Horchata, calabazate, tisanas y letuarios

En la historia de la alimentación y de la cocina y (en algunos casos) antes aún en la historia de la medicina existen muchas palabras como ordiate, calabazate, guayabate, codoñate, piñonate, avenate, pinolate… ¿Son todas algo parecido? Pues realmente no: caen, de manera general, en dos categorías: las «tisanas» y los «letuarios», es decir, las bebidas y las pastas dulces sólidas.

El ordiate (la Academia, desde Autoridades, se decidió por escribir hordiate, con h-, porque viene de hordeum ‘cebada’, pero prácticamente siempre se escribía sin h- y sin h- aparece en Covarrubias y otros muchos diccionarios anteriores al de Autoridades) era una bebida hecha cociendo cebada, que primero se usó como medicina y luego, mezclada con azúcar, como refresco. Como medicina, el ordiate era usado frío para refrescar y alimentar a los enfermos.

Curiosamente, la tisana (ptisana en Autoridades, aunque dicen que «Oy muchos la llaman Tipsana») es algo muy semejante según los diccionarios antiguos, pues en Autoridades se dice se llama así una bebida medicinal compuesta de agua de cebada y otros ingredientes. Hasta 1837 no se recoge en el diccionario de la Academia que la tisana no sea cebada cocida en agua, sino un cocimiento de «varias yerbas» en agua.

Parecido al ordiate era el avenate, que consistía en avena cocida en agua, bebida fría. Esta palabra aparece por primera vez en el Diccionario de la Academia de 1770. Al contrario que ordiate/hordiate, nunca se ha escrito con h-, como tampoco avena (al contrario de lo que pensaba un personaje de la Regenta en una descacharrante escena del capítulo VII). El significado actual de avenate ‘arranque de locura’ no entra en el diccionario académico hasta 1925. Es evidente la relación entre este significado y la palabra avenado ‘loco’, pero parece seguro que la forma de la palabra avenate (bebida de avena) contribuyó a formar la nueva palabra avenate (arranque de locura), como una manera humorística o eufemística de referirse a una realidad difícil de nombrar. Así lo defiende en su tesis doctoral (que se puede consultar aquí) Diego Varela, que nos habló en este post de este procedimiento de creación de palabras, que él ha denominado homonimia parasitaria.

El avenate es comparado en el Diccionario académico con la almendrada, bebida compuesta de «la leche que se saca de las almendras machacadas» a la que se añadía azúcar. En cambio, el almendrate (y ahora vamos a -ates que no son líquidos) es un antiguo «guisado con almendras» (hablamos aquí de guisados con cilantro, a veces llamados celiandrate). Algunos guisos recibieron estos nombres acabados en -ate, como el citado almendrate, el avellanate, el calabacinate o el bruscate, que están todos en el DLE.

Otros términos acabados en -ate, más usados hoy, son dulces de frutas, letuarios o confaciones, primero medicamentos dulces de consistencia pastosa, luego simples dulces de frutas: membrillate o codoñate (de membrillos), calabazate (de calabaza), guayabate (de guayaba), piñonate (de piñones; actualmente, en Nicaragua, dulce de guayaba verde o de coco), duraznate, azanahoriate, uvate e incluso el fascinante ate (en México, «pasta dulce o carne hecha de frutas como membrillo, durazno, guayaba, etc.»), una derivación regresiva en que se interpreta que el elemento originariamente derivativo -ate contiene el significado de ‘pasta de frutas’ y se utiliza como nombre genérico de todos los -ates.

El higate, antiguo potaje de higos sofritos con tocino, cocidos en caldo de ave y sazonados con azúcar y canela, está en la frontera entre los guisos y los platos dulces y muestra una tendencia muy en boga en la temprana Edad Moderna, la de combinar especialmente ave con azúcar, como se mostró en la entrada sobre el manjar blanco.

Hoy, la horchata es el descendiente de ordiate y avenate, y su étimo es, como el de ordiate, hordeum ‘cebada’, como puede verse estupendamente explicado en este artículo de Rinconete, del Centro Virtual Cervantes.  Con tantos y tan alimenticios -ates, no es extraño que se aclimatase tan bien un visitante como el chocolate, y raro es que no haya tenido más éxito el mate. (Por supuesto, bromas aparte, se trata de palabras con orígenes muy diferentes de nuestro -ate, de procedencia catalana).

Dejamos para otro día los letuarios que comienzan en dia-…

Belén Almeida

 

Para saber más:

He utilizado en la búsqueda la herramienta DIRAE: https://dirae.es/

Fotografía: https://pxhere.com/es/photo/38406

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