Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Los bailes chinos, hermandades de músicos danzantes devotos de la Virgen, que expresan su fe con bailes, cantos e instrumentos, son el único patrimonio chileno inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Por Rosario Mena

REVISA EL PDF DEL LIBRO SOBRE LOS BAILES CHINOS “SERÁ HASTA LA VUELTA DE AÑO” http://www.cultura.gob.cl/wp-content/uploads/2015/03/libro- bailes-chinos.pdf

REVISA LA LISTA REPRESENTATIVA DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD http://www.unesco.org/culture/ich/es/listas

La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Mundial, que fue adoptada en 2003 por la Conferencia General de UNESCO y está vigente desde 2006, tiene cuatro objetivos principales: salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial; garantizar el respeto del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades, grupos e individuos interesados; sensibilizar a la sociedad sobre la importancia del patrimonio cultural inmaterial en el plano local, nacional e internacional y establecer una cooperación a nivel internacional.

El “patrimonio cultural inmaterial” se define en la Convención como “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes– que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”

Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. Dentro de él se incluyen las tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma; las artes escénicas tradicionales; los usos sociales, rituales y actos festivos; los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo y las técnicas artesanales tradicionales.

La Convención establece, entre otras acciones, la inscripción de elementos del patrimonio cultural inmaterial en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, compuesta de más de más de 400 elementos de todos los rincones del planeta que, si bien no por integrar la lista pueden considerarse más importantes que otros –en el entendido de que todo aquello que es significativo para una comunidad es igualmente importante y valioso- son ejemplo de manifestaciones cuya riqueza y raigambre las hace merecedoras de la atención y protección por parte de las comunidades locales, los países y la comunidad internacional.

Danzantes devotos

Los Bailes Chinos, cofradías de músicos danzantes devotos de la virgen, son el único patrimonio chileno inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de Unesco, a la cual ingresaron en el año 2014. Sus integrantes expresan su fe a través de música, bailes y cantos aprendidos por observación directa y transmisión oral a través de las generaciones.

Con más de tres siglos de antigüedad, esta manifestación se desarrolla con gran apego a sus formas tradicionales originales, además de constituir un modelo de integración y cohesión social comunitaria, confiriendo a sus participantes un sentido de identidad y pertenencia y fomentando valores de compañerismo y solidaridad.

Los bailes chinos abarcan un amplio territorio desde el norte chico hasta los valles de la zona central de Chile, fundamentalmente en las regiones de Atacama, Coquimbo y Valparaíso e, incluso, la región Metropolitana, alcanzando también, actualmente, la zona del Norte Grande, donde se hacen presentes en celebraciones como la Fiesta de la Virgen del Carmen de La Tirana, al interior de Iquique. La manifestación presenta diferentes estilos de acuerdo a las distintas zonas.

Organizaciones de composición eminentemente familiar, integrada también por vecinos o compañeros de trabajo (campesinos, mineros, pescadores) su principal función es participar, junto a otros bailes y asistentes, en los ceremoniales de las fiestas religiosas celebradas en los pueblos en homenaje a los santos patronos o la Virgen María.

En palabras del musicólogo Agustín Ruiz “un baile chino realiza dos procedimientos rituales complementarios: acompañar a la imagen de la Virgen con danza y música instrumental de flauta y tambor y realizar las rogativas, loas, saludos y despedidas, mediante un canto a capella, en coplas y décimas memorizadas o improvisadas” La importancia de los chinos frente a otras cofradías, se refleja en su función de sacar la imagen sagrada del templo y conducirla en la procesión.

Estructura rigurosa

Organizados principalmente por hombres de las zonas rurales – sólo en las últimas décadas se han integrado mujeres a sus filas- los bailes chinos se caracterizan por la ejecución de saltos, flexiones de piernas y otros movimientos de gran exigencia física, al compás de una música instrumental de patrones rítmicos y tonales repetitivos, interpretada con percusiones y flautas de origen precolombino, siendo expresión del sincretismo indígena-católico producto de la colonización española. Canto y baile son inseparables, ya que el chino baila y toca su flauta o tambor de manera simultánea y coordinada.

Si bien hay variaciones entre ellos, en general el baile chino se organiza mediante dos columnas paralelas y simétricas de flautas – que tocan al unísono, en bloque y de modo intercalado- y un cuerpo central de tambores que se ubica entre ambas columnas. Por su parte los tambores van marcando el tiempo en el que deben tocar las flautas. En algunos casos se desarrollan figuras coreográficas colectivas, como cuadrados y cruces. Cada grupo, compuesto de entre 12 y 30 integrantes, es encabezado por un abanderado, el cual canta coplas de tema religioso, memorizadas o improvisadas, cuyas estrofas narran relatos piadosos, o bien interpela a la imagen sagrada a fin de saludarla o despedirse, pedirle una bendición o agradecerle un favor concedido.

El canto cumple la función de establecer un vínculo entre los devotos y la divinidad. Es interesante notar que en la región de Valparaíso el canto de alférez obedece a la forma métrica de la décima, propia de los cantores campesinos, asimismo, los abanderados de distintos bailes pueden saludarse entre sí utilizando payas.

El origen

Los primeros antecedentes de esta tradición se remontan al periodo precolombino, época en la que los mapuches del «Complejo Cultural Aconcagua», ubicado en la zona central de Chile entre los años 900 y 1400, fabricaron instrumentos musicales de piedra similares a las flautas empleadas en los bailes chinos y a las pifilcas actuales. Tras la llegada de los conquistadores españoles y la evangelización, se produjo un efecto de sincretismo con el cristianismo, adoptando las danzas rituales elementos propios de la cultura hispana e insertándose en celebraciones programadas de acuerdo al calendario católico.

La palabra «chino» (de origen quechua- aymara, que significa “servidor) fue usada por el inca para referirse a sus sirvientes y luego pasó a ser utilizada por los españoles para referirse a sus sirvientes indígenas de las encomiendas. Es precisamente entre éstos que se origina en 1585 el primer baile chino, en el asentamiento minero de Andacollo, donde se inicia un culto a la Virgen del Rosario. La confluencia de indígenas de distintas procedencias, llevados a este lugar por la necesidad de mano de obra para la explotación del oro, marca el carácter eminentemente mestizo y proletario de esta manifestación.

Si en sus inicios el baile estuvo compuesto exclusivamente por mineros, luego se fueron sumando los campesinos. Asimismo, fue extendiéndose hacia el norte y hacia el sur con el regreso de los mineros a sus localidades de origen lo que explica su amplia expansión territorial y adhesión social. La historia cuenta que la imagen adorada perteneció a españoles fundadores de la ciudad de La Serena que, tras ser atacados por indígenas de Copiapó huyeron a los cerros de Andacollo, donde escondieron la imagen de la Virgen. Allí permaneció oculta hasta que a fines del siglo XVI fue hallada por un indígena del sector, quien la llevó a su casa donde comenzó a adorarla junto a su familia. Paulatinamente, el culto se fue extendiendo al resto del poblado, hasta que alrededor del año 1580 la autoridad eclesiástica decide levantar una capilla en su honor.

Aproximadamente cinco años después, los fieles comenzaron a manifestarse a través de los “bailes chinos” como forma de adoración a la Virgen de Andacollo. En el año 1644 se oficializó el culto, otorgando a la capilla el nombre de Nuestra Señora del Rosario. Lamentablemente, no se sabe cómo ni por qué, la Virgen original desapareció. Los vecinos organizados y liderados por el el párroco Bernardino Álvarez de Tobar, reunieron el dinero para comprar en Lima una nueva imagen de la Virgen , la cual llegó a principios del año 1676.