Armonia Somers, Solo Los Elefantes Encuentran Mandragora

Armonia Somers, Solo Los Elefantes Encuentran Mandragora

\ritw n in Som ers, seudónimo literario d e A rm onía Etchcparc, nació en Pando en 1914 y m urió en M ontevideo en 1994.

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\ritw n in Som ers, seudónimo literario d e A rm onía Etchcparc, nació en Pando en 1914 y m urió en M ontevideo en 1994. ííija de un com erciante anarquista y anticlerical y d e una m adre católica, en la biblioteca de su padre encontró autores decisivos para su form ación: Kropotkin. L co p ard i, D arw in, D ante A lighieri, S p en cer. e n tre o tro s. T erm in ó sus estudios en 1933 y com enzó su carrera com o m aestra y pedagoga. A partir de 1960 fue invitada p o r la U N E SC O y por distintos organism os educacionales a París, L ondres, G inebra y M adrid. Su prim era novela, L a m u je r desnuda , se publicó en 1950. a la que le siguieron el volum en de cuentos E l derrum bam iento (1953). D e m iedo en m iedo (novela, 1967) y Un retrato p a ra D íckens (novela. 1969). A fines de 1969 enferm a gravem ente de una rara dolencia, el q u i lo t ó r a x , d e le n ta y d o lo r o s a recuperación. D e esta experiencia nace, en un largo proceso d e elaboración creativa, entre 1972 a 1975, su novela m o n u m e n t a l S ó lo to s d e ja n t e s encuentran m andragora ( 1986). E n los a ñ o s 1970 c o m ie n z a la recepción literaria internacional de su obra, q u e m u ch as veces se asocia co n a de L autréam ont, y es traducida al inglés, al francés y al alem án. E n 1 9 7 8 se publica el volum en de cu en to s M a e ' c p o r alacrán, q u e c o n tien e alg u n o s ^

S S T 2 £ & £ £ * “ ¡s s r s n s s deldia.

Arm onía Somers

Sólo los elefantes encuentran mandràgora

M otas y epílogo d e Victoria v o n Scherrer

el cuenco de plata

latinoamericana

Somiere, Armonia S d /o los elefanti! encuetilran fcl C u e n c o de P ia ta , 2 0 1 0 .

mandragora.

- l a e d . - B u e n o s A ir e s :

336 pags. ; 21x 13 cm. - (Jatinoam encana)

ISBN 97S-9B7-1772-05-6 C D D 'S

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UrU8Ua>ra' 2 * N o v e la ‘ 1

d cuenco de plata / latinoam ericana Director editorial: E dgardo Russo Diseño y producción: P a b lo H e rn á n d e z

Av. Rivadavi, 5 »

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p u b l l c l »1 » m p a r o d e l a r t íc u lo 6 " d e la le y 1 1 .7 2 3 . t a c e re s e rv a .

H íChü¿ S f ° queindicalaieyu -723P c s o E n n o v ie m b r e d e 2 0 1 0 .

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Sólo los elefantes encuentran mandràgora

A l folletín, con respeto. A tos ángeles, con cierto recelo. Y a la memoria de Rodolfo A , Henestrosa, por supuesto.

„.Y que los elefantes encuentran mandragora en el camino del paraíso, según Fray José Francisco LAFFfTER

Un o

D e la dedicatoria en su prim era línea

N o habrá nada tan difícil y comprometido como hablar de un valor llamado tiempo, y más cuando la filosofía se mete al medio* El del principio de esta historia era sólo un tiempo de diccionario de la lengua, duración de las cosas sometidas a m u­ danza. Sólo que había sufrido esa pequeña contingencia que siem­ pre va a complicar los casos más simples: parecía haber coagula­ do como sangre o leche, por lo cual ya no era lo que transcurre, sino lo que permanece canto sin gastarse en sí mismo como sin hacer perder atributos a lo temporalizado. Junto con ello, es cla­ ro, había desaparecido también la innata conciencia de que el vivir, com o operación desgaste que es, con stitu ía un riesgo tangencial con el moriq tal si la muerte estuviese emboscada ha­ ciendo un juego sucio de inocencia mientras husmeaba todo lo que tiene para ella de apetitosa una envoltura cam al y la posible cosa volátil que la habita. Y qué serie de fenómenos singulares: también porque el tiempo no parecía contai; y entonces para qué andar ahorrándolo, desde Jos comienzos de aquella extraña en­ fermedad, la mujer, que rechazaba con energía los medicamentos, pedía con furor largas novelas. Un ángel o algo parecido se las alcanzaba. M odernas, combativas, de singular estructura (cómo ha cam biado esto, ¿eh?), y casi todas con los problemas del mun­ do entre cubierta y cubierta. Y algunas hechas como al desgaire, con un desaliño afectado de quien quiere pasarse de listo y cami­ nar en zigzag, en círculos o haciendo equilibrio en los pretiles. Ella olfateaba y ojeaba con desánimo. Escritores que hubieran sido artífices se daban vuelta el sobretodo, el sombrero, metían las suelas de los zapatos hacia adentro, y así quedaban a la última m oda tal cual rezaban los catálogos de antaño venidos de París, le dem ier cri famoso de Le Jardín des M odes o Elégance entre otros tantos. Es claro que no hay como encontrar ahora uno de

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esos chismes para saber que sólo George Sand sería una vidente al adoptar sus pantalones y que todo lo demás ya no funciona, Pero nadie piensa en eso cuando se lanza a innovar; por lo cual m uchas veces convendría mirarse un poco en los espejos despiadados del próximo futuro. Su corazón, que en esos días había dado en querer escapársele e cuerpo, y agárrelo en el aíre le dijo el doctor Nessi para poner una nota de humor, no le permitía leer aquellos libros de la últi­ ma orneada, los cuales se iban am ontonando y quedaban p ara un potetico después que a ella misma le sonaba a hueco. La n 56 cuando, luego de un desvanecimiento al preten­ de™ y ,!ar j e k* 0111,3 el aséptico sanatorio, dijo o e m noche como saliendo de una visión metafísica: Ya sé lo que W > , m i m a d re h a b la b a d e la s n o v e la s d e u n ta l P é re z E sc ric h S ¿ T nr SE-la BibUa ° T a lm u d - E " a h a b ía t e n i d o q n e m em o ria v u n 8 u ™ VIe’a m a n ía c a q u e se las c o n o c ía d e S ^ J " ° r T donabf s a ‘1' a d “ - A h í d e b e r a d i c a l

y luego yo la redhiría p i 0 contrae^ aunque levemente, N o acusaha P tlP 0r Pura Perversidad de la genética, y conviene a d v e r t í ra. de ^ normal. Su enferm edad, con otras harto conodrf PriíK:íPio P313 evitar confusiones igualmenteZ n u L f * ' S1,empre faia en su dndrom e. Pero había dicho al salir del rS a “ U '" k " '' lueg° * ‘° T mo: sentir esa mano es alo» ^ . muy bücna Para 1111 a ha extinguido la hum aniH rl Ce pensar 611 que todavía n o se ** que pesar * veda tan a la d e s b a n d a ya se hablará también d p / mLj ^ hola, do cto r M andouti, e&preciso forzar la mpitio1-* T ^ cd ip s al estilo de Paracelso, pues duso quedarse sin ella 114 as últimas consecuencias, inúichos no eran producto Ent0nces> dijo la nurse, sus ejemplar de aquellas n o v e la y habría que buscarle un e en la vida según andaban 1^UC ^ ulZa ^uera lo últim o q u e leyelS77 , lla,niada 3 cónclave n u n ? SaS' CÓm° apareció u n a en Ia pe i Astort & Comt>aí^nCa i«6 SUp0‘ Era Una edición de P e ro b * * • s uge s £ 0

