lo español tengan su origen en
Salamanca.
Sol madrugador y cura callejero, ni el sol calentará ni el cura será bueno: “sol madrugador”,
particularmente en invierno, es el de las auroras despejadas, que amanecen sin nubes. Del cura
se esperaba que fuese discreto y llevara vida apartada. No estaba bien visto que anduviera en
corrillos o, menos aún, en tabernas; porque, “si el cura va a peces, ¿qué harán los feligreses?”.
Análogo en Sayago (Panero, 2000). Es refrán difundido. En Galicia se dice: “sol madrugueiro,
non dura o dia enteiro” (Cobos, 1989); en Castilla, “sol que mucho madruga, poco dura”; en
Asturias, “Sol madrugador, cura caleyero y aldeano cortés, para joder a los tres”.
Sol madrugador, poco llovedero: parece indicar que, si el día amanece despejado, es improbable que
termine lloviendo. (ATS, El tiempo, p. 117); es refrán muy antiguo, que ya figura, aunque con
predicción opuesta, en las listas de Núñez, recogidas hacia 1550: “sol que mucho madruga,
poco dura”; y “sol madruguero, no dura día entero”.
Día de niebla, día de siesta: si amanece con niebla, es frecuente que salga un buen sol más tarde,
convidando a dormir la siesta. Se recoge igual en Monleras (Solano, 1989). En Portugal (Alves
Ferreira, 1999), “manhã de névoa, tarde de sesta”. Se añadía una coletilla escéptica: “día de
niebla, dia de siesta, si no se queda lloviendo”.
Por Semana Santa, siempre se revuelven los judíos: avisa de que en este tiempo primaveral, la
meteorología suele hacer trastadas (heladas tardías, tormentas). Se atribuye este desorden a la
agitación de los judíos que, en la cultura popular, eran considerados causantes de la muerte de
Cristo, y que, por lo tanto, se soliviantaban cuando la liturgia procedía a revivir los episodios de
la pasión.
El agua, pa las ranas: se decía encareciendo las virtudes del vino. En Garganta la Olla (Cáceres)
consta un cantarcillo explicativo: “y echa vino, tabernera, / echa vino y no eches agua / que el
vino es pa los hombres / y el agua es pa las ranas” (Antonio Cid, 1974).
Ama de cura, reina de España: se les atribuía una vida muy regalada, al no tener que cuidar de
hijos ni trabajar en el campo.
El cura, que no tiene mujer, la tiene que poner: expone, maliciosamente, la necesidad del cura de
buscarse un apaño, tal vez con el ama. Torres Villarroel anota un refrán de sentido similar:
“vivir enfrente del cura no es cordura; que como no tiene en casa quien le dé pena, espeta los
ojos en la ajena”. Está basado en la colección de Correas: “El kura, komo no tiene en kasa kien
le dé pena, klava i espeta los oxos en la axena.”
El que va a la bodega, y no bebe vino, por vez se lo cuentan. Cuando alguien incurre en algo
evidentemente sospechoso, se le computará a su desfavor, sea cual sea la realidad.
Bien comido, bien bebido, bien armado: cuando hay buena alimentación hay buena potencia.
Equivale a los refranes viejos: “a cuero tiesto, piezgo enhiesto” (Núñez, ca. 1550; cuero tiesto es
‘odre repleto, atestado’; piezgo es el pico del odre, que se ponía saliente cuando éste estaba
repleto; figuradamente, el miembro). Este refrán es explicado más tarde por Correas (1627):
“bien komiendo i beviendo vino demasiado, se kae en el vizio desonesto; lo kual debe huir
todo onbre de virtud i onrra, i no usar del vino más de por medicina”. Terencio lo dice
también así: “sine Cerere et Baccho friget Venus” (Eunuchus 732).
Los bienes del sacristán, según se vienen, se van: porque son de poca enjundia. Se recoge un refrán
parecido en Correas (1627): “la hazienda del klérigo, entra por la puerta i sale por el humero”.
Humero es la chimenea. También “la hazienda del abad, kantando se viene i chiflando se va”. Y
en Galicia (Núñez, ca. 1550): “a fazenda do crego, daa Deus e levaa o demo” (la da Dios y se la
lleva el demonio).
Salves y credos, y los cuartos quedos: es decir, muchos rezos y muchas devociones, pero pocas
generosidades. Era acusación a los beatos agarrados. También se oye “credos, credos, pero los
cuartos quedos”. Enlaza esta idea con el refrán castellano “uñas de gato, y cara de beato”.
Dar y tener, y que nos vengan a ver: son deseos que el adulto quiere ver cumplidos en su vejez:
poder seguir dando (a los hijos), conservando, y recibiendo visitas de ellos (en casa propia, es
decir, manteniendo la independencia). En general expresa el deseo, aplicable a cualquiera, de
tener bien repuesto el bolsillo y la despensa para poder ocupar una posición socialmente
central. Para ello es preciso ser parco en el dar para poder seguir instalado en el tener y con ello
asegurar el que nos vengan a ver. A través de este segundo matiz, el refrán puede entenderse como
una invitación a ser hospitalarios pero sin tirar la casa por la ventana.
Amigos, sí, pero el burro en la linde: recomienda que la amistad no debe ser excusa para el abuso; y
que cierta desconfianza debe acompañar a las efusiones de los afectos. Es refrán difundido.
También se oye la forma “amiguitos, sí...”. Se contaba a propósito el siguiente cuento: un
burro andaba comiendo en un trigal; llegó el amo de la tierra y le dijo al amo del burro: “oiga,
que el burro está comiéndose el trigo”; y el otro le dijo: “no hay que preocuparse, que el burro
está capado”.
Déjate de pamplinas y músicas finas: es invitación ruda al pragmatismo. Con ella, a veces
cruelmente, se esquiva el mundo de la teoría y de la ensoñación en aras de una búsqueda, acaso
igual de ilusoria, de realidades.
¿Amigos?: ya no hay amigos, / que el más amigo la pega. / El mejor amigo, Dios, / y un duro en la
faldiquera. Dentro de la misma línea de desengaño, con excepciones teologales y materialistas,
este dicho recoge el sentido más áspero de la convivencia calzuda. Análogo a éste es el
siguiente: la última peseta, el último amigo: terminándose la peseta, ya no hay amigo.
Que espabile y abra el ojo. Esta frasecilla era habitual en una señora mayor, de natural sardónico,
cuando le comunicaban que algún vecino –también viejo por lo general- había muerto.
Jugando con el doble sentido de la locución “abrir el ojo” (estar alerta; y despertar), se
expresaba a través de este oxímoron moral una sarcástica imposibilidad. Todo muerto –se
deduce- lo era por negligencia propia, por descuido. Merecía pues su propia muerte, y quedaba
avisado para la próxima vez.
Enque me deje tu padre / la mula y el carretón / no m’he de casar contigo, / marrana de San Antón. Se
aplica a la moza que pretende encontrar casorio gracias a una dote rica, pero a quien los
pretendientes rechazan por su falta de encantos o primores femeninos; se alude a los animales
que se llevaban a bendecir a la iglesia el día de San Antonio. Una variante en otros puntos de
España, que recoge Rodríguez Marín, es “aunque tu padre me diera / la mula y el carretón, /
no me he de casar contigo / por tu mala condición”. Morán recoge en la provincia la forma
“aunque tus padres te den / la mula y el carretón, / no he de volver a quererte, / mochuela de
San Antón” (Morán, 1990).
A caer todos los santos ayudan: frase sardónica, según la cual lo irremediable no precisa de
intercesión particular. La caída aquí es el derrumbe natural de las cosas y las vidas, ley fatal
respaldada por el orden del mundo, es decir, ayudada por toda la corte celestial.
Se me cae la moca. / —Dios te dará otra: fingido y burlesco consuelo dirigido al niño que se queja
de que tiene velones. Equivale a consolar por antítesis: la dolencia nunca faltará, no hay motivo
para retenerla. Interesante la desinencia femenina en moca, de carácter quizás aumentativo
sobre moco y mocos.
Agua de mañana y concejo de tarde no hay que temblarle: la lluvia mañanera suele ser de corta
duración; el concejo convocado por la tarde es por lo común rutinario, carente de urgencias, y
por lo tanto proclive a las discusiones ociosas de los hombres, que van a entretenerse. Idéntico
refrán en Sayago (Panero, 2000). En Alcoba de la Ribera (León), “concejo de tarde, todo se
vuelve aire”. Mucha reunión podía ser indicio de falta de tareas perentorias: “En el rruin
pueblo, kada día konzexo” (Correas, 1627).
Hielo sobre lodo, agua sobre todo (ATS, El tiempo, p. 119): cuando hiela tras lluvias prolongadas, de
invierno, es de prever que se sucedan grandes lluvias. Idéntico en Palacios del Arzobispo (Pal,
2001) y en Sayago (Panero, 2000). Es refrán ya conocido por Correas (1627): “Elada sobre
lodo, agua sobre todo” (explicación: “ke llueve tras ello”) y “elada sobre lodo, nieve hasta el
hinoxo”. Y los gallegos decían, como recoge Hernán Pérez (ca. 1550) “geada [=helada] sobre
lodo, neve hasta o jollo [=el hinojo]” (Bouza Brey, 1955).
Por los Reyes, lo conocen los bueyes; por San Vicente una hora en creciente; y por San Blas, una hora más:
alude al crecimiento de los días tras el solsticio de invierno. El 6 de enero ya los bueyes se
percatan de un leve alargamiento, casi imperceptible, de la jornada, y acusan el cambio porque
deben trabajar más tiempo (su labor se regía por el sol); ya por San Vicente (22 de enero), los
días han crecido en una hora; y por San Blas (3 de febrero), en dos. (ATS, El tiempo, p. 120).
Véase Morán (1954), “Por los Reyes lo conocen hasta los bueyes”. En Cataluña se dice: “pels
Reis, ase és qui no coneix” (por Los Reyes, burro es quien no se percata”; Cobos, p. 246). En
Portugal, “no dia de Natal, têm os dias mais um salto de pardal”. Véase en Correas (1627):
“Por San Sebastián, ia lo ve el rrekuero en el andar”: ya se percata del crecer de los días. De
este mismo dicho, referido al día de San Sebastián, 20 de enero, hay ecos en Pozoantiguo
(Zam.): “por San Sebastián [...] lo conoce el gañán” (Cortés, 1995). “A Nabidad de Santa Luzía,
kreze el día un paso de gallina”. Y también: “Por San Andrés, kreze el día sí es, no es; por
Santa Luzía, un paso de gallina; por Nabidá, kienkiera lo verá” (referido al antiguo calendario
santoral, que iba con diez días de adelanto).
Por San Vicente, cigüeña, vente: para llegar puntual por San Blas, como se decía (ATS, El tiempo, p.
120). Es refrán muy difundido. San Vicente cae el 22 de enero.
Por San Vicente, agua creciente. Correas (1627) recoge un refrán de fórmula similar: “Por San
Vizente, toda agua es kaliente”, en el que se alude al efecto mitigador del frío que tiene la lluvia
o la nieve cuando caen en pleno enero. En efecto, San Vicente (22 de enero) y San Lorenzo
(10 de agosto) eran tradicionalmente considerados el extremo del frío y del calor en el ciclo
anual: “San Vizente, friura, San Llorente kalura; uno i otro poko dura” (Correas).
Si llueve en enero, buen baleo. El baleo fino nacía en tierras que se inundaban en invierno. Se le
añadía a este refrán la coletilla “y buena mata de baleo bueno”. Morán (1954) recogió en la
provincia de Salamanca el refrán: “agua en febrero, buen prado y buen centeno, y buena obra
de baleo”. Sin embargo, en el área de Peñaranda se recoge el dicho “enero lluvioso, año
roñoso” (Afor.).
Acederas en marzo, calenturas pa tol año; acederas en abril, calenturas pa morir: ver la voz acedera.
Si el cuco no canta entre marzo y abril, o el cuco se ha muerto o la fin va a venir. La fin es el fin del
mundo. Idéntico en Sayago (Panero, 2000) y en Aliste (Rodríguez Fernández, 1992). En
Salamanca se recoge en La Vellés, Tardáguila y Terradillos (PCS, p. 62). Este refrán debe de ser
antiguo, pues ya figura en el Comendador (ca. 1550), “entra mayo y sale abril; si no canta el
cucubil, por muerto le recebid”, y en Correas (1627): “si el kuko no canta entre maio i abril, o
él es muerto, o la fin kiere venir”; y también: “A tres de abril el kuko á de venir; i si a los ocho
no es zierto, o él es preso o muerto”. Incluso en el leonés de tierra de Miranda (Portugal): “se
el cuco nũ benir / antre Marçio e Abril, / o l’cuco yé morto, / o la fĩ quier benir” (Mourinho,
1984).
El cuco que en marzo canta, viene abril y lo callanta: véase en la voz acallantar.
De Santa Cruz de mayo a Santa Cruz de septiembre, repiquen las campanas hasta que se quiebren (una
variante en ATS, El tiempo, p. 121). La primera es el 3 de mayo; la segunda (Exaltación de la
Cruz), el 14 de septiembre. Se recogió la variante: “Desde Santa Cruz de mayo hasta la cruz de
septiembre, repican las campanas hasta que se quiebren”. Este periodo coincide con el de
máxima actividad del labrador. El día 3 de mayo se bendecían las eras. El 14 de septiembre ya
tenían que estar levantadas.
No hay abril que no sea vil, o al entrar o al salir, o al medio pa no mentir: Se dice por miedo a las
heladas. Igual, entre otros, en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001) y en Morán (1954). En
Tardáguila se decía: abriles y caballeros, de ciento sale uno bueno (ATS, El tiempo, p. 27 y 128). Correas
(1627): “Nunka vi abril ke no fuese rruin, ora al entrar, ora al salir”.
Dichoso mes, que empiezas con los Santos, y acabas con San Andrés: se refiere a noviembre (ATS, El
tiempo, p. 129). San Andrés cae el 29 de noviembre. También se dice “que entras con Los
Santos...”. Igual en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001). En Sayago se completa con “... que
entra con los Santos, media con San Eugenio y acaba con San Andrés” (Panero, 2000).
Por sembrar temprano y segar en verde, ningún labrador se pierde: (enmendado sobre la versión que
recoge ATS, El tiempo, p. 133). Idéntico en Morán (1954), en Panero (2000) y en Palacios del
Arzobispo (Pal., 2001).
Más vale maná, que espiga graná. Preferible es una cosecha densa, con manojos abundantes,
aunque las espigas salgan poco granadas, que una cosecha rala, aunque las espigas vengan muy
cargadas de grano. La cuestión era polémica. Había quienes preferían sembrar mucha simiente,
aunque las espigas salieran poco granadas. Pero también se pensaba lo contrario, como
advierte una forma variante del refrán anterior: “Por sembrar ralo y segar en verde, ningún
labrador se pierde” (recomienda no despilfarrar simiente). En tierra de Miranda se oye un
refrán similar: “mais bale buona manada que spiga lharga” (Mourinho, 2007: 70).
Por San Gregorio, la pipita en el hoyo: expresa la conveniencia de sembrar el melonar en tal fecha,
en mayo. No hay memoria clara sobre el día de San Gregorio: unos lo sitúan el 8 o el 9 de
mayo, otros el 15 de mayo.
Arco pa Ledesma, coge los bues y vete a la taberna. Bragada por Ledesma, coge los bues y vete a la taberna.
También “desuñe los bues”. Aconseja al labrador que si ve cielo de poniente con arco iris o
con bragada (amarillento y descolorido: “sol de agua”), debe dejar la arada y ponerse a cubierto
de la lluvia que se avecina, refugiándose en la taberna. En Aliste, “bocana pa abajo, vaca
bragada pa arriba, agua pa todo el día” (Rodríguez Fernández, 1992). Bocana es cielo claro. Lo
contrario de “vaca bragada” es “vaca desollá”. Lo primero son nubes pálidas y amarillentas; lo
segundo, cielo de arreboles y color rojo. En la provincia de Zamora, Cortés (1995) recoge:
“arco al poniente, / suelta los bueyes y vente” o “arco por Benavente, coge el ganado y vente”;
aunque “agua de arco / no llena el charco, / pero corren los regatos”.
Ya Correas anota en 1627 un refrán de igual estructura: “Kuando vieres el arko hacia Ledesma,
desuñe los bues i vaite al aldea; o a la taverna”. Lo explica así: “En tierra de Salamanka, ke kae
Ledesma al gallego, entre Ozidente i Setentrión; porke kon los aires de akel lado son ziertas las
aguas”. Este dicho tal vez se originara en pueblos cercanos a la capital, que al ver el arco iris en
Ledesma, tenían el nublado a su noroeste, y por lo tanto lluvia inminente. En el Comendador:
“quando vieres el arco hazia Ledesma, dexa los bueyes y vayte al aldea” (Núñez, ca. 1550). En
Galicia se dice: “arco da vella ó ponente, solta os bois e vente” (Cobos, 1989). También se
recoge actualmente en Palacios del Arzobispo, al nordeste de Ledesma: “arco iris pa Ledesma,
coge los bueyes y vete a la taberna” (Pal., 2001). Este refrán procede de la colección de Morán
(1954). “Arco-íris contra a serra, chuva na terra; arco-íris contra o mar, tira os bois e põe-te a
lavrar” es refrán portugués de similar contenido.
Arco pa La Orbada, uñe los bues y vete a la arada. Bragada pa La Orbada, uñe los bues y vete a la arada.
También “coge los bues”. Aconseja al labrador que si ve cielo de naciente (hacia el este) con
arco iris o con bragada (amarillento y descolorido: “sol de agua”), debe aprovechar el día de sol
que sin duda se anuncia e ir a arar. En efecto, el sol de agua a naciente indica que la borrasca ya
ha pasado, y que ya las bajas presiones caminan hacia el Mediterráneo. El refrán de Correas
(1627) “arko en la Vellesa, agua zierta”, acompañado de la explicación “es lugar al oriente de
Salamanka”, parece contradictorio, puesto que La Vellés y La Orbada quedan para el mismo
lado. Sin embargo, han de entenderse que estos dichos tienen validez sólo local. De contenido
análogo son los recogidos por el Comendador a mediados del s. XVI: “arreboles en Portogal,
viejas a solejar; arreboles en Castilla, viejas a la cozina”, sin duda aplicados a la zona leonesa,
que tiene a poniente Portugal y a naciente Castilla.
Cuando marzo mayea, mayo marcea: cuando hace calor intempestivo en marzo, luego el año recae
en invierno más adelante, hacia mayo. Idéntico en Sayago (Panero, 2000). Análogo es el refrán
de Palacios del Arzobispo “nieblas en marzo, hielos en mayo” (Pal., 2001) y el de Figueruela de
Arriba (Zamora): “neblinas en marzo, heladas en mayo”. Correas recoge un refrán análogo
para el mes anterior: “Si hebrero no hebrerea, marzo marzea; o kanpea”. Y explica “ke si no
haze invierno en hebrero, le haze en marzo”.
Muchas velitas chicas hacen un cirio pascual. Recomienda el ahorro. Considerando con respeto el
pequeño ahorro se consigue, andando el tiempo, grandes resultados. Correas recoge una
formulación análoga: “Muchas kandelitas hazen un zirio”. Interpreta el refrán no sólo en
relación con el ahorro sino también con los efectos acumulados del beber tragos sueltos
durante el día: “ke muchos pokos hazen un mucho; i del ke en el día beve muchas vezes, i se le
antoxa ver kandelitas, i a la noche mui grande llama de zirio”. También: “Todo el día
kandelitas, i a la noche zirio paskual. Del ke entre día beve muchas tazas -eso llama
«kandelitas»-, porke kon ellas ve muchas luzes; a la noche kae tan borracho ke ve luz grande
dentro de su cholla”.
El marrano más ruin es el que más guerra da en la porcá: es decir, que de una reunión o concejo, es el
de menos mérito quien más conflictos crea. Correas (1627): “El más rruin puerko rrebuelve la
pozilga; o El puerko sarnoso...”. En la relación del Comendador (hacia 1550): “al más ruyn
puerco, la mejor bellota” (Núñez, 2001).
El marrano fiao, hasta después de muerto gruñe: lo decían los vinateros que pasaban por Calzada
procedentes de Casaseca de Campeán. Se corresponde con el refrán recogido por la Academia
(1729): “cochino fiado, buen invierno y mal verano […] se dixo porque el gusto que se tiene cn
Invierno en comer el cochino que se ha tomado fiado por San Andrés, se paga con el disgusto
de tener que pagarle por el Agosto”. Ya lo recogen Correas 1627) (“kochino fiado, gruñe todo
el año”; “kochino fiado, buen invierno i mal verano”); y Núñez (2001) (“puerco fiado gruñe
todo el año”).
La hija, de la verija; la nuera, de la cadera. Es decir, la hija es más entrañable mientras que la nuera
es advenediza. Unamuno ya recoge una variante de este refrán en su Recopilación: “las hijas de
mi hija de la verija, las hijas de mi nuera de la cadera”. Análogamente, en Zamora: “los hijos de
mi hija nietos son; y los de mi nuera, sabe Dios” (Cortés Vázquez, 1995). Correas (1627): “Al
hixo de la hixa, métele en la vedixa; al de la nuera, dale del pan i échale fuera”.
Tal ella, tal él; tal ella, tal él: con esta secuencia se interpreta el son de campanas cuando repican a
boda. Con esto, las campanas parecen avisar de que la boda es entre iguales, labrador con
labradora, jornalero con jornalera. Antes era excepcional que una boda uniese a novios de muy
diversa fortuna. Similar atribución de voz a lo inanimado se da en la secuencia de La Molinera
propia del toque de campanas en día de fiesta. El folklore pone palabras a los sonidos
inanimados o a las voces y reclamos de los animales. Rodríguez Marín habla del son de
campanas de dos pueblos de Guadalajara, que se acusan mutuamente de judíos: en Cifuentes,
las campanas dicen “judíos son; judíos son”; en Rubiales, “y sí que lo son; y sí que lo son...”
Molinera, molinera, / muele bien el trigo, / que la panadera / viene de camino / para hacer el pan. Es lo
que se supone que va diciendo la campana cuando la repican para fiesta. Llop y Álvaro (1986)
recogen en Calzada una cantinela variante: “molinera, parte pan, /molinera, molinera, / parte
pan, parte pan, / molinera” y otra voz: “molinera, muele el pan”. Los repiques en Valverdón
parecen haber suscitado la misma traslación, pues Frayle Delgado (2009) indica “parecían
repetir indefinidamente molinera… molinera… parte pan”. También Correas (1627) recoge
algún dicho referente a la interpretación popular del sonido de campanas: “¿A ké tañen las
kanpanas? -A kuladas, a kuladas, a kuladas”, avisando: “es xuego de niños”; también: “dizen los
sinos de San Rromán ke por dar dan”; con la siguiente explicación: “«Sinos» son: las kanpanas;
ke pareze ke dizen «dar dan»”.
Abril, abril, tus aguas mil, pero que todas cojan en un barril: es una variante calzuda del refrán común;
su originalidad estriba en estar planteado exhortativamente, no como una constatación. Es
decir, se expresa el deseo o la conveniencia de que en abril llueva a menudo pero con poca
intensidad. Correas recoge esta variante: “En abril, aguas mil; en maio, tres o kuatro”.
Las mañanitas de abril son dulces de dormir; ¿y las de mayo?: las más dulces de todo el año. Es época en la
que las labores de campo no son agobiantes todavía, y el cuerpo, acostumbrado a las largas
noches de invierno, tiene hábitos de pereza y se recrea con el amanecer temprano y el canto de
los pájaros. Existen numerosas variantes del refrán en otros puntos de la península. En
Asturias, por ejemplo: “Les mañanines d´abril son dulces de dormir, y les del mes de mayu les
meyores del añu”. Tal vez proceda este decir de algún romance galante antiguo. Ya Correas
(1627), y también el Comendador (ca. 1550) lo recopilan en varias versiones: “Las mañanas de
abril, ¡tan dulzes son de dormir! I las de maio mexor, si no despierta el amor; o ¡kuán dulzes
son de dormir!; [o] ¡ké dulzes son de dormir!...”, “las mañanas de abril, tan dulzes son de
dormir; i las de maio, de mío me kaio; o de sueño me kaio”. Esta última queja (“de sueño me
caigo”) parece aludir al cansancio tras una noche de retozos.
Engañará la madre al hijo, pero no el hielo al granizo. En invierno, siempre que cae granizo, hace
luego mucho frío o hielo por la noche. Es refrán común en otras partes: “faltará la madre al
hijo, pero no el hielo al granizo”, se dice en Hinojosa de Duero; también lo recoge Morán
(1954). Ya es citado por Correas: “miente el padre al hixo, i no la elada al granizo” o “miente la
madre al hixo, mas no la elada al granizo”.
Las misas salen de la sacristía: detrás del altar visible se cuecen las intrigas a puerta cerrada.
Cuanto más amigos, mejores cuentas. Recomienda llevar las cuentas claras, aun entre amigos (Ver
Bierzo, p. 256). También Correas recoge una advertencia similar: “Entre ermano i ermano, dos
testigos i un eskrivano”.
Mes de mayo, mes de la maldición, que apenas amanece y ya se ha puesto el sol. Es queja de enamorados,
que quieren que el día y sus galanteos no acaben nunca. En Correas (1627): “Días de maio, días
de desventura; aún no es mañana, i ia es noche eskura; o aún no es amanezido, i ia es noche,
eskura”; su explicación es concordante con la que se da en Calzada: “finxe este kuento: ke dos
enamorados se toparon al amanezer, un día de maio, la moza kon un kántaro de agua en la
kabeza, i el mozo kon una losa a kuestas, i parlando se les fue el día sin sentir, i kexáronse kon
las palavras del rrefrán, a ke dieron prinzipio”. Esta explicación, sin embargo, es contradicha
por la que anota a propósito de este otro refrán (“días de maio, días de mal fado, ke no á bien
amanezido kuando es anochezido, ke no ai lugar de kozer una olla”): se dice “kontra los
perezosos i para poko, ke dan eskusas nezias i rridíkulas”. Es decir, parece ridiculizar a criados
o rapaces que dan excusas poco creíbles para justificar retrasos en el trabajo. En cualquier caso,
la presencia de los amores como fuente de distracción reaparece en este otro refrán: “días de
maio tan largos ke sodes, morro de fame, de frío i de amores”.
Alzaditas en mayo y binaditas en junio, barbechito galano y trigo ninguno. Véase la referencia a las
vueltas de arado en el Léxico. Durante el año de barbechera, se daban hasta cinco rejas a la
tierra, con el arado de palo, antes de la sementera. Se solía alzar ya en febrero y binar en marzo.
Algunos retrasaban la tarea para ahorrarse trabajo, pero el resultado solía ser malo. Por eso el
refrán ironiza sobre los frutos de estas vueltas de verano, que dejan la tierra limpia, pero no
auguran buena cosecha.
Hasta la nochebuena, todas las labores son buenas. Todas las rejas que se le meta a las tierras antes de
los hielos son beneficiosas, aunque la práctica retrasaba la primera vuelta (la alzada) a enero o
febrero.
En febrero, mete tu obrero, que tu pan te comerá, pero tu jornal te dejará. Al alargarse los días, las labores
empiezan a cundir más, y es rentable invertir en un criado. Se constata casi igual en la relación
del Comendador, recogida a mediados del s. XVI: “en hebrero, mete tu obrero; pan te comerá,
mas obra te hará” (Núñez, 2001). En tierra de Peñaranda, “en febrero, busca obrero” (Afor.)
La luna de octubre, que siete la cubre. Se decía que tal como cayera el tiempo (seco, o con hielo, o
de lluvia) en la noche de luna llena de octubre, así serían los siete meses siguientes. Se añadía “y
si llueve, nueve”.
Por San Simón y San Judas buenas saben las uvas. El 18 y el 29 de octubre vienen a coincidir con la
maduración de las uvas y su recolección. Es refrán de amplia difusión. Ya en Correas: “A San
Simón i Xudas, dulzes son las uvas”. Y en forma variante, extraída del Comendador: “Por San
Simón i Xudas, koxidas son las uvas, tanbién las verdes komo las maduras” En Vidriales y Tera
(Zam.) recoge Cortés (1995) el refrán: “por San Simón y San Judas, / se matan los cerdos y se
tapan las cubas”; en los mismos valles recoge una variante del refrán calzudo, con coletilla
sarcástica: “Por San Simón y San Judas, / saben bien las uvas, / las cocidas, que no las crudas”.
En tierra de Peñaranda: “Por San Simón y San Judas, van siendo pasas las uvas” (Afor.).
De dinero y santidad, la mitad de la mitad: hay que ser escéptico ante las declaraciones de riqueza o
de virtud. Se añade a veces la coletilla: … y si es tratante, la cuarta parte. Es refrán muy difundido
por España. Correas (1627) recoge el refrán “dinero, seso i lealtad, es menos de la mitad” y
explica: “por flakeza umana”.
Si oyes tronar en marzo, aprieta la cuba y el mazo. Porque la vendimia será rica. Es refrán muy
conocido, pero de transmisión confusa. En Asturias dicen: “Cuandu oyas tronar a marzu, dayos a les pipes col mazu”. En otros sitios se oye el refrán: “Si en marzo oyes tronar, prepara la
media y el costal”. En la provincia de Salamanca, “tronando en marzo, prepara la cuba y el
mazo” (Morán, 1954). Análogo en Correas (1627): “Si elare en marzo, buska kubas i mazo si
en abril, tórnalas al kubil”. Asimismo: “Kuando atruena en marzo, aparexa las kubas i el mazo”
o “kuando atruena en marzo, hiere tus kubas kon el mazo”. La explicación de Correas es la
siguiente: “tronar i atronar es señal de kalor i agua, lo kual, si haze en marzo, denota ke la vid
está fuera de peligro de los ielos i avrá abundanzia de uva”. Esta explicación está tomada de
Núñez (2001); en la versión calzuda, aprieta podría interpretarse como mala comprensión de
apresta ‘apareja, prepara’, aunque es más probable que se trate de una referencia al ajustar las
duelas de la cuba en previsión de buena vendimia. Cabe dudar sobre el significado de mazo: ¿es
un pertrecho para la prensa de las uvas (improbable), o sirve para apretar y ajustar entre sí las
duelas de la cuba previendo abundancia? En tierra de Peñaranda se registra la siguiente forma
del refrán: “truenos en marzo, acuña las cubas con el mazo” (Afor.). Reaparecen ambos útiles
en otro refrán del Comendador: “si elare en março, busca cubas y maço, y si en abril, tórnalas
al cubil”.
Al sayagués ni le quites ni le des. Porque los sayagueses tienen fama de rectos y austeros. Ya esto
viene de antiguo: “¿Vuesa merzed viene a her xustizia o a poner krianza? [= ¿viene a hacer
justicia o a enseñar educación?] Preguntó esto un saiagés en Zamora a un Korrexidor rrezién
venido, porke le mandó prender porke pasando delante dél no se kitó la kaperuza, o por no le
ver, o por no le konozer; i pónese por eszelente dicho” (Correas, 1627).
En la sierra, o a cien leguas della. En invierno, la sierra parece enviar hacia la tierra llana vientos
helados y latigazos de lluvia; en cambio, los pueblos que anidan en ella están resguardados al
arrimo de las laderas. Por ello se alecciona bien a apartarse todo lo posible de la sierra, o a
buscar guarida en ella.
El lamber no engorda, pero cría buen pelo. Andar relamiendo y rebañando platos no engorda, pero
ayuda a completar el buen tono corporal.
Los armuñeses tienen siete chalecos. Es decir, mucha reserva y disimulo: nunca acaba de
adivinárseles la intención o el final de sus cálculos. Por eso se decía: “¿armuñés y se deja
ahorcar?: su cuenta le tendrá”. Un jefe falangista dio en el Corrillo un discurso de exaltación
patriótica, y al llegar al punto más emotivo declaró: “no es cierto que los armuñeses seáis los de
los siete chalecos: sois los de los siete corazones”. Fue aplaudido.
Trillar con niños es mear la parva: la ayuda que dan los niños en las faenas adultas es a menudo más
un perjuicio que un favor. Los rapaces, a quienes a menudo se dejaba sentados en el trillo
mientras éste daba vueltas, eran poco fiables. Se distraían, dejaban que los bueyes comieran de
la mies, no recogían las boñigas que iban cayendo, o se enzarzaban en batallas para tirarse del
trillo. La pérdida de tiempo resultante exponía al labrador a ciertos riesgos. El más temido era
que, por la demora, viniese un nublado y se mojara la parva. Análogo, pero referido a la poca
capacidad para la trilla de los burros, es este dicho recogido en la provincia de Salamanca:
“trillar con burros, ensuciar la parva” (Morán, 1954). Algún refrán de contenido equivalente,
aunque diferente formulación, es recogido por Correas (1627): “Ara kon niños, i koxerás
kardillos”; “Kien kon muchachos ara i kon asnos trilla, kagaxones akriva”.
Que se vaya a espigar pal guarda: frase hecha, equivalente a mandar a tomar vientos, o a hacer
puñetas. La intención es irónica y malevolente, puesto que alude al guarda de las mieses,
pagado por el concejo para vigilar las tierras, evitando la entrada de ganado o el robo de las
cosechas. Espigar, es decir, recoger las espigas olvidadas por la siega, era sin duda oficio
cansado y poco lucrativo, especialmente si se hace para alguien sin tierras y que debe fatigarse
recorriendo todo el término municipal como es el guarda.
En la boca del mentiroso, lo cierto se halla dudoso: refrán de gran antigüedad, recogido aquí por el
interés de su forma. Cuando alguien es poco de fiar, incluso lo acreditado sale a la luz con
mancha de origen.
El que tiene un buerto / tiene un cebón muerto / —si está el amo dentro: para las economías humildes,
la posesión de un huerto aseguraba durante el año la comida. Pero ello exigía una continua
actividad para llevar a buen término la labor y vigilancia para evitar robos. Comparar con el
cebón muerto —esto es, un cerdo de engorde recién matado— enlaza con un dicho común:
del cebón se aprovecha todo, hasta el rabo. Morán (1954) recoge la forma siguiente del refrán:
“el que tiene un cacho huerto, tiene un ceboncito muerto”.
Dios te ayude: Dícese inmediatamente tras un estornudo.
Quien come en desa come en mesa: las dehesas (hiato que popularmente se resuelve como desa)
proporcionaban un continuo suministro de recursos alimentarios, bien los ligados a la
ganadería o a las huertas y besanas del terrazgo, como los obtenidos por intimidad con una
naturaleza providente, en la que no escaseaba el gran lagarto entre el arbolado, o el bastardo, o
los erizos (frecuentes en los muladares), o las marujas y berros en los arroyos, o las acederas en
los campos, o las setas y espárragos, o las bellotas dulces de alguna encina.
Ajo, ¿por qué te criaste tan ruin?: porque no me plantaste por San Martín: (ATS, El tiempo, p. 135).
San Martín cae el 11 de noviembre. Similar en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001), donde se
recoge también el refrán “el buen ajil, por San Martín”, idéntico, como muchos otros, en la
relación de César Morán (1954). Numerosas variantes en Zamora (Cortés, 1995). En Portugal
(Alves Ferreira, 1999): “se queres bom alhal, planta-o pelo Natal”. Correas (1627) también
incluye una variante de este refrán en su recopilación: “Axo, ¿por ké no fuiste bueno? -Porke
no me halló San Martín puesto”; igual en Hernán Núñez (hacia 1550).
El ajo de enero llena el mortero. A pesar de la recomendación anterior, aquí se indica la
conveniencia de sembrar en enero. La aparente contradicción se resuelve así: los ajos plantados
anticipadamente, por San Martín, son más resistentes y duraderos. Los plantados en enero
crecen más. En Extremadura, en efecto, Gutiérrez Macías recoge el refrán: “El ajo de Enero
llena el mortero; pero yo de Diciembre lo quiero”.
Día que pase de enero, libras que pierde el ajero. Es el complemento del refrán anterior. No hay que
retrasar más que hasta enero la siembra del ajo. Una variante de este dicho se registra en
Monleras: “cada día que pasa de enero, un diente de ajo pierde el ajero” (Solano, 1989). Es
refrán muy antiguo, que ya figura en el Comendador: “tantos cobres pierde el ajero, como días
passan de enero” (Núñez, 2001).
Por San Marcos, el garbanzal ni nacido ni por sembrar. Es decir, han de sembrarse los garbanzos
poco antes del 25 de abril. En Aliste se dice “...ni nacido ni en el costal”. En otras zonas de
Salamanca, se añadía: “la vieja que lo decía, en tres parras los tenía” (no le iba demasiado bien,
ni aun con el consejo; ¿o es que ya habían prosperado tanto?; extraído de Morán, 1954). En
cambio, en Palacios del Arzobispo, la coletilla es: “y la vieja que lo decía, bien nacidos los
tenía” (Pal., 2001); análogo en Sayago (Panero, 2000). Numerosas variantes zamoranas en
Cortés (1995). Correas (1627): “En maio, el garvanzal ni nazido ni por senbrar”.
Acederas en marzo, calenturas pa tol año; acederas en abril, calenturas pa morir. Véase en la voz acedera.
También se recoge acederas en abril, hacen daño pa morir.
San Lorenzo el airoso. Del día de San Lorenzo, 10 de agosto, se decía que era de buenos vientos,
favorables para la limpia de las parvas. Ya por entonces las faenas de siega habían dado fin y las
antiguas cuadrillas de gallegos, extremeños y portugueses, que venían a pie a Castilla para
emplearse como segadores, regresaban, también a pie, hacia sus aldeas lejanas. En Galicia
corría el refrán: “San Lourenzo xa pasou, / santa María vai vindo, /galegos, vámonos indo”.
Es decir: “ya pasó San Lorenzo, ya se acerca santa María (15 de agosto): gallegos, vámonos
yendo”.
Por mucho que labre el carpintero, no irá la astilla muy lejos del madero: sugiere que los hijos salen a los
padres, por mucho que se les pula y eduque. O quizás que el trabajador, aunque se aplique y
esfuerce, no saldrá de su medianía y tendrá que seguir al pie del cañón. Se recoge también en
Morille.
Gente moza, gente loca: alude a las alegres excentricidades del mocerío, que cantan, gritan o ríen
por impulso, en una feliz inconsciencia que los adultos reprueban con ánimo mitad
moralizante, mitad envidioso.
A la cama, que andan brujas y son catalanas: frasecilla inofensiva para dar término a veladas o para
conminar a los niños a acostarse. Venancio Bejarano recoge en Berrocal de Huebra un dicho
similar: “a la cama, que andan brujas y son de Matilla, y dan palos en las costillas” (Carril,
Ramos, 1995); En La Alberca Isidro Puerto registra una coletilla se sentido similar: “acostar,
que andan las brujas por el lugar” (Carril, Ramos, 1995).
El vino por San Andrés, vino viejo es. El vino se suele hacer hacia el día del Pilar (12 de octubre)
con posibles fluctuaciones de fecha ligadas al clima, pues las uvas pintan antes o después en
función de las lluvias o los soles. Hacia San Andrés (30 de noviembre) el mosto ya ha
madurado lo suficiente como para que se le considere vino. Se recoge similar en la provincia de
Zamora (Cortés, 1995): “por San Andrés / el vino nuevo, viejo es” o “por san Andrés, / el
mosto vino es”.
Yegua apeada, prado halla: indica que, a pesar de las arrapeas, las caballerías saben arreglarse para
buscar pasto; de forma traslaticia, el refrán es aplicable a las adolescentes, que aún ligadas por
normas y vigilancias paternas, saben buscarse amores. En Correas (1627) está idéntico: “iegua
apeada, prado halla. Iegua kansada, prado halla”.
Nos han comido la merienda y nos han cagao en el morral: se dice cuando a una degradación o agravio
le sigue otro. Equivale al dicho común “tras cornudos, apaleados”.
Siempre que se hace limpieza, engorda el mudadal: el muladar o basurero se nutre de los objetos
inservibles que salen a la luz en las limpiezas, así como de las cosas que se van rompiendo y
desgastando durante la propia faena de limpiar.
Al serrador, vino, y a la sierra, tocino: se decía en las largas jornadas de sierra, cuando en el monte
de Huelmos o de Valencia, un grupo (a veces, una familia) pasaba el día ocupado en derribar
una encina o un quejigo. Es refrán difundido. El vino era estímulo para el serrador o cortacino, y
el tocino, lubricante para la sierra. Los carpinteros y los carreteros también daban jabón a la
sierra para lubricarla. El roce de la sierra en el monte producía un sonido musical, muy
armonioso, que podía oírse de lejos. A veces, las encinas viejas, si se cortaban cerca de la base
del tronco, podían tener piedras incrustadas en la madera, procedentes del crecimiento del
árbol: esto era peligroso para los cortacinos (Gómez Gutiérrez y Pérez Fernández, 1992). En
Monleras se añade la siguiente coletilla: “a la guadaña, piedra, y al guadañino, vino” (Solano,
1989). Guadañino es el que siega con guadaña; formación análoga a la de cortacino ‘leñador’,
común en Salamanca.
Come más pan que un gallego: hace referencia a los segadores gallegos, que venían en cuadrilla
desde sus aldeas, a pie, con su hoz y con un gran pan de centeno en el morral (a veces el pan
venía preñado con tocinos y chacinas que se habían cocido conjuntamente con la masa en el
horno). La importancia del pan no se limitaba a los gallegos. También era el pan pieza central
del sustento en gran parte de León y Zamora. Madoz (1845-1850) refiere, al describir el partido
de La Bañeza, que sus habitantes “no se alimentan sino con pan de centeno mal amasado y
peor cocido en panes ú hogazas de 8 ó mas libras, patatas, guisantes y alguna carne salada de
cabra”. El apetito de los segadores debía de ser proverbial, y en las comidas que el labrador les
daba, por contrato, es comprensible que devoraran el pan blanco de Calzada.
El dinero y el jamón para las ocasiones son: hay que saber ser generoso con lo que se tiene cuando
llega el momento indicado.
De los descuidados viven los gatos: advierte contra la relajación, porque los adversarios y los
descuideros acechan.
Tacita de plata, tres días en la espetera. El encaprichamiento por las novedades se desvanece
pronto, una vez que el objeto deseado empieza a hacerse cotidiano. Juan de Valdés, en su
Diálogo de la lengua, hace uso de este vocablo “no estiman las mugeres ni hazen más caso dellas
que de los asadores, cuchares y cazos que tienen colgados de la espetera”. También se oye en
Calzada la expresión “una mujer de espetera”, esto es, una mujer de lucimiento, para mostrar
en público (pero de escasa contribución en el hogar o los campos).
Casablanca, la blanca, ¿quién te mantiene?: los pobres labradores, que van y vienen. Esta variante del
cantar más conocido, que se aplica a Salamanca, circulaba en Calzada, tal vez como floreo
ocasional. Es también el molde de otras canciones populares: “Las chicas de Laceana, / ¿quién
las mantiene?: / los arrierus, madre, / que van y vienen” (Laceana o Llaciana está en León).
Jorge Isaacs, que murió en 1895, recogió en Colombia este cantar: “—Dime, niña bonita, /
¿Quién te mantiene? / —Las tropas de Colombia / que van y vienen”. En un fandango de San
Vicente de Alcántara (Cáceres): “Castillo de Mayorga, / ¿quién te mantiene?: / la viuda de
Sama / que mucho tiene”.
La cosecha de Valdunciel, que no carga ni desampara: es decir, que no hace rico, pero tampoco
consiente la ruina del labrador. Se decía que en Valdunciel salía mucha gamarza, lo que
mermaba la productividad. También se empleaba como término de comparación: “tiene más
gamarza que Valdunciel”.
Si el regato no corre por Navidad, a la Armuña bien le va:
Cada gota de agua en marzo, un garbanzo:
El trigo le dijo al centeno: / cañas vanas, cañas vanas, / mucho medras, poco granas. / El centeno al trigo
dijo: / cállate tú, porretudo, / que a las faltas bien te ayudo; en vez de “porretudo”, también se dice
“gigante, cabezudo”. Las faltas son los años difíciles, en los que el centeno, más frugal, permite
al menos una cosecha. La primera parte se recoge también en Palacios del Arzobispo: “el trigo
dice al centeno: anda, cañas vanas, mucho creces, pero poco granas” (Pal, 2001); el refrán
procede de Morán (1954). Se trata de un tema antiguo, que ya aparece repetido en Correas
(1627): “zankas vanas, zankas vanas, tenprano espigas y tarde granas. –Kalla, kalla, rrodilludo,
ke a do tú faltas io kunplo ; o Kalla, kalla, haldudo, ke a las faltas bien te aiudo”. Otras
versiones: “anda, zankivano, presto en la espiga i tardo en el grano. -Anda, meolludo, ke en tus
menguas bien te aiudo” (igual en el Comendador, hacia 1550); y sigue así: “Kalla, zankivano,
ke en el año bueno no vales un grano. -Kalla, meolludo, ke en el malo bien te aiudo”.
Cuando el grajo pasa por tu lugar, a grande o a chico quiere llevar: También “cuando canta la graja del
lugar...”. Los mayores tomaban el vuelo y graznido del pájaro sobre los tejados como presagio
de que alguien en la casa iba a morir. Se suponía que olían la muerte. El ave, de plumaje negro
y voz ronca, ha sido tomado tradicionalmente como “pájaro de mal agüero”.
No soy de La Mata, soy de Aldeatefastidien. Los de La Mata eran famosos arrieros, hasta que el
ferrocarril los vino a arruinar. Había uno que iba siempre a pie con las alforjas al hombro, y
por burlarse de él, una señora le preguntó a voces: “¿es usted de La Mata?” Y la respuesta que
dio el hombre fue la frasecita, quizás con un sinónimo más áspero. En las retahílas geográficas
se cantaba: “De La Mata, arrieros, / de Carbajosa, la herrera, / de La Vellés son los majos, / de
Arcediano las doncellas” (Ledesma, 1907), pero una variante posterior dice: “de La Mata son
los burros, / y de Carbajosa, la herrera” (Sanz, 1953). La invención de topónimos ofensivos
para el receptor es un recurso conocido en la literatura popular: “vivo en la calle revientes, /
esquina rómpete el alma, / donde el demonio te lleve, / maldita sea tu facha” (Morán, 1924).
Tres cosas tiene Zorita que no las tiene Madrid: el molino, la chopera y la casa de Solís. De cuando se iba al
Tormes a moler y a lavar. El molino, que se electrificó temprano para convertirse en fábrica de
harina, sigue allí. Era de D. Bernardo Olivera, prócer ledesmino. La chopera ha sido
reemplazada por otras de variedades comerciales madereras de álamo. La casa de Solís, con sus
tres sequoias, permanece en pie. Este modo de ponderar las excelencias de un lugar es
tradicional: por ejemplo, en la Alcarria, “tres cosas tiene Trijueque que no las tiene Torija: el
Torreón, la Olivera y el monte de la Matilla” o “tres cosas tiene Viñuelas que no las tiene
Madrid: Valdehorcajo, Valdesteban y el jaral de Valdeliz”; en Zamora: “tres cosas tiene
Almaraz que no las tiene Zamora, Trigalicos y La Manga y la Viña Valzamora”; véase en
Cortés (1995) uno semejante: “tres cosas hay en Fornillos / que no las tiene Zamora: / el alto
del Pendoncico, / la Recierta y Casasola”. Debe de ser un molde antiguo, que ya consta en una
copla famosa en el s. XIX: “Tres cosas tiene La Habana / que no las tiene Madrid: son el
Morro, la Cabaña / y ver los barcos venir”. Otras formas análogas: “tres cosas hay que ver en
Medina: el reloj, y la plaza, y Quintanilla”; o “tres cosas tiene Viana: las piedras, las Tetas y el
monte Solana”.
Ser más exagerado que Hermógenes: este Hermógenes era un tendero ambulante, de telas, que iba
con un carro tirado por un mulo y cerrado con toldilla. Se jactaba de su melonar, en el que,
según él, cabía toda la burricá. Una vez cosechó una sandía tan grande, que, al transportarla,
tuvo que dejar la mitad en saledizo, fuera del carro. Es célebre la anécdota de las perdices.
Tenía Hermógenes un reclamo y era tal su éxito atrayendo pájaros que el carro, sobrecargado,
estuvo a punto de bascular hacia atrás y se vino a “empinar el macho”. La misma historia se
cuenta en referencia a palomas torcaces, yendo Hermógenes por los montes de Valdelosa.
Cuando los primeros mozos jóvenes compraron en Calzada coche propio, recibían
advertencias jocosas de los viejos: “Cuidado no te pase como a Hermógenes”; en este caso, el
reclamo irresistible era el coche, y las palomas, mozas casaderas seducidas por el lujo.
Ir a la peña Marola. Se decía para expresar una tarea de poco fruto o un propósito equivalente a
una pura pérdida de tiempo. La Peña Marola está en Santibáñez, cerca de la Rivera de Cañedo
(es la segunda loma tras las casas de la alquería; parece ser que no coincide con la llamada Peña
del Castillo). Como es terreno totalmente baldío, de afloramientos rocosos, se consideraba el
epítome de lo infructífero. Empleaba esta expresión el señor Quico Castañeda.
Ser como la peste de Argusino. Se decía al ponderar lo mortífero o calamitoso de un suceso. Alude,
parece ser, al extinto pueblo sayagués de Argusino, no lejos del Tormes aguas abajo de
Ledesma. Este pueblo, debido quizás a su baja altitud y mala ventilación, pudo ser propenso a
paludismo y otras enfermedades. Argusino sucumbió a la presa de Almendra, que inundó su
casco.
Por los tesos de Almenara van los siete infantes de Lara: se decía de las lomas de cima plana que hay
en la linde entre Almenara y Torresmenudas. La rima empuja hacia esta atribución plenamente
fantástica. Otra ficción de no menor enjundia es la que registraba Morán Bardón (1990) en
1932: “en Ledesma y sus cercanías se dice que en Peñameces, o Peñamecer, están enterrados
los pastores de Belén”.
Con el aire que llevas cuando vas a lavar, el jabón de la ropa te dejaste olvidar: aplicable a la moza
vanidosa, que de camino a los lavaderos, con la restregadera al cuadril, olvida lo más
importante, el jabón de lavar.
Más vale una cara en la mesa, que cien vacas en la desa: a la hora de elegir mujer, dará más satisfacción
una buena presencia, que luzca y dé temple en las concurrencias, que no una rica con dote
ganadera.
2.2. Vestigios del cancionero calzudo
Se reúnen aquí algunos fragmentos de la memoria cantable del pueblo, insuficientes
ciertamente para sugerir el edificio musical de la antigua Calzada, pero valiosos en su escasez
como ventanuco hacia el viejo vivir de la comarca.
¿Dónde va la mi morena,
dónde va la resalada?
¿Dónde va la mi morena?:
Con el cántaro por agua.
Con el cántaro por agua,
Un galán me la entretiene
Y yo le salgo al encuentro
Por ver si viene o no viene,
Por ver si viene o no viene,
Por ver si viene ella sola
Y la viene acompañando
Una bandera española 1
Y una bandera española
Y un trabuco naranjero
Con letras de oro que dice
Un fragmento similar es recogido por Rodríguez Fernández (1991) en la zona de Aliste (Zamora). “Esta noche y
la que viene, / esta noche y la pasada, / si será la mi morena / la que va al caño a por agua. // La que va al caño a
por agua, / alguno me la entretiene, / y yo esperando por ella, / por ver si viene o no viene. // Por ver si viene o
no viene, / por ver si venía sola, / y venía acompañada / de la bandera española”. Esta canción se bailaba a modo
de vals (brincao) en Riofrío de Aliste.
1
Viva la sal y el salero
Viva la sal y el salero
Viva la sal salerosa
Viva los hijos de viuda
Y el buen talle de una moza
Y todos los hijos de viuda
Llevan en el pantalón
Una cintita encarnada
Que me roba el corazón.
Esta canción, recitada por Martina Gallego (de Juan Agustín) y Garcilaso, independientemente,
se cantaba por los mozos y las mozas de camino al baile. Remataban las estrofas con jijeos.
Puede clasificarse como cantar de ronda o pasacalles. En La Alberca se interpretaba en cualquier
festejo en que un grupo de personas acompañaban al tamborilero por la calle. La versión
recogida por Cid Cebrián (1986) no difiere en mucho de ésta salvo en las dos estrofas finales,
que allí quedan reducidas a ésta: “viva la sal y el salero / viva los hijos sin padre, / viva los hijos
sin padre / que yo por uno me muero”. En ambas versiones se elogia, desde el punto de vista
de la moza casadera, la condición autónoma de los hijos de viuda, precozmente libres y
adultos. El trabuco naranjero era una escopeta pequeña y tenía la boca en forma acampanada,
de trompeta, con la cabida de una pequeña naranja. Se asociaba con los bandoleros.
Tu eres chiquita y bonita como el grano de cebada;
lo que tienes de chiquita lo tienes de resalada. 2
Eres como el trigo rubio escogido grano a grano.
Tú eres la mejor muchacha que en el mundo se ha criado.
A Santa Águeda le decían esta coplilla:
Santa Águeda mágueda estaba en un teso 3;
Fue la zorra y le dio un beso.
Un cantarcillo de corrobla es el siguiente, de que se dice que fue cantado una vez por un grupo
de mozas en la fiesta de Forfoleda:
Calzada cae en llano,
Forfoleda en una cuesta,
Bebed de esta bota,
Que poco nos cuesta. 4
Análogamente en una alburiada (ronda de despertar) de Figueruela de Arriba (Aliste, Zamora): “Morenita y
redondita, / como un grano de cebada, / lo que tienes de pequeña, / lo tienes de resalada. Levántate”. También,
en Garganta la Olla (Cáceres): “eres chiquita y bonita / y asín como eres te quiero; / lo que tienes de bonita / lo
tienes de resalero” (Antonio Cid, 1974).
3 Análogamente, en la comarca de Peñaranda de Bracamonte: “Santa Águeda, Mágueda, / Reina y Señora, / venga
usted a dar la teta / al niño que llora” (Andújar Espino, 1966). Mágueda parece deformación festiva de Águeda,
quizás por aproximación a maga.
2
De Calzada se cantaba:
En el pueblo de Calzada
No se crían avellanas;
Que se crían buenas mozas,
Morenas, rubias y saladas. 5
También se cantaba en el baile 6:
Señor cura, no baile,
Porque tiene la corona.
Señor cura, baile usted,
Que Dios todo lo perdona.
El señor cura del pueblo
Tiene una cama de flores;
El pueblo la tiene también
Porque socorre a los pobres.
Emparentada con la tonada que recogió Dámaso Ledesma (1907) en La Maya, se recuerda
vagamente este fragmento en Calzada:
Carolina, Carolina,
¿con qué te rizas el pelo?:
Con las tenacillas de oro,
Que me las dio el habanero. 7
...
Carolina, la buena moza:
Y ahora la van a llevar
A los palos de la horca.
La tonada de La Maya era de composición similar en la primera parte, aunque luego divergía:
“Carolina, Carolina, / ¿con qué te rizas el pelo? / ¿con las tenacillas de oro / que te ha dado el
habanero? / que son las once y no has venido / me dijiste que a las diez, / ¿dónde te has
4 Es un recurso común en los romancillos geográficos, sobre el que ya llamó la atención Joaquín Costa, quien
recoge muchos ejemplos; en particular, es comparable esta canción de segadores: “Tamarite está en un llano,
/Berbegal en una cuesta; / ¡traiga la bota, nuestro amo, / que buena canción es ésta (o nos cuesta)!”
5 Es también un procedimiento de encuadre bien conocido. Un cantar parecido se conserva en Parada de Llanes
(Asturias), donde se dice: “En el pueblo de Posada / no se crían naranjales / que se crían buenas mozas / y con
ellas los chavales”.
6 Muy similar es la fórmula recogida en el Bierzo (Bierzo, p. 165).
7 Un fragmento similar es recogido por Rodríguez Moñino (1965) en Calzadilla (Cáceres): “La Petronila en el baile
/ se arrima a los de Cilleros, / es un poquito celosa, / pregunta por el mulero. / Anda Petronila, / que contenta
vas / con los treinta riales / que te van a dar. / Petronila, Petronila / ¿con qué te rizas el pelo? / Con tenacillas de
plata / que me regaló el mulero. / Petronila, Petronila, / bien te lo decía tu madre, / que el andar con el mulero, /
te habían de sacar cantares.”
entretenido, / que no me has venido a ver? / ¿estarías con la otra, / con mucho gusto y
placer?”.
Algunos dichos y gracejos de enamorados, que se oyen todavía en corrillos del pueblo, pueden
ser incluidos aquí. En tono de desengaño: “el amor y el interés /salieron al campo un día: /
pudo más el interés / que el amor que te tenía”. De un novio que quería verificar cómo se las
arreglaba en las tareas cotidianas su futura: “con la disculpa de encender el cigarro / entro en la
cocina por ver tu garbo”. Un acertijo: “si el enamorado no es torpe y es entendido, / ahí le van
el nombre de la dama y el color del vestido” (la respuesta es Elena y morado). En alabanza del
amor primero: “cuatro palomitas blancas / subidas en un ladero: / unas cantan y otras dicen /
‘no hay amor como el primero’”.
2.3. Calendario agrícola popular recogido en Calzada, de una señora mayor que lo
recordaba de memoria (Carmen Riesco Riesco)
Esta retahíla tiene su inspiración, remota o cercana, en las cartillas de pedagogía
agrícola, que se popularizaron a finales del s. XIX. Sin embargo, parece que tuvo autor,
y se trata de un labrador de Rollán, José Martín Borrego (n. 1843, +1909). José
Antonio Benito Rodríguez publicó una compilación amplia (Benito, 1985) de los versos
de José Martín (Joseíto de Rollán), obtenida a partir de un manuscrito de Sandalio
Rodríguez (de diciembre de 1942), del mismo pueblo.
La relación que aquí se presenta proviene de Carmen Riesco Riesco (n. en Calzada de
Valdunciel en 1909, +1994), quien la había apuntado de memoria en unas cuartillas. En el
momento de registrar estos versos, el autor del libro desconocía otras versiones impresas
de lo mismo. Sólo más tarde pudo comprobar la existencia de la copiosa relación
publicada por J.A. Benito en 1985. La estructura de ésta, en lo tocante al calendario
agrícola, es clara. Cada mes es presentado con un preámbulo en verso, con generalidades y
ocurrencias varias. Seguidamente se pasa a las máximas, también en verso generalmente
octosílabo. Los recuerdos de la señora Carmen habían ofuscado esta estructura, por lo que
en ellos se engarzaban versos provenientes de ambas partes (preámbulos y máximas). En
la versión que sigue, se ofrece una relación completa de las máximas, en dos columnas (a
la izquierda, la de la señora Carmen; a la derecha, la versión según el manuscrito de
Sandalio Rodríguez). Los preámbulos pueden consultarse en el artículo de J.A. Benito;
sólo cuando algún fragmento preambular constaba en la versión de Carmen se ofrece
dicho texto en cursivas, confrontado con la versión de Rollán. Como se puede
comprobar, la memoria de la señora Carmen era más precisa en los meses iniciales del
año; pasado el verano, aumentaban las lagunas e interpolaciones.
El interés por reproducir aquí el texto en la forma recordada por Carmen es múltiple:
por un lado, tanto los versos creados por el señor Joseíto de Rollán como las cartillas
agrícolas se basaban en el refranero popular y, como las notas muestran, es estrecha la
correspondencia con dichos de la zona; a ello se añade el hecho de que en la
reelaboración de memoria de la informante no le constaba el original del que estos
versos, retenidos durante años por vía oral, procedían. No es descartable que el texto se
conserve impreso en otras ediciones (además de la publicada por J.A. Benito)
desconocidas para nosotros. En la compilación El tiempo: meteorología y cronología
populares, del Archivo de Tradiciones Salamantinas (ATS), se citan refranes sueltos
procedentes de Macotera, que parecen corresponderse fielmente, como vestigios
fragmentarios, con los consejos del presente calendario. Es probable que surjan debido
a la extensa difusión oral que consiguieron las máximas en verso del señor José Martín
Borrego, de Rollán. Compárese también con el calendario rústico zamorano recogido
por Cortés (1995). Con independencia de su origen, la reproducción de memoria del
calendario ha dado lugar a intercalaciones y adaptaciones que dan una buena muestra
de léxico local.
El poeta popular José Martín Borrego llegó a publicar una obra en romance octosílabo,
con treinta y dos capítulos: Adelaida en la montaña (1899, Salamanca, Imprenta de R.
Esteban, 99 pp.): cf. una reseña de Luis R. Miguel en El Lábaro, 10 de enero de 1900, p.
1-2. Sus versos de consejo agrícola llegaron a ser conocidos como Guía y máximas del
agricultor. Fue invitado en 1904 a leer un capítulo de ella, “con característica entonación
y sencillo desparpajo”, ante el Congreso Agrícola del mismo año en Salamanca (El
Castellano, 8 de septiembre de 1904, p. 2; El Porvenir: periódico republicano, 19 de
septiembre de 1904, p. 2). El libro se llegó a publicar, pero no consta dónde, ni parecen
quedar huellas de su edición. Ya en 1897 se indicaba que la primera edición estaba
agotada (El Fomento de Salamanca, 23 de noviembre de 1897, p. 3).
[ENERO]
Enero de hielos,
en las eras muchos muelos 8.
La alzada de enero
hace a su amo caballero 9,
porque se curte la tierra
con los hielos y las nieblas.
Los guisantes en enero
suelen ser perecederos:
la siembra de los guisantes,
de febrero en el menguante 10.
Hasta por la Encarnación 11
los tengo sembrados
y dieron mejor resultado
que los que fueron tempranos.
Los médicos por la ciencia,
y el labrador por la experiencia:
esto a ambos hace falta
y aun a las veces no basta.
En el trabajo al ganado
traerlo siempre bien calzado.
Lechuga, berza y tomate
se siembran en el menguante.
Si cuando llueve se hacen
en el agua caracoles,
labradores y hortelanos,
no tocadle a las labores. 12
Enero de hielos,
en la era muchos muelos.
La alzada de enero
hace a su amo caballero
porque recurte la tierra
con los hielos y las nieblas.
Los guisantes en enero
suelen ser perecederos.
La siembra de los guisantes,
de febrero en el menguante.
Hasta por la Encarnación
los tengo sembrados yo.
Dieron mejor resultado
que los que fueron tempranos.
Los médicos por la ciencia
y el labrador por la experiencia.
Ésta en ambos hace falta
mas a las veces no basta.
En el trabajo el ganado
traerlo siempre bien cebado [calzado].
Lechuga, berza y tomate
se siembran en el menguante.
Si cuando llueve se hacen
en el agua caracoles,
labradores y hortelanos,
no tocar a las labores.
Compárese con “año de hielos, año de muelos” en Morán (1954) y en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001). Se da
a entender que las heladas auguran buena cosecha y por lo tanto copiosos muelos. En Sayago: “si hiela en enero,
en las eras muchos muelos” (Panero, 2000). El Comendador (hacia 1550) registra el refrán “año de eladas, año de
parvas” (Núñez, 2001).
9 En Palacios del Arzobispo, circula el refrán: “alzadita de enero hace al amo caballero, y si es antes, caballero con
guantes”. El mismo refrán en Morán (1954). Se supone que la alzada temprana, esto es, la primera vuelta de arado
que se da a la tierra, es sumamente beneficiosa. En Andalucía, “el barbecho de enero hace a su amo caballero, y si
antes, hasta con guantes” (Cobos, 1989). Ya Correas (1627) recoge el dicho: “Alzada, de enero á de ser para ser
buena”.
10 Análogo consejo se recoge en Asturias: “si quiés tener buen patatero, sema a menguante de la lluna de febreru”
(Cobos, 1989). La referencia al menguante es frecuente en los refranes antiguos (Correas, 1627): “En menguante
de enero, korta tu madero”. Sin embargo: “quando menguare la luna, no siembres cosa alguna” (Núñez, ca. 1550).
11 25 de marzo.
12 Este consejo es recogido en forma idéntica, como refrán, en Macotera (ATS, El Tiempo).
8
Si se juntan los hombres en las cocinas,
en la taberna o fragua,
mal tiempo inclina 13.
[FEBRERO]
En febrero, la morchuela 15,
cuando canta, llueve o nieva.
Si febrero viene de aguas,
habrá pastos y habrá parvas 16.
La aricada de febrero,
presa 17 y con poco orejero 18.
Si se entierra mucho el fruto,
se quitan los orejeros
y que se entierre el arado
hasta cubrir el trebejo 19.
Si se juntan los hombres en las cocinas,
en la taberna o fragua,
mal tiempo inclina [se avecina].
El gañán que sea gañán
y tenga conocimiento,
según sea la pareja
debe hacer el barbecho.
Porque existe diferencia
de entenderlo a no entenderlo.
A una pareja mediana
se pone el arado siento 14
y el pulso es el que trabaja
para que entre más o menos.
Siembra en febrero la avena:
no temas, que no se hiela.
En febrero la mochuela
cuando canta, llueve o nieva.
Si febrero viene de aguas,
habrá pastos y habrá parvas.
Cuando el tiempo está de heladas
son buenas las aricadas.
La aricá de febrero,
presa y con poco orejero.
Si se entierra mucho el fruto,
se quitan los orejeros
y que se entierre el arado
hasta cubrir el trabajo.
“Día de agua, día de taberna o de fragua”: se dice en Sayago (Panero, 2000).
Parece querer decir: se asienta, se estabiliza. Siento es un participio fuerte de asentar, como pago de pagar (en vez
de asentado, pagado).
15 Mochuelo.
16 Morán (1954) recoge el refrán: “las aguas de febrero abastecen tu granero”. En Galicia “se non chove en
Febreiro, nin bo prado nin bo centeo” (Cobos, 1989). Igual en Monleras: “si no llueve en febrero, ni hay buen
prao ni buen centeno” (Solano, 1989); también en Sayago (Solano, 2000). En Portugal: “Quando não chove em
Fevereiro, nem bom prado nem bom lameiro, nem bom corno no carneiro”. Correas (1627): “Kuando no llueve
en hebrero, ni ai buen prado ni buen zenteno”. En la vecina tierra de Miranda, “nun chobendo an Febreiro, nien
bun centeno nien bun lhameiro” (Mourinho, 2007: 77).
17 Sánchez León (1995) describe preso como ‘de ángulo cerrado, agudo’: un zacho está preso cuando su mango
forma un ángulo más cerrado que el habitual.
18 Orejero: “cada uno de los dos palos, de sección circular y ligeramente curvados, que lleva el arado romano para
abrir el surco y voltear la tierra a ambos lados de la reja”. Es decir, la aricada, cuya función es arrimar tierra a los
cerros, donde está creciendo el tallo de los cereales sembrados, así como retirar hierbas crecidas en los valles, debe
mover poco la tierra para no dañar la futura cosecha. Los refranes de Macotera (ATS, El Tiempo) añaden este
consejo: “Conviene el hacer la rastra / al tiempo que el fruto medra, / cuando el fruto está aricado, / antes que
esté alombrizado”.
19 Parece referirse al pescuño del arado. En Toro se llama trobejo a dicha pieza. Este pasaje remite de nuevo a un
autor del oriente de la provincia. En efecto, el tipo de arado en el que el trebejo forma la extremidad del dental,
sobre la que el arador puede apoyar el pie para hacer presión, es de difusión castellana, y en Salamanca sólo existía
13
14
Quien mucho adelanta [a] arar,
más avanza [a] acarrear.
El que quiera coger fruto,
en año bueno y en malo
que estierque y meta a los bueyes
poca bulla y mucho clavo 20.
Por la fiesta de San Blas,
la cigueña en Quejigal 21,
que matan muchas machorras
y bien a comer lo sabrás 22.
[MARZO]
Quien mucho adelanta a arar
más avanza a acarrear.
El que quiera coger fruto
en año bueno y en malo
que estierque y meta a los bueyes
poca bulla y mucho clavo.
Por la fiesta de San Blas,
la cigüeña en Quejigal,
que matan muchas machorras
y vienen a comer las sobras.
A últimos de febrero
salta el pez en el chorrero 23
si el tiempo está en condición
respecto de la estación.
Marzo quita las polillas
de las sayas y mantillas,
conque bueno será
cuando mata las bichillas 24.
Marzo quita las polillas
de las sayas y mantillas,
conque qué bueno sera
cuando mata las bichillas.
Marzo es la puerta del año,
abril la cerradura, 25
mayo es el mes que discierne
el labrador la ventura 27.
Marzo seco, de aires cierzos 28,
ponle dientes a tus bieldos.
Si marzo no hace lagunas,
la cosecha está segura.
Marzo es la puerta del año,
abril es la cerradura,
mayo es el mes que desciende 26
del labrador la ventura.
Marzo seco de aires cierzos
ponle dientes al briendo.
Si marzo no hace lagunas
la cosecha está segura.
en la parte más al este. Así, en la comarca de Medina del Campo, Sánchez López (1966) recoge la voz trobejo
‘pasador de madera que atraviesa en sentido horizontal la parte posterior del dental del arado y se utiliza para
apoyar el pie’. Éste es el arado llamado castellano o arado-cama; el tipo prevaleciente antiguamente en Calzada
pertenecía también a este grupo, pero aquí se llamaba trobejo a un pasador en la parte más alta de la terihuela.
Véase la descripción de Gordillo Asunción sobre las piezas del arado.
20 Es decir, que estimule mucho a los bueyes para que aren despacio y profundo. Idéntico consejo se recoge como
refrán en Macotera (ATS, El Tiempo).
21 La referencia a Quejigal (en la Armuña Chica, junto a Tabera y Rollán) es comprensible dada la patria del autor,
natural de Rollán. San Blas era el patrón de Quejigal; su fiesta se celebraba con una víspera en que se encendían
hogueras; luego, al día siguiente, había misa, se bendecían las gargantillas y se hacía baile.
22 Machorras son las ovejas no destinadas a criar corderos. Es claramente preferible la versión recogida por José
Antonio Benito.
23 Es decir, empiezan los peces a saltar en los tramos turbulentos (chorreros), preparándose para frezar.
24 “Marzo quita las polillas de las sayas y mantillas. Mira qué bueno será cuando mata las bichillas” es refrán en
Sayago (Panero, 2000). Da a entender que es un mes sano y que cura a la gente y a la tierra.
25 “Abril i maio , la llave de todo el año” (Correas, 1627; Núñez, 1550); aunque se replicaba: “Enero haze el
pekado, i maio es el kulpado”.
26 Parece que la forma discierne es más ajustada al sentido de la frase.
27 Es decir, en mayo ya se deja adivinar cómo de buena vaya a ser la cosecha.
28 “Marzo ventoso i abril lluvioso, sakan a maio hermoso” (Correas, 1627). Muy parecido en el Comendador. En
tal caso, se prevé buena cosecha, y el briendo deberá tener más dientes para hacer frente a las abundantes mieses.
Si marzo viene de aguas,
pronto se trillan las parvas.
Si el mes de marzo
el trigo pone calzas coloradas,
para el año venidero
los labradores, albarcas,
porque la cosecha es corta
y a hacer zapatos no alcanza 29.
Cuando canta el gorrión
no trabaja el labrador,
y si cantan los jilgueros,
no temas meter obreros 30.
Adiós, marzo venturoso,
más vale que vengas seco
que de lluvias tempestuoso.
Si marzo viene de aguas,
pronto se trillan las parvas.
pasado el veinte de marzo
ya puedes sembrar garbanzos.
Si el mes de marzo el trigo
pone calzas coloradas,
para el año venidero
los labradores albarcas.
Porque la cosecha es corta
y a hacer zapatos no alcanza.
Cuando canta el gorrión
no trabaja el labrador,
y si canta la escribana
el temporal bueno aguarda 31.
Si en marzo las curujonas 32
cantasen por la mañana,
estando el tiempo revuelto,
por la tarde espera el agua.
Adiós, marzo venturoso,
más vale que vengas seco
que de lluvia tempestuoso.
[ABRIL]
Abril de lluvias y fríos,
padecen mucho los trigos.
Abril de lluvia y sereno 33,
prepara bien tu granero.
Hasta el día de San Marcos 35,
se pueden sembrar garbanzos.
Caiga alta, caiga baja
la [Pascua],
no destetes tu ternero
hasta pasar San Mateo 36:
Abril de lluvias y frío
padecen mucho los trigos.
Abril de lluvia y sereno,
Prepara bien tu granero. 34
Hasta el día de San Marcos
se pueden sembrar garbanzos.
Caiga alta, caiga baja
la semana de Pasión,
para sembrar los garbanzos
es la semana mejor.
No destetes tu ternero
hasta pasar San Mateo.
En Sayago se recoge: “si en marzo pone el trigo las calzas coloradas, los labradores, albarcas, porque la cosecha
es corta y a hacer zapatos no alcanza” (Panero, 2000). Se refiere a una pelleja rojiza que le sale a las cañas del trigo
en los años de mala cosecha.
30 Jornaleros o temporeros. Véase el dicho, recogido en Calzada: “En febrero, mete tu obrero, que tu pan te
comerá, pero tu jornal te dejará”.
31 La escribana es algún ave del género Emberiza o similar; tales aves se caracterizan porque sus huevos parecen
escritos, por tener un patrón mimético con el entorno herbáceo. Probablemente se trata del triguero, Miliaria
calandra.
32 Ciertamente se trata de la cogujada, sea la montesina o la común, Galerida sp.
33 Sereno es tiempo despejado.
34 Un extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 presenta la siguiente versión: “abril de lluvia
sereno / prepara tu granero” (El Adelanto, 8 de abril de 1904, p. 1).
35 25 de abril. “Por San Marcos, el garbanzal, ni nacido ni por sembrar”.
29
si nace por San Martín 37,
destétalo al fin de abril.
[MAYO]
Ara sin cesar en mayo,
que come bien el ganado 41;
hasta medio día arar,
y por la tarde a escardar 42.
En este tiempo conviene
el ir [a] arar de temprano,
que, con la fuerza del sol,
no se sujeta el ganado. 43
No hace falta en los arados
que tengan mucha madera:
no son los arados gordos
los que más labran la tierra. 44
Si nace por San Martín
destétalo a fin de abril.
Si se juntan por las tardes
los mosquitos a bandadas
que el temporal está siento 38
esta señal es muy clara.
Has de atravesar la tierra
cada seis años siquiera [riqueza],
que la tierra atravesada
se hace la mezcla y se labra 39.
No hace falta en los arados
que tengan mucha madera:
no son los arados gordos
los que mejor labran la tierra 40.
Ara sin cesar en mayo,
que come bien el ganado.
hasta la merienda arar
y por la tarde a escardar.
Cuide el labrador su tierra
y el comerciante su tienda
los labradores abarcas
y los tejeros alpargatas. 45
Cuando cantan los tuteros
San Mateo es el 21 de septiembre. Se había interpolado “Pascua”, en un punto donde no quedó clara la retahíla.
12 de noviembre.
