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Canto a la libertad, por J.A. Labordeta

noviembre 21, 2010
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CANTO A LA LIBERTAD

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.

Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel 2010

octubre 7, 2010

Al más joven de los escritores del Boom hispanoamericano, Mario Vargas Llosa (Perú, 1936), el Premio Nobel le llega tarde. Veinte años después de concederlo a Octavio Paz, el Premio Nobel recae sobre un escritor en lengua española. También tarde. La segunda o tercera lengua de cultura mundial necesita más reconocimientos.

Vargas Llosa fue el primero de su generación en darse a conocer en España. En 1962 obtuvo el Premio Biblioteca Breve de la editorial barcelonesa con su obra La ciudad y los perros. En 1994 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Vergüenza de Feria, por Joaquín Pérez Azaústre

May 30, 2010
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ANA Morales estará contenta. Como no se logró echar fuera del barrio a botellazos a los vecinos de Ciudad Jardín, con este nuevo órdago social se va a terminar echando a los cordobeses de su propia ciudad. Primero, de la Feria, porque ya sabemos que la Feria es un parque temático de alcoholismo legal. Tenemos un Ayuntamiento tan tolerante que nos lanza a los ciudadanos el reto de tragarnos su resaca. Esto es lo que ha ocurrido con la Policía Local, desbordada, claro, según el sindicato CSIF. La verdad es que se entiende: si «los dos únicos policías» destinados a vigilar las masificaciones en la zona habilitada para el botellón, en el Balcón del Guadalquivir, tienen que vérselas con 3.000 bebedores, el agobio resulta comprensible. Si a eso le sumamos que la gente se fue hacia la portada y el puente del Arenal, tenemos no sólo que los agentes «temieron por su seguridad personal», sino por la de todo el recinto, absolutamente colapsado. De «descalabro», lo califica el CSIF: tuvo que acudir la Policía Nacional, desalojando con furgones a los miles de jóvenes que hacían botellón en el carril de emergencia.

Los sindicatos han denunciado esta barbaridad, esta ausencia completa de planificación y organización: así, la reunión del comité técnico profesional tuvo lugar el 20 de mayo, sólo 20 horas antes de que empezara la Feria. Según el CSIF, el responsable del plan de seguridad y tráfico «dejó patente que sus pretensiones eran las de garantizar la seguridad de los policías en primer lugar, y a posteriori la de los ciudadanos». Como es un desastre, ninguna de las dos. Lo cuentas fuera de Córdoba, que la seguridad ciudadana era secundaria, y de verdad que la gente no se lo cree.

Esto es una vergüenza: de Feria y de ciudad. No creo, en realidad, que Ana Morales ni nadie pueda estar contento con semejante desastre, pero esta chica sigue en el Ayuntamiento después de haber invitado a los ciudadanos de Ciudad Jardín, hace unos años, a largarse del barrio si no les gustaba el botellón. De aquellos polvos estos lodos, convertidos ahora en mierda tumefacta, en varios miles de vidrios, toneladas de basura, paisaje de batalla que luego hay que limpiar con el dinero público. ¿Tenemos, de verdad, una conciencia del dinero público? ¿Sabemos que es el nuestro? ¿Que tanto uso indebido, irresponsable, es un robo continuo, y también a los padres de estos 3.000 chavales? No voy a ser yo quien critique la necesidad de fiesta individual y colectiva, pero ya lo denunciamos hace dos semanas en otra columna, Botellón europeo. Con este Ayuntamiento la realidad supera siempre la peor predicción. ¿Y todos los que quieran acudir a la Feria, en plan caseta y tal? Mejor cambian de ciudad. Córdoba: Capital Europea del Vómito. Que sí, que nos la dan.

VER: El Día de Córdoba

Carmen Laforet

May 19, 2010
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Nada, la primera novela de Carmen Laforet, de tan sólo 24 años, estrenó el premio Nadal de la editorial Destino en enero de 1945. Había nacido el 6 de septiembre de 1921, y hasta noviembre de 1923, cuando la familia marchó a Las Palmas, vive en Barcelona, en el piso de sus abuelos. En 1934 muere su madre. El marido se casó con la peluquera de su mujer, que se esmeró en borrar a la madre de unos niños a los que mortificaría. La obsesiva figura de una odiosa madrastra es omnipresente en tres de sus novelas, con protagonistas huérfanos: Nada (1945), La isla y sus demonios (1952) y La insolación (1963). Ahora, con la primera biografía, realizada por Anna Caballé e Israel Rolón -que han obtenido el premio Gaziel 2009: Carmen Laforet. Una mujer en fuga (RBA)- un libro de 515 páginas rebosantes de material inédito, puede extraerse una gran conclusión: Laforet no pudo con sus fantasmas. El libro rebosa de dramáticos espectros.

