El 8M siempre ha estado presente en mi vida, pero no siempre con la misma fuerza. Recuerdo que cuando era niña, en la primaria, reconocía este día sólo como una fecha en el calendario.
Cada lunes nos reuníamos en el patio de la escuela. Era como un ritual: a cada grupo le tocaba desfilar con cartulinas para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, una efeméride más. Entonces el grupo asignado debía brindar homenaje a las mujeres más emblemáticas en nuestra historia. Era todo.
En la universidad lo viví de forma distinta. Ya había entrado a trabajar y recuerdo mi gran sorpresa y desconcierto, cuando llegué a mi escritorio y había unas flores y chocolates: “Feliz día de la mujer, gracias por ser hermosa”, leí en la tarjeta de “felicitación”. Me causó repele. ¿Quién se atrevía a felicitarme y además a decirme hermosa? Lo dejé pasar.
Hace unos años y, específicamente el año pasado, comencé a tener más consciencia sobre el 8M. Devoré lecturas, podcasts, entrevistas y conversaciones con amistades, entonces empecé a reflexionar sobre este día no sólo como una efeméride más, si no como un simbolismo de lucha, sobre lo que significaba realmente el Día Internacional de la Mujer.
Algunas voces reclaman que es un privilegio que exista el Día de la Mujer porque es un día sólo para nosotras. Pero yo no creo que exista una sola mujer a la cual la llene de felicidad este día, por supuesto que el 8M no debería de existir. Así como no existe un día del hombre, no tenemos que dedicar un día especial para reflexionar sobre la condición de género en la sociedad.
El 8M no debería de existir porque no tendríamos que recordarle a nadie que seguimos viviendo en una sociedad con extrema desigualdad, donde las mujeres juegan un papel secundario y no logramos ser sujetas de derecho. Somos víctimas de la violencia en cada espacio que habitamos en un país donde matan en promedio diez mujeres al día por el simple hecho de ser mujeres.
El 8M no debería de existir porque eso querría decir entonces que han desaparecido todas estas injusticias y violencias que vivimos, que se nos reconoce como iguales, que como sociedad hemos entendido que la violencia de género es imperdonable, pero sobre todo, que no nos falta ni una más.
El 8M existe porque necesitamos un recordatorio de la precariedad de nuestra sociedad, pero no es suficiente. Las acciones para conseguir la igualdad de género y terminar con la violencia hacia nosotras no están limitadas a solo una fecha más en el calendario, son luchas de TODOS LOS DÍAS.
Cada día tenemos que luchar, levantar la voz, hacer algo para generar un cambio. Gritar. Luchar por nuestro espacio. Cada una con nuestras acciones vamos a lograrlo, todas juntas vamos a cambiar el mundo que habitamos, desde las que marchan, las que protestan desde casa, en redes, en público o en privado, las que toman decisiones, las que apoyan a otras mujeres, las que construyen.
No hay una forma correcta o incorrecta de luchar, cada una lo hacemos a nuestra manera, lo único que no se vale es quedarse callada. Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio. Tenemos una voz y vamos a gritarlo fuerte.
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