Corría el año de 1905, periodo de grandes cambios en Alemania que venían marcados por el crecimiento industrial y su ligado bienestar, pero contrastado con grandes agitaciones sociales y políticas.
Este marco en el que los jóvenes de la sociedad oscilaban entre el nacionalismo, el militarismo prusiano y el socialismo revolucionario, bordaba un enfrentamiento cada vez más radical, a la vez que propiciaba el desarrollo de las artes como reflejo de tal situación.
Pensamientos de desigualdad, pesimismo y espíritu de queja reinaba entre los más jóvenes, quienes buscaban intensamente alejarse del reducido grupo privilegiado de burguesía autocomplaciente que alimentaba su querido bienestar con la explotación de los más desafortunados, los obreros, los cuales vivían en condiciones miserables.
» Para nosotros estaba claro de dónde teníamos que alejarnos, pero a dónde llegaríamos estaba más en el aire».
Erich Heckel
Bajo esta apacible situación palpada en el ambiente, se reúnen cuatro estudiantes de arquitectura de la Escuela Técnica Superior de Dresde, para formar un grupo aficionado a la pintura, llamado Die Brücke (El Puente), activo hasta 1913.
Estos chicos pretendían buscar un nuevo estilo de arte y de vida, en el sentido amplio de la palabra. Para ello, abandonaron y rechazaron la educación formal y vivieron en comunas al margen de las normas sociales de la época. Buscaban desenmascarar el otro lado de la moneda, mostrando lo peor del mundo en el que vivían, sintiendo empatía por lo impuro, lo miserable y lo oprimido de la Tierra. Se trata de una actitud, un modo de entender el arte, denominado en la historia como Movimiento Expresionista, que afectó a artistas de tendencias muy diversas y de muchos campos: literatura, música, pintura, cine, teatro, etc.
Definir el Expresionismo me resulta un tanto complejo, por lo que voy a recurrir a la mano del escritor alemán Kasimir Edschmid: “El expresionismo no mira: ve, el expresionismo no cuenta: vive, no reproduce: recrea, no encuentra: busca”.
Nosferatu, Friedrich Wilhelm Murnau Metrópolis,Fritz Lang
Sus mayores representantes, Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel, Karl Schmicht-Rottluff y Fritz Bleyl, se oponían al carácter optimista del Impresionismo. Coincidieron en aparición con el movimiento Fauvista francés, del que pensaban de forma despectiva tachándolo de ser un movimiento idealista y superficial. Más tarde se sumaron al grupo Max Hermann Pechstein, Emil Nolde y Otto Müller. Entendían que la juventud era la única alternativa que tenía Alemania para lograr un cambio social. Su nombre, bajo la clara base filosófica existencialista de Nietzsche, representaba ‘’el puente’’ que ellos podían construir para pasar del hombre al superhombre. Se veían como el vehículo y guía para la nueva sociedad pensada. No obstante, con la llegada del nazismo muchas de estas obras fueron destruidas, y tachadas de »arte degenerado».
«Con fe en el progreso y en una nueva generación de creadores y disfrutadores, convocamos a toda la juventud. Como jóvenes que somos, llevamos en nosotros el futuro y queremos inventar libertad de vida y movimiento, frente a las viejas fuerzas establecidas. Todo aquel que comunique con franqueza y autenticidad lo que le impulsa a la creación, es de los nuestros«.
Texto publicado en Seifert, 1906
Concebían las ciudades como la herencia de generaciones anteriores, pero desgastadas y miserables. Lo expresaban con colores estridentes, líneas caóticas y múltiples ángulos.
La Torre Roja de Halle, Berlín 1915, Ernst Ludwig Kirchner
Nollendorfplatz, Berlín, 1912, Ernst Ludwig Kirchner
Plaza Alliance, Berlín, 1913, Ernst Ludwig Kirchner
Brandenbrger Tor, Berlín, 1915, Ernst Ludwig Kirchner
En definitiva, con el simbolismo de querer llegar a un mundo nuevo, se tomaron la libertad de expresar sus más profundos sentimientos, revalorizando la visión subjetiva del artista, donde jugaba un importante papel la interpretación y se manifestaron de forma tajante frente al rechazo de la copia de la realidad objetiva.