– A la literatura, por un abrigo. Un chantaje moral al padre y el pretexto de los estudios de Filosofía y Letras la llevan a su primera huida: Barcelona. Pero el piso de los abuelos ya no es el paraíso: es fiel reflejo de la gris ciudad española de posguerra, miseria que aguantó nueve meses y que, unida a un amor frustrado, serán el germen de Nada. No tiene dinero para comprar un abrigo, así que instigada por su tía Carmen se presenta en diciembre de 1942 a un premio literario del Frente de Juventudes. Lo gana. Y gracias a una de las 600 cartas que escribirá, dará pistas de que prepara una novela.

– El doble filo de ‘Nada’. Como un relámpago: el último día de convocatoria del primer premio Nadal aterriza un paquete con Nada. Deslumbrante: la frustración que destila la sociedad de la inmediata posguerra y la perspectiva femenina le dan la victoria contra pronóstico. El amigo intelectual de su mejor amiga, Manuel Cerezales, la ha inscrito tras leerla y sugerirle cambios. ¿Y de que la retocara? «Vi el manuscrito original y no hay nada de nadie más», testimonia Caballé. Del éxito al enigma pasan apenas semanas: 5.000 pesetas de premio (vivía con 200 al mes de su padre), libro más vendido de 1945, pero también cosas extrañas: «La escribí en ocho meses», declara, cuando la rehacía y rompía desde dos años atrás. ¿Por qué mentir?

– Patito feo entre intelectuales. Sorprende la falta de calado intelectual y hermetismo del personaje, que contrasta con las virtudes de la obra. «Ella no quería ser escritora profesional, quería vivir y de golpe se vio fiscalizada y eso la rompió emocionalmente». A la familia Nada le ha sentado fatal, al verse retratada por los cuatro costados. Cerezales, con quien se casa embarazada de dos meses en otra muestra de su espíritu libre, le dice que la literatura no es autobiografía… Empiezan las inhibiciones y presiones: tendrá cinco hijos entre 1946 y 1957 y las necesidades económicas la fuerzan a un articulismo olvidable y a unos cuentos algo mejores (La llamada, 1954). Nueva huida: así retrasa afrontarse a otra novela. Lo detecta y se lo dice Ramón J. Sender desde su exilio en EE UU. Será el único intelectual que la respetará. «Nada está escrita con toda libertad y fuerte componente autobiográfico; forzada por las inhibiciones, se volvió muy costumbrista: quería que su obra no transparentara». La tumba la sellaría Cerezales, de quien se separará en 1970 con la condición de que firmara ante notario que no podría escribir nada sobre sus 24 años de vida conyugal. «Mi pulverización como ser humano».

– Mujeres, anfetaminas, tarot. La vocación se le fue esfumando poco a poco. En 1964, confiesa: «soy una mala escritora». Desesperada, vive ya desde 1952 una etapa de misticismo religioso. Queda para rezar por las mañanas con una nueva amiga, Lili Álvarez, famosísima tenista finalista en Wimbledon. Pero esa conversión religiosa parece ser fruto del amor: se dibuja una pulsión homosexual.»Siempre buscó mujeres fuertes, bíblicas, pero no creo que consumara su homosexualidad: se reprimió».

Ni viajando de verdad (París, EE UU, Roma…) se aleja de sus dificultades. Al contrario, recrudecen: desde los 60 avanza una enfermedad neurovegetativa y vive en un constante tiovivo emocional, quizá debido al Minilip, medicación a base de anfetaminas para adelgazar. «Digamos que le acabó gustando la química», suaviza la biógrafa. «Escribir me da una pereza casi invencible (…). Me horroriza, pero así, patológicamente, cualquier forma de aparición en público». Escribe, cuando puede, y rompe. Nada le gusta. Tanto, que ni devolverá nunca corregidas las galeradas que en 1973 le hacen llegar de Al volver la esquina. «Sabía que ese libro no estaba ya nada bien», cree Caballé. La desesperación la llevó a aficionarse al tarot, al que acabaría consultando su vida. Pero llegó a un bloqueo físico y mental que no podía ni levantarse de la cama, ni firmar un cheque. «Tengo que realizar algo bueno, malo o regular, pero realizarlo», se grita. El 28 de febrero de 2004 falleció, quizá con la sensación de que los fantasmas habían ganado.

