La influencia del mozárabe en el
español
Sobre las huellas de una lengua muerta
La Tesis
Dentro del marco del Bachillerato La lengua y cultura Española ~ en cuestión de
la tesis del Bachillerato; Universidad de Utrecht ~ Facultad de Humanidades ~
Departamento de la Literatura; Octubre – Febrero ~ Año universitario 2011‐
2012; número de palabras: 8.024
La Estudiante
Christine Grapperhaus
Número de estudiante 3372251
La Supervisión
Hr. S. Baauw ~ director de tesis
1
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
______________________________________________________________________________3
CAPÍTULO I
______________________________________________________________________________5
LA LENGUA DE LOS MOZARABES
§1.1 Los Mozarabes_____________________________________________________________5
§1.2 Las Jarchas________________________________________________________________8
§1.3 La lengua Mozarabe________________________________________________________10
CAPÍTULO II
_____________________________________________________________________________15
SOCIOLINGUÏSTICA: LENGUAS EN CONTACTO
§2.1 Cambio lingüístico__________________________________________________________17
§2.2 Criollización ______________________________________________________________20
§2.3 La desaparición de las lenguas________________________________________________21
CAPÍTULO III
_____________________________________________________________________________23
ESTRUCTURAS DEL MOZARABE EN EL ESPANOL
§3.1 Léxico y préstamos semánticos ________________________________________________23
§3.2 Morfología y fonología_______________________________________________________25
§3.3 Toponimia ________________________________________________________________26
§3.4 ¿Influencia directa o indirecta del árabe?________________________________________27
CONCLUSION
______________________________________________________________________________29
JUSTIFICACION LITERARIA
______________________________________________________________________________31
APÉNDICES
______________________________________________________________________________35
I Mapa de Al-Andaluz____________________________________________________________35
II Unas jarchas_________________________________________________________________36
III Palabras en español de origen mozárabe__________________________________________37
2
INTRODUCCIÓN
En el siglo VII el Imperio Árabe se ha formado un gran impero religioso que
comprendía Arabia Saudí, Palestina, Egipto, Irak y Siria. Meca era el centro. En el
año 661 se estableció el Califato Omeya y los árabes se convirtieron al Islam. Este
califato dominaría un amplio territorio hasta el año 749. Bajo el Califato Omeya
esta vez también los árabes se dirigieron en dirección oeste para expandir el
Imperio Islámico. A principios del siglo VIII entonces le tocó a la Península
ibérica, territorio que en aquella época estaba en manos de los visigodos, quienes
habían ocupado la península tras la destrucción del imperio Romano (Chejne,
1997).
En el año 710 Tariq Ibn Ziyad lideró un ejercito de 9000 hombres, que en
su mayoría consistía en bereberes, y atravesó el estrecho de Gibraltar con lo que
empezó con la invasión árabe de la Península ibérica que se cumpliría en sólo 14
años. Con eso se añadió un territorio enorme al imperio de los omeyas. Este
territorio se llamaría desde entonces ‘Al‐Andaluz’.
Al‐Andaluz abarcaba casi todo la actual España y Portugal. Solo el norte, el
País Vasco, Asturias y la Marca Hispania (territorio en el norte reconquistado por
Karel de Grote) permanecían en manos de los católicos (Véase la mapa del reino
moro en apéndice 1). Aunque la idea de la Reconquista ya había surgido bajo el
poder del reino Alfonso III el Magno (866‐910) como parte de un plataforma
política para recuperar los territorios ocupados por los Árabes en España, la
dominación árabe persistió hasta el siglo 15 Chejne, 1997). Si bien los moros
eran bastante tolerantes hacia la población local, las consecuencias de la
conquista de España por los bereberes en 711 y el consiguiente dominación
árabe que duraría hasta 1492, habían sido muy drásticas.
Una de las consecuencias fue el desarrollo de un nuevo idioma entre los
cristianos españoles que vivían bajo el régimen árabe, los llamados mozárabes.
Este lenguaje, el mozárabe, realmente consistía en el conjunto de dialectos
romances hablados por los habitantes originales de las regiones conquistadas
(Pidal, 2005). A través del contacto con los árabes se incorporaron palabras
árabes en la propia lengua, y de esa manera surgieron dialectos. Indudablemente
esta lengua, aunque está extinguido desde hace siglos, ha dejado una huella muy
profunda en la lengua española como la conocemos hoy en día. Conscientemente
3
uso la palabra ‘profunda’, porque indudablemente exige mucho ‘trabajo de
excavación’, para poder notar esta influencia, ya que, de la lengua mozárabe no
nos queda mucho: además de ser una lengua muerta, no hay muchas fuentes
documentales de este idioma. Conocemos la lengua mozárabe en primer lugar
por las jarchas que son las estrofas finales de los llamadas moaxajas, las
composiciones poéticas anotados por los poetas andalusíes que a veces añadían
arabismos y hebraísmos a los refranes románicos (Solà‐Solé, 1973).
En este tesis quiero investigar el papel de la lengua mozárabe en el
desarrollo del español. Primero describiré la situación de los mozárabes y trataré
de analizar las características más importantes de su lengua mozárabe por
medio de las pocos fuentes documentales que poseemos. Después de un análisis
sociolingüístico de las consecuencias del contacto entre dos o más idiomas
intentaré demostrar las semejanzas entre el español como lo conocemos hoy en
día y la lengua mozárabe que se hablaba en al‐Andaluz. En esta tesis la pregunta
de investigación es: ‘’Cuál ha sido la influencia de la lengua mozárabe en el
español, hablado en la Península ibérica?’’
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1 LA LENGUA DE LOS MOZARABES
§1.1 Los mozárabes
Tras la invasión de la península ibérica por los musulmanes, la población
hispano‐visigoda y la población hispano‐romana eran sometidos por los
conquistadores árabes. A pesar de la resistencia religiosa y lingüística de la
población romana en la península, gran parte de los habitantes locales adoptó
usos y costumbres árabes en abundancia (Calvo, 2004). Sin embargo, ellos
decididamente mantenían la religión cristiana. Estos cristianos se llamaban los
mozárabes (de la palabra árabe ‘’musta’rab’’ que significa ‘arabizado’) y vivían
sobre todo en el sur de la península.
Los conquistadores, además de las costumbres y los hábitos, trajeron
consigo también un nuevo idioma, lo cual por naturaleza era muy distinto de las
lenguas románicas habladas en la península: el árabe. Esta lengua se emplearía
como lengua de cultura y lengua oficial.
Aunque los mozárabes habían adoptado muchos de los hábitos y costumbres
árabes tanto en la vida privada como en la vida pública, este desarrollo no se
había dado en cuanto al idioma: aun quedaban muchos mozárabes que no habían
adoptado la lengua de sus ocupantes. La mayor parte de ellos aun seguía usando
la lengua románica (aunque muy afectada por el árabe) en la vida privada y
utilizaba el árabe sobre todo en la vida pública (Calvo, 2004).
Como escribe Lapesa (1995), el árabe actuó como el sustitutos
(superestrato) del andaluz románico y como adstrato de los demás lenguas
romances habladas en la península. Muchos dominaban los dos idiomas por lo
tanto se puede decir que Al‐Andaluz era una sociedad bilingüe durante el Califato
y las Taifas (siglo XI). En Al‐Andaluz el español románico seguía hablándose
(junto con el árabe informal o escrito) en los territorios ocupados como ‘el
mozárabe’ (Lapesa, 1995).
Además de los cristianos, la lengua mozárabe
también la hablaban los muladíes (los convertidos al Islam), e incluso parte de
los conquistadores (Galmés, 1983).
No había unidad entre los diferentes dialectos romances hablados en los
territorios ocupados , y a diferencia de otras lenguas romances en el norte, se
escribían en alfabeto árabe y no en alfabeto latino.
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Según dice Solà‐Solé (1973) el mozárabe era una mezcla que consistía en
el 40% en términos árabes y en el 60% en términos románicos. En cuanto a los
términos árabes, se trata esencialmente de los sustantivos, mientras los términos
románicos eran principalmente verbos.
Los mozárabes mismos llamaron su lengua ‘latín’ (lengua romance) y se
referían a si mismos como latinos (hablantes de una lengua romance). El término
‘mozárabe’ todavía no existía en aquel tiempo (Hitchcock, 1996) y no se lo
introdujo hasta el siglo XIX, cuando los historiógrafos españoles empezaron a
utilizar este término para referirse a los cristianos que vivían bajo la supremacía
árabe en la península ibérica durante la edad media. Los árabes llamaban esta
lengua ‘ayamiya’, lo cual significa ‘lengua de personas ajenas’, aunque se usaba
este término para todos los idiomas no‐árabes.
Como bilingües los mozárabes formaban una fuente de influencia
importante para las lenguas romances. Actuaban como una puerta por la que una
cantidad enorme de elementos árabes había llegado en estas lenguas.
