ALGUACILILLO

Prometí no hablar de toros en este blog, pero la experiencia del pasado domingo bien vale la pena para romper esa regla, al menos por una sola ocasión.

Ya no tengo edad para entrar en una Academia Taurina y buscar convertirme en torero, además que mi altura, no muy significativa, no sería ventaja ni factor al momento de lidiar toros que sean altos de agujas. Sin embargo, como buen charro mexicano, prefiero buscar participar en una corrida de toros desde otras trincheras.

Así pues, el sábado pasado me encontraba en la ciudad de Huichapan cubriendo la primera fase del Circuito Excelencia Charra. Estando en los tendidos durante la última competencia del día se me acercó el novillero Valente Alanís, natural de la localidad, y amablemente me invitó a partir plaza al día siguiente; es decir, participar como alguacilillo en la Tradicional Corrida de Feria.

Como todo buen mexicano no dudé en aceptar, lo cual no fue de mucho agrado para mi padre, que esperaba regresar a San Luis inmediatamente después de la charreada de la mañana del domingo. Después se dio cuenta que fue mejor quedarnos (además de que me volé clases del lunes, que no tenía ganas de asistir).

En el auto cargo, siempre que asistimos algún torneo, mi traje de charro de media gala, pero me di cuenta que no contaba con la invitación y en San Luis había dejado las chaparreras y las espuelas; sin embargo, gracias a los siempre amables Charros de Huichapan, no tuve problemas en conseguir esos elementos del traje.

El Alguacil de la corrida tiene varias responsabilidades. Parte plaza y despeja el ruedo, a caballo; encabeza el paseíllo de los matadores que participarán en el festejo; recibe y entrega al torilero la llave de la puerta de toriles, aunque ésta sea simbólica; transmite las órdenes de la autoridad y entrega los trofeos cortados.

Y todo esto, como lo manda la ordenanza, ejecuté lo mejor que pude: recién escuchado el toque de alguaciles, partí plaza hasta el tercio de sombra, pidiendo permiso al juez de plaza para comenzar el festejo; encabecé el paseíllo de los matadores, que eran el rejoneador Jorge Hernández Gárate, Alfredo Gutiérrez, José María Luévano y Valente Alanís. Entregué la llave de toriles y entregué las orejas cortadas a los diestros, dos a Gárate y una casi de regalo a Luévano.

Me sentí también en el papel de alguacil que tengo pensado pedir el alguacilaje de las corridas de feria también de San Luis de la Paz, y por ahí de alguna otra que encuentre.

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3 Comentarios

  1. me puedes explicar bien bien que debo de hacer, sere el alguacil en una novillada, pero soy mujer, y no tengo antecedentes de ser «charro» por favor

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