VER: EL PAÍS

La Habana de un Infante en nada difunto, por Juan Goytisolo

May 19, 2010
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En 1960 recibí en París dos visitas, primero la de Carlos Franqui, director del diario Revolución, órgano oficial del Movimiento del 26 de Julio, y luego la de Guillermo Cabrera Infante, responsable de Lunes, su excelente magacín literario, que, de regreso de un viaje a la URSS, no parecía muy encantado por cuanto había visto y oído. Ambos me propusieron una invitación a Cuba, con cuya Revolución me identificaba con entusiasmo. El viaje se demoró un año y, a mi llegada a La Habana a primeros de diciembre de 1961, me encontré con la sorpresa de que el magacín de Guillermo había sido clausurado. Junto a la polémica suscitada por la prohibición del documental P.M de su hermano Sabá y el fotógrafo Orlando Jiménez Leal y la histórica reunión de los escritores y artistas cubanos en la Biblioteca Nacional, en la que Fidel Castro expuso su concepción de la nueva literatura revolucionaria, habían sucedido episodios inquietantes; la famosa redada de las Tres Pes (prostitutas, proxenetas y pederastas o «pájaros») de la que fue víctima Virgilio Piñera, y la infiltración del Consejo Nacional de Cultura y otros organismos oficiales por miembros del viejo aparato del PC, episodios de los que no tardé en enterarme por Franqui, Guillermo y el cineasta Néstor Almendros. Pero nada de eso menguó mi fervor por una Revolución apoyada entonces por la inmensa mayoría de los cubanos. Fruto de ello fue el reportaje Pueblo en marcha publicado primero en la isla y luego en París por la Librería Española de Antonio Soriano y cuyo valor más seguro es sin duda la reproducción fonética de la sabrosa habla popular cubana.

El segundo viaje fue motivado por la crisis de los cohetes y la confrontación Kennedy-Kruschev que estuvo a punto de provocar una tercera y mortífera guerra mundial. Con idéntico entusiasmo al de Guillermo, cuando a fines de 1958 quiso unirse a la guerrilla de Sierra Maestra, me embarqué en el primer avión rompebloqueo -¡vía Praga e Islandia!- con el propósito de entrevistar a Fidel Castro para el semanario francés L’Express, cuyo jefe de redacción era mi amigo Jean Daniel (entrevista que no pudo realizarse por un obstáculo tan imprevisible como ridículo, mi alergia mortal al vinagre; en una granja experimental a la que me condujo Franqui, el Líder Máximo me llevó amistosamente del brazo a la cava en la que aquél fermentaba y tuve que huir por pies, medio asfixiado por el ácido acético de la atroz caverna, y el Comandante lo tomó como un desaire a su grandiosa labor de ingeniería agrícola).

De la infiltración por la URSS de todo el aparato revolucionario cubano tuve una prueba concreta poco antes de esta segunda visita. La recepcionista de la embajada en París, según me confió Martha Frayde, a la sazón representante de Cuba en la Unesco, era nada menos que Caridad Mercader, madre de Ramón, el asesino de Trotsky, y en previsión al escándalo de su probable descubrimiento por la prensa francesa, me rogó que informara del hecho al ministro de Asuntos Exteriores Raúl Roa, cosa que hice nada más aterrizar en la isla. Manifiestamente, Roa no estaba al corriente de ello y Caridad Mercader regresó discretamente a Cuba.

La tensión provocada por la confrontación americano-soviética y la retirada posterior de los misiles («Nikita, mariquita, lo que se da no se quita», coreaba la gente), tensión palpable pese a la dulzura del otoño habanero, me indujo impulsivamente a vestir durante una noche el uniforme verde olivo e ir de guardia con mis colegas Lisandro Otero, Edmundo Desnoes y Ambrosio Fornet a la base militar cercana a Rancho Boyeros, en donde supuestamente se almacenaban las ojivas nucleares soviéticas. Pero las cosas ya no eran tan claras para mí como en el año anterior: Guillermo estaba en Bruselas como agregado cultural; Franqui y su periódico soportaban una creciente marginación y, aun en la intimidad, Carlos se expresaba con cautela; Néstor Almendros vivía un segundo exilio en París, en donde le procuré clases de español para subsistir antes de que fuera descubierto por cineastas de la talla de Truffaut, Rohmer y Barbet Schroeder; y mis amigos -Walterio Carbonell, Calvert Casey, Virgilio Piñera… -permanecían en el limbo de un exilio interior, antes de ser barridos por el vendaval de la historia.

