Luis González Reimann

Creación o destrucción

 













El tiempo cíclico en el hinduismo

 

Los antecedentes de la concepción cíclica del tiempo en la India los encontramos en la antigua literatura védica. En los Vedas, los tres ciclos astronómicos fundamentales, -el día, el mes lunar y el año-, eran con frecuencia considerados como la expresión de un proceso de muerte y regeneración. Por otra parte, los textos védicos de vez en cuando hacen alusión a grandes periodos de tiempo, aunque parece claro que no existía todavía un sistema bien estructurado. Pero cuando penetramos en el mundo de la religión brahmánica post-védica, aquélla que es conocido comúnmente como hinduismo, nos encontramos con un complejo y elaborado sistema de ciclos de tiempo que no tiene antecedentes obvios en la religión védica.

La visión cíclica del tiempo se convirtió en un elemento tan fundamental de la cosmovisión hinduista que podríamos afirmar recurriendo a un juego de palabras, que el hinduismo gira en torno a la concepción cíclica del universo. Esta interpretación del tiempo se manifiesta en tres concepciones básicas de gran importancia:

1 La teoría de la reencarnación.

2 La idea de que el mundo está sujeto a creaciones y destrucciones periódicas.

3 La contraposición entre el proceso de creación del mundo y el de la liberación espiritual del individuo.

Con respecto a la reencarnación podemos decir que los textos filosóficos conocidos como Upanisads ?que es donde la teoría aparece ya con claridad- la trasmigración es considerada como el girar del alma individual en la rueda de las muertes y los renacimientos, el sansâra. Y es sólo al lograr escapar de esta rueda y reintegrarse en la Unidad Original que el alma logra la liberación final y deja así de estar sujeta al tiempo con todos sus procesos cíclicos. Mientras no hay alcanzado la liberación, el moksa , el individuo renace una y otra vez en diferentes cuerpos; y no solamente en cuerpos humanos, ya que la naturaleza de sus actos puede traer como consecuencia que renazca ya sea como un ser superior o como un animal. El siguiente pasaje del Mahâbhârata es muy elocuente:

Así en el sansâra, cae aquí de vientre en vientre, puesto a girar como una rueda por la ignorancia, el karman , y la sed.

Da vueltas en los seres, desde Brama hasta una hoja de pasto, naciendo una y otra vez, en el agua, en la tierra, o en el aire.

Y en otro libro de la Epopeya:

La muerte está implícita en el nacimiento y el nacimiento va unido a la muerte.

Aquél que desconoce las reglas de conducta (dharmas) que conducen a la liberación, gira atrapado (entre la vida y la muerte) como una rueda.

Las dificultades que enfrenta el individuo en su intento por salirse de esta rueda y alcanzar la liberación, hacen que el autor de la popular canción medieval Bhaja Govindam exclame, en un ligero tono de melancólica desesperación:

Otra vez nacimiento, otra vez muerte.

Otra vez yacer en el seno materno.

Aquí en el sansâra, inmenso y muy

difícil de cruzar, ¡por compasión

protégeme, oh Murâri (Krisna/Visnu)!

La teoría de la reencarnación es tan importante en el periodo post-védico, que no solamente es esencial para el hinduismo sino también para el budismo y el jainismo, las otras dos grandes religiones del subcontinente; si bien su mecanismo no es concebido en la misma forma en cada una de estas religiones. La segunda expresión importante de la visión cíclica la encontramos en la idea de que el mundo se crea y se destruye periódicamente. La creación se da al comienzo de un ciclo cósmico, y la destrucción cuando el ciclo llega a su fin. 1 Estas destrucciones, consideradas también como disoluciones, pueden ser de dos tipos: totales o parciales. La destrucción total es aquella que trae consigo una completa disolución del mundo y su reabsorción en la Unidad Original, el Absoluto, a partir del cual había sido creado. La destrucción parcial, por su parte, no implica una reabsorción completa en la Unidad Original; los elementos de la Naturaleza permanecen en un estado latente hasta el momento en el que vuelven a integrar el universo gracias a una especie de creación menor. Las destrucciones parciales acontecen al final de ciclos cortos, y las disoluciones totales al llegar a su fin los ciclos largos.

En el hinduismo, los ciclos de creación y destrucción del mundo son de cuatro tipos: los kalpas o días de Brahmâ, la vida de Brahmâ, los manvantaras o periodos presididos por un Manu y los yugas.