Us

Hueras

1 4 , M a d r id -

g da fue cuando, envuelta p o r ®1

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olor inconfundible del libro y al abrir en cierta página al azar que ella no llam aba azar sino aritm om ancia, según com entó ante quienes la observaban, aparece el grabado de una escena domina­ da por una calavera, la vuelve y en su dorso amarillento encuen­ tra una inscripción manuscrita que, en tinta color violeta y con evidentes rasgos de letra inglesa, reproducía la leyenda impresa en el otro Jado, firmaba y fechaba:

*

/C U M tSü*

Algo con el sabor del pasado absoluto se le metió en ia boca como si una uva hubiese quedado intacta en el vino. Su madre, llamada M arianna Cosenza, no era nacida aún en ese tiempo histórico. Pero sí la tiránica mujer que le hiciera leer años más tarde las novelas a la hora de la siesta luego de haberle dado a comer el plato invariable: claras de huevos fritos siempre sin la yema. Y desde esa simple contrariedad del incompleto huevo, detalle este muy significativo como se verá, comenzó a desenvol­ verse entonces la historia que nadie escuchó en la habitación, y he ahí el milagro, poder birlarles algo con las malas artes de la cerra' da mente cuando todo iba a ser allí juicio público en materia de exploración del cuerpo, desde los hígados a la raíz del pelo. Sí, p o rq u e a q u e lla A b ig ail de 1 8 7 7 h a b ía e x istid o . Inmensamente rica, parecía ser que El Que Vigila no le perdonara eso, y un hijo tuberculoso llam ado Cantalicio vegetaba en su sillón de cierta cabaña construida para él solo en medio de un

14 b o sq u e d e e u c a lip t o s . L a s e ñ o r a h a b í a p e r d i d o p o r e l m i s m o m a l

en cí milnd ; ° a 1 X y» nada m ás le im portaría ílam a^ F n i f J f C,!l0nCeS: ni Can.alacio, n i una hija menor un sombrero c "* C mismo Cle^ perpetuam ente puesto como Z T a ú tl ü “ . ? r qUe a vcces le ^ '.a b la ta dem anda das mtes d i l í • n'° d° qUe re,o m ó las novelas leí' esfumado Fsrol ? n .lnera tr,st“ a> I » colocó ju n to al recuerdo del tanto s o b r ^ W I V “ en su lnu,ldo- Epifanía, entream uíado a A m I Pa? d,ffena c et '» terrenales de un’jardín al f o n d T / T 03 “ 5al’rá> cn los Paraísos gansos también erotóm™ í casa’ arr,enizado p o r unos L u e g o l e d a u n a d ir e c d ó n ^ r a r a ** n u n o a m á s e n Ja m a n s ió n f r q.UC e c s c r , b a

C a sa d e las Siete V en tan as.’

3

Y

S" ' d ™ ° ' n o se a p arece

a p o r la 8 e n r e d e ! p u e b l o L a

d e s u p r im o g é n ito .1 dC ’ P °niéndc eos 1 ° a Pir¿tico. Pero todo *1” ° Cj UF ° t p o r aquella esp b u rn Sm dKt° ¡deo16Spencer: Yo quería un ,c? nse™ador versus definición de la mandragora e inrnn i minj?

« a- D «ír¿ 2 largo de la vida.

e gobierno... Búsqueda de

r obsesivas lr piezadyetres un^incendios « iaa lo

ahogos, dolor d ^ e s p a l ^ ^ i C° m ^ ‘naciófl b ru tal de tos, fallecen 5 Palpitaciones y un sentirse des-

sión en el sanatoria Con eTcorr° y ,Slfeest' V0 nom bre hizo expío' ? nzo 3 s « mucho según oír-61 tie1raP ° que estuvo allí, que E l C ? l m odod« Humarse s e ' w S' P° ? an evaluarlo> hasta ese ^ C u o asumió c a r a c ú esÜ ° y fue El Cas°* Y finalmente neas cnm i0 que Ca?0 ron t a n t a ? 8 CUa.Ildo sobrevino el diag-

* - £ £ : yoscuridadsimultá' PtttC" dia

de -n b te -d ta tltul° V así se hará. Los folletines

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en su tiempo de gloria eran algo como el pelo de los muertos: inertes en cuanto a cosas, pero existentes si se considera que cre­ cen. Entraban reptando por debajo de las puertas tal si tuvieran vida, con su cubierta de papel rosado que los hacía llamativos y memorables al mismo tiempo. Luego, si la familia era rica o reci­ bía rentas de campos como la de Abigail, venía la encuadem a­ ción final de cuero y títulos estampados en oro. Lo más excitante hoy día respecto a esas especies desaparecidas cuando suelen ha­ llarse en sus paraderos arqueológicos {ferias de libros de viejo, casas desalojadas y desvanes constituyen típicos cementerios de elefantes para estos hallazgos) será sin duda, además del olor in­ confundible a papel envieilli, una primera página donde queda­ ran estampadas firma y fecha, con lo que su dueño pasaría a la posteridad haciéndose inmortal. Incendios, humedad, roedores, todo eso es inútil para destruir tales novelas. Las marcas del de­ sastre pueden apreciarse, pero no más allá de una simple huella. El nombre del autor y del propietario, así como la casi totalidad del texto, han permanecido incólumes. Y los grabados, otro p ro ­ ducto sin precio. Para quienes los redescubren, cada una de estas láminas con el protector papel de seda es una clave, pues su leyen­ d a al pie constituía una síntesis no sólo del capítulo sino del m undo de entonces. Y vamos a no juzgar que aquel m undo se vea mejor o peor que éste, o simplemente sin comparación. Pero era eso, m undo, algo que siempre ostentará su cetro de valor absoluto. Y lo importante en este caso fue que ella volviera a abrir el libro en cualquier parte, según las leyes ocultas de los números, es claro: «Este cráneo que te sobrecoge...», decía al pie del grabado. Y entonces hubo que leerle el Capítulo V titulado nada menos que Principio de una historia. * ABIGAIL «Durante dos m inutos reinó en la habitación el más p ro ­ fundo silencio. El Conde, siempre con la cabeza inclinada en * E n r iq u e P é re z E s c r ic h , E í A t o fw s c r iío

de una Madre,

1 8 7 2 , M a d r id . Ilu s tr a d o

p o r D . E n s e b io P la n a s ( ¿ 4 4 p p .J. Y r o d a v e z q u e esta n o v e la a p a re z c a e n a p re ta d a s ín te s is , lle v a r á a su c o s ta d o e l n o m b r e d e A b ig a il. D e ese m o d o , se g ú n la v o lu n t a d d e S e m b r a n d o F lo re s , se e s ta b le c e rá u n to d o n a n a t iv o s in s o lu c ió n c o n su m a d re , la le c t o r a o b lig a d a .

