Durante las próximas semanas iré publicando la crítica literaria de los trabajos de los alumnos de los últimos cursos. Hoy empezamos con la introducción. Espero que la disfrutéis:

Sexto año.-Secciones A y B

Me encuentro en el grave apuro de tener que actuar de crítico o criticastro y no sé qué camino tomar, aunque creo que si he de imitar a ciertos Aristarcos [1] -dicho sea con todos los respetos debidos a tan sesudos señores- basta calarse unas gafas -si verdes mejor- revestirse de la seriedad del asno y despotricar contra todo bicho viviente; ya tenemos un crítico último modelo. Pero creo mejor dejar toda esa bambolla y tratar de salvar el compromiso de la manera más decorosa posible.

Tomaré los cuadernos, que contienen el tesoro literario de 6.º año y empezaré sin más preámbulos la labor. Sin enbargo, no me he decidido a ello, sino después de profundas meditaciones, porque es muy socorrido eso de hacer una crítica erudita con todos los recursos de la psicología, la sociología y hasta la culinaria. Figúrense ustedes que hiciera yo una excursión por la vida doméstica de cada escritor, enterándome por menudo de su nacimiento, de sus primeros años, de la condición galaica o pasiega de su nodriza y hasta de las manipulaciones más corrientes de su cocinera Por de contado estos y otros detalles nos explicarían muchos fenómenos literarios; pero eso lo dejamos para las águilas de la crítica.

Abro pues, los cuadernos y tomo al azar una tarea cualquiera y acordándome de que el que hace un cesto hace ciento, de ella voy a sacar una ligerísima semblanza, cuatro rasgos nada más del semblante literario de estos caballeros.

El asunto no es nada intrincado, se ha expuesto con claridad y concisión, pero con datos suficientes para trazar unas cuantas cuartillas sin escarabajear mucho en el cerebro.

EL PUENTE AL-SSIRAT [2]

He aquí una creencia religiosa de los Arabes que tiene todo el atractivo de las consejas orientales; el paso de la vida mortal a la vida ultraterrena, matizado con toda la poesía y la fuerza dramática de los hijos del desierto; poderosa combinación de luces y sombras, delicadeza y vigor, la magia del misterio y de la evocación; ancho campo para la febril fantasía de los jóvenes y no hay quien se resista a empuñar la pluma y narrarnos una historia digna de figurar en las Mil y una noches.

Todo lo que precede es muy bonito en efecto, pero hay que tener en cuenta otros aspectos de la labor para poder juzgar con conocimiento de causa. Estos trabajos se hacen a primera hora de la mañana y a esa hora parece que Morfeo aún no ha levantado tiendas en la clase de 6.º año; unos bostezan, otros se pasan con disimulo la mano por los ojos para acabarlos de abrir… y alguno que otro ¡ea! no lo digo, no sea que José María y quizá Bernáldez se den por aludidos…; en fin quien más quien menos se han dejado parte del espíritu en la cama y es lógico, la literatura sale mal librada.

Además, supongamos y es mucho suponer que todos están bien despiertos y pluma en ristre se disponen a despachar la labor, pero sería temerario prescindir de la señorita inspiración y cada cual la invoca y la busca donde le parece que está más a mano. Uno hace papilla entre sus dientes el cabo de pluma como si la inspiración fuese esencia de palo, otro procura extraerla del extremo de las uñas y los más románticos esperan que se desprenda de algún caliche del techo; en conclusión todos se pasan un buen rato esperando que les sople algo al oído, pues no desconocen la copla:

¿Qué vate arranca una copla
A las cuerdas de la lira
Si la musa no le sopla
Que es como decir le inspira?

Y vamos al grano. Abro el primer cuaderno que me cae entre manos.


Angel Esteve [3].- Allá en la Arabia Feliz, en el país de las esencias y de los tapices, se desarrollaba un terrible drama en una casa de rico aspecto. 

Buena entrada en materia –in medias res– sin preámbulos impertinentes. Y con el mismo acierto se desliza la narración, sencilla, llena de detalles escogidos con gusto, algunos arrancados de las costumbres arábigas, sin dar un arañazo a la gramática, sin escarceos fuera del tema y en un estilo armonioso, tranquilo, hasta llegar al momento culminante en que el lector, ansioso, sigue la loca carrera del corcel del protagonista por el puente fatal, que se cimbrea al peso de sus pecados, con vaivenes de muerte. Entonces la narración se precipita. Las exclamaciones y las frases entrecortadas pintan la angustia de Ben-Hiben -si esto es de Arabia, ¡averígüelo Vargas!- que al fin se salva por su confianza en Alá, a quien invoca con algo más fervor que durante su vida.

Esto basta a mi juicio para caracterizarlo.

Veamos otro:

Jesús Sánchez de Toca [4].- Vamos a marcarle una buena nota, se la merece su precisión de lenguaje. Es una gran cualidad y se aprecia cuando hay prisas y tiene uno que aguantar la inacabable tabarra de los difusos. Gusto delicado no le falta, seguridad para hacer una buena selección de los términos, tampoco; desconoce en absoluto los laberintos del alambicamiento y hay momentos en que su espíritu positivo y práctico echa su cuarto a espadas por los campos de la imaginación…: se encontraba en una verde llanura, con hermosas huertas, salpicadas de dorados frutos, surcada por ríos que parecían de plata, con castillos deslumbrantes de grandeza, y a lo lejos se divisaba un magnífico palacio… Le falta valentía, audacia, y atreverse a decir incluso grandes disparates, que hoy por hoy no tienen grandes consecuencias.

Por lo demás si no es un gran escritor -ni lo niego ni lo afirmo- por lo menos es un escritor grande.

Continúa en esta entrada.

Notas del editor:

  1. Aristarco: Según el DRAE, Crítico entendido, pero excesivamente severo.
  2. Sirat es un término del Islam que se usa para designar el Puente que cruza por encima del Infierno. Todo el mundo, sea creyente o no creyente, cruzará ese puente.
  3. José Ángel Esteve Monasterio: Promoción de 1918. Trabajó en la Audiencia Territorial de Sevilla según el anuario de 1969.
  4. Jesús Sánchez de Toca Muñoz (1902-1980): Promoción de 1918. Coronel de artillería.