38 En Sayago, se dice del tiempo que “está siento” cuando es estable. Parece decir que el tiempo va a ser
anticiclónico si se ven bandadas de mosquitos. En 1843 Manuel Hermenegildo Dávila ofrece el siguiente
pronóstico, basado en la conducta de los cínifes o mosquitos: “si se ve a estos últimos juguetear en los aires, o si
las avispas aparecen por la mañana en gran número, y las arañas en el aire o sobre las plantas, todo esto indica
buen tiempo” (El Salmantino, 13 de agosto de 1843, p. 7).
39 Atravesar aquí quiere decir realizar una labor de arada en sentido transversal a las anteriores. La variante
[riqueza] carece de sentido.
40 Consejo incluido en mayo en la relación de Calzada.
41 Y por lo tanto tiene fuerza para tirar del arado. En mayo hay abundante pasto.
42 “El que en mayo escarda, hace parva” (Morán, 1954). La escarda se hacía a mano y era tarea habitualmente
encomendada a mujeres.
43 Este consejo lo incluye entre las máximas de junio el original de J. A. Benito.
44 Consejo recogido en forma casi idéntica, como refrán, en Macotera (ATS, El Tiempo).
45 No está clara la implicación: ¿por qué han de gastar los tejeros alpargatas?
36
37
cerca viene el aguacero. 46
Al concluir el trabajo
da de cenar al criado
para que se acueste pronto
y se levante temprano,
que al cantar la golondrina,
de pies esté en la cocina.
Tienen aquéllas reloj,
que no necesitan guía,
pues apenas rompe el alba
salen a ganar la vida. 47
El que para mayo deje el verano
tarde le llegó el cuidado. 48
[JUNIO]
No motiles 50 tu ganado
hasta que no pase mayo,
que si lo motilas antes
y viene una granizada,
está en peligro que tengas
pellejos para zamarras 51.
Por San Antonio las aguas
Al trigo el hijo 49 le iguala.
El año que el trigo ahíja,
si tiene buena granazón,
la cosecha ya está fija.
No motiles tu ganado
hasta que no pase mayo,
que si lo motilas antes
y viene una granizada,
está en peligro que tengas
pellejos para zamarras.
La mejor vuelta a la tierra
desde San Pedro a la siega 52.
Se refiere a los sapos tuteros, que cantan generalmente en horas de noche o crepúsculo con un monótono
reclamo “tu…tu…tu”. Estos sapos se suelen denominar sapos parteros (Alytes obstetricans y Alytes cisternasii).
47 Se refiere a las golondrinas.
48 Llega tarde, porque su esfuerzo ya será inútil si empieza tan tarde a esforzarse. En este mes, ya está decidida la
suerte del verano; se dice en Miranda “yá ben l Maio pulas canhadas, spigando trigos, segando cebadas”
(Mourinho, 2007: 104).
49 Se llaman hijos a tallos secundarios que brotan de raíces adventicias nacidas del tallo y raíz principal. Por San
Antonio (de Padua, celebrado el 13 de junio), el tallo secundario se iguala en altura con el principal. Los trigos
ahijaban más en el pasado, porque la siembra era más espaciada.
50 Motilar es ‘esquilar’.
51 Es decir, en peligro de que la tormenta mate las ovejas y que del ganado lo único que le quede al pastor sean las
pieles. Véase el refrán portugués: “se Março dá de rabo, nem fica ovelha parida nem pastor açamarrado”. Esta
historieta meteorológica es antigua, y ya Correas (1627) la cita en varias versiones: “Si marzo buelve de rrabo, ni
kedará ovexa, ni pastor enzamarrado”; o “si marzo buelve de rrabo, no dexa kordero enalmagrado, ni pastor
enzamarrado, ni karnero enzenzerrado”; o “Allá vaias, hebrero el korto, kon tus días veinte i ocho; mal as burlado
mi ganado, ke llevaste lo de ogaño. -Allá keda mi ermano marzo, ke si buelve de rrabo, no dexa kordero
enalmagrado”. También lo aplica a abril: “Allá vaias, marzo marzocho; aká me kedo io kon mis bezerros todos
ocho. -Kallá, de una viexa falsa rruin, ke allá viene mi ermano abril, ke kon los kueros a la feria os hará ir”. Véanse
otros refranes equivalentes en Hernán Núñez (hacia 1550).
52 Labor de arada que se daba a las tierras en barbecho, es decir, durante el año de descanso previo al año de
siembra y cosecha.
46
Agua que cae por San Juan
quita vino y no da pan 54.
Si conoces algún año
que se siegue por San Pedro 55,
vive con cuenta y cuidado
que de éstos hay pocos buenos.
La tierra que en este tiempo
pase por ella el arado,
para el año venidero
ya dará buen resultado.
En este tiempo conviene
el ir arar de temprano,
que con la fuerza del sol,
no se sujeta el ganado.
No hagas grande tu leñero
hasta principio de invierno,
que si el invierno da frío,
un incendio da el estío. 53
Nieve que cae por San Juan
quita vino y no da pan.
[JULIO]
El año que aguarde el trigo
a segarse por Santiago
dale vino a los segadores
y pon cadenas al carro.
Si cuando se dan los haces
pinga el trigo en los sombreros,
vive con la confianza
de que son grandes los muelos. 57
En este tiempo al criado
da a menudo con el jarro
si cumple con la obligación
y mira por lo del amo.
El año que aguarde el trigo
a segarse por Santiago,
da vino a los segadores
y pon cadenas al carro. 56
Si cuando se dan los haces
pringa el trigo en el sombrero,
vive con confianza
de que son grandes los muelos.
En este tiempo el criado
da aumento con el jarro
si cumple su obligación
y mira por lo del amo. 58
Parece recomendar que no se acumule leña en las tenadas al comienzo del verano, dado el riesgo de incendios.
Análogamente, “las aguas de San Juan quitan vino y no dan pan” (Palacios del Arzobispo, p. 56, y Morán,
1954); en Bemposta (Miranda de Douro, Portugal), “a chuva de S. João bebe o vinho e come o pão”. En Correas
(1627): “Agua de por San Xuan, kita vino i no da pan; por agosto, ni pan ni mosto”. También registrado en
Hernán Núñez (ca. 1550). En Zamora (Cortés, 1995) se añade localmente una coletilla: agua por San Juan /quita
vino y no da pan, / pero engorda el melonar”.
55 29 de junio. Se trataría por lo tanto de una siega prematura, pues lo normal es segar el trigo hacia mediados de
julio.
56 De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de
1904, p. 1). Una maduración lenta asegura cosecha abundante. Habitualmente (Morán, 1954), “por la Carmela, el
trigo pide su siega; por Santiago, el trigo segado”. La Carmela es la Virgen del Carmen (16 de julio). Santiago es el
25 de julio. Segar por Santiago, por lo tanto, implica una larga faena de siega (hay que estimular con vino a los
segadores), y necesidad de reforzar el carro. Idéntico consejo en los refranes de Macotera (ATS, El Tiempo).
57 De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de
1904, p. 1). Pronóstico recogido en forma idéntica en Macotera (ATS, El Tiempo). Carece de sentido la variante de
J.A. Benito, pringa. La idea de base es que, al segar, cuando hay cosecha alta y abundante, el grano pinga ‘gotea’
sobre los sombreros de los segadores.
53
54
No siegues el fruto en verde
aunque quede algo en las tierras,
que el que recoges a casa
empero y clase lo llevas. 59
Julio vive recogiendo
lo que los otros le han dejado.
Para que sea bueno julio
ha de venir fresco, aireado,
que sacuda el azafrán
y deje gozado el grano.
Para eso con mucha pompa
en España celebramos
el veinticinco la fiesta del Santo
Apóstol Santiago. 60
Julio viene recogiendo
lo que los otros le han dado,
que cuando llegan a julio
los frutos ya están criados.
Para querer bueno julio
ha de venir fresco, aireado,
que sacuda el azafrán
y deje gozado el grano.
Conque cuidadito, julio,
con lo que está a tu cargo:
por eso con mucha pompa
en España celebramos
el veinticinco la fiesta
del santo apóstol Santiago.
[AGOSTO]
No eches grano en las paneras
sin tapar las ratoneras,
ni la paja en los pajares
sin que quites las goteras.
Ni en alto los muladares
ni las eras en riberas. 62
Siembra en agosto los nabos
y por San Martín los ajos 63.
No eches grano en las paneras
sin tapar las ratoneras. 61
Ni la paja en los pajares
sin que quites las goteras,
ni en alto mudadales
ni las eras en riberas.
Siembra en agosto los nabos
y por San Martín los ajos.
Los guisantes y algarrobas
mételos con la marea
si quieres que se conserven
sin picarse en la panera. 64
Parece que ha de entenderse como consejo: auméntale la ración de vino al criado, si este es cumplidor.
Segar temprano es de labrador prudente. Por el contrario, esperar a la completa maduración comporta riesgos
(robo, tormentas), y da lugar a mayores pérdidas en la siega, porque las espigas se desgranan. Parece sin embargo
recomendar la última opción, porque el trigo que se lleva a casa llega con más peso y calidad. No se entiende bien
el último verso, a menos que se lea “en peso y clase lo llevas”.
60 En la memoria de Calzada, esta parte se insertaba aquí, aunque pertenece a unos préambulos que colocaba
Joseíto de Rollán antes de llegar a las máximas de cada mes.
61 De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de
1904, p. 1).
62 Esta parte de la relación corresponde al mes de agosto. Los cuatro últimos versos se recogen idénticos, como
refrán, en Macotera (ATS, El Tiempo).
63 “El buen ajil, por San Martín” y “-ajo, ¿por qué estás ruin? –porque no me sembraron por San Martín” (Morán,
1954).
64 Recomienda llevar al sobrado o panera tales frutos a la hora crepuscular, cuando empieza a haber relente
húmedo (marea), para evitar que la semilla se pique.
58
59
El labrador que acostumbra
el ir mucho a la taberna
al concluir el verano
algo merma la panera. 65
[SEPTIEMBRE]
En septiembre el labrador
se compra el sombrero nuevo,
que si lo deja por mayo,
cuando hace falta el sombrero,
ni sombrero ni dinero.
Apenas el labrador mete el grano,
empieza a pagar la siega,
la contribución del tercio,
le paga la renta al amo,
las igualas de derecho.
El mineral más seguro
es el estiércol de cuadra,
de yegua, caballo o mulo,
y el más seguro de todos
el de cerdo flaco o gordo.
Seguro es el mineral
de un curtido muladar,
pero el mineral de Arteche,
de Francés o Fuentepiedra,
nos sirve para abonar
donde el estiércol no llega. 66
Mucho cuidado al sembrado
si el viento baja a la tierra,
y bajar mucho la mano,
si no, se marcha a la ajena.
Entre septiembre y octubre,
prepara bien tu techumbre.
En septiembre el labrador
se compra sombrero nuevo,
que si lo deja para mayo,
cuando hace falta el sombrero,
pues sino lo compra antes,
ni sombrero ni dinero.
No digo le pase a todos,
sí a la mayor parte de ellos.
Apenas el labrador
Mete el grano en el granero,
empieza a pagar la siega,
la contribución del tercio,
le paga la renta al amo,
la iguala de derecho,
porque todo el mundo acude
como a la carne los cuervos,
y a muchísimas gabelas
que ya explicarlas no quiero
que no quiero dar molestia
De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de
1904, p. 1).
66 A pesar de poner en primer lugar el abono orgánico, curtido por los aires y lluvias en el mudadal, admite el uso
complementario de los abonos industriales, que empezaban a difundirse a comienzos de siglo. La fábrica Arteche,
Francés y compañía estaba en Haro.
65
Mi tocayo el de Manceras 67
dice con mucho salero
que al concluir de sembrar
muchos tienen tal acierto
que les queda la panera
como el teatro Liceo:
pueden bailar los ratones
porque no encuentran tropiezo
con el grano que ha quedado;
y tienen que irse pidiendo
habitación a otro lado
si han de pasar el invierno.
ni a mangantes ni a plebeyos.
Mi tocayo el de mancordi
dice con mucho salero
que al concluir de sembrar
muchos tienen tal acierto
que les queda la panera
como teatro de Liceo.
Pueden bailar los ratones
porque no encuentran tropiezo
con el grano que ha quedado
y tienen que irse pidiendo
habitación a otro lado
si han de pasar el invierno.
[OCTUBRE]
En octubre el labrador 68
vuelve a empezar sus faenas
-no digo empezar de nuevo,
porque en todo [el] año las deja-:
vuelve a sembrar la semilla
pa la próxima cosecha;
que es lo que tiene este oficio:
la tierra lo da y lo lleva.
Es comparante al agosto
el tiempo de sementera 69;
llegando el tiempo oportuno
y resistan las parejas,
un buen aijón a la aijada
y buena punta a la reja,
bien calzadas las albarcas
y el ganado a la tarea, 70
que se encarga de [criarlo],
y, si no, la Providencia.
Ponga el hombre de su parte
lo que sepa y lo que pueda. 71
En octubre el labrador
vuelve a empezar sus faenas:
no digo empezar de nuevo,
que en todo el año las deja.
Vuelve a sembrar la semilla
pa la próxima cosecha,
que es lo que tiene este oficio;
la tierra lo da y lo lleva.
Es comparante al de agosto
el tiempo de sementera;
llegando el tiempo oportuno
y, resistan las parejas,
un buen haijón a la hijarta
y buena punta a la reja,
bien calzadas las albarcas,
el ganado a la tarea.
Si el tiempo está en condición,
a cubrir pronto la tierra,
que se encargue de criarlo
y, si no, la Providencia.
Esta parte de la retahíla remite a un amigo, también de nombre José, tal vez de Mancera (en el área de
Vitigudino) o de Manceras. No parece que la referencia sea forzada por la rima. No se entiende la variante
mancordi.
68 Esta parte, recordada en Calzada, pertenece a una sección de preámbulo. Octubre es el mes de las sementeras.
Correas (1627): “en otubre, uñe tus bueies i kubre” y “en otubre, echa el pan i kubre”.
69 Comparable por la intensidad de trabajos que supone al labrador el mes de la sementera.
70 Hay que ponerle a la aijada una buena púa; la reja del arado debe estar recién afilada, tarea que se hacía en las
fraguas. Las albarcas deben estar bien calzadas. Una vez sembrado el fruto, hay que cubrir. La variante de J.A.
Benito (hijarta) parece error.
71 Los refranes de Macotera (ATS, El Tiempo) añaden este consejo: “concluyendo de sembrar, / lo primero que
has de hacer, / abrir los desaguaderos / antes que empiece a llover”.
67
No siembres trigo en septiembre,
que por septiembre se pierde.
puedes sembrar el centeno,
que éste es siempre más temprano.
En nuestra provincia entera,
octubre es la sementera,
pues si los siembras temprano
y la planta se apodera,
el trigo en nuestro terreno
no quiere dos primaveras. 72
No siembres el trigo espeso
que puedes tener dos pérdidas:
puedes perder de coger
y perder de la panera,
a no estar malo el terreno
y la tierra lo requiera. 73
Conviene al hacer la rastra
al tiempo que el fruto medra
cuando el fruto está aricado
antes que esté alombrizado. 74
Cuando no se puede menos
buena labor es la rastra,
pero yo a mi parecer
es mejor la desarada 75
pues queda más limpio el vado
y escurren mejor las aguas
todo lo que sea barbecho
en el rastrojo la rastra.
Has de hacer la desarada
siquiera a las tierras llanas;
concluyendo de sembrar
lo primero que has de hacer
abrir los desaguaderos
antes que empiece a llover.
Si octubre viene tejero
es malo para el herrero. 76
Si se siembra temprano, hay riesgo de que el trigo coja fuerza prematuramente (se apodere), y en este caso, la
planta viviría una primavera pre-invernal, mala para el desarrollo posterior.
73 Es decir, la cosecha puede resultar escasa; y además, el gasto en simiente (de panera) será elevado.
74 El trigo nace alombrizado cuando queda enterronado, y cuando, por haber llovido en exceso durante la
sementera, sale enroscado y a la postre no prevalece (Lamano Beneite, 1915: 213).
75 Labores complementarias de la sementera. Desarar consistía en pasar el arado de nuevo por los surcos,
abriéndolos (queda limpio el vado). A veces se hacía sin haber terminado del todo de sembrar. En cambio, la
rastra rompía los terrones pero no mantenía el patrón de surcos intacto, dificultando el drenaje. La desarada es
importante donde la tierra es llana.
76 Interpretable así: si llueve mucho en octubre y hay que recomponer tejados, no hace falta tanta labor de arada, y
por lo tanto, el herrero, que saca rentas de todos los que acuden a afilar rejas, ve resentida su economía.
72
[NOVIEMBRE]
Noviembre de reneblinas,
que en las tierras hay gavillas 77,
que tienen mejor nacencia
las sementeras tardías 78.
En noviembre alza 79 el rastrojo
para los granos menudos,
que la tierra que está alzada
criará mejor los frutos;
y alza si puedes temprano,
aun con frío haz un esfuerzo,
que por San Andrés la matanza
la suele hacer el labriego
con el botijón al lado80,
el lomo y jamón añejos.
En noviembre alza el rastrojo
para los granos menudos,
porque la tierra curtida
criará mejor los frutos;
y, si el tiempo lo permite,
y la tierra está para ello,
en acabando el rastrojo
empieza con el barbecho,
que la tierra que esté alzada,
cuando principian los hielos,
hasta le muda el color
y la pone como estiércol.
Lo mismo que muladar
Que está mullido a su tiempo,
La tierra que se alce tarde
A la que se alce en invierno
Seguro el veinte por ciento,
Y no llega la producción;
Y alza si puedes temprano;
aun con frío haz un esfuerzo.
Por San Andrés la matanza
la suele hacer el labriego
con el botijón al lado
el lomo y jamón añejo. 81
echan cuatro cantinelas
y cuatro o seis chistes buenos
aunque para otro día falte
Parece referirse a las gavillas o montones de tallos y raíces de grama y gatuña que se sacaban de las tierras por
estas fechas. Se usaba para ello el azadón hasta dejar limpio el terruño. Pasados unos días se quemaban los
montones. A esta misma época parece llamar el refranero antiguo “el verano de las gavillas”: “Venido el verano de
las gavillas, kítanse galanes de las eskinas”; su explicación: “por el invierno, kuando se haze la lunbre kon las
gavillas en Kastilla, i kon el frío no se pueden parar a los kantones”.
78 Ya el refranero de Correas (1627) recomienda la sementera tardía, incluso cuando no se tiene de comer:
“novienbre i dezienbre, koma kien tuviere, i kien no tuviere, sienbre”.
79 Alzar es dar la primera vuelta de arado a las tierras en el año de barbecho. Aquí se alude a la alzada de Adviento.
80 San Andrés es el 29 de noviembre. En Sayago (Panero, 2000) y también en Palacios del Arzobispo, se recoge
“Por San Andrés, el vino nuevo añejo es”, porque los fríos ya lo han madurado. El botijón es, indudablemente, de
vino. Correas (1627): “al xamón de tozino, buen golpe de vino”. También se dice en Sayago “vino añejo con
jamón, mucho mejor que turrón” (Panero, 2000).
81 La variante lomón de J.A. Benito parece error.
77
aquel día pasar bueno82
porque viene de costumbre
el hacerlo así en los pueblos.
No compres cebón que corra
Ni vaca que no esté gorda.
No compres ganado viejo
Cuando vayas al mercado,
Que lo viejo va perdiendo
Y lo nuevo va aumentando.
La avena puede esperar
a sembrarla sin alzar.
Creo que sabe mejor
si el tiempo está al chaparrón.
Antes que llegue el invierno
prepara bien tu leñera.
Que el que tenga harina hecha
y de matanza el gobierno
aunque caigan las nevadas
no le deben meter miedo.
Noviembre de reneblina
en las tierras hay gavillas
que tienen mejor nacencia
las sementeras tardías.
[DICIEMBRE]
La aricada por Adviento
le da al fruto mucho aumento.
Si la tierra está en sazón,
arica sin detención.
Aunque sea en enero es buena
cuando está en sazón la tierra.
El año que venga de aguas
en el partido de Ledesma
y provincia de Salamanca
no ha de ser cosecha larga.
Si acaso la socampana
de cerca la capital
que son tierras muy secanas:
lo que llaman los Montalvos
Marines y la Percanta.
Invierno que venga seco
y de hielo sobre hielo
con muy poquitos socios
82
La variante pasear bueno carece de sentido.
que mande el que puede hacerlo
ya verás en el verano
el briendo ahogarse en los muelos.
Estos no le vienen bien
al Sr. Juan de Carreros, 83
como igualmente la digo
por todos los ganaderos
que tendrán flacas las vacas
criando pocos terneros.
Como al contrario será
el año de muchas aguas
que criaron muchos terneros
y tendrán gordas las vacas
y el briendo tendrá el pescuezo
largo como el de las guarras.
83
Tales años, secos y fríos en invierno, son buenos para el labrador pero malos para el ganadero.
2.4. Canción de arrieros y viandantes (retahílas o aleluyas geográficas)
Esta retahíla, de la que constaban versiones mucho más extensas, enumera pueblos de la zona.
Hay numerosas versiones, incompletas todas y de diversa procedencia y fecha; no puede
esperarse otra cosa de estas ristras geográficas, que rodaban de boca en boca como bien
comunal, del que todos se servían, fuesen arrieros, trajinantes, pedigüeños, viejas a la lumbre,
jornaleros o ciegos itinerantes. Cada uno adaptaba, llenaba los huecos de su memoria,
enmendaba o zurcía las relaciones. Recientemente, Blanco García (1998) emprendió la tarea de
enlazar las piezas de la musa geográfica salmantina, elaborando un texto unitario que recorre la
mayor parte de la provincia. Sin embargo, sigue mereciendo la pena rastrear las formas
primigenias aunque fragmentarias de estos cantares itinerantes.
Éste es un trozo recogido en Calzada, de la señora Martina Gallego.
Majos de Torresmenudas,
Gañanes de Forfoleda,
Valentones de Calzada,
De Valdunciel la leñera.
De Carbajosa, la herrera,
Danzantes de Topas,
Comediantes de Villanueva:
¿Dónde queda Valdelosa,
metida entre tanta leña?
La primera cuarteta es bien conocida. Obsérvese cómo entre los valentones de Calzada y los
majos de Torresmenudas, apodos que aluden al brío de los mozos (majo viene a ser equivalente
a valentón), las otros blasones son más rústicos y utilitarios: los de Forfoleda son gañanes
(también, con implicación semánticamente cercana, son pardos y mielgos); los de Valdunciel,
son trajinantes de leña desde el monte de Huelmos a Salamanca. A esta tirada se le añadía una
coletilla sobre Zamayón:
Gañanes de Forfoleda,
Y el cura de Zamayón,
El que los pleitos ordena.
Estos últimos versos proceden de la relación recogida por Sanz (1953), del señor Quico, “El
Chupines”, en La Mata de la Armuña. PRCh recogió directamente en Palacios del Arzobispo
esta variante (a la que la otra encubre maliciosamente):
Y el cura de Zamayón,
Que a todas las mozas empreña.
Más inocente, pero sabroso, es el cantarcillo que recoge Frayle Delgado (2009): “el cura de
Valverdón / cuando va a misa a Valcuevo, / lleva la escopeta al hombreo / y la pólvora en un
cuerno”.
Dámaso Ledesma Hernández (1907), en su cancionero salmantino, compiló una versión larga,
que le fue dictada por el famoso vagabundo Molina, tamborilero en tiempos de Aldeaseca.
Inevitablemente, esta versión antigua contiene variantes significativas. La cuarteta primera es
igual, pero a partir de ahí el texto corre divergente:
De La Mata, arrieros 84,
De Carbajosa, la herrera,
De La Vellés son los majos,
De Arcediano, las doncellas 85.
El buen cabaril 86 de Espino,
De Tardáguila las yeguas,
Comediantes los de Topas 87,
Danzantes de Villanueva 88,
Cardeñosa y Cañedino,
La flor en Huelmos se queda.
¿Dónde queda Valdelosa,
metida entre tanta leña? 89
No es razón que allí se quede:
Salga al campo a la Ribera 90
Para ver cómo corre el agua
Y retozan las arenas.
Mocitas las de Palacios,
Con las mantillas de seda
Se van a la romería
De la Virgen de la Vega 91.
Y ¿dónde queda Palacinos,
Anejo de La Aldehuela 92?
Adiós, Espino-Rapado,
Con Cañedo de las Dueñas 93.
Cortinas de San Pelayo,
De El Arco, la fuente buena 94,
Por la famosa industria de la arriería, que enriqueció a la Armuña central antes de ser desbancada por el
ferrocarril. Según Cabo Alonso, “la arriería [en La Mata] ocupaba el 46% de la población trabajadora” en el s.
XIX.
85 Posible alusión a una festividad votiva, con ofrendas primaverales o de solsticio presentadas por mujeres
núbiles, como la de las Mondas en Talavera de la Reina (desposorio de la Virgen con San José), o la de las
Móndidas en San Pedro Manrique (Soria).
86 Se trata probablemente de una confusión con vaqueril, dada la importancia de los prados de Espino de la
Orbada. En Madoz (1845-1850) es mencionada la existencia en Espino de 165 cabezas de vacuno, de las que sólo
37 eran de labor. En el s. XVIII había 254 reses vacunas (Cabo Alonso, 1955).
87 Probablemente por su afición a representar comedias o títeres. A principios del XX eran conocidos en Calzada
los títeres de Venialbo. Las comedias se representaban en la cárcel vieja.
88 Posible referencia a las danzas de palos. Éstas son de antigua tradición en toda la franja occidental de la meseta,
desde Asturias hasta Huelva. Sobreviven con plena vigencia en tierra de Miranda de Duero, junto a Sayago.
89 Recurso metonímico: leña aquí es ‘monte, bosque’. En efecto, para llegar a Valdelosa hay que cruzar zona
boscosa (hoy cada día más flaca y degradada) desde cualquier parte.
90 Probablemente alude a la Rivera Tuerta o de Cañedo que rodea Valdelosa como un arco cerrado por norte,
oeste y sur.
91 Se trata de una ermita ya desaparecida en Palacios del Arzobispo, cuya advocación era a la Virgen del Monte.
92 La Aldehuela es ahora llamada oficialmente Añover de Tormes.
93 Cañedo de las Dueñas es alquería sobre el río Cañedo, aguas abajo de San Pelayo. Espino Rapado es dehesa de
ganado bravo en el camino a Añover, hoy feamente cercada por muro de cemento.
84
De Almenara, las viñas 95,
De Valverdón, las aceñas,
Maquilones, de Zorita 96,
De Valcuevo, la alameda;
De Muelas 97 son las cebollas,
Y de El Pino, las ciruelas 98.
Una variante similar de esta última tirada se documenta en Morán (1990), a partir de pesquisas
hechas en Machacón en 1940:
Para alamedas, Valcuevo,
Y para cebollas, Muelas,
Viñedos, los de Almenara,
Y en el Pino, las ciruelas.
La relación de Sanz (1953) contiene variantes de interés:
De La Mata son los burros
Y de Carbajosa, la herrera,
Y la torre mocha de Narros
Y el tío Bolo, las tijeras 99.
Gañanes los de Negrilla
Que por Palencia campean,
Que rompen los arados
Y traen mal labradas las tierras.
De La Vellés son los majos,
De Arcediano las doncellas,
Buen pozo el de Pajares100
Y danzadores en Pitiegua.
De Tardáguila las yeguas,
Buen vaqueril el de Espino
Y al valeroso de Arcillo
Lo alaban por las tabernas.
De La Orbada son los ricos,
Tienen terreno de vega,
También tienen buenos montes,
Por las pearas 101 que llevan.
Esta fuente, que estaba en el medio del pueblo, ha tenido gran fama en la zona. La fuente antigua era de piedra
y tenía escalones para bajar hasta el nivel del agua. Luego fue fuente de cangilones.
95 Eran abundantes las viñas en los escarpes de los tesos; iban acompañadas de almendros, que todavía subsisten
en gran cantidad.
96 Maquilón es el que cobra maquilas, es decir, el molinero. Obsérvese la productividad del sufijo –ón como
formante de nombres de oficio en las hablas salmantinas: pedingones ‘pedigüeños’, vendemones ‘vendimiadores’.
97 Muelas es el nombre antiguo y popular de Florida de Liébana.
98 Estos productos de huerta se llevaban al mercado de Salamanca.
99 Estos dos versos son probablemente el efecto de un lapsus en la memoria del comunicante. La torre mocha es
de Narros del Río, no del Narros de Armuña. La referencia al tío Bolo puede aludir a alguna anécdota de
circulación local.
100 Según Madoz (1845-1850), hay “un pozo muy inmediato al pueblo, de cuyas aguas usan los vecinos”.
94
También tienen buenas vacas,
También tienen buenas yeguas,
También tienen buenos toros,
Que se llevan a las ferias.
¿Dónde queda Gansinos,
con esa casita nueva 102,
para el boyero y el guarda,
para que cuiden las hierbas?
Villanueva, Villanueva,
Seis cosas tienes de buena:
Buen majadal pa las vacas,
El palacio y la alameda,
Buena tierra pa conejos,
Y la Virgen de los Remedios,
La tierra de la alameda
Para garbanzos cocheros.
A la pregunta retórica de “¿dónde queda Valdelosa, / metida entre tanta leña...”, la relación de
Sanz añade, aludiendo a la industria corchera, la coletilla siguiente:
... el pueblo de los taponeros,
que no tienen una perra?
Más adelante, se recorren lugares de la Rivera de Cañedo:
En Aldearrodrigo, tejares, 103
Los canteros de Casablanca 104
Y en el pueblo de El Arco
Está la gente buena 105.
Correas ya recogió en 1627 un cantarcillo geográfico de la zona de Valverdón:
En Almenara, tengo la dama,
en Balverdón tengo el mesón,
en Zarapikos tengo los hixos,
i en Zaratán me dan el pan.
Piaras o pearas son rebaños de ovejas.
Posible alusión a la compra por particulares de Gansinos, anteriormente propiedad del Cabildo de Salamanca, a
raíz de la desamortización.
103 Ya existían hornos de teja en Aldearrodrigo en época medieval (Lera et al., 1998); también se documentan
mucho más tarde, en Madoz (1845-1850).
104 La cantera de Casablanca, en las peñas que están a levante de Valdebufo, sobre la rivera, era bien conocida de
los calzudos, que iban allí a sacar piedra para las casas.
105 Probable reinterpretación oral de la referencia a la famosa fuente buena.
101
102
2.5. Licencia de bodas
Se trata de un cantar de bodas recogido por Ángel Carril en Calzada de Valdunciel de
Raimunda [Reimunda] Luengo Rueda, que a la sazón tenía 72 años (Carril Ramos, 1992). Dado
que Raimunda había nacido en 1901, la recogida se hizo hacia 1973. Iglesias Giraud e Iglesias
Ovejero (1998) sitúan este tipo de cantar epitalámico en la tradición de los ramos; es
composición tradicional que se ha registrado con numerosas variantes. Existe una variante muy
parecida del mismo cantar, recogida hacia 1950 en Calvarrasa por C.U. (CES, p. 392); la
versión de Calvarrasa, que deja adivinar un origen culto (autoría de un párroco, secretario,
maestro) se presenta en la columna de la derecha.
Licencia les pido a ustedes,
licencia con reverencia
pa que no digan mañana
forastero y sinvergüenza.
Licencia pido al cerrojo,
licencia pido a la llave,
licencia pido a esa niña,
licencia pido a sus padres.
Licencia pido al cerrojo,
licencia pido a la llave,
licencia pido a esta niña,
licencia pido a sus padres.
Informado vengo, niña,
informado muy de veras
que has casado esta mañana,
Dios quiera que pa bien sea. 106
Sí, informado vengo, niña,
informado muy de veras,
te has casado esta mañana,
Dios quiera que pa bien sea.
Tus padres, que están delante,
Dios les dé paz en tierra
y a ti, hermosísima dama,
que logres lo que deseas.
Tus padres, que están delante,
Dios les dé paz en tierra
y a ti, hermosísima dama,
que logres lo que deseas.
También digo al buen galán,
goce de tan linda prenda,
que la sepas estimar
como Cristo amó a su iglesia.
También digo al buen galán,
hijo de tan altas prendas
que las sepas estimar,
como Cristo amó a su Iglesia.
No te la dan por esclava,
te la dan por compañera,
mírala, que es más hermosa,
que le alumbran las estrellas.
No te la dan por esclava,
te la dan por compañera,
mírala, es más hermosa,
que relumbran las estrellas.
Más hermosa eres que el lirio,
más blanca que la azucena,
Más hermosa eres que el alba,
más blanca que la azucena,
106 En el Ramo de Navasfrías la composición reza así: “Enterada vengo, niña / enteradita de veras, / de que te
casas mañana, / quiera Dios que para bien sea” (Iglesias Giraud e Iglesias Ovejero, 1998).
más hermosa eres que el alba,
cuando sale por la sierra;
más hermosa eres que el alba.
más hermosa eres que el lirio,
cuando asoma por la Sierra.
Te levantaste llorando 107,
diciendo de esta manera:
–quédense con Dios, mis padres,
quédese con Dios, mi abuela.
Que yo me voy a casar,
que el matrimonio me lleva;
la bendición pido, padre,
la bendición que venera.
La que dio Cristo a su madre
en el monte de Jimena;
te fuiste con tus amigas
hacia el portal de la iglesia.
Y también con tu madrina,
bien aforrada de seda,
y allí le das a tu esposo
sobre la mano derecha.
Ten cuenta con lo que dices,
ten cuenta con lo que rezas.
mira que no se deshoja
como librito de seda 109.
No puedes salir de casa
sin tu marido licencia,
y si alguna vez salieres,
a la vecina da cuenta.
Luego viene tu marido
La bendición pido, padre,
antes de ir a la iglesia;
la bendición pido, padre,
la bendición que venera,
la que echó Cristo a su madre
en el monte de Jimena.
Te levantaste llorando,
diciendo de esta manera:
–quédense con Dios mis padres,
quédese con Dios mi abuela,
que yo me voy a casar,
que el matrimonio me lleva.
Te fuiste con tus amigas
hasta el portal de la iglesia,
además con tu madrina
bien agarrada de seda 108,
y allí a tu esposo le diste
sobre la mano derecha.
Ten cuenta con lo que dices,
ten cuenta con lo que rezas,
mira que no se deshace
como el librillo de cera.
Mira que te han de decir,
zagala, si has de ser cierta,
que las faltas de tu esposo
a nadie se las des cuenta 110.
No puedes salir de casa
sin su mandato o licencia,
pues si alguna vez salieras
a la vecina a dar cuenta,
por ver si venía tu esposo
La versión de Calzada desordena esta estrofa, que por lógica es posterior a la pedida de bendición.
Claramente es más fiel la forma calzuda, aforrada, es decir, vestida de pies a cabeza.
109 Más correcta la versión de Calvarrasa: el librillo de cera era una porción plegada de cera de uso portátil, para
encender lumbre.
110 Es decir, que la esposa habrá de preservar el mutismo sobre las calaveradas del marido.
107
108
y encuentra la casa abierta,
y esto lo ha de gobernar
aquellos dos santos solos.
y encuentra la puerta abierta,
esto lo han de gobernar
aquellos dos santos solos 111.
–Dios les dé paz en la tierra
y en la otra los tesoros,
y en este nuevo romance
corta mi niña un cogollo.
Y serás la capitana
que ha venido del lugar,
vienes de muy buena gente,
su padre es el capitán.
Les des paz en este mundo
y en el otro los tesoros,
que aqueste nuevo romance
cortó mi niña un cogollo,
si será la capitana
que hay en todo este lugar,
vienes de muy linda gente,
tu padre es el capitán.
Y esto lo decía un galán
al pie de una verde oliva;
como el fruto era amargoso,
cosas amargas decía 112.
Tengo de hacer un convento
legua y media del lugar,
las paredes de tristeza
y las tejas de pesar.
Entre teja y tejecita,
hojas verdes de nogal,
Tengo de hacer un convento
legua y media del lugar,
las paredes de tristeza
y las tejas de pesar,
y entre teja y tejecilla
hoja seca de moral,
las ventanas al sombrío
para yo llorar mi mal.
Esto lo decía un galán
al pie de una verde oliva;
como cría el fruto amargo,
cosas amargas decía.
tengo de hacer un teatro
de clavelinas y rosas.
De violetas y diamantes,
y verás como se canta,
vida mía, este romance.
Mal haya el amor, mal haya,
y quien de corazón se fía;
entregué mi corazón
a quien no lo merecía
Tengo de hacer un teatro
De clavelinas y rosas,
violetas y diamantes;
vea aquí como se canta,
zagaleja, este romance.
Fragmento confuso; los santos son el marido y mujer, o los suegros.
Esta estrofa introductoria la coloca el texto de Calvarrasa, con evidente incongruencia, tras abandonar el tema
nupcial para acometer la siguiente tirada referida al convento y al mal amor, que sin embargo figura con mayor
fidelidad que en la memoria de Calzada.
111
112
2.6. La naranja y el limón
Jota recogida por Ángel Carril en Calzada de Valdunciel hacia 1973 de Raimunda Luengo
Rueda, que a la sazón tenía 72 años (Carril Ramos, 1992). Es copla bien conocida, que se
oía en los cafés cantantes de finales del siglo XIX.
La naranja y el limón
tuvieron una porfía:
el limón que era mejor,
la naranja le decía,
la naranja le decía:
yo tengo mejor color,
yo tengo mejor color,
limonero de mi vida.
Ay, amor, si te vas,
cielos, qué será de mí,
yo no sé, ay, amor,
si podré vivir sin ti;
es verdad que te amé
todita mi juventud,
pero fue por amor
que me profesaste tú.
El día que yo me case
Dios quiera que no aparezcan
ni el cura ni el sacristán
ni las llaves de la iglesia. 113
Ay, amor, si te vas...
Morán recoge en Salamanca una variante suelta de esta cuarteta: “el día que tú te cases / Dios quiera que
no parezca / ni el cura, ni el sacristán, / ni llaves de la iglesia” (Morán, 1990).
113
2.7. Cánticos al Cristo de la Piedad
[Falta octavario del niño Jesús]
Se trata de una plegaria que cada año el pueblo de Calzada dirige a su Cristo durante la
novena que antecede al día de la Ascensión (que antes se celebraba en jueves, cuarenta días
después de la Pascua, en fecha variable pero siempre en mayo). Coinciden estos nueve días
con la fase final del ciclo de crecimiento de la cosecha. De ahí el énfasis con que los
cánticos piden agua para los cultivos. La tradición de elevar plegarias en rogativa de lluvia
antes de la Ascensión es común a muchos pueblos de la provincia (Martín Benito, 1983). El
ciclo de misas previo a la jornada festiva de la Ascensión es denominado “novena de los
buenos temporales”. El texto aquí recogido procede del citado artículo de Martín Benito,
donde se incluye un interesante análisis del ritual así como otros cánticos de buenos
temporales procedentes de diversos pueblos de la provincia.
Pues tenéis todo el poder
de Dios Padre en vuestra mano,
de la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Sois imagen verdadera,
que de nuestro Redentor
representáis con primor
en esa brillante esfera.
¡Qué hermoso sois en lo vano!:
parecéis el mismo Ser.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Santo Cristo venerable,
los devotos amparáis
y con ellos os mostráis,
en milagros, admirable.
No dejéis de ser agradable
a los que os vienen a ver
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Devoto fue el que os pintó;
San Pedro os bendeciría;
la madre os adoraría
con los hijos que adoptó.
Aquí comenzó temprano
vuestro culto a florecer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Honra fiel y agradecido
a Jesús crucificado;
en Calzada venerado,
nuestro amparo siempre ha sido.
El pueblo favorecido
os adora con placer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Amparadnos, Gran Señor,
concedednos feliz suerte;
dadnos paz y santa muerte,
Amoroso Redentor,
para que todos logremos
reinar, triunfar y vencer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
A vos imploran, ansiosos,
ciegos, mancos y tullidos;
no los dejéis afligidos
en sus ruegos fervorosos.
Sed propicio a tus devotos,
pues siempre lo podéis ser.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
El pobre, rico y cristiano
os pide con esperanza;
su felicidad alcanza
poniéndola en vuestra mano,
Hombre, no seas inhumano,
visitadle con placer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Por disposición del cielo,
en este templo bendito,
con milagros infinitos,
dais a todos su consuelo.
El mundo, siempre villano,
se olvidó de agradecer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Y si en este fiel lugar,
sin duda para su abono,
eligió fijar su trono
vuestra Grande Majestad,
dádselo en todas las cosas
con vuestro inmenso poder.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Por común necesidad
os hacen sus procesiones;
aceptáis sus oraciones
y cumplen tu voluntad.
Nadie aquí suplica en vano;
todos llevan su querer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Vuestros devotos os piden
agua limpia y saludable;
de vuestra piedad esperan
la concedáis abundante.
Estando siempre pidiendo
las habéis de conceder
para regar nuestros campos,
pues bien lo podéis hacer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
Humildemente esperamos
de vuestra piedad y amor,
unos buenos temporales
por ser nuestro bienhechor
y, con ello, consigamos
no venir a perecer.
De la Piedad, Cristo amado,
venidnos a socorrer.
2.8. Consejos del hijo del Tío Clamores a los labradores
La trascripción procede de fundir dos versiones que copió (¿de memoria?) la señora
Carmen Riesco Riesco, que en paz descanse. Una versión está en manos de su nieta
Carmen, la otra fue facilitada generosamente a PRCh por la propia señora, que gozaba de
prodigiosa memoria.
En una versión anterior del presente texto, pensaba que fuera el autor Juan Francisco
García, n. ca. 1868, de Rollán: cf. Centro de Estudios Salmantinos, Hoja Folklórica, p. 260. Dado
que aparece citada la Reina (la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena), la
composición parece anterior a 1902, fecha en que accedió al trono Alfonso XIII. Sin
embargo, tras comprobar la publicación por J.A. Benito, en 1985, de un artículo sobre José
Martín Borrego, también de Rollán, y a la vista de los materiales allí contenidos, queda
fuera de duda la autoría de estos versos. Su creador es el célebre Joseíto de Rollán, como
ocurre en el calendario rústico incluido en la sección 2.3. Todo ello proviene del
manuscrito de Sandalio Rodríguez (de diciembre de 1942), del mismo pueblo, que se
corresponde con un original que circuló antes de 1897, de la llamada Guía y máximas del
agricultor. Es probable que haya otras copias y versiones del mismo original, del que no
consta ningún texto impreso. La tirada que sigue procede del prólogo (“A los labradores”)
de la citada guía. Se presenta en dos columnas: a la izquierda, la versión de la señora
Carmen; a la izquierda, la versión más cercana al original, tal como la transcribe J.A. Benito
en el artículo citado.
[PRÓLOGO. A LOS LABRADORES]
Ya hace tiempo, compañeros,
que había determinado
escribir este librito
mas siempre lo había dejado
unas veces por pereza
o estar la pluma hecha un palo;
otras, por no tener tinta
o por hallarme cansado;
pero al fin me he decidido
estos escollos salvando
a terminar esta obrita
que hoy me atrevo a dedicaros.
De esta villa de Rollán y
demás pueblos cercanos,
como son de Porqueriza,
de Garcigrande y de Sagos,
de Cojos y de Golpejas
y de Canillas de Abajo,
Las Navas y Quejigal,
de Calzada y del Tejado,
Mas nunca la hubiera escrito
a no haber sido invitado
por amigos labradores
compañeros y paisanos,
de esta villa de Rollán y
demás pueblos cercanos,
como son: de Porqueriza,
de Garcigrande y de Sagos,
de Cojos y de Golpejas
y de Canillas de Abajo,
Las Navas y Quejigal;
de Calzada y El Tejado,
de Pozos y Barbadillo,
de Galindo y Pericalvo,
de Villar de Peralonso,
de Villarmayor y Sando... 114
de Galindo y Pericalvo,
Villamayor y de Sando.
Pero no crean ustedes
que yo soy un hombre sabio
cual Calderón o Quevedo
u otros escritores varios
-que las historias nos hablan
de sus talentos preclaros-:
soy hijo de labrador,
y la experiencia he tomado
porque desde pequeñito
salí con mi padre al campo,
donde me daba instrucciones
de lo que era bueno y malo
y yo tengo buen quinqué
y comprendo los sembrados
desde el día en que ellos nacen
hasta que van a segarlos
y aun siendo un poco después
[aún] cuando estén ya limpiados,
como luego lo diré
en uno de mis adagios.
Pero no crean ustedes
que soy un labrador sabio,
cual Calderón o Quevedo
y otros escritores varios,
que las historias nos hablan
de sus talentos preclaros;
soy hijo de labrador
y la experiencia he tomado
porque desde pequeñito
salí con mi padre al campo,
donde me daba instrucciones
de lo que era bueno y malo
y que tengo buen quinqué
y comprendo los sembrados
desde el día que ellos nacen
hasta que van a segarlos,
y aun siendo un poco después,
no cuando estén ya limpiados,
como le diré
en uno de mis adagios.
La agricultura, señores,
se encuentra en tan mal estado
que hoy día los labradores
se hallan ya tan agobiados
que aquél que hace de patatas
la provisión para el año
ya no se llamará rico,
que se cuenta millonario.
La agricultura, señores,
se encuentra en tan mal estado
que hoy día los labradores
se hallan ya tan agobiados,
que aquél que hace de patatas
la previsión para el año
ya no se llamará rico,
que se encuentra millonario. 115
La agricultura está enferma;
tiene dos enfermedades:
las rentas son muy crecidas,
las contribuciones grandes.
La agricultura está enferma;
tiene dos enfermedades,
las rentas son muy crecidas,
las contribuciones grandes.
Mas estas enfermedades
ambas se pueden curar:
con rebajar las dos cosas,
el labrador vivirá.
Mas estas enfermedades
ambas se pueden curar:
con rebajar las dos cosas
el labrador vivirá.
Propietarios de las desas
y yugadas del lugar:
Propietarios de las dehesas
y yugadas del lugar,
114 Pueblos y alquerías en su mayoría pertenecientes a la llamada Armuña Chica. La relación de Carmen es
más exhaustiva.
115 Ligeras variantes. Parece más atinada provisión [de patatas], que no previsión. Por otro lado, la locución “
se cuenta millonario” es más adecuada para la época en que está escrito el texto.
como no bajéis las rentas,
las tierras podréis labrar,
pues habrá muchos colonos
que, aunque quieran, no podrán,
que la cosa está mediana
– no digo mediana, mal.
como no bajéis las rentas,
las tierras podréis labrar,
pues habrá muchos colonos
que aunque quieran no podrán;
que la cosa está mediana,
no digo mediana, mal.
La tierra produce poco,
la causa no hay que dudarlo,
pues agobiado el colono
con tan escasos pagos,
le es imposible abonarla
aquello que es necesario.
Si el abono y mineral
dieran buenos resultados,
puede ser que el labrador
se aliviara en algún tanto 116.
La tierra produce poco,
se cansa, no hay que dudarlo,
pues agobiado el colono
con tan excesivos pagos,
le es imposible abonarla
aquello que es necesario;
Si el abono mineral
diera buenos resultados
puede ser que el labrador
se aliviara en algún tanto.
Y me parece que sí,
sobre todo con el de Haro
de Francés y compañía
–porque es el que he experimentado-.
Fue echado en una tierra
en la que ya había de carro 118:
siendo estiércol regular,
el mineral lo ha igualado.
Y me parece que sí,
sobre todo con el de Haro
de Francés y compañía 117,
que es el que he experimentado,
pues echando en las tierras
en las que yo había de carro,
siendo estiércol regular,
el mineral lo ha igualado.
Azvierto a los fabricantes
de que el precio es algo caro:
para abonar una huebra
se necesitan tres sacos,
por lo menos, dos y medio,
y si no, queda muy ralo
Advierto a los fabricantes
de que el precio es algo caro,
para abonar una huebra
se necesitan tres sacos,
cuando menos, dos y medio,
y si no queda muy ralo.
-no sirve engañar la tierra,
que el engañado es el amo-,
esto cuesta ochenta reales
a treinta y dos reales saco,
pues con los ochenta reales
hay para comprar tres carros
de estiércol, que ya sabemos
que abona para más años,
y el mineral no nos costa
si será para uno o para varios.
No sirve engañar la tierra,
que el engañado es el amo;
esto cuesta ochenta reales
hay que comprar tres carros
de estiércol, que ya sabemos
que abona para más años,
y el mineral no nos consta
si será para uno o varios.
Los versos que siguen hacen referencia a la introducción de los abonos minerales en la agricultura de
secano. En La Armuña, los abonos minerales llegan entre 1900 y 1910 (Cabo Alonso, 1955). Parece más
hilada y consistente la versión de Rollán.
117 En Haro (Logroño) se producía, ya en 1892, abono mineral en la fábrica del Sr. Francés y compañía. Había
diversos puntos de venta provinciales: para la Armuña, aparte de la capital, entre otros en Castellanos de
Villiquera y El Pedroso.
118 Es decir, estiércol tradicional, producido en los corrales, boyiles y cuadras, y madurado luego en los
muladares.
116
Pues como no lo sabemos,
casi lo desconfiamos:
su precio debería ser
a treinta reales saco
porque éstos son muy pequeños
y yo mismo los he sembrado
y si se descuida uno
y carga un poco la mano,
en muy poquito terreno,
treinta y dos reales tirados;
Pues aunque no lo sabemos
casi lo desconfiamos,
su precio debiera ser
a veinte reales el saco,
porque éstos son muy pequeños
y yo mismo lo he sembrado
y si se descuida uno
y carga un poco la mano
en muy poquito terreno,
treinta y dos reales tirados.
Sin interés ni pasión,
porque bajo mi conciencia
no dejo de conocer
que hacen producir la tierra
tanto el mineral de Arteche,
de Francés y Fuentepiedra,
pero que se le eche poco,
porque éste muy caro cuesta.
Sin interés ni pasión,
salvo bajo mi conciencia,
no dejo de reconocer
que hacen producir la tierra
tanto el mineral de Arteche 119,
de Francés o Fuentepiedra,
pero que se echa poco,
porque éste muy caro cuesta.
Pues nada más hay que ver
cómo siempre queda huella
donde se descarga el saco
y en el trigo la porreta.
Con poco que brilla el viento
el día que se hace la siembra,
con tender sólo la vista,
se conocen las emelgas:
y no es la emelga del grano,
es la emelga de la esencia,
porque como no está unida,
se aparta ésta de la mezcla 120.
Por el que menos abogo
es por el de fuentepiedra,
y no es que esté malo,
sino por faltarle mezcla;
con poco que bulla el viento
el día que se hace la siembra
con tender sólo la vista,
se conocen las embelgas;
y no es la embelga del grano,
es la embelga de la esencia,
porque como no está unida
se aparta ésta de la mezcla.
Pues mucho abono sería
si produjera riqueza
o si no lo falsifican
o le hacen alguna mezcla
porque hoy hay mucho pillaje
en estas empresas nuevas,
pues sólo citaré una
que no basta para prueba,
119 Ángel G. de Arteche era un fabricante de abonos industriales en Haro. Constituyó una compañía con
Francés. Cada saco era de un quintal, costando 8 pesetas. En la propaganda se hacía ver que con dos quintales
se abonaba una huebra (El Criterio, 21 de septiembre de 1891, p. 3).
120 Es decir, se apreciaban a simple vista las franjas de distribución del abono (embelgas); a diferencia del
estiércol o abono orgánico, que arropaba el grano. Se produce aquí una extensa laguna en la relación de
Carmen Riesco.
que es la de la Lucina,
y no es como la primera;
y antes de que nos la planten,
hay que dar la voz de alerta,
gracias que nuestra provincia
tiene dos cosas muy buenas:
Caja de Crespo Rascón
y Pósito de la tierra,
los cuales matan la usura
de los pies a la cabeza.
En cuanto a contribuciones
todos están obligados
a prestar tributo al rey
para él pasar sus vasallos.
Respecto del personal,
cesantías y empleados,
no digo quitarlos todos
pero no hacen falta tantos
para custodiar la patria
necesita el rey soldados
por si algún rey enemigo
tratara de hacernos daño;
las oficinas, regentes,
las poblaciones, resguardos;
ministros que nos gobiernen
y dirijan el Estado;
pero dejemos la paja,
vamos derechos al grano.
El territorio está
sumamente recargado,
el veinte pasa por ciento
a la Hacienda cada año,
uno de recaudación
y de provinciales cuatro.
De veinte años atrás
que le viene este recargo
que me hace una quinta parte
de los que venía pagando;
que parece que no es nada,
pero váyale usté echando,
que el que ahora paga con cinco
antes pagaba con cuatro.
De entonces acá señores,
está el colono agobiado.
Así como hace ya tiempo
aumentaron estos cuatro
no me salgo de razón
ni yo deseo intentarlo
el que la Hacienda lo pierda,
ni que el rey quede gravado,
pidiendo al señor ministro
si tiene a bien rebajarnos
ese cuatrito por ciento
que antes nos aumentaron.
pues siquiera así fuera
el conseguir el rebajo
del cuatro por ciento en todo,
otra cosa sería ya,
pues me hacen doce tres cuartos
y poco a poco se iría
reconociendo el rebajo
y nuestro Estado sería
de otros reinos envidiado.
Del personal de oficinas
debo yo decir algo;
es muy justo que le paguen
al hombre que ha empleado
en servicio de la Patria
la juventud de sus años
y al no poder trabajar
le ayuden lo necesario
para el sustento y decencia,
pero no pagas tan largas
que arruinan a la nación
para ver de soportarlas,
pues la mayor parte vienen
al territorial cargadas
y al pobre del labrador
sea en bueno o en mal año,
a esto no puede faltar,
y si no, viene el embargo;
pues ni siquiera así fuera
el conseguir el rebajo
del cuatro por ciento en todo,
otra cosa sería ya,
pues me hacen doce tres cuartos
y poco a poco se iría
reconociendo el rebajo
y hoy nuestro Estado sería
de otros reinos envidiado.
Nosotros cogemos trigo,
para el país necesario,
garbanzos, carne, tocino
y toda clase de granos,
vino, aguardiente, vinagre,
aceites y demás caldos,
Nosotros cogemos trigo
para el país necesario,
garbanzos, carnes, tocinos,
y de toda clase de granos,
vino, aguardiente, vinagre,
aceites y demás caldos.
Señor Ministro de Hacienda,
tenga vuecencia cuidado
de mirar la agricultura,
el primero de los ramos:
perdida la agricultura,
Señor Ministro de Hacienda,
tenga vuecencia cuidado,
de mirar a la agricultura, 121
al primero de los ramos,
perdida la agricultura,
121
Parece una falsa corrección posterior. “Mirar la agricultura” es velar por ella.
perdido el género humano,
¡perdido el género humano!
De ella pende el industrial,
el comercio y el ciudadano,
desde la clase más alta
hasta el más mínimo estado;
pues si el labrador se encuentra
un poquito desahogado,
todo el año proporciona
al jornalero trabajo,
como no lo puede hacer
cuando se encuentra apurado.
De ella pende el industrial,
el comercio, el ciudadano,
desde la clase más alta
hasta el más mínimo estado,
pues si el labrador se encuentra
un poquito desahogado,
todo el año proporciona
al jornalero trabajo;
como no lo puede hacer
cuando se encuentra apurado.
No quiere más que entender
cuando le llegan sus pagos,
y más si viene Juanito,
el recaudador, tocando,
que al poner suelto el reloj
deja el pueblo atormentado;
y el pregonero, el pregón,
por si alguno se ha olvidado
de acudir al consistorio
a depositar los cuartos
-esto es por Territorial;
por los consumos, Gonzalo,
pues como se hace en mi pueblo
creo será en todos los lados-.
No quiere más que atender
cuando le llegan los pagos,
y más si viene Juanito,
el recaudador, tocando,
que al poder suelto el reloj
deja al pueblo atormentado,
y el pregonero el pregón,
por si alguno se ha olvidado
de acudir al consistorio
a depositar los cuartos;
esto es por territorial,
por los consumos, 122 Gonzalo,
pues como se hace en mi pueblo
creo será en todos lados.
Conque, amigos labradores,
concluiré aquí mi relato,
pues según yo lo he pedido
quiera Dios lo conozcamos;
Conque, amigos labradores,
concluiré aquí mi relato,
y según yo lo he pedido
quiera Dios lo conozcamos
que yo no puedo hacer más,
otro podrá hablar más alto,
pero más claro ninguno,
según mis alcances vagos.
y al Gobierno, cuya vida
Dios le guarde muchos años:
pongan un término medio
para que todos vivamos,
pero no pagas tan largas
122
Mis súplicas sean oídas
ante el Trono Poderoso
de Su Majestad la Reina
y su hijo Don Alfonso
y el Gobierno cuya vida
guarde Dios muchos años,
pongan un término medio
para que todos vivamos.
Se refiere respectivamente a la contribución territorial y los impuestos de consumos.
que arruinan a la nación
para ver de soportarlas,
pues la mayor parte
viene al Territorial cargadas
y el pobre del labrador,
sea en bueno o sea en mal año,
a esto no puede faltar
y, si no, viene el embargo.
Que yo no puedo hacer más:
otro podrá hablar más alto,
pero más claro, ninguno,
según mis alcances bajos.
Mis súplicas sean oídas
ante el trono poderoso
de su Majestaz la Reina
y de su hijo Don Alfonso,
y ahora perdonad mis yerros,
que no soy ningún letrado,
defiendo la agricultura
porque en ella me he criado.
y ahora perdonad mis yerros,
que no soy ningún letrado;
defiendo la agricultura
porque en ella me he criado.
3. ONOMÁSTICA: TOPÓNIMOS Y NOMBRES DE PERSONAS Y ANIMALES
¡Oh tres veces benditos
los que aquí sin razón alguna
morada hicieron, los que a fuerza
de fantasía alzaron muros y república,
los que han dado nombres de sitios
a la nada, los que surcan
de radios el orbe sin fin
de la llanura!
Agustín García Calvo, en el prólogo a Retratos de la Vida, de Publio López Mondéjar
Lo que sigue es un recorrido por el término municipal de Calzada, en el que cada paraje es
evocado en su situación y memoria documental, puesto en correspondencia con topónimos
análogos y sometido a un intento de interpretación. Se ha acudido para ello tanto a las
fuentes escritas disponibles en archivos y escrituras como a la memoria de los labradores y
vecinos del pueblo, a los que desde pequeño el recopilador preguntaba, sin cansancio, por
los nombres sonoros de la tierra.
Cuando éramos niños y nos llevaban por los caminos del verano, entre mieses
bamboleantes y sobre prados palpitantes de santigallos, caían en nuestros oídos los súbitos
nombres que, como una revelación, se posaban sobre el campo ancho. “¿Adónde vais? -Pa
Valdejuandelrey”: y quedaba una fulguración impresa sobre la llanura, sin más evidencias
para apoyar el nombre que la fe y los libres vuelos de la imaginación. Un significante casi
sin significado, y sin embargo, tan poderoso; un más allá de lejanías hechas de nombres:
Santibáñez, Valcuevo, Forfoleda ―apenas una torre desvaída tras las hierbas de la vega―,
Narros... Un día mi padre me dijo que Huelmos venía de Olmos; y se descorrió de golpe un
cortinaje en la penumbra, suntuosamente opaca, de mi toponimia. Por allí andaban
Valhondo sonoro, El Robledo imposible, Los Samorales desabridos, la Peña Marola donde
trepaban antepasados heroicos, el Caño del Curto desconocido, las Valdoñegas
temblorosas con la boyada, los Abolargales largos, la luz de las tierras erguidas sobre los
nombres y los muertos.
Los parajes del pueblo, ahora apenas distinguibles entre sí, tras el paso de los rodillos de la
concentración parcelaria, mantenían sus sutiles diferencias, elevadas al reino de los nombres
gracias a la toponimia. ¿Quién, en esta llanura, quiso distinguir confines tan indistintos, tan
anónimos en su planitud, como El Pillitero o La Chacuerva? Es sin duda el peso de los siglos
quien amoldó el llano indiferente prestándole sedimentos de evocación que sustentaban los
trazos de la diferencia.
Se anota en lo que sigue estos nombres de lugar, muchos ya medio enterrados en archivos y
sin voces vivas que los recuerden; desde que el terreno fue troceado como un polígono
industrial, con pistas rectas, parcelas y zanjas de desagüe, la toponimia amarillea sobre papel
como una carta de amor antigua. Las referencias a documentos catastrales, en particular al
Catastro de Ensenada (CME, 1752), pueden ser verificadas en las transcripciones
abreviadas de la página web de Calzada.
Una sección posterior revisa los apellidos, registrados en los libros parroquiales y en los
protocolos del pueblo. Informan sobre costumbres de nombrar que viven a la sombra de
los potentes apodos familiares, y reaparecen en público cuando el Estado impone su prietas
las filas para reclutarnos a la vida oficial. Alguna divagación se dedica a los nombres de pila,
ninguna a los apodos ―resguardados en su tabú hasta nueva contraorden―, y en último y
humilde lugar, vienen a ser nombrados algunos bueyes y burros, amables reses de rumiante
memoria que pastan sobre las hierbas del pasado.
3.1. Toponimia
Antes los pueblos radiaban una telaraña de caminos hacia sus pueblos vecinos, no importa
cómo de lejos estuvieran. No era un mundo cartesiano de conexiones jerarquizadas,
trazadas a escuadra: carretera general, desvío, bifurcación. Los caminos se lanzaban
directamente hacia su destino, como galgos salidos a la caza, sin más quiebros que los que
el terreno iba imponiéndoles. De El Cubo salían animosas sendas a Fuente el Carnero, a El
Maderal, a Cuelgamures, una calzada que de Toro cruzaba hasta Ledesma (cruzando
espesuras de robledal y de fresno -las carbas o bardales y las fresneras-, vadeando sobre
pontones arroyos cangrejeros, dejando al lado fuentes y chozos, el humo fino de las
carboneras, los cencerros de vacadas emboscadas, corchos de colmenas y sembrados de
centeno ―yo los vi de chico, ondulando muy altos entre los claros del monte―). También
pasaba la cañada real de Extremadura a Astorga, con anchurosa majestad, legendariamente
temblorosa cuando la enfilaban los grandes rebaños. Y había roderas hozadoras, que se
iban desdibujando entre zarzas y endrinos, hundidas en tierra como para continuar
subterráneas el viaje hacia los horizontes.
Sobre aquella telaraña palpitaban los topónimos, nombres apresados en la malla de los
caminos. Pero la concentración parcelaria y las alambradas han ido borrando el gesto de
aquel mundo y ahora la línea recta es la dueña del paisaje. Los temblores y los pinceles se
han ido, el verde desembarco de medusas de las viñas montesinas va batiéndose en retirada,
las ingles del campo están descerrajadas y tendremos que inventar una nueva educación de
la mirada para seguir, a pesar de todo, encontrando la belleza. Lo hermoso está siempre en
agonía; y no puede haber regusto en lo garantizado. Los topónimos que a continuación se
exponen guardan algo del sabor de aquel mundo.
Esta sección está en deuda particular con alguno de los autores más consultados. Cabe citar
a José Ramón Morala en su magistral estudio sobre la toponimia de los Oteros (León); a
Ignacio Coca Tamame, que compiló largas listas de nombres de lugar, incluida Calzada, en
su investigación de la Rivera de Cañedo; a la lúcida referencia general que ofrecen los
trabajos de Nieto Ballester; y a algunas excelentes monografías toponímicas del área
castellana; en particular la de Sanz Alonso sobre Valladolid. Todas las referencias al
Registro de la Propiedad provienen de apuntes tomados por Cristóbal Riesco Hernández.
Se citan con las letras REG.
Los estudios salmantinos encabezados por Llorente Maldonado han sido considerados
minuciosamente. Del área portuguesa ha sido muy valioso el legado de Silveira y Piel, y las
aportaciones de Machado y Almeida Fernandes: como también las de Moralejo, Cabeza
Quiles y Rivas Quintás en Galicia. Merecen ser citados con especial gratitud los trabajos de
Gordón Peral y de Ruhstaller por su inspirado rigor. Las obras de orientación diplomática
(Floriano, Álvarez Maurín, Gonzalo Martínez) han ofrecido una perspectiva
complementaria de los problemas toponímicos. Telón de fondo monumental es la obra de
Joan Coromines, tanto el Onomasticon Cataloniae como el que para muchos constituye la obra
cumbre de la romanística peninsular, el colosal Diccionari Etimològic i Complementari de la
Llengua Catalana. Para el área asturiano-leonesa, a falta del esperado Diccionario Etimológico de
la Llingua Asturiana, son insustituibles los trabajos de García Arías, en particular sus
Propuestes Etimolóxiques.
Abolargales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Abolargales (CME-ecl). Los Havozagales
(posible error de lectura); Habolegales; Abolargales (1899 REG 3534; Coca, 84). En Los
Habolagales tenían los quiñones una tierra de 15 huebras y trigo de tercera. Sus lindes eran,
por el este la Calzada de Zamora (= cº de Huelmos), por el oeste el cº de Santibañez, y por
el norte, la Raya de Huelmos (CME-seg). Se extendían hacia Huelmos, pues con el mismo
nombre figura el paraje en la operación del CME de esta alquería. Son tierras de trigo de
tercera.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Los Belagales (Cabeza de
Framontanos) y El Bolagal (Villar de Samaniego), ambos en MTN 450-I. También Los
Belagales, en Zarza de Don Beltrán (MTN 423-III).
Se trata de un topn. vegetal, alusivo a una formación de abolaga ‘cierto tipo de planta
espinosa papilionácea; aulaga’. Probablemente alude a Genista scorpius, localizado por
Sánchez-Barbudo (1991) precisamente en las proximidades de este paraje (en unos tesos a
la izquierda de la carretera de Zamora, sobre el Km 227-228). No puede descartarse, sin
embargo, la referencia a otras especies afines que también constan en la zona: Ulex
europaeus, por ejemplo.
La evolución abolaga > abolarga se explica por atracción hacia el parónimo larga. La
pronunciación cuatrisilábica de aulaga (ya documentada en el Cancionero de Baena) ha
dado lugar a una –b- antihiática. Las formas abolaga, abulaga tienen difusión en Extremadura
y Andalucía; pero en el ámbito leonés propiamente dicho (y en el castellano viejo), son
raros los descendientes de aulaga, dominando en cambio voces cuasi-sinónimas como tojo,
árgoma, escajo, cotolla. La presencia del término abolaga en Salamanca puede explicarse por
sustrato mozárabe, o como efecto de transición a las hablas extremeñas, o, tal vez, por
influencia de la repoblación medieval con castellanos y serranos próximos a la actual Rioja,
donde mantiene alguna vigencia esta voz. Véase DCECH, voz aulaga, y DECat, voz argelaga,
para completar las referencias etimológicas.
Adobes, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Adobes (Ánimas). Los Adoves (CME-ecl)
Los Adobes (CME-seg) Adobes, El sitio de los (Coca, 57). Adobes (1850 REG 3462).
En este pago se estableció a mediados del s. XVIII un plantío, que aparentemente fracasó
pronto: “...algunos arboles que por la orden del nuebo plantio fixaron al sitio de los
Adobes, que no produzen a causa de la inactitud de la tierra” (CME-datos generales). Era de
trigo de tercera.
Contemporáneamente, el sitio de Los Adobes se recuerda como un hondón sobre el camino
de Huelmos, justamente al norte del prado de Valdoñegas, en la ramificación de los tres
caminos. En la época del Cat. de Ensenada puede que el topn. aludiera a otro paraje, tal vez
situado a la salida del pueblo en dirección a Forfoleda. En efecto, allí se constatan unas
Eras de los Adobes. También en CME-ecl se menciona el paraje de Los Adobes en el cº de
Forfoleda, junto a las citadas eras.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. alude a la obtención en
este paraje de barro para la fabricación de adobes. Es circunstancia común en la toponimia
castellana y leonesa. Era frecuente la extracción de barro en sitios encharcadizos o lagunas.
Suele tratarse de tierra colorada y arcillosa: el barro colorado es para adobes o tapias, el
barro blanco para jarreados o revocados de paredes. Es muy poco plausible en nuestro
contexto la interpretación arqueológica que sugieren Gordón y Ruhstaller (1991) para Los
Adobes en Nerva, Huelva, en un “lugar donde afloran restos de ladrillos o tejas,
preferiblemente, romanas”.
Son numerosísimos los homónimos cercanos. En Valdunciel hay también un paraje,
distinto a éste, denominado Los Adobes, en la hoja del Sur. En La Mata consta un Charco de
Adovero (Fundación del tesorero Ordóñez, 1753). Se registra también Las Adoberas (al lado de una
charca o lavajo en Zorita de la Frontera; mtn 453). Coca Tamame encuentra una Charca de
los Adobes en Valdelosa (vid. también MTN 425-III), un Cahozo de los Adobes en San Pelayo
de Guareña y un Rodillo de los Adobes en Añover de Tormes. En mtn 453 se registra el paraje
de Las Adoberas (al lado de una charca o lavajo en Zorita de la Frontera). Sanz Alonso
(1997) cita en la provincia de Valladolid La Adobera (tres casos) y Las Adoberas (seis casos).
En León, comarca de los Oteros, Morala (1989) cita varios topns. Adobera. En Portugal, el
topn. Adobos (DOE, p. 51) parece ser de igual significación.
Aguanales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Prado de Aguanales (Ánimas); Aguanales (REG
83). Los Aguanales (CME-seg): con una extensión de 6 huebras, figura en el CME como
prado de secano perteneciente al concejo (propios), pasto de 1ª. Lindaba por el Norte con
el cº de la Aceña. Había 10 huebras de quiñones, de trigo de segunda, adyacentes.
Prolongación y cabecera del prado de Martibáñez, los Aguanales eran zona de trigo de
buena calidad (CME), en una vaguada paralela a la del Valle, que cortaba el cº de la Aceña.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay una modesta familia léxica
emparentada con este topn. Almeida y Silva (1995) mencionan el lugar de Aguaneiras en
Alvarenga, Arouca (Portugal), explicando el infijo –n- como una conexión antihiática,
eustómica. Véase también DTP, voz Agoaneiras. El autor asegura haber escuchado en la
zona de Tarouca, a propósito de unas tierras que se encharcaban en invierno: “estas terras
são muito aguaneiras” (DTP, p. 487)
Análogamente en la voz aguanoso ‘metido en aguas’ (vid. DHLE), que recoge Gutiérrez
Macías en el refrán extremeño: “Marzo airoso, Abril aguanoso, traen a Mayo florido y
hermoso”. Con una acepción especializada, que probablemente no es la de Calzada, figura
en el léxico de Treviño (Burgos): aguanal ‘surco profundo, abierto de trecho en trecho en la
superficie de las heredades, para facilitar los desagües y sanear las tierras’ (Sánchez
González de Herrero, 1985; también recogido en Baraibar: DHLE, voz aguanal).
¿Cabría pensar en una posible influencia de manar o de légano ‘limo, lodo’ para el sufijo
inhabitual? En cualquier caso, son abundantes los infijos expresivos en las derivaciones del
lat. AQUA. Así, aguachal, presente en la toponimia de Forfoleda, Aguageira y Aguaceiras en
Portugal (DOE, p 62); en Cataluña, Els Aigarols (OC, voz Aigual).
En el caso calzudo parece preferible pensar en una acepción como ‘lugar encharcadizo,
zona de surgencia’. Sanz Alonso (1997) cita topns. semejantes en la provincia de Valladolid:
Aguanales (Tordesillas), El Aguanal (Pollos), El Aguanal (Padilla de Duero; Piñel de Arriba).
Los identifica como terrenos de surgencia. Con otro sufijo, El Aguanero (Quintanilla de
Arriba).
Ahorcaburras
Figura aisladamente, en la pañoleta de Valverdón (1901), situada en el mojón undécimo de
la divisoria de términos entre Calzada y Valverdón. Da a tierras de Valcuevo, y se sitúa a
poniente de Las Paradas. Parece tratarse de una denominación jocosa, probablemente de
uso coloquial, que no se habrá perpetuado en los papeles. Pertenece al tipo llamado
folktoponímico, y aludirá al carácter pendiente de las tierras, donde los burros empleados
en la arada corren el riesgo de quedarse ahorcados (pues, además de la excesiva pendiente,
la reja del arado no cede, sujeta por un suelo duro).
Ahorcados, Los (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Prado de los Ahorcados (Ánimas). Los Aorcados y
Prado de los Aorcados (CME-ecl). Los Ahorcaos; Los Horcaos (Coca, 103). Prado de los Horcos
[linda con los Caños Ximenos] (Ánimas). Los Ahorcados (CME-seg): había 18 huebras de
quiñones, de trigo de tercera, que lindaban por el sur con el “prado llamado de los
haorcados”. En CME-ecl se menciona una tierra que linda por el sur con el Prado de los
Ahorcados y por el norte con el Camino de la fuente de los pellexeros. Un paraje en Los Ahorcados
o Jimenos (REG 142, 144).
Los Ahorcados parecen ubicarse en una bifurcación de los Caños Jimenos, en el tramo final
del camino Madrigal. Claramente se percibe en las imágenes de satélite la nítida bifurcación
que experimenta en su cabecera el prado llamado en Forfoleda de Valdegomete (que corre
paralelo y al sur del camino de la Silva); esta vaguada nace, con origen bifurcado, en tº de
Calzada y vierte aguas en el regato del Valle. Es zona de trigo de tercera. Es indudable la
identificación con el Prado de los Horcos (CME-ecl), por cotejo de deslindes. En cambio, no
debe confundirse con Valduercos, que está en Aldeanueva, y que figura separadamente
como prado de 5 huebras en el CME-seg.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS: En La Mata existe un Valdehorcados; vallejo que
desagua en el arroyo de Mozodiel o de La Encina. Coca Tamame cita ejemplos similares en
la toponimia de la zona: Los Orcos (Pelilla; vid. MTN 424-III), Los Orcados (Palacios del
Arzobispo; existe un Horcado Chico y un Horcado Grande, junto con una Boca de ambos
Horcados, todo ello inequívocamente alusivo a un prado que se bifurca), La Orcada
(Valverdón; es una bifurcación de Valgrande, como se desprende del CME), Los Orcones
(Zamayón). La cartografía muestra otros topns.: Casa de las Forcadas (Topas; MTN 425-IV);
El Forco, bifurcación entre Rivera del Cáñamo y Rivera de los Molinos, en tº de Bermillo de
Sayago (MTN 396-III); El Horco (Cabezuelo, Ávila; mtn 553). Es frecuente la forma
preposicional: en Fresno de Sayago hay un Conjorco, análogo al Conforcos de La Hinesta,
Zamora.
analizable como *[prados] forcados ‘prado que se bifurca o
ramifica’. El topn. es de extensa difusión. Un anejo de Carucedo (León) lleva el nombre de
Forcadas. En Portugal, Silveira cita en 1258 un Vallis Forcado , que interpreta como furcatus
‘bifurcado’. El símil es antiguo en toponimia: “de illa via furcata” (DC, 1080).