(Nota de

V.

von Scb.)

1S

el respaldo de la butaca, la sonrisa en los labios, la m irada fija en la calavera, parecía reunir en su m ente todos esos datos indispensables para el relato de una historia. Daniel no se atrevía a interrumpir a su protector, su espíritu se encontraba en uno de esos momentos de malestar indefinible. U na voz secreta parecía decirle que el Conde le iba a relatar alguna cosa horrible, y su corazón sencillo temía que aquel cráneo, que como un testigo se hallaba colocado entre los dos, p ro ­ nunciara de vez en cuando alguna palabra fatídica, eco mis­ terioso de la tumba. Por fin el Conde se incoo ooró un poco, extendió el brazo, cogió la raza, bebió un sorbo de café y, encendiendo un tabaco en la llama de la ex trañ a lam parilla nca*averf j habló con pausa del m o d o siguien­ te' qUe te s? °S e7y cuya historia voy a referirhnmhrne a° en Otr0s tiemPos sobre los blancos y torneados la nneli» 6 I r * muÍer encantadora. Sus ojos, negros com o

L ib fz i Tasmr el m1>briiiaba" * Sod»irrcS S s í 7K6nasiW m6rbit:,s; susubios’ ^ daba" sa volimtiinna S que )uSueteaba siem pre una sonrípara ya no a entreabrirse como una tahl arnoj^ Y esa frente descarnada pecho de los hn U m n o . v° h rerá a reclinarse so b re el garita fue sun n m V ^ ^ ara reci^*r un beso apasionado. M arcuando latió ñor n ^ ^ apenas contaría dieciocho prim averas bras de am or q u e T d ^ ^ SU c° razón ai escuchar las p ala' entonces de v i l , , gl° un hom bre. Ese hom bre, lleno g a r it a ? e n tre ín d Creyó en la* Pa ^ r a s de M a* frenétiS pasión r ? SÜ- alm aJ su voluntad, la ad o ró con « r en su pechó la tU ,,Sentm el am ante de M argarita ereuna virgen, se en tre eah T SU y e sp etá n d o la com o 3 por Clotilde, v aue m í £Se am or P itó n ic o que t ú profesa® g arg arita una so n rió a Uj a.ve¡í hizo asom ar a los labios de habrás sospechado que e r a ? ? 3' SuP °ngo, hijo m ío, que p . yo el am ante de Margarita...**

t lo * 8 « adela,ltc

u ? ™ " ? ; in d “ ren d o de« le el personal ¡quién seria capaz á c P ° ráneo* tran sfo rm ad o en lam p ^ 3

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portátil y encendedor; vigila con sus redondas órbitas desde una chimenea? En esa especie de cuaderno de bitácora que se encon­ trará por ahí si se sabe buscar y donde ella anotó todo lo que pudo, van a figurar los hechos consignados mediante rastreos de la memoria culta que se desarrollaron alrededor del año 1870, guerra franco-prusiana mediante, desde luego. Cada época pare­ ce apocalíptica, ¿no es así? Pero ¿y aquella cala ver ita donde el viejo prendía su cigarro como si nada siniestro hubiese sucedido? Sí, es claro, hay cosas más importantes, por ejemplo que ella esté enferma de algo que quizá no se sepa nunca a qué se ha debido, y menos, por ahora, dónde terminará. Un equipo de médicos anda en pos de la casuística, pero todavía no se acierta sobre lo que irá a hacerse. Cierto Ángel equívoco queda velando en una especie de luz infusa propia de las apariciones. A veces se lo ve salir al corredor a medianoche, susurra allí con el primero que encuentre palabras entrecortadas y vuelve llorando, Y sus lanas de perro, pues parecería un caso híbrido entre ser angélico y can terrestre, se le meten en las orejas cuando dice: Si alguna vez hice algo que estuvo mal quiero que se me perdone. Entonces ella le pide que encienda la luz. La han sedado y el corazón no salta tanto, pero igualmente se ahoga, y esto, para alguien que tiene su buena claus­ trofobia, es terrible. ¿De manera que en Europa y otras partes pasaban tales cosas en 1870?, dice. Y cuando el bicho cree que en realidad la mujer está perdiendo el juicio, ésta que agrega aún: Era en la página 385: el Conde va a revelarle al muchacho por qué tiene el cráneo de M argarita sobre la chimenea a guisa de palmatoria, pero no encuentro fuerzas ya en mí, seria mejor que alguien lo leyera*.. Y entonces se oye lo que sigue, y eso es lo norma!, nadie debe dejar un relato cortado al medio en su punto crítico sólo porque en el año mil ochocientos y tantos ocurrieran aquellas tremendas cosas que hoy a nadie le quitan el sueño, sen­ cillamente debido a que hay que dejarle sitio a otras peores: ABIGAIL «-Pero si ese cráneo ha pertenecido a un cuerpo humano, si no es una obra de arte, ¿cómo se halla aquí en esta habita­ ción y descansando sobre el mármol de la chimenea? -pregun­ tó Daniel.

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Porque yo, con una mano sacrilega -respondió el C ondea arranque de una tumba para conservar vivo el recuerdo de una mujer que, destrozando mi corazón, m ató la fe y las ilu­ siones de mi alma. Escucha la historia y, al term inarla, una nueva luz bollara en tu inteligencia, un nuevo cam ino se abri­ rá ante tus pies, porque ella te enseñará de lo que es capaz una mujer fementida,.,» tabfeaxxesníde r ^ i ’ de S paura trasPasar ^1 m al de m odo creaó muy betla v tuvo im pusi?ra kueno... Y adem ás m i m adre oro>de ésos de dos tanas 1 1 ^ ! ? qUG le reeal° un m edallón ¿e m S°kCOn efe hombre y Por q u é ló ín enCOnces guardapelos. Y no ra ahora ella se encontraría^. ' para que Y ° naciera y murie odiaría siempre el medallón ° 0íro, s*rr ^ n t -¡ Por encim a de tado> Tosei; llorar y preguntar * ra 1111 dePÓsito de lepraJ « los actores d e L f T ? e T * que nadie contestará ya P f o. es una mezcla espuria au^i -SCena en un teatro derrumbé' D] ’ ^ ro ^ si un día se nud í ***** Sfguardado en una bo«e' síntesis, qué ma p° í ynos minutos. En tJ\ $ ert0 que también ceden Ia ^ oomha otfP m undo p e n d ^ j S Sue^e 0Currrr el fenóm en0que se Imagina en los es” ° e utl brazo curvo, co n f= _ pacios por pura ignorancia sobf

