SALOBREÑA
DE SUS ORÍGENES
A LA EDAD MEDIA
PIEZAS RELEVANTES DE LA EXPOSICIÓN
ARQUEOLÓGICA MUNICIPAL
Federico Martínez Rodríguez, Carlos E. Sarompas Cazorla,
José M.ª García-Consuegra Flores y Manuel Márquez Cruz
Ayuntamiento de Salobreña
Salobreña y la costa de Granada
en la Edad Media
José M.ª García-Consuegra Flores
Para el periodo medieval y moderno, las noticias y
referencias documentales y arqueológicas conocidas
son más generosas que para periodos históricos anteriores, lo cual revierte en un mayor conocimiento de
la Salawbinya islámica y la posterior villa castellana.
Con todo, los primeros autores árabes no otorgan a
Salobreña una entidad urbana de peso, al contrario
que su vecina Almuñécar, considerada como madina
(ciudad) ya desde el siglo XI. No será hasta el siglo
XV cuando adquiera rango de ciudad por parte de
las fuentes árabes, con motivo de la presencia en su
alcazaba de diversos miembros de la familia real na-
zarí, los cuales contaban con propiedades en la vega
salobreñera.
Se trata de una incipiente y modesta madina cuyo
desarrollo urbano se ve frenado bruscamente por la
conquista militar castellana, a inales del siglo XV (14891490). A partir de ese momento, la población musulmana es obligada a abandonar la ciudad, siendo ocupada tan solo por los contingentes militares que se instalan
en la fortaleza, cuartel general desde el que pretenderán
dominar el nuevo territorio conquistado (Malpica
Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; Navas Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2009).
Mapa de situación de Salawbinya
dentro del Reino nazarí (Garnata et
Murcia Regna, procedente del Atlas
Maior de Joan Blaeu, 1659-1672,
Ámsterdam)
[ 149 ]
José M.a García-Consuegra Flores
Denominaciones de los distintos autores árabes que citan Salawbinya [Iqlim (distrito) y alquerías (aldeas, caseríos) de Salawbinya]
Salobreña en época medieval
(siglos X-XIV)
Del periodo emiral (siglos VIII-X), caracterizado
por las reformas de Abd al-Rahmán II en su intento
por promover la islamización de al-Andalus y la formación de un nuevo Estado islámico en Occidente
desvinculado del poder de Bagdad, poquísimo es lo
que se conoce para el caso de Salobreña y su territorio. Una de las menciones que de ella se tiene es
como puerto en el marco de las nuevas relaciones y
comunicaciones comerciales con las tierras magrebíes, conocedores los musulmanes de los itinerarios
de épocas anteriores y de los diversos puntos de atraque que ofrecía la región.
Así lo conirma al-Bakri en el siglo XI, cuando habla de estos «hermanamientos», por así decirlo, entre
los puertos andalusíes y los del Magreb (Martín,
2001). En su obra Kitab al-Masalik wa-l-Mamalik
constata que era el puerto de Salobreña el destino de
[ 150 ]
mercancías procedentes de Melilla, y viceversa. De
igual modo pasaba entre Jate (en Almuñécar) y Tark
Harak, entre otros (M. de Slane, 1911). Todo ello
releja una cierta tradición y presencia de los puertos
granadinos, y el de Salobreña más concretamente,
en la órbita de los contactos comerciales mantenidos con el resto del mundo islámico. Con todo, en
ningún caso se nos reieren las características de este
enclave portuario, ni si estaba vinculado a algún núcleo de población.
Es con la sublevación de Umar ibn Hafsun (inales del siglo IX y principios del siglo X) contra el poder central omeya cuando se tendrán las primeras noticias escritas de Salobreña. Un enfrentamiento entre
terratenientes hispano-godos y la estructura del Estado islámico de los omeyas cordobeses, siendo uno de
los escenarios la costa granadina (Gómez Becerra y
Malpica Cuello, 1991). Así, Ibn Hayyan menciona
que Ya’far ibn Hafsun, hijo del caudillo rebelde, en el
913 estaba ocupando la fortaleza (hisn) de Salobreña,
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
la cual abandonó tras la conquista del castillo de Juviles por parte de las tropas omeyas que, inalmente,
se hicieron con el control de Salobreña, nombrando
como gobernador en el 942 a Sa’id ibn Abd al-Warit
(Viguera Molins y Corriente, 1981):
«El maldito Ya’far, hijo preferido y heredero de
su perverso padre, que estaba en Salobreña, asustado
con estos triunfos sucesivos, huyó de allí de noche,
uniéndose a su padre en su capital de Bobastro.
»[…] Viajó entonces an-Nasir [Abd al-Rahmán
III] a la ciudad de Salobreña, donde hizo como en los
lugares mencionados, guarneciendo con sus hombres
toda fortaleza que conquistaba y cuidando de sus intereses, con lo que se atajó el mal en la Cora de Elvira,
cuya población quedó unánimemente sujeta».
También, en este sentido, Ibn Idari se hace eco
de las palabras de Ibn Hayyan al mencionar que «de
allí [del castillo de Jubiles] el Emir avanzó hasta la
ciudad de Salobreña, en donde procedió como había
hecho anteriormente» (Ibn Hidari, 1901-04).
Si nos atenemos a la mención que estos autores
hacen de Salobreña como ciudad (madina Salubynia), parece ser que no se reieren a una ciudad como
tal, sino a un núcleo de cierta importancia con una
destacada fortaleza que articularía un territorio propio que se le adscribe, así lo da a entender en el siglo XI al-Udri cuando habla del «Iqlim [distrito] de
Salawbinya». Estaríamos, pues, ante una población
cabeza de partido que en mayor o menor grado articularía y estructuraría una población y un territorio.
A lo largo del periodo andalusí, los diversos autores árabes otorgan a Salobreña una categoría diferente. Es a partir del sultanato nazarí (mediados
del siglo XIII-siglo XV) cuando ya se le concede el
rango de ciudad (madina) de manera unánime, en
tanto que ya representará un núcleo de población
con elementos propios de toda ciudad, tales como
una alcazaba, baños, mezquita, etc.
AUTOR
Al-Razi
Ibn Hayyan
Al-Idridi
Yaqut
Abu-l-Fida
Ibn Sa’id
Al-Himyari
al-Umari
Ibn al-Jatib
SIGLO
DENOMINACIÓN
siglo X
siglo XI
siglo XII
siglo XII
siglos XII-XIII
siglo XIII
siglo XIV
siglo XIV
siglo XIV
Hisn (castillo)
Madina (ciudad)
Qarya (alquería)
Hisn (castillo)
Hisn (castillo)
Hisn (castillo)
Qarya (alquería)
Madina (ciudad)
Madina (ciudad)
Salobreña nazarí (siglos XIV-XV).
Origen y territorio de una incipiente
madina
Como se ha dicho, es durante el sultanato nazarí
cuando Salawbinya adquiere una mayor entidad y
desarrollo urbano. Hasta entonces representaba uno
de los asentamientos de al-Andalus de cierta relevancia gracias a las condiciones geoestratégicas de
las que gozaba, motivo por el cual ejercía de cabeza
de distrito (Iqlim). Este impulso urbano parece ser
provocado, de un lado por los crecientes contactos
y tratados comerciales entre el sultanato nazarí y las
ciudades italianas.
Del otro, por el establecimiento en su alcazaba de
diversos miembros de la familia real nazarí, llegando
incluso a hacer las funciones de privilegiada prisión
para diversos miembros desafectos de la familia real
(Castrillo, 1963). Y es que, a partir de inales del
siglo XIV y a lo largo del siguiente siglo XV, se constata la residencia de diversos dirigentes nazaríes que,
por otro lado, contaban con propiedades en buena
parte de la vega, las llamadas Mustajlassat.
Será, pues, esta elección de Salobreña por parte
de la realeza como lugar de retiro y descanso, la que
permitirá iniciar un proceso de desarrollo urbano a
lo largo del siglo XV, que tan solo se verá frenado de
manera radical por la ocupación militar castellana
en 1489, especialmente tras el intento de recuperar
la fortaleza por parte de Boabdil en agosto de 1490.
Es así como Salawbinya acabará por consolidar
diversos elementos propios del urbanismo islámico,
como son una alcazaba (que será reestructurada y
adaptada con objeto de alojar a los miembros de la
familia real, convirtiéndose en alcázar-alcazaba urbana); una mezquita mayor (masyid al-yama’a), unos
baños (hammam); un recinto amurallado; puerto;
cementerio (maqbara), etc. Tal es así que el célebre
Ibn al-Jatib en el siglo XIV reiere que «los ediicios
de Salobreña alcanzan bastante celebridad», e incluso que «tiene una gran mezquita, de magníica arquitectura».
Como cabeza de distrito que era desde el siglo XI,
representaba el elemento central del territorio y de
los recursos naturales que le rodean; si bien, el estado
actual de las investigaciones no permite conocer el
grado de relación e interacción entre ciudad y territorio. Sabemos que a la llegada de los castellanos, en
la última década del siglo XV, la Tierra de Salobreña
comprendía el curso bajo del Guadalfeo y su estua-
[ 151 ]
José M.a García-Consuegra Flores
rio, en el que se desarrolla una extensa y fértil vega
holocénica enmarcada por las sierras de Cázulas, del
Chaparral, los Guájares y Lújar, por el norte, además
de aquellas zonas que de algún modo se le vinculaban, como el valle del río de la Toba, en la zona
de Los Guájares (Malpica Cuello, 1994; Navas
Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2008).