Aquellas semanas inolvidables frecuenté sobre todo a Titón, es decir, Tomás Gutiérrez Alea, viejo militante con Guillermo de la causa antibatistiana, para quien escribí un relato titulado Pausa en otoño, con miras a convertirlo en el guión de una película que él dirigiría. La melancolía del texto, ambientado en esos días cargados de amenazas, carecía de contenido político y no gustó al ICAIC (Instituto Cubano de Artes e Industrias Cinematográficas), pese a que su presidente, Alfredo Guevara, echaba entonces un pulso con la vieja guardia del PC de Blas Roca a propósito de la proyección de Accattone y La dolce vita (pero contaba, me dijo cuando fui a visitarle, con la protección, jamás desmentida, de Raúl Castro).

Evoco todo esto para explicar la fuerte impresión de la lectura de Cuerpos divinos en mis recuerdos de hace medio siglo. Tres años después del presente narrado, conocí a todos o casi todos los personajes mencionados en él. No sólo a las grandes figuras de la literatura, la historiografía y el arte (Lezama Lima, Carpentier, Fernando Ortiz, Wifredo Lam) o del cine y el periodismo (Gutiérrez Alea, René Jordán, Korda, Jesse Fernández), sino también a los escritores jóvenes agrupados primero en torno al desaparecido magacín de Guillermo y luego en Casa de las Américas (Heberto Padilla, Calvert Casey, Edmundo Desnoes, Pablo Armando Fernández, Antón Arrufat), así como a los burócratas del momento (Edith García Buchaca, Alfredo Guevara, Haydée Santamaría) y a quienes no tardarían en serlo (Roberto Fernández Retamar, el «Retama» del libro).

La Habana en 1961 seguía siendo en apariencia la retratada magistralmente en Cuerpos divinos, como en las demás obras de Guillermo. Pude escuchar de viva voz al gran Beny Moré, pero no a Celia Cruz, que ya se había exiliado. Elena Burke era la reina indiscutible del feeling. Las discotecas y bares con vitrola citados en el libro existían aún. En mis correrías de tenaz rompesuelas por el puerto y La Habana Vieja frecuenté sobre todo la taberna San Román y los barecitos de Jesús María, calle que evocaba para mí la canción memorizada en la niñez: «¡Ay, mamá Inés / ay mamá Inés / todos los negros / tomamos café». En uno de sus locales, las militantes de los Comités de Defensa de la Revolución inscribían a las prostitutas en los cursos de alfabetización. En otro, el bar Mi Amor, solía beber cubalibres con el dueño, un fornido mulato de ojos claros, en compañía de la bellísima actriz Bertina Acevedo, amiga de Gutiérrez Alea y mi fugaz pareja femenina de la época.

Los plantes ñáñigos y ceremonias de santería en honor de las divinidades orishás descritos en Cuerpos divinos me atraían tanto como a Guillermo. Los dos éramos lectores de Lydia Cabrera y nos fascinaban los diablitos danzantes, los misterios del cuarto fambá, los sacrificios rituales de gallos, la espontaneidad de una religiosidad popular a mil leguas de la desaborida y hueca liturgia católica. Bastaba tomar una de las lanchitas que unían el muelle habanero con Regla y Guanabacoa para desembarcar en un mundo arraigado en la isla desde los tiempos de la colonia y que, como comprobaría en 1967, sería condenado de nuevo, como en aquélla, a la marginación y la clandestinidad en nombre de la pureza ideológica, aunque su suerte la selló en 1971 el Congreso Nacional de Educación y Cultura al calificar a las religiones africanas de «semillero de delincuentes». Por fortuna, dicha persecución, atribuida a los excesos de la «década ominosa», cesó a mediados de los ochenta y las divinidades africanas reciben hoy las ofrendas de una población mayoritariamente mulata y negra, ansiosa de un refugio en el que guarecerse de las dificultades sin horizonte de la vida diaria.

Me gustaría demorarme en los personajes del libro devorados por la Revolución, con alguno de los cuales me crucé, pero que todos ellos suenan familiarmente en mis oídos: el comandante Alberto Mora, dirigente del diezmado Directorio Revolucionario, famoso por el frustrado asalto al palacio presidencial de Batista y al que la protección del Che salvó temporalmente la vida (Mora se suicidó años más tarde, como refiere Cabrera Infante en Mea Cuba); el embajador Gustavo Arcos, compañero de lucha de Fidel, condenado después a largos años de cárcel por no entonar una contrita retractación pública; los que lo sacrificaron todo a la lucha antibatistiana y acabaron sus días como apestados sociales o en la melancolía del destierro.

