¡Tengo 41 años y ya chocheo!

¡Tengo 41 años y ya chocheo!

MalachochaMadre del amor hermoso, esto ya empieza a alarmarme.

Oye, que de vez en cuando tiene su gracia ser olvidadiza y despistada; como por ejemplo que se te caiga del neceser la compresa plegada en pleno mostrador de un bar, justo cuando estabas buscando en el bolso esa calderilla suelta que tintineaba cada vez que dabas un paso.

Encima, con los colores discretos que tienen esos paquetitos, ¿verdad? Combinan fetén con la superficie de mármol blanco. Así que de repente, -PLOC-, un sobrecito de plástico amarilllo o verde lima fosforinchi, decorado también con pintitas color fucsia mezcladas con lunares naranja flúor. Como veis, colores muy acordes con el estado de ánimo de cuando te toca usarlas: unas ganas locas de vivir, vamos.

Aunque vaya, esta anécdota no me ha pasado a mí, sino que me la ha contado una amiga, o una prima, o una amiga de mi prima, que le ocurrió eso una vez en no sé dónde. No sé si era un bar o un estanco…Bueno, vaya: QUE ME LO HAN CONTADO, ¿EH?

El problema comienza cuando te crees que hasta el otro día estudiabas en el insti, pero la verdad es que tienes más cosas en común de las que pensabas con respecto a los abuelillos que van al centro cívico. Menos ser un hacha jugando al cinquillo, la verdad es que hay un paradigma análogamente preocupante:

SE ME OLVIDA EL MISMO RECADO CINCO DÍAS SEGUIDOS: Para evitarlo, pongo una pista en la bandejita de la entrada: un documento del banco, una llave para hacerle una copia, una frasco vacío porque hay que comprar otro…Y ni aun así.

Qué cosa más rara, porque la bandejita es lo último que miro antes de cerrar la puerta e irme. ¿Y si va a ser en realidad que lo que miro es a mí misma en el espejito? Misterio resuelto. Atusarme el pelo es lo primero, lo demás, puede esperar; como por ejemplo, una citación en el juzgado. Puede que vaya a la cárcel, pero voy con los pelos bien puestos.

DEJO EL DINERO OLVIDADO EN EL CAJERO: El problema, de todos modos, comienza cuando pasas de contar la típica anécdota de haberte dejado olvidado el dinerín en el cajero automático, a no contarla directamente, porque puede que te suela ocurrir más veces de las deseadas. Así que optas por darle forma de ultrasecreto forjado a fuego que descansará para siempre en lo más profundo de tu ser.

Gracias a esta sana y útil costumbre mía, he conocido a gente de mi pueblo la mar de cuca. Y es que, os lo creáis o no, hay personas supermajas en el mundo, que corren detrás de ti, billetes en mano y veloces como un guepardo para alcanzar a esa que avanza por la calle como si nada. Ahí, dejando 250 euros tirados como si fueran cash del Monopoly.

Cuando ya me alcanzan con los higadillos de fuera, se lo agradezco como si no hubiera un mañana y le regalaré una sonrisa y un saludo hasta el fin de mis días.

Si es que soy un amor, no lo neguéis. Amar es compartir. Y yo, comparto hasta mis finanzas.

SE ME OLVIDAN LOS TÍTULOS DE MIS CANCIONES FAVORITAS: Ojo, aquí ya hemos llegado a un punto preocupante. Yo, la diva musical de mi familia, siendo incapaz de recordar cuatro palabras más importantes en mi vida que “El lunar era benigno”.

Pongamos que estoy con mi Costillo hablando de discos: ¡Ese disco es buenísimo! A mí me encanta la que se llama…eh….esto….eh….bueno, una que empieza por “r”…o “s”….¡No, no! ¡Empieza por “La”! ¿O era “Lo”? ….Vaya, que no me acuerdo del título, así que mejor te canto el estribillo”.

Y ahora sí. Una de mis peores pesadillas:

NO RECORDAR LA MELODÍA DE LAS CANCIONES: Y este es el cénit de mi preocupación acerca de mi chocheamiento. Jamás, nunca en mi vida he borrado de mi mente unos acordes bonitos que me han llegado al fondo de mi corazón. Y últimamente ahí estoy: “Costi, el estribillo era algo así: naranáaaaa, naranáaaaa. No, perdona, era: nironí, nironí, tariaroooo. No, me he equivocado, creo que era: tariaraaaaa, tariaraaaaaa, nariroooo…¡¡¡No me acuerdoooo!!

[Ya tenemos dramón, por supuesto]

NO ACORDARME DE PALABRAS BÁSICAS: Cuidado aquí, lectoras, lectores; que una cosa es que no retengas en la memoria palabras como “Electroencefalografía”, y otra muy distinta es lo siguiente:

[Comida familiar]

YO: Por favor, ¿me pasas el chisme ese? Sí, el chisme ese…¿cómo se llama? El que tiene servilletas dentro.

Otro/a: ¿Quieres decir EL SERVILLETERO?

YO: ¡Sí, eso! Es que no me salía el nombre. [Bochorno]

HABLAR EN UN CÓDIGO INDESCIFRABLE: Relacionado con el anterior punto. Cuando no te vienen a la boca ciertas palabras de acuciada complejidad morfológica y semántica, tales como “pan”, “puerta”, “niño”; una se las tiene que pañar como buenamente puede. Atención:

“COSTI, COGE EL CHISME ESE Y PONLO AQUÍ PERO NO AL LADO DE LA COSA ESTA, SINO CON LO OTRO DE ALLÁ QUE ESTÁ CON EL CHIRIMBOLO AQUEL”.

Olé, ¡con un par!

Lo cierto es que en principio puede no parecer preocupante, pero la lista es mucho más larga. La he acortado por eso del tempo literario, que una cuida no solo el fondo, sino también la forma.

O, más bien, para que nadie me mande directamente al especialista.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *