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Seccin Letras:
Pessoa, Resende, literatura argentina
En este nmero Juan Jos Saer, Cuchulain, Torres Zavaleta, Resende, Pablo
De Santis, Anticipos.
Ariadna Poesa: Seleccin antolgica de poemas de Nancy Morejn Juanamara Cordones-Cook
Seccin Anticipos Poesa - Enriqueta Racedo
La Palabra Perdida - Anglica Gorodischer
Dos relatos - Mario Goloboff
Seccin Anticipos - Daniel Diez
El esposo monstruo - Elena Bossi
Partes del animal - Jorge Accame
La mujer y sus demonios: Diacon, Cross y Kodama - Gwendolyn Daz
Los zainos fantasmas - Jorge Torres Zavaleta
Por el aniversario de Felisberto Hernndez. Viaje al centro del misterio de
Clemente Colling - Carlos F. Weisse
Seccin Anticipos - Carlos Colla
SECCIN PENSAMIENTO:
celestial -lo que es ciertamente honorable sin agotar sin embargo toda la
posibilidad espiritual del hombre-, o si el alma encuentra su felicidad y su
expansin en una profunda toma de conciencia de la naturaleza de las cosas, y
por tanto en su retorno a la Substancia de la que ella es un accidente. Por una
parte, las dos cosas se excluyen, pero, por otra, se combinan; todo es aqu
cuestin de relaciones y de proporciones.
La doctrina metafsica o esotrica se dirije a otra subjetividad que el mensaje
religioso general: ste habla a la voluntad y al hombre pasional, y aqulla, a la
inteligencia y al hombre contemplativo; el aspecto intelectual del esoterismo es
la teologa, mientras que el aspecto emocional del esoterismo es el sentido de
la belleza en cuanto ella posee una virtud interiorizante; belleza de la
naturaleza y del arte, y tambin, e incluso ante todo, belleza del alma,
proyecci6n lejana de la Belleza de Dios.
Esta compleja cuestin de la subjetividad merece, o exige, que le consagremos
algunas consideraciones suplementarias, a riesgo de repetimos sobre algn
punto, pero con la esperanza de aportar precisiones, si no exhaustivas, al
menos suficiente.
En el hombre hay una subjetividad o una conciencia que est hecha para mirar
hacia el exterior y para percibir el mundo, ya sea ste terrenal o celestial; y
adems hay en el hombre una conciencia que est hecha para mirar hacia el
interior, en direccin al Absoluto o al S, ya sea esta visin relativamente
separativa o unitiva. Es decir, que hay en el hombre una conciencia que es
descendente y que obedece a la intencin creadora de Dios, y otra que es
ascendente y que obedece a la intencin divina salvadora o liberadora; las no
dos son inconmensurables, aunque entre ellas exista una regin en la cual se
entrecruzan y dan lugar a una subjetividad nica, y a un equilibrio existencial
entre las dos consciencias divergentes; es por esto por lo que el hombre
espiritualmente realizado puede ver a Dios en las cosas, y tambin los
prototipos principales de las cosas en Dios. La consciencia psquica y mental
percibe las apariencias; la conciencia intelectual o cardaca percibe la Esencia;
pero la conciencia intermedia vive de las dos dimensiones a la vez. Viendo los
fenmenos, ella ve a Dios en ellos, y ella los ve en Dios; percibe que cada cosa
es la manifestacin de una posibilidad divina, en modo analgico o privativo, y,
al mismo tiempo, pero desde otro punto de vista, ve las cosas como inmersas
en un mismo clima divino; en el primer caso, los objetos dejan transparentar la
Realidad divina o sus modos, mientras que en el segundo caso la subjetividad
participa extintiva y unitivamente en la Conciencia divina.
En todo caso, la subjetividad humana es un prodigio tan inaudito que basta
para probar tanto a Dios como la inmortalidad del alma: a Dios porque esta
subjetividad extraordinariamente amplia y profunda no se explica ms que por
un Absoluto que la prefigure substancialmente y que la proyecte en el
accidente; y la inmortalidad, porque la cualidad incomparable de esta
subjetividad no encuentra ninguna razn suficiente, o ningn motivo
proporcionado a su excelencia, en el marco estrecho y efmero de una vida
terrestre. Si es para vivir como hormigas, los hombres no tienen ninguna
necesidad de sus posibilidades intelectuales y morales, lo que equivale a decir
que no tienen necesidad de ser hombres; la propia existencia del hombre sera
entonces un lujo tan inexplicable como intil. No comprenderlo es la ms
monstruosa y tambin la ms misteriosa de las cegueras.
consiste en que hizo de ello una religin y que sacrific a ello el formalismo
mosaico.
Segn un principio que ya hemos sealado, el esoterismo absoluto, en el
Cristianismo, no puede proceder ms que del propio mensaje crstico, y no de
otro,. pese a ciertas convergencias doctrinales cuya posibilidad u oportunidad
ya hemos sealado. Ahora bien, la idea-fuerza del Cristianismo es que Dios
se hizo hombre a fin de que el hombre se hiciera Dios: es decir, en lenguaje
vedntico -puesto que nuestro punto de referencia es Shankara-, Atm se ha
convertido en My a fin de que My se convierta en Atm . La unin con
Cristo implica la identidad con l ; y nosotros aadiremos que la unin con la
Virgen implica la identificacin con el aspecto de dulzura y de infinitud del
Logos, porque la shakti del Absoluto es el Infinito; todas las cualidades y
prerrogativas de Mara se dejan reducir a los perfumes de la divina Infinitud.
Mara es una dimensin de Jess, la que l expres al decir: Mi yugo es
suave y mi fardo ligero; as pues, es ventajoso dirigirse a esta dimensin en
particular a fin de alcanzar la totalidad. En s misma, la Virgen personifica
igualmente la Sabidura informal, por el hecho de que ella es la Mujer vestida
de sol y madre de la Revelacin: ella es la Sabidura en su aspecto de
irradiacin, luego de Belleza y de Misericordia.
Mientras que en el Vednta shankariano y no dualista es el Intelecto esencial la Conciencia divina inmanente- el que opera la reintegracin en el S, en el
Cristianismo este Intelecto salvador se objetiva y se personifica en Cristo y
secundariamente en la Virgen ; en el Hinduismo, este mismo papel incumbe,
segn diferentes puntos de vista y a veces combinndose, ya al gran avtar
aria tara o a su shakt, ya al guru. La funcin del Cristo histrico es la de
despertar y actualizar al Cristo interior; ahora bien, a semejanza del Logos que
Jess manifiesta humana e histricamente, el Cristo interior o el Corazn
Intelecto es universal y por tanto transpersonal. El es verdadero hombre y
verdadero Dios, y por consiguiente, hablando analgicamente, My y Atm,
Samsar y Nirvan: juego de cubrimiento y de descubrimiento y Realidad
inmutable; drama csmico y Paz divina.
Es un error fundamental confundir el jnn con el racionalista, pese a que el
racionalismo sea de hecho una desviacin de la perspectiva intelectiva; porque
el jnn o, digamos, el intelectivo por naturaleza, no desea ni pretende a priori
conocer el fondo de las cosas; comprueba que ve lo que ve, es decir, que
conoce lo que su discernimiento naturalmente sobrenatural le revela, lo
quiera l o no; y se encuentra as en la situacin de un hombre que fuese el
nico en ver nuestro sistema solar a partir de un punto en el espacio y que, por
este hecho, conociera las causas de las estaciones, de los das y de las
noches, del movimiento aparente de los astros, empezando por el sol. La
religin general, dogmtica, formalista, es solidaria -analgicamente hablandode lo que aparece a una subjetividad humana determinada; el esoterismo,
mientras acepta este sistema de apariencia a ttulo de simbolismo y en el plano
de una bhakti concomitante, tiene conciencia de la relatividad de lo que
podramos llamar paradjicamente los fenmenos metafsicos. El
racionalista, que reivindica una inteleccin cuyo principio sin duda concibe,
pero de la que carece, y que confunde la razn con el Intelecto, realiza una
desviacin comparable al falso inspiracionismo de las sectas herticas; pero
como la corrupcin de lo mejor es lo peor, el racionalismo es mucho ms
nefasto que el falso misticismo, que al menos no ha intentado negar a Dios y la
vida futura. Conviene recordar aqu lo que hemos dicho en otras ocasiones, a
saber, que hay dos fuentes de certeza, exterior la una e interior la otra, la
Revelacin y la Inteleccin, habiendo usurpado el sentimentalismo la primera y
el racionalismo la segunda; ahora bien, de hecho, la Inteleccin debe
compaginarse con la Revelacin como la Revelacin debe iluminarse por la
Inteleccin .
Por lo dems, es falso decir, como quieren los fidestas oportunamente
sensualistas, que la razn no recibe sus contenidos ms que de dos fuentes, a
saber, del exterior y de lo alto; la asimetra del esquema indica ya su
insuficiencia. En realidad, la razn puede recibir sus contenidos del exterior y
del interior, de abajo y de arriba: del exterior, los obtiene ya por los sentidos, ya
por la Revelacin; del interior, los obtiene ya del alma, ya de la Inteleccin. Es
decir, que lo alto y lo bajo, o lo sobrenatural y lo natural, intervienen tanto en el
interior como en el exterior; pudiendo por otra parte estos diversos factores
combinarse en virtud de la transparencia metafsica de las cosas y conforme al
principio platnico del recuerdo.
El jnn parte de la idea de que el hombre es libre para escoger su destino;
para los que desean salvarse, estn los misterios y las iniciaciones; la
muchedumbre de los profanos sigue su camino. La bhakti convertida en
religin, por el contrario, tiene de particular que intenta forzar a los hombres a
salvarse, lo que tiene la ventaja de transformar ciertas naturalezas y la
desvantaja de crear la estrechez de espritu y el fanatismo, en el sentido propio
y no abusivo de estos trminos.
Aqu es necesario explicar dos paradojas: la de las iniciaciones artesanales y la
del emperador. Las iniciaciones artesanales proceden jnn, pero reducido a
una cosmologa y una alquimia, como hemos observado ms arriba: se trata de
devolver al hombre a la norma primordial, no por un herosmo sentimental, sino
simplemente fundndose en la naturaleza de las cosas y con la ayuda de un
simbolismo artesanal ; ahora bien, es plausible que, en el caso de la
masonera, esta perspectiva haya podido ceder el terreno a un universalismo
humanista que no es ms que la caricatura del punto de vista intelectivo,
siendo la causa lejana el Renacimiento y la causa prxima el siglo de las
luces. En cuanto al caso del emperador, tiene de paradjico que la funcin de
este monarca por una parte concierne al mundo y no a la religin, y por otra
parte contina el papel de pontifex maximus de la religin romana, la cual fue
de tipo jnn por su origen ario y a pesar de la degeneracin de su forma
general y mayoritaria; es esta calidad de pontfice, por as decirlo gnstica, o
esta investidura celestial directa -de la que Dante y otros gibelinos parecen
haber tenido conciencia plena- la que explica con qu derecho, y sin encontrar
oposicin, pudo Constantino convocar el concilio de Nicea; esta misma
cualidad, por difuminada que pudiera estar de hecho, explica la tolerancia y
realismo de los emperadores con respecto a las minoras no cristianas, a las
que a veces deban proteger contra los sacerdotes, y uno de cuyos ejemplos
ms patentes fue la entente entre cristianos y musulmanes en Sicilia bajo el
emperador Federico II.
La diferencia entre los puntos de vista exotrico y esotrico aparece claramente
cuando se comparan las actitudes morales respectivas: del lado del
exoterismo, las virtudes dan fcilmente lugar a prejuicios que, por exceso de
celo, se oponen a la realidad y por consiguiente a la inteligencia; del lado del
esoterismo de principio el que es plenamente fiel a su naturaleza- no hay
Los orientalistas, atentos a reducirlo todo al plano histrico, casi nunca pueden
explicarse este doble aspecto del Sufismo sino por influencias ajenas al Islam;
de este modo han atribuido el origen del Sufismo, segn sus diferentes
preocupaciones, a fuentes iranfes, hindes, neoplatnicas o cristianas. Pero
estas divergentes atribuciones han terminado por equilibrarse recprocamente,
ms an si se tiene en cuenta que no existe razn suficiente para poner en
duda la autenticidad histrica de la filiacin espiritual de los maestros sufes,
filiacin que, en una cadena (silsila) ininterrumpida, se remonta hasta el
Profeta.
El argumento decisivo en favor del origen muhammadiano del Sufismo reside,
sin embargo, en s mismo. Si la sabidura suf procediese de un fuente situada
al margen del Islam, los que aspiran a esta sabidura -que, con seguridad, no
es de naturaleza libresca o simplemente mental- no podran apoyarse, para
realizarla siempre de nuevo, en el simbolismo cornico. Todo lo que forma
parte integrante del mtodo espiritual del Sufismo est extrado, de manera
constante y necesaria, del Corn y las enseanzas del Profeta.
Los orientalistas, que sostienen la hiptesis de un origen no musulmn del
Sufismo, en general subrayan el hecho de que la doctrina suf no aparece, en
los primeros siglos del Islam, con todo el desarrollo metafsico que contendr
ms tarde. Pero esta observacin, caso que sea vlida respecto a una tradicin
esotrica -que principalmente se transmite mediante una enseanza oral
demuestra lo contrario de lo que se pretende, pues los primeros sufes se
expresaban con un lenguaje muy cercano al Corn y sus expresiones concisas
y sintticas llevan en s mismas lo esencia de la doctrina. Si, con posterioridad,
sta se va haciendo ms explcita y elaborada, ello no es ms que un hecho
normal y caracterstico de cualquier tradicin espiritual: la literatura doctrinal
aumenta, no tanto por el aporte de nuevos conocimientos como por la
necesidad de poner freno a los errores y reanimar una intuicin que se va
debilitando.
Por otra parte, como las verdades doctrinales son susceptibles de un desarrollo
indefinido y la civilizacin musulmana haba absorbido algunas herencias preislmicas, los maestros siempre podan, en su enseanza oral o escrita, hacer
uso de nociones tomadas de esos legados, con tal que fuesen adecuadas a las
verdades que era preciso hacer accesibles a las mentes mejores de su poca,
verdades que el simbolismo sfico, en sentido estricto, ya inclua de modo
sucinto. De esta forma y en particular la cosmologa, ciencia derivada de la
metafsica pura, que constituye el fundamento doctrinal indispensable del
Sufismo, se expresaba, en su mayor parte, por medio de nociones ya definidas
por antiguos maestros como Empdocles y Plotino. Adems, los maestros
sufes que tenan una cultura filosfica no podan ignorar la validez de las
enseanzas de Platn, y el platonismo que se les atribuye es del mismo orden
que el de los Padres griegos cuya doctrina sigue siendo, sin embargo,
esencialmente apostlica.
La ortodoxia del Sufismo no se manifiesta nicamente en su conservacin de
las formas islmicas; se expresa igualmente por su desarrollo orgnico a partir
de la enseanza del Profeta y, en especial, por su capacidad de asimilar
cualquier forma de expresin espiritual que no sea esencialmente ajena al
Islam. Esto no slo se aplica a las formas doctrinales, sino tambin a materias
secundarias que tengan relacin con algn arte.
Aunque, con seguridad, hubo contactos entre los primeros sufes y los
contemplativos cristianos -como lo demuestra la historia del suf Ibrhim ibn
Addam -, cierto parentesco entre el Sufismo y el monaquismo cristiano de
Oriente no se explica a priori slo por interferencias histricas. Tal y como' Abd
al-Karim al ili lo explica en su libro al-Insn al-Kmil (El Hombre universal) ,
el mensaje de Cristo descubre algunos aspectos interiores -y por tanto
esotricos- del monotesmo de Abrahn: los dogmas cristianos, que se pueden
reducir en su totalidad al dogma de las dos naturalezas, divina y humana, de
Cristo, en cierto modo resumen, en forma histrica, todo lo que el Sufismo
ensear sobre la unin con Dios. Por esto los sufes piensan que el Seor
Jess (Sayyidn 'Is) representa, entre los enviados divinos (rusul) el tipo ms
perfecto del santo contemplativo: tender la mejilla izquierda a quien nos ha
golpeado la derecha es el desapego espiritual por excelencia, la retirada
voluntaria fuera del juego de las acciones y reacciones csmicas.
Esto no quiere decir que, para los sufes, la persona de Cristo se site en la
misma perspectiva que para los Cristianos. A pesar de todas las semejanzas,
la va de los sufes difiere mucho de la de los contemplativos cristianos. Aqu
podemos referimos a la imagen segn la cual los diferentes caminos
tradicionales son como los radios de un crculo que se unen en un punto nico:
en la medida en que los radios se aproximan al centro, tambin se acercan
entre s: nunca coinciden salvo en el centro, donde cesan de ser radios. Esta
distincin de los caminos evidentemente no impide al intelecto situarse, por
anticipacin intuitiva, en el centro, donde todos convergen.
Para precisar mejor la constitucin interna del Sufismo agreguemos que
siempre comprende, como elementos indispensables, una doctrina, una
iniciacin y un mtodo espiritual. La doctrina es como una prefiguracin
simblica del conocimiento que se trata de conseguir y tambin, en su
manifestacin, un fruto de este conocimiento. La quintaesencia de la doctrina
suf viene del Profeta; pero como no hay esoterismo sin una cierta inspiracin,
la doctrina siempre se manifiesta de nuevo por boca de los maestros. En
consecuencia, la enseanza oral es superior, por su carcter inmediato y
personal, a la enseanza que se pueda obtener de los escritos. Estos
ltimos jugarn un papel secundario, como preparacin, complemento o ayuda
para la memoria y, por esta razn, la continuidad histrica de la enseanza suf
se substrae, en ocasiones, a las investigaciones de los eruditos.
En cuanto a la iniciacin suf, consiste en la transmisin de una influencia
espiritual (baraka) que debe de ser conferida por un representante de la
cadena que tiene su origen en el Profeta. Por lo general, se transmite por el
maestro, quien tambin comunica el mtodo y proporciona los medios de
concentracin espiritual apropiados a las aptitudes del discpulo. El marco
general del mtodo es la Ley islmica, aunque siempre haya habido sufes
aislados que, a causa del carcter excepcional de sus estados contemplativos,
ya no participan en el ritual ordinario del Islam. Para prevenir cualquier objecin
que se pudiese deducir de lo que acabamos de decir en relacin con el origen
muhammadiano del Sufismo, precisaremos que los soportes espirituales que
constituyen sus principales medios- y que, en ciertas circunstancias, pueden
sustituir el ritual habitual del Islam- se presentan como las piedras angulares
de todo el simbolismo islmico y, en ese sentido, han sido dados por el propio
Profeta.
condicionan el desarrollo inicitico sea real es suficiente con que los ritos
requeridos sean ejecutados exactamente de parte de quien se encuentre
regularmente designado para tal funcin; que luego ste comprenda o no los
ritos, que crea o no en su eficacia, ello no influye en nada (152). Tampoco en
estos casos la cadena es interrumpida y una organizacin inicitica no cesa de
ser regular y capaz de conferir la iniciacin: aun cuando la misma no
comprenda sino iniciados virtuales, en tanto que privados de un saber
verdadero (83). Como es sabido, concepciones anlogas posee la Iglesia en
relacin a la ordenacin sacerdotal y a la eficacia de los ritos regularmente
ejecutados.
En cuanto al que debe recibir la iniciacin, para obtener la transmisin de las
influencias espirituales se reclama que l sea calificado para ello. Una tal
calificacin se refiere sea al plano fsico, en el sentido de ausencia de ciertos
defectos corpreos a considerarse como signos de correspondientes
disposiciones negativas internas, sea a una cierta preparacin mental
(especulativa), sea a la presencia de una precisa aspiracin o, tal como
nosotros diremos, vocacin. En manera ms general podra decirse que un
estado de desarmona y de desequilibrio convierte a quienes qusiesen recibirla
en descalificados para recibir la iniciacin (149-150, 359). Con la transmisin
de las influencias espirituales se puede llegar a ser un iniciado virtual; se
produce una mutacin interna que tal como la misma pertenencia a la
organizacin a la cual se ha uno vinculado ser indeleble y que subsistir de
una vez por todas. Sin embargo la iniciacin efectiva tiene necesidad de un
trabajo activo, operativo, de actualizacin (259) que debe hacerse por s
mismo y que ningn Maestro puede cumplir en lugar de uno (dado que existen
varios grados de iniciacin, ello es comprendido en modo verosmil para cada
grado) (49, 274). Los representantes de una organizacin inicitica pueden tan
slo dirigir, controlar y apoyar este desarrollo y prevenir posibles desviaciones.
La vinculacin con estados superiores del ser establecido con la transmisin de
las influencias espirituales no tiene siempre necesidad de ser conciente para
ser real (151).
En particular GUNON distingue netamente entre misticismo e iniciacin,
puesto que el mstico no es activo en sus experiencias, habitualmente no
tiene tampoco los medios para interpretarlas adecuadamente, pero sobre todo
porque es una ser aislado y la condicin-base para la iniciacin, es decir, la
vinculacin con un centro y con una cadena, no se encuentra satisfecha (4146). En segundo lugar, GUNON niega toda posibilidad de un vnculo tal
como l lo llama ideal con una tradicin, es decir toda vnculo que no se
efecte por la va ritual antes mencionada y por contacto con representantes
vivientes, existentes, presentes y autorizados de aquella tradicin. Una
iniciacin espontnea, en fin, es por igual excluida, puesto que casi
equivaldra a un nacimiento sin el auxilio de quien para ello profesa la
posibilidad, al desarrollo de una planta sin que antes haya una semilla, la cual a
su vez remite a otras plantas nacidas la una de la otra (48).
ste es, simplificado, el esquema gunoniano de la regularidad inicitica.
Veamos qu es lo que debe pensarse al respecto.
En contra del esquema en s mismo, no habra mucho que objetar; tan slo que
el mismo, en referencia a la situacin de hecho existente para la inmensa
mayora de aquellos a los cuales van dirigidos los mismos escritos de
GUNON, el mismo aparece como un esquema abstracto. Se puede concordar
con este esquema; pero cuando, luego de ello se solicitase cmo poder hacer
para recibir la iniciacin, no se recibiran demasiados aportes por parte de
GUNON, sino todo lo contrario. l en efecto, manifiesta querer tan slo
esclarecer el concepto de la verdadera iniciacin; en cuanto a ocuparse del
problema prctico, es decir de decir en dnde haya que dirigirse y en dar, en
suma, direcciones concretas, ello l afirma (21) es algo que no lo concierne
de ninguna manera y que no puede para nada entrar dentro de sus
obligaciones.
As es como sucede que el lector, mientras por un lado lo escucha a GUNON
hablar todo el tiempo de organizaciones iniciticas como si existiesen en
abundancia y en cualquier rincn del camino, l, en el momento en el cual
hubiese alguien que quisiese encarar seriamente el tema y no tener tan slo
simples esclarecimientos doctrinarios, se encuentra casi como ante un camino
cerrado, casi como si el esquema de la regularidad inicitica tuviese que ser
en verdad absoluto y exclusivo.
Nosotros pensamos naturalmente en el hombre occidental. En Oriente desde
los pases islmico hasta el Japn pueden aun existir algunos centros que
conservan suficientemente las caractersticas indicadas por GUNON. Pero no
puede contarse demasiado con ello, aun cuando uno resolviese trasladarse
hasta ese lugar con tal de recibir una iniciacin regular y autntica. Sera
necesario en efecto, que para ello se tuviera la suerte de entrar en relacin con
centros de una pureza, por decirlo as, totalmente supertradicional, porque, de
lo contrario, se trata de iniciaciones cuya jurisdiccin (tal como el mismo
GUNON lo reconoce) es el mbito de una determinada religin positiva que
no es la nuestra. Y aqu no se tratara de convertirse o no; es un conjunto de
factores fsicos y sutiles, raciales, atvicos, de formas especficas de culto y de
divinidad, hasta arribar al factor representado por la mentalidad, por la misma
lengua, lo que entra a tallar aqu. Se tratara pues de transplantarse en un
ambiente psquico y espiritual diferente. Lo cual no es por cierto para las
mayoras, ni se deja realizar con un simple viaje.
Si en vez nos dirigisemos a la tradicin que ha predominado en Occidente,
ello no servira para nada, pues el cristianismo es una tradicin mutilada en su
parte superior, esotrica e inicitica. En lo interior del cristianismo tradicional
lo cual es equivalente a decir catolicismo no existe una jerarqua inicitica;
aqu las perspectivas se limitan a desarrollos msticos por iniciativa individual,
de base carismtica. Tan slo espordicamente algn mstico ha ido ms all,
y en una manera totalmente individual se ha elevado hasta el plano metafsico.
Salvo alguna escasa mencin de los primeros siglos de nuestra era o de
aquellos que se ha credo poder resaltar en el hesicasmo (Iglesia grecoortodoxa) hacia el cual han ido a la caza algunos gunonianos, de todo lo
dems se puede y se debe prescindir.
Si luego de haber reconocido todo esto se sigue buscando todava, lo que se
escucha de parte de GUNON no es muy consolador. l reconoce en efecto,
que las nicas que hoy existen en nuestro das en el mundo occidental son
organizaciones iniciticas que han terminado en un estado de degeneracin,
unos vestigios incomprendidos por parte de aquellos mismos que los tienen
bajo custodia (315-321). Y no slo esto: sino que lo que l agrega en materia
de precisiones es tal de dejar aun ms perplejos y de convertir por otra parte en
visibles los peligros que derivan de asumir incondicionadamente el esquema
abstracto de la regularidad inicitica.
nada acerca de lo que puede ser una disciplina activa de preparacin, la cual,
en ciertos casos puede conducir incluso sin solucin de continuidad a la misma
iluminacin 4: del mismo modo que GUNON nada indica, como disciplinas
concretas, en cuanto a la obra de actualizacin que hace del iniciado virtual
un iniciado verdadero y, finalmente, un adepto. Tal como se ha dicho, el
dominio de GUNON es el de la simple doctrina, all en donde en cambio a
nosotros nos interesa esencialmente el de la prctica.
Pero tambin en aquel dominio GUNON ha escrito en otra circunstancia algo
que puede crear desorientacin. l refiere una enseanza islmica, segn la
cual quien se presenta ante una cierta puerta sin haber llegado a ella por una
va normal y legtima ve a esta puerta cerrrsele ante s y l est obligado a
volver atrs, pero no como un simple profano la cual cosa es ya imposible
sino como shar (brujo o mago en sentido inferior). En contra de esto hay que
avanzar una serie de precisas reservas, diciendo sobre todo que si aquel que
ha arribado a aquella puerta por un camino normal tiene una intencin recta y
pura, esta intencin ser por cierto reconocida por quien corresponde y la
puerta se abrir de acuerdo al principio: Golpead y os ser abierto. Y en tanto
la puerta no tuviese que abrirse, ello siempre en el caso mencionado querr
tan slo decir que el que debe iniciarse es puesto ante la prueba de abrirla l
usando la violencia, segn el principio de que el umbral de los cielos padece
violencia; puesto que en un plano general es muy exacto lo que dice LIPHAS
LEVI, es decir, que el conocimiento inicitico no es donado, se lo atrapa, siendo
esto por lo dems la esencia de aquella cualidad activa que, dentro de ciertos
lmites, el mismo GUNON reconoce5. Querer o no querer, un cierto trato
prometeico bien entendido pertenecer siempre al tipo ms alto del iniciado.
GUNON tiene razn en no tomar en serio la iniciacin en astral (139) si tiene
en vista lo que al respecto, divagando, se piensa de ella en ciertos ambientes
ocultistas. Pero tambin aqu no hay que poner en la misma bolsa aquello de
lo cual posturas de tal tipo pueden ser slo una distorsin 6. Aparte del hecho
de que en cualquier caso la iniciacin verdadera se cumple en una condicin
que no es la de la conciencia despierta ordinaria, es posible elevarse
activamente a estados en los cuales son propiciados los contactos esenciales
para el desarrollo supraindividual. En el mismo esoterismo islmico se habla de
la posibilidad de obtener el shath, estado interior especial que entre otras cosas
convierte eventualmente en aptos para vincularse con el Khidr, ser enigmtico
en el cual reside el principio de una iniciacin directa, es decir sin la
intermediacin de un tariqa (organizacin) y de una sl-sila (cadena) 7. Si bien
concebida como excepcional, esta posibilidad es admitida. Lo esencial es aqu
la nyyah, es decir, la justa intencin, que no debe entenderse en sentido
abstracto y subjetivo, sino como una direccin mgica de eficacia.
Vayamos todava a un punto. Tal como se ha visto, GUNON excluye el
vnculo ideal con una tradicin, puesto que, nos podemos vincular slo con lo
que tiene una existencia actual (53-54), pretendiendo hablar de una cadena de
la cual existan aun representantes vivientes en una filiacin regular. Sin lo cual
la iniciacin sera imposible e inexistente. Tambin aqu hay una curiosa
confusin entre el elemento esencial y el contingente y organizador. Que es lo
que en suma significa existencia actual? Todo esoterista sabe bien que
cuando un principio metafsico cesa de tener una manifestacin sensible en un
determinado ambiente o perodo, no es por esto que el mismo sea menos
actual y existente en otro plano (cosa que, por lo dems, GUNON en gran
medida reconoce pg. 319). Ahora bien, si por vnculo ideal se comprende
una simple aspiracin mental, se puede estar de acuerdo con GUNON; pero
sin embargo de otro modo se encuentran las cosas en lo relativo a las
posibilidades de una evocacin efectiva y directa sobre la base del principio
mgico de las correspondencias analgicas y sintnicas. En suma, el mismo
GUNON admite y quizs tambin ms de lo debido que las influencias
espirituales tambin tienen sus leyes (224). Esto no equivale, en el fondo, a
admitir, por principio, la posibilidad de una accin determinada sobre stas? Lo
cual puede ser concebido incluso a nivel colectivo, pudindose crear una
cadena psquica y disponerla de modo tal de que sirva como un cuerpo que, en
base a una sintona y, justamente, en correspondencia simptica, atraiga
una influencia espiritual en los trminos de un descenso de un plano, en el
cual las condiciones de tiempo y de espacio no tienen un valor absoluto. El
tema puede lograrse o no. Pero no debe excluirse, ni confundirse con el simple,
inconciente vnculo ideal.
En fin, GUNON niega que una iniciacin pueda realizarse en base a lo que ha
ya acontecido en precedentes existencias (203). Ahora bien, puesto que
nosotros admitimos tan poco como GUNON la doctrina de la reencarnacin, si
aquello a lo que se refiere es a sta, entonces estamos de acuerdo. Pero no es
que con esto quede excluida la que se podra denominar como una especial
herencia trascendente en determinados individuos, tal de conferirles una
particular dignidad en cuanto a la posibilidad de obtener por va directa el
despertar inicitico. En el buddhismo ello es reconocido en forma explcita. La
imagen de GUNON de una planta o de un ser viviente que no nace, cuando
no sea puesta una semilla (que sera el inicio determinado por la iniciacin
ritual desde lo externo) no es vlida sino dentro de ciertos lmites.
Convirtindola en absoluta se ira a contradecir la concepcin metafsica
fundamental de la no-dualidad y, en suma, se agrupara en modo uniforme a
todos los seres bajo un mnimo comn denominador. Existe pues quien puede
llevar ya consigo la semilla del despertar.
Con esto hemos indicado los elementos esenciales a sostener ante el esquema
unilateral de la regularidad inicitica. Nosotros en una cierta medida nos
descalificaramos a nosotros mismos si a este esquema no le reconocisemos
el debido valor. Pero no hay que exagerar y perder de vista las condiciones
especiales, digamos aun anmalas, en las cuales se encuentran en Occidente
tambin aquellos que tienen la mejor intencin y calificacin. Quin no estara
contento si se encontrasen organizaciones iniciticas como las concibe
GUNON, aun si no es en los aspectos segn las cuales las mismas hacen
pensar en un sistema burocrtico de legalidad formal? Quin es el que no
las buscara, pidiendo tan slo ser juzgado y probado? Pero esto no es as, y
quien lo lee a GUNON se encuentra un poco en la situacin de aquel que oye
decir que una cosa muy bella sera poseer una joven fascinante, pero que, en
el momento de preguntar en dnde sta se encuentra, tras haberse excitado
con tal imagen, recibiese por respuesta el silencio, o bien un: No es asunto
vuestro. Porque en cuanto a las indicaciones dadas en manera indirecta por
GUNON acerca de lo que subsistira en Occidente en materia de
organizaciones iniciticas regulares, ya se ha dicho cules precisas reservas se
impongan.
