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La CIA ha embrutecido las conciencias americanas

Una de las peores consecuencias de la conversión del gobierno federal en un estado de seguridad nacional ha sido el embrutecimiento o la deformación de las conciencias del pueblo americano. Con una lealtad inquebrantable al Pentágono, a la Agencia Central de Inteligencia y a la Agencia de Seguridad Nacional, demasiados americanos han sacrificado su sentido del bien y del mal en el altar de la «seguridad nacional», el término de dos palabras que se ha convertido en el más importante del léxico político del pueblo americano.

El mejor ejemplo de este fenómeno es el poder de asesinato de la CIA. La mayoría de los americanos han llegado a aceptar pasivamente este poder, sin pensar en las víctimas contra las que se lleva a cabo y en qué circunstancias se lleva a cabo.

Considere las recientes revelaciones de que la CIA estaba planeando asesinar a Julian Assange, el jefe de WikiLeaks, por revelar al mundo los secretos del lado oscuro del Estado profundo americano.

Por eso los funcionarios americanos lo han perseguido con saña—no porque haya mentido sobre las actividades del Pentágono y la CIA en el lado oscuro, sino porque ha revelado la verdad sobre ellas.

Por eso querían asesinarlo—para silenciarlo, para castigarlo y para enviar un mensaje a otros posibles reveladores de secretos del lado oscuro de la seguridad nacional.

Pero cualquier persona con una conciencia operativa vería fácilmente que asesinar a Assange sería simplemente un asesinato. Y a riesgo de insistir en lo obvio, el asesinato de una persona inocente es simplemente malvado.

Sin embargo, la reacción de la prensa dominante a todo esto ha sido un gran bostezo colectivo. No es gran cosa. Es sólo otro asesinato patrocinado por el Estado con la intención de proteger la «seguridad nacional». Si los funcionarios del estado de seguridad nacional de EEUU han decidido que Assange necesita ser eliminado, entonces es así. Es por eso que tenemos una CIA, después de todo. Tenemos que someternos a su juicio, incluso si eso significa sacrificar nuestras conciencias en el proceso. Después de todo, ese es su trabajo—proteger la «seguridad nacional».

Por cierto, no hay prácticamente ninguna duda de que si pudieran salirse con la suya y asesinar a Edward Snowden por revelar la verdad sobre la actividad del lado oscuro de la NSA, también lo asesinarían. La razón probable por la que no han asesinado a Snowden es porque no han encontrado la manera de sacar a los asesinos de Rusia.

Cuando el gobierno federal se convirtió en un estado de seguridad nacional después de la Segunda Guerra Mundial, el pueblo americano hizo un trato implícito con el diablo. El pacto facultaba a las autoridades de seguridad nacional a participar en actividades del lado oscuro, incluido el asesinato. Pero otra parte del trato era que los funcionarios mantendrían su actividad del lado oscuro en secreto ante el pueblo americano para que la gente no tuviera que lidiar con sus conciencias por una entidad gubernamental que estaba asesinando gente.

El gran «crimen» de Assange y Snowden fue violar ese pacto. Al dar a conocer la actividad del lado oscuro al pueblo americano, corrieron el riesgo de que la conciencia de la gente empezara a funcionar.

Hasta ahora, no parece haber riesgo de que eso ocurra. Consideremos, por ejemplo, el asesinato del general iraní Qassem Soleimani. Eso fue un simple asesinato. Irán y Estados Unidos no están en guerra. Por supuesto, se nos dice que Irán es un «rival», un «enemigo», un «oponente» o un «adversario», pero ¿da eso derecho moral a los funcionarios americanos a asesinar a funcionarios iraníes? No, al igual que no da derecho a los funcionarios iraníes a asesinar a funcionarios americanos.

Sin embargo, una vez más, la reacción de la prensa dominante ante el asesinato de Soleimani fue un gran bostezo colectivo. De manera reveladora, tampoco se expresó ninguna indignación moral entre los ministros de las iglesias de Estados Unidos. Si el Pentágono y la CIA consideraron necesario asesinar a Soleimani, eso es todo lo que necesitamos saber.

Para devolver a Estados Unidos al buen camino, lo que necesitamos es un despertar moral, que implique la operación de la conciencia. Si ese día llegara, no hay duda de que el pueblo americano arrojaría a la CIA al basurero de la historia, donde pertenecen todas las agencias malignas.

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