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SALOBREÑA DE SUS ORÍGENES A LA EDAD MEDIA  PIEZAS RELEVANTES DE LA EXPOSICIÓN ARQUEOLÓGICA MUNICIPAL Federico Martínez Rodríguez, Carlos E. Sarompas Cazorla, José M.ª García-Consuegra Flores y Manuel Márquez Cruz Ayuntamiento de Salobreña Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media José M.ª García-Consuegra Flores Para el periodo medieval y moderno, las noticias y referencias documentales y arqueológicas conocidas son más generosas que para periodos históricos anteriores, lo cual revierte en un mayor conocimiento de la Salawbinya islámica y la posterior villa castellana. Con todo, los primeros autores árabes no otorgan a Salobreña una entidad urbana de peso, al contrario que su vecina Almuñécar, considerada como madina (ciudad) ya desde el siglo XI. No será hasta el siglo XV cuando adquiera rango de ciudad por parte de las fuentes árabes, con motivo de la presencia en su alcazaba de diversos miembros de la familia real na- zarí, los cuales contaban con propiedades en la vega salobreñera. Se trata de una incipiente y modesta madina cuyo desarrollo urbano se ve frenado bruscamente por la conquista militar castellana, a inales del siglo XV (14891490). A partir de ese momento, la población musulmana es obligada a abandonar la ciudad, siendo ocupada tan solo por los contingentes militares que se instalan en la fortaleza, cuartel general desde el que pretenderán dominar el nuevo territorio conquistado (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; Navas Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2009). Mapa de situación de Salawbinya dentro del Reino nazarí (Garnata et Murcia Regna, procedente del Atlas Maior de Joan Blaeu, 1659-1672, Ámsterdam) [ 149 ] José M.a García-Consuegra Flores Denominaciones de los distintos autores árabes que citan Salawbinya [Iqlim (distrito) y alquerías (aldeas, caseríos) de Salawbinya] Salobreña en época medieval (siglos X-XIV) Del periodo emiral (siglos VIII-X), caracterizado por las reformas de Abd al-Rahmán II en su intento por promover la islamización de al-Andalus y la formación de un nuevo Estado islámico en Occidente desvinculado del poder de Bagdad, poquísimo es lo que se conoce para el caso de Salobreña y su territorio. Una de las menciones que de ella se tiene es como puerto en el marco de las nuevas relaciones y comunicaciones comerciales con las tierras magrebíes, conocedores los musulmanes de los itinerarios de épocas anteriores y de los diversos puntos de atraque que ofrecía la región. Así lo conirma al-Bakri en el siglo XI, cuando habla de estos «hermanamientos», por así decirlo, entre los puertos andalusíes y los del Magreb (Martín, 2001). En su obra Kitab al-Masalik wa-l-Mamalik constata que era el puerto de Salobreña el destino de [ 150 ] mercancías procedentes de Melilla, y viceversa. De igual modo pasaba entre Jate (en Almuñécar) y Tark Harak, entre otros (M. de Slane, 1911). Todo ello releja una cierta tradición y presencia de los puertos granadinos, y el de Salobreña más concretamente, en la órbita de los contactos comerciales mantenidos con el resto del mundo islámico. Con todo, en ningún caso se nos reieren las características de este enclave portuario, ni si estaba vinculado a algún núcleo de población. Es con la sublevación de Umar ibn Hafsun (inales del siglo IX y principios del siglo X) contra el poder central omeya cuando se tendrán las primeras noticias escritas de Salobreña. Un enfrentamiento entre terratenientes hispano-godos y la estructura del Estado islámico de los omeyas cordobeses, siendo uno de los escenarios la costa granadina (Gómez Becerra y Malpica Cuello, 1991). Así, Ibn Hayyan menciona que Ya’far ibn Hafsun, hijo del caudillo rebelde, en el 913 estaba ocupando la fortaleza (hisn) de Salobreña, Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media la cual abandonó tras la conquista del castillo de Juviles por parte de las tropas omeyas que, inalmente, se hicieron con el control de Salobreña, nombrando como gobernador en el 942 a Sa’id ibn Abd al-Warit (Viguera Molins y Corriente, 1981): «El maldito Ya’far, hijo preferido y heredero de su perverso padre, que estaba en Salobreña, asustado con estos triunfos sucesivos, huyó de allí de noche, uniéndose a su padre en su capital de Bobastro. »[…] Viajó entonces an-Nasir [Abd al-Rahmán III] a la ciudad de Salobreña, donde hizo como en los lugares mencionados, guarneciendo con sus hombres toda fortaleza que conquistaba y cuidando de sus intereses, con lo que se atajó el mal en la Cora de Elvira, cuya población quedó unánimemente sujeta». También, en este sentido, Ibn Idari se hace eco de las palabras de Ibn Hayyan al mencionar que «de allí [del castillo de Jubiles] el Emir avanzó hasta la ciudad de Salobreña, en donde procedió como había hecho anteriormente» (Ibn Hidari, 1901-04). Si nos atenemos a la mención que estos autores hacen de Salobreña como ciudad (madina Salubynia), parece ser que no se reieren a una ciudad como tal, sino a un núcleo de cierta importancia con una destacada fortaleza que articularía un territorio propio que se le adscribe, así lo da a entender en el siglo XI al-Udri cuando habla del «Iqlim [distrito] de Salawbinya». Estaríamos, pues, ante una población cabeza de partido que en mayor o menor grado articularía y estructuraría una población y un territorio. A lo largo del periodo andalusí, los diversos autores árabes otorgan a Salobreña una categoría diferente. Es a partir del sultanato nazarí (mediados del siglo XIII-siglo XV) cuando ya se le concede el rango de ciudad (madina) de manera unánime, en tanto que ya representará un núcleo de población con elementos propios de toda ciudad, tales como una alcazaba, baños, mezquita, etc. AUTOR Al-Razi Ibn Hayyan Al-Idridi Yaqut Abu-l-Fida Ibn Sa’id Al-Himyari al-Umari Ibn al-Jatib SIGLO DENOMINACIÓN siglo X siglo XI siglo XII siglo XII siglos XII-XIII siglo XIII siglo XIV siglo XIV siglo XIV Hisn (castillo) Madina (ciudad) Qarya (alquería) Hisn (castillo) Hisn (castillo) Hisn (castillo) Qarya (alquería) Madina (ciudad) Madina (ciudad) Salobreña nazarí (siglos XIV-XV). Origen y territorio de una incipiente madina Como se ha dicho, es durante el sultanato nazarí cuando Salawbinya adquiere una mayor entidad y desarrollo urbano. Hasta entonces representaba uno de los asentamientos de al-Andalus de cierta relevancia gracias a las condiciones geoestratégicas de las que gozaba, motivo por el cual ejercía de cabeza de distrito (Iqlim). Este impulso urbano parece ser provocado, de un lado por los crecientes contactos y tratados comerciales entre el sultanato nazarí y las ciudades italianas. Del otro, por el establecimiento en su alcazaba de diversos miembros de la familia real nazarí, llegando incluso a hacer las funciones de privilegiada prisión para diversos miembros desafectos de la familia real (Castrillo, 1963). Y es que, a partir de inales del siglo XIV y a lo largo del siguiente siglo XV, se constata la residencia de diversos dirigentes nazaríes que, por otro lado, contaban con propiedades en buena parte de la vega, las llamadas Mustajlassat. Será, pues, esta elección de Salobreña por parte de la realeza como lugar de retiro y descanso, la que permitirá iniciar un proceso de desarrollo urbano a lo largo del siglo XV, que tan solo se verá frenado de manera radical por la ocupación militar castellana en 1489, especialmente tras el intento de recuperar la fortaleza por parte de Boabdil en agosto de 1490. Es así como Salawbinya acabará por consolidar diversos elementos propios del urbanismo islámico, como son una alcazaba (que será reestructurada y adaptada con objeto de alojar a los miembros de la familia real, convirtiéndose en alcázar-alcazaba urbana); una mezquita mayor (masyid al-yama’a), unos baños (hammam); un recinto amurallado; puerto; cementerio (maqbara), etc. Tal es así que el célebre Ibn al-Jatib en el siglo XIV reiere que «los ediicios de Salobreña alcanzan bastante celebridad», e incluso que «tiene una gran mezquita, de magníica arquitectura». Como cabeza de distrito que era desde el siglo XI, representaba el elemento central del territorio y de los recursos naturales que le rodean; si bien, el estado actual de las investigaciones no permite conocer el grado de relación e interacción entre ciudad y territorio. Sabemos que a la llegada de los castellanos, en la última década del siglo XV, la Tierra de Salobreña comprendía el curso bajo del Guadalfeo y su estua- [ 151 ] José M.a García-Consuegra Flores rio, en el que se desarrolla una extensa y fértil vega holocénica enmarcada por las sierras de Cázulas, del Chaparral, los Guájares y Lújar, por el norte, además de aquellas zonas que de algún modo se le vinculaban, como el valle del río de la Toba, en la zona de Los Guájares (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2008). Un espacio físico en el que los asentamientos rurales (las alquerías, o qurá) se presentaban bien deinidos y con unos límites claros, explotando y administrando de manera eiciente su propio espacio y recursos, siendo la agricultura de regadío la base esencial de subsistencia (Trillo SanJosé, 2004). La Tierra de Salobreña, pues, se