«El orgullo es hijo del Ego y de la inseguridad, hermano de la Arrogancia y la Soberbia y Padre de la manipulación y la apariencia del falso control, del conflicto y la soledad afectiva»

¿Tienes o has tenido a tu alrededor personas a las que has etiquetado como orgullosas, vanidosas, arrogantes, egocéntricas? Seguro que sí y la forma en la que las hayamos «lidiado» marcarán la diferencia en nuestras relaciones con ellas, los efectos en nuestra salud mental y autoestima. Tratar con las personas orgullosas es relacionarse con su familia, su padre , el «Ego» y su madre «Inseguridad»; las hermanas «Arrogancia y Soberbia», tan unidas ellas; y sus hijos, «la manipulación y los conflictos perpetuos. Analicemos por parte a la gran familia que rodea a esa persona «orgullosa» en su acepción negativa, pero empecemos por analizar sus características para poder abordarlo de forma sistémica.

Nuestro protagonista, Orgullo se mueve en una constante demostración de cierto estatus que le puede llevar a despreciar a los demás, a no asumir sus culpas, a no saber perdir perdón y culpabilizar a otros de sus propias debilidades. Esta forma de ser y proceder suele llevarle a conflictos interpersonales y a crearle una cierta inestabilidad emocional que genera a su vez un comportamiento limitante y a un mayor número de conflictos que le encierran en un bucle sin fin. Suelen terminar siendo víctimas de sí mismos. Y es que Orgullo está reñido con sus primas lejanas, Empatía y Humildad, cuyo padre guía es el Autoconocimiento, y del que poco quiere saber por si encuentra en él aquello de lo que está huyendo.

Las hermanas Arrogancia y Soberbia se mueven en la demostración constante de un estatus superior a los demás, sirviéndose del menosprecio hacia los demás para conseguir sus objetivos. Aunque puede parecer en principio que gozan de una alta autoestima, muchas veces esconden tras ellas las dudas e inseguridades que les acompañan allá donde van. Trabajan duro, pues mantener una fachada y apariencia constante que oculten a éstas es duro. Demostrarse a ellas y al resto que tienen todo bajo control es su principal tarea. A la mayoría de la gente no le gustan las personas prepotentes, pues éstas suelen faltar al respeto, menospreciar, ningunear o agredir a quienes no les siguen en sus creencias de superioridad delirantes, pues necesitan de la admiración y el aprecio de otras personas que les mantenga en esas creencias.

Para entender a Orgullo y a sus hermanas, tenemos que analizar a Ego, el padre de familia que les otorga un gran componente genético y aprendido en esas creencias. No en vano vamos a ver estas características en personalidades egocéntricas y narcisistas. Nuestro ego se desarrolla en edades tempranas; la Ciencia nos dice que ya en edades tempranas se desarrollan actitudes arrogantes en el proceso natural de identidad. Y en lo que es un proceso evolutivo normal, se abandona esa postura egocéntrica en un desarrollo que permite una imagen más objetiva de uno mismo y del mundo que nos rodea. Las personalidades egocéntricas en algún momento se han quedado allí, en esos momentos, no dando el paso madurativo necesario de desarrollo y que les lleva a un serio problema de autoestima y a ese comportamiento infantil. De hecho, esa creencia de superioridad no deja de ser un mecanismo de defensa que les ayuda a mantenerse en un supuesto equilibrio y sensación de control frente a su baja autoestima y miedo al rechazo.

Y de esta familia, surgen los hijos, las consecuencias sociales y afectivas que todo lo inundan. Al tratar a todas las personas desde esa creencia de superioridad y necesidad de admiración, pueden llegar a rodearse de personas que mantengan las relaciones en un nivel superficial, pero no lleguen a mantener relaciones afectivas verdaderas y sentirse en cierta medida aislados en esas relaciones personales, sintiéndose incomprendidos y alimentando sus creencias limitantes. Como no suelen tolerar la frustración, los comportamientos de menosprecio y desprecio a los otros aumenta, cerrando un círculo vicioso difícil de romper que puede terminar en una soledad afectiva perpetuada.

¿Cómo saber si perteneces a esta gran familia o si tienes a alguien cerca?

Si se es de esta gran familia, difícilmente se reconocerá en ella, pues no guía el padre Autoconocimiento, ni se tiene a las hermanas Empatía y Humildad que acompañen en el proceso reflexivo necesario para ser consciente de ello, así que difícil reconocerse ni esperemos que lo reconozcan.

Si no se pertenece a la familia pero se tiene a alguien cerca, es bueno reconocer y actuar para salvaguardar la salud psicológica necesaria. Para reconocerla, sólo hay que fijarse en esas personas que necesitan constante atención y halagos, mostrando rechazo hacia la crítica; todo gira en torno a ellos y las conversaciones se traducen en cómo se sienten ellos o en sus razones, nunca en las de los otros. Pueden llegar a cautivar en los inicios, pues suelen ser unos grandes manipuladores emocionales en busca de ese constante reconocimiento por parte de los demás y que pueden convertirse en crueldad en el futuro precisamente por la falta de empatía que les caracteriza. En su actitud despótica, algo que puede delatarles es que son personas a las que les cuesta reírse de sí mismos, pues esta característica, muestra de una sana salud psicológica al mostrar abiertamente los defectos, en este caso les puede dejar desnudos ante ellos y ante terceros. Y por último y entre otras muchas que quedan en el tintero, suelen ser dominantes y adoptan actitudes intimidantes hacia los otros. Como reza una cita de Arturo Graf, «El saber y la razón hablan, la arrogancia y la ignorancia gritan” a lo que yo añado, «también grita el silencio» ante aquello que no desean afrontar o que haga tambalear sus creencias y su ego.

¿Cómo gestionar con Orgullo y su familia?

Si se tiene cerca a Orgullo y su familia y se le da importancia, se pueden sufrir graves consecuencias en la autoestima y la seguridad en uno mismo. Pero como muchas veces no podemos escapar de ellas, lo importante es asegurarse una buena gestión personal para afrontarlas. No darle la importancia, no llevar esas actitudes a un terreno personal, son las primeras de las estrategias para salvaguardar la salud psicológica, pues lo que en principio puede parecer trivial, con el tiempo hará mella y daño. Y, una vez se tiene clara esta postura, manejar los comportamientos con inteligencia será la mejor de las recetas; la primera de todas, no ceder el control ni darles el poder de la relación. No entrar en su juego de elogios y admiración puede ser el mejor de los consejos y ello no significa que no se sepa reconocer los que sí son reales, pero cuidando también los propios; ser empático, aunque el otro no lo sea, también nos refuerza y aporta seguridad en este tipo de relaciones, defender las posturas propias cuando estamos seguros de ellas, comunicar nuestros argumentos y sentimientos de forma directa y… sobre todo… reírnos de la situación. El sentido del humor nos ayudará a fortalecernos y a gestionar con paciencia algunas o muchas de las situaciones absurdas en las que podamos encontrarnos. Pero, sobre todo, no sentirnos protectores y compasivos intentando cambiar estos comportamientos, porque se morirá en el intento, agotado y extenuado…

Orgullo vive en su torre de cristal en un espacio demasiado pequeño para ver más allá de sí mismo, de su padre y sus hermanas. Si toca convivir con Orgullo y su familia, mejor llenar una mochila de recursos psicológicos del padre Autoconocimiento para no caer rendido. Como reza el refranero popular, «A la arrogancia del pedir, la virtud del no dar»

«A ojos del infinito, todo orgullo no es más que polvo y ceniza”. Leon Tolstoi

¡Muchas gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo

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