Hay luego un asunto que, a decir verdad, hubiramos debido tratarlo
justamente al comienzo, diciendo que la idea misma de la iniciacin ritual tal
iniciticas no son otra cosa que las de los grados del ser. Todo ello puede ser
pues comprendido en sentido espiritual y metafsico, y no personalizado y
organizativo.
4 Tal es tpicamente el caso en la ascesis del buddhismo de los orgenes. El
buddhismo tiene tambin un trmino tcnico para designar justamente a
aquellos que se han despertado por s mismos.
5 Es sobre esta base que, en uno de sus aspectos, debe ser comprendido el
principio de la incomunicabilidad. El verdadero conocimiento metafsico es
siempre un acto y lo que tiene cualidad de acto no puede venir de otro;
segn la expresin griega se lo puede alcanzar slo kathaut.
6 Se puede tambin recordar la parte importantsima que entre las poblaciones
salvajes tiene la iniciacin recibida durante el sueo; sobre esto puede por
ejemplo consultarse a M. ELIADE, El chamanismo y las tcnicas del xtasis,
trad. italiana, Roma, 1953.
7 Sobre esto puede confrontarse un escrito de ABDUL HADI, (tudes
traditionelles, agosto 1946, pg. 318). l habla de dos cadenas, de las cuales
una sola es histrica y tal que la iniciacin es impartida por un maestro (sheikh)
viviente, autorizado, poseedor de la llave del misterio: es el et-talmuujl, quien
se apoya sobre hombres, distinta del et-talmur-rabban, en la cual no se trata
de un maestro viviente como hombre, sino de un maestro ausente,
desconocido o incluso muerto desde hace muchos siglos. Con esta segunda
va se vincula la nocin del Kidhr (Seyidna El Kidhr), a travs de la cual se
puede recibir la iniciacin por una va directa. Esta concepcin tiene un relieve
particular en el Ismaelismo. Entre los Rosacruces la figura misteriosa de Elas
el artista era en una cierta medida el equivalente del Kidhr.
humano que dedic su vida a las prcticas y a los estudios ms diversos dentro
de la cadena de trasmisin de la magia europea en la senda de Eliphas Levi y
de la orden inglesa de la Golden Dawn . Sus textos - como el que presentamos
- muestran una especial sntesis creativa de los elementos del esoterismo
europeo del s. XVIII y XIX
EL TAROT Y LA MAGIA
La Magia es la ciencia y el arte de hacer que se produzca el cambio en
conformidad con la Voluntad. Con otras palabras, es Ciencia, Pura y Aplicada.
Esta tesis ha sido desarrollada en gran medida por el Dr. Sir. J. G. Frazer. Pero
en lenguaje vulgar, la palabra Magia ha sido empleada para dar a entender un
tipo de ciencia que la gente en general no comprende. En este ensayo
emplearemos esa palabra en este sentido limitado para la mayor parte.
El objeto de la Ciencia es explorar la Naturaleza. Las primeras cuestiones que
se plantea son: Qu es esto? Cmo se produjo? Cules son sus relaciones
con los dems objetos? El conocimiento adquirido puede utilizarse despus en
la Ciencia Aplicada, que se pregunta: Cmo podemos emplear mejor tal y tal
cosa o idea para el propsito que nos parece justo? Puede que un ejemplo nos
aclare esta exposicin.
Los griegos de la antigedad saban que frotando el mbar (al que llamaban
Electrn) con seda, aquel adquira la facultad de atraer objetos ligeros tales
como trozos pequeos de papel. Pero no fueron ms all. Su ciencia estaba
amordazada por teoras teolgicas y filosficas de tipo apriorstico. Esto
suceda hace ms de 2.000 aos antes de que este fenmeno se relacionara
con otros fenmenos elctricos. La idea de Medida apenas si era conocida por
algunos matemticos como Arqumedes, y por los astrnomos. Los cimientos
de la Ciencia, tal como la entendemos hoy, apenas si se pusieron hace 200
aos. Se tena una cantidad inmensa de conomiento; pero casi todo l era
cualitativo. La clasificacin de los fenmenos dependa mayormente de
analogas poticas. Las doctrinas de correspondencias y signaturas se
basaban en semejanzas fantsticas. Cornelius Agrippa hablaba de la
antipata entre el Delfn y el Remolino. Si una prostituta se sentaba debajo de
un olivo, ste dejara de dar fruto. Si una cosa se pareca a otra, participaba de
alguna forma misteriosa de sus cualidades.
A muchas personas de hoy les parece que esto no es ms que ignorancia de
clasificacin, hasta donde lleg, era a veces bueno y a veces malo. Pero en
ningn caso lleg muy lejos. La ingeniosidad innata de sus filsofos natos
compensaba en gran medida la endeblez de sus teoras; y les llev finalmente
(en especial a travs de la Alquimia, donde se vean obligados por la
naturaleza del trabajo a aadir observaciones reales a sus observaciones
ideales) a introducir la idea de Medida. La Ciencia moderna, obnubilada por el
xito prctico que acompa a esta innovacin, ha cerrado por las buenas la
puerta a cualquier cosa que no pueda medirse. La Vieja Guardia se niega a
someter esto a discusin. Pero la prdida es inmensa. La obsesin con las
cualidades estrictamente fsicas ha bloqueado todos los autnticos valores
humanos.
exponer una mezcla a los rayos del sol o de la luna durante semanas o meses,
pensando que todo se echara a perder si la hacan hervir violentamente. Los
procesos de la Naturaleza (decan) son lentos y mesurados; copimoslos!
Puede que hayan existido fundamentos slidos para esos puntos de vista. La
experiencia nos lleva a esa conclusin.
Esto es una especie de Introduccin a una tesis sumamente necesaria para la
comprensin del Tarot. Cada carta es, en cierto sentido, un ser vivo; y sus
relaciones con sus vecinas son lo que podramos llamar diplomticas. Al
estudiante le corresponde incorporar estas piedras vivas a su Templo viviente.
SEGUNDA PARTE
EL ESOTERISMO, LA GNOSIS Y LO SAGRADO
CAPITULO IV
ESOTERISMO
I CARACTERIZACION
El sustantivo 'esoterismo' se ha constituido sobre la base del adjetivo 'esotrico'
(en lat. esotericus), vocablo registrado en el Thesaurus linguae latinae. Ms
antiguo es su antnimo exotericus, que puede leerse en los escritos de Cicern
y Aulio Gelio con el significado de 'hecho para el pblico'. Ambas palabras
remontan a sus correspondientes griegas esoteriks, trmino tardo, y
exoteriks, ms primitivo, y sobre cuyo modelo lingstico se ha generado el
anterior. Esoteriks es un adjetivo formado sobre un tema en grado
comparativo (eiso-ter-iks) que significa literalmente 'ms adentro' o 'interior'
(inter-a [=intus]-ior), del mismo modo que exoteriks quiere decir 'ms afuera'
(exo-ter-iks) o 'exterior' (exter-us-ior)(1).
Clemente de Alejandra sostiene que Aristteles escribi obras acroamticas o
para ser odas y exotricas, para el pblico, y a las primeras las designa
'esotricas'. La misma noticia con mayores detalles y precisin es aportada por
Plutarco en la Vida de Alejandro, agregando que las primeras encerraban
enseanzas secretas (2). Tambin entre los pitagricos se dio la distincin
entre acusmticos (los oyentes) y matemticos (los consagrados al estudio de
los grandes saberes con posible vuelco hacia el cosmos: aritmtica, geometra,
armona y astronoma) (3).
La primera observacin, entonces, que merece hacerse es que desde este
punto de vista entre el par de vocablos 'esotrico-exotrico' no hay una
oposicin irreductible, sino relativa y, por lo tanto, una distincin que admite y
reclama la complementaridad. Existe entre ellos la relacin correlativa de
semejanza y dependencia que subsiste entre la profundidad y la superficie, lo
oculto y lo manifiesto, el ncleo y la corteza, lo interior y lo exterior de una
misma realidad u objeto.
Los conceptos de el-haqqah y el-shariyah o bien el-lobb y el- qishr, segn R.
Gunon, mantienen la misma distincin de niveles de interpretacin dentro de
la tradicin espiritual y la exgesis de los textos religiosos en el Islam (4). El
cristianismo primitivo tampoco habra sido ajeno a esta diferenciacin si se
toman en cuenta testimonios conservados y que separan a los de 'adentro' y
los de 'fuera'. El crculo de los discpulos ntimos y el de los dems.
Recurdese Evangelio de Marcos 4,34: 'No les hablaba sin parbolas; pero a
sus propios discpulos se lo explicaba todo en privado', texto que es la sntesis
contundente de lo escrito poco antes: 'Cuando qued a solas los que le
seguan a una con los doce le preguntaron sobre las parbolas. _l les dijo: 'A
vosotros os he dado el misterio (mystrion) del Reino de Dios, pero a los que
estn fuera todo se les presenta en parbolas, para que por mucho que miren
no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les
perdone' (4,10-12)(5). El pasaje del Evangelio de Mateo 11,27: '...y a quien el
hijo lo quiera revelar', confirma el mismo sentido as como las Epstolas de
Pablo que hablan de 'una sabidura entre los iniciados' (1 Co 2,6).
Esta separacin aludida entre una enseanza ms interna, hacia adentro, y
otra ms externa dentro de una misma corriente religiosa es tambin comn a
los rabinos de la poca quienes sostienen que los contenidos de los temas
relativos a la creacin del mundo segn los describe el Gnesis y la seccin del
libro de Ezequiel que relata la visin del trono mvil de Dios (merkavah) y sus
NOTAS
1 Cf. Cicern, Ep. a Atico, 4,16,2; Sobre los bienes V,5,12ss; Aulio Gelio,
Noches _ticas XX,5,1 y F. Gaffiot, Dictionnaire illustr latin?francais, Paris,
1934, p. 628. Ver las sugestivas observaciones de P.A. Riffard, L'esoterisme.
Qu'est?ce l'esoterisme? Anthologie de l'esoterisme occidental, 3a. reimp. rev.,
Paris, 1993, 83?88.
2 Cf. Clemente, Stromateis V, 9, 58; Plutarco, Vidas paralelas: Alejandro y
Csar II, 6 al final, asimismo ver Orgenes, Contra Celso I, 7. Entre Plutarco y
Clemente, Luciano de Samosata, ya ha empleado el par de antnimos en
sentido jocoso y en relacin con Aristteles, ya que si compras un esclavo
peripattico, con uno compras dos: 'Uno que se muestra desde afuera, y otro
desde adentro me parece que son dos, de modo que si lo compras, acurdate
de llamar a uno exotrico y a otro esotrico', cf P. Riffard, o.c., 65?83 (esp. p.
61) y Diccionario del esoterismo, Madrid, 1983, 147? 150 y 168?169; A.
Welburn, The Beginnings of Christianity. Essene mystery, Gnostic revelation
and the Christian vision, Edinburgo, 1991, 1?11.
3 Cf. Porfirio, Vida de Pitgoras 36 al final y 37 y Jmblico, Vida pitagrica XVII,
72?73; XVIII; XXXI, 200; XXXII, 220; Sobre lo comn de la ciencia matemtica
76, 25?77, 1 (F. Romano, Il numero e il divino, 1995, 154?155). La distincin
referida a 'esotricos? exotricos' ya la aplica Hiplito de Roma en el proemio
de la Refutatio: 'Pitgoras dividi en dos a sus discpulos y llam a unos
esotricos, y a los otros exotricos; porque a unos confi las enseanzas ms
completas, pero a los otros las ms limitadas' (I,2,14?16). Ver W. Burkert, Lore
and Science in Ancient Pythagoreanism, Cambridge, Mass., 1972, ps.
192?208; M. L. West, Early Greek Philosophy and the Orient, Oxford, 214?218
y L. Brisson, 'Usages et fonctions du secret dans le pythagorisme ancien', en
Ph. Dujardin (ed.), Le secret, Lyon?Par_s, 1987, 87? 101.
4 Cf. R. Gunon, Apercus sur l'soterisme islamique, Paris, 1969, 13 y en
relacin con los niveles de interpretacin asimismo en el Islam, exotrica o
exterior (tafsir) y esotrica o interior (ta'wil), ver B. Ross, 'Islamic Hermeneutics
Orientales, 7), Par_s, 1966; M. Smith, Jesus the Magician, Nueva York, 1978;
H. Clark Kee, Medicine, Miracle and Magic in New Testament Times,
Cambridge, 1987; G. Luck, Arcana mundi. La magia y lo oculto en los mundos
griego y romano, Madrid, 1994; M. Meyer & P. Mirecki (eds.), Ancient Magic
and Ritual Power, Leiden, 1995 (particularmente el art de F. Graf, 'Excluding
the Charming: The Development of the Greek Concept of Magic', pgs. 29? 42);
J.?B. Clerc, Homines Magici. tude sur la sorcellerie et la magie dans la societ
romaine impriale, Berna/Nueva York, 1995; H. Temporini & W. Haase (eds.),
Aufstieg und Niedergang der romischen Welt, II,18,15, Berln y Nueva York,
1995 (con diversos trabajos sobre los papiros mgicos griegos, magia egipcia,
copta, etc.); S. Montero, Diccionario de adivinos, magos y astrlogos de la
antigedad, Madrid, 1997.
32 Cf. E. Ruiz Garca, Artemidoro, La interpretacin de los sueos, Madrid,
1989 y A.J. Festugiere, Artmidore, La clef des songes, Pars, 1975. Ver
asimismo, M. Guberman, C. Prez de Martnez, C. Ugarte y C. Rixon, 'La
interpretacin de los sueos. Abordaje terico?prctico de Artemidoro, Freud y
Jung', en Epimleia. Revista de Estudios sobre la Tradicin IV/8 (1995),
249?265, con bibliografa pertinente.
33 Cf. P. A. Riffard, L'esotrisme. Qu'est?ce que l'sotrisme? Anthologie del
sotrisme occidental, Pars, 3a. ed. rev., Pars, 1993, 357?362.
34 Ver cap. V.
35 Ver Cap. V y VI.
36 Ver Cap. V.
37 Cf. J.?P. Corsetti, Historia del esoterismo y de las ciencias ocultas, Buenos
Aires, 1993; M. Eliade, Ocultismo, brujera y modas culturales, Buenos Aires,
1976; A. Faivre, El esoterismo en el siglo XVIII, Madrid, 1976; dem, 'El
esoterismo cristiano de los siglos XVI al XX', en Historia de las Religiones Siglo
XXI, Madrid, 1981, 8, ps. 303?373; _dem, L'sotrisme, Par_s2, 1993, dem,
Acces de l'esotrisme occidental I?II, Par_s2, 1996; Jorge F. Ferro, El
martinismo tradicional, Buenos Aires, 1990; F. Garca Bazn, Ren Gunon y
el ocaso de la metafsica, Barcelona, 1990; dem, El cuerpo astral, Barcelona,
1992; R. Gunon, El esoterismo de Dante, Buenos Aires, 1976; H.
Holzhey/W.Ch. Zimmerli (eds.), Esoterik und Exoterik der Philosophie,
Basilea?Stuttgart, 1977; M. Introvigne, Il Capello del Mago, Miln, 1990; J.?P.
Laurant, L'sotrisme chrtien en France au XIX sicle, Pars, 1992; dem,
L'sotrisme, Pars, 1993; F. Secret, La kabbala cristiana del Renacimiento,
Madrid, 1979; F.G. Yates, Giordano Bruno y la tradicin hermtica, Barcelona,
1970; R. T. Wallis, Neoplatonism, Londres, 1972. Se tendrn asimismo en
cuenta las revistas: Aries, dir. A. Faivre; Conoscenza Religiosa (Florencia
1972?1983), dir. E. Zolla; Politica Hermetica (Par_s 1987...), dir. J.?P. Laurant
y, ltimamente, la gran sntesis cientfica elaborada por un equipo internacional
de colaboradores: J. Servier (dir.), Dictionnaire critique de l'sotrisme, Pars,
1998.
por el monje calabrs Joaquin di Fiore en el siglo XII, y que inspir, de cerca o
de lejos, tambin a muchos de los mesianismos polticos contemporneos .
Ellos se empearon en delimitar un campo propio a las ciencias ocultas y
definieron su mtodo y sus prcticas en el cuadro del ocultismo - una palabra
nueva que hizo fortuna con la pluma del mago Eliphas Lvi en 1856 , pero cuyo
uso popular estaba suficientemente conocido para ser consignado en un
diccionario desde 1842.
La voz de aquellos que denunciaban el errar de la modernidad pudo parecer en
un principio una variante o una prolongacin del grito de horror de los catlicos
a lo largo del siglo XIX. En este coro polifnico que asociaba a los fieles de las
Iglesias y a los herederos de la gnosis y de la Iluminismo, bajo las miradas
hostiles de los partidarios de las ciencias positivas, el lugar de cada uno
apareca ms bien aleatorio y la legitimidad de sus palabras les fue negada. La
Primera Guerra mundial alter los datos del problema y la duda se apoder de
los espritus despus de 1918. Una muestra severa fue erigida en La
decadencia de Occidente al analizar la desconfianza hacia el progreso que
haba unido el perfeccionamiento del hombre con al de las ciencias y al de las
tcnicas.
Fue posible ver engrosarse entonces las filas de los opositores y, entre ellos,
los partidarios del esoterismo tradicional, al rechazar toda novedad como
mala en s misma. Este rechazo se fundaba sobre la idea de un oscurecimiento
progresivo de los conocimientos desde de la primera Revelacin, la Tradicin
primordial. El tema haba debido su xito al fracaso de las Luces antes de ser
abandonado por el mundo sabio en la mitad del siglo XIX. Despojado de su
legitimidad cientfica, l entr a la fuerza en esta nueva casa del esoterismo,
vigilada en la entrada por la iniciacin, en el momento en que las Iglesias, en
Occidente al menos, consideraban, despus de dos siglos de resistencia, que
era intil oponerse en contra del curso de la modernidad.
El problema del lugar y la naturaleza del esoterismo se plantea hoy en los
trminos familiares de los que haban sido presididos en su constitucin. El
pasaje anunciado a una sociedad postmoderna ha modificado poco el campo.
La vaguedad de la expresin se refiere ms a cambios de los contornos en el
horizonte espiritual precedente que a poner en crisis sus estructuras. Si el
hombre en busca de absoluto, El hombre del deseo , segn la expresin de
Louis-Claude de San-Martin, piensa contemplar las cosas desde lo ms alto, lo
hace subido sobre las espaldas del siglo XIX. Dicho de otra manera, es con la
ayuda de las tcnicas, a partir de puntos de vista cientficos enraizados en una
tradicin cristiana, a pesar de la secularizacin del siglo ltimo, como los
esoteristas argumentan hoy. Por ejemplo, las teoras de los astrofsicos sobre
el big bang original revitalizaron las antiguas querellas teolgicas sobre la
creacin y se renovaron al mismo tiempo las especulaciones esotricas sobre
su fin. La desligitimacin cientfica de esta teora que haba seducido a Po XII
en su tiempo no puso fin a los debates.
El pensamiento esotrico se quiere operativo, abriendo el camino a una suerte
de transfiguracin, una transmutacin del practicante por y con su prctica que
le proporciona el acceso al universal, a lo absoluto. Sin embargo el homo
esotericus y su mtodo estn a la vez absolutamente fuera del tiempo y son
productos de la historia. Los hombres se parecen ms a sus tiempos que a su
padre , dice un proverbio rabe, de donde la necesidad para cada uno,
individual o colectivamente, de vivir su experiencia en su propio paisaje
patente la poca consistencia de tal nocin del ocultismo, aunque no todo sea
falso ciertamente, en esas intuiciones confusas. La adivinacin se relaciona
con el ocultismo, y los hechos extraos para el conjunto de los hombres
constituyen con frecuencia el pan de cada da del ocultismo. Pero todas estas
ideas permanecen diseminadas. El ocultismo no es el desecho de lo
inexplicable; no es, ni siquiera, ese 'espritu de misticismo y de
sobrenaturalismo necesario a las imaginaciones soadoras y delicadas', de que
habla Gerardo de Nerval. Es otra cosa: es un vasto y maravilloso conjunto de
especulaciones y de acciones; es una visin del universo y una regla de vida;
es una filosofa. Afirmar que esta filosofa existe y enunciar sus caracteres
esenciales ser definir el ocultismo.
Si nuestra definicin es satisfactoria, debe facultamos, al desarrollarla, para
establecer un panorama del ocultismo, una especie de ndice de un tratado de
ocultismo. A quien emprende la tarea de presentar algunas reflexiones sobre el
ocultismo, le incumbe definir su tema. Partiendo de una concepcin implcita
segn la cual esto es oculto y aquello no lo es, nuestra definicin slo tendr
valor en el caso de que abarque todos los elementos que se admiten
generalmente, y slo ellos, con exclusin de todos los dems. Qu es el
ocultismo? Qu definicin se puede dar de l? La pregunta, incluso en esta
forma particular de empresa lgica no es nueva; pero parece ser que las
diversas respuestas que se han dado no soportan el anlisis.
Repudiemos inmediatamente, como oscuras e inadecuadas, las definiciones
que ven en el ocultismo 'la ciencia de las cosas ocultas'. La expresin 'cosas
ocultas' no tiene aqu sentido y, en todo caso, es su definicin la que nos dira
claramente lo que es el ocultismo. Por la misma razn, la definicin de Poinsot:
'la ciencia oculta', o la de H. M. de Campigny, que reposa igualmente sobre la
nocin de oculto', no dan sino una idea muy imperfecta del ocultismo.
Otras definiciones ofrecen el peligro de definir el ocultismo en los trminos de
un sistema 'particular, y no son tiles sino a quienes conocen y admiten el
sistema considerado. Estas definiciones no podrn librarse de la famosa navaja
de Occam. 'El ocultismo dice la seora H. P. Blavatsky- es el conocimiento de
lo mental divino en la naturaleza.' A quien conoce el significado personalsimo
que la Doctrina Secreta confiere a los trminos 'mental' y 'divino', por no hablar
de la expresin 'conocer', le es muy difcil defender el alcance general de esta
definicin. Gabriel Trarieux d'Egmont repite el pensamiento de la seora
Blavatsky cuando describe, con el nombre de ocultismo, 'el conocimiento de lo
divino en el mundo y en el hombre, que es su compendio'.
Se ha tomado a veces la palabra ocultismo en una acepcin distinta de la que
se le atribuye habitualmente. Nadie discutir el derecho que tiene cada cual a
anunciar que va a llamar a lo blanco negro; pero es que no se define as el
ocultismo, sino que se decora con este nombre una realidad a la cual jams
haba estado hasta entonces consagrado. Se combate la definicin
generalmente admitida e implcitamente utilizada, se dice que las slabas de la
palabra ocultismo no convienen al dato X, y no se define el dato arbitrariamente
llamado ocultismo. De este modo, el abate Alta restringe el ocultismo al
dominio material y propone para el dominio espiritual el vocablo esoterismo. La
revista bibliogrfica ms elemental, y hasta la introspeccin, revelan, sin
embargo, que las echadoras de cartas no son las nicas que se entregan a las
prcticas ocultistas, sino tambin Jacobo Bohme, cuyas realizaciones no
inspiran en modo alguno este juicio.
Con respecto a las mltiples definiciones histricas del ocultismo, bastar hacer
notar que una definicin histrica es
totalmente insuficiente desde el punto de vista lgico. Es posible que el
ocultismo sea la doctrina de Paracelso y de Estanislao de Guaita, pero esta
afirmacin no nos dice en qu consiste tal doctrina, y esto es precisamente lo
que debera enseamos una verdadera definicin del ocultismo.
Una definicin puede ser literariamente bella y lgicamente condenable. Un
fragmento de Stphane Mallarm nos suministrar un ejemplo de esta ltima
categora. En una carta a Vctor Emilio Michelet, el poeta del Azur, escribe: 'El
ocultismo es el comentario de los signos puros a que obedece toda la literatura,
brote inmediato del espritu.' El mismo poeta deca un da a Degas, que un
poema no est hecho de ideas, sino de palabras. Sera injusto ver en la
definicin mallarmeana del ocultismo el esbozo de un poema?
Histricas o literarias, oscuras o inadecuadas, demasiado amplias, o
demasiado estrechas, la mayora de las definiciones del ocultismo no parecen
poder resistir a un examen un poco atento.
Probemos a formular una definicin ms satisfactoria para la lgica.
Propondremos la definicin siguiente, que el resto de nuestro estudio se
esforzar en justificar y explicar:
El ocultismo es el conjunto de las doctrinas y de las prcticas fundadas en la
teora de las correspondencias.
Se objetar que la expresin teora de las correspondencias es un concepto
bastante vago y que su precisin es una de las condiciones de la validez de
nuestra definicin. Pero las palabras teora de las correspondencias no figuran
aqu sino para la facilidad de la exposicin, y pueden, a su vez, ser definidas.
Se entiende, en efecto, por teora de las correspondencias, cierta teora
filosfica perfectamente reconocible y cuya definicin puede enunciarse as:
La teora de las correspondencias es la teora segn la cual todo objeto
pertenece a un conjunto nico y posee con todos y cada uno de los elementos
de dicho conjunto relaciones necesarias, intencionales, no temporales y no
espaciales.
Todos los trminos de las dos definiciones precedentes estn tomados en su
ms amplia acepcin filosfica y no implican, considerados aisladamente,
ninguna referencia a un sistema particular, como parece hacerlo Andrs
Lalande. Es fcil fundir ambas definiciones en una definicin nica y, de este
modo, la formula siguiente, en la que se ha substitudo la expresin teora de
las correspondencias por la definicin de esta teora, puede ser considerada
como la definicin general del ocultismo.
El ocultismo es el conjunto de las doctrinas y de las prcticas fundadas en la
teora segn la cual todo objeto pertenece a un conjunto nico y posee con
todos y cada uno de los elementos de dicho conjunto relaciones necesarias,
intencionales, no temporales y no espaciales.
El plan para un estudio del ocultismo parece que ha de derivar naturalmente de
la definicin que acabamos de dar. El ocultismo es, en efecto, un conjunto de
doctrinas y de prcticas; impnese, por lo tanto, en primer lugar, el examen de
las doctrinas, o, por mejor decir, el examen del fondo comn de todas las
PRIMERA PARTE
LAS DOCTRINAS
CAPITULO PRIMERO
LOS REINOS
y LAS CORRESPONDENCIAS
Todo lo visible reposa sobre un fondo invisible;
lo que se entiende,
sobre un fondo que no se entiende;
lo que es tangible, sobre
un fondo impalpable.
NOVALIS
El primer trmino de nuestra definicin afirma que el ocultismo es un conjunto
de doctrinas, todas ellas fundadas sobre la teora de las correspondencias. Con
EN EL BOSQUE CELTA
Por Esteban Ierardo
Los hombres construyen templos para convocar lo sagrado. Pero la naturaleza
misma quiz sea el santuario. El bosque quiz sea el templo esencial. Lo
mismo que entre los germanos o en la antigua India, los celtas veneraron el
universo de los rboles. Los druidas, sacerdotes de blancas vestiduras,
hallaron en el roble la fuente del saber divino. Y el claro, el sitio despejado del
bosque, circundado de madera y follaje, acaso fue su altar.
En las lneas que siguen recorremos la nocin cltica de nemeton o claro
sagrado, los resplandores simblicos del Grial, la sabidura solitaria de Merln y
la magia del roble y el murdago, las espirales y un huevo de serpiente.
En el bosque celta, el templo es la penumbra, la hoja, el roble y la cpula de las
ramas misteriosas. Siempre visitadas por los caballos salvajes del viento.
A propsito del bosque y su dimensin simblica en Temakel tambin pueden
consultar El bosque y el poema El rbol cerca del claro
I. Hacia el claro
Y el bosque es el templo celta.
Grecia, hacia el 290 ajc. Segn nos refiere Diodoro de Sicilia: 'Brennus se ech
a rer porque (los griegos) haban supuesto que los dioses tenan formas
humanas y los haban fabricado de madera y piedra'.
Ante las estatuas antropomrficas de los dioses griegos, no lo era posible
entender al guerrero cltico que lo divino fuera representado con los perfiles de
la criatura humana. Lo divino slo puede ser en las formas naturales de piedra
o madera, o en estilizadas figuras geomtricas.
II. La luz del Grial
Y en el claro del bosque celta, en su espacio de lo sagrado, impera la
desnudez. Pero all puede brillar tambin un cliz extrao, y el embrujo de un
nombre imantado: el Grial.
No es este el instante para recrear las amplias investigaciones ya trazadas
sobre los orgenes del mgico vaso. Slo recordemos que las dos teoras
fundamentales que se esgrimen en esta materia son la cristiana y la cltica. La
primera posicin asegura que el Grial es el cliz de la ltima cena de Cristo. Es
el vaso del que beben el maestro, hijo del padre divino, y sus discpulos. Es el
recipiente tambin que despus manipula el comerciante Jos de Arimatea
para recoger la sangre del lacerado y chorreante cuerpo de Cristo. Luego del
martirio y de la ascensin de Jess a la diestra de su padre absoluto, Jos de
Arimatea lleva el vaso a Inglaterra. En las llanuras del sur ingls, planta un
rbol y erige la Abada de Glastonbury. En un pozo empotrado en el jardn
trasero de la construccin eclesial, oculta la divina reliquia. En el fondo de
aguas subterrneas se hallara entonces el Grial empapado an con las rojas
gotas de la pasin de Cristo.
La otra teora asegura la raigambre cltica del Grial. El mgico recipiente sera
heredero de los famosos calderos celtas como el que aparece en el vaso de
Gundestrup.
Ms all de su problemtico origen histrico, el Grial alberga un extrao lquido
capaz de brindar regeneracin, calor y sabidura. Revelacin luminosa del ser
profundo.
En la clebre La muerte del rey Arturo, de Thomas Malory, el rey de los
caballeros de la Tabla Redonda rompe el orden divino, de manera involuntaria,
al yacer con su hermana Morgana. El soberano se despea entonces en la
lasitud; sus fuerzas vitales se desvanecen y lo condenan a la postracin.
Extenuado, demacrado, yace en su trono. Junto a su decaimiento fsico,
languidecen tambin los suelos de su reino. Su pas se convierte en tierra
yerma. En el universo mtico que envuelve al rey Arturo, la vida se debilita y
disipa cuando se corta el cordn umbilical que liga la propia vida con la fuente
de lo divino. Tras la ruptura del lazo comunicante, se debe recuperar la fuente
para renacer. El Grial es el sustituto del tero que recibe los nuevos rayos de la
fuente divina.
Pero el Grial slo admite la presencia humana tras un largo proceso de ascesis
y de peligrosas aventuras dentro del bosque.
Luego de su desfallecimiento, Arturo enva a sus caballeros en busca del Grial.
Los enva hacia aquello que puede contener y retener lo que en realidad es
inasible, lejano, atemporal. El Grial puede contener la potencia de lo eterno y lo
sagrado. Pero slo es eficaz si se le manifiesta a los hombres dentro del
tiempo. Slo es plenamente trascendente dentro del flujo temporal. El Grial se
manifiesta como altar en el tiempo donde recibe las luces calurosas del ser.
El Grial es altar de tiempo.
Y lo temporal es lo que se sucede, se desplaza, se mueve. De all que el Grial
sea altar mvil, nmada, desplazable. Es acaso el equivalente pagano (o una
prolongacin cristiana) del tabernculo judaico, del arca de la alianza. Objeto
sacro que patentizaba la continuidad del cordn umbilical que une lo humano y
lo divino.
Y el Grial, como nmada altar temporal, puede moverse entre los vastos
senderos del bosque. Pero, a pesar de todos sus posibles movimientos, no
suspende su vnculo con un nico lugar, el claro, el centro misterioso del
bosque, el santuario cltico.
El Grial se manifiesta por primera vez dentro del bosque, en el Castillo del
Grial. All, en El cuento del grial, de Chrtien de Troyes, arriba el joven
Perceval. Con anterioridad a este hecho, Perceval ha vencido al Caballero
Bermejo y ha sido alentado por el rey Arturo para cabalgar en la mdula del
peligro en busca de los blasones y el honor del caballero.