Un espacio físico en el que los asentamientos rurales
(las alquerías, o qurá) se presentaban bien deinidos
y con unos límites claros, explotando y administrando de manera eiciente su propio espacio y recursos,
siendo la agricultura de regadío la base esencial de
subsistencia (Trillo SanJosé, 2004).
La Tierra de Salobreña, pues, se constituía como
Distrito (Iqlim) conigurado en torno a tres elementos:
– El alcázar-alcazaba urbana.
– La ciudad, o madina.
– La vega, o alfoz.
Será la madina (posterior villa) el centro rector a
nivel económico y territorial de todo este conjunto
del bajo Guadalfeo. Gracias a una relación castellana
de inales del siglo XV, conocemos cuáles eran los
núcleos de población que conformaban el territorio
de Salobreña. En ella se mencionan las diversas alquerías y el número de vecinos de cada una (Malpica Cuello, 1994). A ellas cabría añadir las alquerías
de Battarna (El Maraute, Torrenueva), despoblada
en época almohade (García-Consuegra Flores et
alii, 2008) y Bates, despoblada en el momento de la
relación (Navas Rodríguez y García-Consuegra
Flores, 2009).
ALQUERÍA
Molvízar
Pataura
Guájar la Alta
Guájar la Baja
Lobres
Vélez Benaudalla
Benardila
Soluta
Alhulia
Balardes
TOTAL
VECINOS
50
40
70
40
40
60
10
40
40
Despoblado
390
Fuente: Malpica Cuello, 1994.
En general, este modelo de estructura y sistema
de organización y explotación territorial nazarí nos
es conocido gracias al alto grado de detallismo de
[ 152 ]
la documentación castellana, como son los libros de
Apeo, de Repartimiento o los Bienes Habices. Se
trata de una documentación generada por las autoridades castellanas con el objeto de conocer las características, propietarios y límites de las tierras, del
parcelario, los bienes y los recursos de cara a una futura repartición de lotes para los nuevos pobladores.
Cuando la región cae bajo dominio castellano, este
modelo de estructura y sistema de organización y explotación territorial nazarí topará de manera frontal
con la propiamente castellana, siendo brutalmente
devastado y eliminado.
La ciudad (madina).
Coniguración urbana. Urbanismo.
Urbanismo y viario
La trama urbana de Salobreña es de clara tradición andalusí, quedando huella aún hoy día en la
morfología del callejero de la población, cuya sinuosidad y estrechez permiten una mejor adaptación a
lo escarpado del terreno. Gracias a la toponimia del
siglo XVIII recuperada, sabemos de la existencia de
calles cubiertas y abovedadas tan características del
callejero islámico, como era el caso de la calle de la
Bovedilla o la del Arco.
El conocimiento arqueológico que en la actualidad poseemos se reduce en gran medida a estructuras
emergentes conservadas o reutilizadas por construcciones posteriores al periodo medieval. Como han
demostrado las escasas actuaciones arqueológicas
realizadas en el casco antiguo, el depósito arqueológico es prácticamente inexistente debido a la propia
naturaleza del subsuelo en el que se asienta la población, conformado por pura roca caliza. Esto hace
que para una mejor irmeza de las ediicaciones se
tenga que trabajar a conciencia dicho subsuelo para
asentar los cimientos de manera segura y estable, con
lo que la secuencia estratigráica y arqueológica de la
ciudad ha desaparecido en su mayoría.
La ocupación del promontorio en el periodo nazarí se centró en la parte alta (de hecho así ha sido
hasta la década de los 60 del pasado siglo), organizándose la población según los cánones del entramado urbano islámico. El núcleo en sí estaba rodeado
y protegido por una muralla y sus correspondientes torreones, situados en puntos estratégicos para
una mejor defensa de la madina y sus accesos. Con
ello, resulta un trazado en forma de herradura que
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
se adapta a la topografía del promontorio, salvando
la vaguada que se abre a levante, conocida como la
cañada de la iglesia, a los pies del antiguo mercado
municipal y actual Cuesta del Rosario.
El espacio más habitado fue el espolón rocoso de
levante, lugar donde se situó el acceso principal a
la villa. Por el contrario, el espacio conocido ya por
entonces como Albaicín, desarrollado al sureste de la
alcazaba, contaba con menos ocupación, haciendo
las funciones de albacar (recinto amurallado para el
ganado, ciertos cultivos y, en tiempos de guerra, para
las tropas) y donde, según nos informa el Libro de
Repartimiento, se ubicaban algunas carnicerías y el
Postigo del Tajo, que comunicaba directamente con
el mar y el embarcadero del Gambullón mediante
el llamado Camino del Moro, o del Gato (Navas
Rodríguez, 2001; Navas Rodríguez y GarcíaConsuegra Flores, 2009). Estos dos espacios quedaban comunicados por la cabecera de la cañada de
la iglesia, por encima de la cual se levantaba la mezquita mayor, posterior iglesia de Nuestra Señora del
Rosario. A principios del siglo XVI, y por orden de
los Reyes Católicos, se construirá La Bóveda, con el
Calle Bovedilla (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
Foto aérea realizada en la década de 1950 (Archivo fotográico del Museo Histórico de la Villa de Salobreña)
[ 153 ]
José M.a García-Consuegra Flores
Vista de la Bóveda desde su acceso suroeste
Urbanismo y viario de la Salawbinya nazarí (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
[ 154 ]
Vista del postigo abierto en el interior de la Bóveda
en época de los Reyes Católicos
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
objeto de mejorar esta intercomunicación entre la
villa y el sector del Albaicín.
De cada uno de los accesos a la madina surgen
las principales vías de comunicación que conforman
el viario urbano. En este caso las calles Real, Agrela
y Estación representan los ejes de los que se derivan
vías secundarias.
Según se desprende del Libro de Repartimiento
(Malpica Cuello y Verdú Cano, 2008), las viviendas eran bastante modestas y estaban constituidas por una cocina y una sala o «palacio». En el mejor de los casos, constaban de dos cuerpos de fábrica
de pequeñas dimensiones y un corral. En algunos
ejemplos se constata, incluso, un pequeño solar adyacente para labrar.
Con lo expuesto, el aspecto de la Salawbinya de
inales del siglo XV sería el de una ciudad pequeña
bien fortiicada, con unas infraestructuras mínimas
y con un buen puerto natural a su servicio, donde destacaría, como en la mayoría de poblaciones
musulmanas, la espléndida Masyid al-yama’a y, en
el caso concreto de Salobreña, también su alcázaralcazaba urbana, estrechamente vinculada a la familia real nazarí.
El recinto amurallado. Torres y puertas
Por su carácter geoestratégico, y como lugar elegido a modo de segunda residencia por parte de diversos miembros de la familia real, además de contar
con una destacada fortaleza, disponía de un recinto
amurallado que rodeaba el núcleo de población. Este
constaba de dos elementos de clara vocación defensiva: la muralla propiamente dicha y una serie de torres dispuestas estratégicamente a una determinada
distancia entre ellas. En ella se abrían tres accesos:
la Puerta de la Villa, el acceso principal; la Puerta o
Postigo del Mar; y el Postigo del Tajo.
El origen del recinto todavía no se ha podido
constatar arqueológicamente si bien, con toda probabilidad, cabría adscribirlo al periodo nazarí (siglos
XIV-XV). A pesar de conocer la existencia ya desde el
siglo X de una fortaleza o castillo (hisn), no sabemos
si en esas fechas ya existía un núcleo de población
protegido por un recinto amurallado.
Sí sabemos que con el terremoto de 1494 las
murallas quedaron dañadas, motivo por el cual se
obliga a los mudéjares, como ya se hacía en tiempos
anteriores, a participar en los reparos de los muros de
la siguiente manera: los peones y las bestias corrían
a cuenta de Motril y su tierra a razón de un día cada
uno; los materiales y maestros a cargo de los Reyes
Católicos.
A inales del siglo XVI y principios del siglo XVII
Luis del Mármol Carvajal nos reiere que «la villa
está cercada de muros, no se puede minar porque es
peña viva marmoleña, ni menos se puede batir, por
ser muy alta y tajada al derredor, sino es á la parte de levante sonde está la puerta principal» (Mármol Carvajal, 2004:114). También en el siglo XVII
Henríquez de Jorquera resalta que Salobreña se halla
«cercada de fuertes muros» (Henríquez de Jorquera, 1987:114). Por su parte, Tomás de Aquino es
quien más datos nos aporta al mencionar que «esta
ciudad de Salobreña murada y fortalecida de mui altos
y fuertes murallas en toda su circunferencia con muchas
torres a trechos. Tiene dos puertas aforradas con planchas de ierro defendidas de gruesas torres» (Aquino
Mercado, 1650:228).
