Revista de Indias, 2004, vol. LXIV, núm. 231
Págs. 447-484, ISSN: 0034-8341
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y
ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA1
POR
CARMEN MENA GARCÍA
Universidad de Sevilla
El apresto y provisión de flotas y armadas era una de las principales competencias de la Casa de
la Contratación que desplegaba, a un ritmo episódico, una frenética actividad al servicio de la Carrera de Indias. Las previsiones se realizaban para el viaje completo y suponía un tremendo y costoso
esfuerzo en equipamiento náutico, provisión de víveres, medicinas, armas, municiones y géneros
diversos. En este artículo centramos nuestra atención en algunas cuestiones de interés relacionadas
con el abasto de las embarcaciones en su navegación transoceánica, tipología de los contenedores y
precios de aquellos productos alimenticios más frecuentemente utilizados en la dieta naútica.
PALABRAS CLAVES: abastos, envases, ración, armadas y flotas, precios alimenticios, peruleras.
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS PRECIOS DE LOS ABASTOS. DE LA COMPRA
DIRECTA DE LOS PRODUCTOS AL RECURSO DE LOS GRANDES ASENTISTAS
El término «bastimentos» hay que entenderlo en su sentido más amplio. En
aquella época se utilizaba no sólo para designar al conjunto de provisiones destinadas a la alimentación de las tripulaciones y soldados de los barcos sino también
a aquellos artículos relacionados con la preparación de los alimentos y su transporte, desde la leña o el carbón para el fuego hasta los envases utilizados (pipas
de madera, serones de esparto, etc.).
La apremiante necesidad de abastecer periódicamente a las flotas con todos los
suministros alimenticios y pertrechos que éstas requerían aconsejaron a la Corona a
————
1 Este trabajo constituye otro avance dentro de nuestro proyecto de investigación en curso, del cual
ya presentamos los primeros resultados con el trabajo titulado «La Casa de la Contratación de Sevilla y el
abasto de las flotas de Indias» en el marco de un congreso sevillano celebrado con ocasión del Quinto
Centenario de la fundación de la Casa de la Contratación. Véase A. ACOSTA, A GONZÁLEZ y E. VILA
(coords.), La Casa de Contratación y la navegación entre España y las Indias, Sevilla, Universidad de
Sevilla – Consejo Superior de Investigaciones Científicas – Fundación El Monte, 2003, pp. 237-278.
R. I., 2004, n.º 230
448
CARMEN MENA GARCÍA
eximirlas de las consabidas cargas fiscales, pues «no las deben pagar —anota Veitia— las cosas de Su Majestad enviadas en su Real nombre, o por sus Proveedores,
o por las personas con quien se toman asientos de provisiones». Según el cronista
Antonio de Herrera, así venía practicándose en la navegación atlántica desde 1507
pero, como ya vimos, el privilegio era mucho más antiguo pues databa de 1494, es
decir, desde los mismos tiempos colombinos, y terminaría haciéndose extensivo
para los barcos mercantes a partir de 16132. No ocurrió así en el caso de los envases-contenedores pues ya las Ordenanzas de la ciudad de Sevilla otorgadas por
los Reyes Católicos en 1527 disponían que:
«De cualesquier toneles y pipas de madera y de cualesquier jarras y barriles
de barro empegadas3 que se sacaren de la dicha ciudad, por tierra o por mar,
vacías, paguen de la salida de la dicha ciudad dos y medio por ciento al dicho
almojarifazgo»4.
Por lo que he podido comprobar, al menos durante las dos primeras décadas
del siglo XVI, las compras de las provisiones se efectuaban directamente de mano de los proveedores en los lugares acostumbrados, sin aparentes discrepancias
con los precios del mercado andaluz —según las series estadísticas que nos proporciona Hamilton—. Ahora bien, como ya advertimos en un trabajo anterior,5 en
el análisis de los precios alimenticios deben tenerse en cuenta diversos factores
que inciden decisivamente en la carestía de los mismos, modifican sustancialmente su valor y pueden, por tanto, conducirnos a un error de ponderación en el
esfuerzo comparativo. En primer lugar, si lo que pretendemos es averiguar, con
el suficiente rigor, el incremento experimentado por un mismo producto a lo largo de un periodo dilatado de tiempo es preciso discernir previamente si en los
diversos casos contrastados se trata del precio inicial o «de primera compra»,
como suele mencionarse en los documentos de la época, es decir, de un producto
alimenticio adquirido directamente de manos de los proveedores, ya fuese agricultor, cosechero, carnicero u otros, o bien a través de intermediarios. Igualmente
es importante saber si nos encontramos ante un producto en estado puro o sometido a algún tipo de elaboración para su conserva —por ejemplo el vinagre que
solía adobarse con yeso y naranjas, o la carne y el pescado en salmuera—. Más
aún, los alimentos requerían también ser envasados en recipientes adecuados: la
————
2 Joseph de VEITIA Y LINAJE, Norte de la Contratación de las Indias Occidentales, (Sevilla,
1672), Buenos Aires, 1945, Libro I, cap. XXII, pp. 21-22. Véase nuestro artículo «La Casa de la
Contratación de Sevilla», p. 240.
3 Es decir, recubiertas de pez.
4 Ordenanzas de la ciudad de Sevilla, 1527, 2ª edición ampliada de Andrea Grande, 1632.
Introducción de Víctor PÉREZ ESCOLANO y Fernando VILLANUEVA SANDINO, Sevilla, 1975.
5 Carmen MENA GARCIA, «Precios de alimentos y fletes marítimos en la Carrera de Indias a
comienzos del siglo XVI», Revista Memoria, primer semestre, Archivo General de la Nación, Bogotá (Colombia), 1999, pp. 16-48.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
449
harina, el vino y el pescado generalmente en pipas o en botas, las legumbres secas en serones y costales, la sal en fardos, el aceite, la miel y el arrope en pipas y
botijas, vidriadas y enceradas, las aceitunas en jarras pequeñas o en cantarillos etc.
Y además tenían que ser transportados hasta los muelles, a veces siguiendo el curso
del río, en barcazas, a veces por tierra en chirriones, o en recuas de mulas dirigidas
por los aljameles. Siempre que se trataba de una compra oficial, como las realizadas
por la Casa de la Contratación, de las cuales era preciso quedase constancia pública,
se hacía necesario pagar a un escribano para que diese fe de la compra venta, y
afrontar los numerosos gastos en comida y desplazamientos de los enviados a efectuar dicha compra. A la postre todo ello encarecía considerablemente el producto
aún antes de ser embarcado rumbo a las Indias.
Otra dificultad añadida —observa Hamilton— deriva del hecho de que las compras no siempre se realizaban en la misma estación, «con el consiguiente peligro de
que las súbitas demandas de suministros para los barcos forzasen los precios al alza
en los primeros años del siglo XVI, antes de que la vida económica de Sevilla y su
zona de influencia tuvieran tiempo de adaptarse a las fuertes exigencias periódicas
de la navegación y el comercio coloniales». Hamilton reconoce además que la principal dificultad que tuvo que afrontar para diseñar sus series estadísticas de los precios andaluces en el periodo comprendido entre 1501-1550 fue la existencia de importantes lagunas durante largos periodos. No obstante, los listados de precios que
ofrecen para esos años los archivos del ayuntamiento hispalense y de su catedral
«coinciden casi exactamente con los de la Casa de Contratación» y en consecuencia
opina que los precios eran ajustados razonablemente por los oficiales de la Casa y
que la acusación de incompetencia que fuera lanzada en su día contra estos funcionarios «tenía poco o ningún fundamento6.
Dejando por ahora esta polémica cuestión, creo que resulta interesante contrastar los precios a los que se compraron algunos de los abastos para la flota de
Pedrarias a lo largo de 1513, con los informes de 1519, relativos a la expedición
de la Especiería, los de 1563 del factor Francisco Duarte para la armada a las
Azores, los de 1567 de las flotas de Nueva España y Tierra Firme, a cargo del
general Cristóbal de Eraso y Diego Flores de Valdés, respectivamente, y los del
marqués de Santa Cruz en 1586 acerca del costo aproximado de la Gran Armada7.
————
6 Hamilton anota textualmente lo siguiente: «La acusación de que la Casa de la Contratación
compraba incompetentemente, puesta en circulación por Alonso de CARRANZA (El ajustamiento i proporción de las monedas, Madrid, 1629, p. 323) tenía poco o ningún fundamento. En realidad, sabemos
que Carranza se basaba esencialmente en datos de Tomás de Cardona, quien, tras haber representado en
1620 al Consulado de Comercio de Sevilla en sus negociaciones con el Consejo de Indias para el avituallamiento y dotación de las flotas del tesoro en 1621-1626, estaba interesado en demostrar que la
Casa de Contratación compraba con menos eficiencia que los comerciantes». Earl J. HAMILTON, El
tesoro americano y la revolución de los precios en España (1501-1650), Barcelona, 1975, p. 200.
7 Las cifras de 1513 están sacadas de mi trabajo Sevilla y las Flotas de Indias. La gran armada de Castilla del Oro, 1513-1514, Sevilla, 1998, reedición, Sevilla, 1999; las de 1519 de Martín FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Colección de los Viajes y descubrimientos que hicieron por mar los
españoles, 5 vols., Madrid, 1820-1859, II, pp. 508 y ss.; las de 1563 de la armada a las Azores en :
R. I., 2004, n.º 231
450
CARMEN MENA GARCÍA
Esta no es una muestra suficientemente amplia y por tanto sería muy arriesgado
extraer conclusiones definitivas sobre la misma. Sabemos, eso sí, que en el siglo
XVI los precios en Andalucía se quintuplicaron, y esa tendencia alcista queda bien
reflejada en el siguiente listado que nos ofrece un índice aproximado del crecimiento de ciertos artículos de primera necesidad a lo largo de setenta años.
Bizcocho ordinario
(quintal)
Habas
(fanegas)
Arroz
(quintal)
Aceite
(arrobas)
Queso
(arrobas)
Vino
(arrobas)
Puerco salado
(quintal)
Vinagre
(arrobas)
1513
(mrs)
1519
(mrs)
1563
(mrs)
1567
(Nva. España)
1567
1586
(Tierra Firme) (mrs)
190,5
170
680
562,5
510-544
612
62,5
1418
119
442
340-442
340
550
489
340
1.500
1.125
1.500
84,5
123
289
408
374-408
306
—
234
—
361
500
595
20
34,7
153
153
153
—
356
—9
—
2.300
1.564-1.700
2.380
23,8
18
119
34-85
85-88
148
————
«Cargo y data de las cuentas del factor Francisco Duarte...»: Archivo General de Indias de Sevilla
(en adelante AGI), Contaduría, 288; las de las flotas de Tierra Firme y Nueva España de 1567 en «Recados pertenecientes al despacho de la flota de Nueva España del general Cristóbal de Eraso y armada en
Tierra Firme, general Diego Flores de Valdés: AGI, Contratación, 3260; por último, las de 1586 fueron
dadas a conocer por Cesáreo FERNANDEZ DURO, La armada invencible, I, pp. 274 y ss. Conviene tener
cuidado en lo referente a la flota de Magallanes de 1519 pues los cálculos realizados por Haring sobre los
datos extraídos de las fuentes documentales de Fernández de Navarrete están plagados de errores. Ello
nos ha obligado a rectificarlos convenientemente en este trabajo. Véase Clarence H. HARING, Comercio y
Navegación entre España y las Indias en la época de los Habsburgos, México, 1979, p. 347.
8 Haring anota aquí 162 maravedís la fanega de habas y «guisantes», pero en el documento
original se dice solamente que fueron adquiridas para la flota 50 fanegas de habas, 90 de garbanzos
y 2 de lentejas y que esta partida tuvo un importe total de 20.037 maravedís. No se compraron
guisantes. Puesto que no se desglosa el precio de cada uno de los productos difícilmente se puede
llegar a esa conclusión. En cualquier caso, suponiendo que habas, garbanzos y lentejas hubieran
sido adquiridos a un mismo precio, nos da un promedio de 141 maravedís la fanega. Idem.