Perceval llega a un ro. All, un hombre hunde un anzuelo en la corriente.
Pesca. El joven aspirante a caballero, recin llegado, le pregunta por el castillo
del rey que impera en aquellas tierras. El pescador le indica el camino. El jinete
sigue la senda sealada entre la floresta. Asciende hasta la cuesta de un cerro
donde se yergue la silueta seorial del castillo, donde es bien recibido.
Perceval descubre entonces que el pescador no es otro que el rey, el Rey
Pescador, quien es vctima de una herida que lo mantiene tullido. Slo puede
trasladarse de un lugar a otro gracias al auxilio de sus pajes.
El rey invita al husped a su banquete. Con asombrados y complacidos ojos,
Perceval contempla entonces los manjares que tapizan con formas deleitosas
las mesas. Entonces, se abren las puertas y un resplandor comienza a
esmaltar de luz el festivo y suculento recinto. Hace su entrada un cortejo
precedido por una bella mujer, arropada en blancas vestiduras. Su presencia
exhala radiante luz. Pero ms an el objeto que porta entre sus manos. Es un
vaso fulgurante, un objeto ferico: el Grial. Junto a la mujer, avanzan dos pajes.
Uno lleva un plato de plata; y, el otro, una lanza en cuyo extremo mana sangre.
Luego de algunos instantes de difano esplendor, los solemnes visitantes y el
exultante vaso se retiran.
revestida de una belleza y de una dignidad sagrada. Por eso, sostiene Gunon
que se debe encontrar la armona entre la tierra y el cielo, entre la naturaleza y
la cultura, entre la fe y la razn y toda civilizacin futura deber encontrar las
llaves de una tarea ms importante que la transformacin del mundo y de la
sociedad por la historia y en la historia; debe encontrar la transfiguracin de la
vida cotidiana de cada hombre y mujer, aqu y ahora.
Tradicin y ciclos
Gunon confiri a las palabras tradicin e iniciacin un sentido riguroso. Es lo
que el hombre y la mujer reciben y lo identifican con el Logos de la humanidad.
Ese despliegue no se produce por un progreso lineal. Repito, lo saba Hegel
cuando habl de los cambios dialcticos superando el racionalismo aristotlico.
Cambios cuantitativos o cualitativos.
Para Gunon su doctrina cclica, que extrae de la tradicin de la India, excluye
toda repeticin, ya que los cambios se producen agotndose en cada perodo
sucesivo. Lo ejemplifica con la sucesin de las cuatro edades mencionadas,
oro, plata, bronce y hierro, proveniente de la tradicin de Hesodo y Platn. Nos
encontraramos, segn la India, al final de la edad de hierro o de los conflictos
(el Kali-Yuga) de acuerdo a la terminologa hind, perodo al que le seguir un
cambio cualitativo.
Fue Herclito de feso, quien plante una teora de los ciclos, segn lo han
desarrollado Oswald Spengler, Theodor Gomperz y Rodolfo Mondolfo. Deca
mi maestro Mondolfo en su Herclito. Textos y problemas de su interpretacin:
El principio universal divino representa para Herclito la inteligencia y la vida
universales (Zeus) que en todo ser, as como en todo el cosmos, se
manifiestan como ciclos incesantes de construccin y destruccin, que se han
realizado y se realizarn infinitas veces en el curso infinito del tiempo. La teora
de los ciclos csmicos se asocia a la del flujo universal de la materia
eternamente viviente, comparable con el fluir de un ro cuyas aguas cambian
sin cesar. Todo se mueve y cambia incesantemente, aun cuando sus
transformaciones escapan a nuestra percepcin, lo que le parece a Gomperz
una anticipacin heracltea del descubrimiento de los movimientos invisibles,
que explicar ms tarde la teora atomista.
Sin embargo -agrega Mondolfo- Herclito nos reserva una sorpresa an mayor
con la intuicin de una ley nica que domina en la vida de la naturaleza tal
como en la de los hombres: ley de medida, ley divina, logos eterno, cuyo
imperio sustituye a la multiplicidad arbitraria de los dioses del politesmo.
Gomperz juzga semejante idea inspirada a Herclito por los descubrimientos
pitagricos de la ley del nmero en la astronoma y en la acstica.
Sigue Mondolfo expresando que Herclito Esta impelido hacia la intuicin de la
ley universal por la exigencia de una permanencia eterna frente al flujo
universal de las cosas; esta permanencia la encuentra en la ley inmutable que
se unifica con la materia animada e inteligente, en la concepcin mstica de la
hacer una referencia al pensador y filsofo masnico Herder, que Peyret haba
ledo. Herder exponente del mundo masnico de su tiempo y filsofo que desde
el campo espiritualista, no olvidemos que era un pastor cristiano, va al
encuentro del materialismo, como ocurrir en el siglo XX con el eminente Pierre
Teilhard de Chardin S. J. y anteriormente con Gassendi, aunque estos dos
ltimos, eran sacerdotes catlicos, que si bien no pertenecieron a la masonera,
no parece casual que el pensamiento teilhardiano fuera respetado hasta por los
masones agnsticos o ateos y en las logias se difundiera el trabajo pstumo del
jesuita, nunca editado, por los menos en castellano, titulado Lo Crstico.
Herder estaba obsesionado, como el tesofo Behme, con la naturaleza, con la
materia. Haba sido influenciado por Kant. A partir de la materialidad
configurada por los planetas, estrellas o cometas, se inicia una especie de
regressus que, cuando no acaba en el punto de la creacin postulado por la
doctrina del big bang, termina en la materialidad cosmognica de la nebulosa
primordial, plasma hidrognico o polvo estelar, como explic Kant en 1755
(Naturgeschichte und Theorie des Himmels). De all, Herder sostuvo que
operando sobre esa materialidad contextualizada, era posible reconstruir,
aplicando las leyes fsicas convencionales, las diferencias de planetas, estrellas
o cometas.
Al principio haba Dios y hyl, que es como los griegos llaman a la materia. El
soplo estaba con la materia, es ms, estaba dentro de la materia... (Libro II.
Asclepios, IV. Las Causas Primeras, Dios, la materia, el soplo, a) Dios).
Devenir
Hermes: Es el mundo, que es bello pero no es bueno. Est hecho de materia y
es fcilmente afectado; el primero entre todos los pasibles est en segundo
lugar en la secuencia de los seres y, en s mismo, es incompleto: habiendo
comenzado a ser, permanece siempre, subsiste en el devenir de las cualidades
y cantidades, pues est en movimiento y todo movimiento de la materia es
devenir (Libros Hermticos, Poimandrs, Tratado IX, 10, Sobre la inteleccin y
la sensacin).
Todo el conjunto de la materia comenz a existir, hijo mo, y fue.
La materia constituye el vaso del devenir, y el devenir no es sino el modo de
actividad del Inengendrado y Preexistente, Dios. Al recibir el germen del
devenir, la materia comenz a ser (Libro III. Fragmentos de Estobeo, Tratado
IX, 1, De Hermes. Fragmentos de los discursos a Tat).
Tiempo
El movimiento del mundo es la vida de la eternidad, y esta vida eterna es su
lugar apropiado. Por ello el mundo no presentar jams reposo ni podr ser
destruido, puesto que esa eternidad de vida le protege como un muro y, por as
decirlo, lo encierra. Este mundo dispensa por s mismo la vida a todos los seres
contenidos en l, y es el lugar propio de todos los seres sometidos al gobierno
divino bajo el Sol.
En cuanto al movimiento del mundo, es el resultado de una doble operacin:
por una parte, el mundo es vivificado desde el exterior por la eternidad, por otra
parte vivifica a todos los seres contenidos en l, diversificando todas las cosas
de acuerdo con el nmero y el tiempo fijados y determinados por la accin del
Sol y el curso de los astros, habiendo sido prescrito el ciclo regular del tiempo
por una ley divina (Libro II. Asclepios, XI) El tiempo y la eternidad, 30, a)
Oposicin).
Movimiento
...As pues, aunque la eternidad sea estable, inmvil y fija, puesto que el curso
del tiempo, que es mvil, tiende siempre a la eternidad, y dado que este
movimiento, segn la ley del tiempo, es una revolucin cclica, la eternidad
parece que est en movimiento a causa del tiempo, pues ella misma entra en el
tiempo, en ese tiempo en el que todo es movimiento puede tener lugar. De esto
resulta que la estabilidad de la eternidad comporta movimiento, y la movilidad
del tiempo se vuelve estable por la inmutabilidad de la ley que rige su curso...
(Libro II. Asclepios, 31, b) Implicacin).
Por otra parte, lo que es movido, se mueve por la actividad del movimiento que
mueve el Todo, pues la Naturaleza del Todo, abastece al Todo de dos
Evolucin
remodelndolos y transformando los unos en los otros en forma espiral; el
cambio de los unos en los otros opera un intercambio constante de gneros en
gneros y de especies en especies; en definitiva, ejerce sobre esta parte del
mundo la misma actividad creadora que sobre los grandes cuerpos. Pues en
todo cuerpo la duracin es cambio: del cuerpo inmortal, un cambio sin
disolucin, del cuerpo mortal un cambio acompaado de disolucin. Y sta es
precisamente la diferencia entre lo inmortal y lo mortal, y entre lo mortal y lo
inmortal (Tratados Hermticos, Poimandrs, Tratado XVI, 9, De Asclepios al
Rey Amn. Definiciones).
Dialctica
...est la Heimarmen, que tras lanzar, por as decirlo as, la semilla, permite
que se produzca, una despus de otra, todas las razas de las cosas futuras; le
sigue la Necesidad, que es la fuerza que impulsa a todas las cosas a alcanzar
su trmino efectivo; y en tercer lugar est el Orden, que mantiene la conexin
de todos los acontecimientos que han sido determinados por la Heimarmen y
por la Necesidad. As pues, la eternidad, que no tiene ni comienzo ni fin,
determinada en la ley inmutable de su curso, cumple su revolucin por un
movimiento perpetuo, que nace sin fin y que, a su vez, debe morir en alguna de
sus partes, aunque por el cambio de los momentos, la parte de ella que muere
es la misma que renace... (Libro II. Asclepios, XIII, El hombre creador de los
dioses, 39, XIV) Heimarmen, Necesidad, Orden).
Dioses creados
Volvamos al hombre y a la razn, don divino por el que el hombre ha recibido
el nombre de animal racional. Lo que hasta ahora hemos dicho del hombre es
por s solo maravilloso, pero todas estas maravillas no valen lo que sta: lo que
causa admiracin por encima de todas las cosas es que el hombre ha sido
hecho capaz de descubrir la naturaleza de los dioses y de producirla (Libro II.
Asclepios, XIII, 37, El hombre creador de los dioses).
...Aqul que dispensa la vida y que nosotros llamamos Jpiter, ocupa el lugar
intermedio entre el cielo y la tierra. En cuanto a la tierra en s misma y en
cuanto al mar, se encuentran bajo el dominio de Jpiter Plutonius, que es el
que nutre a todos los seres vivos mortales y que dan fruto. As pues, las
producciones del Sol, los rboles y la propia tierra deben su subsistencia a las
virtudes activas de todos esos dioses. Pero hay an otros dioses cuyas virtudes
activas y operaciones se distribuyen a travs de todo lo que existe. En cuanto a
aquellos dioses cuyo dominio se ejerce sobre la tierra, un da sern
restaurados y morarn en una ciudad en el ltimo extremo de Egipto, una
ciudad que ser fundada en el lado del sol poniente, y donde afluir, por tierra y
por mar, toda la raza de los mortales.
Asclepios: Dime, oh Trismegisto!, dnde se encuentran ahora estos dioses
de la tierra?.
Psiquis
Existen pues la sustancia, la razn, el pensamiento y la inteligencia discursiva;
en relacin con la inteligencia discursiva, se encuentran la opinin y la
sensacin. La razn se relaciona con la sustancia, el pensamiento se
hablar en el siglo XVI. La evolucin no es, para el Corpus, lineal, sino que se
produce por el cambio de los momentos, preanunciando la idea de la
dialctica, la idea de ciclos. En cuanto a los dioses creados hay un profundo
sentido antropolgico, y se sostiene que el hombre es el creador de los dioses
como lo afirmarn los entonces jvenes hegelianos Ludwig Feuerbach y Marx,
diecinueve siglos despus.
Las referencias naturalistas y sobre el carcter bisexual o andrgino de Dios,
liga al Corpus a las creencias prejudeocristianas de la fertilidad o de la
Naturaleza. El alma relacionada con la inteligencia discursiva (y tambin con
la razn y el pensamiento) se adelanta al concepto actual del psiquismo
humano.
La idea del Artesano del Universo hace recordar la idea masnica moderna
del Gran Arquitecto del Universo (GADU), ratificando, una vez ms, la filiacin
hermtica de la francmasonera.
En cuanto a la Tabla de esmeralda, cuyo origen es preislmico, la ms antigua
referencia fue hallada en un escrito musulmn de Dybir Ibn Hayyn,
correspondiente al siglo VIII, y su versin latina era conocida por Alberto
Magno. Lo de abajo es igual a lo de arriba y lo de arriba, igual a lo de abajo
(macro y microcosmos) indica la mutua dependencia entre lo activo y lo pasivo
en el sentido de que la forma esencial no puede manifestarse sin la materia
pasiva, y viceversa, la potencia pasiva puede slo desarrollarse slo gracias al
polo opuesto, activo. Thelesma debe traducirse como maravilla. Si bien esta
pgina fue escrita entre VI y VIII d. C., es decir, posteriormente al Corpus,
opino que debe formar parte de la compilacin del texto alejandrino. No existen
razones valederas para excluirlo.
En cuanto a que los dioses habitan sobre una montaa de Libia -segn la
referencia de Hermes en el Asclepios-, se trata de un nuevo mito antiguo, el
lugar sagrado, el paraso terrenal, una tierra de Luz, expresin que tom
fuerza con el Maniquesmo y que aparece en toda la mitologa desde la
antigedad: Hiperbrea, Salem, Shambala, Agartha, o es una isla, Avalon,
Thule. Hay centros confesionales que la han representado en el curso histrico,
Babilonia, Tebas, Jerusaln, Roma, Cuzco. Fue el Castillo de Montsegur, de
los ctaros. Pero tambin en el mundo moderno el horizonte social de los
utopistas habl de lugares paradisacos: Utopa, Ciudad Sol, Icaria. Durante la
Revolucin Francesa de 1789, y las dos Comunas del siglo XIX, Pars cautiv a
los revolucionarios del mundo y all iban a morir por un ideal.
Los masones hablan de una Jerusaln celeste o mtica, la que dicen construir
por la labor que realizan en sus templos y por la accin que despliegan en la
vida profana. El grado 19 del Rito Escocs Antiguo y Aceptado tiene como
ttulo Prncipe de la Jerusaln Celeste y eso se repite en casi todos los ritos:
es la palabra de pase de los Caballeros del Arco Iris, lleva ese nombre en el
grado 68 del Rito de Misraim; se denomina Prncipe de Jerusaln al trado 6 del
Rito Primitivo de los Filadelfos de Narbona; era el grado 8 del Rito del
Martinismo, 8 del Escocismo Reformado de Tschoudy, 16 del Rito de Heredom,
45 del Rito de Misraim; o Soberano Comendador de Jerusaln para el grado 27
el mundo, en todos los ritos y en sus principales doctrinas y filiacin histricoideolgica. Agrega Gonzlez, en el mismo trabajo citado: En verdad para el
Hermetismo, anterior histricamente al Cristianismo, existe una Cosmogona
Perenne, manifestada por su filosofa y sus escritos, como para el masn religioso o ateo- lo est en sus smbolos y ritos.
No solo el hermetismo es el tema de abundantes planchas (escritos) y libros
masnicos, e innumerables logias se denominan Hermes, sino que existen ritos
y grados que llevan su nombre. As hay un Rito llamado Los discpulos de
Hermes; otro el Rito Hermtico de la Logia Madre Escocesa de Avin;
Filsofo de Hermes es el ttulo de un grado cuyo catecismo se encuentra en los
archivos de la Logia de los amigos reunidos de San Luis; Hermes Trismegisto
es otro grado arcaico del que da cuenta el historiador y pensador masnico
Ragn; Caballero Hermtico es una jerarqua contenida en un manuscrito
atribuido al masn Peuvret donde tambin se habla de otro grado denominado
Tesoro Hermtico que corresponde al 148 de la nomenclatura llamada de la
Universidad, en donde existen otros como Filsofo Aprendiz Hermtico,
Intrprete Hermtico, Gran Canciller Hermtico, Gran Tesofo Hermtico
(correspondiente al grado 140), el Gran Hermes, entre otros. Igualmente en el
Rito de Memphis el grado 40 de la serie Filosfica se apela al Sublime Filsofo
Hermtico, y el grado 77 (9. Serie) del denominado Captulo Metropolitano es
llamado Masn Hermtico.
Es tambin interesante la relacin de Hermes con el smbolo del gallo (que se
encuentra presente en el cuarto de reflexiones o caverna inicitica de la
masonera) smbolo solar que vigila, despierta y anuncia el nuevo da.
D. Ligou en su Dictionnaire de la franc-maonnerie, dice: Citaremos una
interpretacin hermtica hermtica de algunos trminos utilizados en el
vocabulario masnico: Azufre (Venerable), Mercurio (1er. Vigilante), Sal (2
Vigilante), Fuego (Orador), Aire (Secretario), Agua (Hospitalario), Tierra
(Tesorero). Se encuentran aqu los tres principios y los cuatro elementos de los
alquimistas.
La obra de Elas Ashmole
Elas Ashmole (1617-1692) es la figura fundamental del siglo XVII en la
transformacin de la masonera, tal vez ms importante y decisiva en lo
doctrinario que Anderson. Este pensador constituy un punto de conexin entre
el hermetismo antiguo y la masonera moderna. Ren Gunon reconoci sobre
el papel de Ashmole: Pensamos, incluso, que se busc en el siglo XVII,
reconstituir a este respecto una tradicin de la que ya una gran parte se haba
perdido.
Ashmole public en 1650 su Fasciculus Chemicus, bajo el nombre de James
Hasolle, donde presenta una traduccin de textos latinos de Alquimia (entre
ellos de Arthur Dee y Jean dEspagnet), con una introduccin. Dos aos
despus edita el Theatrum chemicum britannicum, una coleccin de textos
alqumicos ingleses en verso, que rene muchas de las ms importantes
piezas producidas en ese pas, y seis aos despus The way to bliss, a la par
CRISTIANISMO E INICIACIN
No tenamos intencin de volver aqu sobre las cuestiones que conciernen al
carcter propio del Cristianismo, pues creemos que lo que habamos dicho en
diversas ocasiones, aunque sea por incidencia, era ms que suficiente para
que no hubiera ningn equvoco al respecto (1). Lamentablemente hemos
debido comprobar en estos ltimos tiempos que no era as, y que, por el
contrario, se haba producido en cuanto a eso, en la mente de un gran nmero
de nuestros lectores, confusiones ms bien molestas, lo que nos demostr la
necesidad de dar, nuevamente, algunas precisiones sobre ciertos puntos. Por
otra parte, no es sino con pesar que nos decidimos a ello, pues debemos
confesar que nunca nos hemos sentido inclinados a tratar especialmente este
tema, por varias y diversas razones, entre las cuales la primera es la oscuridad
casi impenetrable que rodea todo lo que se relaciona con los orgenes y los
primeros tiempos del Cristianismo, oscuridad tal, que, si se reflexiona bien,
parece no poder ser simplemente acci-dental y s haber sido expresamente
querida. Hay que retener esta observacin relacionndola con lo que diremos a
continuacin.
A pesar de todas las dificultades que resultan de este estado de cosas, hay, sin
embargo, por lo menos un punto que no parece ofrecer dudas, y que, por otra
parte, no fue cuestionado por ninguno de los que nos hicieron llegar sus
hemos tomado este texto del libro Gurdjieff Textos copilados por Bruno de
Panafieu Ganesha, Caracas, 1997, traduccin de la edicin francesa de 1992
de Editions l'Age d'Homme, del cuaderno L'Herne dedicado a ese hombre
excepcional que fue Georges Ivanovitz Gurdjieff. agradecemos a editorial
Ganesha su autorizacin
EL COSMOS SAGRADO
LA ENSEANZA DE G. I. GURDJIEFF
Henry Leroy Finch *
*Henry Leroy Finch Profesor de filosofa en varias universidades
norteamericanas, Presidente del seminario consagrado al estudio de las
religiones en la Universidad de Columbia. Ha dirigido diversas publicaciones en
los Estados Unidos. Autor de tres libros sobre Wittgenstein
EL INDIVIDUO SOLAR
Quien visite el cementerio de Avon, cerca de Fontainebleau, a unos sesenta
kilmetros de Pars, no tendr dificultad alguna para encontrar la tumba de
Gueorgui Ivnovich Gurdjieff: est marcada por un monolito que despunta entre
las tumbas del cementerio, y es visible desde todas partes. Ni la tumba ni la
piedra llevan nombre . No es necesario.
Monumento ms apropiado no se habra podido elegir. Gurdjieff era, en primer
lugar, un megalito humano que destacaba entre sus contemporneos y
ocupaba un sitio nico, arcaico, annimo, indescifrable. Era una fuerza
aborigen de la naturaleza, sobreviviente de la era casi completamente olvidada
en la que, mucho antes de la aparicin de las religiones y las civilizaciones
Estos son ejemplos de las dependencias recprocas sobre todas las cosas, tan
importantes segn el pensamiento budista -aunque el Sol Absoluto puede ser
considerado ms como una categora gnstica que budista.
Segn el mito gurdjieviano las criaturas terrestres estn sujetas ya sea a las
fuerzas gravitacionales de la Luna que actan sobre los fluidos de todos los
cuerpos, de tal manera que puede decirse que la Luna 'come' las 'energas
inferiores' ya sea a las radiaciones nacidas del Sol que corresponden en los
humanos a las energas ms conscientes. Nuestra misin es llegar a ser seres
solares ms que lunares, lo que quiere decir 'brillar' por nuestra propia atencin
consciente, creando as una 'materia de alma' que, como crean los gnsticos,
no perece con la muerte del cuerpo fsico.
Las leyes fundamentales del cosmos totalmente infundido por lo divino no son
las ecuaciones diferenciales y algebraicas de la fsica moderna que, segn el
pensamiento de Gurdjieff, constituyen dispositivos artificiales para tratar con un
mundo muerto y fragmentado, y que refleja nuestra propia muerte y
fragmentacin, sino dos relaciones 'numricas' bsicas, que rigen los
acontecimientos a todos los niveles: las muy antiguas Ley de Tres y Ley de
Siete.
La estructura trinitaria es bien conocida tanto en sus versiones cristiana, hind
y taosta, as como en sus versiones hegeliana y marxista. Gurdjieff habla de
tres fuerzas: 'Santa Afirmacin, Santa Negacin y Santa Conciliacin'. Y
tambin seala esa ceguera humana peculiar, esa tendencia a ver las
dualidades, las confrontaciones, los conflictos, sin ser capaz de ver el elemento
conciliador que resuelve estas dualidades.
Podramos ir an ms lejos y decir que la 'dualidad' es observable en todas
partes, desde la simetra del cuerpo humano hasta la complementariedad de lo
masculino y lo femenino, de la luz y la oscuridad, de lo verdadero y lo falso, as
como todas las dualidades lgicas y conceptuales. Lo que no es visible es que
toda relacin binaria es tambin trinitaria si tenemos en cuenta que todo par se
mantiene unido por algo que acta como un 'tercero implcito' que asegura la
cohesin. Es una forma ternaria cuyo campo de aplicacin es mucho ms vasto
que la clebre 'dialctica' de Hegel.
La Ley de Siete -igualmente dotada de ubicuidad -es la tendencia propia de
todo proceso de desarrollarse mediante siete etapas. Era, segn Gurdjieff,
conocida por los babilonios mucho antes del tiempo de los Pitagricos, en
relacin con la msica, la astronoma y la fisiologa. Reapareci en las
investigaciones de Isaac Newton sobre el arco iris y la difraccin de la luz a
travs de un prisma, en el que s manifiestan precisamente siete colores.
Luego, de nuevo, dos siglos despus, en las investigaciones de Mendelejew,
concretadas en su Tabla Peridica de los elementos atmicos. Gurdjieff
menciona muchos otros ejemplos tradicionales, incluyendo los periodos de
siete aos en las etapas de la vida humana y los siete cuerpos mviles visibles
en el cielo (en este ltimo caso, el significado de lo 'visible a simple vista' no es
invalidado por los resultados obtenidos por la visin asistida por un telescopio)
La Ley de Tres y la Ley de Siete se combinan en lo que puede considerarse
como el mandala supremo de Occidente. Esta figura de nueve puntas es el
eneagrama, compuesto de tres tringulos equilteros, dos de los cuales estn
'rotos' o 'interrumpidos', inscritos en un crculos . Para Gurdjieff este smbolo
era ms antiguo y universal que el pentagrama pitagrico -o 'estrella de cinco
puntas' -que el hexagrama bblico -o sello de Salomn- que la media luna
todos, sea cual sea nuestra situacin social, condenados a 'morir sin haber
vivido nunca'. Sin relacin al ser, nosotros no habremos vivido en el sentido
pleno del trmino.
La 'hipnosis colectiva' -o 'sueo despierto' -lo invade todo de tal manera que
sobrepasa el poder del individuo para reconocerla y oponerse a ella. En este
respecto, se asemeja al concepto cristiano del pecado original o a la idea
budista de la 'Rueda del Samsara'. Pero, a diferencia de la historia del Jardn
del Edn, donde la falla fatal de la condicin humana resulta de la
desobediencia a Dios -incitada por la serpiente y por la mujer -, la falta, segn
Gurdjieff, es originalmente un error csmico que, aunque corregido
posteriormente, contina engendrando efectos desastrosos. Nuestro problema
no es encontrar la manera de 'reivindicarnos' ante un Padre patriarcal, sino ms
bien de descubrir la posibilidad de despertarnos de una hipnosis colectiva que,
a fin de cuentas, resulta de un estado del organismo humano que ya no existe .
Para lograr esto necesitamos de una 'ayuda por revelacin'. Seremos
'salvados' o 'despertados' por nuestros propios esfuerzos en la lnea y a la luz
de una enseanza que, en efecto, viene de otro lugar.
Cmo vamos a librarnos de un trance que nos mantiene prisioneros, un trance
parecido al que mantiene encerrada a la gallina dentro del crculo mgico
trazado en el suelo, o al joven Yezida dentro de un crculo que haba dejado
pensativo al Gurdjieff adolescente, en un poblado turco de Kars ?
Cmo vamos a despertar? Aqu se encuentra el 'tesoro' de los tiempos
antiguos cuya bsqueda inspir toda la vida de Gurdjieff, un tesoro que le hace
mucha falta al hombre contemporneo. La respuesta, l la formula en dos
prcticas esenciales de percepcin consciente -que utiliza energas finas en el
hombre- llamadas el recuerdo de s y la observacin de s. Ni la voluntad de los
estoicos, ni la gracia de los cristianos, ni las austeridades y devociones de los
hindes, ni las meditaciones o koan de los budistas, pueden cumplir esta tarea.
Debemos practicar una separacin interior del 'yo' ilusorio -y de sus acciones,
sentimientos y pensamientos ilusorios -, dirigiendo una atencin consciente de
una naturaleza virtualmente desconocida. Quien estudie a Gurdjieff encontrar
aqu una indicacin que seguramente nunca antes ha encontrado y que le abre
perspectivas enteramente nuevas.
El recuerdo de s nos hace pensar no slo en las prcticas de los antiguos
gnsticos que aconsejaban constantemente: 'Recuerda quien eres, un Hijo o
una Hija del Altsimo', sino tambin en la prctica de los monjes ortodoxos
griegos y rusos del Monte Atos, que consiste en una repeticin incesante de la
'Oracin de Jess, oracin del corazn que se mantiene aun durante el sueo,
y tambin en el Islam, la invocacin cinco veces al da del Nombre de Al. Para
Gurdjieff, el recuerdo de s es el recuerdo de nuestro vnculo con lo divino, con
nuestro Yo solar esencial, tantas veces al da como sea posible, a pesar de la
tendencia predominante a permanecer 'dormidos'.
La observacin de s, por otra parte, est dirigida a captar 'vislumbres fugaces'
-no sern ms que esto- de nuestro 'comportamiento adormecido' cotidiano,
que habitualmente est completamente oculto para nosotros. No se le practica
para censurar ni para cambiar, sino slo para 'darnos cuenta'. Como muchos
otros guas espirituales, Gurdjieff saba que toda tentativa de cambio mediante
nuestros propios esfuerzos voluntarios no es ms que una especie de 'boxeo
con la sombra', durante el cual el ego lucha contra sus imgenes de s mismo.
Sin la fuerza de palanca suplementaria de un verdadero 'punto separado',
seis aos. Ella est en contraste con la esencia o individualidad original con la
cual cada uno nace.
En la mayora de los seres humanos, la 'esencia', la nica naturaleza que
realmente nos pertenece, permanece como un nio escondido en algn lugar
de las profundidades de la persona social a la defensiva. Es esta esencia
olvidada la que debe ser encontrada y llevada hacia una completa madurez por
medio del trabajo sobre nosotros mismos, con el cual desmantelaremos
gradualmente las estructuras defensivas de la personalidad, transformndolas
lentamente en esencia. La personalidad es un disfraz, la esencia es el ser real.
Pero el desplazamiento de una hacia la otra est lleno de peligros sobre todo si
se intenta sin gua.
La valiosa psicologa de Gurdjieff y sus principales alumnos, Orage,
Ouspensky, Nicoll, Nott y otros, arroja. muchsima luz sobre el comportamiento
humano habitual. Y es as porque las premisas de esta psicologa consideran segn el punto de vista de las enseanzas sagradas de todos los tiempos -que
el ser que se dice 'normal ' en efecto est motivado por un comportamiento
patolgico y anormal. La psicologa, incluyendo el psicoanlisis, es
fundamentalmente una 'terapia de adaptacin', que consiste en ayudar a las
personas a amoldarse a la locura de los que se llaman a s mismos personas
'normales'.
Al vivir en la personalidad, vivimos en una prisin rgida cuyos lmites estn
rigurosamente definidos por los determinantes sociales y culturales. D.H.
Lawrence, uno de los ms profticos escritores britnicos, deca de esta
situacin; 'La gente nunca, nunca, nunca cambia'. l aluda a las estructuras
fijas de la personalidad. Lo que Gurdjieff llamaba nuestros 'idiotismos'. Slo la
esencia posee la libertad de cambiar. La personalidad est fragmentada, y da
lugar a sentimientos, acciones y pensamientos contradictorios en un mismo ser
humano. As podemos ver a un detentador del poder poltico, por ejemplo,
afirmar al mismo tiempo que es cristiano y que desea la exterminacin de los
enemigos. Para percibir nuestra propia deshonestidad necesitamos en un
vislumbre observar nuestra esencia. Tales vislumbres constituyen la gnosis
autntica.
En una de las ancdotas ms conocidas sobre Gurdjieff, se relata que un
compaero de viaje, le pregunt, en el tren, a qu negocio se dedicaba.
Gurdjieff contest que era comerciante. De qu?, pregunt el otro. 'De
energa solar', respondi Gurdjieff. Aluda a un trabajo que podra liberar las
energas superiores' de la esencia -o del alma - que pertenecen originalmente
al Sol pero que siempre pueden ser desarrolladas en cada uno de nosotros.
