Fe e incredulidad

La incredulidad es la única barrera que puede impedir la acción de Dios en nuestra vida. Por eso, antes de la liberación del joven endemoniado, Jesús habló sobre la fe. Después de ser reprendido por el Señor, aquel padre, que se mostraba vacilante en su fe, fue sincero en pedir ayuda para creer de la forma como Dios determina.

(…) Pero si Tú puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos. Jesús le dijo: «¿Cómo si Tú puedes?». Todas las cosas son posibles para el que cree. Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad.

Marcos 9:22-24

Por más que el Altísimo tenga todo el poder y quiera bendecirnos, Él no nos va a dar nada si no ve en nosotros una fe firme y un espíritu dispuesto a creer.

La incredulidad estaba relacionada a la generación de aquella época. Por ejemplo, los escribas y demás religiosos, además de burlarse de la fe en Jesús, ridiculizaban a los discípulos, que no lograban expulsar a los espíritus. Por otro lado, los discípulos, después de intentarlo mucho, se vieron incapaces de liberar a aquel joven. Y el padre de este, consecuentemente, demostraba poca confianza en la capacidad de Jesús de resolver el problema. Su frase: “Si Tú puedes hacer algo” ya muestra el nivel de fe de aquel hombre.

¡Imagínese que alguien llegue delante de Quien tiene un inagotable poder, inclusive sobre la vida y la muerte, y que Le pregunte si “puede” hacer una pequeña cosa! En eso, vemos que la raíz de todos los problemas del ser humano está en la incredulidad y, a causa de esta, el diablo ha conseguido actuar y destruir a mucha gente. Hay incredulidad entre los incrédulos confesos, pero hay también mucha incredulidad entre cristianos que profesan la fe en el Evangelio. Por eso, aun conociendo tanto las numerosas promesas bíblicas, viven una vida por debajo de lo que Dios promete. Esa incredulidad ofende a Dios en Su esencia, y el hombre se torna imperdonable cuando no cree en la Palabra de Aquel que es fiel y justo.

¿Cómo no confiar en Quien no tiene variación de carácter, temperamento o poder? ¿Cómo se siente usted cuando dice una cosa y las personas que lo oyen no creen en sus palabras? Sé que eso no es una experiencia nada agradable, porque todos quieren ser tomados en serio. ¡Imagínese entonces qué afrenta es para Dios ver al hombre dudando de Él! Por otro lado, quien cree honra al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pues confía que se hará exactamente aquello que está prometido en Su Palabra.

Así, la fe es una virtud poderosa, capaz de traer la omnipotencia de Dios a nosotros. Es esta la que trae el Cielo a la Tierra. Por ese motivo, el diablo desea hacerla desaparecer poco a poco de nuestra vida. Todo el mundo posee una medida de fe dentro de sí, pues nacemos con esa capacidad de creer, incluso aquellos que dicen que no la poseen.

Aunque usted diga que su fe es frágil, es poderosa para destruir las fortalezas del diablo y cambiar el rumbo de todo lo que le ha sucedido, basta con decidir usarla. Usted puede probar su fe ahora mismo, invocando el Nombre de Jesús con el fin de recibir una respuesta para su mayor necesidad. Si deja que esa pequeña fe sea la fe que Dios busca, Él vendrá hasta usted, mostrando que es el Todopoderoso de las Sagradas Escrituras de Quien usted, tantas veces, ya oyó hablar.

Así como en una guerra física las naciones no pueden ser neutras, sino que es necesario que elijan un lado, en el campo espiritual tampoco hay neutralidad. Dios no acepta indefinición. Es Su Palabra la que muestra eso: luz o tinieblas; vida o muerte; bien o mal; santo o profano; caliente o frío; Cielo o infierno; justificación o condenación, etc. Por lo tanto, no hay posibilidad de quedarse en la columna del medio. Nadie puede ser “ni una cosa ni la otra” en la fe. Por eso, el Señor Jesús que, dígase de paso, nunca fue adepto a lo políticamente correcto ni a la hipocresía de estar dando vueltas para decir lo que se necesitaba decir, dijo vehementemente: “El que no está Conmigo, contra Mí está; y el que Conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11:23). Nuestra posición delante de Dios debe ser clara y patente: no existe “medio cristiano” o simpatizante de Jesús. O usted pertenece a Él o pertenece al diablo. O lucha por la causa del Evangelio o está contra el Evangelio.

¿De qué lado está?

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

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