9 Se compraron en Sanlúcar para la flota 7 vacas (14.000 mrs) y 3 cerdos (1.180 mrs), de lo
que se deduce que el precio de cada cerdo fue de 393 maravedís, aproximadamente. Haring anota
770 maravedís como precio del puerco salpreso por quintal, sin que hayamos podido averiguar de
dónde extrae este dato. Idem.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
451
En los primeros años el abasto de flotas y armadas era una de las principales
responsabilidades del factor de la Contratación, quien en ocasiones directamente
y en otras por mano de sus ayudantes —sobre todo cuando era preciso desplazarse fuera de Sevilla— se encargaba de todas las diligencias necesarias para equipar adecuadamente las expediciones, incluida, claro está, la compra de los alimentos que en su mayor parte tenía lugar en la fértil comarca andaluza de manos
de muy diversos proveedores. Más adelante, el aumento de los viajes transatlánticos obligó a buscar otras vías más seguras y también más rentables para las
arcas reales. La introducción del régimen de flotas y galeones con salidas periódicas y grandes inversiones de capital exigieron un abastecimiento regular y al
margen de sobresaltos, porque era mucho lo que estaba en juego y, poco a poco,
se generaliza la compra de los abastos mediante el sistema de asientos o contratas
con particulares, los cuales se comprometían a buscar y surtir de determinados
géneros o bien en su totalidad a flotas y galeones a los precios previamente convenidos. En cada uno de los asientos realizados entre el comerciante o cosechero,
por un lado, y el factor de la Casa o el proveedor general de la Armada, por otro,
se especificaban todas las circunstancias del negocio, desde la fecha de entrega
(por ejemplo, «cuatro días primeros siguientes») y el lugar, hasta las características del envase («pipas con sus cascos y cada una con diez arcos de hierro») y
bondad del producto. En el caso del vino, además del año de cosecha exigido en
el contrato («vino nuevo» o «vino añejo», casi siempre con sólo dos años de vejez), se incluían fórmulas estereotipadas del tenor siguiente: «que sea muy buen
vino, no tocado, ni ahelado, ni dulce, ni bermejo sino muy bueno a contento del
dicho factor o de la persona que de él lo ha de recibir»; o bien como ésta otra:
«que el dicho vino sea del dicho lugar de Manzanilla y no de ningún lugar de
ribera, y no ha de ser ahelado ni maderado, sino vino fino y de buen gusto, olor,
color y sabor y con el arrope que le pareciere a la persona que le fuere a recibir...y de la cosecha del año pasado de mil y seiscientos». Otro pedido destinado
a un cosechero de Villalba y Manzanilla exigía que los caldos no fueran «maderados ni ahelados, sino vinos buenos y sanos, de buen olor y sabor, gusto y paladar, y bien arropados y con el beneficio necesario». Mientras que con el bizcocho
o con el tocino, por citar otros alimentos, se exigían también los mismos requisitos
de calidad incluidos en las fórmulas siguientes que pueden servirnos de ejemplo:
«bizcocho ordinario que sea de harina de trigo del año pasado de 1590, que no tenga mal olor, bien bizcochado y sazonado»; «tocino de Aracena de la cosecha de
este año, bueno y bien acondicionado». Estas escrituras de compraventa recogen,
como es natural, la forma de pago convenida. Unas veces se realizaba al contado,
en el momento de la entrega de la mercancía, y otras, la mitad al contado cuando se
cerraba el acuerdo y el resto una vez depositada en el lugar convenido. Hay ocasiones, aunque son las menos, en las que las escrituras utilizan la fórmula del pago
aplazado, o lo que es lo mismo, el compromiso de abonar el producto en un futuro
que se condiciona a alguna circunstancia bien concreta, como por ejemplo «a la
llegada del oro y la plata que se espera venga de La Habana».
R. I., 2004, n.º 231
452
CARMEN MENA GARCÍA
Como puede observarse en el cuadro siguiente, los precios de un mismo producto muestran grandes oscilaciones a resultas de todos los factores mencionados; con frecuencia se exigía que la mercancía fuera llevada hasta el puerto de
Sevilla y puesta «a la lengua del agua», pero en ocasiones se entregaba en distintos parajes, más menos distantes del lugar de origen del producto, con el consiguiente encarecimiento añadido de los fletes. Eso explica, por ejemplo, que una
partida de vinagre de Cazalla fuese vendida en 1590 a 218 maravedís la arroba,
«puesta a la lengua del agua», mientras que un año más tarde otra partida del
mismo producto y lugar de origen, pero sin portes, sólo costase 85 maravedís la
arroba10. Hay veces en las que el asentista suministra el producto con sus correspondientes envases; otras el factor o el proveedor de la flota se compromete a
correr con los gastos del envasado, aportando los «cascos» o envases necesarios.
AÑO
ASIENTO
1590
Jerónimo González
de Villanueva, vº de
Sevilla (collación de
La Magdalena)
1590
El mismo
1590
1590
1591
1591
1591
PRODUCTO
50 PIPAS DE
VINO añejo del
Aljarafe
(1.375 arrobas)
20 PIPAS DE
VINAGRE de
Cazalla
(550 arrobas)
30 QUINTALES
El mismo
DE ARROZ
300 ARROBAS
El mismo
DE ACEITE
Pedro Díaz de
4.421 ARROBAS
Abrego, vº de Sevi- DE VINO nuevo
lla (collación de San de Aznalcázar
Martín)
Pedro de Castro
4.420 ARROBAS
Casaos, vº de Sevi- DE VINO añejo
lla (collación de La de Cazalla
Magdalena)
Juan Fernández de
4.400 ARROBAS
Marmolejo, vº de
DE VINO añejo
Sevilla (collación de del Aljarafe
San Bartolomé)
PRECIO
11
«a la lengua
del agua»
16 ducados/
pipa
«a la lengua
del agua»
5 ducados/
quintal
13,5 reales/
arroba
2 reales y 3
cuartillos/
arroba
DESTINO
La Habana. Para
socorro de la
Armada del
capitán gral.
Juan de Uribe
Lo mismo
Lo mismo
«a la lengua
del agua»
Puerto de
Torre de Benamajón11
Lo mismo
Para provisión
de la flota de
Nueva España
de este año
Lo mismo
5 reales/
arroba
La Atarazana
4,5 reales
/arroba
Puerto de las Lo mismo
Nueve Suertes
AGI, Contratación, 4895.
«que es a la boca del Caño de las Nueve Suertes».
R. I., 2004, n.º 231
ENTREGA
16 ducados/
pipa
————
10
LUGAR DE
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
AÑO
ASIENTO
PRODUCTO
El mismo
1591
1591
1591
1595
1601
1602
1602
1607
1.400 ARROBAS
DE VINAGRE de
Cazalla
400 QUINTALES
Damián de Ribas,
bizcochero, vº de
DE BIZCOCHO
Sevilla (collación de ordinario de cualquier parte
San Bernardo)
Francisco Guillén y 684 PIPAS DE
Pedro Bernal, tone- MADERA, nueleros, en la Carrete- vas
ría
Antonio de Oviedo, 400 QUINTALES
vº de Sevilla (Carre- DE BIZCOCHO
ordinario
tería)
60 PIPAS DE
Rodrigo Tapia de
Vargas, cosechero, VINO añejo, de
su hacienda de
vº de Sevilla (San
Paternilla en el
Vicente)
Aljarafe (Los
envases por cuenta del Proveedor
de la Armada)
Ambrosia Sánchez, 64 PIPAS DE
viuda, vª de Sevilla VINO NUEVO
de Manzanilla y
(S. Idelfonso)
el Aljarafe (salarios de los transportistas por
cuenta de la corona)
Domingo de Ariza- 150 PIPAS DE
ga, tonelero, vº de
MADERA, nueSevilla (Carretería) vas
Fco. Hernández de 40 QUINTALES
Burgos y Hernán
DE TOCINO
Domínguez Ramos,
vº de Aracena)
Fernando de Sara30 PIPAS DE
VINO nuevo del
bia, vº de Sevilla
(Santa María), cose- Aljarafe
chero
PRECIO
LUGAR DE
ENTREGA
453
DESTINO
2,5 reales/
arroba
Cazalla
Lo mismo
28,5 reales/
quintal
No se precisa
Lo mismo
38,5 reales/
unidad
No se precisa
Lo mismo
28,5 reales/
quintal
No se precisa
Lo mismo
20 ducados/
pipa
«En su heredamiento»
La Habana. Para
socorro de la
Armada
18 ducados
y 4 reales/
pipa
Torre de Be- Armada de Barlovento
namajón,
fuera del caño
de las Nueve
Suertes
32 reales/
pipa
Armada de
Nueva España
62 reales/
Atarazana
quintal más
otros 10
reales por el
transporte
15,5 ducados/ Torre de Bepipa
namajón
Armada de
Nueva España
Armada del Mar
Oceano
R. I., 2004, n.º 231
454
CARMEN MENA GARCÍA
AÑO
ASIENTO
1607
Gabriel de Estepa
Cataño, vº de Sevilla, cosechero
1607
1607
1607
1607
1607
1607
1607
1618
PRODUCTO
20 PIPAS DE
VINO nuevo de
Hinojosa en el
Aljarafe
Eugenio Ramírez de 100 PIPAS DE
Ayala, vº de Sevilla VINO nuevo de
(S. Salvador), cose- Villalba y Manchero
zanilla
Diego Ponce de
20 PIPAS DE
León, vº de Sevilla VINO nuevo de la
villa de Salazar
Juan Báez, vº de
100 PIPAS DE
Sevilla (Sta. Cruz)
VINO
Fernando de Sarabia, vº de Sevilla
(Santa María), cosechero
Alonso de Leiva,
cosechero
30 PIPAS DE
VINO nuevo del
Aljarafe
100 PIPAS DE
VINO de Tocina
y Villalba
Juan Zamorano,
400 PIPAS PADomingo de Arizaga RA AGUADA
y Sebastián Gómez
300 PIPAS (casGaspar Antonio, vº
de Oporto (Portugal) cos)
Francisco de Ordaz, 1.361 ARROBAS
vº de Sevilla, cose- DE ACEITE
chero
PRECIO
LUGAR DE
ENTREGA
DESTINO
16 ducados/
pipa
En el muelle,
junto a Torre
del Oro
Armada del Mar
Oceano
16 ducados/
pipa
En el muelle,
junto a Torre
del Oro
Armada Estrecho de Gibraltar
15,5 ducados/ Torre de Bepipa
namajón
Armada del Mar
Oceano
16 ducados/
pipa
Armada Estrecho Gibraltar
En el muelle
junto a Torre
del Oro
15,5 ducados/ Torre de Bepipa
namajón
Armada del Mar
Oceano
15,5 ducados/ Puerto de las Armada del Mar
pipa
Nueve Suertes Oceano
45 reales/
pipa
Armada del
Estrecho
32 reales/
pipa
14 reales, 24 «en el muelle Armada de la
mrs.
del agua» o en Guarda de la
el Puerto de
Carrera
las Nueve
Suertes
Ciertamente en lo que respecta a la Armada de la Carrera y a la Capitana y
Almiranta de la Flota de Nueva España la contratación de los bastimentos corría
a cargo de los administradores de la Avería, pero, como nos recuerda F. Serrano,
«en los periodos en que ésta se hallaba en quiebra e imposibilitada económicamente para afrontar el acopio de alimentos, era la Casa de la Contratación la que
efectuaba las mencionadas operaciones», como sucedió en 1640 con la Armada
de Vega Bazán que invernaba en Cartagena. Conforme avanza el siglo XVII la
situación financiera de la Casa se agudiza y los asientos —casi siempre de bastiR. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
455
mentos y pertrechos conjuntamente— se hacen cada vez más frecuentes. El primer asiento para la provisión global de la Armada del que se tiene noticias en el
siglo XVII fue el suscrito por Alfonso Cardoso en 1633 para el despacho de la
Armada de la Carrera de 164312.
La progresiva ascensión del comercio gaditano terminaría arrebatando a Sevilla el lucrativo negocio de la Carrera de Indias. Ya para la década de los cincuenta —anota F. Serrano— «la oligarquía sevillana era incapaz de abastecer regularmente a las Armadas y Flotas y salir airosa de la competencia de la bahía... En
1655, y es posible que antes, todos los víveres para la Armada de la Carrera y de
las Naos de Azogues los suministraron dos vecinos del Puerto de Santa María, Juan
Nartus Vallejo y Manuel Bravo, operación que montó un millón de reales»13.
Con un más que razonable espíritu ahorrativo, la Corona dispuso machaconamente —lo que sugiere que la orden era quebrantada con frecuencia— que las
compras de los abastos de flotas y armadas se realizasen siempre a los mejores
precios, teniendo como referencia los precios de los bastimentos a los que en esa
misma ocasión y lugar habían sido adquiridos por los maestres y armadores de
los buques mercantes, pues se suponía que éstos buscarían siempre los más acomodados a sus particulares intereses. El capítulo 28 de la Instrucción de Veedores de 1594 decía así:
«Los bastimentos y otras cosas que se compraren sean a los precios más
baratos y según en aquella ocasión concertaren y compraren los maestres y
dueños de las naos merchantas, y aún más aventajadamente, en beneficio de la
Avería o hacienda de que se hicieren las provisiones, porque comprando más
cantidad han de ser los precios más acomodados, y mandamos que si se averiguare haber comprado el General y Veedor a más precio que los maestres y
dueños de naos en el mismo tiempo y lugar se les reciba en cuenta al precio más
bajo y no más en que hubieren comprado los maestres y dueños de naos»14.
Ahora bien, cosa muy distinta será averiguar si los oficiales de la Contratación realizaron su labor de manera intachable. Hamilton ha observado que a partir de 1560, aproximadamente, los libros del tesorero reflejan notables irregularidades, tales como «sumas erróneas, duplicación de entradas y transferencias desordenadas de partidas, aparentemente innecesarias»15. Pero algunas de estas
anomalías arrancan de años atrás. Por ejemplo, en los registros de la tesorería
relativos al abasto de la flota de Castilla del Oro de 1514 se aprecian con relativa
frecuencia errores en las sumas que nos hacen sospechar, más que en el desconocimiento de una simple operación aritmética o en un despiste de los escribanos,
————
12 Véase el excelente trabajo de Fernando SERRANO MANGAS, Armadas y flotas de la Plata
(1620-1648), Sevilla, 1989, p. 153.