Pero tambin podra haber contestado que era un vendedor de conocimientos
secretos sobre 'cmo despertarse de los sueos de la vida para unirse a la
esencia.
hemos tomado este texto del libro Gurdjieff Textos copilados por Bruno de
Panafieu Ganesha, Caracas, 1997, traduccin de la edicin francesa de 1992
de Editions l'Age d'Homme, del cuaderno L'Herne dedicado a ese hombre
excepcional que fue Georges Ivanovitch Gurdjieff. agradecemos a editorial
Ganesha su autorizacin
UNA DIMENSION DIFERENTE:
LA CALIDAD
Peter Brook*
*Peter Brook
Director de escena. Antiguo director del Royal Shakespeare Theatre. Dirige
desde 1970 el Centro Internacional de Investigacin Teatral, en Pars. Realiz,
en colaboracin con Jeanne de Salzmann, un filme inspirado en libro de
Gurdjieff Encuentros con hombres notables. Testimonio de su investigacin
teatral: LEspace vide (Seuil, 1977)
Hoy da, de una manera confusa, tendemos a explicar toda experiencia artstica
y religiosa en trminos de un condicionamiento psicolgico y cultural. Hasta
cierto punto esto es bastante fcil de probar. Pero nuestros impulsos no vienen
todos de este condicionamiento. La verdadera calidad es una realidad objetiva,
est regida por leyes exactas: cada fenmeno se eleva y declina, grado por
que grado, segn una escala natural de valores. Encontramos una ilustracin
concreta de esto en la msica: el paso sonoro de una nota que a otra
transforma su calidad. Cuando un sonido alcanza el punto ms en alto de una
octava, la nota inicial se reproduce para comenzar una octava ms alta. La
nota es la misma, pero colocada en otro nivel, engendra un sentimiento distinto.
Lo que Gurdjieff llama la ciencia objetiva' utiliza la analoga las musical para
describir un universo compuesto de una cadena en energtica, que va de la
octava ms baja a la ms alta. Se puede hablar aqu de energas plurales.
Cada energa es transformada segn se eleve o descienda, de modo que
puede ser ms grosera o ms fina, de acuerdo con su lugar en la escala. En
cada nivel, una energa corresponde a un grado de inteligencia, y la conciencia
a misma, fluctuando dentro de una amplia gama de vibraciones, es lo que
caracteriza a la experiencia humana.
Gurdjieff no slo habla de un movimiento de la energa capaz de elevarse a
nuevos grados de intensidad, sino que tambin afirma la realidad de un nivel
ltimo: un absoluto de calidad pura. En sentido de inverso, energas sutiles
descienden para encontrarse con las energas que conocemos y para
interactuar con ellas. Cuando esta mezcla de lo grosero y de lo sutil se
produce, los pensamientos, los sentimientos, las actitudes in de un hombre
cambian, como cambia tambin el sentido mismo de sus acciones y la
influencia que ellas ejercen sobre el mundo que lo rodea.
Lo que caracteriza la vida ordinaria es que ella acta en el interior de un campo
de energas cuyos lmites estn estrictamente circunscritos y que ella, segn la
metfora musical, no puede subir y descender ms que sobre un pequeo
nmero de escalas. En estas condiciones, el nivel de nuestra conciencia es
bajo, el poder de nuestro pensamiento es limitado, y las energas disponibles
alimentan una el visin y una motivacin estrechas.
Gurdjieff demuestra que existen dos puntos precisos, en cada escala, en los
cuales un movimiento en pleno desarrollo se detiene, o ms exactamente, se
sita en un intervalo que no puede ser superado sino por la introduccin de una
nueva vibracin que ofrezca precisamente d la calidad y el impulso necesarios.
De otro modo, como nada en el universo puede permanecer estable, la energa
ascendente recaer inevitablemente hacia su punto de partida.
Se trata de una nocin radical y muy sorprendente: significa que ninguna
energa, y por consiguiente ninguna accin humana, puede elevarse, por
iniciativa propia, ms que hasta un cierto punto; como la flecha lanzada hacia el
cielo que, habiendo agotado la fuerza del impulso que la proyecta, alcanza el
punto ms alto y se ve forzada a curvar su trayectoria y a caer hacia la tierra.
Sin embargo, si el punto crucial en que la energa inicial comienza a debilitarse
es observado con precisin, en ese mismo punto puede producirse lo que
Gurdjieff llama un 'choque', es decir, la introduccin consciente de un impulso
apropiado para que el movimiento supere la barrera y pueda proseguir su
desarrollo ascendente. Imagen que nos permite comprender por qu las
empresas de los hombres se deterioran, por qu los imperios entran en
hemos tomado este texto del libro Gurdjieff Textos copilados por Bruno de
Panafieu Ganesha, Caracas, 1997, traduccin de la edicin francesa de 1992
de Editions l'Age d'Homme, del cuaderno L'Herne dedicado a ese hombre
excepcional que fue Georges Ivanovitz Gurdjieff. agradecemos a editorial
Ganesha su autorizacin
LA MUERTE ESPIRITUAL
Ren Daumal *
*Ren Daumal
(1908-1944) Poeta y escritor, especialista de renombre en el snscrito. En su
fogosa juventud y su sed de absoluto, se convierte en uno de los fundadores
del movimiento Le Grand Jeu. A fines de 1930 conoce a Alexandre de
Salzmann, quien le da a conocer la enseanza de Gurdjieff. A partir de
entonces trabajar hasta su muerte junto a la seora de Salzmann y Gurdjieff.
Intensa produccin literaria; una de sus obras, Le Mont Analogue
(Ed.Gallimard, 1952), es una descripcin alegrica de la iniciacin al trabajo
regla cotidiana, coma, hable, lea el peridico -ya que es en general el cuerpo
slo quien se ocupa de todo esto -, mientras hace todo esto, l duerme. Para
despertar, hara falta que pensara: 'toda esta agitacin est fuera de m'. Hara
falta un acto de reflexin. Pero si este acto desencadena en l nuevos
automatismos, los de la memoria, los del razonamiento, bien podr su voz
afirmar que an sigue reflexionando, pero l se ha vuelto a dormir. As que
puede pasar das enteros sin despertar un solo instante. Basta que pienses t
en esto estando en medio de una multitud, y te vers rodeado de una masa de
sonmbulos. El hombre pasa no, como se dice, un tercio de su vida, sino casi
toda su vida durmiendo con ese verdadero sueo del espritu. Y al sueo, que
es la inercia de la conciencia, no le cuesta mucho atrapar al hombre en sus
redes: ya que ste es natural y casi irremediablemente perezo, quisiera
despertar, es cierto; pero como el esfuerzo no le agrada, l quisiera -e
ingenuamente lo cree posible- que este esfuerzo, una vez realizado, lo coloca
en un estado de despertar definitivo, o al menos de alguna duracin; as,
queriendo descansar en su despertar, se duerme. As como uno no puede
querer dormir, pues querer, sea lo que sea, siempre es despertar; as tampoco
puede uno permanecer despierto si no lo quiere en todo momento.
y el nico acto inmediato que puedes cumplir es despertar, es tomar :
conciencia de ti mismo. Entonces, vuelve la mirada sobre lo que crees haber
hecho desde el comienzo de este da: quizs es la primera vez que te
despiertas realmente; y es slo en ese instante que tienes conciencia de todo
lo que has hecho como un autmata, sin pensamiento. En su mayora, los
hombres nunca despiertan siquiera hasta el punto de darse cuenta de haber
dormido. Ahora, acepta -si quieres- esta existencia de sonmbulo. T podrs
comportarte en la vida como ocioso, como obrero, campesino, comerciante,
diplomtico, artista, filsofo, sin despertar nunca, sino cada cierto tiempo; justo
lo necesario para gozar o sufrir de la manera como duermes; sera incluso tal
vez ms cmodo -sin cambiar nada de tu apariencia- no despertar en absoluto.
Y como la realidad del espritu es acto, no siendo nada la idea misma de
'substancia pensante' cuando no es pensada en el presente, en ese sueo,
ausencia de acto, privacin de pensamiento, no hay nada: es realmente la
muerte espiritual.
Pero si t elegiste ser, has emprendido un camino duro, siempre en subida, y
que reclama un esfuerzo a cada instante. T despiertas: e inmediatamente
debes despertar otra vez. Despiertas de tu despertar: tu primer despertar
aparece como un sueo a tu despertar profundo. Por esta marcha reflexiva la
conciencia pasa perpetuamente al acto. Mientras que los dems hombres, en
su gran mayora, no hacen ms , que despertar, dormir, despertar, dormir; subir
un escaln de conciencia, para volver a bajarlo de inmediato, sin elevarse
jams por encima de esta lnea zigzagueante. T te encuentras y te
reencuentras lanzado en una trayectoria indefinida de despertares siempre
nuevos, y como nada vale sino para la conciencia que percibe, tu reflexin
sobre este despertar perpetuo hacia la ms alta conciencia posible constituir
la ciencia de las ciencias. Yo la llamo METAFSICA; pero, por ciencia de las
ciencias que sea, no olvides que ella jams ser sino, el itinerario trazado por
adelantado, ya grandes rasgos, de una progresin real. Si lo olvidas, si crees
haber acabado de despertar porque has establecido por adelantado las
condiciones de tu despertar perpetuo, en ese momento, otra vez te quedas, te
quedas dormido en la muerte espiritual.
de doctrines et de pratiques diverses que mieux vaut sinterroger sur lui en tant
que forme de pense.
L'sotrisme, une forme de pense
De mme quil y a une forme de pense thologique, une forme de pense
scientifique, une forme de pense philosophique, il y en a une qui est
sotrique. Toute forme de pense possde un corpus qui lui est propre,
compos duvres et dauteurs. Chacune peut, sinon se dfinir, du moins tre
approche, partir de ces lments qui la constituent. Je ne sais pas ce quest
lsotrisme 'en soi' mais je me suis demand quels sont les domaines, les
champs, les uvres, les auteurs, que lon groupe couramment ensemble, dune
manire plus ou moins heureuse dailleurs, sous cette rubrique, et qui
possdent un certain nombre de dnominateurs communs. Ces dnominateurs
communs, on peut les appeler des lments constitutifs. Je me suis interrog
sur ces lments constitutifs lintrieur du domaine occidental ; ntant pas
orientaliste, je ne me suis pas pench (autrement qu titre personnel) sur
lexistence et la nature de cette forme de pense dans le domaine oriental. A
lintrieur de celle-ci, en Occident, je crois pouvoir distinguer quatre lments
constitutifs essentiels. Je ne les numre pas par ordre dimportance.
Les lments constitutifs de l'sotrisme
Le premier lment, cest lide de correspondances, dite aussi du microcosme
et du macrocosme. Cest lide selon laquelle il y a diffrents niveaux de ralit
dans la Nature, dans lunivers, dans lhomme, correspondant de diverses
manires les uns aux autres. Par exemple, selon lastrologie, il existe des
correspondances entre les signes zodiacaux et les plantes, dune part, et le
caractre dune personne, voire dun groupe de personnes, dautre part. De
mme, il y a des correspondances entre les sept mtaux et les sept plantes du
systme traditionnel, entre la Bible ou le Coran et les choses de la Nature. Tout
'correspond' selon un codage symbolique intrieur la Nature et quil importe
lsotriste, quil soit astrologue, alchimiste ou mage, de dchiffrer pour parvenir
une 'connaissance' de lunivers.
Le deuxime lment, cest lide de Nature vivante, lie bien entendu au
premier lment constitutif. La Nature est vivante, dans limmense majorit des
lments de ce corpus sotrique. A cet gard, cette forme de pense corrige
dune certaine manire certains aspects qua revtus la forme de pense
thologique, qui a souvent eu tendance vacuer la Nature, et la femme par lmme. La Nature est vivante et dans le Nouveau Testament (3), il nous est dit
quelle aspire sortir des chanes de la vanit pour participer, elle aussi, la
gloire des enfants de Dieu. Et il semble que lAptre laisse entendre que cest
grce lhomme quelle pourra justement retrouver cette gloire. La Nature est
feuillete, faite de plusieurs niveaux de ralit qui correspondent les uns avec
les autres. Par exemple, on nous apprend souvent quil ny a pas de solution de
continuit entre ces niveaux, par exemple, entre la lumire du soleil et la
lumire divine ou anglique.
A ces quatre lments fondamentaux, viennent sen ajouter deux que jappelle
non constitutifs, mais quil faut citer car ils sont devenus trs importants
certaines poques, et notamment au cours de ces derniers sicles.
Le premier, cest la notion de transmission. Ds le moment o ont commenc
se dvelopper en Occident des socits de type initiatique, surtout depuis le
dbut du XVIIe sicle partir du mouvement des Rose-Croix, sest fortement
accentu lintrt, et pour beaucoup dsotristes la ncessit, dune
transmission rgulire. Cest pourquoi, dans de nombreux milieux sotriques,
lon pense que pour tre vritablement un sotriste, quelle que soit la tradition
que lon suit, il est indispensable dtre pass par un canal rgulier et
authentique.
Lautre lment non constitutif, cest la notion de concordisme. Il sagit dune
tendance qui consiste tudier avec le regard sotrique deux ou plusieurs
traditions diffrentes, parentes, voire toutes les traditions, en essayant de
comprendre quelle pourrait tre la Tradition qui les surplombe toutes. Cest ce
quon appelle le courant traditionniste, en anglais perennialism. Cest une ide
assez nouvelle alors, qui apparat notamment Florence la fin du XVe sicle.
A partir du XIXe sicle, quand on connat beaucoup mieux lInde et lExtrmeOrient, cette ide se dveloppe, en mme temps que les historiens crent une
discipline nouvelle, les religions compares ; sur le plan sotrique, cela
aboutit, par exemple, lintrieur de la Socit Thosophique fonde par Mme
Blavatsky en 1875, mettre fortement laccent sur lide de Tradition. Ren
Gunon, dans la premire moiti de notre sicle, a fait de cette notion de
Tradition une ide essentielle lintrieur de son systme.
Le corpus sotrique et ses courants historiques
Le fait de sinterroger sur les lments constitutifs de cette forme de pense
quest lsotrisme permet dviter un pige redoutable, savoir dfinir
lsotrisme en fonction dlments doctrinaux. Il permet aussi de rassembler
sous la notion dsotrisme des uvres et des penseurs qui ont cet air de
famille dfini par ses lments constitutifs, ces derniers ne se dfinissant pas
partir de positions doctrinales mais de donnes empiriques.
F.S. : Ces uvres et ces penseurs sont ce que vous appelez le corpus
sotrique, mais pouvez-vous nous dire quel est ce corpus ?
A.F. : Cest seulement partir de la fin du XVe sicle que des spirituels
(humanistes, pour beaucoup) sefforcent de mettre ensemble un certain nombre
de sciences de type 'sotrique', pour constituer une sorte de corpus
spcifique. Par exemple, la fin du XVe sicle, Marsile Ficin, qui traduit les
crits grecs attribus Herms Trismgiste datant des IIe et IIIe sicles de
notre re, les accommode au christianisme, pratique une forme de concordisme
et disserte sur ces textes en mme temps que sur Platon et sur des textes
fondamentaux du christianisme. Il le fait dans un esprit clectique. Mais, de
toute manire, il y avait toujours eu ce quon pourrait appeler les 'grands
fleuves', ou 'sciences traditionnelles' :
philosophie allemande, alors que les pays germaniques ont t le rservoir dun
sotrisme qui mettait fortement laccent sur cette Nature).
Science et sotrisme
F.S. : Puisque la pense scientifique devient aujourdhui beaucoup plus ouverte
et se dcloisonne, la tentation existe de vouloir 'expliquer' lsotrisme par la
science ou du moins den chercher la valorisation grce la science. Ceci
nest-il pas dangereux puisque vous avez dit que ce sont deux ordres de ralit
diffrents ?
A.F. : Cest tout simplement une aberration mthodologique, car une forme de
pense nexplique pas une autre forme de pense. La forme de pense
scientifique, de type cartsien ou no-cartsien, a sa valeur dans son ordre,
mais ses lments constitutifs ne sont pas les mmes que ceux de la forme de
pense sotrique. Par contre, certains lments constitutifs de la forme de
pense thologique se retrouvent dans la forme de pense sotrique, par
exemple, la notion de transformation (ou de nouvelle naissance). La science
cherche expliquer le rel par le rel. Il sagit de dcrire les choses pour voir
comment elles fonctionnent. Et ici le mot 'explication' signifie gnralement
'rduction'. En anglais, on dit 'to explain away', ce qui veut dire quune fois
lexplication trouve, on sest dbarrass du problme. La science appelle
'explication' ce qui donne la cause dun phnomne, mais la cause nest pas
lorigine.
F.S. : Quelle diffrence faites-vous entre cause et origine ?
A.F. : La mtaphysique, la pense sotrique, la thologie, sintressent surtout
aux origines. Prenons lexemple du big-bang, dont on parle beaucoup
actuellement. Je peux tenir sur le big-bang un discours scientifique, cest--dire
me demander quelle en est la cause. Ce type de rflexion me renverra toujours
une autre cause (un autre big-bang, par exemple), alors que la notion
dorigine est lie au mythe (pensez au dbut de la Gense, rcit 'fondateur',
mythe des origines). Le mythe ainsi compris est un lment constitutif commun
la thologie et lsotrisme, mais pas la science.
A partir du moment o lon admet que lorigine nest pas la cause, il peut y avoir
place pour un mythe fondateur. Ce nest pas croyance contre croyance, ce sont
deux notions appartenant chacune un ordre diffrent. Mais si vous tes un
savant, rompu aux mthodes de travail en laboratoire, ce nest pas pour autant
que vous tes ncessairement incapable de comprendre ce que veut dire le
croyant, ni dtre vous-mme croyant. Gardons-nous de vouloir, au nom dune
forme dimaginaire (par exemple, de la science), 'rfuter' une autre forme
dimaginaire. Et remarquons au passage que cette volont de rfutation
ressortit elle-mme une forme bien intressante dimaginaire !
F.S. : La difficult, en gnral, est justement daccepter limaginaire de lautre.
A.F. : Pratiquement, le mot 'sotrisme' a trois sens, quil faut bien distinguer.
Dabord, celui de doctrine cache, denseignement secret rserv des
disciples choisis ; les sotristes cultivent volontiers le mystre, mais leurs
mystres sont gnralement des secrets de Polichinelle car tout ce que les
sotristes ont dit se trouve dans des livres. Au deuxime sens, il signifie
'mtaphysique' (au sens de 'cur dun enseignement spirituel ou initiatique' ; ou
encore : 'moyens de parvenir' ce cur, de latteindre) ; ce deuxime sens est
frquent aussi, par exemple dans les discours sotriques de type gunonien.
Mais dans notre entretien, et gnralement, je lemploie dans son troisime
sens, le plus vaste culturellement, pour dsigner le considrable corpus dont
nous parlons ensemble depuis le dbut ; dont jai numr les lments
constitutifs, et trs succinctement, les courants qui les incarnent.
La chaire que joccupe lEcole Pratique des Hautes Etudes sappelle 'Histoire
des courants sotriques et mystiques dans lEurope moderne et
contemporaine'. Il est bien vident que cette Chaire na pas t cre pour faire
lhistoire de ce qui serait 'cach' ! Mais il faut reconnatre quil y a tout de mme
une notion de secret, mme dans le troisime sens du mot 'sotrisme'. Si en
effet la ralit, notre psychologie, notre corps, la nature qui nous entoure, sont
plusieurs niveaux, un dchiffrement est ncessaire pour passer dun niveau
un autre avec notre imagination cratrice (cest cela, la forme sotrique de
lhermneutique). Il sagit dexpliquer, non pas au sens de se 'dbarrasser dune
nigme par lexplication', mais de 'pntrer des mystres' (au sens o lentend
lEglise, quand elle parle par exemple du mystre de la Trinit). Cest lobjet de
ce quon appelle la thosophie.
Les Eglises face l'sotrisme
F.S. : Pourquoi les Eglises alors sont-elles opposes lsotrisme ?
A.F. : Dune part, en raison de ses pathologies. Mais toute forme de pense
na-t-elle pas sa pathologie ? La pathologie de la forme de pense quon
appelle la science, cest le scientisme. La pathologie de la forme de pense
quon appelle la thologie, ce sont certaines formes de scolastique. Et la
pathologie de lsotrisme, cest le dlire analogique, si frquent dans maintes
formes dsotrisme trivial. A partir du moment o lide des correspondances
sexerce nimporte comment, tout correspond nimporte quoi, et nimporte quoi
tout. Il y a des dlires interprtatifs. Et les pathologies sont toujours plus
visibles que ce qui est sain.
Mais il y a au moins une autre raison, celle-ci plus importante. Cest que toute
Eglise constitue, ds lors quelle est telle, se voit oblige de transmettre son
message dune manire simple. Or lunivers sotrique est
complexe ; son fonctionnement repose toujours sur des dialectiques dombre et
de lumire, des polarits, un imaginaire multiforme, subtil, toujours interprtatif.
On comprend que les magistres des Eglises aient tendance se mfier dune
forme de pense dans laquelle limagination exerce une fonction si importante.
Dautant que de manire invitable, chez certains limagination conduit des
discours, des visions du monde, qui ne cadrent pas avec lenseignement
formas del conocimiento que intentan dar son, palabra, contenido filosfico,
cientfico, social a la corriente de energa-enseanza que (por dentro) deja su
huella inso-nora en las molculas de la vida.
Cumplido este primer ciclo en el desarrollo de su pensamiento de sntesis el
alma vuelve a replegarse sobre s-misma: como la tierra que alberga en su
seno la semilla de lo realizado a la espera de un nuevo nacimiento. Tiempo de
reflexin, meditacin, asimilacin: transposicin gen-tica de los valores del
espritu a la qumica de la vida. En el ao 86, con motivo del Primer Congreso
Iberoa-mericano de Psicologa Mdica y Psicoterapia, Mendoza, Argentina,
presenta un trabajo sobre Egoencia del Ser, idea apenas esbozada en sus
primeros libros y que ahora desarrolla en un marco terico ms amplio: De la
fisiologa del hombre terrestre a la fisioecologa del hombre csmico. En
sntesis: Lo que est escrito en las estrellas tambin est In-scrito en el
teclado invisible de las molculas de la vida humana. Culmina su presentacin
en el Congreso con una entrevista televisiva por Canal 7 TV, Mendoza,
Argentina, sobre el tema Grmenes de Futuro en el Hombre y Civilizacin
Planetaria del Tercer Milenio (10 octubre 1986).
Pero hay trabajos en los alto de la montaa y trabajos en lo bajo del mundo
subterrneo. Y hubo una nueva etapa: 10 aos de retiro, de interioridad, de
transmutacin de las energas de la vida; noche oscura de la materia mucho
ms oscura que la noche oscura del alma. Desde este nuevo estado (De
Profundis) surge Reversibilidad de Valores, idea conductora que se despliega
en dimensiones msticas (RevelacinRe-velada), cosmognicas (Galaxia
Humana en In-plosin), sociales (Gen-tica Social, Seales A-nunciadoras),
para culminar en Transfiguracin Social del Verbo: sntesis de valores
divinohumanos que anticipa la geometra simblica del nuevo signo del tiempo
y prefigura el marco histrico de una Argentina Pro-ftica en la geografa
simblica de una Tierra unificada
Y la obra cierra con un A-corde final, volviendo al punto de partida, a la
Egoencia, punto crtico de reversibilidad de valores humanos y divinos en el
corazn del hombre y pulso de interioridad/expansiva (liberacin de energa
radiante) para sostener la economa providencial del mundo venidero.
Muoz Soler falleci el 25 de noviembre de 1999.
SECCIN PRINCIPAL:
digna de ser vivida, dice el arte; la vida es digna de ser estudiada, dice la
ciencia. Esta contraposicin nos revela la ntima y a menudo desgarradora
contradiccin contenida en el concepto de nuestra ciencia y, por consiguiente,
en la ciencia misma: en la filologa clsica. Si nos colocamos frente a la
antigedad desde un punto de vista cientfico, ya sea que contemplemos los
hechos con los ojos del historiador tratando de reducirlos a concepto, ya sea
que, como el naturalista, comparemos las formas lingsticas de las obras
maestras antiguas, tratando de someterlas a una ley morfolgica, siempre
perderemos aquel aroma maravilloso del ambiente clsico, siempre
olvidaremos aquel anheloso afn que slo nuestro instinto esttico puede
descubrir en las obras griegas. Y aqu debemos poner atencin en una de las
animosidades ms extraas que la filologa tiene que soportar. Aludimos a
aquellos con cuya ayuda ms pareca que podamos contar: los amigos
artsticos de la antigedad, los ardientes admiradores de la belleza helnica,
que son los que elevan la voz precisamente para acusar a los fillogos de ser
los enemigos y destructores de la antigedad y del ideal antiguo. A los fillogos
reprochaba Schiller el haber destrozado la corona de Homero. Goethe, que
primeramente fue partidario de las teoras de Wolff, anunci su decadencia en
estos versos,
Vuestra perspicacia, digna de vos,
nos ha eximido de toda veneracin,
y confesamos, generosamente,
que la Ilada es un zurcido.
Que a nadie lastime nuestra defeccin.
La juventud sabe de sobra
que nosotros la sentimos y pensamos como un todo.
Se supone que en favor de este iconoclasticismo militan profundas razones, y
muchos dudan si es que los fillogos en general carecen de capacidad y de
sensibilidad artstica, siendo incapaces de comprender el ideal, o si en ellos el
espritu de negacin les hace seguir una tendencia destructiva. Pero cuando
los mismos amigos de la antigedad clsica ponen en duda el carcter general
de la filologa clsica contempornea con tales recelos y dudas, qu influjo no
ejercern los ex abruptos de los realistas y las frases de los hroes del da?
Contestar a los ltimos, y en este lugar, en presencia de las personas aqu
congregadas, sera inoportuno , como no se me permita dirigirles la pregunta
hecha a aquel sofista que en Esparta trat de hacer en pblico la defensa de
Hrcules: Quin le acusa? En cambio, no puedo sustraerme a la idea de que
tambin en este crculo de personas hallan eco algunas veces aquellas
objeciones que salen con frecuencia de boca de hombres distinguidos e ilustres
y que hasta han hecho mella en el nimo de un honorable fillogo, abatiendo y
atormentando su espritu, y no precisamente en los momentos de depresin.
Para los individuos no hay salvacin ante el divorcio descrito; pero lo que
afirmarnos y sostenemos es el hecho de que la filologa clsica, en su totalidad,
en su conjunto, no tiene nada que ver con estas luchas y escrpulos de sus
cultivadores. Los esfuerzos artstico cientficos de estos singulares centauros
se dirigen con empeo furioso, pero con lentitud ciclpea a colmar el abismo
abierto entre la antigedad ideal, que quizs es slo la ms bella floracin de la
pasin germnica por el medioda, y la real; y con ello la filologa clsica no
mezcla. Y cuanto menos nos elevamos sobre el tiempo y la vida, menos til
nos resulta dicho mecanismo. Cuando slo se poseen las obras y el nombre,
estamos desprovistos de la prueba de la individualidad; por lo menos as lo
creen los partidarios del referido mecanismo; y mucho peor cuando las obras
son perfectas, cuando son poemas populares. Pues donde aquellos
mecanismos pueden comprobar mejor los elementos individuales, es en las
desviaciones del genio popular, en las excrecencias y lneas ocultas; cuantas
menos excrecencias de stas tiene un poema, tanto ms plido es el dibujo de
la individualidad potica.
Todas estas excrecencias, todo lo flojo y deforme que se ha credo hallar en los
poemas homricos, era atribuido sin vacilar a la despreciable tradicin. Qu
quedaba entonces de lo individualmente homrico? Nada ms que una serie de
pasajes especialmente bellos y sobresalientes, elegidos segn el gusto
particular de cada uno. A aquellos elementos que estticamente tenan una
fisonoma propia, segn la capacidad artstica del que juzgaba, los llamaba
ste Homero.
Este, es el punto central de los errores homricos. El nombre de Homero no
guarda desde el principio una relacin necesaria, ni con el concepto de
perfeccin esttica, ni con la Ilada o la Odisea. Homero, como poeta de la
Ilada y la Odisea, no es una tradicin histrica, sino un juicio esttico.
El nico camino por el que podemos remontar la poca de Pisistrato y llevarnos
al conocimiento del sentido que pueda tener el nombre de Homero nos
conduce, por un lado, a travs de las leyendas locales; stas demuestran con
claridad que el nombre de Homero fue identificado siempre con el de la poesa
pico-heroica y que se tomaba en el sentido de autor de la Ilada y de la
Odisea, y no de otro cielo potico, como, por ejemplo, el tebano. Por otra parte,
la vieja fbula de una rivalidad entre Homero y Hesodo revela que bajo estos
dos nombres se ocultan dos tendencias picas: la heroica y la didctica, y que,
por tanto, la significacin de Homero estriba en lo material, no en lo formal.
Adems, aquella fingida rivalidad con Hesodo ni siquiera indica el alborear de
un sentimiento previo de lo individual. Pero, desde el tiempo de Pisistrato,
durante el desarrollo pasmosamente rpido del sentimiento de belleza entre los
griegos, las diferencias de valoracin esttica, respecto de aquellos poemas,
cada vez son ms vivamente sentidas: la Ilada y la Odisea sobrenadan en la
corriente y quedan siempre en la superficie. En este proceso de diferenciaci6n
esttica, el concepto de Homero se reduce cada vez ms: la alta significacin
de Homero, del padre de la poesa heroica, en cuanto al asunto, se convierte
en la significacin esttica de Homero, el padre del arte potico principalmente,
y a la vez su incomparable prototipo. A esta conversin acompaa una crtica
racionalista que traduce el prodigioso Homero en un posible poeta, que arroja
las contradicciones materiales y formales de aquellas numerosas epopeyas
contra la unidad del poeta y va descargando paulatinamente los hombros de
Homero de aquel pesado fardo de epopeyas cclicas.
Por consiguiente, Homero, como autor de la Ilada y la Odisea, es un juicio
esttico. Nada dice esto contra el autor de los citados poemas, no quiere decir
que sea un sueo, una imposibilidad esttica, cosa que pensarn muy pocos
fillogos. Ms bien la mayor parte de ellos afirman que para la concepcin total
de un poema como la Ilada hace falta un individuo y que justamente este
individuo es Homero. Lo primero hay que concederlo; pero lo segundo yo tengo
que negarlo, por las razones expuestas. Tambin dudo que la mayor parte
haya llegado al reconocimiento del primer punto, por las siguientes
consideraciones.
El plan de una epopeya como la Ilada no es un todo, un organismo, sino una
serie de escenas hilvanadas, un producto de la reflexin experimentada y
guiada por reglas estticas. Ciertamente que la medida de un artista nos la da
su visin de conjunto, su poder plasmativo rtmico. La infinita riqueza en
escenas y cuadros de una epopeya hace imposible tal visin de conjunto. Pero
cuando no se puede mirar artsticamente, se suelen ordenar los conceptos en
serie y forjarse un orden siguiendo un esquema conceptual.
Este orden ser tanto ms perfecto cuanto mejor conozca el artista distribuidor
las leyes estticas, y conseguir la ilusin de ver el conjunto en un solo
momento como un todo intuitivo.
La Ilada no es una corona, sino un ramillete de flores. En un mismo marco
estn encerrados muchos cuadros, pero el que los reuna no se preocupaba de
si el conjunto era agradable y rtmico. Para nada tomaba en cuenta el todo,
sino los detalles. Pero es imposible que aquel conjunto de escenas hilvanadas,
que denuncia un estado embrionario, an poco madurado, de la inteligencia
artstica, sea el hecho propiamente homrico, el acontecimiento histrico. Ms
bien el plan es justamente el producto ms reciente, mucho ms reciente que la
celebridad de Homero. Por consiguiente, los que buscan el plan originario y
perfecto buscan un fantasma, pues el peligroso camino de la tradicin oral
estaba resuelto cuando se form el plan; las alteraciones que introdujo la
tradicin no pudieron afectar al plan, que no estaba contenido en la cosa
transmitida.
Pero esta imperfeccin relativa del plan no puede ser una razn para ver en el
confeccionador del plan una personalidad distinta de la del poeta. No
solamente es verosmil que todo lo creado en aquel tiempo, con propsitos
estticos conscientes, retrocediera ante la fuerza impulsiva de la corriente
popular potica. Es ms, podemos adelantar un paso. Si comparamos los
llamados poemas cclicos, concedemos al autor de la Ilada y la Odisea el
indiscutible mrito de haberse llevado la palma en lo que se refiere a la tcnica
consciente del compositor, mrito que estamos dispuestos, desde luego, a
reconocer a aquel mismo que es para nosotros el primero en el campo de la
creacin intuitiva. Quiz hasta se vea una indicacin de trascendencia en esta
relacin. Todos aquellos defectos y deformidades, de estimacin subjetiva en
su conjunto, que estamos acostumbrados a considerar como los restos
petrificados del perodo de tradicin, no son, quiz, los males casi necesarios
con que deba tropezar el genial poeta en su gran empresa, entonces casi sin
modelos e incalculablemente difcil?
Ntese bien que el examen de las dos facultades tan heterogneas como lo
instintivo y lo consciente altera la posicin del problema homrico y, a mi
parecer, tambin la solucin.
Nosotros creemos en un gran poeta autor de la Ilada y la Odisea; sin embargo,
no creemos que este poeta sea Homero.
La solucin est ya indicada. Aquella poca, que invent las innumerables
fbulas homricas, que imagin el mito de la rivalidad entre Homero y Hesodo,
que consideraba toda la poesa del cielo como homrica, expresaba el
sentimiento de una singularidad, no esttica, sino material, cuando pronunciaba
el nombre de Homero. Homero figura en esa poca en la serie de nombres
tales como Orfeo, Eumulpo, Ddalo, Olimpo, en la serie de los descubridores
mticos de una nueva rama del arte, a los cuales era natural que se dedicaran
todos los frutos posteriores que las nuevas ramas haban de producir.
Y ciertamente, aquel admirable genio al que debemos la Ilada y la Odisea
pertenece a esta posteridad agradecida; tambin l, sacrific su nombre en el
altar del padre de toda poesa pica de Homero.
En esta medida, y severamente alejado de todo detalle, he expuesto ante
vosotros, los que aqu me honris con vuestra respetable presencia, los
fundamentos estticos y filosficos del problema de la personalidad de
Homero: en el supuesto de que las formaciones bsicas de aquella mltiple
cordillera, conocida con el nombre de la cuestin homrica, se comprende
mejor cuanto ms alejada de ella estemos y cuanto ms desde arriba la
miremos. Pero al mismo tiempo, yo me imagino haber trado a la memoria de
aquellos amigos de la antigedad, que nos reprochan a nosotros, los fillogos,
tanta falta de piedad contra los grandes conceptos y un placer de destruir por
destruir, dos cosas en un ejemplo. En primer lugar, aquellos grandes
conceptos, como el de la intangibilidad de un genio potico homrico
indivisible, eran, en el perodo prewolfiano, conceptos demasiado grandes y,
por ende, interiormente vacos y frgiles. Si la moderna filologa clsica vuelve
otra vez a los mismos conceptos, ya no son los mismos odres. En realidad,
todo se ha renovado: odre y espritu, vino y palabra. En general, se advierte
que los fillogos han convivido casi todo un siglo con poetas, pensadores y
artistas. De aqu que aquel terreno rocoso y pedregoso, que antes se
designaba como antigedad clsica, es hoy un exuberante campo de cultivo.
Y an podra evocar, en la memoria de aquellos amigos de la antigedad que
se apartan con desconfianza de la filologa clsica, otra cosa. Vosotros
veneris la inmortal obra maestra del genio helnico, y os creis ms ricos y
felices que cualquier otra generacin que hubo de pasarse sin ella; pero no
olvidis que todo ese mundo encantado estuvo en otro tiempo enterrado,
sepultado bajo enormes prejuicios; no olvidis que la sangre y el sudor y la
aplicacin constante de numerosos adeptos de nuestra ciencia fueron
necesarios para sacar a la superficie aquel mundo sumergido. La filologa no es
la creadora de aquel mundo, es cierto; no es la autora de aquella msica
inmortal; pero no era ya un mrito, y un mrito grande, ser un virtuoso de
aquella msica tan largo tiempo indescifrada? Quin era Homero antes de la
valerosa hazaa de Wolff? Un buen viejo, en todo caso conocido bajo la rbrica
de un genio natural; en el mejor caso, hijo de una poca brbara, llena de
ofensas contra el buen sentido. Pero oigamos cmo se expresaba sobre
Homero, an en 1783, un excelente erudito: Dnde se esconde este amado
varn? Por qu permanece tanto tiempo incgnito? A propos, pueden
ustedes darme su silueta?
Gratitud pedimos, claro que no para nosotros, que somos un tomo, pero s
para la filologa, que no es, ciertamente, ni una musa ni una gracia, pero s
mensajera de los dioses; y as como las musas descendan a las almas
inquietas y turbadas de los campesinos beocios, as desciende ahora a un
mundo de sombros cuadros y colores, lleno de los ms profundos e incurables
dolores, y nos habla, para consolamos, de las bellas y luminosas figuras de un
lejano pas encantado, azul, feliz.
Y basta, aunque debo an decir dos palabras muy personales, pero que la
ocasin de este discurso justificar.
Tambin un fillogo puede condensar la meta de sus esfuerzos y el camino que
lleva a ella, en la breve frmula de una profesin de fe; y as lo har yo,
invirtiendo una frase de Sneca: Philosophia facta est quae filologia fuit.
Con esto quiero expresar que toda actividad filolgica debe estar impregnada
de una concepcin filosfica del mundo, en la cual todo lo particular y singular
sea condenado como algo despreciable, y slo quede en pie la unidad del todo.
Y as, permitidme confiar que yo, inspirado en esta tendencia, no ser ya un
extrao entre vosotros. Dadme la seguridad, ya que conocis mis
orientaciones, de que podr tomar parte en vuestras tareas, y sobre todo
permitidme creer que he sabido corresponder de una manera digna a la
confianza con que las autoridades de este Instituto me han honrado.
Friedrich Nietzsche
Basilea, 28 de mayo de 1869.
sencilla razn de que es inevitable para ello contar con alguna informacin
acerca de la vida y el pensamiento espaoles del siglo XVII. Siguiendo el
mismo razonamiento, para abordar el Poema del Mo Cid los elementos
auxiliares que tenemos que poner en juego son todava mayores. Si esto
ocurre con la literatura de la lengua que hablamos, qu es lo que pasar al
enfrentarnos a un autor antiguo, cuya lengua y cuya cosmovisin estn muy
lejos de las nuestras? Este es un problema casi particular de las literaturas
clsicas. Pues, segn dice Alsina, los clsicos antiguos se hallan todava ms
alejados que los modernos de nuestra mentalidad, con lo que la tarea de
hacerlos accesibles, y comprensibles, resulta mucho ms ardua.
Como la mayor parte de las literaturas en lengua extranjera, en los cursos de
literatura griega o latina es necesario manejarse con traducciones. Slo es
factible trabajar de otro modo en las universidades en las que existe la carrera
o la especialidad en clsicas y, en el caso especfico de los profesorados, en
un tercer o cuarto nivel de latn. En estos casos puntuales, los recursos de los
que se dispone para la enseanza de un texto son muchos ms, pero yo me
propongo hablar sobre cmo se ensea la literatura clsica en el nivel terciario
universitario o no, fuera de tales excepciones.
Creo que, en general, se ensea mal. Ciertamente es llamativo que los
profesores de clsicas salvo honrossimas excepciones nos caractericemos
por no saber ensear. Esto es ms que evidente en el plano de la didctica de
la lengua, donde se verifica que la mayora de los docentes de latn y griego
suelen hacer gala de su memoria en relacin con la morfologa y el vocabulario,
pero desestiman por completo el aprendizaje de la sintaxis que, en esas dos
lenguas, constituye la nica forma de llegar a un reconocimiento exhaustivo y
certero de las estructuras, dado que slo un anlisis sintctico y semntico
riguroso posibilita el acceso a una buena traduccin. As se pasa entonces, con
frecuencia, de estudiar toda la morfologa latina en un primer nivel a lo sumo
vista al pasar en indefendibles oraciones inventadas a la desmedida
pretensin de que en un segundo nivel el estudiante est en condiciones de
analizar y traducir la Eneida o las Catilinarias. El resultado del fracaso se hace
evidente cuando se exige estudiar, una vez ms de memoria, los textos
conocidos pero a menudo incomprendidos para los exmenes.
Parece mentira que todava para muchos de nosotros ensear la Ilada
consista en hacer un relato pormenorizado de los sucesos canto por canto,
salpicado con alguna explicacin relativa a rituales, costumbres o conceptos
tales como el de excelencia o el de hospitalidad. Claro que peor puede
resultar la solucin de leer un nico canto, como posmodernamente se propone
en algunos manuales, que hacen un verdadero tributo al fragmento Derrida,
chocho, figurate.
Si existe o no una didctica especfica para las literaturas clsicas es algo que
no creo que pueda determinarse en unas pocas pginas. Pero me gustara
partir de dos principios estructurantes. En primer lugar, el modo en el que se
estudia una literatura tiene directa influencia sobre el modo en el que se
ensea esa literatura. En segundo lugar, al ensear literatura clsica no
debemos proyectar nuestro propio pensamiento sobre el pensamiento de los
antiguos, un error bastante extendido entre los profesores de literatura no
especializados en el rea clsica.
Para empezar, como dije, contamos con el dficit de trabajar con traducciones
histricamente no muy buenas, aunque en los ltimos aos han levantado el
'... se entristecan y soportaban mal el abandonar sus casas y sus templos, que
haban sido los suyos tradicionales desde la poca de la antigua constitucin,
as como el estar a punto de cambiar su gnero de vida y de hacer algo que
significaba tanto como abandonar cada uno su ciudad.
Y una vez que llegaron a la capital, pocos eran los que tenan casas o tenan
acogida entre amigos y parientes, mientras que los ms se establecieron en los
lugares inhabitados de la ciudad y en los templos todos de los dioses y los
hroes ... Se instalaron tambin muchos en las torres de las murallas y donde
poda cada cual, pues no caban juntos en la ciudad, sino que ms tarde
vivieron en el espacio entre los Muros Largos, repartindoselo, y en la mayor
parte del Pireo.'
(II 16-17)
Las disensiones internas complicaban la situacin. La rivalidad entre los
partidos era encarnizada.
La audacia irreflexiva fue considerada valiente adhesin al partido, la
vacilacin prudente, cobarda disfrazada, la moderacin, una manera de
disfrazar la falta de hombra, y la inteligencia para todas las cosas, pereza para
todas. Por el contrario, la violencia insensata fue tomada por algo necesario a
un hombre... Las promesas de fidelidad recproca no la confinaban tanto con
los ritos tradicionales como con la complicidad en el crimen.'
(Tucdides. m 82)
Es muy probable que el historiador tuviera en vista, al escribir estas lneas, al
prototipo, por decirlo as, del agitador violento y sin escrpulos, al demagogo
Clen, que ser el hombre pblico ms ferozmente escarnecido por Aristfanes
a lo largo de sus comedias, y de cuya mofa no lo librar siquiera la muerte. De
este personaje cuenta Aristteles en La constitucin de Atenas que
se considera como el que ms da al pueblo con su apasionamiento, y fue el
primero que en la tribuna dio gritos e insultos, y se ci para hablar, mientras
que los dems haban hablado con decoro.
(28, 3)
Y no es extrao, entonces, que en Los caballeros, comedia del 424, vuelva
nuestro poeta al ataque: es que Clen acababa de obtener una casi increble e
inesperada victoria contra los espartanos en Pilos , y era desde entonces el jefe
indiscutido de Atenas. Enseguida escucharemos la indignacin de nuestro
poeta.
Por la poca de Las Nubes, ao 423, los atenienses firmaron con su enemigos
hereditarios una tregua de una ao, y para siempre amenazada por Clen y
sus partidarios, pero necesaria ante la presin de los reveses sufridos durantes
el ao anterior.
Las avispas es el ao siguiente, y es una ataque contra una de las instituciones
ms importantes de la democracia ateniense, la organizacin judicial,
deformada y explotada segn los intereses polticos del momento. La situacin
'... vosotros, que con una misma agua sagrada rociis los altares, como gente
de la misma familia, en Olimpia, en las Termpilas, en Pitn... y sin embargo,
cuando est presente el enemigo con su ejrcito brbaro, dis muerte a los
griegos y destrus sus ciudades.
(Lisstrata, 1129 sqq.)
Ahora un pasaje de Las aves, donde en Nefelococigia (ciudad-de-Ios- cuclillosen-las-nubes), as se expulsa a un personaje de instintos violentos:
'...haz guardias, vete a la guerra, vive de tu estipendio... .ya que eres tan
belicoso, dirige tu vuelo a Tracia y combate all.'
(Las aves, 1367 sqq.)
Pero en el terreno de la realidad, sabemos, la situacin era otra. Hablamos
antes de la ltima comedia de Aristfanes, Dinero. Su tinte es sombro. A
juzgar por algunos pasajes se puede colegir ese fondo de amarga sabidura
que todo poeta popular sabe exhumar del reservorio de su comunidad. Si
universalizamos este hecho, podramos llegar hasta nuestro contexto
rioplatense y hermanar en este aspecto a Aristfanes con las letras de Qu
vachache? y Cambalache Textos como stos, entre otros, abonaran la
analoga:
lo que tiene que hacer es cambiar de manera de ser y volverse canalla,
delincuente, un sinvergenza total, porque para la vida creo que eso es lo nico
provechoso, ... que en los tiempos que corren lo que conviene muchsimo es no
ser honrado en nada
...
Huy!, limpio. lo que se dice limpio, no hay nada en ningn hombre: la ambicin
los puede a todos.
(vv. 36 sqq.; 50-51; 362 sqq.)
Cerramos. sin embargo, esta segunda parte con una fantasa, la utopa de La
asamblea de mujeres:
'Pues bien, que nadie me contradiga, ni interrumpa antes de conocer mi
sistema y de haberme odo. Quiero que todos los bienes sean comunes
(koinwnei=n), y que todos tengan igual parte en ellos y vivan de los mismos:
que no sea ste rico y aqul pobre; que no cultive uno un inmenso campo y
otro no tenga donde sepultar su cadver; que no haya quien lleve cien esclavos
y quien carezca de un solo servicio; en una palabra: establezco una vida
comn (koino/n bi/oton) e igual para todos.
...
har que las mujeres sean tambin comunes y den hijos al que los quiera...
(vv. 588 sqq.; 614-615)
dilogo) en cuanto en uno y otro caso se narra que est los hombres vivimos
en el fondo de una cavidad donde vemos las cosas distorsionadas, y slo
podemos conocer la verdadera realidad si ascendemos al exterior. No se ha
profundizado empero en tal comparacin -tal vez por hacrsela
tangencialmente-, probablemente por darse por supuesto que uno de los
relatos es escatolgico y el otro no; mas sin inquirirse -que sepamos nosotros,
al menos- por qu en un caso la salida de la cavidad implica muerte y en el otro
no. Adems, no parece haberse parado mientes en que algunos de los rasgos
y de los trminos comunes a ambas narraciones guardan claros puntos de
contacto con el diaskopen y mythologen del Fd.6 i e ss. Creemos incluso que
no se ha advertido que es mayor la semejanza de la alegora de la caverna con
este ltimo relato que con el mito geogrfico: por ejemplo, respecto del
recuerdo de las Ideas (tras su contemplacin en el Hades, Fd.74c13 ss., o
fuera de la caverna, Rep. VII 520c3 ss.) que opera en nuestro conocimiento
emprico permitindonos detectar de qu son imgenes las cosas la que
vemos.
Ntese bien: de acuerdo con los misterios a que alude Platn en Fd. 62b3-4
"los hombres estamos en una especie de prisin; el alma se halla
"encadenada y apresada en el cuerpo, forzada a examinar las cosas no por s
misma sino a travs de su encarcelamiento, y revolvindose en una total
ignorancia" (82e2 ss.). Y as la filosofa acostumbra al alma a "liberarse del
cuerpo, como de cadenas" (67dl ss.): slo "as purificados, tras habernos
desembarazado de la insensatez del cuerpo...conoceremos por nosotros
mismos todo lo incontaminado, esto es, sin duda, lo verdadero" (67a7 ss.). En
la alegora de Rep. VII tambin se representa a los hombres en una suerte de
prisin, donde estn "desde nios con las piernas y el cuello encadenados"
(514a5), sin ver "otra cosa que las sombras proyectadas" en el fondo de la
caverna (515a6), y creyendo que slo eso es "lo verdadero" (515c2). Se traza
entonces la hiptesis de la "liberacin de sus cadenas" de un prisionero y su
ascenso hacia el exterior de la gruta, que es equiparado al "camino del alma
hacia el mbito inteligible" (517b4 ), "un camino de ascenso hacia lo que es,
camino al que correctamente denominamos filosofa (521 c7). Tambin en el
mito final del Fedn los hombres justos, tras el juicio post-mortem, se ven
liberados y "desembarazados, como de prisiones", de las cavidades de la tierra
en las que vivan, "y llegan a la moralidad pura que hay arriba, quedndose a
habitar all, sobre la tierra " ( 114b8 SS.)
Pero el paralelismo que a nosotros ms nos interesa es el que se da entre el
diaskopen te ka mythologen del Fedn y la alegora de la caverna: en ambas
narraciones el hombre vive aprisionado en una existencia engaosa y
perturbadora, que le impide conocer la verdadera realidad de las cosas en s y
le permite convivir slo con distorsionadas imgenes de stas; en ambos
relatos la filosofa ensea el difcil camino liberador y conduce hacia un modo
de existencia superior. Y debemos insistir en que en los dos casos se trata
bsicamente de conocer realidad suprema, sin que quepa suponer, por lo
dems, que en el se habla de un conocimiento pleno mientras en la alegora
sea cuestin de un grado imperfecto: dentro del mito, ciertamente, se dice que
conocemos "suficientemente" las Ideas mientras vivimos (66b6) slo "tras
morir" (66e6); dentro de la alegora por su parte, el ascenso hasta alcanzar "la
plenitud" (o "el trmino", tlos, 532b2) "de lo inteligible" es graduado, como se
sabe, mediante un exigente currculum que comprende cuatro o cinco
tom contacto, como vimos, con misterios religiosos, cuyas iniciaciones muy
probablemente se completaban a travs de una muerte ritual que converta al
iniciado en hombre nuevo. Mi conjetura en ese terreno tan poco verificable es
la que, cuando descubri la teora de las Ideas, Platn vivi por segunda vez la
muerte de Scrates, y en esta ocasin como si se tratase de u muerte inicitica
-con un largo y duro proceso de aprendizaje- que hubiese permitido a l mismo,
a Platn, conocer lo absoluto de las cosas en s. Y esta segunda vivencia de la
muerte de Scrates sera la que 11 relata en el Fedn, aunque el marco
dramtico corresponda a la primera vez -o sea, a la muerte real de Scrates-, y
de ah la forzosa ambigedad del texto, que hace dcadas incluso haca pensar
a algunos -como Burnet y Taylor- que todo lo dicho all era rigurosamente
textual e histrico.)
Por consiguiente, las similitudes fundamentales que hallamos entre el dilogo
mitolgico del Fedn y la alegora de la caverna no nos lleva postular un nico
lgos tras ambos relatos, aunque es evidente que existe un punto doctrinario
comn: el conocimiento pleno de las Ideas tras un prolongado y riguroso
ejercicio filosfico. Sin duda alguna, por lo dems, la consideracin de la
existencia vulgar como si tuviese lugar "en una prisin " de la que hay que
"liberarse" es una imagen que Fedn toma de los misterios (tal vez rficos, a
juzgar por Crtilo 400c), y que ha subyugado a Platn lo suficiente como para
reiterarla en alegora de la caverna (y antes en el mito geogrfico). Pero ni el
ejercicio filosfico en que consiste la filosofa en el Fedn incluye bosquejo
alguno de currculum con disciplinas matemticas, ni el ascenso dialctico de
Rep. VII contiene la batalla campal del alma contra "el cuerpo y sus deseos"
(bien que all se exige a las matemticas un grado de abstraccin inusual por
entonces, y que implica el mximo alejamiento posible respecto de los
sentidos) . Se trata de enfoques diversos, y seguramente complementarios
entre s. Pero lo que hemos tratado de demostrar est ligado a lo que hemos
denominado "punto doctrinario comn" al mito y la alegora: puesto que, con
una adecuada preparacin, podemos conocer en vida las Ideas plenamente, la
muerte liberadora de Scrates en el Fedn no es una muerte real, biolgica,
sino inicitica.
Tal vez se nos objete que esta interpretacin crea dificultades mayores que las
que trata de solucionar. Por el momento slo encararemos la primera que salta
a la vista (o una de las primeras), y es la que ofrecen las lneas que siguen
inmediatamente a las del mito geogrfico que citamos (114b8-c2), y es donde
leemos: "Y entre stos , los que se han purificado suficientemente por medio de
la filosofa viven absolutamente sin cuerpo por todo el tiempo siguiente y llegan
a moradas aun ms bellas que las anteriores, lo cual no es fcil de describir ni
alcanza ahora el tiempo." Antes habamos llegado slo hasta la frase anterior,
porque con sta se quiebra el paralelismo (que no era, por lo dems, el que
nos interesaba, pero s el que otros haban subrayado en relacin con la
alegora de la caverna), situacin que, de todos modos, no queremos soslayar.
Aunque el mito no lo diga explcitamente, cabe sospechar que los "justos"
(literalmente "los que se considera con deferencia respecto de haber vivido
santamente") se han iniciado en la filosofa, ya que, tras morir, acceden a la
"verdadera tierra", o sea a las Ideas. (y lo que es ms: lo han hecho sin
separarse del cuerpo, ya que, si no, no se especificara esto enseguida
respecto de los ms purificados.) y no se est atribuyendo a quienes lleguen "a
moradas aun ms bellas" ninguna ventaja cognoscitiva, con lo cual la situacin
otro modo debe ser tal que alcance lo mismo que el texto comentado pens...
[As,] el lenguaje del pensar surgido a partir de su destino llama a lo que ha
sido pensado por otro pensar a la claridad (Lichtung) de su propio pensar, para
liberar al otro en su propia esencia".
Esto es posible, diremos, slo porque todos los grandes pensadores han
pensado lo mismo y, as, la "amable lucha" entre ellos (que nunca es mera
refutacin) "los ayuda a alcanzar alternativamente la simple pertenencia a lo
mismo, a partir de donde encuentran lo destinable en el destino del ser" (segn
anota Heidegger en su Carta sobre el humanismo).
Toda la historia del pensamiento es, por lo tanto, para Heidegger (como, antes
de l, para Aristteles, Hegel y Nietzsche, entre otros), una herramienta
utilizable para desplegar su propio pensamiento, o, para decirlo de otro modo,
para pensar lo no pensado y tratar de decir lo no dicho en los diversos textos
abordados.
Es por eso que los griegos (y especialmente Herclito y Parmnides, por
cuanto ellos inauguraron el mbito en el que se desplegara el pensamiento
occidental) representan un desafo. Heidegger se ocupa de este punto en el
seminario sobre Herclito dictado conjuntamente con Eugen Fink en 19661967. Para l, lo desafiante no es, como lo fue para Hegel (para quien los
griegos son sencillamente lo an no mediado), la necesidad histrica de
reconciliar aquella inmediatez con lo hoy pensado a travs de todas las
mediaciones de la tradicin filosfica, cristalizadas finalmente en un sistema.
Tampoco se trata, como parece sugerir Fink, de apuntar a una confrontacin o,
eventualmente, a una manifiesta inconmensurabilidad, entre nuestra
experiencia del ser y la griega. Ms bien, Heidegger prefiere sealar que el
desafo de los griegos consiste en la sospecha de que su pensamiento (y, con
ello, lo pensado en toda la historia de Occidente) se encuentra determinado por
algo impensado, que acaso slo pueda mostrarse a nuestra mirada y que
tambin nos determina. Heidegger propone que esto impensado en la filosofa
griega es la altheia:
"Sobre la altheia como altheia no figura nada en toda la filosofa griega. En el
pargrafo 44 B de Ser y Tiempo se dice ya al respecto: "La traduccin por la
palabra verdad y, mucho ms, las definiciones teorticas de esta expresin,
encubren el sentido de lo que los griegos ponan, como comprensible de suyo,
en una comprensin pre-filosfica, en la base del uso terminolgico de
altheia". La altheia, como estado de no-oculto, va en direccin de lo que es
la iluminacin (Lichtung) () Iluminacin quiere decir: despejar, alzar anclas,
roturar. Esto no significa que all donde ilumina la iluminacin, sea claro. Lo
iluminado es lo libre, lo abierto, y, a la vez, lo clareado de algo que se oculta.
No debemos entender la iluminacin a partir de la luz, sino a partir de lo griego.
Slo en la iluminacin pueden encontrar su lugar la luz y el fuego () Lo
oscuro carece, ciertamente, de luz, pero no por ello deja de estar iluminado.
Nuestra tarea es experimentar el estado de no-oculto (Unverborgenheit) como
iluminacin (Lichtung). Esto es lo impensado en lo pensado de toda la historia
del pensamiento occidental. En Hegel operaba la necesidad de satisfacer lo
pensado. Para nosotros, lo dominante, en cambio, es el imperioso latido de lo
impensado en lo pensado, la fuerza que nos lleva del primero al segundo".
2
La redaccin de Logos (artculo basado, segn ya apuntramos, en el
seminario dictado por Heidegger en 1944 bajo el ttulo "Lgica. La doctrina del
Lgos en Herclito") gira alrededor del fragmento 50 de Herclito,
tradicionalmente traducido del siguiente modo: "No despus de escucharme a
m sino al lgos, lo sabio es convenir en que todas las cosas son una" --o,
segn Snell, "decir en el mismo sentido: Uno es Todo"--. Al comenzar la
exgesis, Heidegger aclara que el lgos aqu aludido es un reunir, pero no un
mero amontonar, sino un recoger que implica los momentos del ir a buscar y
del albergar. En tanto tal, es un elegir aquello que pide albergue, aquello que
se muestra como elegible. En la eleccin de lo selecto, lo ponemos ante
nosotros, porque todo recoger (lesen) es ya, seala Heidegger, un poner
(legen). En este poner, lo puesto (i.e. lo que est-delante-de-y-junto-a) nos
importa, nos concierne, va con nosotros. Al Dasein, por decir as, le importa
esencialmente el cobijo de lo que est puesto delante, en su presentarse
reunido, pero este cobijo es precisamente su presencia en el desocultamiento.
Ahora bien, este poner se despliega como decir y hablar, es decir, como
lenguaje. As, ste (como dejar estar delante que rene) no es primariamente
determinable como expresin o significado, sino que proviene originariamente
del poner, esenciando en l, y recibiendo su modo esencial del estado de
desocultamiento de lo que est delante reunido. Esto (a saber, que el decir sea
un dejar-estar-delante-junto, que, reunido, rene) constituye, admite Heidegger,
un misterio, una cuestin imposible de ser pensada hasta el final. Y qu
ocurre con el escuchar (que no es, claro, un mero or entendido como
captacin de sonidos)? Dice Heidegger: "Hemos odo propiamente (i.e. hemos
escuchado) cuando pertenecemos a lo que nos han dicho" Ello significa: dejar
estar lo dicho en su estado de desocultamiento, poniendo lo que est-delantereunido desde s como algo que est-delante-reunido, o sea, poniendo esto
como ello mismo. El concentrado escuchar y el decir ponen algo que est
delante y junto en lo mismo de su estar delante y junto. As, cobijan lo puesto
delante junto, le dan albergue. Estas determinaciones del decir y el escuchar,
por lo tanto, nos abren el sentido del lgos como albergue que recoge y liga.
Seala Heidegger que slo en tanto el exponer, el narrar y el decir son
modalidades del poner delante, pueden incluirse en la significacin originaria
de lgos. Por eso, escribe:
"Lenguaje sera: coligante dejar-estar-delante de lo presente en su presencia.
Es un hecho: los griegos habitaron en esta esencia del lenguaje. Ahora bien,
nunca pensaron esta esencia del lenguaje. Tampoco Herclito. Qu habra
acaecido propiamente si Herclito --y despus de l los griegos-- hubieran
pensado propiamente la esencia del lenguaje como lgos, como la posada que
recoge y liga! Hubiera acaecido nada menos que esto: los griegos hubieran
pensado la esencia del lenguaje desde la esencia del ser. es ms la hubieran
pensado incluso como ste. Porque h lgos es el nombre para el ser del ente.
Pero todo esto no acaeci. En ninguna parte encontramos huellas de que los
griegos hayan pensado la esencia del lenguaje de un modo inmediato desde la
esencia del ser. En lugar de esto, el lenguaje --y adems los griegos fueron en
esto los primeros--, a partir de la emisin sonora, fue representado como fon,
como sonido y voz, desde el punto de vista fontico () El lenguaje, desde el
SECCIN LETRAS:
EL TAMBOR
Mi cuerpo convoca la llama.
Mi cuerpo convoca los humos.
Mi cuerpo en el desastre
como un pjaro blando.
Mi cuerpo como islas.
Mi cuerpo junto a catedrales.
Mi cuerpo en el coral.
Aires los de mi bruma.
Fuego sobre mis aguas.
Aguas irreversibles
en los azules de la tierra.
Mi cuerpo en plenilunio.
Mi cuerpo como las codornices.
Mi cuerpo en una pluma.
Mi cuerpo al sacrificio.
Mi cuerpo en la penumbra.
Mi cuerpo en claridad.
Mi cuerpo ingrvido en la luz
vuestra, libre, en el arco.
A UN MUCHACHO
Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.
Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacfico.
Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.
Tuve, en fin, su barbilla de incencio
bajo el sol.
Un muchacho del mundo sobre m
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y la uvas del sexo
y los himnos pluviales que nacen de su boca
envolvindonos s como a dos nautas
enlazados al velamen del amor.
Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada.
PAISAJE CLEBRE
Ver la cada de caro desde la baha de
azules y verdes de Alamar.
UN PATIO DE LA HABANA
A Gerardo Fulleda Len
Un patio de La Habana,
como peda Machado,
es caro a la memoria.
Sin altos muros,
sin esa lumbre intrpida
del arcoiris
sin la flor andaluza
que tanto abuela reclamaba
en los bcaros...
Un patio de La Habana
conserva huesos de los muertos
porque ellos son anchos tesoros,
viejas semillas del labrador.
Un patio, ay, de donde sale
tanta estrella.
COTORRA QUE ATRAVIESA MANRIQUE
A Chiqui Salsamendi
De sbito, una cotorra mnima
va a desplazar su pico por la calle Manrique
y la despavorida, ronronea, dando palos de ciego,
tal vez buscando algn destino.
Los verdes y los azules de su cuello
estallan frente a las zanahorias,
el berro y las lechugas.
Dos negras se aproximan,
desde la multitud,
en un vaivn de hamacas vivas,
columpiadas por el viento del Golfo.
Un vendedor de peridicos
apenas puede pregonar,
absorto ante el fulgor de la cotorra
y la belleza natural de las negras.
La calle Manrique es un boceto de Landaluce
y se detuvo el vendedor
como alguien que acaba de descubrir todo un zoolgico.
A LA SOMBRA DE LOS TRANVAS
A Eliseo Diego
A la sombra de los tranvas
abuela, traa recogida una trenza
o era el relato familiar quien lo afirmaba?
Mi pobre abuela... que nunca vi.
MUJER NEGRA
Todava huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar.
La noche, no puedo recordarla.
Ni el mismo ocano podra recordarla.
Pero no olvido al primer alcatraz que divis.
Altas, las nubes, como inocentes testigos presenciales.
Acaso no he olvidado ni mi costa perdida, ni mi lengua ancestral.
Me dejaron aqu y aqu he vivido.
Y porque trabaj como una bestia,
aqu volv a nacer.
A cuanta epopeya mandinga intent recurrir.
Me rebel.
Su merced me compr en una plaza.
Bord la casaca de Su Merced y un macho le par.
Mi hijo no tuvo nombre.
Y Su Merced muri a manos de un lord ingls.
Anduve.
Esta es la tierra donde padec bocabajos y azotes.
Bogu a lo largo de todos sus ros.
Bajo su sol sembr, recolect y las cosechas no com.
Por casa tuve un barracn.
Yo misma traje piedras para edificarlo,
pero cant al natural comps de los pjaros nacionales.
Me sublev.
En esta misma tierra toqu la sangre hmeda
y los huesos podridos de muchos otros,
trados de ella, o no, igual que yo.
Ya nunca ms imagin el camino a Guinea.
Era a Guinea? A Benn? A Madagascar? O a
Cabo Verde?
Trabaj mucho ms.
Fund mejor mi canto milenario y mi esperanza.
Aqu constru mi mundo.
Me fui al monte.
Mi real independencia fue el palenque.
