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EL FERROCARRIL SUBTERRÁNEO

Alegorizar la huida del horror

El ferrocarril subterráneo. Revista Mutaciones.

Han pasado ya unos cuantos años desde que Warren Beaty y Faye Dunaway anunciaran por error que el Oscar a mejor película era para La ciudad de las estrellas (La La Land) (Damien Chazelle, 2016). La causa fue un sobre equivocado que enseguida desvelaría la verdadera ganadora: Moonlight (Barry Jenkins, 2016). Ciertas voces, por entonces, afirmaban que Moonlight sólo se recordaría debido al sonado fiasco, que sólo era una moda más. No obstante, Barry Jenkins, su director, ha seguido trabajando desde entonces, tratando de demostrar lo contrario. Así pues, en 2018 saldría adelante El blues de Beale Street, que, si bien tiende al puro melodrama de una manera totalmente voluntaria, al mismo tiempo confirmaba que estábamos ante un director afianzando su estilo personal. Jenkins ha intentado poetizar cinematográficamente sus preocupaciones en torno a la experiencia afroamericana en Estados Unidos, acompañado de algunos sospechosos habituales, como el director de fotografía James Laxton o el compositor Nicholas Brittel, de quien hablaré más tarde. Con este mismo equipo y como tantos otros, Barry Jenkins se pasa ahora a la pequeña pantalla – cada vez más indivisible de la grande –, para ofrecernos El ferrocarril subterráneo (2021).

El ferrocarril subterráneo presenta la historia de Cora, mujer esclava en una plantación de Georgia, la cual tratará de huir mediante el uso de una clandestina red subterránea transitada por un ferrocarril que ayuda a los fugados a alcanzar estados norteños más libres. Por el camino, conocerá distintos personajes y experimentará diferentes modos de vida en estados y comunidades variopintas. No obstante, ya desde su premisa, la serie de Jenkins plantea un interrogante a nivel genérico que puede confundir o alienar a cierto tipo de espectador. Esto es así ya que no estamos ante una serie histórica, aunque muchos de los eventos que se ven en la serie, sin duda, encuentran su referente directo en el período de esclavitud estadounidense. Por el contrario, la existencia de un ferrocarril subterráneo real nos acerca más a planteamientos de ciencia ficción, y Jenkins saca tajada de ello.

El ferrocarril subterráneo. Revista Mutaciones

Aunque evitaré spoilers, conviene comentar al respecto el funcionamiento del séptimo episodio, el cual, en contraste con los demás capítulos de una hora de duración, apenas alcanza los veinte minutos. En él, abrazando por completo la alegoría, Barry Jenkins explicita sus intenciones con El ferrocarril subterráneo: un personaje pierde un libro con testimonios e historias individuales de las muchas personas negras que habían pasado por el ferrocarril, a lo que le tranquiliza una de las inspectoras del tren, diciéndole que sus historias están en el corazón, más allá de la tinta y el papel. De tal modo, El ferrocarril subterráneo no aspira, ni mucho menos, a mostrar la Historia exacta, sino a tejer una red de experiencias viscerales y sentimentales que alejan a la serie de un manual histórico y la aproximan más a un artefacto con pretensiones poéticas. Es esta una distinción que merece la pena hacer al enfrentarse a la serie para, por un lado, evitar la crítica fácil jugando la carta de la verosimilitud y, por otro, para ser conscientes de la visión personal que construye Jenkins.

Esa premisa imposible, alegoría tornada realidad como escape al horror, es una excusa perfecta para que el director aproveche a acentuar momentos oníricos que se salen del flujo lineal del relato. Si en sus anteriores largometrajes ya insertaba poderosos primeros y primerísimos planos de sus protagonistas, los cuales miraban a cámara y, de alguna manera, apelaban a nuestra espectatorialidad, en El ferrocarril subterráneo tales momentos se refuerzan aún más. También añade planos de conjunto con más individuos que nos miran, nos observan de manera inquietante: ¿Acaso nos invitan a su mundo? ¿Nos transmiten su dolor? ¿Nos acusan por nuestra pasividad ante los hechos? Jenkins reserva planos más estáticos para estos instantes en los que tiene alguna razón de peso para fijar nuestra mirada en un punto concreto, pero, por lo demás, la cámara casi siempre está en movimiento, ya sean elaborados planos secuencia o arriesgados acercamientos, a la búsqueda de una movilidad tan sutil como cautivadora.

El ferrocarril subterráneo. Revista Mutaciones

El ferrocarril subterráneo, como anticipaba antes, no evocaría el mismo sentido trágico y bello sin Nicholas Britell, quien, en su tercera colaboración con Jenkins, ya parece indisociable del trabajo del director. Nominado al Oscar por Moonlight y capaz de mantener en pie a El blues de Beale Street con una hermosa banda sonora, Britell repite en la serie y lo vuelve a conseguir. La manera en que distiende y extiende unos mismos motivos musicales que, dependiendo del momento, alcanzan a trasmitir un desasosiego total o potencian esa melancolía y poeticidad que ansía Jenkins, parece casi un imposible. De hecho, si bien la música consigue un variado registro que blinda cada escena, la serie toma muchos riesgos narrativos que no funcionan siempre.

A modo de mosaico, se rompe el fluir de la trama de manera constante y lo que, de primeras, parece un hilo claro que narra la huida de Cora, pronto empieza a convertirse en un pequeño rompecabezas en cada capítulo. Ello da personalidad a la serie y, en ciertas ocasiones, funciona, dependiendo del interés que despierten sus personajes, como la increíble pareja del caza-esclavos, Ridgeway (interpretado por Joel Edgerton), y su fiel ayudante, Homer (interpretado por un jovencísimo Chase Dillon). Aunque sí consigue dignificar a voces más pequeñas y, en consecuencia, elevar su relato a lo comunitario, más allá de la historia individual de Cora, la sensación que se transmite a veces es la de una falta de objetivo narrativo claro. Sea como fuere y más allá del ocasional sermoneo identitario, El ferrocarril subterráneo confirma la autoría de Jenkins y conforma una de las series más potentes de la primera mitad del 2021.


El ferrocarril subterráneo (The Underground Railroad, Estados Unidos, 2021)

Dirección: Barry Jenkins / Guion: Barry Jenkins (creador), Jihan Crowther, Colson Whitehead, Allison Davis / Producción: Barry Jenkins, Brad Pitt, Adele Romanski, Richard Heus, Jacqueline Hoyt / Fotografía: James Laxton / Música: Nicholas Britell / Montaje: Joi McMillon, Alex O’Flinn / Diseño de producción: Mark Friedberg / Reparto: Thuso Mbedu, Chase Dillon, Joel Edgerton, Aaron Pierre, William Jackson Harper, Sheila Atim, Mychal-Bella Bowman, Damon Herriman.

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