Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores: Gula

Catón

Don Crásido, señor de traza búdica, ventripotente por no decir panzón, tenía un lema: “Comer hasta reventar. Ya lo demás es gula”. Otra frase empleaba en relación con la comida: “De lo bueno poco. Y de lo poco mucho”. Engordó tanto que hacer el amor se le dificultaba. Le pedía a su esposa: “Muévete”. Ella le contestaba: “Pues bájate”. En cierta ocasión un niño se le quedó viendo a través de la ventana de su coche.

La bajó él, molesto, y con áspera voz le preguntó al chamaco: “¿Qué me ves?”. “Perdone usted, señor —se disculpó el chiquillo—. Es que pensé que el vidrio era de aumento”. Otra vez caminaba por una calle a las 2 de la tarde. Caía un sol de plomo y hacía un calor canicular. Notó que tras él, sin despegársele, iban 15 o 20 muchachas de uniforme, seguramente alumnas de un colegio religioso pues las acompañaba su maestra, de hábito monjil. Le preguntó a la sor: “¿Por qué me siguen?”. Explicó la reverenda: “Vamos aprovechando la sombrita”. El mismo don Crásido le contó a un amigo: “Quebré una taza en un restorán, y me la cobraron en 5 mil pesos”. “¿Por qué tan cara?” —se asombró el amigo.

Respondió, mohíno, el corpulento señor: “Fue una taza de baño”.  Alguien le dijo que montar a caballo era un buen ejercicio para bajar de peso. Se inscribió, pues, en un club de equitación. Lo que le dijeron resultó cierto: el primer día el caballo bajó 57 kilos. Quien esto escribe muestra igualmente una orgullosa panza de canónigo, resultado de su afición a la buena mesa. Los médicos le recomiendan moderación en el yantar, pero él se atiene al dicho de su abuelo materno, papá Chema. Desoía a los doctores que le ordenaban renunciar a sus comidas favoritas, pues le podían acortar la vida, y postulaba: “Más vale un año de chiles rellenos que no dos de atole blanco”. Añadía que prefería ajamonarse que acartonarse, y expresaba su deseo de ir sin hambre a la sepultura.

Murió de su muerte, expresión que se aplicaba a quien moría por causa de años, no de daños, y todavía en la mañana del día en que se fue del mundo le pidió a su esposa, mamá Lata, un plato de la barbacoa que don Carmelo, el carnicero de la esquina, llevaba los domingos a su casa para el almuerzo. Desde luego, en esto del comer hay más criterios que el de Jaime Balmes, y cada quién se maneja según su entendimiento. Por mi parte yo siempre he podido más que la fuerza de voluntad, y todas las dietas que he hecho las he deshecho en tiempo máximo de un par de días.

Pídanme que cumpla el voto de obediencia: en 60 años de matrimonio me acostumbré a obedecer. Pídanme que cumpla el voto de castidad: a mi edad ningún trabajo me cuesta ya ser casto. Pero lo de pobreza en el comer y el beber no me lo pidan. Si la misteriosa providencia que rige la vida de los hombres —y de las mujeres, concesión gramatical hecha a las feministas— tiene a bien poner en mi mesa el pan y el vino, comulgaré con esa inmerecida eucaristía, y la agradeceré. Nuestro cuerpo es el vaso en que llevamos el espíritu.

En opinión de los creyentes —yo lo soy— el cuerpo humano es creación divina, sagrado por lo tanto, y mal hacemos entonces en mortificarlo con ayunos y abstinencias que más tienen de sacrificio que de misericordia. Hacer una buena obra es mejor que lacerar a ese humilde y frágil cuerpo, que bastantes penalidades sufrirá derivadas de los quebrantos de la vida. ¡Pero miren mis cuatro lectores a dónde me llevó hablar de las adiposidades de don Crásido! Al ramplón campo de la filosofía barata. Batata en mi caso, pues en ella me hago camote. Mil disculpas, y en la comida de hoy domingo, y de todos los días del año, ¡buen provecho para el cuerpo y para el alma!… FIN

Manganitas

AFA

“…Pese al ciclón, y a las bandas criminales, Acapulco está en pie…”.

Una gran duda se encierra

en la frase que cité.

Cierto: Acapulco está en pie.

Mas ¿no será en pie de guerra?

Doble cara

Luy

Mirador: Historias de la creación del mundo

Armando Fuentes Aguirre

Para el Señor no existe el tiempo.
Si lo sufriera, como nosotros, lo contaría por eternidades.
Aun así cada principio de año se asoma a ver el mundo, pues se aburre —las eternidades son muy aburridas— y siente curiosidad de ver cómo va su obra.
Este año no le gustó nada lo que vio.
Los hombres se estaban matando unos a otros. Algunos de ellos mataban en su nombre.
El Espíritu le preguntó al Creador:
—¿Ya hiciste tu propósito de Año Nuevo, como lo hacen los hombres?
Respondió el Señor:
—Sí. No vuelvo a hacerlos.

¡Hasta mañana!…

¡Comparte esta nota!