ALEXANDER COOK
Estoy ante la nada
como aquella adolescente
que viva en m sin intentarlo ni saberlo.
La nada es un relmpago
y un aviso de muerte, quizs;
la muerte de otro ser que ha vivido en nosotros mismos.
La nada es un amanecer bien fro
despojado de seres,
rodeados de un rumor de hojas vivas,
apalabradas en su luz matinal.
Qu esplndida la nada, ahora,
alzndose sobre los hombros de Alexander Cook
y su infinita bola blanca
cayendo ante nosotros,
ante su infancia que termina poblada de preguntas,
cayendo al vaco,
otra vez a la nada...
Seccin Anticipos al cuidado de Ana Quiroga Esta seccin ofrece una diversa
serie de textos (cuentos, fragmentos de novelas, ensayos) que permanecen
inditos o que El hilo de Ariadna anticipa ya que han de publicarse
prximamente. Sus autores son, en algunos casos, noveles y, en otros,
cuentan con una considerable obra editada. Los une, a nuestro criterio, una
probada calidad que esperamos que los lectores de nuestra revista confirmen.
TESEO
Pobre mortal que parte
a enredarse los pies en el ovillo.
Quizs Ariadna en su despecho
est a favor del Minotauro:
su hroe ha elegido el cuerpo a cuerpo
con la mitologa.
Le ha tendido el ovillo para que se enredara,
le ha entregado los planos del palacio,
planos falsos para que se extrave.
Pero es un hroe, no comprende
las artimaas de mujer, y entonces vuelve
cuando nadie lo espera, con su botn a cuestas.
IFIGENIA
Esta noche no duerme,
presa camino a la hecatombe.
Flota una culpa ajena
entre las naves detenidas
sobre el espejo quieto de las aguas.
Se atava para una ceremonia
que no quiere y a veces deseara
un poco ms de vida para su noche virgen.
Pero siente que el fro le da alcance:
marca su epitalamio como pasos
que la lleven al ara.
Debe olvidar el miedo y simplemente
representar la ejecucin de un mito.
Esta noche no duerme,
aunque florezcan los almendros bajo un cielo estrellado
(as ha venido sucediendo y as sigue).
Alguien habr de alimentar gusanos
para que gire en su universo el orden.
Pero no quiere una corona
nupcial, falaz para su sacrificio.
Huele la sal del mar, cercana,
el aire empuja las tormentas,
y alguna invicta voluntad mueve a las otras,
de qu le sirve haber nacido
principal en su tierra?
Vino con esa gracia y sin embargo,
no puede ya contra la voz que dictamina
hbrida de intenciones
a pesar de su amor o de su odio.
Esta noche no duerme, en el oriente
se vislumbra una lnea.
Ya vendrn a buscarla las antorchas:
con halagos, esperan que se vuelva
su voluntad sumisa,
La Palabra Perdida
Las nueces frescas le ponan spera la lengua, dice el poeta, y por supuesto
est hablando adems de otra cosa. Si tenemos el suficiente entrenamiento en
la palabra escrita, y si no lo tenemos tambin porque se trata de un verdadero
poeta, no de un escribidor de versos, podemos sentir la aspereza de la lengua
y ni cuenta que nos damos porque eso es parte del encantamiento de la
poesa.
En poesa la palabra es as, pesada, opaca porque guarda otras cosas en s y
a esas cosas hay que desentraarlas, abrir el cuerpo de la palabra y sacarle lo
que oculta en las entraas. En poesa la palabra permanece, impermeable,
impertrrita, hasta que se la lee y estalla. En la frase del principio hay nueces
frescas, hay lengua y hay un chico, quin lo duda. Pero tambin hay un verano,
hay un rbol o muchos rboles, segn la historia personal de quien lee, y hay
un viento para nosotros como de pampa, y hay una luz particular que quiz se
acerque a la de los cuentos del seor Tabucchi ya que por lo visto Tabucchi es
en estos das ineludible, y hay el tiempo, tiempo como clima pero tambin
como cronologa. Despus viene otro seor que tambin es, a su modo, un
poeta, y le agrega una pelcula. Y todo eso porque aquel otro dijo en palabras
escritas que la lengua de un chico se pona spera con las nueces frescas.
Claro, dicho as, la lengua de un chico se pona spera con las nueces frescas,
no tiene ningn encanto ni evoca nada. Hay que decirlo como lo dijo l. Y
ciencias sociales ni el derecho tal como los venimos entendiendo los civilizados
desde hace ms de dos mil aos desde que hay propiamente historia, otro
concepto indisociable de la expresin escrita seran concebibles sin la
intervencin de la escritura.
Yo me lo creo porque estos seores son muy importantes y saben mucho y lo
que dicen es bastante sensato, pero entonces, como con la poesa, de dnde
viene la escritura?, cmo se inventa?, de dnde sale?, quin siente su
necesidad, su falta?
Slo se puede responder con conjeturas. Se sabe algo del cundo, un poco del
cmo, retazos del dnde, y nada ms. Dice Ren Etiemble (Georges Jean:
Writing. The Story of Alphabet and Scripts. New York, Harry N. Abrams Inc.,
1992) que los seres humanos estn viviendo y muriendo desde hace un milln
de aos, pero estn escribiendo desde hace nada ms que seis mil aos. Ah
hay algo del cundo.
Y dice Georges Jean que uno podra imaginar que la gente ide los primeros
signos escritos para preservar las historias tradicionales, pero en realidad las
razones que hay detrs del desarrollo de la escritura son mucho ms frvolas
(Georges Jean, op.cit.).
Los mensajes son mucho ms antiguos que la escritura, y cuando digo
mensajes uso la palabra en su sentido ms amplio, en el sentido de los
significados. Ah entran los adornos de las vasijas, la disposicin de las
viviendas, y tambin las huellas que los cazadores dejaban para quienes
vinieran detrs. Pero la palabra escrita empieza a existir slo cuando aparece
un repertorio de signos compartido por un grupo humano, que pueden usarse
para reproducir pensamientos y sentimientos.
Sin embargo, lo primero que la gente escribe no es el poema sino la cuenta del
lavadero. Bueno, en realidad no fue la cuenta del lavadero pero como si lo
fuera: una lista de bolsas de cereales y de cabezas de ganado en una tablilla
de un templo de Uruk all entre el Eufrates y el Tigris en donde hoy viene a
quedar Irak, entrando a la derecha como suelen estar estas cosas importantes.
No vamos a hacer una historia de los signos porque no podramos salir del
pantano ni con tiempo y buena voluntad. Pero lo que una realmente se
pregunta es cmo es posible que hayamos llegado hasta aqu, hasta la
computadora, Internet y correo electrnico. Guerras, pestes, hambrunas,
incendios, catstrofes naturales, macartismo, gulags, kukluxklan, bombas
atmicas, y encima para registrar todo eso tuvimos que dar dos saltos ms
enormes que cualquier brinco a las estrellas. El hiperespacio, los agujeros
negros y las guerras de las galaxias son juegos de jardn de infantes
comparados con el clic de la mente, el alma o cmo se lo llame, que llev del
gruido a, a, no s a qu, nadie lo sabe, quizs a vamos a poner este bife de
gliptodonte al fuego. Y el clic que hubo de una punta de flecha dibujada en la
arena a un signo pictogrfico que significaba dos asnos tallado en una tableta
de arcilla cocida; del estilo de madera con el que se cavaban los signos a la
pluma de ave con la que un seor en los suburbios de Londres trazaba letras
que formaban palabras que formaban frases que formaban versos que
formaban tragedias de celos, de poder y de muerte all en el siglo diecisis.
Yo s, todo el mundo sabe, que las cosas no fueron rpidas ni fciles. Por
comodidad nos gusta pensar que s, que un da alguien se despert ms
inteligente de lo que haba sido al dormirse y que dijo ya s, hoy voy a inventar
el alfabeto. Digna de ese maravilloso escritor que fue Csar Bruto, la escena es
absolutamente imposible.
Esas cosas llevan siglos y milenios. Vaya a saber durante cunto tiempo los
sacerdotes de Mesopotamia usaron estilos para grabar las tabletas, a lo largo
de cuntas generaciones los escribas egipcios fueron destilando los jeroglficos
hasta llegar a la literatura sapiencial, cundo fue que de la cancin o el verso
cantado perteneciente a la enorme riqueza de la oralidad griega se pas a los
fragmentos de Parmnides que tienen otra riqueza totalmente distinta.
Tal vez habra que pensar que el desarrollo de la palabra hablada va unido,
como al principio, al transcurrir de la subjetividad en la historia, mientras que el
desarrollo de la palabra escrita va unido al paso cada vez ms rpido de la
tecnologa.
Sea como fuere, la palabra es para todas las personas algo tan familiar que ni
se piensa en ella. Es como la respiracin y como el trabajo domstico: piensan
en ellos los especialistas o se piensa en ellos cuando hay dificultades; de otra
manera, cuando todo anda bien, la gente en general los da por descontados.
Estn ah, se respira, se suspira, resbala una sobre pisos encerados, mira a
travs de vidrios transparentes. Estn ah, eso es todo.
La costumbre es una mala consejera. No es del todo indeseable, pero hay que
mantenerla a raya porque no se puede confiar demasiado en ella. Todo lo que
adormece es sospechoso y no hay como la costumbre para hacerle creer a una
que no hay ningn problema y que si lo hay enseguida se va a arreglar. En
otras palabras, lo mejor es estar atenta. Atenta a qu. A las palabras
precisamente y nada menos.
Mi impresin es que hemos perdido la poesa de las palabras, que no quiere
decir que debamos usar palabras rebuscadas a la manera de los modernistas o
de los simbolistas o de nadie. Lo que pasa es que creo que, hablando o
escribiendo, hemos despojado a las palabras de su poder, y eso es peligroso.
Por supuesto las palabras se gastan. Hay las que se enferman. Algunas
mueren y se pierden para siempre. Otras mejoran, se ponen de pie y siguen
andando. Nacen algunas, y de esas algunas que nacen, unas mueren
rpidamente y otras tienen largas vidas que ocupan generaciones y
generaciones. Todas estn vivas; algunas lo estn ms que otras y todas
figuran en los diccionarios as como todos los rosarinos y todas las rosarinas
figuramos en la gua de telfonos.
Pero es que as como todas y todos somos diferentes, entre las palabras las
hay dulces, traicioneras, duras, directas, hipcritas, generosas, despticas,
siniestras, transparentes, hechiceras, tibias, pero como dice LonPaul Fargue
amar a las palabras por ellas mismas y comprender lo que dicen o sugieren,
comprender lo que murmuran y proponen, saber de dnde vienen y adnde
van, pesarlas, beberlas y comerlas, eso es lo que importa (prlogo a Sortilges
du Verbe, de Matila Ghyka. Paris, Gallimard dcima edicin, 1949). Eso es lo
que importa, eso es lo que hay que comprender.
No es posible usar las palabras sin cierta reverencia. Lo cual no quiere decir
que hablemos y/o escribamos con los guantes puestos, con cautela, con uncin
y pensando cada paso que damos. No. Quiere decir simplemente que estamos
obligadas y obligados a saber lo que estamos haciendo cuando hablamos y
cuando escribimos. Eso es algo que ensea la escuela. La escuela? Qu es
la escuela? Ah, s, eso que se viene abajo lentamente desmigajado, destruido
por una nueva edad media que slo se va a diferenciar de la otra en que sta
va a tener una pila de tecnologa que va a hacer que mucha ms gente sea
descartable.
Bueno, la escuela cuando la haba (todava quedan restos, y todava hay
maestras y maestros admirables) enseaba eso. Enseaba el valor de las
palabras. Una palabra, cualquier palabra, esconde muchsimas cosas. Esconde
su propio silencio, esconde miles de significados, esconde juegos, trampas,
consuelo, voces, colores, msica, esconde a sus hermanas, a sus enemigas,
esconde puertas y ventanas que podemos abrir o mantener cerradas, esconde
escaleras para subir al cielo y para bajar a los infiernos, esconde techos para
abrigarnos y abrigos para no morirnos de fro.
Pero debido a nuestra relacin cotidiana y desaprensiva con ellas, nos hemos
acostumbrado a tratarlas como a trapos de piso y no nos acordamos de que
son de terciopelo, de seda y de tis de oro. Las maltratamos, las retorcemos,
las tiramos, las escupimos, las pisamos y las olvidamos. Pero eso se paga.
Llega un momento en el que ya no nos entendemos. Cuando las palabras eran
una herida en forma de cua sobre una tableta de arcilla, resultaban
primordiales para la vida. No era lo mismo dejar establecido que uno tena dos
asnos que no tener ningn registro de que alguien tena dos asnos. Cuando las
palabras eran nuevas y la gente les pona nombre a todas las partes del
universo, la noche era para cantar y para contar y se oa en profundo silencio lo
que los dems tenan que decir y todas y todos entendan lo que oan. Cuando
las palabras eran lneas y curvas trazadas sobre papeles hechos a mano por
un seor que encerrado en una celda imaginaba a un flaco caballero a lomos
de un rocn infame acompaado por un gordo escudero sobre un burro, las
gentes, que no todas saban leer, se juntaban en la plaza para que los que
saban les contaran lo que haba pasado en la vela de armas.
Ahora las palabras son de luz. Aparecen un segundo, dos, en la pantalla y las
borramos con slo apretar una tecla. Aparecen un segundo, dos, en la otra
pantalla, pronunciadas por seores que no estn en ninguna celda pero
deberan estarlo, y desaparecen con el zapping que nos lleva a lo de una rubia
descerebrada que abre la boca y cree que est diciendo algo.
No estoy descalificando la tecnologa. Al contrario: amo mi computadora, me
maravilla pensar que alguna vez todas las personas podrn tener sus
computadoras. Amo en cierto modo la televisin, cuando me trae el mundo
hasta mi living y veo cmo vive y cmo come y cmo ama la gente de otros
pases a los que nunca voy a ir. Tambin amo y esta vez sin reservas el
lavavajilla y el microondas, cranme. Pero abogo por un uso sensible,
inteligente, disparatado s pero no estpido, de esas maravillas.
Y todo eso, la computadora, la televisin, el microondas, exige, como todo en
este mundo, que hagamos uso de las palabras. Si no las tuviramos no
podramos vivir. Nos habramos extinguido hace rato, como los tigres dientes
de sable y los pterodctilos; y alguna otra especie, conquistadora de la palabra,
hubiera encontrado el camino hacia la civilizacin o hacia eso, imperfecto
todava y a veces sin esperanzas, eso que orgullosamente llamamos
civilizacin.
Niego que sa sea una posibilidad trgica. Es bastante interesante y en
cualquier momento podemos meternos a explorarla. Por ahora lo que tenemos
es una palabra turbia, desarmada, imprecisa, que est en nuestras manos
salvar. Yo no s cmo se hace eso. Si tuviera soluciones estara en las calles
esa persona all ubicada se le d la gana, sino todo lo contrario: funcin pblica
significa o debera significasr servicio. Un gobernante no es un dueo sino un
servidor.
Eufemismos los hay en todos los idiomas, pero a nosotros nos interesan hoy en
este idioma ya argentino sensacional que hablamos, este idioma fuerte,
emocionante, rico, colorido, sensual, hecho para el poema de amor y para la
diatriba, para el tango y para el proyecto de pas. No digamos nunca ms
rehizo su vida cuando queramos decir se volvi a casar; no digamos
carenciados cuando queramos decir pobres ni ilcitos cuando queramos decir
robos o asesinatos. No digamos revolucin cuando lo que hay que decir es
golpe de estado ni digamos ex presidentes cuando lo que hay que decir es
infames traidores a la patria. Digamos lo que hay que decir en donde hay que
decirlo, con el tono necesario y en palabras justas y perfectas, en esas
palabras todopoderosas que a veces olvidamos que tenemos al alcance de la
mano, todas y todos.
Villalba rey
En eso pasa un caballo, y empieza a sentir fro. El animal no se detiene, pero l
sabe hasta dnde ir, a lo de los Sosa ir, porque el que monta es el ms chico
de los Villalba, y todos saben que ese Villalba es un Sosa.
El viejo lo regal cuando no era todava tan viejo, lo dio porque s, a los Villalba
lo entreg como si fuera un paquete, porque s o porque tena una deuda con
ellos, nunca se supo, o de puro hijo de puta lo regal.
Es por eso que en cuanto pasa el caballo empieza a sentir fro. No porque vaya
a pararse ah, l sabe bien dnde se va a parar, hace aos ya que lo sabe, en
el rancho de Sosa. Y sabe que del tordillo se va a bajar el ms chico de los
Villalba, que todos debieran saber que fue en su origen un Sosa. Con la gorra
ladeada sobre el pelo negro tupido se va a bajar, de seguro con un cuchillo en
la mano, y va a buscar la garganta del viejo. Mientras la mujer, que nunca
estuvo muy en sus cabales, pero no ha de ignorar los motivos, se quedar
mirando como si nada la esperadsima escena.
Cuando el viejo caiga, pondr ms ojos de loca que nunca, y ni por compasin
va a esperar a que el otro muera para empezar a besarle la mano al muchacho,
y despus la boca, y despus despus.
En eso pasa un caballo, y siente fro. Es porque sabe que el viejo Sosa va a
morir en su ley de viejo bandido, y sabe que la mujer va a morir en su ley de
loca, y que el nico que va a seguir viviendo para siempre sin ley, como
castigado, va a ser el ms chico de los Villalba. Ese que naci Sosa hasta que
el viejo lo regal, porque s, para saldar una deuda o, quin sabe, para repetir
qu historia.
instante. Le decamos que le haba tocado a ella as que tena que ir, pero se
haba encaprichado. Insistimos y se puso a llorar como una histrica, diciendo
que por nada en el mundo la obligaramos a bajar. Cost calmarla. Al final como ni Julin ni yo nos levantbamos - fue Martn. Volvi cargado de botellas
de licor, cajas de vino y bolsas de pipoca. Esto es lo nico que no da hambre,
dijo, y todos lo felicitamos.
Julin revis la tinta de esta lapicera y vio que tiene menos de la mitad. Como
es la nica que tenemos, por precaucin, resolvimos no anotar ms los datos
del tiempo y poner slo un no junto al da en cuestin. Ahora tengo que
escribir cuando estoy seguro de que los dems duermen o miran por la
ventana, lo cual no es nada fcil porque estamos casi uno al lado de otro.
Hoy nev en Mar del Plata y estamos ms esperanzados que nunca. Me
hubiera gustado poder ver las imgenes. Se espera una ola de fro intenso para
las prximas horas. Sentimos que ya falta poco.
El telfono son durante horas. Al principio no contestamos por cautela,
despus nadie quiso levantarse a atender y dejarlo descolgado sera un riesgo.
Ayer a la noche, debido a la helada, un viejo se muri por Retiro. En Ensenada
cay agua nieve. Intuimos que est cerca y no podemos hablar de otro tema.
Destapamos un licor de cereza. Hay que beberlo en pequeos sorbos o slo
mojarse los labios: as, el gusto dulzn traspasa lentamente la lengua y parece
llegar al cerebro. So una cosa rarsima y creo que fue a causa de licor. Yo
era una mosca. Estaba en el campo: el cielo gris y la tierra cubierta de nieve.
De pronto, entre la blancura, diviso un punto rojo; vuelo hasta ah y descubro
un racimo de uvas. Me despert sediento.
Nos cuesta imaginar que la temperatura sigue bajando. El aire clido de la
habitacin es siempre el mismo. Notamos, quiz, un fro leve en el cuarto de
bao. Los movimientos de la gente que cruza la plaza son menos articulados.
Se ve que llevan mucho abrigo y que sufren; tienen las cabezas cubiertas por
gorros, las caras plidas y las bocas moradas. Hace dos das que no se ve el
sol.
Hoy subi la temperatura; me alegra no tener que anotarla. Alguien toc el
portero elctrico. Con Martn nos quedamos mirndonos, Sonia y Julin
dorman. Nos acercamos a la ventana y vimos a unos chicos que corran para
la plaza y se escondan en unos rboles. Casi me muero del susto al pensar si
justo ahora que falta tan poco... El chiste de esos pendejos igual me trajo
molestias porque luego de pararme y tener que flexionar las piernas para
caminar me acalambr. Es lgico que esto me pase: las piernas se quejan de
tener que aguantar el peso del cuerpo y quieren volver a la comodidad del sof.
Las heronas son llevadas por una pasin y el deseo se dirige al cumplimiento
del destino.
Al igual que Psique, nuestras heronas se preparan valientemente para morir,
pues creen que sern devoradas por el monstruo. En la roca del sacrificio,
Psique es elevada por el Cfiro y llevada suavemente al valle florecido y de all
llega al palacio de aspecto real donde nada le falta pues Nec est quicquam
quod ibi non est. (21) y donde le habla una voz sin cuerpo y es atendida por
servidores invisibles de quienes slo oye las voces.
El palacio aparece en las versiones argentinas generalmente como una
hermosa casa(22) o la casa del rey(23) en la cual tambin hay de todo(24)
y persiste, en algunas narraciones el motivo de los servidores misteriosos:
Empiezan a servirle, pero en vez de personas que sirvan, eran sombras(25) ,
Tena de todo. No le faltaba nada. Pero no vea personas, slo sombras.(26)
Despus del banquete, Psique se retira para dormir y percibe un leve crujido
que prepara la presencia del marido desconocido:
Iamque aderat ignobilis maritus et torum inscenderat et uxorem sibi Psychen
fecerat et ante lucis exortum propere discesserat.(27)
Si su marido es un muerto, ella no puede verlo. El tacto y el odo reemplazan,
en la vida de Psyque, las funciones que normalmente ejerce la vista y pronto
ella comienza a sentirse presa de una crcel dorada. Con su insistencia,
obtiene permiso para ver a la familia no sin que antes, su marido le advierta
acerca de la sacrilegae curiositate de querer saber cmo es su compaero.
En el texto de Apuleyo, el oxmoron es el encargado de describir la visin de
Psyque:
Sed cum primum luminis oblatione tori secreta claruerunt, videt omnium
ferarum mitissimam dulcissimamque bestiam(28)
Cuando la mirada contempla lo que no deba ser visto, encuentra la presencia
aterradora de la muerte (que ha sido prometida destinada por el Otro- y que
debe ser cumplida al punto de provocarla).
La imagen del prodigio provoca un efecto terrorfico:
At vero Psyque tanto aspectu deterrita et impos animi marcido pallore defecta
tremensque desedit in imos poplites...(29)
Luego de este primer sobresalto, Psyque se siente reanimar y se detiene en la
contemplacin de la belleza del rostro divino sin poder saciarse nunca hasta
dejar caer la gota de aceite que quema y despierta a Cupido. Cuando Cupido
se eleva en vuelo para abandonar a su esposa, ella se aferra a una de sus
piernas como miserable apndice (adpendix miseranda)(30) hasta que
cansada se suelta.
En algunas versiones argentinas el motivo se encuentra muy bien conservado:
Dice que lo han visto. Dice que era un nio tan precioso, que ha agarrado, ella,
se ha quedado embelezada, dice, viendol al nio tan bonito que era, y le ha
Si bien es cierto que Apuleyo se sirve del relato folclrico con la intencin de
referir a una especial doctrina amorosa(47) y religiosa, las narraciones
relevadas por Berta Vidal de Battini no parecen menos msticas. Incluso, lo
arbitrario de algunas secuencias vuelve el motivo ms misterioso y ritual.
Muchachas dolientes, angustiadas, de rostros exasperados; ambientes
claroscuros, luz que incide en los cuerpos y los vuelve sustancias impalpables,
luz que quema y corroe aquello que toca. Sacrificios, vctimas que parecen ser
inmoladas, pasiones fuertes que arrebatan a seres que desean estar juntos y
son separados por un destino difcil de entender. Los personajes no se
cuestionan ese destino, para ellos no es arbitrario: posiblemente conozcan las
razones de su historia mejor que nosotros que no sabemos acerca de ese
relato (o quiz debamos decir pecado) original; por otra parte, lo arbitrario ha
formado siempre parte del mundo de los dioses y posiblemente, el hombre se
haya acostumbrado a narrar sin evitar esos pliegues.
La visin de la Bella involucra de un modo especial al cuerpo: placer y
padecimiento, excitacin y extenuacin, pathos, drama: en esa visin parece
sintetizarse una vida intensa. La oscuridad rodea la escena y la concentra y
reduce a una mancha de luz sobre el cuerpo del esposo. La pareja flota en un
espacio indefinido enfocada por la mirada del narrador que ilumina, para el
lector, a la esposa en la oscuridad que ilumina y mira el cuerpo del esposo(48).
Esta escena recuerda los juegos de espejos y los puntos de vista extraos que
suelen atravesar algunos cuadros: Las meninas de Diego Velzquez, Los
Arnolfini de Van Eyck, los cuadros de Jan Vermeer en general, slo por
nombrar algunos de los ms famosos.
Nuestra visin del monstruo no es directa: vemos a travs de la expresin de la
muchacha.
Se dice de la visin de la esposa, se dice de su mirada. Por lo tanto la belleza o
monstruosidad del esposo es indirecta para nosotros que no podemos ms que
confiar en lo que nos dice esa mirada. El contraste de luz y sombra, la luz
inestable de la lmpara y la reaccin de la esposa ante el esposo hacen pensar
en un juego de anamorfosis o deformacin de la imagen por la perspectiva. Un
capricho barroco. Produce una inquietud debida a la ambigedad, qu rostro
se oculta detrs de la piel de lagarto? amor o muerte? belleza sin lmite o
monstruosidad?
Parecen ser la misma cosa, segn quin sea el observador. La imaginacin es
la que permite superar el lmite, jugar con la ambigedad y el doble sentido de
la realidad y la fantasa; y el deseo se impone para construir la imagen a
travs de esa mirada. La belleza engendra el deseo y a su vez el deseo
contina impregnando con ella aquello sobre lo que se posa.
Lo ms heroico de la peregrinacin de la Bella consiste en esa mirada que
transforma a la Bestia, quiz porque ella tambin es monstruosa. Slo esa
mirada puede justificar el padecimiento posterior. Todo el relato se ha
concentrado en ese instante de luz: una afirmacin de la vida que logra
fortalecerse por encima del angustioso presentimiento de la muerte. Psique
puede ir ms all de lo contingente y en lugar de asesinar y morir crea una
historia de amor sublime.
Jorge Accame naci en Buenos Aires en 1956. Es profesor en Letras. En 198081 vivi en Urbino, Italia. Desde 1982 reside en San Salvador de Jujuy, donde
trabaja como profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. En
1997 fue becado por la Fundacin Antorchas y particip del Programa
Internacional de Escritura en la Universidad de Iowa. Ha publicado libros de
poemas (Punk y Circo; Golja; Cuatro Poetas); de cuentos (El Jaguar; Diario de
un Explorador; El Dueo de los Animales; ngeles y Diablos; Cartas de Amor);
novelas (Concierto de Jazz; Segovia o de la Poesa) y teatro (Chingoil
Compani; Venecia). En 1998, su obra Venecia fue estrenada en Buenos Aires,
en El Teatro del Pueblo. Desde entonces se ha representado en Inglaterra,
Espaa, Estados Unidos de Norteamrica, Canad, Mxico, Colombia, Per,
Chile, Brasil, Uruguay, Bolivia, y en la mayora de las provincias de Argentina.
Con Venecia ha ganado varios premios, entre ellos el Florencio Snchez; ha
sido finalista del premio Rmulo Gallegos con su novela Concierto de Jazz, y
ha obtenido el tercer Premio Nacional de Literatura Infantil con su libro de
cuentos Cartas de Amor.
El discurso nombra a una realidad que alude a su esencia: nombro a eso que
corre por el correr que lo caracteriza, pero la accin de correr es lo que permite
su existencia; el discurso existe en tanto desplazamiento. Una palabra promete
la prxima y as sucesivamente. La primera sospecha que tenemos es que
cuando terminan las palabras, muere el discurso. Sin embargo podemos
imaginar que la carrera es infinita y que unas palabras provocan otras
permanentemente.
Las palabras se nombran una a una porque no se pueden nombrar todas
juntas, pero el deseo de quien nombra es decirlas todas, si fuera posible, al
mismo tiempo. Anhelamos sentarnos en el escaln del stano de Daneri y
contemplar el cuerpo completo del universo a travs del Aleph. Pero se nos ha
otorgado una visin fragmentaria, que nos produce el temor de la inminencia y
la tristeza de la nostalgia.
Una palabra concreta la inminencia de lo que prometa la anterior y a su vez
amenaza algo que se concretar en la prxima. Esta misma palabra presente
remite a la prdida de la palabra pasada y provoca un dolor, una nostalgia, un
dolor de patria ausente.
Estamos hechos de la misma sustancia de las palabras, nos desvanecemos y
nos conformamos a medida que transcurrimos. Somos como las palabras;
somos las palabras.
Slo se nos permite correr hacia alguna parte, ser la carrera, nuestro cuerpo es
lo que discurre.
Hay cuerpos discursivos que quedan a mitad de camino, hay algunos que slo
pretenden la dignidad de llegar a destino. Pero hay otros que no desean una
existencia tranquila, sino que, como Aquiles, prefieren una vida intensa: son los
cuerpos que buscan conmover a travs de la belleza, aquellos que
habitualmente llamamos literatura.
De todas las formas de correr de un lugar a otro en literatura, acaso el cuento
proponga una marcha ms intensa que las dems. El cuento tiene una intensa
carga de inminencia(2). Las palabras deben estar organizadas de manera de
que siempre parezca que ya est por suceder algo. La inminencia es lo que
permite que el relato avance.
Y la nostalgia permite el amor y consecuentemente el dolor por lo que se ha
perdido en las palabras anteriores. Al mismo tiempo ese dolor acta como un
recuerdo deseado que se anhela volver a encontrar ms adelante.
La inminencia produce tensin; se logra mediante la seleccin, combinacin y
ordenamiento de palabras, que crean una atmsfera en la que va a pasar algo
que nunca pasa; es el estado latente de acontecimiento que perturba, hace
imaginar cosas, nunca define. En cuanto defina, el relato debe terminar. La
literatura como perversin. Como un rodeo extenso o infinito que enrarece lo
natural, como artificio para evitar la muerte. La literatura como civilizacin,
como habitacin, como guarida protectora; tambin como orilla deseada donde
alguien permanece entre somnoliento y lcido devorando los frutos del loto.
La nostalgia establece una fuerza que retiene al lector en el pasado, la
inminencia lo empuja hacia delante. Pero el texto no existira sin ambas
interactuando simultneamente, y una no existira sin la otra.
Acaso el miedo a la muerte intente retardar los acontecimientos y al mismo
tiempo los precipite. Acaso el miedo occidental a la muerte oculte el deseo de
morir y slo pueda representarse cabalmente en un texto literario.
La inminencia y la nostalgia se estructuran en las tres principales figuras
literarias: la sincdoque, la metonimia y la metfora. La sincdoque permite
nombrar una palabra por vez, ofrecindonos la ilusin de que alguna vez se
nombrar el todo del discurso y al fin podremos ver ese gran cuerpo
inabarcable. El nombrar la parte produce, en un movimiento metonmico, el
desplazamiento natural hacia la prxima palabra (si el presente es una parte,
seguramente el resto estar ms adelante). Finalmente la metfora nos engaa
y nos deja la sensacin de que hemos visto el todo. Es un truco de
prestidigitacin: estamos frente a un texto finito, con un comienzo, un
transcurso y un final. Sin embargo, al terminar esta carrera intensa, estamos
seguros de haber visto una totalidad. Porque el discurso literario permite el
dilogo en al menos dos sentidos, entre lo que dice y lo que significa. Va y
vuelve de uno a otro sin cesar, tejiendo relaciones infinitas. Por eso, cuando
uno lee discursos literarios tiene la sospecha de que ha visto el mundo a travs
de un Aleph.
El conocimiento sensible a travs de la metfora se apoya en una concepcin
orgnica del universo. Es decir: si consideramos al universo como un cuerpo
nico sujeto a las mismas leyes en todo su imperio. Ese cuerpo slo es posible
en el discurso.
Una pieza literaria est compuesta por algo parecido a un tejido celular. Tengo
la impresin de que si pudiramos practicar una biopsia literaria y extraer una
muestra del principio, otra del medio y otra del final de un cuento,
comprobaramos que pertenecen al mismo animal, con el que todas las clulas
deben ser solidarias y al que deben subordinarse.