constituía como Distrito (Iqlim) conigurado en torno a tres elementos: – El alcázar-alcazaba urbana. – La ciudad, o madina. – La vega, o alfoz. Será la madina (posterior villa) el centro rector a nivel económico y territorial de todo este conjunto del bajo Guadalfeo. Gracias a una relación castellana de inales del siglo XV, conocemos cuáles eran los núcleos de población que conformaban el territorio de Salobreña. En ella se mencionan las diversas alquerías y el número de vecinos de cada una (Malpica Cuello, 1994). A ellas cabría añadir las alquerías de Battarna (El Maraute, Torrenueva), despoblada en época almohade (García-Consuegra Flores et alii, 2008) y Bates, despoblada en el momento de la relación (Navas Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2009). ALQUERÍA Molvízar Pataura Guájar la Alta Guájar la Baja Lobres Vélez Benaudalla Benardila Soluta Alhulia Balardes TOTAL VECINOS 50 40 70 40 40 60 10 40 40 Despoblado 390 Fuente: Malpica Cuello, 1994. En general, este modelo de estructura y sistema de organización y explotación territorial nazarí nos es conocido gracias al alto grado de detallismo de [ 152 ] la documentación castellana, como son los libros de Apeo, de Repartimiento o los Bienes Habices. Se trata de una documentación generada por las autoridades castellanas con el objeto de conocer las características, propietarios y límites de las tierras, del parcelario, los bienes y los recursos de cara a una futura repartición de lotes para los nuevos pobladores. Cuando la región cae bajo dominio castellano, este modelo de estructura y sistema de organización y explotación territorial nazarí topará de manera frontal con la propiamente castellana, siendo brutalmente devastado y eliminado. La ciudad (madina). Coniguración urbana. Urbanismo. Urbanismo y viario La trama urbana de Salobreña es de clara tradición andalusí, quedando huella aún hoy día en la morfología del callejero de la población, cuya sinuosidad y estrechez permiten una mejor adaptación a lo escarpado del terreno. Gracias a la toponimia del siglo XVIII recuperada, sabemos de la existencia de calles cubiertas y abovedadas tan características del callejero islámico, como era el caso de la calle de la Bovedilla o la del Arco. El conocimiento arqueológico que en la actualidad poseemos se reduce en gran medida a estructuras emergentes conservadas o reutilizadas por construcciones posteriores al periodo medieval. Como han demostrado las escasas actuaciones arqueológicas realizadas en el casco antiguo, el depósito arqueológico es prácticamente inexistente debido a la propia naturaleza del subsuelo en el que se asienta la población, conformado por pura roca caliza. Esto hace que para una mejor irmeza de las ediicaciones se tenga que trabajar a conciencia dicho subsuelo para asentar los cimientos de manera segura y estable, con lo que la secuencia estratigráica y arqueológica de la ciudad ha desaparecido en su mayoría. La ocupación del promontorio en el periodo nazarí se centró en la parte alta (de hecho así ha sido hasta la década de los 60 del pasado siglo), organizándose la población según los cánones del entramado urbano islámico. El núcleo en sí estaba rodeado y protegido por una muralla y sus correspondientes torreones, situados en puntos estratégicos para una mejor defensa de la madina y sus accesos. Con ello, resulta un trazado en forma de herradura que Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media se adapta a la topografía del promontorio, salvando la vaguada que se abre a levante, conocida como la cañada de la iglesia, a los pies del antiguo mercado municipal y actual Cuesta del Rosario. El espacio más habitado fue el espolón rocoso de levante, lugar donde se situó el acceso principal a la villa. Por el contrario, el espacio conocido ya por entonces como Albaicín, desarrollado al sureste de la alcazaba, contaba con menos ocupación, haciendo las funciones de albacar (recinto amurallado para el ganado, ciertos cultivos y, en tiempos de guerra, para las tropas) y donde, según nos informa el Libro de Repartimiento, se ubicaban algunas carnicerías y el Postigo del Tajo, que comunicaba directamente con el mar y el embarcadero del Gambullón mediante el llamado Camino del Moro, o del Gato (Navas Rodríguez, 2001; Navas Rodríguez y GarcíaConsuegra Flores, 2009). Estos dos espacios quedaban comunicados por la cabecera de la cañada de la iglesia, por encima de la cual se levantaba la mezquita mayor, posterior iglesia de Nuestra Señora del Rosario. A principios del siglo XVI, y por orden de los Reyes Católicos, se construirá La Bóveda, con el Calle Bovedilla (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) Foto aérea realizada en la década de 1950 (Archivo fotográico del Museo Histórico de la Villa de Salobreña) [ 153 ] José M.a García-Consuegra Flores Vista de la Bóveda desde su acceso suroeste Urbanismo y viario de la Salawbinya nazarí (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) [ 154 ] Vista del postigo abierto en el interior de la Bóveda en época de los Reyes Católicos Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media objeto de mejorar esta intercomunicación entre la villa y el sector del Albaicín. De cada uno de los accesos a la madina surgen las principales vías de comunicación que conforman el viario urbano. En este caso las calles Real, Agrela y Estación representan los ejes de los que se derivan vías secundarias. Según se desprende del Libro de Repartimiento (Malpica Cuello y Verdú Cano, 2008), las viviendas eran bastante modestas y estaban constituidas por una cocina y una sala o «palacio». En el mejor de los casos, constaban de dos cuerpos de fábrica de pequeñas dimensiones y un corral. En algunos ejemplos se constata, incluso, un pequeño solar adyacente para labrar. Con lo expuesto, el aspecto de la Salawbinya de inales del siglo XV sería el de una ciudad pequeña bien fortiicada, con unas infraestructuras mínimas y con un buen puerto natural a su servicio, donde destacaría, como en la mayoría de poblaciones musulmanas, la espléndida Masyid al-yama’a y, en el caso concreto de Salobreña, también su alcázaralcazaba urbana, estrechamente vinculada a la familia real nazarí. El recinto amurallado. Torres y puertas Por su carácter geoestratégico, y como lugar elegido a modo de segunda residencia por parte de diversos miembros de la familia real, además de contar con una destacada fortaleza, disponía de un recinto amurallado que rodeaba el núcleo de población. Este constaba de dos elementos de clara vocación defensiva: la muralla propiamente dicha y una serie de torres dispuestas estratégicamente a una determinada distancia entre ellas. En ella se abrían tres accesos: la Puerta de la Villa, el acceso principal; la Puerta o Postigo del Mar; y el Postigo del Tajo. El origen del recinto todavía no se ha podido constatar arqueológicamente si bien, con toda probabilidad, cabría adscribirlo al periodo nazarí (siglos XIV-XV). A pesar de conocer la existencia ya desde el siglo X de una fortaleza o castillo (hisn), no sabemos si en esas fechas ya existía un núcleo de población protegido por un recinto amurallado. Sí sabemos que con el terremoto de 1494 las murallas quedaron dañadas, motivo por el cual se obliga a los mudéjares, como ya se hacía en tiempos anteriores, a participar en los reparos de los muros de la siguiente manera: los peones y las bestias corrían a cuenta de Motril y su tierra a razón de un día cada uno; los materiales y maestros a cargo de los Reyes Católicos. A inales del siglo XVI y principios del siglo XVII Luis del Mármol Carvajal nos reiere que «la villa está cercada de muros, no se puede minar porque es peña viva marmoleña, ni menos se puede batir, por ser muy alta y tajada al derredor, sino es á la parte de levante sonde está la puerta principal» (Mármol Carvajal, 2004:114). También en el siglo XVII Henríquez de Jorquera resalta que Salobreña se halla «cercada de fuertes muros» (Henríquez de Jorquera, 1987:114). Por su parte, Tomás de Aquino es quien más datos nos aporta al mencionar que «esta ciudad de Salobreña murada y fortalecida de mui altos y fuertes murallas en toda su circunferencia con muchas torres a trechos. Tiene dos puertas aforradas con planchas de ierro defendidas de gruesas torres» (Aquino Mercado, 1650:228). Como vemos, hasta entrados en el siglo XVIII el complejo defensivo de la villa se mantiene todavía en pie y ofreciendo garantías de defensa y seguridad a la población. Es a partir de entonces cuando empieza un progresivo declive y abandono de las funciones militares que desempeñaba hasta la fecha. Tanto es así, que en 1736 el estado del recinto amurallado es tan lamentable que se propone no reediicarlo, ya que «resultando que por hallarse las expresadas murallas tan arruinadas, necesitaría de una general reparación muy costosa». Por otro lado, el cabildo Torre del Brocal (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) [ 155 ] José M.a García-Consuegra Flores Restos de zócalo de la muralla en calle Guadix (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) informa, en 1769, del lamentable estado del castillo y defensas de la villa, por lo que solicitan pronto remedio al hallarse desprotegida la población porque están «sus murallas enteramente destrozadas, y sin las puertas que atrás tenía» (García-Consuegra Flores y Navas Rodríguez, en prensa). Hasta hace relativamente pocos años aún se conservaban diversos restos de la muralla, la mayoría de ellos reutilizados para la cimentación de viviendas y ediicios. Así ocurre en las calles Muralla, Arrabal Villa, Fernando Villaescusa, Guadix o Bóveda. Igualmente con varias de sus torres, conocidas con nombres tan populares como Torre de la Corneja (en la calle Muralla), Torre del Boquete (en el Albaicín Bajo), La Garita (en las inmediaciones de la antigua biblioteca) o Torre del Brocal (en la calle Arrabal Villa), cuyos restos son los únicos que se conservan todavía hoy en pie. Trazado hipotético del recinto amurallado de la madina en base a los restos conservados y a la documentación de archivo conocida (autores: José M.