SE* ^ los^

í all2arCo™

f

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el infinito, tocan fugazmente el aire preso del cuarto donde al­ guien se hace pedazos, juntan esos trozos y el ser se recompone mediante la tregua. Yo no puedo explicarte aún quién era el hijo Escolástico, dijo entonces en ese lampo de sosiego, pero quiero en cambio que mires dentro de este medallón. Un punto que tiene por fue­ ra lo hizo mi padre con una navaja tratan d o de abrirlo. N o había nada en su interior^ ni retrato, ni mechón de pelos, ni rastro alguno del antecesor que lo condenara al fuego o al fon­ do del río, o Ei poder de la nada, el libro aquel del Lama Yondgen, pero nadíe manda hacer algo de este valor para una muchachuela sin dejar una marca. En realidad es quien regala el que quiere persistir en el objeto. Y así fue como se descubrió aquella noche, tantos años después, que el 16 de noviembre de 19..., estaba limado el resto del número como ex profeso, M arianna Cosenza, que era una lectora forzada, de Pérez Escrich, había hecho un alto en las novelas, y un hombre real que conociera en la Casa de las Siete Ventanas se enam oró de ella y pudo haberla hecho feliz durante el resto de su vida. Pero como cierta Sembrando Flores tendría que nacer, porque si no de qué m anera gozaría el au to r de lo que estaba ocurriendo, aquel am or se cortó. De m odo que en 1872 Enrique Pérez Escrich había dado a luz ésta entre tantas otras novelas. En 1S77, Abigail de la Torre dejó estam ­ pado su nom bre detrás de la lámina de la calavera. En mil nove­ cientos y algo más la lectora escapó de su rutina, o mejor la m atizó sin saber que se eluden los relatos escritos por otros para caer en los terroríficos de uno mismo. Cuánras revelaciones en tan poco tiem po, así era la vida cuando decidía m ostrar de gol­ pe sus indescifrables barbechos. Entró en ese momento una en­ fermera preguntando qué ocurría, quizás a causa de la luz en­ cendida, Q uiere que le lean de esta novela antigua... Y entonces la m ujer no pudo sustraerse a la tentación de escuchar. El Conde relataba cóm o había conocido a M argarita a bordo de un bu­ que de regreso a Europa en su prim er viaje a América, cóm o había sido ella, al parecer, una bellísima nativa, cómo hablaban «sin m ás testigos que la luna», todo tan a punto de caramelo para el paladar de Abigail desde su sillón de Viena, como si se hubiera escrito a pedido expreso.

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Un ruido lúgubre interrumpió de pronto la voz hum ana. Era Ja mesa rodante llena de cosas infernales de los sanatorios, y d doctor Nessji en persona que entra y dice refregándose las manos: i bien, he decidido que sea ahora mismo la C arraspeó y negó pronunció una palabra inédita para ella que pretendiera en alguna forma conocerlas todas. Y eso tenía de m ortal la jungl* sonora del lenguaje, siempre algún signo oculto en la maleza pronto para ar e salto. Las palabras, entonces, podían ser de espumé) ■ í T ? ’ ^ hasta del propio silencio solidificado par¿ rahmr lo inefable. Pero estaban aquellas que dejábam os pasar bareo w /1' 65 Para ^ Ue T mPr^ « e m o s con su lastre. Y sin em' resTeí iny°!UC^ dos en ella*> A » ™ hacia sus ardopue ¡eneranrlr,3? significado como los com etas al sol, aunpalabra d i c h a n dePei*denc¡a. La enferm a no entendió novela era m arraífS Jamas , ía ° ldo antes. Pero vio cóm o ^ siempre [e había r, * Pa,®‘na mediante el clásico doblez qufi S un 1 b o “ol l0S/ eloS de ptJtlta' Sí>P ° " H « ™ i ° r ^ señalado!; la que £ 0 ^ ° T h ° ía ^ ^ hacer esa cosa nalurda ^ f a Sui su Savia deja el agujero, quC pensó evadiéndose de todo no H P3pel Se entreSaba a la h?]* ta tenía algún sentido nr I* segundos, y m ejor si la p la ^ do al origen vegetal de do A ^ ** pudría allí con ella regresad' pliegue sólo ultraiaba E * sacaran al papel en m ala hora- Per nada que fuese suvó Y íí * " * pulpa del ^ h o l sin devolverla ^ acababa de decir d ° racocent^ i s la practicaré yo m isrd^ aclaró de qué se trataba e ° jntonces sí que explícitam ente pu . * ™ « b lo C S ? U i ¿ " . de 655 mod° . P °t “ na simple u n id ¿ a c u e llo tan brutal de t - ^ "5 ^ de * * * * & & Y el C onde algo que * sindicaría como afuera y p o r la espa*¡J■' bicran sido otras Y 33 niausalva S i £ O trasT co C nr lva si si ll aa s* c™i r c u n s t a n c i a s b Abigail, y el « b t » J e it o s para a

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DOS

D e la ded ica to ria en su segunda línea: el ángel

M ientras se ultimaban los detalles de aquello tan temible como escondido tras !a siniestra palabra, y atérrese a mi túnica dijo la enfermera mientras un aguijón como de abeja africana se le hendía en la espalda, la mujer de la ficha esotérica empezó a recordar en su autodefensa las cosas de varios días antes tal si hubieran ocu­ rrido en otra vida: tan lejos se hallaba el cuarto propio de la casa, sus dos ventanas, una asomada sobre los techos de la ciudad, otra m irando hacia los barcos. Un día, quizá por ver si dejaba de toserle a todo el mundo en !a cara, se le habían aparecido con el ángel. Éste era un enorme ser andrógino en posición de pie, manto has­ ta el suelo, cara humana, alas en punta dirigidas hacia el cielo y desmontables. Material, yeso sobredorado. Factura artística, ba­ rroca. Intenciones indefinibles: una m ano sobre el corazón y la otra form ando un círculo con el índice y el pulgar, podría ser para colocar una vela, mas en el medio adonde fuera a caer luego de dejar alguna ventilada iglesia posconcíliar, sólo para provocar sus­ picacias. Se había en esos días secuestrado a un hombre público, y portar cualquier envoltorio de proporciones mayores era cosa de riesgo. Al ángel lo traían entonces entre dos, y el encargado de las alas no tuvo mayores problemas. Pero el del cuerpo envuelto en una m anta fue seguido por un policía y obligado a declarar el bulto. Y no en la calle, no en el ascensor; sino adentro de la casa misma donde aquellos hombres entraron con sendas cargas. Ella ota las voces provenientes de la sala contigua: «Sí, cómo no, segu­ ro». Ahora ya sabe lo que habrá dicho el otro: «Desempaque en nombre de la ley». Y luego un blanco escenográfico que desde su habitación no podría poblar con las caras del asom bro cuando, como un ciudadano libre de toda sospecha, el ángel dorado de­ bió salir del empaque y, mas o menos tan asfixiado como lo esta­ ba ella, quedar de pie sobre la alfom bra con sus dedos indicando