Análogamente, en Vega de Infanzones (León) hay un Camino Forcao. Morala (1989) incluye
en su estudio sobre la toponimia de los Oteros leoneses una serie de parajes: La Horca, La
Senda la Horca, El Prado de la Horca, Carreconforcos: los pone en relación con el lat. furca
‘bifurcación, confluencia, punto de unión entre dos montes’. Ruiforco, en León, será
metátesis de *RIVU FURCU ‘río bifurcado’. En Villalba de la Lampreana se cita en un
documento de 1481 un pago de Val de forcas (Vaca Lorenzo, 1988). Forcada es topn.
frecuente también en Portugal, con el mismo sentido de ‘ponto de bifurcação de estradas’
(DOE, p. 658).
INTERPRETACIÓN: Claramente
Concepción Suárez (1992) reseña detenidamente la abundante bibliografía y testimonios
toponímicos y lexicográficos de la base latina FŬRCA ‘horca de labrador’. Como señala
Coromines para el ámbito del catalán (OC, voz Forques), son innumerables los lugares cuyo
nombre es Forcat(s), Forcada (-es), Forcall (análogo al castellano Horcajo) o Forquet aplicados a
un accidente geográfico ―camino, río, valle, barranco― que se bifurca. En Cataluña
también se registran topns. paralelos a la forma simple que consta en Calzada (Prado de los
Horcos): así un Coll de Forcs en el Montnegre. En Galicia se difunde asimismo el topn. en las
dos formas Furcos, Forcadas (Cabeza Quiles, 1992). En un deslinde cacereño de 1300 se
toma como referencia una “enzina gorda fforcada” (Floriano, 1987).
En la provincia de Sca. es conocido el pueblo de Cerezal de Peñahorcada, del que Madoz
da la siguiente explicación: “contiene en su estremo dos peñascos o rocas casi inaccesibles
que forman una especie de horcada, de donde toma nombre el pueblo”. En este caso, y
también en el del teso de Horca (Gallegos del Pan), no se trata pues de un prado o camino
que se bifurca, sino de una cumbre orográfica que tiene dos cimas próximas, a modo de
cuernos o ramas de horca. También en Peña Forcada (Moralina de Sayago, Zam., mtn 396).
En los topns. salm. Horcajo y Horcajuelo, repetidos en la provincia, la interpretación
dependerá de la circunstancia topográfica local. Orquera es un afluente del Agadón,
probablemente del mismo origen.
Ajales, Los (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Figura este topn. en CME-ecl y en
Contadurías, 1849. Los Hajales (CME-ecl). Lindaba por el E con el cº de Castellanos y era
zona de trigo de primera.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Compárese el Camino de los Ajos en
Benegiles (Zam.); Los Ajos (Torresmenudas) y Ajosas (Almenara), estos dos últimos topns.
recogidos por Coca Tamame. También Alhal (Cabreiros, Arouca, Portugal), citado por
Almeida y Silva (1995). Otros topns. en Portugal, que también parecen derivarse de alho
‘ajo’ (DOE, p. 98): Alhares, Alheira (documentado como Aliaria en 922), Alheiro.
Almeida y Silva (1995) dudan, en conexión con los topns. portg. Faval o Nabais, que éstos
tengan origen en un cultivo, dado el carácter contingente de una plantación de este tipo,
que no ofrece asidero firme para una perpetuación toponímica; por ello se inclinan por
explicarlos acudiendo a un colectivo de plantas silvestres de la misma familia (haba o nabo).
Vid. por ejemplo Valdealverjaca (alverjaca ‘veza, alverjón, Vicia spp.’) en el monte de
Forfoleda. En el caso calzudo, el topn. pudiera haber aludido a especies herbáceas no
cultivadas, como el ajo de cigüeña, que crece en los prados. Dado que las aliáceas son plantas
abundantes en las praderas, y poseen cierto interés para los pastores, no cabe duda de que
algunos topns. de base ALLIUM, especialmente los enclavados lejos de zonas hortícolas,
hacen referencia a plantas silvestres como el citado ajo de cigüeña. Así lo propone Coromines
(OC, voz Aiades) al repasar en zona catalana topns. de montaña como Puig dels Alls o Mas
de l’Aller.
Sin embargo, dado que el topn. parece no haber perdurado, es mucho más probable que en
Calzada aludiera a un cultivo hortícola, consolidado durante décadas o incluso siglos, de
ajos de secano, que al abandonarse causó la extinción del topn. No parece, en efecto, que
en nuestro caso sea especialmente verosímil la acepción ajal ‘lugar abundante en aliáceas
silvestres, plantas espontáneas de interés pastoril’, que señala Coromines. Pues se trata de
un entorno no demasiado alejado del pueblo, sobre tierra de buena calidad.
Quizás aluden también a cultivos ocasionales, más o menos estabilizados, los topns. El
Azafranal (Valdunciel, Aldeaseca), Los Zumacales (CME-Valdunciel), Zamacal (Villamayor de
Armuña; cf. Coca, p. 181), Cogombral (Aldeaseca; cf. Coca Tamame, p. 87); Los Cebollares
(Valverdón; cf. Coca, p. 162), Cebolleros (Villamayor de Armuña; cf. Coca, p. 182); Arroyo de
Calabaceros (Topas, MTN 425-III), El Calabazal (Cañizal; MTN 426-II). Morala (1989) cita
en la provincia de León varios topns. que aluden a cultivos específicos: Las Legumbrales, las
Naberas, Los Titales, Las Lentejeras.
Alamedas, Las [también Las Choperas]
Plantadas durante el s. XX, son tres, alineadas a la derecha del cº de Forfoleda.
La primera está compuesta principalmente de pinos. Recibe el nombre de El Pinar. Fue
plantada antes de la guerra de 1936 por Manuel Andrés Fraile, llamado “tío Manuel
Merino”, nacido en 1866.
La siguiente era habitualmente denominada La Segunda Alameda. Fue plantada más tarde
(durante o poco después de la guerra) por Segundo García, ‘el tío estanquero’.
La última recibía el nombre de Tercera Alameda o Alameda Grande. Era la más antigua. Fue
también plantada por Manuel Andrés.
Había otra chopera, en los Rompidos de Aldeanueva, al pie de San Pedro, que estaba
dividida por el regato. Una parte era de Juan Bravo; la otra de Manuel Sánchez. Ya consta a
principios de siglo como alameda de Telesforo-Martín Gómez Andrés, posadero (REG
3501).
La alameda antigua, aneja al huerto del cura, era de negrillos y medía ¼ de huebra. De ella
dice el CME (datos generales): “Una alameda plantada de algunos arboles negrillos”.
“Dicha alameda se halla al sitio de la Laguna y casa que perteneze al Benefizio de este
lugar”. Esta alameda rodeaba la casa del cura, por las traseras y en la calle de la Laguna
(antes llamada cº de Valdunciel). Se accedía desde la calle por una portera. Se quitó antes de
la guerra, por una enfermedad que afectó a los árboles ―dicen algunos―; otros aseguran
que fue para vender la madera, que, al parecer fue comprada por la familia que hacía carros
en la carretera. Parte de los terrenos de la alameda se vendieron a particulares, que
agrandaron sus corrales. Junto a la alameda tenía la casa del cura un trozo de huerta, con
una noria.
Álamo de San Miguel, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino del Álamo. El Alamo Solo (CME-ecl;
Contadurías, 1849). Lindaba por el N con la raya de Valdunciel. Era de trigo de segunda.
Estos topns. probablemente corresponden a un mismo paraje, situado cerca y al norte del
cº de Valdunciel, no alejado de la raya con el pueblo vecino. El Álamo de San Miguel se sitúa
en un teso al este del teso de San Pedro, en la zona denominada también “caño de San
Miguel”. Por allí corría un sendero llamado de la Desvergonzada. En la pañoleta (1901 PÑL)
se sitúa El Camino del Álamo de San Miguel como un camino que sube al norte justo antes de
abandonar el tº de Calzada, yendo dirigido a San Miguel, paraje extenso que abarca tierras
en tº de Calzada y de Valdunciel.
Quizás haya de ser diferenciado de otro topn. de Calzada, El Alamino (Cofr. Var.), que
figura preferentemente como topn. de Valdunciel, en CME-Valdunciel, a 1/ 4 legua del
casco del pueblo. Pertenecía a la hoja sur del tº, es decir, a la llamada “Hoja del cº de
Salamanca”. De otro paraje denominado El Álamo de los Samorales (CME-Valdunciel) se
sabe que era próximo, cuando no coincidente.
Sean uno o varios topns. diferenciados, su ubicación es próxima. Tal vez hacían referencia
a algún árbol aislado inmediato a la ermita de San Miguel, perteneciente al tº de Valdunciel
y ya citada en el s. XIII; el álamo habrá perdurado tras la demolición de ésta. Vid. la nota en
Camino de San Miguel.
Alcornocal [del tío Manuel Merino], El
Recogido en idéntica forma por Coca Tamame. Subsiste como plantación actual, en la zona
de la Carrasca, al final del carril o cº de la Sesmera, que discurre entre el cº Valcuevo y el cº
Castellanos, al sur del pueblo. Fue plantado hacia 1920 o 1925 por Manuel Andrés Fraile,
padre del político y literato Felipe Andrés Cabezas, que a su vez fue el progenitor de la
poeta Elena Andrés Hernández. Tenía un trozo de viña y de huerta adyacentes.
El nombre de pueblo Alcornocal en Sca., ya citado como Cornocal en 1265, testimonia la
antigüedad de este tipo toponímico. También, como topns. menores, Alcornocosa
(Sanchón de la Ribera; MTN 450-I); La Alcornocosa (Puertas; MTN 450-II), Los
Alcornocales (Torremut, Zam.; MTN 424-III). Hacia occidente, estas formas han entrado
sin duda en competencia con las derivadas del lat. SUBER, como en el portg. sovereiro.
Aldeanueva
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Aldeanova (Préstamo 1265 copiado en 1345;
García Martín, 1982) Aldeanueva (Tablón; 1864 REG 2). Aldeanovita; Aldeanuevita (CME-ecl;
Coca, 156).
El nombre ha alternado con el de Villanueva, tal vez intentando huir de la resonancia rural
de la palabra aldea. Así, en la documentación del siglo XV de la casa de Alba, que tuvo
abundantes posesiones en este término, consta Villanueva de Calçada alternando con Aldea
Nueva de Calçada (Vaca y Bonilla, 1989).
TOP. ASOCIADA: Los Rompidos de Aldeanueva; Las Eras de Aldeanueva, Las heras de Villanueva
(Coca, 60). Las Heras de Villanueba (CME-seg). Eras de Aldeanueva (Ánimas).
Prado de Aldeanueva (CME-ald). Era prado de propios de Calzada, con 21 huebras que se
extendían flanqueando el arroyo más abajo llamado de la Vega, desde la raya de Valdunciel
al este hasta la raya de Calzada al oeste.
La pañoleta de 1901 parece dar el nombre de Regato de Aldeanueva al cauce que baja de
Valdunciel.
En la toponimia de Castellanos de Villiquera pervivía hasta la concentración parcelaria el
llamado Camino de Villanueva, que, a juzgar por su trazado ―se bifurcaba desde el cº de
Calzada, con orientación al norte, buscando precisamente el casco de Aldeanueva― pudo
hacer referencia al despoblado calzudo. En tº de Calzada, el camino de Villanueva pasaba a
llamarse Camino de la Cama la Moza. Se incorporaba al cº de Salamanca un poco al sur del
Prado de Carrerinas (1901 PÑL).
Tal hipótesis se ve debilitada en su raíz por varias razones. El nombre Villanueva en su
aplicación a Aldeanueva de Calzada no debió de tener arraigo local ninguno; no pasa de
una mera estrategia aduladora de los administradores de la propiedad. El Villanueva
notorio comarcalmente es el del palacio, Villanueva de Cañedo. El camino más habitual
hacia esta población pasaba por Huelmos y seguía hasta allí la calzada de Zamora. De
hecho, la pañoleta de Calzada de 1901 indica que el camino de Castellanos a Calzada se
rotula como cº de Castellanos y Villanueva. ¿Cómo se explica que el camino de Cama de la
Moza (itinerario nº 25 de la pañoleta) esté marcado en Castellanos como cº de Villanueva?
Tal vez en tiempos los trajinantes eligirían enlazar lo antes posible con la calzada de
Salamanca, de mejor piso; o preferirían evitar la travesía de Calzada, eligiendo caminos
transversales (poco verosímil), cruzando por San Miguel y Cardeñosa.
Fue término independiente y luego despoblado (Aldeanuevita). Probablemente se trata de
un asentamiento iniciado durante la repoblación medieval. Ya existía como núcleo de
población en 1265, cuando es citada como Aldeanova. El nombre de Aldeanueva parece
aludir a algún vestigio de población anterior, posiblemente tardorromano, al que hace
referencia el topn. antiguo La Fuente de la Aldehuela (identificable con Fuentebuena).
Tenía su parroquia (San Pedro) y una ermita dedicada a San Justo (SANCTI JUSTI > Santuste).
La actual Fuentebuena, atestiguada como Fuente de la Aldehuela en documentos del s.
XVIII, era probablemente la fuente del lugar de Aldeanueva. Se conservaron hasta hace
poco unas piedras pontoneras sobre el arroyo, uniendo lo que sería el casco del lugar (al pie
del Teso de San Pedro) con Fuentebuena. Según el CME, el término fue comprado por el
concejo de Calzada, a foro perpetuo, al Hospital General de la ciudad de Salamanca.
Compras análogas por un concejo no son inhabituales en la comarca. Parada, por ejemplo,
compró el despoblado de Rubiales (Cabo Alonso, 1955).
El término de Aldeanuevita se extendía sobre 392 huebras, coincidiendo su límite por
oriente con la actual raya de Valdunciel. Según el CME, medía de Norte a Sur 1/4 de legua
y de Este a Oeste 1/8 de legua. Incluía los parajes de Valduercos, Los Rodillos, San Pedro,
Los Samorales, Prado Redondo (= Eras Redondas), Santuste, El Alamino (ya compartido
con Valdunciel), un tramo del Camino de Topas, otro del Carril de La Mata, El Tesoro, el
caño de San Miguel, el caño de la Desvergonzada. El camino de Calzada a Valdunciel
cortaba su término por la mitad, acompañado de prados (22 huebras).
Los Rompidos de Aldeanueva, que proceden de la roturación de prados, deben de datar del
siglo XIX, en que pasarían a manos de particulares para huerta y alameda. En efecto, según
las cartillas evaluatorias de Hacienda (Cabo Alonso, 1955), había en el s. XIX prados de
regadío en Calzada, que no pueden ser sino éstos.
Aldehuela, La (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Aldeguela (CME-ecl). La Aldehuela (1879
REG 364). Era zona de trigo de primera. En las inmediaciones de la fuente del mismo
nombre, se sembraba centeno, con baja productividad. Este contraste es achacable al efecto
de lavado de suelos debido al fluir de los reboses de la fuente, que crearía un entorno local
oligotrófico.
TOP. ASOCIADA: La Fuente de la Aldehuela (CME) es la actual Fuentebuena. “Eras a las viñas
de la Aldeguela” (CME-ecl), en referencia a unas posesiones atestiguadas por escrituras
viejas. Fuente de la Aldehuela (REG 4949).
Este topn. parece aludir a algún villar o resto de antiguo poblamiento. En relación con la
actual Fuentebuena y su brocal, que reaprovecha una lápida funeraria tardorromana, se ha
postulado arriba la probable existencia local de un asentamiento rural o villa, al que el topn.
Aldehuela hará referencia. El lugar, posteriormente despoblado, de Aldeanueva o Aldeanuevita,
tomaría su nombre a raíz de la repoblación medieval (ya figura como Aldeanova en 1265),
por oposición al antiguo villar de la Aldehuela.
No es raro que el topn. Aldehuela[s] sea indicio de un poblamiento pre-medieval, como
Villar o villares. En un apeo del s. XVIII en La Mata de Armuña, se registra unas “Heras de
las Aldiguelas” que posiblemente delatan un antiguo asentamiento próximo al pueblo.
Amorales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecía al tº de Aldeanueva; se extendía
hasta tº de Valdunciel. Era zona de trigo de tercera. Los Amorales (CME-ald; 1899 REG
3573). Lindaba por el norte con el cº de Calzada a Valdunciel; por el sur con el Carril de la
Mata. Variante pseudo-culta: Los Sanmorales. San Morales. Los Samorales (CME-ald). Samorales
(Ánimas). Los Amorales (CME-Valdunciel): distaba ¼ legua de Valdunciel. Los Sanmorales
(CME-Valdunciel). Los Salmorales, Val de Samerales y Los Amerales (Coca Tamame). Los
Sanchorales (CME-ecl) deben proceder de una errata de copista.
TOP. ASOCIADA: El Prado de los Amorales era prado de concejo de una huebra, en el término
de Aldeanuevita. El Alamo de los Sanmorales (CME-Valdunciel) era topn. perteneciente a tº
de Valdunciel. ¿Es una forma variante del topn. El Alamino?
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: en la toponimia salmantina se
repite el tipo salmoral, que ha sido documentadamente interpretado como ‘zona de suelos
salinos’: “Salmoral... procede de SAL MŬRIA ‘salmuera, agua salitrosa’ a través del
abundancial *SALMURIALE” (Llorente Maldonado de Guevara, 1986). La forma zamorana
del topn., Salmorial, muy común en la toponimia menor, es fiel al origen latino. Llorente
añade: “si fuera una creación romance sería *Salmueral, y no Salmoral”. Es posible, en
efecto, que los topns. salmantinos salmoral, salmorales tengan su origen en la forma salmorial,
habiéndose perdido la –i-, interpretada como epentética y por lo tanto de regusto arcaizante
y leonés. Véase DCECH, voz sal.
Del mismo origen, pero deformado por una etimología pseudoculta, es el nombre del
pueblo de San Morales, cercano a la capital, como demostró en un artículo bien conocido
Manuel García Blanco (1967). Idéntico cultismo se ha registrado en algunas citas notariales
del topn. calzudo, pero esta forma pseudohagionómica no ha arraigado.
La vocalización de la líquida en el grupo /lm/ en Samorales puede explicarse por
disimilación con las líquidas subsiguientes. Formas similares están bien difundidas en la
toponimia; en algunas de ellas se preserva la /i/ en la sílaba tónica, posible vestigio directo
del diptongo latino: El Salmoral (Palacios Rubios; mtn 453), Salmoral (Castrillo de Guareña;
mtn 426), Samurial (Golpejas; MTN 477-II), Samorial (Calvarrasa de Arriba; mtn 478). Hay
un Salmorial de la Peña en Vezdemarbán (Zam.). Es de uso apelativo en Villamayor de
Campos la voz salmorial como sinónimo de ‘erial’: en efecto, los suelos salitrosos son
improductivos (Álvarez Tejedor, 1989). Asimismo, un Arroyo de Salmoral en Mingorría, una
Cabeza de Salmoral en Sadornil de Adaja, y unos Salmorales en Santo Domingo de las Posadas
(topns. medievales en Ávila: Barrios, 1981). Véanse más ejemplos en Cortés Vázquez
(1989) del tipo salmorial en la provincia de Zamora. En la toponimia de Portugal, este tipo
se ve reemplazado por formas como Salgueiral.
El contenido alto en sales, que también ha producido numerosos topns. del tipo
Salinar¸Salineros (también en Calzada), se corresponde con áreas de descarga donde el flujo
desde el acuífero hasta la superficie se produce por recorridos ascendentes lentos y
prolongados, ocasionando una fuerte mineralización. También en los bordes de las lagunas
se registran acumulaciones y migraciones de sales. Consúltese el estudio de Blasco
Herguedas y Rolandi Sánchez-Solís (1995) sobre el funcionamiento hidrogeológico de
algunas lagunas y humedales armuñeses análogos a los de Calzada.
Anchos, Los (ant.)
Figura en CME-seg como Los Hanchos, zona de trigo de segunda. Los Anchos (Bº). Los
Sanchos (CME-ecl) es localizado entre La Laguna y El Cenizal. Consta una tierra
desamortizada (Los Anchos o Llanos), que perteneció a la fábrica de la iglesia de Calzada
(REG 46; también REG 81). No cabe por lo tanto identificarlo con el cº Ancho, dirigido
hacia el norte. La ubicación de este paraje se desprende de un asiento de registro (REG 85)
“Anchos o Cerezos”, que da entender su proximidad e indistinción con el tramo final del
caño de los Cerezos.
Probablemente es topn. descriptivo de la forma de las tierras o de un ensanchamiento del
camino de Forfoleda. Parece descartable que tome origen en un nombre de propietario
Sancho, con una pluralización posterior.
Puede descartarse asimismo cualquier vinculación con la base lat. SENTIX, SENTICIS ‘zarza,
espino’, que en zona valenciana ha dado lugar a un homónimo El Sanxo (OC, VI, p. 454).
Coromines lo explica como derivado retrógrado de un colectivo Sanxet (de SENTICETUM
‘espinar, zarzal’). Esta etimología, sólida en un contexto donde prevalece la fonética
mozárabe y donde la base SENTIX ha dejado numerosos descendientes, no es extrapolable
al entorno de Calzada.
Arenal, El
No parece haber constancia documental antigua. Se situaba al pie del regato de la Vega, en
las eras de arriba. Justamente al otro lado del puente de la carretera, en cambio, están Las
Arroyadas. Así pues, la carretera separa un tramo inundable (Arroyadas) de otro tramo
sedimentario donde se acumula arena.
Arenales, Los
Tampoco parece constar en documentos antiguos, aunque sí figura en la hoja 1:50000 del
MTN y en la pañoleta de Calzada (1901) y Valdunciel (1901). Estaba entre el Carril de la
Mata y el cº Valdunciel, poco después de cruzada la carretera; tenía continuación en tº de
Valdunciel. Era tierra de viñas.
Arrizal
Figura aisladamente, en la descripción de una media yugada que fue del seminario Carvajal
(1862 REG). Probable error por Praizal.
Arroyadas, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: No se encuentra constancia documental
antigua. Se situaba en la margen izquierda del arroyo de la Vega, entre la Fuente Buena y la
actual carretera de Zamora.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Corresponde semánticamente a
‘lugar expuesto a avenidas, zona inundable’. Véanse otras acepciones próximas en DHLE,
voz arroyada. Correas recoge el dicho: “Hasta Nabidad no á de arroiar”. Arroyarse es
‘inundarse, estar expuesto a avenidas’. Sanz Alonso (1997) cita algunos topns. en la
provincia de Valladolid que responden al mismo origen: La Arroyada (Encinas de Esgueva,
despoblado de Tovilla) Las Arroyadas (Boecillo y otros). En Quintanilla de Abajo hay un
Cabezo de las Arroyadas “que se arroyaba cuando llovía y hacía nublado”. Perdiguero
(1994) cita en Quintanarraya (Burgos) un topn. Arroyadas. También, en término de
Riocavado (Ávila), se menciona en el s. XV una tierra “al Arroyada” (Barrios, 1981).
Baleá, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Valiada del Utero (CME-ecl). ‘La Valeada o
el Utero’ (AC49). La Baleada (Coca, 176). La Valeada (1890 REG 4210). Situada a poniente
de la cuesta del cº Topas, cerca de la carretera de Zamora. Era de trigo de segunda.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En la provincia de Zamora, Las
Baleares (Fadón; MTN 396-IV), Las Baleas y Alto de las Baleas (Almeida; MTN 424-III). Coca
Tamame cita un topn. localizado en Forfoleda, Los Baliones o Los Baleones.
Se trata de un lugar donde creciera abundantemente el baleo ‘planta que se usaba para hacer
escobajos o escobillas’. Baleada contiene un sufijo colectivo vegetal en –ada, del que cabe
mencionar formas paralelas en la toponimia: La Rebollada (Izcala; MTN 425-III), Juncada
(Los Maniles; MTN 396-IV); La Juncada (Fresno de Sayago; mtn 424); éste se banaliza
posteriormente como El Juncal (MTN 424-II); La Negrillada en Muga de Alba. Véase
asimismo La Silbada (de silva ‘zarza’) en tº de Zamora. En la provincia de Burgos,
Perdiguero (1994) encuentra en encuesta oral algunos ejemplos análogos: La Rebollada y La
Enebrada en Hinojar del Rey y La Bercolada en Huerta de Rey (biércol ‘brezo’). Coromines
(DECat, voz pi), se refiere a topns. catalanes del tipo Pinada, “amb l’ús del sufix –ada
substituint el col.lectiu –eda”. En la comarca portuguesa de Barroso, gramada es ‘prado,
terreno cubierto de gramas’ (Guimaraes, 2002).
Barbero, El Caño
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño del Varvero (CME-seg). Caño del Barbero
(Bº) (junto al Barro Blanco y al norte del cº de Valdunciel a Castellanos). El Caño del Barbero
(al lado derecho del cº viniendo desde Salamanca hacia Calzada) (AC49). Caño de el Barbero
(Castellanos de V.; Coca, 100). Caño Barbero (REG 134). Era zona de trigo de segunda,
lindante al oeste con el cº de Salamanca y cercana a la raya con Castellanos. La pañoleta de
Castellanos (1901) extiende el paraje a su propio término, entre el camino de Villanueva y la
Calzada Vieja, que es prolongación del camino de Salamanca en Calzada.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Coca cita algunos topns.
emparentados: La Barbera (Castellanos de Villiquera), Barberas (El Arco). La hoja MTN 425IV muestra un regato de las Barberas (Aldeanueva de Figueroa); también El Hoyo de la Barbera
(Cantalpino; MTN 453-I).
Cabría, en primera lectura, interpretar estos topns. como alusivos a la profesión del
propietario. Así, en Almenara, Las Zapateras, topn. censado en un apeo de los Niños
Expósitos, en 1752 (AC). Es preferible, sin embargo, descartar la referencia a un posible
propietario barbero; son demasiados los casos para circunstancia tan anecdótica.
En cambio, es verosímil postular la presencia del sufijo vegetal en –era, como en los topns.
Barcera y Fresnera, ambos en término de Valdelosa (Coca, p. 373), Rebollera (Zarza de
Pumareda) o en la forma antigua del pueblo vecino, Forfolera. Vid. también más abajo
Silvera, prado de Casablanca (Forfoleda, Sca.). Este sufijo designaba agrupaciones vegetales,
respectivamente de barceo ‘especie de esparto’, fresno, rebollo ‘roble melojo’, una especie
no identificada (posiblemente una *farfolla, también ‘roble melojo, rebollo’) y silva ‘cierto
tipo de zarza o arbusto’. También, en Florida de Liébana, figura en un apeo de 1752 (AC,
Capellanía de Santa Bárbara) un topn. menor Los Carderos. En Almenara se registra en 1752
un topn. menor, en la Hoja de Los Llanos y el Cerezal, La Piornera (AC, Niños Expósitos).
En todos estos casos, se alude a formaciones vegetales dominadas por una especie. El
sufijo vegetal en –era tuvo curso también en tierra de Ávila, al menos en época medieval: en
1210 consta documentalmente una viña en la Vercera (Barrios, 1981), claramente
interpretable como bercera ‘zona abundante en barceos o berceos, especie de esparto’.
Coromines (DECat, voz penya) explica cómo –era sustituye a menudo a –eda en catalán
(roureda > rourera, alameda > alamera); y también en castellano estándar: chopera.
(1) En el caso que nos ocupa, el topn. es probable evolución de una forma anterior no
documentada *[Caño] Bardero, es decir, la vaguada de las bardas o robles. El antes citado
Arroyo de las Barberas, en Aldeanueva de Figueroa, es cercano al topn. El Bardal, en zona de
monte bajo de roble. La Bardera se repite como topn. en numerosos puntos de la zona de
Vitigudino; así en Villargordo, Cerezal de Puertas y Espadaña (MTN 450-IV); también Las
Barderas, en El Manzano (MTN 423-IV). En la misma zona se registra el topn. Barbero (El
Manzano; MTN 450-II). En Zarza de Pumareda consta La Bardera y El Bardialón. En todos
ellos parece aludirse a especies caducifolias o marcescentes del género Quercus,
especialmente cuando están en forma arbustiva: barda es a roble lo que carrasca es a encina.
Ha de dejarse sin embargo abierta la posibilidad de que, localmente, se trate de otra planta
o árbol. Sánchez Sevilla (1928) recogió en Cespedosa de Tormes la voz apelativa bardera
‘lugar donde se crían bardas, es decir, especie de sauce, menos basto que el saoz, que se
usaba para hacer cestas y para formar la ripia entre los cuartones y las tejas’. Probablemente
es éste el valor semántico de La Bardera, en Villatoro (Ávila).
(2) Mucho menos verosímil es la posibilidad de que el formante sea barba en aplicación
metafórica, a través de determinada planta o formación arbustiva o herbácea que, por
analogía, haya recibido en el pasado este nombre. Por ejemplo, llaman barbas de capuchino a
algunos líquenes (Usnea spp., Evernia spp., Ramalina spp.) que cuelgan de las ramas de las
encinas o los robles (Rico Hernández, 1992). El árabe vulgar ŠA‛RA, del que procede el
castallano jara, es el femenino de un adjetivo que significa ‘velloso, peludo’, pero pasó a
significar en el norte de África y Al-Andalus ‘bosque, bosquecillo’ y luego ‘matorral, mata’
(DCECH, voz jara). El topn., frecuente en Portugal Barbosa, parece sin duda de referente
vegetal, a la vista de su sufijo. En esta explicación se basan Almeida y Silva (1995) al tratar
el topn. Barbosas de Burgo, Arouca (Portugal). Similar origen tendrán los topns. del tipo
Cabezavellosa (un pueblo en Sca., otro en Cáceres, un topn. menor en Peñalba de Ávila),
Peñavellosa y Valvellosa (Molina Ferrera, León) y también el cerro de Capeloso (La Faba, León)
o el pueblo de Capileira (Granada). Pero seguramente El Caño Barbero no pertenece aquí.
Por un lado, tratándose de voz tan conocida como barba, si éste fuera el origen
directamente, no se habría hecho uso de un sufijo inhabitual en –ero, siendo tan vital el
sufijo en –udo o en –ón. Por otra parte, parece que el uso metafórico en Cabezavellosa se basa
en una coordinación de símiles: un altozano es equiparado a una cabeza y su vegetación, al
vello de ésta. En el caso de un caño ‘vaguada’, no es posible tal coordinación metafórica.
(3) Como hipótesis menor, casi descartable, se apunta la posibilidad de que Barbero sea
derivado de bravo en la acepción ‘tierra no roturada, de bravío’ (en la diplomática medieval,
son las “terras barbaras” o bravas). Así como existen en portugués los topns. Bravais (DTP,
p. 77; castellano Bravales: quizás en Salamanca Barbalos), podría haber existido alguna forma
de la misma base con sufijo –ARIUS, en romance –ero. Tal sufijación no es insólita, pues en
Iberoamérica se conoce el adjetivo bravero ‘pendenciero, bravucón’. En tal caso, el caño
Barbero habría sido un caño sin roturar, de bravío.
Barranco, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Carril de la Mata o Barranco (CME-ecl). El
Varranco (CME-seg). En el Registro de la Propiedad figura en el s. XIX una ubicación de
tierra en “las Barrancas o Carrerinas”.
Se situaba a oriente del cº de Salamanca; parece recordarse que se hacía barro de
construcción con tierra extraída de allí. Era zona de trigo de primera.
Topónimo diferente es “El Barranco de la Boca del Valle a las Heras” (CME-ecl), Barranco
de las Eras (1850 REG 3435), que sin duda estaba situado en la zona del actual cementerio,
donde el Valle afluye a la Vega formando las eras antes llamadas de los adobes.
Estas citas parecen sugerir un uso adventicio de esta designación, en referencia a sitios
escarpados por haberse realizado en ellos alguna extracción ocasional de barro.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Palacios del Pan (Zam.) figura
un topn. Los Barrancones. En Muelas del Pan, una Fuente del Barranco. Hay un Vado de los
Barrancos [en Derrengada, sobre el Tormes] citado por Madoz. Algunos ejemplos aducidos
por Coca Tamame (1993): en Castellanos de Villiquera, La Barranca (CME-Castellanos); en
Torresmenudas, El Barranco.
Dado que el contexto orográfico de ambos parajes calzudos no muestra ningún desnivel
acusado que justifique la designación con barranco, es necesario interpretar este topn. como
(1) derivado de barro, con un sufijo anómalo; o (2) descriptivo de un simple ribazo o
caballón, por aplicación hiperbólica del término. Si se sigue la primera hipótesis, se trataría
sin más de una variante ocasional del topn. también calzudo El Barrero, que parece ser
colindante con éste. Almeida y Silva (1995) citan un topn. Barranca en Fermedo, Arouca
(Portugal) como derivado de la raíz barr- (de la que proviene el español barro) mediante el
sufijo antiguo –anca. Este mismo sufijo de matiz despectivo ha tenido vigencia en el
romance peninsular hasta época contemporánea. Vid. potranca ‘potra grande y desgarbada’,
moranco ‘despectivo de moro’. Los de Hoyo de Pinares son llamados hoyancos (Rohlfs,
1968). En Palencia de Negrilla se registra el topn. Los Pozancos, en el camino al encinar de
Granadilla, probablemente alusivo a una depresión húmeda del terreno: actualmente hay
una charca inmediata.
La primera hipótesis se impone, pues frecuentemente aparece la voz barranco en la provincia
aludiendo a lugares de extracción de barro. En Martiago murió sepultada una mujer de un
grupo de tres que extraían barro blanco, al desplomarse sobre ellas “el barranco de donde
lo sacaban” (El Nuevo Progreso, 25 de febrero de 1890, p. 1).
Barrero, El (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Varrero (CME-ecl). Linda por el W con el
Prado del Valle. Era zona de trigo de tercera. Probablemente era próximo al Caorzo de la
Terrera, cuyo nombre también parece aludir a la extracción de barro para tapias y adobes;
tal vez es designación alternativa de El Barranco. En CME-ecl se menciona el Barrero del
Valle, denominación sin duda alusiva a este mismo paraje.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El Barrero (topn. diferente) era
también un paraje en tº de Valdunciel, próximo al camino que de esta población subía a
Zamora. Morala (1989) cita en Los Oteros (León) el topn. La Barrera del Duque (lugar de
extracción de barro para tapias o adobes). Son numerosos los topns. que aluden a este uso
de las lagunas para producir barros de construcción o de alfarería. En Moreruela de los
Infanzones (Zam.) hay el topn. El Barrero; en Muelas del Pan, una Barrera Grande y una
Barrera del Agua. En Canalejas (León) figura La Laguna Barrosa y La Barrera Alta. En
Villalpando se cita en 1406 el topn. menor La Barrera (Vaca Lorenzo, 1988). Cabeza Quiles
(1992) señala cómo en Galicia algunos de los topns. Barreiro(s) aparecen próximos a
antiguos centros de alfarería popular.
Es también común la forma no sufijada, de carácter metonímica (topns. El Barro o Los
Barros). Compárese con el topn. de Calzada Los Barros de la Laguna; en Valdunciel, El Barro
de las Raposeras (CME-Valdunciel); también Los Barros (Juzbado; MTN 451-IV).
Barro Blanco, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Barro Blanco (Bº); El Varro Blanco (CME-ecl)
Barro Blanco, El (Coca, 177). Era zona de trigo de tercera, situada cerca de la raya de
Castellanos, próxima a la Linde Gorda. Desde Castellanos salía el cº de la Mata “que dicen
varro blanco” (CME-Castellanos); ello implicaría una ubicación algo más al SE. Sin
embargo, la pañoleta de Castellanos (1901) sitúa el paraje junto al cº de Castellanos a
Valdunciel, pegando a la raya con Calzada, y adyacente a la calzada vieja. Ello concuerda
con otro apeo, según el cual El Barro Blanco (CME-Castellanos), lindaba por el norte con el
cº de Castellanos a Valdunciel.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Se tratará, sin duda, de un lugar
donde se extraía el barro blanco; éste se usaba para enlucir muros, como sucedáneo de la
cal. En la descripción de Boadilla, contenida en el Libro del Bastón (1770) se lee: “una mina
de Tierra o barro para su blanqueo [de las casas] en lugar de cal”. Análogamente, Barro
Blanco y Barrero Blanco (El Cubo del Vino; MTN 425-I y MTN 425-II); Barro Blanco (El
Perdigón; MTN 397-III). Hay una Laguna del Barro Blanco en Muelas del Pan. Era famoso el
barro blanco (caolín) de Peñausende y Tamame. De una retahíla geográfica que se cantaba
en Sayago circula la siguiente relación: “Barro blanco hay en Tamame, / en Peñausende
loberos / y en Villar del Buey hay sólo / de la Argentina dinero”. También se decía: “el
barro blanco de Peñausende, un burro lo saca y ciento lo venden”.
Bebedero, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Bebedero (Ánimas; 1862 REG 9). El Vevedero
(CME-seg). El Bebedero (Coca, 141). Era zona de trigo de segunda. Se trataba de un caño
hondo, que quedaba a la izquierda yendo a Castellanos, cerca de La Cama de la Moza. Una
tierra mencionada en CME-ecl es localizada en “Los Praizales y el Bebedero”, lo que
muestra la proximidad entre ambos parajes. La misma indistinción se expresa en
testamentos del pueblo.
TOP. ASOCIADA: Prado del Vevedero (CME-ecl).
Con la acepción bebedero ‘pilón’, Sanz Alonso (1997) cita un topn. menor en Valladolid. En
Coreses y en Fresno de la Ribera (Zam.) hay un Arroyo de los Bebederos. En el caso calzudo,
se trataba probablemente de alguna zona de retención de agua, en un caño ligado a Los
Praizales (tributario del arroyo del Valle), que se aprovecharía para abrevar el ganado.
Bonete Griego, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Vonete Crego (CME-ecl). Bonete Crego (REG
95).
Estaba situado al norte de Valdoñegas de Arriba y a poniente del cº de Topas. Era zona de
trigo de tercera.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Con las reservas que se expresan
abajo, podría tratarse de un arbusto silvestre, el bonetero o evónimo silvestre: Euonymus
europaea L. En alemán, con similar metáfora, se llama localmente Pfaffenhütchen o
Pfaffenkäppchen ‘sombrerete o gorrilla de cura’; en Austria, Bischofkappl y Pfarrerkapperl;
kardinaalsmuts en holandés, en francés, bonnet-de-prêtre, bonnet carré y bonnet d'évêque; berretta del
prete en italiano; en gallego, bonete de crego. Estas denominaciones convergentes aluden a la
cápsula que envuelve las semillas, cuya forma cuatrilobulada recuerda un bonete de clérigo.
Es arbusto corriente en la mitad norte de la Península en bordes de bosque y formaciones
lineales (setos, galerías) Sin embargo, no parece persistir hoy en la Armuña (SánchezBarbudo, 1991). Esto no excluye su presencia en el pasado, pues es arbusto frecuente en la
provincia de Zamora, y también se encuentra en zonas de quejigar de los Montes de
Torozos (Valladolid). Probablemente alude a la misma especie vegetal otro topn. sayagués,
Rodillo del Bonete, en Fresno de Sayago (MTN 424-II).
Dada la escasez de esta especie vegetal en el entorno calzudo, cabe plantear, por prudencia,
otras hipótesis. Algunos topns. similares son de explicación oronímica, al haberse
comparado la forma del terreno con un bonete. El Bonete del Cura en Pedrotoro (Sca.)
pertenece verosímilmente a esta categoría, dado que se trata de un abrigo rupestre.
Análogamente la cima llamada el Bonete (913 m), en las sierras de Murcia y Albacete. El
paraje de la Montera del Torero en la sierra de Cádiz describe un crestón rocoso con esta
forma.
En Calzada, el carácter llano, mollar y de perfiles suaves del terreno donde se ubica el Bonete
Griego hace del todo improbable la hipótesis oronímica; sin embargo, parece probable que
el nombre de lugar haya nacido en referencia a la forma de una tierra (con cuatro esquinas
marcadas) o a algún resto de edificación antigua con planta similar al tocado eclesiástico.
Recuérdese la adivinanza, recogida por Morán en la provincia: “redondo, redondo como un
plato / y esquinas tiene cuatro”; se alude al bonete (Morán, 1990: 55).
En cuanto a la forma crego ‘abad, cura, clérigo’, se trata de una variante semipopular,
originada en el lat. CLERICU-, con difusión gallego-leonesa (Morala, 1989). Este autor cita el
topn. La Senda los Cregos (Morilla de los Oteros, León). Crego ‘clérigo, cura’ es usado por
Torres Villarroel. Menéndez Pidal (1962), en su estudio sobre el dialecto leonés, constata la
vigencia de crego en la provincia de Sca., y lo pone como ejemplo del trueque de –l- por –ren algunos grupos consonánticos. A la evolución crego > griego habrán contribuido tanto la
creciente opacidad del primer vocablo como la frecuente sonorización del grupo –kr-. En
Vegas del Condado (León) hay un Molino de la Griega. También en Cuadros y en
Villarroquel (Morán, 1990). Véase El Griego (El Maderal; MTN 425-II) y Peña Creigo
(Fresnadillo; mtn 396). En Valladolid hay el topn. mayor Gregos, Griegos o Valdefuente.
Cabaña, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cabaña (1867 REG 132; Coca, 78; Ánimas;
Tablón)
El Caño de la Portilla o La Cavaña (CME-ecl). Existía en La Cavaña (CME-seg) una tierra de
quiñones de 13 huebras, con trigo de segunda. Sus lindes eran, por el este, la calzada de
Zamora, y por el oeste, el prado de Valdecabrilla. Se localiza por lo tanto en el teso que
flanquea por el norte el prado de la Portilla. En esta zona se daban distintas calidades de
terreno, desde primera hasta tercera.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es un tipo toponímico de amplia
difusión. Existe un Teso de la Cabaña en Coreses (Zam.); La Cabaña en Molacillos (Zam.) y
en Zarza de Pumareda. Coca Tamame cita un Valdelacabaña (Palacios del Arzobispo) y La
Cabaña (Castellanos de Villiquera). Se registra también en Valverdón: La Cruz de la Cabaña
(CME). Sanz Alonso (1997) aduce numerosos ejemplos en la provincia de Valladolid. La
Cabaña era en 1464 un topn. menor de Villárdiga (Vaca Lorenzo, 1988). Morala (1989)
también recoge abundantes topns. basados en cabaña en la zona de los Oteros (León, p.
369). Otros topns: Cabanas Longas, Arouca (Portugal), Cabañas Raras [es decir, ‘dispersas’: cf.
Pedrosillo Ralo] (León). También González (1999) menciona un topn. Cabaña en
Cantabria. En Cisla (Ávila), se registra un topn. “tras la Cabanna”; y en Sadornil de Adaja,
La Cabannuela (Barrios, 1981).
La ambivalencia entre ‘choza’ o ‘institución fundada por los Reyes Castólicos’ no debe
desorientar en la interpretación del topn. calzudo, puesto que esta institución no ha tenido
posesiones en Calzada. Tampoco es verosímil que se haya grabado aquí alguna acepción
análoga a la que Rubio Álvarez (1956) registró en el Valle Gordo (León), cabaña ‘lugar o
monte donde pasa el verano el ganado vacuno que no se precisa para el trabajo ni para dar
leche’.
El término cabaña no tiene uso apelativo actualmente en Calzada, pero sí lo tiene el
derivado cabañal. Unamuno, en su Recopilación, recoge la voz cabaña con la siguiente
acepción, vigente en la provincia de Sca.: ‘caseta con pajas largas y juncos, que se llevan a la
costilla de un lado para otro’. Esta acepción se ciñe por lo tanto a las bien conocidas chozas
portátiles de los pastores. Es muy probable, sin embargo, que el valor de esta voz fuera
antiguamente análogo al de choza (materiales vegetales) o caseta (piedra suelta o adobes).
Parece pues verosímil que el topn. calzudo aluda a una choza o construcción improvisada,
tal vez para guarda de ganados, y mucho más probablemente para la vigilancia de viñedos.
Las Ordenanzas de Zamora (Del Canto et al., 1991) establecen la obligatoriedad de que
hubiese guardianes de las viñas (viñaderos), así como los había de las tierras de pan llevar
(mesgueros). Morala (1989) observa cómo gran parte de los topns. del tipo cabaña en Los
Oteros (León) se ubican en zonas de viñedos, donde cumplirían la función de casetas
guardaviñas (como las actualmente muy abundantes en Fermoselle). Puede objetarse que la
arquitectura efímera o precaria no genera topns. permanentes. Sin embargo, esta objeción
se supera suponiendo que la tal cabaña fuera de instalación periódica en un lugar fijo,
posiblemente dominando una zona de viñas. Así, en el Becerro de Visitaciones (1441) de la
catedral de Ávila (Barrios, 1981) se menciona en Sotosalbos (despoblado de Maello) “un
pedaço de tierra que toma de la Vinna Mayor de Calongía e de onde fazen la Cabannuela”.
Cadozo de Antón Sevillano (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Cadozo de Antón Sevillano (NSR) [lindante con
las Eras]. El Caozo de Anton Sebillano (CME-ecl). Heras al caozo de Anton Sebillano (CME-ecl).
Era zona de trigo de segunda. Compárese con la antes llamada Charca del tío Andrés Bravo (ya
desaparecida), entre las eras de arriba y las casas del pueblo. Sevillano es apellido antiguo en
Calzada.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Para una discusión sobre el topn.
cadozo, vid. más abajo caorzo. El que una laguna lleve como determinativo el nombre de un
propietario no debe sorprender. Morala (1989) cita en Los Oteros (León) un topn. antiguo
que cabe comparar con éste: El cadoço del calvo (si es que calvo no alude a un calvero). Un
cadozo podía también llevar el nombre de un propietario como identificativo en caso de
proximidad a una casa, era o huerto de éste. Por otra parte, dado que los cadozos tenían
aprovechamientos varios, entre ellos el de la extracción de barro para tapiales o adobes,
puede haber existido charcas de propiedad privada. Véase más adelante la venta de una
laguna cerca de la actual casa rectoral.
Calzada de Valdunciel
Sobre el topn. Calzada de Valdunciel. La forma compuesta se registra por primera vez en las
visitas episcopales de 1604-1629 (Casaseca y Nieto, 1982). Contrariamente a lo que a veces
se afirma, esta forma no expresa ninguna relación de dependencia o de jerarquía entre
Calzada y Valdunciel. Se trata de un mero epíteto diferenciador, que pretende evitar
confusiones con otras Calzadas, como la actual Calzada de Don Diego. La composición
adquiere estabilidad más tarde, al terminar el Antiguo Régimen, y especialmente bajo la
influencia del sistema postal y de la estructuración en provincias. Paulino Gil explica así
este proceso: “Entre los actos de organización del territorio español, emprendidos en
tiempos de Fernándo VI y culminados en tiempos de la Primera República Española, que
terminaron con la organización territorial que nos ha llegado, estuvo la diferenciación por
medio de epìtetos o referencias de lugar, historia o pertenencia, de los numerosos
municipios y lugares que tenían nombre idéntico, así surgen "de Henares", "de Guadaíra" y
"de Los Gazules" para las Alcalás más conocidas, o "la Nueva" para la Sevilla de Madrid, en
distinción de la simpar andaluza que no necesita apellido, o, incluso dentro de la provincia
de Madrid, los determinantes "de Puerto Real" y "de Madrid" para las dos Rozas que hay.
Iniciado el proceso, eran los propios municipios los que proponían su apellido, que
finalmente era otorgado de forma oficial”.
(1) Calzada
Son generales en la toponimia del CME las referencias a la Calzada Real de Zamora. En
Aldeaseca y en Castellanos figura asimismo una Calzada Vieja, que se prolongaba
apuntando hacia Calzada de Valdunciel. Viniendo desde Salamanca, observa Morán (1946),
y una vez pasado el arroyo de la Encina, “sigue la calzada a la derecha de la carretera como
camino muerto; después se borra toda huella porque los dueños de las fincas colindantes se
las han ido apropiando; se nota el lindero de las propiedades que todas vienen a fenecer en
la misma línea, como posteriores que son al camino”. “Junto a la caseta de camineros [se
trata de la antigua caseta, ya demolida, pero que aún se adivina, de Pedrailes], vuelve a
ponerse a la izquierda de la carretera y sirve de camino de carros y de herradura hasta
Calzada de Valdunciel [éste era el llamado en Calzada camino de Salamanca]”. Una vez
atravesado el pueblo y los pontones, “la cuesta por donde sigue la calzada hacia el norte ha
sido profundamente rebajada para suavizar la pendiente. Por la izquierda de la carretera
vontinúa hasta Val de Negrillo de Huelmos, en que cruza a la derecha hasta la raya de
Cañedino”. Se trata pues de una designación del antiguo camino de Salamanca a Zamora,
que era fiel al trazado de la calzada romana desde Mérida a Astorga. Roldán Hervás y otros
han estudiado esta vía, a la que sin duda debe su nombre nuestro pueblo. Puede consultarse
en relación con el iter ab Emerita Asturicam la obra del Prof. Roldán, tanto su tesis doctoral
como el resumen de ésta aparecido en 1971. Véase también el estudio de Morala (1989)
sobre el topn. calzada (p. 405).
(2) Valdunciel
Se añaden aquí algunas notas complementarias a la literatura existente sobre Valdunciel. El
topn. aparece citado como Val[mu]ziel en 1265 (García Martín, 1982; parece lectura
errónea: ¿quizás *Vallunziel?). En un testamento de 1281 se cita la ermita de “San Miguel
de Vallonçiel” (Martín et al., 1977). En 1298 es mencionada una viña en el paraje de La
Vaca, en tº de Carbajosa de Armuña, que lindaba con viñas de “Martin Domingo et donna
Sol de Vallonçiel” (Martín et al., 1977). El topn. figura, en composición con Calzada, como
Val de Unciel en las visitas episcopales de 1604-1629 (Casaseca y Nieto, 1982): se trata de
una versión analítica que puede ser artificial. Ya consta como Valdunciel en Madoz. En la
documentación de la casa de Alba, perteneciente al s. XV (Vaca y Bonilla, 1989), se cita con
formas variantes Valdonziel, Valdoziel. Es abundantísima la forma Valdonciel en los apeos del
s. XVIII.
Existe un doblete toponímico en Sayago, la dehesa que Madoz registra como Valdunciel, y
que aparece mencionada en el Fuero de Ledesma en una forma convergente con los
Vallonçiel medievales arriba aducidos para el pueblo de la Armuña: “Como prende en
sommo del sierro de Penna Gusende & en Santiz, & determina Alfaraz et Pennela & con la
Almexnal, et determina Val Llonziel con Torre de Ummum, & determina Peliella con
Torre de Ummum, & fier en Tormes”. Este Val Llonziel, en tº de Moraleja de Sayago,
pervive diversamente grafiado hoy como Valdefunciel (MTN 424-IV), Regato de Valdejunciel
(MTN 451-I) y Valliciel (mtn 424), indicio de inestabilidad en la transmisión del topónimo.
Un documento portugués medieval incluye una forma homónima, que parece
independiente: DP-3, nº 187: ‘per illum liminare que venit de Vallonzel’ (Documentos
Medievais Portugueses: Documentos Particulares, vols. 3 y 4). Se cuenta pues con tres topns. de
diferente localización pero idéntica forma medieval Vallonçiel, Vallonzel, Vallonziel.
El topn. viene oscurecido por fenómenos de fonética sintáctica, por la alternancia entre
formas plenas o apocopadas de valle, y por la presencia inestable de la partícula de. Se ha
venido explicando como originado en una forma sufijada del lat. JUNCUS ‘junco’ o JUNCEA
‘juncia’. Así, Menéndez Pidal (Orígenes) cita como forma mozárabe un topn. Vallunquera,
que tendría su origen en VALLE JUNCARIA ‘valle juncoso’. Juncido, topn. de la zona de
Arouca (Portugal), es explicado (Almeida y Silva, 1995) a partir de junça < lat. JUNCEA,
‘juncia’ y el antigo sufijo vegetal –ido. En el caso de Valdunciel, no parece, sin embargo,
imprescindible recurrir a JUNCEA. Puede, en efecto, pensarse en una evolución de –c- a
fricativa interdental desde JUNCU- + -ETU, o JUNCU- + -ETULU-, o desde JUNCU- + -ELLU,
bajo el efecto de la vocal cerrada anterior –i- de las formas romances del sufijo (-ido, -iello);
se trata de un fenómeno bien conocido en fases arcaicas de la lengua, e inducido por el
cambio en la vocal subsiguiente al grupo –nc- por la adición del sufijo. Compárense en
Palencia los topns. Marca, donde la –c- permanece velar, y Marcilla, que se dentaliza;
también Villaseco y Villasecino; Vega y Vecilla (León), Arco y Arcillo. En Portugal, Concela
es topn. derivado diminutivo de lat. CONCHA (DTP, p. 202); asimismo, García Arias (2000)
encuentra la voz conciella ‘cuenco pequeño’ y soceller > *SOCCELLARIUM ‘fabricante de
zuecos’ en documentos medievales del área asturiano-leonesa. Análogamente, en nuestro
caso, a Juncal y Yuncal, formas velares, le corresponden Junciel y Juncido, formas
interdentales. La misma alternancia se advierte en los topns. portg. aducidos en DOE: (1)
Juncal, Juncais; Juncosa [k]; (2) Junceira, Juncido, Juncinha [z]. Los del segundo grupo pueden
provenir tanto de junco como de junça ‘juncia’; en cambio, los topns. Junçaria, Junças, son
indudablemente derivados de junça.
Chavarría Vargas (1997) observa cómo las hablas mozárabes exhibieron una fase
intermedia entre el tratamiento velar [k] de lat. –CE-, CI- (etapa arcaica) y la realización
sibilante dental [z; ç] que observamos, por ejemplo, en el topn. Valencina, Porcil. Esta etapa
intermedia, representante de la pronunciación mozárabe en los primeros siglos de
dominación musulmana, es la realización palatal africada /ĉ/; así, en mozárabe se registra
alyuncha ‘juncia’; tal tratamiento se desvaneció en general, salvo en contextos que
preservaron una fuerte influencia musulmana, donde el sonido [ch] quedó inmovilizado: así
topns. como Luchina, Alconchel. Ningún rastro queda en Valdunciel de esta etapa intermedia,
ni la toponimia de la zona puede avalar la presencia local de formas donde lat. –CE-, CIhaya perdurado como /ĉ/ (es excepción el leonés Almatriche); véase Chavarría (p. 214).
Sorprenden estas atestiguaciones antiguas Vallonzel, que se apartan del vocalismo latino de
JUNCU-. Cabe explicar las formas en –o- como resultado de palatalización de la vocal
posterior –u- por influjo del grupo –l- + -j- (o –ll- + -j-, por absorción de la yod en
contacto con la palatal), que habría evolucionado previamente a –ll-. Una explicación
complementaria puede basarse en la atracción pseudoetimológica por formas como doncel,
doncella.
Para el ámbito catalán, Coromines señala en OC algunos descendientes toponímicos de la
base JUNCUM. Juncet, antes Joncet, es derivado de JUNCETUM ‘juncal’. Un topn. parcialmente
coincidente con nuestro Valdunciel es el de un antiguo nombre (s. XIII) de arroyo Joncells,
que explica como procedente de un diminutivo JUNCETULUM- ‘pequeño juncal’. De étimo
igual, pero con evolución mozárabe y disimilación de palatalidad, sería el topn. valenciano
Juncillo, que también es nombre de un arroyo.
La realización medieval de la velar j- inicial latina ante vocal posterior era como palatal
fricativa y- en gran parte del dominio leonés (Yuncal en Torresmenudas en documento de
1430; actualmente, Fuente Yunco en Roelos; MTN 424-I). El fenómeno parece haber tenido
mayor extensión medieval, pues se registra también en área plenamente castellana. Los
Yuncares es topn. registrado en el s. XV en Mambles, Adanero; Yunqueras en Cardellejo,
Fontiveros (ambos topns. en tierra de Ávila: Barrios, 1981). Nieto Ballester (1997) cita
algunos ejemplos análogos, que adscribe a un tipo mozárabe: Yuncos (Toledo), Yunquera
(Málaga), Yunquera de Henares (Guadalajara), Yuncler (Toledo), Navayuncosa (Madrid). De ahí
a la pérdida del fonema había un paso: cf. La Uncal, en Los Oteros, León (Morala, 1989).
En contexto mozárabe (Chavarría Vargas, 1997) ha sido constatada la dominancia de la
realización como /y/: Yuncos, Yuncler, Yunclillos; Yunco, Yunquera, Yuncares. Los topns. en los
que se observa pérdida del fonema inicial –Unclillos, Unqueira, Uncina- pueden obedecer a
una tendencia interna del sistema o ser explicables por fonética sintáctica (bajo el efecto del
artículo). Una duda similar puede albergarse sobre Valdunciel: la pérdida del fonema /j/ ¿es
espontánea o es una vocalización debida a presiones de fonética sintáctica, análoga a la de
Santullán, Santillán desde lat. SANCTI IULIANI?
En efecto, tanto en el Valdunciel sayagués como en el armuñés se observa cómo el sonido
lateral –ll- de las formas medievales (Vallonçiel), resultado regular por fonética sintáctica de
–lj- o de –llj- (lo que presupone un genitivo sin preposición de enlace, fenómeno común
también hoy –Camino [de] Forfoleda-), se ha resuelto con la restitución de la preposición
de. En ello ha podido influir la vacilación entre los grupos consonánticos –llj- (*vall junciel),
-ldj- (*val d’junciel), propia de una situación fluctuante entre val y valle, por una parte, y
entre la pérdida o la preservación de la preposición de enlace.
Existen, por añadidura, otros nombres de lugar afines a la forma contemporánea. Se
menciona en la diplomática medieval zamorana (Martín, 1982) un topn. Val de Iunzel
(1168), que lindaba con posesiones del monasterio de Moreruela (Emaces, ant. Imazes).
Probablemente se trata del actual despoblado de Junciel, en término de Manganeses de la
Lampreana. En el fuero de Manganeses, del s. XIII, se explicita: “quando fuere el Obispo
en Manganeses o en Junciel han a dar ropa en que fagan sus omnes et sos hospedes”
(Sánchez Rodríguez, 1987). Otro topn. similar es mencionado como “loco qui dicitur
Iuncel, in collatione de Andavias” (1174) (Martín, 1982). En un documento posterior
(1226), el abad y convento de Moreruela renuncia a sus derechos sobre Junciel; a cambio, el
cabildo de Zamora le cede una heredad en Melgarejo. En un testamento de 1250 se
menciona una viña: “el maiolo de la Cabez de Iunciel”, que quizás hace referencia al cerro
de Junciel (710 m) localizado en Pajares de la Lampreana. También se registra como topn.
menor en Villacorta (León) un Vandoncil o Valduncil.
Sobre el sufijo –iel. A partir de Menéndez Pidal, se viene asociando esta forma de sufijo,
evolución del latín ELLU- por diptongación y apócope de la vocal final, con las hablas
mozárabes. La pérdida de la vocal arrastra la despalatalización de la lateral –ll-. Así Jatiel y
Campiel (Teruel), Almuradiel, Daimiel o Montiel (Ciudad Real), Muriel (Valladolid y Soria),
Gumiel y Baniel (Soria), Villamontiel (Toledo), Utiel (Valencia). El fenómeno debió tener
vigencia más extensa, como ya observó Pidal, produciéndose luego regularizaciones
castellanas hacia –il o –illo. Carracedo (1994) cita ejemplos en Soria, algunos de los cuales
han reducido posteriormente el diptongo hasta –il: Ojuel, Peroniel, Arciel, Portel y Portiel,
Castil y Castiel. Otros ejemplos en la toponimia de Valladolid: Castil de la Vega era Castriel
de la Uega, y también Castrillo Tejeriego era Castriel. En cambio permanecen intactos
Curiel, Piñel y Villamuriel (Sanz Alonso, 1994).
Es sufijo, como se ve, que también aparece usado en contextos no mozárabes. Es
particularmente común en la antroponimia judaica castellano-leonesa medieval: en la
judería de Salamanca se citan los apellidos Armadiel, Aventuriel, Madrotiel, Sorniel (Carrete
Parrondo, 1989). Mossé Salvadiel, hijo de Salvadiel, es un judío de Ávila en 1299; como lo
es Çag (=Isaac) Almanniel, también citado como Almanner (Barrios, 1981). La apócope de
la vocal final, con o sin diptongación, es frecuente en la toponimia medieval de Ávila y de
las provincias leonesas. También se da en Burgos (Villamiel es la villa de un Gemellus). Así
Verzemuel (luego Bercimuelle, anejo de Blascomillán, Ávila), Cardiel (Peñalba de Ávila;
éste y el anterior recogidos de Barrios, 1981), río Zapardiel (el topn. se repite en Palacios
del Arzobispo, Sca.), Regato Maniel, afluente del Arganza, a su vez tributario del Huebra,
Valdecidiel (Barbadillo, mtn 477), ermita de Fernandiel en Muga de Sayago, Valdemuriel
(Peñausende; MTN 425-I), Escorriel en Zam., monte de Paljariel (Ponferrada, León: citado
en Madoz), Benamariel, Villacalviel, Villarmeriel, Villacabriel, Villamoratiel, Villavidel,
Villarroquel, Villaturiel (estos últimos de León).
Se observa la abundancia de casos en que se ha preservado este sufijo en topns. de origen
personal compuestos: seguramente se trata de un fenómeno de fonética sintáctica, en que el
apócope viene inducido por la secuencia polisilábica. Zamora Vicente (1979) recoge
numerosos ejemplos toponímicos de apócope en –iel, que adscribe a la pervivencia de
hábitos vocales mozárabes.
En el caso de nuestro Valdunciel se plantea una duda adicional: el diminutivo, ¿es
originario?, es decir, ¿corresponde a un apelativo, ya lexicalizado, del tipo *iunciello, alusivo
a un tipo particular de juncia?; o, por el contrario, ¿se trata de un diminutivo posttoponímico, que hace referencia a un topn. preexistente ya desaparecido, del tipo
*Valdeiunco o *Valdeiunceto? En el segundo caso, se tendría una derivación secundaria,
por diferenciación o por énfasis afectivo, como Cañedino ha de entenderse: no es
descriptivo de un cañizar pequeño, sino que alude a un lugar de menor entidad que otros
Cañedos de la zona (como el antiguo Cañedo del Yermo, actual Casablanca). Es difícil zanjar
esta cuestión en ausencia de más datos documentales.
Finalmente y a título de conjetura, puede proponerse una explicación alternativa, pero
improbable, a la base junco. Dadas las formas antiguas en –o-, cabría muy hipotéticamente
pensar en un mero diminutivo indirecto de VALLE, como Montezelo o Pontizela diminutivos
en Portugal de MONTE- y de PONTE- o Vachizuelos, en Asturias, diminutivo de VALLE(Concepción Suárez, 1992). Coromines, con serias reservas, postula un origen en
*VALLONICELLA ‘vallecillo’ para Valldonzella (OC). A las dudas de Coromines se añadiría
en nuestro caso el género masculino de un hipotético * VALLONICELLU-, progenitor de
Valdunciel. En efecto, dada la antigüedad de las citas, cabría esperar género femenino, el
etimológico para VALLIS, que de hecho se ha conservado hasta época cercana y perdura en
toponimia de creación reciente. Así, en la provincia de Sca. y citando por Madoz, Valseca
[arroyo que nace en Carabias y pasa por Larrodrigo], Valquemada [desp. de El Bodón] y
Valbuena.
Calzada de Zamora, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calzada de Zamora (Cristo). Calzada de Zamora,
La (Coca, 63). Coincidía con el cº de la cuesta, prolongándose luego por el cº de Huelmos.
Los documentos del XVIII así lo atestiguan, identificándola constantemente con el llamado
Camino de Huelmos (CME-seg).
TOP. ASOCIADA: La calle llamada Calzada de Zamora fue luego denominada Calle de Zamora a
secas. Posteriormente ha sido rebautizada Ruta de la Plata. Las calles transversales a ésta, por
su acera izquierda yendo al norte, eran las llamadas Callejas de Zamora. Una de ellas, la más
exterior, ha sido renombrada C/ Los Miliarios por acuerdo municipal.
Consta una huerta “al sitio del Norte”, que lindaba por S y W con la calzada de Zamora y
por el N con la “rodera que va a la era” (1861 REG 83).
El mismo topn., Calzada de Zamora, se usaba para designar la vía romana en Cañedino
(CME). También, y en época medieval, en la zona de Peleas de Arriba (Lera et al., 1998).
Esta calzada, sobre un trazado romano y posiblemente anterior, es la que da su nombre al
pueblo. En época medieval recibe alternativamente la designación de carrera, a veces
especificada como “carrera de Guinea”: en un documento de 1463, referente a posesiones
en Gema (Zam.), se indica “e sale a la carrera de Ginea” (Lera et al., 1998).
Callejas, Las
Las Callejas es topn. en el casco del pueblo, que aparece reiteradamente en los documentos
de venta e hipoteca del s. XIX (Contadurías). Parece tratarse de las callejas que salen del
Corrillo paralelas a la C/ de la Laguna. En efecto, en un deslinde se especifica que una casa
en Las Callejas linda por el norte con las Eras de Arriba.
El parcelario antiguo del casco de Calzada ha debido de sufrir modificaciones: algunas
callejas se habrán cegado y otras, por el contrario, habrán adquirido rango de calles. Así se
citan (hacia 1860) las siguientes callejas:
Callejas del Corrillo (lindan por el norte con la salida para las eras). Probablemente
son las mismas que, sin más señas, son llamadas Las Callejas.
Calleja de la Calle de Carrascal.
Calleja del Pozo de las Tierras.
Callejas de la Calle de Zamora (1858). Ésta es la que posteriormente se llamó Callejas de
Zamora y recientemente Los Miliarios.
Calleja de los Frailes: bocacalle de la C/ Santa Elena (1879 REG 3361).
No faltaban los callejones sin salida, de los que aún subsiste alguno. Para ellos, la
documentación del s. XIX recoge los nombres callejón, calleja cerrada.
Cama [de] la Moza, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cama de la Moza (Bº, CME-ecl, CME-seg)
propiamente estaba al pie del cº Castellanos. Era zona de trigo de segunda y tercera. El
Camino de la Cama de la Moza (CME-seg; Coca Tamame) quedaba al este del cº de
Castellanos y al oeste del cº de Salamanca (1901 PÑL). Es continuación del que en
Castellanos es denominado Camino de Villanueva. La pañoleta de Castellanos (1901) sitúa La
Cama de la Moza también en su propio término, en el extremo norte, entre el cº de
Castellanos a Calzada y el cº de Villanueva.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Cabe proponer varias
posibilidades, siendo difícil pronunciarse por cualquiera de ellas. En primer lugar, como
gusta de referir el folklore local, algún suceso real que tuviera por protagonista a una moza.
En este caso podría pensarse en alguna circunstancia anecdótica, como en el topn. de Zarza
de Pumareda Donde murió la Muchacha. En Calzada, el peso de esta explicación anecdótica,
bien se base en hechos reales o ―como parece más probable― sea una fabulación posterior
inspirada por el nombre, es tal que algunos informantes confunden la ubicación de la
Desvergonzada, situándola en las proximidades de la Cama de la Moza.
Una segunda opción es pensar en una forma del terreno, vagamente cóncava, que haya
podido sugerir una cama o yacija. Compárese con el topn. menor de Zarza de Pumareda La
Cama de la Liebre. José Pedro Machado señala en Portugal algunos topns. con el mismo
tema: Cama da Porca, Cama da Vaca (DOE, p. 321). En Alvoco da Serra (Portugal), hay una
concavidad en una roca, de forma vagamente humana, a la que denominan A Cama da
Moura. En Serranillos (Ávila) hay un sitio al que denominan “donde se arrodillaba la
Virgen”, posiblemente por la forma de unos hoyos que semejan huellas (Pedrosa y del
Peso, 2001). Explicaciones folk-toponímicas similares justifican topns. como La Pota del
Caballo, lugar próximo a Calanda en Aragón, donde el pueblo creyó ver una pisada de
caballo (DECat, voz pota). Son también frecuentes los topns. del tipo Silla del Rey, o Cadiras
(en Cataluña), que aluden a formas del relieve que evocan un sillón.
Otros topns. comparables son Camas (fuente en Cendejas de Enmedio, Guadalajara),
Arroyo de Camafría (Narros de Cuéllar, Segovia), Prado de la Cama (Siguero, Segovia) y
Camas (Sevilla) (Nieto Ballester, 1997). En los topns. menores castellanos parece tratarse de
algún uso metafórico de la voz cama en la acepción ‘lugar cóncavo’, pero, como señala
Nieto Ballester, no es descartable alguna pervivencia toponímica directa desde la raíz
prerromana *kamb- ‘curvo, cóncavo’ (en la que se encuentra, por otra parte, el propio
origen de la voz común cama).
No es tampoco descartable la referencia a algún hallazgo arqueológico, escultura o lápida,
parecida a la que ahora constituye el brocal de la Fuente Buena: el lugar donde se hubiera
encontrado fortuitamente la estela funeral, que representa una mujer yacente, sería llamado
popularmente “la cama de la moza”. Compárese con el collado de la Difunta en Berrocal
(Huelva) o la Cruz de la Mujer Muerta (Cartaya), interpretados por Gordón y Ruhstaller
(1991) como alusivos a un hallazgo de enterramiento.
Camino [de] Castellanos, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Castellanos (Coca, 73).
Abundantemente citado en el CME. Salía de la Plaza, por la calle Carrascal; en su ascenso
dejaba a un lado el paraje conocido como La Casa de Bernardo, coronaba el teso de la
Cotorra, bajaba al prado del Salinar, flanqueaba el Caorzo de la Terrera, y se dirigía al vecino
pueblo cruzando zonas de calidad decreciente: Los Praizales, El Camino Hondo.
Inmediatamente tras cruzar la raya, tenía a su derecha un paraje llamado La Fuente [de]
Perinés (Fuente Periné en la pañoleta de Castellanos, 1901).
Castellanos es topn. de repoblación, como reiteradamente se ha demostrado. En toda el
área leonesa se manifiesta como indicador de diferencia étnica. En León hay dos pueblos
con este nombre. En el área salmantina y abulense, se corresponden los topns. Castellanos
con un proceso repoblador cuyo origen estaba en la Castilla condal, área de reducida
extensión próxima al norte de Burgos. La tradición onomástica de estos pobladores y
quizás su propia lengua muestran signos de un sustrato vascón, que se acentúa aun más en
el otro grupo étnico, los serranos, procedentes de las Cinco Villas, comarca enclavada hacia
el sur de la Rioja. La llegada de castellanos y serranos al alfoz de Salamanca se produce en las
primeras etapas de repoblación: la primera con Raimundo de Borgoña, desde 1088 hasta
principios del s. XII. La segunda en época de Alfonso I el Batallador, extendiéndose al
reinado de Alfonso VII. Posteriormente, al separarse León de Castilla, cesaron los aportes
étnicos de este origen.Véanse al respecto las aportaciones de Llorente Maldonado de
Guevara (1994 y **) y de Julio González (1943, 1956).
Camino [de] Forfoleda, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Forfoleda (Cristo). Muy documentado
en CME. Salía de la calle de los Hidalgos. Alternativamente se designaba con el nombre de
cº de las Viñas y, excepcionalmente, con el de calzada de Ledesma (CME-ecl), nombre que
recibe también esta vía en el CME de Valdunciel. El registro identifica un “Prado Erial al cª
Forfoleda” (REG 103), donde ha de entenderse erial como adjetivo (no cultivado). Se repite
en testamentos: “prado eiral al camino de Forfoleda, hoy al sitio de Martibáñez”.
En el s. XVIII era considerada zona de tierras flojas, con producción de trigo (segunda y
tercera) y algo de centeno (segunda). Probablemente los centenales ocupaban antiguos
viñedos, que más tarde fueron de nuevo devueltos al cultivo de las uvas.
Hasta 1920 aproximadamente era un camino como cualquier otro, con dos rodadas y un
caballón de hierba en medio, con tolleros en invierno y polvo en verano. Hacia 1920 se hizo
la “carretera”, término que entonces designaba una pista sin asfalto, pero de firme
compactado. Esta obra fue realizada a fuerza de brazos mediante el acarreo de cantos y
grava de las tierras de Calzada. Para ello se usaron carros de mulas. Trabajaron en la obra
los señores Quico y Efrén, del pueblo. El último era de hablar recatado, mientras que el
primero sabía soltar palabrotas a tropel. Por eso, cuando se atollaban las mulas, Efrén le
decía a su compañero: “Quico, cágate tú en las mulas, que, si no, no salimos del tollero”. A
finales de los 1960 se alquitranó.
En cuanto al nombre del pueblo vecino, figura como Forfolera en un testamento de 1283
(Martín et al., 1977), como Forfoleda en 1265 y como Forfolera a principios del s. XVII. La
forma en –era debió de tener una vigencia continuada, al menos en habla popular, hasta
recientemente. En el archivo parroquial se conservaba un documento titulado: “Apeo de
las propiedades beneficiales y pastos del lugar de Forfolera hecho judicialmente año de
1568”, copia realizada a principios del s. XVIII. El sufijo en –era, -eda apunta hacia un
origen vegetal del topn., en cuyo caso se trataría de un colectivo como arboleda, robleda,
alameda.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. vecino, Forfoleda, debe
de tener su origen en el entrecruzamiento de formas originadas en lat. MALA FOLIA, MALU
FOLIU ‘mala hoja’ y FALSA FOLIA ‘hoja falsa’. Este grupo etimológico ha evolucionado de
forma conjunta, dando lugar a un abundante léxico dialectal, con acepciones que suelen
contener las notas de ‘hojarasca’, ‘planta parásita; muérdago’, ‘planta de hojas grandes’.
Seco (1956) recoge algunas de estas voces, que adscribe únicamente al étimo MALA FOLIA,
MALU FOLIU. Las voces andaluzas farfoya (Castillo de Locubín, Jaén) y forfoya (Villacarrillo,
Jaén) ‘hojas secas de maíz’ se originan sin duda en el gran desarrollo –comparado con las
gramíneas de cultivo tradicionales- que alcanza la hoja del maíz. El asturiano marfoyu,
morfoyu ‘muérdago’ recibirá su denominación por el carácter advenedizo, parásito, de las
hojas de esta planta. En ambos casos se aprecia el mismo fenómeno de asimilación vocálica
hacia o-o que observamos en Forfoleda. En Molinaseca (León), Sarmiento documentó el uso
de marfueyo ‘roble’. Análogamente, Marfollera (MTN, hoja de Almaraz del Duero 1:25000)
en la umbría junto al Esla. Compárese el topn. menor de Trabanca Perifollar, también
transcrito Farafollar (MTN 423-III), cerca de Rebollera.