Para los habitantes de los territorios no (o por poco tiempo) ocupados de
la península era conveniente incorporar denominaciones apropiados al
introducir nuevos institutos o para denominar cosas importantes según el
modelo árabe, ya que no disponían de términos propios (Calvo, 2004). Aunque se
incorporaron tales términos al vocabulario, su propia lengua no quedó muy
afectado. A diferencia de ellos, los mozárabes que habían estado (por mucho
tiempo) en contacto directo con los conquistadores, no solo aceptaron el influjo
de estas denominaciones para instituciones o objetos importantes si no también
incorporaron denominaciones para objetos de valor secundaria en su propia
lengua.
Al desmembrarse el Califato durante la Reconquista, la cantidad de
arabismos aumentó muchísimo: se hizo cada vez más marcada la penetración de
los dialectos del norte y del centro de España, sobre todo el dialecto de Castilla.
Por eso ‘’los modernos dialectos de España meridional pueden considerarse, con
justa razón, no como continuaciones directas del romance local, sino como
posteriores superposiciones de elementos españoles centrales y septentrionales
en territorio de escasa población, arabizada en gran medida’’ (Calvo, 2004). No
es fácil determinar el alcance del bilingüismo en aquel tiempo: durante la
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invasión árabe se mantuvo, pero de ahí la situación cambió. Había dos
acontecimientos que tuvieron como resultado que los mozárabes emigraran al
Norte o fueran deportados: la presión de los reinos cristianos en la Reconquista y
la llegada de los almorávides y almohades (pueblos africanos). Esto no quería
decir que desapareciese la lengua mozárabe pero sí que se debilitase, ya que ya
no había ninguna comunidad significativa de hablantes mozárabes en las zonas
reconquistadas.
De todas maneras, la existencia del periodo bilingüe anteriormente
mencionado es indudable, tanto por la cantidad significativa de arabismos en el
romance como por los estribillos romances que encontramos al final de las
moaxajas, las llamadas jarchas (Corriente, 1997).
A pesar de que se han hecho muchos estudios sobre las características
mozárabes, hay escaso conocimiento de esta variedad romance que se hablaba
en Al‐Andaluz, esencialmente por la falta de documentación. Por medio de los
rasgos que se han deducido de diferentes textos literarios es posible caracterizar
este idioma. La fuente de información más significativa consiste en los estribillos,
las anteriormente llamadas jarchas, que formaban el final de los poemas árabes o
hebreos en el siglo XI y XII. Son estos estribillos en los que se señaló la lengua
mozárabe por primera vez.
Hoy en día poseemos más datos
del mozárabe gracias a las
investigaciones de los glosarios latino‐árabe y hispano‐árabe y de los tratados de
Medicina o Botánica que habían incorporado unos términos mozárabes en el
texto completo en árabe (Guarner, 1960).
Puesto que casi todas las fuentes documentales –con excepción de los
glosarios de Granada‐ están escrito en alfabeto árabe es muy difícil reconstruir la
fonología del mozárabe, ya que no se transcriben las vocales cortas en los textos
escritos, sino que han de deducirse del contexto.
Sin embargo, resulta que ‘’el mozárabe era muy arcaico y conservador,
perviviendo en él la fonología romance y vocablos como baiga (vega), tauro
(toro)’’ (Rincon Castellano, 2011) .
Otro de los campos en los que se deja notar la influencia árabe es el campo de la
toponimia.
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A partir del siglo XIII
a los árabes que vivían en los territorios
reconquistados por los cristianos se les llamaba ‘mudéjares’. Ellos siguieron
hablando el árabe hasta que se prohibió el uso de su lengua y fueron obligados a
convertirse a la religión cristiana (Cano, 1999). Estos llamados moriscos fueron
expulsados para siempre de la península bajo el reino de Felipe II a principios del
siglo XVII y con esto acabó la presencia de los núcleos de hablantes árabes en la
península ibérica, aunque este idioma claramente había dejado una profunda
huella.
§1.2 Las jarchas
Al llegar a la Península ibérica los árabes trajeron consigo su propia poesía
oriental: la qasida (Apoloybaco, 2012). Este tipo de poesía deriva del siglo IV y
se caracterizaba por una métrica rígida. Era una poesía monorrima y los poemas
no estaban divididas en estrofas.
Gracias a la existencia de una comunidad multicultural y bilingüe en Al‐
Andaluz, surgió de la poesía árabe tradicional una nueva forma de poesía. Los
judíos, cristianos y musulmanes vivían todos el uno junto al otro y se hablaba
junto a su propio dialecto romance la lengua árabe. Fueron estas tres diferentes
culturas con sus tres diferentes religiones y sus tres diferentes formas de
literatura que hicieron que la lírica árabe tradicional derivara en este nuevo tipo
de poesía: la moaxaja (Apoloybaco, 2012).
La nueva forma de poesía, la moaxaja, es un poema estrófico en árabe
clásico de diferentes tipos de versos cortos con ritmo cambiante al que se añadió
estribillos y expresiones populares en árabe vulgar. En Al‐Andaluz las moaxajas
eran una clase literaria muy popular y los fueron elaborados durante los siglos
XI, XII y XII, según dice fue Muqadamm ibn Mu’safa (un poeta ciego de Cabra), el
que fue responsable de su creación en 912 en Córdoba.
Gómez (1952) pretende que la moaxaja consiste en cinco o siete estrofas
monorrimos, siempre divididas en dos partes por la rima: una con rimas
independientes, llamada bayt, otra con rimas comunes a todo el poema, llamada
qufl. La introducción está constituida de versos de rima común que se siguen por
las diferentes estrofas que se acaban por el qufl que repite esta rima común.
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En el caso de que hay un qufl antes de las estrofas, se llama matla o
preludio; si falta el qufl precedente a las estrofas, recibe el nombre de agra (o
acéfala). En la última estrofa, del poema el bayt es seguido por un breve texto
escrito en estilo directo. Esta coplilla final es la famosa jarcha.
Si estas jarchas no están escritos completamente en el árabe, al menos
contienen unas voces románicas y expresiones populares en árabe vulgar. Un
ejemplo del modelo de una moaxaja se presenta bajo estas líneas:
AA (matla)
BBB (bayt)
AA (qufl)
CCC (bayt)
AA (qufl)
DDD (bayt)
AA (qufl)
EEE (bayt)
AA (jarcha)
En el caso de que la jarcha está en romance, está escrito en Aljamía, la
escritura con caracteres árabes para transcribir las lenguas romances. Los
distintos ‘arabismos’ en los versos romances hacen que es muy difícil
descifrarlos. Hoy en día aún existe mucha polémica sobre la procedencia de las
jarchas: se discute entre otras cosas si quizás sea más cierto decir que estuvieron
escritos en árabe vulgar en lugar del romance. Sea como sea, la moaxaja es un
poema de forma híbrida: una mezcla de la poesía romance y la poesía árabe. Y es
de esta mezcolanza de la que podemos deducir algunas de las características del
mozárabe.
El término ‘jarcha’ significa ‘finida’ en el árabe. Fue Samuel Stern que en
1948 descubrió las jarchas en las moaxajas hebreas. Por el momento se han
encontrado 59 jarchas que forman el remate de las moaxajas y datan del siglo XI
(según dice doctor en Filología Pérez Rosado, acaso en 1042) y se consideran
como la primera forma de lírica romance. Como señala Pérez Rosado, es posible
encontrar la misma jarcha en distintas moaxajas. Eso puede ser consecuencia de
ser la base sobre la que construye la moaxaja; la composición entera se considera
como presentación de estas coplillas en romance o en árabe vulgar que sirven
como el fin.
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Según afirman los estudios de Gómez (1950) y Stern (1955) la moaxaja es
posterior a la jarcha y la jarcha es de distinto autor. Esta teoría se base en el
hecho de que el tema de la jarcha varía del de la moaxaja: las moaxajas eran
poemas designadas para un benefactor, mientras que las jarchas contienen por
lo general el lamento de una joven enamorada por la ausencia del amante.
Como anteriormente mencionado, la moaxaja surgió como género
literario en España en el siglo XI, sin embargo según dice Dronke (1978) no hay
que suponer que estos estribillos fueran por aquel época ninguna novedad.
Dronke señala que desde el siglo VI hasta el siglo IX los concilios de la Iglesia
objetaron contra las canciones amorosas o lascivas, y sobre todo contra las
canciones de las mujeres. Sin embargo esto no quiere decir que estas canciones
no existieran. Los temas son fáciles de comprender y como llegó a afirmar el
estudio de T. Frings (1949), se encuentran en canciones de todos tiempos y de
cualquier pueblo.
Dronke señala además que se encuentran los temas y la entonación de las
jarchas en unas canciones amorosas egipcias que datan del siglo II antes de
Cristo, y en Pompeya hay algunos textos amorosos entre los antiguos graffiti, que
parecen expresar la perspectiva femenina.
Las jarchas son composiciones que están constituidas por dos a cuatro
versos y, como ya mencionado, reflejan un punto de vista femenino: un lamento
de una mujer que llama al amante. Solo en unos casos los lamentos fueron
destinados al protector del poeta (Véase unos ejemplos de las jarchas en
apéndice 2).
§1.3 La lengua mozárabe
Cuando se habla del mozárabe, parece que con este término se refiere a una sola
lengua mientras en realidad el mozárabe, como anteriormente mencionado, fue
constituido por distintos dialectos romances que la población indígena hablaba
en los territorios conquistados y que fueron influidos por medio del contacto con
los árabes.