24 i

te*3 term*rJa' dcl cuttpo. Y eso por si alguien de los presen' entrar J ? ° í Se ° 53 nunca a ciencia cierta, hubiera querido entrar en el °juego. de k to U n ^ ifr« 3^ 3 'S° ^ re 0CUrr^do, ni la m ujer tras el biomboj Porque como P°^.su parte>,dada la falta de oportunidad, policía Uecó el m -jP ran ldas y venidas, en el m om ento de salir d¡ de la buena m i / ^ meaos Cargado de medicina antigua, o $& encontró sÍsn?firaH° anduvo investigando ruidos y n° ticó « n unas n S desentrañab1^ N ada im portante, diagnos-; al poco tiemno. v 1^aciones todo habrá pasado. Y así fue como con el halón de el piso> leg aro n dos forzudos, dan las neumonías q u e « / llCado aParat0 nebulizador Anse acerca. Y así se f , , / gusro ver]as, vaya con el verano qj1® cuerpo, como el p o l i c i a l C°£ ¡° el p o rtad o r de las alas’ el L tamente ajeno a e ll a A * ^ í1. 0 ’ todos en un m undo cotnpl® que iban a figurar U SCe enEe bilateral de aquellos novelisrf5 empezó su confusión coh"3 ,insdbta hoja clínica. Y así tamb¡en a nebulizarla no vín ^ anSe,es>porque no bien c o m e t í ' do>el cabello de aleutén ^fiPara enrorices sino un rem olino dora' liquido medicinal que nk n UC®° 0tro r°Íízo brando al naranja* ¡ws» saliendo bajo la form^H^13 ° podia entrar en sus pulm ^ a de los trucos cinematovr^fi U° a ia de sangre artificial c o ^ pared, el aire todo se llenI j L° cierto fue que la sábana, el

u10 empe2° a violarle 1SU eSpectacular reventón en cuan

de n° había Percib do KentrañaS ya repletas de alg° % de W 7 P° r una cuestión d SU ° reía despistada. .f j aií d i e n d o ^ ^ 5’ mi querido u r ,¡Ca ^ m a d a im penetrabihd . día t 11,1 ^ t P 0 que manrK l® * e! de O r ihuela,* «ando P b n u a ^ nSangre f i S ? » d¡í° co™ tú, y nadie la « * *

*G fc¡ dado,

It arriba’haciaei

YCS

rePerir a ¿ T e Cot\ e| m irarla com o a la qixc ej j ^ Ue ° no era sanm-f / decirle que no tuviera demonio b u l ^ anf e>se form ó una especie de oH* £* Su Propio estilo. f a a u to ra de

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« ^ h S j í J ¡? syMo n andes’ «i™ al^ u as eKcepCrf $ ^ n ^ a d ^ S 0 ?1lugar en que J U n , « e * ^ ^ * v. von Seh-i

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También entre p o rta r al ángel dividido en dos, arm arlo y exhibirlo ante la ley; entre el médico y sus diga treinta y tres, y los colosos del balón de oxígeno, y las equivocadas nebulizaciones, había llegado la medianoche. Siempre es así cuando uno agoniza, pero eso no lo sabía la madre del galeno quien contestó al teléfo­ no: «Éstas no son horas, se hubieran acordado a las cinco de la tarde, él está haciendo guardia nocturna. ¿Que dónde? Pues no lo sé». Y punto, ese punto en el que se terminan los libros que uno necesitaría seguir leyendo, pues por qué allí y no más adelan­ te, con todas las cosas que no se han dicho. Al día siguiente, mientras ella seguía tosiendo y escalando sin suerte los muros del ahogo para encontrar la zona del aire perdido, apareció el hom­ bre. Venía sensibilizado por la versión matriarcal del asunto, tan­ to que no sacó la mano del bolsillo para estrechar la que se le extendía. Pero entrando a la pieza y abarcando la zona del desas­ tre, empezó a retroceder yéndose encima del depósito de oxígeno y tirándolo al suelo. M andaré un neumólogo, dijo, el doctor Aldo Nessi, y salió con la cara del espanto. ...Y así es como estoy en este pabellón lleno de olor a miedo, ya que el doctor Nessi, no bien dio el primer golpecito entre dos dedos en mi espalda cargó conmigo. Y en una vuelta del tinglado giratorio en que se estaba representando todo aquello, vine a dar aquí donde se supo al fin lo que era la toracocentesis para la evacuación del derrame. Porque ellos se fueron dejando en el sue­ lo un gran frasco conectado a mi cuerpo y tuve que verlo todo de reojo, el cóm o iba saliendo yo de mí en forma de un líquido lactescente, espeso, que por momentos obstruía el catéter y luego era empujado desde adentro por alguien a su placer y a mi cargo. Fue esa vez cuando el ángel se apareció como un perro, no mo­ viéndose de allí mientras la cosa salía, hasta que mediado el reci­ piente empezaron a sentirse fuertes dolores. Era el mom ento de suspender y vinieron a quitarlo todo. Un alivio feliz bajaba de los cielos o subía como una engañifa del infierno, siempre que el cielo de arriba y el infierno de abajo continuasen respondiendo a los esquemas clásicos de situación, el norte-sur de los mapas col­ gados. Para m í ya todo era lo mismo y estaba contenido en un gran fiasco. Lo que aquello que se llevaban fuere ya no me pertenecería

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laboratorio entraría en la red subterránea, se siniauirsf i C1?dad d n ^unas de allá abajo poblada p o r la cido rnd |fa C . P°luc‘ón interminable. Y a eso quedaría redu' ^ m o at ; i ? SenC,ai 12 “ * « * « « , pero principalm ente el ser ahí mundo!

^

^

y muy d a ro habría « ™ d ° a] ser en d

- í ^ cde pr0nt0 respirar el bicho a su lado. tú> / y au¿ un ser humano, la novela del Conde la leías ron la cosa? ^ ener£ úmen° s ahí fuera cu an d o se lleva' g r a n u l b o ^ i t S k o ^ e h ^ d 10! / í f ? “ * aSree aron: ° ^ Y sin saber In T T a desb°rd ad o el lugar de origen-pronto ella c o m p r e n d ió le ^ de repetir se le quedó m irando- D* línea divisoria em-rp i inocencia era capaz de tirar Ia criaturas terrenas: el evr a! tUC0S angeles de verdad y las pobí& dudas. ' animalejo era de aquí, no cabían y3 . día de soícon^un h o m b r e a d " ? ** a!g° claro’ com o u°¡ na. Sólo que en vez de L acostado £n la hierba junto a una lag11' encuentra sentenciado a m!Jna pantaíl° , Y quien está allí * . hacia las aguas espesas Y ^ ^ ¿ a moverse en un descuíde: ' “ «dad el pantano aup I t n,ebla 1 ue “ ™ form ando es e" a t e r í a para confundir al h k UeSt0 a levitar sobre su Propl3 . Y sin saber de qué L ' ° mbre Y em pujarlo, j ^ leÍ° Sigmund y un mapk?S mem°ria lo harían, salie^ 11 h a í ? Cl davo rcspeLTo a n 1 an,ado Schreber q u e hab>* ser n de juntar fns°S A ' abandono de sus criatut3 . d o c m ^ t3 asistia- Y Pérez E .v Cada^eres- G ranulia, neoplasia*e adelanr y Sus Prospección ri Por -a puerta. Entonces c a m b - T .irena a d ia n d o , pero n o en* doctor que atendió sólo á m k 1 ÜUt° nUCV0 p o r eSt° qUC rió de tristeza por Cantalic ¡o v m ICRl* no8’ p o rq u e Pap acit° " ' f a dejo sin sangre... £ | caballo r ? acita de algo m u y ra ro que a r a la carrera viendo tanto r cl frcno con furor’ estan a P¡o^ magras de pesebre V k p° Ínnto desPués dc " ,S tSf * \ el rostro -fv ^ tatJ ^ c a que su espum a *1«* S*}* n? mbre tan poco 4 ^ ° qUe ésra « "u S em brando A * * nm n‘ tampoco íl mi 1 eand x tU boricario n o le hubiera f n SCbo' y ^m rétanfo°p" N “ d a b a W c o n su hacer Irf s a n w d o d e l s o m b re r 1C>cm ,r a b a c o n c o d ic ia e l PV lu c i o f Ue m e h 3 Cn« S a d o m -

? W a ’ « » ' a d e s e a rlo , *
m u rm u ró de Pf0* a tu padre. Pero yo ms « P ia n o llegó, y jam ás le digas &t0 dna ocurrir a C " ? 0 desfal l ^ % algo m uy grande ■ í u S T * Caer Per? yo. insistí- Y entonces el demás se separó de mí Y n ^ I í C^'co no era c o m o todos ¡°do y en ja desesperación ^ desde entonces m uy sola_Pa^ ^aosíprm óenm irazóndev a^SOUtá> porílue aunque el , ave del gas> irnos así loe h IVI^ 8una vez he pensado en abrtf 7 ¿y cuando el ° S Junt°s. Un acceso de tos d isim ,7^ a llegar aliá abaí°? , **res. U enferma, por otra » extraña forma de situar los ^ tuafínf23- y Su A ta n te deben esta*?a « en d o objeto de sospec

uiSo alT -pac'eacía-¡ S - / ? S ” ’’V x Ia b"¿ > f®8 hombres a " ¿ 1 ir,™ en VilUverde. Se bat«*0. ■oalKa de u cabaña y f e V™°odo quedó herido entre ‘ e ° |l° í “ / unos objetos v h ' " - 3’ m co rta ni perezosa, e0£¡l lseryrioralevaiit6 i i J '.h 'e u uon su núKtar. Entonces u® donH°’ llevó 3 la hast.q1 0’ desde luego que sin conoced | s o v I Sl reallZaban por la- ° ^ lnio¡x e n to cam a matrimo^V, del InL í° n el amante v pin |?s encuentros con el cSP „ Uo defu F í38 m°nedas de o . niC nre la ayuda del me . j. f e n Í ^ d,0 >‘°W a fe T x « “ » « i t o n en el bol* b u S f e 8 ta Illrd e n ™ v o t arlc'- Fue *»' com o el V¡scoOd“ etK°ntró, y J ' ° vengarse del o tro h o m b r e ,. ’ ^ al 00 « « • su sorpresa cuando * »

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que su rival también había sido víctima de la traición de M ar­ garita mientras La llevaba disfrazada de cadete haciéndola pa­ sar por hermano. Porque herido Pedro en un encuentro con el enemigo, M argarita se fugó con un militar de aquellos que Inglaterra mandaba a España, y adiós Pedro... Y un m om ento, Abigail, Pedro siempre me ha sonado a nom ­ bre de padre. La relatora cerró los ojos y empezó de nuevo su operación retrospectiva. Y si estaría envejeciendo o por ahogarse, dicen que los que ya boquean bajo el agua lo recuerdan codo en un breve segundo. Pero lo cierto era que nunca había preguntado a M a rían na en qué forma, de las delicadezas y planes de gran señor de Esculapio, dueño del gallo y la serpiente, había aja o ella a los escaños librepensantes de Pedro Irigoim transformán­ dose, si no en lectora, por lo menos en conservadora de aquel os Hombres cuyas caras aparecían en óvalos sobre la cubierta de lo libros, pobres y aguantadores libros que Fiorella unhzo luego como Herbarios secretos atravesándolos con la clorofila. A bigail , , Entonces el Vizconde buscó al inglés y éste e e* P “-0' ™ jerga que M argarita ya no existía para d , pues^ a g imprevisto a su casa la había encontrado en la cama-ooniun apuesto caballerete, Capitán de Artiilleria,ambos o . 'oertadurmiendo y mí tomando té y fum ando.»Has q hombre ron y ella dijo. ¡AH! y él dijo ¡Oh! Y el ingles ve como el hombre no acierta con sus ropas y se las pone del rev , y tom ando té y fumando. De modo que nueV° ^ e‘°n™ Ella se levanm, Le pide perdón, y él le da un es decir lo que ustedes llaman un puñetazo, a ^ , 11 un ojo, y luego le mandé a mi asistente a Clut-P L‘ en ej a aqudla señora». Al otro día el ingles ma duelo. Y ahora que conoce al Vizconde le encontrar a la dama le diga que no tiene me darle dinero para que se ponga un ojo de vi v . . Hhro fue a dar al infecto suelo y , Vinieron por la inyección, el boro rué a flaner:enrQ sin ^ la supo de nuevo lo que era entregarse a un r gr

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b " ? para irapedirlo. Todas las mujeres h* resultaHr, 0 ■asu^í° de ia endovenosa y siempre con el m is^ s f í r n n ' S3tlVO- ^ *“ » i,eBó una que acertó: suavem«*« de los dedns iSU mano y lueS°’ tom ándole la fijmnuía Aa inocnló por pr imera vez cuando Va sumo. M a /a K e rt ^ ’]Ír|calculab]es del medicamento en su coj do lueao a la 1311 serenarnente del cuarto, y encontr^ sucedido les ¿ i e m .prendlda al Conde como si nada hubi raíz de « o una ra n V V3 65 n a la Pieza que llega q u > ^ e