Una parte importante de este grupo léxico designa, en virtud del gran tamaño y aire
desgarbado de sus hojas, al roble melojo o rebollo (Quercus pyrenaica). A ello contribuye sin
duda el uso tradicional que estas hojas han tenido como alimento de ganado, especialmente
vacuno. M. Seco (1956), en su estudio sobre las denominaciones de la hojarasca, muestra la
proximidad semántica entre ‘hojarasca’, ‘hoja grande’ y ‘ramón para ganado’. Así, por
ejemplo, en Fuentes de Oñoro, rebollos son las hojas secas (puesto que este árbol es el
productor por excelencia de hojato para el ganado); la comarca de la Ramajería, contigua a
Vitigudino, recibe este nombre por el aprovechamiento que sus habitantes hacían del
ramajo de roble para alimentar el ganado. Figura malhojares ‘melojares’ en las Relaciones
de Felipe II, correspondientes a Yeste, Albacete. Los Majorales (Carracedo Arroyo, 1996).
Marojo ‘hojas verdes de las matas de roble’ (Centenera y S. Pedro Manrique, Soria)
(Manrique, 1956). Muchos más en Ruhstaller (1994). También en Valencia hay un Barranc
del Marfullar.
La propia voz melojo ‘roble rebollo’ tiene su origen en MALU FOLIU, aunque localmente
adquiere valores semánticos diferentes: en Aznalcóllar (Sevilla) marojo ‘ramón de olivo para
el ganado’ (recogido directamente); en Tejerina (León) marallo ‘manojo de hojas de roble o
chopo’.
En los topns. Marajoso (Villaseco de los Gamitos; MTN 451-III), La Marajosa (Tabera de
Abajo; MTN 477-III), La Marajosa (Sando; MTN 477-I);. Marajosa, La (Sando); El Marafal
(mtn 423) (ladera de ribera en Sardón de los Frailes), El Marifal (Salce; MTN 423-II) puede
pensarse que la referencia no es tanto al árbol Quercus pyrenaica como al producto principal,
su ramón. Esta serie es por lo tanto comparable a los frecuentes Ramajal (Mayalde; MTN
425-I), El Ramajal (Trabanca; MTN 423-III) o La Ramajera (La Peña; MTN 423-III). En el
topn. Fuente del Marojal (Topas: citado por Madoz), actualmente Los Altos del Marujal
(MTN 425-IV) cabe dudar si se alude a marojo ‘ramón de roble’ o a maruja ‘pamplina; hierba
comestible de fuentes y arroyos’.
Es verosímil que esta abundante familia léxica y toponímica tenga su origen, como se ha
sugerido, en formas adjetivadas del lat. FOLIA ‘hojas’; así lo propuso ya García de Diego
(1964); véase también DEEH, voz malum folium. La derivación propuesta por Corominas y
Pascual (DCECH, voz farfolla) desde el lat. PELLIS ‘piel’, con sufijo despectivo-aumentativo
–ofa, no parece sostenible en nuestro entorno dado el conjunto de acepciones expuestas.
Sin embargo, no es descartable que varías raíces etimológicas hayan enredado sus
descendencias en torno al grupo léxico que va desde farfolla a melojo.
Es muy probable, en cualquier caso, que Forfoleda, antes Forfolera con el frecuente sufijo
vegetal en –era que se describe arriba (cf. Caño Barbero), haya aludido a un bosquete de
rebollos (Quercus pyrenaica), árboles que ya han dejado descendencia toponímica en la zona:
Carbajosa y quizás Valdecabrilla y El Robledo en Calzada.
Camino [de] Huelmos, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Huelmos (Ánimas) (Tablón). El cº de
Guelmos (CME-ecl): identificado en numerosos apeos con la Calzada de Zamora. En el
registro: Camino de Huelmos = Calzada Vieja de Zamora (REG 4896). Éste parece ser el
trazado antiguo de la calzada romana. El camino salía de la bifurcación llamada de los dos
caminos, donde se desgajaba a la izquierda el cº Santibáñez. Seguía el cº atravesando los
Abolargales, y entraba por Valdeladueña en tº de Huelmos. El camino cruzaba en este punto
(punta del prado de Valdenegrillos, ya en término de Huelmos) la actual carretera de
Zamora, pasando al norte de una venta (Ventorro de Blanco, según la pañoleta de Valdunciel,
de 1901), cuyos propietarios eran de Calzada: el nombre de la familia, los Ventorreros, alude a
esa posesión. Emilia Blanco Fraile, llamada Emilia la Ventorrera, n. 1884, no es la
fundadora de la venta; probablemente su padre (Joaquín Blanco Fraile) o su abuelo
(Melitón Blanco) la establecieron allí antes de 1901.
Con respecto al nombre de la cercana alquería de Huelmos, la etimología es Olmos, por
diptongación. Esta forma diptongada es anómala, pues la evolución regular desde lat.
ŬLMUS es olmo; la diptongación parece presuponer una forma vulgar ―tal vez producto de
un cruce con otra voz afín― *OLMUS. Las formas con reforzamiento velar del diptongo,
Güelmos, son comunes en el habla local y en la documentación. El Huelmo, despoblado en
Sca. (Madoz), consta en 1265 como El Olmo (García Martín, 1982). Existe otro nombre de
lugar destacado: Huelmos y Casasolilla, alquería de la zona charruna. Con el artículo
aglutinado, Luelmo, lugar de Sayago. En tº de Castellanos de Villiquera, se registra el topn.
El Huelmo de Cedillos, también citado como Huermo o Güermo (CME-Castellanos; Coca
Tamame, 1993).
Camino [de] la Ceña, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino ‘que va de este lugar a la azeña’ (CMEseg). Camino de la Ceña (AC29). Camino de la Aceña (Coca, 72) Camino de la Azeña (Tablón).
Existía también un Rompido al camino de la Aceña (1858 REG).
Llamado así por dirigirse hacia la aceña de Zorita, cercana a Valverdón, sobre el Tormes.
La calidad de los terrenos era variable a lo largo del camino, deteriorándose al acercarse a la
raya de Valverdón. El camino entraba en término de Valverdón e inmediatamente se
bifurcaba, con un ramal dirigido a Zorita, y otro, por Valgrande, a Valverdón. Esta misma
aceña, hacia la que convergían diversos caminos, ha dado lugar a topns. similares en
Narros, Valdunciel y La Mata (cº Aceñas o cº de la Aceña): estos caminos pasan por
Castellanos. En el propio Castellanos existe el topn. Valdelasaceñas, valle orientado hacia
Zorita (CME-Castellanos).
La aceña es mencionada en el CME-Zorita. Era de tres piedras o muelas, que “regulan
moldra sin intermisión”. Allí trabajaban en 1753 dos calzudos: Joseph García, de 32 años,
maquilón; y Juan Hernández, de 33 años, mozo del carro. El tramo del río Tormes anejo a
la Granja y alquería de Zorita estaba vedado para pesca a beneficio de los dominicos. En
tiempos debió de haber en Zorita otra instalación hidráulica, pues se menciona un arroyo al
“que otros dicen Regato del Batan”.
La voz aceña se ha reservado en la toponimia local a los molinos de agua de eje horizontal
impulsados por una corriente permanente. Todos los molinos hidráulicos que
acompañaban al Tormes o al Duero recibían este nombre (el último que funcionaba cerca
de Calzada fue el de Carrascal de Olmillos, aún activo a principios de los 90). En cambio,
los molinos de rodezno, de eje vertical, que hacían molienda ocasional cuando lograban
acumular agua o en invierno, nunca eran conocidos como aceñas.
Camino [de] las Monjas, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Carril de las Monjas (CME-ecl; Bº). Camino de
las Monjas (1899 REG 3559). Era un ramal que salía del camino Santibáñez casi en el mismo
punto en que se desgajaba el cº Huelmos, y que se dirigía hacia Valhondo. Era zona de
trigo de segunda y de tercera.
La propiedad eclesiástica era en Calzada tan generalizada que es difícil determinar qué
convento de religiosas pudo dar nombre, en su condición de gran propietario, a este paraje.
Ya en 1752, cuando se hace el CME, existe el topn., por lo que probablemente éste alude a
una situación anterior. Parte de los quiñones de Calzada fueron adquiridos a foro perpetuo
a las monjas de Santa Isabel de Salamanca. Podrían ser ellas las que originan este topn.
Camino [de] las Viñas, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Viñas, Camino de las (Coca, 118; Cristo;
Ánimas). No figura en la pañoleta de 1901, porque probablemente queda tapado por la
nueva acotación del Camino vecinal de Forfoleda a Calzada, que se hizo poco después. Es
nombre variante del Camino de Forfoleda, como se observa en las numerosas referencias
del CME. En tiempos del CME, no quedaba ninguna viña en el tº de Calzada. Algunas
tierras que entonces se sembraban de centeno en el camino de las Viñas fueron
anteriormente viñedos. Hay vestigios de antiguos viñedos (anteriores a 1752) en la
toponimia (Los Majuelos, citados en el CME-ecl); en la declaración de la Mesa Capitular de
Santiago contenida en el CME-ecl se hace referencia a escrituras antiguas donde son
mencionadas viñas. Así, una tierra al cº de Martibáñez se declara lindera de viñas de Alonso
Sánchez y Miguel Herrero, vecinos de Calzada. También se mencionan otras viñas, en la
zona de la fuente de Miguel Vida, propiedad de Francisco Andres y Gabriel Riesgo.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: La comarca era abundante en uvas
durante la Edad Media: “el mosto de do quiera y la tinta de Villiquera” es refrán citado por
Correas (1627), que parece alabar la calidad del vino de Villiquera (actual prado del Arroyo
de la Encina) como base o madre sobre la que se añadía mosto nuevo cada año Cejador lo
glosa del siguiente modo: “usan renovar el vino del otro año con mosto nuevo, de tinta
mollar”. En 1212 son citadas viñas en Castellanos; y en el fuero de San Cristóbal de la
Cuesta se encomienda a cada uno de los pobladores el cultivo de una aranzada de viña
(Martín et al., 1977). Estos viñedos medievales probablemente tenían como destino las
tabernas de Salamanca. Una de las dos hojas de Monterrubio de Armuña se llamaba
Valdevinate (CME, citado por Cabo Alonso, 1955). Aldeaseca había tenido gran parte de su
término de viñas, y en el CME se recuerda esta dedicación; en el s. XVIII se llamaban
viñazos a las tierras de viñedo abandonado, que entonces ya se sembraban de centeno (Cabo
Alonso, 1955). El mismo autor menciona los viñedos que todavía en el s. XVIII subsistían
en Castellanos de Villiquera, Carbajosa, Monterrrubio, Negrilla, San Cristóbal de la Cuesta,
Valverdón, Villares de la Reina y, especialmente, Villamayor. El proceso de arranque de las
viñas ha dejado alguna huella toponímica: así, en Carbajosa, se menciona en los apeos del
XVIII un paraje de La Excepada (vid. en el Fuero de Manganeses de la Lampreana: “Item,
los que ovieren vinnas en lo Abbadengo, se las quisieren deçepar, ante lo digan al Obispo”).
Sin embargo, en Calzada y en Forfoleda o Valdunciel no quedaba ninguna viña en la época
del CME: como se indica arriba, las últimas viñas aparecen citadas como antigua referencia
predial en los deslindes, sin duda copiados de escrituras viejas, de la Mesa Capitular de
Santiago. Posteriormente, desde mediados del s. XIX, hubo una segunda oleada de
plantaciones de viña, de pequeño alcance, que recuperó para este cultivo terrenos de Zorita
(sin viñas en 1752), Forfoleda y Calzada. El topn. Camino de las Viñas, sin embargo, data de
la primera época, puesto que está ampliamente constatado en documentos anteriores.
Ya en el s. XVI un apeo en Forfoleda describe numerosas tierras que “solian ser viñas”.
Saliendo de Forfoleda hacia Castellanos, por el camino Travieso, eran abundantes las viñas,
antes de 1568: en los parajes de Valdebotija, Valdejuandelrey, El Escobal, Camino de la
Vaca, Los Torbiscales, Montecorto y La Curta o El Espinar había viñedos. De hecho, se
menciona en este apeo un “camino del Binal”, equivalente toponímico de nuestro camino las
Viñas. Existe en Andavías el top. Los Viñales viejos (prado; Mateos Carretero, 1994). En un
documento de 1438, referido a Aldea del Palo (San Miguel de la Ribera, Zam.), se alude a
“dos tierras de pan levar e una vinna e un vinnal” (Lera et al., 1998). En Portugal, son
frecuentes los topns. Vinhal, Vinhais; también en León, cerca de Bembibre, hay un pueblo
de Viñales. Véase también Los Viñales en Morala (1989). Estos topns. contienen una
sufijación en –al que fue desplazada por la de viñedo.
Las Viñas es topn. en Carbajosa y en La Mata. En Negrilla, La Cruz de las Viñas (s. XVIII).
En el mismo término de Calzada y ya pasando a Valdunciel, sobrevive el topn. Los Majuelos
‘viñas jóvenes’. Es de suponer que parte de las tierras arenosas e infértiles del término de
Calzada, que en la época del CME estaban dedicadas a centeno, fueran de viñas
anteriormente.
Camino [de] Salamanca, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Indistintamente llamado Calzada de Salamanca
(CME-seg; CME-ecl). Camino de Salamanca (Coca, 108; Tablón). Calzada Real a Salamanca
(Bº).
Salía de la calle de Santa Elena por las llamadas Eras de Santiago, dejando luego a su derecha
la ermita del mismo nombre, y remontaba la ligera pendiente ramificándose antes con el
carril de La Mata. Bajaba luego por El Salinar y cruzaba el prado de Carrerinas por los llamados
Pontones del Salinar. Seguía atravesando El Robledo, pasaba al pie de las Tierras Suertes, hasta
cruzar la actual carretera de Zamora por la zona de la Linde Gorda. Antes se le desgajaba a la
derecha el Cº de la Cama la Moza. En tº de Castellanos, el camino continuaba paralelo a la
carretera, un poco desplazado a levante. Pervive el topn. Calzada Vieja por detrás de la
antigua caseta de camineros, llamada de Pedrailes, y por la zona de la Cecilia hasta cruzar el
arroyo. Parece corresponderse en su trazado con la antigua vía romana (Roldán Hervás,
1971).
Camino [de] Santibáñez, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Muy abundantemente atestiguado en el CME.
Salía más allá de la Charca de Valdoñegas, en el punto conocido como Los Dos Caminos,
donde se bifurcaba el ramal que iba a Huelmos (la antigua calzada romana). El primer
tramo era conocido como Camino Ancho; se desgajaba a la izquierda poco después el Camino
Las Monjas; luego el camino pasaba por los Abolargales y por el Prado los Hornos, antes de
llegar a la raya de Santibáñez en Valdehuertos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. debe de aludir a una
antigua iglesia o ermita de San Juan. Se trata de una forma popular de [ECCLESIA] SANCTI
IOHANNIS, con –b- epentética o de rotura de hiato, forma en todo equivalente a la que ha
producido los apellidos Peribáñez o el topn. de Topas Valdeiváñez. Correas recoge en 1627
un refrán que atestigua la pervivencia popular de esta evolución: “Santivaña si te diere no te
ensaña”; y añade a modo de glosa: “el día de San Xuan se dan kon un manoxo de xunzia en
burla”. Análogamente, el topn. La Peribaña (Sando; MTN 477-I) hará referencia, con el
común femenino predial, a la propiedad de un Pero Ioanes.
Son numerosos los topns. salm. que conservan esta forma arcaica de genitivo eclesial:
Santibáñez de Béjar, Santibáñez de Ledesma [alquería de San Pedro del Valle], Santibañez
del Rio (citado en 1224 como Sancto Iohanni de Perales; Martín et al., 1977) y Santibañez
de la Sierra. Con otros formantes, se registra la misma evolución del genitivo Iohannis. En
León hay una localidad llamada Villivañe (villa Iohannis)
Camino [de] Topas, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Un tramo primero del cº de Topas pertenecía
al tº de Aldeanueva (CME-ald). Camino’l Monte, Cuesta del (Coca, 175) = Camino de Topas
(Ánimas) (Tablón). La Cuesta del cº de Topas (CME-ecl).
Por el cº Topas se iba hacia Cardeñosa y hacia Torrejón. Salía este camino de las eras de
Arriba, por la zona de Fuentebuena. Pasaba el regato de la Vega y ascendía al Lutero, dejando
a un lado La Baleá. Hacia el este salía un camino llamado Cº del Peral. Se pasaba por el Prado
del Tesoro y se avanzaba hasta la zona del Bonete Griego y La Redonda. Allí se encontraba con
el cº que venía desde Valdunciel hacia el monte de Huelmos.
Sobre la etimología del topn. Topas, es difícil afirmar cosa sólida. Parece una forma aislada,
aunque el topn. Topo se repite como topn. en la parte norte de Portugal (DOE, p. 1418). En
un documento de 1178 es citada como “aldeam que dicitur Thopes” (Martín et al., 1977),
variante que apenas aporta luz sobre el asunto, dada la relativa frecuencia de los plurales
femeninos en –es (así Las Arribes junto a Las Arribas). Topar en la acepción topográfica
‘descabezar, lindar, venir a tocar’ es voz conocida en el Medioevo local; en tierra de Ávila se
cita “una rregadera que yva por do tomavan agua para rregar la huerta que está enfruente
donde agora va topar el dicho cabze nuevo conmo corre la dicha agua” (Luis López, 19901991). El uso actual ‘golpear, embestir, darse con’ es también conocido en la Edad Media.
Toparra es palabra aún viva en la provincia de Sca., en la acepción de ‘terrón o piedra que
estorba el avance del arado’. Ledesma (1907) recoge en La Vellés una canción de arada:
“cuando el gañán va arando, / las toparras que se encuentran…”. Cabe pues conjeturar,
con gran riesgo de error, que Topas aluda a algún accidente topográfico (afloramiento) o
arqueológico (restos de muros) entendido como tope o límite para la labranza.
Camino [de] Valcuevo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Valcuevo (Ánimas). Muy
abundantemente citado en el CME. Este camino salía del Cº Castellanos. La bifurcación
estaba justamente antes del Caorzo la Terrera, quedando esta laguna abrazada por los dos
caminos. Se dejaba el sendero del Valle a la derecha y se avanzaba cruzando El Robledo, Los
Perales y El Sierro. Cortaba transversalmente el cº Travieso, ya muy cerca de Las Parás,
antiguamente conocidas como Laguna de la Parada. Después penetraba en tº de Valcuevo,
bajando hacia la casa de la alquería.
TOP. ASOCIADA: La Rodera del cº de Valcuebo (AC49)
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Ya aparece citado Valcuevo, con
género masculino, en una donación que Petrus Gosendez hace a la catedral de Sca. en
1173: “terciam partem illius aldee quam habeo in Valle Covo” (Martín et al., 1977). Más fiel
a la forma latina se conserva en León el topn. Valcueva, que ha preservado el género
femenino de VALLIS. El género debía ser inestable, pues también se registra Valcova
[enmienda sobre Valcava] en 1265 (García Martín, 1982) como forma antecesora de
nuestro Valcuevo. Son frecuentes tanto Vale Covo como Vale Cova en ámbito gallego y
portugués (DOE, p. 1454).
En Valverdón, no lejos de Valcuevo, subsistía en tiempos del CME un topn. asociado: el
sitio de Balcovexo (Valcovejo): forma en la que perdura el original no diptongado Valcovo.
El calificativo es el lat. vulgar CŎVUS ‘hueco, cóncavo’; así pues, Valcuevo es ‘valle encajado,
hondo’. Es forma toponímica común, sinónima y pariente de los nombres de lugar
Valcavado.
Camino Ancho, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Es el primer tramo del cº de Santibáñez, cercano
a la bifurcación que sale a Huelmos, por la que viajaba la antigua calzada a Zamora. En el
‘Camino Hancho’ tenían los quiñones una tierra de 14 huebras y trigo de tercera. Lindaba
por el este con el camino y por el norte con el Prado de los Hornos (CME-seg).
Camino Ancho (Coca, 51). Camino Ancho de Santibáñez (Cofr. Var.). Camino de Santibañez
(NSR).
Camino [de] Valdunciel, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El cº de Vandunziel (CME-ecl). Recibía este
nombre ya desde las últimas casas del pueblo, más acá del actual cuartel. Parte de su
recorrido, desde la Fuentebuena hasta la raya de Valdunciel, pertenecía al tº de Aldeanueva.
Dejaba a su derecha la citada fuente y a su izquierda las Eras de Aldeanueva. Más adelante
rebasaba la zona de los Samorales, entrando en tº de Valdunciel.
TOP. ASOCIADA: Monxon de Vandunziel (CME-ecl). Estaba al pie del camino, en la frontera
entre ambos términos municipales. ¿Significa aquí mojón simplemente ‘linde, confín’?
Camino del Peral, El (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El camino del Peral (CME-ecl). Se menciona
aisladamente; estaba situado al este de la cuesta del cº de Topas.
Camino Hondo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino Hondo (Tablón). El Camino Hondo (es un
tramo del cº de Castellanos) (CME-seg). El camino Hondo (AC49): lindaba con ‘tierra
entradiça del tº de Castellanos de Villiquera’. El cº Ondo de Castellanos (CME-ecl). Camino
Hondo (Coca, 140). En el registro consta una doble denominación: Camino hondo de
Castellanos; Las Regateras (1899 REG 3509). Se trata de un tramo del cº que iba a Castellanos,
donde el trazado de la vía quedaba encajado entre ribazos por las tierras adyacentes (La
Carrasca a poniente, y Las Majás a naciente). Era zona de trigo de segunda y tercera.
Camino Madrigal
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Puede haberse tratado de un topn. separado, al
que el camino se dirigía, pues se registra como “camino que va a Madrigal” (CME-seg). Sin
embargo, el topn. separado Madrigal no ha perdurado. Madrigal, Camino del (Coca, 185).
Alternan en la documentación del s. XVIII los registros con y sin artículo: Camino de
Madrigal y Camino del Madrigal. También, en CME-ecl, La questa del Madrigal.
Se trata de un camino que salía de la Vega y, tras vencer una cuesta corta pero muy
pendiente, avanzaba hacia el norte, atravesando el prado de Valhondo y perdiéndose por la
zona de Las Setas. Dejaba a poniente a Valdemaríalfonso y a oriente a Valdecabrilla. Formaba
una cuesta tan dura, que los carros, cuando regresaban cargados de la zona de Valhondo o
Las Setas, para evitar el descenso por el cº Madrigal, bajaban por Valdecabrilla.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay varias poblaciones del mismo
nombre, entre ellas el famoso Madrigal de Ávila. En León, una localidad llamada Castrovega
de Valmadrigal. Como topns. menores en el entorno, cabe citar Madrigonas (Aldeanueva de
Figueroa; MTN 453-I); Cº de la Madrigala (Palencia de Negrilla: zona llana) y Los Madrigales
(Palencia de Negrilla; MTN 452-II); La Madrigala (MTN 425-II, en Villamor de los
Escuderos, en una ladera abrupta). Hay un Arroyo Madrique [afluente del Azaba] (Madoz).
Nieto Ballester (1997) cita algunos topns. análogos: Madrigal de la Vera (Cáceres), Madrigal
del Monte (Burgos), Madrigalejo (Cáceres), Madrigalejo del Monte (Burgos). La vinculación que
propone Nieto Ballestercon la hierba matricaria, llamada matriqal en textos de botánica
islámica medieval, no parece convincente, dada la escasa entidad de esta planta hortelana y
silvestre.
Ruhstaller (1994) espiga del Libro de la Montería de Alfonso XI algunos topns. emparentados
(Ual de Madrigal en Toledo y Madrigal en Burgos). Orienta hacia las dos acepciones
principales que este tipo léxico parece haber tenido: (1) madriguera, cubil; (2) cauce,
reguera, torrentera. La segunda posibilidad es de mayor congruencia toponímica. Morala
(1989) recoge un término del habla local, madriz ‘canal por el que corre el agua, ya sea de
riego o de drenaje, o para dar salida a las aguas de una fuente’; sinónimo parcial de
“reguero”, pero siempre artificial (es decir, el reguero puede ser natural, pero la madriz no).
Ual Madrizes (1253) (Monast. Carrizo), El Pozo Madrigal y Valmadrigal (arroyo en la comarca
de Los Oteros; ya citado en documentos medievales). Con este mismo valor consta en
Vega de Infanzones (León) el topn. menor Madriz del Monte. Similar, en Guarrate (Zam.), es
el Arroyo de la Matriz (mtn 426). Acepción hidronímica tiene también el argentino madrejón
‘meandro abandonado, que se encharca; paleocauce’, que es sin duda de origen similar.
Es muy rica y conclusiva la discusión de Coromines y colaboradores (OC, voz madriu) sobre
los derivados toponímicos de lat. MATRIX. Separa de un lado los topns. Madriguera,
Madrigueres, que ―según los casos― exhiben una significación como ‘cubil, guarida’ o como
‘cauce de agua, conducto, canal’; y de otro los topns. Madrigal. Al analizar éstos y sus
correspondencias en Burgos, Guadalajara, Ávila y Cáceres, se inclina por una acepción
hidronímica: ‘curso de agua’. Menciona asimismo la hipótesis de Rohlfs, según quien
Madrigal contiene un matiz colectivo o plural del que carece el término base, frecuente en la
toponimia peninsular, Madriz, Madriu, Matriche. Cabeza Quiles (1992), por su parte, muestra
la difusión en Galicia de los topns. Madre, que aluden a un canal de río (y, localmente, a una
presa).
Así pues, se está ante un derivado de lat. MATRICE-, un MATRICALE- ‘corriente de agua’ o,
más improbablemente, ‘madriguera’. Vid. DCECH almatriche, duplicado dialectal madriz. En
el caso de Calzada, es verosímil que se trate de la misma acepción que Corominas asigna a
madriz ‘surco que abren las aguas pluviales en tierra’. Sin embargo, para que un fenómeno
transitorio como el acarcavamiento haya podido fijarse como topn., es necesario que el
topn. haya designado a una zona donde la abrasión erosiva y la aparición de cárcavas
tuviera carácter permanente. Dado que el camino Madrigal apunta hacia el paraje de El
Tobal, es plausible creer que ambos topónimos aluden a una misma realidad física, una zona
de cárcavas o regueros encajados de origen natural.
Carril de Susaños, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Carril Susaño (Ánimas). El Carril de Susaño, El
Carril de Susaña, El Carril Susaño (CME-seg, CME-ecl). Susano, Camino de (Coca, 92); Susaña,
Carril de (Coca, 113); Susaña, Corral de [error de lectura](Coca, 136); Susañas, Camino de
(Coca, 183). Se trata de un camino que se bifurcaba del cº de la Aceña, dirigiéndose hacia
poniente hasta alcanzar el cº Travieso, en una encrucijada donde tocaba el Caño Grande. Más
alejado del pueblo salía otro ramal, el camino o linde de las Corderas. Se aprecia la
distinción carril ‘camino de menor rango’.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El adjetivo susaño tuvo en época
medieval circulación como sinónimo de ‘alto, cimero; de la parte de arriba’. Su procedencia
es el lat. SURSU ‘arriba’, incrementado con el sufijo –ANEU-. Susaña llegó a adquirir función
adverbial: “tierras de susaña” sería, por lo tanto, equivalente a “tierras de arriba”. Ello
explica la pervivencia de la preposición de en parte de las citas del topn. calzudo. En la
Crónica de los Veinte Reyes (1325) aparece en un contexto presumiblemente similar, referido a
la zona de la alta Andalucía: “E el auja toda esa tierra astragado fasta guadabilon & fasta
guadalhunar & todas las tierras de Susana”. El Peñón de Susaña, junto a Martos, era conocido
por la calidad de su arena, muy apta para la fabricación de vidrio (Diego de Santiago, 1598).
Susañe es pueblo del Bierzo leonés. La actual población de Peleas de Arriba es citada en
época medieval como Peleas de Susanas (1200) (Martín et al., 1977). Es muy frecuente
también la especificación “de susão” en la composición de topónimos portg., en la
acepción ‘de arriba’ (DOE, p. 1373): Agualata de susana, Portela de susana, Lagenas de susanas.
En Galicia abundan topns. como Susá, Susana, Vilasusán, Vilasusá (Cabeza Quiles, 1992).
Con el valor de adjetivo ‘superior, distal’, consta el término susaño en un tratado médico de
1500: “E si el pulso fuere en la primera coyuntura del dedo que dicho es en la coyuntura
susanna del mediano”, esto es, en la articulación superior (Herrera y González de Fauve,
1997). Coca Tamame cita un Valdesusaña en Almenara (p. 279); este topn. ya figura en un
apeo de 1752. Parece que debe descartarse la propuesta de Nieto Ballester (1997), para
quien el topn. se origina en un lat. *VALLE DE SUSU ANGULA ‘valle del rincón o recodo de
arriba’, puesto que la forma es simplemente sufijada.
El carril habrá recibido esta denominación por estar situado en la parte cimera del camino
de la Aceña, aunque no es descartable que susaña se use aquí en la acepción no topográfica
de ‘el que está más allá, el más apartado’.
Camino Travieso, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino Travieso (1850 REG 3403; Coca, 107).
“camino trabiesso […], que ba de Forfoleda a Castellanos” (Tablón). “Camino dicho de
carretravieso” (CME-seg). Camino travieso (APForf). Cº de Carretraviesa (Coca, 100). En
CME-ecl se cita El Caño Travieso, tal vez por error del copista. Es el camino que unía
transversalmente Castellanos y Forfoleda. Viniendo de Forfoleda, se entraba por la zona de
Las Corderas¸junto a El Caño Grande; a él descabezaban sucesivamente la linde de las
Corderas y el carril de Susaños (**comprobar). Se pasaba luego por Jarandilla y La Rade,
llegándose al cruce con el cº de la Aceña y, más allá, con el cº de Valcuevo, en la zona
llamada Las Parás (ant. Laguna de la Parada).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Los descendientes toponímicos de
lat. TRANSVERSUS ‘transversal, atravesado’ son muy abundantes. En La Mata había un
Camino Travesero que cortaba, sin pasar por el pueblo, hacia la ermita de San Miguel. La
Traviesa del Camino de La Mata era el nombre del carril de La Mata al cruzar por término de
Valdunciel. Coca Tamame cita algunos topns. próximos emparentados: Camino Travesero
(Torresmenudas); Camino Travesal (Aldearrodrigo); Traveseras (Palacios del Arzobispo). En la
comarca de Los Oteros (León), Morala cita un topn. Traviesa (p. 416). En Almaraz de
Duero existe el topn. Arroyo de Valtravieso. En Coreses y en Moreruela de los Infanzones,
Las Traveseras. También: Camino Travesero, entre Iruelas y Puertas (MTN 450-II), Valtravieso
(Sanchón de la Ribera; MTN 450-II), Carratraviesa (cº de Villoruela a Cantalpino, mtn 453).
Numerosísimos topns. en Portugal: vid. en Almeida y Silva (1995) las referencias
medievales a una “via travessa” (907) y a una “carreira travessa” (1258). En Castellanos de
Villiquera, la actual Contraviesa consta en el CME como “la caltraviesa”, probablemente
aglutinando la voz calle ‘calleja, camino’ con traviesa. Se trataba de un camino que atajaba
hacia Valcuevo.
La forma carre- ‘camino hacia’, producto de una apócope sobre carrera ‘camino’, es muy
común en la toponimia de ámbito leonés y no menos en Castilla. Vaca Lorenzo (1988)
documenta numerosos nombres de lugar en la diplomática medieval de Villalpando:
Carrevillamayor, Carrecotanes, Carretoro, Carrezambrana, vías respectivamente dirigidas a
Villamayor, Cotanes, Toro o Zamora. También en la documentación del monasterio de
Valparaíso, en 1463: Carre Galende, Carre Vacas, Carre Çamora (Lera et al., 1998). Manrique
(1956) recoge en Ventosa (Soria) la locución aún viva “carra la villa” con el valor de ‘hacia
la villa’. En Forfoleda, el actual Valdecaravalverdón es el antiguo “Val de carre Valverdón”.
Campo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los quiñones tenían en El Campo una tierra
de 13 huebras y trigo de primera (CME-seg). Campo, El (Coca, 148) (Tablón) (1850 REG
3450). Era zona lindera con Valdunciel, cercana al Carril de La Mata (una tierra “entre el
carril de la Mata y El Campo” en CME-ecl); también se cita como topn. rayano en
Valdunciel. La pañoleta de Valdunciel (1901) muestra que se trata de un paraje extenso, que
comienza en Calzada y llega hasta la estación de Valdunciel, siempre al sur del camino de
Calzada a La Mata.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. El Campo es frecuente.
Por ejemplo, en La Mata (y Carbajosa), y en Fresno de Sayago, hay sendos topns. El Campo.
En Negrilla había en 1752 (AC) el topn. El Campo y Las Viñas del Campo.
Concepción Suárez (1992) analiza los valores semánticos de campo y su familia léxica en
Asturias y León. Es común a todos ellos el rasgo de ‘descampado, tierra sin árboles’. En
Asturias prevalece la acepción ‘pasto en terreno desarbolado’: así, en zona occidental,
campizar es ‘cubrirse de césped la superficie de cualquier terreno’. Morala analiza el topn.
Campo (p. 247) en Los Oteros (León), a partir de la oposición entre campo y vega (campo
designa terrenos de secano). En la voz leonesa campera ‘claro en un bosque, sin árboles ni
matas’, Villacidayo camperón ‘calvero grande’, se aprecia esta distinción entre terreno
cultivado = campo y terreno no cultivado (arbolado, improductivo, maleza). En latín se
manifiesta la distinción entre CAMPU- ‘terreno extenso fuera de poblado’, ‘llanura’ y AGER
‘terreno labrado’. Ver en Rivas Quintás (1982, p. 253) un estudio sobre campo. En el caso de
Calzada, El Campo aludiría a una extensión de tierra que ya en época medieval se encontrara
desarbolada, posiblemente por su especial fertilidad. Posiblemente la mayor parte del
término mantuvo hasta la etapa final del Antiguo Régimen una estructura de parcelas
separadas por lindes gruesas con restos del bosque primitivo.
Son muy abundantes las localidades salmantinas que llevan el nombre de Campo o Campillo.
En alguno de ellos se hace transparente el matiz semántico alusivo a ‘zona rasa y sin
árboles’. El topn. se adapta por ello bien a los ruedos pelados que marcan la huella
ecológica de las pequeñas ciudades. El Campo de Ledesma ocupa una zona notoriamente
desarbolada a poniente de la villa. Era famoso el Cazadero del Campo, descampado con
mucha liebre, cerca de El Campo de Ledesma, mencionado ya por Madoz. El Campo de
Salamanca es comarca que en tiempos de Madoz correspondía a los descampados sin
árboles situados al sur de la ciudad: “se titula así lo de la izq. del Tormes”. También se
llamaba El Campo, según Madoz, a un “territorio que comprende varios pueblos en la
provincia de Salamanca, partido de Sequeros”, quizás en la zona comprendida entre la
Sierra Mayor y la Menor. Esta última comarca pervive como topn. en el nombre de
Herguijuela del Campo.
Cantera de Maridiega, La (ant.)
Es citado en AC29 (documento de 1752) y en CME-ecl. Indudablemente se trata de un
paraje situado a poniente del cº de Castellanos y en la zona sur del Sierro, donde el tº de
Castellanos adentra una mangada en el de Calzada. Éste es el lugar actualmente recordado en
Castellanos como Las Maridiegas, y que figura en el CME de dicho pueblo como Los
Maridiegos, Las Maridiegas. También es citada en CME-ecl La Cantera de Maridiegas. En las
pañoletas figura el paraje de Maridiego, en un entrante que hace el tº de Valverdón al final
del camino de Valcuevo, frente a Las Paradas (1901 PÑL). La pañoleta de Castellanos sitúa
Maridiega (desinencia femenina) justamente en el ángulo NW del tº, frente a Las Paradas de
Calzada. Podría tratarse de un nombre de propietaria, Mari Diega, aunque cabe reservar
alguna duda dada la rareza del apellido Diego.
Muy conjeturalmente puede proponerse en ese caso una forma original *Las Maridegas, que
cabría interpretar como Valdoñegas, con el mismo sufijo de posesión –egas, aunque el
término de base es incierto: ¿tal vez de maridos, en una construcción jocosa correlativa con
los frecuentes topns. Matamujeres, Matahijos?
Cantera, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cantera (Coca, 171). Puede coincidir con el
anterior. Las Canteras (CME-ecl) son localizadas al norte de la Raya de Castellanos, por lo
que sin duda son identificables con la cantera de Maridiega.
En la memoria actual pervive más bien una cantera en el cº Santibáñez, pasado el prado de
los Hornos. De ella se extraía sobre todo piedra para los cimientos y zócalos de las tapias y
los cercos de los pozos. En el mismo prado de los Hornos quedan restos de una cantera
que parece haber suministrado cal a los antiguos hornos.
Caño Chico, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño Chico (CME-seg; Coca, 146), Caño
Chico (1855 REG), El Caño (Coca, 42). Era un cauce que fluía desde el Carril de Susaños
hacia el Prado de la Laguna. Se juntaba en la cabecera de dicho prado con el Caño Grande,
que fluía más a poniente.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Este topn., de interpretación
transparente (caño ‘cauce de escorrentía, generalmente entre tierras de labor’), forma pareja
con el vecino Caño Grande.
Caño de los Chamorros, El (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Figura con este nombre una tierra al sur del
Prado de la Vega (Contadurías, 1848). No parece recordarse como topn. contemporáneo.
Compárese Los Chamorros (Moralina de Sayago, mtn 396). Muy probablemente es una
muestra más del descuido en las transcripciones toponímicas hacendísticas, y se trata tan
sólo de una cacografía del topn. Caño de los Cerezos.
Caño de los Manzanos, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño de los Manzanos (CME-ecl). Desaguaba
en La Vega, a la que afluía desde el sur. Se recuerda como un caño, intermedio a
Martibáñez y a La Laguna, que descendía desde los Cerezos. Era zona de trigo de segunda
y de tercera.
Caño del Curto, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Prado de concejo denominado El Caño
Curto era de sólo 0.5 huebras y de pasto de 3ª (CME-seg). El Caño del Curto y El Caño Curto
(CME-ecl). El Caño Curto (Coca, 28). Caño del Curto (Bº). Parece haberse tratado de un
paraje en la parte sur del tº, situado entre el cº la Aceña y el cº Valcuevo, pasado el
Robledo. Este pequeño prado iba adyacente al cº la Aceña, virtiendo aguas hacia el prado
de Martibáñez.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Forfoleda se constata la
presencia en 1568 de un topn. emparentado: La Curta de Monte Corto, lindante con el cº de
Zorita. También en CME-Forfoleda se cita La Curta de Corredera, en el Monte Corto, tierra
lindante por el este con el cº de Forfoleda a Salamanca; también una tierra en La Curta,
lindante por el oeste con el cº de Zorita. Coca cita un topn. en Forfoleda, Las Curtas = Las
Correderas (p. 140). Este topn. vecino, que aparentemente formaba un paraje continuo con
el del Caño del Curto de Calzada, proporciona una clave para la interpretación del nombre.
Puede suponerse la antigua vigencia de la voz curta en la acepción ‘lugar donde se ha talado
el bosque, corta’. Monte Corto sería por lo tanto entendible como ‘monte cortado, talado’,
siendo corto un participio fuerte en función adjetival.
Curto es variante fonética de corto, tanto en la acepción común ‘escueto, pequeño’, como en
la que aquí nos interesa ‘cortado, truncado, talado’. Véase DCECH, voz corto (lat. CŬRTUS)
donde se analiza la vigencia actual de curto en el NW de la península; todavía es voz usada
en el área gallego-portuguesa, así como en la Maragatería y en asturiano. Su origen, irregular
con respecto a la evolución esperada a corto, es explicado por metafonía. Véanse ejemplos
similares –O-U > –ú-o en el ámbito alto-aragonés y catalán (DECat, voz pou).
En el tº municipal de Zamora hay un Arroyo del Curto. En Canalejas (León) hay un topn. Los
Cortados. En Villabrágima hay un quejigar llamado Monte Curto. Barrios (1981) registra un
topn. Las Cortas en la zona de Fontiveros. Análogamente, Las Cortas (Parada de Arriba;
MTN 478-I). Sanz Alonso (1997) encuentra en la provincia de Valladolid varios topns.
similares: Los Cortos, Los Cortos Altos, Los Cortos Bajos, El Corto de Mones, que, como el Cortos
de la Sierra salmantino, tal vez pertenecen a otro tipo toponímico, en relación con cortina
‘cercado’ (DCECH: lat. vg. CŌRS, CŌRTIS; lat. COHŎRS, -ŎRTIS).
Caño Grande, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Citado en CME-ecl y CME-seg sin variantes.
Caño Grande (REG 3406; Coca, 93). El Caño Grande y el Caño Chico eran dos cauces de cuya
confluencia se originaba el Prado de la Laguna. El Caño Grande nacía cerca de la
encrucijada entre el Carril de Susaño y el Cº Travieso.
Caño Lobero, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La forma antigua de este topn. era Carrelobón.
Sitio de Carrilobón (CME-seg), lindante con el cº de Forfoleda. Los Zerezos o Carrelavon (CMEecl). Carrelovon y cº de las Viñas (CME-ecl) (una tierra lindaba por el W con el carril de Lovon
y por el N con el cº de las Viñas). Carrelobón; Carrillobón; Carrilobón (Coca, 125). El Caño
Lobero (1862 REG, media yugada que fue del Seminario Carvajal; 1868 REG). El Caño
Lobero parece coincidir con el cauce que baja de los Cerezos para desaguar en La Vega,
cerca de la Tercera Alameda. Una explicación popular de su nombre se agarra al hecho de
que en el pasado hubo matorral de carrascas formando lindes y el sitio era a propósito para
la circulación de lobos desde los montes ribereños del Tormes (encinares de Valcuevo y
Valverdón ―éstos, que se conservaban como formación adehesada, muy rala, fueron
eliminados en la posguerra―) hasta la gran mancha boscosa al norte de la Rivera de
Cañedo.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Habitualmente, la forma
preposicional carre- suele preceder a un topn. hacia el que una vía o un curso fluvial se
dirige. Ello haría pensar en la posibilidad de que Carrelobón esconda un topn. *Lobón o
similar, situado en el cuadrante suroeste del tº de Calzada, o más allá. No ha podido
documentarse nada parecido. El topn. Lobón, en sí mismo, parecería remitir a un nombre
de propietario medieval. Hay un Arroyo de Lobones en Pinilla de Toro y Arroyo Lobones en
Villalonso. Val de Lobón es topn. leonés citado en el Libro de la Montería (1350); es conocido
el pueblo de Lobón, junto al Guadiana, y los topns. Lobão del sur de Portugal (DOE, p.
889). Se trataría, en efecto, del antropónimo Lupo, Lupone, en sus diversas formas. Pero la
hipótesis antroponímica es improbable, como se arguye seguidamente.
En tº de Castellanos, aproximadamente en la misma dirección a la que apuntaría
Carrelobón, se registran formas toponímicas que cabría poner en relación con el topn.
calzudo. En efecto, en Valdelasaceñas (cerca de la raya de Valverdón con Castellanos), el
CME cita una “tierra que llaman del lobo rabon”. En el Mapa Nacional Topográfico
Parcelario de Castellanos figura también el topn. Las Loberas al sur del cº Travieso, en la
raya con Valverdón. Estos topónimos y la transformación desde Carrelobón al actual Caño
Lobero hacen pensar en un origen no antroponímico. Lobón sería un adjetivo que calificaría
al término topográfico carril, con el valor de ‘frecuentado por lobos’. No está claro el
detalle, aunque no es insólita la adjetivación de un sustantivo mediante la simple sufijación
en –ón. Así, en habla salmantina rumbón ‘rumboso, espléndido’. Con todo, este sufijo es
anómalo para expresar frecuentación o abundancia, lo que arroja una duda sobre la
explicación propuesta. Carrelobón sería por lo tanto comparable al Carrelobar registrado por
Morala (1989) en Los Oteros (León).
En cuanto a la fundamentación semántica, es conocida la fijeza con que se marcan las rutas
de gran desplazamiento en los lobos. Compárese el topn. Vado de los Lobos (sobre el
Guareña; Torrecilla de la Orden; mtn 426). Los topns. alusivos a vegetación La Rade,
Torbiscales, Espinal, Escobal, Monteviejo al sur de Carrelobón muestran que, en el pasado, los
encinares ribereños del Tormes tenían continuidad por el sur de Calzada.
La extraña forma llobón y la no menos (en singular) Lobo rabón, sin embargo, siembran
dudas. De ahí la siguiente hipótesis alternativa, difícil de avalar a falta de más datos: Loberas,
Carrelobón y Carrellobón podrían tener su origen en formas sufijadas -y luego deturpadas por
etimología popular- del lat. LUMBUS ‘loma, altozano alargado’. Existe un topn. Llombera en
León; y un Llombón en Somiedo (Asturias). También los topns. de origen oronímico
Lombão, Lombela, Lombeiro en Portugal (DOE, p. 892). La asimilación de labiales –mb- > -bno es insólita, y habría sido reforzada por etimología popular. Coromines cita la forma
antigua (en Almería) Lobalte, derivada de LUMBU ALTU ‘teso alto’ (OC, voz Llombai).
Asimismo, Sanxollop es interpretada en OC como procedente de SENTICE-LUMBU ‘loma del
zarzal’. Lombo, Llombo y variantes son bien conocidos en la oronimia del entorno de
Calzada. Por ejemplo, Camino del Lombo (La Mata), El Lombo (Forfoleda).
Caorzo [de] la Terrera
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo denominado El Cahozo
de la Terrera era de 4 huebras de pasto de 3ª (CME-seg). Lindaba por el este con el cº de
Castellanos. Su continuación aguas arriba, hacia La Mata, ya recibía el nombre de Prado del
Salinar y Prado de Carrerinas. Se plantaba cerca del prado algún trozo de centeno (CME).
Cahozo de la Terrera (Coca, 34); Caozo de la Herrera [error de transcripción]; Caorzo (Coca,
132); Cadozo de la Terrera (Cofr. Var.). El Caozo de la Terrera (CME-ecl). “Trozo de tierra al
Caorzo de la Terrera” (1870 REG 2009).
TOP. ASOCIADA: Prado de los Caozos (CME-seg). Prado de los Caozos (Coca, 129) [no es seguro
que se trate del mismo prado]
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es probable que terrera aquí sea
sinónimo de ‘barrero, lugar de extracción de tierra para construcción de tapias’. En El
Regato de los Terreros (Bustillo del Oro, Zam.) parece esconderse un topn. de contenido
semántico afín. Se trataría de un curso fluvial favorable para la extracción de tierra o barro
para tapias o adobes. El arroyo del Terrero Bermejo, indudablemente alusivo al color de la
tierra, es topn. cercano a Cebreros que aparece mencionado en un deslinde medieval de la
antigua Tierra de Ávila (Luis López, 1990-1991). En una carta de acuerdo de 1194 referente
a la zona de Burgos se hace referencia a un “collem qui uocatur Terrero” (Sánchez-Prieto,
1999), probablemente por razones análogas. Compárense también La Terrera, en zona de
charcas junto a Torregamones (MTN 396-I) o Charca de Tapias (Figueruela de Sayago; MTN
424-II). También se registra el topn. Terreira en Cinfães, Portugal (DOE). En Cataluña son
de frecuente aplicación toponímica los derivados de lat. TERRARIO ‘terrero’: Terrers, Tarrés,
Estarrés (OC, voz terra).
Caorzo de Nuestra Señora
Caorzo de Nuestra Señora (1861 REG 780). Aparece situado a poniente del camino de Topas,
cercano a la carretera de Zamora. Tenía un plantío con 350 pies de chopos pequeños y tres
pozos. Parece haber estado situado en las Eras de Arriba.
Caorzo del Manjón
Caorzo del Manjón (1870 REG 2004). Denominación efímera en las Eras de Arriba, asignada
a alguna de las charcas del regato. Manjón es apellido comarcal, y debió de ser apodo.
Carrasca, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Carrasca, La (Coca, 67). La Carrasca (CME-ecl,
Ánimas). El paraje se recuerda situado entre el cº Valcuevo y el cº Castellanos, cerca del
actual Alcornocal. El topn. Los Carrascales (CME-ecl; Coca, 52), tratado más abajo, no debe
ser confundido con éste y tampoco su forma variante La Carrasquera (CME-ecl y Coca,
167); estaba situado al norte del término.
Hasta finales del s. XIX debió de subsistir algo de matorral de encina y otros restos de
arbolado formando lindes; especialmente en zonas apartadas y tierras de baja
productividad. Se contaba esto de la parte del caño Lobero, que conservaba lindes de
carrasco. El topn. La Carrasca alude sin duda a formaciones arbustivas de encina, situadas
presumiblemente en la zona comprendida entre Calzada y Castellanos. Son abundantísimos
los topns. salm. Carrascal, Carrascalino, Carrasquera o El Carrasco, cuya antigüedad ha de ser
considerable, a juzgar por la atestiguación en 1136 de un topn. Lo Karrescal, Lo Carrascal
(con vestigios del artículo neutro latino) en una donación de Alfonso VII a la catedral de
Sca. (Martín et al., 1977).
Carrascal, Calle [del]
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calle del Carrascal (CME-seg). Varrio del
Carrascal (CME-seg). Barrio Carrascal (1869 REG 2324). Se llamó también Calle Fragua (REG
3242, 4624).
Esta calle, cuya alineación conduce a Castellanos de Villiquera, apunta al topn. anterior.
Muy probablemente, el nombre de la calle se origina en la zona llamada La Carrasca, hacia la
cual se dirigía el camino.
Carrascales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Carrascales (CME-ecl), situados entre el
pico Burdión y el cº de Huelmos. Carrascales (1881 REG 97, 98). Forma variante del mismo
topn. es la Carrasquera (CME-ecl), en el cº de Huelmos. Parece testimoniar este topn. la
extensión antigua del encinar de Huelmos hasta más acá de la actual carretera, al norte de
los Abolargales y la Chacuerva.
Carril de la Mata, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Un tramo de este camino pertenecía al tº de
Aldeanueva (CME-ald). El carril salía del cº de Salamanca, poco después de la ermita de
Santiago, dirigiéndose al pueblo de La Mata. Pasaba por un tramo conocido como El
Barranco y al sur de la ermita de Santiuste. Corría después por el lado norte del Prado de
Carrerinas (CME-seg) hasta entrar en tº de Valdunciel, donde parece que se llamaba Camino
del Pico. Las Carrilas de la Mata (CME-seg): en este paraje tenían los quiñones una tierra de 9
huebras y trigo de primera, lindante por el sur con el Prado de las Carrerinas. Carril de la
Mata (1850 REG 3395; Coca, 110 y 55) (Ánimas); Las Carrilas de la Matas; Carrilas (Coca,
115).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: La Mata es topn. sin duda alusivo
a una mancha boscosa exenta, probablemente de encinar o quejigar. Es conocido este valor
apelativo: mata ‘extensión de bosque; encinar; robledal; mancha de matorral’. En general los
topns. que conservan esta voz deben interpretarse sobre esta base y no sobre la de mata
‘arbusto, matorral’. Madoz, por ejemplo, al describir el partido de Villafranca del Bierzo,
explica: “existen también muchas dehesas de roble y pastos, como las de Mata de
Cornavois [...], Mata de la Cruz, Mata Mojada [...], Mata Grande[...], Las Matas”. También,
en la descripción de Ceadea (Zam.), se alude a un monte llamado “la Mata de Ceadea,
cubierto de robles y tan espeso, que siendo la vereda para Zamora de Alcañices, ha sido
preciso desmontarlo en algunos trozos para dejar el paso espedito, y evitar sirva de guarida
a algunos rateros”. Cerca de La Mata de Armuña está Carbajosa, alusiva a una formación
boscosa de robles (Quercus pyrenaica), que probablemente se agarraban al pequeño teso y
laguna a cuyo pie se asienta la localidad. El uso de mata como sinónimo de ‘arboleda’ se ha
mantenido en las respuestas del CME; en Fermoselle se declararon 69 “matas de
guindales”, esto es, plantíos de guindos o guindaleras (Castaño Blanco, 1992).
Son frecuentes los topns. en los que se nombra la especie vegetal dominante en la
formación boscosa: Matabarcera (Sardón de los Álamos; MTN 450-IV), Matabruñera (El
Manzano; MTN 423-IV), Mata Rebollosa (Sanchón de la Ribera; MTN 450-I);
respectivamente se alude a los barceos (especie de esparto), a los bruños (endrinos) y a los
rebollos (roble melojo).
Casa de Bernardo, La (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Casa de Vernardo (CME-ecl): lindaba por el
E con el cº de Castellanos. La Casa de Bernardo (Contadurías, 1849). Estaba a la salida del
pueblo, al final de la C/ del Carrascal, en la subida hacia la Cotorra. En el registro se
identifica una tierra “a las casas de Bernardo, hoy El Palomar”, lindante por el este con el
camino de Castellanos (1873 REG 3505): era de las Monjas de la Penitencia.
Casas, Las (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Casas (CME-ecl). Junto a las Casas (CMEecl). Detrás de las Casas (tierra de la Mesa Capitular de Santiago, 1864 REG). Al pie de las
Casas, a poniente del camino de Castellanos o calle Carrascal (REG 3264). A juzgar por la
descripción de parajes en la introducción del CME, el topn. correspondía a un enclave
particular, situado tras las tapias de casas en la C/ del Carrascal. Actualmente parece
corresponderse con el entorno de la Calle de la Música: “detrás de las Casas, hoy calle de la
Música” (1864 REG 33).
Cascajal, El (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Cascaxal o Cascajal (CME-seg). Sólo consta
en una cita; es tierra de trigo de segunda. Parece que ha de coincidir con una denominación
reforzada: “Pico Burdión; el Cascajo” (1899 REG 3539), lo cual remite a una ubicación por
Valdoñegas de Arriba, no lejos del Bonete Griego. Añádase una tierra en Los Cascajales
(1843 REG 14). Hay actualmente cascajo (guijarro roto) por el cº Topas.
No es designación alternativa del topn. Los Pedragales (vid.), que estaba ubicado cerca del tº
de Castellanos. De hecho, por allí no hay cascajo y sí piedras calizas. Cascajal es voz de
antiguo arraigo en las hablas leonesas: en el fuero de Espinosa de Órbigo (s. XIII) se
mencionan “illos cascallares e la terra del cereisal” (Rodríguez, 1981). García Arias (2000)
cita un kaskaliare en un documento de 955. En Calzada de Don Diego había una Hoja del
Cascajo (Madoz). Compárese La Cascajosa (Sardón de los Álamos; MTN 451-III; también
en Zorita de la Frontera, mtn 453). Es frecuente en Portugal: Cascalhal, Cascalheira,
Cascalhosa (DOE).
Castaña, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Castaña (CME-seg).
TOP. ASOCIADA: El Prado de la Castaña (CME-seg). El Pradito de la Castaña (CME-ecl). El
Prado de la Castaña (Coca, 128). Una tierra es localizada en Prado de Valdoñegas o Castaña,
antes camino de Topas (REG 65).
Está en las lomas de la cuesta, a poniente del Lutero. Es zona de gran pendiente, con
ribazos que no se labran. Era productora de trigo de segunda y algo de tercera. El Prado de
la Castaña citado en CME es probablemente un rodillo, es decir, un trozo de pasto entre
panes, desgajado de otro prado más grande. Se conservó hasta la concentración parcelaria
un retazo diminuto de prado, rodeado de tierras de labor, en la vertiente de La Castaña
hacia Valdoñegas.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Puede interpretarse como forma
popular de un antiguo *tierra costaña ‘tierra que está en cuesta’; se trata del mismo sufijo –
ANEA que forma adjetivos como *tierra susaña ‘tierra que está en alto’ o foránea ‘que está
fuera’. Costaneira es topn. en Portugal (DOE, p. 460). En tº de Fuentesaúco (MTN 426-II)
figura el topn. La Castañona (en zona de grandes pendientes). La Costana es pueblo de
Cantabria, situado en una ladera (González, 1999). Compárese La Costanita (Doñinos de
Ledesma; MTN 451-III). Tomás López en sus encuestas geográficas en Extremadura
(1798) documenta el uso apelativo de costanas ‘laderas’ en Cabezabellosa (Cáceres). También
costana es ‘cuesta’ en el Alto Aller (Asturias), según Rodríguez-Castellano (1952).
Análogamente, Los Costanos en León (Morala, 1989). Sánchez Sevilla (1928) recoge el uso
del adjetivo costanero ‘lo que está en cuesta’ en Cespedosa de Tormes. Costa, Encosta, Costeira
y derivados son frecuentísimos en la toponimia portuguesa aludiendo a laderas de monte,
como el término hermano en español cuesta. Se trata de una antigua metáfora desde el lat.
COSTA ‘flanco, lateral’, del que también deriva costilla. Concepción Suárez (1992) revisa la
vigencia toponímica de esta base en el Valle del Huerna (Asturias), añadiendo una densa
recopilación lexicográfica.
Cementerio, El
Ya figura como topn., a partir de su construcción en el s. XIX. El Camposanto (Contadurías,
1849). Antes, los muertos eran enterrados dentro de la iglesia, como indican los libros de
Difuntos: “bajo del pulpito”, “enfrente del Xto. Del Arco”, “al tercer arco de la tribuna”,
“bajo del arco del coro”, “frente a la puerta de la iglesia”, “al medio”, “junto a la grada del
altar del Sto. Xto”...
A la puerta del cementerio figuraba esta inscripción: “Acordaos de mí, y pensad que aquí
termina el placer del injusto y comienza la gloria del justo”. Se trata de una cita (¿de San
Agustín?) que hizo inscribir Leopoldo Juan García, catedrático de Lengua y literatura
griegas en la Universidad de Salamanca ligado familiarmente (a través de los Garcías y los
Terreros) a Calzada. Leopoldo Juan sustituyó en su cátedra a Unamuno cuando éste partió
al exilio durante el reinado de Alfonso XIII. Fue autor de una gramática (Leopoldo Juan
García y Eustaquio Echauri, Gramática griega, Madrid, SAETA, 1941, 241 pp.). En la
ampliación del cementerio que tuvo lugar durante los 70, esta piedra ―y las otras de la
cerca― se tiraron al arroyo.
Cenicienta, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Cenicienta (REG 101), La Cinecienta (AC29).
Cenicienta (Coca, 174). Se recuerda como un paraje entre la carretera de Zamora y el cº que,
desde Valdoñegas de Arriba, subía al monte de Huelmos. La Cenicienta es ubicada por la
pañoleta de 1901 en tº de Huelmos, al norte de Las Lagunetas; está entre la carretera y el
camino del Pico Burdión, que era usado por los calzudos para llegar a las primeras encinas
del monte de Huelmos. Según la pañoleta de Valdunciel (1901), La Cenicienta estaba
inmediata al Ventorro de Blanco.
Es aplicable a este topn. lo reseñado con respecto a El Cenizal. Sin embargo, la proximidad
a un topónimo Peña Gendío, ya en el monte de Huelmos (según la pañoleta), puede hacer
pensar en que se aluda al color de una peña, pues ya allí dan comienzo los afloramientos
rocosos.
Cenizal, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Zenizal, El (Coca, 89; CME-ecl; CME-seg). Se
trata en su mayoría de tierras de segunda, para trigo, enclavadas al norte del cº de la Aceña,
entre el Prado de Martibáñez y Los Cerezos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: No necesariamente es metafórico
(terreno de color de ceniza) sino que puede y suele ser literal (lugar con alto contenido en
ceniza, por razones arqueológicas). Sanz Alonso menciona un topn. Cenizal (p. 160) en
Santovenia (Valladolid): “hubo una fábrica de cerámica tosca, usada ya por los romanos”.
Durante la excavación de una zona denominada El Cenizal se constató la existencia de un
yacimiento vacceo (Escudero Navarro, 1995). Análogamente, Morala (1989) describe en la
toponimía de Los Oteros, León, un lugar llamado Los Ceniceros (p. 143) ‘lugar abundante en
ceniza’, adscribiéndole valor arqueológico: “parece posible que en este lugar existiera algún
tipo de horno del que procedería la gran cantidad de ceniza aquí acumulada”. Angoso
García (1985) describe el asentamiento rural romano de El Cenizal (Sanmorales, Sca.) y
señala la presencia en el suelo de grandes manchas de color gris-ceniza, que cabe interpretar
como huella arqueológica del citado yacimiento.
En el concejo de Llanera, Asturias, hay una aldea llamada Cenizal. Compárense El Cenicero
(Cañizal; MTN 426-II); idéntico topn. en Aldeatejada (MTN 478-III). El topn. y apellido
Cisneros en Burgos es interpretado como derivado de Ceniceros por Gonzalo Martínez
Díaz. “Muy documentado en los diplomas de Sahagún, desde el siglo Xl, con los nombres
o grafías de Cinisarios, Ciniseros... En la colección diplomática de Fernando lll, año 1221,
aparece Castroçisneros y también Castrum Cisneros en 1229. En la etimología del latín
medieval está CINISA, ‘ceniza’ que deriva del latín clasico CINIS -ERIS.” Nieto Ballester
(1997) recoge también los topns. Cenicero (Rioja) y Cenizales (Magallón, Zaragoza). Topns.
en Portugal: Cinzas, Cinzeira (DOE); en Cataluña, los abundantes Cendrosa, Cenrosa. El tipo
toponímico Montsonís, Montcenís responde a un étimo MONS CĬNĬSIUS ‘monte de color
ceniciento’ (OC, voz Montsonís).
El que los lugares con acumulación de ceniza sean vestigio de focos de residencia o
propiedad queda refrendado en Vizcaya por las llamadas piedras cenizales, situadas en el
centro geométrico de los pastos de monte. Cada sel o pastizal quedaba singularizado por
una piedra a cuyo alrededor pastaba el ganado: en esa piedra, emblema de la propiedad, se
hacía desde tiempo inmemorial fuego. Vid. Leal (1991), quien cita a Pedro Bernardo
Villarreal de Berriz, en su libro de 1736, Máquinas hidráulicas y govierno de árvoles y montes en
Vizcaya.
Cerezos, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Caño de los Zerezos (Coca, 94); Val Zemdal /
(Laguna de los Cerezos) (Coca, 47) Los Cerezos (Ánimas). Los Zerezos (Tablón). Una tierra de
quiñones de 7 huebras y trigo de segunda, situada en La Laguna, lindaba por el oeste con
dicha laguna y por el norte con el “Caño llamado de los Cerezos” (CME-seg). También son
citados, en CME-ecl, Los Cerezos de la Laguna, con lo que se acredita la proximidad de este
paraje a la Laguna.
Los Cerezos actualmente se recuerdan como un paraje situado, tierra adentro, entre el prado
de Martibáñez y el prado de la Laguna; parece que la parte más baja, cercana a la Vega, era
designada con el nombre de Caño de los Manzanos. El Camino de los Cerezos (CME-ecl) es
posiblemente un carril que (¿desde la Laguna?; ¿paralelamente al caño de los Cerezos?)
conducía a este paraje.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Cabe plantear dos hipótesis.
Según la primera, el topn. alude a arboleda silvestre (Prunus avium); este árbol montesino, de
gran porte, está del todo extinguido en la zona, si es que alguna vez tuvo en ella presencia; y
esto hace improbable la suposición. No así en las zonas serranas de la provincia o en Aliste
y más al Norte, donde el árbol pervive espontáneo. Más verosímil es la referencia a cerezos
cultivados, de secano, análogos a los guindos de las josas de Tierra del Vino. Cabo Alonso
(1955) recoge del CME de Castellanos de Moriscos la pervivencia en el s. XVIII de
guindaleras, que producían unos 245 kg/año, cuya venta reportaba entonces 28 reales. En
Castellanos de Villiquera se citaba el topn. Los Gindales (Coca Tamame, 1993).
Una de las hojas en que se dividía el terrazgo de Almenara era la llamada Los Llanos y el
Cerezal. En El Pedroso, consta el topn. El Cerezo (Cabo Alonso, 1955). Salamanca también
cuenta con los pueblos de Cerezal de Puertas y de Cerezal de Peñahorcada, amén de Cereceda, en
la sierra, y la alquería de El Cerezo, cercana a Ledesma.
Cerros, Los (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Cerros, Los (Coca, 168). Los Zerros (CME-ecl).
¿Identificable con Cerrojo, El (Castellanos de V.; Coca, 130)? No se ha encontrado
documentación firme atestiguando este topn., que actualmente tampoco se recuerda.
Parece más bien tratarse de un error de copista, por confusión con Los Zerezos, de los cuales
era lindera la tierra citada en CME-ecl.
Chacuerva, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Echacuerva; Chacuerva (Coca, 144). La
Hechacuervas (NSR). La Hechacuerba (Tablón). La Chacuerba (CME-ecl). La Chacuerva (CME).
La Acha querba (CME-ecl). Chacuerva (1879 REG 2685).
Se trataba de un paraje al norte del prado de Valdoñegas comprendido entre la actual
carretera de Zamora y el cº Huelmos.
TOP. ASOCIADA: Caño de la Chacuerba (CME-ecl). Desaguaba en el prado de Valdoñegas,
que se encontraba al sur.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Puede conjeturarse que este topn.
tenga su origen en el apodo de un propietario. Es conocido el término echacuervos, que se
aplicaba al charlatán o predicador fraudulento, que recaudaba dinero insuflando temor a
sus oyentes y solicitando limosna. La forma en singular echacuervo es conocida también
como apodo en la zona de Villalpando (Vaca Lorenzo, 1988). El topn. calzudo es
femenino: ello es explicable probablemente como resultado de un uso común, la
designación de las tierras con la forma femenina del nombre o apodo de su propietario.
Véanse algunos ejemplos sub Los Jimenos. Se trataría del frecuente femenino predial que
acompaña a las propiedades. La Alfayata en Moralina de Sayago (mtn 396) es
probablemente ‘la tierra del alfayate o sastre’. La Zapatera en Los Oteros (León) puede
interpretarse como ‘la finca del zapatero’, sin postular, como sugiere Morala (1989) la
existencia de una antigua propietaria. En el topn. calzudo, el proceso sería *La tierra [de]
Echacuervo > *La tierra Chacuervo > La Chacuerva.
En El Quijote: “¿No adviertes, angustiado de ti, y malaventurado de mí, que si veen que tú
eres un grosero villano o un mentecato gracioso, pensarán que yo soy algún echacuervos o
algún caballero de mohatra?”. De una antigua ordenanza: “Los qüestores o echacuervos no
pueden apremiar a los pueblos para que vengan a oýr sus sermones, por virtud de qualquier
carta que tengan del Rey, ni por ello los hagan detener para que pierdan sus labores y
haziendas”
Cilla, Calle de la
Probablemente antes era llamada Calle de San Sebastián (CME-seg), pues por ella se accedía a
las eras y ermita de San Sebastián, al pie de la cuesta. Aparece citada en documentos de
venta hacia 1860 (REG 429).
El Diccionario Académico de 1729 define cilla como “casa, cámara, ó sitio destinado para
recoger y guardar los granos o frutos, que tocan á los Diezmos. Viene del Latino Cella”. En
efecto, la cilla era el lugar donde almacenaba la Iglesia los impuestos en especie sobre la
producción agrícola ―los diezmos y primicias― de los feligreses. En el CME-ecl, se explica
cómo la Cofradía de las Ánimas poseía una casa en la c/ del Corrillo, de la que se añade:
“sirve para zilla”; tenía de frente 16 varas y de fondo 20. Lindaba por el este con “calle
real” (es decir, calle pública), por el oeste con c/ del Corrillo, por el norte con cortina de
Manuel Castañeda y por el sur con otra casa de la misma cofradía. Parece pues que es éste
el origen del topn.
Con una acepción probablemente diferente, tal vez arqueológica, compárense los topns.
salm. Cilleros de la Bastida y Cilleros el Hondo, así como Cilleruelo, cerca de Ciudad Rodrigo.
Corderas, Linde de las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Una tierra de quiñones en Las Corderas, de 4
huebras y trigo de tercera, lindaba por el oeste con el “Camino de Carretravieso” (CMEseg). Las Cerderas [error por Corderas] (Coca, 45); Las Corderas (Coca, 99). “La linde que
viene de Las Corderas” (Cristo). La Corredera (Contadurías, 1849). En un testamento de
1724 (María Riesco) es mencionada una tierra, de la que se dice: “vaja una linde a las
Corderas y topa en ella”. “Corderas y Carril de Susaños” (1850 REG 3404). Linde de las
Corderas (1904 REG 4560). Camino de las Corderas (1901 PÑL).
El topn. Linde de las Corderas se recuerda actualmente como un camino de enlace entre el cº
la Aceña y el cº Travieso, que se desgajaba del cº la Aceña tras el Carril de Susaños y venía a
unirse al cº Travieso aguas arriba del prado de la Laguna. A juzgar por las citas
documentales, existía como topn. separado Las Corderas, y la linde recibió su nombre por
dirigirse hacia este paraje. Las Corderas estarían situadas inmediatamente al sur del cº
Travieso, y probablemente, como se sugiere a continuación, se extendían hasta tº de
Forfoleda. En CME-Forfoleda se documenta la existencia del topn. correlativo La Corredera
“entre el cº de Salamanca y el de Zorita” (desde Forfoleda).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Sorprendentemente, parece
tratarse de una forma deturpada, por etimología popular, correspondiente a un topn.
ubicado en tº de Forfoleda, Las Correderas (Coca Tamame). Es más fácil la distorsión de un
topn. cuando éste pertenece a un lugar alejado o desconectado de la geografía local. Muy
probablemente, se trata en origen de un hidrónimo, descriptivo de una reguera o cauce de
escorrentía.
Sanz Alonso menciona el topn. La Corredera (Peñafiel), describiéndolo como ‘torrente que
se forma en las cárcavas en años lluviosos’. Morala (1989) analiza los topns. El Corredero
como ‘vaguadas o torrenteras’. Esta es la acepción que más conviene al topn. de Forfoleda,
del que derivan sin duda Las Corderas de Calzada.
Otras aplicaciones toponímicas próximas: “El camino que llaman la Corredera”, topn.
citado en documento de 1481, en el lugar de Villalba de la Lampreana (Vaca Lorenzo,
1988). Es preferible pensar en una acepción hidrológica más que viaria. El topn. La Cordera
se repite en la zona de Gema (Zam.), según un documento de 1463 (Lera et al., 1998).
También La Corredera (Pereruela; MTN 396-IV).
La forma correspondiente en Galicia, corredoura o corredoira, tiene la acepción principal de
‘camino o calleja entre muros, lugar de pasaje’; también se registra Corredeira en la
toponimia; en Portugal, Corredoura, Correeira (DOE, p. 454). En Portugal, los frecuentes
topns. Corredoura suelen aludir a caminos o callejas, cuando no a ejidos donde se
organizaran carreras o cacerías (Almeida y Silva, 1995). El Corredero la Liebre (Zamayón),
recogido por Coca Tamame, tiene probablemente un origen cinegético. Con la acepción
‘campa para torneos y justas’ se emplea corredera en el Fuero de Salamanca (Alvar, 1982).
Corrillo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Sitio del Corrillo (CME-seg). Plaza del Corrillo
(1866 REG 602). Es la plaza de la iglesia.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Valdunciel, dentro del casco
del pueblo, existía según CME un topn. idéntico, El Corrillo. Es conocido el Corrillo de la
ciudad de Salamanca, y el de Valladolid. Según una ordenanza de 1514, estaba en el Corrillo
de Sca. el peso del concejo y el mercado, al aire libre, de la fruta (Rupérez y Lorenzo, 1994).
En todos los casos parece tratarse de lugares donde se concentra la vida pública alrededor
del comercio. Posiblemente en Calzada se haría algún tipo de mercado al pie de la iglesia,
que dio origen al nombre.
Cotorra, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cotorrona (CME-seg; CME-ecl; Coca, 64).
Cotorra (REG 62); Cotorra del Valle (1899 REG 3507). Lindaba por el Sur con el Prado del
Salinar y por el este con el cº Castellanos. La Cotorrina y cº de Castellanos (CME-ecl).
Actualmente se recuerda La Cotorra en el teso –escasamente perceptible- situado entre el
pueblo y el prado del Valle, desde el cementerio hasta el cº Castellanos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Se trata del apelativo, parcialmente
vigente en área leonesa, cotorro, -a ‘pequeño cerro’. En Carbajosa se cita en un apeo de 1752
del AC una Biña de la Cotorra (lindante con el cº de la Mata). Es topn. muy común en
Salamanca: Los Cotorros; El Cotorrino (Almendra; MTN 423-IV), El Cotorro (El
Manzano; MTN 423-IV), El Cotorrito (Valsalabroso; MTN 450-I), Navacotorra y Los
Cotorrinos (Sanchón de la Ribera, MTN 450-I). También es frecuente la forma simple: El
Cueto (Villaseco de Duero; MTN 396-II), Coca menciona algunos topns. con la misma
base en la zona: Cotorro (Juzbado), Cotorro (Valdelosa), Cotorritos (Zamayón). Las Heras
(1994) señala algunos topns. similares: Cotorra Alta, Cotorro Colorado, El Cotorro Fuentebuena.
Vid. también Cotorrillo, despoblado próximo a Cantalpino.
Rivas Quintás (1982) analiza la base *cott- ‘muñón, prominencia’, ya abundantemente
ilustrada por Menéndez Pidal en sus Orígenes. Véase asimismo Cortés Vázquez (1989). Los
abundantes topns. Cueto en área leonesa, y en particular, en Salamanca, aluden a
protuberancias aisladas o rocosas sobre el terreno. Con una sonorización que hace postular
un origen paralelo en otra base de similar valor semántico (*cot-), puede citarse en la
provincia de Sca. El Codorro [cima de la sierra de Valero] (Madoz).
La forma sufijada cotorro debe de haber tenido un valor semántico menos preciso que cueto,
puesto que el aumentativo-despectivo parece remitir a formas del terreno alomadas,
vagamente eminentes. Concepción Suárez (1992) revisa detenidamente las variantes
toponímicas de esta familia, describiendo las principales fuentes bibliográficas.
En la parte oriente de la provincia, y en Valladolid, la forma prevalenciente es cotarro:
numerosos ejemplos de cotarro, cotarrona, cotarrillo en la toponimia (Sanz Alonso, p.46). En
la comarca de Medina del Campo pervive cotarra ‘montículo’ (Sánchez López, 1966). Así,
por ejemplo, El Cotarro (Espino de la Orbada) y, no lejos de allí, Los Cuetos en Villanueva de
los Pavones (MTN 453-I).
Cruz de Santiago, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Debe ser coincidente con el topn. La Cruz de
Piedra (CME-seg; Coca, 124; REG 136). La forma actual no se documenta hasta llegar a
documentos de siglo XIX (REG). La Cruz estaba situada en la bifurcación del cº de
Salamanca y el carril de la Mata (CME-ecl). En la venta de una tierra en el s. XIX se
identifica la ubicación de ésta “al camino de Salamanca, al sendero de piedra”, con linderos,
E: dicha calzada, S: Beneficio S. Adrián, N: qñ.