Como vemos, hasta entrados en el siglo XVIII el
complejo defensivo de la villa se mantiene todavía en
pie y ofreciendo garantías de defensa y seguridad a la
población. Es a partir de entonces cuando empieza
un progresivo declive y abandono de las funciones
militares que desempeñaba hasta la fecha. Tanto es
así, que en 1736 el estado del recinto amurallado
es tan lamentable que se propone no reediicarlo,
ya que «resultando que por hallarse las expresadas
murallas tan arruinadas, necesitaría de una general
reparación muy costosa». Por otro lado, el cabildo
Torre del Brocal (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
[ 155 ]
José M.a García-Consuegra Flores
Restos de zócalo de la muralla en calle Guadix
(autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
informa, en 1769, del lamentable estado del castillo
y defensas de la villa, por lo que solicitan pronto remedio al hallarse desprotegida la población porque
están «sus murallas enteramente destrozadas, y sin las
puertas que atrás tenía» (García-Consuegra Flores y Navas Rodríguez, en prensa).
Hasta hace relativamente pocos años aún se conservaban diversos restos de la muralla, la mayoría de
ellos reutilizados para la cimentación de viviendas
y ediicios. Así ocurre en las calles Muralla, Arrabal Villa, Fernando Villaescusa, Guadix o Bóveda.
Igualmente con varias de sus torres, conocidas con
nombres tan populares como Torre de la Corneja (en
la calle Muralla), Torre del Boquete (en el Albaicín
Bajo), La Garita (en las inmediaciones de la antigua biblioteca) o Torre del Brocal (en la calle Arrabal
Villa), cuyos restos son los únicos que se conservan
todavía hoy en pie.
Trazado hipotético del recinto amurallado de la madina en base a los restos conservados y a la documentación de archivo conocida
(autores: José M.ª García-Consuegra Flores y José Navas Rodríguez)
[ 156 ]
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
El Islam en Salawhinya y su mezquita
(Masyid al-Yama’a)
Mientras Salobreña y su territorio permanecieron
bajo la cultura musulmana, fue el Islam la religión
predominante entre la población. En él Dios, Allah
para el musulmán, es omnipresente y todopoderoso,
el creador de todas las cosas en el universo. Allah,
a través del arcángel Gabriel, reveló sus preceptos a
su profeta, Mahoma (Muhammad ), los cuales fueron puestos por escrito en el libro sagrado conocido como Corán (Quran) por sus seguidores tras su
muerte. Fueron Mahoma y el Corán los ejes constitutivos de la religión islámica, sirviendo de referente
a los ieles seguidores.
El Corán consta de 114 capítulos (suras) contando cada uno de ellos con indeterminados versículos
(ayat). A excepción del capítulo inicial, el resto se
ordena según su extensión de mayor a menor y están
escritos con prosa rítmica. En él se narran tanto la
ley musulmana como las creencias religiosas, siendo
la principal que únicamente existe un sólo Dios («En
nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Di:
él es Dios, es único. Él solo. No ha engendrado ni ha
sido engendrado y no hay nada que se le asemeje».
Sura CXII, ayat 1-4) el cual lo sabe todo, es bueno,
piadoso y justo y cuyas decisiones no pueden ser alteradas ni discutidas por nadie.
Además, de todas sus criaturas es el hombre su
preferida, por ello es el centro del universo. Allah
también creó ángeles encargados de hacer cumplir
correctamente las leyes divinas, acompañan a los
creyentes durante toda su vida y desaparecen tras el
Juicio Final. Con todo, un grupo de estos ángeles se
reveló contra Allah, dirigidos por Iblis (o Shaytan),
son los demonios o dyinn.
Por otro lado, a diferencia de los cristianos, el
musulmán no tiene un guía religioso o autoridad
suprema, como sería el Papa, los musulmanes simplemente conforman una comunidad de creyentes
(umma) que se reúnen en la mezquita para orar y
comunicarse con Allah, organizando y rigiendo su
existencia, comportamiento y manera de ser y estar
según dictan el Corán y la Sharia.
Es la ley musulmana (Sharia) la que dirige y rige
la vida del creyente, el cual la ha de seguir sin desviarse del camino que esta le marca. Esta consta de
cinco obligaciones básicas que debe cumplir todo
buen musulmán, son los llamados «Cinco Pilares del
Islam»:
– La Profesión de Fe, o Shahada («No hay más
Dios que Allah; y Mahoma es su enviado / La illa
illa-llah; wa Muhammad rasulla-llah»).
– Rezar cinco veces al día, o salat: al alba, a mediodía, por la tarde, al atardecer y por la noche. Este
acto hay que realizarlo orientándose hacia La Meca y
siguiendo un ritual.
– Dar limosna, o zakah. Entrega anual de una
ayuda a los más necesitados, según las posibilidades
de cada creyente («Te preguntan cómo han de hacer
limosna. Responde: el bien que gastáis que sea para
los padres, los parientes, los huérfanos y los viajeros. El bien que hacéis Dios lo conoce». Sura II, ayat
211).
– El ayuno durante el mes de Ramadán, el noveno de calendario musulmán. En él queda prohibido
comer, beber, fumar, tener relaciones sexuales, etc.,
durante las horas diurnas, quedando excluidos de
estas obligaciones niños pequeños, enfermos y embarazadas.
– La peregrinación a La Meca al menos una vez
en la vida aquellos que económicamente puedan
permitírselo y que la salud se lo permita.
Otras obligaciones y deberes para todo buen
creyente son no comer carne de cerdo ni sangre, no
beber alcohol, evitar peleas (si no es en defensa del
Islam), respetar a la mujer, no ser ocioso y asistir a la
oración de mediodía de los viernes (día sagrado) a la
mezquita principal.
Es la mezquita su lugar sagrado, representando
no solo el espacio de comunicación con Dios, sino
también un lugar de recogimiento, de conocimiento, justicia, educación y paz. Se trata de un ediicio
orientado de manera que uno de sus lados se encare
en dirección a La Meca (Qibla), lugar hacia donde
se dirige la oración. En él se abre un pequeño nicho/
oratorio (mihrab) de acceso restringido al imam, autoridad encargada de dirigir la oración de los viernes.
Estos son los elementos principales en las mezquitas en tanto que, en base a ellos, se estructura la
sala de oraciones donde los creyentes siguen la oración del imam, el cual proclama el llamado sermón
(jutba) desde un púlpito (mimbar) a la comunidad
cada viernes. Las mujeres se sitúan en la parte trasera
de la sala.
De manera previa al acceso al interior de la sala
de oraciones, el musulmán debe atravesar un patio
(sahn) en el que se ubica una o varias fuentes en las
que puriicarse antes de entrar al templo, debiendo
lavarse la cara (ojos, boca y nariz), las manos, los
[ 157 ]
José M.a García-Consuegra Flores
Localización de la mezquita dentro del entramado urbano de la madina (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
pies y los oídos. En ausencia de agua, la puriicación
puede realizarse con tierra o una piedra. Finalmente,
cada mezquita cuenta con una torre (alminar o minarete) desde donde el muecín se encarga de llamar a
la oración a los ieles las cinco veces prescritas.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que la
masyid (mezquita) no era solo un templo de culto
religioso, ya que además realizaba, funciones formativas, educativas y sociales. Si bien principalmente se
enseña a leer y memorizar el Corán, en las ciudades
de cierta entidad se impartían clases de diversas materias, tales como geografía, historia, matemáticas,
dialéctica, gramática, etc., así como celebraciones de
sesiones judiciales de ámbito local.
De igual modo representa un refugio para gente
desamparada, acogiendo a todo aquel que buscara
o necesitase recogimiento espiritual y personal. Las
pequeñas ciudades, e incluso las poblaciones rurales, contaban con una sola mezquita, mientras que
en las grandes ciudades es común encontrar diver-
[ 158 ]
sas de ellas difuminadas por los diferentes barrios.
Con todo, todos los viernes la comunidad debe de
acudir a la oración a la mezquita principal o aljama
(García-Consuegra Flores, 2012).
Gracias a las donaciones de la comunidad, cada
mezquita goza de unos ingresos y unos bienes cuyos
beneicios revierten en el sustento de las personas
encargadas de su funcionamiento y mantenimiento,
así como en las diversas funciones que realizan para
con la comunidad. Son los llamados Bienes Habices
(Trillo San José, 2011).
De la mezquita de la Salawbinya nazarí, bien
poca cosa conocemos. Tan solo contamos con la referencia que hace Ibn al-Jatib al describir Salobreña
en el siglo XIV. En dicha descripción simplemente
constata que «tiene una gran mezquita, de magníica
arquitectura» (Chabana, 1977).
Con toda probabilidad, se encontraría en el solar
que actualmente ocupa la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, erigida en el siglo XVI en el espacio
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
que ocupó la antigua mezquita. Es de suponer que
tendría unas dimensiones modestas, formando parte
del mencionado conjunto de mezquitas de pequeñas
ciudades y núcleos rurales. En este sentido, se han
establecido diversas tipologías de mezquitas, llamadas rurales, en base a las plantas de las que han podido ser analizadas (Calvo Capilla, 2004), a saber:
– De planta longitudinal. Más profunda que ancha y con tendencia cuadrangular, con tres o cinco
naves perpendiculares a la qibla. Contaría con un
pequeño patio en su mitad o tercio noroccidental
y con un alminar localizado en un ángulo del patio
o en el centro del muro norte. Es el tipo más frecuente observado en al-Andalus y el Magreb, siendo
algunos ejemplos las documentadas en Almonaster
la Real (Huelva), el Puerto de Santa María (Cádiz) o
en el Cortijo del Centeno (Lorca, Murcia).