13 Ibidem, pp. 153 y 154.
14 Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias (1680), Madrid, 1943, 3 vols; tomo III, p. 216.
15 HAMILTON, [6], p. 25.
R. I., 2004, n.º 231
456
CARMEN MENA GARCÍA
en un posible intento defraudador. ¿Cómo interpretar si no el hecho de que en
sólo cuatro partidas de productos alimenticios de primera necesidad, como son la
harina, el vino, el aceite, y el vinagre, que fueron transportadas por dos carabelas
emplomadas, que zarparon al Darién en pos de la armada, meses más tarde, se
contengan errores de cálculo en tres de ellas por importe de cerca de 2.000 maravedís por encima de su valor correcto?16. Todo apunta a la posibilidad de que los
encargados de las compras, de dudosa honorabilidad, habrían averiguado un modo de conseguir algunos ingresos extras, falseando las cantidades, en lugar de los
precios, y burlando la inspección —que acostumbraba a ser bastante minuciosa—
de los libros de cuentas.
Poco a poco van dictándose una serie de disposiciones para fiscalizar estrechamente los ingresos y los gastos y de paso garantizar la conducta desinteresada
de los funcionarios, a los cuales desde 1522 se prohíbe tener barcos de su propiedad y comerciar en la Carrera de Indias. Es más, en los oficios que implicaban un
manejo directo de los fondos se les exigió depositar una fianza para responder a
cualquier irregularidad, demasiado frecuentes a la vista de las denuncias recibidas. Ese mismo año tuvo que ser enviado a Sevilla un juez pesquisidor para investigar las numerosas quejas existentes contra Juan López de Recalde, ya depuesto en su oficio de contador, pero encargado ahora de intervenir en la formación de la armada de la avería17.
Todas estas irregularidades quedaban al descubierto en las inspecciones periódicas realizadas por el Consejo de Indias a los oficiales de la Contratación, y
desde luego eran sancionadas. Schäfer, al referirse a la visita realizada por el licenciado López de Gamboa en 1577, afirma que éste descubrió «tanto desorden y
abuso que la mayoría de oficiales y empleados fue suspendida». A resultas de lo
cual se decidió que en adelante uno de los consejeros, alternando anualmente,
ocupase la presidencia de la Casa de la Contratación. Desde hacía tiempo el Consejo de Indias venía observando con gran preocupación la desorganización existente en el despacho de las flotas y pese a las continuas amonestaciones del monarca asistía impotente a semejante caos. Ahora con este medida se pretendía
poner remedio a una situación que alcanzaba límites escandalosos18. Más adelante, conforme la venta de oficios comience a generalizarse, el proceso de degradación de la Casa de la Contratación parece imparable. Como subraya Schäfer, a lo
largo del siglo XVII era ya «costumbre general» que los oficios de la Casa, escasamente remunerados, fuesen muy apreciados porque propiciaban lucrativos negocios particulares que, aún estando rigurosamente prohibidos, se practicaban
con suma frecuencia, «ya por comercio clandestino con las Indias, ya por favores
————
16 Véase nuestra Sevilla y las flotas de Indias [7], p. 408: «Suministros alimenticios transportados por las dos carabelas emplomadas para los colonos del Darién».
17 Guillermo CÉSPEDES DEL CASTILLO, La avería en el comercio de Indias, Sevilla, 1945, p. 74.
18 Ernesto SCHÄFER, El Consejo Real y Supremo de las Indias, Sevilla, 1935, 2 vols.; I, pp.
148 y ss.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
457
relacionados con la carga de las flotas de Indias, la compra de material para la
navegación» y otros intereses particulares19.
EL CÁLCULO DE LOS ABASTOS
«Hecha repartición por el pan y vino y aceite que es lo principal que ha
menester la armada, conforme a la gente que en ella va y los mantenimientos
que lleva, hallo que sale por persona que va en la armada: de bizcocho, a razón
de nueve quintales, 17 libras por hombre; de vino, a razón de una pipa, 20
arrobas e dos azumbres por hombre, quedándole media azumbre de ración cada día, lleva para dar setecientos cincuenta y seis días, y a un tercio de azumbre para mil ciento treinta y cuatro días. De aceite, a razón de dos arrobas por
hombre» [Expedición de Fernando de Magallanes, 1519]20.
En orden al abastecimiento de los barcos el punto de referencia a partir del
cual se realizaban todas las previsiones era la ración alimenticia o, lo que es
igual, el suministro diario de comida y bebida para todos los hombres que irían a
bordo durante el viaje completo, de ida y tornaviaje. Desde luego resulta muy
complicado reconstruir en esta apretada síntesis las variaciones en el sistema de
aprovisionamiento experimentadas a lo largo de tantos años. Según Chaunu, en el
siglo XVI los cálculos de los abastos solían realizarse en función del tiempo
máximo estimado para el viaje —4 meses en la navegación europea y 8 en los
viajes a las Indias— lo que incrementaba sensiblemente el «peso motor» de las
embarcaciones, es decir, de los víveres y la aguada almacenada a bordo, ya que
éstos ocupaban un espacio nada desdeñable que ha sido calculado para buques de
300 toneladas en navegaciones transatlánticas entre un 13% y un 15% de su capacidad de carga útil.21
La confección del presupuesto de una expedición era cosa bien compleja y
desde luego sumamente onerosa. Como ya vimos en trabajos anteriores, el avituallamiento de las tripulaciones de la Carrera requería la compra de gruesas partidas de alimentos en las áreas tradicionales del Aljarafe, el Condado o la bahía
de Cádiz y el desembolso de sumas muy elevadas. Téngase en cuenta que para
abastecer de pan y vino a la expedición de Pedrarias de 1514 hubo de adquirirse
nada menos que 16.232 arrobas de vino nuevo y otras 1.152,5 arrobas de vino
añejo, procedentes de Manzanilla, Villalba, Guadalcanal y Chipiona, además de
3.500 quintales de bizcocho y casi 20.000 arrobas de harina. Años más tarde, en
la de Magallanes se embarcaron 15.240 arrobas de vino de Jerez, además de
————
Ibidem, I, p. 330.
FERNANDEZ DE NAVARRETE, [7], II, p. 519.
21 Pierre CHAUNU, Conquista y explotación de los nuevos mundos. Siglo XVI, Barcelona,
1973, pp. 154 y ss.
19
20
R. I., 2004, n.º 231
458
CARMEN MENA GARCÍA
8.700 arrobas de bizcocho y 145 arrobas de harina. Con destino a la armada de
Pedro de las Roelas (1563-1564) se compraron 1.642 arrobas de vino y más de
1.532 arrobas de bizcocho, mientras que en la del general Diustegui, ya en la segunda mitad del siglo XVII, viajaron más de 8.568 arrobas de bizcocho y otras
4.427,5 de vino22. Estos no son más que pequeñas muestras de un esfuerzo colosal.
En los primeros años el sistema era relativamente sencillo y el número de
operarios implicados muy corto si se tiene en cuenta la magnitud de la empresa.
La Casa de la Contratación, siempre falta de numerario, hacía mil y un números
antes de dar por finalizada sus previsiones de abasto para las flotas y normalmente trataba de obtener en España todo lo necesario para el viaje completo. La frecuencia y regularidad de los viajes a las Indias, conforme avanza el siglo XVI,
hizo más fácil el cálculo de los víveres necesarios para una tripulación. Así Alonso de Chaves, basándose en su experiencia como navegante avezado, preveía
para una tripulación de 47 hombres, que era la estimada para un barco de doscientos toneles, las siguientes vituallas:
«Pan Bizcocho, 14 quintales
Vino, cinco pipas por lo menos
Aceite, tres arrobas, no menos
Ajos y cebollas, de cada uno cuatro ristras
Provisión para dolientes, lo que quisieren
Leña para guisar, una batelada
Vinagre, dos arrobas
Agua dulce, diez pipas
Carne salada, una bota
Pescado seco, una bota
Sardinas espichadas, una bota
Habas y garbanzos, una bota
Sal, media fanega
Quesos, una docena de pequeños
Candelas de sebo, treinta libras
Linternas, media docena
Calderas, una para carne, otra para pescado
Barriles para traer agua, media docena
Embudos para henchirlos, dos
Platos y escudillas, dos docenas
Herramientas de cocina, lo que baste»23.
En un galeón de la Carrera cada hombre requería 850 kilos de la capacidad de
carga del barco, calculando alimentos para ocho meses y agua para cuatro. Para
planificar adecuadamente un viaje a las Indias había que conocer y evaluar por
adelantado el peso y el volumen de cada tonel de vino o de cada botija o serón
exactamente igual que se calcula hoy día para un moderno avión comercial24.
————
22 MENA [7], pp. 395, y ss.; FERNANDEZ DE NAVARRETE [7], pp. 514 y ss.; HARING [7], p. 348;
«Relación de lo que se necesita para la armada, remitida por el general Diustegui», Cádiz, 1665.
AGI, Contratación, 5.102.
23 Alonso de CHAVES, Espejo de Navegantes, Madrid, 1983, pp. 225-226.
24 Cfr. CHAUNU, [21], pp. 154 y ss.; MENA, [7], pp. 381 y ss.; Carla R. PHILLIPS, Seis galeones
para el rey de España. La defensa imperial a principios del siglo XVII, Madrid, 1991, p. 151.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
459
PIPAS, BOTIJAS PERULERAS Y BARRILES QUINTALEÑOS
Desde los más remotos tiempos los hombres de la mar tuvieron que ingeniárselas para transportar los alimentos y otras provisiones en recipientes adecuados
para su estiba en los barcos. Vasijas de barro, pipas, botas y toneles de madera o
serones de esparto eran utilizados de manera extensiva por todos los pueblos marítimos. Había una enorme variedad de tamaños, forma y materiales. Los arrumadores o arqueadores con su difícil misión de aforar los géneros y provisiones que
se embarcaban en las naves, determinando su correspondencia en toneladas para
el pago de las debidas tasas fiscales o de los fletes correspondientes, eran unos
maestros consumados en el arte de calcular «a ojo de buen cubero» todo cuanto
podía estibarse en la gran panza de un barco, pero las dificultades se acrecientan
con el trasiego de la Carrera25. Dejando a un lado recipientes bien definidos como
la pipa, la bota o el tonel, ¿cómo razonar por toneladas objetos tan diversos como
ladrillos, tejas, espuertas y serones, o jarras de miel y aceitunas?. Por eso, casi a
mediados de siglo la Casa de la Contratación se vio obligada a reglamentar con
precisión el peso y tamaño de los 48 contenedores en los que se transportaban
todas las provisiones y mercancías en los barcos de la Carrera de las Indias26.
En la Sevilla del Descubrimiento todo un barrio, el de la Carretería, situado
en el Arenal mirando al río, se había especializado en la fabricación de pipas y
toneles de madera. Allí se abastecían las flotas que realizaban el viaje atlántico
contribuyendo a la prosperidad de un grupo artesanal laborioso: el de los toneleros27. Según se desprende de los asientos revisados, se vigilaba no solamente la
calidad del vino que debía entregar el cosechero, también el del recipiente que contenía tan preciado líquido: «que el vino sea muy bueno y lo mismo las pipas», se
exige a un cosechero de Paternina en 1595, mientras que el factor de la Contratación negocia allá por 1607 con un proveedor portugués, residente en Sanlúcar, que
las 300 pipas comprometidas para la flota surta en el puerto gaditano sean «de la
madera que se usa e acostumbra a hacer en la ciudad de Sevilla, con sus arcos de
castaño y avellano, a 32 reales la pipa»28. Normalmente en la compraventa de los
llamados genéricamente cascos se hacía constar el número de arcos de hierro de
————
25 Cfr. nuestro Sevilla y las flotas de Indias [7], pp. 356 y ss. Para años posteriores remitimos
al lector a las interesante referencias que en materia de fletes y aforamiento nos proporciona VEITIA
en su Norte de la Contratación [2], lib II, cap. XIV, 4 y Marcel MORINEAU, Jauges et methodes de
jauge anciennes et modernes, París, 1960.
26 «Ordenanzas de la Casa de 1543». Recopilación [14], III, pp. 394-396, y VEITIA, [2], lib. II,
cap. XVI, pp. 4-8.
27 Aunque el tema aun no ha sido estudiado debidamente, confirma esta apreciación la siguiente
cita de un contemporáneo: «Tiene esta puerta a un lado el gran Arrabal de la Carretería, donde se
hacen las pipas y vasijas de madera para llevar vinos, vinagres, aceites y otras cosas a las Indias, por el
cual trato los vecinos de allí son ricos y de muy gran caudal». Luis de PERAZA, Historia de Sevilla,
Sevilla, 1979, p. 97. Estudio introductoria a cargo de Francisco Morales Padrón.
