La Provincia española de las Hijas de la Caridad (X)

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Autor: Pedro Vargas CM .
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LOGO HHCLa Inclusa de Madrid, (continuación). Mientras el Sr. Patriarca de las Indias trabajaba ahincadamente en dar la última mano a las nuevas Constituciones, las Hermanas de la Inclusa, de acuerdo con el P. Codina y con el valioso apoyo de la Junta de Señoras, dirigieron todos sus esfuerzos a conseguir les dejarán en paz con su tradicional modo de ser y de vivir, sin otras novedades.

El Sr. Patriarca, lejos de oponerse, se avino a satisfacer los deseos de estas Hermanas, seguro como estaba de que pronto iban a quedar anuladas todas las Hijas de la Caridad no comprendidas en su nuevo y amplio plan de reformas. Una Real Orden decía a la Superiora y Hermanas de la Inclusa lo siguiente: «En vista de los informes que ha dado el Sr. Patriarca de las Indias acerca de las discusiones que existen entre V.S. y las Hermanas de la Caridad residentes en la calle del Soldado, se ha desistido por Su Majestad del deseo de la reunión de S.S. con las citadas Hermanas y ha venido en condescender en que sigan Ustedes subordinadas, dirigiéndose por los regulares de S. Vicente de Paúl. Lo que de Real Orden participo a VV. para su inteligencia y gobierno. = Dios guarde a V. muchos años.

Palacio, 10 de marzo de 1815.

= Pedro Ceballos.

= La Superiora y Hermanas de la Caridad de la Inclusa».

Un tanto se vio amargada la alegría que esta resolución produjo en las Hermanas por la defección de dos de ellas, que se marcharon de la Inclusa y se fueron al Real Noviciado. De ello se daba por enterada la Junta de Señoras, en 31 de marzo, así como de un informe del P. Salvador Codina.

Al mes siguiente, este mismo señor enviaba un oficio con la patente de Superiora de la Inclusa a favor de Sor Rosa Grau y la Junta «acordó devolvérsela, diciendo que quedaba enterada».

Celosas las Señoras de sus pretendidos derechos sobre nombramiento de Superiora, no quisieron admitir por entonces dicha patente y con tal motivo la situación del P. Codina se hizo desairada y comprometida.

En 23 de junio Sor Rosa Grau manifestaba a la Junta la situación de la Comunidad. «Excmas. Señoras: Las Hijas de la Caridad de la Real Inclusa recuerdan a Vuestras Excelencias cómo no son más en número que once, en las cuales hay algunas achacosas, que no pueden prestarse a todas las faenas de la casa, y siendo artículo de la Contrata que sólo para la Inclusa y sin contar con el Colegio de las niñas, debe la casa mantener doce ­Hermanas y más, si fuese necesario, recurren a VV. Excmas. para que se dignen proveer lo que convenga… La más humilde súbdita. Sor Rosa Grau».

Acordó la Junta pedir al P. Segura Visitador de la Misión, las cinco Hermanas que hacían falta.

La Presidenta de la Junta de Damas Nobles, Señora Duquesa de Benavente escribió ir Izado de la Congregación, P. Segura. Y por la contestación de dicho Señor se deduce «Le en ella se inculpaba al P. Segura por el nombramiento de la nueva Superiora y se daba oras contra el P. Codina.

No supo el P. Vicario disimular y su respuesta es de una sinceridad terrible, que nos descubre los muchos sinsabores que le costaban aquellas fundaciones de Hermanas en Madrid.

«Excma. Señora = Señora de toda mi veneración y respeto. No, no soy hipócrita ni fingido doble de corazón; el mismo que tengo en el pecho tengo en la lengua, sino sencillo y Gano. Siete o nueve Hijas de la Caridad de esa Inclusa me pidieron para Superiora a la muy edificante mortificada Sor Rosa Grau; estos relevantes y buenos informes tuve, por otra parte de ella y condescendí con tan razonable petición, porque, por regla general y comúnmente hablando, conviene que la Superiora sea a gusto de las súbditas. Desagradó a V. E. la erección. Ninguna pesadumbre por esto me tomo. Sólo me cuece el sentimiento de las Hermanas. Vendrá a ese establecimiento, por ahora, Presidenta, Sor María Blanc, actual Superiora de Barbastro y que lo ha sido muchos años de Lérida y si se porta bien en su gobierno, como lo espero a su tiempo, se le enviará la formal patente; y vendrá acompañada de dos novicias, que es lo que V. E. nos pide y saldrá la referida Sor Rosa para otro establecimiento.

