Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor. —Colosenses 3:23-24
Una de las cosas más liberadoras que he aprendido en mis años de caminar con el Señor es cómo estar libre de ser un agradador de personas. Ahora bien, no estoy diciendo que no debemos ser generosos o no hacer que las necesidades de los demás sean una prioridad. Estoy hablando de una necesidad no sana de ser aceptado y aprobado por otros, un deseo tan fuerte que influya y controle la mayoría de nuestras decisiones.
Llamo a esto una » La dosis de aprobación». Al igual que un adicto que «necesita» cierto medicamento, las personas complacientes tienen la necesidad de ser del agrado de otras. Y cuando no pueden obtener su » dosis » … ¡cuidado! Los síntomas de «abstinencia» comienzan y se vuelven infelices, deprimidos e incluso enojados.
Lo sé por experiencia personal.
Si no estás seguro de ser un agradador de personas, quiero darte una idea que puede ayudarte.
¿Eres Honesto con los Demás?
Uno de los mayores signos de ser complaciente con las personas es no ser completamente honestos con los demás acerca de quiénes somos. Decimos que nos gustan las cosas que realmente no nos gustan. Vamos a lugares y decimos que lo estamos disfrutando, cuando en realidad, es el último lugar en la tierra en el que queremos estar.
Agachamos la cabeza en acuerdo con cosas que no nos parecen bien en nuestros corazones. En lugar de decirle a la gente la verdad sobre nuestros deseos, sentimientos y pensamientos, desarrollamos un patrón de decirle a los demás lo que creemos que quieren escuchar para seguir siendo aceptados.
También hay momentos en que las personas son deshonestas con sus verdaderos pensamientos y sentimientos porque tratan de mantener a la otra persona «segura» o feliz.
Efesios 4:15 dice: Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Versículo 25 Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad.
Y en Colosenses 3:9 se nos dice: Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios. Dios quiere que seamos sinceros el uno con el otro en todo momento de una manera amable y considerada.
¿Cuál es Tu Motivación: ¿Obligación o Deseo?
Otro gran indicador de que somos agradadores de personas es que hacemos las cosas por un sentido de obligación en lugar del deseo. En otras palabras, hacemos algo por alguien porque nos sentimos obligados, o porque lo esperan de parte de nosotros; nos da temor de que, si no lo hacemos, ellos se enojarán con nosotros o pensarán mal de nosotros.
Pero hacer cosas porque nos sentimos obligados a hacerlas o tenemos miedo a ser rechazados es un motivo equivocado.
Ahora, entiende que no tenemos que desear hacer todo lo que tenemos que hacer. Hay algunas cosas que debemos hacer, y si no las hacemos, se desarrollarán problemas.
Por ejemplo, puede que no quiera o no tenga ganas de limpiar mi casa, pero si nunca la limpio, las cosas se tornarán desorganizadas, desordenadas y muy estresantes. Puede que no quiera lavar la ropa, pero si nunca lo hago, eventualmente me quedaré sin ropa.
Entonces hay un equilibrio en esta área que Dios nos ayudará a encontrar. Solo debemos asegurarnos de que no estamos haciendo cosas porque tenemos miedo de hacer enojar a alguien por que nos rechacen. De la misma manera, debemos tratar a los demás con respeto y no hacer que se sientan obligados a hacer cosas por nosotros.
Quiero animarte a orar y pedirle a Dios que te muestre cuáles son tus motivaciones en todo lo que haces. Si tomas decisiones basadas en agradar a los demás para satisfacer tu necesidad de aprobación, entonces es hora de hacer algunos cambios.
¡Sé determinado a seguir el plan de Dios para tu vida y disfruta la libertad de ser lo que Él te creo para que seas!