A las semblanzas un tanto apresuradas del Che, Fidel (a quien Cabrera Infante acompañó durante su visita a Nueva York en 1959 y en su gira por Hispanoamérica) y de otros dirigentes revolucionarios, prefiero, por su precisión genial, la que traza de Hemingway, laureado ya con el Nobel y en perpetua representación de su genio y figura (yo lo conocería meses después con Monique Lange y Florence Malraux, en Málaga, París y ArIes, como relato en En los reinos de taifa, y puedo confirmar sus dotes de retratista): «un hombre grande, colorado como un camarón cocido, que caminaba vestido como un turista, usando zapatos bajos pero no sandalias, (…) los largos calcetines hacían de sus piernas un mazacote de músculos con las pantorrillas boludas y protuberantes. Llevaba una suerte de pulóver suelto y listado, como si fuera mitad hombre y mitad cebra. No usaba barba y su cabeza se veía enorme». La escena del encuentro muy poco casual con él en el Floridita en compañía de Lisandro Otero (a quien llamaba en la intimidad Risandro Otelo por sus desmesurados celos: en una velada en casa de Franqui en la que bebí más de la cuenta había apoyado mi mano en el hombro desnudo de su realmente hermosa mujer y él la retiró con un farfullado «no me la gastes» que corrió de boca en boca hasta llegar a oídos de Guillermo en Bruselas), es tan jocosa como significativa e introduce muy bien el mundo del escritor convertido voluntariamente en estatua animada de sí mismo, mundo expuesto después en el cuadro de Finca Vigía y, por fin, durante el rodaje del filme sobre El viejo y el mar, en medio de su corte de famosas y de servidores, con sus desplantes y groserías. «Me sorprendió», dice el autor de Cuerpos divinos, «que supiera tan poco el español, que su acento americano fuera tan espeso, que la voz se hiciera grave con la pastosidad de la mala pronunciación». En las cartas que escribió a Monique Lange empleaba en efecto una especie de esperanto trilingüe y sus frases en castellano estaban plagadas de errores sintácticos y faltas de ortografía.

Con todo, las mejores páginas del libro son las consagradas al amor por las adolescentes y jóvenes bellezas cubanas. Con una delicadeza y sabiduría artística raras, el autor desnuda sus cuerpos divinos sin caer nunca en la ordinariez de las consabidas escenas de cama con que nos agobian los malos novelistas y cineastas. El relato de sus relaciones con Elena, con las dudas, retrocesos, pausas e inexplicables cambios de humor de ésta, no tiene nada que envidiar al de Nabokov. La fascinadora Lolita isleña resucita viva y muy viva por obra de la magia del escritor. Con pluma certera, Cabrera Infante nos invita a seguir las vicisitudes y vericuetos de la relación entre ambos, los amores y desamores de ella: esa indiferencia suya al mundo real digna del Mersault de Camus. Tras el distanciamiento recíproco, la nueva pasión del entonces crítico de cine de Carteles -tal era el oficio de Cabrera Infante antes de su entrada en el diario Revolución -se vuelca en la que ya para siempre sería su compañera. El recorrido con Ella, así la llama, por los bares, clubes y hoteles de El Vedado, traza una incentiva cartografía nocturna pronto sepulta por el purificador torrente de lava del nuevo orden moral.

Como en Tres tristes tigres y en La Habana para un Infante difunto, Guillermo convierte la capital cubana en un ámbito literario de realidad perenne, en una crónica minuciosa de la que fue hace medio siglo, que no envejece ni envejecerá. Como dije hace un par de años al comandante William Gálvez -uno de los héroes del Granma durante una imprevista y corta visita suya a Marraquech, en respuesta a su afirmación de que Cabrera Infante «no era cubano», no hay escritor que lo sea más que él. La Habana y Guillermo son ya indisociables. Los vencedores se truecan siempre en fiscales de la historia, pero no estoy muy convencido de que ésta les absuelva, como sinceramente creían hace cincuenta y tantos años.

VER: EL PAÍS

‘Ricardo III’

May 19, 2010

 

Ricardo III, uno de los textos más sangrientos de Shakespeare, es la nueva apuesta de Atalaya, grupo teatral sevillano dirigido por Ricardo Iniesta con una trayectoria de 27 años. Ricardo III encarna el ansia de poder a cualquier precio. Es Iniesta el autor de la adaptación que ha permitido condensar las 31.000 palabras del texto original en 10.000. El resultado es un montaje, de poco más de una hora y media, ágil y muy estético en el que nueve picas de más de dos metros de altura se van transformando en tronos, túmulos, olas, espejos o guillotinas. La obra, que iniciará una larga gira por escenarios de toda España, es la primera que estrena Atalaya después de recibir el Premio Nacional de Teatro en 2008 y de mudarse a su nueva sede, el Centro Internacional de Investigación TNT. Atalaya se fundó en 1983 y ha convertido al grupo en uno de los equipos de investigación teatral más prestigiosos del país.