– De planta rectangular apaisada. Más anchas
que profundas, con cinco naves iguales y perpendiculares a la qibla. Es el caso de las mezquitas de
Vascos (Toledo) y Archidona (Málaga).
– De planta simple. Con un formato apaisado,
pero constituidas por un único espacio o por dos naves paralelas a la qibla, en la cual se abre un mihrab
sencillo de planta circular o rectangular. Así se observa en la Rábita de Guardamar (Alicante) o en Sa
Nitja (Menorca).
Con las pertinentes reservas que genera la escasez
de datos documentales y arqueológicos con que contamos, con base a esta tipología y analizando diversas variables como son el espacio y la orografía en la
que asentaría, podríamos considerar que la mezquita
de Salawbinya probablemente se encontrara dentro
de la categoría de mezquitas con planta rectangular
apaisada, con más amplitud que profundidad debido a lo abrupto del terreno, que en este caso nuestro
presenta una fuerte pendiente noroeste-sureste. Tanto es así que en el siglo XVI, para la construcción de
la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, se hace necesaria la creación de una plataforma más amplia en
la que levantar el nuevo templo cristiano, de mayor
porte y entidad. Ello dará lugar a la conocida como
«La Bóveda».
La necrópolis (maqbara)
Como decíamos anteriormente, escasísimas han
sido las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo
en el casco antiguo de Salobreña y, sin duda alguna,
hasta el momento las ejecutadas en las calles Cristo
y su perpendicular calle Ingenio, han sido las más
fructíferas en cuanto a resultados arqueológicos.
En ellas se pudo localizar parte del área cementerial
(maqbara) de la Salawbinya medieval.
La intervención realizada en la calle Cristo número 194 permitió identiicar un total de tres sepulturas
con evidencias de ritual islámico (López Martínez
et alii, 2006). Pero fue la que se llevó a cabo en la calle
Ingenio número 5, perpendicular a la anterior, la que
aportó una documentación más completa, debido
a la recuperación de un total de quince sepulturas,
igualmente con elementos de ritual islámico: deposición del cadáver en decúbito lateral derecho, con
la cabeza al sur y la cara orientada hacia La Meca, el
sureste (López Martínez et alii, 2007).
Todo ello no hizo más que corroborar las informaciones orales de los lugareños respecto a la presencia de restos óseos en la zona, y que hacían considerar la hipótesis de la existencia de una necrópolis en
esta ladera norte del promontorio.
Como bien demuestra la Arqueología, también
en la muerte el Islam representa un sendero de comportamiento, presentando un ritual funerario propio y característico, común a toda la población musulmana. Dicho ritual funerario islámico establece
diversos pasos a seguir una vez el individuo fallece
(Longás Bartibas, 1915):
1. Asistencia espiritual al fallecido, en la que se
le recita la Profesión de Fe («No hay más Dios que
Allah, y Mahoma es su mensajero»).
2. Puriicación del cadáver. Se lavaba el cuerpo
del difunto mientras se recitan una serie de oraciones
ceremoniales. Por lo general la mujer lava al marido
y viceversa. Finalmente se recita la oración llamada
«El Trono de Dios».
3. Amortajamiento. Tras la puriicación se viste
el cadáver con una camisa nueva y se le envuelve en
una sábana de lino, atada en la cabecera y en los pies.
La seda está prohibida, así como el introducir en el
ataúd elementos de oro o plata.
4. Conducción al cementerio. Se traslada el
cuerpo a hombros a la mezquita donde el imam
recita unas plegarias y solicita a los asistentes que
den testimonio del comportamiento virtuoso o no
en vida del fallecido. Si se dan tres o cuatro testigos
favorables (según regiones y tradiciones) el muerto
accede al Cielo.
5. Oración por el difunto. Ya en el cementerio (maqbara), se realiza a los pies de la sepultura,
[ 159 ]
José M.a García-Consuegra Flores
Localización de la maqbara dentro del callejero actual (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
Vista general de un grupo de sepulturas excavadas en el solar ubicado en la
calle Ingenio número 5 (foto: Diego López Martínez)
[ 160 ]
variando según el fallecido sea hombre, mujer o
niño/a.
6. Enterramiento. La fosa debe ser cavada en tierra virgen y irme, con una profundidad que alcance
medio cuerpo de un hombre. Se deposita el cadáver
en decúbito supino o en decúbito lateral derecho,
siempre con la cara orientada a La Meca. Se cierra la
fosa, sin rellenarla de tierra, mediante lajas y/o piedras. Con todo, antes de cerrar la fosa, se deposita la
llamada Carta de la Muerte, colocada bajo la cabeza
o bajo la mejilla derecha (en el caso de los hombres);
o en la cabecera de la fosa, bajo tierra (en el caso de
las mujeres). Esta carta ayuda al muerto en su Juicio
Final, realizado por los ángeles Móncar y Faquir (los
ángeles de los Sepulcros).
7. Banquete post mortem. Se celebra durante las
siete noches siguientes al entierro, y consisten en
una comida frugal de «cosas sumarias, no cocidas en
olla». Se le denominada el Bocado Amargo por ser
«la comida última que se come por aquel muerto en
el mundo».
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
El embarcadero del Gambullón
La situación marítima del promontorio rocoso
donde asienta la actual población de Salobreña, hasta bien entrados el siglo XVIII, en que el avance de
la vega holocénica le fue comiendo espacio al mar,
permitió a los asentamientos que históricamente han
ocupado dicho promontorio gozar de privilegiadas
condiciones portuarias, de tal modo que se contaba
con una excelente ensenada a poniente que permitía
a los navíos resguardarse en caso de temporal.
Esta parece tener una actividad continuada desde época antigua hasta la nazarí, de cuyo periodo se
mantienen en pie diversos restos de estructuras en el
entorno del Gambullón. Se trata de los restos constructivos de dos torres (una de ellas del tipo coracha)
que defendían el manantial de agua dulce que emana en este paraje, el cual quedaba comunicado con
el Albaicín mediante un sendero a través del Tajo,
conocido como el Camino del Moro o del Gato.
Si bien actualmente se trata de una zona de conexión entre el Tajo del promontorio y la vega, hasta hace relativamente poco representaba el sector
oriental de una ensenada marítima en la que se cree,
como bien apuntan diversos datos arqueológicos y
de archivo conocidos, se ubicaba el área portuaria
salobreñera en época medieval y moderna (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; Navas
Rodríguez y García-Consuegra Flores, 2009),
una hipótesis que en la actualidad está siendo analizada en detalle en base a datos documentales y arqueológicos (García-Consuegra Flores y Navas
Rodríguez, inédito).
La propia etimología del paraje es bastante esclarecedora al respecto. La mención de Gambullón
resulta de un topónimo compuesto por las palabras
GAM y BULLÓN. La primera creemos que se trataría
de un vocablo hispanoárabe de origen romano qanb,
derivado del latín campus el cual, con la signiicación
de «campo», entra frecuentemente en la composi-
Ubicación del embarcadero del Gambullón y trazado del Camino del Moro o del Gato
[ 161 ]
José M.a García-Consuegra Flores
ción de topónimos hispanoárabes (Díaz García y
Barrios Aguilera, 1991). El segundo componente
(«bullón»), según Simonet, se correspondería con
una voz romance equivalente a «hervidero, fuentecilla o manantial en que brotan las aguas bullendo
mucho y haciendo nido y ampollitas» (Simonet,
1889:61). Por tanto, el término Gambullón signiicaría «campo del manantial».
Muy probablemente, ya desde época prehistórica este entorno fuera escenario de ciertas actividades
marineras asociadas a la explotación de los recursos
del mar, a través de la pesca y el marisqueo, por parte
de las primeras comunidades humanas, ya que, por
otro lado, y en base al estado actual de las investigaciones, su presencia en esta región del bajo Guadalfeo está completamente conirmada a partir del
Neolítico (Pareja López, 1970; Pellicer Catalán,
1992; Martínez Rodríguez, 2014) y, de manera
especial, y con un cariz más comercial, en los periodos protohistórico, clásico y medieval.
Durante los primeros siglos del periodo andalusí, se tiene constancia de su pervivencia como uno
de los múltiples puertos en el marco de las nuevas
relaciones comerciales entre las tierras magrebíes y
las recién conquistadas para Dar al-Islam. Con todo,
en ningún momento se reiere la entidad de dicho
elemento portuario ni si se le adscribía núcleo de
habitación alguno. La importancia y relevancia del
puerto de Salobreña durante el periodo islámico está
avalada por las fuentes documentales, estando siempre presente en los itinerarios y cartas marinas, tanto
musulmanas como cristianas, como es el caso de la
conocida como Carta Pisana del siglo XIII.