No es descartable, sin embargo, que el topn. actual aluda, no a una cruz material, sino a una
encrucijada. Es frecuente esta acepción en la toponimia de la zona. Así, en Forfoleda,
consta en el CME La Cruz del cº de Calzada, lugar donde se cruzan el cº de Castellanos, el
“sendero que ba a las eras del cº Trabiesso”, las eras del cº de Calzada y el cº traviesso.
TOP. ASOCIADA: Las Heras de Santiago se extendían sobre 2.5 huebras de pasto de 3ª (CMEseg). Lindaban por el este con la calzada “que va a Salamanca” y por el oeste con el cº de
Castellanos. Una tierra es registrada como “a las eras de Santiago o cruz o cº Castellanos”
(REG 49). Posteriormente estas eras serían roturadas, dando lugar al topn. “Rompío a las
eras de Santiago” (1865 REG).
El camino de Santiago (CME-ecl). Parece ser un tramo que llevaba a la ermita: “camino de
Santiago enfrente de la hermita como se sale para Salamanca” (CME-ecl).
Hermita de Santiago [“linda con calzada real que va a Salamanca”] (Bº). La Ermita del Señor
Santiago (CME-ecl); La ermita de Santiago (1863 REG): lindaba por el este con el cº de
Salamanca. Se trata de la ermita que fue descrita así en las visitas realizadas por orden
episcopal a comienzos del s. XVII: “Aquí ay una hermita de Sanctiago, no tiene renta, está
razonable. [Nota añadida al margen: (M.D.) Es provisión de los arcedianos de Salamanca
esta hermita]” (Casaseca y Nieto, 1982).
Cuesta, La
Por antonomasia, se denomina La Cuesta al teso de San Sebastián y al camino (ant. Calzada
de Zamora) que va a Huelmos y Santibáñez.
Desvergonzada, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecía a tº de Aldeanueva. Caño de la
Desvergonzada (Tablón). El Caño de la Desbergonzada (CME-ald). Se trata de una vaguada que
desciende a la Vega desde los tesos comprendidos entre San Pedro y San Miguel.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Circulan explicaciones populares
que vinculan el topn. con algún episodio amatorio y atrevido. De hecho, perdida la
referencia territorial clara, hay quienes recuerdan este paraje como próximo a La Cama de
la Moza (que sin embargo dista bastante de aquí), estableciendo conexión narrativa entre
ambos. La propuesta de interpretación que se propone ahora parte de una forma anterior,
no documentada, *vergonzada, de la que se habría llegado al topn. actual por etimología
popular.
Son conocidos los nombres de lugar gall. y portg. derivados de *VIRDŪCU- ‘vara, retoño’:
Berducedo, Verducido, Bordozedo ‘matorral de vástagos o verdugos’ (DCECH: voz verdugo;
DTP, voz Bordozedo). Idéntico origen tendrá El Verdugal, topn. recogido en El Libro de la
Montería, cercano a Hervás (Cáceres), donde todavía se hace cestería de varas y tiras de
castaño; el mismo topn. se repite en la zona de El Piñero (Zam.), según un documento de
1463 (Lera et al., 1998). Asimismo, Vertiente del Verdugal, arroyo en el término de Peralejos
de Arriba (Sca.; MTN 450-IV). También debieron de tener cierta circulación toponímica los
derivados directos del lat. VĬRGA ‘vara’ (vid. más adelante Bergaço). De esta base derivará el
nombre de lugar salm. Bergal, Nava del Bergal (Palacios del Arzobispo, citado por Coca
Tamame), mejor que de varga ‘cuesta’. En efecto, El Bergal (grafiado como El Vergal en mtn
424) es inmediato a los arroyos Saceo y Saceíno, colectivos vegetales en –edo formados a partir
de *sace, saz ‘sauce’; de la abundancia de vástagos producidos por ambas saucedas habrá
nacido el topn. Los numerosos tops. portg. aducidos por Almeida Fernandes, quien les
atribuye otro origen (prerromano) aparentemente menos verosímil, Bergado, Bergadelas,
Vergadelas, Bergada, Bergadas, pueden entenderse mejor como alusivos a vallados de varas
trenzadas o setos vivos. Un documento de 1298 (Martín et al., 1977), referente a las aceñas
de Sca., describe este tipo de vallas: “que fagan setar ela açenna toda aderredor de buena
verga mondada” (es decir, de vara de sauce pelada).
Próxima en significado y probablemente en origen es el portugués vergôntea ‘renuevo de
árbol’, o el gallego virgunto Monforte ‘vara de castaño’; de aquí procede el nombre de la
aldea de Bergontes (Ponte de Lima), documentada en 1258 como Vergonteas (DTP, p. 91). La
interpretación etimológica para Desvergonzada puede vacilar entre dos posibilidades, ambas
ligadas a una supuesta voz *vergonza ‘vara, vástago’, pariente de la portuguesa: (1) referencia
a una *tierra vergonzada, es decir, cercada con varas o abundante en matas productivas de
varas, con adición posterior del prefijo des- por etimología popular; o bien *es-vergonzada, de
la que se han extirpado los rebrotes de arbolado; (2) alusión a un terreno ganado por
desbroce de un soto de sauces o similar (como en el topn. de Carbajosa de Armuña, la
Excepada, que probablemente designaba un antiguo terreno de viñas).
El antiguo uso local de varas para construcción de vallados parece confirmarse: en Santiz,
próximo al Bergal de Palacios del Arzobispo (Sca.), pervive el topn. Las Ensebadas, en zona
de pequeñas cortinas para pasto próximas al caserío. Aunque actualmente las cercas (las
pocas que han sobrevivido una áspera concentración parcelaria) son de piedra, con cercado
a la sayaguesa, mediante hincones alternando con paños de mampostería o pelgones, es muy
probable que el nombre aluda a un antiguo sistema delimitador mediante seto vivo o varas
trenzadas. Las Ensebás equivaldría por lo tanto a ‘[las tierras] cercadas con sebe’. Parece más
razonable, sin embargo, la interpretación propuesta por Coca Tamame (ensebadas = [tierras
de calidad pegajosa, pastosa]), pues son tierras no cultivadas a pesar de su proximidad al
pueblo. La sufijación en –ada predial es frecuente y da lugar a formas sustantivadas: cercado,
murada, vallado, bergada. Álvarez Maurín (1994) encuentra un sipiato ‘recinto, sebe’ en un
documento de la Catedral de León fechado en 967. Lo interpreta como una falsa grafía en
vez del clásico SAEPTU-; sin embargo, es posible que se trate ya de un derivado romance,
con un participio débil análogo al que se postula aquí para Ensebadas. Tal vez sea del mismo
origen la Fuente de la Sebá (Palencia de Negrilla, Sca.; recogido en encuesta directa).
Dos Caminos, Los (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Dos Caminos (REG 97); Los quiñones tenían
(CME-seg) una tierra en Los Dos Caminos, de 13 huebras y trigo de segunda. Entre los dos
Caminos (Coca, 82). Lindaba por el oeste con la calzada de Zamora. Cabe deducir que los
dos caminos referidos son el cº de Santibáñez (o cº ancho) y el cº de Huelmos. Más
recientemente se le daba el nombre de Los Tres Caminos, aludiendo al camino de las Monjas,
que se desgaja un poco más allá.
Encrucijadas, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En Las Encruzijadas tenían los quiñones 3
huebras de trigo de primera, lindantes por el oeste con el “camino de dicho sitio” (¿de
Salamanca?) y por el sur con el Prado de las Carrerinas (CME-seg). Una tierra en Las
Encruzixadas (tomo III: Las Encruziadas) figura en CME-seg como lindante por el este con
el cº de Sanyuste y por el sur con el Prado de las Carrerinas. Las Encrucijadas (Coca, 116). El
cº de Santiuste de las Encruzixadas (CME-seg).
El topn. designaría el punto donde se cruzaban el cº de Salamanca, el cº de Santiuste (que
cortaba después el carril de la Mata, acercándose a la ermita de Santiuste) y el sendero del
Valle.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Valdunciel existía un topn.
idéntico, Las Encruziadas o Las Cruziadas (CME-Valdunciel), que también se localizaba en
un cruce de caminos (cº del Barrio, regato que baja de El Bostal, cº de Castellanos). Es muy
abundante en Sayago la forma leonesa encruciadas, con epéntesis de una yod (así Las
Encruciadas en Bermillo de Sayago, en Villamor de la Ladre y en Luelmo), que se
documenta también en la diplomática medieval (1272) de Sca.: “en Bario de Judios, so la
encruciada” (Martín et al., 1977). El asturiano actual conoce la forma cruciar ‘cruzar’. Ésta
habrá sido también la forma antigua del topn. calzudo, como atestigua alguna de las citas
del Catastro, castellanizada más tarde como encrucijadas.
Eras de Abajo
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las “Heras de Avaxo y Arriba” ocupaban 14
huebras, calificadas como de pasto de 2ª. Se extendían entre los siguientes límites (CMEseg): E: raya de Aldeanuevita; W: la Vega; N: Calzada de Zamora; S: casas de este lugar
Heras de Abajo y de Arriba, Las (Coca, 62).
TOP. ASOCIADA: Varrio de las Heras (CME-seg). Sitio de las Heras de Avaxo (CME-seg). Se
trata del barrio situado al norte de la Calle de Hidalgos, colindante con las eras. Sitio y
Varrio de las Heras de Avaxo (CME-seg).
Rodera de las eras de abajo (Contadurías; hacia 1860). Se trata del camino que, flanqueando las
traseras de las casas, iba por la parte norte del casco del pueblo (actual Ronda norte).
La distinción arriba/abajo se establece en Calzada a tenor del curso, de pendiente casi
imperceptible, del arroyo de la Vega. La divisoria la traza el eje de la antigua calzada
romana. Así pues, son eras de abajo las situadas a poniente del camino de la cuesta; se
extienden desde los pontones hasta cerca de la boca de la Portilla. Las eras de arriba, en
cambio, son las comprendidas entre la carretera y el camino de la cuesta.
Hubo también alguna era próxima al camino de la Aceña.
Durante gran parte del año, las eras eran utilizadas como pasto. A partir del día de San Juan
se acotaban para trilla y limpia del grano.
Eras de Aldeanueva, Las (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Heras de Aldeanueva (Tablón). Se situaban junto
a los actuales Rompidos de Aldeanueva.
Eras de Arriba
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Heras de Abajo y de Arriba, Las (Coca, 62)
(véase)
Eras de la Calle (ant.)
Documentado en la referencia a escrituras antiguas que se hace en el CME-ecl (vol. V,
declaración de la Mesa Capitular de Santiago). Se especifica que están fronteras a la casa de
un tal Gonzalo Martín. Tal vez estuvieran al final de la Calle de Santa Elena (la calle larga o
la calle por antonomasia), en coincidencia con las llamadas Eras de Santiago.
Eras de los Adobes (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Heras de los Adoves (CME-seg) (‘eras que
estan al cº de Forfoleda’): había en ellas un corral arruinado. Se trata del lugar donde,
aprovechando una zona húmeda, se extraería barro para la fabricación de adobes.
Eras de Santiago
Véase Cruz de Santiago.
Eras Redondas, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Heras Redondas [próximas al camino de
Valdunciel] (Tablón). Eras Redondas (1900 REG 4150).
Estaban en la hoja del cº de Salamanca del tº de Valdunciel (CME-Valdunciel), próximas a
Los Samorales y a los prados de la vega. Pertenecían al antiguo término de Aldeanueva.
Parecen haber recibido también el nombre de Prado Redondo (1822 Crédito Público).
Errado, El (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Figura en CME-ecl. Casi seguramente se trata
de un error de escribano por La Rade, dado que en el volumen V figura como La Harrade.
Una forma análoga, con a- protética, determinada por la aglutinación del artículo, referente
a un paraje cerca de Calvarrasa de Anaya, se registra en una compra de 1297 (Martín et al.,
1977): “la Arrade”. No es preciso por lo tanto buscar conexión con topns. del tipo Errado,
como el paraje llamado Herrados (Villamayor; MTN 452-III)
Escobar, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Escobar, El (Coca, 131). Pertenece también a
Forfoleda y a Castellanos (Coca, 105). Tierra de lascova (APForf); Cº de Castellanos hacia La
Escoba (APForf). Solía ser viña (ya había dejado de serlo en 1568). En CME-Forfoleda se
cita como La Escoba.
Se registra el cº del Escobal en Castellanos de Villiquera, donde probablemente es extensión
de este mismo paraje medianero (CME-Castellanos); también en Castellanos, El Teso del
Escovar, que rayaba por el oeste con Valcuevo.
En CME-seg aparece una tierra en El Escovar, de 0.5 huebras y trigo de segunda, que linda
por el norte con “Raya del tº de Santibañez de Cañedo”: ¿debe de tratarse de otro topn.?
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es forma muy común: Rodillo del
Escobal (Asmesnal; MTN 424-IV); en Muelas del Pan, Rietalaescoba; Escobajunta en Moreruela
de los Infanzones. En Canalejas (León), Marnelaescoba. El Escobal es aldea del concejo de
Cabrales en Asturias. También Escobar de Polendos en Segovia.
Probablemente alude a una formación de Cytisus scoparius ‘escoba negra; tipo de retama de
flor amarilla grande’, fabácea que abunda aún hoy en el encinar de Huelmos. Esta mata ha
gozado de cierto interés económico en el pasado, por usarse como hornija para encender
los hornos. Así constaba todavía en el Sayago de la posguerra, como atestigua Arguedas
(1968).
Espinal, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Espinal (CME-seg). El Espinar (próximo al
cº de Forfoleda a Zorita) (APForf). Era viña antes de 1568. Espinal (REG 119, 3405; Coca,
160). Un asiento de registro indica: “Espinal o Torviscales” (REG 5008). En el CME de
Forfoleda se cita conjuntamente Los Lavajos y El Espinar, en relación con una gran tierra
del cabildo que lindaba por el este con el llamado cº de Abajo (a Salamanca) y el cº de
Zorita, por el oeste con el cº de Valverdón y tierras del cabildo de la Hoja de abajo, y por el
norte con el cº de Abajo y cº de Valverdón. El topónimo se extiende hacia Valverdón,
donde se registra como Los Espinares (CME). En el paraje del Espinal hay ahora una pista
de vuelo.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay sendos topns. El Espinal en
Cubillos y en Villalube (Zam.), y en Zarza de Pumareda (Sca.). Es muy común en
Salamanca como topn. la forma simple: Espino de los Doctores, Espino Arcillo, Espino de
la Orbada o Espino Rapado.
Probablemente se trata en general de referencias al arbusto conocido como espino o
majuelo (Crataegus monogyna), que en Calzada daba las frutillas llamadas localmente baulines o
violines. Sin embargo, no es descartable la alusión a otros arbustos espinosos. En El Maderal
tiene uso apelativo la voz espinal ‘mancha de endrinos (Prunus spinosa)’.
Frayla, La (ant)
Citado en una declaración de CME-ecl. No consta su ubicación. Probablemente se trata de
un caso más de femenino predial (*La tierra del fraile se convierte en La fraila).
Análogamente, la tierra junto al cementerio que aún se llama la Matuta deriva su nombre de
un propietario. Existe un topn. idéntico, la Fraila, en la comarca de Los Oteros (Morala,
1989).
Fuente [de] Miguel Vida, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Fuente de Miguel Vida (CME-ecl., Bº): linda
por el norte con el Prado de la Vega, y por el sur con el cº de las Viñas. La Fuente [de] Miguel
Vida (Coca, 172; 1889 REG 578). En tiempos del CME se sembraba algo de centeno, con
baja productividad, en su entorno. Fue zona de viñas antes de 1752.
TOP. ASOCIADA: En la declaración de la Mesa Capitular de Santiago (CME-ecl) se
menciona “el prado de la fuente de Miguel de Vida y de los Sauzes”. Ello es indicio de que
la zona próxima a la fuente tuvo en tiempos vegetación autóctona de ribera, con sauces:
probablemente se trata de Salix alba, Salix fragilis y Salix salvifolia. Especies del género salix
forman galería arbórea en torno al curso del arroyo que alimenta la charca de Huelmos de
Arriba. También son abundantes los sauces en los arroyos del entorno de Izcala y de El
Cubo.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Situada en la Vega, al pie de la
tercera alameda. Tenía unos pequeños lavaderos adyacentes, que eran usados por las
mujeres en cuya familia hubiera habido enfermos o muertos recientes. Esta medida de
salubridad pública obligaría a un considerable esfuerzo de desplazamiento. También en las
Ordenanzas de Salamanca, de 1719, se recoge una prescripción similar: “la ropa de los
hospitales se lave de la peña de Perosillo para abaxo, ácia Otéa, y no en otra parte, pena de
seiscientos maravedises” (Rupérez y Lorenzo, 1994).
El apellido Vida es de antigua tradición. Ya en 1003 se documenta un Aita Vita en Otero
de las Dueñas, tal vez el mismo que figura como Eita Vida en 1039 (Díez Melcón, 1957).
Un propietario medieval con este mismo apellido (Eita Vida) ha dado lugar al pueblo
segoviano de Chabida, como ya señaló Menéndez Pidal. Díez Melcón cita también un Eita
Vita en 1125 en San Vicente de Oviedo, un Zite Bita en 1027 en Covarrubias (Burgos) y un
Citi Uita en 1078 en Valvanera (Rioja). En forma plural o sufijada es común con igual
antigüedad (Vidas) y con distribución castellano-leonesa. En algunos casos es apellido
judaico, por traducción del frecuente Haym = Chaim, de igual significación. Así, en la
judería medieval salmantina constan los apellidos Vidas, Vidal, Vivas (Carrete Parrondo,
1981).
Fuente Buena, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Fuente buena (Coca, 181; REG 177-186). Fuente
de las Aldegüelas [linda con “Camino de Valdonziel” y con tierras de S. Sebastián y S. Pedro]
(Cofr. Var.). La Fuente de la Aldiguela (CME-seg). La Fuente (CME-ecl). Es la fuente de
bóveda situada a la salida de Calzada, en el cº Valdunciel. Probablemente se trata de la
fuente que suministraba agua a la antigua localidad de Aldeanueva, como pone de
manifiesto la denominación antigua Fuente de la Aldehuela. También denominada La Fuente
del Moro, pues su brocal reaprovecha una estela funeraria tardorromana conocida
popularmente como la “piedra del moro”. Fue reconocida como tal por César Morán
(1946), quien observa que “tiene grabada una cruz, y acaso al ponerla picaron la
inscripción que invocaría a los dioses”.
Es tipo toponímico común, alusivo en ocasiones a la calidad de las aguas y en otras a la
bondad de la fábrica (en sillería o con bóveda...). Fuentebuena es un barrio de Béjar.
Fuente [de]l Caño, La
Es topn. moderno, alusivo a la fuente con grifo y casetilla que se hizo en la posguerra a la
derecha del camino de la cuesta (calzada de Zamora), donde terminan las eras. En el mismo
lugar había un pozo en 1901, según la pañoleta.
Fuente de los Pellejos, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de La Fuente de los
Pellejos (CME-seg) era de 4 huebras de pasto de 3ª. Adyacente a él tenían los quiñones una
gran tierra (La Fuente de los Pellexos, 21 huebras, trigo de segunda). Linda con término de
Forfoleda y de Santibáñez.
Variante aislada: La Fuente del Pellejo (CME-seg). Fuentepellejos (APForf): linda con tº de
Calzada y con tº de Santiváñez. La Fuente de los Pellexeros (CME-ecl; vol. V).
Fuente de los Pellejos (Coca, 36; REG 3142)
TOP. ASOCIADA: El Camino de la Fuente de los Pellexos (CME-ecl), Prado de la Fuente (CMEecl). Tal camino, según la pañoleta de 1901, es un ramal que sale del cº Santibáñez hacia
poniente, pasa por la fuente y va a dar al regato de Valdelasna, ya en Forfoleda, saliendo del
tº al sur de la Casilla de Nicolás Segurado (tal propietario era vecino de Forfoleda en la
segunda mitad del siglo XIX; su nombre completo era Nicolás Segurado Franco).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Probablemente la denominación
se debe a que en esta fuente se ponían a refrescar odres con la leche ordeñada a las vacas u
ovejas que pastaban en los prados. Después, ya al atardecer, se sacarían para llevar hasta
Calzada. Más improbablemente podría haber recibido este nombre porque los taberneros,
de regreso desde Tierra del Vino, bautizasen aquí los pellejos para aguar el vino. En la
toponimia de Valdelosa había un Camino de Taberneros, que era seguido por los de este
gremio en sus viajes de abastecimiento a tierra de Zamora. Esta segunda hipótesis es
endeble, dado que no pasaba ningún camino principal por aquí.
Es tipo toponímico no infrecuente. En Chaves se recuerda una Fonte do Leite (Top. flaviense,
Firmino Aires, Chaves, 1990) quizás para dejar a refrescar los odres o las ollas de leche. En
Babia y Laciana, G. Álvarez habla de los fueyes, “bolsa de cuero que usan las brañeras para
bajar la leche de las brañas”; análogo en significación habrá de ser el topn. Fontlletera en
ámbito catalán (OC, voz eina).
En la zona de la Cepeda Alta, se recoge este recuerdo (procedente de los Cuentos en dialecto
leonés recopilados por Caitano A. Bardón a principios del s. XX. La empresa editora leonesa
Ediciones Lancia reeditó estos cuentos en el año 1996): “dibame cunoutrus del mi tiempu,
a bebeis la lleichi a lus odres de la fuente”.
En Llerena (Badajoz) hay también una Fuente pellejera. También en Fresno de Sayago consta
un topn. de construcción similar: Pozo Colodrero. Cabe la posibilidad de que aquí colodra sea
el recipiente (de madera o de cuerno vaciado) que se usa para recoger la leche del ordeño.
No es descartable, sin embargo, otra acepción, puesto que colodra tiene otros significados
locales (medida de capacidad de líquidos, vasija de cuerno o de palo para el vino...). En el
Fuero de Salamanca, el salario de unos guardianes es de “media colodra de vino” (Alvar,
1982).
Fuentes, Las
Paraje en el casco del pueblo. Se cita en 1851 una casa y cortina en el sitio de las Fuentes
(REG 422, 425). Parece haber estado en la actual plaza (la del frontón).
Garduño, Heredad de (ant.)
Garduño, El (Tablón) [parece tratarse de un conjunto de heredades, que llevan el nombre o
el apodo de un propietario, y no de un paraje concreto: incluye tierras en Los Gometes, en
El Campo, El Utero, Cº Huelmos…]
Gometes, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Gometes (CME-ecl; Coca, 102; Tablón).
Gometes (REG 115). En CME-ecl se sitúa al sur del Prado de Valdelasna, que desagua en la
Rivera de Cañedo. La pañoleta de Forfoleda (1908) sitúa Valdegomete al final del camino de
la Silva, que viene del pueblo hacia enlazar, imperfectamente, con el camino Madrigal. La
unión era incompleta. Valdegomete parece haber estado ligeramente al sur de La Silva.
TOP. ASOCIADA: El prado de concejo de Valdegomete era de 1 huebra de pasto de 3ª.
Lindaba por el oeste con tierras del concejo de Forfoleda. Adyacente al prado tenían los
quiñones una tierra de 11 huebras y trigo de segunda (CME-seg). Valdegomete (Coca, 37)
(NSR). Pertenece, como prado, fundalmentalmente a Forfoleda, donde el concejo tenía 22
huebras de pasto, que llegaban hasta la Vega (CME- Forfoleda).
El Cuento de Valdegomete “en el sitio que llaman el Carril” era tierra del cabildo, en Forfoleda,
de 4 fanegas; “la divide el carril” y lindaba a E y S con raya de Calzada, al oeste con tierra
de Calzada y al norte con prado de Valdegomete (CME-Forfoleda). Cuento aquí significa
‘pico, punta’; probablemente figura en la acepción ‘parte extrema, aguas arriba, del prado de
Valdegomete’, lo que ahora se llamaría ‘la punta de Valdegomete’. Esta punta tenía un
remate ya dentro del tº de Calzada, que constituía el prado concejil apuntado arriba, de una
huebra de extensión.
Caño de los Gometes (CME-ecl). Quedaba al sur de los Gometes. Probablemente es el mismo
que da lugar al prado de Valdegomete, que desagua en la Vega.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Sorprende la no coincidencia
espacial de Los Gometes (más al norte; vierten agua al Cañedo) y Valdegomete (que vierte
aguas a la Vega que de Calzada baja a Forfoleda). No es descartable que ambos topónimos
sean en origen diferentes y que hayan convergido más tarde. Pero parece sin duda más
probable que se trate simplemente de un fenómeno de imprecisión en las denominaciones.
Ocurre con frecuencia, en efecto, que los topónimos deslizan sobre el territorio, sufriendo
lentas derivas, extensiones o concentraciones, desdoblamientos. En este caso, cabe pensar
que el topónimo original era extenso, y luego se escindió al sufrir incrustaciones posteriores
(Los Jimenos, Las Setas).
Una opción arriesgada, pero no inverosímil, sería postular como origen un colectivo vegetal
sobre ULMU- ‘olmo’. Son muy numerosos los topns. en área de hablas mozárabes cuya
procedencia es un nombre vegetal seguido del sufijo –ETU-, que se ha apocopado en *-ed, *et y posteriormente ha descansado sobre un vocal paragógica. Así, por ejemplo, Palmete,
Fregenite, Umbrete, Lorite, Cañete, respectivamente sobre derivados del lat. PALMA-, FRAXINU‘fresno’, ULMU- ‘olmo’, LAURU- ‘laurel’, CANNA- ‘caña’. Los colectivos femeninos en –ETA,
por el contrario, no han apocopado: así Teixeta, en ámbito catalán de sustrato mozárabe
(OC, lema teix), procedente de TAXETA ‘arboleda de tejos’.
Esta explicación del topn. Gometes tiene, sin embargo, más de un achaque que la hace
vulnerable. Por un lado, la escasez y probablemente la ausencia de topónimos en -ete
documentadamente originados en el sufijo lat. –etu que hayan pervivido en la toponimia
leonesa. Todos los ejemplos anteriores son de ámbito claramente mozárabe o bilingüe
árabigo-romance. Con mucha incertidumbre podría alegarse los topns. Cardete (Pereruela de
Sayago; MTN 396-II), Espiguete, paraje en Valverde de la Sierra (León; vid. Madoz) y
Gargavete, arroyo cercano a Sca. (si es que este último no responde a un folk-topónimo del
tipo “carga y vete”, análogo a Mirabete). Por otro lado, causa escrúpulos la velar inicial de
Gomete, sólo explicable en caso de diptongo (compárese la forma popular Guelmos al lado de
Huelmos). El reforzamiento velar podría sin embargo explicarse como resultado de una
vacilación en la evolución hacia el diptongo o ―más probablemente― por sufijación directa
desde la voz vulgar güelmo: así, en Estébanez (León), se cita un topn. menor Los Golmares,
manifiestamente colectivo de olmo (Martínez Martínez, 1985).
Otro escollo importante para esta hipótesis es la insólita vocalización de la /l/ implosiva,
aunque cabría explicarla como resultado de una disimilación de líquidas en la forma
compuesta *Valdegolmete; lo mismo parece haber ocurrido en Samorales desde un primitivo
*Salmorales. Un proceso similar habrá dado lugar al nombre del Arroyo de Valgomar (desde
un hipotético *val güelmar) en Alaejos (mtn 426). El fenómeno de la vocalización de la
líquida en el grupo –lm- sí es conocido en dominio catalán, donde la reducción –lm- > -mes corriente: olm > om; palm > pam; empolmar > empomar (OC, lema comiols); así el topn.
Menor Lapedomit en Bielsa ha sido interpretado por Coromines como ‘[la] roca de [la]
olmeda’ a partir de un lat. LAPIDE ULMĒTI (OC, voz llapiero). Braçal de l’Omet contiene
asimismo el colectivo ULMETUM. La simplificación de –lm- también se constata en la zona
santanderina y burgalesa, con alguna ramificación hacia el oriente asturiano (Garcia de
Diego, 1951). Así se registran en Asturias los topns. Omedo (L’Omeo) y Omedal (ambos
parecen proceder de lat. ULMETU-). El apelativo humero¸en cambio, cuya difusión llega hasta
el norte de Zamora, hace referencia al aliso; aunque para humero también se ha propuesto
un origen en ULMUS, con sufijación (García Arias, 2000).
Esta acumulación de excepciones hace muy insegura la etimología propuesta, aun siendo en
lo semántico persuasiva, dada la proximidad de Huelmos (ant. Olmos) y de Valdenegrillos.
Coca Tamame, por su parte, propone ver en Gomete una metátesis de un *Moguete
anterior, que pone en relación con Moguete, aceña inmediata a Ledesma (Salamanca), a la
orilla del Tormes. De similar origen será Muguete (Fermoselle; MTN 423-I). La referencia
en una concordia medieval (Martín et al., 1977) a una Aldea de Pelai Muget (1185) próxima a
otros tops. del entorno ledesmino, evidencia para Moguete un origen antroponímico a
partir del apellido Muguet(e) de un repoblador, de origen incierto. Con mucha inseguridad,
se proponía en Riesco (2001) derivarlo del participio árabe muġīt ‘protector, defensor’, de
ġwt ‘amparar’; Mughith (grafía francesa) es usado actualmente como nombre personal
(Tidjani, 1997; Pezzi, 1989). Este nombre se ha romanceado habitualmente con final en –z,
p.e. en el portugués de Herculano es Mugueiz (DOE, p. 1032), lo que hace altamente
hipotética la derivación. El mismo lugar consta como Aceña de Almoguer (posible error del
copista por confusión de la –t final con una -r) en un censo del s. XVI (Censo de población de
las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI, Imprenta Real, Madrid, 1829).
Actualmente pervive en las inmediaciones el topn. Las Aldehuelas, que debe evocar el
conjunto de aldeas próximas a Ledesma, una de las cuales era el actual Moguete. La
propuesta de Coca Tamame se ve reforzada por un topn. que consta en el apeo de
propiedades del beneficio de Forfoleda, en escritura procesal encadenada de 1568: se trata
de Valdemugete, y su posición en la lista invita elocuentemente a identificarlo con
Valdegomete. Así y todo, sería preciso estudiar más detenidamente otras fuentes
disponibles y aclarar la solidez de este testimonio aislado.
Hidalgos, La Calle de los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN:
Calle de los Ydalgos (CME-seg). Va de la Plaza hacia la salida a Forfoleda. También se cita el
Barrio de los Hidalgos (Ánimas). Calle Hidalgos (1851 REG 423).
Parece aludir a algunos vecinos residentes en esta parte que hubieran tenido condición de
hidalgos. Figura en los libros parroquiales de Calzada el apellido Hidalgo (p.e. Juan
Crisóstomo Hidalgo, del s. XVII), que, con gran probabilidad, es apellido generado
localmente por alusión a esta condición antigua de algunos vecinos.
Higales, Los (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Igales, El sitio de los (Coca, 56). Los Ygales (CMEseg). Igales, Higales (REG 63; 1850 REG 3422). Posiblemente coincide con La Yguera
(CME-ecl). Parece haber estado cerca del pueblo, no lejos de las casas. Por el orden
topográfico que algunas declaraciones siguen, parece inferirse su situación al sur del pueblo,
entre el cº Castellanos y el Pozo Vellés. En efecto, en una declaración del CME-ecl, se
deslinda una tierra en Los Igales, dándole por límite al este un corral de Miguel Pablos; y al
norte las Eras. Dado que Miguel Pablos tenía un corral al este de la calle de Carrascal, se
comprueba la situación de los Higales entre el cº de Castellanos y el cº de la Aceña, al sur
de las últimas casas y cortinas.
Las higueras eran árboles de huerta y, preferentemente, se plantaban en los lados soleados
de las tapias. Había una famosa higuera en la cortina junto al matadero, al final de la calle
de la cilla. Recibía el nombre de “la higuera del tío Pedro Luengo”. Para vigilar su gran
cosecha de higos, el dueño ataba a su tronco un perro. Vinieron dos mozos del pueblo con
ganas de desvalijar el árbol. Le echaron una manta al perro encima, para que no atarazara, y
lo tiraron al pozo, que estaba vecino. Comieron hasta hartarse y se llevaron muchos higos
de más, que escondieron en una parva de las eras. El dueño, consternado, fue al
ayuntamiento a pedir justicia. Dio la casualidad de que esa misma tarde se levantó aire, y
fueron los de la era a limpiar; y al levantar los bieldos, se encontraron con que caían higos
revueltos con el grano. Se destapó la historia, pero al final los dos mozos no fueron
castigados.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Se trata de la forma común,
femenina y sufijada en –al, que en las hablas leonesas designa árboles frutales (la figal,
nesperal, manzanal, peral, amesnal, avellanal...). Abundan las correspondencias en todo el
ámbito leonés. Riesco (2001) analiza el topn. Asmesnal y otros de origen frutal en –al de
Zamora y entorno. Así, por ejemplo, el frecuente La Moral (con y sin artículo), así como
sus diminutivos, que preservan el género femenino, de tradición latina: Moral, Moraleja,
Moralina, repetidos en Zamora. Se trata, como es sabido, del totémico Morus nigra o morera
negra, aún denominado moral en gran parte del dominio leonés, árbol de antigua tradición
concejil, que se plantaba ante las iglesias rurales. La forma diminutiva, en la mayor parte de
los casos, no aludirá a un moral pequeño, sino a una población llamada Moral de menor
rango que otra localidad del mismo nombre. Así también Lavillanal, que fue el nombre del
pueblo alistano ahora conocido por Domez. En este caso se trata de la denominación
leonesa del avellano, con el artículo femenino aglutinado. La antigua forma toponímica
habrá sido descartada por su ingrata resonancia (villano).
Figal vive como apelativo en Asturias: la figal es la higuera; se conserva asimismo como
topn. en el concejo de Grado; otra La Figar en el concejo de Gijón; también Figares en el
concejo de Morcín y en el de Sariego. Como en latín, se mantiene el género femenino del
nombre de árbol. Así es, sistemáticamente, en la diplomática medieval leonesa: “illa pariete
tota integra que es contra illa figal” (Zamora, 1178; transcrito por José Luis Martín, 1982);
el topn. Las Figalles cerca de Toro es citado en 1463 (Lera et al., 1998). En forma
diminutiva, La Figalina, en Fermoselle. Las menciones antiguas al topn. calzudo no parecen
haber preservado este género. Por otro lado, los frecuentes [El] Ahigal < La Figal preservan
el nombre de la higuera, con una segmentación errónea del artículo. Por ejemplo, la aldea
llamada Figal en 1265 (García Martín, 1982) y luego La Higal en el s. XVII (Casaseca y
Nieto, 1982) se convierte después en Ahigal de Villarino. De este mismo origen es el topn.
menor Ligar o Higar, en el término de Andavías, documentado como La Figal en el s. XV
(Mateos Carretero, 1994), donde se ha producido la evolución hacia el masculino (El Figal);
análogamente, Igala en Villamayor de Armuña (Coca Tamame): aquí la persistencia del
artículo femenino habrá inducido la desinencia –a no etimológica, como en La Morala, hoja
de Centerrubio (Madoz) o en los ejemplos toponímicos Peral(a). También se registra el
mismo fenómeno en el topn. La Carbajala de Valdunciel (CME).
Los abundantes Manzanal y Cerezal han de ser interpretados preferiblemente como un
singular: la manzanal ‘el manzano’, la cerezal ‘el cerezo’. En el caso de Asmesnal, dehesa
sayaguesa, parece inevitable acudir a la base la amexinar ‘el ciruelo damasceno’. El artículo
perdura en el Fuero de Ledesma. Añádase a lo indicado en Riesco (2001) que en Luelmo de
Sayago existe una fuente de La Mesnal o El Amesnal, cuyo origen será el mismo.
Hornos, Prao [de] los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Los Hornos era de 3
huebras de pasto de 3ª (CME-seg). Los Hornos (CME-seg). El Prado de los Hornos Viexos
(CME-seg). Prado de los Hornos (1899 REG 3530). Los Hornos (Coca, 12); Ornos viejos, Prado de
(Coca, 157); “bajo del Prado de los Hornos” (NSR). Los Hornos Viexos (CME-seg) lindaban
con tº de Santibañez y con el cº de Santibañez. “Los Hornos, en el cº de Santivañez”
(CME-seg). Es citado en un testamento de 1724 (María Riesco), al mencionar una tierra
que está “por vajo del Prado de los Hornos, que la parte el agua”.
El prado de los Hornos salía del cº de Santibáñez a la altura de una cantera antigua,
justamente al sur de la bifurcación donde salía el cº de la Fuente de los Pellejos.
Probablemente se trataba de hornos de cal. Ya en época del CME estos hornos eran sólo
recuerdo, aunque todavía entonces pervivían en Calzada cinco hornos para hacer y cocer
cal. Sus rendimientos anuales se estiman en cantidades variables, debido a “no hallarse
todos con el ganado necesario para la conduzion de materiales”.
El horno de Francisco Zarza, mayor, estaba situado en la calzada de Zamora, medía de
circunferencia 12 varas y lindaba por el este con las eras, por el oeste con el camino de la
cuesta y por el norte y el sur con calles. El de Catalina Domínguez estaba en las eras de
Abajo y medía de circunferencia seis varas. El de José González, mayor, estaba en el cº de
Valcuevo, tenía de circunferencia 6 varas y lindaba por el este y oeste con el camino, y por
el norte y sur con el “exido del conzexo”. Manuel Ramiro, menor, tenía otro horno en el Cº
de la Azeña, de seis varas de circunferencia, que lindaba por todas partes con “exidos y
propiedad del Concexo”. Manuel Escribano Malmierca era dueño de otro horno con las
mismas características y situación.
Huertos Familiares, Los
Referencia toponímica de nueva formación, originada tras la guerra civil. Para dar sustento
a algunas familias particularmente necesitadas, se roturaron algunos trozos de prado
concejil. En particular, había huertos familiares en el prado de Martibáñez (sobre lo que
fueron en tiempos del CME nueve fanegas de pasto de 1ª de propiedad concejil; la huerta
de Frutos, entre ellos); otros estaban al sur del camino de Valdunciel, del lado contrario de
los prados-rompíos de Aldeanueva: esta porción tal vez se corresponde con el prado
concejil llamado de los Amorales, de una fanega, en el término de Aldeanuevita.
Iglesia, Calle de la
Calle ‘llamada de la Yglesia’, en el barrio de la Plaza (CME-seg). Podría intentarse su
localización confrontando los linderos de las casas mencionadas en el CME.
Jarandilla
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En La Jarandilla tenían los quiñones una gran
tierra de 116 huebras y trigo de tercera. Lindaba por el este y norte con el ‘cº de la Traviesa’
(CME-seg).
La Xarandilla (tomo II) y Xarandilla (tomo III) (CME-seg). Jarandilla (Coca, 46) “otra tierra
Jarandilla” (Tablón). La Jarandilla (1890 REG 4207).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. debe de ser antiguo,
como demuestra su tranmisión sin artículo (Jarandilla), aunque esta forma convive con La
Jarandilla. Como primera opción, se planteaba la posibilidad de vinculación con serondio,
serandaja... mediante una alternancia velar en la s- inicial. La forma originaria sería una
*serondilla ‘[tierra] tardía o fría, que retrasa la cosecha’. “Trigo seruendo” era, en la zona
berciana, el que se plantaba tardíamente (Madoz, 1845-1850, La Faba, León). Sin embargo,
esta hipótesis se ve debilitada por la ausencia de correspondencias toponímicas.
Nieto Ballester (1997) revisa el topn. calzudo conjuntamente con el más conocido Jarandilla
de la Vera (Cáceres). En ambos casos, se inclina por relacionarlos con la serie toponímica
del tipo Granda (Asturias), Grandón (Lugo), basada en apelativos que aún perviven en el
cuadrante noroccidental de la península: asturiano granda ‘rasa abierta, terreno pedregoso
como de aluvión’, gallego-portugués gándara. Esta última voz, aunque Nieto la describe
como ‘lugar montuoso, pendiente’, parece sin embargo tener en Portugal el valor de ‘lugar
pedregoso, arenoso o infértil’. En el Diccionario Porto, figura como ‘terreno despovoado
mas coberto de plantas agrestes; charneca; terreno arenoso pouco produtivo ou estéril’.
Gandarela en Alvarenga, Arouca (Portugal) es interpretada como diminutivo de gândara
‘extensão de terra mais ou menos plana e pedregosa’ (Almeida y Silva, 1995). Otras
variantes antiguas (DOE, p. 694; DTP, p. 363): Gandra, Gândera, Gandra. La procedencia de
este grupo es prerromana (DCECH, voz gándara; DEEH, voz *ganda), con
correspondencias en los Alpes. Coromines (OC) atribuye a una variante sufijada de la raíz
*ganda el nombre de la villa de Gandesa.
Así pues, el caso calzudo designaría una zona de pedregal o suelo estéril. No sorprende tal
acepción, si se tiene en cuenta que Jarandilla es inmediata al topn. Las Piedras, lugar
abundante –todavía hoy- en piedra caliza. Que el topn. calzudo es antiguo parece
respaldarlo el hecho de que figura sin artículo en la documentación conservada; esto suele
ser indicio de que el topn. ya por entonces se había vuelto opaco. Nieto explica la
evolución desde granda hasta jaranda por influjo del bilingüismo árabe-romance propio de
zonas de reconquista. La velarización de la g- inicial se constata también en Jaén (desde
Gaiāna, finca de Gaius) o en Gerena (finca de Garus). La anaptixis de una –a- para desligar el
grupo –gr- es recurso común en contexto mozárabe o aljamiado. Análoga intercalación –
sin alterar el consonantismo inicial- se observa en los topns. La Garandilla, barrio de
Valdesamario (León) y Valgaranda, topn. menor en Villacorta (León). En cualquier caso, la
epéntesis de una vocal para deshacer un grupo consonántico –gr- o –cl- es también
fenómeno conocido en áreas del asturiano-leonés: así asturiano antiguo calostra ‘claustros’ <
lat. CLAUSTRA o calavicha < CLAUICULA (García Arias, 2000).
Del mismo origen, con metátesis y plural femenino en –es, serían los topns. salm. Grandes
(ya citado así en 1265; García Martín, 1982) y Grandinos. Grandes era en 1294 topn. menor
en San Martín de las Cabezas (Ávila; Barrios, 1981). Grandoso es pueblo leonés; Granda
Longa es sierra en el Bierzo.
Jimenos, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Caños Gimenos (1822 Crédito Público,
desamortización de la yugada del convento de Mínimos de S. Francisco de Paula; Coca, 50).
Caños Ximenos (Ánimas). Una misma tierra, en el CME-ecl, es citada como “en los
Ximenos” y “en los Caños Ximenos”. Ambos términos parecían usarse indistintamente.
Posteriormente, empezó a prevalecer la forma simple: Los Jimenos. Parece recordarse su
ubicación entre el Prado de los Hornos y Los Gometes, al sur del cº de la Fuente de los
Pellejos. Los Gometes estaban más hacia Calzada, y Los Jimenos más hacia {más contra, se
suele decir} Santibáñez. Sin embargo, un asiento de registro indica “Jimenos (antes
Gometes)” (REG 5051).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Segura referencia a un propietario
medieval; es sin duda el mismo que da lugar en Forfoleda al topn. Valdeperijimena (de un *
Pero Ximeno, con el cambio de género habitual en nombres de tierras). Valdeperijimena
(prado concejil de 1.5 huebras) desaguaba en la Rivera de Cañedo (CME-Forfoleda). Era el
penúltimo prado (CME-Forfoleda) antes de llegar a la raya de Santibáñez, entre
Valdehurtado y la llamada Nava de la Raya de Santivañez (0.5 huebras). Por lo tanto,
Valdeperijimena era un paraje muy próximo a los Caños Jimenos y Valdelasna.
En Gimialcón (Ávila) figura en el s. XV un “prado de Xemena” (Barrios, 1981). En
Ledesma se registra un Valdejimenas, posible reinterpretación de unas *Valles Jimenas. En
Santiz, Valdejimena (Coca Tamame, p. 356).
La pluralización es posterior, y reproduce un fenómenos común en la toponimia de la zona:
el nombre del propietario recibe tratamiento de adjetivo, coordinado con un sustantivo que
a menudo se omite (generalmente tierra). Entre los topns. recogidos en su inventario por
Coca Tamame hay algunos que pueden servir de ilustración: Las Juanmanuelas y Las
Sebastianas (El Arco); Las Diegas (Aldeaseca), Las Julianas (Torresmenudas): respectivamente
se tratará de las tierras de un Juan Manuel, un Sebastián, un Diego y un Julián.
El antropónimo Jimeno es de origen vascón (palabra de parentesco seme ‘hijo’, romanceada
en Xemeno, Ximeno pasando por formas intermedias Xeme, Xemén), aunque no puede
afirmarse nada sobre la etnia del propietario. Vid. a este respecto el estudio de Antonio
Llorente Maldonado (1994) sobre los descendientes toponímicos de este nombre personal
en Sca. y Ávila. En efecto, ya se difundió tempranamente el nombre en territorio asturiano
y leonés, tras la boda de Alfonso III el Magno en 870 con la infanta navarra Doña Jimena.
Aun así, es topn. frecuente en zonas de asentamiento medieval vascón. En Sca., Valdejimena
y Gemingómez (citado como Xemen Gomiz en docs. medievales: Martín Martín et al., 1977),
y una aldea ya desaparecida, en tierra de Alba, Xemen Sancho. En Ávila, Gemuño (ant. Xemen
Munno), Donjimeno, Gimialcón (ant. Xemén Falcón), Blascojimeno, Gemendura (ant. Xemen
Endura). Otros topns. ya extintos, también en Ávila, son Xemen Martín, Xemen Migal o
Munno Xemeno. No pocos de estos nombres de lugar hacen sin duda referencia a possessores
de etnia vascona o navarra, dada la combinación con onomásticos como Endura, Muño,
Sancho o Blasco. Según Llorente (1994), los serranos que repoblaron Salamanca y Ávila en la
Edad Media eran de la zona de los Picos de Urbión (Valle de Ojacastro, Cameros, Oca y
Belorado), donde se habló vascuence hasta bien entrado el s. XIII. Consta la presencia de
repobladores del reino de Navarra en las proximidades de Calzada y otros puntos de la
provincia (Narros es antiguamente Naharros < Nafarros). Llorente estima que la llegada de
pobladores de raigambre vascona se limitó al periodo comprendido entre 1085 y 1157, “en
tiempos de Alfonso VI y Raimundo de Borgoña, primero, más tarde con Doña Urraca y su
segundo marido, Alfonso el Batallador, rey de Aragón y de Pamplona, y por último a lo
largo del reinado de Alfonso VII”.
Juncal, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Juncal (CME-Valdunciel): ubicado a ½
leguas del casco de Valdunciel, en la Hoja del Monte. Linda con el cº de Valdunciel a
Huelmos. El Valle del Juncal: lindaba por el sur con el cº de Valdunciel a Topas. En la
pañoleta de Valdunciel constan dos subtopónimos: La Fuente del Juncal, adyacente al camino
de Valdunciel a Huelmos. Las Roturas del Juncal, ya en Cardeñosa. Sin duda, este último
topn. remite a antiguos desmontes del encinar de Huelmos.
Juncal (Coca, 187). Se trata de un pradito, actualmente surcado por la vía del tren, que baja
hacia la Rivera de Huelmos, dejando a un lado el monte. Fue paraje extenso, a juzgar por la
pañoleta de 1901. Un vecino de Calzada tenía allí un pozo y una pequeña huerta.
En este topn. se desarrolla la forma castellana, que cabe comparar con el topn. de
Torresmenudas, citado en documento de 1430, El Yuncal: “otro prado que es en la reguera
que vien de Cañedo para Torres Menudas, que dizen el Yuncal, que va a Cañedo” (Sánchez
Prieto, 1999). La forma leonesa yuncal (fricativa palatal no velarizada) se ha conservado
abundantemente en la toponimia de Sayago.
Dado que el monte de Huelmos era un importante proveedor de haces de leña para los
vecinos de Valdunciel, quienes luego los vendían en Salamanca, es probable que la
presencia de juncos en este prado fuese muy bienvenida. En efecto, era con juncos como se
hacían los vencejos para atar los haces de leña.
Laguna, Calle de la
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calle de la Laguna (CME-seg). Se le llamó
también Calle de la División Azul. En la documentación anterior a 1900, la calle de la Laguna
se inicia en la misma Plaza, sigue dejando a un lado el Corrillo y la iglesia y termina al pasar
la casa del Beneficiado (actual casa rectoral). A partir de aquí recibía ya el nombre de
camino de Valdunciel.
Aparece mencionada una laguna próxima a la casa del beneficiado (CME-datos generales):
“Dicha alameda se halla al sitio de la Laguna y casa que perteneze al Benefizio de este
lugar”. En 1857 (Contadurías) se vende “una casa y una laguna contigua” cerca de la casa
del párroco; sin duda se trata de la que da nombre a la calle. Fue vendida a Andrés Zarzoso,
de Mozodiel de Sanchíñigo. Probablemente la alameda se plantó aprovechando el suelo
húmedo de la antigua laguna.
Laguna, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de La Laguna estaba
dividido en dos partes, separadas por un prado de la Mitra; la primera, al Norte, medía 4.5
huebras y de pasto de 2ª (CME-seg). Lindaba por el norte con el cº de Forfoleda y por el
sur con un prado del Obispo. Esta primera parte se denominaba también Prado de la Boca de
la Laguna (CME-seg). La segunda parte, de 7 huebras, era también de pasto de 2ª y lindaba
por el Norte con el mismo prado de la Dignidad Episcopal.
La laguna figura ocasionalmente mencionada como La Laguna de los Barros (CME-ecl), dado
su probable uso para la extracción de material de construcción (para tapias y adobes). De
hecho, se recuerda también el topn. de forma simétrica Los Barros de la Laguna La Laguna de
los Cerezos citada por Coca (47) podría ser esta misma, dada la proximidad entre ambos
topns.
TOP. ASOCIADA: Fuente de la Laguna (Ánimas; CME-ecl) (Coca, 166). La fuente ha
subsistido hasta la concentración parcelaria. Era del tipo sencillo, una arca de escasamente
un metro de lado, de las que decía el refrán: “fuente de pastores, en invierno tiene agua y en
verano cagajones” (Núñez, 2001).
La Boca de la Laguna (CME; Coca, 126). Los Barros [de la Laguna] (Forfoleda, Coca, 115)
Por zima del Prado de la Laguna y Raia de Forfoleda (CME-ecl). Los Cerezos de la Laguna (CMEecl). El Regato de la Laguna (CME-ecl).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Laguna es voz común en la
toponimia de la zona; se describe con ella los frecuentes lavajos o charcas formados por
surgencia de acuíferos someros, o por acumulación de escorrentías. Actualmente tiene más
vigencia la voz charca. En cuanto a cadozo, caorzo, suele aplicarse a un engrosamiento de un
curso fluvial, donde permanece algo de agua estancada cuando ya el curso se ha secado en
verano.
Lagunetas, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Lagunetas (CME-seg; 1850 REG 3434;
Coca, 11). Las Lagunitas (CME-seg; cita aislada). Es un paraje situado al final del cº del Pico
Burdión, en el ramal que va al monte de Huelmos. Su ubicación es inmediata a la raya, un
poco al norte de La Cenicienta. Sin embargo, la pañoleta de 1901 invierte esta ubicación: La
Cenicienta figura ya en término de Huelmos, al norte de Lagaritas (indudable error por
Lagunetas), que está entre el cº del Pico Burdión y la carretera.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Las Lagunetas es topn. muy
difundido en la zona. Consta en La Mata de Armuña, rayano con Carbajosa. Un somero
espigueo por la zona conduce a encontrar Las Lagunetas como topn. menor en Almendra
(MTN 423-IV), en Mozodiel del Camino, La Vellés, Gomecello (MTN, 452-IV), en el
monte de Espino Arcillo (MTN 452-II), en Galindo y Perahuy (MTN 477-II).
Sorprende el sufijo en –eta, inhabitual en la morfología de la zona, aunque con algún uso
secundario o especializado: así camareta ‘cuarto o cámara en una casa’, como se desprende
de la documentación medieval abulense aducida por Barrios (1981). En Torresmenudas se
registra el topn. antiguo La Quadreta (Coca Tamame, 1993; p. 152); Valdelajareta (Santiz),
cerca de Valdelajara (MTN 424-IV); La Naveta (Monleras; MTN 423-IV); La Jareta
(Tamame; MTN 424-II; idéntico en Villarino, MTN 423-III y en Cabañas de Sayago, MTN
396-IV); Las Lometas (Aldeanueva de Figueroa; MTN 425-IV). Desde época medieval
consta el nombre de la alquería de Cubeto, junto a El Cubo del Vino (Zam.). En Calzada
tienen uso apelativo las voces caseto ‘cuarto para aperos o para ganado casero’ y caseta ‘casa
pequeña aislada, en el monte preferentemente’. También se registra abundante la forma
toponímica Lagaretas, de significación probablemente emparentada con Lagunetas. Aunque
se ha asociado el sufijo -eta a las hablas mozárabes (así como a su gran foco en ámbito
occitano-catalán), García Arias (2000; s.v. buseta, guyeta) señala su vigencia en asturiano,
donde parece tener carácter autóctono.
No sorprendería que lagunetas fuese voz lexicalizada con un valor semántico específico.
Podría pensarse, muy hipotéticamente, que laguneta fuera en el pasado la charca destinada a
enriar el lino. Esta operación se describe en las Memorias de Larruga, 1795 (Rupérez y
Lorenzo, 1994): “se conducen al rio ó á las charcas, [...] dentro del agua permanece ocho ó
diez dias segun su frialdad y temperamento”. Es sabido que esta práctica suponía un grave
factor de contaminación en las aguas, y que, por ello, las ordenanzas municipales solían
imponer restricciones, alejándo los enriaderos del casco de los lugares. Así, por ejemplo, en
Madoz (1845-1850) se indica, con referencia al riachuelo leonés de Arianes, en la zona de
Riaño: “las aguas del riach. Arianes infestadas con los linos que en la estacion del estio en
ellas se cuecen, ocasionan la muerte de crecido número de cab. de ganado vacuno”. Las
Ordenanzas de Ledesma, del s. XVI, expresan análogamente que “a cabsa del enriar de los
linos en los arroyos e cadoços de la tierra [...] se siguen muchos daños en los ganados que
beven las aguas” (Bejarano Rubio, 1998).
En el CME de Calzada se indica la ausencia total del cultivo del lino en el pueblo. Sin
embargo, este cultivo debió de existir antes. Todavía en 1795, las Memorias de Larruga
ponen de manifiesto su vigencia en El Arco: “en el lugar del Arco hay una pequeña cultura
de lino que consumen las mugeres para ropa de sus casas. Es de mediana calidad, y así salen
los lienzos. Se paga diezmo de este fruto, y no hay telares en el pueblo” (Rupérez y
Lorenzo, 1994). En Calzada, en cambio, sí había tejedores de lienzo a base de lino en 1752.
Juan Riesco mozo era “texedor de lino”, soltero, y tenía de ayudante a su sobrino Joseph.
Manuel Luengo figuraba como “texedor de lienzos” y, en otro lugar, como tejedor de lino.
También era tejedor de lino Nicolás Pablos.
Una opción no descartable en topns. como éste es la arqueológica. Las Lagunetas podría
hacer referencia a vestigios tales como silos, pozos, depresiones, asociados todos ellos a
poblamiento antiguo. Pero nada sólido puede afirmarse a falta de otros datos.
Lavaderos, Los
Una tierra de Las Ánimas, situada en las “Heras de Avaxo”, de 0.5 huebras y trigo de
tercero, lindaba por el este con “dichos lavaderos” y por el sur con el cº de las Viñas. Esto
parece sugerir que la ubicación de los lavaderos estaba aguas abajo del regato del Valle,
cerca de los Muladares. Similar localización se desprende de la cita en CME-ecl.
Posteriormente se trasladarían a espaldas del cementerio, sobre el mismo arroyo. Vienen ya
marcados en la nueva ubicación en la pañoleta de 1901.
Linde Gorda, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Linde Gorda (CME-seg; CME-Valdunciel).
Era zona de trigo de segunda. Lindaba con el cº de Valdunciel a Castellanos en el tramo
situado inmediatamente a levante de la carretera de Salamanca. La Linde Gorda (Coca, 147;
CME-Castellanos; Castellanos, Coca, 123). Según la pañoleta de Calzada (1901) era un
trozo del límite entre Castellanos y Valdunciel, justamente donde la raya tocaba al tº de
Calzada. La pañoleta de Castellanos recoge simultáneamente La Linde Gorda y La Gorda,
variantes de una misma denominación.
Es topn. relativamente común, que sin duda alude a la anchura que localmente tendría esta
raya entre términos municipales (Calzada y Castellanos); estas franjas de lindero solían estar
acompañadas de algo de matorral ―zarzas, espinos, carrascas―; a veces evidencian algún
conflicto entre vecinos o la mala calidad del terreno. También se conocía con este nombre
la linde entre Forfoleda y Torresmenudas (CME-Forfoleda). La Linde Gorda separa el tº de
Aldeanueva de Figueroa con el de La Orbada (MTN 453-I). En un documento del s. XV se
cita una posesión “so la Linde Gorda” en Blascosancho (Ávila) (Barrios, 1981). Coca cita
en San Pelayo de Guareña un Lindón Gordo (p. 226).
Luna, calle de la
En el casco urbano (1870 REG 2007).
Lutero, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Lutero, El (Coca, 6)
TOP. ASOCIADA: El Caño del Utero (Tablón). El Caño Lutero (CME-seg). Caño Lutero, El
(Coca, 58).
El Lutero es la loma de la cuesta que domina por el norte el valle de Calzada (la Vega). Se
sitúa justamente a levante de la Castaña, entre la carretera de Zamora y Valduercos. El
Caño Lutero nace en esta loma y desagua sobre las eras de arriba.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Álvarez Maurín (1994) presenta
numerosos ejemplos medievales de la voz otero y sus variadas latinizaciones notariales:
autario, auctarium, auter, othero. Convincentemente, pone en relación el término con la raíz oto
< ALTUS, con una evolución puramente romance por adición del sufijo –ero. En esta
hipótesis converge con el portugués Almeida Fernandes (Almeida y Silva, 1995). Con ello
se desmarca de la etimología propuesta por Pidal (Orígenes), basada en la aplicación
metafórica del latin semiculto ALTARIU- ‘altar’, forma rehecha a partir del plural ALTARIA.
Morala (1989), en su estudio sobre la toponimia de Los Oteros (León), analiza el valor
semántico de utero ‘loma elevada y de cima extensa’. Topónimos como El Cueto del Utero no
tienen por qué ser tautológicos. A Carrelutero le acompañan variantes analíticas como carre el
Otero. Vid. Concepción Suárez (1992) para una revisión de la bibliografía sobre otero.
En la toponimia de la zona es muy abundante la forma Utero y Lutero (por aglutinación del
artículo). El Utero y El Lutero (así documentado en los apeos del s. XVIII) es topn. en La
Mata de Armuña (AC), que actualmente figura como Las Luteras y El Lutero en las hojas
del MTN. Coca Tamame cita varios topns. menores próximos: El Utero (Forfoleda), El
Utero (Torresmenudas), Cabeza Lutero (Santiz). Cerca de Topas (MTN 452-II) figura El
Lutero. Muy frecuente también en Portugal como topn. Outeiro. La forma simple sobrevive
también en la toponimia de la provincia de Sca.: Otero de María Asensio, Oteruelo de San
Andrés, Nuestra Señora del Otero. El topn. citado en 1265 como Obter de la Losa (García
Martín, 1982) se cnvierte en la actual Tordelalosa [alq. de San Pedro de Rozados]. Oterdaguila
(García Martín, 1982) pasa a ser la actual Tardáguila. Vid. también Tardobispo en Zamora y
Taragudo (< *oter agudo), cerro al norte de Topas. El nombre de lugar Utero, documentado en
1265 (García Martín, 1982), pasó a ser el actual Otero de Vaciadores [alq. de Barbadillo]
(Madoz, p. 168b).
Cerca de Venialbo (MTN 397-IV) figura el topn. La Parva como sinónimo del también
topn. El Utero. El Lutero en Tagarabuena y Toro (Zam.). Quizás emparentado, Los
Torruteros, en Zarza de Pumareda. El Lutero es paraje de San Pedro Manrique (Soria).
Como hipótesis secundaria, se ha puesto en relación alguno de los topns. lutero con lat.
LUTUM ‘lodo’ (Cortés Vázquez, 1989); ello lo asimilaría a los topns. gallegos lodeiro,
ludeiro (Rivas Quintás, 1982; p. 128-129). Por razonas fonéticas (inexplicable la no
sonorización de /t/), no parece viable esta explicación Algunos topns. menores, sin
embargo, suscitan dudas, dado su contexto muy favorable a la extracción de légamos:
Charca de Lutero y Prado del Lutero (Pajares de la Laguna; MTN 453-I). Blasco y Rolandi
(1995) en su estudio sobre los humedales del oriente armuñés citan este topn. como Prado
de Lutero.
Majás, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Majadas (1856 REG 12; Coca, 43; Cofr.
Var.; Tablón)
TOP. ASOCIADA: Los Oyos de las Maxadas (CME-seg; CME-ecl); lindaban con el cº de
Castellanos.
Caño de las Maxadas (CME-seg; CME-ecl).
Se recuerda Las Majás como un paraje a levante del cº Hondo de Castellanos, cercano a la
Cama la Moza. En un documento testamentario de 1907 se menciona una tierra “a la
Majada o Cama la Moza”.
Dada la cercanía a los Praízales, cabe suponer que el topn. se origine en la estabilidad de las
prácticas de majadeo en este entorno. No puede tratarse del mismo procedimiento
actualmente vigente de los rediles de ovejas del espigadero, puesto que para éstas se pone la
corraliza cada año en una (o más) tierras de labor diferentes, para ir rotando sus beneficios.
Sin duda, un suceso anual e itinerante no daría lugar a un topónimo. Por ello, ha de
pensarse más bien en unas majadas permanentes asociadas a un prado o a un resto de
dehesa. Vid. DCECH, voz majada; DEEH, voz MACŬLĀTA. Por ejemplo, en el Barroso,
Portugal, consta esta acepción para malhada: ‘terreno en la sierra donde pastan las vacas’
(Guimaraes, 2002).
Majuelos, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Majuelos (Coca, 154) (Cofr. Var.). Actualmente
se recuerda con dicho nombre un paraje en el cº de Valdunciel, no lejos de los Samorales.
La referencia a majuelo ‘viñedo de reciente plantación’ configura un topn. poco arraigado,
de localización inestable. Parece, en efecto, que otro topn. Los Maxuelos (CME-ecl), Majuelos
(REG 71) estaba situado en el cº de Forfoleda o de las Viñas. Véase DCECH, voz majuelo.
Malasemana
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Como paraje calzudo consta una sola vez:
Malasemana “se siembra los años de nones” (Ánimas). En Forfoleda, en cambio, es
abundantemente registrado (Coca Tamame, 1993). Se recuerda como paraje lindero con
Forfoleda. En CME-Forfoleda se menciona una tierra próxima al cº de Forfoleda a Calzada
“al lado de Mala Semana”. También se cita una tierra del cabildo, situada en Mala Semana y
el Encinal (136 fanegas), que lindaba por el este con el prado de Valde Juan del Rey y tierra
del Bº; por el oeste con Prado Redondo y de Valdebotija; por el norte con cº de Calzada; y
por el sur con Valdebotija y cº de Forfoleda a Castellanos.
Es difícil aventurarse a una propuesta etimológica. A pesar de la homonimia es improbable
buscar origen común con el topn. Val semana, aldea de León citada en el Libro de la Montería
(1350) y a la que Alfonso IX acogió bajo la tutela regia (Rodríguez, 1981). Tampoco parece
fonéticamente defendible partir de *Val Ximena, o valle de un propietario de nombre
Jimeno, análogamente a los topns. de Ledesma Valdejimenas y de Santiz Valdejimena.
Más atendible es una explicación basada en alguna conseja o chascarrillo rural (folktopónimo): la tierra de Malasemana, por su extensión o por su calidad, obligaría a pasar una
semana entera pasando penurias, tal vez por la dificultad de la labor de arada. En Cataluña
y Valencia son frecuentes los topns. del tipo Malany (mal año), explicables por la
improductividad del terreno (“pretenen que no s’hi cull res de bo”, OC, voz Malany).
También Malhivern (‘mal invierno’).
Malrato
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Malrato (CME-seg; CME-ecl; 1900 REG 37824157). Eran tierras comprendidas entre el cº Travieso, el cº la Aceña y el carril de Susaños.
La paronimia con el nombre antiguo de Benavente (Zamora), Malgrado o Malgrad, no sirve
de asidero para su interpretación. Hipotéticamente, Malrato podría entenderse como *Val
Rade, con la frecuente confusión entre labiales m- y b- (moñiga y boñiga; muñuelo y buñuelo). La
Rade es un paraje muy próximo a Malrato, y podría pensarse que ambos topónimos son
formas asociadas. La evolución desde un *Malrade hasta Malrato se explicaría por
etimología popular.
No se ha de descartar tampoco una explicación de tipo folklórica análoga a las propuestas
para Matahijos y Malasemana: en este caso se trataría de un paraje que se labra pronto, pero
con mortificación, bien por la dureza de la faena o por la escasez de los rendimientos. Se
trataría de una zona tendente a embarrarse, con suelos pegajosos, de difícil labor de arada.
Manzanos, El Caño [de] los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño de los Manzanos (CME-ecl): lindaba por
el norte con el Prado de la Vega. Manzanas, Caño de las (Coca, 158). Caño de los Manzanos
(Ánimas); Caño Manzanos (REG 67). Es un caño que baja de los Cerezos y desagua en la
Vega. Está por la zona de la segunda alameda.
En tº de Valdunciel existe un paraje de Los Manzanos (hoja norte), a corta distancia de la
población. Ya se documenta con igual nombre en el CME.
Martibáñez, El Prao [de]
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Martibañez ocupaba 9
huebras de pasto de 1ª (CME-seg). Lindaba al N con el cº de Forfoleda y al S con el cº de la
Azeña. Martibáñez (1864 REG 2; Coca, 32) (Ánimas) [con referencia al prado] (Tablón). Se
parceló posteriormente como huerto familiar, para paliar las penurias de la posguerra.
TOP. ASOCIADA: Por zima de Martibañez (AC29)
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es ciertamente un nombre de
propietario. Dado lo común del nombre (equivalente a un contemporáneo Martín Ibáñez o
Martín Yáñez, Martín Juanes, port. Martim Eanes), es difícil ligarlo históricamente a un
propietario específico. Sin embargo, dadas las estrechas conexiones de Calzada con el
cabildo de la catedral de Salamanca, es verosímil que se trate del canónigo mencionado
como testigo en una carta de compra de 1274: “Martin Yuanes, clerigo del cor... de la
elglesia de Sancta Maria”, es decir, de la catedral de Salamanca (Martín et al., 1977).
La forma fusionada nombre + apellido era común en el Medioevo: un “Martiuannes,
escrivano público de Avila” firma un documento en 1263 (Barrios, 1981). La caída de la –
n- por fonética sintáctica se registra en otros topns. provinciales: Martiago, Martillán,
Martihernando, cuyas segundas partes son respectivamente Yago, Illán <Iuliani, Fernando.
Matahijos
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Matahijos (Castellanos de V.; Coca, 160). Figura
como topn. de Valdunciel en CME-Valdunciel. Se evalúa su distancia al pueblo en 1/ 4 de
legua. Lindaba por el sur con el cº de Valpero (camino de Valdunciel a la zona de la actual
estación).
En Calzada se recuerda como topn. situado al final del Prado de Carrerinas, ya en la raya
con Valdunciel y con Castellanos. Eran tierras buenas.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Este tipo toponímico es muy
común. Se considerarán primeramente dos posibles interpretaciones, para llegar después a
una tercera que parece más verosímil.
(1) Se ha interpretado habitualmente como alusivo a terrenos tan infértiles o tan ásperos de
labrar, que dárselos en herencia a los hijos equivalía a condenarlos al hambre. Compárese
Vacíatrojes, en Valdelacasa de la Calzada, Toledo, y Vacía paneras (Aldearrodrigo; Coca, p.
208), que aludirán a tierras improductivas, que dejan vacíos los graneros. Véase el
equivalente catalán Buida-sacs (OC). Sin embargo, esta hipótesis, muy plausible en general, se
choca en el caso calzudo con (a) la buena calidad de las tierras así designadas y (b) la escasa
tradición de propiedad y herencia vigente en un pueblo donde casi toda la tierra pertenecía
a instituciones eclesiásticas y a nobles ausentes.
(2) De ahí que no se pueda descartar otro origen, tal vez asociado al hallazgo de una
necrópolis donde la pequeña estatura o el estado de ovillamiento de las osamentas haya
dado pie a la creencia popular en algún episodio de matanza de niños. Como refuerzo de la
interpretación arqueológica del topn. Matahijos, cabe citar en Beas (Huelva), la existencia de
un paraje de Matahijos, probable asentamiento del Bronce, en el que se han hallado
múltiples enterramientos en forma de cistas, así como ajuares de cuencos, cazuelas
carenadas y algunas hachas pulimentadas (Gordón y Ruhstaller, 1991). Análogamente son
topns. de origen arqueológico, explicables por la atribución fantasiosa a los moros de
muchos hallazgos ―enterramientos, tesoros, monumentos― los de la abundante serie
Matamoros (“a do dizen Matamoros”, paraje próximo a Villalpando: Vaca Lorenzo, 1988).
También puede postularse un origen directamente histórico, ligado a algún suceso
sangriento, aunque estas explicaciones son menos verosímiles dada la gran difusión del
topn.
(3) Pero es mucho más verosímil, sobre todo en el caso de Calzada, suponer que el topn.
toma su origen en comentarios jocosos de renteros y propietarios referentes a la lejanía del
paraje con respecto al casco del pueblo. Los hijos y las mujeres eran los encargados de traer
la comida o el agua a los que andaban en las tierras; siempre que las tierras eran lejanas
surgían quejas y protestas. Por eso, las tierras muy apartadas, como es el caso del Matahijos
calzudo, obligaban a un duro trabajo para ir y volver. Formas toponímicas comparables, y
también de semántica jocosa, son los frecuentes Andabalde; en Pereruela de Sayago se alude
con este topn. a unas tierras improductivas y alejadas del casco del pueblo (MTN 396-IV) o
Matamujeres (Guadramiro; MTN 450-III), en ubicación muy remota con respecto al pueblo.
Eran las mujeres y los hijos los encargados de ir y volver a las tierras llevando agua, comida
o recados.
Hay numerosos homónimos, cuya interpretación requiere conocimiento detallado del
terreno y circunstancias. Así un Matahijos en Forfoleda, que lindaba con el cº de
Valderremusgón (apeos de 1568, archivo parroquial). Éste es probablemente el mismo
paraje que entraba en tº de Torresmenudas y que aparece citado en una venta de 1430:
“otra tierra que llaman a Matafijos, que llega a Val de Pero Tello” (Sánchez-Prieto, 1999).
En apeos del s. XVIII de Palencia de Negrilla (AC), se cita La Carre de Matahijos; es sin duda
el mismo Monte Matahijos de MTN 452-II. También Matahijos (Añover de Tormes; MTN
451-II; Valdelosa; MTN 452-I). También se registra un Matahijos (tierras pobres junto a La
Rad, MTN 478-I) y un Arroyo Matahijos (Cabeza de Framontanos, MTN 423-III). Coca
Tamame cita repetidos topns. menores Matahijos (Forfoleda; Añover de Tormes;
Valdelosa), Matacristianos (Juzbado). La antigua Guadaña de Matafijos (próxima a Ciudad
Rodrigo) demuestra la larga tradición de estos topns.
Fórmulas toponímicas análogas son frecuentes; en todas ellas hay que suponer una
circunstancia de particular dureza para la labor, de riesgo para los caminantes o de fatigosa
distancia a recorrer desde el punto de aprovisionamiento: Matamaridos (Mozodiel, El
Campo de Ledesma; MTN 451-I), Matavivos (Villaseco de los Gamitos y Encina de San
Silvestre; MTN 451-III), Matacristianos (Cañizal, MTN 453-I; también en Villalube) y
Matabueyes (La Mata y Valdunciel). Compárese el antiguo ‘sendero de Matachristianos’ en
Gansinos (AC). En Portugal, Matasenhores (DOE, p. 961).
Esta familia toponímica pertenece al tipo verbo+sustantivo, que origina sabrosos nombres
de lugar. Vid. el estudio “Der Typus Guardavalle (Schauinsland) in den romanischen
Sprachen”, Kreutzer, Tübingen 1967. Matabueyes es topn. relativamente común, referido a
tierras duras de labrar, que se repite en La Mata de Armuña (Sca.), Asturias (Amieva), en
Segovia (Cerro de Matabueyes), en Palencia (Arroyo de Matabueyes en Fuentes de Nava;
Matabueyes en Castil de Vela), en Sevilla (Arroyo de Matabueyes, El Coronil), en Cuenca
(Matabueyes, en Fuentes) y en Toledo (Matabueyes, con restos de un antiguo monasterio
visigodo). En Pontevedra, un Campo de Matabois, Caneda. Matagüé era en Cespedosa de
Tormes el nombre de las cuñas del arado, que hacen más ardua la labor para los bueyes
(Sánchez Sevilla, 1928). Hay un Barranco de Mataburros, de ardua subida, en el camino de
Santiago cerca de Viana (Navarra). Matasnos es una colada y un puente sobre la calzada
romana de Cercedilla (Madrid); existe otro Matasnos en la sierra de Cuenca. El Arroyo de
Ahogaborricos en Pobladura del Valle (Zam.), el arroyo Ahogaburros (Villafrechós, Valladolid)
o el río Mataviejas (afluente del Arlanza, Burgos) tendrán una explicación similar.
Compárese el nombre del despoblado de Escuernavacas en la provincia de Sca. (angosturas
entre peñas por las que no pueden pasar las vacas), o el del arroyo de Tumbafrailes , que
debe de hacer alusión maliciosa a las visitas periódicas, con afán recaudatorio, del cabildo
salm., que ejercía plena jurisdicción eclesiástica sobre la Valdobla nullius diocesis; es afluente
de Huebra (Madoz); o el de “plado de Brita Foçes” [=prado de rompehoces], citado en
1352 en la documentación de Valparaíso (Zam.) (Lera et al., 1998). Gordón y Ruhstaller
(1991) citan numerosos ejemplos andaluces de este tipo de topns. tan expresivos, basados
en la aglutinación de una forma verbal y un sustantivo. Por la calidad de las aguas,
Matasanos [arroyo afluente del Cuerpo de Hombre]. Morala (1989) menciona Los Picos de
Matambre, quiñones de ínfima calidad en Jabares de los Oteros, León. En alguno de estos
topns. no es descartable (tampoco en el calzudo, aunque parezca poco verosímil) postular
un origen basado en el apodo de un propietario. Así en Almenara se registra una viña
llamada Matasiete, en un apeo de 1752 (AC), que sin duda tendrá este origen.