Jerónimo Arenal, quien da vida a un perverso y deforme Ricardo III que roza en lo grotesco, encabeza un reparto de nueve actores entre los que se encuentran Silvia Garzón, Joaquín Galán, Carmen Gallardo, Manuel Asensio, María Sanz o Raúl Vera. Canciones en inglés, teatro de sombras, luz negra, mimo y hasta títeres se entrelazan en esta nueva creación de Atalaya.

VER: EL PAÍS

Ramayana (s. III a. C.)

May 17, 2010
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La tradición hindú ha producido dos grandes epopeyas: el Mahabharata y el Ramayana. De 100.000 versos, la primera fue recogida según la tradición por el sabio Vyasa; de 24.000 versos, la segunda es atribuida a Valmiki. Aunque anteriores al inicio de nuestro calendario (s. III a.C.), ambas son obras vivas en India. En 1987, la versión televisiva, en hindi, del Ramayana tuvo una audiencia masiva. Durante la penúltima semana de febrero, cada año, desde tiempos inmemoriales, tiene lugar el Ram Lila, la fiesta de Rama: el Ramayana se representa por pueblos y ciudades. No hay nadie en India que no conozca las hazañas del príncipe Rama y la virtud de su esposa Sita, el rapto de ésta por el demonio Ravana, y las dotes mágicas del mono Hanuman, hijo de Vayu, el dios del viento, con cuya ayuda Rama destruye la ciudad de Lanka y libera a su amada. No hay quien no llore, aún, al ver cómo Sita, para probar su virtud, entra en el fuego y sale indemne de él. No hay quien no salga más íntegro al ver la entereza de los personajes en el cumplimiento de su dharma (su deber, acorde con la ley social).

Rama, en la mente de todos

Tan omnipresente es el nombre de Rama, que se utiliza para acompañar a los muertos en el camino hacia la cremación (Rama nama sathya he: el nombre de Rama es la verdad o para llevar a los niños a dormir. El Ramayana no es sólo una epopeya; también es un poema que puede ser cantado y representado. Ésta era la función del poema en la antigüedad, la de ser oído, y en India hay una estrecha correlación entre la escritura poética, la música y la danza, que se combinan en la dramaturgia, considerada, por ello, la principal de las artes. De ahí que, desde muy temprano, se formasen escuelas de pensamiento que tratasen de poética y dramaturgia. Por casualida, en un pasaje del segundo capítulo de la parte primera, donde Valmiki, introduciéndose a sí mismo como personaje, cuenta que, paseando por la orilla del río Tamasa, se encontró con una pareja de garzas apareándose; en ese instante, la flecha de un cazador atravesó al macho y la hembra lanzó un grito de dolor. Valmiki, lleno de compasión, maldijo así al cazador, pero, apenas hubo hablado, se percató de que aquellas palabras eran versos de cuatro pies que armonizaban con la escala musical de la vina. Como habían surgido de la pena (soka), a ese nuevo metro le dio nombre de sloka. He aquí el origen del Ramayana, el de la métrica sánscrita y el de la primera teoría del gusto estético, que, iniciada por el Tratado de la dramaturgia (Natyasastra) de Bharata en el siglo II, formaría escuela en Cachemira entre los siglos VIII y XI y se ocuparía principalmente de las causas del gusto por la representación. El concepto más importante de esta teoría es el de rasa: sabor o esencia que se destila y se paladea por efecto de la transformación de las emociones.

El drama es, en India, una enseñanza sagrada, es el quinto veda, aquel al que, a diferencia de los otros cuatro, tienen acceso todos los seres humanos, independientemente de la casta a la que pertenezcan. Así como en la representación, así el mundo en el que vives, nos viene a decir. Así como entras y sales de aquél, así entras y sales de este otro al que crees más real. De la misma manera que te has emocionado con los personajes que salieron a escena, así es como te emocionas dentro de tu personaje. El mundo es representación, el gran juego del brahman en el que cada uno, sin saberlo, participa.