28 AGI, Contratación, 4895.
R. I., 2004, n.º 231
460
CARMEN MENA GARCÍA
los recipientes, arcos que solían importarse de las ferrerías de Vizcaya, al igual que
la madera para pipas y toneles, cada vez más escasa, venía con frecuencia de otros
lugares29. Las más demandadas solían estar reforzadas con ocho o diez arcos de
hierro, como esas 100 pipas de vino nuevo de Manzanilla y Villalba con ocho arcos
de hierro que fueron adquiridas para la armada del estrecho de Gibraltar en 1607 o
las 64 pipas de vino añejo del Aljarafe y Manzanilla «con diez arcos de hierro y
buena madera» con destino a la Armada de Barlovento de 1601.
En los primeros años del siglo XVI, los bodegueros andaluces sellaban sus pipas
de vino con tapones de corcho y retazos de lienzo, pese a lo que se ha venido afirmando30. En efecto, Braudel asegura que «el uso regular de tapones de corcho no se
conocía aún en el siglo XVI ni quizá incluso en el XVII»31, pero lo cierto es que
entre los gastos derivados de la compra de vino de la flota de Pedrarias Dávila de
1514 se anotan dos partidas, por valor de 1.750 maravedís, referidas a la adquisición
de «corcho para los tapinos» y de cuarenta varas de vitre para los mismos. Tradicionalmente en las bodegas andaluzas —siempre que había que desplazar de un
lugar a otro un bocoy, bota, pipa u otro envase similar— se ha seguido la costumbre
de colocar en su boca un retazo de tela de saco sobre la cual se introducía el corcho
consiguiéndose así dos objetivos: uno, evitar que el líquido se derramara con el trasiego y dos, extraer más fácilmente el corcho —cuando se procedía a abrir el envase— tirando de los bordes de la tela hacia arriba. Una práctica bodeguera que arranca de muy antiguo, como confirman claramente los documentos. Por ejemplo, en
uno de nuestros registros, fechado en 1594, se constata la compra de «80 pipas de
vino de Jerez de la cosecha de este año pasado de 93, y en ellas 2.255 arrobas de
dicho vino» y a continuación se anota textualmente que las pipas deben ser «nuevas,
estancas y bien acondicionadas, de a 27,5 arrobas cada una, arqueadas con cada diez
arcos de hierro y tapadas las bocas con corcho, lienzo, brea y zapatillas, y clavadas
las cabezas con clavos, el vino bueno y sano y bien acondicionado»32.
El vino se negociaba por arrobas aunque en los primeros años fue frecuente
también su venta por tinajas. Se utilizaron diversos tipos de envases para su
transporte, tales como el tonel, la pipa, la bota y la jarra. El primero era el de mayor capacidad y constituía la base del aforamiento de los buques. El tonel macho
equivalía a dos pipas o cuatro cuartos y ya en la Baja Edad Media era utilizado
para vino, vinagre, aceitunas, aceite, harina y sardinas, entre otros alimentos33.
————
29 Consta que en 1597 entraron en Sevilla en algo más de un mes unas 270 duelas y gruesas
partidas de tablones de pino y roble procedente del norte de Europa. Francisco MORALES PADRÓN,
Sevilla en el Quinientos, Sevilla, 1976, p. 146.
30 MENA [7], p. 403.
31 Fernand BRAUDEL, Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV al XVIII, París,
1979, tomo I: «Las estructuras de lo cotidiano», p. 195.
32 Sumario de los abastos para la flota de Luis A. Flores (1594) . AGI, Contratación, 3284.
33 Eduardo AZNAR VALLEJO, «La experiencia marítima: las rutas y los hombres de mar», Andalucía 1492: Razones de un protagonismo, Coordinación a cargo de A. Collantes y A. GarcíaBaquero, Sevilla, 1992, pp. 123-152.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
461
– Pipa: Las que fabricaron los toneleros de la Carretería para la gran expedición de Pedrarias de 1514 y para otros envíos posteriores contenían 29 arrobas
cada una34 y 30 las que transportó Ponce de León en 1515 en su armada contra
los caribes. Otte nos informa que la pipa de Moguer tenía una capacidad de 25
arrobas35. Con el paso de los años el envase que se impone en el tráfico de la Carrera para el transporte de agua, vino e incluso vinagre es un tonel característico
de 443,8 litros de capacidad (27,5 arrobas)36. «El tamaño y medida de una tonelada de las que nosotros usamos —anota un experto navegante en 1575— son
dos pipas de vino o agua, o de lo que las quisieren henchir, de las de a veintisiete
arrobas y media que se hacen en el arrabal dicho de la Carretería de Sevilla, frontero al río»37. «Y es de advertir —nos dice ahora un experto jurista en 1672—
que este género de pipas se entienden de los tamaños que está ordenado por las
Ordenanzas de Sevilla y en la forma que se hacen los asientos de la Proveeduría
de la Casa de la Contratación, que son de cabida veinte y siete arrobas y media
en cada pipa»38. A juzgar por la pequeña muestra realizada, su valor parece seguir la misma tendencia inflacionista que afecta a los restantes precios en la España del XVI, multiplicándose por más de cinco a lo largo de esta centuria, desde
5,5 o 6 reales a 32 reales el envase.
– Bota: Normalmente para envasar vino, agua o vinagre. Su peso variaba entre 15 y 30 arrobas. Como contenedores de vino los documentos consultados para
la flota de Pedrarias de 1513-1514 no dejan la menor duda respecto a que se la
consideraba con una capacidad idéntica a la pipa —29 arrobas— ya que ambos
términos son utilizados indistintamente y en repetidas ocasiones cuando se alude a
una misma compra de vino. No obstante, Otte sospecha que la bota tuvo que ser
mayor ya que el flete de una bota a Guipúzcoa en 1512 costó 365 maravedís y la
pipa sólo 330 maravedís. Aznar asegura que la capacidad de la bota equivalía a 3/5
partes del tonel39. Sin ninguna duda, las botas utilizadas para transportar la harina
en la flota de Pedrarias, así como en otros envíos posteriores, contenían de 31 a 32
arrobas. A mediados del siglo XVI cuando la Corona regula el aforamiento de las
————
34 «Las dos mil setecientas y ochenta y cuatro arrobas de vino susodicho vinieron por vía de
las nueve suertes, por la mar, en noventa y seis pipas...Las otras once mil y setecientas y diez y seis
arrobas a complimiento de las dichas catorce mil y quinientas arrobas, vinieron por tierra y se envasaron en cuatrocientas y cuatro pipas, a veintinueve arrobas en cada una». AGI, Contratación,
3253, fol.125 vto.
35 Enrique OTTE, «El comercio exterior andaluz a fines de la Edad Media», Actas del II Coloquio de Historia Medieval Andaluza. Hacienda y Comercio, Sevilla, 1982, pp. 193-240 (p. 214). AZNAR [33], p. 150.
36 Recordemos que entre las medidas de líquidos, una arroba equivale a 16,14 litros.
37 Juan ESCALANTE DE MENDOZA, Itinerario de Navegación de los mares y tierras occidentales, 1575, Madrid, Museo Naval, 1985, p. 42.
38 VEITIA [2], lib. II, cap. XVI, 4.
39 OTTE [35], «El comercio exterior andaluz», p.215; AZNAR [33], «La experiencia marítima»,
p. 125.
R. I., 2004, n.º 231
462
CARMEN MENA GARCÍA
mercancías y su estiba en los barcos de la Carrera, se calculan cinco botas en tres
toneladas y dos pipas en una tonelada, lo que indica claramente que la bota era algo
mayor. Carla R. Phillips en su estudio sobre una armada de comienzos del XVII
asegura que las botas empleadas para el vino contenían unas 30 arrobas40.
– Jarra o jarreta: Recipiente cerámico, a veces «encerado», empleado
frecuentemente en los primeros años para el transporte del vinagre y del vino
añejo que, al ser más preciado y escaso, requería también de un envase menor.
Otte anota, para 1513, un fletamento de vinagre en el que la jarra contenía de 3 a
3,5 arrobas41. Pero las 300 jarras utilizadas para el vino añejo de Guadalcanal
remitido a los colonos del Darién en 1514 contenían 3,84 arrobas cada una,
siendo su precio de 22,5 maravedís la jarra42. Más adelante, el vino añejo, como
el nuevo, solía transportarse en pipas. La jarra se utilizó también para otros
productos como aceite, aceitunas, vinagre y miel.
– Botijas: Empleada frecuentemente en el transporte de líquidos y sólidos, ya
sea aceite, vino, vinagre, miel, manteca, aceitunas y alcaparras, entre otros. Se las
ha tipificado como «spanish olive jars»43, denominación muy restringida si se
tiene en cuenta su uso extensivo para otros muchos productos, tanto líquidos como sólidos, y la gran variedad de tamaños y formas existentes. Ciertamente a
diferencia de otros productos agrícolas que solían embalarse en cajas, fardos,
sacos y costales, de tela o esparto, una buena parte de los frutos andaluces que se
exportaban a las Indias eran envasados en recipientes de cerámica a los que se
denominaban genéricamente botijas. Se las define por su forma oval, alargada o
redonda, con boca estrecha o ancha, según el carácter de la mercancía sólida o
líquida, y dotada de un potente labio para facilitar las labores de sellado y acarreo»44, pero como observa Ramón Corzo, los rasgos más singulares de esta vasija y los que la diferencian plenamente de las demás son «la ausencia de base o
pie plano y de asas, lo que indica que su manipulación y almacenamiento era
muy distinto al de las vasijas normales»45. Esta peculiaridad debió responder a
razones de índole práctico pues estos envases empleados de forma extensiva en el
comercio americano fueron adaptados convenientemente al transporte marítimo.
Por su forma y disposición —nos dice Corzo— pueden almacenarse desde arriba
en filas superpuestas o en cualquier espacio libre de la bodega de un barco, aun
cuando no exista un solero plano, y además soportar convenientemente los emba-
————
PHILLIPS [24], p. 162.
OTTE [35], p. 215.
42 MENA, [5], p. 47.
43 Véase John M. GOGGIN, «The Spanish olive jars», Indian and Spanish selected writings,
University of Miami Press, Coral Gables, 1964, pp. 253-298.
44 José Mª SÁNCHEZ CORTEGANA, El oficio de ollero en Sevilla en el siglo XVI. Colección Arte Hispalense, Sevilla, 1994, p. 84.
45 Ramón CORZO SÁNCHEZ, «Las botijas, testimonios de un intercambio», Cádiz-Iberoamérica,
núm. 3, Cádiz, 1985, pp. 24-27. El autor ha sido director del Museo de Cádiz.
40
41
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
463
tes de las olas y el balanceo del barco. Precisamente en razón de su funcionalidad
se considera que guardan gran relación con las ánforas de la edad antigua, de las
que se diferencian especialmente por la ausencia de asas. El citado autor plantea
además la posibilidad de que estas botijas, que a veces recibían un acabado vidriado, se manejasen dentro de fundas de esparto, similar a las garrafas de vidrio,
lo que las protegería del roce y facilitaría su transporte a través de las asas de la
propia funda.46 Los documentos de la época, con su caprichosa ortografía, aluden
con frecuencia a botijas vidriadas y en(c)seradas, término que bien pudiera derivar de sera o serón (de esparto), corroborando con ello la hipótesis mencionada.
Pero al mismo tiempo no debe descartarse otra posibilidad: que el término
correcto sea encerada en lugar de enserada, lo que indicaría que este barro basto
y de superficie poco cuidada se revestía con algún tipo de pulimento. Un especialista en las labores de los ceramistas sevillanos asegura que las botijas peruleras
en ocasiones iban empegadas, es decir, recubiertas de pez47, labor que bien podría relacionarse con esta segunda hipótesis.
Naturalmente en el caso de las botijas existe un listado de «tipos», pero resulta muy difícil atribuirles características definitorias, más aún si se tiene en cuenta
la correspondencia de su capacidad con el tipo de producto envasado48. Considero, por ello, imprescindible una profunda revisión documental que establezca
definitivamente —en consonancia con los últimos avances arqueológicos— la
relación completa de todos los tipos y capacidades de envases-contenedores utilizados en el comercio americano. En este sentido se orientan, entre otros, el interesante trabajo de clasificación tipológica realizado por Alvaro Brizuela sobre las
botijas rescatadas en las labores de excavación que vienen realizándose en el sitio
de Panamá la Vieja49. Y así sobre un total de 126 piezas evaluadas el autor las
clasifica básicamente en tres grupos atendiendo a su volumen: las «chicas» exhiben una capacidad de media arroba; las de tamaño medio no alcanzan la arroba
castellana de aceite, mientras que las mayores, asegura Brizuela, muestran un
volumen de 1 a casi 1 ½ arroba castellana de vino, o poco más de 1 ½ arroba
castellana de aceite.
————
Ibidem, p. 24.
SANCHEZ CORTEGANA [44], p. 102.
48 En este sentido se orientan los trabajos de Florence y Robert LISTER, A descriptive dictionary for 500 years of Spanish-tradition ceramics (13th to 18th Centuries). Special Publication Series, núm. 1. The Society for Historical Archaeology, 1976; GOGGIN [43], pp. 253-298; Mitchell W.
