Oficios en extinción. El afilador

¿Quién no ha escuchado en alguna ocasión esa escueta melodía para reclamo que utilizan los afiladores o amoladores para reparar utensilios cortantes de todo tipo? Durante siglos, las calles más importantes de las ciudades y pueblos de Europa (también en Latinoamérica) han sido transitadas por los afiladores cuyo elemento principal de trabajo es la esmeriladora, una piedra (normalmente de grano grueso) que afila objetos metálicos cortantes por medio de la abrasión, y que permite desarrollar plenamente el potencial del utensilio en reparación mediante la mejora del ángulo que permita un mejor corte. Al principio transportaban en sus espaldas su herramienta de trabajo, después utilizaron los carretones como vehículo que transporte, y ya más tarde acabaron trabajando con bicicletas, motocicletas e incluso furgones (los dos últimos con motor de gasolina que evita el esfuerzo manual para mover la piedra).

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Es complicado registrar los sonidos originales (naturales) de estos afiladores en plena acción, pues el aviso al vecindario de su llegada, está previamente registrado para ser reproducido repetidamente mediante una pequeña megafonía conectada al equipo de sonido del vehículo. Esos silbidos agudos pero melódicos que reverberaban por las calles de los pueblos y ciudades ya son historia. Ya no les vemos desplazándose por los pueblos empujando una enorme rueda con una correa (tarazana), y usando ese silbato con sonido tan característico que los habitantes reconocían al instante tras su llegada, al igual que tampoco podemos escuchar esa jerga propia llamada “barallate”.

Pero el fin de la bonanza económica para el 90% de la población ha permitido que aún podamos reconocer esos sonidos tan entrañables, que tanto asustaban a los niños, a la vez que quedaban embelesados con el arte del afilador, porque ha regresado esa costumbre de arreglar herramientas, un oficio que no ha sucumbido aún a la cultura dominante del desecho, aunque ahora sea mediante el lacerante ruido de un motor.

Pero a pesar del aumento de la desigualdad socioeconómica en pleno siglo XXI ya muy pocos requieran sus servicios para reparar sus herramientas (cocineros, carniceros, etc) de despiece (cuchillos, tijeras), o simples paraguas y herramientas de labranza. Quedan muy pocos afiladores en España, y en países como Venezuela, Chile o Argentina, también están desapareciendo por la progresiva mecanización de las tareas agrícolas, las tarifas y el abaratamiento de los utensilios. Esas son algunos motivos constituyentes de su progresiva e imparable desaparición. Este oficio llegó a ser tan popular que su reflejo se testimonia a lo largo de la historia, en el arte, que menciona mediante cuadros y también en pasajes de novelas históricas, el oficio de los afiladores, o también llamados amoladores.

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Por ejemplo, en el segundo volumen de los Episodios Nacionales (La corte de Carlos IV), obra de Benito Pérez Galdós, pueden leer este párrafo escrito en 1873:

«Mira Gabrielillo -dijo incorporándose y apartando de la rueda las tijeras, con lo cual cesaron por un momento las chispas-; tú y yo somos unos brutos que no entendemos palotada de cosas mayores. Pero ven acá: yo estoy en que todos esos señores que se alegran porque han entrado los franceses, no saben lo que se pescan, y pronto vas a ver cómo les sale la criada respondona. ¿No piensas tú lo mismo?» 

También se conservan grabados alemanes del siglo XVI que muestran este antiguo oficio. Incluso el propio Francisco Goya recreó una escena sobre óleo con un afilador en plena faena (1790). Anteriormente, preservado en el Hermitage de San Petesburgo, se pintó un cuadro (otro óleo) atribuido a Antonio De Puga con fecha aproximada de 1640. En la cuna de los afiladores (Galicia) existen monumentos al afilador, como el existente en Orense (Nogueira de Ramuín), provincia gallega que históricamente tuvo mucha presencia de afiladores. De momento, podemos testimoniar mediante este registro sonoro los sonidos que percibimos con la llegada del afilador a nuestro pueblo o ciudad, concretamente en Cabezo de Torres, pedanía de Murcia. En el verano de 2012.