Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El as en la manga de la tele de siempre en tiempos de explosión audiovisual  

Man With Smartphone Connected To A TV Watching Video At Home. transfer video from phone to TV screen. Modern gadgets. Information transfer between devices over wifi
Man With Smartphone Connected To A TV Watching Video At Home. transfer video from phone to TV screen. Modern gadgets. Information transfer between devices over wifi
Getty Images/iStockphoto
Man With Smartphone Connected To A TV Watching Video At Home. transfer video from phone to TV screen. Modern gadgets. Information transfer between devices over wifi

"La paradoja de la elección", así lo denominó el psicólogo estadounidense Barry Schawart. A más opciones, más sentimiento de aturullamiento. Sucede en la industria audiovisual, donde hemos llegado a un escenario en el que (parece) que hay tanto para elegir que no sabemos por dónde empezar. Esta indecisión empuja a una sensación de frustración. Y, al final, terminamos todos viendo lo mismo. Especialmente, aquello en lo que inciden las insistentes estrategias de marketing de las plataformas. El resto pasa más desapercibido. Sin una gran campaña publicitaria, producciones de calidad son invisibles. Su audiencia potencial se las pierde diluidas entre tal marabunta de impactos visuales que recibimos en cada minuto.

Creemos que tenemos todo un mundo de información y entretenimiento en nuestra mano, pero también es más fácil perderse hasta desesperarse entre tanta sobreoferta. Y, como consecuencia, terminar en el terreno seguro de volver a ver 'Friends' o 'Aquí no hay quién viva'. Más rápido tirar de infalible recuerdo, pues hay que buscar atajos para simplificar la tarea de decidir qué ver. Y ahí las cadenas de televisión de siempre mantienen su fortaleza. Sus clásicas parrillas de programación siguen siendo un vistoso escaparate en el colocar las propuestas estelares. El público no tiene que esforzarse en encontrar, simplemente zapea para dejarse sorprender. Es la televisión del descubrimiento en directo, cualidad de los canales lineales clásicos, que acompañan en el día a día a la audiencia proponiendo una selección de contenidos. Programas y series que puedes recordar fácilmente en la memoria cuando están bien ordenados en una especie de vistosa vitrina, que es la parrilla del canal en cuestión.

La televisión tradicional conserva el ADN de su poderío como medio de masas que consumimos en grupo y que nos conecta con la actualidad. No compite con las plataformas bajo demanda, sus funciones son complementarias. Y se necesitan mutuamente. A los catálogos bajo demanda les viene bien aprovechar la producción nacional de las emisoras de cada país y, a la vez, sus ventanas de comunicación para visibilizar mejor sus contenidos. El prime time continúa como el gran expositor que llega a una audiencia transversal que se topa con la oferta sin necesidad de ponerse a indagar demasiado. Sólo basta una pregunta: ¿qué ponen en la tele?  O, directamente, quedarse en el canal porque en esa sintonía disfruta de 'Pasapalabra'

El problema es que las cadenas han abusado durante años de feroces técnicas de contraprogramación que han deteriorado su imagen pública. El reto y porvenir está en regresar al origen de clasificar de forma más estable su programación para que las franjas de máxima audiencia no se asocien a un batiburrillo de inestabilidad. Hay que lograr que el prime time se sienta socialmente como un pase premium de programas y series que han sido elegidos para esa ubicación porque cuentan con el sello de calidad de la propia cadena.

Sentir que disponemos de más oferta jamás es sinónimo de consumir mejor. Entre tanto estrépito y sensación de tiempo perdido, la audiencia agradece referentes de los que fiarse. Incluso que hagan por ella el trabajo de cribar lo sabroso para comer de menú entre tanta comida a 'a la carta'.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento