Aburrimiento y búsqueda de alternativas

¿Qué es el aburrimiento?

El aburrimiento o “taedium vitae” suele considerarse un sentimiento común, pasajero y sin relevancia, que puede aliviarse con un simple cambio en las circunstancias de la persona. A pesar de ello, en la sociedad actual en la que, de alguna manera, se nos exige estar constantemente ocupados, el hecho de estar aburrido se ha convertido prácticamente en sinónimo de tener poca iniciativa, ser descuidado o desorganizado con el tiempo personal. Sin embargo, el aburrimiento es un estado emocional común, que afecta ocasionalmente a todo el mundo y que, como tal, cumple una función en nuestra manera de actuar y percibir las experiencias.

El aburrimiento tiende a aparecer ante situaciones percibidas como monótonas, con menor nivel de estimulación, y se asocia habitualmente a un estado emocional negativo. Se caracteriza por una sensación de quietud, ralentización de la percepción del tiempoausencia de interés y decoloración emocional.

A pesar de la negatividad que se le atribuye, la función del aburrimiento se ha relacionado con una necesidad de buscar metas y experiencias alternativas ante la monotonía de la situación actual (Bench y Lench, 2013; Bell, 2011). Según esta concepción, el aburrimiento ayuda a la persona a encontrar la iniciativa para organizar respuestas dirigidas a buscar metas, experiencias alternativas o actividades a las que se pueda atribuir un mayor significado (Barbalet, 1999; Van Tilburg y Igou, 2011, 2012; Van Tillburg et al., 2013).


¿Cuáles son sus causas?

Según las teorías de la activación, el aburrimiento se ha definido como un estado de activación no-óptima que aparece cuando existe una discordancia entre la activación que la persona requiere y la disponibilidad de actividades en el entorno (Zuckerman, 1979).

Desde un punto de vista más cognitivo, se señala su causa en una percepción del ambiente como monótono o menos interesante (Fisher, 1993; Sundberg et al., 1991), añadiendo además factores relacionados con la persona, relacionados con dificultades de concentración o la necesidad de realizar un esfuerzo extra para enfocar la atención (Fisher, 1993; Harris, 2000; Todman, 2003).

Tomando en consideración los aspectos atencionales (Eastwood et al., 2012), el aburrimiento ocurre cuando la persona no es capaz de enfocar la atención para participar en una situación determinada. La persona es consciente de su dificultad para concentrarse, ya sea por el esfuerzo mental empleado en prestar atención a la tarea o por la pérdida de concentración, tendiendo a distraerse con otros estímulos. Generalmente, la persona tiende a atribuir la causa de su malestar a aspectos externos (e.g. “esto es muy aburrido”).


¿Qué efectos provoca el aburrimiento? 

En relación con las obligaciones cotidianas, laborales o académicas, se han destacado posibles consecuencias negativas sobre el desempeño de los más jóvenes, (Vodanovich, 2003; Maroldo, 1986) y una mayor probabilidad de comportamientos disruptivos, irritabilidad o agresividad (Vodanovich, 2003; Watt y Vodanovich, 1992), búsqueda de actividades alternativas, que especialmente en el caso de los adolescentes, pueden derivar en conductas de riesgo.

De esta manera, existen numerosas investigaciones que señalan que el aburrimiento y la propensión a experimentarlo se asocian con un amplio rango de dificultades a nivel psicológico, social e incluso físico. El aburrimiento se ha relacionado con síntomas de tipo depresivo y ansioso (Goldberg et al., 2011; LePera, 2011), alexitimia (Eastwood et al., 2007), quejas somáticas (Sommers y Vodanovih, 2000), dificultad en el control de los impulsos, especialmente en relación con la comida y la ingesta (Stickney y Miltenberger, 1999), abuso de sustancias (Lee et al., 2007; LePera 2011) y juego patológico (Mercer y Eeastwood, 2010).

Sin embargo, existen investigaciones que señalan la existencia de consecuencias positivas del aburrimiento. Por ejemplo, cuando estamos menos implicado en una tarea o actividad se nos presenta una oportunidad para enfocarnos en aspectos internos, estimulando nuestra creatividad y  motivación al logro. Desde esta perspectiva, la dificultad para enfocar la atención en la “tarea aburrida” podría ofrecer una ocasión para desviar nuestra atención hacia otras áreas que puedan proporcionarnos mayor estimulación, en ocasiones, derivando en un beneficio personal.


ABURRIMIENTO TRES

¿Qué diferencia hay entre aburrimiento y apatía?

El aburrimiento puede presentarse asociado con un sentimiento de incapacidad o dificultad para encontrar e implicarse en una actividad que genere mayor satisfacción (Eastwood et al., 2012; Barnett y Wolf, 2006; Iso-Ahola y Weissinger, 1990).

En estas situaciones, resulta muy importante distinguir entre el estado de aburrimiento y la apatía.

El aburrimiento es normal si transitorio. Le puede acompañar un sentimiento de vacío interior, única emoción negativa en un estado de indiferencia general y aplanamiento emocional. Es decir que es un afecto que aparece cuando la persona es consciente de que la meta u ocupación actual ya no le resulta estimulante, conllevando cierta motivación a cambiar la situación actual y a buscar alternativas (Vodanovich y Kass, 1990).

Por otro lado, la apatía es un estado afectivo caracterizado por el sentimiento de falta de emociones, motivación y entusiasmo. La persona apática no experimenta ni placer ni desagrado, ni felicidad ni tristeza. Suele asociarse además con la abulia, un estado de disminución de la iniciativa y de la capacidad de toma de decisiones. Suele relacionarse con sentimientos de fracaso o indefensión (Carver, 2004) y, de manera contraria al aburrimiento, la apatía está más relacionada con falta de motivación (Marin, 1990) y el fracaso en la búsqueda de alternativas.

En otras palabras, la apatía se puede considerar un estado de aburrimiento patológico, que constituye la dimensión exclusiva y dominante de la persona, que no logra buscar y encontrar alternativas (Colombo, 2005).


¿Por qué hay personas que se aburren con mayor facilidad?

El hecho de que una persona se aburra con mayor o menor facilidad puede asociarse a múltiples factores de su personalidad (Gordon et al., 1997; Rupp y Vodanovich, 1997; Vodanovich et al., 1991; von Gemmingen et al., 2003). La forma que tenemos de percibir, afrontar y valorar las experiencias puede variar significativamente entre unas personas y otras (Lench y Levine, 2005; Isen, 1993, Lerner y Lektner, 2000) y, consecuentemente, generar estados emocionales distintos.

Aspectos relacionados con dificultades en la implicación o en la concentración (Caldwell et al., 1999, Seib y Vodanovich, 1998), menor interés por actividades cognitivas que implican esfuerzo (Watt y Blanchard, 1994), o la tendencia al aislamiento o evitación social (Iso-Ahola y Weissinger, 1990) han sido asociadas a una mayor probabilidad de experimentar aburrimiento. Según algunas investigaciones, las personas que experimentan aburrimiento de manera frecuente tienen mayor probabilidad de experimentar estados emocionales negativos (Gordon et al., 1997; Vodanovich et al., 1991; Watt y Blanchard, 1994).


aburrimiento.jpg DOS

¿Cómo beneficiarse del aburrimiento?

Uno de los mayores peligros del aburrimiento es permitir que se generalice a nuestra experiencia vital haciéndonos percibir nuestra situación como negativa. Cuando esto ocurre, existe mayor probabilidad de aparición de síntomas psicopatológicos de mayor gravedad. Por este motivo, debemos tomar el aburrimiento como señal de que necesitamos un cambio, tomar la iniciativa para mejorar nuestra situación y buscar una meta que nos haga sentir más motivados.

En cuanto a los niños y jóvenes, puede resultar útil permitirles buscar por sí mismos una manera de entretenerse. De esta manera, podemos aprovechar periodos de menor activación para fomentar su creatividad, su autonomía y el desarrollo de estrategias de resolución de problemas.

En cuanto a los jóvenes y adultos, el aburrimiento puede utilizarse como un a ocasión para la auto-observación, en el que replantearnos nuestra situación, buscar nuevas metas y objetivos, experimentar situaciones que nos proporcionen mayor estimulación y beneficios a nivel emocional.