En este punto, a pesar de que el vecino puerto
de Almuñécar históricamente siempre fue el núcleo
de recepción y distribución marítima predominante
y de referencia en la región, como así lo atestiguan
su mención dentro de la Ratio Fructae Regni Granatae (Coca Castañer, 2001; Fábregas García,
2004) y, sobre todo, la presencia en su entramado
socioeconómico de una importante comunidad de
comerciantes genoveses, investigadores como Gozálbes Cravioto y González Arévalo se preguntan por
qué si este era un punto indiscutiblemente más importante que Salobreña, es esta la que igura en rojo
en todas nuestras cartas de navegación.
Como se mencionaba más arriba, es en el entorno del paraje del Gambullón donde se ubicaría esta
zona portuaria de época medieval, como apuntan
los restos que en él se localizan. Se trata de un con-
[ 162 ]
junto de estructuras que quedan comunicadas con
el núcleo habitado mediante senderos desarrollados
a lo largo de buena parte del Tajo, adaptándose y
salvando los aproximadamente 100 metros de desnivel existentes entre el Gambullón y el sector del
Albaicín. Su construcción responde a la necesidad
de comunicar de manera directa la madina con las
surgencias de agua dulce del Gambullón, a cuyo
amparo se localizaba un pequeño embarcadero con
funciones de atarazanas. A pesar de que actualmente
este sector dista de la línea de costa unos dos kilómetros, en época nazarí esta bordeaba el promontorio,
existiendo en este punto una pequeña ensenada.
Identiicar los restos localizados en la cota más
baja de este conjunto estructural con un embarcadero y/o atarazanas viene avalado por dos referencias
documentales concretas (García-Consuegra Flores y Navas Rodríguez, inédito). Tener en cuenta,
además, que la tradición oral aún mantiene vivo el
recuerdo de la existencia de una zona portuaria en el
Gambullón, reiriendo la existencia de argollas para
amarres insertas en la roca caliza.
En este sentido, en 1621 se habla de «un pedazo
de tierra junto a el portachuelo de esta villa que es la
playa della que alinda con el camino que va a el atarazan y con peñas» (Testamento de Juan de Lara Archivo Parroquial de Salobreña). Más precisa, si cabe,
es la mención de Martín de Angulo, cuando reiere
que «por la parte de levante, y frente del Gambullón,
y sobre las Atarazanas, hubo un camino de escalones
para sólo un hombre en pos de otro, pena de precipitarse» (Villareal Valdivia, 1890:154).
Es por ello que, a pesar del uso de la palabra Atarazana en las mencionadas referencias documentales,
no consideramos, al menos hasta que posibles hallazgos arqueológicos lo corroboren, que existiesen
instalaciones dedicadas a la elaboración o reparación
de navíos como tal. Si bien es cierto que tradicionalmente se suele relacionar dicho término con el
lugar dedicado a la fabricación y reparación de embarcaciones, siendo cabeceras en el Reino de Granada las de Almería, Málaga, Almuñécar, Algeciras y
Gibraltar (Torres Delgado, 2002), nos inclinamos
más por considerar la existencia de algún tipo de infraestructura de apoyo a embarcaciones, tales como
almacenes para su aprovisionamiento.
Si nos atenemos a la raíz etimológica de la palabra, esta procede del vocablo árabe dãr al-sinã’a¸
el cual hace mención a una instalación portuaria,
por muy reducida que esta fuese. Con todo, como
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
bien recoge el insigne Leopoldo Torres Balbás en su
obra sobre las atarazanas hispanomusulmanas, para
Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua
Castellana o Española, la palabra «Atarazana» signiica «lo mismo que los venecianos llaman arsenal,
donde se fabrican los navíos y se labran y tienen todos
los pertrechos pertenecientes a la navegación» (Torres
Balbás, 1946:131).
Es a pie del nacimiento del Gambullón donde se
localizan los restos constructivos visibles de mayor
entidad, seguramente vinculados al embarcaderoatarazana. Se trata de una imponente torre coracha
maciza de tapial calicostrado, que asienta sobre un
potente cimiento de mampostería. Se localiza dentro
de una parcela cercada, hoy de propiedad privada,
junto al transformador y antiguo pozo de abastecimiento de agua para Salobreña. En su ángulo noreste se observa parte de un muro de tapial, igualmente
calicostrado, que la une a la pared rocosa del Tajo. La
abundante vegetación y el hecho de estar dentro de
una parcela cercada de propiedad privada han impedido un acceso a ella para un mejor análisis.
Por encima de esta, a unos 30 metros de altura
y asentando sobre un pequeño espolón rocoso, se
ubica una torre albarrana, de menores dimensiones
que la anterior. De la torre en cuestión se conserva
su cimentación, siendo de planta rectangular, con
unas dimensiones de 4,5 por 5 metros, y realizada
mediante mampostería de mediano tamaño trabada
con mortero de cal y enfoscados en buena parte de
su supericie. En su cara meridional se observa cómo
se le imbricaba un muro, el cual probablemente acotaba el espacio de paso por el sector más abrupto.
Finalmente, todo este conjunto se articula entre sí mediante el sendero conocido popularmente
como Camino del Moro. Se trata de un sendero
realizado con mampostería que, adaptándose a lo
escarpado del Tajo, asciende desde el Gambullón a
la parte alta del promontorio, en el punto en el que,
a través de una hendidura natural abierta en la roca
pura caliza, daba acceso al Albaicín por la zona del
actual Mirador de Enrique Morente. Hoy en día está
prácticamente oculto por la acumulación de escombro y vegetación.
Respecto al papel que pudo desempeñar el puertoembarcadero-atarazanas de Salobreña en época nazarí
y moderna, retomamos las hipótesis de trabajo elaboradas por los profesores Gozálbes Cravioto y González
Arévalo, anteriormente mencionados. Para el primero, el hecho de que Salobreña aparezca reseñada en los
Vista de los restos del Gambullón
mapas y portulanos medievales y modernos, aún siendo de menor calado y entidad que el vecino puerto de
Almuñécar, nos podría estar indicando que su puerto
fuese más frecuentado por los comerciantes cristianos,
y no por ello el más poblado e importante (Gozálbes
Cravioto, 2001:121-122 y 129).
Por su parte, González Arévalo apunta la posibilidad de que el fondeadero de Salobreña fuera más
empleado por la navegación de cabotaje. Los portulanos que estudia este último autor (Portulano de
Mediterráneo –primera y segunda edición–; Portolano di parte del Mediterráneo; Portolano Palatino y
Compasso) resaltan la importancia del puerto de Salobreña gracias a las buenas condiciones geoestratégicas que ofrecía, a saber: de un lado por la existencia
de una «isleta» (el actual Peñón) ubicada su entrada,
la cual permitía a los navíos resguardarse y protegerse de los vientos de levante y poniente, fondeando a
un lado u otro de ella. Por otro lado, por la existencia
[ 163 ]
José M.a García-Consuegra Flores
de los buenos manantiales de agua dulce que surgían
al pie del promontorio (Gambullón); y, inalmente, por hallarse al amparo de un castillo (González
Arévalo, 2008:22-24).
Por lo general, los puertos inmediatos a las ciudades, se convertían en almacén y depósito de mercancías, un lugar de refresco donde las tripulaciones
se abastecían y, en especial, en lugar de defensa, pues
era común que se situaran en un lugar bien protegido y defendido que ofreciera cobijo a los navíos,
así como repeler a los enemigos. En este contexto,
los barcos fondeaban en las cercanías de la costa,
desarrollándose las operaciones de carga y descarga
mediante navíos de servicio.
Parece ser, pues, que en Salobreña, ciudad de
pequeñas dimensiones donde la presencia del rey
granadino era fuerte, existió una actividad comercial marítima importante, como lo atestiguan las
referencias documentales (a la espera de que futuras
intervenciones arqueológicas, concretamente en el
Vista general del castillo de Salobreña (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
[ 164 ]
área del Gambullón) puedan corroborar la entidad
del embarcadero-atarazanas que ya apuntan las estructuras emergentes conocidas.
Y es que, aunque la política comercial nazarí restringió los núcleos de embarque para lograr un mayor y efectivo control iscal, las formas comerciales
que posibilitaban la circulación de los productos se
realizaron haciendo uso de espacios portuarios de diferente rango, tanto aquellos especializados en el tráico local, como los destinados, además, al comercio
a gran escala. Los primeros se hallaban orientados
a la navegación de cabotaje, realizada con pequeñas
embarcaciones que, junto con el transporte menor,
llevaban a cabo faenas pesqueras. Con todo, ese tráico comercial de pequeña escala se hallaba inserto en
otro de mayor calado.
Un carácter marítimo que pervivió a lo largo de
todo el periodo medieval y moderno, desarrollando
dos facetas igualmente cultivadas: caladero de pesca
y como fondeadero.
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
El alcázar-alcazaba
Sin duda alguna fue, y es, la fortaleza lo más
representativo de Salobreña, hasta tal punto que le
otorga un skyline propio y particular. Se trata de un
recinto castral y palaciego con origen en época nazarí, reestructurado durante la ocupación castellana de
inales del siglo XV y, especialmente, en la primera
mitad del siglo XVI.
Las labores de restauración llevadas a cabo en las
décadas de 1960 y 1970 fueron las que le dieron la
isonomía actual al recinto, ocultando, eliminando
e incluso falseando elementos originales de cara a la
puesta en valor del conjunto, la cual se desarrolló sin
el tratamiento cientíico adecuado.