ª García-Consuegra Flores y José Navas Rodríguez) [ 156 ] Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media El Islam en Salawhinya y su mezquita (Masyid al-Yama’a) Mientras Salobreña y su territorio permanecieron bajo la cultura musulmana, fue el Islam la religión predominante entre la población. En él Dios, Allah para el musulmán, es omnipresente y todopoderoso, el creador de todas las cosas en el universo. Allah, a través del arcángel Gabriel, reveló sus preceptos a su profeta, Mahoma (Muhammad ), los cuales fueron puestos por escrito en el libro sagrado conocido como Corán (Quran) por sus seguidores tras su muerte. Fueron Mahoma y el Corán los ejes constitutivos de la religión islámica, sirviendo de referente a los ieles seguidores. El Corán consta de 114 capítulos (suras) contando cada uno de ellos con indeterminados versículos (ayat). A excepción del capítulo inicial, el resto se ordena según su extensión de mayor a menor y están escritos con prosa rítmica. En él se narran tanto la ley musulmana como las creencias religiosas, siendo la principal que únicamente existe un sólo Dios («En nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Di: él es Dios, es único. Él solo. No ha engendrado ni ha sido engendrado y no hay nada que se le asemeje». Sura CXII, ayat 1-4) el cual lo sabe todo, es bueno, piadoso y justo y cuyas decisiones no pueden ser alteradas ni discutidas por nadie. Además, de todas sus criaturas es el hombre su preferida, por ello es el centro del universo. Allah también creó ángeles encargados de hacer cumplir correctamente las leyes divinas, acompañan a los creyentes durante toda su vida y desaparecen tras el Juicio Final. Con todo, un grupo de estos ángeles se reveló contra Allah, dirigidos por Iblis (o Shaytan), son los demonios o dyinn. Por otro lado, a diferencia de los cristianos, el musulmán no tiene un guía religioso o autoridad suprema, como sería el Papa, los musulmanes simplemente conforman una comunidad de creyentes (umma) que se reúnen en la mezquita para orar y comunicarse con Allah, organizando y rigiendo su existencia, comportamiento y manera de ser y estar según dictan el Corán y la Sharia. Es la ley musulmana (Sharia) la que dirige y rige la vida del creyente, el cual la ha de seguir sin desviarse del camino que esta le marca. Esta consta de cinco obligaciones básicas que debe cumplir todo buen musulmán, son los llamados «Cinco Pilares del Islam»: – La Profesión de Fe, o Shahada («No hay más Dios que Allah; y Mahoma es su enviado / La illa illa-llah; wa Muhammad rasulla-llah»). – Rezar cinco veces al día, o salat: al alba, a mediodía, por la tarde, al atardecer y por la noche. Este acto hay que realizarlo orientándose hacia La Meca y siguiendo un ritual. – Dar limosna, o zakah. Entrega anual de una ayuda a los más necesitados, según las posibilidades de cada creyente («Te preguntan cómo han de hacer limosna. Responde: el bien que gastáis que sea para los padres, los parientes, los huérfanos y los viajeros. El bien que hacéis Dios lo conoce». Sura II, ayat 211). – El ayuno durante el mes de Ramadán, el noveno de calendario musulmán. En él queda prohibido comer, beber, fumar, tener relaciones sexuales, etc., durante las horas diurnas, quedando excluidos de estas obligaciones niños pequeños, enfermos y embarazadas. – La peregrinación a La Meca al menos una vez en la vida aquellos que económicamente puedan permitírselo y que la salud se lo permita. Otras obligaciones y deberes para todo buen creyente son no comer carne de cerdo ni sangre, no beber alcohol, evitar peleas (si no es en defensa del Islam), respetar a la mujer, no ser ocioso y asistir a la oración de mediodía de los viernes (día sagrado) a la mezquita principal. Es la mezquita su lugar sagrado, representando no solo el espacio de comunicación con Dios, sino también un lugar de recogimiento, de conocimiento, justicia, educación y paz. Se trata de un ediicio orientado de manera que uno de sus lados se encare en dirección a La Meca (Qibla), lugar hacia donde se dirige la oración. En él se abre un pequeño nicho/ oratorio (mihrab) de acceso restringido al imam, autoridad encargada de dirigir la oración de los viernes. Estos son los elementos principales en las mezquitas en tanto que, en base a ellos, se estructura la sala de oraciones donde los creyentes siguen la oración del imam, el cual proclama el llamado sermón (jutba) desde un púlpito (mimbar) a la comunidad cada viernes. Las mujeres se sitúan en la parte trasera de la sala. De manera previa al acceso al interior de la sala de oraciones, el musulmán debe atravesar un patio (sahn) en el que se ubica una o varias fuentes en las que puriicarse antes de entrar al templo, debiendo lavarse la cara (ojos, boca y nariz), las manos, los [ 157 ] José M.a García-Consuegra Flores Localización de la mezquita dentro del entramado urbano de la madina (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) pies y los oídos. En ausencia de agua, la puriicación puede realizarse con tierra o una piedra. Finalmente, cada mezquita cuenta con una torre (alminar o minarete) desde donde el muecín se encarga de llamar a la oración a los ieles las cinco veces prescritas. Por otro lado, debemos tener en cuenta que la masyid (mezquita) no era solo un templo de culto religioso, ya que además realizaba, funciones formativas, educativas y sociales. Si bien principalmente se enseña a leer y memorizar el Corán, en las ciudades de cierta entidad se impartían clases de diversas materias, tales como geografía, historia, matemáticas, dialéctica, gramática, etc., así como celebraciones de sesiones judiciales de ámbito local. De igual modo representa un refugio para gente desamparada, acogiendo a todo aquel que buscara o necesitase recogimiento espiritual y personal. Las pequeñas ciudades, e incluso las poblaciones rurales, contaban con una sola mezquita, mientras que en las grandes ciudades es común encontrar diver- [ 158 ] sas de ellas difuminadas por los diferentes barrios. Con todo, todos los viernes la comunidad debe de acudir a la oración a la mezquita principal o aljama (García-Consuegra Flores, 2012). Gracias a las donaciones de la comunidad, cada mezquita goza de unos ingresos y unos bienes cuyos beneicios revierten en el sustento de las personas encargadas de su funcionamiento y mantenimiento, así como en las diversas funciones que realizan para con la comunidad. Son los llamados Bienes Habices (Trillo San José, 2011). De la mezquita de la Salawbinya nazarí, bien poca cosa conocemos. Tan solo contamos con la referencia que hace Ibn al-Jatib al describir Salobreña en el siglo XIV. En dicha descripción simplemente constata que «tiene una gran mezquita, de magníica arquitectura» (Chabana, 1977). Con toda probabilidad, se encontraría en el solar que actualmente ocupa la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, erigida en el siglo XVI en el espacio Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media que ocupó la antigua mezquita. Es de suponer que tendría unas dimensiones modestas, formando parte del mencionado conjunto de mezquitas de pequeñas ciudades y núcleos rurales. En este sentido, se han establecido diversas tipologías de mezquitas, llamadas rurales, en base a las plantas de las que han podido ser analizadas (Calvo Capilla, 2004), a saber: – De planta longitudinal. Más profunda que ancha y con tendencia cuadrangular, con tres o cinco naves perpendiculares a la qibla. Contaría con un pequeño patio en su mitad o tercio noroccidental y con un alminar localizado en un ángulo del patio o en el centro del muro norte. Es el tipo más frecuente observado en al-Andalus y el Magreb, siendo algunos ejemplos las documentadas en Almonaster la Real (Huelva), el Puerto de Santa María (Cádiz) o en el Cortijo del Centeno (Lorca, Murcia). – De planta rectangular apaisada. Más anchas que profundas, con cinco naves iguales y perpendiculares a la qibla. Es el caso de las mezquitas de Vascos (Toledo) y Archidona (Málaga). – De planta simple. Con un formato apaisado, pero constituidas por un único espacio o por dos naves paralelas a la qibla, en la cual se abre un mihrab sencillo de planta circular o rectangular. Así se observa en la Rábita de Guardamar (Alicante) o en Sa Nitja (Menorca). Con las pertinentes reservas que genera la