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§1.3.1 Las características de la lengua mozárabe
A pesar de ser una lengua romance, la lengua mozárabe está escrito en alfabeto
árabe, lo que complica mucho la traducción de los documentes mozárabes. Una
de las dificultades que se encuentra al traducir del mozárabe al español, es que
en árabe no se transcriben las vocales. Además la variedad de diferentes
dialectos mozárabes causa problemas. Uno puede imaginar que estas dificultades
causan mucha polémica sobre las diferentes interpretaciones y las verdaderas
traducciones de las jarchas.
Como señala Galmés de Fuentes (1983) gracias a los documentos en
mozárabe se pueden deducir unos rasgos de esta lengua:
El grupo consonántico del latín CT se realizaba sin palatalización: /ht/ (como
en la palabra nohte ‘noche’ < nocte (m))
Se mantenían los diptongos latinos /au/ y /ai/
Los grupos consonánticos CL, FL, PL se conservaban como /kl/, /fl/ y /pl/
Las vocales tónicas e y o del latín generalmente se solían pronunciar con
diptongo (como en la palabra dueña < donna (f)), sin embargo en algunos casos
no se las pronuncian con diptongo (como en la palabra collo ‘cuello’ < collom
(m))
Se conservaba f inicial, como en los demás dialectos españoles (con excepción
del castellano)
Se realizaban g y j como /y/ (como en la palabra yana ‘puerta’ < janua (v))
En algunos casos se preservaban p, t y k intervocálico (como en las palabras
lopa ‘loba’, toto ‘todo’ y matre ‘madre’), mientras en los demás idiomas del
península sí hubo un cambio fonético (palatalización): p > /b/, t > /d/ y k > /g/
Se preservaba d en la preposición ‘a’ (como en ad matre ‘a la madre’)
Se realizaba et ‘y’ como ed
Para referir al futuro se utilizaba el sufijo –eyo (amareyo)
Para indicar los adjetivos posesivos se utilizaba mibi ‘para mi’ < mihi y tibi
‘para ti’ < tibi
En la mayoría de los casos se omitía el artículo: como rayo de sol ‘como un
rayo de sol’
11
§1.3.2 Las características de la lengua árabe
Aunque los diferentes dialectos mozárabes se distinguen el uno al otro por su
distinto dialecto original, se caracterizan por las mismos rasgos formales del
árabe. Sin embargo, muchas de estas características se hispanizaron
y
acomodaron al incorporarse en el español, esto es: los arabismos fueron
ajustados (fonológicamente) de tal modo que se integraron fácilmente en los
sistemas romances, ya que la mayoría de los fonemas del árabe no tenía
correspondencia en español. Quilis (2003) y Lapesa (1981) describen este
proceso de reajustar y acomodar en distintos campos: el campo de vocalismo y
el de consonantismo.
§1.3.2.1 Vocalismo
La fonología árabe solo contiene los tres fonemas /a/, /i/ y /u/, y, a diferencia de
las lenguas romances el árabe tiene contraste fonológico bidireccional entre
vocales breves y largas. Como muchos de los fonemas árabes no tienen nada en
común con los del español, tras adoptar las palabras árabes en los dialectos
romances muchas de aquellas palabras se conformaron al sistema vocálico
romance. Aunque unos dialectos mozárabes conservaron los diptongos ai ei, au
ou, la mayoría de los dialectos mozárabes los monoptongaron, como el
castellano, ya muy pronto en e y o. Así que carrayra (o carreira) se convirtió en
carrera; çaptáir (o sapateiro) en sabater (zapatero); yenair (o Janeiro) en janer
(‘enero’). De igual modo lauxa (o lousa) se convirtió en losa; fauchil (fouce) en
hocino (‘hoz’).
1
Toro Lillo, E. ‘’La invasión árabe: Los árabes y el elemento árabe en español’’
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006
1
12
§1.3.2.2 Consonantismo
Los fonemas árabes generalmente conservaban su carácter sordo o sonoro una
vez admitido por los dialectos romances. En cuanto a los consonantes, sin
embargo, hay unos fonemas que se asimilaron por no tener correspondencia en
castellano. Toro Lillo (2006) señala los siguientes casos que se hacen
interesante:
Las sibilantes fricativas dentales del árabe se asimilaron a las africadas
romances /ŝ/ y / / romance (escritos respectivamente como c, ç y z) ya que el
romance sólo contaba con las consonantes sibilantes /s/ sorda y /z/ sonora.
Puesto que el romance no tenía más formas de aspiración que la [ʰ], las
aspiradas árabes se acomodaron a este alófono de /f/ por lo tanto produjeron
diferentes realizaciones. Así se representaron por [h] (alharaca, alheña), o se
reemplazaron por /f/. Por consiguiente conocemos las alternancias en la
pronunciación
de
algunas
palabras
como
por
ejemplo
rahal/rafal,
alhambra/alfambra, alholi/alfoli.
En otros casos pudieron dar como resultado la /g/ o la /k/: al‐‘arabiyya se
convirtió en algarabía. En unos casos incluso llegaron a desaparecer las
aspiraciones (sobre todo la ‘ain): ‘arab > árabe, al’arif > alarife.
Las voces árabes que terminaban en vocales acentuadas eran inusitadas en la
lengua española (menos las conjugaciones de los verbos: canté, salí). Por medio
de añadir un consonante paragógica, estas formas asimilaron a los habituales
sustantivos españoles: al‐kira > alguilé > alquiler; al‐banna > albañí > albañil
En cuanto fueron adoptados en el español, los arabismos siguieron la misma
evolución fonética que el romance:
#Las geminadas se palatalizaron: an‐nil > añil
#El grupo consonántico /st/ se pasó a realizar como /s/ (escrito como c o ç):
musta’rib > moçarabe > mozárabe’ ‘ustuwan > çaguán > zaguán.
#En la mayoría de los préstamos arcaicos las oclusivas sordas intervocálicas se
realizaron como sonoras: al‐qutun > algodón.
Con el éxito de la Reconquista cristiana no sólo se exilió a los árabes sino
también su lenguaje. Filipe II firma la expulsión de los moriscos de todos los
13
reinos de España y con eso se echaron y reemplezaron muchos de los términos
árabes por términos románicos. Sin embargo según Lapesa (1981) algunos
términos ‘’se mantuvieron en el habla regional, pero la gran cantidad de ellos
que subsiste con plena vida, muchos de ellos fundamentales, caracteriza el léxico
hispano‐portugués frente a los demás romances’’ (Véase el glosario completo de
palabras
árabes
hispanizadas
en
el
sitio
de
web:
http://literaturaiesbi.wordpress.com/, unos ejemplos en apéndice 3). En el
tercer capítulo hablaré más de este tema.
14
2 SOCIOLINGUÏSTICA: LENGUAS EN CONTACTO
Esporádicamente se encuentra una lengua que se habla en una región tan aislada
donde no hay ningún contacto con hablantes de otros idiomas. Según dicen Trask
& Millar (2007) el 70 a 80 por ciento de la populación mundial es bi‐ o
multilingüe. El contacto lingüístico es un fenómeno milenario y omnipresente. El
contacto prolongado entre hablantes de diferentes lenguas históricamente ha
tenido consecuencias muy significativas para el desarrollo de estas lenguas. Por
ello las consecuencias lingüísticas del contacto lingüístico se deben en gran parte
a la historia de las relaciones sociales entre pueblos, con los factores económicos,
políticos y demográficos típicamente asociados. Como mencionado en §1.1 Al‐
Andaluz era una sociedad mayoritariamente bilingüe durante el reino árabe.
¿Pero cómo es posible que el árabe haya dejado una huella tan profunda en los
dialectos romances? Para poder responder esta pregunta hay que estudiar las
diferentes consecuencias del contacto entre dos (o más) lenguas.
Históricamente, había contacto lingüístico bajo las circunstancias de
discrepancia social como, por ejemplo a las guerras, las invasiones, el
colonialismo, la esclavitud y la emigración (forzosa). Naturalmente se han
documentado circunstancias que provocaban relaciones de relativa amistad
(como el urbanismo o el comercio) y situaciones de relativa igualdad social.
(Sorensen 1967). En algunas épocas y en algunos sitios el contacto lingüístico era
fugaz y superficial, lo cual a corto plazo pudo tener como resultado la muerte de
una lengua y la asimilación a la otra en situaciones de represión. En otros casos
ciertas situaciones históricas han desembocado a largo plazo en una situación de
estabilidad y la aceptación de una población multilingüe.
En cuanto al contacto lingüístico, en general hay dos situaciones que son
significativas para los lingüísticos: la invasión y la emigración. Según dice Sankoff
(2001) se puede establecer una Lenguaje para una Comunicación más Extensa
(Language of Wider Communication) como consecuencia de una invasión, pero
también puede ser establecido por instituciones (como la enseñanza primaria)
para estandarizar un idioma en zonas en donde las poblaciones locales se han
convertido en minorías lingüísticas dentro de una unidad política más grande.
Sankoff señala que en el caso de una invasión de un pueblo (grupo
lingüístico) por otro, un lento desplazamiento puede tener como resultado varias
15
generaciones de hablantes de dos lenguas. Por ello es muy probable que la
lengua a la que desplaza la comunidad sea influido por la lengua de la minoría
por medio de ‘la influencia del sustrato’ (Trask & Millar, 2007).
En muchos casos de poblaciones vencidas o colonizadas, el proceso de
cambio lingüístico de muy lento desarrollo puede provocar
el bilingüismo
durante varias generaciones o incluso durante unos siglos. En tal caso se habla
del bilingüismo estable; una situación que más que otras situaciones tiene la
posibilidad de resultar en lo que Weinrich (1951) llama ‘la integración
lingüística’, es decir, la aceptación de las estructuras de una lengua emisora como
elemento de la lengua receptora.
Un caso extremo de ‘influencia del sustrato’ es el desarrollo de una
lengua criolla entre los esclavos africanos llevados tras la conquista de América a
las plantaciones. Para comunicarse estos esclavos se vieron obligados a utilizar
la lengua de la potencia colonial: se adoptaron la lengua de sus conquistadores
en poco tiempo de manera forzosa.
Por otra parte, en el caso de inmigración, Sankoff señala que los recién
llegados generalmente se adaptarán a la lengua de la comunidad ya existente. En
la mayoría de estos casos se observa un proceso de rápida asimilación
lingüística. Sin embargo, hay excepciones como cuando los inmigrantes se
asientan en regiones despobladas o relativamente aisladas, y de esa manera
establecen nuevas situaciones de aislamientos lingüísticos o comunidades
relativamente estables de habla bilingües (Sankoff, 2001).
El contacto de corta duración en general ha resultado en la copia
(‘borrowing’) de léxico por las lenguas de los inmigrantes (Haugen 1955).
Ajustes más extendidos y estructurales se han documentado en lenguas que
perduraron varias generaciones (cfr. Clausing, 1986 sobre el idioma alemán y el
idioma islandés hablados en los Estaos Unidos). Sin embargo, ya que la duración
de estas lenguas de inmigrantes en general es corta, las consecuencias a largo
plazo no son muy significativas.
Según Sankoff (2001) apenas es perceptible la influencia de las lenguas de
inmigrantes sobre las lenguas a las que los inmigrantes se han desplazado,
menos cuando el número de los descendientes de específicos grupos de
inmigrantes era prominente o cuando se encontraban en una posición
16
dominante de manera que sus esquemas lingüísticas influían los de la comunidad
ya presente (en lugar de al revés). Por lo tanto es esencial la duración del
contacto: o bien la asimilación lingüística ocurre rápidamente (en este caso
generalmente solo hay una generación de contacto lingüística implicada) o bien
ocurre relativamente lento (en este caso hay más generaciones de contacto
lingüístico implicadas).
Se puede considerar todo tipo de variación y cambio dentro de una lengua
como resultado de alguna forma de contacto entre diferentes individuos o
miembros de diferentes grupos. La actitud del hablante respecto a las relaciones
intergrupales puede disminuir las consecuencias del contacto lingüístico. Así el
lenguaje es uno de los muchos símbolos que los individuos puede utilizar
estratégicamente para probar o mantener las fronteras entre grupos.
En general el contacto lingüístico resulta en la disminución de la variedad
lingüística por la extinción de muchas lenguas en tales situaciones (Wolfram,
2002).
El contacto lingüístico actualmente aún forma parte inevitable de la vida
diaria de todos los individuos, aunque tal vez no estemos concientes de eso. En
este capítulo hablaré en todo detalle sobre los anteriormente mencionadas
consecuencias del contacto lingüístico: el cambio lingüístico (copia y influencia
del substrato), el desarrollo de nuevas lenguas, la aceptación del multilingüismo
y la muerte de las lenguas.
§2.1 Cambio Lingüístico
Según su estudio Thomason y Kaufman (1988) asumen que hay dos distintos
aspectos de consecuencias lingüísticas del contacto lingüístico. El primero
aspecto es ‘la dirección de influencia’: puede ser que lengua A influya lengua B o
puede ser al revés, de ahí que hay dos direcciones de influencia y por ello puede
resultar en dos distintos procesos lingüísticos: ‘borrowing’ (copiar) y ‘influencia
del estrato’(stratum interference, shift [sustitución lingüística]).
Con el primer término se refiere a la incorporación de elementos ajenos
en la lengua materna del hablante. En este caso Lengua A presta elementos
aislados a Lengua B (y/o al revés): aquí no se mezclan las lenguas distintas, pero
los préstamos se insertan en el sistema gramatical del lenguaje objeto (receptor).
17
En el idioma hawaiano por ejemplo McColl Millar (2007) señala algunos
préstamos del Griego antiguo como ‘aeto’ (águila), que viene del Griego antiguo
‘aetos’ (águila), y ‘kau’ (verano), que viende del Griego antiguo ‘kauma (calor). Se
encuentran préstamos prácticamente en todas las lenguas. Sin embargo, las
semejanzas entre palabras o significados pueden ser puramente casualidad,
como en el caso de los onomatopeyas: ‘koekoek’ (del holandés), ‘cuculo’ (del
italiano) y ‘kukulka’ (del polaco) por ejemplo, no están relacionados
etimológicamente (de Tollenaere & de Vries, 2004). Para determinar la
naturaleza de la copia es imprescindible investigar la naturaleza del contacto,
según sugieren Thomason y Kaufman. Ellos suponen por defecto que la
intensidad del contacto pronostica la intensidad del préstamo lingüístico, y para
ilustrar ese proceso han desarrollado una tabla que muestra que cuanto más
intenso el contacto cuanto más intenso el préstamo lingüístico. La tabla se
presenta bajo estas líneas:
La escala de préstamos por Thomason & Kaufman (1988)2
Situación
1
Contacto casual
2
Contacto algo más intenso
3
Contacto más intenso
4
5
Fuerte presión cultural
Muy fuerte presión cultural
Características
préstamo léxico
poco préstamo estructural,
conjunciones y partículas adverbiales
más préstamo estructural,
preposiciones y afijos derivativos
razonable préstamo estructural*
intenso préstamo estructural**
*Significativo préstamo estructural que causa relativamente diferencias
tipológicas pocas significativas
**Significativo préstamo estructural que causa significativas diferencias
tipológicas
Con el segundo término, ‘la influencia del estrato’, se refiere a una lengua
que influye o es influenciada por otra, tanto en el campo léxico como en el campo
fonético y el campo gramatical. Un superstrato es la lengua de mayor prestigio
mientras que un sustrato es la lengua de menos prestigio. Los dos términos se
Véase Thomason & Kaufman (1988) para una versión más detallada de la
escala.
2
18
refieren a una situación en la que una lengua intrusa se establece, generalmente
por migración, en el territorio de otro, En el caso del superestrato, el idioma local
perdura y la lengua intrusa desaparece. En el caso del sustrato la lengua local
desaparece y la lengua intrusa perdura, en este caso, para que la lengua intrusa
perdure, los inmigrantes o bien deben de tomar la posición de una elite política o
bien deben de establecerse en número que, considerando la población local, es
significativo. Es decir, la intrusión sucede a manera de una invasión o
colonización. El Califato árabe que dio lugar a las lenguas mozárabes en la
península Ibérica es un buen ejemplo del caso del superstrato: los árabes
tomaron la posición de una elite política por lo cual gran parte de la población
local se fue forzada a incorporar en su propio dialecto romance por lo menos
unos rasgos del idioma de los intrusos.
En el caso de superstrato entonces típicamente hay relaciones asimétricas
entre los distintos grupos lingüísticos con la adquisición forzosa de la lengua B
(la lengua intrusa) por la lengua A (la lengua loca) en poco tiempo como
resultado. Los hablantes de lengua A sin embargo, no logran adquirir lengua B y
desembocan en B’. Los hablantes de B también cambian a B’ para comunicarse
mejor ya que será el idioma vehicular. B’ típicamente consiste en la gramática de
A y (parte de) el léxico de B: aquí sí se mezclan las lenguas distintas: B’ es
constituido por B en el sustrato de A (la base gramatical bajo las palabras de B).
En la figura que se presenta bajo estas líneas para mostrar el mencionado
proceso, se puede considerar lengua A como los dialectos romances, lengua B
como el árabe, y lengua B’ como el mozárabe:
3
Zwart,J. (2009). Superstraatwerking. En Zwart, J., Taalverandering en
taalcontact, p. 36. Página de web consultado:
www.let.rug.nl/zwart/college/sheets/tvtc/tvtch11a.pdf
3
19
Copia (borrowing) y sustrato lingüístico ambos son dependientes de la
intensidad del contacto entre hablantes de distintos idiomas.
El segundo aspecto que indican Thomason y Kaufman es la presión
relativa que ejerce un grupo (o idioma) al otro, aquí se observa la actitud del
hablante individual con respecto a su lengua materna y la segunda lengua. La
lengua materna está en pie de igualdad con la segunda lengua o prefiere el
hablante una de las dos?
§2.2 Criollización
Un ejemplo extremo de sustrato lingüístico es el desarrollo de una lengua criolla
entre los esclavos africanos llevados tras la conquista de América a las
plantaciones, que se vieron obligados a valerse de un idioma que no era el de
ninguno de ellos, sino el de sus amos. En este caso se observan también las
relaciones asimétricas (esclavos – amos) mencionadas en el párrafo anterior, y
una adquisición forzosa de la lengua de los amos en poco tiempo (Millar & Trask,
2007).
El proceso de criollización ocurrió en el Caribe, las costas de África y el
Pacífico. Sobre la formación de las lenguas criollas existe mucha controversia:
para algunos las lenguas criollas se derivaron de un pidgin (lengua de
comunicación que no tiene nativo hablantes) , mientras que para otros estas
lenguas fueron el resultado de un sustitución lingüística (‘language shift’ [McColl
Millar, 2007]). Según Miller & Trask la criollización es un proceso muy dinámico
por el nacimiento constante de nuevos hablantes y al mismo tiempo por la
presión constante del lenguaje de que se deriva el criollo. Es decir, mientras la
lengua criolla sigue estando en contacto con unas de las lenguas de que se deriva
(las lenguas superestratas), el criollo puede sufrir un preseco de descriollización:
el fenómeno hipotético de una lengua criolla que incorpora unas características
de la lengua superestrata por lo que parece cada vez más a la lengua
superestrata (por ejemplo el criollo jamaicano que se va pareciendo más al inglés
estándar).
Este proceso puede ser mas avanzada para algunos hablantes resultando
en el continuo criollo
20
‘[…] que distingue dos estados extremos: el basilecto, la variedad criolla pura, y
el acrolecto, la variedad estándar local de la lengua modelo, con una serie
continua de mesolectos que representan la ruta seguida por un basilecto en el
proceso de descriollización.’ (Silva‐Corvalán, 2001. p. 293)
Los hablantes incluso pueden modificar su propio lenguaje a lo largo del
continuo, dependiendo del contexto o de la situación. Mufwene (2001), profesor
de lingüística en la Universidad de Chicago, propone que el continuo siempre ha
existido y que algunas lenguas criollas (como por ejemplo el inglés
afroamericano) no se derivan de un pidgin, y más bien se las deben considerar
como ‘[…] another new colonial variety of a metropolitan variety with inputs not
shared with the dialects of the White population where it was (or is) spoken’
(Mufwene en Mc Coll Millar, 2007. p. 409). Según este teoría entonces, la lengua
hablada en las colonias ya había sido una variedad durante mucho tiempo y si
eso fuera el caso, se podrían encontrar las características sintácticas de las
lenguas criollas en los distintos dialectos de la lengua estándar que la gente en
las colonias hablaba, pero esto es, según dicen Miller & Trask, muy cuestionable.
Claro que el mozárabe no es una lengua criolla, ya que no se desarrollo como
medio de comunicación entre personas con distintas lenguas maternas, sino
simplemente fue el resultado de la influencia de una lengua de mayor prestigio.
Sin embargo, el mozárabe muestra unos rasgos estructurales de una lengua
criolla, puesto que el mozárabe no consistía en una sola lengua que había
incorporado unas características del árabe, sino consiste en varias lenguas
romances que habían incorporado unas características del árabe. Ya que
incorporaron en gran parte los mismos elementos árabes, las distintas lenguas
románicas convergieron poco a poco el uno con el otro y por ello los hablantes de
distintos idiomas pudieron comunicarse el uno con el otro mejor que antes.
§2.3 La desaparición de las lenguas
Si en el año 2000 había 7000 distintos idiomas (Ethnologue 2005), se espera que
en el año 2100 solo habrá unas 600 lenguas (Krauss, 1992). La UNESCO lleva al
día el registro de todos los idiomas en peligro de extinción. Aunque podemos
deducir del pasado que los hablantes deben su bienestar en muchas ocasiones a
21
la transición a otra lengua, esta transición puede ser una gran desventaja, es
decir la perdida de diversidad cultural (Miller & Trask, 2007). El respeto para la
variedad lingüística dentro de una comunidad y con ello la aceptación del
multilingüismo podría ser una solución para contrarrestar la extinción de una
lengua.
Sin embargo, el problema es que multilingüismo (una situación en que
lengua A y lengua B están a pie de igualdad) además de una solución puede ser el
principio del fin. Así exponen Miller & Trask la situación en que cambios de
circunstancias socio‐históricas pueden provocar una diferenciación entre A y B,
lo cual puede resultar en la distribución complementaria (en este caso se usan
lengua A y lengua B en territorios separados). Pasado el tiempo se desarrolla una
actitud negativa con respecto a lengua A (estigmatización). Los hablantes
abandonan lengua A (‘language abandonment’), por lo cual A no gana nuevos
hablantes nativos lo que tiene como resultado la desaparición de la lengua y
posiblemente un idioma de marcado carácter ritual (el uso del Latín en la
parroquia por ejemplo). Este proceso también se observa en cuanto al mozárabe:
por la incorporación de arabismos (influencia del superstrato), ajustados
fonológicamente al romance, las variedades románicas se convergieron
paulatinamente el uno con el otro, dejando atrás unos rasgos propios sustituidos
por características árabes. ¿Quién sabe qué hubiera pasado con las lenguas
románicas si no hubieran reconquistado los reinos cristianos la península? ¿El
mozárabe ahora aún sería la lengua oficial de este territorio? Con la reconquista
y la expulsión de los árabes el mozárabe poco a poco desapareció, dejando unas
pocas huellas que comprueban que esta lengua muerta en algún tiempo existió.
22
3 ESTRUCTURAS DEL MOZARABE EN EL ESPANOL
El papel de Castilla fue fundamental en la lucha contra la invasión árabe, de ahí
que los Castellanos consiguieron una nueva posición durante los siglos de la
Reconquista, que nunca jamás se perdiera. A mediados del siglo XIII Castilla ya
había conquistado un territorio que cubría más que la media península. Tras el
matrimonio de los reyes católicos Ferdinand II de Aragón e Isabela I de Castilla
en 1469 y la expulsión de los últimos árabes (menos los moriscos; los
musulmanes que se convirtieron a la fe cristiana) con la caída del último reino
musulmán de la península, el reino de Granada, en 1492, Castilla prácticamente
dominaba toda la Península ibérica (Mar‐Molinero, 1997). Esta posición
dominante llevó a un prestigio inevitable de la lengua castellana, que incluso en
los territorios no‐castellanos (como Cataluña y Portugal que en esta época
formaban parte de España) se usaba cada vez más como lengua de cultura y
administración.
Así como señala Mar‐Molinero, la posición dominante del castellano no
solo tuvo como resultado la opresión de los demás lenguas españolas como el
portugués, el catalán y el gallego, sino también la expulsión de la lengua árabe
(hablado por los musulmanes de clase alta) y de la lengua mozárabe, compuesta
por distintas variedades romances influidas por el árabe y usada como idioma
vehicular.
Mientras que se extendía el territorio reconquistado, hubo más contacto
entre los castellanos y los mozárabes y su lengua. Auque es muy probable que el
mozárabe se había asimilado al castellano modélico (español de Castilla) o que el
mozárabe se había extinguido en favor del castellano (en adelante llamado
‘español’) en el siglo XIII o XIV, en este capítulo trataré de comprobar que el
español hablado hoy en día es una mezcla del español antiguo y de los dialectos
mozárabes.
§3.1 Léxico y préstamos semánticos
En la península había hablantes que dominaban ambas lenguas, no obstante el
árabe y el español eran lenguas lingüísticamente tan diferentes que el influjo
árabe en el español se observa sobre todo en el léxico (Toro Lillo, 2006) que
había adoptado una gran cantidad de préstamos árabes. Estos arabismos
23
llegaron al español a través de la influencia árabe en las variedades romances
tras el contacto continuo entre los mozárabes y los castellanos. Como afirma
Toro Lillo, un porcentaje muy significativo de esta cantidad aun ha perdurado en
la habla cuotidiana.
Según
estimaciones,
los
arabismos
del
español
constituyen
aproximadamente el 8% del léxico total: unas 4000 palabras (Cano, 1999). La
mayoría de estas palabras son sustantivos, frente a los verbos y los adjetivos,
adverbios y preposiciones que son mucho menos frecuentes.
Según dice Rafael Lapesa (1981) los arabismos formaron al menos hasta
el siglo XVI aparte del latín la mayor parte del léxico del español y comprenden
casi todos los terrenos de la lengua: así los arabismos pueden referirse a la
ciencia, instituciones y costumbres, el urbanismo y vivienda, la vida doméstica, el
vestido, el ocio, actividades comerciales, labores agrícolas, productos minerales,
nombres de aves, deportes, la guerra, plantas, flores y a frutos (Véase apéndice 3
para algunas palabras mozárabes en español: se trata de unas palabras de origen
árabe, ajustados (fonológicamente) de tal modo que se integraron fácilmente en
los sistemas romances, que hoy en día se encuentran en la habla español). Es
muy notable la enorme cantidad de los préstamos árabes referidos a la
agricultura. Sin embargo no es muy sorprendente ya que los árabes realmente
fueron renovadores en cuanto al cultivo y regadío. Y ya que la cetrería era uno de
los deportes favoritos de los árabes muchas rapaces les deben sus nombres
árabes a ellos (Toro Lillo, 2006). Además encontramos una gran cantidad de
arabismos que se refieren a la guerra, eso tampoco es muy sorprendente
considerando las luchas entre los cristianos y los musulmanes. Algunos
arabismos ni siquiera
se remontan a origen árabe. Toro Lillo indica unas
palabras del sánscrito, del griego y del persa, por consiguiente los árabes en este
aspecto, como en tantos otros campos, eran transmisores de cultura.