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después junto con el Acta, y a la que luego un célebre diseca­ dor le extrajo la am arillenta y arrugada piel del cráneo, dejan­ do la calavera tal como se la ve en la chimenea. «Y en verdad que es una herm osa calavera, pues conserva juntos y unidos todos los dientes», dijo el Conde de entonces al ahijado. Pero usted debe recordarlo, Abigail, que la historia del Conde V Pedro de Lostan no term ina aquí, porque hay seres que no ce¡an. Esto es sólo y apenas un principio, una especie de infancia de la tierra sobre la que el autor del mundo va a acumular tanta historia... Y qué más podrías querer ahora de mí, dijo al mucha­ cho ejitró de pronto a la habitación como en busca de algún adminículo olvidado, ya lo has tenido todo por hoy, extracción a primera hora, inyectable después, basta de sangre. El titubeó, Pertj apoyándose luego en la presencia de una mujer que higienizaba el P[so, cobró ánim os p ara decir: Usted me trató de Desmodus r°tundus y eso parece que significa vampiro, según lo averigüe en Ja biblioteca. La mujer cosificada largó el escobillón y por unos segundos se imantó de leyendas: muertos frescos que levantaban Ia tapa del ataúd y salían una primera noche, y después siempre, a emborracharse en la taberna de los cuerpos vivos. No, señora, le !Í° eÜa invistiendo una falsa piedad, no tema, ^ e a, a mos sólo ataca al animal y es también un animal. Cuando quiera conocer una historia verídica sobre los otros venga y diga simplem^nte esto: ¿Y cuál fue eí final de dona Abigail? Con solo esas Palabras yo entenderé qué desea usted saber y entonces conversa­ d o s . Jesús me am pare, masculló la otra volviéndose a lo suyo, Creo que lo haga nunca, yo necesitaría meses o anos para eci dirme p0r algo asf perQ K ¡e vio a su rravés la instauración del * °rb u s. Cuerpo y alm a habían quedado transparentes, y allg en una p robeta subre la llan a, bulleron las >"“ 8™ *. Y eso p a, 3lgo que Fiorella, desde las épocas de tal y aleccionada po i i l °= había practicado como un ejercicio: captar e en o r de los seres, y no sólo en cuanto a genios y Patentemente inmóviles, sino también el de las gen hí ? atatas>pero en las que hervían como en un ca e ? Ln iUnt0s y A m añ as entreverados en un mortífero q Luego el continente se em pañó y la mujer salió de la pieza como

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SembrandorFli°S ^ K ^ uroPa Central y va a tenerlos, comen' no te he c o m o a m ^ e5 C]ón al aprendiz de vam piro, pef° f muerta y c o n s i S n L T ^ EspC ro te h a lle s v iv ° ’ la dentera aleorf^ P llC,IOlies vitales siem pre me ha provoca11 vivo, que ai m enm 'J* \ ^ COrTar ,un corcho. Y él: que creía vivo que me muero Y** ° decía 5U ctlica cada veZ' eStaj j escuchas Existían aií 3 0 in^anie que se había acabado cuerpos sin d e s tru ir^ “ ai?Ulntes*el fue^ ° en trab a Y salía % mDnio de los incpnHír. * e recom endación haría Aboryrm que una parda como f’ í SUS veimitantas legiones de diablos P9* se a cenizas. Y ella Y de ad en tro s a l í a n ^ ciones de un «¡ahí ^ anaranÍados corriendo en todas las di*** canaletas los r in r ^ ? üeda a esconderse en los agujeros, * < £ w t o c T í onde se afilaban los á " s ul° s agudos- K y pronto su color "T* qüe « ta b a archim uerto les daba ca vos. Habrá e s t e d ^ ™ 10 t!!rm.iná con ,a invasión de los W sangre de cualouier ^ ° S aSi mientr3S a d o p tab a su d an d o ,

< * e ^ ,u i„ r ¿ d “ “A ? ,a'ld“ adv,nió L «pilló el pelo Tndn

Angel

***f,

Ün rarniUete d entro de un va*0’

v¿¡a d a i S i S “ * na,“ al- P « k d orden de «re p l * £ trocar sus esquemas. acc'dente individual podía j vaso, hubieran podido d * V3S0 en *as dores q u e las flores i sistema un tanto aburrid ÜnOS delirance;> desertores de aQ un ramillete en la m a n n ° siempre que alguien llegar3 j-Os estallido^as tornie J0" ® * “ *» a d em ad o m eterlo al v * , dentro, lo que no , n 3’.|as revoluciones, eran m ás bie3 ¡. SenciUamente p o r q u e ^ H ^ ’ lo que nadie lo£rará rra¡¡e 4 f

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flue el eatrt f Can3 10(10 d« d e u ^ ^ t a m b i é n parte de ElIos’ y eS° ' e Vista com ún, q u e es sieio]

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a elemental que lo diversificado, ¿Y que quiénes eran Ellos? Difícil responden Tirando la red superficialmente saldrían muchos, aun­ que con la sonda al abism o, aun siendo menos, sus cuerpos osforescentes podían producir descargas fatales. Pero basta ya por hoy. O í por percepción extra sensorial lo que decían allá aba­ lo en el cubil de los rayos X: Estacionamiento de nivel. ¿Y adóniba a subir sin más espacio?, preguntó un encapuchado. Y a emás, por esas burbujas, sentenció el anterior; parecería que estuviera haciendo un lindo neum otorax espontáneo, pobre mu1er. cuánto m ejor le sería quedarse en un paro respiratorio.

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"IUert0S’ m“ con de levantado1 ® «das. Los del cuadro en primer luí

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cnorme grabado con debajo esta levenda- B a b J gr i t ando cosas a m edia \ Ovaban «. £rta- ^ónde ¡bal 01S,secrei:os m ás altos de Ia # su Cama, ¡ e h * ¿ r 1" ah o ra los libros s ° £ V ! pudo expresar sino oscurame*1