escasez de datos documentales y arqueológicos con que contamos, con base a esta tipología y analizando diversas variables como son el espacio y la orografía en la que asentaría, podríamos considerar que la mezquita de Salawbinya probablemente se encontrara dentro de la categoría de mezquitas con planta rectangular apaisada, con más amplitud que profundidad debido a lo abrupto del terreno, que en este caso nuestro presenta una fuerte pendiente noroeste-sureste. Tanto es así que en el siglo XVI, para la construcción de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, se hace necesaria la creación de una plataforma más amplia en la que levantar el nuevo templo cristiano, de mayor porte y entidad. Ello dará lugar a la conocida como «La Bóveda». La necrópolis (maqbara) Como decíamos anteriormente, escasísimas han sido las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en el casco antiguo de Salobreña y, sin duda alguna, hasta el momento las ejecutadas en las calles Cristo y su perpendicular calle Ingenio, han sido las más fructíferas en cuanto a resultados arqueológicos. En ellas se pudo localizar parte del área cementerial (maqbara) de la Salawbinya medieval. La intervención realizada en la calle Cristo número 194 permitió identiicar un total de tres sepulturas con evidencias de ritual islámico (López Martínez et alii, 2006). Pero fue la que se llevó a cabo en la calle Ingenio número 5, perpendicular a la anterior, la que aportó una documentación más completa, debido a la recuperación de un total de quince sepulturas, igualmente con elementos de ritual islámico: deposición del cadáver en decúbito lateral derecho, con la cabeza al sur y la cara orientada hacia La Meca, el sureste (López Martínez et alii, 2007). Todo ello no hizo más que corroborar las informaciones orales de los lugareños respecto a la presencia de restos óseos en la zona, y que hacían considerar la hipótesis de la existencia de una necrópolis en esta ladera norte del promontorio. Como bien demuestra la Arqueología, también en la muerte el Islam representa un sendero de comportamiento, presentando un ritual funerario propio y característico, común a toda la población musulmana. Dicho ritual funerario islámico establece diversos pasos a seguir una vez el individuo fallece (Longás Bartibas, 1915): 1. Asistencia espiritual al fallecido, en la que se le recita la Profesión de Fe («No hay más Dios que Allah, y Mahoma es su mensajero»). 2. Puriicación del cadáver. Se lavaba el cuerpo del difunto mientras se recitan una serie de oraciones ceremoniales. Por lo general la mujer lava al marido y viceversa. Finalmente se recita la oración llamada «El Trono de Dios». 3. Amortajamiento. Tras la puriicación se viste el cadáver con una camisa nueva y se le envuelve en una sábana de lino, atada en la cabecera y en los pies. La seda está prohibida, así como el introducir en el ataúd elementos de oro o plata. 4. Conducción al cementerio. Se traslada el cuerpo a hombros a la mezquita donde el imam recita unas plegarias y solicita a los asistentes que den testimonio del comportamiento virtuoso o no en vida del fallecido. Si se dan tres o cuatro testigos favorables (según regiones y tradiciones) el muerto accede al Cielo. 5. Oración por el difunto. Ya en el cementerio (maqbara), se realiza a los pies de la sepultura, [ 159 ] José M.a García-Consuegra Flores Localización de la maqbara dentro del callejero actual (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) Vista general de un grupo de sepulturas excavadas en el solar ubicado en la calle Ingenio número 5 (foto: Diego López Martínez) [ 160 ] variando según el fallecido sea hombre, mujer o niño/a. 6. Enterramiento. La fosa debe ser cavada en tierra virgen y irme, con una profundidad que alcance medio cuerpo de un hombre. Se deposita el cadáver en decúbito supino o en decúbito lateral derecho, siempre con la cara orientada a La Meca. Se cierra la fosa, sin rellenarla de tierra, mediante lajas y/o piedras. Con todo, antes de cerrar la fosa, se deposita la llamada Carta de la Muerte, colocada bajo la cabeza o bajo la mejilla derecha (en el caso de los hombres); o en la cabecera de la fosa, bajo tierra (en el caso de las mujeres). Esta carta ayuda al muerto en su Juicio Final, realizado por los ángeles Móncar y Faquir (los ángeles de los Sepulcros). 7. Banquete post mortem. Se celebra durante las siete noches siguientes al entierro, y consisten en una comida frugal de «cosas sumarias, no cocidas en olla». Se le denominada el Bocado Amargo por ser «la comida última que se come por aquel muerto en el mundo». Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media El embarcadero del Gambullón La situación marítima del promontorio rocoso donde asienta la actual población de Salobreña, hasta bien entrados el siglo XVIII, en que el avance de la vega holocénica le fue comiendo espacio al mar, permitió a los asentamientos que históricamente han ocupado dicho promontorio gozar de privilegiadas condiciones portuarias, de tal modo que se contaba con una excelente ensenada a poniente que permitía a los navíos resguardarse en caso de temporal. Esta parece tener una actividad continuada desde época antigua hasta la nazarí, de cuyo periodo se mantienen en pie diversos restos de estructuras en el entorno del Gambullón. Se trata de los restos constructivos de dos torres (una de ellas del tipo coracha) que defendían el manantial de agua dulce que emana en este paraje, el cual quedaba comunicado con el Albaicín mediante un sendero a través del Tajo, conocido como el Camino del Moro o del Gato. Si bien actualmente se trata de una zona de conexión entre el Tajo del promontorio y la vega, hasta hace relativamente poco representaba el sector oriental de una ensenada marítima en la que se cree, como bien apuntan diversos datos arqueológicos y de archivo conocidos, se ubicaba el área portuaria salobreñera en época medieval y moderna (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; Navas Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2009), una hipótesis que en la actualidad está siendo analizada en detalle en base a datos documentales y arqueológicos (García-Consuegra Flores y Navas Rodríguez, inédito). La propia etimología del paraje es bastante esclarecedora al respecto. La mención de Gambullón resulta de un topónimo compuesto por las palabras GAM y BULLÓN. La primera creemos que se trataría de un vocablo hispanoárabe de origen romano qanb, derivado del latín campus el cual, con la signiicación de «campo», entra frecuentemente en la composi- Ubicación del embarcadero del Gambullón y trazado del Camino del Moro o del Gato [ 161 ] José M.a García-Consuegra Flores ción de topónimos hispanoárabes (Díaz García y Barrios Aguilera, 1991). El segundo componente («bullón»), según Simonet, se correspondería con una voz romance equivalente a «hervidero, fuentecilla o manantial en que brotan las aguas bullendo mucho y haciendo nido y ampollitas» (Simonet, 1889:61). Por tanto, el término Gambullón signiicaría «campo del manantial». Muy probablemente, ya desde época prehistórica este entorno fuera escenario de ciertas actividades marineras asociadas a la explotación de los recursos del mar, a través de la pesca y el marisqueo, por parte de las primeras comunidades humanas, ya que, por otro lado, y en base al estado actual de las investigaciones, su presencia en esta región del bajo Guadalfeo está completamente conirmada a partir del Neolítico (Pareja López, 1970; Pellicer Catalán, 1992; Martínez Rodríguez, 2014) y, de manera especial, y con un cariz más comercial, en los periodos protohistórico, clásico y medieval. Durante los primeros siglos del periodo andalusí, se tiene constancia de su pervivencia como uno de los múltiples puertos en el marco de las nuevas relaciones comerciales entre las tierras magrebíes y las recién conquistadas para Dar al-Islam. Con todo, en ningún momento se reiere la entidad de dicho elemento portuario ni si se le adscribía núcleo de habitación alguno. La importancia y relevancia del puerto de Salobreña durante el periodo islámico está avalada por las fuentes documentales, estando siempre presente en los itinerarios y cartas marinas, tanto musulmanas como cristianas, como es el caso de la conocida como Carta Pisana del siglo XIII. En este punto, a pesar de que el vecino puerto de Almuñécar históricamente siempre fue el núcleo de recepción y distribución marítima predominante y de referencia en la región, como así lo atestiguan su mención dentro de la Ratio Fructae Regni Granatae (Coca Castañer, 2001; Fábregas García, 2004) y, sobre todo, la presencia en su entramado socioeconómico de una importante comunidad de comerciantes genoveses, investigadores como Gozálbes Cravioto y González Arévalo se preguntan por qué si este era un punto indiscutiblemente más importante que Salobreña, es esta la que igura en rojo en todas nuestras cartas de navegación. Como se mencionaba más arriba, es en el entorno del paraje del Gambullón donde se ubicaría esta zona portuaria de época medieval, como apuntan los restos que en él se localizan. Se trata de un con- [ 162 ] junto de estructuras que quedan comunicadas con el núcleo habitado mediante