¿A quién enflorar cuándo no hubo cuerpo que enterrar?

“No hay cementerio donde llorarlos. Los desaparecieron y nunca más supe de ellos”. Con esas palabras, Adriana Alvarado de 60 años inicia a contarme una triste, pero muy común historia en las familias salvadoreñas: la desaparición de personas. Allá, por 1985, el padre de Adriana desapareció en el Cerro de San Pedro, en San Esteban Catarina. Se lo llevaron. Desde ese día, ella no ve a su padre. Pero esa no fue su única pérdida, la guerra también le arrebataría a su mamá y dos hermanos. Hoy se le quiebra la voz cuando les recuerda y no tienen ni una tumba donde llorarles.

Al día de hoy, Adriana arma un altar en la esquina de su sala, en Soyapango. Coloca una virgencita, un Cristo crucificado, unos angelitos y unas velitas, “Es duro no tener un lugar donde llevarles flores”, comenta. “Un lugar donde yo pueda decir: ‘me voy a estar unos minutitos con mi mamá, con mis hermanos’, no hay nada de eso”, expresa con mucha tristeza.

La familia de Adriana se resquebrajó luego de la desaparición de su padre. En 1985 siguió la muerte de su mamá. “A mi mamá la sacó la Cruz Roja Internacional y la llevó a un refugio”. En ese entonces, Adriana también estaba en la guerrilla. Junto a su pareja buscaron a su madre en todos los refugios hasta que dieron con ella, quien estaba en San Roque, San Jacinto.

“Ahí supe que tenía cáncer de estómago. Ya enferma la sacaron”, comenta entre lágrimas. “Solo pude ir tres veces a verla porque nosotros no podíamos ir seguido a los refugios, nos perseguían”. Adriana respira y no puede evitar llorar. “La siguiente vez que fui me dijeron que había muerto. Y las voluntarias del refugio la enterraron en La Bermeja”.

Sobresaltada por ese recuerdo continúa relatando uno de los hechos más dolorosos de su vida. “En el 86, los de la alcaldía sacaron a mi mamá de La Bermeja, ni me avisaron. Cuando reclamamos nos dijeron que no habíamos pagado los impuestos”. Desde entonces, Adriana no sabe dónde quedaron los restos de su madre.

Llora y con digna rabia cuestiona cómo iban a pagar impuestos en ese año, ella estaba en la guerrilla como la mayoría de su familia. Ir a un cementerio era arriesgarse a que la mataran. La impunidad con la que el Estado ha actuado con su familia le duele, pero le duele aún más que el partido por el que dio todo, no fuera diferente a las injusticias de siempre, en ninguno de los dos periodos en los que estuvo en el poder.

Juan Francisco Portillo, conocido como Fabian, desapareció en el 1986 y a Jesús Portillo lo desaparecieron en el 1988, ambos hermanos de Adriana. Hasta el día de hoy, ella no sabe dónde están sus restos. 

Pese a que su familia estuvo tan comprometida con el proceso revolucionario, la búsqueda de sus familiares desaparecidos no le importó a ningún gobierno, ni siquiera los de izquierda.

“Les dije que si ponía los nombres de ellos en el monumento de los caídos del 11 de noviembre del 89, el que está por Unicentro Soyapango, pero ni eso quisieron”. Adriana aclara que lo único que quiere es tener un lugar donde llevarles flores. “Ojalá los escribieran en el monumento del parque Cuscatlán. Ellos dieron todo, hasta su vida por este pueblo salvadoreño, no es justo que no haya ni un lugar donde llorarles”.

La impunidad del Estado con su familia continúa. Su hermano menor, que también estuvo en la guerra y sobrevivió, no tiene pensión. “Él es huérfano de guerra, fuimos hasta pelearnos para que lo censaran para la pensión, pero me dijeron que ese censo ya no existía, que lo quitó el presidente Sánchez Cerén. Yo les dije que si van a hacer lo mismo que los anteriores gobiernos, van perdidos”.

“Sus hermanos lucharon porque él tuviera algo. Se incorporó cuando tenía 9 años, se retiró en el 89, es justo que tuviera la pensión, pero eso no le importa a ningún gobierno”. 

Los desaparecidos de hoy, la historia se repite

Más de 20 personas fueron desaparecidas, tan solo en octubre de 2021. Aunque estas desapariciones se dan en un contexto diferente al de la guerra civil, la pena de las familias no es diferente. Y la indiferencia de los gobiernos en turno tampoco. 

“Yo veo en las noticias como a cada rato anuncian de personas desaparecidas. Esto se parece a lo que sucedía en el ‘80 o ‘79. A nuestros familiares se los llevaban, no nos aclaraban nada”, dice Adriana y compara a Nayib Bukele con Duarte. 

“Al gobierno no le importa la gente. Él hace lo mismo que hacía Duarte, desaparecen a la gente, y [para] él, como que un chucho se pierde”.

Para ella, es claro que al presidente no le preocupan las familias de las personas desaparecidas desde el momento que no reconoce a las víctimas del conflicto armado, y por eso, insiste que, como sucedió en el pasado, las familias de las personas desaparecidas se deben organizar y exigir respuestas al Estado y al gobierno. 

Adriana vive en una colonia en Soyapango, poca familia le queda. Es una mujer fuerte, que sin duda le tocó vivir una época dura. Hoy ella reivindica que todo lo que hizo, lo hizo por amor al pueblo salvadoreño. Pero no deja de lamentar que aunque hubo logros, no se han alcanzado todas las aspiraciones revolucionarias y le duele mucho la corrupción que ha habido en el partido de izquierda. No obstante, ella continúa firme. Cada día enfrentándose a la vida, con mucha memoria y dignidad para seguir exigiendo justicia.