Mi enloquecido y enfebrecido amor por ella

Foto retocada 338 firmada Un árbol con vistas
Lo que me pasa con ella no me ha pasado con nada ni con nadie nunca. Me llama, me interpela, me mira a la cara, me reta, me abrasa con su mirada para gritarme en mitad del alma que, como ella, no hay nadie ni nada.
 
Me asegura que no es una ciudad sino una forma de vida, que no es la suma de un conjunto de calles sino una manera de entender el mundo, me asegura que puede ser a la vez capital de Andalucía y de mi corazón a partes iguales, me promete sombras y luces, risas y llantos, emociones y reposo.
 
Ella me garantiza con su sangre guadalquivireña la vida eterna si un día lo dejo todo y me voy con ella. Me susurra que aún me quedan rincones de los que enamorarme, formas nuevas de comportarme, más aires de Guadalquivir por catar y abrasarme el alma escanciándolos.
 
Ella me promete que sabe ser pija en Constitución o Plaza Nueva, de alma arrasadoramente andaluza en Triana, popular como ninguna otra en el Cerro, amante mimosa en San Bernardo, fresquita y acogedora en el Prado de San Sebastián, sorprendente en Heliópolis, generosa en Nervión, apasionada en los Jardines de Murillo por Candelarias, espectacular en las Setas de la Encarnación o en la Torre Pelli, exhuberante en el Alamillo, certera por la Calzada, mágica por doquier, musical en la Cartuja.
 
Ella es quien me apasiona, quien me enamora, quien pide más y más de mí, quien me promete que entre sus calles está mi futuro algún día.
 
Ella es Sevilla. Y yo la amo.

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