Como si se tratara de un organismo viviente, las palabras se comportan en
literatura de un modo similar a las clulas y cumplen una funcin solidaria con
la estructura viviente superior que conforman.
En estas palabras y en su orden reside lo distintivo de cada texto, la naturaleza
de aquello que lo diferencia y hermana con los dems.
Tejiendo relaciones infinitas, tejiendo un texto. El texto es un tejido. El discurso
es una carrera hacia alguna parte. Dos catacresis que nos identifican con lo
que decimos.
Una historia particular dice esa historia particular, y significa el universo.
En Kuich, no conocan los asnos. Un da, un hombre rico hizo llevar uno por
barco. Lo tuvo un tiempo en su finca, pero cuando se cans de l, lo solt en el
monte. El asno se intern cada vez ms buscando pasto que comer, sin saber
que un tigre lo acechaba. El tigre lo segua con desconfianza; nunca haba visto
una criatura tan extraa y crey que se trataba de un dios. As pasaron los
das, el tigre observndolo a distancia y el asno pastando
despreocupadamente. Cierta vez el asno rebuzn y el tigre escap corriendo.
Pero cuando comprob que el rebuzno no haca dao, regres y pens que
acaso no era un ser tan terrible. Se fue acercando cada vez ms, hasta que se
atrevi a tocarlo, luego lo empuj, le gru y lo molest en todas las maneras
en que se le ocurri, hasta que el asno le peg una patada. As que es esto lo
que sabe hacer, se dijo el tigre. Y entonces salt sobre el asno y lo devor. (3)
La literatura es un animal imprevisible y en esto radica buena parte de poder.
Mientras no haga evidentes sus fuerzas, parecer (y ser) una divinidad para el
lector. El lector, como el tigre, usar toda clase de argumentos para que el
extrao animal se muestre; pero si este quiere sobrevivir deber soportar los
roces y mezquinar definiciones. Su principal arma contra la exigencia de
precisiones es el flujo de la inminencia. Una palabra promete otra y esa, otra
ms. As hasta formar una corriente palabras. El lector tiene la sensacin de
que en algn momento estas palabras van a saciar su sed, pero se equivoca: la
sed es insaciable, porque cada palabra promete algo nuevo que tal vez cumpla
la prxima.
Acaso sea la nostalgia la que carga de inminencia el texto, la connotacin
compleja de las palabras, porque el incesante recuerdo de lo que fue presagia
el final de lo que ser. Acaso el miedo a la muerte empiece y provenga de la
palabra, porque antes de la palabra la vida no poda albergar tanto significado.
El hombre muerto, de Horacio Quiroga, comienza con una oracin cargada de
inminencia: El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del
bananal. La preferencia por un sujeto compuesto con una combinacin no
habitual de los dos ncleos (hombre y machete realizando una accin juntos,
como viejos compaeros) alerta al lector. El lector seguramente habra
continuado leyendo aunque la narracin hubiera empezado de otra manera,
porque la inminencia es natural al lenguaje que se desarrolla sucesivamente en
el tiempo y crea su propia inercia. Sin embargo, el escritor aprovecha esta
condicin natural de la materia con la que trabaja y la potencia. La literatura no
es ms que eso: una concentracin mxima de lo que ya se encuentra en el
lenguaje. El lector se eriza de sospecha y es empujado con mayor fuerza a
continuar la lectura. Como ya sabemos, pocas lneas ms abajo, el machete se
clava accidentalmente en el vientre del hombre y este muere al sol del
medioda.
El cuerpo de un animal, para ser bello, debe guardar cierta magnitud y cierto
orden de sus partes. Aristteles deca que un animal de millares de estadios de
longitud no podra abarcarse con la vista(4). As, el universo.
Cambiamos al universo por sus partes: a travs de ellas reconstruimos el todo.
Desesperadas, en literatura, las palabras corren de un lugar a otro para
remedar al animal completo.
de tal cuchillo. Por fin un da decide que lo va a tirar, quiere deshacerse del l.
Pero cuando lo va a buscar, el cuchillo ya no est, como haba llegado haba
desaparecido. Al desvanecerse ese cuchillo misterioso y real (87), otro
cuchillo la persegua, el de la duda, el misterio y la sin razn.
Los cuentos de Diacon, como tambin sus novelas, se deslizan en un mundo
que entrelaza lo onrico con lo real. En una entrevista reciente sobre su obra, la
autora explica su inters por lo metafsico: Creo que nuestras vidas tienen una
dimensin a la que no se puede acceder por medio de la lgica ni la razn.
Esto es algo que siento intuitivamente y que me interesa explorar; eso que est
ms all de lo concreto y lo racional (Daz). Sin embargo su inters por lo
metafsico no le quita su lugar en el planteamiento de la realidad social y
poltica actual, siendo su obra tambin una denuncia de la represin y del
autoritarismo.
Otra autora que se desliza sutilmente entre el mundo de lo real y lo misterioso
es Esther Cross. Dos rasgos distinguen la rica prosa de Cross, una sensibilidad
delicada por el arte y una afinidad por el mundo de la imaginacin y el misterio.
Su coleccin de cuentos La divina proporcin nos remonta a una realidad
incongrua pero reconocible, donde los dragones coexisten con las personas,
los sexos se intercambian, y los enanos seducen a personas normales. Pero no
se trata de pura fantasa, sino ms bien de un acercamiento al lado
incomprensible de la humanidad, donde el amor y el odio son prueba de que la
razn existe en contraposicin a esa otra realidad, que es irracional. En el
prlogo de esta coleccin de cuentos Cross cita a Franz Kafka as: Todas
estas figuras lo nico que en realidad quieren decir es que lo incomprensible es
incomoprensible, y eso ya lo sabemos todos; pero (el problema es que ) lo que
diariamente nos ocupa son otras cosas. . .
Qu es lo que sucede en su cuento La receta, de la coleccin La divina
proporcin y otros cuentos? Pleno de esa ambigedad caracterstica de la
ficcin postmoderna, este cuento nos deslumbra y a la vez nos deja perplejos.
Una joven mujer decide independizarse y a pesar de las quejas de su madre
abandona el hogar para establecerse en un departamento propio. Invita a cenar
a su novio, un bilogo de especies en extincin, y a la pregunta que te gustara
comer l le responde no lo que quieras, sino guiso de lupines. Sin saber lo
que son los lupines, estimndolos una especie de garabanzo, busca la receta
del guiso y se embarca en la preparacin. A los lupines requeridos por su novio
le agrega como sazn una porcin de Les exotique pois de Fauchon , unas
especies que le regalara su madre. Al comps de una cancin sobre sostener
la sartn o tener la sartn por el mango, la joven revuelve el guiso y le da una
probadita. Entonces se produce la tragedia, o la maravilla, dependiendo del
punto de vista: Desde entonces se produjo en ella un cambio sustancial. . . un
cambio de ella en s, de su sustancia toda. Apenas le dolieron los poros de la
piel cuando brotaron las primeras plumas . . . como pelusa de pjaro recin
nacido. . . dejaba su forma familiar para transformarse . . . en alguien de otra
especie. Pero sabemos que el hombre es el animal superior, . . . porque es
racional. Y si esto fuera cierto, ella se estaba convirtiendo en alguien inferior.
Su novio toca el timbre y ella, ahora con sus patas de elefante y cola de zorro,
le abre la puerta. Despus de su inicial sorpresa, el novio, bilogo de especies
en extincin, se enamora an ms de su novia, a quien llama afectivamente mi
Babirusa querida, siendo Babirusa una especie de cerdo salvaje extico. Y
juntos viven satisfechos en una suerte de amor condenado. Dos cosas dan fe
de que este cuento no es una simple fantasa. Una es el sentido de humor y
otra, el hecho de que existe un subtexto. El cuento es narrado con una amplia
dosis de humor negro y un tono sarcstico que nos hace concluir que hay una
intencin de burla. La pregunta que se nos ocurre es porqu esta mujer se ha
convertido en animal de otra especie? Tambin nos podemos preguntar cmo
es que su novio est encantado con su transformacin y se queda a vivir con
ella en pleno esplendor babirusiento.
De all que llegamos al subtexto, o sea a mi interpretacin. Dicho sea de paso
que el cuento queda abierto a ms de una interpretacin. La joven protagonista
ha decidido independizarse. Quiere vivir sola y se ha mudado a su propio
departamento. Su madre, sobreprotectora y un poco triste de que su hija
hubiese decidido mudarse por su cuenta (40), es quien le ha proporcionado el
ingrediente especial para el guiso apeticido por su novio, Les pois de
Fauchon. Por otro lado, es su novio quien ha requerido los exticos lupines y
le ha pedido que le prepara especficamente ese plato. Ella acepta cocinar el
guiso sin ocurrrsele que podra estar aceptando su domesticacin y en el
momento de cocinar toma la sartn por el mango mientras cantaba tratando
de no desesperar-(nfasis mo) del silln al avin, del avin al saln, del harn
al Edn, siempre tienen razn y adems tienen la sartn, la sartn por el
mango y el mango tambin (40). Pareciera estar aludiendo al hombre. Se trata
del poder y su falta, de la independencia y la dependencia, de quien tiene la
sartn por el mango y quin usa la sartn para cocinar. Su esfuerzo por
independizarse es cuartado por una madre, que no quiere que su hija se la
abandone y por un novio que si bien la quiere, espera que le satisfaga los
gustos gastronmicos ms extraordinarios. El novio se enamora an ms de
ella cuando se transforma en animal domestico. La cuida y la protege y le
compra todo lo necesario para que pueda ser feliz en su metamorfosis de
Babirusa, animal domesticado, mujercita de su casa y cocina. Ella, por su
parte, slo quiere comer lupines Y el hecho de que no supiera a ciencia cierta
lo que eran los lupines la convirti en una babirusa neurtica, porque no saba
lo que quera (42). Pero el cuento rebela cierta sensibilidad nueva en la
relacin de pareja. La trampa en que cae la joven, su neurosis domstica, est
equilibrada por otro hecho; el novio est tan enamorado de su animalito
mimado que resuelve prepararse un guiso de lupines y ver qu es lo que le
sucede a l. Podramos decir que ste es un cuento de denuncia feminista,
pero al estilo contemporneo. Si bien la joven es encausada hacia la
domesticidad, el muchacho no huye de probar tal bocado.
En una entrevista con Esther Cross, la autora comenta que su autor predilecto
es Lewis Carroll, autor de Alicia en el pas de la maravillas, por la forma en que
revierte el razonamiento para hacer de lo ilgico lo lgico. Lo que me interesa
hacer, dice Cross, es revertir las leyes de la lgica cotidiana, explorar otra
lgica que tambin vale. Para m lo fantstico es una apertura a otra forma de
percibir y de saber. (Daz). Cross cita un episodio de Gullivers Travels, de
Swift que ha marcado su escritura. Es el pasaje donde se dice que las damas
inglesas no escriben de izquierda a derecha, ni de derecha a izquierda, sino
que escriben en forma transversal, de una punta a otra del papel. Es esa
mirada transversal la que le interesa a Cross, percibir la realidad desde el otro
lado del espejo, la otra esquina del papel.
En su cuento Leonor, Mara Kodama tambin accede a un espacio ms all
de la lgica para entrar en el mundo de lo inesperado. Pero lo ms notable de
este cuento es la voz narrativa que gua al lector y lo conduce sutilmente hacia
un mundo etreo y misterioso.
El siguiente parafraseo del cuento refleja con sus citas el lirismo del texto y la
riqueza del smbolismo y la metfora.
Leonor es un nia de once aos solitaria e ignorada por sus padres. Si bien
poseen dinero, no parecieran poseer amor. Ciertamente no lo tienen el uno por
el otro, y tampoco se ocupan de Leonor. Ella los ha visto a ambos
intercambiando caricias con amantes, y se siente an ms sola y traicionada.
Abandonada al cuidado de una enfermera mientras sus padres viajan, la nia
se va creando un mundo imaginario donde las constelaciones son su gua y
una bella pradera con rboles frutales alberga un ro donde halla calma y
proteccin. El cristal de su ventana es la puerta hacia ese otro mundo de las
constelaciones. Como en Alicia en el pas de las maravillas, la ventana
representa el otro lado del cristal donde lo real se invierte y ofrece un mundo
alternativo, en este caso, un mundo de amor y paz que describe de esta forma:
Desde ese cielo infinito de un da sin poniente tambin llegaron (a la pradera)
la paloma y el halcn y fueron un slo temblor sobre la hierba. Entonces con
una sabidura anterior a los sentidos, a la inteligencia, supo que deba marchar
con ellos hacia el ro. Deslizndose en su silencio, llegara a las
constelaciones.
Un da aparece un doctor que busca descubrir el por qu de la enfermedad de
la nia, que sufre dolores y se encierra sola en su habitacin ajena al mundo
circundante. El mdico se pregunta cmo y porque deba devolver a esta nia
al mundo de la normalidad si ese mundo que ella se haba forjado era tanto
ms bello y ms perfecto. Ella deposita en el mdico la confianza que nunca
haba sentido por otra persona, pero cuando l tambin la abandona, no
pudiendo descifrar su mal, la nia sabe que ya no quiere ser parte del mundo
de los adultos, un mundo de traicin, infidelidad, mentiras y desamor. Su
abuela le haba dicho que Dios es el silencio. Ella sube al entretecho donde
descubre un gran arcn y al abrirlo, sus ojos empaados por sus lgrimas, ve
en l las constelaciones. Entra y cierra la tapa del arcn y descubre all la
constelacin del Arquero, a la grupa de la cual se sube para llegar hasta la paz
y el silencio de Dios.
El gran acierto del cuento de Kodama est en la sensibilidad de la voz
narrativa, que ha logrado captar el dolor ancestral que produce el abandono en
una criatura, y al mismo tiempo, la delicada inocencia de este ser tan frgil y a
la vez tan fuerte, que busca el amor, la belleza y lo puro en un mundo que slo
le ofrece traicin y dolor. Es significativa la duda del mdico; impresionado por
la sensibilidad de Leonor, el tambin se ha sentido parte de esa dimensin del
otro lado del cristal: El . . . estaba all para recuperar a una criatura para la
normalidad . . . pero paradjicamente esa realidad ya no contaba porque se
volva al punto de partida o a su reflejo: un poder sin tiempo ni espacio, eterno,
creador del mundo. . . no lograba borrar la fascinacin del tiempo fuera del
tiempo que Leonor le haba develado . Leonor atisba una realidad fuera del
tiempo que atrae hasta al mismo mdico. Pero mientras l se abstrae, ella se
deja llevar. Seducida por la belleza de sus sueos, de su mundo fuera del
tiempo, escoge refugiarse all; se encierra en el arcn que contiene las
constelaciones, su imaginario inconsciente, del cual ya no volver. Para
Kodama, el cuento representa el ansia de lo bello y lo perfecto en un mundo
incomprensible e incongruo. (Daz).
El inters por lo irracional, por el misterio y por todo aquello que va ms all de
lo fsico y comprobable ciertamente no es algo nuevo. Pero lo que s es
importante sealar aqu es que en la poca postmoderna de avances
cientficos nunca antes imaginables, lo inexplicable an nos persigue. La teora
del caos es un ejemplo cientfico de lo inexplicable, ya que se basa en el azar y
en lo que no se puede predecir. Este trabajo seala que la escritora actual
explora lo irracional sin temor a sus escatimada; que el Feminismo no slo da
lugar a la razn de la mujer sino tambin su intuicin y su misterio. El hombre
tambin ha divisado en el misterio, pero ha preferido definirse como el que
posee la razn. Estas oposiciones polarizadoras se van diluyendo en un mundo
contemporneo menos absolutista y ms consciente de que el orden es una
construccin humana y que siempre acecha el caos.
A forma de postdata. En un estudio clnico que aparece en el Time Magazine
del 18 de junio, se enumeran los sntomas que los cardilogos analizan para
deducir la probabilidad de un ataque cardaco. Varios de esos sntomas son
iguales para hombre y la mujer. Pero uno de ellos es particular slo a la mujer y
es an impending sense of doom, es decir una premonicin de fatalidad. La
premonicin femenina ha encontrado su lugar en el mundo cientfico.
Obras consultadas
Anxiety. Time Magazine. Junio 18, 2002. (Edicin Norteamericana)
Cross, Esther. La divina proporcin y otros cuentos. Buenos Aires: Emec,
1994.
Diacon, Alina. Qu nos pasa, Nicols?.Buenos Aires: Atlndtida, 1995.
Daz, Gwendolyn. Women and Power: A Critical Anthology of Contemporary
Argentine Writers. Por salir en 2003.
Kodama, Mara. Leonor. La Nacin, Suplemento literario. 1987.
Jorge Torres Zavaleta, 1951, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina. Obra
publicada: La noche que me quieras (novela), Editorial Emec, 2000; La casa
de la llanura (novela), Editorial Atlntida, 1993; El palacio de verano (cuentos),
Grupo Editor Latinoamericano, 1989; El primer viaje (novela), Editorial Emec,
1986; El hombre del sexto da (cuentos), Editorial Orin, 1977. Ha ganado
numerosos premios entre ellos: Premio Municipal, en el gnero novela indita,
bienio 1996-1997, por El verano del sol quieto, (2000); Premio Carmen
Gndara por el cuento 'El Cardumen', (1999); Premio Fortabat al mejor libro de
cuentos por El palacio de verano, (1987). Es colaborador del diario La Nacin,
ha dictado numerosos cursos y seminarios y conduce un taller literario desde
1983.
Los zainos fantasmas
Hace un tiempo, dijo el coronel Dios, las tropas de los campamentos
destacados en el oeste se repartan las numerosas caballadas que despus de
los malones andaban sueltas por el campo. En ese entonces el coronel
Echegaray que defenda una de las zonas de frontera, reuni en unos meses,
gracias a su posicin en el alto mando a cargo de toda la lnea de la frontera
con el indio, ms de ocho mil caballos de silla. Echegaray tena ojo y
seleccion lo mejor de lo ms bueno y form un grupo flor de quinientos zainos
negros, tapados, sin estrellas ni listas de ninguna especie. Hay que decir que el
coronel era venerado por sus hombres, tenia don de mando, conoca todos los
secretos de la estrategia contra el salvaje y era, adems, un experto en todo lo
relativo a la conformacin del caballo de silla.
Pas varios das descartando, eligiendo y acomodando lo mejor posible el lote.
Al fin qued satisfecho y a partir de entonces aquellos zainos fnebres se
hicieron famosos en la frontera. Los soldados se tuvieron cada vez ms
confianza, los zainos resultaron ser caballos de un coraje irresistible,
empeosos en la lucha e incansables en las persecuciones, y desde entonces
no hubo maln que se atreviese a desafiar la rapidez y el aguante de aquellos
fletes cuyo aspecto lbrego infunda espanto a los salvajes. Al retumbar
horrfico de aquella tromba, dijo el coronel Dios, las indiadas huan
las tolderas vecinas. Veinte hombres salieron con todo el arreo y las chinas
prisioneras y el resto de la tropa se puso en camino escoltndonos
prudentemente a la distancia. Los zainos iban como volando en una suerte de
redoble del infierno.
Todos empezaron a galopar de vuelta al fortn y ya fueron recomponiendo la
historia de ese da de penurias. Lo que haba pasado era que una punta de
indios audaces que habitaban en la toldera resolvieron en consejo de valientes
sorprender los milicos y darle un maln en sus propios dominios y en medio de
su clebre regimiento al temible coronel Echegaray, ese toro que se tena por
inatacable y por invencible. Los indios llegaron al campamento y cuando vieron
en el corral nada menos que a la caballada zaina, apenas custodiada por un
grupo de individuos que dorman confiadamente mientras cumplan con su
deber, practicaron un portillo en la zanja, echaron mano de las madrinas y se
hicieron seguir por el resto de los pingos que quizs se fueran porque con el
tema de la inspeccin estaran alunados con los milicos y cuando estuvieron a
distancia rumbearon a la toldera y hasta luego. Para los indios la jugada era
famosa y el triunfo poda ser descomunal e inesperado. Siguieron al galope
dale que dale y ya fuera de la lnea de la zanja de Alsina se juzgaron en las
ms completa seguridad y en cuanto llegaron al toldo se sintieron tranquilos y
ya no se preocuparon de que pudiera alcanzarles la mano, un tanto pesada, del
temible coronel. Tan grande era la confianza a la que se entregaron que ni
siquiera divisaron la enorme polvareda que deban levantar los milicos en su
marcha. Cuando les cayeron encima unos se encontraban durmiendo a pierna
suelta y otros jugando al naipe como si los protegiera de todo avance el
mismsimo hualicho. Componan la toldera ochenta y tres indios de pelea, y
ciento veintinueve de chusma, mujeres y muchachos. Slo tenan en aquel
momento un caballo atado que de fijo perteneca al tropillero encargado de
cuidar las caballadas. Este bribn de tropillero fue el nico que consigui
escapar y ese fue el que alert a las otras tolderas.
A las cuatro de la tarde, ms o menos, los soldados empezaron a divisar
algunos grupos de gentes que venan de lado de Toay, cuartel general de
Nahuel Payun, atrados por el aviso. Esas apariciones significaban que haba
muchos ms indios cerca y apuraron la marcha, sostenindola al trote y al
galope, para ganar terreno y acercarse todo lo posible a la zanja antes de ser
batidos por fuerzas considerables en pleno desierto.
Cerca de la entrada del sol, cuando divisaban los mdanos de Potrol, los
alcanz una fuerte partida de brbaros que avanzaba con la intencin visible de
cerrarles el camino. Sosa tendi su fuerza en guerrilla y desprendi sobre el
punto amenazado un piquete al mando del capitn Morosoni. Este heroico
oficial sin duda hubiera sostenido y quebrado la primera carga de los indios,
pero los zainos se volvieron locos de repente y relinchando de odio cargaron
contra los indios que al punto se dispersaron espantados.
Pero Nahuel Payun en persona, el capitanejo ms valiente de Pincn, les sala
a la cruzada. Haba reunido cincuenta o sesenta indios y se precipit sobre los
zainos resuelto a todo. Antes de llegar tropez con un grupo que mandaba
Sosa, y al pretender desviarse cay bajo los sables del pelotn de Morosini.
Escoltados por los zainos los dems huan en una nube de polvo, mezcladas
mujeres y caballos, arreando las chinas y los animales de los indios a punta de
lanza, gritando como locos. Los zainos cargaron como una tromba contra la
indios, los dispersaban. Un poco a la izquierda estaba la fuerza de Morosini,
desaparecieron en una gran polvareda y esa fue la ltima vez que los vieron.
Mejor dicho, alguna vez los divisaron, pero muy de vez en cuanto, slo si
andaban en un caballo veloz; rachas de zainos que corran por los campos
desiertos. Desde entonces el regimiento nunca ms mont a un zaino porque
con mil ardides esos caballos del demonio hacan que se uniesen a ellos todos
los potros de ese color. Y muchos aos ms tarde, dijo el coronel, alguno de
esos milicos de frontera, ya bien veterano y bichoco, les contar a sus nietos
incrdulos que alguna vez l fue uno de los hroes que anduvo en los zainos
fantasmas persiguiendo a los indios, galopando ms all de la zanja de Alsina,
entre los espejismos y la polvareda del desierto, antes de que esos pingos del
diablo vencieran al salvaje y dispararan hacia el campo, convertidos para
siempre en leyenda.
Desensillamos, soltamos los caballos y a seguir nuestra vida acostumbrada, de
guardias, de fajinas y de aventuras.
El cuartel era un recinto de tierra apisonada dentro del que se vean alineadas
algunas carpas que servan de alojamienot a los oficiales y a las clases y desde
all incluso los cadetes Suspiche y Villamayor, al mando de los mayores
Germn Sosa y Rafael Sols, del capitan Julio Morosini y de los tenientes
Spikerman y Alba.
Los blancos de Villegas, les roban los caballos. Los recuperan. Les roban los
caballos a los indios.
Los extranjeros.
Alsina 1870 /76
Roca: 1874 Roca pag 138 ty 139 comandane Prado.
GUERRA DEL PARAGUAY. FECHA. 1865 a 1870
CAMPAA DEL DESIERTO. FECHA. 1877
O sea, esto puede estar ocurriendo mientras se desarrolla la guerra del
Paraguay, antes de la conquista del desierto, supongo que mientras Alsina
hace las defensas contra los indios, las zanjas, mirar mapa. El se va a
Inglaterra en 1871 y mientras est alla sucede la campaa del desierto y se
valorizan los campos. El puede haber ido al campo con el padre en un
momento en que los indios estn en otros lados. Ah se encuentra con el
coronel Dios, antes de que ste vuelva a morir al Paraguay. El pierde toda su
infancia y se afinca en Inglaterra. Despus los indios queman todo. La matan a
Marcelina.
Ninguna, dijo Miguel Gallegos, fue tan sentida como la del Coronel Dios, que
siempre fue considerado con todos y era un gran camarada. Yaca en una
improvisada sepultura y en
Militares, Martn Dios.
Platos de Marcelina. Dulce de leche. Mousse de Dulce de leche. Empanadas,
tortas fritas, competencia con una puestera, la gorda, ver recetas de
chapadmalal, ambrosa, torrejas, huevos quimbo. Carne asada, pastel de
papas. Aprende a hacer una marquise deliciosa.
La vieja Marcelina nunca se encuentra a gusto en la nueva casa.
Miss Maggie pasa 15 aos en Inglaterra y el la contrata de nuevo cuando se
casa. En uno de sus viajes.
Padre fundador de la Sociedad Rural. Averiguar un poco ms. Le habla de su
hermano Martn Dios y de los indios. La poca de Rosas. Infancia en la poca
de Rosas.
To guerrero del paraguay. Amigo de los indios. Martn Dios. Muere en una
emboscada del Paraguay. Es el del medio de los hermanos, el padre de
Eduardo es el mayor. Son nueve hermanos.
Tierra adentro. Parece que en vez de mar hubiera una llanura. Estn entre dos
llanuras.
Carreras de gauchos en la playa.
que aparece sin disimulo en algunos pasajes; un ejemplo del relato que nos
ocupa:Y deseaba ser mayor para comprenderlo: aspiraba a comprender lo que
ya empezaba a sentir con perezosa y oscura angustia. Era algo encubierto por
aquellos movimientos, bajo una dignidad demasiado seria que, tal vez
nicamente, podra profanarse con el mismo arte tan superior como el que ella
empleaba Yo ya pensaba en profanarla . Tal vez se llegara a ella, en un
esfuerzo tan grande de la inteligencia, en un vuelo tan alto, como el de las
abejas cuando persiguen a su reina -.
Y es quiz la persistencia de esta ptica de juego, que tan frondfrondosamente
desarrolla en El caballo perdido lo que le da a la narrativa de F. H. ese espritu
jocoso y libre, ese hlito inocente y malicioso en el que est envuelta toda su
literatura.
A veces utiliza especficamente la modalidad infantil del relato:La situacin era
tan extraa, que mi cabeza, para animarme, me pensaba cosas como en
broma. Cuando me encontr que las uas al alargarse se haban hecho una
garra doblada hacia abajo, la cabeza se me puso a pensar esto: Tena razn
Darwin, el hombre desciende del mono .
El fragmento anteriormente citado corresponde al momento del relato en que
Colling es alojado temporariamente en la casa de Hernndez, momento que es
antecedido por la segunda y ltima vez en que nombra a su padre:Fue una de
aquellas tardes cuando mi hermana, la de Pobre Maria, me dijo: Mam ya
est convencida; ahora falta pap. Lo pondremos en la piecita donde est la
escalera que va a tu altillo. Y se nos abri toda la alegra .
Decamos que recin finalizado el primer tercio del relato hace su aparicin
Colling, quien es presentado en casa del cieguitoElnene. Y en ese momento,
evocando el primer concierto en que lo vio a Colling, hace Felisberto una
reflexin que lo ubica como un conocedor singular del alma humana, l intuye
que el recuerdo, el sueo y las fantasas estn hechas del mismo pao.
Clave de su escritura, esta lente para percibir la realidad le permite una riqueza
de puntos de vista inusitada, F. H. se sita alternativamente en la mente de un
nio notablemente a su alcance por lo que comentamos anteriormente y en la
del adulto que escribe y recuerda; pero ningn puente es roto, ninguna
conexin se corta, todo el asombro infantil es presentado desnudo. Pero ese
asombro es re-trabajado, re-presentado con la habilidad de quien se mueve en
el lenguaje con la soltura meldica y rtmica con que ejecuta su msica.
...cuando el espritu, sin saberlo, espera trabajando; cuando trabaja casi como
el sueo, dejando venir las cosas, esperndolas y observndolas con una
distraccin infantil y profunda...
La descripcin de ese primer concierto es jocosa y celebratoria, con ese tono
que le da a su obra un estilo inimitable:...Colling hizo un extrao saludo: al
principio pareca que iba a ser de frente y despus se volva hacia un costado.
Aos despus, me dijo que aquel saludo era muy elegante y que se lo haban
enseado en Pars.
Es a esta altura de la narracin en que cita la frase de Colling:La semilla est;
pero hay que cultivarla. Frase vulgar, si las hay, segn Felisberto. Sin
embargo, y por el peso de la contradiccin humana que nuestro autor describa
y que llevaba sostenidamente sobre sus hombros, la vemos a travs de los
aos surgir de su propia pluma tansfigurada en otra metfora botnica, aqulla
a la que aludimos cuando citamos su texto Explicacin falsa de mis cuentos.
Tal vez por eso su sonrisa fue triste cuando se separ de su maestro, al
mudarse de casa y trasladarse ste a una pensin del centro. Tal vez por eso
aparece una de sus habituales transgresiones verbales, como lo cita Cortzar
en Carta en mano propia, para transgredir ese otro tiempo que nos acosa con
calendarios y relojes.
La semilla del misterio fue sembrada por Colling en el alma de Felisberto
Hernandez, su capacidad de fuctificar hizo que sus objetos , hechos,
sentimientos e ideas hicieran surgir en ella un bosque con hojas de poesia ,
como el mismo lo dijo .
Su obra esta hecha de extraas reuniones, de objetos heterogneos que se
sorprenden en el rincn menos pensado. De pronto un inesperado movimiento
se disfraza de cosa, de objeto cuya sustancia es inefable , se hace
inmvil para luego largarse a una alocada carrera que finaliza en un color.
As escribe Felisberto, la sorpresa nos espera en cualquier momento de la
frase, al doblar la pgina, en algn rincn del recuerdo que evoca, siempre
agazapada, una sombra.
Pero a veces el misterio y su sombra se pierden uno al otro, indiferentes, sin
las intenciones que los unieron, como el misterio de Colling que ha vivido y
crecido en el recuerdo. Un misterio que vuelve en las horas abandonadas de
las manos de Felisberto.
Y de pronto el recuerdo de las longevas, as, de un golpe situadas a travs del
agujero de un tul, un agujero del cual parta el tnel de la memoria, atravesaba
los caballos perdidos de su infancia, su amor por las Hortensias y terminaba en
una boca. Y por all se meta la bombilla de un mate.
nuestro criterio, una probada calidad que esperamos que los lectores de
nuestra revista confirmen.
Carlos Colla escribi varios cuentos. El que se publica en este volumen de El
Hilo de Ariadna, gan el Premio Centro Cultural correspondiente al Certamen
Juan Rulfo del ao 2000.
En el campo llano
Sonaba el timbre que sealaba la ltima hora del da. Pens que sera la ltima
vez que iba a escuchar el sonido de aquel timbre. La profesora de fsica, la
Diez que tena buenas piernas, se despidi hasta maana y los chicos
comenzaron a salir apresurados del aula. Todos menos yo, que permanec
mirando la carpeta abierta con el ejercicio de fsica que acababa de resolver. Al
fin y al cabo no era tan difcil descomponer fuerzas, pens. Fuerza era igual a
masa por aceleracin. En el peso, la fuerza era la gravedad, y la gravedad nos
tiraba hacia abajo. Estaba cayendo y nada poda hacer para evitarlo. Con
tristeza, mir durante unos minutos el aula desierta. Cmo iran a reaccionar
mis compaeros cuando se enterasen de que yo haba muerto?