hZ t r á°aL

COmosi ellamiSm*]A¿sc

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ella entreabría de noche las puertas de la biblioteca para que ellos respiraran, puesto que si decían eran, y si eran también respiraban, podían asfixiarse y no decir más sería morir. Pero su incapacidad verbal para los conceptos que pugnaban por hacerse inteligibles había cobrado la justa medida compensatoria en los gritos cada vez más agudas y el llanto copioso que amenazaba con inundar el mundo. El hombre importante del frente agresor pretendió tomar­ la de un brazo, acompañando el ademán con unas palabras que equivaldrían a lo mismo en cualquier idioma desnaturalizante, en cualquier dialecto, en cualquier forma de hablar a un colonial izado para decirle con el poco gasto de verbos en infinitivo y pronombres personales que no molestara más, que dejara vía libre a quien ha Pagado la cosa con dinero, pues no se la lleva de regalo: Nosotros comprar, tú, pequeño pez de plata analfabeto, olvidar libros. Fue entonces cuando Miravalles saltó como una fiera desde sus ancestros selváticos de protesta social y, sacando fuerzas de un pecho que Parecía no dar para más, de unos ojos que acababan de llorar sobre un poema pera que de pronto echaron fuego, vociferó como un Poseído: ]No, tocar a la niña no, hablarle como a un «menso» de los obrajes tampoco, capataces de mala laya, y llevársele el mueble entras ella esté consciente menos aún! Lo que quiso decir, y usteoes, escribas testamenteros y tragabienes de difuntos no entendier0n ni entenderán jamás, fue que los libros estaban vivos, eran cosas que palpitan, y por lo tanto tenían sus funciones, desde el ^ p i r a r al dormir, y eso qué iban a saberlo quienes nunca leerán el ibro que han invadido como plaga, los que ahora se evan e con y * n te para almacenar infolios y protocolos. De modo que fuera de aquí, vendrán cuando la chiquilla esté dormida ya a pierna suel­ ta* estos crímenes se consuman en la oscuridad, raza de topos. Al día siguiente, con menos cosas que las de siempre, se mu a ron a la pequeña casa de la colina, ella con el gato bajo el brazo y dentás no se supo cómo. Y Miravalles fue a morir a un hospital de M ontevideo que se oía nom brar como Italiano, de donde enVl° ün poema para la niña escrito con tinta de color desde luego unicornio. ¿Que desde qué tiempo concretamente el periodo de l°s unicornios? Se diría que a partir del hombre paraguayo y a de s„ f„BM presencia? Asomó entre las . m y nes y £ que de él quedó, retrato, lágrimas guardadas en un libro, defensoria d e m

f c

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Un mStante dramátic°> Poema en cinta sepia, fuero S a u e l ^ T 0 Tapiz d,d museo de ClunV: on to d o que daba fc ndo aUnque de sustancia i n a p r e h e n s i b l ^ realidad dpi* * ^ ^,er'a perdurar con o sin m ateria en Sólo aue los n Ü i^ n° ? peÍ° mitico sostiene la m ucba¿ J unicorne serían f * * * * * * * a « W « * r después el ^ porque allí cercad ** í Cam*ílén merios yermos en la otra casaMarianna sacó ac j ba seco hasta el r e s q u e b r a ja n ^ ^ abierta Hacia h s ¿ m n ^ " 030 aiíibe situado junto a la 6^ dedales. Qué ilusión- k k ° S y ,erT?Pezó a regar el desierto abiertas como sacos sin f00? r tlCrra Perrnanec,an la % hacer algo extraño Pp Fue entonces cu a n d o se la ^ unas bolillas con saliv"10^ ? aquel]a tierra con las uñaS’ n ui> idioma brutal e m « ^ Paima de la m ano y luego? en y más cosas al suelo ^ es así [as cabras no dan í u 1' ■ ma'dic iones calabresas- . u aquí, por lo que ecbe>ni Hueve, ni la tierra produce, rnnifi ieo en mi m m r, — fri

salían los á r b n w T I ñabían escuchado. Entre** carrif individuali2and ? el.día correspondiente de hora rY.Ueiera c°uto el té d° ru^ os circundantes. El de

* « ¡ £ 2 ? estuviera personas’uno sierapre a 0 ^ dinamia mism o- ^ desdeet^jP^ignándose JI ÜQas ameras, y son Ellof» YOtroi^íeri10yexnlaS qUe, Penden la mecha del t* ranas, De^° qtlesólo tení/^1-P‘erre_Joseph, Mijail, el Er Pües|aca° eso se llamaba reglmen nocturno, el del arroy ^ Satenía Yel lamento de una habitado en sus cercanías, el Marión

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hacía cestos de mimbre y se llamaba Policarpio Aranda. Y allá lijos, dijo un día M arianna, se divisa la casa de piedra de alguien que ya murió y que era la mitad malo y la mitad bueno, y nunca se supo qué cosa lo dividía. Tu abuelo iba a jugar con el a las cartas todas las largas noches. Se oía ladrar los perros y el hombre vociferaba: Algún hijo de puta que anda merodeando en mi ha­ cienda, mátelo, pero con su escopeta, con mis armas sólo he juga­ do limpio en la guerra, porque yo me he visto siempre entre la sangre nunca entre la m... Tu abuelo disparaba entonces al aire, y hubieran sido tantos los muertos que arrojara al arroyo según las ^ p re sa s órdenes del hombre, que ni el Ganges los hubiese conte­ nido. Luego, y si alguien expiraba en pobreza por aquellos con­ tornos dejando una familia desposeída, la mirad buena caía alh conao una bendición: alimentos, zapatos, piezas de género. Y que Dl5 se lo pague, señoi^ que Dios lo guarde muchos anos por todo esto que el fínadito estará mirando desde el cielo, y había también un bosque atravesando el campo, zona que a Fiorella le estaba prohibido frecuentar. Y más allá una laguna lunto a ]a que vívía cierta mujer pelirroja con su m ando que | taba jaba en las canteras, pero no hablar de esta mujer delante de £ Pequeña abuela Cosenza si llegaban algún día hasta sus casas. Y tam poco convenía al final del bosque acercarse al matadero de donde corría mucha sangre. Sólo los Caña podían hacerlo. Vlan e n e l C a ñ a v e r a l, d e a h í el n o m b re , y su p a d re era n a d a m e n o s q u e ej s e p u ltu r e r o d e l p u e b lo . , T o d o a q u e llo fu e d ic h o y a s im ila d o en re m o lin o , m e n o s el t r i c o r n i o tr a í d o p o r M ir a v a lle s y n u n c a v isto e n to n c e s. H a s ta ^ üe a p a r e c ió d e c u e r p o e n re ro e n u n g ra b a d o d e los lib ro s del ^ n a s t o . E s ta b a b e b ie n d o a o rilla s d e u n m iste rio so n o , r c n i a f o ^ d e c a b a llo p e q u e ñ o y u n c u e r n o re c to e n la fre n te. ^ c o m i o d e l g r a b a d o , es d e c ir e l d e l a rro y o del r u m o r J a m u o al a ir e p a re c id o a u n re lin c h o , y c u a n d o y a ib a a sa lir d lsP a r a d o com o u n a fle c h a , m e rió s u c u e rn o d e n tr o d e la fíe n te y d e s p r o v is to j c o m o la a n te n a d e u n w alkie-taikie , d o c to r d o a s e g u rá r s e lo - l e d ijo a l v e rlo e n t r a r d e tr a s d e l s o m b río r o s tro , h e rid ^ ü d o c ^ r a x ja d e a b a p o r a lg ú n r in c ó n c o m o

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he hecho un neum otorax, LíJ

abajof n o S y a 650 3 que tra í^ e n í¡ f ’

Ul

qué le im PO rta? El n e u m o t o r a x e s c o s a mí* la ^ b l i l l a c o n lo s ú l t i m o s re g is0"0*

J fU ¿ 0,3(10 >’ e s c u lló : sigue l l a m a n d o ^ ^ C°jn ^ marca de bueno se vino abajo-

^

P l e u r a T u l IrÍgoiria ese 2* pelotari que se Jo nífnd3” % adente>