MARKEN, Ceramics from the Nuestra Señora de Atocha (wrekcked 1622.) Shipwreck archaeology.
Key West. Florida,. 1986 y Pottery from Spanish Shipwrecks 1500/1800 . University Press of Florida, Gainesville, 1986.
49 Alvaro M. BRIZUELA, «Las peruleras del pozo de casas Terrín (Panamá la Vieja). Propuesta
tipológica inicial de los bordes», en formato CD: Arqueología de Panamá la Vieja. Avances de
Investigación, agosto 2002, Panamá, Fundación Patronato Panamá Viejo.
46
47
R. I., 2004, n.º 231
464
CARMEN MENA GARCÍA
Botija de una arroba del siglo XVI
Botija de media arroba
Nº DE
MUESTRAS
RANGO DE ALTURA
RANGO DE CAPACIDAD
EN CENTÍMETROS
EN LITROS
Grande
Mediano
13
4
43-49
35-39
16.6-20.5
10.0-11.6
Chico
16
28-34
6.1-9.4
Pequeño
3
<23
—
TAMAÑO
Botijas peruleras: Las vasijas más características del comercio americano
fueron conocidas vulgarmente con el nombre de «peruleras», lo mismo que los
comerciantes sevillanos implicados en el comercio con el virreinato del Perú recibieron el apodo de «peruleros» por su vinculación con ese territorio. Existe
cierta confusión respecto a su volumen. R. Corzo asegura que la perulera era «de
mayor capacidad de la normal, ya que alcanzaba la arroba y media de contenido
(24 litros), mientras que el tipo normal correspondía a 1,25 arrobas». Sánchez
Cortegana afirma que había dos tipos de peruleras: de una y de media arroba de
capacidad, y que solían estar selladas con tapones de corcho y marcadas a fuego
con almagra o tinta50. El mejor testimonio y el más fiable, sin duda, es el que
procede de personas involucradas en el tráfico. Por ello considero de todo interés
la breve anotación hallada en un listado de mercancías del comercio entre Pana-
————
50 CORZO [45], p. 25. José María SANCHEZ CORTEGANA, «Triana y América: Las cerámicas
que exportábamos en el siglo XVI», Buenavista de Indias, vol. I, núm. 6, Sevilla, 1992, p. 10.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
465
má y regiones vecinas, de 1575, en donde textualmente se nos dice: «bálsamo que
se trae de Nicaragua, a 50 pesos de plata corriente la botija perulera, que hace una
arroba poco más, y las medio peruleras a 25 pesos»51. Nuestro informante alude a
envases muy diversos, como barriles, botijas y botijuelas, pero sólo en el caso de
las peruleras se siente en la necesidad de precisar su capacidad: «una arroba poco
más» (sin duda una arroba y cuarto, o 20 litros), y las medio peruleras (10 litros)
que es seguramente el rasgo diferenciador frente a otros tipos de «botijas». Por
cierto, en el presupuesto del factor de la Contratación para la flotilla de las Azores
de Pedro Menéndez de Avilés, de 1563, se contemplaba la adquisición de botijas
de una arroba para envasar el vinagre, pero finalmente se compraron en Sevilla
doce «botijas peruleras enseradas» de arroba y cuarto cada una52.
Considerando las medidas oficiales en arrobas castellanas de vino y vinagre
(16,13 litros) y aceite (12,5 litros), las prescripciones de aquella época y el rango
de capacidades que ofrecen nuestros registros, llegamos a las siguientes conclusiones: La botija característica para transportar vino tenía arroba y cuarto de volumen53, mientras que el recipiente más frecuentemente utilizado para transportar
el aceite fue la «botija vidriada y enserada», con capacidad de una arroba (12,5
litros), media arroba o un cuarto. También el vinagre se transportaba en botijas
siendo las más frecuentes las de arroba y media.
Barriles quintaleños: Se imponen desde mediados del siglo XVI en el tráfico
de la Carrera para envasar artículos muy diversos como bizcocho, atún, pasas,
almendras y azúcar, entre otros.
Barricas: De hasta tres quintales, fueron utilizadas como contenedores de alimentos, tales como tocino, habas, garbanzos, arroz y queso. Las Ordenanzas de la
Casa nos informan de que se utilizaban también barriles quintaleños, importados de
Santo Domingo «de medios cuartos y de ocho cuartos» como contenedores de
«frutas u otras cosas», así como barriles pequeños para aceitunas con una capacidad de tres almudes (13,8 litros) o pequeños jarros de miel de una azumbre (2
litros). Al Perú se exportaban botijas vacías (¿peruleras?), seguramente de manufactura trianera, que solían tener una capacidad de una arroba y cuarto54.
Frasquera: Para envasar aguardiente. Especie de caja de madera compartimentada para albergar frascos, aunque, según Corzo, se la define en algunos casos como «vasija con capacidad equivalente a 1/16 de pipa» lo que incita a pensar en un recipiente único55.
————
51 Carmen MENA GARCIA, La Sociedad de Panamá en el siglo XVI, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1984, p. 146.
52 AGI, Contaduría, 288.
53 VEITIA [2], lib. II, cap. XVI, 7.
54 «Botijas de las que llevan al Perú vacías de arroba y cuarta, cincuenta una tonelada... y si
fueren mayores o menores al respecto». Recopilación [14], lib.VIII, tit. 31, 17.
55 CORZO [45], p. 25.
R. I., 2004, n.º 231
466
PRODUCTO
Agua o vino
(nuevo o
añejo)
Vino añejo
Vinagre
Aceite
Legumbres
Harina
Bizcocho
Arroz
Queso
Tocino
Ajos
Atún
Bacalao
Pasas
Almendras y
azúcar
CARMEN MENA GARCÍA
ENVASE
Pipa
Jarra
Botija vidriada y
enserada
Botija perulera
enserada
Pipa
Botija vidriada y
enserada
Botija enserada
Botijas
Costal de angeo
Cajón de madera
Barricas
Pipa o Bota
Haldas de angeo
Barril quintaleño
“
“
Sacos de lienzo
melinge de 3 varas
Saco de cañamazo
Barricas
Cajón de madera
Barricas
Serón de esparto
Barricas
Serón de esparto
Barril quintaleño
Lías de esparto
Barril quintaleño
Espuerta de palma
Barril quintaleño
CAPACIDAD
29 arrobas
30
27,5
27,5
27,5
27,5
27,5
27,5
3,84 arrobas
1 arroba, ½ y 1/4
PRECIO ENVASE
5,5 - 6 reales
AÑO
24 - 25 reales
27,5 reales
38,5 reales
32 reales
32 reales
60 - 100 reales
22,5 maravedís
11 maravedís
1513
1515
1563
1567
1591
1602
1607
1667
1513-1515
1513-1515
1 arroba y 1/4
25 maravedís
1563
27,5 arrobas
1 arroba, ½ y 1/4
100 reales
11 maravedís
1667
1513-1515
½ arroba (6 litros)
½ arroba
—
5 fanegas
3 quintales
31 - 32 arrobas
5 – 6 arrobas
1 quintal
“
20 maravedís
0,5 reales
—
—
30 reales
6-8 reales
41,5 maravedís
—
16 reales
1567
1667
1513-1594
1594
1667
1513-1515
1513-1515
1594
1667
2 reales/vara
1667
1594
1667
1594
1667
1594
1667
1594
1594
1667
1594
1594
1667
3 quintales
3 quintales
4,5 quintales
3 quintales
½ quintal
3 quintales
42 ristras
1 quintal
1/3 quintal
1 quintal
—
1 quintal
30 reales
—
30 reales
—
30 reales
—
16 reales
Fuentes: AGI, Contaduría, 288, Contratación, 3253, 3281, 4895 y 5.102, Patronato, 26, R. 5.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
467
Limeta: El diccionario de la lengua española la define como una botella de
vidrio de vientre ancho y cuello largo, pero por su capacidad (de siete a quince
litros) no se corresponde con ninguno de los envases vidriados conocidos arqueológicamente que suelen ser de menor tamaño. Por ello, bien pudiera tratarse de
un antecedente de las garrafas modernas56.
Cubas: Con el transcurso de los años y bajo los dictados de la experiencia, se
fueron rectificando viejos usos. Así ocurrió en lo que respecta al transporte del
agua potable que originalmente se almacenaba en vasijas de tierra. Dada la fragilidad de estos envases, se dispuso en 1552 que se utilizasen en su lugar pipas y
botijas57. Más adelante, sin embargo, se ordenó que en los galeones de armada el
agua fuera transportada en cubas, con capacidad equivalente a la de cuatro o cinco pipas, que deberían formar parte del lastre de la embarcación58.
Además de los contenedores ya citados, encontramos una enorme variedad de
múltiples tamaños y formas, como botijuelas para envasar, por ejemplo, la manteca
de cerdo, sacos y costales de tela —angeo, melinge, lienzo— para la harina y legumbres, cajones de madera, serones y lías de esparto para el bacalao, etcétera.
COMPRAR ¿MEJOR Y MÁS BARATO?
Como observa Haring, dado que la gente de guerra que escoltaba a las flotas
era mantenida con los fondos de la caja general de la avería, cuyo importe dependía del coste, los comerciantes sevillanos estaban especialmente interesados
en mantener bajos los gastos y controlar bien de cerca el precio de las compras.
De ahí que desde la fundación del Consulado (1542), el prior y los cónsules se
reuniesen con los funcionarios de la Casa de la Contratación para presupuestar
todos los gastos de cada nueva expedición, atendiendo a la duración del viaje y al
tamaño de la flota: desde la paga de la gente y coste de las embarcaciones, hasta
los más diversos conceptos (bastimentos, pertrechos navales, salarios de las tripulaciones, artillería, etc.), desglosados en cantidades y precios estimados de cada
partida, incluyendo los envases, gastos de acarreo y contratos de fletamento59.
————
Ibidem.
«Que llevan la aguada las dos tercias partes en pipas y la otra en botijas, y que así para ella
como para el vino lleven medidas conforme a las de Sevilla y selladas por sus almotacenes». VEITIA, [2], II, VIII, 22.
58 «Ordenanzas de fábrica de 1613». José Antonio CABALLERO JUÁREZ, El régimen jurídico
de las armadas de la Carrera de Indias, siglos XVI y XVII, México, 1997, p. 183.
59 El procedimiento empleado en la confección del presupuesto de flotas y armadas registra
importantes modificaciones a lo largo de los años; lo mismo puede decirse de las personas e instituciones involucradas en esta misión. Respecto a las primeras expediciones descubridorascolonizadoras, véase MENA [7], centrado en la flota de Pedrarias Dávila, así como Carmen MENA
GARCIA, «Lo privado y lo público en la exploración y conquista del Nuevo Mundo (hasta Felipe II),
De la unión de las Coronas al Imperio de Carlos V. Ernest Belenger Cebriá, coordinador; 3 vols. So56
57
R. I., 2004, n.º 231
468
CARMEN MENA GARCÍA
Una interesante relación, fechada en 1578, nos informa sobre los lugares más
convenientes para la adquisición de pertrechos y bastimentos «mejor y a más
cómodos precios»60. Y aunque, tal y como se indica, aquellos estarían destinados
al abastecimiento de la Armada de la Guarda de Indias, es razonable pensar que
los mercados que se sugieren eran también utilizados en aquella época para surtir
al resto de las formaciones navales61. El País Vasco, famoso por sus ferrerías y
por sus excelentes robledales, sigue siendo considerado como uno de los mejores
astilleros para la construcción de los buques de la Carrera, y el principal proveedor de manufacturas metálicas, mientras que Sevilla y su área de influencia proporcionan la madera, de pino y en menor medida de roble, necesaria para las arboladuras de los barcos, además de un abundante repertorio náutico, al igual que
Cádiz y Sanlúcar, para el aparejo, intendencia y abasto de las embarcaciones.
Otros enclaves, de uno y otro lado del Atlántico, figuran en la lista. El documento
aludido dice así:
«Relación de los pertrechos y municiones y bastimentos para la armada de Su Majestad de la Guarda de las Indias y dónde se podrán proveer mejor y a más cómodos
precios. Año de 1578 años».
«En Vizcaya: galeones y galeazas, patajes, zabras para armada hechizos fuertes como
pertenecen para ofender y defender donde hay bastante madera, tablas, clavazón,
pernería, anclas, cadenas y las demás cosas de yerro en abundancia y a mejores precios y más baratos que en otra ninguna parte.
En Sanlúcar y Sevilla: árboles mayores, trinquetes, mesanas, masteles, vergas necesarios para la armada.
En Sanlúcar, Sevilla y en Vizcaya: cables de cáñamo, guindaresa y toda clase de jarcia delgada y alquitranada.
En Sevilla donde hay artilleros y fundición: artillería de bronce, balas de cadena y las
demás balas necesarias
En Vizcaya: arcabuces, cuerpos de armas, picas y goznes
En Canaria: rodelas buenas de drago
En Sevilla: pólvora fina de arcabuces, mecha y plomo.
