Azul radiante

Riviera Albanesa: qué ver en el destino playero de los Balcanes

Playas kilométricas, paisajes vírgenes y restos arqueológicos en esta escapada a uno de los países más desconocidos de Europa.

Ksamil
Foto: Shutterstock

A camino entre Oriente y Occidente, Albania es uno de los países del sur de Europa más auténticos y desconocidos. Situado en la península de los Balcanes, hace frontera con Grecia, Macedonia del norte, Kosovo y Montenegro, y sus cerca de tres millones de habitantes residen en un territorio de un tamaño similar al de la región de Galicia. Su costa es todo un festival de paisajes y playas. 

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Albania vivió durante más de cuatro décadas bajo un férreo régimen comunista que mantuvo al país aislado del mundo hasta 1991. A pesar de llevar treinta años como república parlamentaria y de desarrollar una paulatina apertura hacia el exterior -desde 2014 tiene el status de país candidato a formar parte de la Unión Europea-, aún conserva una naturaleza salvaje y sigue siendo un destino todavía poco frecuentado por el turista extranjero. ¿Su punto de partida ideal? La Riviera Albanesa, una pequeña serendipia en el suroeste del país que combina a la perfección playas, atardeceres únicos y -también- unos precios imbatibles. 

Saranda
Foto: Shutterstock

Saranda, un perfecto puerto de entrada

El trayecto en ferry desde la isla de Corfú (Grecia) hasta la ciudad de Saranda apenas dura una hora y media, pero permite al viajero familiarizarse con las aguas transparentes y de color azul turquesa del mar Jónico y una luz genuina que le acompañarán durante esta ruta. Para llegar a esta parte de la costa del “país de las águilas” -animal simbólico de la nación y presente en su bandera-, lo más común es hacerlo a través de Grecia, y una de las opciones más populares es desde Corfú, cuya ciudad vieja es Patrimonio Mundial.

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Antes de llegar al puerto de Saranda se divisa una costa escarpada con grandes montañas y un buen puñado de calas. Al desembarcar en el pequeño y concurrido puerto, el turista aprecia a simple vista una urbe algo desordenada, con un aspecto similar al de destinos costeros españoles como Benidorm, con un sinfín de edificios que escalan por la ladera. Destaca un paseo marítimo con mucha vida -sobre todo nocturna- y una playa urbana agradable, que como la mayoría de las que se ubican en la Riviera Albanesa, es de guijarros y da a un mar de aguas cristalinas.

 

Además de ser puerta de entrada al sur de Albania, Saranda es un buen punto estratégico para dormir un par de noches y visitar destinos turísticos como Butrinto o Ksamil y alquilar un coche para emprender el viaje costero. También es un lugar ideal para tomarle el pulso al país. En pocas horas se puede cambiar dinero en efectivo a leks (la moneda local) para comprobar lo barato que es comer o dormir en un hotel; arrancar las primeras conversaciones para hacerse a una idea de la personalidad de los albaneses; o darse cuenta, a través de sus calles, carreteras y edificios -es frecuente ver casas a medio construir-, de que este país balcánico continúa buscando una identidad tras el periódico comunista.

 

Butrinto
Butrinto / Foto: iStock

Butrinto a través de la historia

Los 20 kilómetros de carretera que separan a Saranda del Parque Nacional de Butrinto se recorren en 40 minutos. Que se tarde tanto tiene que ver con el estado de las carreteras albanesas puesto que en esta parte del país son estrechas y de doble sentido. Para quien esté al volante supone una buena toma de contacto con los conductores locales, habituados a adelantamientos arriesgados y a aparcar en lugares inesperados.

 

A medida que se va descendiendo hacia el yacimiento arqueológico de Butrinto, enclavado en una especie de isla bañada por el mar Jónico, las vistas son espectaculares. El paisaje lo componen una sucesión de pequeños poblados y de tierras de frondosa vegetación donde es frecuente ver a numerosas aves acuáticas, a vacas pastando o a caballos salvajes. Para acceder al yacimiento, ubicado en la otra orilla, hay que subirse a una plataforma de madera flotante impulsada por un sistema de poleas muy rudimentario. Antes, se puede visitar el castillo veneciano con forma de fuerte triangular que fue construido en el siglo XV para proteger la pequeña ciudad.

 

Con una extensión superior a las 200 hectáreas, el parque arqueológico conserva restos del pasado griego, romano, bizantino, veneciano y otomano.  Las ruinas más antiguas se remontan a la Edad de Bronce, pero la urbe como asentamiento permanente fue construida por los griegos en el siglo VIII a.C. Este impresionante museo al aire libre fue descubierto en 1920 por arqueólogos italianos y desde 1992 es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Es aconsejable ir sin prisa, pero basta con una mañana o una tarde para realizar la visita.