El conjunto que en la actualidad podemos visitar
está compuesto por una serie de recintos interrelacionados entre sí, que relejan la evolución y el devenir histórico de la fortaleza a lo largo de los tiempos,
bien que en su inmensa mayoría responde a estruc-
turas del periodo de reformas castellanas (ines del
siglo XV-primera mitad del siglo XVI).
El alcázar-alcazaba nazarí representa el recinto
más interno del conjunto, esquinado en el ángulo
suroeste de la cima del promontorio. En época castellana es protegido por los nuevos recintos defensivos
de Levante y de la Coracha, protegiendo el núcleo de
la fortaleza por sus costados este y norte (Malpica
Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001).
Se trata de una fortiicación referida por primera
vez en las fuentes documentales como hisn (castillo)
en el siglo X, en el marco de las luchas por el control
territorial por parte del poder omeya durante la Fitna (siglos IX-X), que llega a convertirse en residencia
y prisión real nazarí durante los siglos XIV y XV.
Posteriormente, tras su entrega en 1489 a la corona castellana, es reestructurado y readaptado a las
nuevas necesidades artilleras y poliorcéticas de los
contingentes cristianos, ejerciendo el papel de punto
fuerte desde donde controlar un territorio que vivirá
Planta general y evolución histórica del castillo de Salobreña (autor: José M.ª García-Consuegra Flores)
[ 165 ]
José M.a García-Consuegra Flores
un ambiente bélico hasta el in de la rebelión morisca
a inales del siglo XVI (Malpica Cuello, 1994; Navas Rodríguez, 2001; García-Consuegra Flores,
2007 a y b).
En la actualidad la fortaleza está siendo objeto de
actuaciones arqueológicas en apoyo a su restauración
para su puesta en valor, las cuales están sacando a
la luz nuevos y valiosos datos sobre su organización
interna y su evolución histórico-constructiva como
conjunto. Es de reseñar la recuperación del baño real
(hammam) exhumado en el interior de la alcazaba,
muy probablemente adosado a las dependencias reales, con las que se comunicaría de manera directa.
Hecho este que no ha podido ser corroborado arqueológicamente. Sí, en cambio, la planta completa
del citado conjunto termal, con todos y cada uno
de sus elementos propios y característicos: vestuario
(bayt al-maslaj), sala fría (bayt al-barid), sala templada (bayt al-wastani) y la sala caliente (bayt alsajun). Un conjunto estructural con pavimentos de
azulejos, en los que se combinan los colores negro,
blanco y verde, los cuales asientan sobre el sistema
de calefacción del tipo hipocausto, igualmente bien
conservado.
Se trata de un baño de mayores dimensiones al
del castillo de San Miguel (Almuñécar) y de similar
relevancia a los de la Alhambra.
Unas actuaciones arqueológicas que vienen a dar
continuidad a un primer estudio de la llamada Arqueología de la Arquitectura, realizado hace unos
años (García-Consuegra Flores, 2007a). Este
representa el primer análisis de carácter cientíico y
con metodología arqueológica aplicada desarrollado
para el castillo salobreñero, una de las principales
fortalezas del reino nazarí y, posteriormente ya en
época castellana, enclave militar cabecero para el
control del territorio del bajo Guadalfeo.
La ocupación castellana
Con la caída de la ciudad de Baza en 1489, se
produce la rendición en la Navidad de ese mismo
año de Muhammad XIII al-Zagal, tío y enemigo de
Boabdil. Ello conllevó la entrega a los Reyes Católicos de todos sus territorios y fortalezas aines, entre ellos las de Salobreña y Almuñécar. A partir de
entonces el territorio vinculado a la nueva villa de
Salobreña será ocupado y controlado militarmente
por los castellanos.
[ 166 ]
Este control se hará efectivo desde su fortaleza,
en la que se instala un destacado contingente militar encargado de controlar la situación de crispación
social con la población musulmana. Especialmente
tras el fallido intento por parte de Boabdil de recuperar la fortaleza en agosto de 1490. Es a partir de
ese momento que se obliga a toda la población musulmana a deshabitar la ciudad, refugiándose en las
diversas alquerías de la vega y de las sierras vecinas.
Se refuerza así la presencia militar castellana en la
zona. En este sentido, los Reyes Católicos no dudaron en otorgar mercedes reales a los diversos hombres de guerra de prestigio por los servicios prestados
a la Corona, siendo el caso más representativo el de
Francisco Ramírez de Madrid, designado alcaide de
la fortaleza y que acabó por ser uno de los personajes
más destacados, reputados y beneiciados del momento (Armada Morales y Escañuela Cuenca,
1982-1983).
De hecho, la ocupación del territorio, vista la belicosidad de la situación en la zona y de la importancia militar de la fortaleza para el control territorial, se
hizo en claro beneicio de estos hombres de guerra,
los cuales contaron con importantes donaciones territoriales e impunidades para actuar sobre las comunidades y propiedades islámicas preexistentes.
Con ello, el desarrollo urbano iniciado en el siglo
XV quedó paralizado bruscamente con la presencia
castellana en la zona. La madina fue deshabitada
de población civil, estableciéndose únicamente una
guarnición militar. La vida urbana a partir de entonces será nula, tan solo el intento repoblador de los
últimos años del siglo XV intentará dotar de cierta
vida a la nueva villa.
Una imagen del estado en que se encontraba la
ciudad tras la ocupación castellana la encontramos
en el Libro de Repartimiento, mediante el cual se
establecen las donaciones, tanto urbanas como rurales, de los nuevos pobladores. En numerosos casos se
hace mención del estado ruinoso fruto del abandono
de las viviendas donadas, teniendo que ser en buena parte reconstruidas (Malpica Cuello y Verdú
Cano, 2008).
Aparte del intento (fallido) por repoblar la villa,
las principales acciones edilicias realizadas por los
castellanos se centraron esencialmente en reestructurar y mejorar las defensas de la fortaleza en un
contexto de belicosidad. Además, en estas fechas se
levanta la iglesia de Nuestra Señora del Rosario en
el solar de la anterior mezquita, y se construye la
Salobreña y la costa de Granada en la Edad Media
conocida desde entonces como Bóveda, formando
parte, además, de un nuevo acceso que permitiese
una comunicación más rápida y directa al mar, lo
cual supuso la creación de un nuevo camino a través de la vaguada que actualmente ocupa la Cuesta del Rosario (Malpica Cuello, 1994; Navas
Rodríguez, 2001; García-Consuegra Flores,
2007 a; Navas Rodríguez y García-Consuegra
Flores, 2009).
Por lo demás, tan solo mencionar la creación de
un hospital mantenido con fondos eclesiásticos. Este
tipo de hospital, ubicado en la calle Real, cerca de la
antigua plaza del Ayuntamiento, solía funcionar más
como centro de recogida de pobres que como centro
sanitario en sí. De hecho, a mediados del siglo XVI ya
es agregado al de Motril, núcleo que a partir de entonces recogerá el testigo de Salobreña como cabeza
de partido en este estuario del Guadalfeo.
de manera puntual, como prisión real; una mezquita
mayor (masyid al-yama´a); unos baños (hammam),
recientemente recuperados mediante intervención
arqueológica y que actualmente podemos visitar;
un recinto amurallado; infraestructuras portuarias;
cementerio (maqbara), etc. Tal es así que el célebre
Ibn al-Jatib en el siglo XIV reiere que «los ediicios
de Salobreña alcanzan bastante celebridad». En in,
estamos ante una incipiente y modesta madina cuyo
desarrollo urbano se verá frenado bruscamente por
la ocupación militar castellana, a inales del siglo
XV (1489-1490). A partir de ese momento, especialmente a consecuencia y como represalia por el
fallido intento de recuperar el enclave por parte de
las tropas de Boabdil en agosto de 1490, la población musulmana es obligada a abandonar la ciudad,
siendo ocupada tan solo por los contingentes militares castellanos que se instalan en la fortaleza, cuartel
general desde el que pretenderán dominar el nuevo
territorio conquistado.
Conclusiones
Con lo expuesto, y según las referencias escritas
más antiguas conocidas, en los primeros tiempos del
periodo andalusí no se intuye para Salobreña una
entidad urbana de peso, al contrario que su vecina
Almuñécar, considerada como madina (ciudad) ya
desde el siglo XI. En estas se la reiere como puerto,
en el marco de las nuevas relaciones y comunicaciones comerciales entre al-Andalus y las tierras magrebíes. Así lo conirma al-Bakri en el siglo XI, cuando
habla de estos «hermanamientos» entre los puertos
andalusíes y los del Magreb. Posteriormente, diversos autores árabes le otorgarán diferentes categorías,
tales como hisn (fortaleza), qarya (alquería) y, en menor medida, madina (ciudad).
Será con el sultanato nazarí (mediados del siglo
XIII-siglo XV) cuando ya se concede a Salobreña
el rango de ciudad (madina) de manera unánime,
constituyendo un núcleo de población con elementos propios de toda ciudad islámica. Ello es propiciado por el asentamiento de miembros de la familia real nazarí en su alcazaba. Además, los sultanes
contaron con numerosas propiedades en la vega,
aunque algunos de ellos, como hemos comentado,
sufrieron un privilegiado presidio entre sus muros.
