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Realismo y Academicismo

De la gris realidad a la Arcadia ensoñada

He estudiado el arte de los antiguos y el de los modernos, evitando cualquier sistema preconcebido y sin prejuicios. No he querido imitar a los unos, ni copiar a los otros; ni tampoco he pretendido alcanzar el trivial objetivo de «el arte por el arte». No. Simplemente quería obtener, a partir de un conocimiento completo de la tradición, la conciencia razonada e independiente de mi propia individualidad.

Gustave Courbet, ‘Manifiesto Realista’, 1851

Realismo en Francia: Gustave Courbet: «Un entierro en Ornans», 1849-50. Óleo sobre lienzo. París, Museo de Orsay ·· Jean-François Millet: «El Ángelus», 1857-59. París, Museo de Orsay.

El estudio de la cronología del arte occidental, desde el final del mundo clásico hasta la globalización surgida tras la Guerra Fría, parece identificar dos fenómenos casi constantes. El primero de ellos es la capacidad del arte para reflejar los ideales y espíritu de la sociedad de un periodo determinado (el zeitgeist), en muchas ocasiones actuando no solo como espejo del mismo, sino llegando a influir de forma relevante en la evolución de la sociedad. Si el Románico fue la manifestación de la sociedad feudal, el Gótico lo fue del humanismo de finales de la Edad Media, que a su vez allanó el camino para el humanismo pleno del Renacimiento. El segundo de ellos, en cierto modo ligado al anterior, es que la evolución del arte (y, podemos deducir, de la propia sociedad) parece responder a un principio de acción-reacción en el que la existencia de un estilo o movimiento prepara de forma irremediable la aparición de un movimiento posterior de características generalmente opuestas al precedente. Así, al orden renacentista le responde la exageración y teatralidad del Barroco, que a su vez es confrontado por Neoclásico, cuyo regreso al orden no es aceptado por el posterior Romanticismo.

Por todo ello, no resulta sorprendente que el declive del movimiento romántico a mediados del siglo XIX coincidiera con la aparición del Realismo, que, frente al idealismo y la subjetividad del Romanticismo, abogaba por una visión objetiva de la realidad representada por la obra de arte. Francia, epicentro del movimiento realista, asiste de forma casi simultánea a la Revolución de 1848 y a la publicación del Manifiesto Comunista de Karl Marx, seguido de una serie de artículos titulados “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, publicados en 1850. Los artistas se separan definitivamente del idealismo “ingenuo” del Romanticismo y optan por una representación sin artificios de la sociedad en la que vivían, prestando atención a la vida y lucha de las clases más desfavorecidas -hasta entonces generalmente olvidadas por el arte- en obras en ocasiones cargadas de una denuncia social más o menos directa.

Ya antes de 1848, los pintores de la Escuela de Barbizon comenzaron a separarse de los principios del Romanticismo, destacando entre ellos Jean-Baptiste-Camille Corot, cuyos paisajes son un antecedente claro del Impresionismo. A la Escuela de Barbizon pertenece Jean-François Millet, el pintor que representó como nadie la vida dura, incluso silenciosamente trágica, de los campesinos franceses, como se aprecia en sus grandes obras maestras, “Las espigadoras” y “El Ángelus”, ambos pintados hacia 1857 y conservados en el Museo de Orsay de París. El gran coloso de la pintura realista en Francia fue Gustave Courbet, el pintor que “hace de su pintura un campo de batalla estético y social, a la vez que su innovación artística hace que se le considere como el padre del Realismo” (Pilar de Miguel Egea: “Del Realismo al Impresionismo”, 1989). Entre los pintores que cargaron su obra de denuncia social está Honoré Daumier, autor de las tres versiones de “El vagón de tercera clase”, pintadas entre 1856 y 1865.

Realismo en Rusia: Ilya Repin, “Los sirgadores del Volga”, 1870-73. Óleo sobre lienzo. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo ·· Ivan Shishkin y Konstantin Savitsky, “Mañana en un bosque de pinos”, 1889. Óleo sobre lienzo. Galería Tretyakov, Moscú.

