Cascadas y pozos azules en Covanera y Orbaneja del Castillo

Burgos es una provincia llena de sorpresas. Frías, la catedral gótica de su capital, Lerma, Atapuerca… Muchos de sus lugares más interesantes son bien conocidos. Pero desde que Chris se fue a vivir allí, no hemos dejado de descubrir nuevos rincones. Una calita transparente y un pueblo atravesado por cascadas y pozas azules han sido los últimos descubrimientos.

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El Pozo Azul de Covanera es un lugar mágico en la provincia de Burgos. Mágico porque nadie espera encontrarlo, y mágico también porque es desconocido para muchos, incluso burgaleses (no así para los vecinos del Valle del Rudrón).

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Sin embargo los aficionados al espeleobuceo (buceo en cuevas), seguro que la conocen. Y es que se cree que bajo este manantial que vierte sus aguas al río Rudrón se encuentra la cueva submarina más larga de España. Se han recorrido nada menos que 14km desde que en los sesenta se iniciaron las exploraciones, en las que además ha habido pérdidas humanas. En 2013, dos buceadores pasaron cuatro días sumergidas, añadiendo un kilómetro más a los conocidos.

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Es un lugar perfecto para refrescarse en verano. Nosotros estuvimos en agosto y no fuimos capaces de meter nada más allá de los pies, ¡y cómo dolía!. El agua estaba muy, muy fría. Eso sí, allí había un puñado de valientes saltando y disfrutando de unas aguas a las que ni las truchas se resisten.

Cómo llegar: el Pozo Azul está a un pequeño paseo de 500m desde pueblo de Covanera, bien indicado (si entráis por el lugar debido). Hay aparcamiento en la calle Santamaría, junto al río Rudrón.

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De Covanera fuimos a Orbaneja del Castillo, un pueblo precioso bastante más conocido que su vecino Pozo Azul y declarado Bien de Interés Cultural desde 1993. Con uno de los conjuntos de arquitectura con mayor encanto del Burgos y probablemente del norte de España, Orbaneja del Castillo es, aunque (aun) no haya sido reconocido como tal, uno de los pueblos más bonitos del país.

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Casas de montaña entre estrechas callecitas pegadas las terrazas de toba, cascadas, pozos azules, la Cueva del Agua o la cresta de piedra que simula dos camellos besándose y el continente africano son algunos de los rincones que se pueden descubrir en este pueblo del cañón del río Ebro.

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Dejamos el coche unos metros antes de llegar a la cascada, junto al río y nos fuimos acercando a pie hacia el puente que separa la cascada y las pozas azules. Cuando llegamos no podíamos dejar de mirar hacia los dos lados. A la izquierda unas pozas azul turquesa que nos recordaron a Urederra. A la derecha una espectacular cascada que atravesaba el pueblo.

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La estampa era tal que decidimos poner unas toallas junto al puente para disfrutar de la vista y mojar un poco los pies (solo los pies, por que al igual que en Covanera, el agua estaba congelada!). Finalmente Chris se animó a saltar desde el puente como los vecinos del pueblo mientras yo sujetaba la cámara expectante (no tenía claro que realmente fuera a saltar). Y saltó…

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Continuamos nuestro recorrido por el camino que subía hacia la parte alta del pueblo, junto a la cascada, admirando la manera en que los vecinos del pueblo la habían integrado en el núcleo urbano. Las casitas de piedra se suceden a lo largo del cauce del río desde la parte más baja hasta la más alta, donde se encuentra la Cueva del Agua.

Paseamos un rato entre sus callecitas y nos sentamos en una plaza a tomar algo mientras disfrutábamos con el paisaje.

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Continuamos el recorrido hacia la Cueva del Agua, donde surgen las aguas que atraviesan el pueblo. Esta cueva forma parte del macizo kárstico de Orbaneja, y aunque el caudal no la atraviesa por completo, se puede escuchar cómo el ruido del agua cercana retumba en las paredes.

La Cueva del Agua se puede visitar por libre sin necesidad de hacer reserva. La información en internet sobre ella es escasa, pero creo recordar que se puede visitar en verano y fines de semana, y la entrada era simbólica, 1,5€. Hace unos años se recorría de la mano de un guía ayudados de linternas. Hoy en día no sé si es posible (nosotros la vimos por nuestra cuenta).

La cueva está suavemente iluminada y es recomendable llevar calzado con buen agarre (hay tramos en los que resbala), así como una chaquetita. Recorridos unos metros, la iluminación desaparece y la cueva se hace inaccesible al llegar a una zona de agua por la que solo se puede continuar buceando.

Salimos de la cueva para seguir recorriendo las callecitas empedradas de Orbaneja del Castillo, un pueblo en el que convivieron durante siglos mozárabes, cristianos y judíos. En pocos minutos divisamos al fin «el beso de los camellos«, una cresta de roca con la forma imaginaria de dos camellos dándose un beso, y formando a su vez la silueta del continente africano.

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Nuestro paseo termina en el punto de comienzo: junto a las pozas turquesas. El agua no se ha templado, pero parece ser que aun hay valientes disfrutando…

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