Es así como Salawbinya acabará por consolidar diversos elementos propios del urbanismo islámico.
En primer lugar, un alcázar-alcazaba urbano adaptado para alojar a los miembros de la familia real y,
Fondo de ataifor califal (siglo X) procedente de Lobres.
Museo Arqueológico de Granada
[ 167 ]
Piezas medievales
Núm. 65. Cazuela almorávide
Descripción: peril completo de cazuela, de base
convexa, diferenciada del cuerpo mediante carena
engrosada, ligeramente apuntada y moldura. Cuerpo cilíndrico, de paredes algo abiertas. Borde redondeado, levemente engrosado hacia el interior y ligeramente exvasado hacia el exterior. Conserva asa de
puente que va del labio a la unión de la base con el
cuerpo, de sección ovalada. Cuenta con un diámetro
de boca de 30 centímetros y una altura máxima conservada de 4,2 centímetros.
Cultura y cronología: periodo zirí-almorávide
(siglos XI-XII).
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de cerámica de cocina, destinada a la cocción y preparación de alimentos, junto a marmitas, cuscuseras
y orzas.
Contexto histórico-cultural: se trata de un
recipiente esencial en la cocina hispanomusulmana,
destinado a la elaboración de comidas que requerían
de cocciones con poco líquido (agua o grasas) a fuego vivo. A partir de época almohade pasan a vidriarse el interior, con el objeto de conseguir una mayor
impermeabilidad de la pieza. Es frecuente su uso,
además, como plato o fuente en la que se consumían
los alimentos directamente tras su elaboración. Así
lo expresaba ibn Razin: «Toma una cazuela vidriada y
pones en ella aceite, vinagre, garum, pimienta, cilantro
seco, un diente de ajo majado y sal. Después tomas huevos […], los cascas en la cazuela uno a uno, lo llevas al
horno y dejas la cazuela en la esquina del fuego, hasta
que estén cuajados, dorados y se reduzca la salsa. Retiras
y comes» (AA.VV. 1993: 39).
Lugar de procedencia: recuperado en el Peñón de Salobreña.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
Fabricación: modelado a torno lento, de cocción
oxidante y pasta semirrugosa de tonalidad anaranjada, con desgrasante mineral (mica) medio y grueso.
Presenta un ino engobe externo e interno.
[ 168 ]
Piezas medievales
Núm. 66. Ataifor almorávide
Descripción: fragmento de ataifor con pie anular robusto, de sección cuadrada ligeramente convergente, señalado en el interior mediante incisión.
Base convexa con pequeñas acanaladuras. Cuerpo de
paredes abiertas y gruesas. Cuenta con un diámetro
de base de 11 centímetros y una altura máxima conservada de 3,5 centímetros.
Fabricación: a torno, de cocción oxidante y pasta
depurada de tonalidad naranja rosácea. Presenta un
ino engobe beige y vidriado en verde aceituna en
el interior, con goterones en el exterior. Cuenta con
decoración estampillada bajo cubierta y dispuesta de
manera concéntrica, formada por motivos vegetales
que representan rosetas.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de vajilla de mesa, destinada al servicio y presentación de alimentos.
Lugar de procedencia: fragmento recuperado
de la ladera oeste del castillo de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo almohade (siglos XII-XIV).
Contexto histórico-cultural: es el recipiente
por antonomasia de la gastronomía islámica, en el
que se sirven los alimentos para su consumo comunitario. Se trata de un recipiente de grandes dimensiones y gran capacidad, contando con un cuerpo
cóncavo y ligeramente carenado para los periodos
califal y almorávide (siglos X-XI). Posteriormente,
con la llegada de la dinastía almohade, su forma adquiere un peril quebrado más acusado, de tal modo
que las paredes superiores del cuerpo son más cortas
que las inferiores. Ya en época nazarí su peril será
más alto y esbelto.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
[ 169 ]
Piezas medievales
Núm. 67. Jarra almohade-nazarí
Descripción: Fragmento de jarra de cuello cilíndrico y paredes convergentes, con pequeñas acanaladuras internas. Cuenta con un diámetro de 9
centímetros y una altura máxima conservada de 6
centímetros.
Fabricación: de cocción oxidante y pasta semidepurada y tonalidad beige anaranjado. Presenta un
ino engobe interno y externo en beige y decoración
con franjas verticales en cuyos espacios internos se
alternan motivos vegetales y geométricos (cuadrícula), todo ello en manganeso. Además cuenta con un
goterón de vedrío en verde.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de almacenamiento, transporte y conservación, destinada en este caso concreto al acarreo de agua.
[ 170 ]
Lugar de procedencia: fragmento recuperado
en el casco urbano de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo almohade-nazarí (siglos XIV-XV).
Contexto histórico-cultural: dentro de las
piezas destinadas a contener, almacenar y transportar líquidos (agua, vino, aceite etc.), encontramos
un subgrupo formado por las llamadas jarras de acarreo, mediante las cuales se transportaba el agua de
la fuente o acequia a las casas, donde estas eran almacenadas en la cocina o alacenas o bien, se depositaba
el líquido en tinajas. Se trata de piezas cuya función
doméstica y de uso cotidiano ha hecho que perdurase morfológicamente hasta nuestros días, siendo el
antecesor de nuestros botijos y cántaros.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
Piezas medievales
Núm. 68. Jarrito almohade-nazarí
Descripción: fragmento de jarrito de cuello cilíndrico y paredes divergentes, con una pequeña
acanaladura interna. Cuenta con un diámetro de 9
centímetros y una altura máxima conservada de 5,3
centímetros.
Fabricación: de cocción oxidante y pasta depurada y tonalidad beige. Presenta engobe interno y
externo y decoración en manganeso de motivos lorales, que representan tres brotes enmarcados por un
fondo punteado, igualmente en manganeso.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de vajilla de mesa, destinada al servicio y presentación de alimentos. En este caso concreto al servicio
de líquidos (agua, vino, etc.).
Lugar de procedencia: fragmento recuperado
en la ladera oeste del castillo de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo almohade-nazarí (siglos XIV-XV).
Contexto histórico-cultural: dentro del ajuar
cerámico de la vajilla de mesa, destacan los jarritos
para el servicio de líquidos (agua, vino, néctares,
etc.), previamente almacenados en tinajas y/o jarras
de acarreo, para su posterior servicio en la mesa y uso
individual. Se trata de pequeños recipientes, en su
gran mayoría ricamente ornamentados, de los que el
comensal hacía uso durante las comidas. La elaboración con pastas muy depuradas y claras permitía la
exudación, manteniendo el líquido en condiciones
óptimas. Durante el periodo almohade estas piezas
gozan de una rica y variada decoración, con motivos
lorales y geométricos en su inmensa mayoría, realizados con trazos de manganeso, lo cual les confería
ese característico color morado. De igual modo, fue
remarcable la decoración esgraiada, realizada mediante el esgraiado con un elemento punzante sobre
la pintura. Ya en época nazarí la decoración evolucionará a una mayor sobriedad y cubierta de vedrío,
para proporcionar mejorar la impermeabilidad de las
pieza.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
[ 171 ]
Piezas medievales
Núm. 69. Cazuela nazarí
Descripción: peril completo de cazuela, de
base convexa, diferenciada del cuerpo mediante carena redondeada y engrosada. Cuerpo cilíndrico y
abombado, diferenciado del cuello mediante una
leve carena. Cuello de ala exvasada, ligeramente engrosado y con reborde interior para tapadera. Borde
redondeado. Conserva dos asas de puente y sección
ovalada que arrancan en el labio hasta la parte baja
del cuerpo. Cuenta con un diámetro de boca de 12
centímetros y una altura de 4,8 centímetros.
Fabricación: a torno, de cocción oxidante. La
pasta es depurada y de tonalidad rojizo-anaranjado.
Presenta un ino engobe externo y vidriado interno
en melado rojizo con goterones en el exterior.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de cerámica de cocina, destinada a la cocción y preparación de alimentos.
Lugar de procedencia: pieza recuperada en el
casco urbano de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos
XIV-XV).
[ 172 ]
Contexto histórico-cultural: se trata de un
recipiente esencial en la cocina hispanomusulmana.
Este tipo de cazuelas permitían una cocción rápida
de los alimentos, los cuales perdían rápidamente
el agua (propia o añadida). Por tanto, es una pieza
idónea para alimentos blandos (verduras, pescados y
algunas carnes) y la elaboración de salsas. Su forma
abierta y de paredes bajas facilita la evaporación del
agua de manera rápida, dando lugar a dos fases en
la cocción: una primera en la que se produce una
hidratación mediante los jugos de los alimentos, o
por el agua aportada. Una segunda de deshidratación, en la que se evapora el agua y se conforman las
salsas y jugos. A partir de época almohade pasan a ser
vidriadas, con el objeto de conseguir una mayor impermeabilidad de la pieza, debido al frecuente uso de
grasas. Era habitual, además, su uso como recipiente
en el que se consumían los alimentos directamente
tras su elaboración.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
Piezas medievales
Núm. 70. Jarrito nazarí
Descripción: fragmento de fondo de jarrito con
anillo de solero bajo, engrosado y apuntado, de sección triangular que enmarca y ensalza levemente
una base plana. La pieza presenta el arranque de un
cuerpo de paredes rectas. Cuenta con un diámetro
de base de 9 centímetros y una altura máxima conservada de 3 centímetros.