En Sanlúcar y Cádiz: lonas de pindabi para velas
En Sevilla: bombas, sunchos, motones, pastezas, roldanas y cosas de tornería
————
ciedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V; Barcelona, 2001;
vol. II, pp. 399-441. En el caso de las armadas por cuenta de la avería puede consultarse el exhaustivo trabajo de Guillermo CESPEDES DEL CASTILLO, La avería en el comercio de Indias; un buen
resumen en CABALLERO [58], en especial, pp. 300 y ss. Interesantes reflexiones también en la obra
de PHILLIPS [24], en especial pp. 146 y ss.
60 AGI, Patronato, 269, R.17, 1.
61 Esta escuadra naval patrullaba entre el cabo San Vicente, las Canarias y las Azores, si bien
en ocasiones acompañaba a las flotas mercantes en su viaje a las Indias. De ella se tiene noticia
desde 1521, a raíz de los asaltos de la piratería francesa, Precisamente para el sostenimiento de esta
armada se creó por primera vez la avería. Cfr. HARING [7], p. 261.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
469
Sevilla, Sanlúcar: estopa, brea, alquitrán
Vizcaya: clavazón de toda suerte, arcos de hierro
Sevilla: cobre labrado y romanas, pesos y pesas
Sanlúcar y en el Puerto de Santa María: platos, escudillas de palo y otras menudencias, bizcocho
En Indias, en Jamaica e Yaguana, cazabi y en Tolú maíz : cazabe, maíz
En Sevilla, en Jerez, Cazalla e islas Canarias: Vino
En Sevilla, Jerez, Cazalla: Vinagre
En Sevilla: aceite
En Indias, en la Yaguana e en Santiago de Cuba y Jamaica: carne de vaca e tasajo de
puerco
Sevilla: habas y garbanzos
En Canaria: queso
En Valencia o Sevilla: arroz
En Sevilla para el viaje: pescado salado
En Sevilla: medicinas y dietas para los enfermos62.
Cada vez que se preparaba una nueva expedición naval, el factor de la Casa
de la Contratación, asesorado por los representantes del Consulado, diseñaba un
primer esbozo que luego iría perfilándose hasta satisfacer todas las necesidades
de la flota en cuestión63. Como ejemplo del procedimiento empleado para redactar el citado presupuesto, hemos elegido uno al azar, referido a 1563, según figura en los libros del factor de la Casa de la Contratación Francisco Duarte64. Se
trata del apresto de una pequeña escolta armada, compuesta por dos carabelas,
que fue enviada a las islas Azores para proteger a las flotas de Indias en su viaje
de regreso, al recibirse aviso de que corsarios franceses e ingleses merodeaban
aquellas aguas. Y así consta que el 10 de marzo del citado año se reunieron el
factor Francisco Duarte, el contador Pedro Vaca y el licenciado Martín Alonso,
teniente de tesorero, y «con acuerdo y parecer de Rodrigo de Illescas y Francisco
de Escobar, prior y cónsules de la Universidad de Mareantes», decidieron lo siguiente: En primer lugar se eligieron dos embarcaciones, la Sancti Spíritus y
Nuestra Señora de Gracia que estaban surtas en el puerto de Sevilla, y de las que
eran maestres Vicente Yáñez y el portugués Alfonso Báez, para que fueran aderezadas adecuadamente, dotándolas de la artillería necesaria; cada una de ellas
————
62 «... Todos los cuales dichos bastimentos y municiones se hallarán mejores y a más cómodos
y bajos precios en las partes y lugares contenidos en la margen de cada partida, comprándolos a sus
tiempos... (luego) se envíen a la costa de Tierra Firme, a la ciudad de Cartagena, que es donde
acuden de ordinario los navíos de la dicha armada en navíos de ella o en los navíos de la flota de
Tierra Firme que van cada año.»
63 Téngase en cuenta que a lo largo de un periodo tan dilatado de tiempo las responsabilidades
variaron y también los procedimientos. Se introdujeron nuevos cargos, como por ejemplo, el de
diputado contador de la avería, quien desde 1573 presupuestaba el coste total de cada armada.
Véase CESPEDES DEL CASTILLO [59], pp. 65 y ss.
64 «Cargo y data de la cuenta del factor Francisco Duarte». AGI, Contaduría, 288.
R. I., 2004, n.º 231
470
CARMEN MENA GARCÍA
llevaría una tripulación de 22 y 18 hombres, respectivamente. Y a continuación,
se calcularon los bastimentos necesarios para el viaje y su valor aproximado de
acuerdo con los precios del mercado. Una vez realizadas las compras, se anotaba
al margen de cada partida su valor real —cantidad y precio— de este modo:
– Siete pipas de vino del Aljarafe, que sea bueno, que podrá costar a 4 reales la
arroba, monta: 26.180 maravedís. [Al margen: Declaró el señor factor que se
compraron 192,5 arrobas de vino del Aljarafe, que costó a 4,5 reales la arroba].
– Item, siete cascos de pipas para agua, que podrán costar a 26 reales cada una,
montan: 5.778 [Al margen: Declaró el señor factor que se compraron siete pipas
para vino que costaron a 25 reales y seis para agua; las tres nuevas a 24 reales y
3 viejas a 10].
Además, se calcularon para esta flotilla un quintal de candelas de sebo, seis
linternas, banderas, mecha, pólvora y artillería diversa, lastre (del puerto limeño
de El Callao) para los barcos, medicinas, obras de carpintería para acoplar la artillería en los barcos, así como gastos de flete, acarretos, barcajes y salarios de las
tripulaciones. Finalmente el presupuesto total ascendió a 242.210 maravedís «poco más o menos», que habría de correr por cuenta de la avería de las armadas de
Pedro y Bartolomé Menéndez65.
A última hora el factor y los representantes del Consulado acordaron nuevos
suministros para las dos carabelas, tales como siete esteras que habían sobrado de la
armada de Pedro de las Roelas, «pues es todo cuenta de averías», y otras partidas de
alimentos, que incluían dos quintales de tocino «que sean buenos para los pilotos
que van en ellas» y dos arrobas de arroz, «una arroba para cada piloto». Asimismo
en las cuentas del factor afloran nuevos imprevistos que ahora intentan subsanarse.
Por ejemplo, la ausencia de carne entre los abastos. La razón no era otra que el
haberse despachado las naves en época de Cuaresma, pues «Se pensaba que en el
tiempo que la habían de comer estarían ya en las dichas islas de las Azores», pero
los contratiempos de la navegación —el mal tiempo y la dificultad para sortear la
barra de Sanlúcar— habían retenido a las carabelas en Sanlúcar más de lo debido,
de manera que se acordó remitir con un correo seis ducados para que se abasteciesen en la citada villa gaditana de la carne necesaria. Una vez ultimadas todas las
compras, cada partida fue asentada en el libro del factor Duarte con fecha de 16 de
marzo de 1563. Las relativas a los bastimentos quedaron definitivamente así:
————
65 Una cantidad a todas luces insignificante. En 1582 el Consulado de Sevilla se quejaba de
que la capitana y almiranta de cada flota gastaban en un año de 26 a 30 millones de maravedís.
CESPEDES DEL CASTILLO [17], p. 103.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
471
BASTIMENTOS PARA DOS CARABELAS Y CUARENTA TRIPULANTES,
SEGÚN LOS LIBROS DEL FACTOR (1563)
PRODUCTO
BIZCOCHO
35 quintales
25 quintales
PRECIO
20 reales/quintal
20 reales/quintal
SARDINAS (ahumadas
de Galicia)
8 millares
ACEITE
10 arrobas (envasadas en
21 botijas)
TOTAL
maravedís
PROVEEDOR
Juan de Andino, bizcochero, vº
de Sevilla, en Santa María
Miguel Alonso, vº de Sevilla, en
la Carretería
Andrés Cotanda, mercader valenciano, vº de Sevilla, en Santa
María
23.800
17.000
7.072
8,5 real/arroba
Luis de Lugo, tratante de aceite,
vº de Sevilla, en Santa Ana
85
VINO (del Aljarafe)
7 pipas (192,5 arrobas)
7 cascos de pipas
4,5 reales/arroba
25 reales/pipa
Diego Cárdenas, tratante en vinos, vº de Sevilla, en San Pedro
26.180
5.950
VINAGRE
12 botijas (14,5 arrobas)
3,5 reales/arroba
El mismo
1.725
PARGOS
15 docenas
4 reales/docena
Vicente Yáñez, portugués, estante en Sevilla
2.040
BACALAO
24 docenas
2,5 reales/docena
Martín Sáez, francés, estante en
Sevilla
60 reales
ARROZ
2 arrobas
10 reales/arroba
Juan Jiménez, especiero, vº de
Sevilla, en San Salvador
20 reales
HABAS
2 fanegas
13,5 reales/fanega
Luis Jiménez, semillero, vecino
de Sevilla en calle Alhóndiga
27 reales
GARBANZOS
4 fanegas
12 reales/fanega
El mismo
1.550
AJOS
50 ristras
20 mrs/ristra
Juan Sánchez, tratante en ajos, vº
de Sevilla en la Magdalena
1.000
TOCINOS
2 quintales
48 mrs/libra carnicera
Pedro de Molina, vº de Sevilla,
en Santa María
800
R. I., 2004, n.º 231
472
CARMEN MENA GARCÍA
Al finalizar cada una de las partidas y para garantizar la honestidad de la
compraventa, se incluía la misma fórmula estereotipada haciéndose constar que
las liquidaciones a los proveedores habían sido realizadas a satisfacción de las
partes, ante escribano público y en presencia de testigos. Dice así:
«los cuales dichos [...maravedís] le dio y pagó [el factor] y él se dio por
contento y pagado de ellos y otorgó carta de pago en forma de ellos y fírmolo
de su nombre y juró en forma de derecho que él vendió los dichos treinta y
cinco quintales de bizcocho para el dicho efecto en el dicho precio e que en
ello no ha habido ni hay fraude ni cautela alguna, al cual yo, el dicho escribano, doy fe que conozco. Testigos [...]»
Resulta interesante anotar que la mayoría de los libramientos se hicieron en
efectivo, pero algunas de las partidas más sustanciosas fueron satisfechas mediante lo que hoy —salvando todas las distancias— llamaríamos talón bancario:
«los cuales dichos maravedís le dio y pagó (el factor) librados en una cédula en
el banco de Pedro Luis Torregrosa y Francisco de Espinosa»66.
LOS PUERTOS AMERICANOS COMO CENTROS NODRIZAS DE ARMADAS Y FLOTAS
Había que economizar los gastos, pues se sabía que en las Indias los alimentos tenían un coste muy superior al de Sevilla y su área de influencia. Por esta
razón, cuando las flotas invernaban en la Habana solía enviarse desde España
uno o varios pataches con refuerzos alimenticios a sabiendas de que este recurso
era mucho más económico que la compra en los puertos americanos. Es probable
también que en los preámbulos de la colonización la grave escasez de artículos
de todo tipo que soportaban las pequeñas y desabastecidas villas fundadas por los
españoles en las Indias no hiciera aconsejable descargar sobre las mismas una
demanda adicional imposible de satisfacer. No obstante, el error de cálculo o la
corrupción de los alimentos obligaban a los barcos a procurarse nuevas provisiones en los puertos indianos que poco a poco —conforme crece y se consolida su
producción agropecuaria— fueron convirtiéndose en auténticos centros nodrizas67. Haring afirma que ya para la segunda mitad del sigo XVII, debido a que el
precio de la carne en América descendió por debajo de su coste en España, en el
tornaviaje las tripulaciones acostumbraban a abastecerse de carne en los puertos
————
66 Cfr. Enrique OTTE, «Sevilla, plaza bancaria europea en el siglo XVI», Dinero y Crédito (siglos XVI al XIX), Madrid, 1978, pp. 89-112 y del mismo autor, «Los instrumentos financieros»,
Andalucía, 1492, pp. 157-181.
67 Véase la relación, fechada en diciembre de 1514, de las provisiones recogidas por la nao
capitana de la flota de Castilla del Oro, en varios puertos en los que hizo escala durante su viaje de
regreso a España. MENA, [5], p. 21. Earl J. HAMILTON, «Paga y alimentación en las flotas de Indias
(1503-1660)», El florecimiento del capitalismo, Madrid, 1980, p. 105.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
473
americanos68. Pero tenemos constancia de que el recurso a los centros americanos
data de mucho tiempo atrás69. El viajero inglés Juan de Chilton refiere allá por
1568 que en el puerto de Veracruz paseaban todas las mañanas «cosa de dos mil
cabezas de ganado mayor» y añade más adelante que toda la actividad comercial
de la isla de Cuba se limita «al ganado que matan únicamente para llevar los cueros a España... Crían, además, gran número de cerdos, cuya carne cortada en
pedazos pequeños y secada al sol, sirve de provisión a los buques que pasan a
España»70. El informe de 1578, ya mencionado, con interesantes reflexiones sobre los lugares en los que podrían comprarse a mejores precios los abastos y pertrechos para la Armada de la Guarda de la Carrera, alude ya a varios puertos caribeños como Jamaica, Santiago de Cuba, la Yaguana (La Española)71 y Tolú
(Cartagena), señalándolos como los lugares más a propósito para el suministro de
maíz, pan cazabe, carne de vaca y puerco salado72. Es más, cuando se presupuestan los abastos necesarios para la flota de Nueva España de 1567, a cargo del
general Cristóbal de Eraso, se decide que el bizcocho necesario para el viaje de
regreso73 se compre en Nueva España «porque parece que los que de acá llevan
se corrompen», y lo mismo sucede con la carne de vaca, calculada sólo para tres
meses «porque el resto se ha de comprar allá más barato», el pescado salado y el
tocino, «porque lo que va de acá parece se corrompe». En ese mismo año, cuando
se presupuesta la flota de Tierra Firme, a cargo del general Diego Flores de Valdés, los oficiales de la Casa aconsejan la compra de tan sólo 8.910 libretas de
carne de vaca, necesarias para alimentar a la tripulación por espacio de tres meses, tiempo calculado para el viaje de ida hasta el puerto de Nombre de Dios en el
istmo de Panamá, «porque lo que ha menester hasta volver a España lo ha de
proveer el capitán general en Indias»74. Con el tiempo, el recurso a los centros
————
HAMILTON, [67], p. 105.
