Recientemente asistí,  junto a representantes del cuerpo diplomático y funcionarios de la OEA, a un encuentro donde  se  intercambiaron opiniones en relación  con el rol de la juventud en la política, enfatizándose la necesidad de “alfabetizar” en el ámbito de las herramientas digitales de la democracia 2.0, con el fin de dotar a jóvenes actores políticos, de herramientas fundamentales para promover la participación de la ciudadanía;  particularmente el foco se hacía en como alcanzar y motivar a las poblaciones más jóvenes a la participación política, esa porción creciente de nuestra sociedad que se encuentra a si misma en el mundo digital y que a través de éste, genera sus marcos de referencia y relaciones.

Si bien lo anterior es absolutamente necesario y conveniente, la discusión me condujo a la reflexión de los inmensos retos en nuestra región en lo que a participación ciudadana en la política se refiere. Un fundamento básico que considerar es la necesaria e imprescindible “alfabetización política”.

La “política” no goza entre las masas de la mejor reputación. Se asocia generalmente con corrupción, clientelismo, populismo y demagogia, cuyos ejemplos sobran en América Latina, produciendo con ello un distanciamiento, a partir del escepticismo, que inhibe a nuevos actores a incorporarse a la discusión de lo público.

Pero el distanciamiento no es sólo de los jóvenes o el ciudadano común, lo es también del sector privado, de las asociaciones profesionales, la academia y diversos sectores que, entretenidos y ocupados en sus ámbitos, establecen una relación de conveniencia y no necesariamente de convivencia con él ámbito de la política, estableciendo con ello un manejo coyuntural pero no necesariamente sistemático, más táctico que estratégico ( por supuesto y como todo, hay países en la región donde hay sus excepciones).

Esa desconexión, genera en ocasiones, las crisis de representatividad que hemos observado en partidos políticos con fatídicas consecuencias, al quedar éstos totalmente desdibujados, perdiendo su razón de ser, frente a una sociedad ávida de interlocutores válidos, creíbles y efectivos.  El diálogo se hace entonces cada vez más escaso, corriéndose el riesgo de romper la mínima gobernanza necesaria para sostener ese vaso vinculante que mantiene el sano equilibrio entre los actores de una sociedad.

Tal disociación entre actores de la sociedad en general y actores políticos, en ocasiones se deriva de una definición tácita errónea sobre la Política, que hace que muchos actores se distancien de la misma. Proponer Políticas Públicas, analizarlas y apoyar o rechazar su aprobación, es un proceso natural en una sociedad democrática. Presentar análisis costo/beneficio de una Política Publica propuesta, e informar a los actores políticos de las implicaciones positivas y negativas de la aprobación de una Política Pública, es además de conveniente, necesaria. Esa ha de ser la actitud de los actores de la sociedad ante el desarrollo de las Políticas Públicas.

La alfabetización política cobra relevancia para promover la adecuada comprensión de los roles de cada actor, su responsabilidad y la capacidad y necesidad de evaluar su gestión. Ello supone dedicar esfuerzos por contribuir a la edificación de la sociedad, asumiendo claramente el rol de la política en la vida ciudadana e institucional más allá del voto, ese que se convierte con frecuencia en torneos de carisma o ejercicios de castigo (ambos actos profundamente emocionales), pero que resulta determinante para generar los contrapesos que permiten una mejor toma de decisiones públicas.

Alfabetizar en política supone construir la capacidad de la ciudadanía de reconocer, en su historia, los aciertos y errores de decisiones tomadas desde el ámbito de lo público, procurando desarrollar con ello la capacidad de asumir posiciones que permitan conducir, cada vez más, a impulsar mejores políticas públicas y de estado.

La alfabetización política, desde temprana edad, permitiría contar con ciudadanos conscientes de sus deberes y sus derechos, del funcionamiento del aparato del estado y sus implicaciones y, mejor aún, sensibilizados y mejor preparados para, en caso de así considerarlo, asumir la carrera política o la ocupación de cargos públicos con mayor conciencia, conocimiento y herramientas, que tendrán una incidencia directa en esas decisiones que terminan por determinar las condiciones de vida de todos los ciudadanos y el progreso o retroceso de la sociedad.

Un esfuerzo concertado de “alfabetización política” pareciera ser una necesidad sentida en toda América Latina, tanto para jóvenes como para adultos, pues una nueva generación política debe emerger como respuesta a un reclamo urgente. Una generación que consagre las libertades como parte fundamental del modelo de sociedad, que incorpore valores y principios capaces de construir modelos transparentes de hacer gobierno, donde la participación ciudadana, debidamente “alfabetizada”, pueda contribuir a la mejor toma de decisiones.

Resulta imperativo contribuir a educar y promover nuevos talentos, que mañana serán responsables de los gobiernos, locales, regionales y nacionales de sus países, que sean capaces de implementar estrategias “ciudadano-céntricas”, y de promover un verdadero diálogo permanente de cooperación con todos los actores sociales, siempre en la búsqueda de crear las condiciones para que cada ciudadano pueda tener la legítima oportunidad de construir su camino de progreso, desarrollo y bienestar.