ENCAMISADO Y ABRIBONADO.

ENCAMISADO Y ABRIBONADO

Por las venas se metió,

emancipado, tumultuoso, redimido,

en las notas, que eran las sombras, en la mañana que avanza ,

dulcemente verdosa, con paso sigiloso, al amarillo,

gracias al jaguar que dejó exiguo, lento,

su huella sobre la tierra perdida,

blanda de la selva, hecha sueños seguros,

palpándole el pulso.

Era ella muerte, honorable en comensales,

azúcares nuestros.

Y en la serena aurora,

lo supe, cuando en el cielo vivía,

extenuado en su mirada,

donde subían rosas ardientes y cuando su palabra

quemaba la piel sin dejar señales,

enquencles y enguantadas,

donde los picos de los árboles llamean.

Porque saliendo del seto, se transforman en viento,

amargo sobre los pastizales,

y se hacen luz sobre el espacio azul.

Aunque los campos traten de ocultar sus temores,

donde sus gargantas tejen mil espejos de aire,

inacabable, idílico, idolátrico,

hoja húmeda en luces, largas y lunas negras,

reina del horizonte, ágil, seco, suave,

avecilla salitrosa, picoteada por todos.

Donde salía un dátil, fiel y los horizontes, suenan,

al corazón en una carne enarenada,

endilgada añoranza, carne del polvo,

cantando entre distancias y nieblas.

Dulces granadas, ácidos limones, bombas de algodón,

que les dan la cara a los vegetales que roen los insectos.

Allá, ahí, acá, la noche de los cristales,

puntean empantanadas, empanadas, empinadas,

en las que apenas se oye y se agita

la tarde que ardía, flotando por el aceite,

por el afeite, de la prédica y diatriba

hacia el estante, del estanque, del estoque,

a través de las persianas.