Cuanto antes partirá de esa Corte D. Salvador Codina, que hace tiempo suspiraba por dejarla y así me lo pidió, pero yo iba dilatando su salida porque me lo reclamaban las Hermanas; repito, saldrá cuanto antes dicho Padre y no será menester que se llegue a publicidad violenta de desterrarle, como se hizo con el inocente Sr. Murillo y así queda V. E. servida en las cosas que me pide.

Señora, nuestro Dios nos ha hecho libres y no esclavos, ni queremos ser tales; por tanto, si no temiésemos disgustar al Vicario de Cristo, que quiere defendamos los derechos de nuestra Congregación y desagradar a nuestro piadoso Monarca, a quien profesamos supremo respeto, amor y obediencia, ya hubiéramos dejado y abandonado ese establecimiento de la Inclusa, porque nos ha sido causa de innumerables disgustos y quebraderos de cabeza. = B.L.M. de V.E. su más atento servidor = Antonio Segura = Guisona, junio, 24 de 1815 = Excma. Señora Condesa Duquesa de Benavente.»

Poco después a la Secretaria, que le pedía cinco Hermanas que necesitaban, contestó el Visitador con una carta atentísima: «Excma. Señora. = Señora de todo mi respeto. Después de Dios lo que siempre se debe presuponer, a nadie más que a Vuestras Excelencias deseo complacer, dar gusto y servir y esto sin demora ni interrupción; por tanto tengo ya escrito para que vayan a esa Corte las cinco que V. E. me pide; espero en el Señor que éstas, como las que vinieron de Mallorca cumplirán exactamente sus deberes, edificarán a esa tan numerosa Villa y serán el buen olor de Cristo y estarán muy contentas, vivirán en paz y sin queja.

Suplico humildemente a VV. EE. se dignen perseverar constantemente en defender, proteger y ser como madres de esas Hijas de la Caridad, encomendadas por el mismo Dios al cuidado, vigilancia y singular bondad de VV. EE. bien aseguradas que el mismo Señor será la paga, premio, corona y gloria de los trabajos y fatigas de VV. EE. = Guisona, julio 7 de 1815 = B.L.M. de V. su más atento sincero servidor = Antonio Segura, Vicario General de la Congregación de la Misión = Excma. Señora Condesa de Castroterreño, Secretaria».

En 22 de julio volvió a escribir el P. Segura a la Junta manifestando que ya había dado órdenes para la ida de las Hermanas, «pero como los calores son tan rigurosos, me suplicaron suspendiese por ahora esta ida hasta que calmasen un poco, aflojasen y se pusiese el tiempo un poco fresco. Me pareció debía condescender por no exponerlas a trabajo y trastorno por motivo del camino no corto… Con esta ocasión, con la mayor sumisión y humildad, hago presente a V. E. que las dos, que partieron de esa Inclusa con motivo de enfermedad, Sor Lecina y su hermana Sor Basilia gastaron no poco en el viaje y otro tanto han hecho en el pobre establecimiento de Barbastro, en donde han estado bastante tiempo enfermas, por tanto, si VV. EE. se dignasen librar alguna cosilla para el reparo de dichos gastos lo estimaría mucho; esto lo pido de pura gracia y como un efecto de la innata y muy conocida bondad, largueza y liberalidad de VV. EE.».

La Junta pidió informes al Sr. Administrador para ver qué cantidad se les debía a dichas Hermanas y cuánto se les podía dar por ahora. El informe fue, que efectivamente se les adeudaba «3680 reales vellón y bien se las podría socorrer con la mitad, pero como yo ignoro la inversión que la Hermana Superiora hace del dinero que recibe de las mesadas de todas y si Sor Manuela tomó adelantado para equiparse en su viaje o lo que después le hayan enviado, me parece sería conducente para la debida inteligencia de la Junta en este asunto, que, si fuera servida, podría pedirse de su orden y por medio de V.E. noticia a la mencionada Sor Rosa Grau, quien podrá darla circunstanciada».

Con fecha 29 del mismo mes un comunicado de la Señora Presidenta de la Junta que decía a la Sra. Secretaria: Excma. Señora: Contesto al oficio de V.E. de ayer, diciendo que es cierto estuvieron en mi casa las Hermanas de la Caridad que V.E. me dice y que no las vi por mi indisposición. El Excmo. Sr. Nuncio me entregó el papel que incluyo y que pensé enviar a la Junta, pero se me pasó. Y supuesto que la Junta ha decidido ya que se suspenda la venida de la Superiora que se pidió por medio de V. E. debe escribir al Visitador, pues yo, en este asunto he sido comprometida por los informes y no es justo que me vuelva a exponer a nuevos disgustos».