senderos desarrollados a lo largo de buena parte del Tajo, adaptándose y salvando los aproximadamente 100 metros de desnivel existentes entre el Gambullón y el sector del Albaicín. Su construcción responde a la necesidad de comunicar de manera directa la madina con las surgencias de agua dulce del Gambullón, a cuyo amparo se localizaba un pequeño embarcadero con funciones de atarazanas. A pesar de que actualmente este sector dista de la línea de costa unos dos kilómetros, en época nazarí esta bordeaba el promontorio, existiendo en este punto una pequeña ensenada. Identiicar los restos localizados en la cota más baja de este conjunto estructural con un embarcadero y/o atarazanas viene avalado por dos referencias documentales concretas (García-Consuegra Flores y Navas Rodríguez, inédito). Tener en cuenta, además, que la tradición oral aún mantiene vivo el recuerdo de la existencia de una zona portuaria en el Gambullón, reiriendo la existencia de argollas para amarres insertas en la roca caliza. En este sentido, en 1621 se habla de «un pedazo de tierra junto a el portachuelo de esta villa que es la playa della que alinda con el camino que va a el atarazan y con peñas» (Testamento de Juan de Lara Archivo Parroquial de Salobreña). Más precisa, si cabe, es la mención de Martín de Angulo, cuando reiere que «por la parte de levante, y frente del Gambullón, y sobre las Atarazanas, hubo un camino de escalones para sólo un hombre en pos de otro, pena de precipitarse» (Villareal Valdivia, 1890:154). Es por ello que, a pesar del uso de la palabra Atarazana en las mencionadas referencias documentales, no consideramos, al menos hasta que posibles hallazgos arqueológicos lo corroboren, que existiesen instalaciones dedicadas a la elaboración o reparación de navíos como tal. Si bien es cierto que tradicionalmente se suele relacionar dicho término con el lugar dedicado a la fabricación y reparación de embarcaciones, siendo cabeceras en el Reino de Granada las de Almería, Málaga, Almuñécar, Algeciras y Gibraltar (Torres Delgado, 2002), nos inclinamos más por considerar la existencia de algún tipo de infraestructura de apoyo a embarcaciones, tales como almacenes para su aprovisionamiento. Si nos atenemos a la raíz etimológica de la palabra, esta procede del vocablo árabe dãr al-sinã’a¸ el cual hace mención a una instalación portuaria, por muy reducida que esta fuese. Con todo, como Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media bien recoge el insigne Leopoldo Torres Balbás en su obra sobre las atarazanas hispanomusulmanas, para Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española, la palabra «Atarazana» signiica «lo mismo que los venecianos llaman arsenal, donde se fabrican los navíos y se labran y tienen todos los pertrechos pertenecientes a la navegación» (Torres Balbás, 1946:131). Es a pie del nacimiento del Gambullón donde se localizan los restos constructivos visibles de mayor entidad, seguramente vinculados al embarcaderoatarazana. Se trata de una imponente torre coracha maciza de tapial calicostrado, que asienta sobre un potente cimiento de mampostería. Se localiza dentro de una parcela cercada, hoy de propiedad privada, junto al transformador y antiguo pozo de abastecimiento de agua para Salobreña. En su ángulo noreste se observa parte de un muro de tapial, igualmente calicostrado, que la une a la pared rocosa del Tajo. La abundante vegetación y el hecho de estar dentro de una parcela cercada de propiedad privada han impedido un acceso a ella para un mejor análisis. Por encima de esta, a unos 30 metros de altura y asentando sobre un pequeño espolón rocoso, se ubica una torre albarrana, de menores dimensiones que la anterior. De la torre en cuestión se conserva su cimentación, siendo de planta rectangular, con unas dimensiones de 4,5 por 5 metros, y realizada mediante mampostería de mediano tamaño trabada con mortero de cal y enfoscados en buena parte de su supericie. En su cara meridional se observa cómo se le imbricaba un muro, el cual probablemente acotaba el espacio de paso por el sector más abrupto. Finalmente, todo este conjunto se articula entre sí mediante el sendero conocido popularmente como Camino del Moro. Se trata de un sendero realizado con mampostería que, adaptándose a lo escarpado del Tajo, asciende desde el Gambullón a la parte alta del promontorio, en el punto en el que, a través de una hendidura natural abierta en la roca pura caliza, daba acceso al Albaicín por la zona del actual Mirador de Enrique Morente. Hoy en día está prácticamente oculto por la acumulación de escombro y vegetación. Respecto al papel que pudo desempeñar el puertoembarcadero-atarazanas de Salobreña en época nazarí y moderna, retomamos las hipótesis de trabajo elaboradas por los profesores Gozálbes Cravioto y González Arévalo, anteriormente mencionados. Para el primero, el hecho de que Salobreña aparezca reseñada en los Vista de los restos del Gambullón mapas y portulanos medievales y modernos, aún siendo de menor calado y entidad que el vecino puerto de Almuñécar, nos podría estar indicando que su puerto fuese más frecuentado por los comerciantes cristianos, y no por ello el más poblado e importante (Gozálbes Cravioto, 2001:121-122 y 129). Por su parte, González Arévalo apunta la posibilidad de que el fondeadero de Salobreña fuera más empleado por la navegación de cabotaje. Los portulanos que estudia este último autor (Portulano de Mediterráneo –primera y segunda edición–; Portolano di parte del Mediterráneo; Portolano Palatino y Compasso) resaltan la importancia del puerto de Salobreña gracias a las buenas condiciones geoestratégicas que ofrecía, a saber: de un lado por la existencia de una «isleta» (el actual Peñón) ubicada su entrada, la cual permitía a los navíos resguardarse y protegerse de los vientos de levante y poniente, fondeando a un lado u otro de ella. Por otro lado, por la existencia [ 163 ] José M.a García-Consuegra Flores de los buenos manantiales de agua dulce que surgían al pie del promontorio (Gambullón); y, inalmente, por hallarse al amparo de un castillo (González Arévalo, 2008:22-24). Por lo general, los puertos inmediatos a las ciudades, se convertían en almacén y depósito de mercancías, un lugar de refresco donde las tripulaciones se abastecían y, en especial, en lugar de defensa, pues era común que se situaran en un lugar bien protegido y defendido que ofreciera cobijo a los navíos, así como repeler a los enemigos. En este contexto, los barcos fondeaban en las cercanías de la costa, desarrollándose las operaciones de carga y descarga mediante navíos de servicio. Parece ser, pues, que en Salobreña, ciudad de pequeñas dimensiones donde la presencia del rey granadino era fuerte, existió una actividad comercial marítima importante, como lo atestiguan las referencias documentales (a la espera de que futuras intervenciones arqueológicas, concretamente en el Vista general del castillo de Salobreña (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) [ 164 ] área del Gambullón) puedan corroborar la entidad del embarcadero-atarazanas que ya apuntan las estructuras emergentes conocidas. Y es que, aunque la política comercial nazarí restringió los núcleos de embarque para lograr un mayor y efectivo control iscal, las formas comerciales que posibilitaban la circulación de los productos se realizaron haciendo uso de espacios portuarios de diferente rango, tanto aquellos especializados en el tráico local, como los destinados, además, al comercio a gran escala. Los primeros se hallaban orientados a la navegación de cabotaje, realizada con pequeñas embarcaciones que, junto con el transporte menor, llevaban a cabo faenas pesqueras. Con todo, ese tráico comercial de pequeña escala se hallaba inserto en otro de mayor calado. Un carácter marítimo que pervivió a lo largo de todo el periodo medieval y moderno, desarrollando dos facetas igualmente cultivadas: caladero de pesca y como fondeadero. Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media El alcázar-alcazaba Sin duda alguna fue, y es, la fortaleza lo más representativo de Salobreña, hasta tal punto que le otorga un skyline propio y particular. Se trata de un recinto castral y palaciego con origen en época nazarí, reestructurado durante la ocupación castellana de inales del siglo XV y, especialmente, en la primera mitad del siglo XVI. Las labores de restauración llevadas a cabo en las décadas de 1960 y 1970 fueron las que le dieron la isonomía actual al recinto, ocultando, eliminando e incluso falseando elementos originales de cara a la puesta en valor del conjunto, la cual se desarrolló sin el tratamiento cientíico adecuado. El conjunto que en la actualidad podemos visitar está compuesto por una serie de recintos interrelacionados entre sí, que relejan la evolución y el devenir histórico de la fortaleza a lo largo de los tiempos, bien que en su inmensa mayoría responde a estruc- turas del periodo de reformas castellanas (ines del siglo XV-primera mitad del siglo XVI). El alcázar-alcazaba nazarí representa el recinto más interno del conjunto, esquinado en el ángulo suroeste de la cima del promontorio. En época castellana es protegido por los nuevos recintos defensivos de Levante y de la Coracha, protegiendo el núcleo de la fortaleza por sus costados este y norte (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001). Se trata de una fortiicación referida por primera vez en las fuentes documentales como hisn (castillo) en el siglo X, en el marco de las luchas por el control territorial por parte del poder omeya durante la Fitna (siglos IX-X), que llega a convertirse en residencia y prisión real nazarí durante los siglos XIV y XV. Posteriormente, tras su entrega en 1489 a la corona castellana, es reestructurado y readaptado a las nuevas necesidades artilleras y poliorcéticas de los contingentes cristianos, ejerciendo el papel de punto fuerte desde donde controlar un territorio que vivirá Planta general y evolución histórica del castillo de Salobreña (autor: José M.