En el español también hay palabras y expresiones románicas en cuanto a
forma y origen, sin embargo (parcialmente) son arabizadas en cuanto a su
significado. Toro Lillo da un buen ejemplo de estos llamados calcos semánticos:
la palabra ‘infante’ (niño de corta edad) que pasó a significar ‘hijo de noble / rey’
apoyándose en la palabra árabe ‘walad’ (hijo, niño, heredero al trono). Esto
también se ve en la palabra ‘hidalgo’ o ‘fildalgo’ (soberano) derivado de hijodalgo
24
(aquí ‘hijo’ se relaciona con la palabra árabe ‘ibn’ que significa ‘descendiente de
primer grado’). Otros ejemplos que da Toro Lillo son casa y lámina que
respectivamente pasaron a significar ciudad y lámina.
Además el árabe influenció expresiones como ‘si Dios quiere’, ‘Dios le
guarde’ u ‘ojalá’, derivadas del árabe ‘Insh’allah’ (Penny, 2002); y expresiones
como ‘olé’ (del árabe ‘wa’llah’). Es muy probable que haya mucho más
interjecciones españoles que realmente son de procedencia árabe.
§3.2 Morfología y fonología
En cuanto a la morfología se observa la influencia árabe sólo en unos aspectos, ya
que el árabe no ha dejado mucha influencia en este campo. Así observamos la
anteposición de ‘al‐‘ en algunos sustantivos españoles. Tras la fusión de este
artículo árabe con el lexema del sustantivo se añadieron artículos romances:
álgebra, alcoba (Kaye, 2005).
En árabe el sufijo que se llama ‘nisba’ se aplica en muchos casos para
formar gentilicios. Se forman por medio de añadir el sufijo –i (masculino) o –iyya
(femenino) al sustantivo. Este tipo de adjetivos para denotar el origen de las
personas o cosas fueron incorporados al español, así encontramos hoy en día
‘marroquí’, ‘yemení’ y ‘marbellí’, y en el siglo XIII incluso se usaba el término
‘alfonsí’ para indicar todo lo relativo a Alfonso X (Toro Lillo).
Según Erichsen (2006) el árabe nos ha dejado la preposición ‘hasta’ (del
árabe ‘hatta’), y en cuanto a los prenombres y indefinidos el español ha tomado
del árabe las palabras ‘fulano’ (alguien) y ‘mengano’, respectivamente de ‘fulan’
(alguien) y de ‘man kano’ (el que se).
En el campo de la fonología sin embargo, la influencia árabe es
prácticamente insignificante.
‘’Todos los estudios realizados sobre correspondencia de fonemas de una
lengua a la otra han resultado negativos: los respectivos sistemas fonológicos
fueron siempre impermeables el uno al otro’’ (Cano Aguilar 1999).
Según afirma Cano en la suposición citada, en español no existe ningún fonema
que se derive del árabe. Sin embargo, Lapesa (1995) señala que la incorporación
25
de arabismos en español puede haber tenido efecto sobre la frecuencia de
ciertos tipos de acentuación: así aumentó la cantidad de palabras que llevan el
acento tónico en la penúltima sílaba (como por ejemplo mudéjar; gárgol; elíxir;
almogávar; secácul; zéjel) y las que llevan su acento tónico en la antepenúltima
sílaba (como por ejemplo jámila; jácara; místico; guájara; guájete; cárabe;
dársena). Además se incrementaron las palabras polisílabas como en alcachofa,
acémilas, etc. (Véase apéndice 3 para unos ejemplos de arabismos en español).
Hay estudios que afirman que el uso de la consonante fricativa sonora [h]
y la sustitución de [ʃ] por [tʃ]‐, que se consideran ahora como características del
dialecto andaluz, también son consecuencias del contacto con los árabes, así
encontramos por ejemplo achacar [atʃakar] y babucha [babutʃa](Penny, 2002;
Schroten, 3005).
§3.3 Toponimia
Como ya mencionado otro de los campos en los que se deja notar la influencia
árabe es el campo de la toponimia: en la península ibérica, sobre todo en el sur,
se encuentran en abundancia los topónimos de origen árabe. La emigración de
los mozárabes hacia el norte explica por qué encontramos los topónimos árabes,
aunque con menor intensidad, también en el noroeste y el norte, zonas que no
estuvieron por mucho tiempo bajo el dominio árabe. En su investigación Toro
Lillo describe seis características de los topónimos de origen árabe, que son las
siguientes:
En general, los topónimos tienen un significado descriptivo: La Mancha (<
mandza «altiplano»), Alcalá y Alcolea (< alqalat «el castillo»), Medina (< madinat
«ciudad»), Iznajar (< hisn «lugar fortificado»), Algarbe (< algarb «el poniente»),
Rábida, Rápita (< ribat «convento militar»).
Abundan los que consisten en una combinación de palabras, así que la palabra
árabe wadi ‘río’ produjo topónimos como Guadalquivir (río grande), Guadalén
(río de la fuente), Guadalajara (río de las piedras).
Muchos de ellos tienen por segundo elemento un nombre personal como
Medinaceli (ciudad de Selim) y Calatayud (castillo de Ayub), o Benicasim (hijos
de Casim) en que podemos distinguir la palabra árabe ibn (‘hijo de’).
26
Existen unas formas intermedias (mixturas de palabras árabes y romances)
como Guadalcanal (río del canal) o Guadalupe (río de lobo).
En cuanto a la toponimia, el articulo árabe ‘al’ también puede fusionar con el
sustantivo para formar topónimos. Así conocemos: Almonaster (del latín
mansterium) o Alpuente (del latín portellum).
Propio al mozárabe es la transformación de /a/ en /e/ o /i/. Esto puede
explicar la existencia de topónimos como Sevilla (Hispalis > Isbillia > Sevilla).
§3.4 ¿Influencia directa o indirecta del árabe?
Ahora nos queda la cuestión si el español fue influenciada por el árabe de
manera directa o indirecta. Es decir, ¿los rasgos árabes que encontramos en el
español actual se derivan del árabe o del mozárabe? En el último caso los rasgos
árabes ya fueron ajustados fonéticamente al sistema romance antes de ser
incorporado por el español.
El mozárabe básicamente era un conjunto de lenguas romances con una
gran cantidad de préstamos lingüísticos del árabe. Estos préstamos fueron
ajustados fonéticamente al modelo romance, ya que, como hemos visto, algunos
consonantes no se toleraban en los dialectos romances así como los vocales
tónicas en la última sílaba de una palabra: al‐kira > alguilé > alquiler (como
hemos visto en §1.3.2.2). Según Schroten (2005) la articulación de ‘j’ en ‘mujer’ y
‘bajo’, realizados como [x] (lo cual es peculiar en la región lingüística románica),
tiene mucho parecido con el árabe, puesto que tiene unos alófonos que parecen a
[x]. Sin embargo, como dice Schroten esta articulación en español tampoco se
debe al árabe, dado que el cambio de [š] a [x] tuvo lugar en el siglo XIV, después
de la expulsión de los árabes. Podemos concluir por tanto que el español no
incorporó ningún fonema árabe, y son las palabras árabes modificadas según el
modelo romance que encontramos hoy en día en el español actual. Es decir, los
‘arabismos’ en el español son las huellas del mozárabe, por lo tanto quizás sea
más cierto decir que son ‘mozárabismos’.
En cuanto a los préstamos árabes además cabe destacar que, en las zonas
en el norte de la península que nunca fueron conquistadas o que solo estuvieron
poco tiempo bajo dominio árabe, también encontramos huellas del árabe
(Schroten, 2005). Según la sociolingüística esto no sería posible, puesto que los
27
inmigrantes árabes no tomaron la posición de una elite política en el norte, y
tampoco se establecieron en número que, considerando la población local fuera
significativo. Entonces, ¿cómo llegaron los rasgos árabes en las hablas de las
poblaciones del norte de la península? La respuesta es simple: debido a la
migración de los mozárabes hacia al norte en épocas de represión de esa
población por la clase alta (los árabes). De esta manera los mozárabes llevaron
su lenguaje al norte e influyo las hablas de ahí.
Por tanto, evidentemente el árabe buscó su camino al español con la
ayuda del mozárabe, es decir, de manera indirecta.
28
5 CONCLUSION
Con la llegada de los conquistadores en 711, además de las costumbres y los
hábitos, trajeron consigo también un nuevo idioma que no parecía en nada a las
lenguas románicas habladas en la península: el árabe. Ya que el árabe pasó a ser
la lengua de cultura y lengua oficial de Al‐Andaluz, las varias lenguas románicas
fueron influenciadas por este árabe andaluz. El conjunto de estas lenguas
romances influenciadas por el árabe habladas en Al‐Andaluz posteriormente se
llamaría el mozárabe. Ya que el epicentro del dominio árabe fue en la España
meridional, la influencia del mozárabe (y por lo tanto del árabe) obviamente es
más considerable en las lenguas habladas en el sur de España que en las del
norte.
