En las últimas semanas, he tenido oportunidad de leer al hilo dos libros que encuentro muy valiosos para entender la política peruana de los últimos cien años: El deportado, biografía de Eudocio Ravines, escrito por el destacado periodista Federico Prieto Celi (segunda edición), y Tarea incompleta, la autobiografía de Pedro Pablo Kuczynski (PPK).

MIRE: Jorge Yamamoto sobre ONG senderista: “Tendremos personas altamente adoctrinadas”

Ravines es una de las personalidades más fascinantes de la política peruana y su vigencia se extiende desde los años de 1920, cuando fue deportado por Augusto B. Leguía, hasta 1979, en que muere atropellado en México, adonde lo había deportado Juan Velasco. En ese lapso, fue fundador del Partido Comunista del Perú en 1930, promotor del comunismo en Chile como agente soviético y, luego de un breve paso por la socialdemocracia, furibundo anticomunista a partir de los años 50. Era un personaje tan temido que fue preso o deportado por Luis Sánchez Cerro, Óscar Benavides, Manuel Prado, Luis Bustamante y Manuel Odría, hasta que Velasco no solo lo deportó, sino que también le quitó arbitrariamente la nacionalidad peruana.

PPK participó en la política peruana entre 1980 y 1982, cuando fue ministro de Energía y Minas de Fernando Belaunde y luego permaneció en ella de manera constante a partir del año 2001, en que formó parte del gobierno de Alejandro Toledo hasta 2006, continuó como candidato en 2011 y finalmente llegó a la Presidencia de la República en 2016. Lo que es menos conocido, y lo cuenta PPK en su libro, es que su padre, el destacado médico e investigador Max Kuczynski, tuvo también actividad política y sufrió prisión bajo Odría en 1948, junto con otros políticos progresistas y apristas.

La personalidad apasionada de Ravines y la más distendida de PPK son casi opuestas; sin embargo, hay algunas curiosas coincidencias entre ambos políticos que la lectura de ambos libros permite apreciar. La más notable es que los dos protagonizaron fugas de película. Ravines fugó de la cárcel y luego al extranjero en 1933 con apoyo de la Internacional comunista. A su vez, PPK fugó del país en 1969, atravesando el río Chira con el agua al cuello, cuando era un joven funcionario del BCR perseguido por Velasco. Los pormenores de ambas fugas están muy bien relatados en cada libro.

Algunos personajes históricos, como Haya de la Torre y Fernando Belaunde, aparecen en ambas obras. También Alfonso Grados Bertorini, compañero de Ravines en el diario La Prensa y de PPK en el primer gabinete del segundo gobierno de Belaunde en 1980. Una relación indirecta entre ambos es que Ravines fue un gran defensor de Pedro Beltrán, el dueño del diario La Prensa, cuando fue primer ministro y ministro de Hacienda de Prado en 1959-1961; y PPK fue, en cierta medida, un seguidor del pensamiento económico liberal de Beltrán, quien también había pasado por el BCR antes de llegar al premierato.

La relación con el APRA es otro elemento que transita por ambos libros. Ravines fue compañero de Haya en los años 20, luego feroz contrincante las siguientes tres décadas y, finamente, aliados y amigos en los años 60. Testimonio de ese realineamiento es una famosa foto de una cena que compartieron Ravines y Haya con Beltrán y Odría, en los tiempos de la coalición APRA – UNO contra Belaunde.


PPK no fue un enemigo del APRA, aunque sí fue combatido acremente por Alan García por promover la inversión extranjera, cuando fue ministro de Belaunde, y el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, cuando fue primer ministro de Toledo. Aunque, felizmente para el Perú, ya en la Presidencia, García sacó adelante el tratado. Pero PPK fue nuevamente víctima de un sector del APRA cuando llegó a la Presidencia en 2016, sector que no solo lo criticó severamente, sino que apoyó el apresurado intento de vacancia que impulsó Keiko Fujimori y frustró Kenji Fujimori en 2017.

La lectura de ambos libros permite comparar dos cosmovisiones que son también el reflejo de dos épocas. La trayectoria de Ravines, muy marcada por la ideología, y la de PPK, mucho más tecnocrática. Otra gran diferencia es que Ravines vivió en los tiempos en que un golpe de Estado era “la vuelta a la normalidad”, como decía Martín Adán. Prueba de ello es que Ravines fue deportado media docena de veces. Desde 1980, en cambio, nunca más se deportó a un opositor.

La gran diferencia quizá esté en la intromisión de las Fuerzas Armadas en la política nacional. Ravines fue testigo de seis golpes militares a lo largo de su vida política. En las últimas décadas, en cambio, el Perú ha vivido autogolpes, vacancias y renuncias forzadas por presión parlamentaria, como la que protagonizó PPK en 2018, pero la única intervención militar en la política reciente fue en 2022 para rechazar su participación en el intento de autogolpe de Castillo.

Al caso Lava Jato PPK le dedica pocas páginas. Como se sabe, el fiscal José Domingo Pérez ha pedido 35 años de cárcel para el expresidente, otro tanto para un exsocio, 23 años para su secretaria y 11 años para su chofer, con quienes PPK habría conformado –según el especulativo fiscal– una “organización criminal”. PPK sustenta en su libro que las investigaciones en su contra se refieren a hechos muy anteriores a su presidencia que no fueron ilícitos y en los que, además, no participó. Recuerda que el propio Marcelo Odebrecht declaró a los jueces brasileros que PPK era una “piedra en el zapato”. La reciente solicitud de la Fiscalía para ampliar la investigación preparatoria por otros 36 meses –aprobada esta semana– revela que Pérez no tiene un caso sólido contra PPK y refuerza, por tanto, la convicción de que el expresidente es víctima de una gran injusticia.

VIDEO RECOMENDADO

Jefe de la Dircote, Max Anhuamán: "La ONG Voluntad Transformadora es una organización senderista"

TAGS RELACIONADOS