Suspenderan acaso las clases? Izaran la bandera a media asta? Imagin a
todos mis compaeros formando fila, mirando el suelo. Desech tal
pensamiento. Yo no era tan importante, ni tan popular. Algunos se sentiran
mal, pero pronto sera olvidado. Yo tambin me hubiera olvidado rpidamente
si mora alguno de mis compaeros. Para el colegio tampoco significara una
gran prdida, no era el hijo de alguien importante ni mucho menos. En el vaco
del aula me di cuenta de algo que vena sospechando haca tiempo, aquel
colegio era un colegio muy hipcrita. Y no le echaba la culpa a las autoridades,
no, la culpa la tenan todos: los alumnos, los profesores, los directores y los
padres de los alumnos. Me di cuenta de que casi no tena amigos; creo que
para tener amigos en ese colegio haba que ser de Recoleta. Y yo era de
Belgrano. Tampoco me senta lasallano, para ser lasallano tambin haba que
ser de Recoleta. No s por qu, pero era as. Ser lasallano era como
pertenecer a una especie de secta, una secta de Recoleta. Jams haba
escuchado a alumnos del La Salle de Florida decir, Somos lasallanos, del
modo que lo decan los del La Salle al que yo iba. Me acord que una vez
haba escuchado a la mam de un compaero, decir que ella poda reconocer
a un lasallano por los modales, por la forma de hablar, por cumplir con lo que
ella deca era el manual del perfecto lasallano. Yo no conoca ninguna regla de
ningn manual, y no las conoca porque no era lasallano, y no era lasallano
porque no era de Recoleta. Era de Belgrano. Para ser lasallano haba que ser
de Recoleta. Belgrano queda lejos de Recoleta. Todos los das recorra seis o
siete kilmetros en subte para llegar al colegio. Lo mo s que era heroico.
Cmo me molestaba escuchar a esos estpidos periodistas decir lo penoso y
heroico que resultaba que los chicos de campo recorriesen no s cuntos
kilmetros a pie para llegar al colegio. Me tenan las pelotas llenas todos esos
chicos de escuelita de campo. Viajar en subte s que era insalubre! Yo s que
haba visto de todo. Gente tirndose a las vas, asaltantes en plenas maniobras
delictivas, travestis, vendedores ambulantes uno de ellos al ver el escudo de
la cajita del compact, sacaba el folleto, lea las anotaciones, vea las fotos, y
volva a guardarlo. Una y otra vez. Hasta que decid irme. Cuando me puse el
saco, pens que lo mejor era dejarle el disco a Turati. Para qu me lo iba a
llevar si no iba a tener otra oportunidad de escucharlo? Pero por otro lado me
pregunt por qu dejarle el disco a Turati? Guardndolo en uno de los
bolsillos del saco, me fui saludando hasta maana pensando que para m ya no
haba un maana.
En el ascensor me sent extraamente aliviado, y a medida que bajaba, ms
aliviado me senta. Por qu haba perdido tanto tiempo con gente que no
mereca la pena? A la altura del piso ocho, comenc a escupir los nmeros
pintados en negro. Sptimo, sexto, quinto, cinco escupitajos, el del tercero me
sali bien espeso y verdoso. La euforia del desahogo me dur poco, apenas
pis la vereda me di cuenta que no saba que mierda hacer. No tena muchas
opciones: o caminaba por la ciudad, perdiendo el tiempo, estirando lo ms
posible la vida, o iba directo a la estacin de subte. Comenc a caminar por
Callao hacia Crdoba, pensando que todava me quedaban una siete cuadras
para decidirme.
Caminaba despacio, mirando la gente, los negocios y los autos. El cowboy de
Buenos Aires, tal cual lo habamos apodado con los chicos del colegio, estaba
sentado en el caf de Santa Fe y Callao. Era un tipo petiso, flaco, de pelo largo
y gris, y abundante bigote. Siempre vesta igual, jeans azules oscuros, saco
cruzado del mismo color con botones dorados, y botas negras de taco alto.
Siempre estaba ah, el cowboy de Buenos Aires, tomando algo, hablando con
alguien. Segn el padre de Cha, era un abogado penalista que defenda a tipos
de la peor calaa: narcotraficantes, violadores, ladrones, barrabravas... y
polticos, agregaba sonriendo. El cowboy conocido en Tribunales como el
doctor Buffalo Bill no tena aspecto de abogado, sin embargo yo supona que
adoptaba esa imagen por la clase de clientes con los que trataba. Abogado... si
de algo estaba seguro era que yo no quera ser abogado. Me gustaba la
meteorologa, pero lo que ms me gustaba era escuchar msica, quera tener
mi propia disquera. Pero resultaba difcil que cuando terminase el colegio, mis
padres me dieran la suficiente plata como para comprar una disquera. Mir por
ltima vez al cowboy de Buenos Aires y segu caminando por Callao. Al cruzar
Marcelo T de Alvear mir en direccin al Pellegrini. Unos cuantos chicos
conversaban en la entrada. Me acord del alumno que haca poco haba sido
acuchillado por otro del Sarmiento. Le haba perforado un rin y estaba en
terapia intensiva. Segn me haban contado, en uno de los tantos
encontronazos entre grupos de los dos colegios, un chico del Sarmiento
comenz a manosear a una chica del Pellegrini y un compaero de ella sali en
su defensa. El trastornado del Sarmiento, simplemente sac una sevillana y se
la clav en el rin. Segn Bozzini, un compaero mo del Sarmiento que
haban echado del La Salle, el chico de la sevillana tena serios problemas en
su casa. Al parecer su padre era alcohlico y lo castigaba quemndolo con un
cigarrillo. Pobre, pens. Pero pobre quin?, pens luego. Me daban lstima
los dos, tanto el agredido como el agresor. Sin embargo, el Pobre haba sido
dirigido para el segundo. Y por qu primero haba sentido lstima por el
agresor? Acaso no haba sido el que haba causado el mal? La idea de la
crcel o del reformatorio me aterraba ms que nada en el mundo. Prefera
perder un rin a estar encerrado.
con la Cotter qu brava que era la hija de puta pero mil veces peor. Sent
que tena la boca reseca y muy mal aliento. Mi estmago era puro cido
clorhdrico y adrenalina. Siempre que estoy nervioso imagino que mi estmago
es un mar tormentoso de cido clorhdrico y adrenalina, que corroe las paredes
de mi estmago despidiendo un olor nauseabundo. Tambin me imagino
alguna herida interna siendo carcomida por la terrible mezcla. A veces puedo
ser muy imaginativo.
Pas otro subte. Y otro. No me atreva a subir. Una seora se acerc y me
pregunt si me pasaba algo. Le contest que no, que slo estaba cansado. Me
dijo que tena los ojos rojos. Sent ganas de decirle que qu quera, que no
todos los das uno se despierta sabiendo que va a morir. Fue como la
continuacin de un mal sueo. Hubiera preferido no saberlo nunca. Comenc a
temblar. Me par y comenc a caminar por el andn. Habr recorrido el andn
de punta a punta unas siete u ocho veces, hasta que record lo que una vez
me haba dicho mi padre. Haba que tomar el toro por las astas. Sin embargo,
estaba seguro de que mi padre nunca haba pasado por una situacin tan
extrema como la ma. No todos los das se saba lo que yo saba. Por qu
tena que saberlo?, me preguntaba una y otra vez. Finalmente me di cuenta de
que la espera me estaba matando. De nada serva atrasar el momento. Me
par en el borde del andn decidido a entrar en el primer subte que llegara.
Pas uno, pasaron dos. Y nada. Segua parado en el borde del andn. La
tercera es la vencida, me dije. Pero el siguiente subte vino lleno y pens que si
ese iba a ser mi ltimo viaje, mejor hacerlo sentado. Lleg uno vaco y tampoco
entr.
Volv a sentarme. Siguieron pasando los subtes. Volv a pensar en Mara de los
Milagros. Hasta que lleg un subte con poca gente sentada. No cerraba sus
puertas porque el semforo estaba en rojo. Pens que me estaba esperando.
Decid que lo mejor era dejar todo en manos del destino, si tal cosa exista.
Caminara lentamente hacia sus puertas. Si las cerraba antes de que yo
entrase, ira a caminar por la ciudad intentando olvidar todo el asunto.
Cerraron las puertas apenas entr. Mir a los pasajeros y me sent al lado de
una chica que pareca volver de la facultad. Llevaba una carpeta sobre la falda
y tena esa cara aburrida de chica de facultad. Sin embargo, era linda, no tanto
como Mara de los Milagros, pero era muy linda. Morocha, pelo corto, tez muy
blanca, ojos oscuros, y unas terribles tetas que mostraba con una polerita de
lana gris muy pegada al cuerpo. Se notaba el relieve de su corpio que pareca
a punto de explotar. Me acord de una chica de la primaria llamada
Openhaimer s, como el de la bomba, que se haba desarrollado mucho
antes que las otras chicas. Haba sacado unas tetas tan grandes, que en su
pequeo cuerpo parecan totalmente fuera de contexto. Pobre Openhaimer, la
volvamos loca, no parbamos de mirarla y de hacerle bromas. Estaba tan
traumada, que comenz a usar una camisa varios talles ms grande, a ponerse
una camiseta debajo, y a echarse el pelo hacia adelante. Para colmo el cambio
haba sido brusco, nos fuimos un viernes y el lunes nos encontramos con las
terribles tetas de Openhaimer.
Volviendo a mirar cmo la chica sentada a mi lado mostraba las tetas, me
imagin que Openhaimer hara lo mismo. Seguro que ahora estara orgullosa
de lo que tena. Cuntas veces haba imaginado tirarme desde un trampoln,
dar una triple vuelta carnero, y caer de cabeza en las tetas de Openhaimer! Me
acord del colegio primario. No la haba pasado nada bien en ese colegio. Era
bilinge, casi todas las materias de la maana las tenamos a la tarde, pero en
ingls. Todo el da encerrado en ese colegio. Para colmo haba repetido cuarto
grado en ingls. A la maana iba a quinto y a la tarde a cuarto. Y repetir en la
primaria no es como repetir en la secundaria que dentro de todo est bastante
bien visto. No... Repetir en la primaria es una de las peores cosas que le puede
pasar a un chico. Todos me odiaban y me trataban de tarado. Era la lacra del
colegio. Y para colmo de males, no era slo una clase la que me trataba de
tarado. No. Eran dos, cuarto y quinto. Cuando me dijeron que repeta, fue una
de las peores experiencias de mi vida. Me haba llevado Literature, Grammar y
History a marzo, y como nos bamos a Estados Unidos con mi familia, mi mam
fue a hablar con la secretaria del colegio para que me autorizasen a rendir los
exmenes fuera de fecha. Sin embargo, el primer da de clase, mientras todo el
colegio estaba formando filas para comenzar el turno tarde, vino la secretaria y
me dijo que tena que formar con los chicos de cuarto. As noms, delante de
todo el colegio. La muy puta pareca disfrutarlo. Fue una de las experiencias
ms vergonzosas de mi vida, y eso que tuve muchas. Sal de la fila de quinto y
forme en la de cuarto. Era el ms alto de la fila. Sent que todo el colegio me
miraba con ojos que decan, Miren al retardado. Un par de aos ms tarde, me
enter de que la secretaria le haba dicho a mi mam que era mejor que yo
repitiese. Haban arreglado todo de antemano y yo no tena ni idea... No,
decididamente no era popular en la primaria. Y cuando comenzaron las
estpidas fiestitas con los estpidos jueguitos, las cosas empeoraron. Haba un
juego que era realmente macabro. Se llamaba la confesin o algo por el estilo.
Los chicos tenan que sentarse enfrentados a las chicas, y el juego consista en
que uno por uno, los chicos deban arrodillarse delante de la chica que le
gustaba. La chica en cuestin tena cuatro opciones, o darle un beso en la boca
un pico por supuesto, un beso en la mejilla, una caricia, o un cachetazo.
Nunca me pegaron tanto en la vida! El cachetazo ms fuerte me lo peg
Yamila Spaizmann. Estbamos en el bar mitz bah de Erica Shaster Broide y a
alguien se le ocurri jugar al odioso jueguito. Yamila realmente me gustaba, era
rubia, ojos celestes y siempre tena las mejillas y la nariz coloradas. Yo saba
que me odiaba, pero nunca haba imaginado que tanto. Me peg de tal modo
que hizo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Inmediatamente despus,
todos los chicos se me tiraron encima en montaa rusa. Cuando mi mam me
fue a buscar, me pregunt si me haba divertido y que por qu tena la remera
rota. Sin contestarle, me limit a mirar la lluvia golpear contra la ventanilla.
Cuando termin de pensar todas esas cosas sobre la primaria, el subte haba
llegado a Bulnes, y la tetona de al lado ya no estaba. Volv a caer en la
realidad. Faltaba poco. Cada vez menos. Todo terminara cuando el subte
llegase a Congreso. Volv a sentir las puntadas en la boca del estmago.
Pens en mi familia y en que ya no los volvera a ver. En pap, que estara
trabajando y que me haba prometido ir a la cancha el domingo, en Esteban
que estaba internado en el hospital italiano con una inflamacin en los ganglios,
en Daniela que estaba muy preocupada porque tena que pedirle permiso a
pap para ir a bailar el viernes, y en Mariana que haca poco haba jurado la
bandera. Qu linda foto le haban sacado! Estaba parada en posicin de firme
al lado de la bandera, con el brazo derecho extendido y guantes blancos en las
manos. Tena en la cara ese gesto de No s lo que estoy haciendo pero parece
importante. Jurar la bandera. Qu cosa ms ridcula! Un nene de ocho o nueve
aos no tiene ni la ms plida idea de lo que hace. Por ltimo pens en mam,
y en que me estara esperando como todos los das con una sonrisa. Si algo
deseaba era abrazar con fuerza a mi mam y decirle cunto la amaba. Ya era
tarde. Era una lstima. Haba acaso amor ms incondicional que el de una
madre?
Cuando el subte lleg a Palermo me pregunt cmo sera el cielo al que
esperaba ir. Me acord del curso para tomar la primera comunin. El sacerdote
nos haba preguntado que cmo nos imaginbamos el cielo. Uno contest que
un mar de dulce de leche, otro un partido de ftbol sin fin, y un tercero un lugar
en dnde uno pudiera elegir ser parte del dibujo animado que ms quisiera. El
sacerdote, despus de escuchar las respuestas, dijo que el cielo era eso y
mucho ms. Y que era tan pero tan bueno que, Saben lo que dijo San Pablo
cuando volvi del cielo?, pregunt. Qu? gritamos todos. Ni ojo vio, ni odo
oy, dijo el sacerdote en voz baja. Y como todos nos sentimos un poco
desilusionados con la respuesta, agreg que era lgico que el cielo no se
pudiera explicar con palabras terrenales. Pensando en el cielo, me acord de
una cancin cuya letra traducida al castellano deca ms o menos algo as:
Quiero ir a dormir
Estoy cansado
No intenten despertarme por la maana
Porque ya me habr ido
En lo profundo de mi corazn
Deseo partir
Hay otro mundo
Un mundo mejor
Bueno... debe haberlo. (Agregaba el cantante casi en un murmullo)
S, debe haberlo. Hace tiempo que el subte est detenido entre las estaciones
Juramento y Congreso. No suele detenerse tanto, sin embargo, con estos
subtes nunca se sabe. Y durante todo este tiempo, estuve recordando todo lo
que hice y lo que estuve pensando en ste, mi ltimo da. Y es todo lo que
estuve escribiendo. Y qu lstima que todo se termine, porque me acabo de
dar cuente que aparte de tener una disquera, me hubiera gustado ser escritor.
Pero ya es tarde, siento que el subte arranca y se desliza suavemente. Y siento
un miedo terrible, y el mismo dolor intenso en la boca de mi estmago. Y me
duele la cabeza. Y tengo muy mal aliento. Y ahora el subte cambia de va. Y
escribo torcido por el movimiento. Y siento la luz de la estacin terminal en mis
ojos. Y soy el nico pasajero en el vagn. Y todo va a terminar. Y quin sabe
por qu ya no tengo tanto miedo. Las cosas suceden. Eso es todo. Y las
puertas se abren. Y tengo que bajar. Y qu lstima!, Acabo de recordar que
olvid el disco de Bauhaus en el asiento de la estacin Callao.
Era mo, si. Era mo. Con envidiable firmeza abra sus
ojos.
Su mirada se pareca mucho a la de los trabajadores
del puerto, cuando uno se perda entre esa ferocidad.
La real irona de la raza.
Pero esta vez era mo, sus msculos se trenzaban
cuales tentculos y oprima su voz como si cada
palabra le costara.
Enteramente me perteneca. Los colores de su rostro
cambiaban la tibieza de nosotros.
Cede el espacio a la violencia de hoy.
Quiero esa parte de la deuda, que desangra las calles, que cruza los ros
impunemente. Un estado de eucaliptos, ropas tan abrigadas que nada pase.
Ni el que est en la esquina cuidando tus espaldas interiores.
Y los gritos en los bares templados, delineador y maquillaje en las ropas caras,
cadencioso movimiento de la sangre azul. Me quiero divertir hoy. Fragilmente.
Gordos enterrados por la luz de la espada. Proceso largo e innecesario, pero
verte sangrar, todo un privilegio.
O era la temporada del silencio, las coplas guardadas cuidadosamente, para
otra ocasin.
Amantes girando en colectivos, plazoletas de domingo, ferias donde se venden
las figuritas de 1980. Estampitas del 70, a la vieja te vendo.
Comercios inalterables con alguien calzado en la puerta.
Los espritus libres azotan las calles de plomo y excrementos.
Andenes llenos de cartones, trazo endeble de un barrio que se cae.
160 adeptos estn ahora alrededor de la catedral, grises, con las miradas cerca
de los adorados (es mejor, en un viaje anterior) haber marcado uno a uno los
das.
Los compaeros se lanzan a concursos de poesa, el jurado se compone por
breteles a medio taxi.
Luminosidad de noche.
Y ellos confiados ah donde van.
Resbala la materia y el sentido.
Yo te digo, ahora hay que cuidarse cuando los vientos cambiaban.
Para m otra vez esas flores.
Ahora de noche, cuando un compact suena.
Esta s merece escucharse.
Colecciones, estantes mordidos por el polvo de miradas.
Relucientes, previstos para la ocasin.
Algunos optaban por gritar en las calles. En ese sentido, las cosas han
cambiado un poco. Pierdo el hilo, cuesta volver a veces de tanto ocultamiento.
Porque nunca te agarra as, nadie te est vigilando.
Eso es irreal, pero la prosa sigue maltratada despus de estas lneas.
Algn da voy a leer ese libro que me dio esa chica, con tan elaborados
poemas, cada uno con largas horas de correccin, cada palabra medida y
pesada.
Ella, que se asoma por la ventana y se fija si alguien dej un diario para soar
un poco.
Me diluyo, es encantador jugar de annimo y de profeta.
Delicioso.
En cada subida de ascensor mas lo descubran, una cuestin cultural.
Pero la verdad, sino un sentido aparente.
Faltan cinco minutos y empieza la accin que se desarrolla en otra parte.
No s si es mo eso que escrib; las palabras son tomadas, heredadas.
Quiero decirte.
Un poco de orden en la habitacin, pantalones viejos y tantos papeles
olvidados.
Fraccionados.
Flotan imgenes subido a ese bondi, verdades a tientas. Toda la percepcin de
la velocidad,
Luis Gruss, periodista y escritor, autor de Malos Poetas (Atril Ediciones) un libro
de aguafuertes
La carne
Vuelvo a su cuerpo como el borracho a la taberna. Ah no encuentro
geografas, no veo nalgas de greda ni senos de alabastro ni un pubis angelical.
Apenas huelo su carne oscura, su musculatura tensa y surcada por lneas
azules, un cuerpo sin mensaje, la imposible y vana y lejana realidad.
La carne es muda.
Me acerco tanto que las formas de a poco se diluyen, se corrompen, ni siquiera
s cmo se llaman. Las manos quisieran recordar pero todo se pierde en la
sinuosa galera. Nuestras extremidades se confunden en nudos complicados.
Me resigno, me arrodillo, la abrazo, me hundo como un ciego entre sus capas,
la busco en lo que existe ms all del ms ac pero la encuentro solamente en
su existir. No es posible soar lo que ya est. El pjaro vuela cada vez ms
bajo.
Ella es duea de s misma.
La materia se muestra opaca, redonda, larga, contrada, spera, suave, fatal.
Su piel exuda humores agrios, encubre una imposible trama de tendones,
huesos, arterias, rganos furtivos que en silencio segregan espesos goterones,
producciones abyectas, restos de olvidados restos y un recndito sudor. El
cuerpo se arracima en puntas, manchas, hondonadas que a su vez ocultan
cuevas tan profundas que seguramente llevan al otro lado de la tierra. En ellas
meto los dedos, la nariz, la boca muy abierta pero jams trasciendo los tmidos
comienzos. La carne cierra el paso con barreras invisibles. Y yo fracaso
boqueando como un pez fuera del agua.
El cuerpo nunca est desnudo.
El cabello le crece debajo de los brazos, arriba del crneo, sobre los ojos, en el
cruce de las piernas, en la base intraducible de las nalgas. Su carne es una
masa informe que de pronto adelgaza. Ella se deshace en finsimos hilos que a
su vez dejan flecos, huellas leves en la arena, ligeros ideogramas orientales
que el viento y las horas terminan disolviendo. Pasa un tren, se oye un
relmpago y despus llueve largamente hasta la noche.
Mi mano ahueca levemente las esferas.
A travs de las edades la carne triunfa sobre los sueos. La filosofa se rinde
ante cualquiera de sus partes. Algunas cuelgan del rbol a punto de caer, otras
permanecen ocultas para siempre o se alzan prepotentes como impvidas
montaas. Yo trepo esas laderas con uas y con dientes, con lenguas vidas e
impuras, con el sexo rojo de hambre y de vergenza. Pero ella se esfuma entre
risas cuando quiero desarmarla, tragarla y perpetuarla con un torpe tatuaje de
marino. La carne es luz. El cuerpo tiene alas.
Y solo vuela lo que pesa.
Al cumplir diecisis aos, su padre le record que deba casarse con la hija de
un conocido tallista de piedra de la lejana Vichegrado, a orillas del Drina, con
quien tiempo atrs se haba concertado la boda. La muchacha se llamaba
Bruria y nadie la haba visto.
El zar haba reprimido a los obreros del puerto de Odessa; muchos amigos de
su padre murieron y la tristeza embargaba a todos. Aczel propuso aplazar la
boda.
-Pero hijo -dijo la madre- la alegra no se debe postergar.
As que todos consideraron un deber sobreponerse al duelo y empezaron los
preparativos.
En la plaza del mercado se coca jalv. Los nios iban todo el tiempo al
caldero, y las mujeres los espantaban con sus cucharones de madera. La
hermana desplumaba gansos chamuscndolos y la madre y una vieja rolliza los
ponan a asar. Unos jovencitos, desde umbrosos rincones, rodaron barriles de
aceitunas negras y frescas muchachas bailaban con unos mujiks que haban
ido a curiosear. El olor a arenque se mezcl con las voces de los ms viejos
que gritaban, mazeltov, anticipados a la fiesta.
-Qu cosa tan buena es saber que un hijo tuyo va a conocer la felicidad -dijo un
pescador.
Y lleg la hora de la boda.
De un carro baj, primero, el tallista de piedra de Vichegrado, de fino traje, y
enseguida, la novia cubierta de un pesado velo. La sinagoga estaba adornada
con ramas de abedules y se oa el ruido del mar. Arriba, las mujeres con
mantillas sobre la cabeza, abajo, los hombres envueltos en el talit. En primera
fila el doctor Arn Lemel, el pescador Andri Mikesha, el carbonero Mark
Yagupsky, el panadero Broscha y los viejos Mndele, Naum y Emelin. Al final
de la ceremonia el rabino pregunt al muchacho:
-Jurs por Dios amarla hasta que la muerte los separe?
-S, juro -dijo Aczel, y rompi la copa y levant el velo para besarla, cuando el
corazn se le parti, la novia tena el labio hendido como lo tiene la liebre, los
prpados cados y le faltaban los dientes. Quiso huir, pero las piernas no le
respondieron: senta clavada en la garganta la cuchilla del trineo. Hubiera
deseado que todo fuera nada ms que una pesadilla y tambin hubiera
deseado estar despierto.
-Aczel, -tartamude ella.
Aczel ni siquiera pudo contestarle; record las palabras de su madre: Hijo la
alegra no se debe postergar.
Todo lo que vino despus ocurri tan deprisa que Aczel, casi no poda decir
cmo pas, pero ahora estaba junto a la ventanilla de un tren que corra hacia
Vilna y miraba caer la nieve con la palidez y la expresin de un nio.
Para anular la boda deba conseguir la firma de noventa y siete rabinos que
habitaran desde Estonia hasta el Cucaso, desde Besarabia hasta Grecia.
Con el traqueteo del tren se qued dormido, la mejilla pegada la vidrio.
Envuelto en un abrigo de piel, comenz a hablar solo y a pensar que la
desgracia, como la felicidad, no es eterna. Dorma donde la noche lo atrapaba.
An era joven, pero pareca viejo con el cabello ralo y la barba larga. Se
acordaba del olor de los arenques y era siempre un nio al que le haban roto
el corazn a puetazos.
Los aos pasaron, y l sigui en su obstinada bsqueda. Anduvo de un trineo a
otro, de un barco a otro, de un tren a otro, bajo ventiscas, desde el Dniper
hasta el Vstula, desde El Pireo hasta Creta. Cuando lleg a Checoslovaquia, le
faltaban treinta y tres firmas.
En una plaza de Praga conoci a Lena. Por las tardes, atravesaban el Carlovo
Most y se detenan a mirar las aguas del Moldava y las cpulas verdes del otro
lado del puente. Cuando abord el tren a Varsovia, en el andn, bajo la lluvia
fina, qued Lena con las manos sobre el vientre abultado.
Las ruedas hacan crujir la nieve sobre los rieles. ' Si en diez aos he juntado
ochenta y siete firmas, cmo no voy a conseguir las que me faltan', se dijo.
En Varsovia consigui tres, en Budapest una, entre Atenas, Creta y Salnica
cinco ms, y en Alepo complet el pergamino.
Cuando tuvo las firmas que necesitaba, volvi a recordar aquella triste boda,
sin sentir rencor por nada ni por nadie.
Subi al tren que lo dejara en Odessa y se vio mostrndole a todos que haba
cumplido con la Ley. Mir la estepa; no haba caminos, la nieve los cubra, la
tormenta golpeaba sobre la ventanilla de su compartimiento.
Jorge F. Hernndez naci en Mxico D.F. en 1962. Vivi sus primeros aos de
vida en Colonia, Alemania y en Washigton, D.C. Su tesis de licenciatura, La
soledad del silencio. Microhistoria del Santuario de Atotonilco, fue publicada en
1991. Ha sido colaborador de la revista Vuelta, de la Gaceta del FCE y de las
revistas Artes de Mxico y FMR. Tambin ha participado como columnista en
los diarios Reforma y El Pas. Su primer libro de cuentos, En las nubes,
apareci en 1998. La Emperatriz de Lavapis es su primera novela.
Primavera
y el alma partida
la pena encendida
en la acera me he sentao
a esperar la primavera
primavera que no llega
De vuelta y vuelta.
Jarabe de palo.
Al nacer, uno queda atado a una determinada estacin del ao. Incluso, los que
saben del tema son capaces de leernos a travs del particular signo del
zodiaco que corresponde a la fecha exacta en que nacimos. La vida leda a
travs de las estrellas o bien la secreta configuracin de nuestro nimo dictado
por la personalidad de las estaciones climticas: he conocido jvenes que son
la pura primavera y los inviernos de cualquier pas tienen una luz y un olor
propios que los hacen pocas de reflexin, e incluso de redencin. Aunque no
considero garanta de equilibrio emocional el solo hecho de haber nacido bajo
el signo de libra, s he conocido autnticos geminis y distinguidos piscis, leos
de corazn y uno que otro escorpin.
tan lejos, decidi acercarse a mis afectos y filiaciones: visit de mi parte la vieja
casona de la calle Tucumn, entre Suipacha y Esmeralda, solar natal de Jorge
Luis Borges, otro fantasma que revive todas las noches en mi estante y en el
sortilegio de su relectura continua: cada prrafo ledo como si fuera la primera
vez que se lee en silencio. Dicen los diccionarios que Borges muri en 1986 y
que est enterrado en Ginebra, pero me consta que est irnicamente vivo en
la Calzada de los Muertos de
Teotihuacn, en un bosque de la calle Mxico de Buenos Aires que se llama
Biblioteca Nacional y en los crculos concntricos que uno se imagina flotar
sobre cualquier tablero del ajedrez de nuestra memoria. Me consta, pues mi
hermano me ha trado fotografas de
los papeles de Borges que se exhiben en la vieja casa de Tucumn: son
papeles amarillentos y ocres recin bautizados con la tinta de su imaginacin
ilimitada, son fotografas que tienden al sepia, que es el color de la memoria
ms vvida son hojas de un otoo
amarillo y naranja que se funden con todos los colores que inundan esta
supuesta primavera.
Hacedora de su espejismo
vividora de su apariencia
con una pujanza latente
tiene una fiesta discontinua.
Qu divagar de esperanzas y ensueos
de promesas de autobombo
de lenguaje inventado
de idiosincracia surea.
Pues detrs de las fachadas
en los pasillos por los que pasa el mundo
el ro de la verdad
reconfigura su esencia.
Es que Buenos Aires flota y suea,
y los paralelos, se juntan.
Furia
Cmo se desata la furia
en algunas tardes de sol !
Furia porque ests en tu ausencia,
porque en todos los lugares donde no ests
te recuerdo
en mis brazos, en mi cama, en mi sonrisa,
en tu cario
y tu mirarme
que ya no estn.
Ms furia cuando esta precoz primavera
me bombardea con calor
y me tirotea con esperanzas nuevas
que no dan en el blanco
porque an me tienes en mis recuerdos,
en se lugar en el que ests
y no me sirve que ests.
Ahh ..! Si esta furia me dejara gritar...
si este nudo en mi espalda no llegara hasta mi garganta
tal vez todo sera ms fcil.
Pero slo me queda
quedarme inquieto,
resistir la desesperanza de esta tarde tan fra
Ests siempre
Ests siempre.
Te fuiste, y ests,
volviste, y ests,
parece que no ests,
y ests.
Pero lo ms importante,
lo que ms me conmueve,
lo que me permite verte en todos lados
percibirte en cada instante
extraarte, y mantener la fe,
en definitiva,
lo que me permite enamorarme cada da ms de vos,
es que cuando ests,
ests.
Te quiero.
Animate
De qu te cansaste, varn,
si an tus suelas no gastaste;
dnde qued tu expresin,
a qu temores te entregaste.
No me expliqus que sufrs,
si se te ve en el semblante
que vos pods ser feliz,
slo te falta animarte.
Atmica sociedad
Un electrn de la ltima rbita
sentase inferior
quera crear un nuevo estado
soaba con la revolucin.
Quera ser un protn con " p " de patrn
se senta un electrn con " e " de esclavo
quera ser el centro de gravedad
no un satlite marginado.
Junt energa, tom valor
con un coraje desmesurado
ascendi a la penltima posicin
al fin sinti que haba triunfado.
El lugar que l dej
lo ocupa el electrn al que desplaz
mientras tanto al protn
ni un pelo se le movi.
Todo esto lo disfruta el neutrn
l no ayuda a nadie
pero se pega al protn
es un parsito de la relacin.
El protn manda, distribuye el tiempo
el neutrn disfruta, siempre aprovecha
y el electrn corre, corre sin cesar
entregando su tiempo espanta su soledad.
Este simple anlisis
de enfoque muy singular
es un simple anlisis
de una atmica sociedad.
El modelo es subjetivo
se puede polemizar
compara con otro modelo
a nuestra atmica sociedad.
Julin Esteban Otero, nacido el 22 de Octubre de 1968 en la Ciudad de Buenos
Aires, 34 aos de edad, egresado de la UBA como Contador Pblico, trabaja
como asesor empresario. Una de sus actividades es la msica ,es autor y
compositor de canciones aun inedtas, y escribe poesas, tambin inditas,
desde los 18 aos.