La lengua española hablada hoy en día (también conocida como el
castellano), primero apareció en el Reino de Castilla, que durante este período
estuvo bajo dominio árabe. Así que, esta lengua fue influenciada por el árabe
prácticamente desde que nació.
Durante más de siete siglos los árabes estuvieron en España, y durante
este tiempo las distintas lenguas existieron el uno junto al otro. Siete siglos
constituyen un período lo suficientemente adecuado, es decir varias
generaciones, como para que se deje una profunda huella en cuanto a la
influencia lingüística. Tanto en el campo artístico como en el campo literario, el
árabe era la lengua preferida: el árabe fue empleado como lengua de expresión
intelectual. Sin embargo el español como vehículo de comunicación hizo gran
competencia a esta lengua de prestigio, por lo cual el español no desapareció. No
obstante, el influjo de términos y calcos semánticos del árabe ya habían influido
e infiltrado en la lengua española de manera tan sensible que ahora aún lo
podemos observar (aunque no tengamos una noción sobre esa presencia). El
vocabulario español actual cuenta con aproximadamente 4000 palabras de
origen árabe (con sus correspondientes modificaciones), topónimos y
expresiones árabes y posiblemente la frecuencia de ciertos tipos de acentuación
también lo debemos del árabe.
En esta tesis he tratado de evidenciar la influencia del mozárabe en el
español. Según los resultados que he sacado de las fuentes literarias puedo
concluir que la influencia árabe en el español fue decisiva. En mi opinión es
29
importante que los hispanohablantes se den cuenta del impacto que ha tenido la
lengua (moz)árabe en la lengua española ya que de esa manera pueden entender
mejor la relación lingüística y las repercusiones históricas y culturales que le
acompañan. Pero eso es estudio completamente diferente.
30
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Genetic Linguistics. Berkeley: University of California Press.
Tollenaere, F. de & Vries, J. de (2004). Etymologisch woordenboek. Utrecht: Het
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Toro Lillo, E. (2006). La invasión árabe: Los árabes y el elemento árabe en español.
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Weinreich, U. (1951). Research problems in bilingualism, with special reference to
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Zwart,J. (2009). Shift: Substraatwerking. En Zwart, J., Taalverandering en
taalcontact,
p.
36.
Página
de
web
consultado:
www.let.rug.nl/zwart/college/sheets/tvtc/tvtch11a.pdf
34
7 APÉNDICES
§7.1 Apéndice I: mapa de Al‐Andalus (el Califato de Córdoba)4.
Página de web consultado: http://faculty‐staff.ou.edu/L/A‐Robert.R.Lauer‐
1/span4313cap3.html
4
35
§7.2 Apéndice 2: Unas jarchas transliteradas de caracteres árabes a grafías
latinas y interpretadas5
5
Stern, S.M. (1953). Some textual notes on the romance jaryas", Al-Andalus, 18, p.
133-140.
36
§7.3 Apéndice 3: palabras en español de origen mozárabe6
A Abacero‐a; abadí; abalorio; abarraz; abasí; abelmosco; abencerraje; abenuz;
abismal; acafelar; acebibe; acebuche; aceche; aceifa; aceite; aceituna; aceituní;
acelga; acémila; acemite; acenefa; aceña; acequia; acerola; acetre; aciar; acíbar;
acicalar; acicate; acidaque; acimut; ación; acirate; acitara; acólcetra; achacar;
achaque; adafina; adalid; adaraja; adarga; adárgama; adarme; adarvar; adarve;
adeza; adefera; adehala; adelfa; adema; adepto‐a; ademe; adermar; aderra;
adiafa; adivas; adive; adobe; adoquín; ador; adra; aduana; aduar; adúcar; adufa;
adufe; adul; adunia; adutaque; afice; aguajaque; agüela; ajabeba; ajaquefa;
ajaraca; ajarafe; ajebe; ajedrea; ajedrez; ajenuz; ajimez; ajomate; ajonjolí; ajorca;
ajorrar; ajuagas; ajuar; al‐; Alá; alacena; alacet; alacrán; aladar; aladroque; alafa;
alafia; alahílca; alajor; alajú; alama; alamar; alambique; alambor; alamín; alamud;
alaqueca; alárabe; alarde; alarido; alarife; alarije; alaroz; alaroza; alatar; alatrón;
alazán‐a o alazano‐a; alazor; albacara; albacea; albacora; albadena; albahaca;
albahío‐a; albaida; albalá; albanar; albanega; albaníl; albañal; albaquía; albarán;
albarazo; albarda; albardán; albardín; albaricoque; albarrada; albarrán;
albarrana; albarsa; albatoza; albayalde; albedrío; albéitar; albenda; albengala;
alberca; albihar; albitana; alboaire; albogue; alboheza; albohol; albollón;
albóndiga; albórbola; alborga; albornía; albornoz; alboronía; alboroque;
alborozo; albotín; albricias; albudeca; albufera; albur; alcabala; alcabor; alcabtea;
alcacel; alcaduz; alcafar; alcahaz; alcahuete‐a; alcaicería; alcaide; alcalde; álcali;
alcaller; alcamiz; alcamonías; alcana; alcaná; alcancía; alcándara; alcandía;
alcandora; alcanería; alcanfor; alcántara; alcaparra; alcaraván; alcaravea;
alcarceña; alcarchofa; alcaría; alcarraza; alcartaz; alcatara; alcatenes; alcatifa;
alcatraz; alcaucí o alcaucil; alcaudón; alcavela; alcazaba; alcázar; alcazuz; alcoba;
alcohela; alcohol; alcoholar; alcolla; alcor; alcora; Alcorán; alcorcí; alcorque;
alcorza; alcotán; alcotana; alcrebite; alcroco; alcubilla; alcuña; alcuza; alcuzcuz;
alchub; aldaba; aldea; aldiza; alefriz; aleja; alejija; alema; alerce; aletría; aleve;
aleya; alfaba; alfábega; alfadía; alfaguara; alfahar; alfaida; alfajeme; alfalfa;
alfaneque; alfanje; alfaque; alfaqueque; alfaquí; alfaquín; alfar; alfaraz; alfarda;
alfardón; alfareme; alfarje; alfarnate; alfarrazar; alfaya; alfayate; alfazaque;
alféizar; alfeñique; alferecía; alférez; alferraz; alferza; alficoz; alfil; alfilel; alfinge;
alfitete; alfiz; alfolí; alfombra; alfóndega; alfonsario; alforfón; alforja; alforre;
alforrocho; alforza; alfóstigo; alfoz; algaba; algaida; algalia; algar; algara;
algarabía; algarivo‐a; algarrada; algarroba; algavaro; algazafán; algazara; algazul;
álgebra; algodón; algorfa; algoritmo; algorza; alguacil; alguaquida; alguaza;
alhadida; alhaite; alhaja; alhamar; alhamel; alhamí; alhandal; alhanía; alhaquín;
alharaca; alharma; alhavara; alhelí; alheña; alhinde; alholva; alhorí; alhorre;
alhorría; alhucema; alhuceña; alhurreca; aliacán; aliara; alicante; alicatar; alicate;
alidada; alifa; alifafe; alifara; alijar; alimara; alioj; alizace; alizar; aljaba; aljabibe;
aljama; aljamía; aljaraz; aljarfa; aljébana; aljerife; aljibe; aljofaina; aljófar; aljofifa;
aljor; aljorfe; aljuba; aljuma; almacabra; almacén; almacería; almáciga; almadén;
almádena; almadía; almadraba; almajar; almajara; almalafa; almanaca;
almanaque; almancebe; almarada; almarbate; almarcha; almarjo; almaro;
Página de web consultado:
http://www.juntadeandalucia.es/averroes/ies_boabdil/departamentos/vocab‐
arabe.htm
6
37
almarrá; almarraja o almarraza; almártaga; almástica; almatroque; almazara;
almazarrón; almea; almejía; almenara; almez; almíbar; almicantarat; almijar;
almijara; almijarra; almimbar; alminar; almiraj, almiraje o almiral; almirez;
almizate; almizque; almocadén; almocafre; almocárabe o almocarbe; almoceda;
almocrebe; almocrí; almodón; almófar; almofariz; almofía; almofrej; almogama;
almogávar; almohada; almohade; almoharrefa; almoháter o almohatre;
almohaza; almojábana; almojama; almojarife; almojaya; almona; almoneda;
almora; almoraduj o almoradux; almorávide; almorí; almotacén; almotalafe;
almotazaf o almotazán; almozala o almozalla; almud; almudí o almudín;
almuecín; almuédano; almunia; aloque; aloquín; alpargata; alpatana; alporchón;
alquequenje; alquería; alquermes; alquerque; alquez; alquezar; alquibla; alquicel
o alquicer; alquiler; alquimia; alquinal; alquitara; alquitira; alquitrán; alrota;
altabaca; altamía; altramuz; alubia; aludel; aluquete; alloza; amán; ámbar; ámel;
amén; amín; amir; amirate; amirí; anacalo‐a; anacora; anafaga; anafalla o
anafaya; anafe; anaquel; andorga; andorra; anea; anejir; anfión; anoria; anorza;
anúbada; anúteba; añacal; añacea; añafea; añafil; añagaza; añascar; añazme;
añicos; añil; arabí; arabía; arar; arbellón; arbollón; archí; argamandel; argamula;
argán; argel; argolla; arguello; árguenas; árgueñas; arije; arimez; arjorán; arnadí;
arrabá; arrabal; arracada; arráez; arrayán; arrecife; arrejaque; arrelde; arrequife;
arrequive; arriate; arriaz; arricés; arroba; arrobda; arrocabe; arrope; arroz;
áscar; áscari; asequi; asesino‐a; asma; atabaca; atabal; atabe; atacir; atafarra;
atafea; atahona; atahorma; ataifor; ataire; atalaya; atalvina; atambor; atanor;
atanquía; ataquizar; ataracea; atarazana; atarfe; atarjea; atarraga; atarraya;
ataúd; ataujía; ataurique; atifle; atijara; atíncar; atoba; atoque; atracar; atríaca o
atriaca; atún; atutía; auge; aulaga; avería; ayatolá; azabache; azabara; azacán‐a;
azacaya; azache; azafate; azafrán; azahar; azalá; azamboa; azándar; azanoria;
azaque; azaquefa; azar; azarbe; azarcón; azarja; azarnefe; azarote; azófar; azofra;
azogue; azolvar; azor; azorafa; azote; azotea; azúcar; azucarí; azucena; azud;
azufaifa; azul; azulaque; azulejo; azúmbar; azumbre.
