PARANOIA
PARANOIA

Trastorno delirante y/o Paranoia

El trastorno delirante y/o paranoia es una de las afecciones mentales que más interés genera, dada la complejidad de su sintomatología y, sobre todo, la refractariedad que muestra respecto al tratamiento.

Adentrémonos en esta patología

Experiencia

Deja de mirarme, esta gente está contra mí, os estáis riendo a mi costa, todo lo que me preguntas ya lo sabes, pero si tienes acceso a toda mi información en tu ordenador, lo único que quieres es parecer bueno para sacarme información, cuando me miras sabes lo que pienso, todos los loqueros sois iguales -ponéis una cara y luego tenéis otra-, al final me acabarás encerrando, los malditos vecinos son los que han provocado que esté aquí, mis padres solo querían joderme la vida, jaja – y tú vas de bueno -, me habéis engañado para ingresarme en este hospital, aquí el único que tiene algo eres tú… y un sinfín de frases de esta índole que denotan la sensación de perjuicio que perciben las personas que presentan un trastorno delirante y/o paranoia, así como, a su vez, el rechazo y dificultades que también vivencian los profesionales que se encargan del abordaje de este tipo de afección.

Emparanoiándose

El trastorno delirante crónico implica una patología psiquiátrica cuyo epicentro es la  presencia de ideas delirantes bien sistematizadas, sin alucinaciones ni alteraciones del lenguaje o el pensamiento, y que no conllevan deterioro de la personalidad.

Se parte del concepto de delirio como una creencia falta basada en una inferencia incorrecta de la realidad y que es firmemente sostenida por la persona, a pesar de que los demás crean lo contrario y/o de que haya pruebas o evidencias incontrovertibles en su contra.

Esto es sobre el papel, pero lo cierto es que, habría que hacer un énfasis aún mayor, en lo de mantener la idea sí o sí, pese a todo, con una convicción máxima y/o pase lo que pase.

Implicaciones

Imaginad por un momento que todo lo que os rodea es pernicioso, un mundo espantoso que siempre supone un peligro, no poder fiarse de nadie, llegar a pensar que tus seres queridos pueden intentar envenenarte, tu terapeuta es uno más de los que te quieren perjudicar, los compañeros de ingreso te están provocando continuamente… ¿Cómo te sentirías?

Obviamente, las personas que padecen un trastorno de esta índole sufren en demasía y, evidentemente, no son conscientes de la irrealidad de sus pensamientos y, por extensión, del irracional sufrimiento que les provocan.

Pero más allá de esto, un trastorno delirante puede, en general, funcionar bastante bien siempre que sus delirios específicos no causen problemas.

Por experiencia, cabe reseñar como cuando una persona con paranoia o trastorno delirante no es presa de su patología, puede funcionar como si no pasara nada.

Eso sí, siempre habrá cierto sensitivismo, hostilidad sobrecontrolada, suspicacia, referencialidad, etc.; pero, en general, “llevadero”, no habiendo una mayor personalización, motivada, eso sí, por el estrés percibido por la persona.

Hete aquí, la clave de esta patología, implicando mayor riesgo de aparición de delirios en función del estrés que perciben estas personas, algo que, por otra parte, no necesariamente se corresponde con la intensidad de lo circundante.

Abordando

El trastorno delirante es considerado, tradicionalmente, como un trastorno resistente al tratamiento. Si bien la terapia cognitivo conductual puede ayudar (sobre el papel) junto con, por supuesto, el tratamiento farmacológico, la realidad es que este trastorno presenta una notable refractariedad y, desde el punto de vista psicoterapéutico, suele generar cierta sensación de impotencia en los profesionales que se encargan de su abordaje.

En la práctica, el tratamiento psicofarmacológico reduce algo las reacciones de ansiedad y/o sensibilización ante cualquier estimulación y, la terapia psicológica, intenta poner énfasis en la conciencia de enfermedad; pero cierto es que, en la experiencia del que suscribe, hay cierta imprevisibilidad en el momento de encontrar descompensaciones del cuadro psicopatológico.

Decía Oliver Sacks, que  recordar es siempre reconstruir, no reproducir y quizá esto es aplicable, de forma torticera, al trastorno delirante, reconstruyendo, pero no reproduciendo, los recuerdos.

 

 

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