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Ksamil en Albania
Foto: iStock

Ksamil, albania en modo Caribe

A diez minutos en coche desde Butrinto, y siguiendo el curso de la SH81 sin cruzar de nuevo a la otra orilla, se llega a Ksamil, un pueblo construido en la década de los sesenta en un pequeño litoral que mira de frente a tres islotes a los que se puede llegar incluso a nado. También de frente y a apenas dos millas de distancia se puede apreciar la isla de Corfú.

 

Esta parte del litoral donde se ubica Ksamil, al que también se puede acceder desde Saranda -a media hora por carretera-, es el destino de playa más popular entre los albaneses y de muchos turistas extranjeros que llegan atraídos por un agua que se asemeja a la del mar Caribe. Sus playas son de arena blanca, a diferencia de la mayoría de la costa jónica de Albania, y ofrecen atardeceres únicos. Su principal inconveniente es que son privadas y de pequeño tamaño. Es obligatorio alquilar una tumbona y una sombrilla por lo que en épocas de temporada alta no es fácil hacerse con un sitio bajo el sol.

Borsch
Borsch / Foto: iStock

Borsh: seis kilómetros de playa salvaje

Para disfrutar de la Riviera Albanesa en todo su esplendor hay que desplazarse hasta Borsh, a poco más de una hora en coche desde Saranda. Si el viajero llega a esta población durante el atardecer va a quedar embelesado con la puesta de sol que se divisa desde la SH8. Esta carretera discurre a lo largo de más de 100 kilómetros por la costa jónica entre acantilados, montañas enormes y vistas al increíble azul del mar hasta toparse con el puerto del Parque Nacional de Llogara, punto geográfico que marca la separación con la costa adriática.

 

La playa de Borsh es la más larga de toda la Riviera, con seis kilómetros de longitud. Es de guijarros y no es necesario alquilar una tumbona y una sombrilla como sucede en otros puntos del litoral. Ideal para pasar uno o dos días de playa, sin el barullo nocturno y apelotonamiento de hoteles y edificios de otras poblaciones. Tiene un paseo marítimo donde se suceden restaurantes pegados a la playa y en los que sirven platos de marisco tradicionales de la zona como el pulpo a la brasa, los mejillones, calamares a la parrilla o pasta con frutti di mare -la influencia italiana también está muy presente en la gastronomía albanesa-.

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Porto Palermo
Porto Palermo / Foto: Shutterstock

Porto palermo entre fortalezas

Siguiendo hacia el norte, la carretera permite dejar el automóvil en varios miradores para contemplar la costa desde lo alto. Las vistas son impresionantes. Un poco más adelante, es posible divisar varios búnkeres de hormigón situados en la parte de la ladera que da al mar. El dictador comunista que dirigió el destino de Albania durante cuarenta años, Enver Hoxha, mandó construir cerca de 175.000 búnkeres por todo el territorio ante el temor de sufrir un ataque o invasión extranjera.

 

A escasos minutos se encuentra la bahía de Porto Palermo. En una isla unida a la costa por un istmo se ubica el castillo de Ali Pasha, un gobernador del Imperio Otomano en los Balcanes que ostentó un gran poder en la zona durante el s. XIX. Esta fortaleza, cuyo origen se atribuye a los venecianos, se puede visitar durante el día. Destaca la zona subterránea, que durante la ocupación italiana sirvió de prisión, y la parte exterior de arriba donde están las torres y hay unas bellas vistas a toda la bahía. Una vez realizada la visita, una buena opción antes de marcharse es pegarse un chapuzón en una de las dos pequeñas playas que están a ambos lados del istmo.

Gjipe
Gjipe / Foto: iStock

El colofón en GJipe Beach

Apenas un par de kilómetros recorridos desde Porto Palermo en dirección al pueblo de Dhermi, que está a unos cuarenta minutos, se ve un búnker para submarinos en la ladera baja de una de las montañas. Fue construido durante el gobierno de Enver Hoxha y no es fácil acceder a él desde la carretera porque está en una zona militar de acceso restringido.

 

Aunque Dhermi también sea un punto de interés para muchos turistas y cuente con una playa atractiva, una de las joyas de la corona de la Riviera Albanesa es Gjipe Beach. Su acceso es muy complejo, pero la recompensa es llegar a un paraje idílico. Hay que subir hasta el pueblo de Ilias y meterse por una estrechísima carretera de un solo carril y de doble sentido que va hacia el monasterio de San Teodoro. Una vez se deje el coche en el aparcamiento cercano al monasterio, el viajero inicia un espectacular descenso de más de media hora hasta llegar a la pequeña cala, enclavada entre paredes de roca de más de 70 metros de altitud. La senda permite deleitarse del Jónico en su plenitud y es curioso ver cómo algún que otro 4 X 4 sufre para llegar a la playa.

 

En Gjipe Beach se respira paz en un entorno natural salvaje. Hay un par de chiringuitos y algunos turistas plantan la tienda de campaña para dormir y disfrutar de bellas puestas de sol y amaneceres. Despedirse con un último baño al atardecer es un buen punto y final a la ruta.