Mesón, La Calle del (ant.)
Calle del Mesón (CME-seg). Sitio del Meson (CME-seg). Barrio del Meson (CME-seg). Barrio del
Mesón de Abajo (1860 REG 3360).
Parece tratarse de una calleja perpendicular a la Calzada de Zamora, que iba a dar al mesón.
No resulta fácil aclarar si se trataba de la actual calleja de los Pobres o si –más
probablemente- correspondía a una calle ya desaparecida que se dirigía por las traseras de la
Casa de Concejo hacia la actual ronda de San Marcos. El mesón figura en el CME-seg
como “Casa para mesón al sitio de la Calzada de Zamora”; constaba de cuarto bajo, corral,
pajar y caballeriza, ocupando su frente 32 varas y su fondo 36. Lindaba por el este con
corral de Ana Herrero, por el oeste con Calzada de Zamora, por el norte con corral de
Santiago Hernandez y por el sur con otra calle. Su propietario era Juan Escribano, quien
pagaba un censo redimible en favor de D. Antonio Lopez Abeleyra, beneficiado del lugar
de Pousadas, Galicia. En 1824, el mesón era de José Martín. Posteriormente, con la
numeración de calles, el mesón tuvo de dirección postal C/ de Zamora, nº 1. Melitón
Blanco [que debía las rentas a la Iglesia desde 1839 hasta 1854] era su propietario.
La casa citada en 1860 en el barrio del Mesón de Abajo es la que forma esquina de C/
Zamora con las callejas de Zamora. Probablemente ya por aquella época existía otro mesón
(“de arriba”) por la parte de la actual carretera de Zamora.
En la pañoleta de 1901 se identifican dos paradores en las proximidades del itinerario nº 1
(carretera nacional a Zamora). Se trata del marcado con la letra A (parador de Telesforo
Martín), y el marcado con letra B (parador de Alfonso Cabezas). El primero fue edificado
en las Eras de Arriba, lindando por el este con “aguas que vienen de la carretera nueva”,
por Miguel Blanco Escribano hacia 1874. Pasó a Telesforo-Martín Gómez Andrés, su
yerno. Luego fue comprado por Manuel Ledesma y la tía Cándida. El segundo estaba en la
misma carretera, yera su propietario Ildefonso Cabezas.
Mimbrera, La
La Mimbrera (1878 REG 2590). Paraje no localizado.
Mojón de la Vega, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Mojón de la Vega, El (Coca, 48) (Ánimas). El
Monxon de la Vega (CME-ecl): al norte del cº de Forfoleda. Prado de el Mojon (CME-ecl).
Paraje situado en Boca de la Vega y Prado del Mojón (REG 131). El Colegio de San Vicente
tenía en este paraje un prado de 0.25 huebras y pasto de 1ª. Éste y otros pequeños prados
particulares dan lugar a una duda: ¿cómo se acotaban? Posiblemente, la propiedad de estos
prados, ya en tiempos del CME, era sólo nominal, y los vecinos los usaban como prados
concejiles. Antes es posible que existiese alguna forma de vallado, sea en piedra, o más
probablemente con sebes de arbustos o trenzados de varas.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Por extensión de significado,
mojón pasa a significar a menudo ‘raya, límite’. Estrictamente, el mojón es una piedra de
deslinde, como las que de tiempo inmemorial se han colocado en los límites
jurisdiccionales: “et mando iudici de Zamora quod ponat ibi inter montem et viam unum
lapidem magnum bene afitatum pro termino et procapto in perpetuum duraturum” (1143,
en la donación de Cubo y Cubeto, Rodríguez Fernández, 1990). Mojón procede del lat.
tardío * MŬTŬLŌNE-, lat. clásico MŪTŬLŬS, -I (Nieto Ballester, 1997). La variante monjón se
explica por propagación de la nasalidad, como en manzana (< maçana).
Monte de Huelmos, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Se trata de tierras inmediatas al encinar de
Huelmos, a las que se accedía desde Valdoñegas de Arriba o desde el cº Topas remontando
el cº del Pico Burdión.
TOP. ASOCIADA: “El cº que va para el Monte de Guelmos” (CME-ecl), La Manga del Monte
(CME-ecl) = La Mangada del Monte de Huelmos (REG 96). El Picón del Monte (CME-seg). Picón
del Monte, El (Coca, 10). El Picon del Monte de Huelmos (CME-ecl; 1899 REG 3543).
El Picón del Monte estaba al norte del Bonete Griego, al final del cº del Monte, que salía de
Valdoñegas de Arriba. En la punta de Valdoñegas de Arriba, en efecto, un ramal iba hacia
el Pico Burdión y otro se encaminaba al monte de Huelmos. Algunas encinas llegaban a la
misma raya de Calzada.
Monte Viejo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Parece quedar ya fuera del tº de Calzada. En
CME-Forfoleda se cita El Monte Viejo como prado concejil de 8 huebras, lindante por el
este con la Calzada de Forfoleda a Salamanca (= Cº Travieso) y ya pegando a la Raya de
Valcuevo. El Monte Viejo (Forfoleda, Coca, 49; Valverdón, Coca, 69). En las pañoletas de
1901 figura en Calzada y Forfoleda, pegando a la raya de Valvuevo y Valverdón. Por la
parte de Forfoleda se prolonga en el topn. La Carrascalona. En El monte de Valcuevo, al final
del cº de la Aceña, tenían los quiñones una tierra de 8 huebras y trigo de tercera (CME-seg).
Monte Valcuevo (1850 REG 3460).
Se encuentra al sur del cº Travieso. Como los cercanos parajes de La Rade, La Curta de
Monte Corto y La Carrascalona (Forfoleda), Los Torbiscales, El Espinal o La Carrasca,
parece evocar un pasado en que los encinares ribereños del Tormes se extendían a la parte
sur de los términos de Calzada y Forfoleda. Todavía a comienzos de siglo XX, según la
pañoleta de 1901, el término de Valverdón, justo al sur de la raya con Calzada y Forfoleda,
era en toda su extensión de cultivos herbáceos bajo encinas dispersas.
Muradales, Los
También Los Mudadales. Estaban situados al norte del cº Forfoleda, pasado el regato del
Valle. Se trataba de unas eras de apilamiento del estiércol procedente de curar los corrales,
cuadras, cochiqueras y boyiles de las casas del pueblo. De allí, una vez que el estiércol cogía
tempero se llevaba a las tierras en carros para abonarlas.
Música, Calle de la
Parece tratarse de un nombre reciente, cuyo origen no se ha podido aclarar. Es una calle
paralela a la C/ de los Hidalgos, por la parte sur. En un asiento de registro se identifica una
tierra como “detrás de las Casas, hoy calle de la Música” (REG 33).
Obligación, Calle de la
Figura esta calle en documentos de venta o hipoteca hacia 1860 (Contadurías), donde se
especifica: “calle de la obligación o abasto de carnes”. También es mencionada en el CMEseg: “sitio de la calle de la obligazion de la carne” Se trata sin duda de una calle que iba
desde la Plaza hasta la carnicería del concejo, que estaba a espaldas de la antigua cárcel, es
decir, a poniente del ayuntamiento. El término obligación alude al carácter concesional del
comercio de la carne. El concejo fijaba anualmente unas cantidades ofrecidas
(“prometidas”) a los postores de los abastos de vino (taberna) y carne (carnicería). Parece
tratarse de unas cantidades fijas para satisfacer los gastos fijos de los concesionarios de
estos establecimientos, que rendían beneficios al concejo. Esta misma partida es
denominada en 1750 como “prometidos de taberna y obligación en el tiempo de las
posturas”.
Palomar, El (ant.)
En El Palomar tenían los quiñones una tierra de 25 huebras y trigo de primera.
Palomar, El (Coca, 114). Palomar de tras de la huerta del Beneficiado (CME). Una variante de
interés es La Palomera (CME-ecl). Calle Palomar (1860 REG 2862).
TOP. ASOCIADA: Calle del Palomar (Contadurías, hacia 1860). Probablemente es la misma
calle que luego se llamó Pozo de las Tierras, una transversal que desde la c/ de Sta. Elena iba
hacia levante, flanqueando las traseras de la casa del beneficiado.
Sin embargo, en el registro se identifica una tierra “a las casas de Bernardo, hoy El
Palomar”, lindante por el este con el camino de Castellanos (1873 REG 3505): era de las
Monjas de la Penitencia. Tal topónimo puede haber sido efímero, asociado a otro palomar,
esta vez situado en la subida de la calle Carrascal, ya al final de la cuesta.
El palomar a que aquí se alude es el que parece haber estado en las traseras de la huerta del
cura, que no es recordado por los vecinos. Actualmente la casa rectoral conserva unos
mechinales para palomas en su lienzo sur, pero el palomar que origina el topn. sería con
seguridad exento. Se recuerda aún un palomar que estaba sobre el teso de la cuesta, cerca
de la actual plataforma del depósito. Era de materiales endebles y fue derribado antes de la
guerra. Se adivina este palomar en la foto de los pontones incluida por Gómez Moreno en
el Catálogo Monumental. Provincia de Salamanca (tomada hacia 1901).
Parás, Las
La Parada (REG 5050).
TOP. ASOCIADA: La Laguna de la Parada (CME-seg), en el cº de Valcuevo. Lindaba por el
este con raya de Castellanos de Villiquera. Era zona de trigo de tercera, con algo de
segunda.
La Laguna de la Parada (CME-ecl; Coca, 18; 1862 REG). La Laguna de la Parada y Cº de
Valcuevo (CME-ecl).
Se registra un topónimo aislado, La Parada, en el punto donde se bifurcaban el camino de
Topas y el del Pico Burdión (1901 PÑL); pero tal referencia parece incierta.
Las Paradas estaban en la raya de Valcuevo, muy cerca del camino de Valcuevo, justamente
antes del punto en que el camino empezaba a descender hacia la alquería. La pañoleta de
Castellanos lo sitúa también en su propio término, entre el camino Travieso, que va
Forfoleda, y un ramal que moría al llegar a la raya, el llamado cº de Torresmenudas.
No se recuerda una laguna en este entorno, aunque sí la había, ya en término de Valcuevo,
en la bajada hacia la alquería.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Los numerosos topns. portg.
Parada o Paradela han sido interpretados como rellanos o descansos: “é sempre uma subida,
em cujo termo se descansava mais ou menos, ou se fazia paragem ou ‘parada’” (Almeida y
Silva, 1995). Con un significado semejante se registran en ámbito catalán topns. cuya base
es el lat. PAUSA ‘parada, reposo’ (OC, voz La Pava).Véase también en OC el topn. menor Lo
Reposador dels Bous ‘el descansadero de los bueyes’. Almeida (DTP, p. 458) apunta en
Portugal algunos topns. Parada, Paradela, Paradinha, que generalmente serán alusivos a un
rellano propicio para el reposo de caminantes al término de una cuesta. Análogo sentido
tiene el topn. Pousafoles (posa-odres). En Galicia, son frecuentes los topns. del tipo Alto do
Posadouro, Chan do Posadouro (Cabeza Quiles, 1992): “más que a un parador o mesón,
parecen referirse a una superficie llana o reposadero natural del terreno”. En Salamanca, ha
dejado progenie toponímica: Parada de Arriba vulgo de los lecheros, en 1265 Parada de Suso;
Parada de Abajo es la actual Villaselva; Parada de Rubiales. El Teso de la Parada, en Argujillo
(MTN 425-II).
Las Parás de Calzada aluden probablemente al descansadero natural que proporcionaba este
altozano a quienes regresaban de las aceñas o de Valcuevo, ya fatigados tras la larga subida.
Pedragales, Los (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Pedragales (CME-ecl): lindaba por el Norte
con el Prado de los Praízales.
Caben dos posibilidades. Podría tratarse de una variante ocasional del topn. actualmente
llamado Las Piedras. Nótese que el topn. Los Cascajales (ant.) no representa una
denominación alternativa del mismo paraje, puesto que su localización era al norte del
pueblo. La forma pedragal ‘pedregal’ es común en la toponimia de la zona.
Lo más verosímil, sin embargo, es que Los Pedragales sea un mero error de copista por Los
Pradizales.
Perales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En Los Perales tenían los quiñones 7.5 huebras
de trigo de segunda. Lindaba por el oeste con el cº de Valcuevo (CME-seg).
Perales, Los (Coca, 104). Herales (Coca, 138) (error por Los Perales). Perales (REG 127). No ha
de confundirse con el Camino del Peral, que estaba a oriente de la cuesta del cº Topas.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Compárese Torreperales, alquería
de Negrilla. En La Mata es citado en documentos del s. XVIII La Perala, que preserva la
forma femenina originaria en las hablas leonesas, con pseudo-corrección del sufijo (véanse
los ejemplos aducidos bajo Los Igales). El topn. Perala se repite en Aldeaseca (Coca
Tamame, 1993). Cabo Alonso (1955) sugiere que el paisaje medieval de la Armuña se
parecería al de la actual Tierra del Vino, con frutales dispersos. Los topns. El Almendro
(Villaverde), Higuera y Cerezo (El Pedroso), Nogal (Aldeaseca) avalan esta tesis.
Posiblemente, se trataría de arbolado de secano, análogo en sus requerimientos a las
guindaleras o josas que se plantan en terreno de viñas en Villamor, El Maderal y otros
pueblos de Tierra del Vino. Las Ordenanzas de Salamanca establecían que cada aranzada de
viña debía contar con 6 pies de árboles (Rupérez y Lorenzo, 1994), probablemente frutales
según Cabo Alonso. Otros pequeños plantíos irían asociados a huertas o a prados
húmedos. En Calzada se constatan topns. similares: El Caño de los Manzanos, Los Igales,
Los Cerezos. En Valdunciel, Los Manzanos.
Perdigón, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En El Perdigón tenían los quiñones una tierra de
16 huebras y trigo de primera, que lindaba por el este y norte con el Prado de las Carrerinas
(CME-seg). El Perdigón (Coca, 109; 1899 REG 3551) (Tablón)
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Puede compararse con el nombre
del pueblo de El Perdigón (Zam.) y proponerse para ambos la vinculación al lat. PĔTRA‘piedra’, con sufijo expresivo *PETRĬCONE-, que muestra el mismo elemento de enlace o
interfijo –eg– que pedregal o pedregoso. Así, por ejemplo, el topn. menor El Pedrigüelo, en
Estébanez (León) (Martínez Martínez, 1985). No es descartable analizar el término como
resultado de una segunda sufijación –one- sobre un primer sufijo de carácter autóctono
prelatino. Sin embargo, de este hipotético sufijo inicial en –eku– no quedan rastros en que
se aplique aisladamente a PĔTRA, a diferencia de lo que ocurre con el sufijo –occu– latente en
los tops. asturianos Pedroco, El Pedrueco (García Arias, 1977) y los portg. Pedrogo, Pedrógão,
Pedrógãos, que Almeida Fernandes (DTP, p. 465) deriva de un lat. *petrocanu-, originado a su
vez en un lat. *PETROCU-. Otros topns. portg. de igual morfología (DOE, p. 1147):
Pedregoso, Pedregulho, Pedregueira, Pedregões. En cualquier caso, la evolución desde un *pedragón
‘piedra grande’ hasta Perdigón habrá sido facilitada por atracción al apelativo común perdigón
‘pollo de perdiz’. Almeida (DTP, p. 464) no encuentra ningún “pedregão” en origen, pero sí
cree fundado la derivación mediante sufijos a partir de “pedrago”, así como la derivación
desde el hipotético lat. *PETROCU-; en la toponimia de Salamanca es frecuente Pedragales.
Cabe pensar, a juzgar por la aplicación toponímica de los ejemplos aducidos, que Perdigón
hace referencia a una piedra singular, probablemente arqueológica: un marco o piedra
divisoria, un menhir, un miliario. El significado sería por lo tanto idéntico al de pedrón
‘piedra de marco’, término común en la toponimia de Los Oteros (León) (Morala, 1989), o
al del portg. pedrão o padrão. Compárese el Menhir de Padrão en el Algarve portugués. Vid. la
cita aducida por Machado (DEP): “acharom sobre uũ pedram letras escritas dentro da
pedra” (s. XIV), con clara alusión a una inscripción antigua. De esta misma base se derivan
los abundantes topns. Padrón, Padornelo, del cuadrante noroccidental peninsular.
Dado que el trazado de la calzada romana Iter ab Emerita Asturicam, que ligaba a la actual
Mérida con Astorga, discurre por las inmediaciones de los dos tops. (Roldán Hervás, 1971),
puede aventurarse la conjetura de que se trate en Calzada, así como en el pueblo zamorano
de El Perdigón, de una referencia a un miliario o mojón viario romano. La litología de estas
zonas excluye la alusión a una roca salediza natural, hecho totalmente ausente de los
paisajes planos y sedimentarios propios de ambos casos. Sería útil confrontar la situación
del topn. menor de idéntico nombre, El Perdigón, en Montamarta (citado por Cortés
Vázquez, 1989), dada la proximidad de este pueblo a la misma vía romana. Cortés, que
interpreta Perdigón como un mero ornitónimo, considera sin embargo que el cercano pueblo
de Piedrahíta de Castro perpetúa el nombre de una piedra miliaria ligada a la calzada romana.
Una explicación opcional es la de interpretar perdigón como sinónimo de ‘mojón, piedra de
deslinde’. Los tops. menores El Pedrón, en Corrales del Vino, y en Madridanos (rayano con
Villaralbo), corresponderán en cambio a mojones delimitadores entre términos
municipales. La misma función delimitadora deberá de haber tenido El Perdigón, otro
microtopn. salm. (MTN 423-III), dada su exacta situación en la larga linde entre Cabeza de
Framontanos y Trabanca. Sanz Alonso (1997) cita un topn. menor en Valladolid, El Perdigón,
que interpreta a partir del nombre común ‘pollo de perdiz’. Sin embargo, su ubicación
(“linda con la raya de Fuentes y el camino a Valladolid”) es favorable a la pertenencia al
grupo PĔTRA, con la acepción antes indicada, ‘mojón, hito’. Quizás pueda decirse lo mismo
sobre el paraje llamado El Perdigón (Linares de Riofrío, Sca.; vid. Ramajo Caño, 1985). En el
mismo término existe el topn. Arroyo de la Perdiguera, que podría ser interpretado como
doblete de *pedreguera ‘pedregal’. En el vecino Valverdón consta también un paraje El
Perdiguero (1901 PÑL).
En el topn. de Calzada, alejado de los confines del término, parecería en principio
descartable la referencia a un límite municipal antiguo; sin embargo, no ha de olvidarse la
antigua jurisdicción separada de Aldeanueva, cuya raya con Calzada debía de pasar cerca de
aquí. Queda por lo tanto en suspenso la decisión sobre el significado del topn., que tanto
pudo designar un resto arqueológico (preferentemente miliario) ligado a la vía romana,
como una piedra grande de deslinde entre Calzada y el extinto término de Aldeanueva.
Pico Burdión, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Picobujdión (lectura errónea); Pico Guardión
(Coca, 86). Pico Burdión (Ánimas) “una tierra al camino de Topas, que ba para el pico
Burdeon” (Tablón). Pico Burdión (REG 93, 94). En un testamento de 1935, aisladamente
consta como “Pico Burrión o Burdioso”, seguramente por copia inexacta. En la pañoleta
de 1901 figura el llamado Camino de Pico Gurdión (1901 PÑL).
TOP. ASOCIADA: Prado del Pico Burdión (1899 REG 3541). Camino del Pico Burdión (CME);
salía de Valdoñegas de Arriba hacia el sur. En el mismo punto, de Valdoñegas de Arriba,
otro ramal se dirigía al Monte de Huelmos. Entre el cº del Pico Burdión (por el este) y el
prado de las Valdoñegas (por el norte) tenían los quiñones una tierra de 14 huebras y trigo
de tercera (CME-seg). Había un camino que desde la Redonda se dirigía al “sitio del Pico
Burdion” (CME-seg). De otras referencias del CME se desprende que el Pico Burdión
estaba cercano a la raya de Huelmos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: no parece fácil concluir su
significado. Si borde ‘filo, extremidad’ fuera voz con arraigo autóctono en las hablas leonesas
podría postularse para Pico Burdión un significado como ‘pico o esquina que forma borde o
linde entre dos jurisdicciones’. La hipótesis, sin embargo, se ve muy debilitada por la falta
de vigencia castiza de borde en el entorno lingüístico antiguo de Calzada. Esta voz tuvo una
difusión tardía, a través de la indumentaria, la literatura de caballería o la náutica. Más
desusada aun es la forma verbal bordear, de la que hipotéticament habría podido derivarse
burdión, como tragón de tragar, hincón de hincar, añusgón de añusgar.
En las hablas leonesas, en efecto, es muy abundante el uso del sufijo –ón para originar
deverbales con valor semántico de participio agente: patatas añusgonas, en La Huebra (Cortés
Vázquez, 1957), son las que causan atragantamiento (añusgar ‘atragantar’). El mismo autor
menciona el nombre del vencejo en esta comarca, chirrión, es decir, el [ave] que chirría con
voz estridente. En Puerto Seguro, coco relumbión es la luciérnaga, es decir, ‘bicho que
relumbra’ (Lorenzo, 1949). Unamuno recogió, junto a morrar ‘embestir, arrancarse, cornear’,
el adjetivo morrón ‘[toro] bravo’. Morán Bardón (1924) anotó en Salamanca este cantar:
“estrellita guiona, / ¿cómo no guías/ a mi amante de noche / y a mí de día?”. También
Morán (1954) registra el dicho salm.: “al pobre porfión, limosna le dan”. El uso agente del
sufijo –ón ha sido también común en todo el dominio del castellano, como atestigua la
difusión de voces como comilón, meón o cagón. Sin embargo, en ámbito leonés ha tenido
mayor productividad el sufijo. En el sur de la provincia de Sca. se recoge el cantar: “ya
vienen los vendemones / ya vienen a vendimiar / vienen a cortar la uva / y comerse la
mitad”. Vendemones es ‘vendimiadores’. En Palacios del Arzobispo (2001) se recoge otro
cantar: “a los niños, rebojillos, / y a los grandes, rebanás, / y a los frailes pedingones, / que
se vayan a ganar”. Compárese el nombre de oficio regatón, recatón (de *RECAPTARE)
‘vendedor al por menor’, que ya se usa en el Fuero de Salamanca (Alvar, 1982).
En acepción topográfica, fincón es en Sayago la laja de piedra clavada verticalmente para
formar vallados. En Estaquillas de Abajo, Ledesma, Coca Tamame cita una Nava Picona,
donde picona está en función adjetival: ‘la nava entrante, que pica o toca por un punto’. El
topn. Mirón en Linares de Riofrío (Ramajo Caño, 1985) designa un lugar eminente, desde el
que se abarca un extenso panorama. Sin embargo, parece improbable que bordear haya
engendrado una forma bordeón, dada la escasa antigüedad de este verbo y su baja
productividad semántica en la zona. Así pues, puestos a perseverar en la sospecha de un
valor de participio agente en –ón, es preciso buscar otro verbo (¿guardar, con epéntesis
posterior de una /i/ dando guardión?) de significación afín.
Bordión, -a ‘burdelero; ramera’ es voz injuriosa usada por Lucas Fernández (Farsas y Églogas)
y en la Pícara Justina (Diccionario Histórico de la Real Academia, 1936, B-Cevilla) tal vez
emparentable con burdel o con las formas aragonesas y catalanas borde, bord ‘bastardo,
bravío’, con la misma /i/ epentética, muy común en las hablas leonesas. No queda a mano
ninguna conexión congruente en lo semántico para enlazar esta voz con la del topn.
calzudo.
Expuestas las anteriores hipótesis, ambas débiles, cabe proponer una tercera, no menos
incierta. Tuvo vigencia en las hablas noroccidentales una voz bordón, de origen
transpirenaico (francés bourdon, y francés antiguo behourder ‘hacer justas arrojando un tipo de
lanzas’; véase DECat., lema bordó), con valor de ‘bastón de peregrino; lanza de torneo’. Una
forma variante es bofordo, actual bohordo, término aplicado a rejones o a plantas de aspecto
lanzal. En el Fuero de Salamanca (Alvar, 1982), bofordador es ‘el que arroja lanzas contra el
tablado’. Podría pensarse que haya existido una variante popular de bordón o bohordo, con
epéntesis leonesa, *bordión, y que el topn. calzudo se originase de una estaca o palo de
deslinde. Epéntesis similares se registran en las voces leonesas barrial ‘barral’, marcio ‘marzo’.
Así pues, el Pico Burdión habría sido en origen *El Pico del Bordión (es decir, el pico o
ángulo de la estaca’, en pronunciación descuidada *El Pico’l Burdión. Una disimilación entre
líquidas habría llevado hasta la forma actual. En Cataluña se registra un topn. Bordons, que
Coromines (OC, voz bordó) pone en relación con bordó ‘bastón de peregrino’, sugiriendo el
parecido con éste de alguna forma del terreno. El topn. calzudo podría originarse, por
ejemplo, en un ángulo donde el deslinde fuese marcado por un palo hincado, asemejable a
un bordón.
Piedras, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Piedras, Las (Castellanos, Coca, 132) [linda con
Valverdón y Castellanos]. Se recuerda como zona abundante en piedras sueltas de cal. Era
terreno lindante con Valcuevo. La pañoleta de Valverdón (1901) sitúa sin embargo Las
Piedras a poniente, ya casi en el trifinio Forfoleda-Valverdón-Calzada.
Podía parecer que el topn. ocasional citado en el CME, Los Pedragales (CME-ecl) (estos
últimos lindaban por el Norte con el Prado de los Praízales) es variante del mismo topn. o
aluden a la misma circunstancia litológica. Pero es más probable que Pedragales sea una
errata (vid.).
Queda sin embargo la duda acerca del contenido semántico del topn. Las Piedras: ¿designará
unas tierras pedregosas, en analogía y continuación del vecino Jarandilla?, ¿o aludirá a la
ubicación de una línea de mojones o hitos separadores del tº de Calzada y el de Valcuevo y
Castellanos? En favor de esta última opinión estaría el hecho de que Las Piedras figura, en
sus dos ubicaciones propuestas, justamente en un límite municipal. Hay que separar del
topn. El Cascajal, de ubicación desconocida, ya que en Calzada se distingue bien el cascajo,
como piedra guijarreña, de la piedra caliza. Había cascajo por el cº Topas.
Pillitero, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Pellitero (CME-seg). El Pillitero (CME-ecl).
Pellitero (REG 96, 112; Coca, 152)
Está al sur de Valdoñegas de Arriba, al oeste del cº del Pico Burdión.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En zona de influencia leonesa,
pellitero era el tratante en pieles o peletero. Así figura en el Fuero de Cáceres: ‘Pellitero que
castrare penas: Todo pellitero que las pennas (= pieles) de coneios o de corderos castrare,
pectet I morabeti al castiello’. Como apellido de oficio ha pervivido hasta nuestros días. Un
“don Assensio, pilitero” figura en una escritura de venta fechada en 1272 del Monasterio de
Carrizo (León).
El topn., sin embargo, debe de tener otro origen, puesto que los oficios de propietario rara
vez perviven como tal en la toponimia: es lo común que se fijen a través del femenino
predial: así La Alfayata (Moralina de Sayago; MTN 396-I) es la tierra o cortina de un
alfayate. Hay algunos topns. comparables, como La Pillitera (Berganciano; MTN 450-II) y
Los Piliteros (Carrascal de Barregas; MTN 478-I). Font Quer (1962) anota como
denominación local del espino albar (Crataegus monogyna) la de pirlitero; en gallego y
portugués, se recogen los nombres perilloteiro bravo, pilriteiro y pirliteiro; también cita el
refrancillo: “Pilriteiro que dás pilritos: Porque nao dás coisa boa? - Cada um dá o que tem
segundo a sua pessoa”. Pires Cabral, en su relato breve O Diabo Veio ao Enterro (1985),
define así el pilrito: “É assim um fruto a modo duma amêixoa braba, azedo c'mò rabo do
gato, que a bem d'zer nim os pássaros le metem-no bico”. Se desprende que los pilritos son
las frutillas del espino, rojas y brillantes, pero ásperas y escasamente alimenticias. Pero es
posible que se haya producido confusión, como suele ocurrir con las denominaciones
botánicas, y que los pilritos fueran más bien las frutas del pirúetano o galapero (un peral
silvestre que abunda cerca de Calzada, por ejemplo en el monte de Casablanca; Pyrus
bourgeana). Ello estaría en consonancia con la aparente etimología de perilloteiro y pilriteiro a
partir de formas diminutivas tales como *perilla o *pírola procedentes del lat. piru- ‘pera’.
El sufijo es habitual en portugués en la formación de nombres de árboles frutales
(nespereiro, ameixeiro...). El topn. actual Perliteiro (concejo de Paredes, Portugal) es
atestiguado como Perliteeyro ya en 1258 (DOE, p. 1164). Los topns. Peliteiro y Peliteiros,
también en el norte de Portugal, pueden también originarse, no en el oficio del propietario,
sino en la presencia de arbustos perliteiros ‘espinos albares y especies afines’.
Pizarra, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En La Pizarra tenían los quiñones una tierra de
5 huebras y trigo de primera. Limitaba por el este con el Cº de la Azeña y por el oeste con
el Prado de Martivañez (CME-seg). La Pizarra (1879 REG 2681; Coca, 112) (Bº).
TOP. ASOCIADA: El Picón de la Pizarra (Contadurías, 1849): probablemente es el ángulo
agudo que formaba el cº la Aceña y el Prado Martibáñez.
El Valle de la Pizarra (CME-ecl). Posiblemente se refiere al trozo de este paraje más
próximo al Valle; es la zona donde ahora está el cementerio.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay que separar este topn. de los
nombres de lugar transparentes como El Pizarral (un arrabal de la ciudad, un pueblo y una
alquería de la provincia de Sca.) o, con idéntico nombre, el topn. menor de Piedrahíta de
Castro (Zam.). Todos ellos aluden a un hecho manifiesto, la naturaleza pizarrosa de los
suelos, que se expresa entre otras cosas en la arquitectura popular. En el nombre de lugar
calzudo, nada en la facies del terreno puede justificar este nombre, pues la pizarra está
absolutamente ausente del paisaje litológico de la Armuña.
La Pizarra, Las Pizarras constan como topns. menores cerca de Vega de Tirados (MTN 451IV). En área claramente no pizarrosa, cabe citar Cº de la Pizarra y Pizarro (La Vellés; MTN
452-II). La Pizarra (en el cº de Carbajosa a Palencia de Negrilla) es topn. documentado en
un apeo de 1620 (AC). La Pizarrita en Zarza de Pumareda. La Pizarra es topn. menor de
Valladolid, que Sanz Alonso interpreta como arqueológico. La acepción más verosímil es la
de ‘lápida, leyenda’. En Muelas del Pan se registran dos topns. enigmáticos: Pizarragrallo y
Pizarro los Lobos. También en Pereruela Pizarro (MTN 396-II). Pizarro es la cumbre de un
teso en Navasfrías (mtn 573). Referencias análogas: la fuent de La Piçarra, en la zona de
Trujillo (Cáceres), aparece mencionada en una donación de 1344 (Sánchez-Prieto, 1999).
En Villalba del Pinar, Ávila, se hace referencia en un documento medieval a una Vinna de la
Piçarra (Barrios García, 1981).
En estos casos, en que no hay un suelo pizarroso que justifique el topn., ha de pensarse en
explicaciones arqueológicas o de otro tipo. El hallazgo local de una lápida o de una estela
puede haber dado lugar al nombre. Otra explicación sería la de suponer que el topn. se ha
formado por alusión a una heredad cuyos títulos estuvieran inscritos en una pizarra en la
iglesia. *La tierra de la pizarra designaría a una posesión fundamentada en una donación o
manda, y de la que el pueblo fuera consciente a través de una inscripción en pizarra,
análoga a los tablones de aniversario que han llegado hasta nuestros días en la sacristía de la
iglesia.
Una explicación alternativa podría basarse en alguna acepción litológica secundaria que
hubiera adquirido pizarra en el occidente ibérico. En efecto, en Portugal parece registrarse
piçarra con el valor ‘terra misturada com areia e pedras’ (DOE, p. 1172; Guimaraes, 2002):
con esta acepción explica Machado los abundantes topns. Piçarra en el sur del país. Sin
embargo, cabe dudar de este significado, que no se comprueba en otras fuentes españolas
ni parece ser congruente con las etimologías propuestas: DCECH, voz pizarra; DECat., voz
pissarra.
Plaza, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Varrio de la Plaza (CME-seg). Es la plaza del
frontón, a la que se distingue de la otra plaza con la simple oposición plaza/corrillo.
La Plaza ha recibido, con mayor o menor fortuna, diversos nombres oficiales. A mediados
del s. XIX se le llamaba Plaza del Príncipe (cf. REG 580). Después de la guerra civil, fue
bautizada Plaza de Salas Pombo. Con la democracia llegó un nuevo nombre: Plaza de la
Constitución; este nombre, de vida efímera, ya constaba en 1862.
Pobres, Calleja [de] los
Nombre popular de la que ahora se llama Calle de la Caridad. El nombre le viene de un
corral particular, cercano a la c/ Zamora, cuya puerta dejaba el dueño abierta para que se
refugiaran de noche los pobres de paso.
Pontones, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Pontones, por antonomasia, son las piedras
pasaderas que flanquean por la izquierda el paso del arroyo de la Vega en el cº de la Cuesta.
Había otros pontones, unos en El Salinar, para pasar el regato del Valle; otros en el cº que
salía hacia Valduercos.
A partir de César Morán (1946) se generalizó la idea de que estos pontones eran en parte
restos de piedras miliarias asociadas a la calzada romana, que “cruza un regato en que hay
troncos de miliarios por pasarelas, desgraciadamente sin letreros”. Roldán Hervás (1971)
retomó esta hipótesis, que en el propio pueblo ha adquirido la firmeza de una convicción.
En cualquier caso, sólo algunas de las pasaderas, las de forma cilíndrica, tienen el aspecto
de otros miliarios encontrados en la provincia. Sin embargo, no faltan voces escépticas, que
se sorprenden de la falta de epigrafía en la superficie de los supuestos miliarios. Esto, a su
vez, se podría explicar por el efecto erosivo de muchos años de crecidas y arrastres de
sedimentos; o porque, ya en origen, los trozos usados para los pontones fueran
anepigráficos. Por otro lado, la proximidad de la antigua ermita de San Sebastián invita a
pensar que parte de las piedras pasaderas provengan del derribo de ésta, que debió de
producirse hacia 1700.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Villaescusa se registra la voz
pontones en la acepción de ‘mojón, hito, marco’ (Álvarez Tejedor, 1989). Este uso atestigua
la función dual de las piedras mojoneras, que podían servir como pasiles de arroyo y como
hitos de deslinde.
Correas (1627), que era profesor de la Universidad de Salamanca, cita el refrán: “Perro
kortón, no pasa pontón”. Su explicación es perfectamente congruente con el uso calzudo:
“’Perro kortón’ es el de kortos pies i paso korto, komo son los zorreros, brakos i otros
gozkes. Pontones son piedras grandes puestas a pasos en arroios, por donde pasan las
personas sin moxarse, i perros grandes; i «pontón» es kada paso, o piedra de akéllas”. Con
esta misma acepción figura sin duda en el topn. Navapontón, mencionado como lindero
entre la tierra de Ávila y Las Navas (Luis López, 1990-1991). También Barrios (1981)
registra en un documento del s. XV una heredad “en las Veguiellas del Pontón quatro
obradas que atraviessan el arroyo” (San Clemente, Ávila). Los topns. Pontão y Pontões son
frecuentes en Portugal (DOE, pp. 1196-1197).
El término pontón es en origen derivado de puente, y el apelativo designaría en principio un
puentecillo precario. La forma habitual de estos puentecillos constaba de una sucesión de
estribos o pilas (piedras enhiestas, estacas, lajas apiladas) sobre las que cabalgaba un tablero
(de palos y céspedes; o de lajas horizontales). Dada la endeblez de la parte sustentada, sería
frecuente que las riadas dejasen sólo en pie los soportes. De ahí la dualidad del término,
que según las zonas y contextos ha designado ‘hilera de piedras pasaderas’ o ‘puentecillo
apto para el paso de personas y caballerías, que generalmente impide el paso de carretas’.
En la zona de Calzada, y hasta época remota, parece generalizado el uso en la primera
acepción. En cambio, más al norte parece haberse preservado el segundo valor: “el paso á
los pueblos para personas y ganados menores, se facilita por unos pontones de zarza con
céspedes y tierra, sostenidos por estacas de madera, que anualmente se llevan las avenidas”
(Madoz, descripción de Jamuz, León). Los Acuerdos del Concejo de Madrid, en el s. XV y
XVI, clarifican esta semántica: “Desde los dos arcos nueuos de la dicha puente, fasta la
estacada de la presa, ay honze pontones, en que se han de fazer honze arcos” (Millares y
Artiles, 1932) y “quel mayordomo haga hazer unos pontones en la Puente Segoviana, para
que no pasen carretas, e que se haga de piedra yeso” (Sánchez y Cayetano, 1987). En el
Libro de las Fundaciones de Santa Teresa se alude también a unos pontones: “un paso que hay
cerca de Burgos, que llaman unos pontones, y el agua había sido tanta, y lo era muchos
ratos, que sobrepujaba sobre estos pontones tanto, que ni se parecían ni se veían por dónde
ir, sino todo agua”.
Portilla, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de La Portilla ocupaba 3.5
huebras de pasto de 2ª (CME-seg). Lindaba por el este con la Calzada a Zamora (¿)
Prado de la Portilla (CME-ecl). Portilla, La (Coca, 40). La Voca de la Portilla (CME-seg). La
boca de la Portilla (Coca, 142). Prado de la Portilla (LAL; REG 135)
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Este tipo toponímico,
extremadamente común, suele estar basado en la metáfora que identifica una angostura de
valle con una puerta, se repite en la provincia: Portillo es alquería de Egeme (Madoz), La
Portilla es un puerto o garganta junto a Arrocastaño (Madoz); el Portillo de Batuecas es un paso
próximo a La Alberca. También se cita el topn. La Portilla, entre otros lugares, en Almaraz
de Duero, Fresno de la Ribera, Campillo, Palacios, Villaseco y Almendra del Pan,
Moreruela de los Infanzones; asimismo, Las Portillas en Bustillo de Oro, El Portillo en
Montamarta o Portillos de lobo en Muelas del Pan. En Villamor de la Ladre hay una Peña la
Portilla. Muy frecuente también es este tipo en la toponimia medieval de Valparaíso (Lera et
al., 1998). En las sierras en torno al Bierzo, hay una llamada de la Portilla, que Madoz
describe así: “es, como lo indica el nombre, una hendidura de la montaña, que forma un
estrecho paso para los valles del lado opuesto” (voz Ponferrada). La Portilla de Calzada, que
es la boca de Valdoñegas, es en todo comparable al topn. portg. Portela de valle mayor,
registrado en 1058 (DOE, p. 1201).
Más próximos a Calzada pueden citarse los topns. La Portilla (Palencia de Negrilla, en la
calzada que iba de Palencia al Torrejón), La Cruz de la Portilla (Carbajosa de Armuña, cerca
de la antigua calzada de Salamanca). Valdeportillo, en Torresmenudas, sólo pertenece a este
grupo en apariencia, pues figura documentado como Val de Pero Tello en una carta de
venta de 1430 (Sánchez-Prieto, 1999); posteriormente Valdeportello en 1568. El nombre de
su propietario medieval habrá sido progresivamente olvidado y deturpado hasta
aproximarlo a la voz portillo.
Esta interpretación oronímica, sin embargo, choca con la escasa entidad orográfica del
paraje calzudo: no se trata de un valle angosto y encajado, sino del tramo final de un vallejo
de escasa incisión en el terreno. Por ello, es mucho más verosímil que portilla aluda aquí a
una barrera o vallado, posiblemente ligado al acotamiento de pastos. Tal vez se trate de un
elemento separador de las eras y la Vega (pastos comunales) de Valdoñegas (que, en
tiempos, debió de ser prado señorial). Con análogo significado aparece un término
derivado en las ordenanzas de Santa María del Monte (León, 1776): “que sea frontera de
castigo desde el día de Todos los Santos [...] el vago de los Trabuezos, desde el huerto de
concejo, que es a donde se pone la portillera” (Behar y Boixo, 2001). En Forfoleda se
registra también el topn. separado Las Portillas en zona de escasísimo relieve (CMEForfoleda), cerca del cº de Salamanca, al norte del prado de los Lavajos. Sinónimo de
portilla en la acepción de ‘cerca para control del ganado durante periodo de acotamiento, o
en los años en que una hoja está en cultivo’ es la voz cerrajas, que se constata repetidamente
en algunas ordenanzas leonesas (Rubio Pérez, 1993): “otras cerrajas […] los años que sean
de panes se hayan de cerrar y estén cerradas el día de San Miguel de cada un año”
(Toralino); “que se cierren las cerrajas del soto el año que estuviese la Vega del Soto de
panes” (Rivas de la Valduerna).
Pozo del Campo, El
Actualmente da nombre a una calle. El nombre antiguo era Calleja del Pozo de las Tierras
(Contadurías, 1860). Figura como Calle Pozo del Campo (1865 REG 459). Sendero del Pozo
(1904 REG 4556). Salía de la c/ de Santa Elena en dirección a levante. Frecuentemente
consta como Calle del Pozo. La pañoleta de 1901 señala todavía un pozo ubicado
justamente a la salida del casco del pueblo en esta situación.
Pozo Vellés, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Pozo Vellés (tomo III: Pozo de Vellés) (CMEseg). Sitio del Pozo Vellés (CME-seg). Pozo de Villés (Coca, 169). Pozo Vellés (Ánimas; REG
64). En las proximidades del pozo había algo de tierra de centeno. El paraje está situado al
final del pueblo, donde la C/ de la Música se reúne con el cº de la Aceña. Subsiste un
brocal macizo, de muy baja altura, dividido por una hendidura, que parece haber sido el del
pozo.
Como posibilidad más verosímil cabe apuntar la de que el nombre Vellés sea el del dueño.
Este apellido existía en Calzada. Por ejemplo, en 1625 se registra en el Libro de Difuntos a
una Catalina Vellesa, cuyo sobrino era Juan Vellés. En Valdunciel, existe un paraje de
Sancha Bellez, indudablemente nombre de propietario (CME-Valdunciel). Parece tratarse
de un apellido de origen toponímico, alusivo a la procedencia en el cercano pueblo de La
Vellés. Que un pozo sea designado por el nombre de su propietario es cosa común; así, por
ejemplo, el Pozo del Tío Gitano (Muelas del Pan).
Prado de Pico Redondo, El (ant.)
Citado en CME-ecl. Lindaba por el oeste con El Tesoro. Parece un topn. ocasional,
descriptivo del mismo prado del Tesoro, al pie del cº Topas.
Praizales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Se alternan las formas Pradizales, Prahizales y
Praizales (CME-seg). Prado de los Pradizales (CME-ecl) “al camino de Castellanos”(Bº).
Vulgarmente se usaba también la forma Los Parizales. Los Praizales (Coca, 120).
Corresponde el topn. a un paraje situado al pie del cº Castellanos. Eran próximos al paraje
llamado del Bebedero (CME-ecl). Se trataba de tierras de trigo de primera.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Florida de Liébana, en la hoja
de Burrinas, figura en un apeo de 1752 (AC, Capellanía de Santa Bárbara) un topn. menor
Los Praizales. Coca Tamame (1993) registra un topn. Pradizal en Villamayor de Armuña.
También se constata en la provincia de Zamora: Praizales (Fresno de la Ribera). Con un
infijo –c- similar en función diminutiva, se registra en Portugal los topns. Pradozelo y en
Galicia Praducelos (DOE, p. 1209). También se repite en Portugal el topn. Praizal, que
Almeida (DTP, p. 491) explica de modo diferente. En Los Oteros, León, se registran los
topns. Praizal, Las Praiceras (Morala, 1989).
Praizal es la tierra que tiene tendencia a encespedarse y a formar prado: el sufijo –izal tiene
por lo tanto una función expresiva de proceso o tendencia; manifiesta un carácter
semántico de contingencia: así en barrizal se expresa un estado transitorio; en la zona
occidental de Asturias, campizar es ‘cubrirse de césped la superficie de cualquier terreno’.
Prao [de] Carrerinas, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Carreras, Las (Coca, 41); Carrerinas, Prado de las
(Coca, 95). Carrerinas [linda con “Calzada Real a Salamanca”] (Bº) (Ánimas). Se extiende
hasta tº de Castellanos; y figura con el nº 18 en la relación de Coca.
TOP. ASOCIADA: La Punta de las Carrerinas (CME-ecl; REG 51). En la toponimia local
referida a los valles, punta (extremidad más alta, aguas arriba) es lo opuesto a boca
(extremidad más baja, aguas abajo).
El prado es prolongación del prado del Valle, aguas arriba de éste. Como explicación del
nombre, parece transparente la vinculación con el ant. carrera ‘camino o calzada’, muy
presente, por ejemplo, en la toponimia de Palencia de Negrilla. Las Seis Carreras, en el tº de
Palencia, hará referencia a un cruce de tres caminos, es decir, seis ramales. En forma
apocopada, carrera ha pervivido como carre- o carri-, lexema que se antepone al lugar al que
va orientado el camino. Así, Valdecaravalverdón en Forfoleda era antes Val de carre
Valverdón (CME-Forfoleda). Carreirinha y Carreirinhos son topns. en Portugal (DOE, p.
360).
Menos explicable, sin embargo, es el diminutivo plural en carrerinas. Dado que por este
prado cortaba la calzada romana, no es descartable que se aluda aquí a algún tramo
especialmente angosto o bien conservado (el diminutivo puede ser expresivo o afectivo).
Un dato de interés, que puede contener la clave para interpretar el topn., es el hecho de que
Carrerinas se repite en tº de Castellanos de Villiquera, justamente al pie del camino de
Salamanca o Calzada Vieja (CME-Castellanos). El denominador común a ambos
topónimos es su ubicación próxima a la antigua calzada romana. Por ello, puede argüirse
razonablemente que Carrerinas es una denominación popular referida a algunos tramos
(quizás enlosados o empedrados todavía en tiempos de los pobladores medievales) de la vía
romana.
Es muy improbable y puede descartarse sin más que se haga referencia en el topn. a una
hipotética abundancia en el prado de las setas llamadas generalmente senderinas, carrerinas o
senderuelas (Marasmius oreades, también conocidas como gusarones en Santiz), dada la escasa
entidad toponímica de este hecho.
Prao Redondo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Prado Redondo, El (Coca, 133; CME-seg). Prado
Redondo (1850 REG 3431; REG 67).
Había otro Prado Redondo (identificable con las Eras Redondas) en Aldeanuevita, a juzgar
por el listado de 1822 de Crédito Público (desamortización de la yugada del convento de
Mínimos de S. Francisco de Paula).
TOP. ASOCIADA: Caño del Prado Redondo (CME-seg). El Valle del Prado Redondo (CME-ecl).
Dado que el Prado Redondo estaba en el Valle, cerca de la fuente del Valle, esta
determinación parece antigua. “El sendero que ba de Prado Redondo al camino de
Valquebo” (CME-ecl) no se recordaba contemporáneamente.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es forma común. En Forfoleda
había un Prado Redondo (CME-Forfoleda) y, similarmente, un Rodillo Redondo (pradito
concejil de 0.5 h). En Muñoyerro (Ávila) se cita en el s. XV un “prado que dizen
Redondiello” (Barrios, 1981). Redondo aquí se opone a alargado. Así en la documentación
medieval abulense recogida por Barrios constan correlativamente dos parajes: Yunqueras
Luengas y Yunqueras Redondiellas.
Quiñones, Los
Citado por Coca (p. 130): Los Quiñones.
No es topn., sino indicador de propiedad comunal. En el CME se expresa el siguiente
título: ‘Propiedades llamadas de quiñones, rezividas por el conzexo de este lugar de Calzada
y sus vezinos a ley de foro perpetuo, el que perteneze al Exmo Sr Duque de Montellano,
Colegio de S. Pelayo de Salamanca, D. Francisco Valenzia y el Conbento de Santa Ysabel
de ella’. El Concejo y sus vecinos pagaban a los ‘expresados en caveza’ un foro perpetuo
que anualmente ascendía a 427 fanegas de trigo y 200 de cebada. Estimando a 14 reales la
fanega de trigo y a 8 la de cebada, salen 7,578 reales de vellón anuales.
En la documentación eclesiástica del CME figura a veces como sinónimo la voz quartico.
Así, el cuartico de los Abolargales es el quiñón del mismo nombre.
Es voz antigua en castellano, procedente del lat. QUINIONE- ‘quinta parte de algo’. En la
documentación antigua tiene un valor semántico menos específico, con la acepción de
‘porción de una tierra, de una yugada o heredad que ha sido dividida’: “comparavi quatuor
quiniones vinee de domna Velesquida” (carta de venta zamorana, de 1216, editada por José
Luis Martín, 1982). En un testamento fechado en 1236 se alude a unas tierras en
Valdeperales (Zam.): “IIIIor quiniones in Valle de Perales, quorum unum fuit domne
Susane, alterus Iohannis Didaci, alterum Petri Criado et domne Gontine, alterum neptis
Alvari Roderici”. Como topn. pervive dando nombre a un barrio de Milla del Río, León.
En Portugal se constata similarmente en los topns. Quinhão, Quinhões (DOE, p. 1227).
Rade, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: “a do dizen La Rade, que haze media fanega,
que linda con tierra de los zensos de este lugar y descaveza en el moxon de Forfoleda”
(AC49): se trata de una escritura antigua, del s. XVII. “A do dizen la Rade y Jarandilla”
(AC49). Consta abundantemente en CME. Rade (1850 REG 3440).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: La voz rad(e) y sus derivaciones
están bien documentadas como arcaísmo léxico en la diplomática medieval; el área inicial
de distribución parece hallarse en la Castilla primigenia (Burgos y Rioja). Tuvo difusión
asimismo el término más al oriente, dentro del sustrato mozárabe de las actuales hablas
catalanas (OC, lema rates). En ambos casos, las pervivencias toponímicas parecen evocar
una significado inicial indeterminado, que fluctúa entre ‘zona boscosa, soto’ y ‘pradería,
dehesa boyal’.
Para el área catalana, Coromines postula el primer significado, interpretando los topns. Coll
de Rates, Barranc de la Rata, Rat y otros como alusivos a espesuras boscosas o sotos fluviales.
Su estudio sobre este grupo léxico en el DECat (voz Rai III) lo pone en conexión con el
catalán rai ‘balsa de troncos, almadía’. Argumentadamente propone apartarse de la base
habitualmente aceptada, el latín RATIS ‘balsa’, para postular una raíz prerromana *ra-di de
ámbito indoeuropeo. De ésta descenderían también el latín RĒTAE ‘árboles de ribera, que se
asoman a la corriente’, y RIDICA ‘soporte de viña’, de donde procede a su vez el español
rodrigón. De acuerdo con este origen, cabría suponer para rades un sentido próximo a
‘bosque, soto, arboleda, fustal’.
Sin embargo, en el área paleo-castellana, nada permite asegurar este valor semántico. En
efecto, en el Fuero de Miranda de Ebro se emplea profusamente el término rad, rades como
‘dehesa boyal, pradería para descanso de vacas’. En comparación con otros fueros, Leal
(1991) observa que se usa en zona riojana y castellana como sinónimo a sel ‘majada’, que es
el apelativo preferido en los documentos cántabros: “Rad es un riojanismo que
encontramos hasta el Norte de Burgos pues designa unos eriales a pastos encima de Ornilla
la Torre. El hecho de encerrar el mismo texto en distintas versiones, bien Sel bien Rad,
indica por parte de los copistas y notarios una apreciación del destinatario del mensaje que
podía dirigirse bien a personas del área riojana, bien a personas del área burgalesa”. La Rad
de Lasuén, La Rad de Santa Cruz, son topns. riojanos. En tierra de Soria, el Libro de la Montería
(1350) menciona un paraje llamado Rade de la calabaça. La Rad era cabeza de un
arciprestazgo en el norte de Burgos. Redecilla del Camino (Burgos) consta como Radiciella
(diminutivo de Rad) (Menéndez Pidal, Orígenes). Por su parte, Berceo usó este término en su
Vida de Santo Domingo de Silos, en un contexto que no permite acotar con claridad el valor
semántico del término: “Oido lo avedes, si bien os acordades, / Este abbat Benito, lumne
de los abbades, / Quantas sofrió de coytas, e de adversidades, / Por ond a pasar ovo de
orto ya las rades”. Coromines sospecha (DECat) un significado ‘bosque, espesura’, aunque
esto no parece evidente. Cita también el Fuero de Logroño (1044) donde rades tiene el
sentido de ‘maderos para construcción’.
Sobre el uso de rade en Salamanca. Parece estar concentrado en la zona de pobladores
castellanos y riojanos. En una carta de venta fechada en 1245 (Martín et al., 1977) se hace
referencia a una “terra que nos habemus en Sancta Marta, en Val Cabero, et son ende
exterminadores: de la Iª parte el dayan, et de la otra parte don Mochacho, et de la otra parte
las donas de Sancta Marta et la carera que va para los lavores de la rade”, situada en la zona
de Santa Marta de Tormes.
El monte y dehesa de La Rad, en la Armuña Chica, figura en la documentación antigua
como La Rade (préstamo 1265 copiado en 1345, García Martín, 1982); aparece citada como
Rade en Madoz. El cº de Carrelarrade pertenece a Moriscos (Sca.). Había también un paraje
de la Rade en Torreperales, dehesa cercana a Topas, citado en documento de 1426 (Marcos
Rodríguez, 1986).
En otros puntos de la provincia y en Zamora se repite el mismo nombre. Hay un topn. La
Rade (Encina de San Silvestre) (MTN 451-III). También figura el topn. La Rade cerca de
Topas (MTN 452-II) y Casa de la Rade (Villaescusa; MTN 426-III). Zapatero Arenzana
(1994) cita varios topns. del mismo origen: La Rade (Pedrosillo de los Aires), La Rae
(Berrocal de Salvatierra), Las Raes (Fuenterroble de Salvatierra) “sabemos que la antigua
palabra rade significaba ‘terreno comunal de pastos, dehesa boyal’, aunque hoy ha perdido
su vigencia apelativa”. La Raz es alquería próxima a Castillejo de Martín Viejo. Valdelarredes
de Venialbo (MTN 397-IV).
En Ávila se registra reiteradamente el topn., como consta del Becerro de Visitaciones (1441)
(Barrios, 1981): La Rad en Mancera de Abajo (actual provincia de Sca.), en Pozanco y en
Aveinte, La Rat en Hernansancho y en Villanueva de Gómez, Las Rades en Peñalba de
Ávila. En forma diminutiva, una Radeziella en San Pedro del Arroyo.
Es muy incierta en cambio la presencia de este tipo toponímico en el área estrictamente
leonesa. Sobre el río Duerna había una presa llamada La Rada (Madoz, descripción de
Palacios de la Valduerna). La Red es lugar en la zona de Riaño. Para ambos pueden
postularse étimos alternativos.
De lo anterior cabe concluir que:
1) Rade es voz cuya presencia en Salamanca marca el extremo de una distribución que
tiene su centro en el entorno de la Rioja y goza también de vitalidad en el área
catalana. Como tal, es plausible sospechar que pertenezca al léxico traído por los
repobladores castellanos y serranos de la Salamanca y Ávila medievales. En efecto,
ambas etnias provenían de la zona donde confluyen Castilla, Rioja, Navarra y
Aragón.
2) En zona catalana, la toponimia de rade y términos afines parece aludir a espesuras
abundantes en madera, en particular sotos fluviales o de montaña. Este valor
semántico no se confirma en el área castellana, y por ende tampoco en Salamanca.
En efecto, en nuestro entorno parece haber predominado el significado de ‘dehesa
boyal; pastizal’. La transición desde ‘bosque’ hasta ‘pradería’ se habrá producido tal
vez pasando por el concepto intermedio de ‘dehesa, encinar hueco para pasto’.
3) Por su ubicación y contexto biogeográfico, La Rade de Calzada debió de ser en
tiempos medievales una prolongación de los encinares de Valverdón y Valcuevo. El
entorno de este paraje incluye topns. como Espinal, Escobar, Torbiscales, Monte Viejo,
Robledo, Carrasca, que evocan un espacio dominado por formaciones arbóreas o
arbustivas. Es una toponimia ligada al retroceso de una masa forestal a manos de
los pobladores que fueron aclarando los ruedos de los pueblos. En cualquier caso,
las condiciones áridas y pedregosas del paraje (cf. Las Piedras, Jarandilla) incitan a
pensar en que rade, como se viene postulando para el resto de los topónimos de
este tipo en Castilla, alude más bien a una dehesa para ganado –tal vez con encinas
dispersas- que a un bosque maderable.
Raya [de] Forfoleda, La
No es topn. sino término genérico referido a la linde entre Calzada y Forfoleda.
Raya de Forfoleda (Coca, 164). Una tierra en la raya de Forfoleda (1899 REG 3520).
Raya [de] Huelmos, La
No es topn. sino término genérico referido a la linde entre Calzada y Huelmos.
La Raya de Guelmos (CME-ecl) La Raya de Huelmos (Coca, 163)
Redonda, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En La Redonda tenían los quiñones una gran
tierra, de 50 huebras y trigo de tercera. Lindaba por el este con la Raya de Valdunziel, por el
oeste con el Cº de S. Miguel, por el norte con el ‘monte del tº del lugar de Huelmos’, y por
el sur con el camino de Topas (CME-seg). Otra tierra de quiñones, también en La
Redonda, se extendía sobre 33 huebras de trigo de segunda entre el cº de S. Miguel (por el
este), el cº ‘que va al sitio del Pico Burdion’ (por el oeste) y el cº de Topas (por el sur). La
Redonda (REG 111; Coca, 8). La Redonda y por zima de Valdoñegas (CME-ecl)
TOP. ASOCIADA: El Hoyo de la Redonda (CME-ecl). Lindaba por el sur con el cº de Topas.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El mismo topn. se repite en
Castellanos de Villiquera (CME). En Valverdón se registra un paraje llamado la Redondina,
dentro del prado de la Manga Chica (CME). La Redonda es pueblo del Abadengo. Existe
también un Arroyo de la Redonda, cercano a Avililla de la Sierra, afluente del Huebra.
También La Redonda era un paraje en Blascosancho (Ávila) en el s. XV (Barrios, 1981).
Vaca Lorenzo (1988) encuentra en un documento de 1334 una ‘xossa [= josa] de los
Redondos’, topn. menor próximo a Villalpando.
En todos estos topns., el adjetivo calificaría en origen a un elemento topográfico
redondeado: puede tratarse de una peña, de una laguna, de una tierra o prado, de una vuelta
de camino. En Portugal, DOE (p. 1248) cita diversos compuestos medievales: Petra Rotunda,
Monte Redondo, Sauto Redondo. No es fácil aclarar a qué particularidad topográfica o predial
hace referencia el topn. calzudo.
Regato, El
Nombre con que es conocido el modesto curso fluvial tributario del Cañedo que estructura
el valle de Valdunciel y Calzada (con el que se reúne pasado el teso del Cuerno, entre
Forfoleda y Torresmenudas). Tiene su origen en distintos ramales que nacen por Palencia
(arroyo de Casasola) y Carbajosa (regato del Prado). Su nombre es fluctuante, como suele
ser común en estos casos. En la pañoleta de Calzada (1901) figura como Regato de
Aldeanueva, en alusión al que luego fue despoblado de Aldeanuevita. Localmente se le
conoce como Regato de la Vega (también en tº de Valdunciel), o Regato de las Eras. La
pañoleta de Forfoleda lo identifica como Regato de Regueras; pero enfrente del casco de
Forfoleda, el regato recibe el nombre de Las Vagüeras.
Reina, La
Es un paraje, del que no se han encontrado atestiguaciones antiguas, que estaba al final del
cº Madrigal, ya cerca de la Fuente de los Pellejos. No cabe aventurar propuestas firmes
sobre su origen. Se registran topns. similares en el entorno: así La Reina, en Pitiegua (mtn
453). En Castellanos de Villiquera consta el topn. El Rey. Puede tratarse de tierras de
posesión ligada a la corona, pero es inseguro el contexto explicativo.
Rivera, Calle de la (ant.)
Figura esta calle en los documentos públicos de venta o hipoteca del s. XIX (Contadurías,
Archivo Histórico Provincial). Se especifica, en un documento fechado hacia 1860, que está
“a la salida para el prado de la Vega”. En otro registro (1856) se hace referencia a “el corral
de San Marcos y la calle de la Rivera”. Probablemente se trata de la calleja transversal al
Corral de San Marcos, que se dirige hacia la vega. Este topn. indica que el arroyo de la
Vega, también conocido como “regato de las Eras”, recibió ocasionalmente el nombre de
rivera.
Robledo, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Robledo (CME-seg). Había una gran tierra de
quiñones, de 13 huebras y trigo de primera, lindante por el oeste con el cº de Salamanca.
Por el norte, el paraje se extendía al Valle cruzando el Cº de Valcuevo. Una tierra en un
testamento de 1935: “al Robledo y camino de Valcuevo”. Hacia el oeste, El Robledo llegaba
al Prado de los Aguanales (CME-ecl). Robledo, El (Coca, 44). ‘Por vaxo del Sierro y zerca del
sitio llamado el Robledo’ (CME-seg).
La formación climácica correspondiente al tº de Calzada es el quejigar, actualmente ausente
debido a la deforestación medieval, pero que pervive pasado Santibáñez, en Huelmos de
Arriba. Es probable que este Robledo aluda a una formación de quejigos (Quercus faginea),
quizás entreverada con rebollos (Quercus pyrenaica), que crecieran en la zona húmeda
comprendida al sur del Valle, entre los Aguanales y el Bebedero. Se trata de suelos
profundos, donde debieron de prosperar quercíneas más higrófilas que las que ocuparían
los suelos más áridos y elevados del Sierro (allí pervive el topn. La Carrasca). No faltan
otros testimonios toponímicos cercanos alusivos al roble: Caño Barbero, Valdecabrilla,
Carbajosa.
Rodera, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Rodera (CME-seg). Había una gran tierra de
quiñones, de 15 huebras de trigo de 2ª, que llegaba por el oeste hasta el cº de la Azeña. La
Rodera (Coca, 71). Se trata, parece ser, de la Rodera del Valle.
Es apelativo común, que ha producido numerosos topns. En Valdunciel, La Rodera del
Pico y La Rodera de Narros (CME-Valdunciel). También se llamaba rodera al sendero de la
Vega. Roderas es voz recogida por Unamuno, quien la define como ‘huellas de los carros’.
Rodillos, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecían al tº de Aldeanueva. Había tres,
que salían del prado de Valduercos; se solían numerar en orden ascendente: el primero era
el más próximo a la boca de Valduercos; el último o tercero era el situado más aguas arriba.
Según la pañoleta de Valdunciel (1901), la cabecera de los dos rodillos últimos daba lugar a
una prolongación del topónimo en el término de dicho pueblo, al sur de Las Raposeras.
Rodillo del Medio (CME-seg; CME-ald). El Rodillo del Medio: “descabeza en Valduercos”
(CME-ald). Rodillo Medio (1899 REG 3572).
Rodillo chico (Bº). Rodillo grande “da en camino de Topas” (Cofr. Var.).
Rodillo postrero (CME-ald; Tablón) = Rodillo último (Ánimas). El Rodillo Hultimo (CME-ald).
El Rodillo de Arriba (CME-ald). Rodillo Postrero [tachado y corregido posteriormente: La
Redonga] (CME-ald). Rodillo Postrero (addenda: “es un pradillo”) (CME-ald). Rudillo Postrero
(REG 180).
TOP. ASOCIADA: Val de los Rodillos (Coca, 53)
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Como topn., en la acepción
‘prado pequeño, entre tierras de labor; entrepanado’ es extremadamente común en una
zona que incluye Sayago y tierra de Ledesma. Rodillo es un caserío de Carrascal de Barregas.
Rodillazo es localidad leonesa. Coca Tamame cita algunos topns. próximos: El Rudillo
(Torresmenudas), Los Rodillos (Valverdón). En el caso de Calzada, se entenderán los rodillos
como tres pequeños prados satélites, que aprovechan para pasto el eje de tres vaguadas
afluentes a un vallejo principal (Valduercos).
No se conoce la etimología de rodillo. En áreas más arcaizantes, se han mantenido derivados
del lat. TERRAS RUPTAS, con a- protética análoga a la de Arrompidos, como en los topns.
leoneses Arrotela o los gallegos Arrotea ‘roza, rompido’. Morala (1989) explica estas voces
como derivadas de un latín vulgar *RUPTELA. Al parecer, estas formas han convivido con
las derivadas del lat. clásico RUPTELLA. Partiendo de la forma clásica, sería esperable en
leonés *rotiella, *rotilla. Dado que la transición semántica desde ‘terreno desbrozado’ hasta
‘prado’ es verosímil, no sería descabellado pensar que los numerosos topns. de Zamora y
Salamanca rudilla, -o, rodilla, -o, puedan provenir de *rotiella por etimología popular, atraída
por el parónimo rodilla. Las dificultades fonéticas, sin embargo, aconsejan desistir
totalmente de esta hipótesis.
Es por lo tanto pensar en una simple derivación de ruedo, como rodal, rodejón, rodil, y
voces similares. Del mismo origen, aunque con sentido territorial muy diferenciado, es el
nombre de las subdivisiones territoriales de la jurisdicción de Ledesma, las llamadas rodas:
en el s. XV eran nueve (Bejarano Rubio, 1998).
Salinar, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo del Salinar ocupaba 6
huebras de pasto de 2ª (CME-seg). Lindaba por el sur con la “calzada que va a Salamanca”.
Por el oeste, con el cº de Castellanos. Salinar, El (Coca, 35; REG 132) (Cristo).
TOP. ASOCIADA: Los Pontones del Salinar (CME-ecl), (CME-seg). Por zima del Salinar (CMEecl). Camino del Salinar (Bº). Los Pontones del Salinar, citados en un documento como Los
Pasaderitos del Salinar (CME-ecl), estaban probablemente asociados al cº de Salamanca, y
servirían para el paso del arroyo del Valle.
Es frecuente este tipo toponímico en la zona, que, como Los Amorales (véase) atestigua la
importancia de las surgencias salinas en el subsuelo. En Valdunciel, Los Salinos (CME-
Valdunciel), cerca del Prado de Las Regueras, probablemente por efecto endorreico (allí
también consta La Reguera Redonda, topn. alusivo a la forma del prado en cuestión). En La
Mata se registra en el s. XVIII un paraje de Los Salinares, que actualmente, olvidado su
origen, figura como Los Arinales. En Forfoleda, Valdesalinares. En Olmedo (Ávila) se
menciona en documento medieval una carrera Salinera (Barrios, 1981).
Salto, El (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Salto (CME-seg): lindaba con el cº de
Castellanos. Salto, El (Coca, 149). En CME-ecl se especifica más: “El salto de Barbara
Juanes”, paraje situado al oeste del cº de Castellanos. En Contadurías (1851) se regista
como Salto de Bárbola Juanes. En este nombre de propietario pervive una forma de genitivo
patronímico (Iohannis), como en los apellidos Yáñez o Ibáñez. Probablemente este topn.
alude a la heredad de una parienta del posesor mencionado en el topónimo vecino (ya en tº
de Castellanos de Villiquera) La Laguna de Andres Juanes (CME-Castellanos). Este paraje se
encuentra en la parte norte del tº, entre el cº de Castellanos y el cº de Salamanca.
Consta un topn. similar en Salamanca, Salto [pago de La Granadilla, citado por Madoz]. El
topn. probablemente alude a una discontinuidad o desnivel orográfico, aunque parece
difícil asegurar nada a este respecto.
San Marcos, Corral de
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calle transversal a la de Los Hidalgos,
rebautizada ahora Ronda de San Marcos. En 1862 (Contadurías) es mencionada una casa “a
la calle del Corral de San Marcos, señalada con el número 6”. En 1854, Casiano y Francisco
Ledesma tienen que hipotecar su casa de la Calle del Corral de San Marcos para hacer
frente a deudas contraídas con Joaquín Mezquita, de Salamanca, prestamista.
El nombre alude probablemente a algún corral propiedad de la Clerecía de San Marcos, sita
en la parroquia de San Marcos de la ciudad de Salamanca; también denominada “real capilla
de San Marcos”. En 1202, la iglesia parroquial de San Marcos fue cedida por Alfonso IX a
la asociación de clérigos parroquiales, que a partir del s. XVI fue conocida como Real
Clerecía de San Marcos (Núñez et al., 2001; Álvarez y Riesco, 1990). La clerecía estaba
integrada por 45 capellanes presididos por el abad. A partir de 1769, Carlos III le concedió
espacio útil para celebraciones en la iglesia de los Jesuitas, que desde entonces se denomina
también La Clerecía (DHEE).
Las entidades eclesiásticas eran propietarias de bienes en el propio casco del pueblo, tanto
casas como cortinas, corrales o pajares. En tiempos del CME, la clerecía de San Marcos
poseía numerosas tierras en el tº de Calzada.
San Miguel
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Sitio de San Miguel, lugar probable de la
antigua ermita, estaba situado al norte y en las proximidades del arroyo de la Vega, que baja
de Valdunciel a Calzada (CME-Valdunciel). Había un prado con este nombre, ya en tº de
Valdunciel (Hoja del Norte). El pueblo de Calzada tenía 4.5 huebras de tierra de quiñón
“detras de la hermita de San Miguel” (trigo de tercera). Al norte y al oeste lindaba esta tierra
con el Cº de San Miguel. Las tierras pertenecientes a la ermita se extendían a Los Samorales
y a Los Majuelos, por el sur; por el norte, lindaban con Las Raposeras (tº de Valdunciel). Las
pañoletas de Calzada (1901) y Valdunciel (1901) muestran un paraje extenso, San Miguel, a
ambos lados de la raya, al norte del regato.
TOP. ASOCIADA: El Caño de San Miguel (CME-ald). Pertenecía al tº de Aldeanueva. También
figura El caño de San Miguel en el CME de Valdunciel. Allí se expresa que su distancia a este
pueblo era de 1/4 de legua. En Calzada, y probablemente porque el topn. se ha corrido, se
recuerda actualmente como una vaguada que desagua sobre la vega entre el teso de San
Pedro y el cº de san Miguel. Ello se deberá a que por allí iba un pequeño camino llamado
del Álamo de San Miguel (topn. tratado separadamente), dirigido al norte, y que no llegaba a
unirse con el camino, de trazado paralelo, propiamente llamado Sendero de San Miguel.
Los Prados de San Miguel¸también de tº de Valdunciel (CME-Valdunciel). Eran próximos a la
antigua ermita. El Teso de San Miguel (Hoja norte de Valdunciel; CME-Valdunciel).
Camino de San Miguel (Coca, 83). El Camino de San Miguel (CME-Valdunciel). Sendero de San
Miguel (1901 PÑL). Figura como paraje de Valdunciel, en la hoja norte (Hoja del Monte). El
cº de San Miguel salía del cº Valdunciel tras abandonar el término de Calzada (cerca de la
gran charca) y se dirigía hacia el norte para unirse en La Redonda con el cº de Topas y seguir
juntos hacia Cardeñosita. El tramo final, justamente antes del empalme, estaba perdido ya
hacia 1901. Por el sur, el camino se prolongaba en dirección a la estación de Valdunciel con
el llamado Camino del Barrio, en tº de Valdunciel.
La ermita de San Miguel ya es citada en documentos medievales. En un testamento de
1282, de “donna Sancha, moger de Fernan Pereç”, se hace una manda para la ermita: “et
mando a San Miguel de Vallonçiel çien morabetinos pora proy de la iglesia” (Martín et al.,
1977). El topn. Las Migueletas en La Mata de Armuña parece originarse en referencia a unas
tierras propiedad de la citada ermita.
San Pedro, El Teso [de]
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Era parte del tº de Aldeanueva. San Pedro
(CME-ald). En este paraje tenían los Mínimos de Salamanca una tierra rodeada por todas
partes de quiñones. Teso de San Pedro (Coca, 182). Tierra de San Pedro (Esta cita, en Coca, 85,
debe desestimarse: debe de hacer referencia a una tierra propiedad del antiguo Beneficio de
san Pedro, pero no a un paraje específico).
El teso de San Pedro está situado a levante de Valduercos, dominando la vega a la altura de
los Rompidos de Aldeanueva. Se corresponde su nombre al de la antigua parroquia del
lugar de Aldeanuevita, antes Aldeanueva (ya documentada en el s. XIII). Todavía en 1526
se encargan obras de arreglo de la iglesia de San Pedro de Aldeanueva (Archivo Histórico
Provincial, signatura 2920). No es citada la iglesia durante la visita episcopal de principios
del s. XVII (Casaseca y Nieto, 1982), por lo que tal vez hubiese sido demolida ya. El
cementerio de Aldeanueva estaría situado al pie o dentro de la iglesia; de hecho cuando se
labraba la parte baja del teso, ya contra la huerta de Juan Bravo, aparecían abundantes
restos humanos (calaveras).
San Sebastián, El Teso [de]
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En la “Hermita de S. Sebastián” tenían los
quiñones una tierra de 17 huebras y trigo de tercera. Sus lindes eran, por el oeste, la calzada
de Zamora; por el norte, el “Prado de las Valdoñegas”; y por el sur, las “heras de Calzada”
(CME-seg). San Sebastián, Hermita de (Coca, 88). Teso de San Sebastián (1904 REG 4222).
TOP. ASOCIADA: Horno de San Sebastian (Tablón) [linda con el camino que va a Zamora].
Todavía a principios de siglo XX había un horno y una caseta a la izquierda del camino que
sube a la cuesta, un poco más allá de la Fuente del Caño. En esta caseta vivía una familia,
procedente al parecer de Fuenteguinaldo; en ella se crió la que luego fue monja del Corpus
en Salamanca, Sor Francisca del Niño Jesús, nacida en 1905. La madre Francisca ingresó en
el monasterio de Clarisas del Corpus Christi en 1923, a los 17 años y medio.
Heras de San Sevastian (CME-seg): mencionadas en relación con una tierra de quiñones, de
2.5 huebras y trigo de segundo. Esta tierra lindaba al este con la Calzada de Zamora, al
oeste con tierra de Ordóñez, al norte con las citadas eras y al sur con la ermita. Ello situaría
las eras en la zona de Valdoñegas. Puede tratarse de un error de delimitación. Más bien
parece que estas eras estarían situadas sobre las eras de abajo.