VER: EL PAÍS

Palabras cordobesas

May 6, 2010
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Pego: Chorrada, tontería
Fartusco: Más que tonto
Enguachirnar: Dejar el suelo más que mojado. Regar una planta más de la cuenta.
Cucha: Derivada del verbo «escuchar» aunque ha pasado a tener el valor de «mira «

Avenate: Ataque de locura
Atacarse: Remeter la camisa o camiseta en los pantalones.
Borococo: Que alguna cosa tiene un defecto
Burraco: Que algo es muy viejo o antiguo
Achuchar: Empujar, apretar
Alargar: Que te traigan algo
Bajío: Bajón, que tienes mal cuerpo; aunque también se dice para una persona mal encarada
Vichear: Voy a mirar a ver si hay algo que me pueda interesar
Eclipsado: Que tienes la mente en otro sitio
Curiana: Cucaracha
Pizco: Pizca, trozo muy pequeño
Farfollas: Persona descuidada y tonta
Zarcillos: Pendientes
Trabajoso: Persona muy rebelde en la convivencia
Zocato: Zoquete, zurdo
Tranquillo: Trozo de madera que se ponía en la entrada de la puerta para que no se cerrara. «No le he cogido el tranquillo».
Cardusa: Cuando se ha hecho un esfuerzo muy grande
Hartá: Mucho de algo
Chuchurrío: Mustio
Jeringo: Son como las porras para desayunar pero en redondo y antiguamente se enzaltaban en juncos del río para poder llevártelas.
Cipote: Miembro viril. En Córdoba se dice como tonto enfatizado:»¡Vaya tío cipote!» o en general: «¡Cipote, qué calor!».
Mamarracho: Persona o cosa sin gracia
Charnaque: Chozo, casa pequeña
Jeyondo: De hediondo, molesto, insufrible
Moña: Ramiñete de jazmines pinchados en una horquilla. Se vendía en la calle y las mujeres se la ponían en el pelo
Pamplinas: Persona muy puntillosa, tiquismiqui
Zapatiesta: Jaleo, follón, bronca, pelea.
Graílla: Grada, rebate o escalón de la puerta de entrada
Bureo: Paseo
Jaramago: Malas hierbas
Esaborío: Persona antipatíca
Perra: Obsesión con algo
Hocicar: Darse de bruces en una caida
Chusnear: Pasar el rato de forma divertida
Huchear: Exigir algo con mucho apremio
Alferesia: Ataque de pánico
Averiguar: Procurar algo
Jardalaso: Una caida fuerte
Telera: Pan doradito por duera y de miga blanca y esponjosa por dentro. Es fenomenal para el salmorejo y para mojar salsas.
Vargas: Es un tinto de verano compuesto con vino tinto y gaseosa. Por Val-gas (Valdepeñas con gaseosa).
Fiti-fiti: Mistad de vino negro dulce y vino blanco (Fifty-fifty).
Miajón: Miga del pan.
Colorao: Cuando nos referimos al color rojo
Galipuche: Bebida aguada
Guindar: Mirar, ver
Ruilla: Trapo húmedo que sirve para limpiar
Perol: Salir al campo y reunirse con amigos o familia donde se hace un arroz.
Remear: Hacer burla a alguien
Zangarrea: Algo que se mueve mucho, Ej: La silla se zangarrea.

Araceli Sánchez Franco

May 5, 2010

Nacida en Linares (Jaén) en 1965, se trasladó a Valencia con su familia (allí escribe sus primeros poemas). De nuevo en Andalucía, estudia Bachillerato en el IES Aguilar y Eslava de Cabra, primero, y más tarde en el IES Marqués de Comares de Lucena. Con solo 16 años ganó el I Premio de los Juegos Florales de Bujalance. En 1988 se incorporó al mundo de la radio, en el que actualmente trabaja como periodista de Radio Nacional de España en Córdoba. Posee algunas obras inéditas, como “Poema Póstumo”, “Los días paralelos” o “Años luz”. Ha ganado por dos veces el Certamen Literario femenino “Mujerarte”, colabora en revistas literarias, organiza diversos eventos culturales desde el “Colectivo Abierto de Poetas Cordobesas” al que pertenece y ha sido incluida en diversas antologías de poesía, entre otras muchas ocupaciones, siempre relacionadas con la cultura. Su última obra, aún sin publicar, se titula “Flor en Dharamsala”.

Poesía

CHICO DE IPANEMA

Ya sé que hoy los ángeles no son efebos
Pero él era azul, rubio y perfecto.
Que no llevan peces dorados en sus manos
Y cantan bossa-nova en cualquier bar del centro.

-Nunca supe su nombre y si me amaba-

O son “Literateurs” y habitan bibliotecas
Y siempre van de negro.
Tienen la frente ancha y el corazón deshecho.

Yo conocí una vez a un ángel de alas blancas.
Me devolvió a la vida y, desde entonces,
Invoco su nombre en cada vuelo.