Al igual que en el caso de la reencarnación, la teoría de grandes ciclos cósmicos tiene importancia en las doctrinas budistas y jainistas, aunque también aquí hay diferencias entre los sistemas de cada una de las tres religiones.

La tercera expresión de la concepción cíclica está íntimamente ligada a las anteriores, pero hemos preferido considerarla por separado para mayor claridad. Se trata del proceso de creación que se da a partir del Principio Original, y el retorno al origen que es logrado por el individuo que obtiene la liberación espiritual. En este caso, el individuo se libera del ciclo de las transmigraciones y regresa al lugar del cual partió originalmente, es decir al Absoluto, el estado indiferenciado en el cual se encontraba antes de la creación.

Este proceso de liberación equivale, en cierto modo, a una destrucción del individuo diferenciado, a fin de que pueda fusionarse o identificarse con el Absoluto. 2

El ciclo de creación-liberación está relacionado con los periodos de creación y destrucción del universo ya que, en estos últimos, la destrucción puede también implicar, cuando es total, un retorno, una reabsorción en el Principio Original. Pero en el caso de la liberación individual el alma puede reintegrarse sin que sea necesario que todo el mundo creado regrese al estado en el que se encontraba antes de la creación.

La idea de la reabsorción del mundo en aquello a partir de los cuales fue creado la encontramos ya en las Upanisads tempranas. Según la Chândogya Upanisad, la meta de todas las criaturas es regresar al âkâ s a (el espacio), del cual habían surgido. Y en la Taittiriya Upanisad se dice que aquello de lo cual nacen los seres, por lo que viven, y a lo que regresan, es Brahma, el Absoluto. En una de las Upanisads tardías, la Maitrâyaníya, Brahma es identificado con el âkâ s a al ser llamado âkâ s âtman ; y de acuerdo con este texto, el universo es creado a partir del âkâ s â y a él regresa. En otra Upanisad tardía, la Mundaka , se habla de que los seres surgen del inmutable, al cual retornan. Una idea similar aparece en la Svetâ s vatara Upanisad.

Pero la idea de aniquilaciones periódicas del universo no la encontramos en las Upanisads tempranas, por lo menos no de manera clara; y aún en el caso de una Upanisad tardía como al Maitrâyaníya, el pasaje que implicaría la existencia de esta concepción es, probablemente, una interpolación posterior.

Es muy probable que, tal y como lo supone Deussen, cuando las Upanisads tempranas hablan de la reabsorción de los elementos de la creación se estén refiriendo, más que nada, a la reabsorción del individuo, es decir a la liberación.

Podemos suponer, en términos generales, que dos tipos de ciclos, la rueda de las transmigraciones y el proceso de creación-liberación, ya tenían una forma más o menos definida en las Upanisads; mientras que la idea de reabsorciones periódicas de todo el universo fue tomando fuerza posteriormente. Esto, naturalmente, no excluye la posibilidad de que existiesen descripciones de grandes cataclismos, 3 pero nos estamos refiriendo a la concepción de que una conflagración implica una reintegración de los elementos de la naturaleza en su lugar de origen, así como al carácter recurrente de este proceso.

Al analizar las tres manifestaciones de la concepción cíclica, y con la finalidad de comprenderlas mejor, podríamos decir que existen dos tipos de representación cíclica: una ?vertical? y otra ?horizontal?. La vertical sería la que implica pasar del Absoluto hacia el mundo creado, así como el regreso hacia el Absoluto. Y la horizontal vendría siendo la que implica un movimiento rotatorio en el mundo creado, sin la posibilidad de regresar al Absoluto, al Origen.

En el siguiente diagrama ilustramos estos dos tipos de concepción cíclica, sin incluir las disoluciones parciales del mundo:

De acuerdo con esto, el ciclo creación-liberación pertenece al tipo vertical, mientras que la rueda de las muertes y renacimientos, el sansâra , corresponde más bien a la horizontal. En lo que se refiere a los ciclos de creación y destrucción del mundo, estos podrían ser tanto del tipo vertical como del horizontal, dependiendo del tipo de disolución. Si se trata de una disolución total, el ciclo será vertical, ya que todo el mundo se reabsorbe. En el caso de una disolución parcial, por otra parte, podríamos considerar que el ciclo es de tipo horizontal porque no se da una reintegración de los elementos de la Naturaleza.