Calle de San Sevastian (CME-seg): probablemente se trata de la actual calle de San Marcos,
que se dirigía desde la c/ de los Hidalgos hasta la ermita.
El topn. tiene su origen en la ermita descrita así por el visitador episcopal a comienzos del
s. XVII: “Aquí ay otra hermita de Sant Sevastian, está buena, no tiene renta, si no es las
limosnas con que se repara” (Casaseca y Nieto, 1982). La ermita, a juzgar por los deslindes
anteriores, estaba situada en el teso de la cuesta, mirando al sur, cerca de la Portilla,
justamente al norte de las eras de abajo. Posiblemente la ubicación de la ermita coincidía
con la de la antigua huerta de Quico Santos. Se recuerda allí unas eras separadas de las
principales por el carril de la Vega que tal vez eran continuación de las llamadas eras de San
Sebastián. Es muy probable que parte de las piedras de los pontones provengan de su
demolición.
Santa Elena, Calle de
Ya figura así, copiosamente, en el CME. Sale esta calle desde los pies de la iglesia y remonta
la cuesta hasta convertirse en el camino de Salamanca. La longitud de la calle es explicable
por el crecimiento urbanístico de Calzada a lo largo de esta arteria, que –a pesar de otras
interpretaciones que sitúan en la c/ Carrascal el antiguo trazado de la vía romana- es sin
duda la vieja calzada que da nombre al pueblo.
Probablemente, la cofradía de la Veracruz, o de la Cruz simplemente, de Calzada, nace en
estrecho vínculo con la advocación a Santa Elena, inventora de la cruz de Cristo. Por
ejemplo, la patrona de la cofradía de la Veracruz en Calahorra es Santa Elena. La ermita de
Santa Elena de Plasencia antes se llamó Ermita de Santa Cruz. En Ledesma hay una
parroquia, con templo de estilo románico, de Santa Elena.
Santa Marina
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Santa Marina (Tablón; REG 106). Santa Marina,
Teso de (Coca, 179). Está situado sobre la Vega, enfrente de la tercera alameda, entre el cº
Madrigal y el punto donde desagua Valhondo en el prado.
TOP. ASOCIADA: Caño de Santa Marina (Coca, 101). En El Caño de Santa Marina tenían los
quiñones una tierra de 7 huebras y trigo de segunda, que lindaba por el este con el ‘Camino
del Madrigal’ (CME-seg).
Procede este topn. de la ermita que el visitador episcopal describe así a comienzos del s.
XVII: “Aquí ay otra hermita de Santa Marina, está bien tratada, valdrá su renta catorce
anegas de trigo cada tres años con que se repara, ay mayordomo y se visita” (Casaseca y
Nieto, 1982). Sin embargo, como se lee en los libros de la Fábrica de la parroquia, en 1708
se deshizo la ermita por orden de su Ilustrísima para hacer con las piedras de ella una
panera y aposento adyacentes a la iglesia de Calzada (junto al altar, del lado opuesto a la
sacristía). Se pagaron 45 reales por el derribo; Domingo Escribano fue el maestro de obra,
y tuvo que llevar 121 carros de piedra desde la ermita hasta la iglesia de Calzada. Le
pagaban a real por carro. La ermita debía de ser de grandes dimensiones, puesto que hubo
otros carros que “trajeron los vecinos de limosna”. También llevó el maestro de obras
numerosos carros de “tierra, arena y barro colorado”; cobró 12 reales por 300 adobes.
Todo esto en 1709. Santa Marina, celebrada el 18 de julio, es venerada desde época remota
en España. Fue celebrada como santa hispana en el Martirologio romano, pero no está
documentada su vida o procedencia (DHEE, hagiografía).
Santuste
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecía al tº de Aldeanueva. Santiuste (CMEald; REG 113). El pueblo de Calzada tenía 20 huebras de tierra de propios, de trigo de
primera, en este paraje. Lindaba por el oeste con el cº de Santiuste, por el norte con el
Prado de Aldeanueva y por el sur con el Carril de La Mata. El topn. Santiuste es también
citado en CME-ecl, donde se le ubica « detrás de la Huerta », es decir, en la zona que, al
sureste de la huerta y alameda del Beneficio, se extendía hasta la raya de Aldeanueva.
TOP. ASOCIADA: El camino de Santiuste (CME-ald). Camino de Santiuste (Coca, 1712). San Juste,
Camino (Coca, 139). Carril de Santiuste (1850 REG 3430). El camino iba del Carril de la Mata
al cº Valdunciel.
El origen del topn. está en la ermita que fue descrita así en las visitas realizadas por orden
episcopal a comienzos del s. XVII: “Aquí ay otra hermita de Sant Juste, está razonable, no
tiene renta más que la limosna de los vezinos” (Casaseca y Nieto, 1982). Aparentemente era
inicialmente ermita de Aldeanueva, y se incorporó su devoción y jurisdicción a Calzada
cuando el pueblo adquirió el tº de este despoblado.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Morala (1989) cita en Los Oteros
(León) dos variantes Carresantiuste y Carresantiostre, como formas populares del s. XVIII
correspondientes al genitivo para S. Justo (p. 45) a partir de [ECCLESIA] SANCTI IUSTI.
Probablemente se trata de San Justo de Urgel, venerado el 7 de julio, que ya parece haber
sido incluido en los calendarios mozárabes (DHEE, hagiografía). Análogo origen, pero esta
vez debido a un propietario de nombre Justo, tendrá el nombre de pueblo salm. Aldeayuste:
Aldea Yuste (García Martín, 1982) en 1265. Galinduste es nombre de repoblador medieval,
con apellido derivado de la forma genitiva del lat. IUSTUS ‘justo’ (Galind Iuste (García
Martín, 1982) en 1265).
Es muy común en época tardomedieval y posterior la forma Santiuste en referencia a
iglesias y ermitas. Santiuste era parroquia de la ciudad de Segovia. En una carta de compra
de la ciudad de Salamanca, fechada en 1299 (Martín et al., 1977), se menciona a un “don
Christoval, veçino de Santiuste”, sin duda en referencia a un vecino de la colación de San
Justo. Una ermita y un arroyo de Santiuste en tierra de Ávila son citados en un documento
medieval de deslinde (Luis López, 1990-1991).
Sapera, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Sapera (Bº). La Zapera por cima de Martibañez
(CME-ecl). Sapera (REG 178). Está situada al norte del Cenizal, al pie de la carretera de
Forfoleda, entre Martibáñez y el Caño de los Manzanos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Debe entenderse como término
descriptivo de una zona encharcadiza. Morala (1989) menciona en Los Oteros el uso aún
apelativo de sapera: “son terrenos con la particularidad de que, cuando a causa de las
muchas lluvias se llenan de agua, ésta tarda largo tiempo en desaparecer, pues no se sume y
se mantiene a flor de suelo”. “Laguna sapera” citada ya en 1192. Lo deriva de la raíz
onomatopéyica sap-, zap- chap- ¿evocativa del ruido de los zapatos al pisar chapoteando?,
como chapatal o chabarcón. Otro derivado, sin duda de la misma base, es sapina, que significa,
según Sánchez Sevilla (1928) ‘algas mucilaginosas del agua estancada’ en Argujillo (Zam.):
compárese el topn. La Sapina en Benegiles (Zam.). Se registran también numerosos topns.
Sapeira en Portugal, que Machado (DOE, p. 1312) interpreta como “sinónimo de Sapal,
terra alagadiça”, aunque admite ―cosa improbable en Calzada― la acepción literal ‘lugar
onde há sapos’. Otros topns. portg. emparentados: Sapal, Sapalinho, Sapainho, Sapagal,
Sapeiros.
Frecuente representación en la toponimia de la zona. Las Saperas (Monleras) y La Sapera
(Villaseco de los Reyes), ambos en MTN 450-II; La Sapera (Monumenta; MTN 396-I);
Saperas (Morales del Vino; MTN 397-I), Las Saperas (zona encharcadiza, Pereruela de
Sayago, MTN 396-IV). Cerca de Valdelosa (MTN 425-III) figura un topn. La Sopera [error
por Sapera]. Coca cita algunos topns. similares en pueblos próximos: El Sapal (Villamayor),
Las Sapas (Aldearrodrigo; Almenara).
Secadales, El Prado de los (ant.)
Aparece citado como “El Prado de los Secadales y cº del Madrigal” en CME-ecl, en
referencia a una escritura antigua. Se trata sin duda del trozo de Vega al pie de la cuesta del
cº Madrigal, justamente aguas arriba de la surgencia que da lugar a la fuente de Miguel Vida.
Será topn. alusivo al pasto seco del prado de la vega en este punto. Topns. parecidos se
constatan en el gallego-portugués (Sequeiros) y en el área catalana (Sequedes, Sequeres). En Los
Oteros (León), Morala anota el topn. El Secadal y Sequeros. En algunos casos el topn.
Sequeiro, Sequero o Sequer alude a una construcción o era destinada al secado de frutos o
legumbres (Cabeza Quiles, 1992). No así en la toponimia de secadal, que invariablemente se
referirá a las partes de un prado que se agostan más tempranamente.
Un topónimo análogo consta en Forfoleda: El Secadal de la Reguera (CME-Forfoleda),
también próximo al arroyo de la Vega. Sentido opuesto tiene el término aguachal, aguanal.
En Forfoleda, El Aguachal de la Vega (CME) estaba situado en la confluencia del regato de
la Silva con la propia vega. Esta distinción tenía plena vigencia en la toponimia antigua,
dada su importancia para el pastoreo: en un prado alternaban las zonas de drenaje (secadales)
con las zonas de surgencia (aguachales).
Secadal, El
Topónimo separado del anterior, parece haber estado cerca del cº Valdunciel, junto a las
Eras de Arriba. Deben coincidir con la ubicación actual del centro médico.
TOP. ASOCIADA: “Trozo de era a las Eras del Secadal” (1870 REG 2012); “era al camino
Valdunciel y eras de Arriba” (REG 2253).
Sesmera, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Una tierra de quiñones situada en La Sesmera,
de 5 huebras y trigo de primera, lindaba por el este con el cº de Castellanos (CME-seg).
Sesme[r]a, La; Sexmera (Coca, 98). Sesmera (1850 REG 3448). El Carril de la Sesmera salía del
cº Castellanos e iba hacia al sur, a levante del cº Valcuevo, conduciendo hacia el Alcornocal
del tío Manuel Merino (1901 PÑL).
Habría de ser aclarado el origen de este topn., que de alguna forma estará ligado a la
administración de la tierra de Salamanca por cuartos, que eran paradójicamente conocidos
por sexmos. Llorente (1980) estudia la evolución desde los seis sesmos medievales, es decir,
las naturas o proveniencias de los pobladores de la ciudad de Salamanca ―francos,
serranos, portogaleses y bregancianos, mozárabes, castellanos y toreses― hasta los cuatro
sexmos posteriores en que se dividía el alfoz de Salamanca. Sesmeros eran los
representantes de cada uno de los cuartos: Peña del Rey, Valdevilloria, Armuña y Baños. Es
posible que la institución que coordinaba los cuatro sexmos tuviera propiedades rurales
para sostener sus gastos. En efecto, los sesmeros fundaron un Pósito (situado en la Plaza
de los Sexmeros de Salamanca), cuyos beneficiarios eran tanto la ciudad como el territorio
de los cuatro cuartos. Deberá interpretarse el topn. calzudo como referente a una tierra
perteneciente a este pósito.
Setas, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Setas era tierra grande de quiñones (20
huebras, trigo de segunda). Lindaba al oeste con el cº de Madrigal y al sur con el prado de
Valondo (CME-seg). Las Setas (CME-ecl). Las Setas (1850 REG 3417; Coca, 80); Valondo de
las Setas (esta cita, en Coca, 49, debe ser desestimada: se trata de una concatenación de
topns. ―Valondo, Las Setas... ― y no de un topn. compuesto). Una cita de registro indica
de una tierra que estaba ubicada en Las Setas (antes Gometes) (REG 5056). Por un
documento de compra de 1909 se sabe que Las Setas, junto al Cº Madrigal, era área de
viñas.
Parece tratarse de un lugar donde abundaban las setas. No ha sido posible recabar más
datos. A pesar de que se recuerda la recolección de setas en este paraje, podría mantenerse
abierta la posiblidad de que se aluda en él a un castro, como el que menciona Morán
Bardón (1946) en el paso de la calzada romana por el Arroyo de la Encina: “[el] antiguo
castro llamado la Seta, Septa, cuyos fosos se conservan en parte, y en el interior, que está
cultivado, aparecen antiquísimos vestigios de cerámica[...] En medio de ese valle pantanoso,
donde a veces se hunden y desaparecen los bueyes que por allí pacen, se levanta el teso de
la Encina, en el que hubo una ermita de la Virgen hasta 1860. En esa cumbre tendrían el
santuario los habitantes del castro hasta que se cristianizó más tarde”. De acuerdo con ello,
La Seta procedería del plural neutro SAEPTA, de lat. SAEPTUM ‘cercado’, en referencia a los
muros de un poblado prerromano. De la misma base es el castellano seto ‘vallado’. Otros
topns. de igual origen serían el nombre de la ciudad francesa de Sète, o los topns. catalanes
Vall de Seta, Sieto, Set (OC).
Es improbable, sin embargo, que éste sea el origen del topn. calzudo, dado lo escasamente
acusado del relieve en este paraje; a ello se suma lo que parece una relativa modernidad del
nombre, y su fijación en plural.
Sierro, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Sierro, El (Coca, 69) (Ánimas) (Castellanos,
Coca, 77). Sierro (REG 70). Se indica la indistinción entre dos parajes (Sierro o Camino de las
Bragas en un asiento de registro, REG 100). El Sierro aparece en la pañoleta de Castellanos
como una mangada que introduce su término en el de Calzada. Precisamente el MTN25
señala allí una cota especialmente elevada (826 m), que parece corresponderse con un
pequeño ramal de orientación al norte, cuya cima máxima está en Las Contraviesas (840
m).
TOP. ASOCIADA: La Tablada del Sierro (Castellanos, Coca, 102): paraje situado un poco más
al sur (MTN25). Alto el Sierro (Castellanos, Coca, 180),
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. Sierro, designativo de
zonas cimeras y tesos, es muy común en el área leonesa. En Almaraz de Duero y en
Moriscos hay sendos topns. con este nombre. El Sierro es una loma cuya cumbre alcanza
los 722 m en el pueblo de Fontanillas de Castro. Coca Tamame cita algunos topns. con el
mismo formante: Sierro y Sierro Chico (Villamayor de Armuña), Sierro (Almenara), Peña
El Sierro (Añover de Tormes) y Nava del Sierro (Valdelosa).
Entre los topns. mayores salm., cabe citar la alquería de Pito y Sierro, El Sierro, monte
próximo a Bermellar o El Sierro, cerro próximo a Casillas, arrabal de Alba de Tormes, así
como el altozano del mismo nombre próximo a Cortos de Salcedón.
Puede acudirse a Concepción Suárez (1992) para una detenida evaluación de los
testimonios léxicos y toponímicos de esta base. Concepción cita a Pensado, para quien “la
causa que ha dado origen al sierro está implícita en el carácter colectivo de la sierra hispánica,
que fue tratada como un neutro plural y sobre ella se reconstruyó un masculino para
designar cada uno de los picos o salientes de la sierra”.
Este tratamiento semántico individualizador no parece ser común en Salamanca, donde se
usa como mero diminutivo de sierra, alternando la oposición lexicalizada de los sufijos –a, o. En efecto (Llorente, 1980), la antigua Sierra Menor es conocida ahora como Sierro de las
Veguillas, Sierro de Mora, Sierro de Cortos o Sierro de los Huelmos.
Cabe añadir que la acepción presumiblemente original para sierro en el ámbito asturiano y
leonés ‘crestón rocoso, emergencia pétrea’ también se ha desdibujado en Salamanca, donde
designa a veces a simples lomas sin afloramientos rocosos, como en el caso de Calzada.
Silva, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: A la voca de la silva (APForf); “en uzo dessa”
(versión inicial, de 1568; uzo = boca). La Voca de la Silva “lindera del Regar que viene de la
Silva por el prado de concexo” (APForf). Silva, La (Forfoleda, Coca, 53; REG 2662). Es
topónimo situado en Forfoleda, pero al ser paraje próximo a la raya con Calzada, se usa
como referencia orientativa dentro del propio término calzudo. Según la pañoleta de 1901,
se ubicaba en el extremo del camino Madrigal, donde éste se interrumpía al llegar al límite
municipal, entre Valdegomete por el sur y El Tobal por el norte.
TOP. ASOCIADA: El prado de la Silva (CME-Forfoleda), con 14 huebras, era concejil de
Forfoleda. El Regar de la Silva (CME-Forfoleda) vertía aguas a la Vega. También se cita en
CME-Forfoleda El Regato y Voca de la Silba. El cº de la Silva salía del casco de Forfoleda y
cortaba el prado de Valdegallego para encaminarse a la punta de dicho prado de la Silva.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Entre los descendientes romances
del lat. SILVA ‘bosque’, la variante silva propia del gallego y portugués y del área asturianoleonesa ―donde pervive una acepción como ‘zarza, matorral enmarañado’― parece haberse
mantenido por vía hereditaria (y no por implantación culta por transmisión libresca, como
ocurre con la voz castellana selva). Véase DCECH, voz selva, donde Corominas y Pascual
concluyen, “en vista de la original evolución semántica hacia la idea de ‘zarza’ que sufrió el
vocablo en el Occidente ibérico”, que silva debe corresponder a un estrato popular. Cabe
deducir de ello que los topns. de base silva en el área occidental harán referencia ―los de
origen más remoto― a bosques, mientras que los más recientes aludirán a zarzas y zarzales.
Las formas sufijadas delatan frecuentemente un valor semántico de ‘zarza, matorral’, puesto
que difícilmente puede hablarse en colectivo de selvas. Así los numerosos Silveiras del
gallego y portugués.
La Silvera de Avaxo era un prado a unos 200 pasos de la casa de Casablanca, en Forfoleda
(Sca.) (CME, Cañedo del Yermo). Aquí parece detectarse el sufijo colectivo vegetal en –era,
como en fresnera, barcera, negrillera. Camino de La Silbada es topn. en tº de Zamora, con el
mismo sufijo colectivo vegetal de baleada, negrillada. Ello conduce inevitablemente a la
interpretación de silva como ‘cierto matorral o zarza’ y no como ‘bosque, espesura’. Del uso
antiguo como ‘zarza’ hay testimonios literarios: “Tenía de ordinario un huésped San
Benedicto a su mesa, que era un cuervo venido a la hora que comía de una silva allí
cercana, y dávale de su mano un pan” (Alonso de Villegas, natural de Toledo, 1594).
Análoga explicación tendrán Peñalasilva en Muelas del Pan; La Silva (Villamor de los
Escuderos; MTN 425-IV), Las Silvas (El Gróo; MTN 450-II), La Silva (Santa Clara de
Avedillo; MTN 397-IV), La Silva (Peleas de Arriba; MTN 425-I), o Toza la Silva (Moralina
de Sayago; MTN 396-I).
Véase también Morala (1989; p. 305). En otros ejemplos leoneses es preciso desenmarañar
serba ‘fruta del árbol Sorbus domestica’ y silva, pues como señala Morala, se producen
entrecruzamientos. No hay fundamento documental en el caso calzudo para pensar tal; en
cualquier caso, y dado el contexto lexicológico de la zona, parece razonable inclinarse a
pensar en que La Silva en Calzada habrá aludido a una zarza. El topónimo puede
justificarse por varias razones: (1) referencia a una zarza significada, tal vez situada en algún
lindero; (2) especialización semántica de silva desde ‘zarza’ hasta ‘cierto tipo de zarza’
(Morala, 1989); (3) uso singular en función colectiva, como en El Barro ‘el sitio del barro’,
La Escoba ‘el sitio donde hay escobas o retamas’, La Zarza ‘el sitio donde abunda la zarza’.
Merece la pena investigar la acepción latente en los topns. salm. Villaselva (ant. Parada de
Abajo) o en El Arroyo Serbón, afluente del Cuerpo de Hombre, cercano a Valdelageve, si es
que pertenece a esta misma base.
Solana, La (ant.)
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Solana (CME-ecl). Es topn. probablemente
situado ya en tº de Valdunciel. Probablemente es el mismo topn. que figura en CMEValdunciel. La Solana era de la hoja del sur (Hoja del cº de Salamanca) y estaba en el camino
de Valdunciel a Castellanos, entre Matahijos y El Campo. Sorprende la referencia a una
solana en zona bastante llana, donde la alternancia de solanas y umbrías apenas es
perceptible. Dada la proximidad al paraje de El Campo, que se ha interpretado como ‘zona
desarbolada’, es posible que la ausencia antigua de árboles reforzase la impresión de secarral
o solanera.
Tendero, El
Cruz del Tenderín (Forfoleda, Coca, 124). Sobre el origen histórico de este topn., situado en
el cº Travieso, véase lo explicado en el Léxico.
Tesoro, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecía a tº de Aldeanueva. El Thesoro
(lindaba al norte con el cº de Topas) (CME-ald). El Tesoro (1899 REG 3568; Coca, 162).
TOP. ASOCIADA: Prado del Thesoro (Ánimas). El cº del Tesoro (CME-ecl). El camino del Tesoro
(CME-ecl; REG 5011). Este camino sería probable prolongación del cº del Pico Burdión,
que salía al norte desde el cº Topas buscando el monte de Huelmos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Almenara se registra en 1752
un topn. menor, en la Hoja de la Bastida y de las Cárcavas, de idéntico nombre, El Thesoro
(AC, Niños Expósitos); Tesoro (Sta. María de Sando; MTN 477-I). Coca Tamame cita en
Aldearrodrigo una Rivera y Fuente del tesoro. En el área inundada por el embalse del Esla, un
famoso castro está localizado en el actual Cerro de los tesoros. Este tipo toponímico es
estudiado detalladamente por Gordón y Ruhstaller (1991) como indicador arqueológico
fiable. Es sorprendente la larga lista acopiada por ellos de nombres de lugar Tesoro y
Tesorillo en los cuales se han encontrado y explorado yacimientos arqueológicos destacados.
**Citar a Barroso, Guimaraes, p. 535**
Tierras Suertes, Las
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las tierras Suertes “linda con la calzada que va a
Salamanca” (Cofr. Var.) ; Suertes, Las (Coca, 155). Cruzadas por el cº de Salamanca, según
CME-seg y CME-ecl. Tierras Suertes (1867 REG 117).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Coca cita unas Suertes como topn.
en Zamayón. En Palacios del Pan (Zam.) hay unas Suertes del Cercado y otras Suertes del
Vallico. También figura el topn. Las Suertes cerca de Zamora, MTN 397-I. En Canalejas
(León) se citan unos topns. similares: Las Suertes del Rincón y Las Suertes Viejas. Morala
(1989) describe este tipo toponímico., deslindando dos posibles acepciones: (1) quiñones,
tierras de propiedad concejil que van rotando entre los vecinos; (2) trozos de tierra que
pasan a ser de propiedad privada tras un reparto o fraccionamiento de una tierra mayor
adquirida. Asimismo aduce numerosos ejemplos lexicográficos de esta voz. Sánchez Sevilla
(1928) constata su uso apelativo en Cespedosa de Tormes: suerte ‘finca ordinaria que resulta
del reparto de una dehesa o de un rompío’. Análogamente, los topns. Sortes en Portugal
han sido interpretados como ‘divisões da propriedade rústica’ (DOE, p. 1365) También
Sortelha (DTP, p. 556). Se trata de derivados del latín SORS, SORTIS ‘suerte o capital de
inversión’, que pasaron en romance al sentido de ‘parcela de tierra’ (OC, voz sort): en
Cataluña, son abundantes los topns. Sorts, Sortanella. La voz lat. SORS y sus derivados ha
tenido uso en múltiples momentos históricos: cuando, bajo dominación visigoda, se
procedió a la división de la gran propiedad hispano-romana; o cuando, expulsados de las
Alpujarras los moriscos, sus tierras se parcelaron para los nuevos pobladores castellanos.
Dado que en Calzada han existido desde antiguo quiñones con esta denominación, que
parece ser antigua, y dado el carácter disperso de los quiñones, es más probable que las
suertes de Calzada hagan referencia a unas tierras que se han partido y posteriormente
privatizado. Ello pudo ser el resultado de compras a censo perpetuo o a censo alquitar
como las que registran los protocolos antiguos. La compra pudo ser hecha por el concejo a
algún gran propietario, eclesiástico o señorial, pasándose luego al reparto de las tierras
adquiridas. La fecha de tal reparto ha de ser antigua, pues ya se cita en 1752 repetidamente
como topónimo. Cabe sospechar que estas suertes se formaran al parcelar zonas de pasto
linderas a la calzada romana.
Tobal, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Toval (CME-ecl; CME-seg; Coca, 121). Tobal
(Forfoleda, Coca, 1; REG 116). El Tovar (APForf): linda con tº de Calzada y con tº de
Santiváñez. En una cita del CME-Forfoleda se menciona una tierra en El Tobal lindante por
el este con raya de Calzada y por el norte con raya de Santibañez de Cañedo. Había
asimismo una tierra del cabildo, llamada El Tobal (de 136 fanegas), lindera por el este con
raya de Calzada, por el oeste con la tierra anterior, por el norte con el cº de Forfoleda a
Santibáñez y por el sur con el prado de la Silva. En el CME-ecl se cita una tierra en El
Tobar, centenera, que “linda al levante y con un picon hacia mediodia con tierras del lugar
de Forfoleda”. La pañoleta de Calzada indica que el Tobar está entre la Silva y Valdelasna,
ya en tº de Forfoleda.
TOP. ASOCIADA: El Picón de los quiñones, en el Tobar (CME-ecl). Se refiere a un pico
entrante en tº de Forfoleda, que era de propiedad concejil.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Este topn. pertenece a una familia
bien representada en la geografía peninsular, que generalmente se adscribe a la base
apelativa toba ‘piedra caliza, muy porosa y ligera, formada por la cal que llevan en dilución
las aguas de ciertos manantiales’. Esta base es fiel al latín vulgar *TŌFA, lat. TŌFUS, de igual
valor semántico (DCECH, voz toba). Nieto Ballester cita El Toboso (Toledo), La Toba
(Guadalajara, Cuenca), Tobar (Burgos), El Tovar y El Tobazo (Jaén), Tobed (Zaragoza, < lat.
TǓPH Ē T U), tobera (Burgos), Tobillas (Albacete), Tobillos (Guadalajara), Tobaruela (Jaén),
Villatobas (Toledo). Quizá sea del mismo origen el topn. portugués Touvedo, en Ponte da
Barca.
Del artículo del DCECH se desprenden tres posibles valores semánticos para toba y sus
derivados. Todos ellos tienen en común el sema ‘hueco, agujereado’:
Piedras tobas, esto es, de tipo calizo, “ligeras, esponjosas, porosas y blandas”, como
expone Covarrubias. El pueblo de Tubilla del Lago (Burgos) figura como Tobella en
documentos medievales y está rodeada de materiales calizos. Antonio Franco señala
para la zona de Aracena (Huelva) el uso de toba ‘travertino’. Se añadirían a este
campo semántico los topns. de origen hidrogeológico, dado que este tipo de suelos
es favorable a la aparición de manantiales. Carracedo Arroyo (1996), en su análisis
de la toponimia de Soria, incluye Fuentetoba, que analiza a partir de toba ‘manantial
de agua caliza que sale a borbollones’ (voz recogida por G. Manrique (1956) en
Ucero, Soria) p. 70; también cita un Tobajas. González analiza La Toba (p. 372) en
su toponimia de Cantabria.
(2) Cierto tipo de cardo borriquero, con particular referencia a su caña. Es voz de
difusión sureña, que se registra en Valencia y Andalucía. Pero se constata
igualmente en Zamora.
(3) Cuevas, oquedades y madrigueras. Es acepción frecuente en Galicia. Rivas Quintás
(1982) recoge tobal ‘guarida de zorro’ en la zona de Marín. El DCECH cita, entre
otras formas afines, el gallego tobo ‘madriguera, conejera’ y touva ‘cueva, buraco a
modo de madriguera’. En zona aragonesa, toba viene a significar ‘cueva’, mientras
que en dominio catalán tou, del mismo origen, ha sido usado en las acepciones de
‘foso de castillo, agujero en un muro, cavidad’: véase DECat, voz tou. Así tovanc es
registrado por Coromines como ‘hondón’. Con un valor genérico ‘hoyo’ y matices
semánticos particulares son analizados numerosos topns. del área catalana en el
artículo “Tou, Tous, amb Tova, Toves, Tovar, Tovell, Tovella, etc” del OC.
(1)
En localidades próximas pueden citarse topns. como el Cerro Toba (726 m) en Roales del
Pan (Zam.), Las Tobas en Valcabado (Zam.), El Tobal (Parada de Arriba; MTN 478-I),
Arroyo del Tobar (Alaejos; mtn 426). En Malva, Zam., existen la Ermita de Nuestra
Señora del Tovar y El Palomar del Tovar. Sanz Alonso menciona El Tobal (Pollos, p. 181) Los
Tobares (Santovenia de Pisuerga). Barrios (1981) registra en el s. XV una tierra del Tovar en
La Torre (Ávila).
¿Cuál de las tres acepciones señaladas es la vigente en el origen del topn. calzudo?
Considerado el entorno físico de El Tobal, cabría inclinarese por la explicación tercera: tobal
sería ‘madriguera, conejera’ o, preferiblemente, ‘lugar de oquedades, pozos o agujeros’.
Obsérvese que el cº de Madrigal apunta en esta misma dirección, y parece interpretarse
madrigal como ‘madriguera; acarcavamiento’. Si tales buracos o hoyos tenían origen natural o
arqueológico es cuestión que no puede ser decidida.
Sin embargo, algunas ordenanzas de la provincia de Zamora, al sur del Duero, regulan el
uso de tobas, con la acepción de cardos, que eran recogidos por algunos vecinos. Por ello,
es probable que el Tobal deba interpretarse como abundancial vegetal.
Torbiscales, Los
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Torbiscales, Los [“por zima de la Laguna”]
(Cristo). Torbiscales (Forfoleda, Coca, 3). Los Troviscales (junto al cº de Forfoleda a
Castellanos) (APForf): eran viñas antes de 1568. Los Torbiscales, lindantes por el este con el
cº de Castellanos a Forfoleda (CME-Forfoleda). En CME-Forfoleda se cita una tierra del
cabildo, llamada El Torbiscal, cº de Sca., cº de Castellanos y Valdevotija (126 fanegas). Lindaba
por el este con cº de Forfoleda a Castellanos, por el oeste con prado de Valdebotija, por el
norte con cº de Castellanos y prado de Valdebotija y por el sur con raya de Calzada. Un
asiento de registro indica: “Espinal o Torviscales” (REG 5008).
TOP. ASOCIADA: La Mata de los Torbricales, “por zima de La Laguna”, en el testamento de
María Riesco (+ 1724). Mata está aquí en la acepción de ‘mancha boscosa’.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Compárese el topn. menor
aducido por Coca en Castellanos de Villiquera, El Torvisco (p. 120). Fuera de la Armuña,
Regatos del Torbisco (La Vídola; MTN 450-I), Las Torbisqueras (Tardobispo; MTN 397-I), Los
Torbisqueros (cerca de Villaseco de los Gamitos, MTN 451-III). En forma deturpada,
Tordisquera (cerca de Villamor de los Escuderos, MTN 425-II).
La forma antigua del topn. calzudo y forfoledano, Troviscales, coincide con el tipo
dominante en el área portuguesa y gallega. Véanse los abundantes topns. Troviscal, Troviscoso,
Trovisqueira, Trovisco, Troviscainho. En DCECH, voz torvisco; en DEEH, voz TŬRBĪSCUS. Otros
topns. de la misma base en Rivas Quintás (1982; p. 196).
El torbisco se usaba en Cespedosa de Tormes para curar la roña y otras enfermedades de
las ovejas (Sánchez Sevilla, 1928). Cortés Vázquez cuenta de un conjuro que hacían en
Berrocal de Huebra para quitarle los cocos a las ovejas. Es también muy conocido como
planta medicinal y de usos rituales en Andalucía. Las Ordenanzas de Salamanca (1719)
prohíben el uso del torbisco en tintorería de mantas (Rupérez y Lorenzo, 1994). También
era usado para cazar pájaros en otros puntos: “Torvisko en hondixera, engaña el páxaro ke
va a ella”; “lleva el torvisko unos granos kolorados apiñados, ke komen bien los páxaros, i
kon ellos los arman. «Hondixera» es a manera de arko de una vara blanda kon un lazo en
un estremo, ke kon engaño koxe por los pies a los páxaros ke se sientan en un palillo falso
de la hondixera, donde se tiende el lazo” (Correas, 1627).
Tras de la Huerta
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Tras de la huerta, El sitio (Coca, 59); Por detrás de
la huerta (Coca, 134) [se trata probablemente de la huerta del beneficiado]. El sitio de la
Huerta (CME-seg): referencia a la huerta del Beneficiado; también denominada Jardín del
Beneficiado (CME-ecl). Adyacente a ésta se encontraba La Alameda del Beneficiado (CME-ecl).
Una tierra ‘detras de la huerta’ lindaba por el norte con el cº de Valdunciel (actual calle de la
Laguna). Detras de la Huerta (AC29) lindaba por el norte con la huerta del Beneficio de
Calzada. Este paraje se corresponde con la actual calle Pozo del Campo. Se labraba y tenía
algún trozo de centeno con productividad media o baja.
Val de Juan del Rey
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Val de Juan del Rey era
del común de los vecinos y medía dos huebras de pasto inferior (CME-seg). Lindaba por el
norte con prado de concejo, del mismo nombre, de Forfoleda. Val de Juan del Rey (Coca, 22;
Forfoleda, 24). ValdeJuan del Rei (Tablón). Juan del Rey (CME-seg). Valdejuandelrey (APForf).
Se sembraba algo de centeno en sus bordes (CME). En un asiento de registro se indica la
indistinción con el valle contiguo: “Laguna (antes Val de Juan del Rey)” (REG 5041).
TOP. ASOCIADA: El Prado de Val de Juan del Rey (CME-seg). Con este mismo nombre se
conocía en Forfoleda el prado concejil, de 8 huebras, que vertía aguas por el norte a la Vega
(CME-Forfoleda). Se le añadía un rodillo o prado satélite de una huebra. La Punta de
Valdejuandel rey (CME-Forfoleda) era la parte alta del prado, ya lindante con Calzada.
Alude sin duda de un propietario medieval; con cierta seguridad, se trata de Iohan del Rey,
que en 1260 es mencionado indirectamente (“Petro Iuanes fiyo de Iohan del Rey”) en una
venta al arcediano Alfonso Pérez (Martín et al., 1977). Pedro Eanes o Ibáñez (patronímico
derivado del nombre de su padre, Juan), que era canónigo, hace testamento en 1283 y dona
a su sobrino Alfonso Oarez “toda la heredad que yo he en Forfolera”. Dada la coincidencia
del nombre y el lugar, es casi seguro que haya sido este Iohan del Rey, padre del canónigo,
quien dio lugar al topn. de Calzada y Forfoleda Valdejuandelrey.
Valdecabrilla
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Cabrillas, Valdecabrilla (CME-seg),
Valdecabrillas (CME-ecl). Valdecabrilla (REG 99). El prado de concejo de La Cavrilla
ocupaba 3.5 huebras de pasto de 3ª (CME-seg). Es un prado excavado en la ladera norte
que confina con la Vega, y tiene al oeste el cº Madrigal y al este La Cabaña. Se cultivaba
algo de centeno en sus bordes (CME). Actualmente consta como Valdecabrilla.
TOP. ASOCIADA: Por cima de Valdecavrillas (CME-seg).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Morala (1989) interpreta el topn.
menor La Cabra (comarca de Los Oteros, León) como metátesis de carba ‘matorral de
roble’. Vid. también la p. 319 (Carba, carbero, cabra; derivados como carbilla en zonas
leonesas de la comarca de los Oteros). La evolución de carba a cabra, impulsada por
etimología popular al hacerse oscura la voz carba, es detalladamente fundamentada en
Morala (1994).
Esta es voz común en el área leonesa y asturiana, con acepciones variables que suelen tener
en común la referencia a matorral ramoneable, como el que forman los rebollares. En la
zona de Lena (Asturias), carba es ‘matorral y monte bajo para pastos’, sin especificación
botánica: puede tratarse de matorral de brezo, helechos o piornos (Concepción Suárez,
1992).
El Valdecabrilla calzudo será por lo tanto evolución desde una *Carbilla ‘matorral basto de
roble’, que en nuestro caso habrá aludido a Quercus pyrenaica ‘rebollo, melojo’. La voz carba
vive aún en zonas próximas, como la Tierra del Vino, donde fue recogida en encuesta
reciente realizada en El Maderal. En el entorno de Calzada, existen topns. menores
emparentados: La Carba (Fuentesaúco; MTN 425-IV), Carba en Cubillos (Zam.), La Carba
en Fontanillas de Castro (Zam.), Las Carbas en Muelas del Pan y en Fresno de Sayago,
Carvas en Villavieja de Yeltes (Sca.). En forma evolucionada por etimología popular, Las
Cabras (Almaraz de Duero), La Cabra (Villalonso)...
Otros derivados de la raíz *carb- han debido de tener vigencia hasta época reciente en la
provincia y en zonas aledañas de Zamora, como demuestra la toponimia. Carbizo es voz
localmente conocida, y aún se utiliza en Forfoleda para aludir al roble, especialmente
cuando está en fase arbustiva. Así el topn. Carbizal (Alfaraz; MTN 424-IV) o Carbizales
(Cerezinos del Carrizal, Zamora, citado por Cortés Vázquez, 1989). También fue conocida
en algunos puntos de Portugal: Carviçais, Carviçosa (DTP, p.149).
Mayor vigencia parecen haber tenido los derivados carbajo, carbayo, como demuestran
numerosos topns. de la zona: Carbajales (Zam.), Carbajosa de Armuña, Valdecarbajo (paraje en
la raya entre San Cristóbal del Monte y El Cubo; documentado en un deslinde de 1777 que
se conserva en el AC; vid. MTN 425-IV); La Carbajala (Valdunciel, CME); Fuente Carbajal,
en Castellanos de Moriscos (MTN 452-IV). En MTN 424-IV, La Carbaja (Alfaraz) y
Carbajo (Palacios); en MTN 425-IV, El Carvajal (Fuentesaúco); en MTN 424-II, El Carbajal
(Fresno de Sayago). En MTN 424-I, Regato de la Carba (Fresno de Sayago), no lejos de
Navalacarbaya y Valdecarbaya (Almeida); en MTN 396-III, Valcarballo (Muga de Sayago) y
Fuentecarballo (Bermillo de Sayago) –la forma con –ll- puede ser imputada a un
recopilador yeísta-. En Villanueva del Conde se recogió (ATS, Medicina) una cancioncilla
que, para curar la ictericia, se dirigía ritualmente a un roble: “a verte vengo, calvallo, / entre
la luna y el sol. / Quítame la calentura / y devuélveme la color”. Sin duda, calvallo es forma
reinterpretada a partir de carbayo ‘roble’. Valcarbajos (Almendra; MTN 423-IV). Carbayo es
voz vigente en Aliste (Zam.), según Baz (1967). Vid. Concepción Suárez (1992) para una
detenida relación de testimonios leoneses y asturianos de esta base.
Valdefrancos
Figura este topn. una única vez en la documentación del CME-ecl, como propiedad del
Colegio de los Ángeles. Los dos tomos IV y V coinciden en la denominación, que
reaparece en los papeles de la desamortización (1861 ADE). Posteriormente consta en el
registro de la propiedad: Valdefrancos (1899 REG 3556). El mismo topn. figura registrado en
Huelmos (CME), lo que induce a pensar en un topónimo compartido que designara un
valle que, naciendo en tº de Calzada, desaguara en Huelmos. Subsiste en la memoria oral
del pueblo, y parece en efecto confirmarse que Valdefrancos es el nombre antiguo de un
ramal o valle cercano al actual Valdenegrillos. La renovación en el nombre se produciría a
raíz de la plantación de olmos (negrillos) al pie de la carretera, que cortaba por este prado. Es
probable que Valdefrancos haga alusión a una heredad cuyos propietarios, seguramente
medievales, fueran de etnia ultrapirenaica. Francos eran, entre otros, los pobladores de
Arcediano; en la ciudad de Salamanca es bien sabido que los francos constituían una de las
principales naturas. Sobre testimonios antroponímicos y gentilicios en la toponimia del
entorno calzudo, véase el correspondiente apartado.
Valdehuertos
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En Valdehuertos tenían los quiñones 9 huebras
de trigo de tercera, lindantes por el este con el cº de Santibañez (CME-seg). Val de Huertos y
Güertos, Los (Coca, 81). Valdehuertos [junto a la raya de Santibáñez] (Ánimas). Valdeguertas
(linda con cº de Santibáñez) (CME-ecl). El prado estaba entre la Fuente de los Pellejos y el
cº de Santibáñez. Según parece recordarse, vertía aguas hacia la fuente. La pañoleta de 1901
lo sitúa al NW de Valdeladueña, transversal al camino de Santibáñez y a levante de éste,
pero ya en tº de Santibáñez; igual consta en la pañoleta de Forfoleda, de 1908.
Probablemente es el vallecito que da en la Rivera frente a las casas de Santibáñez, en la
fuente llamada de Santibáñez (pañoleta de Forfoleda, 1908).
La existencia de huertos en zona tan alejada del pueblo hace pensar en un origen remoto
del topónimo. Los huertos en cuestión serían labrados por vecinos de Calzada; si bien
quizás los hortelanos eran de Santibáñez, probablemente en una época en que esta alquería
aún conservaba suficiente población.
Valdeladueña
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Valdeladueña [tierras de Santibáñez](Cristo) El
Prado de Valdeladueña (CME-ecl): linda con raya de Huelmos. Con el mismo nombre figura
en la operación del Catastro en Huelmos. Situado entre el cº de Santibáñez y el cº de
Huelmos, se adentraba en el tº de esta alquería. Vertía aguas fluyendo al NE y reuniéndose
con Valdenegrillos, y juntamente caían en la Rivera de Cañedo. Figura como paraje extenso
en la pañoleta de Valdunciel (1901), al SW de la alquería, y cruzado por una línea de
vaguada que se marca como Valdenegrillo.
TOP. ASOCIADA: Sendero de Valdeladueña (CME-ecl; REG 114).
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Carrera de la Red (1994) explica
cómo, en ámbito leonés, el título reverencial de Domnus o Domna, inicialmente reservado a
Dios, se había aplicado, según el patrón francés, a los santos y dignidades eclesiásticas. Sólo
a partir del s. X empieza a usarse como tratamiento de dignidad en la sociedad civil,
primero aplicado al rey, y más tarde a damas y a nobles. En los ejemplos por ella aducidos,
todas los topns. de propietarios seglares que derivan de Domna van especificados con el
nombre: Vega de Doña Olimpa, Villa de Domna Matre, Barriales de Domna Froila...
La ausencia de tal especificación en el topn. calzudo remite con gran probabilidad a un
propietario eclesiástico, una monja o abadesa terrateniente. Véase la discusión sobre la voz
donna en Rivas Quintás. La Dueña [alquería de Pedrosillo de los Aires] figura documentada
“en 1406, bastante antes de que Salvatierra pasara a la Casa de Alba” (Zapatero Arenzana,
1994). La referencia es, seguramente, a una monja medieval terrateniente. Existe otro
despoblado La Dueña en la zona de Ciudad Rodrigo y se cita en 1271 una Peña de la Dueña
en Llamas de la Ribera (León) (Rodríguez, 1981). La alquería, próxima a San Pelayo de
Guareña, de Cañedo de las Dueñas, (en 1265 citada como Cannedo del Emperador; García
Martín, 1982) conserva la referencia a algún convento de monjas propietarias del término.
Topónimos similares: Valdedueñas (S. Miguel de la Ribera; MTN 397-IV); Valdeladueña (Los
Oteros, León; vid. Morala); río Dueñas (Lois; Riaño, León), y sendos topns. San Pedro de las
Dueñas (León) y Dueñas (Palencia).
Almeida explica que los derivados del lat. VALLE- llegaron a tener valor simplemente
predial, perdiéndose en parte la acepción orográfica. Cita para ello referencias fechadas en
1258 a un “vallis que fuit de N.” (MTP, p. 571). Esta explicación es extensiva a otros topns.
calzudos: Valdejuandelrey, Valdemarialfonso...
Valdelasna
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Val del Asna (Coca, 180); Val de lama [lectura
errónea por Val de lasna, que figura en la cartografía del MTN y mtn] (Coca, 186).
Valdelasna (CME-ecl); Valdelasno (CME-ecl). Valdelasna (REG 3263). En la pañoleta de
Forfoleda se indica un regato de Valdelasna, que fluye desde la Fuente de los Pellejos, en
Calzada, hasta verter aguas en la Rivera de Cañedo.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Asna ‘burra’ es voz común en el
medioevo y posteriormente. Prácticamente todos los burros empleados en la labor eran
hembras. Correas (1627) recoge el refrán “asna kon pollino no va derecha al molino”
(porque se entretiene). El topn. es oscuro semánticamente, y tampoco está garantizada su
filiación en lat. ASINA.
Son numerosas las homonimias. Coca cita un paraje de Valde el asna en Valdelosa. Ribeira de
Valdasna es un arroyo en Arouca (Portugal). En un documento de venta de una viña,
próxima a León, fechado en 1257, se menciona “la uinna que dizen de la asna” (Ruiz
Asencio, 1993). Un topn. Naua el asna es citado en el Libro de la Montería, de 1350, en la
Sierra de Segura; otro, la maiada del asna, en zonas montuosas próximas al Tajo.
Considérense también los topns. portg. Anal, antes Asnais ‘asnales’ (DTP, p. 46) y Asnela
(DTP, p. 57) o Nelas. Campo del Asno es topn. en la hoja de Almendra. También en la hoja
de El Cubo figuran topns. de apariencia afín: Valdeasno, Navalaburra y Cabeza Yegua.
Valdelasno es un despoblado en Ciudad Rodrigo. La Burra, topn. menor en Toro (Zam.); en
Villavieja de Yeltes, Valdeburras; Fuente de la Puerca (Zamora) y La Puerca en Torres del
Carrizal (Zamora). Valdeburros (Almeida; MTN 424-I). Valdeasnos (Pozoantiguo).
Cabe plantear varias hipótesis.
(1) La primera, indudablemente repleta de riesgos, es explicar el nombre como alusivo a
una escultura en piedra de época protohistórica. Las analogías son numerosas: el Burro de la
Barrera, en Lumbrales, es una figura cuadrúpeda o verraco en piedra de granito, como lo es
también el Burro de San Antón en San Felices de los Gallegos. La Yegua de Irueña era una
escultura zoomorfa de apariencia equina encontrada en el término de Fuenteguinaldo.
Estas figuras en piedra eran frecuentes en la segunda Edad del Hierro, tal vez con la
función de consolidar derechos de trashumancia o deslindar pastos. Es muy probable que
Villar de Ciervo (Sca.) tenga un origen similar, como también los próximos Villar de la Yegua
y Villar de Puerco (ahora V. de Argañán) y el antiguo Villar del Buey (citado entre Sardón de
los Frailes y Almendra; probablemente sea Villarejo, anejo de Sardón: véase Madoz), de
elocuente implicación. Estos tres nombres de lugar comparten el formante ‘villar’, que
suele aludir a castros o aglomerados urbanos anteriores a la repoblación. Los apodos
colectivos de los de San Felices (mulos), los de Villar de la Yegua (potrosos) y los de Villar
de Puerco (puercos) aluden a las esculturas de piedra (Iglesias Ovejero, 1989). César Morán
describió la mula de Villardiegua (de la Rivera), un verraco de forma equina, al que
probablemente debe su nombre este pueblo sayagués. Hay otra Villardiegua de Nalso,
dehesa del sur de Sayago, cuyo origen es seguramente el mismo. En el término de
Valdunciel, al norte del pueblo, está el Teso de la Yegua, que puede revelar circunstancias
arqueológicas análogas.
Las figuras zoomorfas propias de las culturas del Hierro del noroeste peninsular han dado
lugar a una abundante diversidad de interpretaciones populares. En algunos casos, se ha
querido ver en ellas a equinos; otras muchas veces a puercos o verracos; y otras veces a
toros, a osos e incluso a ciervos. Es bien conocida la Porca de la población portuguesa de
Murça. Villatoro y El Barraco (Ávila) han conservado sus correspondientes esculturas en
piedra (Tejero Robledo, 1983). Otros topns. abulenses alusivos a esculturas zoomorfas en
piedra, aparte de los bien conocidos Toros de Guisando, son Navaltoro y Campo del Toro. El
verraco de Braganza recibe popularmente el nombre de Porca da Vila. En Arévalo otra
escultura zoomorfa es conocida como la Marrana cárdena. Segura de Toro, pueblo cacereño,
debe su nombre al verraco que se conserva en su plaza. Similar origen tendrá Arroyo del
Puerco (Arroyo de la Luz, desde 1937: Tejero, 1994) y el próximo Guadancil o Guadajancil,
forma árabe del mismo topn.. En El Oso (Ávila) el topn. tiene su origen en un verraco. En
Solosancho hay actualmente una gran figura zoomorfa, cuyo origen es el Castro de Ulaca:
fue encontrado en la Fuente del Oso, a unos kilómetros de este municipio (Álvarez-Sanchís,
1990). Es probable que el nombre de Valdelosa tenga este mismo origen.
(2) Menos verosímil sería una explicación del topn. a través de un hipotético asna ‘viga de
cubierta, cabrio’, referida, dado el contexto, a un madero durmiente para cruzar un arroyo.
Con la misma metáfora animal y distinta especie, se constata el abundante topn. gall. Poldras
‘pasaderas de arroyo’ (ASĬNA ‘burra’, *PULLĬTRA ‘potra’): la idea común es ‘bestia de carga’;
asimismo caballete ‘armazón de soporte’. En Calzada se usa el término burra ‘viga grande y
horizontal, inferior a los forjados del techo, que soporta el lienzo opuesto al muro de la
campana de la chimenea’.
(3) La coincidencia de Valdeasno junto a Valdecebreros en Villar de Samaniego (MTN 450I) podría inducir a explicar algún topn. aislado sobre la base del nombre de los extintos
asnos salvajes o encebros o cebros –especie análoga a Equus africanus que desapareció al
final del medioevo-, como el topn. menor Rincón de Valdecebras (Zamora). También hay un
Valdecebras en La Hiniesta. Sin embargo, resulta muy poco verosímil que la alusión a la
riqueza faunística se haga por medio de un singular femenino y no de un colectivo como
cebreros; y aún menos creíble es que un vallejo insignificante se distinguiera como lugar
querencioso de asnos salvajes en una especie de enorme movilidad como el encebro. El
Acebrón (Cuenca) es más probablemente descriptivo de alguna escultura zoomorfa (Rivera
Garretas, Fuero de Uclés).
(4) Cabría explicar algunos de los topns. acopiados como alusivos a prados o pastos
reservados al ganado asnal. Valdelasnos (citado por Coca en Ledesma, p. 236) puede tener
una explicación simplemente ganadera. El Burro es topn. de Carbajosa de Armuña.
Valdelasna podría hacer referencia sencillamente a un prado donde descansara el ganado
asnal durante la faena de los labradores, aunque se entiende mal el singular femenino de
asna. Coromines explica en OC los topns. Ainet, Aineto como procedentes de lat. ASINETUM
‘lugar abundante en asnos o donde se crían asnos’. En estos topns. de montaña parece más
verosímil pensar en alusión a la fauna silvestre, como ‘cebreros’.
(5) García Arias (2000) analiza un homónimo de Teberga (Asturias), Valdelasna, robledal en
La Torre. Propone interpretarlo como *val-de-lasna, donde el determinativo sería una
forma derivada de ast. Lláxina < hispano-latino LAGENA ‘losa, piedra plana y lisa’. Al
perderse la vocal postónica, la –x- se habría despalatalizado, como fresno de lat. FRAXINU-.
Esta explicación, sin embargo, parece improbable dada la difusión del topn. Valdasna,
Valdelasna en zonas ajenas al sistema fonológico asturiano.
Consideradas conjuntamente las anteriores propuestas, cabe inclinarse a favor de las
hipótesis (1) o (4), descartando (3) y (5), y dejando entreabierta la posibilidad de (2).
Valdemarialfonso
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En ValdemariaAlonso (CME-seg) tenían los
quiñones una gran tierra de 30 huebras de trigo de tercera. Lindaba por el este con el ‘Cº de
Madrigal’, y por el sur con prado de la Vega. También consta como Valdemariaalfonso en
CME-seg. Val de María Alonso y Val de María Alfonso (Coca, 79; Forfoleda, 23). La pañoleta
de Forfoleda (1908) sitúa Val de María Alonso como un valle que fluye de la raya de Calzada
hacia el SW tributando aguas en el Arroyo de la Vega.
Se prolongaba como Prado de Valdemaria Alfonso (8 huebras), concejil de Forfoleda, hasta
desaguar en la Vega (CME-Forfoleda). En un documento testamentario de 1907 se alude a
a una tierra en Las Carrilleras o Val de María Alfonso, en tº de Forfoleda.
Es difícil situar históricamente a la propietaria de quien se deriva el topn. En 1273, una tal
María Alfonso, “criada que fuy de don Alfonso Perez, arcidiano que fue de Salamanca”
vende una casa en la capital (Martín et al., 1977). No es descartable que se trate de la misma
persona.
Valdemorille
Prado ya lindante con tº de Huelmos, a levante y adyacente al prado de Valdefrancos o
Valdenegrillos. No se han encontrado constancias documentales.
Valdenegrillo
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La pañoleta de Valdunciel (1901) lo sitúa con
claridad como un valle que saliendo más o menos del antiguo Ventorro de Blanco fluye
hacia el NW para entregar aguas en la Rivera justamente en la raya entre Santibáñez y
Huelmos. El cauce que marca la directriz del valle se ha marcado en una revisión posterior
de la pañoleta, de fecha 1947. El punto de confluencia con la Rivera viene precisamente
rotulado en el plano original (1901) como Prado de Valdenegrillo. No han sido encontradas
referencias más antiguas, lo que pudiera sugerir su creación reciente.
Tal como se recuerda en Calzada, Valdenegrillos (con desinencia de plural, que tal vez no
sea genuina) es un prado en término de Huelmos, al que corta la carretera. Antes, la
carretera de Zamora iba flanqueada a tramos por grupos de negrillos (Ulmus minor) y algún
fresno (Fraxinus angustifolia). Su misión era amenizar el recorrido y evitar con su sombra que
se derritiera la brea en mediodías calurosos. En Valdenegrillos había unos cuantos árboles
sobre la vaguada. Pudiera ser que el topn. se creara a raíz de la plantación de estos árboles,
que debía datar de la fecha de construcción de la carretera (anterior a la dictadura de
Primo). Aguas abajo, el prado se reúne con su tributario Valdeladueña, que viene del SW.
Se puede pensar que Valdenegrillo deriva de una retoponimización espontánea del anterior
topn. Valdefrancos. Pero ello es inseguro hasta con comprobar versiones antiguas del
topónimo.
En estos parajes los falangistas hicieron fusilamientos durante la guerra. Forzaban a los
presos a cavar una fosa y luego disparaban. Se dice que había tres gavias alargadas (fosas).
Un mozo que andaba arando por allí notó que un buey se le hundía; y, al remover un poco
el terreno, sintió el olor a carne corrompida. En una versión variante, se dice que la reja del
arado se enganchó con un brazo de muerto. Todo esto dio lugar a una designación efímera
y quizás restringida al mundo infantil: El Prao los Rojos. Otro lugar de fusilamientos, más
dramático aun, fue el encinar de La Orbada. En Calzada, después del alzamiento, hubo
represión contra los elementos más destacadamente activistas en la izquierda. Algunas
familias salían a dormir en las tierras, por miedo a una visita nocturna de la Falange (en
horas en que no se cuenta con la vigilancia colectiva del pueblo). A tres vecinos del pueblo,
que se habían significado con reuniones (en la antigua tahona, que estaba al pie de la torre,
en la c/ Santa Elena) y actos de propaganda comunista, vino un día la Falange y se los llevó
al monte de Huelmos a interrogarlos. Parece ser que los separaron y, para intimidarlos,
hubo algún disparo al aire. El vecindario apremió al alcalde para exigirle que intercediera; el
alcalde lo hizo, pidiendo cuentas en nombre del pueblo; y hubo alguna influencia favorable
(un factor en el apeadero de Huelmos que conocía a una de las familias de los detenidos)
que ayudó a evitar males mayores. Poco después regresaban todos al pueblo. En Calzada
hubo bastante voto comunista durante la república, y cierta implantación sindical agraria,
que asustaba a los labradores propietarios de tierra. Los horarios de salida al campo de los
jornaleros se acortaron. Un comité (la Gestora) controlaba el comienzo y final de la
jornada, y algunos obreros se mostraban inflexibles y abandonaban la labor en las tierras
(en contra de la costumbre de rematar la faena) apenas sonaba la señal. Se dice que habían
hecho planes de redistribución de tierras y de bueyes. Hubo alguna refriega entre los niños
hijos de labradores y los de jornaleros; a los monaguillos los apedrearon. Era constante el
rumoreo, en la tahona, en las fraguas (la de la plaza, y otra cerca de las escuelas), en las
tabernas. El resentimiento y el miedo de los labradores crecía. Cuando estalló la guerra, los
jornaleros izquierdistas se libraron de más represalias gracias a que uno de ellos, que tenía
una radio en casa, se enteró del alzamiento y avisó a todos, que, en la madrugada del 18
salieron a trabajar al campo puntuales y conciliadores.
Valdoñegas, El Prao [de]
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de las Valdoñegas
ocupaba 14 huebras de pasto de 2ª (CME-seg). Lindaba por el E con la raya del despoblado
de Aldeanuevita, por el W con el Arroyo del Valle (¿se referirá a la Boca del Valle, enfrente
de La Portilla?) y por el S con la “calzada que va de Calzada a Zamora”. Las Valdonegas,
Valdoñegas (Coca, 3; Ánimas).
TOP. ASOCIADA: Cadozos de Valdoñegas (NSR). Los Caozos de Valdoñegas (CME-ecl); Caorzos
de Valdoñegas (1850 REG 3414). Sobrevive la Charca de Valdoñegas al pie del cº de Huelmos,
donde antiguamente iban a lavarse y a coger ranas los segadores, y donde solía abrevarse la
boyá de vuelta de los prados.
Valdoñegas de Arriba: tramo del prado de Valdoñegas aguas arriba de la carretera de Zamora.
En él se conservaba hasta la concentración parcelaria una fuente o arca de agua recercada
de piedra. Existía una Charca de Valdoñegas de Arriba, próxima a la fuente del mismo
nombre. Ambas fueron sepultadas por la concentración parcelaria.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: probablemente ha de explicarse
como una adjetivación puramente romance: doñegas ‘[posesiones] del señor o del gran
propietario’. Coito Nego, topn. de Arouca (Portugal), es interpretado por Almeida y Silva
(1995) como *couto donnego ‘mojón [de la propiedad] señorial’. En cuanto a la aposición
del sufijo en -ego, prefieren ver en esto un hecho puramente romance, que se añade a una
forma popular *domno < lat. tardío DOMNUS, antes que una derivación directa desde
DOMNICU-. Coromines, por su parte, asegura que domnus fue la única forma vigente en latín
vulgar, ya desde época arcaica, y no dominus (OC, voz Montdony). El derivativo en –ego es
común en el romance peninsular. Almeida y Silva citan fundego, labrego, condego como ejemplo
de apelativos vernáculos basados en este sufijo, que expresa vinculación, tarea o ubicación.
Análogamente, los mismos autores citan el topn. Fradegas en Fermedo, Arouca, que habrá
de ser interpretado como ‘[las tierras o posesiones] de los frailes’, del común frade <
FRATRE adicionado el mismo sufijo. Almeida (DTP, p. 247; p. 449) insiste en señalar que
donego se llegó a sustantivar, usándose al final de la Edad Media como sinónimo de ‘villano
ennoblecido’. Véase su discusión de los topns. Donega, Donegas. El autor cita innumerables
topns. medievales en los que donegas, donegos es adjetivo calificativo de un término predial,
aludiendo a sus propietarios, del escalón inferior de la nobleza: senra domnica (963), palacio
domingo (1013), ratio donniga (1032), terra domnica (1071), larea doniga (570), pomar donego (1258),
devesa donega (1258), villa donega (1102) y muchos más (DTP, 449).
Con el mismo sufijo, Sanz Alonso cita en Valladolid unas Laderas Comuniegas (Villafuertes
de Esgueva). Posiblemente de *Nava doñega, con pluralización secundaria, es el topn.
Navañegas (Monleras; MTN 423-IV). Quizás comparte el mismo étimo del topn. calzudo
Valdeniegas (Valdelosa; MTN 425-III)
Filiación directa latina tienen en cambio las formas originadas en *DOMNĬCU-, con acento
en la vocal primera. De ellas se deriva el topn. leonés Busdongo (BUSTU DOMNĬCU ‘prado
vacarizo señorial’) o el asturiano Covadonga (‘cueva de la Señora’) y el catalán Viladonja
(véase la misma voz en OC). Nieto Ballester (1997) y García Arias (2000) añaden algunos
topns. con este mismo componente: Viladonga, Casasdónigas (Lugo), Fontedonga, Fonte domnica
(1043), Villadonga, Pumardongo (Asturias).
Este topónimo es de gran interés por hacer referencia a la estructura medieval de la
propiedad en Calzada. Debe interpretarse como voz en todo equivalente al común topn. La
Serna, y en la toponimia de la zona, en forma diptongada, La Sierna ‘porción del término
municipal que el señor o propietario principal se reservaba para su explotación directa, y a
cuya labor y cosecha estaban obligados a contribuir en persona los vecinos y pobladores del
lugar”. Así en Zamayón y Santiz hay un valle de la Sierna, o en Topas y Negrilla el paraje de
La Sierna. El topn. La Portilla, que cierra nuestro Valdoñegas en su desmbocadura a la Vega,
es probablemente alusiva a un vallado de imposición estacional para acotar este prado en
tiempo de panes. Y posiblemente el aledaño paraje de La Cabaña, referente a un caseto para
vigilancia o saneamiento de viñedos, está remitiendo a una zona de vides en el mismo
cuarto señorial.
Valduercos
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecían al tº de Aldeanueva. El prado de
secano de Valduercos tenía 5 huebras de cabida y era de propios de Calzada. Los Valduercos
(CME-seg).
Valduercos, Los (Coca, 151); Valdorros [lectura errónea por Valdorcos?] (Coca, 188)
TOP. ASOCIADA: Prado de los Valduercos (CME-seg). Los Caños de Valduercos, nombre que se
daba a la reguera que, bajando de Valduercos, se reunía con el regato de la Vega, formando
charcas. En Los Caños de Valduercos se cogían berros. La pañoleta de 1901 muestra un
pequeño cº, llamado Camino de Valduercos, que sale al norte perdiéndose entre tierras. El
camino salía de las alamedas y huertas de Aldeanueva.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: No escasean los parónimos y
tampoco las homonimias exactas: Valduercos (Villarino de los Aires, Salamanca; La Olmeda,
Guadalajara), Arroyo de Valduercos (tº de Burgos).
Valluerca es una aldea de Valdegovía (Álava); también en Burgos hay un Valluerca y otra
aldea llamada Valluércanes, cercana a Pancorbo, en cuyo foro ya aparece con el mismo
nombre ‘dividit terminum inter Pontem curbum et Valluercanes’. En la provincia de León
se registra el topn. Boca de Huérgano, lugar situado en una angostura, junto al riachuelo
Portilla. Huércal (Almería) y Huércanos (La Rioja). Silveira menciona el cast. huerco, uerco
‘tumba mortuoria’; orca ‘dolmen’; poniéndolos en relación con dos voces latinas: ORCA
‘tonel, recipiente grande de barro’ y ORCUS ‘morada de los muertos’; y cita dos poblaciones
de nombre Valluerca. Uerco ‘infierno’ aparece en Juan de Mena; en el Arcipreste de Hita
figura con el uso popular ‘el diablo; la muerte’. Coromines (OC, lema orquera) señala la
pervivencia de la voz orc ‘lugar salvaje y medroso’ en la alta Ribagorza.
Nieto Ballester (1997) cita el topn. Huércenes (Cuenca), junto con algunos de la serie
anterior, sugiriendo indeciso la posibilidad de vincularlos a Las Huelgas (León), y
proponiendo para todos ellos la base céltica *ŎLCA ‘campo fértil, huerta’. Parece sin
embargo preferible mantener ambas series toponímicas separadas.
(1) Por un lado, se tendría Huércanos, Valluerca, Valluércanes, Huérgano, Huércenes y tal vez
Huércal en la esfera semántica de ‘concavidad, sima, cueva, valle profundo’; esta
familia léxico-toponímica tendrá su origen en lat. ORCA ‘tinaja’; lat. ORCUS ‘mundo
subterráneo, infierno; cueva’. Compárese el nombre del río Cueza, afluente del
Carrión, a partir de ‘olla, cauce’.
(2) Por otro, la familia, aún viva en las hablas leonesas, de Huerga, Buerga, Huelgas, con
las acepciones de ‘prado inundable, huerta de ribera’, procedente de una base céltica
*ŎLCA ‘campo bien regado’. Véanse ejemplos zamoranos de esta última serie en
Cortés Vázquez (1989), quien les atribuye un valor semántico algo diferente, ‘tierra
fecunda, campo labrado’. Más convincente es la explicación de Morala (1989),
según el cual la voz huelga, de designar zonas inundables, ha adquirido el matiz de
‘pradera semipantanosa’, alejándose por lo tanto de la noción de ‘terreno fértil’. En
el monte de Topas sobrevive un Valdelahuelga (mtn). En la documentación del
Monasterio de Carracedo (Martínez Martínez, 1999), se registra en 1332 la siguiente
prescripción, dirigida al arrendatario de un caserío: [debe] “tener en bon paramento
las casas a su costa, tomando la madera en las nossas olgas”: es decir, debe llevar
por cuenta propia el mantenimiento de las casas, extrayendo para ello la madera de
las huelgas del monasterio. Se tratará probablemente de arboledas no frutales
destinadas a la producción de vigas y cuartones, análogas a las alamedas y
negrillares de Salamanca, o a los ponjales de León. Tales arboledas se ubicarían en
zonas de soto, próximas a un prado o corriente de agua.
En caso de estar conectado con alguna de estas dos bases, nuestro Valduercos pertenece sin
duda a la primera. Walde y Hoffmann (1982) señalan un posible parentesco etimológico, en
origen, de lat. ORCA ‘tinaja’ y ORCUS ‘infierno’, partiendo de una noción común: “la
concepción del infra-mundo [infierno] como un recipiente de boca estrecha”. Coromines,
por su parte, no encontró bases sólidas para afirmar la perduración apelativa del catalán orc
en la acepción puramente topográfica ‘sima’. Véase DCECH, voz huerco; DECat., voz orc.
Sin embargo, los topns. de la familia Huércanos, portugués Orca, parecen atestiguar un valor
arcaico ajeno a las connotaciones infernales: ‘sima’ en los topns. castellanos, ‘dolmen’ en los
portg..
En contra de la hipótesis Valduercos = ‘Valle de las simas o de los hoyos, o de los
enterramientos’ pesa gravemente el hecho de que esta aplicación toponímica está aislada en
nuestra zona. No hay paralelos próximos. Todo ello debilita la explicación. En cualquier
caso, si la respuesta estuviera aquí, se optaría preferiblemente por la acepción arqueológica,
como en Portugal (orca ‘cista o dólmen’). Más inverosímil aún es postular un origen mítico:
‘valle infernal’, como parece proponer César Morán (1946) en su visita a Calzada.
Ante estas dificultades, cabe optar por una vía anómala, pero no imposible: así como lat.
ŬLMUS ha dado localmente Huelmo, mediante un insólito proceso de diptongación
secundaria, ¿no cabría pensar que lat. FŬRCU- ‘bifurcación’ rebasara la evolución a Horcos ,
atestiguada en Calzada (prado de los Horcos = Prado de los Ahorcados, localizado al norte
del término municipal y distinto de Valduercos) para llegar hasta Huercos? Tal diptongación
atípica precisa de mayor documentación si ha de establecerse con fundamento, pero no es
en absoluto descartable. Por ejemplo, en una carta de venta de 1289 (Floriano, 1987) se
menciona un topn. cacereño, el ualle del fuerno, que indudablemente es el mismo lugar que
en 1292 se cita de nuevo como arroyo del fforno. La evolución desde lat. FURNU- (Walde y
Hoffmann mencionan una forma antigua *FORNU-, de la que se constatan algunos ecos)
hasta forno y fuerno sería en todo comparable a las que se postulan para ULMU- y FURCU-.
Dado que al prado de Valduercos se le desgajan tres rodillos ‘prados secundarios o
tributarios’, es concebible que este topn. naciera de la percepción del prado como un ‘valle
de los horcajos o de las bifurcaciones’.
Valhondo
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Valondo medía 3.5
huebras de pasto de 3ª. Lindaba por el oeste con el ‘camino que va a Madrigal’ (CME-seg).
Valondo (Coca, 38); Valhondo (Bº). Desaguaba en el prado de la Vega entre la cuesta del cº
Madrigal y la raya de Forfoleda. No está claro si su confluencia coincide con los llamados
Caños de Santa Marina.
TOP. ASOCIADA: Prado de Valondo (CME-ecl). Caño del Valondo (CME-seg); Caño Valhondo
(1899 REG 3565). Camino del Valondo (CME-seg). Valhonda, Caminito de (Coca, 161).
Valle, El
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo del Valle era de 3.5
huebras de pasto de 2ª (CME-seg). Lindaba por el este con un prado particular, de
Ordóñez; por el oeste con el cº de la aceña, y por el sur con un prado de los Mínimos.
El Valle (Coca, 33) (NSR). Una tierra es localizada en Reguera o Valle (REG 65),
probablemente en referencia al cauce que recorre esta vaguada. Aguas arriba continuaba
con los prados de Caorzo de la Terrera, El Salinar y Carrerinas. Éste es el valle por
antonomasia, aunque posiblemente tuvo en origen alguna denominación más específica: en
CME-ecl se recoge el topn. El Valle de Prado Redondo, alusivo sin duda al lugar que todavía
se recuerda como El Prado Redondo.
TOP. ASOCIADA: Valle, Sendero del (Bº), (Coca, 66); El Sendero del Valle (CME-ecl). El
Sendero del Valle flanqueba el prado por el sur.
Arroyo del Valle (Coca, 61); El Reguero del Valle (CME-ecl; Coca, 170).
Naciente del Valle, El; Naciente’l Valle (Coca, 111). En el Naziente del Valle (CME-seg) tenían
dos particulares (Ordóñez y Cubillos, de Salamanca) 1 huebra de prado de secano, de pasto
de buena calidad.
Picón del Valle (Bº); El Picón (CME-ecl).
El Teso del Valle (CME-ecl).
Las Heras junto al Valle (tomo III: ‘a la boca del Valle’) (CME-seg).
El Barrero del Valle (CME-ecl).
Naciente aquí es sinónimo de ‘manadero, fuente’. Con igual valor consta como topn. en
Almenara: El Naciente del Agua (Coca Tamame, 1993; p. 281). El Picón (CME-ecl), sin más
determinación, es sin duda este pico o entrante del Valle.
Vega, La
FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Val de la Vega era del
común de los vecinos, según el Cat. de Ensenada; su medida era de 33 huebras, de pasto de
1ª. Llegaba por poniente hasta la raya de Forfoleda, por el Norte lo limitaba Sta. Marina, y
por el sur el cº de Forfoleda. Vega, La (Coca, 119; Forfoleda, 11). Tenía continuidad en el
prado de concejo llamado también La Vega, ya en tº de Forfoleda, de 39 huebras, que
recibía por el sur aguas de varios prados y rodillos concejiles.
El prado está más encajado por su margen norteña, donde lo flanquea una alineación de
lomas. Viniendo desde Valdunciel, recibe aguas por el lado derecho del caño de San Miguel
y de la Desvergonzadas, luego de Valduercos y del Caño Lutero, de La Portilla, de
Valdecabrilla, del Caño de Santa Marina y Valhondo, llegando al Mojón de la Vega, donde
entra en Forfoleda. Allí recibe a Valdemarialfonso, a Valdegomete, a La Silva y a
Valdegallego antes de llegar al casco de Forfoleda.
Por la margen sur, la orografía es suave y son poco perceptibles los pliegues del terreno.
Destacan tan sólo las aportaciones de El Valle, seguidas por Martibáñez, Caño de los
Manzanos y La Laguna. Ya en tº de Forfoleda, le llegan Valdejuandelrey y el Prado de los lavajos
con Valdebotija.
TOP. ASOCIADA: Val de la Vega (Coca, 21). Prado de la Vega (Bº). Carril de la Vega (NSR;
CME-ecl) (Tablón). La Boca de la Vega (AC29). El Rincón de la Vega (CME-seg; CME-ecl).
Calle de la Vega (CME-seg). Un tramo debió de recibir en el siglo XIX, según el Registro, el
nombre de La Vega de Juanes, probablemente en referencia a un comprador destacado de la
desamortización (Pedro Juanes, hijo de Julián).
El sendero o carril de la Vega iba por el norte de las Eras de Abajo y al pie de las lomas que
flanquean el prado, encaminándose a Forfoleda. No está claro cuál es el Rincón de la Vega,
aunque parece tratarse de un enclave próximo a la Boca de la Vega, en la confluencia con el
arroyo del Valle. En una declaración contenida en CME-ecl (vol. V) se precisa más este
topónimo: “El Rincon de las Zarzas de la Vega”. Probablemente era ésta la forma antigua
del topn., que fue luego abreviada. Rincón aquí debe de estar por ‘meandro, rinconada de un
curso fluvial’.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. es extremadamente
común y transparente. En Sca., La Vega de Tirados, Vega de Olleros [alq. de Vecinos],
Vega de Terrón [embarcadero en la Fregeneda], Vegancha [afluente del Agadón], Las
Vegas [hoja de Castrejón, Barbadillo], La Veguilla [Alba de Tormes], Las Veguillas.
Verdes, Los
Documentado una única vez, Los Verdes (1904 REG 4229). Era una tierra del obispado
desde tiempo inmemorial. ¿Alude al hecho de haber sido propiedad del colegio llamado de
Los Verdes?
