doscientos o trescientos escudos, que a nuestro parecer vamos ricos y
contentos, pues la estrecheza ordinaria de los soldados no permite mayores
tesoros»60. «Todo un canto a la vocación militar», proclama el general Ramos
Oliver después de recoger este largo párrafo cervantino61. En este singular
pasaje se refleja la austeridad ligada a la parquedad y escasa retribución
material del oficio de las armas en tiempos de Cervantes. Antes, en el capítulo
XXXVIII de la parte primera, el del discurso de las armas y de las letras, deja
clara constancia de esto último con una graciosa pirueta comparativa de
la vida del estudiante y del soldado: «Comenzamos con el estudiante por la
pobreza y sus partes, veamos si es más rico el soldado y veremos que no hay
ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de
su paga, que viene o tarde o nunca»62.
En suma, del oficio de las armas es propia la austeridad, además de por lo
sacrificado de él, por la poquedad de sus retribuciones materiales.
Pero como contrapartida, la vida militar trae consigo una retribución
inmaterial superior a la puramente material: la honra, entendida como
consciencia de la dignidad de sí mismo acompañada del correspondiente
reconocimiento y admiración de la sociedad a la que se sirve. Como don
Quijote señala con estas radiantes palabras al «mancebito» de edad «diez
y ocho o diez y nueve años» con quien se encuentra en el camino, capítulo
XXIV de la segunda parte: «Porque no hay otra cosa en la tierra más honrada
ni de más provecho que servir a Dios, primeramente, y luego a su rey y
señor natural, especialmente en el ejercicio de las armas, por las cuales
se alcanzan, si no más riquezas, a lo menos más honra que por las letras,
como yo tengo dicho muchas veces; que puesto que han fundado más
mayorazgos las letras que las armas, todavía llevan un no sé qué los de las
armas a los de las letras, con un sí sé qué de esplendor que se halla en ellos,
que los aventaja a todos»63.
Si Cervantes levantara la cabeza, se turbaría recordando las sabias
consideraciones puestas en boca de don Quijote, y consideraría desatinada y
fuera de la cordura a la parte de la sociedad española actual que niega rendir
los honores que las Fuerzas Armadas merecen, por emplear un término de
nuestros días equivalente al cervantino oficio de las armas.
Algo conectado con lo anterior pone de relieve el profundo conocimiento
de Cervantes de la vida militar y sus problemas. El Estado no debe ni
puede, además de retribuirlos mal, olvidarse de «los soldados viejos y
60 Don Quijote de la Mancha, segunda parte, capítulo LX, edición citada, páginas 1126 y 1127.
61 F. RAMOS OLIVER, «El servicio de las armas
», página 96.
62 Don Quijote de la Mancha, primera parte, capítulo XXXVIII, edición citada, página 445.
63 Don Quijote de la Mancha, segunda parte, capítulo XXIV, edición citada, página 834.
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