Embelesamiento

48.EmbelesamientoCuándo sentimos tanto placer que nos quedamos enfocados en algo o en alguien perdiendo el sentido y la capacidad discriminar lo que nos rodea, estamos bajo el influjo de la emoción del embelesamiento. Es por tanto está una emoción qué nos obliga a elegir entre el resto del mundo y el objeto de nuestro amor. Un ejemplo claro es la madre o el padre que miran hipnotizados como su criatura hace cualquier cosa por primera vez. Cuando la emoción del embelesamiento nos atrapa es como si entrásemos en trace, el mundo a nuestro alrededor se difumina, quedando solamente iluminado aquello que nos deleita.

Emociones como el amor, entendido como enamoramiento, el deleite y la admiración conformarían claramente el embelesamiento. Sin embargo este se diferenciaría de las demás no solo por su mayor intensidad sino también por su duración. Por ejemplo, cuando nos enamoramos intervienen elementos como la pasión y el sexo, que no tienen por qué participar cuando sentimos el embelesamiento. Cierto que ambas emociones comparten el hecho de que no exista nada más que el objeto deseado, pero en el caso del embelesamiento la razón pueden ser simplemente una cuestión de atracción hipnótica. De igual manera, a diferencia de lo que ocurre en el embelesamiento, cuándo sentimos deleite lo hacemos durante unos instantes más o menos duraderos y somos conscientes del placer de este, siendo el componente sorpresa qué contiene la emoción del deleite probablemente la cuestión diferencial entre ambas emociones. Nos deleitamos sin perder la conciencia de todo aquello que nos rodea. Disfrutamos del objeto de nuestro deleite sin que sea a costa de ignorar todo lo demás. Igual sucede en la admiración. El hecho sorpresivo que nos provoca la persona o el objeto admirado, produce que sintamos atracción, e incluso amor, hacia él sin que con ello perdamos de vista las demás cosas que nos rodean. Admiramos sin perder los sentidos, deseamos ser cómo lo admirado, pero su presencia no anula cualquier otra.

Cuando estamos embelesados se nos cae la baba, quedamos embobados, cautivados y embargados. Este es el poder de la emoción del embelesamiento, su capacidad para eliminar de la ecuación de nuestra conciencia cualquier otro elemento que no sea aquel qué tanto placer nos produce, de detener el normal desarrollo de nuestro pensamiento consciente y situarnos en un limbo hedónico del que no conseguiremos escapar hasta que el influjo que nos seduce finalmente desaparezca. Aquella melodía que hace que el tiempo se detenga ante nosotros, la contemplación absorta de cierta pintura, esa puesta de sol esplendorosa, son situaciones prototípicas que propician la aparición de esta emoción.

Afortunadamente el embelesamiento es una emoción que se presenta en pequeñas dosis y no muy frecuentemente. De lo contrario, si estuviese en nuestra vida de manera continuada, nos cancelaría, incapacitándonos para poder desenvolvernos con normalidad. Quedaríamos anulados por aquello que nos embelesa, imposibilitados para poder discernir si lo que el embelesó oculta puede representarnos un peligro o una oportunidad. Seríamos como niños jugando con su juguete en medio de una autopista… pero de todas maneras…, qué triste sería nuestra existencia sin personas o cosas que embelesen nuestros sentidos, ¿verdad?

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