ª García-Consuegra Flores) [ 165 ] José M.a García-Consuegra Flores un ambiente bélico hasta el in de la rebelión morisca a inales del siglo XVI (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; García-Consuegra Flores, 2007 a y b). En la actualidad la fortaleza está siendo objeto de actuaciones arqueológicas en apoyo a su restauración para su puesta en valor, las cuales están sacando a la luz nuevos y valiosos datos sobre su organización interna y su evolución histórico-constructiva como conjunto. Es de reseñar la recuperación del baño real (hammam) exhumado en el interior de la alcazaba, muy probablemente adosado a las dependencias reales, con las que se comunicaría de manera directa. Hecho este que no ha podido ser corroborado arqueológicamente. Sí, en cambio, la planta completa del citado conjunto termal, con todos y cada uno de sus elementos propios y característicos: vestuario (bayt al-maslaj), sala fría (bayt al-barid), sala templada (bayt al-wastani) y la sala caliente (bayt alsajun). Un conjunto estructural con pavimentos de azulejos, en los que se combinan los colores negro, blanco y verde, los cuales asientan sobre el sistema de calefacción del tipo hipocausto, igualmente bien conservado. Se trata de un baño de mayores dimensiones al del castillo de San Miguel (Almuñécar) y de similar relevancia a los de la Alhambra. Unas actuaciones arqueológicas que vienen a dar continuidad a un primer estudio de la llamada Arqueología de la Arquitectura, realizado hace unos años (García-Consuegra Flores, 2007a). Este representa el primer análisis de carácter cientíico y con metodología arqueológica aplicada desarrollado para el castillo salobreñero, una de las principales fortalezas del reino nazarí y, posteriormente ya en época castellana, enclave militar cabecero para el control del territorio del bajo Guadalfeo. La ocupación castellana Con la caída de la ciudad de Baza en 1489, se produce la rendición en la Navidad de ese mismo año de Muhammad XIII al-Zagal, tío y enemigo de Boabdil. Ello conllevó la entrega a los Reyes Católicos de todos sus territorios y fortalezas aines, entre ellos las de Salobreña y Almuñécar. A partir de entonces el territorio vinculado a la nueva villa de Salobreña será ocupado y controlado militarmente por los castellanos. [ 166 ] Este control se hará efectivo desde su fortaleza, en la que se instala un destacado contingente militar encargado de controlar la situación de crispación social con la población musulmana. Especialmente tras el fallido intento por parte de Boabdil de recuperar la fortaleza en agosto de 1490. Es a partir de ese momento que se obliga a toda la población musulmana a deshabitar la ciudad, refugiándose en las diversas alquerías de la vega y de las sierras vecinas. Se refuerza así la presencia militar castellana en la zona. En este sentido, los Reyes Católicos no dudaron en otorgar mercedes reales a los diversos hombres de guerra de prestigio por los servicios prestados a la Corona, siendo el caso más representativo el de Francisco Ramírez de Madrid, designado alcaide de la fortaleza y que acabó por ser uno de los personajes más destacados, reputados y beneiciados del momento (Armada Morales y Escañuela Cuenca, 1982-1983). De hecho, la ocupación del territorio, vista la belicosidad de la situación en la zona y de la importancia militar de la fortaleza para el control territorial, se hizo en claro beneicio de estos hombres de guerra, los cuales contaron con importantes donaciones territoriales e impunidades para actuar sobre las comunidades y propiedades islámicas preexistentes. Con ello, el desarrollo urbano iniciado en el siglo XV quedó paralizado bruscamente con la presencia castellana en la zona. La madina fue deshabitada de población civil, estableciéndose únicamente una guarnición militar. La vida urbana a partir de entonces será nula, tan solo el intento repoblador de los últimos años del siglo XV intentará dotar de cierta vida a la nueva villa. Una imagen del estado en que se encontraba la ciudad tras la ocupación castellana la encontramos en el Libro de Repartimiento, mediante el cual se establecen las donaciones, tanto urbanas como rurales, de los nuevos pobladores. En numerosos casos se hace mención del estado ruinoso fruto del abandono de las viviendas donadas, teniendo que ser en buena parte reconstruidas (Malpica Cuello y Verdú Cano, 2008). Aparte del intento (fallido) por repoblar la villa, las principales acciones edilicias realizadas por los castellanos se centraron esencialmente en reestructurar y mejorar las defensas de la fortaleza en un contexto de belicosidad. Además, en estas fechas se levanta la iglesia de Nuestra Señora del Rosario en el solar de la anterior mezquita, y se construye la Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media conocida desde entonces como Bóveda, formando parte, además, de un nuevo acceso que permitiese una comunicación más rápida y directa al mar, lo cual supuso la creación de un nuevo camino a través de la vaguada que actualmente ocupa la Cuesta del Rosario (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; García-Consuegra Flores, 2007 a; Navas Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2009). Por lo demás, tan solo mencionar la creación de un hospital mantenido con fondos eclesiásticos. Este tipo de hospital, ubicado en la calle Real, cerca de la antigua plaza del Ayuntamiento, solía funcionar más como centro de recogida de pobres que como centro sanitario en sí. De hecho, a mediados del siglo XVI ya es agregado al de Motril, núcleo que a partir de entonces recogerá el testigo de Salobreña como cabeza de partido en este estuario del Guadalfeo. de manera puntual, como prisión real; una mezquita mayor (masyid al-yama´a); unos baños (hammam), recientemente recuperados mediante intervención arqueológica y que actualmente podemos visitar; un recinto amurallado; infraestructuras portuarias; cementerio (maqbara), etc. Tal es así que el célebre Ibn al-Jatib en el siglo XIV reiere que «los ediicios de Salobreña alcanzan bastante celebridad». En in, estamos ante una incipiente y modesta madina cuyo desarrollo urbano se verá frenado bruscamente por la ocupación militar castellana, a inales del siglo XV (1489-1490). A partir de ese momento, especialmente a consecuencia y como represalia por el fallido intento de recuperar el enclave por parte de las tropas de Boabdil en agosto de 1490, la población musulmana es obligada a abandonar la ciudad, siendo ocupada tan solo por los contingentes militares castellanos que se instalan en la fortaleza, cuartel general desde el que pretenderán dominar el nuevo territorio conquistado. Conclusiones Con lo expuesto, y según las referencias escritas más antiguas conocidas, en los primeros tiempos del periodo andalusí no se intuye para Salobreña una entidad urbana de peso, al contrario que su vecina Almuñécar, considerada como madina (ciudad) ya desde el siglo XI. En estas se la reiere como puerto, en el marco de las nuevas relaciones y comunicaciones comerciales entre al-Andalus y las tierras magrebíes. Así lo conirma al-Bakri en el siglo XI, cuando habla de estos «hermanamientos» entre los puertos andalusíes y los del Magreb. Posteriormente, diversos autores árabes le otorgarán diferentes categorías, tales como hisn (fortaleza), qarya (alquería) y, en menor medida, madina (ciudad). Será con el sultanato nazarí (mediados del siglo XIII-siglo XV) cuando ya se concede a Salobreña el rango de ciudad (madina) de manera unánime, constituyendo un núcleo de población con elementos propios de toda ciudad islámica. Ello es propiciado por el asentamiento de miembros de la familia real nazarí en su alcazaba. Además, los sultanes contaron con numerosas propiedades en la vega, aunque algunos de ellos, como hemos comentado, sufrieron un privilegiado presidio entre sus muros. Es así como Salawbinya acabará por consolidar diversos elementos propios del urbanismo islámico. En primer lugar, un alcázar-alcazaba urbano adaptado para alojar a los miembros de la familia real y, Fondo de ataifor califal (siglo X) procedente de Lobres. Museo Arqueológico de Granada [ 167 ] Piezas medievales Núm. 65. Cazuela almorávide Descripción: peril completo de cazuela, de base convexa, diferenciada del cuerpo mediante carena engrosada, ligeramente apuntada y moldura. Cuerpo cilíndrico, de paredes algo abiertas. Borde redondeado, levemente engrosado hacia el interior y ligeramente exvasado hacia el exterior. Conserva asa de puente que va del labio a la unión de la base con el cuerpo, de sección ovalada. Cuenta con un diámetro de boca de 30 centímetros y una altura máxima conservada de 4,2 centímetros. Cultura y cronología: periodo zirí-almorávide (siglos XI-XII). Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de cerámica de cocina, destinada a la cocción y preparación de alimentos, junto a marmitas, cuscuseras y orzas. Contexto histórico-cultural: se trata de un recipiente esencial en la cocina hispanomusulmana, destinado a la elaboración de comidas que requerían de cocciones con poco líquido (agua o grasas) a fuego vivo. A partir de época almohade pasan a vidriarse el interior, con el objeto de conseguir una mayor impermeabilidad de la pieza. Es frecuente su uso, además, como plato o fuente en la que se consumían los alimentos directamente tras su elaboración. Así lo expresaba ibn Razin: «Toma una cazuela vidriada y pones en ella aceite, vinagre, garum, pimienta, cilantro seco, un diente de ajo majado y sal. Después tomas huevos […], los cascas en la cazuela uno a uno, lo llevas al horno y dejas la cazuela en la esquina del fuego, hasta que estén cuajados, dorados y se reduzca la salsa. Retiras y comes» (AA.VV. 1993: 39). Lugar de procedencia: recuperado en el Peñón de Salobreña. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. Fabricación: modelado a torno lento, de cocción oxidante y pasta semirrugosa de tonalidad anaranjada, con desgrasante mineral (mica) medio y grueso. Presenta un ino engobe externo e interno. [ 168 ] Piezas medievales Núm. 66. Ataifor almorávide Descripción: fragmento de ataifor con pie anular robusto, de sección cuadrada ligeramente convergente, señalado en el interior mediante incisión. Base convexa con pequeñas acanaladuras. Cuerpo de paredes abiertas y gruesas. Cuenta con un diámetro de base de 11 centímetros y una altura máxima conservada de 3,5 centímetros. Fabricación: a torno, de cocción oxidante y pasta depurada de tonalidad naranja rosácea. Presenta un ino engobe beige y vidriado en verde aceituna en el interior, con goterones en el exterior. Cuenta con decoración estampillada bajo cubierta y dispuesta de manera concéntrica, formada por motivos vegetales que representan rosetas. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de vajilla de mesa, destinada al servicio y presentación de alimentos. Lugar de procedencia: fragmento recuperado de la ladera oeste del castillo de Salobreña. Cultura y cronología: periodo almohade (siglos XII-XIV). Contexto histórico-cultural: es el recipiente por antonomasia de la gastronomía islámica, en el que se sirven los alimentos para su consumo comunitario. Se trata de un recipiente de grandes dimensiones y gran capacidad, contando con un cuerpo cóncavo y ligeramente carenado para los periodos califal y almorávide (siglos X-XI). Posteriormente, con la llegada de la dinastía almohade, su forma adquiere un peril quebrado más acusado, de tal modo que las paredes superiores del cuerpo son más cortas que las inferiores. Ya en época nazarí su peril será más alto y esbelto. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. [ 169 ] Piezas medievales Núm. 67. Jarra almohade-nazarí Descripción: Fragmento de jarra de cuello cilíndrico y paredes convergentes, con pequeñas acanaladuras internas. Cuenta con un diámetro de 9 centímetros y una altura máxima conservada de 6 centímetros. Fabricación: de cocción oxidante y pasta semidepurada y tonalidad beige anaranjado. Presenta un ino engobe interno y externo en beige y decoración con franjas verticales en cuyos espacios internos se alternan motivos vegetales y geométricos (cuadrícula), todo ello en manganeso. Además cuenta con un goterón de vedrío en verde. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de almacenamiento, transporte y conservación, destinada en este caso concreto al acarreo de agua. [ 170 ] Lugar de procedencia: fragmento recuperado en el casco urbano de Salobreña. Cultura y cronología: periodo almohade-nazarí (siglos XIV-XV). Contexto histórico-cultural: dentro de las piezas destinadas a contener, almacenar y transportar líquidos (agua, vino, aceite etc.), encontramos un subgrupo formado por las llamadas jarras de acarreo, mediante las cuales se transportaba el agua de la fuente o acequia a las casas, donde estas eran almacenadas en la cocina o alacenas o bien, se depositaba el líquido en tinajas. Se trata de piezas cuya función doméstica y de uso cotidiano ha hecho que perdurase morfológicamente hasta nuestros días, siendo el antecesor de nuestros botijos y cántaros. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. Piezas medievales Núm. 68. Jarrito almohade-nazarí Descripción: fragmento de jarrito de cuello cilíndrico y paredes divergentes, con una pequeña acanaladura interna. Cuenta con un diámetro de 9 centímetros y una altura máxima conservada de 5,3 centímetros. Fabricación: de cocción oxidante y pasta depurada y tonalidad beige. Presenta engobe interno y externo y decoración en manganeso de motivos lorales, que representan tres brotes enmarcados por un fondo punteado, igualmente en manganeso. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de vajilla de mesa, destinada al servicio y presentación de alimentos. En este caso concreto al servicio de líquidos (agua, vino, etc.). Lugar de procedencia: fragmento recuperado en la ladera oeste del castillo de Salobreña. Cultura y cronología: periodo almohade-nazarí (siglos XIV-XV). Contexto histórico-cultural: dentro del ajuar cerámico de la vajilla de mesa, destacan los jarritos para el servicio de líquidos (agua, vino, néctares, etc.), previamente almacenados en tinajas y/o jarras de acarreo, para su posterior servicio en la mesa y uso individual. Se trata de pequeños recipientes, en su gran mayoría ricamente ornamentados, de los que el comensal hacía uso durante las comidas. La elaboración con pastas muy depuradas y claras permitía la exudación, manteniendo el líquido en condiciones óptimas. Durante el periodo almohade estas piezas gozan de una rica y variada decoración, con motivos lorales y geométricos en su inmensa mayoría, realizados con trazos de manganeso, lo cual les confería ese característico color morado. De igual modo, fue remarcable la decoración esgraiada, realizada mediante el esgraiado con un elemento punzante sobre la pintura. Ya en época nazarí la decoración evolucionará a una mayor sobriedad y cubierta de vedrío, para proporcionar mejorar la impermeabilidad de las pieza. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. [ 171 ] Piezas medievales Núm. 69. Cazuela nazarí Descripción: peril completo de cazuela, de base convexa, diferenciada del cuerpo mediante carena redondeada y engrosada. Cuerpo cilíndrico y abombado, diferenciado del cuello mediante una leve carena. Cuello de ala exvasada, ligeramente engrosado y con reborde interior para tapadera. Borde redondeado. Conserva dos asas de puente y sección ovalada que arrancan en el labio hasta la parte baja del cuerpo. Cuenta con un diámetro de boca de 12 centímetros y una altura de 4,8 centímetros. Fabricación: a torno, de cocción oxidante. La pasta es depurada y de tonalidad rojizo-anaranjado. Presenta un ino engobe externo y vidriado interno en melado rojizo con goterones en el exterior. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de cerámica de cocina, destinada a la cocción y preparación de alimentos. Lugar de procedencia: pieza recuperada en el casco urbano de Salobreña. Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos XIV-XV). [ 172 ] Contexto histórico-cultural: se trata de un recipiente esencial en la cocina hispanomusulmana. Este tipo de cazuelas permitían una cocción rápida de los alimentos, los cuales perdían rápidamente el agua (propia o añadida). Por tanto, es una pieza idónea para alimentos blandos (verduras, pescados y algunas carnes) y la elaboración de salsas. Su forma abierta y de paredes bajas facilita la evaporación del agua de manera rápida, dando lugar a dos fases en la cocción: una primera en la que se produce una hidratación mediante los jugos de los alimentos, o por el agua aportada. Una segunda de deshidratación, en la que se evapora el agua y se conforman las salsas y jugos. A partir de época almohade pasan a ser vidriadas, con el objeto de conseguir una mayor impermeabilidad de la pieza, debido al frecuente uso de grasas. Era habitual, además, su uso como recipiente en el que se consumían los alimentos directamente tras su elaboración. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. Piezas medievales Núm. 70. Jarrito nazarí Descripción: fragmento de fondo de jarrito con anillo de solero bajo, engrosado y apuntado, de sección triangular que enmarca y ensalza levemente una base plana. La pieza presenta el arranque de un cuerpo de paredes rectas. Cuenta con un diámetro de base de 9 centímetros y una altura máxima conservada de 3 centímetros. Fabricación: a torno, de cocción oxidante y pasta depurada y tonalidad beige claro. Presenta un ino engobe interno y externo, y una decoración a cuerda seca parcial, con trazos vidriados en verde y morado, dispuestos de manera alternativa, enmarcados por trazos lineales de manganeso. Decoración que se repite en la cara superior del anillo de solero, con el objeto de ser vista desde un plano superior. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de vajilla de mesa, destinada al servicio y presentación de alimentos. En este caso concreto al servicio de líquidos (agua, vino, néctares etc.). Lugar de procedencia: pieza recuperada en el casco urbano de Salobreña. Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos XIV-XV). Contexto histórico-cultural: dentro del ajuar cerámico de la vajilla de mesa, destacan los jarritos para el servicio de líquidos (agua, vino, néctares, etc.), los cuales previamente eran almacenados en tinajas o jarras de acarreo, para su posterior servicio en mesa para uso individual. Se trata de pequeños recipientes, en su gran mayoría ricamente ornamentados, de los que el comensal hacía uso de manera individual durante las comidas. La elaboración con pastas muy depuradas y claras permitía la exudación, manteniendo el líquido en condiciones óptimas. En época nazarí la decoración evolucionará a una mayor sobriedad a favor de una cubierta de vedrío, para una mayor impermeabilidad a la pieza. Además ganan en altura, sustituyendo el anillo de solero por bases planas, ahuecadas y/o con molduras. Estos cambios formales redundan igualmente en un cuerpo menos abombado y más piriforme, con cuellos muy abiertos y desarrollados. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. [ 173 ] Piezas medievales Núm. 71. Tapadera nazarí Descripción: peril completo de tapadera, de base plana remarcada interiormente mediante moldura. Cuerpo de paredes divergentes y borde redondeado y ligeramente engrosado. Cuenta con un diámetro de boca de 9 centímetros, 4 centímetros de base y una altura de 2,1 centímetros. Fabricación: a torno, de cocción oxidante y pasta semidepurada y tonalidad beige claro. Presenta un ino engobe interno y externo con decoración en cuerda seca parcial en el interior, representando una cenefa de puntos a modo de goterones vidriados en verde sobre el borde y tres puntos de vidriado en morado en la pared interna. Todo ello sobre una base de líneas radiales realizadas con manganeso. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de objetos adicionales, destinada cubrir la obertura del recipiente correspondiente, en este caso concreto podría corresponderse con el jarrito anterior. [ 174 ] Lugar de procedencia: pieza recuperada en el casco urbano de Salobreña. Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos XIV-XV). Contexto histórico-cultural: estamos ante una de las diversas piezas complementarias asociadas, y estrechamente relacionadas, con recipientes para la elaboración y presentación de alimentos. En este caso, se trata de una tapadera presumiblemente vinculada a un jarrito. Sin duda, y atendiendo al tipo de decoración, se trataría de un elemento de la vajilla que era expuesta a la vista de los comensales. Su borde redondeado y ligeramente engrosado permitía el encaje con la correspondiente abertura a cubrir. Contaban, además, con un pequeño pedúnculo en la parte superior de la base (que no conserva nuestro fragmento) el cual permitía su agarre. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. Piezas medievales Núm. 72. Tinaja nazarí Descripción: fragmento de tinaja de cuerpo de paredes globulares y gruesas, con dos pequeñas molduras en el exterior. Cuenta con un diámetro de panza de 30 centímetros y una altura máxima conservada de 70 centímetros. Fabricación: a torno, de cocción bizcochada (reductora en el interior y oxidante en el exterior) y pasta rugosa con desgrasante grueso y medio, conformado por fragmentos de mica y cuarzo. Presenta decoración estampillada en el exterior, con motivos vegetales y zoomóricos enmarcados por arcos trilobulados. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de almacenamiento, transporte y conservación, destinada en este caso concreto al almacenamiento de líquidos (aceite, agua) y grano. Lugar de procedencia: pieza recuperada en la ladera oeste del castillo de Salobreña. Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos XIV-XV). Contexto histórico-cultural: se trata de recipientes de gran volumen, de cuerpo globular con base y cuello más estrecho. En el ámbito nazarí granadino se constata su fabricación con arcillas de color rojo intenso, apropiadas para refrescar bien el agua. Tan característico fue este material, que da nombre a este tipo de tinajas nazaríes del ámbito granadino: el inyibar. La decoración estampillada empieza a difundirse a inales del siglo XII, como bien constata la Arqueología, sin embargo, será en el periodo nazarí cuando su decoración sea más profusa y recargada. Tal es así que estos recipientes acaban representando una función dual dentro de la vivienda: de almacenamiento y decorativo, siendo motivo de elogio poético: «De mi hechura lo bello y lo sólido contempla/me vestí de ropajes de color rojo vivo/Y, después de haber sido un barro deleznable/siento orgullo de verme en arte convertido» (al-Bunyuli). Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. [ 175 ] Piezas medievales Núm. 73. Tinaja nazarí Descripción: fragmento de Tinaja, cuello cilíndrico y paredes divergentes. Borde engrosado de sección ligeramente rectangular, con un leve biselado en la parte superior del labio. Cuenta con un diámetro de boca de 26 centímetros y una altura máxima conservada de 8,6 centímetros. Fabricación: a torno. La cocción e oxidante y la pasta de tonalidad rojo ocre, de matriz rugosa con desgrasante mineral de tamaño medio (cuarzo y mica). Presenta un ino engobe interno y externo en beige ocre. Decorativamente cuenta con molduras verticales de sección triangular en la unión del borde con el cuello, las cuales forman una espiral bajo el borde; siendo, a su vez, decoradas con incisiones onduladas. Presenta, además, arquillos aplicados de medio punto y lobulados alternativamente en la parte inferior del borde. Finalmente, en la cara externa del cuello se conservan motivos estampillados consistentes en lorones de ocho pétalos enmarcados en lazo de ocho. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de almacenamiento, transporte y conservación, destinada en este caso concreto al almacenamiento de líquidos (aceite, agua) y grano. [ 176 ] Lugar de procedencia: pieza recuperada en la ladera oeste del castillo de Salobreña. Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos XIV-XV). Contexto histórico-cultural: se trata de un elemento de almacenaje doméstico ideal para productos para el consumo, ya sean líquidos (agua o aceite) o sólidos (grano, frutos secos, semillas). Son recipientes de gran volumen, de cuerpo globular, con base y cuello más estrechos, siendo propicios para el enfriamiento del contenido mediante exudación, motivo por el cual están asociados a los llamados reposaderos, en los cuales se apoyaban y en los que se acopiaba el líquido exudado. De igual modo estos ofrecían estabilidad y representaban, incluso, un motivo ornamental más. Además de almacenamiento doméstico, se constata igualmente su uso para el transporte de mercancías en barcos. La profusión decorativa abarca desde el estampillado, a la incisión, cuerda seca, la aplicación de cordones o la talla. Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. Piezas medievales Núm. 74. Fuente de época cristiana Descripción: fragmento de fuente con anillo de solero bajo redondeado con moldura externa. Base convexa con dos pequeñas acanaladuras en el interior. Arranque de cuerpo de paredes divergentes con pequeñas acanaladuras en la cara externa. Cuenta con un diámetro de base de 13 centímetros y una altura máxima conservada de 6,8 centímetros. Lugar de procedencia: pieza recuperada en el casco urbano de Salobreña. Contexto histórico-cultural: se trata de un recipiente de grandes dimensiones destinado a la presentación de alimentos, para su posterior distribución en platos, en cuencos y escudillas; si bien, de igual modo, puede usarse para consumo comunitario. Enlaza con la tradición del ataifor islámico y, sobre todo, con la almofía morisca. A partir del siglo XVII desaparece esa denominación a favor de la de fuente, asociada a cambios morfológicos signiicativos, siendo su principal característica el ser una pieza abierta y de gran tamaño. En el siglo XVI el recipiente era deinido como «escudilla grande, tendida y no honda». En las Ordenanzas de olleros del siglo XVI se recogen las «almofías grandes, o safas vañadas de verde» (Rodríguez Aguilera y Bordes García, 2001). Presentaban estas un borde moldurado al exterior, con vidriado blanco en el interior y verde en el exterior. Cultura y cronología: periodo cristiano moderno (siglos XVI-XVII). Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra, A., 1997. Fabricación: a torno. La cocción es oxidante y la pasta depurada, de tonalidad beige anaranjado. Presenta engobe externo en beige y vidriado interno en verde, con un pequeño goterón externo en la parte baja del cuerpo. Funcionalidad: forma parte de la serie funcional de vajilla de mesa, destinada en este caso concreto al servicio y presentación de alimentos. [ 177 ]