Una orden de 1507 dispuso que «al tiempo de partir de las Indias para España se reciban
mantenimientos para la gente por lo menos para ochenta días, o más, si los oficiales reales del puerto donde salieren les ordenaren». VEITIA, [2], II, VIII, 21.
70 Citado por José Luis MARTINEZ MARTINEZ, Pasajeros a Indias. Viajes transatlánticos en el
siglo XVI, Madrid, 1983, p. 59.
71 En las semiáridas regiones del antiguo cacicazgo de Xaraguá, el gobernador de Santo Domingo, fray Nicolás de Ovando fundó en 1504 la villa de Santa María de la Verapaz, que finalmente es conocida con el nombre indígena de la Yaguana. Tierra fértil y de buenos pastos, los hatos de
ganados crecen y se multiplican con facilidad en sus términos, erigiéndose así desde muy pronto en
un importante centro abastecedor de carne para las embarcaciones.
72 «Relación de los pertrechos y municiones y bastimentos para la armada de Su Majestad de
la Guarda de las Indias y dónde se podrán proveer mejor y a más cómodos precios. Año de 1578
años». AGI, Patronato, 269, R.17, 1.
73 Se presupuestaron 1.865 quintales de bizcocho; de ellos, sólo 800 debían adquirirse en España. «Recaudos pertenecientes al despacho de la flota de Nueva España del general Cristóbal de
Eraso», año 1567. AGI, Contratación , 3260.
74 «Recaudos tocantes al despacho de la armada y flota que fue a Tierra Firme que fue por capitán general Diego Flores de Valdés, año 1567. Ibidem.
68
69
R. I., 2004, n.º 231
474
CARMEN MENA GARCÍA
americanos para el tornaviaje, especialmente de carne y bizcocho, terminó siendo
una práctica admitida y regulada que proporcionó pingües beneficios a los proveedores coloniales y a los intermediarios al servicio de flotas y armadas75. «Que
las armadas vayan proveídas de lo necesario excepto de carne», ordenaba el monarca en 159476, y como ya sabemos la normativa suele ir siempre a remolque de
la experiencia. Del mismo modo se dispuso que las compras se efectuasen por
pregones y en remate público ante escribano, entre otras medidas destinadas a
asegurar su rectitud y un mejor control de los fondos públicos.
A. Flores nos recuerda que en 1636 y 1637 se concedieron diversas mercedes
para favorecer la producción triguera, especialmente en Puebla de los Angeles
(México) con el objeto de que allí se aprovisionaran las flotas en el viaje de regreso.77 Pero el asiento de la Avería de 1618 con los hombres del comercio sevillano nos muestra que ésta era ya una práctica habitual. Y así, en una de sus cláusulas se alude a que el bizcocho y otros bastimentos que llegaban a La Habana
para surtir a flotas y armadas en su tornaviaje solían adquirirse en el virreinato
mexicano78. Para el siglo XVII, tres puertos americanos exhiben su liderazgo en
el suministro del bizcocho: Cartagena de Indias, Veracruz y Puebla de los Angeles, aunque sin duda los dos últimos centros del Virreinato mexicano destacan a
gran distancia sobre el puerto de Nueva Granada79. Valga un ejemplo: en 1631
los bizcocheros novohispanos proporcionaron nada menos que 7.140 quintales de
bizcocho con destino a la Armada de la Guarda.
Un interesante expediente fechado en 1631-1633 puede acercarnos a la cotidianeidad de este fenómeno. Se trata de la «Relación de lo que se ha pagado por
los bastimentos comprados en los puertos americanos para alimentar a la gente
de mar y guerra de la armada de Martín de Vallecilla»80. En las cuentas de la
citada armada se describen las circunstancias excepcionales que obligaron a su
proveedor a la compra de ingentes cantidades de abastos para alimentar al personal de esta formación naval. Entre ellas se alude a la necesidad de hacer escala en
la Habana y permanecer más tiempo de lo previsto a fin de garantizar la seguri-
————
75 Una orden de 1612, reiterada en 1615, disponía que se excusen compras innecesarias en Indias. Dice así: «Haciéndose con tanta costa la provisión de Armadas y Flotas, y yendo abastecidas y
proveídas de todo lo necesario para sus viajes por el tiempo que se considera de ida, estada y vuelta, sin embargo se compran en las Indias muchos bastimentos, jarcia y otras cosas con pretexto de
que de ellos van faltos en que se hace mucho gasto a la Avería y caudal de la provisión...» Recopilación [14], Libro VIII, Título XVII, ley I.
76 Capítulo 18 de la «Instrucción de Veedores», Recopilación [14], Libro VIII, tit. XVI.
77 Angeles FLORES, «Protagonismo andaluz en la sanidad naval del siglo XVII», Andalucía y
América en el siglo XVII, Sevilla, 1985, I, p. 369, citando a Mercedes GANTES, Aspectos socioeconómicos de Puebla de los Angeles (1624-1650). Tesis de Licenciatura inédita, Sevilla, 1980, p. 334.
78 AGI, Contratación, 4895.
79 SERRANO [12], pp. 171-172.
80 En «Cuentas de Juan Martínez de Asu, pagador de la Armada del cargo de Martín de Vallecilla». AGI, Contratación, 3706.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
475
dad de las flotas de Tierra Firme y Nueva España, pues se tenían noticias de que
una escuadra enemiga merodeaba por aquellas aguas. Además, a última hora se
habían alistado en la capitana y almiranta doscientas plazas más de las ordinarias
y el viaje se había alargado más de lo previsto, por todo lo cual arribaron a la
Habana sin apenas bastimentos para proseguir el viaje. Con detalle se anotan a
continuación todas y cada una de las provisiones que fueron adquiridas en aquellos meses en este puerto caribeño. Las compras efectuadas por este único concepto suponen un desembolso de 812.158 maravedís en diversas partidas que
detallamos en el cuadro adjunto, si bien es preciso hacer constar que estas se refieren tan sólo a las destinadas a la capitana. Los mismos artículos y en idénticas
cantidades fueron adquiridos para la almiranta de la Armada.
ABASTOS ADQUIRIDOS EN LA HABANA PARA LA CAPITANA DE
LA ARMADA DE LA CARRERA EN SU TORNAVIAJE. AÑO 1631
TASAJO DE
CARNE
62 arrobas
Precio:
2 pesos/a
TASAJO DE
TORTUGA
20 arrobas
Precio:
10 reales/a
GALLINAS
35
Precio:
12 reales/u
PASAS
1 quintal
Precio:
20 pesos/q
SAL
2,5 fanegas
Precio:
5 pesos/f
BIZCOCHO
BLANCO
3 quintales
Precio:
25 pesos/q
BIZCOCHO
ORDINARIO
100 quintales
Precio:
76 reales/q
CERDOS
4
Precio:
10 pesos/u
TORTUGAS
10
Precio:
4,5 pesos/u
AZÚCAR
3 arrobas
Precio:
4 pesos/a
ALMENDRAS
2,5 arrobas
Precio:
10 pesos/a
LEÑA
200 quintales
Precio:
3 reales/q
VELAS SEBO
1,5 arrobas
Precio:
6 pesos/a
De este listado merece subrayarse la presencia de la carne de tortuga —fresca o
en cecina— en la dieta de las tripulaciones españolas que ya por estos años han
adaptado su paladar a uno de los elementos más características de la comida criolla
y muy apreciado por piratas y bucaneros de las islas caribeñas. En efecto consta
que para la capitana y la almiranta fueron compradas en La Habana 40 arrobas de
tasajo de tortuga y otras 20 piezas completas de estos esquelonios que hoy día siguen siendo un manjar privilegiado en ciertos lugares de la América tropical81.
————
81 Según un informe de Greenpace, 35.000 tortugas al año mueren sacrificadas de forma ilegal
en la península de la Baja California. Su carne sigue siendo hoy día un manjar muy apreciado y
bien costoso pues se trata de una especie protegida.
R. I., 2004, n.º 231
476
CARMEN MENA GARCÍA
Pero este no es más que un pequeño ejemplo de algo que ya en siglo XVII viene
siendo una práctica habitual en la dieta de la Carrera82.
El total desembolsado por el pagador de la Armada en los puertos americanos
para el abasto de la gente de mar y guerra que incluía además de los alimentos,
que a continuación se expresan, otros suministros muy diversos, como medicinas
y pertrechos navales, ascendió a más de 80.000 pesos. Entre los proveedores encontramos a un encomendero, un alguacil de la Inquisición y un alférez, todos
ellos vecinos de Veracruz e interesados en actividades mercantiles; encabeza la
lista el encomendero Francisco Largacha, quien obtuvo unos beneficios de
16.000 pesos, seguido de Juan de Ibarra y Juan de Vergara, con 14.086 y 12.277
pesos, respectivamente. Asimismo es de destacar la participación de Francisco de
Pinel, vecino de Puebla de los Angeles, quien vendió suministros para la Armada
por valor de 12.000 pesos.