CUERPO CELESTE

Aún no lo sabes,
Pero eres cuerpo celeste
En la constelación de Leo,
Sobreviviendo,
Como Dánae enamorada,
En esta era de Acuario.

No te tocan los nimbos cuando asciendes
A tu soledad habitada,
ni te rozan los párpados estrellas
de brillo inconsistente.
Bañada, por siempre,
En el oro líquido de Zeus,
Perseidas tus lágrimas.

ARACELI SÁNCHEZ FRANCO (1965)

Miguel Hernández

abril 12, 2010

Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 octubre 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942), -«genial epígono de la generación del 27», en palabras de Dámaso Alonso- era el segundo hijo varón de una familia dedicada a la crianza de ganado. Pastor de cabras desde muy temprana edad, Miguel fue poco y mal al colegio. En 1923 pasa a estudiar el bachillerato en el colegio jesuita de Santo Domingo de Orihuela. Los jesuitas le buscan una beca con la que continuar sus estudios, pero su padre la rechaza. En 1925 abandona los estudios por orden paterna para dedicarse al pastoreo, aunque poco después cursa algunas materias de Derecho y Literatura. Mientras cuida el rebaño, Miguel lee con avidez y escribe sus primeros poemas.

En 1933 va a Madrid por segunda vez con la idea de obtener trabajo. Logra colaborar en las Misiones Pedagógicas y más tarde lo vemos como secretario y redactor de la enciclopedia Los toros. Su director será también su más ferviente entusiasta, José María de Cossío. Colabora con asiduidad en Revista de Occidente y mantiene una tórrida relación con la pintora Maruja Mallo, que le inspira parte de los sonetos de El rayo que no cesa. Hace amistad con Vicente Aleixandre y Pablo Neruda (origen de su breve etapa dentro del Surrealismo). En diciembre de 1935 muere su amigo Ramón Sijé, y Miguel le dedica su extraordinaria Elegía, que provoca el entusiasmo de Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol.

Guerra Civil

Al estallar la Guerra Civil, Miguel Hernández se alista en el bando republicano. Hernández figura en el 5º Regimiento y pasa a otras unidades en los frentes de la batalla de Teruel, Andalucía y Extremadura. En plena guerra, logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que marchar al frente de Jaén. En el verano de 1937 asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Madrid y Valencia, y más tarde viajó a la Unión Soviética en representación del Gobierno de la República, de donde regresó en octubre para escribir el drama Pastor de la muerte y numerosos poemas recogidos más tarde en su obra El hombre acecha. En diciembre de 1937 nace su primer hijo, Manuel Ramón, que muere a los pocos meses y a quien está dedicado el poema Hijo de la luz y de la sombra y otros recogidos en el Cancionero y romancero de ausencias, y en enero de 1939 nace el segundo, Manuel Miguel, a quien dedicó las famosas Nanas de la cebolla. Escribe un nuevo libro: Viento del pueblo. Destinado a la 6ª división, pasa a Madrid.

Prisión y muerte

Concluida la guerra, su obra El hombre acecha se encuentra en los talleres de una imprenta valenciana sin encuadernar. Una comisión depuradora franquista, presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981. Su amigo Cossío se ofreció para acogerlo en Tudanca, pero Miguel Hernández decidió volver a Orihuela. Consciente del riesgo que corría, decidió irse a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar a Portugal por Huelva. La policía de Salazar lo entregó a la Guardia Civil. Desde la cárcel de Sevilla lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid, de donde, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939. Vuelto a Orihuela, fue delatado y detenido y ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno de Madrid, fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940. Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela (posteriormente obispo de León en 1944), intercedieron por él, conmutándosele la pena de muerte por la de treinta años. Pasó a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre al Penal de Ocaña (Toledo). En 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo. Allí enfermó. Padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso un poema. Fue enterrado en el nicho número mil nueve del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante, el 30 de marzo. Actualmente sus restos mortales reposan en una sepultura del mismo cementerio, junto a los de su mujer Josefina Manresa y su hijo, dicha sepultura, fácilmente identificable, es muy visitada.

MIGUEL HERNÁNDEZ. CIEN AÑOS DESPUÉS

Seminario Internacional Miguel Hernández. Cien años después. El hombre, el escritor, el mito.

Del 14 al 16 abril 2010.

Facultad de Filosofía Y Letras

CÓRDOBA

VER: AndalOcio

OBRAS

Elegía (1935)

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se

me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,

con quien tanto quería.)

 

Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento.

a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irán a cada lado

disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández

 
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