3.1.1. Toponimia popular
Algunos nombres de pueblos y ciudades próximas recibían nombres diferentes de los
oficiales. Estas variantes populares a veces son arcaismos, que perpetúan formas menos
evolucionadas del topn. Así se oía La Fuente [de] Sabuco, o simplemente La Fuente, en vez de
Fuentesaúco; Muelas en vez de Florida de Liébana; Peñameces y no Peñamecer; Lagunarrubias
en vcz de Lagunas Rubias; Sepeculario y no Sepulcro Hilario (Unamuno recoge las variantes
Seperculario y Perculario); Aldea del Palo o La Aldea en vez de San Miguel de la Ribera; La
Aldegüela en vez de Añover de Tormes; Viñalbo en vez de Venialbo; Payerno en vez de
Padierno (en tierra de Ledesma); El Soto en vez de Sotoserrano. A Salamanca se le llamaba
la capital. Huelmos era Güelmos o Buelmos. No se conocía el nombre, oficial y turístico, de
“El castillo del buen amor”, sino El Palacio Villanueva. Izcala se pronunciaba Iscala. Perigüela
era Pereruela de Sayago, origen de alfarería recia muy común en las cocinas de Calzada. El
río Cañedo es designado con diversos nombres: La Rivera, sin más, o La Rivera Tuerta. Esta
denominación (lat. TŎRTUS ‘torcido, curvo’) alude al giro en redondo con que remonta su
curso al pasar Huelmos. Sube por Cañedino y Villanueva y, al llegar a Izcala asciende hacia
el poniente, en sentido exactamente opuesto al que traía entre Huelmos y su
desembocadura al norte de Ledesma. Es forma toponímica extendida. En León es
conocido el río Tuerto, así como las localidades de Retuerto (RIVU TŎRTU) y Montuerto
(MONTE TŎRTU). En Salamanca, Retortillo.
3.1.2. Términos apelativos frecuentes en la toponimia local
Se recogen aquí algunos elementos descriptivos cuya presencia frecuente en los
documentos antiguos y en la toponimia aún vigente aconseja tratarlos conjuntamente. En
efecto, se trata de un acervo apelativo productivo, que forma numerosos compuestos y
derivados toponímicos.
Rompidos. Es voz que conserva valor apelativo como ‘roza, terreno que era prado o
monte y que se rotura por vez primera’. Es recogida en 1928 por Sánchez Sevilla en
Cespedosa de Tormes: rompío ‘terreno nuevo roturado’. Tiene abundante representación
toponímica: Los Arrompidos (S. Cristóbal del Monte; MTN 425-IV), Los Rompidos
(Robliza de Cojos; MTN 477-IV). También en Portugal, Rompida (Urrô, Arouca).
Compárense (Morala, 1989) los leoneses Arrotela o los gallegos Arrotea (latín vulgar
*RUPTELA), de igual significación.
Caño, madriz, cánce, cancillera, sangradera, gavia, gavión. En la zona, caño es ‘zanja
de desagüe, vaguada, sangradera’. Hay numerosas correspondencias en el área leonesa y
castellana. El Caño figura como topn. en Almaraz de Duero y en Moriscos. Los Caños en
San Cebrián de Castro. En Canalejas (León), El Barrial del Caño (barrial ‘barrizal; barrero’),
El Caño y Caño San Román. Con idéntico valor al de Calzada, se registra caño ‘desagüe de una
tierra o entre dos tierras’ en la provincia de Valladolid (Sanz Alonso, 1996). Apelativos
sinónimos, salvo posibles matices locales, se desprenden de la toponimia menor de otros
pueblos y comarcas: cance, profuso en Palencia de Negrilla; madriz, frecuente en la comarca
leonesa de Los Oteros; gavia (lat. CAVEA), recurrente en Castellanos de Villiquera, y su
derivado gavión, que se constata en Valverdón (CME); sangradera, también en Castellanos.
Todos ellos describen cauces o zanjas de desagüe o álveos de vaguada. Derivado de cance es
el término cancillera recogido por Unamuno en su Recopilación ‘cubeta o canal de desagüe en
las lindes, hoyo hecho en tierra. Se dice en la Armuña’. También anota la variante
pseudoculta cáncer ‘cance’. Como indica Coromines (OC), parece tratarse de una evolución
desde el diminutivo *CALICELLI del latín CALIX, -CIS, que también ha dado lugar a la voz
castellana cauce (véase lema Benacanzil).
Regato, reguera: términos muy difundidos para designar los pequeños cursos ocasionales
de agua, de caudal y entidad menor que una rivera. Como es sabido, en la raíz de estas voces
parece encontrarse una base prerromana REKO-, que ha dejado descendientes en gran parte
del área iberorromance: así el catalán rec ‘arroyuelo’ (y topns. como Reu o Caborreu < CAPUD
RECI; véase en OC, voces Regàs, Regatxo, Regatxol; también en DECat, VII, pp. 160-167), los
apelativos regajo, regato y reguera, o los topónimos leoneses Riego. Aisladamente aparece en
Forfoleda, en un apeo parroquial de 1568, la voz regar ‘regato’: “el Regar de la Silva”.
Rivera: curso de agua considerable, pero de menor entidad que un río. En la zona de
Calzada, la rivera por antonomasia es la de Cañedo.
Caorzo. Sobre el término apelativo cadozo, y su forma variante caorzo ‘charca estacional, olla,
ensanchamiento de un arroyo donde se acumulan las aguas’, vid. José P. Machado (DOE),
Cadouço p. 308 y Cadorços p. 307, y DHLE. Es voz que ya usa Don Juan Manuel, en el Libro
de la Caza “et si el arroyo es tal en que haya cadozos”. Morala (1989) analiza diversas
formas emparentadas en la toponimia leonesas, cuyo origen árabe común es qadus ‘cubo,
jarro’. En el entorno de Calzada, Coca cita algunos topns. con la misma base: Caozo
(Valverdón); Caozo manantial (Aldearrodrigo); Rompido de Cahozo el Caballo (Aldearrodrigo);
Cadozo Culebrero (Santiz). Cahozo Redondo es topn. que figura cerca de Villamor de los
Escuderos (MTN 425-II). Es conocido el pueblo sayagués de Villamor de Cadozos. Con
una –b- antihiática se conserva El Caborzo, charca de Moriscos (Sca.), Los Caborzos
(Cantalpino; mtn 453). El Caorzo de las Alamedas era topn. en Valdunciel (CME). Esta
misma base parece haber tenido uso en el oriente castellano: Alcadozo (Albacete), Alcahozo
(localidad en Cuenca y laguna en Ciudad Real) (Nieto Ballester, 1997).
Rodillo. Es voz muy frecuente en la toponimia de Forfoleda. Designa un prado
secundario, de escasa extensión, situado generalmente entre tierras de labor (entrepanado).
Puede entenderse como una hijuela de un prado mayor, al que desagua.
Pico, picón; cuerno, cornejo. Es término apelativo que se repite en la toponimia para
designar los ángulos agudos formados en el cruce de dos caminos o dos linderos.
Unamuno propone una definición: “lengua de tierra de una dehesa que entra en otra”. En
las tierras, un picón es la forma angular aguda de un vértice de la parcela. En Valdunciel
(CME-Valdunciel) existe el Cº del Pico o del Picón, cercano al cº de Calzada (atraviesa el cº
de Castellanos a Valdunciel). También una Rodera del Pico, en las proximidades del
pueblo. El Picón en Castellanos era un ángulo definido por la calzada de Zamora y el
camino a Nuestra Señora de la Encina. Casi sinónimo, aunque a veces reservado al extremo
o proa de una loma, es el término cuerno o su derivado cornejo. El Cornejo, en Forfoleda,
parece ser un saliente angular del término municipal, lindante con Valverdón; mientras que
El Teso del Cuerno es la punta extrema de las lomas que separan el arroyo de la Vega y la
rivera de Cañedo.
Manga. Así como picón alude a un entrante triangular, manga o mangada describe una forma
rectangular que penetra en otra. Puede tratarse de una tierra, o de un saliente de una tierra;
o de un prado. Está también presente en la toponimia de la zona: así, en Valverdón, La
Manga Grande era un prado de concejo (CME), al que confluía otro prado, La Manga Chica.
En el encuentro, había una charca conocida como El caozo de entrambasmangas.
Boca, uzo, portilla. Son innumerables los topns. en los que aparece el término boca en la
acepción ‘desembocadura, tramo final de un valle’. Coca cita algunos topns. similares: Boca
de los Ballejones (Forfoleda), Boca de Zurruquina (Aldearrodrigo), La Boca de Valde Juan Martín
(S. Pelayo de Guareña), Boca de ambos Horcados (Palacios del Arzobispo). Análogamente,
Sanz Alonso menciona en la provincia de Valladolid los topns. menores Boca Prado, La
Boquilla de Valdecarros (Santovenia de Pisuerga) y La Boquilla de Valdeciegos (Cabezón de
Pisuerga). También, en Los Oteros (León), Morala (1989) encuentra La Boca el Valle y La
Boca de la Vega. Véanse los ejemplos aducidos por Concepción Suárez (1992) en la zona de
Lena (Asturias). Esta acepción de boca ‘desembocadura, tramo final de un río o de un
prado o vaguada’ es ya antigua. Ruhstaller (Actas Topn. Cast.) cita La Boca de Guadierua p.
245. En acepción contrapuesta, cabe citar un topn. menor en Muga de Alba, Culo la Vega.
Una metáfora similar a la de boca explica la toponimia de foz ‘desfiladero, desembocadura’
desde el lat. FAUX, FAUCIS ‘garganta humana; desfiladero’ (DCECH; hoz II).
En los apeos de propiedades del beneficio de Forfoleda, de 1568, se recoge una forma más
antigua y sin duda sinónima, uzo (lat. ŌSTIUM ‘puerta’; vid. DCECH, voz uzo). En efecto, la
copia posterior del documento transcribe ‘en uzo dessa’ como “a la voca de la silva”, en
referencia a la desembocadura del valle de la Silva. Una metáfora similar explica parte de los
topns. basados en Portilla ‘puerta o desembocadura de un valle’.
Punta, cuento. Es voz opuesta a boca. Aplicado a un valle designa la extremidad más alta,
más cercana al nacimiento de la corriente. En algunos documentos anteriores aparece la
voz cuento, cuyo valor semántico parece ser similar. Por ejemplo, en Valverdón, El quento de
Balgrande (CME) es el extremo más alto, aguas arriba, del prado de Valgrande. En otros
apeos figura como La punta de Valgrande. Si se tiene en cuenta su etimología desde lat.
CŎNTUS ‘pértiga; fuste de lanza’ (DCECH, voz cuento), lo esperable sería que cuento
significara lo contrario de punta, esto es, el cabo romo e inferior en un objeto alargado.
Pero parece haberse producido una evolución semántica que, pasando por la acepción
‘puntal, vara de soporte’, ha conducido a ‘punta, extremidad’.
Carril, rodera, sendero, camino, carrera, calzada. Son voces semánticamente
emparentadas, que se emplean con diversos matices. Rodera es la marca de ruedas, que, al
consolidarse crea una servidumbre de paso, convirtiéndose en un camino secundario. Carril
es camino apto para el paso de carros, mientras que el sendero sólo tolera la circulación a
lomo de bestia o a pie. Frecuentemente se llama sendero al trazado, escasamente definido,
que va por los prados, serpenteando entre herbazales. Véase también Morala (1989) para
algunos matices de interés. Camino es la voz más común, con escasas marcas definitorias; en
general de mayor entidad que carril, rodera o sendero. Carrera y calzada han sido sinónimas.
Se han aplicado en el pasado tanto a las antiguas vías romanas, como a cualquier camino
principal, de suelo bien apisonado.
La voz calzada es muy común como formadora de topns., mayores y menores, en la zona de
Calzada y en ámbito leonés. Por citar algunos ejemplos, hay La Calzada en Villalube (Zam.),
en Zarza de Pumareda (Sca.) o en Canalejas (León). Numerosos topns. mayores en la
provincia de Sca., citados por Madoz: Calzadilla de Mendigos; Calzada y Casas de la
Calzada [respect. de los obispados de Coria y de Plasencia; en las proximidades de Puerto
de Béjar]; Las Calzadas, en tierra de Ciudad Rodrigo; Calzadilla de la Valmuza y Puente de
la Calzadilla (Madoz.)
No necesariamente se reservaba el término a las vías principales o de ascendencia romana,
aunque éste sea el caso en la mayor parte de los topns. mayores. No puede esperarse otra
cosa de una voz que ha tenido amplia vigencia apelativa hasta el XVIII al menos. Esto lo
evidencia la extraordinaria abundancia de topns. menores basados en calzada. En el CME
de Valdunciel, por ejemplo, se ve cómo calzada designaba a numerosos caminos, de los que
salían radialmente del casco de la población. El topn. Las Calzadas vive aún en Narros, en
referencia al antiguo camino que se dirigía a Topas. El cº que, desde Huelmos, iba a
Cañedino, se llamaba La Calzada Mellonera. Las Calzadas en Forfoleda es topn. alusivo al
camino de Torresmenudas a Salamanca. Por la raya entre San Cristóbal del Monte y El
Cubo pasaba una vía denominada La Calzada (de Abedillo a Salamanca), tal vez
prolongación de la anterior. Curiosamente, el cº que desde La Mata iba a Valdunciel se
llamaba Calzada de Valdunciel: hasta no hace mucho conservaba su empedrado.
3.2. Nombres de personas
3.2.1. Apellidos
Los apellidos que se registran en los documentos eclesiásticos del s. XVII en adelante,
pertenecientes al archivo parroquial de Calzada, muestran algunos rasgos singulares.
Es infrecuente hasta el s. XIX el uso de doble apellido. Normalmente sólo figura el apellido
del padre. La referencia a la madre sólo aparece esporádicamente como complemento
denominativo: Sebastian Riesco de la Rentera será hijo de una mujer a la que conocieran por La
rentera, quizás porque su familia llevara en renta las tierras del beneficio (propiedades anejas
a la parroquia) de Calzada. Así, uno de los apeadores de las tierras del beneficio es
identificado como “Manuel Texedor, rentero”. El apodo que reciben los de Palacinos,
cerca de Añover, es el de renteros, probablemente por haberse dedicado de tiempo
inmemorial a llevar en renta las tierras del Obispo y del cabildo de Salamanca.
Las formas “Riesco de la Pola” y “Riesco de la Espina” aluden sin duda a las respectivas
madres, cuyos apellidos serían Polo y Espino, respectivamente. En efecto, Juan Riesco y
Catalina Espino (nacida en 1661) se casaron en 1676 y fueron padres de Juan (nacido en
1682, muerto en 1758), que sería Juan Riesco de la Espina. Por las mismas fechas (1681) se
casaron Manuel Riesco e Inés Espino. También consta en el s. XVI un Pedro Polo, de
Torresmenudas, que tuvo descendencia en Calzada. Otras veces, estos mismos apellidos
por parte materna eran registrados del modo contemporáneo, por simple aposición: Juan
Riesco Polo (+1769) o María Riesco Espino (+1770).
La grafía es inestable: Riesco/Riesgo; Bicente/Vicente; Cabezas/Cavezas, Çurdo/Zurdo..
Los nombres de pila presentan formas castizas actualmente en total desuso: Bárbola por
Bárbara, Feliz por Félix, Macías por Matías. Se registra el nombre Pascua como alternativa al
actual Pascual o Pascuala. El nombre femenino María se funde a veces con el apellido:
Marigarcia = María García. Asimismo, se observan numerosos cultismos eclesiales: Joseph,
Jusep en vez de José, Bartholomé, Sanctos en vez de Santos...
Los apellidos son sometidos a declinación de género como si se tratase de un adjetivo
pospuesto al nombre de pila. Así, una mujer llamada María cuyo padre se apellidara Tejedor,
Riesco, Andrés, Quiñón... constaría documentalmente como Maria Tejedora, Maria Riesca,
Maria Andresa, Maria Quiñona... Formas femeninas registradas en la documentación son,
por ejemplo, Barrada, Berrenda, Alonsa, Gudina, Zurda, Vieja, Herrera, Morena, Terrera, Nieta,
Blanca, Velasca, Barreña. Este procedimiento es de antigua raíz en la antroponimia popular.
Por ejemplo, en un documento zamorano de 1256 (Martín, 1982), se menciona a una tal
Justa Salgada.
En determinados casos, el nombre de una persona viene complementado por una alusión a
su residencia que pretende evitar confusión con otros del mismo nombre. En los
documentos notariales aparecen reiteradas las indicaciones “de arriba” y “de abajo” que
complementan una especificación allí donde el apellido no basta para situar con precisión a
la persona. Como es sabido, “de arriba” quiere decir ‘de la calzada romana hacia levante,
remontando la corriente. La referencia toponímica, interna al pueblo, “de abajo”, pudo
cuajar como apellido en época más temprana: Ayuso. Otros complementos onomásticos en
los libros de difuntos y bautizos: “el mozo”, “el viejo”, “el menor”, “el mayor en dias”, “el
de los Higales” (topn. de Calzada, localizado cerca del casco del pueblo), “el del Corrillo”.
En Negrilla de Palencia consta en 1684 un Francisco de Dios de la Callexa, alusión probable a
la zona de residencia de la familia. En la Vellés se menciona una calleja de Medioaldea en
las declaraciones del CME. Esta misma indicación toponímica explicará el apellido de un
testigo en Valdunciel, en 1530: Juan de Media Aldea.
En cuanto a la semántica de los apellidos, pueden agruparse como sigue:
a) Patronímicos, originados por fijación del nombre del padre.
Algunos son mera aposición, no flexionada: Andrés, Lorenzo, Alonso, Vicente, Ramiro, Miguel.
Otros, de este mismo tipo, son menos transparentes, aunque también estén bien
documentados. Macías es la forma antigua del actual Matías; es el nombre del famoso poeta
lírico medieval. Un Maçias Martinez era notario en Salamanca en 1299 (Martín et al., 1977).
Rollán es apellido presente en Calzada, aunque no originario. Se trata también de un
nombre personal petrificado como apellido, en este caso una forma autóctona del actual
Roldán. En Salamanca, Rollán era nombre de los de la etnia franca (Un Don Rollan figura
como propietario de tierras en Santa Marta de Tormes en 1212; Sánchez, 2000). Lucas
Fernández, que adopta en su obra (s. XVI) una variante literaria del habla rústica llamada
sayaguesa, hace uso de esta forma: “¡Juro a sant Rollán, no hago!”. “Pedro Rollan,
cauallero” es testigo en una transacción de 1269 en León (Casado Lobato, 1983). Polo es
forma popular de Pablo, muy común en el medioevo leonés y asturiano. En un documento
de venta medieval se menciona “una casa que avemus ena cal de Sant Polo”, en Salamanca,
en clara referencia a la actual calle de San Pablo (Martín et al., 1977). Pablos, en cambio, es la
forma cultista del mismo nombre, que se mantiene fiel al latín Paulus. Santos es nombre de
pila que se daba a los nacidos en el día de Todos los Santos. Velasco es nombre personal,
frecuente en la Salamanca medieval entre los de etnia vascona o navarra.
Otros apellidos, menos abundantes en Calzada, tienen forma sufijada, vaga herencia del
genitivo latino: Hernández, Gómez, Ruiz.
b) Toponímicos, alusivos al lugar de origen.
Muchos heraldistas buscan explicaciones fantasiosas para los apellidos toponímicos, les
atribuyen orígenes ultrapirenaicos o los adscriben a etnia judía o morisca. Por lo común, no
suele ser así (nadie menos interesado que un converso en poseer apellidos delatores; la
documentación inquisitorial muestra una abrumadora mayoría de cristianos nuevos cuyos
apellidos son opacos y vulgares). En esta sección se recogen apellidos, frecuentes en
Calzada, cuya formación se explica a tenor de la procedencia, en general cercana, de los
antepasados. Esta tipo de apellidos se conocen también como post-toponímicos. Éstos, a
su vez, pueden clasificarse como:
Toponímicos de proximidad: en esta categoría, muy abundante en toda España, se incluyen
apellidos de formación relativamente reciente (s. XVI hasta s. XVIII) por desplazamiento
desde pueblos vecinos. No pocos de estos apellidos son armuñeses o de comarcas
próximas. Por ejemplo, Valdunciel es apellido común en La Vellés y en Arcediano. En
Calzada, a su vez, existió el apellido Vellés y su forma femenina Vellesa. Tardáguila es
apellido no infrecuente en la Armuña, y con descendientes en Calzada. En Aldearrodrigo se
da el apellido Del Arco, alusivo al pueblo vecino de El Arco, así como Alfaraz, pueblo de
Sayago.
Es muy probable que el apellido Villanueva, que aparece en Calzada después del s. XVII,
tenga su origen en el despoblamiento de Villanueva de Cañedo, que pasó de ser villa a ser
alquería. Sin embargo, parece igualmente verosímil, si no más, que el apellido se origine en
los vecinos de Aldeanueva de Calzada, antigua aldea luego despoblada (Aldeanuevita en el
s. XVIII) que se situaba entre Calzada y Valdunciel. Aldeanueva recibía ocasionalmente el
nombre de Villanueva de Calzada. Esta localidad, que aún tenía iglesia y beneficio en el s.
XVI, y donde gran parte de la propiedad era de la casa de Alba, se vació por completo
antes del s. XVIII; es lo normal que sus vecinos buscaran casa en Calzada.
El apellido Espino, que desapareció pronto de Calzada, vendrá de alguno de los pueblos
llamados Espinos de la zona de Zamayón, que se despoblaron precozmente. En 1136, se
mencionan “ambos Spinos”; y, más adelante, “ambos Cemaiones” (Martín et al., 1977).
Uno de ellos es el actual Espino Rapado, dehesa cercana a Añover.
Otros apellidos toponímicos de proximidad actualmente existentes en Calzada: Ledesma,
Alfaraz (pueblo entre Sayago y Tierra de Ledesma). El apellido Rollán, si no es directamente
patronímico, podría nacer en el pueblo del mismo nombre. Ayuso puede ser apellido de
generación local, alusivo a la residencia en la parte “de abajo” del mismo pueblo de
Calzada. Zarza aludirá a alguna población del entorno, como La Zarza (Valladolid) o Zarza
de Pumareda (Sca.). Zarzoso puede hacer referencia al despoblado salm. (en la zona de la
Sierra) del mismo nombre, famoso por el Convento de Porta Caeli (Monasterio del
Zarzoso), que data de 1444 según consta en la Bula de Paulo II que se conserva en el
archivo del Convento. También en Ciudad Real se cita el topn.Venta del Zarzoso, de
evocaciones cervantinas. Hay también un riachuelo Zarzoso, afluente del Arenal, que lo es
del Tiétar, en la Sierra de Gredos. Pero es más bien improbable que estos lugares hayan
dado lugar a apellidos, y aun menos, que hayan tenido difusión en Calzada. Zarzoso ya
consta en 1721 como apellido de un músico de Medina [del Campo?] (Documentos sobre
música en la catedral de Sigüenza (1714-1750), Javier Suárez-Pajares, ICCMU (Madrid), 1998).
Del Corral puede referirse a cualquier despoblado próximo o incluso, del propio casco del
pueblo. Gudino puede tanto hacer referencia a alguna localidad de este nombre (una alquería
en Doñinos y una aceña en Villamayor) como ser un patronímico basado en el nombre
personal Gudino, de base germánica. Fuentes puede tener su origen en Fuentespreadas
(Zamora) o en algún otro pueblo próximo del mismo nombre.
Toponímicos remotos: se trata de apellidos que aluden a orígenes geográficos distantes, y que
probablemente tienen su raíz en época anterior a los apellidos toponímicos de proximidad.
Tal vez pertenezca a esta categoría en Calzada el apellido Castañeda, que inicialmente se
acompañaba de la preposición ‘de’. El apellido Castañeda es rarísimo en Zamora y
Salamanca, mientras que abunda en León, Asturias y Cantabria. Sin embargo, no es de
descartar que Castañeda sea también post-toponímico de proximidad, puesto que cerca del
Tormes, aguas abajo de Salamanca, existía una aldea llamada así (Castañera en documentos
del s. XIII, posteriormente Castañeda).
Sevillano es apellido antiguo en Calzada. Se constata también como apellido en la tierra de
Ávila, en el s. XV, (Miguell Sevillano, Alfonso Sánchez Sevillano; Luis López, 1990-91). Un
Mathias Sevillano es nombrado en el Libro de bautismos de Argujillo (Zamora, Tierra del
Vino) en 1666 (J. Sevillano, comunicación personal). Un Alonso Sevillano figura en el
CME en Roelos (Zam.) (Castaño Blanco, 1992). Cabe plantearse la siguiente duda: dado
que desde la reconquista el movimiento demográfico era desde Castilla y León hacia
Andalucía, resulta en parte inexplicable este origen toponímico. Una posible solución es
que el apellido sea realmente antiguo y corresponda a la minoría mozárabe –cristianos que
vivieron bajo dominación musulmana y huyeron en la alta edad media hacia el reino de
León-. Ello concordaría con la presencia abundante del apellido en una zona tan
intensamente mozarabizada como Toro y tierra del vino.
Franco es posiblemente apellido antiguo, que se remonte a la colonización medieval con
pobladores ultrapirenaicos. Como es sabido, una de las etnias que repoblaron Salamanca en
la Edad Media es la de los francos. También es abundante el apellido Franco en León y
Zamora. Dada su influencia en el ámbito del cabildo, que tuvo abundantes posesiones en
toda la Armuña, es frecuente la referencia a propietarios francos en transacciones de tierras
y casas de los pueblos vecinos. Un despoblado próximo a la Vellés es Pedrosillo Franco,
Pedrosiello de Francos en 1243 (Martín et al., 1977). En 1156 un Martinus Francus y su hermana
Melina donan al cabildo su heredad en Arcediano (Martín et al., 1977). El actual
Valdenegrillos, en la raya de Calzada con Huelmos, era antes Valdefrancos. En Valdunciel
había el llamado Barrio de la Rúa (CME) y pervive un topn. referido a un propietario
medieval de apellido franco: Pedro Grimale (ya casi irreconocible, en la forma actual
Pelogrima).
El apellido “de Oviedo”, del que hay raras menciones en el s. XVII, pertenece también a
esta categoría. Igualmente, el apellido Sandoval, que pervive en Forfoleda y otros pueblos de
la rivera de Cañedo, aludirá a la población leonesa del mismo nombre, famosa por el
Monasterio de Santa María de Villaverde de Sandoval, que fue fundado por donación de
Alfonso VII en 1171.
Riesco y su variante Riesgo parecen de origen toponímico, si arrancan del mismo tronco que
los frecuentes Riesgos y Riescos de León y Asturias (zona de Babia, Laciana, y tierra de
vaqueiros de alzada). Se documentan desde antiguo, siempre en ámbito leonés. Staaff, que
trabajó en 1907 con cartularios del oriente de León, cita un Pedro Riesco (1222) y un Juan
Riesco (1256) (Díez Melcón, 1957). En 1247 aparece como testigo un “Don Pedro, fio de
Domingo Riesco”, en Villagómez, cerca del monasterio de Trianos (León) (Documentos del
Monasterio de Santa María de Trianos, Castán Lanaspa y Castán Lanaspa, 1992). También
figura un Pela Riesco (Pelayo Riesco) en un documento de la catedral de León, del s. XIII
(Ruiz Asencio, 1993), un Iuan Riesco (de Oudaneçes) en una carta de demanda de 1262
(Colección Diplomática del Monasterio de Carrizo, María Concepción Casado Lobato, Caja
de Ahorros y Monte de Piedad de León (Madrid), 1983), Pedro Riesco, Domingo Riesco y
Migayel (=Miguel) Riesco (de Carrizo, en una carta de cuentas de 1260 y en sendas ventas
de 1254 y de 1233, respectivamente), Ioan Riesco (de Valdefuentes, en 1259; otra cita en
una carta de venta de 1271). Un Alffonso Perez Riesco figura en una carta de cambio de
1275; otro Diego Perez Riesco, posiblemente su hermano, de Barielos (Barrillos de
Curueño?) en una carta de venta de 1267.
Coromines (DECat., voz risc) ha defendido que el apellido Riesco es apodo aplicado al
hombre duro de corazón, que es menos dadivoso que un peñasco; cita para ello a Tirso de
Molina: “de peña, de roble o de risco / es, al dar, su condición”. Dado que el castellano
risco, leonés riesco y mozárabe *resco significan ‘peñasco, cortado, acantilado’, Coromines se
inclina por atribuirles un origen común en una forma de participio procedente del lat.
RĔSĔCARE ‘tajar, cortar’. Este participio * RĔSĔCUM debe de estar en la base del apellido
Riesco, bien sea por la vía del apodo, o por la del topónimo.
Apodos alusivos a la condición dura, poco caritativa, de bolsa cerrada, del motejado,
parecen encontrarse en la Edad Media: “Luys martín bolso de fierro” es un vecino de
Cáceres en 1426 (Floriano, 1987). Otras referencias antroponímicas medievales, en efecto,
parecen avalar esta hipótesis: en 1480 es testigo de un aforamiento en la zona del Bierzo un
tal “Pedro, el Riesco de Sorriba” (Martínez Martínez, 1999); en 1458, también en Sorribas,
se menciona una “heredad que tiene en fuero el Riesco”: sin duda se trata del mismo
personaje. Hacia 1500, el apodo ya parece ser apellido, pues se menciona en el mismo lugar
a una Isabel Resco, descendiente probable del anterior. En un documento de Villalpando,
de 1318, aparecen nombradas una Miesol la Riesca y Mioro la Riesca (Vaca Lorenzo, 1988),
estructura onomástica que parece también contener un apodo. Tal vez es mote equivalente
a ‘zurdo, izquierdo’, si se tiene en cuenta la locución recogida en Maragatería por Garrote:
“la man riesga” = ‘la mano zurda’. Esto abre la puerta a otra posible interpretación del
apodo: si * RĔSĔCUM ‘cortado’, puede evolucionar hasta ‘peñasco, risco’, también podría
producirse otra evolución semántica, hacia la idea de ‘mutilado, cortado, manco’. Esta
evolución es muy favorable a la generación de apodos. La expresión maragata se explicaría
por considerarse popularmente que la mano zurda es tonta, mocha o manca. Análogamente
ocurriría con la acepción gallega, riesgo ‘bizco’, que también se registra en Barroso, Portugal
(Guimaraes, 2002).
Sin embargo, otras menciones al apellido parecen más bien toponímicas, en referencia a
alguna braña o asentamiento próximo a un risco (cuya forma asturiana-leonesa era riesco).
Todavía en 1406 se registraba en Cáceres el topn. “La penna del Resco” (Floriano, 1987),
es decir, ‘la peña del risco’. La hipótesis de un origen toponímico se ve reforzada por la cita
“Don Pedro del Riesco confirma” en una carta de venta de 1249 (Casado Lobato, 1983).
Es notable la aparición en la judería de Salamanca de una familia cuyo apellido podría
conjeturalmente ponerse en relación con Riesco. En 1358 era recaudador Don Yehudá o
Yudá abén Resque, apellido nisba compuesto con aben ‘hijo de’ y un término anterior, que
puede haber sido *Resk- ‘manco, mutilado’ si se entiende la última vocal como parágoge de
apoyo. El hijo de éste, Yacó, Yacob o Iacó abén Resque o Aberresque, participa en la venta
de unas casas en la judería. Casó con Bienvenida para tener un hijo, Yudá, que a su vez
contrajo nupcias con Masaltón, hija de Don Çag [=Isaac] Çamon (Carrete Parrondo, 1981).
Dado el carácter lingüísticamente híbrido de la onomástica judía medieval en España,
donde convivían formas genuinamente hebreas con arabismos y términos del romance
peninsular (particularmente mozarabismos), no sería sorprendente que este linaje tuviera su
origen en un homónimo del Riesco cristiano viejo. Obsérvese asimismo que la acepción
‘cortado, tajado’ que cabe postular para Riesco es compatible con una alusión a los
circuncidados. El apellido portugués Fanado ‘cortado’ se documenta en época medieval en
referencia a un judío (DEP).
En definitiva, con relación al apellido Riesco, nada excluye la posibilidad de un origen
plural, por repetición de la primera aplicación de apodo o de procedencia toponímica, por
lo que las varias interpretaciones propuestas pueden ser conciliables entre sí.
El apellido Cabezas, que probablemente alude a alguna población de la zona de Ávila
(Cabezas de Alambre, Cabezas del Pozo, Cabezas del Villar) debe inscribirse en esta
categoría, porque no hay ningún topn. Cabezas familiar en el entorno geográfico de Calzada.
c) Oficios y ocupaciones
En esta categoría se incluyen apellidos profesionales y de estamento, algunos de ellos
posiblemente generados in situ, en la propia Calzada medieval: Herrero, Aguadero, Campesino,
Conde, Fraile, Monge, Emperaile, Ballestero, Tejedor, Terrero, Escribano. Sorprende encontrar
ocupaciones de carácter más bien urbano (Aguadero ‘aguador’, o Escribano), que habrá que
atribuir a desplazamientos centrífugos desde las ciudades en el medioevo o la primera
modernidad. Martin aguadero figura como testigo en una carta de venta de 1273 de la ciudad
de Salamanca (Martín et al., 1977). En las Ordenanzas de Zamora, el nombre del oficio es
Aguadero y no Aguador (Del Canto et al., 1991). Aguadeiro es apellido portugués DOE).
Iohan Escribano o Escrivano era notario público en Salamanca en 1273 (Martín et al., 1977).
En medio rural, tampoco se entiende el apellido Campesino, por lo que tal vez se trate de un
nombre de origen geográfico (alguien de tierra de Campos). Ballestero no tiene por qué
entenderse como profesión militar, puesto que hasta acabada la Edad Media, era común la
caza con ballesta por razones de subsistencia. Así, en las Ordenanzas del concejo de
Montánchez, de 1385, se prohíbe a los vecinos de Cáceres que vengan a cazar con ballesta
al término de Montánchez (Floriano, 1987).
Las referencias a la artesanía textil (Emperaile y Tejedor) no sorprenden, dada la vigencia
hasta fecha reciente en muchos pueblos de la zona de estos oficios. El primero parece ser
una variante popular del apelativo peraile o pelaire ‘oficial de la fábrica de los paños, cuya
ocupación es cardarlos à la percha, colgarlos al aire: lo que executan varias veces, llevando
el paño al batan y volviendole à la percha, hasta que les paresce estar bastantemente suave’
(Edición de 1737 del Diccionario de Autoridades; para la etimología, vid. DECat, voz
parar). Como tal, se trata probablemente de un apellido ‘de oficio’ creado localmente.
Calzada tenía varias familias dedicadas a tejer; y hasta época reciente hubo una cardadora de
lana. Sobrevive como topn. en Castellanos la casilla de Perailes, cercana a la carretera de
Salamanca, aunque ésta es adaptación popular de un antiguo Pedro Arias.
El apellido Terrero parece también describir una ocupación. Es posible que se trate del que
llevaba en renta las tierras señoriales o eclesiásticas del pueblo. Más probable es que se trate
del oficial que hacía tapias, pisando tierra. En documentos medievales aparece el apodo,
luego apellido, Pisabarro, que probablemente alude a la misma ocupación.
d) Rasgos físicos y circunstancias personales
Alusivos a la complexión de la piel o al color del pelo serán los apellidos Moreno, Blanco,
Rosado, Bazo ‘de piel morena’, Berrendo ‘manchado de dos colores’ (véanse ejemplos de estos
dos últimos términos en el Diccionario Histórico de la RAE, ed. 1936, letra B). Crespo es
descriptivo del que tiene el pelo rizado o encrespado; ya se documenta como apellido en
1064, en San Millán de la Cogolla (Díez Melcón, 1957), aunque es de distribución general
en ámbito castellano y leonés. Su origen como apodo aparece visible en el nombre de un
propietario medieval, “Martin Pelaz, el Crespo” (Lera Maíllo et al., 1998), que vende unas
tierras en Carrascal de Golpejas en 1203. Entizne, que se corresponde con la forma
dialectal salmantina entisne, entizne ‘tizón’ puede tener varios orígenes: a) alusivo al oficio de
carbonero; b) aplicado a alguien de piel oscura, tiznada; c) [más improbablemente] referido
a algún episodio inquisitorial, si alguien de la familia hubiera pasado, en cuerpo o en efigie,
por las hogueras del Santo Oficio. Compárese con el apodo registrado en 1406 en un
documento de Cáceres: “Alfon ferrandes Xamuscado” (Floriano, 1987). Tição ‘tizón’ es
apodo medieval portugués (DEP). Sobre Berrendo: no parece apellido autóctono, sino más
bien es el nombre de algún forastero efímeramente asentado en Calzada. Se trata de un
apodo descriptivo del pelo o de la piel (coloreado a manchas). Alfonso de Toledo, a
mediados del s. XV, muestra el uso ganadero del término: “departio los ganados segunt su
ljnaje, conviene a saber lo lanar de lo cabrio. E segunt su caljdad los berrendos delos que eran
de vn color solo”. Nebrija lo define en su Vocabulario: Berrendo. albo maculosus .a .um.
(Es decir, "blanco manchado"). Ya aparece el término en el Becerro Gótico de Cardeña, de 972:
“uno iugo de bobes per colore uno albo et alio verrendo” (una pareja de bueyes de capa
blanca el uno, el otro berrendo). Por ello es probable que se trate de apellido poligenético,
es decir, de los que proceden de más de un foco: el mismo apellido se ha formado
independientemente (aplicado a gente sin parentesco entre ellos) en varios puntos de la
Península. Es apellido bastante distribuido, que uno encuentra en bastantes puntos de
España.
Cobo es evolución de calvo por vocalización de la líquida implosiva y cierre del diptongo
resultante, como ya mostró Menéndez Pidal (1950). Rodericus Covo figura como testigo en
una carta de venta salmantina de 1201 (Martín et al., 1977). El origen de este apellido en un
apodo, ‘el calvo’, queda de manifiesto en la siguiente cita: “ego Peidro Domínguez el Covo,
de San Cebrián, vendí a los fradres de Quintaniella una vinea”, en una carta de venta de
1214 (Sánchez-Prieto, 1999). En otra carta de venta figura como testigo “don Mate, fi del
covo” (1204). Luengo es apellido descriptivo del hombre largo o alto; ya figura en un
documento salm. de 1133 un Petrus Longus (Martín et al., 1977).
El apellido de Forfoleda y otros pueblos de la Rivera de Cañedo Segurado puede entenderse
en el sentido impreciso ―a falta de mayor información― de ‘el que goza de una garantía o
seguridad, el protegido; el resguardado, el socorrido’. En el Fuero de Salamanca, segurancia
es ‘garantía, tregua’ (Alvar, 1982). Con la misma forma, es apellido portugués, que Machado
(DOE) interpreta como simple participio de segurar ‘afirmar, asegurar, precaverse’. ¿Quizás
alude el apellido a una cualidad moral: ‘el precavido, el prudente’? Guarido, apellido que se
incorporó a Calzada hace unos cien años, es de procedencia sayaguesa, y de significación
difícil de deslindar. En todo el medioevo es uniforme la significación de guarido ‘curado,
sanado, restablecido’. En el Fuero de Zamora se usa esta voz: “yuguero a quien dieren bues
sanos e guaridos”. Tal vez se trate de un apodo que conmemorase alguna curación juzgada
milagrosa. Bravo, que no es apellido originario de Calzada, tenía en época medieval el
sentido de ‘feroz, pendenciero, peleón’; es apellido de distribución castellano-leonesa. Ya
en 1095 figura un Dominigo Bravo en la documentación del Monasterio de la Vega
(Valladolid) (Díez Melcón, 1957). Su uso como apodo queda de manifiesto en la referencia
a un tal “Domingo Blasco el Bravo” aún en el s. XV, en tierra de Ávila (Barrios, 1981).
Romero es en época medieval el peregrino, generalmente el que ha ido a Santiago (más rara
vez a Roma), aunque desde temprano empezó a usarse como nombre de pila: Romero
Garzía es escribano en un documento leonés 1281 y Don Romero es comendador del
Hospital de León en 1295 (Ruiz Asencio, 1994). Por ello tal vez una parte considerable de
los apellidos Romero deba ser considerada simple patronímico. Criado es apellido de oficio.
Gordillo parece apodo alusivo a la gordura o a algún rasgo moral (vanidad, hinchazón): ‘De
un cardenal legado, que era gordillo, estando en la corte del emperador Carlos Quinto, dijo
don Diego de Mendoza, conde de Mélito, que más parecía chichón que cardenal’ (Melchor
de Santa Cruz de Dueñas, 1574, Floresta española, ed. Maxime Chevalier, 1997). Quevedo
incluye en sus poesías alguna referencia a la ‘gente del gordillo’, en la acepción ‘gente vulgar
o del montón’: “Rábanos y queso y bota, en la gente del gordillo,/ dan más trabajo al
gaznate que copones cristalinos” (Poesías, editadas por José Manuel Blecua, Castalia
(Madrid), 1969-1971). En cualquier caso, convendría documentar el valor semántico del
diminutivo. Zurdo es de significado evidente.
Romo es apellido que se constata en Valdunciel y pueblos vecinos. Probablemente tuvo una
acepción análoga a ‘chato’; vid. DCECH, voz romo. En una donación de Alfonso X de 1284
se alude a un “Domingo Perez, el romo”, lo que implica con seguridad un apodo
probablemente por algún rasgo físico. En el libro de los Juicios de las Estrellas, anónimo de
1253, se describe así a Saturno: “de magra cara. & de oios fondos. & oluidadizo. & romo
con el pico dela nariz gordo. & anchas narizes”.
Malmierca es apellido muy antiguo, que ya figura en el Fuero de Salamanca (1178; Jiménez,
1986) como donante al concejo de 10 aranzadas de viña en Montenegro (que debe de ser
zona boscosa próxima a La Rad: quizás es el paraje que luego, por antífrasis de buen
agüero, pasó a llamarse Los Montalvos). Entre los pobladores, probablemente de origen
leonés, que se asientan en 1203 en un solar próximo a Toro figura un tal Ciprianus
Malmercha junto a un Rodericus Malcriado (Ed. Marciano Sánchez, Fueros y Posturas de
Zamora, Salamanca 1987, 57-59). También en documentos de la catedral de León, donde se
menciona la venta de una “uinea de Malmierca” en 1234 (Ruiz Asencio, 1993). El apellido
tiene aspecto de mote: algo así como ‘el que compra mal’, ‘el timador’, ‘el mercader
fallido’... Mierca en documentos leoneses significa ‘mercancía’ o ‘transacción de venta’. En
el Fuero de Béjar: “que ninguno non pendre a ninguno que uiniere con mierca a Beiar” o “
la mierca fecha, non se pueda ninguno repentir” (editado por Juan Gutiérrez Cuadrado,
Universidad de Salamanca, 1974). Alfonso X recoge la frase: "Bien mierca ell omne con el
torpe. & con el caydo. & tu assi faras comjgo" (Estoria de España, II, editada por Lloyd A.
Kasten y John J. Nitti, Hispanic Seminary of Medieval Studies (Madison), 1995). Análogo
en su estructura parece el apellido o apodo de un testigo zamorano (1168), Vilidi
Malamoneda (Martín, 1982) o el antes citado Malcriado.
Garduño parece ser apodo aplicado al codicioso y ratero. Nieto es apellido en que
aparentemente se petrifica el nombre de alguien notorio que fuera nieto de un poderoso.
Ya figura como apellido en Eslonza (1182) (Díez Melcón, 1957). Es curioso, en cambio, el
apellido Viejo. En Calzada, este calificativo aparece pospuesto a los apellidos para
diferenciar (como el senior de los ingleses). Para que este término se haya convertido en
apellido es preciso que, por sí mismo, haya tenido fuerza identificadora. Pedro Veyo es
citado en la documentación del monasterio de Eslonza en 1248 (Díez Melcón, 1957). Hay
diversas posibilidades, entre ellas la de que ‘viejo’ aluda a un poblador originario, anterior a
la llegada de los repobladores medievales.
Un apellido de difícil interpretación es Lamano o de la Mano. Alonso de la Mano y Domingo
de la Mano, criados del alcalde en la época del CME (ca. 1750) aparecen citados en otros
puntos del documento como Alonso Martín y Domingo Martín. Lo mismo ocurre con el
propio alcalde, Antonio [Martín] de la Mano. También figura este apellido en la s
Respuestas Generales del CME (1752) de Ledesma: Pedro de la Mano, Ysavel de la Mano
(Bejarano y Torijano, 1994). Parece que el apellido inicialmente vigente, Martín, recibió en
algún momento esta aposición, con finalidad especificativa (análoga a los agnomina que
encontramos en la documentación antigua de Calzada: de la Espina, de la Pola, mayor, viejo, de
la rentera, de arriba, de abajo..., destinados a completar la especificación de una persona en
casos dudosos).
Salgado, que aparece en la documentación del CME, es apellido que tiene cierto curso en
Zamora y Salamanca. Es de distribución occidental; se documenta como apellido en 1173
(Eslonza), en 1176 (Vega) y en 1200 (Otero de las Dueñas) (Díez Melcón, 1957). Parece
tratarse de un apodo ‘sabroso, salado; divertido’ pues no se documenta como toponímico.
En 1242, Gonzalvo Pérez Salgado es un criado en Moreruela (Sánchez-Prieto, 1999); Petro
Yuanes Salgado aparece mencionado en una carta de venta de la ciudad de Salamanca en
1273 (Martín et al., 1977). En ambos casos, salgado aparece como aposición tras el
patronímico, lo que constituye indicio –no garantía- de apodo. Análogo valor al propuesto
tiene el apellido Salido (lat. SALITUS ‘salado’) Saborido (‘sabroso’, ‘ocurrente, divertido’).
Barrado parece apodo antiguo, aunque es incierto su fundamento semántico. Pueden
proponerse dos vías de interpretación: barrado como sinónimo de lat. VARIUS ‘rayado,
listado, abigarrado, manchado’, referido a algún defecto en la piel o en el pelo; o bien
barrado ‘lleno de barros o barrillos’, esto es, picado de granos (por la viruela); en efecto,
llamaban barros al acné. Ya se registra en 1224 en Silos (Burgos) un Migael Barrado (Díez
Melcón, 1957).
A falta de más datos, se incluye sin más el extraño apellido Salud, que figura asociado a un
jornalero en el CME.
3.2.2. Distribución actual en la provincia de Salamanca de algunos apellidos antiguos de Calzada
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Aguadero es abundante en la capital y en la zona de Béjar
Alonso es apellido común y disperso.
Andrés es común y distribuido.
Ayuso tiene una distribución dividida: por una parte, abunda en la Armuña (Gomecello,
Tardáguila, Pedrosillo, Topas); por otra parte, en el Abadengo (Lumbrales, Ahigal de
los Aceiteros, Olmedo de Camaces). Puede tratarse de un apellido originado
localmente, producido por referencia a alguien que viviera en la zona baja (AD
DEORSUM) de Calzada (de la iglesia hacia el oeste).
Barreño y Berrendo existen todavía como apellidos –muy raros- en la capital de
Salamanca. También Barrado (en Villamayor, Doñinos, Terradillos, Espino de la
Orbada, Gejuelo del Barro).
Bazo es medianamente raro. Se repite actualmente en Barbadillo. También en el Campo
Charro.
Cabezas es relativamente común en puntos dispersos de la Armuña y zona de Ciudad
Rodrigo.
Campesino es muy raro. Se da una cita en la capital.
Castañeda es rarísimo en la provincia de Salamanca (zona de la Armuña) y Zamora,
pero abundante en la de León.
Conde es común en la Ribera y en la Armuña
Emperaile ha debido de desaparecer del todo (quizás absorbido por Tejedor).
Entizne es muy raro. Aparece con mayor frecuencia la variante Entisne (fiel a la
pronunciación tradicional salmantina, como torresno por torrezno), que se repite en La
Fuente de San Esteban
Escribano es relativamente común. Se repite en la Armuña y tierra de Peñaranda
Espino es muy raro. Consta una cita en Aldea del Obispo.
Fraile: apellido común, disperso por la provincia, con mayor densidad en pueblos poco
alejados de la capital.
Gordillo es muy raro; aparece en Gomecello, Castellanos de Villiquera y otros puntos
dispersos de la provincia.
Gudino: sobrevive el apellido en Calvarrasa de Abajo y en Pelabravo
Lorenzo es común, y abunda en la Ribera (Arribes)
Macías es abundante en la Armuña (La Vellés) y diseminado en el resto de la provincia
Malmierca consta como apellido actual en numerosos pueblos de la provincia
Nieto es común y muy distribuido
Pablos es relativamente común y muy disperso.
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Riesco es relativamente frecuente en la Armuña (Palencia de Negrilla, La Vellés). En
Zamora abunda en Guarrate y tierra del Vino, así como en el valle de Vidriales. En
León es frecuente en la zona de la montaña, por Villablino especialmente.
Rosado es raro pero distribuido.
Sevillano es relativamente común por la zona de Vitigudino. En la provincia de Zamora
se repite en Toro, Abezames, Villalazán, Villaralbo, El Maderal...
Tejedor es frecuente en toda la provincia.
Terrero aparece con frecuencia en San Cristóbal de la Cuesta
Vicente es frecuente y diseminado.
Viejo es apellido raro, del que consta una cita actual en Candelario
Villanueva: este apellido no figura en los documentos notariales de Calzada más
antiguos (los del s. XVII). Esto, unido a su actual distribución (Castellanos, Calzada,
Tardáguila, Palencia de Negrilla, Forfoleda), parece avalar la hipótesis de que el apellido
tenga su origen en Villanueva de Cañedo, que se despobló posteriormente.
Zarza es frecuente en la sierra y en el campo de Vitigudino
Zarzoso es raro. Se cita actualmente en Forfoleda
Zurdo es de distribución dispersa en la provincia
3.2.3. Antroponimia popular
Se recogen seguidamente algunas variantes antiguamente usadas en la comraca de nombres
de pila: Feferino por Ceferino. Tóbal o Tobalo por Cristóbal. Faco o Facurriño por Francisco
(también Quico). Tuto por Restituto. Empera, de Elena Emperatriz, la patrona del pueblo.
Ceto por Aniceto. Chures por Gertrudis. Jeromo por Jerónimo. Anuncia por Anunciación. Mere
por Hermenegildo. Militón por Melitón. Sidora por Isidora. Marilena por María Elena. Úrsola
en vez de Úrsula y Bárbola por Bárbara. Catarina por Catalina. Celidonio por Celedonio.
Reimundo por Raimundo. Otras formas populares: Anarbella (Anabella).
3.2.4. Antropónimos como nombres de lugar en Calzada y su entorno
En esta nota se acopian algunas observaciones sobre la toponimia de origen personal, tanto
en Calzada como en su entorno inmediato. De estos nombres pueden extraerse algunas
borrosas conclusiones étnicas sobre el poblamiento medieval. El tº de Calzada reúne los
siguientes topns. de origen personal: Valdemarialfonso, Los Jimenos, La Fuente de Miguel Vida,
La Cantera de Maridiega, Martibáñez, Valdejuandelrey, El Pozo Vellés, El Cadozo de Antón
Sevillano. Estos topns. son relativamente opacos y poco informan sobre el origen de los
pobladores de Calzada. Quizás Miguel Vida y Antón Sevillano pudieran apuntar a etnias
mozárabes, pero nada se puede asegurar. Vellés parece apellido toponímico, de origen local.
Los demás son antropónimos de amplia difusión, tanto en León como en Castilla. Similar
opacidad se aprecia en topns. menores de Castellanos de Villiquera (extraídos del CME):
Las Maridiegas, La Fuente de Perinés, Juan de Monterrubio, La Laguna de Andrés Juanes, La Pacheca,
El Mingacho (de Mingo, forma popular de Domingo), El Huerto de Juan Revollo. La Riesca o
La Riesta podría ser un topn. antroponímico, basado en el frecuente apellido Riesco, con el
habitual femenino predial (*la tierra de Riesco > la Riesca), pero caben otras posibilidades. El
Sendero de Pedrarias, documentado así a mediados del s. XVIII (CME), pasó a conocerse
como Pedrailes e incluso Perailes, por etimología popular. Así era llamada una caseta de
camineros al pie de la carretera de Salamanca.
En Forfoleda, Valdehurtado, Valdeperijimena, Valdeantolín. Puede ser indicativo de
procedencia de pobladores Valdegallegos o Valdegallego, así como Valdezamorano. En
Valdunciel es menos densa la huella antroponímica: El Caño de Gómez , Sancha Bellez. En los
topns. La Merchana o Las Moñozas (Valdunciel; = Las Muñozas, Carbajosa) se observa el
frecuente femenino predial, que aludirá a la propiedad de un Merchán (en 1163 consta
como testigo en la donación de La Vellés un franco llamado Stephanus Mercheanus; en
1190, firma de testigo un Petrus Merchan; Martín et al., 1977) o de un Muñoz. Valpero,
entre Valdunciel y Castellanos, parece contener el nombre de un Pero o Pedro, pero no son
descartables otros orígenes. En cambio, las Zamoranas parecen aludir más bien a unas tierras
situadas cerca del cº de Zamora.
En el entorno de Calzada hay otros topns. antroponímicos: Mozodiel es el nombre antiguo
del arroyo de la Encina o de Villiquera y ha dado nombre a dos alquerías. Es forma
diminutiva del nombre de persona, habitual en la etnia mozárabe, Mozoth o Mazoth. Véase
Cunha Serra (1968). Este nombre de propietario pervive en el topn. San Cebrián de
Mazote, lugar fundado en el siglo X por monjes cordobeses que subieron al norte huyendo
del Islam, como propuso ya en 1919 Gómez Moreno. Basándose en la semejanza entre las
plantas de ambas iglesias, Rafael Hidalgo ha sugerido que estos monjes mozárabes podrían
haberse inspirado en la planta de la basílica cordobesa de San Acisclo. De posible origen
mozárabe puede ser también el topn. de Palencia de Negrilla Granadilla. En cambio, el
determinativo de uno de los dos Mozodieles, Sanchíñigo, cuyo propietario sería un Sancho
Ennego, testigo de una venta en 1161 (Martín et al., 1977), parece de etnia navarra o
vascona (Llorente Maldonado de Guevara, 1994).
Otros topns. étnicos: Narros de Valdunciel, ant. Nafarros, alude a pobladores navarros. En
Valdunciel, se registra Pelogrima (documentado en el s. XVIII como Pedro Grimale), que
parece contener un apellido franco (cf. También Valdefrancos, en Huelmos, la calle antes
llamada de la Rúa en Valdunciel y el actual despoblado Pedrosillo Franco, junto a La Vellés,
antes Pedrosiello de Francos).
Entre Torresmenudas y Forfoleda está Valdeelvira, donde pervive Elvira, nombre común en
el medioevo leonés. Valdeportillo, en Torresmenudas, aparece en un apeo del beneficio de
Forfoleda (1568) como Valdeportello y parece coincidir con el más antiguo Val de Pero Tello,
citado en un documento de venta torresmenudino de 1430 (Sánchez-Prieto, 1999). Tello es
nombre y luego apellido muy común en todo el ámbito castellano-leonés medieval. Un
Gómez Tello ha dado lugar, como es sabido, al topn. armuñés Gomecello. La Mata de Juan
Rubio, en tº de Valverdón, lindante con Forfoleda, también remite a un propietario de etnia
indeterminada. Puede hacer referencia al mismo Iohan Ruvio, clérigo de la catedral de
Salamanca, que era testigo en una venta de 1225 (Martín et al., 1977).
Aldearrodrigo consta en 1136 como “Aldeam de domno Rodriguez”; en 1185, “aldea de
don Rodrigo” (Martín et al., 1977). Una localidad próxima es citada en 1136 como “Aldeam
de Petro Cidez” (variante, Cidiz). Cabe proponer que se trate de la misma que en 1185 es
citada como Aldeanova; probablemente se trata de Añover de Tormes, vulgo La Aldehuela,
puesto que en la relación figura entre San Pelayo y Carrascal (¿de Olmillos?). En las
proximidades de Torresmenudas se cita en 1185 una Torre de Petro Baroncel; cerca de
Ledesma; se trata del nombre latino-cristiano *Baroncellus (DTP, p.108). En el mismo
documento (Martín et al., 1977) se mencionan Aldea de don Brun (actual Torrenbruno,
Valdebruno), Aldea de Diego Romanez, Aldea de Pelai Muget (que ha sobrevivido como topn.
Moguete), David Ferrero y Aldea de Peledient (este propietario parece ser un Pelayo Diente,
donde Diente es apellido-apodo). Monterrubio de Armuña fue antes Aldeam Blasii (de un
Blasius o Blas) a juzgar por documentos de 1164 (Martín et al., 1977). Próximas estaban la
aldea de Martín Pierna (luego llamada La Pierna) y Morisco.
En Palencia de Negrilla, el paraje de Miguel Esnal es documentado en apeos del XVIII
como Miguel Aznal; tal vez es el mismo que en 1223 (Michael Azenar) y en1232 suscribe
como testigo unas ventas en Salamanca; fue propietario de dos casas en la ciudad, en la
colación de Santa María (Martín et al., 1977). Marrique (apeo de 1752) es también topn. de
Palencia de Negrilla, probablemente alusivo a un propietario Manrique. También se registra
en el mismo tº una Fuente y un Valle de Doña María. En San Cristóbal del Monte, Cuesta
Engomez (apeo del s. XVIII) y Valdegonzalo. El primer topn. parece contener la frecuente
forma en-, evolución del título don. Valdullan (y Baldullán) en Carbajosa contiene el nombre
de un propietario cuyo nombre actual sería Julián, con la misma vocalización de la /j/ que
observamos en Valdunciel o en Santuste. Un tramo del río Tormes, a la altura de Zorita
(CME), era conocido como El rio de Pedro Cabezas.
3.2.5. Microtopónimos familiares
Algunas tierras, de larga tradición en la labor de determinadas familias, adquirían una
designación interna o familiar, que particularizaba su nombre al margen del topónimo
comúnmente aceptado. Así se recuerdan nombres de tierras como La Golondrina (quizás
por la forma del terreno como cola bifurcada con dos puntas; estaba por el cº de la Aceña)
o La Matuta (“tierra llamada la Matuta, al sitio del camino de la Aceña”, testamento de
1931; cercana al Cementerio, llamada así por el apodo de un antiguo propietario) o La tierra
los Curas (en Los Abolargales). Pertenecía al obispado, quien la puso en venta para sufragar
los costes de la erección de San Juan de Sahagún en Salamanca. Sobre esta última tierra, es
plausible la siguiente explicación: cuando Juan Riesco el viejo, viudo de Josepha Garañón y
abuelo enésimo del que esto escribe, murió en 1758, estableció en su testamento que
cedería una tierra situada en el Camino Ancho al primero de sus nietos que llegara a cantar
misa. Debe de tratarse de la misma tierra; desvanecidos ya los linderos a cuenta de la
concentración parcelaria, ¿en qué rincón del cielo se dirime el pleito de las ordenaciones
pendientes?
3.3. Nombres de animales
Esta recopilación es incompleta. Se ha rescatado del olvido, sobre todo, algunos de los
nombres que recibían los bueyes. Los nombres eran impuestos ya por los criadores, en las
dehesas de Ledesma para allá, de tal modo que cuando los calzudos iban a comprarlos a las
ferias los traían ya bautizados. Es frecuente recordarlos por parejas: Jardo y Molinero;
Airoso y Garboso; Coralo y Arrogante; Jardo y Morucho; Ballestero y Molinero; Mohíno y
Golondrino (uno era morucho, el otro era jardo); Niño y Arrogante; Piloto y Cano; Airoso
y Corvo; Colegial y Canario; Carbonero y Caminante. Los bueyes, que vivían y dormían
juntos por parejas, terminaban haciéndose amigos entre sí. En la boyá, aunque estaban
sueltos y mezclados todos los bueyes del pueblo, se veía a las parejas paciendo lado a lado.
Nombres sueltos se desprenden de aquella armonía: Salado, Naranjo, Castellano, Peregrino,
Papelero, Jabonero, Salino.
En un testamento de Calzada del XVIII se recoge el nombre de una vaca, Roqueta; y de su
novillo, Roquetín. De los mulos no se ha conseguido recordar ningún nombre. En otro
testamento, fechado en 1762, Feliz Ramiro menciona tres “caballerías menores” (burros)
nombrados con el sistema, muy original, de darles el nombre de lugares próximos: uno es el
Arroyo (alquería del Arroyo de la Encina); otro es el Baldunciel; otro, si se ha leído bien, es el
Chíboles. En 1754, otra donación testamentaria menciona una vaca de nombre Polida (=
Pulida).
Cristóbal Riesco Hernández proporciona otros ejemplos, que se recogen seguidamente. En
1864, en el testamento de Leoncio Andrés Andrés, n. 1821 +1861, muerto a los cuarenta
años de neumonitis crónica, se citan dos bueyes de nombres Gallardo y Rapado, y una vaca
llamada Pulida. En 1848, Tomás Blanco da a su hija Josefa, en concepto de dote, un buey
llamado Conejo. En 1866, Cipriano Gómez Zarza, de cincuenta años, arrienda a Francisco
Fernández Sánchez, de cuarenta y un años, seis cabezas de ganado vacuno para trabajar las
tierras de Cipriano en Calzada, por un año y por 18 fanegas de trigo. Se trata de cinco
bueyes (Cenizo, pelo cenizo, de 10 años; Bragado, pelo negro y bragado, de 10 años;
Compuesto, pelo negro un poco dorado, de 6 años; Pitorro, pelo negro un poco dorado, de 4
años; Gallardo, pelo dorado, de 9 años) y una vaca (Naranja, piel naranja y pelo dorado, 7
años).
En 1865, Manuel Fraile Ramiro, de cincuenta años, y su mujer Isidora Zarza Escribano,
venden a Vicente Isidro de la Piedra, de cuarenta y cinco años empleado, de Salamanca,
una casa y dos vacas: una llamada Gacha, de pelo negro y 8 años; otra llamada Dorada, de
pelo castaño y 9 años. El mismo año, Agustín Zarzoso Riesco, de 41 años, vende a
Silvestre Gómez Sánchez, dos bueyes: Romero, de pelo dorado y 6 años; y Marqués, también
dorado y de la misma edad: la venta se hace por 1.400 rs, acordando que quedan en poder
de Agustín para la labor de sus tierras, abonando a cambio a D. Silvestre la cantidad de
3.000 rs, con posibilidad de retroventa.
En 1867 se arrienda la mitad norte de Izcala, propiedad de Eusebio Bermúdez de Castro
Rascón, de 40 años, diputado en Cortes (la otra mitad es propiedad de su hermano Ramón,
Vizconde de Revilla), por 2.200 escudos y 60 fs de trigo al año. Traspasa ganados a los
arrendatarios, entre otros doce bueyes llamados Arrogante, Bandolero, Banderillo, Conejo grande,
Dorado, Gallardo grande, Gallardo chico, Manchego, Negro, Parrado, Pitorro y Romero; tres vacas, de
nombre Avellana, Jineta y Pantera; un novillo, Pañuelo; dos churros, Rumbo y Zampa; dos
churras, ilegible y Zurda; una yegua, Chaina; varias mulas: Cachorra, Pulida, Chaparro, Leona y
Morena.
Muchos de estos nombres parecen aludir al color de la capa del buey. Coralo sería un buey
retinto o colorado, como Naranjo alude a la capa rojiza anaranjada. Molinero sería de capa
blancuzca. Parecido color tendrían Jabonero ‘de color rojo claro’ y Papelero. Jardo es el buey
berrendo en negro (de capa blanca y negra), como Golondrino. Cano es el buey de capa
cenicienta, color frecuente en la raza morucha. Mohíno y Carbonero serían bueyes de color
gris oscuro o negro. Colegial tal vez sería llamado así por “llevar toga”, es decir, tener una
mancha a modo de toga sobre los hombros. Salado puede hacer referencia a un carácter
alegre o puede ser sinónimo de salino ‘salpicado de lunarcitos blancos por el vientre y bajo
la cola’ (Cortés Vázquez, 19**) (“esquilones de plata, / bueyes salinos, / y los mozos
contentos / van al molino”). Otros nombres se derivan de la forma de los cuernos (Corvo
‘de cuernos recogidos y cerrados’, Ballestero, Gacha, Pitorro). Otros son nombres de orgullo
de propietario: Airoso, Garboso, Arrogante, Gallardo, Pulida.
Se recuerdan pocos nombres de burros: Pardo, Negro, Moro (al burro negro). Cuentan la
historia del burro Navarrito. Hacia 1925 el burro desapareció y lo dieron por robado; ante la
noticia, el baile fue interrumpido, y la gente salió en su busca, con el guarda del campo
(Ángel el pastor) a la cabeza. Se echó la culpa a los gitanos. Cuando más desperdigado
andaba el pueblo en busca del burro, se oyeron voces: “cálmese la gente, que el Navarrito
está en el caño”; y es que el burro andaba pastando en el hondón de la fuente del Valle.
3.4. Nota final
El 18 de julio de 1780, según el libro de Difuntos de la parroquia, alguien encontró,
yacente en los campos de Calzada, un cadáver, como de 14 años, que “manifestaba por el
trage y otras señales ser de nación gallega y haver sido violentamente muerto”. Fue
enterrado de limosna. Recién brotada al vértigo de los mundos, su belleza frágil llegaría a
Calzada por caminos inverosímiles. ¿En qué paraje, bajo la advocación de qué topónimo se
reclinó para el más absoluto de los sueños este segador adolescente, acaso en su primer
viaje del otro lado de las lomas laberínticas de Galicia? Del otro lado de los montes, en
alguna aldea sombreada de parras, densa de canciones y trenzada de zarzas, quedaría alguna
pensando, quién sabe, fiada en el esplendor de los crepúsculos y avalada por el canto de
aves desconocidas. A lo mejor cantaba, sin noticias del que no había de regresar: “meu
mociño foise lonxe / a gañar pra o casamento; / esté morto ou traballando / quedou no
meu pensamento” (Cabanillas, 1983). Por ella quisiéramos dar el beso que no dio. Pero este
libro no devuelve señas de lo perdido: sólo asocia su voz, equivocada tal vez, amorosa sin
duda, a los ecos donde naufraga el presente, tan inmenso o tan desvalido como las grandes
moles del inmenso pasado.
4. BIBLIOGRAFÍA
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Citado como DTP. Se trata de una crítica, a menudo acre, al DOE, con
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código común a las hojas de 1:50000 o de 1:25000. Una referencia mtn, en
minúsculas, remite al primero; cuando la referencia es en mayúsculas MTN y
contiene además, separada por guión, un número de 1 a 4, se trata del 1:25000. A
pesar de su mayor resolución, el MTN 1:25000, de elaboración reciente, es menos
fiable, pues está repleto de yeísmos, transcripciones incorrectas, pseudo-cultismos y
otras negligencias.
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sobre Toponimia de Castilla y León, ÁLVAREZ, Antonio y PERDIGUERO,
Hermógenes (eds.), Burgos.
4.2. Páginas web con glosarios dialectales, datos etnográficos o toponímicos
consultadas
ALISTE, ZAMORA: página ejemplar, y de riquísimo contenido; www.aliste.info
BARRUECOPARDO, SALAMANCA: http://www.terra.es/personal6/oceurrab/
CABEZA DEL CABALLO, Salamanca:
http://usuarios.lycos.es/cabezadelcaballo/localismos.html
CALZADA DE VALDUNCIEL, SALAMANCA: www.calzadadevaldunciel.com. Es la página web
del pueblo, en la que se almacena información complementaria al presente libro,
especialmente resúmenes de documentos y protocolos.
FUENTELAPEÑA, ZAMORA. POLO, Juan Carlos. Relación de vocablos de uso común en
Fuentelapeña, con expresión de su significado y estudio de su inclusión en el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, http://www.fuentelap.com/vocab/vocab.htm
GRULLEROS, LEÓN: http://webs.ono.com/usr004/grulleros/
LA ALCARRIA: http://www.alcarria.com/palabrario.cfm
MORILLE, SALAMANCA: www.terra.es/personal3/saltyanto
PALENCIA DE NEGRILLA, SALAMANCA http://www.nuevalinea.net/palencia/
PEÑAPARDA, SALAMANCA: http://www.lanzadera.com/penaparda
PEREÑA, SALAMANCA: http://personales.com/espana/salamanca/Perena/Vocabu.htm
SALMORAL, SALAMANCA: http://salmoral.hypermart.net/index.htm
TIERRA DEL PAN, ZAMORA: http://tierradelpan.com/puetop.htm
VILLACORTA, LEÓN: http://www.geocities.com/llampaces
VILLAVIEJA DE YELTES, SALAMANCA: http://usuarios.lycos.es/labrezosa/revista.htm
ZARZA DE PUMAREDA, SALAMANCA:
http://usuarios.lycos.es/zarzadepumareda/parajes.htm
4.3. Siglas de fuentes documentales
AC29: Archivo catedralicio, Caja 29 (corresponde a apeos de 1752 y 1753)
AC49: Archivo catedralicio, Cajón 49 (en su mayoría, ventas de tierras del s. XVIII)
Ánimas: Tierras de aniversario para las Benditas Ánimas, Archivo Parroquial, 1725?
APForf: Apeo de las propiedades beneficiales y pastos del lugar de Forfolera hecho judicialmente año de
1568 (hay copia del s. XVIII). Archivo Parroquial de Forfoleda.
Bº: Tierras del Beneficio de Calzada, Archivo Parroquial. Constan dos versiones, una de
1709 y otra de 1725, con ligeras diferencias.
CME-ald: Operación del Catastro de Ensenada, despoblado de Aldeanuevita, Archivo
Histórico Provincial de Salamanca.
CME-ecl: Estado eclesiástico (vol. IV de la operación del Catastro de Ensenada, de
Calzada): signatura 515, Archivo Histórico Provincial de Salamanca
CME-seg: Estado seglar (vol. II de la operación del Catastro de Ensenada, de Calzada):
signatura 513, Archivo Histórico Provincial de Salamanca.
CME-Valdunciel: Operación del Catastro de Ensenada, de Valdunciel): signatura 2554,
Archivo Histórico Provincial de Salamanca.
Coca: COCA TAMAME, Ignacio: Toponimia de la Ribera de Cañedo, Salamanca, 1993. Las
páginas 96-114 de este libro están dedicadas a Calzada. La cifra indicada tras el
nombre del autor remite a la posición de la cita toponímica dentro de la lista que
Coca reúne, con 188 entradas, en las páginas 104-106 de su obra.
Cofr. Var.: Varias cofradías, inventariadas en 1725?: San Sebastián, Santísimo Sacramento,
San Miguel, Santa Ana y Santa Lucía.
Contadurías: Libro de contadurías, Archivo Histórico Provincial, signatura 884. Registra
transacciones y compras (muchas de ellas ligadas a la Desamortización; da
comienzo en 1845).
Cristo: Tierras de la cofradía del Cristo del Arco, Archivo Parroquial, 1725?
NSR: Apeo de las Tierras de Nuestra Señora del Rosario y su Cofradia sita en esta Yglesia, 1725?
(Archivo parroquial)
Tablón: Tablón de Misas de Aniversarios, del s. XVIII, que se conserva en la Iglesia de
Calzada. Dada la coincidencia (parcial) de contenidos con el documento Perpetua
Memoria de Misas que en esta Yglesia de Sta Elena de este lugar de Calzada de Baldunziel se
han de zelebrar en cada un año por siempre jamas, fechado en 1725 y conservado en el
Archivo Parroquial, se funden ambas fuentes.
4.4. Siglas utilizadas en el texto
bº: beneficio eclesiástico
c/: calle
ca.: hacia (circa)
Cat.: Catastro (generalmente referido al de Ensenada, que también se abrevia como CME)
portg.: portugués, portugueses
salm.: salmantino
Sca.: Salamanca
tº: término (municipal)
topn.: topónimo
Vid.: véase
vº: vecino
Zam.: Zamora
PREÁMBULO
El libro al que estas líneas anteceden surge de un compromiso contraído por el
ayuntamiento de Calzada de Valdunciel. Junto a otras acciones, de carácter práctico o
cotidiano, un municipio se debe a la conciencia compartida por los vecinos a quienes
sirve. Los antiguos concejos rurales tenían también funciones que iban más allá de lo
material: se organizaban fiestas y se espantaban tormentas, se atendía a los pobres
itinerantes, se pagaba al tamborilero. Así también parece un deber de la administración
local contemporánea el dar estímulo a la memoria colectiva, asentando la conciencia de
singularidad y la cohesión interna de cada pueblo.
El presente libro, y así lo expresa repetidamente su autor, debe entenderse como
homenaje de gratitud a la cultura salmantina en general y a las raíces de nuestra
convivencia como calzudos. Por ello, esta alcaldía quiere invitar a todos a seguir
contribuyendo a la labor de auto-conocimiento y auto-aprecio. Para tal fin, la página
web de Calzada, otro soporte recientemente puesto en pie, podrá servir de plataforma
para reunir ideas y concebir nuevos proyectos.
Además del trabajo de Pascual Riesco en la redacción del texto, he de saludar como
alcalde la aportación generosa de los vecinos de Calzada. Los corrillos han prestado sus
memorias, los archivos caseros han cedido sus fotos, y todos en general han honrado
con su atención la gestación del libro. La Diputación de Salamanca, que generosamente
da alas a iniciativas como la de este libro, merece también nuestro reconocimiento más
expreso.
Puede por lo tanto considerarse que el libro Calzada de Valdunciel: Palabras, cosas y
memorias de un pueblo de Salamanca es una contribución que se añade a otras
anteriores y venideras, y se suma al esfuerzo de ahondar en las nociones, las nostalgias
y las memorias que componen la identidad de Calzada. Otros libros podrán venir más
tarde, que extiendan los temas aquí tratados, o que inauguren nuevos campos de
contemplación. Si el presente texto sirve para espolear la conversación sobre Calzada y
lo calzudo, si suscita recuerdos o desacuerdos, si estimula a nuevas obras o reflexiones,
este ayuntamiento puede darse por bien pagado con lo conseguido.
Román Hernández Calvo
CONTRAPORTADA
El libro Calzada de Valdunciel: palabras, cosas y memorias de un pueblo de Salamanca puede
inscribirse en una reciente hornada de monografías locales, a través de las cuales la atención
contemporánea se atarea buscando rasgos reconocibles de la fisonomía de lo pequeño.
Estas páginas tienen como motivo recurrente la evocación de la cultura a partir del regusto
que se adhiere a las palabras y a los recuerdos. Con tal fin, el texto deambula por los
nombres comunes (léxico), los nombres propios (onomástica, sobre todo toponímica) y los
dichos y canciones del pueblo.
Con la excusa de traer a colación, documentar o poner en perspectiva el mundo verbal de
Calzada, se aspira a esbozar un retrato implícito del pueblo, entendido como rastro
histórico, como sedimento de memorias o como ventana geográfica que mira hacia vidas y
obras del pasado. Si con lo aquí acopiado se consigue entrever algo de la antigua gracia del
vivir rural; si el texto despierta algunos sabrosos colores, desteñidos bajo los aguaceros del
presente; si la memoria es cosquilleada por complicidades dulces; podrá entonces darse por
buena esta rebusca desordenada por los más volátiles cajones del recuerdo.