El papel adjunto era la siguiente súplica de las Hermanas al Sr. Nuncio: «Excmo. Señor = Las Hijas de la Caridad, siervas de los Pobres, residentes en la Real Inclusa de esta Corte, pidieron al General de la Congregación de la Misión les diese por Superiora a Sor Rosa Grau, pensando que así convenía al bien espiritual y temporal de la Congregación. = Suplican a V.E. interponer su respetable recomendación con la Excma. Sra. Duquesa de Benavente, para que tenga a bien aprobar esta elección».

Sor Rosa, que había visto un portillo abierto para la fiscalización de la libre administración de la Comunidad, con ocasión de la carta del P. Segura, se apresuró a cerrarlo con el informe siguiente: «Excmas. Señoras: En cumplimiento del oficio que he recibido de V. E. en fecha 5 de este presente, digo que satisfizo superabundantemente nuestra Comunidad a cuanto podían justamente pretender Sor Manuela Lecina y Sor Basilia, su hermana, como está pronta la misma Comunidad a probarlo hasta la evidencia; y de consiguiente, ninguna cantidad se está debiendo de parte de la Inclusa a dichas Hermanas, ni a otra particular alguna, si no al fondo de la Comunidad. = Dios guarde a V.E. muchos años. = Madrid, 10 agosto de 1815. = Excma. Señora B. L. M. de V.E. su más humilde servidora = Sor Rosa Grau, Hija de la Caridad».

Conforme a los susodichos informes respondieron las Sras. Curadoras al P. Segura. No quiso hacerlo la Sra. Presidenta, herida como estaba por la correspondencia anterior. «La Junta de Señoras se ha enterado por la carta que escribió Vuestra Merced a la Excma. Señora Presidenta Condesa Duquesa de Benavente, en 24 de junio último, manifestándola haber nombrado por Superiora de las Hermanas de la Caridad que se hallan en esta Real Casa de ­la Inclusa a Sor Maria Blanc retirándose Sor Rosa Grau, que había sido elegida por S. M. sin los requisitos que la Junta tiene acordados con la Congregación, ha acordado acceder por ahora y sin que sirva de ejemplo para otra, que la citada Sor Rosa Grau, continúe de superiora en la Inclusa, suspendiendo la venida de Sor María Blanc.

«En cuanto a lo que se dice, en una carta sin firma de 22 de julio, de que las Hermanas pedidas no podrán venir tan pronto por la fatiga que les causarían los calores, se conviene ­la Junta gustosa a que el viaje le emprendan cuando la estación sea más templada; y en razón a los auxilios que V. E. solicita para socorro de Sor Manuela y su Hermana Sor Basilia, no puede la Junta contribuir, como quisiera, a los deseos de V. M. por los atrasos en que se halla la Inclusa. = Dios guarde a V.M. muchos años. = Madrid 12 de agosto de 1815. La salida de Madrid del P. Codina debió de ser hacia el mes de julio según había comunicado el P. Visitador. Su presencia tenía que ser poco grata a los partidarios de las innovaciones del Real Noviciado; y aún entre las Señoras, que tanto favor dispensaban a las Hermanas fieles de la Inclusa, algunas intervenciones del Misionero en cosas tan necesarias, como el nombramiento de Superiora, al ausentarse Sor Manuela, hubieron de proporcionarle rozamientos y desgaste. En el libro de «Memorias» póstumas, entre otros elogios se dice de él: «Era muy afable y cortés y por esta su pulidez había sido enviado a Madrid por asuntos de las Hermanas de la Caridad, de donde tuvo que marchar porque, por decir la verdad que algunas señoras cortesanas no podrían sufrir, supo le iban a desterrar».

6.- La ausencia del P. Codina era tanto más sensible cuanto que las Hermanas de la Inclusa, gracias a sus diligencias y al poderoso influjo de aquellas nobles Señoras, acababan de obtener un triunfo resonante, en medio de la gravísima tribulación que se estaba fraguando sobre ellas. El Gobierno había dictado una Real Orden, que colmando sus deseos y esperanzas decía así: «Accediendo el Rey a los deseos que ha manifestado la Comunidad de las Hijas de la Caridad, establecidas en la Real Inclusa de esta Corte, se ha servido Su Majestad consignar sobre el fondo de vacantes eclesiásticas la cantidad de 400 ducados anuales para la manutención de un clérigo de la Congregación de la Misión, que debe venir a esta Corte y ocuparse del ministerio de dirigir sus conciencias, con sujección a las Reglas de ambas Congregaciones. Lo que participo a VV. de Real orden para su inteligencia y satisfacción.

= Dios guarde a VV. muchos años.

= Palacio, 18 de Julio de 1815.

= Tomas Moyano.

= Sra Rectora de la Comunidad de las Hijas de la Caridad de Madrid».

