Los guardianes, apretujados, permanecieron en un silencio sepulcral mientras la silueta del comandante Zavala se dibujaba sobre la mesa.

Sentada, una figura encapuchada, envuelta repentinamente en sombras, se inclinó hacia atrás hasta que su cabeza golpeó el torso de Zavala. Alzó la barbilla, estiró el cuello y esbozó una sonrisa invertida.

Se le cayó la capucha. "¿A qué viene esa cara larga, Jefazo Azul?, dijo el Nómada. "Alguien tiene que enseñarles cómo funciona la ofensiva".

"Saca esto de mi Torre", dijo el titán con dureza.

Un miedo antiguo le cambió la cara al Nómada. Se inclinó, guardó el contenido de la mesa en su mochila (cables enredados, una lente roja, fragmentos de hueso, un ojo verde que giraba sin control en un frasco con líquido espeso) y se fue sin decir nada.