La maldición de Kukulcán


El estadio rugía con fuerza al comienzo del partido.

El juego había logrado congregar a una buena cantidad de personas. Sus miradas seguían al unísono una pelota que parecía tener vida. Oxwitik ya tenía campo de juego. Corría el año 738 de nuestra era y el reinado décimo tercero de la civilización maya de Copán. Ub’aah K’awiil (Rey Conejo) había dedicado la construcción al Gran Guacamayo, que se inauguraba hoy con los dos mejores equipos de pelota de la ciudad. Había churumbeles que venían por primera vez a un partido. Los populares deportistas, animados por el griterío, golpeaban con sus mazos aquella mezcla de caucho y resina del tamaño de una pelota de béisbol moderna. La algarabía del partido se escuchaba perfectamente en la gran Plaza de las Estelas, centro social y comercial de la acrópolis. El tiempo pasaba, más de dos horas de partido y ningún equipo había logrado puntuar. La excelente condición física de los jugadores se veía mermada por el cansancio, pero la expectación y las voces de ánimo continuaban. Sin embargo, los niños empezaban a aburrirse al ver el juego detenido con mayor frecuencia; no entendían la ingente cantidad de reglas y formalismos que sus mayores les explicaban. Entonces sucedió.

Juego de Pelota Maya. Fuente: https://2012profeciasmayasfindelmundo.wordpress.com/
Juego de Pelota Maya.
Fuente: https://2012profeciasmayasfindelmundo.wordpress.com/

La claridad del día se volvió opaca de repente. En el cielo se observaba un gran disco de sombra que eclipsaba al sol, y bajó y bajó restando luz al estadio también. Continuó descendiendo y la acrópolis completa quedó en la sombra. Allí donde había ruido, ahora se hacía un silencio sepulcral. Nadie entendía lo que estaba sucediendo. Algunos niños empezaron a llorar, pero no se oía una sola palabra. No había juego, la pelota yacía inerte. Según descendía aquel disco de sombra se apreciaba su color blanco. La nave se acercaba para aterrizar en los aledaños del estadio, buscando una explanada fuera de la ciudad, pues sus dimensiones no le permitían hacerlo más cerca. El silencio había dado paso a caras de horror en los espectadores, los padres trataban de calmar sin éxito a sus vástagos. Con aquel enorme objeto a escasos metros del suelo, la luz solar volvía a la ciudad pero la inquietud iba en aumento. Algunos permanecieron petrificados en sus asientos mientras otros salieron a observar lo desconocido. Aquel disco blanco tenía tres patas, ahora visibles y bien apoyadas en el suelo. Encendió varias luces extrañas, blancas y potentes que iluminaban la zona de sombra. Los curiosos que habían salido del estadio se miraban entre ellos con una mezcla entre estupor y miedo. El disco permanecía a una altura igual a la de dos hombres.

¡Clack!

Al extraño y rápido ruido de un movimiento seco, le siguió otro sonido más continuo pero también desconocido. El sonido de algo eléctrico, motorizado. Entonces una trampilla enorme se abrió muy lentamente, hasta que la puerta basculante quedó perpendicular al suelo. Después pasaron varios minutos infinitos. Los fisgones eran estatuas de hielo.

Más silencio, y luego se escuchó un siseo: “Ssssssh, sssssssssh …”.

Una inmensa lengua bífida se veía entrar y salir de la trampilla que acaba de abrirse. Tocaba el suelo y volvía a entrar en aquella extraña nave, parecía estar reconociendo el exterior. Giraba con rapidez en el espacio de sombra, iluminado ahora por los puntos de luz, y se introducía de nuevo en la nave. Entonces descendió un enorme morro de serpiente. Oxwitik, en la calma más tensa que hubiera experimentado nunca, seguía en silencio. Sólo el zumbido del siseo de la gran serpiente. Cuando su morro llegó al suelo, se retorció lentamente sobre sí misma para lograr la horizontalidad. Montones de plumas de vivos colores, como las del Gran Guacamayo, adornaban su cabellera otorgándole una belleza espectacular. Los indiscretos que se habían acercado a la nave se arrodillaban y gimoteaban, creando una silueta diminuta delante de la cabeza de Kukulcán, escena que contemplaban los demás a las puertas del estadio. Los llantos de los niños habían cesado. El cuerpo de la serpiente emplumada seguía escurriéndose de la nave, mostrando a la luz del sol verdes esmeralda y rojos rubí. Los autóctonos se desmayaban ante la deidad que tanto habían representado, mientras ésta campaba a sus anchas por la acrópolis de Oxwitik.

Kukulcan. Fuente: http://tecnoslave.com/esport/kukulkan-la-serpiente-de-plumas-presentado-esta-noche/#image-112263
Kukulcan. Fuente: http://tecnoslave.com/esport/kukulkan-la-serpiente-de-plumas-presentado-esta-noche/#image-112263

La maldición era cierta, el juego de pelota podía despertar a Kukulcán.

Epidemias y sequías, entre otros males, produjeron el colapso maya en las ciudades del Sur de Mesoamérica. Las civilizaciones posteriores del Norte ofrecerían a los Dioses las cabezas decapitadas de los perdedores del juego de pelota.

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