El Realismo se extendió por toda Europa, y es necesario destacar la importancia y originalidad del Realismo ruso, muchas veces asociado de forma casi exclusiva a la literatura debido a las dos colosales figuras de León Tolstói y Fiódor Dostoyevski. Los pintores realistas rusos, los Peredvizhniki, desarrollaron un estilo de pintura plenamente realista, pero con un trasfondo nacionalista que en cierto modo les acerca al entonces ya superado Romanticismo. Así, «en el centro de las reformas de los Peredvizhniki estaba la idea de crear un arte nacional representativo y accesible«. (Inessa Kouteinikova, reseña de la exposición «The Peredvizhniki Pioneers of Russian Painting», Nineteenth-Century Art Worldwide 11, no. 3, otoño de 2012). El más notable de los Peredvizhniki fue Ilya Repin, el gran pintor ruso del siglo XIX, creador de obras maestras de fondo totalmente realista (“Procesión de Pascua en la región de Kursk” o “Los sirgadores del Volga”) o de una visión algo subjetiva de la historia (“Iván el Terrible y su hijo”). Entre los paisajistas más notables se encuentran Ivan Shishkin y Alexei Savrasov. En los Estados Unidos, se debe destacar la figura de Thomas Eakins, que influyó de forma decisiva en el realismo americano de principios del siglo XX, estilo que se estudiará en la entrada dedicada a los estilos americanos.

El Realismo en Francia, que como se ha visto se centra en la representación honesta, y no siempre “agradable” de la realidad de su tiempo, dio pie a que desde los pintores academicistas desarrollaran una pintura que, asumiendo la técnica realista, representase una temática más acorde con los gustos de las clases adineradas. Este Academicismo, a veces llamado “realismo burgués” no es más que “la asimilación de la pura dicción realista (que no su espíritu) por parte de los estamentos oficiales para adecuarlo a los gustos de las clases burguesas dominantes, de forma que no les resulte hiriente” (Historia Universal de la Pintura, publicada por Espasa Calpe, Tomo 6, “Del Realismo al Modernismo”).

Academicismo: Pierre Auguste Cot: «Le printemps (primavera)», 1873. Óleo sobre lienzo. Nueva York, Metropolitan Museum ·· Sir Lawrence Alma-Tadema: «Las rosas de Heliogábalo», 1888. Óleo sobre lienzo. Colección privada

Surge así una pintura académica, de exquisita perfección técnica, que sustituye las representaciones de campesinos y paisajes de la Francia de la época por escenas mitológicas y paisajes orientalistas. Entre los artistas más destacados de este Academicismo se encuentra William-Adolphe Bouguereau, pintor longevo que vivió para ver su obra a la vez alabada por la burguesía y vilipendiada por los impresionistas y postimpresionistas. Algo similar le ocurrió a Jean-Léon Gérôme, famoso por su pintura historicista y orientalista. Pierre Auguste Cot es el autor de “Le Printemps (Primavera)” (1873, Metropolitan Museum), una pintura que por sí misma puede resumir el declive de la apreciación de la pintura académica. Expuesta con éxito entre la crítica en el Salón de 1873, fue olvidada durante décadas y no encontró comprador cuando salió a subasta en el año 2000, pese a tratarse, sin ninguna duda, de una de las grandes obras maestras de la pintura academicista.

Fuera de Francia, destaca la figura de Sir Lawrence Alma-Tadema, uno de los pocos pintores del Academicismo cuya obra sigue siendo enormemente apreciada hoy en día. En Inglaterra, debe mencionarse a la Hermandad Prerrafaelita, fundada por por Dante Gabriel Rossetti, John Everett Millais y William Holman Hunt. Los prerrafaelitas suelen considerarse, de forma algo ambigua, dentro del estilo academicista, pese a que una de sus características fue precisamente la oposición a las tendencias imperantes en el arte académico de la Inglaterra del siglo XIX. Recuperando el orden anterior al manierismo, y tomando elementos del proto-romanticismo de Fuseli y Blake, el prerrafaelismo se considera uno de los antecedentes más claros de la pintura simbolista.

Texto: G. Fernández · theartwolf.com

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