Referencias

  • Barbalet, J.M. (1999). Boredom and social meaning. British Journal of Sociology, 50, 631-646.
  • Barnett, L.A. y Wolf, S. (2006). Boredom in free time: relationships with personality, affect and motivation for different gender, racial and ethnic student groups. Leisure Sciences, 28; 223-244.
  • Bell, G. (2011). The value of boredom. TEDxSydney Conference.
  • Bench, S.W. y Lench, H.C. (2013). On the function of boredom. Behavioral Science, 3, 459-472.
  • Caldwell, L.L., Darling, N., Payne, L. y Dowdy, B. (1999). “Why are you bored?” An examination of psychological and social control causes of boredom among adolescents. Journal of Leisure Research, 31(2), 103-121.
  • Carver, C.S. (2004). Negative affects deriving from the behavioral approach system. Emotion, 4, 3-22.
  • Colombo, G. (2005). Psicopatologia clinica. Cleup, Padova, Italia.
  • Eastwood, J.D., Cavaliere, C., Fahlman, S.A. y Eastwood, A.E. (2007). Desire for desires: boredom and its relation to alexithymia. Personality and Individual Differences, 42, 1035-1045.
  • Eastwood, J.D., Frischen, A., Fensje, M.J., Smilek, D. (2012). The unengaged mind: defining boredom in terms of attention. Perspectives in Psychological Science, 7, 482-495.
  • Fisher,C.D. (1993). Boredom at work: a neglected concept. Human relations, 46, 395-417.
  • Goldberg, Y.K., Eastwood, J.D., LaGuardia, J. y Danckert, J. (2011). Boredom: an emotional experience distinct from apathy, anhedonia or depression. Journal of Social & Clinical Psychology, 30, 647-666.
  • Gordon, A., Wilkinson, R., McGown, A. y JOvanowsja, S. (1997). The psychometric properties of the Boredom Proneness Scale: an examination of its validity. Psychological Studies, 42 (2-3), 85-97.
  • Isen, A.M. (1993). Positive affect and decision making. NY: Guilford Press, 1993, pp. 261-277.
  • Iso-Ahola, S.E. y Weissinger, E. (1990). Perceptions of boredom in leisure: conceptualization, reliability and validity of the Leisure Boredom Scale. Journal of Leisure Research, 22, 1-17.
  • Iso-Ahola, S.E. y Weissinger, E. (1987). Leisure and boredom. Journal of Social and Clinical Psychology, 5, 356-364.
  • Lee, C.M., Neighbors, C. y Woods, B.A. (2007). Marijuana motives: young adults’ reasons for using marijuana. Addictive Behaviors, 32, 1384-1394.
  • Lench, H.C. y Levine, L.J. (2005). Effects of fea ron risk and control judgements and memory: implications for health promotion messages. Cognition Emotion, 19, 1049-1069.
  • LePera, N. (20111). Relationships between boredom proneness, mindfulness, anxiety, depression and substance use. New School Psychology Bulletin, 8, 147-152.
  • Lerner, J.S. y Keltner, D. (2000). Beyond valence: toward a model of emotion-specific influences on judgemet and choice. Cognition and Emotion, 14, 473-493.
  • Marin, R.S. (1990). Differential diagnosis and classification of apathy. American Journal of Psychiatry, 147, 22-30.
  • Maroldo, G.K. (1986). Shyness, boredom and grade point average among college students. Psycholgical Reports, 59, 385-398.
  • Mercer, K.B. y Eastwood, J.D. (2010). Is boredom associated with problema gambling behaviour? It depends on what you mean by “boredom”. International Gambling Studies, 10, 91-104.
  • Rupp, D.E. y Vodanovich, S.J. (1997). The role of boredom proneness in self-reported anger and aggresion. Journal of Social Behavior and Personality, 12 (4), 925-936.
  • Seib, H.M. y Vodanovich, S.J. (1998). Cognitive correlates of boredom proneness: the role of private self-consciousness and absorption. Journal of Psychology, 132 (6), 642-652.
  • Sommers, J. y Vodanovih, S.J. (2000). Boredom proneness: its relationship to psychological and physical-health symptoms. Journal of Clinical Psychology, 56, 149-155.
  • Stickney, M.I. y Miltenberger, R.G. (1999). Evaluating direct and indirect measures for the functional assessment of binge eating. International Journal of Eating Disorders, 26, 195-204.
  • Sundberg, N.D., Latkin, C.A., Farmer, R.F. y Saoud, J. (1991). Boredom in young adults: gender and cultural comparisons. Journal of Cross-cultural Psychology, 22, 209-223.
  • Todman, M. (2003). Boredom and psychotic disorders: Cognitive and motivational issues. Psychiatry, 66, 146-167.
  • Van Tillburg, W.A.P. y Igou, E.R. (2011). On boredom and social identity: a pragmatic meaning-regulation approach. Personality and Social Psychology Bulletin, 37, 1679-1691.
  • Van Tillburg, W.A.P. y Igou, E.R. (2012). On boredom: lack of challenge and meaning as distinct boredom experiences. Motivation & Emotion, 36, 181-194.
  • Van Tillburg, W.A.P., Igou, E.R. y Sedikides, C. (2013). In search of meaningfulness: nostalgia as an antidote to boredom. Emotion, 13, 450-461.
  • Vodanovich,S.J. (2003). Psychometric measures of boredom: a review of the literatura. Journal of Psychologu, 137, 569-595.
  • Vodanovich, S.J. y Kass, S.J. (1990). A factor analytic study of the boredom proneness scale. Journal of Personality Assessment, 55, 115-123.
  • Vodanovich, S.J. y Watt, J.D. (1999). The relationship between time structure and boredom proneness: an investigation within two cultures. Journal of Social Psychology, 139 (2), 143-152.
  • Vodanovich, S.J., Verner, K.M. y Gilbride, T.V. (1991). Boredom proneness: Its relationship between positive and negative affect. Psychological Reports, 69, 1136-1146.
  • Von Gemmingen, M.J., Sullivan, B.F. y Pomerantz, A.M. (2003). Investigating the relationships between boredom proneness, paranoia and self-consciousness. Personality and Individual Differences, 34 (6), 907-919.
  • Watt, J.D. y Blanchard, M.J. (1994). Boredom proneness and tthe need for cognition. Journal of Research in Personality, 28 (1), 44-51.
  • Watt, J.D. y Vodanovich, S.J. (1992). An examination of race and gender differences in boredom proneness. Journal of Social Behavior and Personality, 7, 169-175.
  • Zuckerman, M. (1979). Sensation Seeking: beyond the optimal level of arousal. Hillsdale (NJ): Erlbaum.

© Psise: Servicio de Psicología Clínica del Desarrollo. Unidad de Observación y Diagnóstico Funcional.