José Luis Cuevas, el fin y el principio

José Luis Cuevas, el fin y el principio

En el monólogo “Sobre el daño que hace el tabaco” de Anton Chéjov, el personaje de Iván Ivanovich Niujin, esposo de la propietaria de una escuela de música y de un pensionado de señoritas, habría de impartir una supuesta conferencia sobre el consumo de cigarrillos y su peligrosidad; sin embargo, la realidad es que Ivanovich traslada al público a la dimensión de su entorno personal… su vida. El tabaco pasa a segundo plano.

Algo así ocurrió aquel penúltimo día de noviembre de 2007. La anunciada conferencia “José Luis Cuevas: mis orígenes yucatecos” en la cineteca del entonces aún “Teatro Mérida”, derivó a un encuentro entre artista y espectadores en el que el maestro de nuevo hizo de las suyas sin empacho, para romper protocolos, para decir que el arte en nuestro país se encontraba en pésimo estado de salud; para recordar —dijo— tiempos en los que los pintores —sobre todo algún muralista capitalino— portaban armas de fuego y sobre todo para afirmar que él nunca había conocido el fracaso y que “después de Cuevas no hay nadie”.

De sus orígenes yucatecos entonces se habló muy poco… por lo menos sí se dijo que fue hijo de María Novelo Carbonell. “Mi mamá era de los Novelo de Progreso, de Progreso”, repitió, como ya lo había dicho otras veces. Pero nada más.

Y nada de qué extrañarse por lo ocurrido en aquella actividad convocada por el ICY. Todo se podría decir de él: que si disfrutaba la provocación, que si era bravucón, que si estaba muy pagado de sí mismo, que si le encantaba eso de l’enfant terrible, que si era enemigo acérrimo de los muralistas… Y hoy, pasado su breve y polémico funeral en Bellas Artes, se dice que hay un problemón en su familia, que nadie sabe lo que le pasó cuando se murió así, de repente, que hay conflictos por su herencia, en fin…

El maestro Cuevas, hoy y aún después de fallecido, es por supuesto el mismo polemista de siempre; pero sobre todo es el gran pintor y escultor, el gran artista visual que estuvo presente en el Macay de manera constante y prácticamente desde la apertura del recinto, a mediados de los años noventa, hasta sus últimos años.

La primera exposición individual de Cuevas en el museo fue en 1995, “Grabados y dibujos José Luis Cuevas”. También formó parte de varias colectivas, entre ellas, en 2004, con motivo del décimo aniversario del museo, una extensa y significativa muestra que se curó bajo el título “60 años de historia plástica, colección de obra de ganadores del Premio Nacional de Ciencias y Artes” y que incluyó desde obras de los representantes de la Escuela Mexicana de Pintura (Orozco, Rivera y Siquieros entre ellos, por supuesto) y en la que Cuevas, perteneciente a la generación de La Ruptura y quien recibió el premio en 1981, no podía faltar.

Su obra también se expuso con la colección del Museo de Arte Moderno, el mismo año, y con la muestra de la Galería Lourdes Sosa en 2005. En suma, Cuevas no ha dejado de estar presente con su trabajo a lo largo de las más de dos décadas de vida del Museo Fernando García Ponce.

La más reciente muestra individual del fallecido maestro en el Macay nos remite a enero de 2010. La exposición llevó el título “El mundo reciente de José Luis Cuevas”, formada por “Cartas, pintura y escultura”. Por cierto… en esos días una exposición de Salvador Dalí se había inaugurado en el Centro Cultural Olimpo, así al saberlo, en la rueda de prensa convocada con motivo de su obra reciente, Cuevas dijo con su característica seguridad que no permitía a veces distinguir si hablaba en serio o en broma: “En realidad está muy bien que Dalí y yo expongamos al mismo tiempo… con él sí, sí está bien”.

Aquella extensa muestra incluyó dibujos realizados con técnica mixta llamados “Cartas a Beatriz”, que tenían inserciones textuales e igualmente pinturas. En el Pasaje de la Revolución, todavía entonces a cielo abierto, se presentaron varias esculturas de bronce: cabezas monumentales de miradas aturdidas y estremecedoras, ejemplo excepcional del trabajo de análisis anatómico y compositivo de la descomposición y recomposición de las formas que caracteriza a Cuevas y lo ha destacado por mucho entre otros creadores.

Y es que al igual que años atrás (y como igualmente sería después), la estética de Cuevas y su estilo han sido fieles siempre a su propio dictado, signados por su característica neofiguración, descolocada e inquietante, descarnada y enérgica, oscura si cabe, y en la que está una de sus mayores herencias para el arte mexicano.

Ya no en el Macay sino en el Paseo de Montejo, en 2011 llegó a sus aceras una colección de escultura monumental, resultado del trabajo conjunto de Cuevas con el poeta español José Miguel Ullán. Cuevas había ilustrado el libro de poesía visual llamado “Animales impuros” y esos dibujos cobraron vida en grandes bronces monumentales: 12 amenazadores e inquietantes personajes zoomorfos ante quienes el transeúnte por ese tramo del Paseo de Montejo no podía permanecer indiferente. La exposición fue patrocinada por Aeropuertos del Sureste (Asur) y Centro Cultural Estación Indianilla Isaac Masri, con la colaboración de autoridades locales.

Ante los “Impuros” la mirada intentaba, infructuosamente, un análisis anatómico, pero la tremebunda fragmentación y reconjugación de las formas hacía pensar que cada miembro y cada cuerpo pudieran recortarse en múltiples pedazos. Convulsas y tensas estructuras corpóreas que magnetizaban al ser miradas y despertaban una extraña mezcla de fascinación, repulsa y obsesión, sobre todo por comprender lo incomprensible.

En aquella rueda de prensa en el Macay, en enero de 2010, el maestro dijo que a sus 75 años deseaba trabajar aún mucho tiempo más: “De José Luis Cuevas todavía habrá para rato… por eso no puedo titular a mi exposición como ‘Las últimas obras de Cuevas’, porque no estoy terminando ni puedo saber cuál va a ser la última. “Así por lo menos ‘obra reciente’ es más precisa y no estoy mintiendo”, dijo.

Ante su muerte, el ciclo sin embargo no está cerrado. Comienza el proceso histórico, la preservación y la perentoria gestión del legado. Así ha de ser.— María Teresa Mézquita Méndez para “El Macay en la cultura”

En 2011 llegó a las acercas de Paseo de Montejo la colección de escultura monumental “Animales impuros”

Fuentes: Diario de Yucatán