Con el proceso de creación se cumple la primera mitad del ciclo vertical, el descenso a la materia; y es en este momento que los seres ingresan a la rueda de las transmigraciones. En ella giran incesantemente mientras no logren obtener la liberación. Cuando un ser finalmente consigue liberarse, escapa de la rueda del sansâra e ingresa nuevamente al ciclo vertical para recorrer su segunda mitad en el camino de regreso al Origen. Si no logra liberarse, tendrá que esperar hasta el momento de una disolución total del universo para poder retornar, junto con toda la creación, a su estado original. En cierto modo, podríamos considerar a la rueda de las transmigraciones más bien como una especie de espiral que puede subir o descender ya que, según sus acciones, el individuo reencarnará en una categoría de seres más cercana o más alejada del Principio Original. Como se puede ver en a cita del Mahâbhârata transcrita más arriba, el ámbito del sansâra incluye desde Brahmâ, el dios creador, hasta el reino vegetal. 4 Es notorio también el hecho de que si bien en el sansâra el individuo gira una y otra vez, la rueda vertical la recorre solamente en una ocasión: desciende con la creación, y asciende gracias a la liberación, o, si no la ha alcanzado, al llegar la disolución total del universo.

Es importante mencionar el hecho de que en el movimiento a lo largo del ciclo vertical, al producirse la reabsorción (ya sea gracias a la liberación individual o a una disolución total del universo) el camino recorrido es el mismo que durante la creación, sólo que en el sentido contrario. De acuerdo con un pasaje del Moksadharma, en el Mahâbhârata:

Lo que es producido a partir de algo

en eso mismo se disuelve.

Se disuelven en el sentido inverso

de aquél en el cual fueron creados

por el âtman (ser) interno.

Los gunas (cualidades)

siempre se producen en el orden normal,

y se disuelven en el orden inverso,

al igual que las olas del mar.

Esta idea de ir y regresar por el mismo camino recuerda el movimiento del Sol durante el uttarâyana , es decir su desplazamiento hacia el norte, del 22 de diciembre al 22 de junio y el daksinâyana , su desplazamiento hacia el sur, del 22 de junio al 22 de diciembre, y en el ritual védico del gavâm ayana el cual se prolonga por un año, la sucesión de acciones rituales sigue su orden normal durante la primera mitad del año, y se debe ejecutar en el orden contrario durante la otra mitad. El pasaje del Moksdharma continúa:

Así es la creación y la disolución

de prakrti (la Naturaleza)?

Este (mundo) tiene unidad en la disolución

y pluralidad una vez que él lo ha creado;

quienes reflexionan lo comprenden así.

?. unidad en su disolución y pluralidad

al ser puesto en movimiento.

Encontramos aquí una clara expresión de otra característica del proceso de creación y disolución. La creación implica pasar de la unidad a la multiplicidad; y la disolución, a su vez, trae como consecuencia un retorno de la multiplicidad hacia la Unidad Original.

Otro elemento interesante, el cual quedará incorporado a la teoría de los días y noches de Brahmâ, es el de percibir el proceso de creación como un despertar. En el pasaje de la Maitrâyaníya Upanisad al que nos hemos referido ya en dos ocasiones, se dice que Brahma hace que el mundo despierte (bodhayati), es decir que sea creado, a partir del âkâ s a. La elaboración posterior de esta idea resulta clara; si la creación es un despertar, la destrucción debe ser el equivalente de dormirse. Es por esto que la alternancia entre el despertar y el sueño de Brahma constituye, según el sistema de kalpas, la constante creación y destrucción del mundo. El Mânava Dharma Sâstra lo expresa de la siguiente manera:

? ese (dios, inmutable, al despertar y dormir, incesantemente trae a la vida y destruye todo este (mundo) de lo móvil y lo que no se mueve.

Por último, debemos señalar que la contraposición entre el estado de vigilia y el sueño es, simultáneamente, una contraposición entre la actividad y el descanso:

Cuando ese dios despierta,

este mundo entra en actividad;

cuando duerme tranquilamente,

entonces todo desaparece. 5

Esta asociación entre el día, la actividad y, por extensión, la creación, así como el paralelismo entre la noche, el reposo y la disolución, no es sino una versión amplificada del ritmo normal de la vida humana. El mismo texto explica enseguida que tanto en el caso de los hombres como en el de los dioses y los ancestros, el día es para entrar en actividad mientras que la noche está destinada al reposo. 6 Como la actividad de Brahmâ consiste en crear, su día constituye la creación del mundo; y su noche, es decir su periodo de descanso, la disolución del mismo.