Fabricación: a torno, de cocción oxidante y pasta
depurada y tonalidad beige claro. Presenta un ino
engobe interno y externo, y una decoración a cuerda
seca parcial, con trazos vidriados en verde y morado, dispuestos de manera alternativa, enmarcados
por trazos lineales de manganeso. Decoración que se
repite en la cara superior del anillo de solero, con el
objeto de ser vista desde un plano superior.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de vajilla de mesa, destinada al servicio y presentación de alimentos. En este caso concreto al servicio
de líquidos (agua, vino, néctares etc.).
Lugar de procedencia: pieza recuperada en el
casco urbano de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos
XIV-XV).
Contexto histórico-cultural: dentro del ajuar
cerámico de la vajilla de mesa, destacan los jarritos
para el servicio de líquidos (agua, vino, néctares,
etc.), los cuales previamente eran almacenados en
tinajas o jarras de acarreo, para su posterior servicio
en mesa para uso individual. Se trata de pequeños
recipientes, en su gran mayoría ricamente ornamentados, de los que el comensal hacía uso de manera
individual durante las comidas. La elaboración con
pastas muy depuradas y claras permitía la exudación,
manteniendo el líquido en condiciones óptimas. En
época nazarí la decoración evolucionará a una mayor
sobriedad a favor de una cubierta de vedrío, para una
mayor impermeabilidad a la pieza. Además ganan
en altura, sustituyendo el anillo de solero por bases
planas, ahuecadas y/o con molduras. Estos cambios
formales redundan igualmente en un cuerpo menos
abombado y más piriforme, con cuellos muy abiertos y desarrollados.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
[ 173 ]
Piezas medievales
Núm. 71. Tapadera nazarí
Descripción: peril completo de tapadera, de base
plana remarcada interiormente mediante moldura.
Cuerpo de paredes divergentes y borde redondeado
y ligeramente engrosado. Cuenta con un diámetro
de boca de 9 centímetros, 4 centímetros de base y
una altura de 2,1 centímetros.
Fabricación: a torno, de cocción oxidante y pasta
semidepurada y tonalidad beige claro. Presenta un
ino engobe interno y externo con decoración en
cuerda seca parcial en el interior, representando una
cenefa de puntos a modo de goterones vidriados en
verde sobre el borde y tres puntos de vidriado en
morado en la pared interna. Todo ello sobre una base
de líneas radiales realizadas con manganeso.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de objetos adicionales, destinada cubrir la obertura
del recipiente correspondiente, en este caso concreto
podría corresponderse con el jarrito anterior.
[ 174 ]
Lugar de procedencia: pieza recuperada en el
casco urbano de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos
XIV-XV).
Contexto histórico-cultural: estamos ante
una de las diversas piezas complementarias asociadas, y estrechamente relacionadas, con recipientes
para la elaboración y presentación de alimentos. En
este caso, se trata de una tapadera presumiblemente
vinculada a un jarrito. Sin duda, y atendiendo al tipo
de decoración, se trataría de un elemento de la vajilla que era expuesta a la vista de los comensales. Su
borde redondeado y ligeramente engrosado permitía
el encaje con la correspondiente abertura a cubrir.
Contaban, además, con un pequeño pedúnculo en
la parte superior de la base (que no conserva nuestro
fragmento) el cual permitía su agarre.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
Piezas medievales
Núm. 72. Tinaja nazarí
Descripción: fragmento de tinaja de cuerpo
de paredes globulares y gruesas, con dos pequeñas
molduras en el exterior. Cuenta con un diámetro de
panza de 30 centímetros y una altura máxima conservada de 70 centímetros.
Fabricación: a torno, de cocción bizcochada (reductora en el interior y oxidante en el exterior) y
pasta rugosa con desgrasante grueso y medio, conformado por fragmentos de mica y cuarzo. Presenta
decoración estampillada en el exterior, con motivos
vegetales y zoomóricos enmarcados por arcos trilobulados.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de almacenamiento, transporte y conservación, destinada en este caso concreto al almacenamiento de
líquidos (aceite, agua) y grano.
Lugar de procedencia: pieza recuperada en la
ladera oeste del castillo de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos
XIV-XV).
Contexto histórico-cultural: se trata de recipientes de gran volumen, de cuerpo globular con
base y cuello más estrecho. En el ámbito nazarí granadino se constata su fabricación con arcillas de color
rojo intenso, apropiadas para refrescar bien el agua.
Tan característico fue este material, que da nombre
a este tipo de tinajas nazaríes del ámbito granadino:
el inyibar. La decoración estampillada empieza a difundirse a inales del siglo XII, como bien constata la
Arqueología, sin embargo, será en el periodo nazarí
cuando su decoración sea más profusa y recargada.
Tal es así que estos recipientes acaban representando
una función dual dentro de la vivienda: de almacenamiento y decorativo, siendo motivo de elogio poético: «De mi hechura lo bello y lo sólido contempla/me
vestí de ropajes de color rojo vivo/Y, después de haber
sido un barro deleznable/siento orgullo de verme en arte
convertido» (al-Bunyuli).
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
[ 175 ]
Piezas medievales
Núm. 73. Tinaja nazarí
Descripción: fragmento de Tinaja, cuello cilíndrico y paredes divergentes. Borde engrosado de sección ligeramente rectangular, con un leve biselado
en la parte superior del labio. Cuenta con un diámetro de boca de 26 centímetros y una altura máxima
conservada de 8,6 centímetros.
Fabricación: a torno. La cocción e oxidante y la
pasta de tonalidad rojo ocre, de matriz rugosa con
desgrasante mineral de tamaño medio (cuarzo y
mica). Presenta un ino engobe interno y externo en
beige ocre. Decorativamente cuenta con molduras
verticales de sección triangular en la unión del borde con el cuello, las cuales forman una espiral bajo
el borde; siendo, a su vez, decoradas con incisiones
onduladas. Presenta, además, arquillos aplicados de
medio punto y lobulados alternativamente en la parte inferior del borde. Finalmente, en la cara externa
del cuello se conservan motivos estampillados consistentes en lorones de ocho pétalos enmarcados en
lazo de ocho.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de almacenamiento, transporte y conservación, destinada en este caso concreto al almacenamiento de
líquidos (aceite, agua) y grano.
[ 176 ]
Lugar de procedencia: pieza recuperada en la
ladera oeste del castillo de Salobreña.
Cultura y cronología: periodo nazarí (siglos
XIV-XV).
Contexto histórico-cultural: se trata de un
elemento de almacenaje doméstico ideal para productos para el consumo, ya sean líquidos (agua o
aceite) o sólidos (grano, frutos secos, semillas). Son
recipientes de gran volumen, de cuerpo globular,
con base y cuello más estrechos, siendo propicios
para el enfriamiento del contenido mediante exudación, motivo por el cual están asociados a los llamados reposaderos, en los cuales se apoyaban y en los
que se acopiaba el líquido exudado. De igual modo
estos ofrecían estabilidad y representaban, incluso,
un motivo ornamental más. Además de almacenamiento doméstico, se constata igualmente su uso
para el transporte de mercancías en barcos. La profusión decorativa abarca desde el estampillado, a la
incisión, cuerda seca, la aplicación de cordones o la
talla.
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
Piezas medievales
Núm. 74. Fuente de época cristiana
Descripción: fragmento de fuente con anillo de
solero bajo redondeado con moldura externa. Base
convexa con dos pequeñas acanaladuras en el interior. Arranque de cuerpo de paredes divergentes con
pequeñas acanaladuras en la cara externa. Cuenta
con un diámetro de base de 13 centímetros y una
altura máxima conservada de 6,8 centímetros.
Lugar de procedencia: pieza recuperada en el
casco urbano de Salobreña.
Contexto histórico-cultural: se trata de un
recipiente de grandes dimensiones destinado a la
presentación de alimentos, para su posterior distribución en platos, en cuencos y escudillas; si bien,
de igual modo, puede usarse para consumo comunitario. Enlaza con la tradición del ataifor islámico
y, sobre todo, con la almofía morisca. A partir del
siglo XVII desaparece esa denominación a favor de la
de fuente, asociada a cambios morfológicos signiicativos, siendo su principal característica el ser una
pieza abierta y de gran tamaño. En el siglo XVI el recipiente era deinido como «escudilla grande, tendida
y no honda». En las Ordenanzas de olleros del siglo
XVI se recogen las «almofías grandes, o safas vañadas
de verde» (Rodríguez Aguilera y Bordes García,
2001). Presentaban estas un borde moldurado al exterior, con vidriado blanco en el interior y verde en
el exterior.
Cultura y cronología: periodo cristiano moderno (siglos XVI-XVII).
Bibliografía de la pieza: Gómez Becerra,
A., 1997.
Fabricación: a torno. La cocción es oxidante y la
pasta depurada, de tonalidad beige anaranjado. Presenta engobe externo en beige y vidriado interno en
verde, con un pequeño goterón externo en la parte
baja del cuerpo.
Funcionalidad: forma parte de la serie funcional
de vajilla de mesa, destinada en este caso concreto al
servicio y presentación de alimentos.
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