Canillitas de Buenos Aires

En julio de 1971 me ofrecieron  un trabajo en SDDRA, la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines, que sigue teniendo sus oficinas en la Avenida Belgrano 1728, Belgrano y Entre Ríos (Buenos Aires).

Una Entidad gremial, reconocida en el año 1947 por el Ministerio de Trabajo como Entidad Sindical que agrupa y representa a los trabajadores que se desempeñan en la distribución de diarios y revistas, que trabajan en Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Quienes dirigían la institución, entendieron que a la modernidad se llegaba con la incorporación de nuevos procesos y con la comprensión, manejo y acompañamiento de los más avanzados equipos.

Es por eso que a comienzos de la década de los 70, con el moderno edificio recién construido y el Centro de Cómputos instalado, compraron una novedosa computadora IBM 360/20 para lograr su cometido, contrataron a una chica que prometía en el mundo de las nuevas tecnologías, por los comentarios que les habían llegado y dieron inicio a la modificación integral de las tareas administrativas de los distribuidores.

Así me convertí en el analista y programador del sistema de entrega de diarios y revistas en los diferentes kioscos de expendio de la ciudad de Buenos Aires, con análisis de itinerarios, capacidad de introducir incidencias eventuales y control de diarios y revistas entregados y devueltos.

Fueron 8 meses de muchísimo trabajo muy bien pagado y de gran satisfacción por haber logrado poner en marcha mi primer sistema computerizado.

Y tiempos también, de conocer historias sobre el mundo de la edición de diarios y revistas, como la que os voy a contar.

En Buenos Aires se instituyó el 7 de noviembre como Día del Canillita, en conmemoración de la muerte de Florencio Sánchez.

Buscando el origen de este curioso apodo para el vocero o pregonero infantil (vendedor de diarios en la vía pública), me encontré con dos historias singulares.

En una carta de lectores que se publicó en 1957, en el diario La Nación, un señor uruguayo, decía ser un antiguo distribuidor de diarios, y se consideraba el creador del término. Recordaba en la misiva, que a fines del siglo XIX tenía un chico vendedor, hijo de una tal María Canilla. En ocasión de tener que llamarlo desde cierta distancia y no conociendo su nombre pero si su apellido, gritó “¡Canillita!”. Luego se corrió la voz y se empezó a usar para todos los muchachos diarieros.

Por otro lado, la historia oficial cuenta que en enero de 1868, cuando el abogado Manuel Bilbao y José Alejandro Bernheim fundaron, en la ciudad de Buenos Aires, el diario “La República”, se les ocurrió que la venta de ejemplares, que hasta ese momento se conseguía por suscripción o se compraba en la imprenta, podía ser a través de algún chico que se parara en esquinas estratégicas de la ciudad y los vendiera a quien lo solicitara, como era costumbre en Nueva York y otras ciudades del mundo. El costo de pagarle al diariero era menor al del correo y la gente podía tener el ejemplar en el momento, sin esperarlo en su casa o sin la necesidad de ir a la imprenta.

A partir de aquel día, la gente comenzó a escuchar pregoneros en las esquinas al grito de “¡La República, a un peso!”. Con el tiempo, esos gritos se convirtieron en sonido esencial de la sinfonía de la ciudad. La novedosa táctica se hizo famosa y pronto comenzó a usarse en todas las ciudades.

El primero en la región que usó la denominación “Canillitas” fue Florencio Sánchez. Dramaturgo y periodista uruguayo, a los 16 años, en 1892, Sánchez viajó a la ciudad de La Plata (Argentina), comenzó a incursionar en ambientes literarios e inició su militancia anarquista y su carrera periodística.

En 1902, se mudó a la ciudad de Rosario para trabajar como redactor en el diario “La República” (no el diario de Bilbao y Bernheim, sino uno fundado por Lisandro de la Torre).

Paralelamente a su carrera periodística, Florencio Sánchez escribía obras teatrales. Alrededor de 1901, escribió una obra de tan sólo un acto con tres cuadros, que trataba sobre la vida de un joven abandonado por sus padres, que se ganaba la vida vendiendo diarios. La obra estaba terminada y no tenía título. Uno de los jóvenes que voceaba los diarios, y al que habitualmente Sánchez veía en una de las esquinas de Rosario, tenía piernas muy flaquitas. Entonces, por este muchacho decidió llamar a su obra Canillita. ¿Y por qué?

El término “canillita” proviene del latín, “canella”, diminutivo de “canna”, que quiere decir “caña”. En lunfardo se le dice “canilla” al hueso largo de las piernas. Por eso, a las piernas flaquitas se les decía canillas o canillitas.

Florencio Sánchez tuvo un gran éxito con su obra. Gerónimo Podestá, actor y empresario teatral, le propuso al escritor y periodista que estrenara aquella obra en Buenos Aires. Como no era habitual la participación de niños en los escenarios, su propia hija de unos 20 años, Blanca Podestá (la que luego sería una actriz y productora argentina de renombre) fue la seleccionada para interpretar al canillita. Fue tal el éxito de la obra, que la compañía decidió ofrecer una función gratuita sólo para diarieros.

El 7 de noviembre de 1910, el escritor falleció a los 35 años de una neumonía. Y en 1947, 37 años después de su muerte, se instauró que aquella fecha se celebrara el “Día del Canillita”, en honor al hombre que inmortalizó su figura a través de la palabra.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

2 comentarios sobre “Canillitas de Buenos Aires

  1. Muy interesante el relato Marlen, no sabía cómo surgió el nombre » canillita» del vendedor de diarios callejero…. aún hoy se ven algunos en la ciudad de Bahía Blanca, ofreciendo La Nueva Provincia, que aún conserva el formato papel, pese a que muchos de nosotros dejamos de comprarlo luego de habituarnos a leer los diarios digitales.

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  2. Gracias por tu comentario. Si Amik, es una historia curiosa la del nombre de «canillita». No sabía que aún se veían en Bahía Blanca. ¡¡Menos mal que algunos todavía siguen leyendo en papel, de lo contrario, dejarían de existir los periódicos en papel!! A mí me pasa con los libros, prefiero pasar las hojas entre mis dedos, oler ese maravilloso olor a libro, tenerlo entre las manos y así disfrutarlo.

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