B Babismo; babucha; badal; badán; badana; badea; badén; bagarino; bahaísmo;
baharí; baladí; balaj; balate; balda; baldar; balde; baño; baraca; barbacana;
barcino‐a; barda; bardaje; barragán; barrio; bata; batán; batea; baurac; bayal;
baza; beduino‐a; belez; bellota; ben; benimerín; benjuí; berberí; berberís;
beréber o bereber; berenjena; bezaar; bocací; bodoque; bófeta; bórax; borní;
boronía; botor; bulbul; burche; buzaque.
C Cabila; cachera; cadí; cadira; café; cáfila; cafiz; cafre; caftán; caimacán; cala;
calafate; calahorra; cali; cálibo; califa; calilo‐a; cambuj; camocán; canana;
cáncana; cáncano; cande; canfor; canon; caraba; cárabe; cárabo; caracoa;
caramida; caramuzal; caravana; carcajada; carcax; carme; carmesí; carraca;
carrafa; cártamo; casida; catán; catifa; cazurro‐a; cazuz; cebtí; ceca; cedoaria;
cegatero‐a; cegrí; ceje; celemí; cenacho; cendolilla; cenefa; cení; cenia; cequí;
cequia; cerbatana; cero; cetís; ceutí; cianí; cibica; cica; cicalar; cicatear; cicatero‐
a; ciclán; ciclar; ciclatón; cid; cifaque; cifra; címbara; cimboga; cimitarra; circón;
citara; civeto; coba; cofa; cohol; coima; coime; colcótar; cora; corbacho; corma;
cotonía; cozcucho; cubeba; cúfico‐a; cunacho; cúrcuma; curdo‐a; cuscuta; cuzcuz;
chafarote; chaleco; charrán; cherva; chifla; chiísmo; chilaba; chirivía; chisme;
chivo; chupa.
38
D Dado; daga; dahír; daifa; dante; darga; dársena; daza; derviche; descafilar;
destartalado‐a; dey; dinar; dirhem; diván; dolame; dula
E Edrisí; ejarbe; elche; elemí; elixir o elíxir; embarazar; embelecar; engarzar;
enjarje; enjeco; escabeche; escafilar; escaque; escarlata; escazarí; espinaca;
exarico.
F Fadrubado‐a; falagar; falca; falúa; faluca; falleba; fanega; faquir; faranga; farda;
fardacho; farnaca; farota; fatimí; felús; feseta; fetua; fez; fideo; filelí; foceifiza;
fodolí; fonda; foz; fulano‐a; fustal; fustete.
G Gabán; gabela; gacel; gacela; gafetí; galacho; galanga; galbana; gálibo; galima;
gandul‐a; garama; garbino; gardacho; gárgol; garrama; garroba; gilí; gomer;
granadí; grisgrís; guadamecí; guájara; guájete; ¡gualá!; guarismo; guata; guifa;
guilla; guitarra; gumía; gurapas.
H Habiz; habús; hacino‐a; hachís; hadruba; hafiz; ¡hala!; hálara; hamudí;
harambel; harbar; harca; harén; harma; harón‐a; hasaní; hasta; hazaña; hégira;
hobacho‐a; ¡hola!; hoque; horro; hurí.
I Imam; imela; islam.
J Jabalí; jabalón; jabeca; jábeca; jabeque; jabí; jácara; jácena; jadraque; jaez;
jaguarzo; jaharí; jaharral; jaharrar; jaique; jaloque; jametería; jámila; japuta;
jaque; jaqueca; jáquima; jara; jarabe; jaraíz; jareta; jaricar; jarifo‐a; jarquía; jarra;
jatib; jazarino‐a; jazmín; jebe; jedive; jeliz; jemesía; jeque; jerbo; jergón; jerife;
jeta; jifa; jineta; jinete; jirafa; jirel; jofaina; jofor; jorfe; joroba; jorro; josa; jota;
juba; judía; julepe; jurdía
K Kabila, kermes
L Laca; lairén; lapislázuli; latón; laúd; lebeche; lebení; leila; lelilí; lima; limón.
M Macabro‐a; macsura; madraza; magacén; maglaca; maharón‐a; maharrana;
maimón; majzén; mameluco; mamola; mandeísmo; mandil; maquila; marabú;
maravedí; marcasita; marchamo; márfega; marfil; marfuz‐a; margomar; marjal;
marlota; marojo; maroma; marrano‐a; marras; marroquí; masamuda; máscara;
matafalúa; mate; matraca; matula; mauraca; mazarí; mazmodina; mazmorra;
mazorral; meca; mehala; mengano‐a; mercal; metical; mezquino‐a; mezquita;
mihrab; miramamolín; místico; mogataz; mogate; moharra; moharracho;
mohatra; mojí; momia; mona; monfí; mono‐a; morabito; moraga; motacén;
mozárabe; mudéjar; muftí; mujalata; muladí; mulquía; muslim o muslime.
N Nabí; nácar; nácara; nadir; nádir; nafta; nagüela; naife; naranja; narguile;
natrón; nazarí; nenúfar; nesga; noca; noque; noria; núbil; nuca.
O ¡Ojalá!; ojaranzo; ¡olé!; olíbano; omeya; oque (de); orozuz; orzaga; otomano‐a;
¡ox!.
39
P Paraíso
Q Quermes; quilate; quilma; quina; quintal; quiosco; quirate.
R Rabadán; rabal; rabazuz; rabel; rábida; rafal; rafe; ragua; rahez; ramadán;
rambla; ranzal; rasmia; rauda; rauta; razzia ; real; rebato; rebite; recamar; recua;
redoma; regaifa; rehala; rehalí; rehén; rejalgar; requive; res; resma; retama;
rincón; robda; robo; romí; ronda; ronzal; roque; rubia; ruc.
S Saboga; saetía; saharaui; sajelar; salema; salep; sampaguita; sandía; sarilla;
sarraceno‐a; sebestén; secácul; sena; sera; serafín; siroco; sofí; sófora; solimán;
soltaní; sorbete; sufí; sultán; sura.
T Tabal; tabaque; tabefe; tabica; tabique; taca; tafurea; tagarino‐a; tagarnino;
tagarote; taha; tahalí; taheño‐a; tahona; taifa; tajea; talco; talega; talvina; támara;
tamarindo; tambor; tara; taracea; taraje; tarasí; tarbea; tarea; tareco; tarida;
tarifa; tarima; tarquín; tarraya; taza; tertil; tíbar; tochibí; tomín; toronja; toronjil;
trafalmejas; truchimán‐a; trujamán‐a; tuera; tumbaga; tunecí; turbit; turco‐a;
turquí; tutía.
U Ulema.
V Vacarí; valí; valija; velmez; visir.
Y Yemení
Z Zabacequia; zabazala; zabazoque; zabila; zabra; zacatín; zafa; zafariche; zafío;
zafio‐a; zafra; zafrán; zaga; zagal; zagaya; zagua; zaguán; zagüía; zahén; zahora;
zahorí; zaida; zaino; zalá; zalama; zalamelé; zalea; zalema; zalmedina; zalona;
zamacuco‐a; zamboa; zambra; zanahoria; zaque; zaquizamí; zaragüelles; zaratán;
zarco; zargatona; zarracatín; zarzahán; zatara; zéjel; zoco; zofra; zoquete; zorzal;
zubia; zulaque; zulla; zumaque; zuna; zurrapa; zurriaga.
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