Carlos Alcaraz durante el partido de cuartos de final del Open de Australia ante Zverev (REUTERS).
Carlos Alcaraz durante el partido de cuartos de final del Open de Australia ante Zverev (REUTERS). (EDGAR SU/)

En Australia, donde los pioneros pusieron la piedra fundacional del despegue del tenis español, con Manuel Santana, Carlos Alcaraz estuvo a punto de dar otra vuelta de tuerca, una hasta ahora desconocida en su palmarés, como era remontar dos sets en contra. La hazaña deberá esperar después de que Zverev se llevera un antológico partido (6-1 / 6-3 / 6-7 / 6-4). Cuesta extraer de las memorias de Carlos Alcaraz un partido en el que se le haya visto tan sobrepasado por el rival, aunque lo terminó con una tardía e insuficiente reacción.

“No estoy completamente muerto como en Nueva York ni tengo la sensación de estar agotado” Aquel partido en la Gran Manzana zarandeó a al alemán y sólo tuvo una dirección: la que Alcaraz tomó. Seis meses después, en las antípodas, el desenlace fue completamente antagónico. De orgullo se llenó Carlos Alcaraz para intentar el milagro, pero era difícil, muy difícil, casi imposible. ¿Qué hubiera pasado si hubiera empezado como acabó? Ya no se podrá saber.

Monólogo inicial de Zverev

Fue un partido extraño, en el que Alcaraz dio un paso más en su aprendizaje a la hora de gestionar su ánimo. Desesperado y esperanzador por momentos. A principios del tercer set se desesperó como nunca, quedándose clavado en mitad del Rod Laver Arena con la mirada perdida y desbordado por el juego de Zverev. Más tarde, cuando todo parecía perdido con un 5-2, se encontró en la pista y comenzó a sonreír tras llevarse el set en uno de los mejores tie-breaks que se le recuerda. Había pasado del desánimo al pundonor y a Zverev comenzaba a ponérsele la misma cara que a Medvedev hace tres años en el mismo escenario.

Comenzó torcido el español, con doble falta para empezar y primer turno de saque cedido en blanco ante el alemán. Alcaraz no parece Alcaraz. Al menos el que compareció en la ronda anterior, pletórico y deslumbrante. Zverev exhibía su catapulta en el saque y aguantaba los largos intercambios, algo que habitualmente le cuesta. Carlitos le atraía a la red, pero también reaccionaba con velocidad y agilidad. No había agujeros en el tenis del teutón. “Vamos”, se animaba el español tras la consecución de cada juego. Sascha empezaba a fallar su derecha, menos buena que su revés, donde tiene un guante.

Noticia en desarrollo.

Fuente: Infobae

Categorías: Noticias

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