De nuevo contestó el P. Segura a la Secretaria. «Lejos de querer perjudicar los derechos de esa Suprema Respetable Junta, que tiene concedidos de nuestra Congregación, quisiera ensancharlos más y más, siempre que lo exija el bien común de Instituto de las Hijas de la Caridad, que la Divina Providencia destinó para bien de la Humanidad. Así que me conformo en un todo con el parecer de esa Excma. Junta a que Sor Rosa Grau siga en su gobierno, quedando Sor María Blanc en Barbastro. Por lo que mira a la contribución, que se exigió a fin de socorrer a las Hermanas Lecina y Basilia, (que ellas nunca han pedido), supuesto que la Inclusa se halla atrasada, nada hay que decir sino que la Congregación, a pesar de los muchos gastos que ha sufrido por el bien de este Instituto, queda encargada de ayudar a su manutención, esperando que el Señor rico en misericordia, les suministrará los medios más propios para este efecto.

Luego que el Misionero de ésta haya convalecido conducirá a las Hermanas que aquí se necesitan. Ruego al Señor guarde y conserve a esa suprema respetable Junta como y también la importante vida de S.E. para bien y acrecentamiento de ese santo Instituto y juntamente disponer de la inutilidad de este más humilde Capellán que no desea sino la gloria de Dios. = Guisona 27 de agosto de 1815».

A mediados de septiembre urgía ya la Junta el envío de Hermanas a lo que contesta el P. Segura: «Excma. Sra. dueña y señora de mi mayor respeto. Están ya en camino para esa Corte las cinco Hijas de la Caridad que prometí enviar para completar el número de catorce, que está estipulado en la contrata, y así puedan ayudar a esas pobres cargadas de trabajo, por el gran número de niñas de que deben cuidar. Yo me alegro mucho de poder servir con toda puntualidad a esa respetable Junta, no solamente con afecto sino principalmente con obras, por decirlo así la gloria de nuestro buen Dios y el alto carácter de sus Excelencias, encargadas por bondad y misericordia de unas criaturas tan desamparadas. Quedo rogando al Padre de las Misericordias se digne ser la corona y galardón de los trabajos de SS. EE. = Antonio Segura = Excma. Sra. Condesa de Castroterreño, Secretaria.

Efectivamente, el miércoles 11 de octubre, salieron de Lérida en una tartana las cinco Hermanas, acompañadas por un P. Misionero. Siguiendo el camino de Fraga, Candasnos, Bujaraloz, donde tomaron como escolta dos hombres armados hasta Villafranca. Descansaron dos días en Zaragoza y siguieron por Longares, Daroca, Tortuera, Maranchón, Torremocha, Turiana -Torija (?)-, Guadalajara, Alcalá de Henares y el día 24 llegaron a su destino.

Nótese cómo, en esos largos viajes de Hermanas, solía siempre ir un Misionero que les servía de Capellán y de no pequeño consuelo en los peligros del camino. Conocemos quienes fueron en las dos primeras expediciones, los Señores Murillo y Codina. Aunque, en esta tercera, no citan su nombre los documentos, en las «Notas Biográficas» nos hablan del P. Juan Sendra, segundo Asistente y Secretario del Vicario General, quien vino a Madrid en 1815 ó 16 para tratar asuntos de la fundación de Misioneros en Valencia, y de los de las Hermanas de la Caridad. Estaba muy delicado de salud y murió santamente en la Corte el 20 de octubre de 1817. A él parece aludir el P. Segura cuando decía: «Luego que un Misionero de ésta haya convalecido conducirá las Hermanas… «Como a Santa Teresa de Jesús, en viajes semejantes, la tartana les servía de recogida celda, donde hacían sus oraciones alternadas con amenas y piadosas conversaciones. En los citados lugares pasaban la noche y al amanecer el P. Misionero les decía la Misa en la iglesia parroquial y recibían la sagrada comunión. Supónese el especial gozo santo con que lo harían en el sagrado Pilar de Zaragoza.

La primera sorpresa, sin duda agradable para aquellas Hermanas recién llegadas a la Corte. fue nada menos que la visita personal de S. M. el Rey a la Inclusa y a quien pudieron ver y saludar.

Las Excmas. Señoras Curadoras de la Inclusa, decía el acta de la Junta de 27 de octubre de aquel año, hicieron presente a S.M. por tercera vez, en la Inclusa a la que concurrieron Exmas Señoras curadoras, Vicepresidenta Marquesa de Villafranca, Duquesa de Osuna, casada y yo habiendo tenido la satisfacción de que su Majestad reconociese por sí mismo la Inclusa y Colegio, de cuyo aseo y limpieza salió sumamente complacido, dejando a los niños y niñas y demás dependiente llenos de la más respetuosa gratitud».

 

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