“Afirmacionismo”

Negar para afirmar y afirmar para agrupar alrededor de sus ideas y valores, eso es el “afirmarcionismo”.

Como en el negacionismo, todo parte de una negación necesaria para no aceptar una verdad incómoda, pero el sentido de la negación y su objetivo es diferente en cada una de las situaciones. 

Las dos forman parte de un planteamiento ideológico y, por tanto, obedecen, como destaca Didier Fassin, a una posición que rechaza la realidad como parte de un grupo que se define a través de esa estrategia, y cohesiona a quienes forman parte de ella. No se trata de negar una parte objetiva de manera individual, sino de hacerlo como miembros de un grupo que mantiene su unidad por medio de la negación y el rechazo de todo aquello que no encaja en su realidad paralela. Pero mientras que el negacionismo actúa como una especie de descarte ideológico que aparta de la realidad todo aquello que no encaja en su puzzle de ideas y valores, el “afirmarcionismo” niega lo que la propia posición ideológica ha mantenido oculto históricamente como parte esencial de la construcción de su realidad, y que ahora se pone de manifiesto como consecuencia de la transformación social y el posicionamiento crítico frente a ese modelo. 

Tanto la negación “negacionista” como la negación “afirmarcionista” consiguen que la referencia quede situada en la realidad definida desde su modelo e ideología, pero el objetivo y las consecuencias son diferentes. 

Cuando, por ejemplo, se niega la pandemia o la seguridad de las vacunas, la realidad definida hasta el momento no se cuestiona, y en el supuesto caso de que se aceptara no supondría una crítica a las posiciones ideológicas, los valores y principios que defienden su modelo.

En cambio, cuando se niega la violencia de género lo que se niega no es que haya mujeres que son asesinadas y maltratadas, sino que dichos asesinatos y agresiones obedecen a una construcción cultural androcéntrica que define los roles masculinos con la capacidad de controlar, corregir y castigar a las mujeres a través de la violencia como algo normal para invisibilizarla en la propia relación de pareja. Y luego, cuando se producen agresiones graves y homicidios, los justifican a través de los mitos y estereotipos que la propia cultura ha creado para presentarlos como algo al margen de sus dictados, como por ejemplo ocurre cuando se dice que el agresor ha actuado bajo los efectos del alcohol, las drogas o una alteración mental.

Al negar la violencia de género se niega el machismo que hay en su génesis, y el papel de la violencia en la perpetuación de la desigualdad que define el modelo androcéntrico que otorga privilegios a los hombres, con el objeto de que se mantenga su modelo a nivel indivicidual y social. 

La negación de la violencia de género lo que hace, no solo es rechazar una verdad incómoda para el modelo androcéntrico, sino que también reafirma su construcción basada en los hombres y en lo masculino, y la posición inferior y secundaria de las mujeres y lo femenino. Y esa reafirmación de sus ideas y de su modelo es la que facilita aglutinar a la gente alrededor de un planteamiento que viven como propio, bien porque coinciden de manera directa con esas ideas, o bien porque se sienten identificados con el modelo y con el orden social definido históricamente. De manera que, sea por ideas o sea por comodidad, costumbre o tradición, al final se sienten cómodos y tranquilos bajo las referencias de siempre. 

Cualquier planteamiento crítico con su forma de entender la sociedad, como supone reconocer la violencia de género, es considerado como un ataque a sus posiciones y da lugar a una reacción beligerante frente a él, como vemos habitualmente en los ataques que desde la derecha y ultraderecha se dirigen hacia el feminismo y las organizaciones de mujeres. 

Esa identificación con las ideas y el orden que produce el “afirmarcionismo” es lo que posibilita aglutinar a la gente alrededor del modelo y de sus propuestas, como estamos viendo con la ultraderecha. El aumento de la ultraderecha no se produce por el negacionismo de las nuevas circunstancias, estas ya son negadas por quienes forman parte nuclear de esa ideología, sino que se produce porque mucha gente que no formaba parte de esas posiciones se siente reafirmada en los valores y el orden remarcado a través de la negación de la realidad que ha sido descubierta. Una realidad que también los cuestiona desde el punto de vista personal en cuanto a su posición individual y social. Porque poner de manifiesto la construcción cultural de género que hay detrás de la violencia contra las mujeres y las niñas, también revela todo el abuso que los hombres tienen a su disposición a través de los privilegios que la sociedad les ha otorgado, aunque no golpeen a nadie. Porque todo lo que los hombres disfrutan como privilegios es a costa de la restricción de los derechos de las mujeres. 

Por eso desde la ultraderecha y la derecha son tan gráficos cuando dicen que la violencia de género va contra los hombres, porque son conscientes que actuar contra la violencia de género no solo significa responder ante las agresiones y los agresores, sino que también requiere modificar las circunstancias culturales de la desigualdad que da lugar a que, por ejemplo, cada año surjan 60 asesinos de mujeres nuevos desde la normalidad.

Debemos desenmascarar esta estrategia conservadora del “afirmarcionismo” y no quedarnos en la escenificación de la negación. Esta es otra de sus trampas para, como vemos que está pasando, reafirmarse en sus ideas y valores a partir de mentiras que solo buscan mantener oculta la verdad incómoda que habían logrado esconder históricamente. 

Hoy gran parte de la negación se hace para afirmar, y una parte de la información se publica para desinformar a través de bulos y fake-news, algo que sólo puede hacer quien cuenta con una posición de poder y una tradición a sus espaldas. De manera que unas veces se niega para afirmar y otras se miente para confundir, y así, entre mentiras y confusiones, el modelo conservador consigue que todo siga igual.