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La Gran Muralla: monumento a la fuerza de trabajo

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La Gran Muralla ondula como serpiente de una cima a otra, kilómetro tras kilómetro.

En el macizo montañoso situado al norte de Pekín está el tramo más espectacular del muro más largo hecho por el hombre, que comienza en la fortaleza de Jiayuguan, al pie de las montañas Qilian Shan, en la árida región occidental de China.

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La muralla, que cruza desiertos, pastizales, valles y zonas boscosas, llega hasta el río Yalú en la frontera con Corea -unos 3.200 km a través del norte de China-, pero si se incluyen los ramales de la muralla principal, su longitud total es de casi 6.500 km.

¿Cómo fue hecha la muralla?

Hace unos 3.000 años, los numerosos estados beligerantes del norte de China construyeron murallas defensivas alrededor de sus territorios. En 221 a. C. Qin Shi Huangdi, príncipe de Chin, uno de esos estados, se anexó otros seis y se proclamó primer emperador de China. Destruyó todas las murallas salvo las del norte, que mandó unir para proteger su imperio de los hunos y de otras tribus nómadas de la región.

En los siglos siguientes otros gobernantes reconstruyeron la muralla y la extendieron, en particular los de las dinastías Han (206 a.C. a 220 d.C.) y Ming (1368 a 1644).

El general Meng Tian, encargado de construir la muralla por mandato de Shi Huangdi, tenía 300.000 soldados empleados en la magna obra, cuyos superiores supervisaban el avance de los diferentes tramos.

Se necesitaron nueve años para terminar la tarea y casi un millón de trabajadores, muchos de ellos reclutados a la fuerza. También había convictos sentenciados a años de trabajos forzados en la muralla. Algunos de ellos eran gente instruida que había desobedecido un edicto imperial que prohibía leer libros «subversivos», y otros eran servidores públicos acusados de corrupción y negligencia. Tenían que trabajar en un terreno agreste y soportar temperaturas extremas, de hasta 35°C en el verano y hasta -21°C en el invierno; eran obligados a laborar hasta desfallecer, y a menudo se les dejaba sin comer.

Aunque Meng Tian construyó un camino para abastecer los campamentos, con frecuencia los víveres no llegaban a los más alejados; los que los transportaban se los comían o los vendían en el camino. Murieron millares, y fueron enterrados en los cimientos de la muralla. Muchos poemas y cantos tradicionales hablan de su desesperanza y llaman a la muralla el cementerio más grande del mundo.

Aunque podían usarse carretas tiradas por bueyes en los tramos planos o con poca pendiente, las piedras para la construcción debían ser cargadas hasta la montaña por los hombres o llevadas en canastas pendientes de una pértiga (50 kg por persona). En los caminos estrechos, la carga era pasada de mano en mano, y las piedras grandes eran transportadas por cuadrillas de trabajadores, que las rodaban sobre troncos y las empujaban con palancas.

En las regiones donde no había piedra, la construcción se hizo con capas de tierra apisonada, colocada entre tableros apoyados por postes de madera, y en los tramos del desierto de Gobi se usaron capas de 20 cm de arena y piedra alternadas con capas de 5 cm de hierbas y ramas de tamarisco atadas.

Dada la dificultad para transportar alimentos, Shi Huangdi dio órdenes de cultivar la tierra ociosa situada junto a la muralla, práctica que continuaron las siguientes dinastías. Los campesinos de la región eran a la vez agricultores y soldados, y a los guardias de las guarniciones también se les dieron pequeñas parcelas como remuneración.

Entre las obras emprendidas para regar los labrantíos figura el canal Han Qu, alimentado con agua del río Amarillo cerca de Yinchuan, en la región central de la muralla.

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