El indiferentismo y la abstención

Batllista Superstar
3 min readMar 25, 2019

He decidido dejar pasar algunas semanas para analizar el panorama político uruguayo en los albores de un nuevo ciclo electoral. A pesar de que, según el consenso de la mayoría de los analistas, el escenario promete ser el más polarizado y competitivo de los últimos 25 años, algo cambió en todo este tiempo y el creciente desinterés para procesar los debates públicos se hace notar, incidiendo en la forma de hacer política; ¿que fue entonces lo que cambió respecto al “país de los tercios” de 1994?

Me encontraba como tantas noches en un bar, bebiendo e intercambiando opiniones con amigos y conocidos, particularmente en dicha ocasión nos acompañaba un grupo de estudiantes extranjeros de un diplomado en comunicación política; como suelo hacer cuando el conocimiento ajeno es aprovechable, me dediqué a escucharlos e ilustrarme. Ante mi inocente pregunta: “para vos, ¿qué tiene que tener un candidato al Parlamento?”; un chileno casi automáticamente me responde:

-“Tiene que hablar lo menos posible sobre ideología y propuestas complejas, que sonría mucho, sea simpático y pintón, que entre a los hogares, salude a todos y acaricie al perro… ¡esas cosas a la gente le encantan!”

Ante mi incredulidad, varios de los que estaban con él asintieron y me aclararon que “eso está todo estudiado”. No soy de los que descreen del conocimiento científico, por lo que me dediqué a observar si esa premisa se cumplía, si era verdad que alguien con un discurso vacío podía conquistar al electorado y asegurarse un lugar en el podio político.

Esta semana se terminaron de conocer las últimas encuestas que actualizan la “foto” de la intención de voto, todas midieron un crecimiento significativo del candidato nacionalista Juan Sartori, el joven magnate que llegó al país hace apenas 6 meses y luego de lanzar su precandidatura se dedicó a recorrer el interior, asistiendo a cuanto festival y fiesta tradicional se encontró y cumpliendo a rajatabla el consejo que aquel chileno me había dado, está logrando lo que varios ansían. ¿Cómo puede ser posible?

Al parecer, el viejo debate político entre dos posturas sumamente antagónicas, que ayudaron a entender el mundo durante las décadas de la guerra fría, hoy está obsoleto. Ya nadie discute si la Democracia Liberal merece ser derrocada, por entenderse un invento de la burguesía para conservar privilegios; el fracaso del marxismo es tan rotundo que han tenido que colonizar luchas que jamás abrazaron, para justificar su visión sectaria de la sociedad. Es por esto, que jamás volveremos a ver un debate como el protagonizado entre Julio María Sanguinetti y Tabaré Vázquez en 1994.

La confrontación de ideas, resulta tan abstracta y ajena a una sociedad acostumbrada a la estabilidad política de casi 35 años de Democracia, que nuestros candidatos están más concentrados en no cometer errores y acomodarse en la nube algodonosa de lo “políticamente correcto”, que en desafiarnos intelectualmente y empujarnos a pensar un país mejor. Es la campaña del slogan, de los jingles pegadizos, del excesivo asesoramiento en maketing, que nos vende un candidato a la par de un electrodoméstico.

En este contexto, no es extraño que a los ojos de un electorado indiferente, el “producto” que brille con la luz de la novedad, atraiga con simpatía colorida y no incomode nuestra rutina predecible, funcione mejor que aquel aburrido y opaco intelectual de las campañas de antes. Tanto la izquierda como la derecha han buscado transformar sus intereses en vacas sagradas, para protegerlas de cualquier aventurero del pensamiento que intente sacudirlas y transformarlas en pos del bien común. Así es que tenemos vedado hablar sobre consejos de salarios, reformar la seguridad social o discutir qué tipo de Fuerzas Armadas queremos.

El indiferentismo y la abstención son, como bien dijo José Batlle y Ordóñez, el suicidio de las Democracias. Una forma de cocinar a fuego lento las voluntades de cambio y el afán reformista que debe imperar en nuestra cultura política. El espacio para el idealismo racional está bacante y es cada vez más imprescindible llenarlo.

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Batllista Superstar

Social-Liberal y Reformista. Militante del glorioso Partido Colorado (Uy), por el sector Ciudadanos. La República por encima de todo.