1 Dado que entre el momento de la creación y el de la destrucción el mundo subsiste y permanece activo, surge entre estos dos extremos el concepto de la preservación del universo. Tenemos la secuencia creación-preservación-destrucción, la cual es personificada en la tríada de los grandes dioses del hinduismo: Brahmâ, Visnu y Siva. Brahmâ crea el universo; Visnu lo preserva encarnando periódicamente bajo la forma de alguno de sus avatâras ; y Siva lo destruye al final de cada ciclo. El hinduismo estará constituido, de hecho, por dos grandes ramas sectarias: los vaisnavas o adoradores de Visnu, y los sáiva s o adoradores de Siva. Hay que aclarar, sin embargo, que las distintas sectas hablan de un Dios Supremo que se encuentra más allá de los procesos de creación, preservación y destrucción, y del cual estos tres aspectos no son sino, atributos. Para los vaisnavas este ser trascendente será el Visnu supremo, a diferencia del Visnu de la tríada de dioses, cuya única función es la de preservar el universo. Para los sáivas, se tratará más bien del Siva supremo, por encima del Siva de la tríada. Por otra parte, para escuelas como el Vedanta, el Principio Supremo, el Absoluto, es Brahmâ, el cual se distingue de Brahmâ (el dios creador de la tríada) por su género gramatical. La palabra original (Brahman) es la misma, pero si se trata del dios creador, su género es masculino (Brahmâ); mientras que si la alusión es al Absoluto, el género es neutro (Brahma).

2 Ya que la liberación se logra por medio de la práctica de los diversos métodos del yoga, resulta lógico que Siva (el dios que representaba el aspecto destructor) esté íntimamente ligado a las tradiciones del yoga, especialmente en el caso del hatha yoga y el yoga tántrico.

3 De hecho, antes de las Upanisads contamos con la historia de un gran cataclismo en uno de los Brâhmanas. Se trata de la versión india del diluvio, la cual aparece por primera vez en el Satapatha Brahmana, y cuyo parecido con la narración de Mesopotamia es notorio.

4 Debemos mencionar la sugerencia de Biardeau de que los ciclos puránicos de creación y destrucción del universo habrían de ser una proyección macrocósmica de lo que la reencarnación es a nivel microcósmico. Según los Puranas, la disolución total del universo se presenta al finalizar la vida de Brahmâ, el dios creador. Después de esta gran disolución, y tras un periodo de reposo cósmico, nace un nuevo Brahmâ y, con él, un nuevo universo. Y este proceso se repite indefinidamente. De esta manera, la creación, destrucción y re-creación del universo podría considerarse como la constante trasmigración del dios Brahmâ es una especie de gran sansâra cósmico. Asimismo, según Biardeau, cada una de estas disoluciones totales podría interpretarse como la proyección macrocósmica del proceso de liberación individual. Así como la liberación es la disolución del individuo, la destrucción total del universo es la disolución del gran Hombre Cósmico, el Purusa Universal, identificado en este caso con Brahmâ.

5 MDhS1.52; ?desaparece? o ?se duerme?. El verbo empleado para indicar que el mundo desaparece es nimílati , que significa tanto cerrar los ojos como dormirse o desaparecer, e inclusive morir.

6 El día-noche es de diferente duración según se trate de los dioses, los ancestros o los humanos. En cada caso se divide un ciclo astronómico en sus dos mitades. Para los dioses el ciclo es el año, para los ancestros el mes lunar y para los hombres el día. El día de Brahmâ, sin embargo, ya no corresponde a ningún ciclo astronómico real, sino que es la unidad que permite aglutinar a los diversos grandes ciclos.

Nota

Las notas de este artículo han sido reducidas considerablemente. Para mayores referencias consúltese: González Reimann, Luis, Tiempo cíclico y eras del mundo en la India , que editó El Colegio de México y del cual publicamos aquí el capítulo 5. Las traducciones que aparecen en él son todas del autor.

 


Luis González Reimann , "Creación o destrucción", Revista diagonales, número 3, México, 1987, pp. 85-88.