BASTIMENTOS COMPRADOS EN VERACRUZ Y LA HABANA PARA
LA ARMADA DE LA CARRERA. AÑO 1631
ABASTOS
PRECIO
BIZCOCHO
ORDINARIO
1.000 quintales
2.000 quintales
3.300 quintales
650 quintales
10 pesos/quintal
7 pesos/quintal
7 pesos/quintal
6 ps,7 tomines/quintal
BIZCOCHO
BLANCO
70 quintales
120 quintales
HABAS
30 fanegas
80 fanegas
2 fanegas
7 pesos/quintal
7 pesos/quintal
PUERTO
AMERICANO
VENDEDOR
Veracruz
Veracruz
Veracruz
Veracruz
Juan de Vergara, vº de Veracruz
Francisco Pinel, vº Puebla de los Angeles
Francisco de Largacha, encomendero
Juan Glez. de Santamaría, vº Veracruz
Veracruz
Veracruz
Francisco Pinel
Francisco de Largacha, encomendero
5 pesos/fanega
Veracruz
4 ps, 7 tomines/fanega Veracruz
7 pesos/fanega
La Habana
Juan de Vergara, vº de Veracruz
Francisco de Largacha, encomendero
Marcos Solís, vº de La Habana
————
82 Como observa Carla R. Philips, para reducir los costes, los proveedores de la armada solían
recurrir a ciertos productos americanos más baratos y fáciles de conseguir: el cazabe reforzaba así
las raciones de bizcocho al igual que la carne de tortuga en lo relativo a las raciones de vaca o cerdo. Seis galeones, p. 159. Véase también SERRANO [12], p. 178.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
ABASTOS
FRIJOLES
12 botijas
GARBANZOS
20 fanegas
40 fanegas
50 fanegas
VINO
24 pipas
2 pipas
VINAGRE
10 pipas
ACEITE
300 arrobas
58 arrobas
PESCADO
400 arrobas
PESCADO
SALADO
1.187 arrobas
347 arrobas
TOCINO Y
JAMONES
50 quintales
650 arrobas
200 arrobas
MANTECA
42 arrobas
CARNE FRESCA DE VACA
122 arrobas
CARNE SALADA
110 arrobas
VACAS
241
CERDOS
VIVOS
32
PRECIO
PUERTO
AMERICANO
477
VENDEDOR
5 pesos/botija
La Habana
Marcos Solís, vº de La Habana
7 pesos/fanega
5 pesos/fanega
5,5 pesos/fanega
Veracruz
Veracruz
Veracruz
Juan de Vergara, vº de Veracruz
Francisco Pinel, vº Puebla de los Angeles
Francisco de Largacha, encomendero
220 pesos/pipa
200 pesos/pipa
Veracruz
La Habana
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
Juan de Lesa, vº de La Habana
96 pesos/pipa
Veracruz
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
19 pesos/arroba
16 pesos/arroba
Veracruz
La Habana
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
Juan de Lesa, vº de La Habana
4 pesos/arroba
Veracruz
Juan de Vergara, vº de Veracruz
26 reales/arroba
3 pesos, 2 ts/arroba
Veracruz
(¿)
Juan Moreno
Juan de Carrijosa
5 ps, 4 tomines/arroba Veracruz
6 ps, 2 tomines/arroba Veracruz
Veracruz
6 pesos/arroba
Francisco Pinel, vº Puebla de los Angeles
Francisco de Largacha, encomendero
Juan Glez de Santamaría, vº Veracruz
3,7 pesos/arroba
(¿)
Juan de Carrijosa
5 reales/arroba
La Habana
Marcos Solís, vº de La Habana
2, 4 pesos/arroba
(¿)
Juan de Carrijosa
7 pesos/cabeza
Veracruz
Alférez Juan Montero, vº Veracruz
100 reales/unidad
La Habana
Marcos Solís, vº de la Habana
R. I., 2004, n.º 231
478
ABASTOS
NOVILLOS
418
GALLINAS
250
GALLINEROS
5
QUESO
120 arrobas
40 arrobas
CEBOLLAS
300 docenas
100 docenas
AJOS
5.000 cabezas
1.000 cabezas
PASAS
4 quintales
6 arrobas
ALMENDRAS
2 quintales
90 libras
LEÑA
15 carretadas
VELAS DE
SEBO
50 arrobas
CARMEN MENA GARCÍA
PRECIO
PUERTO
AMERICANO
VENDEDOR
8 pesos/cabeza
Veracruz
Juan de Zavalla, alguacil del Sto. Oficio
7 reales/unidad
Veracruz
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
Veracruz
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
5 pesos/arroba
5 pesos/arroba
Veracruz
Veracruz
Francisco Pinel, vº Puebla de los Angeles
Francisco de Largacha, encomendero
3,5 tomines/docena
4,5 reales/docena
Veracruz
Veracruz
Francisco Pinel, vº Puebla de los Angeles
Francisco de Largacha, encomendero
1 peso/ciento
10 reales/ciento
Veracruz
Veracruz
Francisco Pinel, vº Puebla de los Angeles
Francisco de Largacha, encomendero
45 pesos/quintal
35 pesos/quintal
Veracruz
(¿)
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
Sebastián Suárez
26 pesos/arroba
60 pesos/quintal
Veracruz
(¿)
Juan de Ibarra, vº de Veracruz
Sebastián Suárez
90 pesos total
Veracruz
Manuel de la O, vº de Veracruz
Veracruz
Juan de Vergara, vº de Veracruz
7 pesos/arroba
ALIMENTOS PUTREFACTOS
Como es razonable, cada vez que se preparaba una nueva flota y se hacía un
listado de los abastos necesarios, se tenía muy en cuenta que muchos de los alimentos, mal almacenados y peor conservados, podían malograrse durante el viaje. La corrupción de los alimentos era, en efecto, otro de los graves problemas de
la navegación transatlántica que amenazaba con echar al traste todas las previsiones. Baste un repaso a la dura experiencia vivida por Colón en su cuarto viaje
para comprender su alcance:
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
479
«Tenían ya falta de viandas, por haber ya ocho meses que andaban por la
mar, y así consumido la carne y pescado que de España habían sacado, dello
comido y dello podrido por los calores y bochorno y también la humedad que
corrompe las cosas comestibles por estos mares. Pudrióseles tanto el bizcocho
y hinchióseles de tanta cantidad de gusanos, que habían personas que no querían comer o cenar la mazamorra que del bizcocho y agua puesta en el fuego
hacían, sino de noche, por no ver la multitud de gusanos que dél salían y con él
se cocían. Otros estaban ya tan acostumbrados por la hambre a comerlos que
ya no los quitaban, porque en quitarlos se les pasaría la cena, tantos eran»83.
Las provisiones por largo tiempo almacenadas en recipientes no adecuados y
sometidas a un proceso de humedad y altas temperatura terminaban por convertirse en cualquier cosa menos en suculentas viandas. El pescado y la carne se
pudrían; el agua se volvía putrefacta y la harina y las legumbres se llenaban de
gusanos. En estos tiempos había que ser extremadamente cauto porque el vino
sobrante, transportado a menudo en viejos toneles, mal acondicionados y aún
peor almacenados, se agriaba con facilidad de un año para otro. «No deben comprarse —aconsejaba el duque de Mondéjar a Carlos V, en 1539— grandes cantidades de vino para la flota. Si han de transformarse por sí mismos en vinagre,
más vale que se queden con ellos sus propietarios y no Vuestra Majestad»84.
Se conocía por mazamorra a las sobras del bizcocho que traían las naves a su
vuelta, casi siempre fermentadas y llenas de gusanos. Estaba prohibido que los
bizcocheros la compraran para molerla y mezclarla con la harina para fabricar un
nuevo bizcocho de dudosa calidad que pondría en grave peligro la salud de las
tripulaciones. La interdicción, varias veces renovada, pone de manifiesto que esta
práctica era bien frecuente.85 De hecho, como más adelante veremos, los oficiales
de la Casa acostumbraban a subastarla al mejor postor cuando arribaba a Cádiz
una nueva flota. Y es de suponer que quienes compraban este alimento de deshecho no pensaban en otra cosa más que en su beneficio. Con el paso de los años
y conforme los viajes a las Indias fueron haciéndose más regulares, la Corona
dictó abundantes disposiciones para asegurar la calidad de los alimentos embarcados y su correcta conservación durante el viaje. Pero todo hace sospechar que
los resultados apenas se hicieron sentir86.
————
83 Fray Bartolomé de LAS CASAS, Historia de las Indias. Estudio y notas de J. Pérez de Tudela,
Madrid, 1961,libro III, p. 286.
84 La cita pertenece a BRAUDEL [31], I, p. 195.
85 VEITIA [2], I, XXII, 32.
86 Cfr. FLORES [77], I, pp. 368 y ss. y Manuel GRACIA RIVAS, La sanidad naval española. Historia y evolución, Madrid, 1995, pp. 35 y ss.
R. I., 2004, n.º 231
480
CARMEN MENA GARCÍA
MERMAS Y PRÁCTICAS FRAUDULENTAS
En los cálculos de las provisiones se tenían muy en cuenta también las posibles mermas y adulteraciones de los alimentos, así como las corruptelas, que solían ser bastante frecuentes, de los maestres de raciones. Ya vimos cómo para
evitarlas de decidió marcar a fuego las pipas de vino, medida que fue suspendida
definitivamente desde el momento en que se decidió cuantificar las mermas de
los bastimentos en porcentajes debidamente regulados. Así nos lo indica Veitia:
«pero como sobre este punto se tomase después el temperamento que está
ejecutoriado de darles a los maestres de raciones en el vino, vinagre y en las
pipas que se abaten y levantan de nuevo 12 de cada 112 y en el bizcocho, tocino, carne y pescado salado 10 de cada 110, y en la carne fresca, a razón de 3
por 100, por causa de las mermas, no necesitó de cautelarse aquel punto, con
que se dejó de ejecutar el marcar las pipas»87.
LIMITE DE MERMAS PARA LOS ABASTOS, según Veitia
BIZCOCHO
VINO
VINAGRE
TOCINO
10/110
12/112
12/112
10/110
CARNE
SALADA
10/110
CARNE
FRESCA
3%
PESCADO
SALADO
10/110
LIMITE DE MERMAS PARA LA FLOTA DE TIERRA FIRME DE 161688
VINO
13%
VINAGRE
13%
ACEITE
13%
OTROS BASTIMENTOS
10%
LIMITE DE MERMAS EN EL PERIODO 1619-163289
VINO
12%
VINAGRE
10-12%
ACEITE
10-12%
OTROS BASTIMENTOS
10%
LIMITE DE MERMAS PARA LA ARMADA DE BARLOVENTO, desde 166590
VINO
6/112
VINAGRE
6/112
OTROS BASTIMENTOS
5%
————
VEITIA [2], II, III, 12.
Asiento de la Casa de la Contratación con Salvador de Espinosa y Alonso Pérez Romero,
dueños de la capitana y almiranta de la flota de Tierra Firme, 1616. AGI, Contratación, 4895.
89 SERRANO [12], p. 155.
90 Mediante cédula de 28 de marzo de 1665 se dispuso que a los maestres de raciones de la
Armada de Barlovento se les redujese las mermas de los abastos justo a la mitad de lo dispuesto
para sus colegas de las Armadas y Flotas de la Carrera. VEITIA, [2], lib. II, cap.V, 22.
87
88
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
481
Los límites permitidos por la administración oceánica no hacían más que reglamentar una práctica observada tras muchos años de navegación. Se conservan
detalladas relaciones de los maestres de raciones con los cálculos de las mermas,
especialmente del vino, que se computaban durante la travesía, una vez que los
citados maestres daban orden a los toneleros de abrir las pipas de vino, así como
cuando la flota arribaba a puerto, en este caso con las pipas que se habían ahorrado
y aún permanecían cerradas. El escribano de raciones iba anotando minuciosamente todas las pérdidas, con indicación expresa del estado de conservación de cada
uno de los envases, justificando así las razones que habían motivado la fuga del
preciado líquido. Tomemos un ejemplo, el de la nao Santa Cruz, capitana de la
Armada, que en 1559 se dirigía al puerto de Nombre de Dios llevando a bordo al
virrey del Perú. De un total de 62 pipas, de 27,5 arrobas cada una, se contabilizaron 195 arrobas de mermas, lo que significa que se había perdido el 11,4% del
caldo, porcentaje que, como puede comprobarse, apenas alcanzaba el límite permitido, según Veitia.91 Pero hay otros casos que resultan bien llamativos, como
éste acaecido a la flota de Tierra Firme, de 1603, a cargo del general Jerónimo de
Portugal. En efecto, mientras que la flota permanecía surta en el puerto de Cartagena de Indias, el maestre de raciones de la almiranta compareció ante el general
manifestando haber cursado repetidos bandos por la ciudad para que la gente de
mar y guerra que ya habían desembarcado acudiesen a recibir «el vino que se les
debe de lo que han ahorrado y quisieren ahorrar en el dicho curso del viaje y no
lo han hecho ni quieren hacer». Al parecer, tripulantes y soldados, entretenidos en
otros menesteres más placenteros, no estaban especialmente interesados en regresar al barco a recoger su rancho. El maestre de raciones había observado que las
pipas que iban abriéndose para el reparto de las raciones diarias mostraban pérdidas muy elevadas, seguramente a consecuencia de las altas temperaturas y excesiva
humedad que soportaban en las bodegas, a lo que se unía la mala calidad de las
maderas. De manera que finalmente se adoptó la decisión de echar a tierra algunas
de ellas para su refacción por si fuera preciso llevarlas hasta Portobelo. Y así, fueron abriéndose, una tras otra, hasta un total de 111 pipas con 3.052,5 arrobas de
vino. Se observó que algunas pipas se hallaban completamente vacías mientras que
otras ofrecían un estado lamentable, con las duelas y los fondos agrietados, y finalmente se computaron pérdidas por un total de 1.209 arrobas, lo que equivale a
decir que las mermas alcanzaban casi un 40%.92 Claro que siempre nos quedará la
duda de hasta qué punto son fiables estos testimonios. Fernando Serrano nos alerta
acerca de las prácticas fraudulentas que realizaban los maestres de raciones, casi
siempre en connivencia con los encargados de contratar los suministros93. Se simu-
————
91 «Libro de distribución de bastimentos para la armada de que fue por general Pedro Sánchez
de Benesa», año 1559. AGI, Contratación, 3258.
92 AGI, Contratación, 4895.
93 SERRANO [12], pp. 155, ss.
R. I., 2004, n.º 231
482
CARMEN MENA GARCÍA
laban deterioros inexistentes en los alimentos embarcados para recortar las raciones diarias, sustrayéndose los abastos «deteriorados». Se adquirían víveres innecesarios en los puertos americanos, arrojándose por la borda lo que en las certificaciones figuraban como pérdidas, e incluso se simulaban compras jamás realizadas, En definitiva, las prácticas fraudulentas en lo referente a los abastos
incluían una variadísima gama e implicaban a un amplio número de personas.
Porque no todas las culpas deben hacerse recaer sobre los maestres de raciones.
Al fin y al cabo éstos eran el último eslabón de la cadena y seguramente también
los que sacaban menos beneficios de la estafa y de la malversación de los fondos
a ellos encomendados.
The preparation and provision of fleets was among the main concerns of the «Casa de Contratación», which worked very hard at the service of the «Carrera de Indias». Cautions were taken for
the round trip, which entailed a great and costly effort as regards nautical equipment, food provision, medicines, arms, ammunition, etc. This article is focused on topics of interest related with
supplies for transoceanic navigation, such as typology of containers and prices of foodstuff most
frequently used in nautical diet.
KEY WORDS: supplies, packing, ration, fleets, food prices, «peruleras».
Fecha de recepción: 5 de Septiembre de 2003.
Fecha de aceptación: 7 de Noviembre de 2003.
R. I., 2004, n.º 231
NUEVOS DATOS SOBRE BASTIMENTOS Y ENVASES EN ARMADAS Y FLOTAS DE LA CARRERA
483
R. I., 2004, n.º 231
484
R. I., 2004, n.º 231
CARMEN MENA GARCÍA