Opinión y análisis

El arte de gobernar en un mundo emergente

Tomada de Voces México

José Castrillo

El arte de gobernar lo podemos definir como el ejercicio del poder para gestionar la vida en común, en sociedad, en la polis (ciudad). Desde el fraguado de las civilizaciones humanas, cada vez más complejas por el impacto de la agricultura en el crecimiento exponencial de las poblaciones, el arte de gobernarlas y direccionarlas emergió como una necesidad histórica, para poner orden y un sentido de propósito común a la vida colectiva (hordas, tribus, ciudades-estados, imperios, Estado-Nación).

  En la evolución organizacional de la humanidad, en términos políticos, el Estado-Nación se consolida como la entidad político-territorial a través del cual se desarrollan las relaciones de poder políticas, económicas y sociales a lo interno y a lo externo.

  El Estado, constituido por un gobierno-con algún tipo de legitimidad o apoyo de la sociedad- un territorio y una población, ejercía el monopolio de la violencia legítima (el Leviátan), y configuraba las relaciones de poder, a través de normas y reglas que procuraban dar certezas, seguridad y protección a la sociedad. Esta instancia de poder que regula la violencia, las relaciones sociales, proveía servicios públicos esenciales e impartía justicia para dirimir las diferencias y las transgresiones a las normas que regulan la vida colectiva, era indispensable e insustituible.

  Igualmente, el Estado ejercía una gran influencia en la economía nacional a través de políticas públicas en materia fiscal, monetaria y sectorial, garantizando así, para sus ciudadanos, fuentes de empleos e ingresos y el pago de impuestos para mantener al Estado y sus principales funciones públicas (ejecutiva, legislativa, administrativa y judicial).

En fin, el arte de gobernar contaba con dos certezas o condiciones: el monopolio del poder político y de la violencia legítima y su ejercicio fáctico, y el control/regulación de la economía nacional. Hoy con las revoluciones de las tecnologías de comunicación y de la información, la globalización e interconexión económica y la desterritorialización de las actividades productivas, el Estado ha perdido parte de su poder, y por ende, el arte político de gobernar es más complejo y difícil.

  El ejercicio de gobierno en el Estado-Nación hoy luce extremadamente difícil, porque, además han emergido otros actores, lo que Moises Naim llama los micropoderes, que compiten con el Estado por el poder e influencia política: grupos paraestatales, ONGs, corporaciones económicas, organizaciones criminales, las grandes tecnológicas y los organismos multilaterales. En materia económica, los capitales no están arraigados en un territorio de un país específico, por lo que, dada las facilidades de la globalización, pueden salir de un país y generar una crisis, con la impotencia del Estado para retenerlo en su territorio. En este sentido, desde hace tiempo se ha venido proponiendo una tributación especial para los capitales volátiles o especulativos, pero esa propuesta ha caído en saco roto.

 Por todo lo antes descrito, el arte de gobernar desde el Estado, en un mundo emergente, ha perdido el monopolio del poder en el ámbito político y en el ámbito económico, ello se traduce en lo que Zygmunt Bauman llamó la separación entre la política y el poder. Esto incide, por tanto, en la gobernabilidad democrática en el mundo, afectando la imagen  de la política y los políticos, actores claves que configuran la vida colectiva, en toda sus dificultades y diversidad. Con menos poder político efectivo para lograr los equilibrios dinámicos de la diversidad de intereses que interactúan en las sociedades actuales, que dado los cambios tectónicos que vivimos generan turbulencia, miedos e incertidumbres, la política es más necesaria para poder gestionar las nuevas complejidades, sin que desemboquemos en conflictos y más polarización política, económica y social.

El arte de gobernar requiere prudencia, mesura y responsabilidad de los actores que tengan la batuta del poder, sólo así se podrán evitar las terribles simplificaciones  de interpretación y acción para enfrentar problemas y amenazas complejas que, generalmente, terminan derivando en un populismo tóxico y peligroso.

Como sostiene Daniel Innerarity, en el mundo del siglo XXI la soberanía de los Estados se ha vuelto difusa y éstos se encuentran acompañados de otros actores –benignos y malignos- que a veces compiten y colaboran a la hora de proporcionar gobernanza y seguridad, mediante formas de organización no jerárquicas y horizontales. Mayor reto para la política y los políticos.

   José Castrillo: Politólogo / Magíster en Planificación del Desarrollo.

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